viernes, abril 26, 2024
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Boca Predio, el pulmón del equipo de Diego Martínez

Por Román Pedersen

En tiempos en los que parece cada vez más complicado formar, acompañar y retener a los jugadores juveniles surgidos del club, ya sea por la familia, representantes o el propio deseo del futbolista de emigrar a Europa en busca de una mejor calidad de vida, Boca se destaca del resto de equipos en el fútbol argentino por la importancia que le dan a sus inferiores; con el conocido como “Boca Predio”.

El partido ante Nacional de Potosí, disputado el 3 de abril en la altura de Bolivia, más en específico a 4090 metros sobre el nivel del mar, fue el encuentro que alertó a todos los seguidores del deporte, ya que el Xeneize viajaba con una delegación bastante inusual: 12 jugadores del club, en su gran mayoría pertenecientes a la Reserva de la propia institución y con poco rodaje en la Primera.

Previo a esta jornada tres juveniles, uno categoría 2005 y los otros dos restantes año 2004, firmaron sus primeros contratos profesionales. Mateo Mendia, Valentino Simoni e Iker Zufiaurre acordaron su vinculación con el club hasta diciembre de 2028. Otro, ya no tan llamado como “pibe” pero que acordó su extensión contractual, fue Ezequiel “Equi” Fernández, futbolista asentado en el plantel mayor y titular en el equipo de Diego Martínez.

De regreso al partido en Bolivia, Martínez alineó en su formación inicial a cinco jóvenes formados en Boca Predio. Aaron Anselmino, Nicolás Valentini, Mauricio Benítez, Jabes Saralegui y Lautaro Di Lollo, futbolista que tuvo su debut. Además, se dieron tres bautismos más. Milton Delgado (2005), Ariel Molas (2004) y el mencionado Zufiaurre (2005).

Desde que Juan Román Riquelme regresó al club, esta vez en una faceta dirigencial, esto se hizo habitual. La comisión actual tiene el registro de haber hecho debutar a 35 futbolistas “Made in Boca”. ¿El primero? Exequiel “Changuito” Zeballos, el 29 de noviembre de 2020. Su rival fue Newell’s. El director técnico Miguel Ángel Russo.

Post choque internacional otro chico firmó su primer contrato. Giovanni Ferraina, jugador categoría 2004. Vínculo hasta 2028. ¿El otro que renovó? Di Lollo, defensor año 2004 que 12 días atrás hacía su debut oficial con la camiseta azul y oro.

De los 35 mencionados varios terminaron yéndose y por ende, el club perdió a sus grandes promesas. Aunque nueve de ellos se mantienen y son parte importante del actual equipo. La más reciente y resonante baja fue la de Alan Varela, el segundo en debutar con en la “era Riquelme”. También en 2020, con Russo como entrenador, pero contra Independiente el 20 de diciembre.

Para finalizar (y ver realmente la relevancia que tienen los juveniles en Boca) la lista de concentrados para el último partido disputado por la zona de la Copa de la Liga contra Godoy Cruz contó con la presencia de siete chicos. Di Lollo, Equi, Delgado, Saralegui, Cristian Medina, Vicente Taborda y Luca Langoni. ¿Cuántos fueron titulares? Dos. Medina y Equi. ¿Cuántos sumaron minutos? Saralegui y Langoni.

 

Darwin Núñez: la potencia y el hambre de la juventud celeste

Por Leandro Manganelli

Nació y se crió a base de fútbol y humildad en Artigas, un pueblo uruguayo que limita con Quaraí, Brasil: dejó su casa a los 14 años para jugar en las inferiores de Peñarol y cumplió su profecía de hacerlo “en Las Europas”, como alardeaba cuando era un niño inquieto y desesperado por jugar a la pelota.

