jueves, abril 18, 2024
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Rita Forneri, la pasión viaja en patines

Por Paola Villán 

Es un martes cálido, sentada en las escaleras del Club Atletico Longchamps, aquel lugar donde los espectadores se sientan a ver cómo se expande la pasión de una mujer llena de movimientos que hacen brillar a las nuevas generaciones, la misma que sigue intacta y que recorre su cuerpo desde la niñez. A partir del regalo de su padrino, unos patines de chapa, la historia de Rita Forneri toma un rumbo que hace que vuele a lo más alto en su vida, con el aliento de su madre, a empezar a llevar la práctica del deporte que le trae nuevos sueños Ella con tan solo 5 años llega al Club de Jose Marmol, arranca su carrera, luego pasa por Calzada con 9 años y sigue en el Club Podestá, allí es cuando comienza todo.

Rita Forneri nació el 14 de Septiembre del año 1980, quien diría que en ella tendríamos a nuestro país representado en el ambiente del patinaje, quién diría que ese día estaría llegando al mundo una mujer con tanto para dar al futuro. Los mundiales son parte de su vida, son experiencias que siguen en su memoria, resonando en cada paso que enseña a sus alumnas, en cada coreografía que implementa en las niñas que hoy la admiran y sueñan con ser como ella. A pesar de todo lo que le tocó pasar, nunca le faltó el apoyo de su familia, de sus compañeros de clase que la acompañaban en todo momento para que pudiera estar al frente de los jurados levantando bandera por cada ciudadano, representando al lugar que la vio nacer. 

Participó en la primera categoría junior a nivel mundial (antes era sólo senior) y de 50 puestos llegó a quedar 12º, era algo inesperado, a pesar que la parte económica costó hasta último momento. Estaba cumpliendo 15 años, en ese entonces llegó una decisión importante que tomar, era el cumpleaños o ir al Mundial, su respuesta fue clara: “El Mundial”. A todo esto lo que se pagase no tenía devolución (con respecto al viaje), pero “se hizo la vaquita”, expresa Rita. Su familia, sus primos, todos colaboraron. Por primera vez viaja sola. Siendo que la compañía de su madre siempre estuvo presente, en esta ocasión algo nuevo llegó, una experiencia que le toca atravesar, un viaje a Colombia, Bucaramanga, una meta fija, un objetivo que anhelo desde sus inicios, en su niñez. “Pese a todo fue lindo”, recuerda. 

Ya son más de las 16:45, el reloj sigue su curso, pero la historia de Rita se pone cada vez más atrapante. Con una sonrisa en su rostro recuerda la frase de su madre: “Si lo vamos a hacer, hagámoslo bien, sino nos quedamos acá en casa y nos dedicamos a otra cosa”, pero con 9 años ya sabía lo que quería, era ir a los Nacionales de Patín, llegar a Profesional, que el día de mañana pudiera transmitir sus saberes a otros. Todo se fue dando de a poco. Actualmente, con 43 años, la idea tan clara que quería se cumplió, ese saber hoy lo desempeña con tanta eficacia en el Club Atletico Longchamps, donde ya siendo las 17:00 de este cálido martes, se comienzan a escuchar los pasos de los alumnos que van llegando a la clase. 

           La música empieza a sonar de fondo mientras ella, con la sonrisa intacta, continúa contando su historia, llegar a los mundiales es algo que no se imaginaba, aunque el sueño estaba ahí, y que a sus 15 años lo viviera fue algo inesperado. Llegó a competir lesionada, nunca nada la frenó, con la cercanía de sus seres queridos y el “Dale que vos podes” la mantuvieron adelante.

Una anécdota que aunque un poco bizarra para ella, lleva un buen resultado. En Brasil les tocó patinar en una pista que se abría, algo que nunca habían experimentado, en ningún momento les paso patinar sobre una plataforma igual, pero lo hizo de todas formas, con varios resultados buenos, hasta el largo que tuvo que realizar, lo cual la sorprendió con el 1° puesto, saliendo campeona.  

Todo lo que adquirió en este deporte, a lo largo de su trayectoria lo implementa con éxito, el “no puedo, no existe” siempre hay que ir por más y ese es su lema. El gran amor al deporte es lo que la impulsa cada día y hace alentar a quienes enseña. La perseverancia, el no bajar los brazos ante nada es lo que les inculca para que resplandezcan en la pista, en cada movimiento, en cada coreografía.

Sus alumnas están muy felices con su profesora, admiran su manera de ser, cómo las acompaña en cada situación, en su crecimiento, reciben de lo que ella vivió, aman verla arriba de los patines, se asombran mientras la miran.  “Te transmite todo desde su conocimiento, te entiende mucho”, es lo que expresa una alumna. Con satisfacción en su voz dicen Ingrid, su alumna:  “La vemos y sentimos ¡WOW! queremos ser como vos”. 

Rita Forneri logró todo lo que soñó desde aquel día en que sus primeros patines de chapa fueron puestos en sus manos, y aún su camino no termina aquí, no hay límite en su carrera.

José Luis Lanao: “El fútbol está sobrevalorado”

Por Leandro Manganelli y Santiago Gutiérrez

Son los últimos años de la década del 60 y unos pibes de Villa Devoto juegan a la pelota en un campito de tierra -potrero- cercano a la General Paz. A unas cuadras, en Asunción y Lope de Vega, vive José Luis Lanao, un niño que, cuando no está en el potrero, juega al baby fútbol debajo de las tribunas de la cancha de Vélez y le gusta leer. Con 64 años y un acento españolizado, de visita en Argentina por el cumpleaños de su madre -él vive en España desde sus épocas como delantero en el Salamanca y el Logroñés-, Lanao habla del Mundial Sub 20 de 1979 que ganó junto a Maradona, de César Luis Menotti y la lectura, del fútbol sobrevalorado y de la dictadura a la que tuvo que saludar, como campeón del mundo, cuando volvió de Japón.

-¿Se tardó en reconocer a los campeones del 79, como les pasó a los del 78?

