sábado, diciembre 21, 2024
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En China, los boricuas buscan volver a hacerse la América

Por Juan Pablo Manera

La historia del baloncesto en Puerto Rico no es rica en campeonatos ni medallas. Son muy pocos los logros de la Selección caribeña: sólo se destacan dos oros en los Juegos Panamericanos de La Habana 1991 y Guadalajara 2011. Sin embargo, hay un logro que resultó ser uno de los más importantes, hecho que data de 2004, en Atenas, durante la XXVIII edición de los Juegos Olímpicos.

Era un 15 de agosto. El combinado boricua llegaba a la competencia con expectativas moderadas, puesto que lograr ubicarse en el podio era un objetivo inalcanzable si se contraponía el equipo propio con las demás potencias. Pero esa noche fue mágica, la más recordada por los seguidores de esa Selección. Puerto Rico abría el campeonato frente a Estados Unidos, el famoso Dream Team que se llevaba puesto todo, pero que tampoco arribaba a Atenas con grandes esperanzas debido a las bajas de varios jugadores importantes, tales como Shaquille O’Neal, Kobe Bryant y Karl Malone. No obstante, sí contaba con las versiones jóvenes de LeBron James, Carmelo Anthony y Dwyane Wade.

“Para muchos era imposible ganar ese juego. Era un equipo que tenía mucho más arsenal que nosotros. Pero el insumo más importante que sacamos del partido es que por ese día todo el mundo en esta Isla se sintió orgulloso de ser puertorriqueño, sin importar su afiliación política, raza o credo. Fue un día de unidad”, expresó por 2008 Julio Toro, el entrenador de Puerto Rico en 2004.

Sí. El milagro que parecía imposible y lejos de convertirse en realidad, sucedió. Los 92 puntos de los centroamericanos fueron mejores que los 73 de los estadounidenses, quienes sufrieron la primera derrota olímpica desde la creación del Dream Team en los Juegos de Barcelona 1992. Posterior a esa histórica victoria, los ticos lograron una de sus mejores marcas en ese certamen, ya que obtuvieron el sexto puesto, al igual que en Múnich 1972, solo superadas por la cuarta posición de Tokio 1964.

Ahora, Puerto Rico llega al Mundial de China con ganas de repetir una hazaña como esta y, por qué no, soñar con el título, algo que nunca se le dio a pesar de haber participado en 13 de 17 ediciones, siete de ellas de manera consecutiva.  Nunca pasó de un cuarto puesto. Sin embargo, de la mano de su seleccionador Eddie Casiano, la Selección boricua irá en busca de un podio que quede marcado en la historia.

Sueñe, Montenegro

Por Maximiliano Das

En un patio empedrado en 1636 en Madrid se estrenaba La vida es sueño, una obra del dramaturgo y poeta español Pedro Calderón de la Barca. Sobre un escenario de apenas cuatro por ocho metros y a merced del público amontonado y de quienes habían pagado por ver la función desde los balcones de las casas que lo rodeaban que hacían de palco, el protagonista, Segismundo, pronunciaba su monólogo para cerrar el segundo acto: ¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.

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El Río Morača que atraviesa Podgorica, la capital de Montenegro, le dio nombre al centro deportivo donde se eleva un estadio de básquet para seis mil personas. Allí, una fría noche de fines de febrero de 2019 se reunió poco menos del 1% de la población del país para ver a la Selección local enfrentarse a la de Letonia.

El objetivo era para ambos el mismo: clasificar por primera vez a una Copa del Mundo. Los bálticos necesitaban ganar por nueve o más puntos para obtener su plaza. Cualquier otro resultado le daba a quienes formaban parte de Yugoslavia su lugar en China.

El juego comenzó y fueron los de Europa Oriental quienes tomaron ventaja desde el principio con una racha de 10 a 0, que se quebró recién pasados los cinco minutos.

La Selección letona estuvo siempre al frente. Promediando el tercer cuarto obtuvo una máxima diferencia de 13 puntos que calló por unos minutos a la afición montenegrina que se había hecho escuchar durante todo el encuentro, pero los locales se recuperaron y achicaron el margen para estar de nuevo dentro de los ocho puntos de déficit que le daban la clasificación.

El cronómetro se extinguía, los gritos retumbaban en el estadio cerrado de del Centro Deportivo Morača. Cada conversión en el aro local era bien respondido en el opuesto. Los letones no se podían alejar.

Una sucesión de jugadas dejó a la visita seis puntos arriba y con la posesión del balón a sólo ocho segundos y medio del final. 80-74. La pelota cayó en manos de Dairis Bertans, aún en el campo propio. El escolta corrió bajo la marca de Derek Needham, un base estadounidense nacionalizado -por parte de su abuelo- montenegrino. Cruzó la mitad de la cancha y sin terminar de asentarse bien lanzó el triple lejano. Y, entonces, silencio. No más gritos, no más silbidos, no más abucheos. Todo acabó cuando el balón se escapó de sus manos a falta de 2,7 segundos para que suene la bocina.