Es 22 de noviembre de 2017. Tabaré Vázquez es el presidente de Uruguay; Mauricio Macri el de Argentina. La Selección de Messi, que dirige Jorge Sampaoli, se clasificó al Mundial de Rusia hace poco más de un mes: quedó tercera en la tabla por debajo de Uruguay, que entró a la copa con 31 puntos. Óscar “el maestro” Tabarez es el técnico de la Selección charrúa. El Tanque Sisley está en la Primera División. El plantel de Peñarol sale para Prado, un espacio verde en Montevideo que, además del Jardín Botánico, el Círculo de Tenis, el Rosedal y la pista de atletismo, tiene tres estadios de fútbol: el José Nasazzi, del Club Atlético Bella Vista, el Parque Alfredo Víctor Viera, de Montevideo Wanderers y el Parque Federico Omar Saroldi, de River Plate, equipo al que Peñarol visita por la recta final del Clausura 2017. A los 18 minutos del segundo tiempo Diego López sacó a Maxi Rodríguez -la fiera- y mandó a la cancha a un gurí -pibe- con la 26 en la espalda y un “Nuñez” debajo del número: el nombre de una empresa de viajes uruguaya que parecía hacerle honor al joven Darwin.

La presión, las zancadas y los desbordes propios de un chico dominaron el debut de Núñez, que jugó como si nunca lo hubiesen operado de los ligamentos cruzados. En vez de salir de la cancha con una sonrisa -a pesar de la derrota 2-1- Núñez lo hizo preocupado porque su rodilla volvió a darle problemas: cuando tenía 16 años, y estaba en las inferiores de Peñarol, se rompió los ligamentos. Estuvo un año y medio alejado del pasto y en su debut en primera la rodilla recordó un dolor que desencadenó en otra operación y otro año sin jugar al fútbol: volvió en 2018 y tuvo su segundo bautismo en primera. “Cuando arrancaba en progresiones era impresionante la distancia que le sacaba en pocos metros a los defensores. Después, tal vez sí, como todo joven, erraba algún gol, pero le veíamos un potencial muy grande”, contó Diego López a ESPN.


Debutó con un gol en la Selección Uruguaya, contra Perú en un amistoso en 2019, y en el Liverpool, contra el Manchester City por la final de la Community Shield 2022 -la supercopa inglesa-.

Su pueblo, Artigas, está a un río -el Cuareim- de Brasil. Cerca de la orilla, en el límite, las calles son de tierra y las canchas de fútbol un rasgo de la identidad uruguaya: es un país con menos de cuatro millones de personas -“estancado”, como lo retrató el Director Nacional de Estadística de Uruguay, Diego Aboal- que funciona como uno de los semilleros sudamericanos de fútbol. Diego Forlán, Sebastián Abreu, Luis Suárez y Edinson Cavani son algunas de las figuras que recorrieron el mundo con la bandera uruguaya encima: junto a Facundo Pellistri, Federico Valverde, Ronald Araújo y una lista de buenos jugadores de menos de 30 años, Darwin Núñez representa el nuevo semillero celeste -la última convocatoria de Marcelo Bielsa (para los amistosos de marzo, en los que no estuvo Núñez) tiene un promedio de edad de 25 años y apenas dos jugadores superan los 30-. Luego de su primera experiencia europea en Almería y de hacer 48 goles en 85 partidos con el Benfica, el delantero se convirtió en el tercer uruguayo de la historia en firmar con el Liverpool -Sebastián Coates y Suárez, los anteriores-. “Hace lo mismo que hacía en el fútbol infantil aquí en Artigas. Es muy explosivo, muy goleador, se entrega todo el partido y, para mi, sigue igual”, dijo Nery Retamoso, técnico de Darwin en el Club La Luz. Y su progreso, además de un orgullo, significó un apoyo económico para La Luz y San Miguel de Artigas, los clubes que lo formaron en su pueblo y que recibieron dinero por sus traspasos europeos. San Miguel, según contó Assis Vera, presidente del club, a El Observador, tuvo un ingreso cuando Núñez firmó con Almería: “Fueron 10.000 euros, de eso le tuvimos que dar un 5% a la Organización Nacional de Fútbol Infantil (ONFI) y un 5% a la Liga de Artigas”. El Club La Luz también recibió dinero por la “Contribución del Mecanismo de Solidaridad”, según informó la ONFI en su sitio web: fueron más de 10 mil dólares y más de 25 mil por las distintas partidas de su pase a Benfica.