-Una parte de la sociedad confundió al fútbol con las connotaciones políticas que había alrededor. No hay que olvidar, este juvenil fue un equipo sublime, con un respeto por el balón, un juego ofensivo, con individualidades excepcionales. Creo que hubo un desmerecimiento de la sociedad argentina de un triunfo futbolístico legítimo, que se asoció a una situación desesperante, de sangre, de muerte y de torturas que se vivió en Argentina.

-¿Se enteraban de lo que pasaba en Argentina, desde Japón?

-No lo teníamos presente. Empezamos a ver algunos movimientos que no estaban dentro de lo planificado: desde Tokio debíamos llegar directamente a Buenos Aires, a Ezeiza, haciendo escala en Cancún, pero el avión hizo una escala en Río de Janeiro que no estaba prevista. Ahí nos pasaron a un avión de la Fuerza Aérea Argentina y nos trasladaron directamente al Aeroparque Jorge Newbery. Muchos familiares nuestros se habían ido a Ezeiza a recibirnos y no sabían que íbamos para Aeroparque. La dictadura había planificado, de alguna manera, un festejo para contrarrestar la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, que estaba en el país investigando la desaparición de personas. De Aeroparque nos subieron a unos helicópteros y nos llevaron a la cancha de Atlanta, y de ahí a unos micros que desfilaron por la Avenida Corrientes y pasaron por el obelisco, para llegar a la Casa Rosada, donde teníamos que saludar al dictador Videla. Yo desconocía esta programación y, hablando luego con mis compañeros, nadie conocía este nuevo trayecto que se generó de forma precipitada. Fue una sensación amarga la de asistir a la casa rosada a estrechar la mano a este genocida.

-¿Los tomó de sorpresa que Menotti, campeón del mundo un año antes -en 1978-, iba a ser el técnico en el Mundial Sub 20?

-Nosotros sabíamos que el Mundial lo iba a dirigir Menotti, pero en uno de los entrenamientos anteriores a la selección definitiva se presentó todo el cuerpo técnico campeón del 78: Menotti, (Ricardo) Pizzarotti como preparador físico y (Rogelio) Ponzini, que era el segundo de Menotti. Para nosotros era como si cayera una nave espacial de otro mundo.

-¿Recordás el partido -en el que fuiste titular- con Polonia?

En ese momento César decidió dejar al “Pelado” (Ramón) Díaz descansar y me incorporó de número 9. Con Diego, (Osvaldo) “Pichi” Escudero y (Gabriel) Calderón, ganamos con cierta facilidad -el partido terminó 4 a 1-. Maradona ya estaba a un nivel de prestigio internacional y con su presencia conseguías un cierto desequilibrio. Nos llevábamos muy bien, siempre fue un hombre humilde, sencillo, se integró al grupo y teníamos una amistad sincera y profunda. Dentro de la cancha: ¿Cómo no te vas a entender con alguien como Diego?

 

-¿Qué les dijo Menotti antes de la final contra la Unión Soviética?

Yo estaba en el banquillo en ese partido… En el banco, bueno, se me escapan algunas palabras españolas, je. Recuerdo un discurso de Menotti muy centrado en esa necesidad de seguir haciendo el fútbol que veníamos realizando, que ese fútbol era para la gente, que era para los sectores que se identificaban con el fútbol argentino y que estábamos pasando momentos de suma dificultad en Argentina. Menotti consideró a ese equipo como el mejor que tuvo en su historia; tenía un aprecio muy grande por nosotros. Él sintió el fútbol que produjo ese juvenil y siempre lo rescata como el equipo con el que mejor se sintió representado.

-¿Cómo fue el después de la enfermedad que te dejó afuera de las canchas, cuando recién llegaste al Logroñés?

-Se me metió un virus en una herida que me generó una parálisis de la cintura para abajo. Los neurólogos me dijeron que tenían una noticia buena y una mala: la mala es que no iba a poder volver a jugar al fútbol de forma profesional y la buena era que, seguramente, iba a volver a caminar. Mas allá del dolor de abandonar una carrera con 25 años, estaba la alegría de que no me iba a quedar incapacitado a la hora de caminar.

-Fue un anuncio duro.

-Sí, pero mi gran pasión no era el fútbol. Puede sonar sorprendente: me gustaba y lo hice siempre con mucho cariño y afecto, pero mi verdadera pasión era la escritura y, paradójicamente, dejar de jugar al fútbol de forma temprana hizo que me integre más rápido al mundo periodístico y de la escritura.

-Jorge Valdano dijo que en el Mundial del 86 leía. ¿Vos llevaste algún libro al Mundial?

La lectura me acompañó siempre, desde muy joven. Por eso creo que tengo ese acercamiento con la escritura. Difícilmente alguien escribe si en su vida anterior no leyó mucho. Menotti, en el Mundial del 78, le encargó a René Houseman que dirigiera una pequeña biblioteca que hicieron para los jugadores. El Flaco siempre ha intentado desplegar un mensaje de acercamiento a la cultura y la educación a los jugadores que tuvo en sus equipos. Hay una frase que dice “mis verdaderos amigos están en la biblioteca”: es una exageración, pero sin dudas puedo decir que tengo muy buenos amigos en la biblioteca.

-¿Cómo fue tu partido despedida en el Logroñés, pese a que no debutaste oficialmente por la lesión y te respetaron los dos años de contrato?

-Jorge Valdano y otros muchachos de la selección campeona del mundo del 86 se contactaron conmigo para intentar hacerme un partido homenaje. Se armó un combinado de jugadores extranjeros y vino Valdano, Julio Olarticoechea, Jorge Burruchaga, Marcelo Trobbiani, Carlos Fenoy y jugamos en el campo del Logroñés. Es un recuerdo inolvidable, la gente fue muy solidaria.

-¿Crees que dramatizamos mucho el fútbol?

Más que dramatizado, el fútbol, en su verdadera dimensión, está sobrevalorado; el jugador de fútbol está sobrevalorado debido a esa pasión desmedida que siente la gente respecto a este deporte. Es un tema cultural: si Maradona hubiera nacido en la India, tal vez hubiese sido un excelente jugador de criquet. Dónde naces, dónde creces y dónde te desarrollas tiene un componente muy específico sobre la dimensión de tu figura. Si naces en Brasil, Argentina o un país europeo, pasas a ser una figura que traspasa todo componente de realismo, porque pasamos a ser figuras que traspasan el talento de un escritor, de un científico o un arquitecto.