2,6 segundos. Zvezdan Mitrovic, entrenador local, reclamó una falta ofensiva de Bertans sobre Needham. Acusaba al báltico de empujar al defensor para tomar distancia de su cuerpo y poder tirar con mayor libertad. 2,5 segundos. El árbitro principal dijo que el tiro era legal. Alzó su mano derecha y levantó tres de sus dedos. 2,4. Los empleados de la seguridad privada, vestidos de chalecos amarillos fluorescentes dejaron de controlar a la afición: la vista estaba en la pelota. 2,1. Bojan Dubljevic, figura del equipo balcánico que estaba preocupado por la rotación en la defensa antes del lanzamiento, ya se había dado vuelta en busca del rebote. El balón estaba en su punto más alto del recorrido. Bertans volvió a apoyar sus pies en el suelo. 1,8. Un aficionado montenegrino se tomaba la cabeza. Algunos de los compañeros balcánicos que estaban en la banca continuaban reclamando la infracción pero sin siquiera mirar al juez. 1,3 segundos. La pelota golpeó el tablero. Ni siquiera el aro.

El cronómetro siguió. Letonia agarró el rebote ofensivo pero no hizo a tiempo para devolver la pelota a algún tirador.

Cero segundos. Sonó la chicharra. Gritos. Las manos en alto de todo el estadio. Asistentes y suplentes montenegrinos saltaron los carteles de publicidad, los hinchas se abrazaron con quien sus brazos encontraban alrededor. Mitrovic se acercó al seleccionador letón y le ofreció la mano y una mueca que decía “bueno, otra vez será”. Dubljevic pateó la pelota que algún simpatizante mantendrá como recuerdo de ese día histórico. Se encendieron bengalas, se repartieron botellas de champán que agitaron y salpicaron entre ellos. Montenegro, un país pequeño, joven -se independizó de Serbia en 2006-, de poco más 600 mil habitantes, será partícipe del Mundial de China a partir del 1 de septiembre. Será, también, el de menor población en hacerlo.

Zhuangzi, un pensador del Siglo IV a.C. de la misma tierra que será anfitriona del certamen de baloncesto más importante, dijo: “Una vez soñé que era una mariposa. Ahora ya no sé si soy Zhuangzi que soñó que era una mariposa o si soy una mariposa que sueña que soy Zhuangzi”.

Los montenegrinos tampoco tienen del todo claro sin son montenegrinos o mariposas. Lo único seguro es que sueñan.

Todos los coreanos son iguales

Por Maximiliano Das

Ra Gun-ah dista mucho de la apariencia de la mayoría de los más de 50 millones de surcoreanos. Ra Gun-ah no tiene los ojos finos y estirados. Sí tiene una nariz grande, una espalda bien ancha, una dentadura imponente y unos labios por demás carnosos. Aunque quizá la diferencia física más obvia sea apreciable sin necesidad de acercarse tanto a él: Ra Gun-ah es negro.

Nació en Virginia, Estados Unidos, y creció allí llamándose Ricardo Ratliffe. Ra Gun-ah es el nombre que adoptó a principios del año pasado al nacionalizarse surcoreano. “Joven fuerte”, es su traducción.

Una vez terminada la secundaria en Hampton, Ratliffe se mudó a Missouri, donde, con la ayuda económica de una beca deportiva, terminó sus estudios como especialista en agricultura general. En 2012, cuando se recibió y decidió comenzar su carrera como basquetbolista, no tuvo lugar en el profesionalismo de su país. Sí lo tuvo en Corea del Sur.

En sus primeras tres temporadas fue figura del Ulsan Mobis Phoebus que ganó el tricampeonato entre 2013 y 2015 y se llevó el premio al jugador más valioso de la temporada 2013/14. Después recaló por Seúl Thunder sin mayores sobresaltos para luego ser transferido a Star Hotshots, de Filipinas, la temporada siguiente. Volvió al conjunto de la capital surcoreana y jugó un torneo más en el mismo combinado filipino antes de reincorporarse a Ulsan en 2018 -y consagrarse campeón en 2019-, año en el que tramitó su ciudadanía.

A diferencia de como suele pasar con deportistas nacionalizados, Ratliffe no tiene familiares de ascendencia de Corea del Sur. Sucede que el país asiático ofrece un programa con facilidades para aquellos que demuestren ciertas habilidades en áreas como ciencia, cultura o deportes y Ra Gun-ah calificaba para esta última. “En 2014, jugando para Ulsan, nos enfrentamos a Irán, China Taipei y Jordania. Esos equipos tenían jugadores extranjeros, entonces, ¿por qué no podríamos nosotros?”, dijo el oriundo de Virginia al Korea Herald.

En febrero de 2018, con las ventanas de clasificación para el Mundial ya iniciadas, Ra Gun-ah estrenó su nombre en la musculosa de la Selección surcoreana de básquet frente a Hong Kong. Casi 27 puntos por noche acumuló en promedio el pivote de 1,99 metros en los diez partidos que disputó con el conjunto asiático. Además sumó 1,7 tapones y lideró la tabla en rebotes con 12,5.