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Argentina está a dos días de festejar 11 meses del Mundial de Catar 2022. No pierde desde la fase de grupos de ese certamen, contra Arabia Saudita, y antes de ese partido no lo hacía desde las semifinales de la Copa América 2019 contra Brasil. El de Lionel Scaloni es un equipo al que no le pueden ganar: golea en la altura de La Paz, Bolivia, y da cátedra cuando juega de local. Marcelo Bielsa asumió como director técnico de Uruguay en mayo de 2023 y prescindió de Edinson Cavani y Luis Suárez en sus primeras dos convocatorias para las Eliminatorias del Mundial de 2026. Para la tercera doble fecha, en la que Darwin le marcó dos goles a Bolivia, Bielsa incluyó a Suárez en la lista, pero solo lo hizo jugar 20 minutos: es el momento de Núñez.

Van nueve minutos de partido en La Bombonera y el ex Almería parece un velocista, otro de sus rasgos. Su metro con 87 centímetros de altura se suma a sus zancadas, las que fueron su herramienta a la hora de la adaptación: debutó con gol en la Selección Uruguaya, contra Perú en un amistoso en 2019, y en el Liverpool, contra el Manchester City por la final de la Community Shield 2022 -la supercopa inglesa-. Nicolás Otamendi es el encargado de marcarlo y sufre los 11 años que lo separan de Núñez. Aún no festeja pero avisa que Uruguay tiene una generación de jugadores jóvenes, con hambre, y un técnico-maestro como Bielsa. A los 40 minutos del primer tiempo Matías Viña le roba la pelota a Nahuel Molina por el costado izquierdo y tira el centro raso al área de Emiliano Martínez, esa que no lamenta un gol desde la avasallante insistencia de Kylian Mbappé en la final del mundo: Ronald Araújo hace su primer gol con la Celeste. Pero las ganas no terminan, Uruguay juega bien. Argentina la pierde en el ataque. Queda mal parada. Nicolás De La Cruz, a dos toques, filtra un pase milimétrico entre Cristian Romero y Otamendi, quien ve como la camiseta 19 de Uruguay se le escapa sin tregua. Darwin se da el tupé de amagar el tiro y define cruzado entre las piernas del Dibu Martínez: el joven que tuvo que irse a Montevideo a los 14 años para hacer las inferiores en Peñarol y que alguna vez en Artigas se acostó sin comer, contra Argentina se comió el partido. Hizo el 2-0 uruguayo y miró, con una sonrisa, a la tercera bandeja de la cancha de Boca, llena de charrúas felices, después de abrazarse con Suárez, “el 9 de Uruguay, el 9 que hizo historia”, del que Darwin sigue los pasos.

 

Rita Forneri, la pasión viaja en patines

Por Paola Villán 

Es un martes cálido, sentada en las escaleras del Club Atletico Longchamps, aquel lugar donde los espectadores se sientan a ver cómo se expande la pasión de una mujer llena de movimientos que hacen brillar a las nuevas generaciones, la misma que sigue intacta y que recorre su cuerpo desde la niñez. A partir del regalo de su padrino, unos patines de chapa, la historia de Rita Forneri toma un rumbo que hace que vuele a lo más alto en su vida, con el aliento de su madre, a empezar a llevar la práctica del deporte que le trae nuevos sueños Ella con tan solo 5 años llega al Club de Jose Marmol, arranca su carrera, luego pasa por Calzada con 9 años y sigue en el Club Podestá, allí es cuando comienza todo.

Rita Forneri nació el 14 de Septiembre del año 1980, quien diría que en ella tendríamos a nuestro país representado en el ambiente del patinaje, quién diría que ese día estaría llegando al mundo una mujer con tanto para dar al futuro. Los mundiales son parte de su vida, son experiencias que siguen en su memoria, resonando en cada paso que enseña a sus alumnas, en cada coreografía que implementa en las niñas que hoy la admiran y sueñan con ser como ella. A pesar de todo lo que le tocó pasar, nunca le faltó el apoyo de su familia, de sus compañeros de clase que la acompañaban en todo momento para que pudiera estar al frente de los jurados levantando bandera por cada ciudadano, representando al lugar que la vio nacer. 

Participó en la primera categoría junior a nivel mundial (antes era sólo senior) y de 50 puestos llegó a quedar 12º, era algo inesperado, a pesar que la parte económica costó hasta último momento. Estaba cumpliendo 15 años, en ese entonces llegó una decisión importante que tomar, era el cumpleaños o ir al Mundial, su respuesta fue clara: “El Mundial”. A todo esto lo que se pagase no tenía devolución (con respecto al viaje), pero “se hizo la vaquita”, expresa Rita. Su familia, sus primos, todos colaboraron. Por primera vez viaja sola. Siendo que la compañía de su madre siempre estuvo presente, en esta ocasión algo nuevo llegó, una experiencia que le toca atravesar, un viaje a Colombia, Bucaramanga, una meta fija, un objetivo que anhelo desde sus inicios, en su niñez. “Pese a todo fue lindo”, recuerda. 