Michael Sambataro, un gaucho con sangre dominicana

Por Agustín Brizuela Aasad

Es poco habitual que se hable de los jugadores del ascenso del fútbol argentino. Aunque algunos ya son reconocidos por su pasado en clubes de Primera División, y otros solo pasan desapercibidos sin recibir ,quizás, el reconocimiento que merecen, por tener un futuro prometedor y mucho talento por demostrar. Ese es el caso de Michael Sambataro, jugador de Güemes de Santiago del Estero que fue convocado por una selección. 

Su carrera como jugador comienza con tan solo 10 años en el año 2012  jugando para River Plate, luego de dos temporadas pasó a San Lorenzo, para un año después irse a, nada más y nada menos, que a Huracán. En el club de Parque de los Patricios jugó hasta esta temporada en la que se le presentó la chance de emigrar a Güemes de Santiago del Estero, club donde le llegaría lo más soñado por cualquier jugador: ser convocado a una selección. Si bien Michael es hijo de padre argentino, su madre proviene de República Dominicana y gracias a eso, “Los Quisqueyanos” se interesaron en él: “Marcelo (Neveleff) se había comunicado conmigo hace tiempo atrás, pero obvie la situación, hasta que realmente llegó la convocatoria”.

El estreno debió haber sido el 16 de junio del año pasado en un amistoso frente a Chile, pero por falta de documentación, no pudo ser. El técnico de la Selección dominicana, Marcelo Neveleff, le dio su palabra y Michael fue convocado nuevamente para hacer su debut el 8 de septiembre contra Nicaragua, por la Liga de Naciones Concacaf. El resultado del partido no fue el esperado, ya que cayeron por 2 goles a 0, pero, sin embargo, Sambataro se llevó la gran experiencia de haber debutado como titular. Tres días más tarde jugó la segunda fecha frente a Montserrat, donde Michael, otra vez, arrancó desde el inicio pero, en esta ocasión, fue victoria para los dominicanos por 3-0.

Todo aquel chico que quiere ser futbolista sueña con que en algún momento podrá representar a su país, si bien en el caso de Michael no está jugando para su selección natal, sino que está representando al país donde su madre vivió toda su infancia y de donde es oriunda. Quizás esta sea la oportunidad que hay que darles a todos los futbolistas del ascenso que tienen un gran potencial. Pero por no tener la prensa ni la fama que se necesita para estar jugando en un grande o, como en este caso, jugar para un combinado nacional.

 

 

 

 

Emiliano García, un hombre que lucha arriba y abajo del ring

Por Emilse Torres

Él tiene una mirada filosa como el hielo; con sus 140 libras, abre paso como un tornado que arrastra consigo una angurria desmedida. Fue parte del estupor general en el ringside; Emiliano lo sabía, solo que no se lo esperaba. Sabía que el día del corpus llegaría; su alegría ocultaría al vencedor y el pecho fuerte del vencido devoraría su imagen. Engolfado, pisaría el ring, al igual que lo hizo su padre, con coraje y entrega total a ese plácido dolor que los cuerpos resisten sobre la lona. Él lo sabía; sabía que, aunque no se esperaba pelear en el extranjero, Las Vegas y Puerto Rico se convirtieron en peajes. Ante ese desarraigo, su corazón palpitaba como si fuera un estallido al ver su rostro empapelado en Ucrania, un país totalmente distinto. Sentía desesperación; la tensa calma en su mente no le permitía cerrar los ojos durante las tediosas horas de viaje. Su único consuelo fue su familia, quienes amortiguan sus caídas mientras él continúa perviviendo.

Nunca podrán decir que Emiliano García (foto a la derecha) no lo intentó. La impotencia de no poder pelear en su tierra debido a la mala paga y los bajos contratos es una realidad con la que sus colegas lidian a diario. Además, la difícil tarea de pelear como visitante cada vez les pinta más la cara a los púgiles de este suelo. Él lo sabía, sabía que sus 14 knock outs no serían suficientes. La necesidad de seguir avanzando lo empujó a ser camaleónico, así como lo es arriba del ring, engañando con la zurda e impactando con la derecha con la potencia de un ariete, la misma con la que castigó a Denys Berinchyk. Su vitola lo delata; con su andar desfachatado y verba fluida, puede convencer a Mitch Halpern de que Tyson no mutiló a Holyfield.

Carga consigo un ímpetu explosivo que impacta como un gancho y te deja boquiabierto como un óleo de Ángel della Valle. Él lo sabía; sabía que los años le pasarían factura y, aunque demuestre una eterna lozanía que nos hace pensar que ese chico que peleó por primera vez en Villa Adelina sigue en formol, su cuerpo siente los golpes, su edad sigue en ascenso y sus 39 años lo impulsan a buscar la paz. A lo largo de su trayectoria, supo confeccionar momentos que comparte con los chicos en un gimnasio de Pacheco, en la zona norte, donde entrena. Ellos lo escuchan con atención mientras a él se le dilatan las pupilas de emoción al recordar las hazañas de aquellas noches y sentir las voces enmudecer en un unísono como mares que quiebran las rocas. Su espíritu rabioso y febril sigue dentro de él, esperando a que llegue el próximo contrincante para poder salir a comerse el mundo y demostrar que aquel chico que veía a su padre pelear hoy es un hombre que lucha arriba y abajo del ring.

 

Una muestra sobre Diego en el acampe de Télam

Por Sebastián Mongelos

Diego Armando Maradona siempre es un disparador para hablar de diversos temas. De fútbol, recapitulando sus goles contra Inglaterra en el Mundial de 1986 o su definición de tiro libre frente a Juventus; acordarse y citar sus frases célebres como ‘La pelota no se mancha‘ o ‘Lástima a nadie, maestro’; rememorar anécdotas suyas que provocan risas y nostalgia entre quienes conversan; recordar su accionar fuera de los terrenos de juego, cuando atacaba a la injusticia del poder de turno y defendía al pueblo. La Argentina vive de cambios a partir de la asunción de Javier Milei como presidente. Uno de esos fue la promesa de privatizar los sectores públicos como YPF, Radio Nacional, Tv Pública y Télam. Hace un mes, se cerró la agencia de noticias que distribuye las mismas a todo el país y a sus limítrofes. Generar malestar en los trabajadores, quienes acampan en las afueras esperando respuestas.