Con él como protagonista, Corea del Sur hará su debut frente a Argentina en la Copa del Mundo de China el 31 de agosto en un grupo que comparte, también, con Rusia y Nigeria.

La final polémica que fue parte de la Guerra Fría

Por Dylan Elías

En los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, el básquet tuvo su debut. Desde ese entonces ha estado ininterrumpidamente en el programa olímpico, llevando ya 19 torneos (el último, en Río 2016).

Es algo conocido que la supremacía de Estados Unidos en este deporte es extrema. Tan así es, que de esos 19 campeonatos, los norteamericanos ganaron 15 (solo no participó en Moscú 1980, debido a un boicot). Entonces, ¿por qué no pudieron triunfar en los otros tres campeonatos en los que sí estuvieron? La respuesta es clara, sus rivales fueron superiores (o tal vez no en todos los casos). El que más conocemos es el de Argentina, que se coronó en Atenas 2004. ¿Cuáles fueron los otros? La Unión Soviética, en dos ocasiones (Múnich 1972 y Seúl 1988). Pero acá se va a resaltar la victoria en tierras alemanas, partido que es considerado por muchas personas como el más polémico en la historia del baloncesto.

Los Juegos Olímpicos de Múnich 1972 se jugaron con la Guerra Fría de por medio (no fueron los únicos, ya que duró más de 40 años). Estados Unidos y la Unión Soviética llevaron su enfrentamiento de capitalismo contra comunismo a todos los extremos, incluido el deporte. Ambas potencias debían mostrar su superioridad en todos los aspectos, pero el deporte tenía la característica de no implicar horribles consecuencias como sí lo hacía la utilización de armas.

Volviendo al básquet, Estados Unidos hasta estos Juegos no había conocido la derrota. Durante siete campeonatos seguidos supo hacerse de la medalla de oro. La Unión Soviética, por su parte, siempre había quedado a la sombra de los norteamericanos. Desde Helsinki 1952 hasta Tokio 1964 se enfrentaron en la final. Y siempre con victoria estadounidense. En México 1968, los soviéticos no pudieron contra Yugoslavia en semifinales y se quedaron con el bronce.

En Múnich 1972, americanos y euroasiáticos volvieron a enfrentarse en el partido por la presea dorada. El equipo de Estados Unidos estaba entrenado por Henry Iba (doble campeón olímpico) mientras que al soviético lo dirigía Vladimir Kondrashin (uno de los mejores entrenadores europeos de la época).

El partido, que se jugó el 9 de septiembre, fue parejo en todo el momento, aunque con una ventaja general de la Unión Soviética en el marcador (21-11 a los 12 minutos y 26-21 al término de la primera parte), que había obtenido gracias a una férrea defensa durante gran tramo del encuentro. Sin embargo, los estadounidenses comenzaron a presionar mucho más para evitar la efectividad de los tiros de sus rivales y robar la pelota. Así, el marcador llega a estar 48-46 a favor de los soviéticos, a falta de solo un minuto de terminar.

En ese minuto final, Sergey Belov (la estrella soviética) se hace cargo de dos tiros libres pero solo convierte uno, y del otro lado, Jim Forbes encesta un doble para dejar a los norteamericanos a solo un punto de distancia (49-48). Con poco más de 5 segundos, un contraataque estadounidense obliga a sus rivales a cometer falta. Doug Collins se hace cargo de los dos libres y convierte ambos, poniendo en ventaja a Estados Unidos por primera vez (50-49). Acá es cuando empieza la polémica.

Con solo un segundo para terminar y con el balón en juego, los soviéticos comienzan a protestar a los árbitros alegando que su entrenador había pedido tiempo muerto entre el primer y segundo tiro libre. Así, les quedarían tres segundos en vez de uno para atacar. Les hacen caso y se repite la jugada. No logran convertir y el partido “finaliza”, con los norteamericanos invadiendo el campo para festejar. Sin embargo, esa felicidad iba a cortarse ya que el Secretario General del Comité Olímpico, Willian Jones, baja del palco para notificar una falla con el reloj en la mesa de control. Decía que no se había ajustado bien y debía repetirse la jugada con los tres segundos.

Con su tercera oportunidad (y la vencida), Ivan Yedeshko mete un pase de 30 metros que milagrosamente recibe Aleksandr Belov, para realizar una encestada histórica que le daba la medalla dorada a la Unión Soviética por primera vez en su historia. Con el festejo ahora del otro lado, son los de Estados Unidos los que protestan contra los árbitros. Poco después del final, apelaron y se formó una comisión de cinco miembros para votar si la victoria soviética tenía validez o no. El sí ganó 3 a 2. Cuba, Hungría y Polonia (en relaciones políticas con los soviéticos, votaron que sí), mientras que Italia y Puerto Rico votaron que no. Lo que indica que el fallo también fue polémico.