Ya son más de las 16:45, el reloj sigue su curso, pero la historia de Rita se pone cada vez más atrapante. Con una sonrisa en su rostro recuerda la frase de su madre: “Si lo vamos a hacer, hagámoslo bien, sino nos quedamos acá en casa y nos dedicamos a otra cosa”, pero con 9 años ya sabía lo que quería, era ir a los Nacionales de Patín, llegar a Profesional, que el día de mañana pudiera transmitir sus saberes a otros. Todo se fue dando de a poco. Actualmente, con 43 años, la idea tan clara que quería se cumplió, ese saber hoy lo desempeña con tanta eficacia en el Club Atletico Longchamps, donde ya siendo las 17:00 de este cálido martes, se comienzan a escuchar los pasos de los alumnos que van llegando a la clase. 

           La música empieza a sonar de fondo mientras ella, con la sonrisa intacta, continúa contando su historia, llegar a los mundiales es algo que no se imaginaba, aunque el sueño estaba ahí, y que a sus 15 años lo viviera fue algo inesperado. Llegó a competir lesionada, nunca nada la frenó, con la cercanía de sus seres queridos y el “Dale que vos podes” la mantuvieron adelante.

Una anécdota que aunque un poco bizarra para ella, lleva un buen resultado. En Brasil les tocó patinar en una pista que se abría, algo que nunca habían experimentado, en ningún momento les paso patinar sobre una plataforma igual, pero lo hizo de todas formas, con varios resultados buenos, hasta el largo que tuvo que realizar, lo cual la sorprendió con el 1° puesto, saliendo campeona.  

Todo lo que adquirió en este deporte, a lo largo de su trayectoria lo implementa con éxito, el “no puedo, no existe” siempre hay que ir por más y ese es su lema. El gran amor al deporte es lo que la impulsa cada día y hace alentar a quienes enseña. La perseverancia, el no bajar los brazos ante nada es lo que les inculca para que resplandezcan en la pista, en cada movimiento, en cada coreografía.

Sus alumnas están muy felices con su profesora, admiran su manera de ser, cómo las acompaña en cada situación, en su crecimiento, reciben de lo que ella vivió, aman verla arriba de los patines, se asombran mientras la miran.  “Te transmite todo desde su conocimiento, te entiende mucho”, es lo que expresa una alumna. Con satisfacción en su voz dicen Ingrid, su alumna:  “La vemos y sentimos ¡WOW! queremos ser como vos”. 

Rita Forneri logró todo lo que soñó desde aquel día en que sus primeros patines de chapa fueron puestos en sus manos, y aún su camino no termina aquí, no hay límite en su carrera.

José Luis Lanao: “El fútbol está sobrevalorado”

Por Leandro Manganelli y Santiago Gutiérrez

Son los últimos años de la década del 60 y unos pibes de Villa Devoto juegan a la pelota en un campito de tierra -potrero- cercano a la General Paz. A unas cuadras, en Asunción y Lope de Vega, vive José Luis Lanao, un niño que, cuando no está en el potrero, juega al baby fútbol debajo de las tribunas de la cancha de Vélez y le gusta leer. Con 64 años y un acento españolizado, de visita en Argentina por el cumpleaños de su madre -él vive en España desde sus épocas como delantero en el Salamanca y el Logroñés-, Lanao habla del Mundial Sub 20 de 1979 que ganó junto a Maradona, de César Luis Menotti y la lectura, del fútbol sobrevalorado y de la dictadura a la que tuvo que saludar, como campeón del mundo, cuando volvió de Japón.

-¿Se tardó en reconocer a los campeones del 79, como les pasó a los del 78?

-Una parte de la sociedad confundió al fútbol con las connotaciones políticas que había alrededor. No hay que olvidar, este juvenil fue un equipo sublime, con un respeto por el balón, un juego ofensivo, con individualidades excepcionales. Creo que hubo un desmerecimiento de la sociedad argentina de un triunfo futbolístico legítimo, que se asoció a una situación desesperante, de sangre, de muerte y de torturas que se vivió en Argentina.