Se unieron los factores. El Diego, la lucha y Télam dieron como resultado un clima festivo acompañado a la figura de Maradona, mezclando canciones alusivas, como ‘¿Qué es Dios? de las Pastillas del Abuelo o ‘La vida tómbola’ de Manu Chao, imágenes del archivo de la agencia que estaban colgadas mostrándolo en el Mundial Juvenil de 1979 o de entrenador en Sudáfrica 2010 y personas que vestían camisetas del seleccionado argentino utilizadas por Diego.

Himno Nacional de por medio, presentación de los invitados y aplausos. Porque además de tener presente la esencia del astro argentino, Télam contó con otros protagonistas que fueron parte de la vida del Pelusa: Ubaldo Fillol y Héctor Enrique, campeones del mundo en 1978 y 1986 respectivamente, Fernando Signorini, ex entrenador personal del 10, y Guillermo Blanco, ex jefe de prensa del nacido en Fiorito y ex trabajador en la agencia. Y más personalidades se acercaron, como los periodistas Daniel Arcucci y Ayelén Pujol. Todos juntos para pronunciarse en contra de las medidas del Estado y solidarizarse con los despidos que están habiendo en el país.

El Negro fue el primero que se pronunció, aclarando que su comodidad no era la palabra pero que allí estaba con el corazón: “Es un orgullo estar frente a trabajadores que, lamentablemente, por culpa de este gobierno mediocre, la están pasando mal. Hay que ponerle el pecho para volver a su fuente de trabajo y que a sus respectivas familias no les falte absolutamente nada. Me entristece muchísimo lo que estamos viviendo y mucho más triste me pone saber que no hacemos nada. Cuando me toca escuchar el Himno me remite a la Selección y a haber defendido la camiseta, como ahora defendemos al país, con el corazón”.

Una camiseta resaltaba entre tantas de Maradona: un niño utilizaba la n°5 verde y sin nombre. Era la del Pato Fillol, en aquel primer campeonato mundial conseguido. El ex arquero tiene a su hijo Sebastián como uno de los afectados por la situación. Dijo que, si Diego estuviera vivo, estaría presente en la lucha del pueblo: “Hay una palabra que se suele usar mucho ahora que es ‘mística’, para referirse a un jugador, club o estadio. Hay otra que la usaban ellos -señalando a Signorini y a Blanco-: ‘caudillo’. Diego era caudillo, porque era guapo, dentro y fuera de la cancha”. Luego agregó que no había que perder la esperanza ante las 70 mil familias que sufrían los despidos y que tanto él como los otros tres compañeros estaban a disposición para colaborar.

El Profe inició su discurso en desacuerdo con Enrique con respecto al Himno Nacional, ya que, para él, el verso ‘al gran pueblo argentino salud’ no corresponde al momento que se está atravesando. Sí estaba en conformidad con el arquero sobre contar con ellos para lo que sea. “Estamos acá por Diego, pero también porque nosotros tenemos que hacernos cargo de comprometernos en defensa de aquellos que menos tienen aunque más quieren. Diego siempre se opuso al poder y fue rebelde, y lo sigue siendo por esto”, cerró.

Por último, Guillermo Blanco remarcó la importancia de Télam recordando cuando la agencia tuvo la primicia mundial del doping de Maradona en la Copa del Mundo 1994. Más tarde ejerció su rol como periodista para dar pie a los otros invitados con anécdotas. 

Así terminó la tarde, con risas y situaciones nostálgicas con el ex Nápoli como centro. Para recordar no sólo cómo era como jugador, sino también cómo era como persona. Lo definen seres que lo rodearon mucho tiempo: solidario, rebelde, caudillo de los más indefensos. Los que están hace un mes esperando respuestas, luchando y escribiendo, como siempre lo hicieron.

 

Iván Jesús Braga, el joven prodigio de San Lorenzo que asoma como una estrella del básquetbol

Iván Jesús Braga
Iván Jesús Braga

Por Lucas Villanueva

Imaginá un jugador de básquet de 1,98 metros igual de ágil que uno de menor altura, un jugador que dejó muchísimas cosas de lado pero que, gracias a eso, consiguió otras mejores, que por el miedo a fracasar no paró de entrenarse y ahora es imparable, que desafía la gravedad en cada salto hacia el aro como su ídolo, Kevin Durant. Ese jugador es Iván Jesús Braga, un nombre que probablemente no conozcas pero que en un futuro no vas a parar de escuchar su nombre. En la actualidad se forma en las inferiores de San Lorenzo de Almagro pero sus comienzos en el básquet merecen ser contados.

Nació el 24 de marzo de 2005 en San Lorenzo, un municipio con menos de cincuenta mil habitantes, de la provincia de Santa Fe; comenzó a jugar básquet a los seis años luego de que su madre, Rosana, lo llevó a una prueba de un mes al club de su pueblo, el Red Star. Este encuentro marcó el inicio de una prometedora carrera y ningún familiar se imaginaba de que en un futuro -no muy lejano- viviría de esto.

Iván Jesús Braga
Iván Jesús Braga

Con tan solo 16 años se concretó su pase al club San Lorenzo de Almagro -un sueño que tuvo desde siempre- gracias a la recomendación de su tía y una serie de pruebas y entrenamientos que rápidamente demostraron lo mucho que valía. Así como su madre lo llevó de la mano a los seis años a las pruebas en Red Star, también lo acompañó años más tarde en el nuevo capítulo de su vida, dejaron su casa de la infancia y se mudaron a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, lugar donde continúan viviendo. 

Él define su estilo de juego en tres palabras: Ágil, seguro y estratégico. Cualidades que sin lugar a duda lo ayudaron a llegar a donde está hoy. Sus familiares y amigos lo describen como una persona comprometida y con valores fundamentales. Son muchas las lecciones que aprendió jugando al básquet y que las aplica, de igual manera, en la vida diaria. 