En el podio, los norteamericanos no fueron a recibir su medalla de plata. A día de hoy, siguen sin reconocer la derrota. Es tan así, que uno de sus jugadores, Kenny Davis, comentó que en su testamento escribió que sus hijos no pudieran recibir nunca la medalla.

Esas preseas plateadas siguen esperando ser recibidas por alguien en Lausana, Suiza, más precisamente en la sede del Comité Olímpico Internacional.

La hora de Tomáš Satoranský

Por Federico Flossdorf

16 de septiembre de 2018. En el Centar Skenderija, en la ciudad de Sarajevo, República Checa acaba de vencer por 85 a 80 al local Bosnia Herzegovina para conseguir su primera clasificación a un mundial de básquet. El protagonista de la noche fue Tomáš Satoranský, base del equipo, quien con 22 puntos y una bandeja a 35 segundos del final entró en la historia grande del deporte checo.

El 1 de enero de 1993, Checoslovaquia se dividió pacíficamente en sus dos Estados constituyentes, la República Checa y la República Eslovaca. Checoslovaquia fue una república de Europa Central que existió de 1918 a 1992. Durante todos estos cambios políticos y geográficos surgieron atletas que han hecho historia en el deporte. Tal vez el más conocido es Emil Zatopek, fondista quien en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952 fue campeón en la prueba de 5000, 1000 y maratón. Además Zátopek fue el primer corredor en romper la barrera de los 29 minutos en los 10.000 metros. Conocido como “la locomotora checa”, compitió en 334 carreras y obtuvo 261 victorias, estableciendo un total de 18 records mundiales en distintas distancias.

El deporte nacional en República Checa es el hockey sobre hielo. La selección es potencia mundial: ganó seis campeonatos del mundo, una medalla dorada y una de bronce. Hay que tener en cuenta que todos estos logros los consiguió en apenas 26 años. Uno de los mejores fue Jaromír Jágr, quien fue partícipe del único título olímpico del país en Nagodo 1998. El checo es considerado uno de los mejores europeos en la historia de la National Hockey League . Pero si hablamos de la historia del deporte checo es imposible no mencionar a Jan Železný , considerado como el mejor jabalinista de todos los tiempos. Es tres veces campeón del mundo, tres veces campeón olímpico y además recordman mundial actual de lanzamiento de jabalina. En la actualidad tiene 52 tiros por encima de los 90 metros, más que todos los demás jabalinitas juntos, y actualmente posee 29 de los 40 mejores lanzamientos que se han realizado en la historia.

El seleccionado de básquet Checoeslovaco ganó 12 medallas en el Eurobasket. Su punto más alto fue en Ginebra 1946 donde consiguió el primer puesto tras vencer en la final a Italia. Sin embargo, nunca se pudo posicionar a nivel internacional fuera de Europa. Desde la separación en 1993, República Checa nunca clasificó a un Juego Olímpico y esta será la primera vez en una copa del mundo.

Ahora es el turno del básquet y de Tomáš Satoranský. El jugador nacido en Praga en 1991, que comenzó su carrera en la categoría infantiles de USK Praga. Sin embargo, con apenas 17 años emigró al Sevilla para jugar en la liga española. Su explosión le permitió pasar al Barcelona. En Cataluña consiguió su primer título y tras una gran temporada llego a la NBA.

Hace años juega en la mejor liga del mundo. El reciente fichaje de los Chicago Bulls -y ex Washignton Wizards- buscará posicionar a su selección en lo más alto. No la tendrá fácil comparte grupo junto con Estados Unidos, principal candidato a ganar el título, Turquía, semifinalista del último Europeo, y Japón, tal vez el rival más accesible de los tres. Lo cierto es que se clasifican los primeros dos y Sato buscará liderar al equipo en China 2019.

Argentina pone primera en China con el objetivo de meterse en Tokio

Por Federico Ferster

Wuhan, capital de la provincia de Hubei. La ciudad más poblada de China central. Sábado 31 de agosto a las 9.30 (20.30 hora local). Una pelota ovalada de color naranja, dos aros, 10 jugadores en cancha, otros 14 sentados esperando entrar y un solo objetivo: lograr una
victoria en el Mundial de Básquet. De un lado Corea del Sur, equipo del continente asiático que es veloz, ordenado para defender y que cuenta con figuras a nivel local. Argentina, en frente, esperando el debut en este Mundial que tiene como objetivo la clasificación a los Juegos Olímpicos de Tokio a jugarse el año próximo.

China será la sede del décimo octavo Mundial de Básquet. Para Argentina será la décimo tercera participación de un certamen que supo ganar en su primer edición en 1950, disputada en nuestro país, y ser subcampeón en el año 2002 en Indianápolis. Solamente perdió cinco veces en el debut, ninguna de ellas ante un equipo asiático. En las últimas cuatro citas mundialista salió 2° en 2002, 4° en España 2006, 5° en Turquía 2010 y se bajó de los primeros planos en España 2014 donde culminó en la undécima posición.