-¿Se enteraban de lo que pasaba en Argentina, desde Japón?

-No lo teníamos presente. Empezamos a ver algunos movimientos que no estaban dentro de lo planificado: desde Tokio debíamos llegar directamente a Buenos Aires, a Ezeiza, haciendo escala en Cancún, pero el avión hizo una escala en Río de Janeiro que no estaba prevista. Ahí nos pasaron a un avión de la Fuerza Aérea Argentina y nos trasladaron directamente al Aeroparque Jorge Newbery. Muchos familiares nuestros se habían ido a Ezeiza a recibirnos y no sabían que íbamos para Aeroparque. La dictadura había planificado, de alguna manera, un festejo para contrarrestar la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, que estaba en el país investigando la desaparición de personas. De Aeroparque nos subieron a unos helicópteros y nos llevaron a la cancha de Atlanta, y de ahí a unos micros que desfilaron por la Avenida Corrientes y pasaron por el obelisco, para llegar a la Casa Rosada, donde teníamos que saludar al dictador Videla. Yo desconocía esta programación y, hablando luego con mis compañeros, nadie conocía este nuevo trayecto que se generó de forma precipitada. Fue una sensación amarga la de asistir a la casa rosada a estrechar la mano a este genocida.

-¿Los tomó de sorpresa que Menotti, campeón del mundo un año antes -en 1978-, iba a ser el técnico en el Mundial Sub 20?

-Nosotros sabíamos que el Mundial lo iba a dirigir Menotti, pero en uno de los entrenamientos anteriores a la selección definitiva se presentó todo el cuerpo técnico campeón del 78: Menotti, (Ricardo) Pizzarotti como preparador físico y (Rogelio) Ponzini, que era el segundo de Menotti. Para nosotros era como si cayera una nave espacial de otro mundo.

-¿Recordás el partido -en el que fuiste titular- con Polonia?

En ese momento César decidió dejar al “Pelado” (Ramón) Díaz descansar y me incorporó de número 9. Con Diego, (Osvaldo) “Pichi” Escudero y (Gabriel) Calderón, ganamos con cierta facilidad -el partido terminó 4 a 1-. Maradona ya estaba a un nivel de prestigio internacional y con su presencia conseguías un cierto desequilibrio. Nos llevábamos muy bien, siempre fue un hombre humilde, sencillo, se integró al grupo y teníamos una amistad sincera y profunda. Dentro de la cancha: ¿Cómo no te vas a entender con alguien como Diego?

 

-¿Qué les dijo Menotti antes de la final contra la Unión Soviética?

Yo estaba en el banquillo en ese partido… En el banco, bueno, se me escapan algunas palabras españolas, je. Recuerdo un discurso de Menotti muy centrado en esa necesidad de seguir haciendo el fútbol que veníamos realizando, que ese fútbol era para la gente, que era para los sectores que se identificaban con el fútbol argentino y que estábamos pasando momentos de suma dificultad en Argentina. Menotti consideró a ese equipo como el mejor que tuvo en su historia; tenía un aprecio muy grande por nosotros. Él sintió el fútbol que produjo ese juvenil y siempre lo rescata como el equipo con el que mejor se sintió representado.

-¿Cómo fue el después de la enfermedad que te dejó afuera de las canchas, cuando recién llegaste al Logroñés?

-Se me metió un virus en una herida que me generó una parálisis de la cintura para abajo. Los neurólogos me dijeron que tenían una noticia buena y una mala: la mala es que no iba a poder volver a jugar al fútbol de forma profesional y la buena era que, seguramente, iba a volver a caminar. Mas allá del dolor de abandonar una carrera con 25 años, estaba la alegría de que no me iba a quedar incapacitado a la hora de caminar.

-Fue un anuncio duro.

-Sí, pero mi gran pasión no era el fútbol. Puede sonar sorprendente: me gustaba y lo hice siempre con mucho cariño y afecto, pero mi verdadera pasión era la escritura y, paradójicamente, dejar de jugar al fútbol de forma temprana hizo que me integre más rápido al mundo periodístico y de la escritura.

-Jorge Valdano dijo que en el Mundial del 86 leía. ¿Vos llevaste algún libro al Mundial?