Iván Jesús Braga
Iván Jesús Braga

En cuanto a metas, anhela mejorar su agilidad con la mano izquierda y conseguir más minutos en los partidos. A futuro, sueña con llegar a la National Basketball Association (NBA) y jugar en los Boston Celtics. También le encantaría representar a su país en los Juegos Olímpicos y poder comprarle una casa a sus papás que lo acompañan desde sus comienzos para devolverles algo de todo lo que le dieron. 

Sin duda, este joven alero tiene todo para convertirse en el mejor en su puesto. Y a pesar de que su futuro no está decidido, deja de a poco una huella imborrable a quienes tienen el privilegio de ver su ascenso en el básquet, desde el pequeño que llegaba nervioso por conocer a sus nuevos compañeros en el Red Star hasta lo que es hoy, una promesa del deporte argentino.

Sebastián Pena, sin edulcorante: “El entorno del fútbol me cansa”

Por Juan Tobías Graib

En el kilómetro 54 de la ruta Panamericana, dando la cara a la carretera más larga del mundo, el shopping Paseo Champagnat se luce en el corazón de la ciudad de Pilar: un verdadero punto de encuentro para jóvenes escolares y señoras con el chimento de siempre. Detrás del estacionamiento, en la cafetería Frik’s, Sebastián Pena pidió un cortado.

Tímido, pero de ropa apretada –esa que caracteriza a los futbolistas post-década de los 90’– y con las piernas cruzadas, Pena se sentó en la única mesa que se escondía detrás de un árbol. Como si el propósito detrás de esa decisión hubiera sido esconderse de algún hincha enojado del Real Pilar: su renuncia al puesto de entrenador del club “Monarca” todavía no cicatrizó, y la cercanía con el estadio Carlos Barraza aumentaba esa probabilidad.

A su apego con el club pilarense se le suma Nicolás, el segundo de sus cinco hijos: “Tenerlo en el plantel fue complicadísimo, lo subí a Primera porque se caía de maduro”, sentenció Pena, sobre quien lleva en sus botines un legado familiar.

Esa herencia empezó con Hugo, hace más de cincuenta años. El recordado defensor Tomate Pena le hizo honor a las camisetas de Chacarita Juniors, San Lorenzo, River Plate y Argentinos Juniors, durante los años ‘70. En el medio de esa exitosa época, trajo a Sebastián al mundo, un 3 de julio de 1976, en el barrio de Villa Devoto.

La Comuna 11, plagada de casas bajas y coloreada con graffitis de Diego Maradona, anida a la familia Pena hasta la actualidad, con su primo en La Paternal y su madre en la calle Cervantes. Después de la trágica muerte de Hugo, en 1981, ella acompañó a Sebastián a jugar a la pelota en el Club Jorge Newbery, cuando tenía ocho años.

Y empezó la extraña relación entre Pena y el fútbol: para 1994, la inevitable comparación con su papá, partida de su debut en Primera División en Argentinos Juniors. Ese mismo día, fue la publicación de la revista El Gráfico la que inmortalizó el apodo Tomatito, en honor a su padre.

Un ‘hat-trick’ de cabeza en la Selección Sub-20 de José Pekerman, tres partidos en el River Plate de Ramón Diaz, la puesta en forma en Independiente, un regreso fallido a Argentinos Juniors, su característico look rapado en Chacarita Juniors, pasos olvidables por Belgrano de Córdoba y Quilmes, sus tres hijos con Natalia, un viaje express al Atlas de México –que probó su pánico a los aviones–, seis meses sin jugar y un renacimiento en Tiro Federal Argentino. Todo condujo a Pena a Mar del Plata, en junio de 2007. Fue Julio César Huevo Toresani, DT de Aldosivi en ese entonces, el que tentó a Pena de mudarse otra vez de su Villa del Parque.

Su larga y vigente historia con el deporte dio un giro tras su paso por el Tiburón: “Si hay algo que extraño del fútbol, es la época de Aldosivi”, es una frase alimentada por cuatro años de capitanía, el curso de entrenador en 2010 y su encuentro con Laura, su segundo matrimonio, que dio dos hijos más al apellido Pena.

Se pidió otro café cortado, sin azúcar o edulcorante. “El entorno del fútbol me cansa”, reconoció. Varias fueron las veces en las que denunció un ambiente “ventajero, sucio y resentido”, con él formando parte de ese sistema. Hasta el 2014 como jugador profesional, y desde 2015 como director técnico.

Pena mantiene un estado físico digno de un deportista en actividad, pese a tener 47 años: “Voy al gimnasio todos los días para estar bien mentalmente, me hace bien”. En su casa, del vecindario Los Tilos, se toma agua durante la semana y gaseosa los fines de semana. Eran las seis de la tarde y pagó la merienda con su tarjeta de crédito. Buscó su auto y fue a una reunión de trabajo. Es cuestión de tiempo para que el fútbol le presente otro desafío.

Cómo fue la estafa de los militares a River con la ampliación del Monumental para el Mundial 78

Por Juan Candela

El estadio Monumental de River Plate es indudablemente uno de los más emblemáticos de toda la historia de nuestro país, y ha pasado por varias formas y etapas hasta llegar a ser como lo conocemos en la actualidad. La fecha de inauguración fue el 26 de mayo de 1938, luego de tres largos años de construcción, en los cuales el Millonario jugó como local en la cancha de Huracán. El estreno fue en un partido ante Peñarol, y en aquel entonces, la forma de la cancha lucía como una herradura: a pesar de que el proyecto original constaba de cuatro grandes tribunas, el presupuesto se agotó y se pudieron terminar únicamente tres, y de esa manera, una gran porción del terreno quedó vacía. Tal fue así hasta 1958, año en el que, gracias a la venta de Enrique Omar Sívori a Juventus por 10 millones de pesos, se pudo erigir la cuarta tribuna –actual Sívori baja y media- y completar el diseño inicial.

Casi dos décadas más tarde, en 1976, la Junta Militar conformada por Jorge Rafael Videla, Emilio Massera y Orlando Agosti tomó el poder del país por la fuerza y, con ello, la organización del Mundial de fútbol 1978, con sede en Argentina. En un principio, el presidente de facto no estaba de acuerdo con este masivo evento deportivo, dado que lo consideraba un gasto muy importante de dinero en un contexto económico muy delicado.