“El Alma”, así se le dice a esta generación de basquetbolistas argentinos. Muchos de ellos
figuras indiscutibles de las principales ligas del mundo. Tienen la presión, en primer lugar, de Sergio Oveja Hernández, entrenador del equipo, que los obliga a ser agresivos para defender y no distraerse ni un solo segundo. En segundo, de cargar con el peso de ser la camada de jugadores posterior a la más exitosa de la historia del básquet argentino. En tercero, de la ilusión que despertaron a su presente en Europa y en la Liga Nacional de Básquet.

Luego de un último Mundial donde Argentina se vio totalmente superada por Brasil en la instancia de octavos de final en el año 2014, el equipo se ha puesto como objetivo lograr a ser un equipo totalmente competitivo a nivel FIBA. En tiempos en que Estados Unidos siempre es amenaza, hay ciertos equipos que se perfilan como posibles rivales para destronar a los reyes del básquetbol, que poco interés le dan a la cita mundialista. Serbia, Grecia, Australia y El Alma, son quienes pelean por eso.


Claro está que para competir por subirse al podio, primero se deberá ganar en el debut para tener más chances de acceder a la ronda siguiente. Desde las 9.30 del sábado, Argentina se medirá ante Corea del Sur en un enfrentamiento que ya tiene antecedentes.

El único partido disputado en un Mundial fue en Canadá en el año 1994. Ese equipo argentino logró vencer 105 a 83 a un equipo coreano que recién aparecía en el horizonte basquetbolístico.

El día que Boca mandó a River a la B y se quedó en Primera

“Boca culmina su partido frente a Olimpia de Venado Tuerto con una derrota, y en la próxima fecha enfrentará a su clásico rival, River Plate, para definir qué equipo descenderá a la categoría B del básquet nacional”. Esto se decía en las emisoras radiales y televisivas el 26 de mayo de 1992, en el cual el equipo dirigido por Alberto Finguer enfrentaba al Millonario en un partido definitorio por el descenso, que terminó en escándalo y festejo Xeneize.

El 3 de abril fue la fecha acordada para el primer enfrentamiento de la serie. Boca comenzó con el pie derecho, a través del buen funcionamiento defensivo y la gran actuación de Randy Henry que anotó 32 puntos, con 13 de 17 dobles y siete rebotes, acompañado por el rendimiento de James Terry y Christian Aragona, superó a River por 108 a 91, culminando así la apertura de la llave para evitar el descenso a la Liga B.

Ya preparados para disputar el segundo partido en el Club Ciudad, donde Boca hacía de local en aquel tiempo, los jugadores Millonarios hicieron la entrada en calor y regresaron al vestuario con la particularidad de que no salieron a jugar. El delegado de River tomó la decisión de no salir al campo de juego debido a que él decía que los equipos debían contar con la cancha durante más tiempo. Alberto García y Juan Quesada, árbitros designados, esperaron a que el conjunto visitante cambiara de opinión, pero esto no sucedió y debieron cerrar la planilla sin la firma de River.

El enfrentamiento fue suspendido, se le dio por ganado a Boca, y se multó a La Banda con una cifra de 3.000 dólares.

River dio su primer paso positivo en la serie, en el que venció en el tercer punto 109–98 con una actuación brillante de Luis Oroño, quien tuvo su noche soñada y marcó un total de 26 tantos; y también el gran aporte de William Davis que logró hacer 24. La esperanza Millonaria renació tras ganar en el cuarto juego por 114–112. El pivot que lideró esta victoria para los de Núñez fue Daniel Aréjula, que hizo 39 puntos, con nueve de 12 dobles, dos de cuatro triples y 15 de 17 libres.

Llegó la final y como era de esperarse en las tribunas estaban presentes los hinchas de ambas parcialidades eufóricas, nerviosas y apasionadas. Con un sólido trabajo en equipo e individual por parte de James Terry y Cristian Arangona, Boca pudo revertir el resultado y el juego, que había comenzado de mejor manera para River Plate, culminó con una victoria Xeneize por 91 a 87.

Una vez terminado el encuentro sucedieron hechos lamentables: desde la tribuna del equipo conducido por Carlos Boismené arrojaron una bomba de gamexane hacia el banco de suplentes del conjunto de La Ribera. El encuentro fue suspendido por 53 minutos y cuando la situación se encontraba controlada se decidió dar por terminado el juego, que derivó en el descenso de River Plate.

El recuerdo borroso de una noche para el olvido y el extraño caso del hombre que cruzó de vereda

Sebastián Festa, hoy uno de los máximos ídolos de Boca Juniors en básquet, fue partícipe del partido en cuestión, pero con una pequeña curiosidad: el encuentro lo jugó con la camiseta de la banda roja. Sí, era jugador de River, con tan solo 18 años, y lo rememora de esta manera: “Son partidos lindos para jugar. Tienen una motivación extra, con todo lo que implica el Superclásico”.

Veintisiete años pasaron de aquel día y los recuerdos difusos son más abundantes que los nítidos, lo que resulta un rompecabezas difícil de armar. Quizás por no querer rememorar
aquellas épocas de dolor y sufrimiento o solamente por el paso del tiempo. “Llegamos al tercer partido 2-0 abajo, con un partido perdido en la cancha y otro que ni siquiera se jugó, pero se lo dieron por ganado a Boca. El tercer encuentro fue muy peleado y desde la hinchada tiraron una botella, se armó un gran quilombo”, cuenta el ex jugador. En realidad, el incidente al que se refiere ocurrió en el último encuentro y no solo fue una simple botella el causante del disturbio. Desde la parcialidad Millonaria arrojaron hacia el banco de suplentes de Boca una bomba de gamexane (insecticida) y un cenicero a la mesa de control. “Es todo lo que genera un River–Boca”, intenta justificar.

Sin embargo, a pesar de haber sufrido en aquel momento, asegura que fue una experiencia “muy enriquecedora” que lo ayudó para luego definir su futuro, uno que estaría muy lejos de donde se formó como jugador. Posterior al descenso con el club de Núñez, el base jugó durante seis temporadas en Boca y se convirtió en una de las figuras históricas de la
institución.

La serie bisagra que forjó el futuro

Desde que mandó al descenso a River, Boca experimentó un gran crecimiento: fue campeón de la Liga Nacional de Básquetbol (LNB) en tres ocasiones (1996/1997, 2003/2004 y 2006/2007), obtuvo cinco veces al hilo la Copa Argentina (2002 – 2006) y, además, fue el único que logró consagrarse tres veces de forma consecutiva en el Campeonato Sudaméricano de Clubes (2004, 2005 y 2006).

Por el lado de Núñez la historia fue muy diferente: militó en el Torneo Nacional de Ascenso hasta la temporada 2003/2004, en la que fue campeón. Ya en primera, logró llegar dos veces consecutivas a la final de la Copa Argentina (2004 y 2005), pero allí se volvió a cruzar con Boca, y los de la Ribera fueron los vencedores en ambas ocasiones. Durante la presidencia de Aguilar dejaron de jugar básquet, lo que generó la venta de su plaza para la LNB en la temporada 2006/2007.

River participa en la actualidad del Torneo Federal de Básquetbol (tercera división), mientras que su histórico rival sigue jugando en la máxima categoría.

Textos: Ignacio Maida y Juan Pablo Manera.
Producción: Thomas Martínez.

Un Dream Team no tan soñado

Foto: AFP

Por Francisco Rodríguez

Por más increíble que suene, muchos jugadores norteamericanos no viajarán a China 2019 por miedo a ser las nuevas caras de un posible fracaso de su Selección. En Estados Unidos, si hablamos de básquet a nivel FIBA, el estigma de la derrota es aterrador; aquellos jugadores que participaron de los equipos del Mundial de Indianápolis 2002 y los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, a pesar de sus exitosas carreras, ante los ojos de la sociedad en la que viven, quedarán con esa mancha por siempre. 

Hace unos días, el seleccionado norteamericano versión 2019 perdió por primera vez en su historia contra Australia. Es la primera derrota del Dream Team en 13 años. Esta vez, el cuco parece no ser invencible: el plantel cuenta con solamente dos All Stars –Kemba Walker (Celtics) y Khirs Middleton (Milwaukee)- y, a excepción de Mason Plumlee, pívot de Denver que participó del Mundial 2014, y Harrison Barnes, alero de Sacramento Kings que estuvo en Río 2016, el resto representará a su país por primera vez. 

Un grupo de jóvenes jugadores con mucho potencial, pero sin experiencia internacional, serán los encargados de buscar el sexto campeonato mundial para Estados Unidos. Las posibles futuras estrellas de la NBA, como Jayson Tatum (Celtics), Donovan Mitchell (Utah) y Myles Turner (Indiana), deberán liderar al equipo ofensivamente junto a Walker, que además, deberá ser el líder espiritual y basquetbolístico de este grupo comandado por la dupla técnica Gregg Popovich- Steve Kerr. 

No es extraño que los jugadores más importantes de la NBA, tanto estadounidenses como extranjeros, no asistan a torneos FIBA. La preponderancia del deseo de un anillo con sus equipos antes que de una medalla de oro con su Selección, sumado al desgaste de una larga temporada (82 partidos + Play Offs), son algunas de las causas de la ausencia de las estrellas. Sin embargo, esta vez hay un espectro particular que ronda en la sociedad estadounidense: el temor a la derrota. 

El escolta de Portland Trail Blazzers, CJ McCollum, uno de los tantos jugadores que decidieron borrar su nombre del plantel de Popovich, habló sin casette sobre este tema en el podcast del reconocido periodista Adrian Wojnarowski: “Yo estaba afuera incluso antes de que den la lista, de hecho, no sé por qué dieron mi nombre. Estaba pensando en mí, en mi familia y en mi equipo ¿Por qué voy a ir a un torneo donde potencialmente sea la cara de un equipo teóricamente perdedor?”. 