Finalmente, lo vio como una oportunidad para hacer propaganda política y desviar la atención de la población del plan sistemático de terrorismo de estado que implementaba en ese entonces, y decidió seguir adelante. Para la organización, se creó una entidad llamada “Ente Autárquico Mundial” –EAM-, y se seleccionó al estadio de River Plate como la principal sede del torneo debido a su notable ubicación en la Capital Federal, su tamaño y su infraestructura; sin embargo, había un inconveniente: faltaba construir una parte de la tribuna, la “Sívori Alta”, entre otras remodelaciones, y el club no contaba con el presupuesto para ello. El vicealmirante Carlos Alberto Lacoste, hombre de Massera, primo de Videla y amigo de Galtieri, fue quien estuvo al frente del EAM y controló hasta el último resorte del Mundial 78. Reconocido hincha del Millonario, decidió que la financiación del Monumental se iba a dividir entre el organismo que él dirigía y el club de Núñez, aunque con la particularidad de que para pagarlo se iba a usar dinero de un préstamo externo. Mediante esta misma vía, también se remodelaron los estadios de Vélez y Rosario Central.

Una vez finalizada la Copa del Mundo, el EAM desapareció y no abonó la parte que le correspondía, por lo que todo el peso de la deuda, de más de 170 millones de pesos, le cayó al club Millonario -lo mismo le pasó a las otras instituciones que también habían remodelado sus respectivas canchas-. Por esta razón, a River le comenzaron a llover diversos juicios y reclamos de intereses, los cuales derivaron en una de las mayores crisis económicas de su longeva y gloriosa historia. Finalmente, en 1984, Hugo Santilli –presidente de la institución- y Julio Grondona –presidente de la AFA- terminaron salvando al club de caer en quiebra. A pesar de eso, los de Núñez se vieron obligados a pagarle semestralmente la deuda al Estado argentino hasta 2001, año en el cual acabó de saldarla.

Un deporte de tradición social e inclusivo

Por Luis Climenti y Santino Sucar

La pelota paleta nació en Argentina a principios del siglo XX como una adaptación local del juego de paleta vasca. En 1922, los inmigrantes españoles comenzaron a practicar el deporte en el país y establecieron las bases para su desarrollo.

Cuenta la historia, que uno de los hombres fundamentales de este deporte fue el vasco Gabriel Martirén, inventor de la paleta de madera en Burzaco, zona sur de la provincia de Buenos Aires. La pelota vasca se juega con la mano, pero “Sardina” Martirén introdujo un cambio rotundo en el juego: golpear la pelotita con una paleta. Primero lo hizo con el propio hueso de la vaca y, más tarde, adaptó su formato a la actual paleta de madera que conocemos y que imita la forma ósea del animal.

Las reglas son simples. Se trata de dos equipos, con dos jugadores cada uno, que compiten golpeando una pelota con una paleta contra una pared frontal. Cuando el equipo oponente no puede devolverla de manera válida, se suman puntos para el contrario. Los tantos pueden variar según la modalidad de juego.

La cancha consta de una pared frontal y laterales. La altura de la pared y el tamaño puede variar, pero las dimensiones estándar se mantienen en muchos casos. La paleta tiene diversas modalidades, como trinquete, frontón, paleta goma y frontenis, cada una con reglas específicas y adaptaciones en la forma de jugar. A los practicantes se les llama “pelotaris”.

Franco Góngora es profesor de esta disciplina en River. Cuenta que la pelotita es de caucho, con gas en su interior y viaja muy rápido. En cuanto a la preparación, asegura que se entrena 2 a 3 veces por semana y se juega el fin de semana. En la mayoría de los entrenamientos hay partidos. “Lo mejor es hacerlo en distintas canchas, ya que cada una suele está bueno poder adaptarse a cada escenario. No es una actividad cara y hay muchas escuelas gratuitas”, asegura Gongora.

Argentina es un país en donde la pasión corre por las venas de su pueblo y la pelota paleta es parte de la herencia deportiva. Más allá de ser simplemente un juego, despliega su magia en las canchas argentinas, tejiendo vínculos sociales y preservando una tradición que pasa de generación en generación. 

José Baía, profesor del club Social y Deportivo Esteban Echeverria de Monte Grande, cuenta que a lo largo y ancho de todo el país hay Escuelas Deportivas Argentinas (EDA) que trabajan en la formación de chicos y garantizan el futuro del deporte. También desde la Confederación Argentina de Pelota se desarrollan los torneos federales que permiten la competencia y la captación de talentos que nutren a la selección argentina.

“Soy de Paraná Entre Ríos y me vine a Buenos Aires para competir representando a Ferro, Club Católico de Lomas, el club en el que doy clases inicialmente lo representaba. Hoy acompaño a los chicos que surgen del club para que ellos hagan sus herramientas”, afirma Baía mientras nos muestra con una pincelada la pertenencia que que genera la paleta.

No es solo un deporte; es un lazo cultural que ha resistido el paso del tiempo. Las canchas, impregnadas de historias de competiciones épicas y amistades forjadas a través de la competencia. 

Quienes viajan a otras provincias siempre llevan su paleta como parte del equipaje. Es bastante común que se junten en destino con otros aficionados y jueguen un partido o se generen nuevos vínculos. Las canchas se erigen como espacios casi sagrados, donde convergen la camaradería y la sociabilidad.

Javier Toss, profesor y jugador, contó que un día uno de sus alumnos, que trabajaba en una constructora, fue a Entre Ríos por una obra y necesitaba alquilar cinco volquetes, pero no podía conseguirlos. Fue a un local y el constructor le comentó al dueño que terminar rápido la tarea porque un partido de paleta programado lo esperaba. Fue cuando la magia comenzó a suceder: 

-¿Jugás a la paleta? 

-Si 

-Olvidate. Para mañana tenes los 5 volquetes. No somos tantos los que jugamos pero a donde vas te encontrás con alguien que jugó. 

Quienes practican este deporte aprenden a confiar en sus compañeros, no sólo desarrollan habilidades físicas, sino también sociales. En un mundo que a menudo se centra en la individualidad, es una oportunidad única para fortalecer los lazos comunitarios y construir relaciones que trascienden las canchas.