Otro factor importante a tener en cuenta son las cargas físicas para los jugadores que dirán presente en China. El partido por la medalla de oro, al que siempre se espera que Estados Unidos llegue, es el 15 de septiembre. Luego de un largo viaje, llegarían a tierras norteamericanas recién al día siguiente. Es decir, aquellos que disputarán el Mundial tendrán solamente dos semanas de descanso antes del comienzo de la pretemporada oficial con sus equipos. Por eso, ante la baja de las máximas figuras, los restantes no quieren ir a llenarse de minutos para ver si pueden obtener una victoria que, en teoría, estaría menos asegurada que otras veces. 

Cabe recordar que en un país tan exitista -y especialmente en una disciplina como el básquet- perder internacionalmente es una deshonra. Por ejemplo, al equipo de Estados Unidos que disputó los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 se lo llamó The Nightmare Team (El Equipo Pesadilla) tras la derrota proporcionada por la Generación Dorada argentina liderada por Emanuel Ginóbili.  

El año pasado hubo una convocatoria de 35 jugadores de cara al Mundial de China 2019 con nombres importantes como los Bradley Beal (Washington), Anthony Davis (Lakers), James Harden (Houston), Damian Lillard (Portland) y McCollum (Portland), entre otros. Sin embargo, a medida que algunos de estos fueron rechazando la invitación de su federación para representar a Estados Unidos, el peso de la posible derrota se volvió insoportable para la mayoría de los que quedaban. Tanto que, al fin y al cabo, solamente cuatro basquetbolistas de la lista original se encuentran hoy en el plantel: Walker, Middleton, Barnes y Turner. 

No obstante, Walker, el flamante refuerzo de Boston Celtics para esta nueva temporada, tiene una perspectiva distinta: “Creo que muchos de nosotros estamos felices de que esos jugadores se hayan bajado. Esta es nuestra oportunidad de subir al escenario y mostrar nuestro talento. Todos dudan de nosotros pero creo que tenemos mucha hambre. Me encanta el básquet, me encanta jugar y qué mejor oportunidad podés tener que jugar para tu país”.

Este año, la selección de Estados Unidos, ese equipo que desde 1994 siempre llevó a grandes jugadores de la NBA a los Mundiales, se convirtió en una Selección en la que parece que ninguna estrella de la mejor liga del mundo quiere estar por el temor a ser la cara de una nueva derrota norteamericana. Mientras que Grecia, España, Francia y Serbia esperan ansiosos esta oportunidad, un grupo joven e inexperto, pero dirigido por una gran dupla técnica, será el encargado de buscar el tricampeonato para este no tan soñado Dream Team.

Melamed Ribaudo, bajo el radar de Scaloni

Por Matías Cavallero

Cuando Willie Morgan estampó su firma en el arco rival sobre el final del partido, la suerte ya estaba echada. El 25 de septiembre, Estudiantes había derrotado 1-0 al Manchester United en el estadio de Boca y, en el mítico Old Trafford, estaba consiguiendo un empate histórico. El tanto del delantero escocés no iba a cambiar la tendencia. Sería el 1-1 que haría festejar al equipo que conducía Osvaldo Zubeldía, que en aquel recordado 1968 tendría su chapita de campeón del mundo, logro del que muy pocos pueden vanagloriarse.

Treinta y tres años después, Argentina vivía una de las peores crisis económicas de su historia. Los bancos secuestraban el dinero de la gente, y las calles hervían. Hubo cinco presidentes en una semana. Poco antes de ese contexto hostil, que ya se olía en el ambiente, Claudio Melamed y Adriana Ribaudo se irían a probar mejor suerte. El destino: España. Allí, el 11 de abril, nació Nicolás, un pequeño que, en sus primeros años de vida, empezó a tener contacto con la pelota. Algo en sus venas lo impulsaba, la genética decía presente. Su ADN movía sus pies. Es que Felipe Ribaudo, su abuelo, había sido partícipe de aquella gesta Pincha en Inglaterra, siendo pieza clave. Y, como era de esperarse, como marcaba su estirpe, el chico quería jugar al fútbol.

En Barcelona, donde hoy vive el mejor jugador del mundo, Nicolás dio sus primeros pasos. Lo arropó el Atlètic Vilafranca, escuelita de fuerte arraigo catalán, para luego continuar
apuntalando sus condiciones en el Unió Esportiva Cornellá, cuna de futbolistas como Jordi Alba y Keita Baldé. A medida que sus condiciones crecían, equipos de mayor prestancia posaron sus ojos en él. El Espanyol, históricamente por detrás del titán blaugrana, pero con un sentido de pertenencia inconmensurable, le dio su voto de confianza, y se convirtió en Periquito en 2013.

Mediocampista con calidad y técnica, aunque también puede jugar más adelantado, el
entrenador de la primera David Gallego lo describió como “parecido a Melendo”, en referencia a Óscar, joya de la cantera que se convirtió en uno de los más queridos por los hinchas. Nicolás disputó la temporada 2018/19 en el Juvenil A, en donde logró marcar 11 goles en 24 partidos, lo que le valió el llamado de Moisés Hurtado para participar con el Espanyol B, el equipo filial.

En un año especial, en el que los blanquiazules juegan la Europa League tras 12 años sin
clasificar a competiciones internacionales, el joven de 18 años Melamed Ribaudo recibió una noticia inesperada: los Periquitos jugarían ante el Luzern de Suiza, y él formaría parte del banco de suplentes. Como si fueran ribetes del destino, reemplazó a Matías Vargas, argentino recién llegado al club, disputó 34 minutos y mostró destellos de su talento. Y Lionel Scaloni, DT de la Selección, ya preguntó por él. Aunque ya ha sido convocado por las juveniles de España, aún puede nacionalizarse. Y, como Tocalli con un tal Lionel Messi, ídolo de Nicolás, Argentina no quiere dejar pasar la oportunidad.

Medio siglo después, vuelve Polonia

Por Joaquín Viloria
52 años pasaron para Polonia desde su último y único Mundial de Básquet disputado, lo cual, agranda más la hazaña de los polacos de haber clasificado a China 2019. La Selección polaca llega a esta competencia llena de ilusiones, con el objetivo de mejorar aquel quinto puesto que obtuvieron en 1967 en Uruguay.
El Campeonato Europeo de Baloncesto en 2017 fue el empujón inicial para este equipo, ya que fue la primera competición para su actual entrenador, Mike Taylor. A pesar de haber quedado eliminado en fase de grupos, se pudieron ver destellos del equipo que se había formado un año más tarde.
Ese espíritu competitivo y ganador se pudo ver en su mayor esplendor en la segunda parte de la clasificación europea para el Mundial. En la primera etapa no arrancaron de la mejor manera, ya que perdieron cuatro partidos y ganaron tres, complicando la clasificación. Ante este desfavorable panorama, el conjunto polaco sacó a relucir su mejor versión, ganando cinco partidos de manera consecutiva y clasificando a la cita mundial.
El partido clave fue el primero de la última ventana de clasificación, cuando se enfrentaron a Croacia, que tenía a casi la mitad de su plantel jugando en la NBA. Ese día será inolvidable para el básquet polaco, que nuevamente con todas las expectativas desfavorables, lograron revertir un parcial de 14-0 en contra durante el primer tiempo, liderados por su jugador estrella, Mateusz Ponitka, que anotó 20 puntos y ocho rebotes.
Recién en el último encuentro pudieron jugar relajados, ya clasificados, sabiendo que eran el segundo plantel en la historia que jugaría el Mundial de Básquet. Pero ese día los doce jugadores polacos estuvieron bajo el mismo techo que tres integrantes de la selección de 1967: Andrzej Chmarzynski, Mieczysław Lopatka y Wlodzimierz Trams, que fueron homenajeados durante el descanso en el partido frente a Holanda.
Ellos tres formaron parte del conjunto que, tras cuatro mundiales sin participar, disputaron el torneo intercontinental en Uruguay. Y no sólo participaron de este, sino que pasaron la primera fase, gracias a sus victorias frente a Puerto Rico y a Paraguay. En la fase final, donde los dos mejores de cada grupo se enfrentaban todos contra todos, cayó frente a Brasil y las tres potencias del deporte: la Unión Soviética, Yugoslavia y Estados Unidos. En los otros dos partidos salió victorioso, venciendo a Argentina y a Uruguay, el local, por lo que finalizaron la competencia en el quinto lugar.
En aquel torneo se dio una peculiaridad en torno a Polonia: la copa que le entregaron por el quinto puesto no pudo viajar con el plantel porque pesaba demasiado. Según cuenta Mieczysław Łopatka, la figura de aquel equipo, no pudieron levantarla cuando se la entregaron y tuvo que viajar en bote hacia Europa, custodiada por agentes de la embajada polaca.
Este año, 12 mundiales más tarde, Polonia viajará en busca de otro trofeo del otro lado del mundo. La mayor esperanza de lograr un buen campeonato radica en su principal figura, Mateusz Ponitka, que a sus 25 años es el jugador más valioso del plantel. El alero que fue rechazado en el draft de la NBA fue el principal pilar en los partidos de clasificación, promediando 13,4 puntos (61,5% campo), 4,7 rebotes, 1,8 asistencias y 1,7 robos por partido. Los otros dos jugadores clave de este equipo son Adam Waczyński y Maciej Lampe. Este último jugó en equipos como el Real Madrid y el Barcelona, además de estar dos años en la NBA.
Polonia se encuentra en el grupo A, en el que se enfrentará a Venezuela, Costa de Marfil y China, el anfitrión. Con el puesto 25 en el ranking FIBA, buscará hacer historia y superar el quinto puesto de la selección de 1967. Su sueño arrancará el 31 de agosto, cuando la pelota se eleve en el Gimnasio Olímpico de Pekín, en el primer partido de la fase de grupos frente a Venezuela.