“Otra perla es que dentro de la cancha desaparece cualquier diferencia que puede haber afuera. Acá prima el juego. No hay diferencias sociales. Hay mucho respeto en donde nos cuidamos entre nosotros. Se juega de una manera muy limpia aunque nos matemos contra el frontón, queremos mucho al otro y respetamos su integridad”, agrega Toss. 

Martín Curioni práctica en el club Círculo General Urquiza en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y también asegura que la paleta suma y une a diferentes estratos sociales: “se une sin distinción al hijo del verdulero, al abogado, al médico, al pibe de sistemas. Es excelente. Cualquiera que vive en el barrio, gente que está en las buenas o en las malas la ves en la cancha de pelota paleta. Acá hay una previa y un post. Tiene una mirada diferente y muy particular, no la vi en otro lado. La gente se junta antes en el buffet a charlar un rato”. 

Curioni agregó que, al ingresar a este mundo, es como viajar al pasado: “Vos ves la cancha de GEBA. Están los sillones de madera que se usaban para ver el partido a principios de 1900. Es un viaje temporal”. 

El recinto se transforma en una caja de resonancia cuando los jugadores le pegan a la bola. Los pelotaris coinciden en que el sonido que se produce es particular, placentero y adictivo.

La pelota paleta es un motor social. La diversidad de jugadores es realmente notable. Va desde jóvenes entusiastas hasta veteranos apasionados. Refleja la universalidad y su capacidad para trascender barreras generacionales. clases sociales, profesiones ni religión. Los incluye a todos.No hace mucho tiempo, también incluyó a las mujeres y saldó una deuda pendiente.

En un número de la revista El Gráfico de 1940 había una tapa de fútbol y otra de pelota paleta. Si bien el deporte hoy perdió masividad por el crecimiento del fútbol y del básquet, hace poco se empezó a televisar y parece revivir.

Federico Pérez Ernst, un pelotari de 18 años que practica el deporte en Monte Grande, cuenta: “Yo no elegí la paleta, un primo me dijo vení a probar esto que esta bueno. Lo que más me gustó es que no depende de la fuerza sino de la pegada y de los efectos que se le puede dar para hacer el tanto. Yo juego en el club Social y Deportivo Esteban Echeverría y compito en la confederación metropolitana de paleta en la quinta división”.

La pelota paleta en Argentina no es simplemente un deporte; es un tejido que une a la sociedad argentina lejos de las luces de los grandes medios de comunicación, conecta a las personas a través de una competencia amistosa, la colaboración y la celebración de la identidad cultural. Representa el espíritu de tribu ancestral de las personas que disponen del juego como herramienta social. En sus canchas, se perpetúa una tradición que va más allá de la destreza física, dando forma a un legado social que continúa enriqueciendo la vida de aquellos que se entregan a este juego apasionante.

Hay quienes dicen que una vez que la paleta inocula su veneno, el hechizo ya estará hecho: el pelotari quedará encantado para siempre.

 

Román, el sueño argentino pintado de azul y rojo

Por Micaela Arana

En los pasillos donde solía juntarse a tomar mates con sus compañeros y de vez en cuando a jugar al metegol, Lucas camina ahora, lento y frenando en cada puerta a saludar a algún conocido, mientras comenta que extraña ese lugar más de lo que alguna vez imaginó. “Es difícil de poner en palabras”, suelta una vez que se ubica en una de las mesas del buffet del club que lo vio crecer, esas que están más alejadas del resto de la gente. Se ceba un mate y, cuando apenas comienza a hablar, es interrumpido: “¡Pocho! ¿Me puedo sacar una foto con vos?”, grita un chico desde lo lejos.

Lucas Román dejó hace seis meses Ferro, el club donde se formó, para incorporarse a La Masía, la escuela de fútbol a la que fue Lionel Messi. Y hoy, ubicado en una de esas mesas en donde un año atrás se sentaba a comer y a jugar al truco, relata una historia en la que explica cómo se trabaja en el semillero del Barcelona.

Técnica y talento. La receta es así de simple. La posesión de la pelota, asociarse y combinar, defender atacando y atacar defendiendo y buscar siempre el área rival. La escuela azulgrana es como un laboratorio de fútbol donde los jugadores se van haciendo uno por uno, de manera artesanal y forjados tras miles de horas de dedicación personal. Forman futbolistas, pero sobre todo personas. Buscan el talento sin importar las condiciones físicas. “No sé cómo explicarlo, es distinto que acá. El ritmo con el que se juega es diferente, es mucho más rápido. La pelota va más rápido”, dice Lucas Román, mientras le firma la camiseta al segundo chico que se acerca a saludarlo.

Pocho Román, de 19 años, es hoy el único argentino que forma parte de La Masía. Meses atrás le tocó compartir equipo con su compatriota Román Vega, quien tras la finalización del préstamo en el equipo catalán retornó a Argentinos Juniors. Fueron 13 los jugadores argentinos que a lo largo de la historia pasaron por las inferiores del club, teniendo en cuenta que es el segundo país, detrás de Brasil, que más jóvenes exportó a las inferiores del Barcelona y siendo Messi el principal y culpable de que los ojeadores se fijen en Argentina. Tras la llegada de Lionel en el 2001, cada argentino que llegaba a La Masía era catalogado como “la próxima promesa del fútbol argentino”.

 Santiago Ramos Mingo, Román Vega, Sergio Araujo, Maximiliano Rolón, Lucas Román, Ángel Hoyos y Luciano Becchio fueron los futbolistas que jugaron en el segundo equipo del Barcelona post Messi. Ninguno de ellos, hasta ahora, llegó a jugar un partido en la Primera del Barcelona de manera oficial. “No es fácil triunfar en el Barcelona”, reconoció Xavi Hernández en una entrevista con Sport. Las estadísticas marcan que sólo uno de cada diez chicos que pasan por La Masía logran debutar en la Primera del Barcelona, mientras que, de los nueve restantes, la mitad alcanza a jugar profesionalmente. Hay una salida de la que nadie quiere oír hablar cuando está en La Masía, pero que los formadores se empeñan en reiterar, según cuenta Román. Un requisito fundamental en la formación de los jugadores es alejarlos cuanto más puedan de los conceptos como “éxito”, “triunfo” o “fama”. Los entrenadores pretenden disminuir las ilusiones de los chicos y evitar que solo se focalicen en el éxito y la popularidad como única meta, y prepararlos, de alguna forma, para un futuro quizás alejado del césped del Camp Nou.

Estudios, análisis, seguimientos intensos, miles de jugadores entrenando diariamente para llegar a Primera, pero también, muchas veces, una gota de azar es lo que permite triunfar. Messi llegó en el 2000 al club a través de un contrato firmado en una servilleta de papel. Fue una especie de “contrato” firmado por Carles Rexach, quien por ese entonces era secretario técnico del Barça, que se comprometía a fichar a Lionel, a pesar de que eso incumpliera las normativas del club. Meses más tarde, en enero de 2001, un grupo de entrenadores de inferiores lo recibió, reconocieron su talento técnico, pero lo rechazaron. “Es muy chiquito”, dijeron. Dos meses después, el club fichó formalmente a Messi y comenzó a entrenar con el Infantil A de Rodolfo Borrell. “Que de tu cantera salga el mejor jugador del mundo es un número de la lotería que te toca una vez en la vida. Generalmente, los grandes equipos fichan a ese tipo de jugadores, pero no los generan”, dijo una vez el ex jugador y director deportivo español Andoni Zubizarreta.

La estabilidad emocional del jugador, la proximidad de sus parientes y el cuidado hacen, casi siempre, que se desarrolle mejor. Cuando Messi llegó al Barcelona lo hizo acompañado de su familia y siempre la tuvo muy cerca. “Mis viejos viajan seguido a visitarme. A veces también vienen mis abuelos y primos”, ratifica Román.

La captación de los jugadores es la etapa clave para el éxito a futuro. Siempre que haya una idea de dónde buscar, cómo y con qué características, el proceso se vuelve más sencillo. El objetivo del Barcelona es detectar a todos los jugadores que tengan las cualidades que identifican al club: calidad técnica sin tener en cuenta el físico, inteligencia táctica, velocidad de desplazamiento y de ideas. De esta forma, jugadores que otros clubes rechazan por su físico pasan a formar parte del proceso de captación azulgrana. Así es el prototipo de jugador que el Barcelona busca. Y eso es lo que, de alguna manera, lo vuelve diferente al resto: tener en claro el perfil del jugador que necesitan para la forma de jugar que tiene el club.

Pero, ¿dónde buscan a este tipo de jugadores? A lo largo de los años hubo Masías en distintos puntos de todo el mundo: Dubai, Egipto, Kuwait, Varsovia, Nueva Delhi, Fukuoka, Santo Domingo, Lima y Buenos Aires. En la localidad de San Justo existe un lugar que hoy pertenece al Club Deportivo Riestra. Bastante descuidado, con sus paredes llenas de grafitis a medio pintar, el predio que ocupa seis manzanas dentro del barrio de Villa Luzuriaga supo ser alguna vez el lugar donde se desarrolló el “Proyecto Barcelona Luján”, un plan del club catalán para llevar adelante una especie de La Masía en pleno corazón de La Matanza. El predio se llamó “La Candela”, y perteneció a Boca desde 1961, cuando el histórico presidente Alberto J. Armando compró seis hectáreas por 13 millones de pesos. Hoy es utilizado para eventos deportivos y otras veces se alquila para que algunos clubes realicen sus pretemporadas.

Pablo Forte, director del Proyecto Barcelona Luján, el cual estuvo vigente hasta el 2011, fue el encargado de buscar y seleccionar a los jugadores más talentosos. “La clave estaba en detectar la forma de golpear la pelota que tenían los jugadores que observábamos. La técnica natural indica su nivel. Evaluamos su capacidad para resolver situaciones complejas. Si buscaba entregar la pelota en la segunda opción de pase que tenía, o si lo hacía siempre en la primera. La actitud ganadora, emprendedora. Y el biotipo físico, aunque la altura no es determinante en la elección, porque a jugadores de igual tamaño, gana el más talentoso, el más habilidoso”, explicó. Joan Laporta, actual presidente de la entidad catalana, se erigió como una figura destacada en este proyecto. En 2007 recibió a Forte en Barcelona y le ofreció respaldo, con la promesa de que cada temporada, los cinco argentinos más destacados tendrían la oportunidad de probarse en las instalaciones de La Masía. “Viajaba un jugador de cada categoría a Cataluña. Pasaban una semana allí. Te sentías un privilegiado, y ni te digo si te tocaba viajar afuera”, cuenta Nahuel Barboza, actual futbolista de Gimnasia y Esgrima de Mendoza con paso por la filial argentina del Barcelona.

“La creación de Barcelona Juniors Luján en el 2007, club del que fui socio fundador, dejó muchas cosas. Un estilo de trabajo, una forma de preparación y una marca importante. Tanto, que muchos de los jugadores que captamos hoy aspiran a llegar a la Primera de varios de los clubes más importantes del fútbol argentino, como Boca, Vélez, River, Racing, Lanús o Arsenal”, añade Forte. La filial del Barcelona en Argentina tuvo un campeón del mundo, Nahuel Molina, y al mediocampista de Boca Ezequiel “Equi” Fernández, entre otros.

Son las seis de la tarde del 26 de junio de 2023, el sol ya dejó de iluminar la ciudad de Buenos Aires, y en el corazón del barrio de Caballito un grupo de chicos que no superan los diez años llegan preparados para su entrenamiento semanal en el club verdolaga. El que parece ser el más chico de todos se acerca, medio emocionado, con una camiseta del Barcelona. Lleva el 18, con el apellido “Román” en la espalda. “Nunca me imaginé estar donde estoy. De chiquito miraba a Messi y pensaba que yo también quería algún día jugar ahí. Hoy vuelvo acá y no puedo creer que haya tantos chicos pidiéndome fotos y diciéndome que soy su ídolo. ¿Si sueño con jugar en la Primera? Obvio. Pero disfruto del proceso. Lo que estoy viviendo es un sueño”, dice Lucas, medio emocionado, también.