La lectura me acompañó siempre, desde muy joven. Por eso creo que tengo ese acercamiento con la escritura. Difícilmente alguien escribe si en su vida anterior no leyó mucho. Menotti, en el Mundial del 78, le encargó a René Houseman que dirigiera una pequeña biblioteca que hicieron para los jugadores. El Flaco siempre ha intentado desplegar un mensaje de acercamiento a la cultura y la educación a los jugadores que tuvo en sus equipos. Hay una frase que dice “mis verdaderos amigos están en la biblioteca”: es una exageración, pero sin dudas puedo decir que tengo muy buenos amigos en la biblioteca.

-¿Cómo fue tu partido despedida en el Logroñés, pese a que no debutaste oficialmente por la lesión y te respetaron los dos años de contrato?

-Jorge Valdano y otros muchachos de la selección campeona del mundo del 86 se contactaron conmigo para intentar hacerme un partido homenaje. Se armó un combinado de jugadores extranjeros y vino Valdano, Julio Olarticoechea, Jorge Burruchaga, Marcelo Trobbiani, Carlos Fenoy y jugamos en el campo del Logroñés. Es un recuerdo inolvidable, la gente fue muy solidaria.

-¿Crees que dramatizamos mucho el fútbol?

Más que dramatizado, el fútbol, en su verdadera dimensión, está sobrevalorado; el jugador de fútbol está sobrevalorado debido a esa pasión desmedida que siente la gente respecto a este deporte. Es un tema cultural: si Maradona hubiera nacido en la India, tal vez hubiese sido un excelente jugador de criquet. Dónde naces, dónde creces y dónde te desarrollas tiene un componente muy específico sobre la dimensión de tu figura. Si naces en Brasil, Argentina o un país europeo, pasas a ser una figura que traspasa todo componente de realismo, porque pasamos a ser figuras que traspasan el talento de un escritor, de un científico o un arquitecto.

Michael Sambataro, un gaucho con sangre dominicana

Por Agustín Brizuela Aasad

Es poco habitual que se hable de los jugadores del ascenso del fútbol argentino. Aunque algunos ya son reconocidos por su pasado en clubes de Primera División, y otros solo pasan desapercibidos sin recibir ,quizás, el reconocimiento que merecen, por tener un futuro prometedor y mucho talento por demostrar. Ese es el caso de Michael Sambataro, jugador de Güemes de Santiago del Estero que fue convocado por una selección. 

Su carrera como jugador comienza con tan solo 10 años en el año 2012  jugando para River Plate, luego de dos temporadas pasó a San Lorenzo, para un año después irse a, nada más y nada menos, que a Huracán. En el club de Parque de los Patricios jugó hasta esta temporada en la que se le presentó la chance de emigrar a Güemes de Santiago del Estero, club donde le llegaría lo más soñado por cualquier jugador: ser convocado a una selección. Si bien Michael es hijo de padre argentino, su madre proviene de República Dominicana y gracias a eso, “Los Quisqueyanos” se interesaron en él: “Marcelo (Neveleff) se había comunicado conmigo hace tiempo atrás, pero obvie la situación, hasta que realmente llegó la convocatoria”.

El estreno debió haber sido el 16 de junio del año pasado en un amistoso frente a Chile, pero por falta de documentación, no pudo ser. El técnico de la Selección dominicana, Marcelo Neveleff, le dio su palabra y Michael fue convocado nuevamente para hacer su debut el 8 de septiembre contra Nicaragua, por la Liga de Naciones Concacaf. El resultado del partido no fue el esperado, ya que cayeron por 2 goles a 0, pero, sin embargo, Sambataro se llevó la gran experiencia de haber debutado como titular. Tres días más tarde jugó la segunda fecha frente a Montserrat, donde Michael, otra vez, arrancó desde el inicio pero, en esta ocasión, fue victoria para los dominicanos por 3-0.

Todo aquel chico que quiere ser futbolista sueña con que en algún momento podrá representar a su país, si bien en el caso de Michael no está jugando para su selección natal, sino que está representando al país donde su madre vivió toda su infancia y de donde es oriunda. Quizás esta sea la oportunidad que hay que darles a todos los futbolistas del ascenso que tienen un gran potencial. Pero por no tener la prensa ni la fama que se necesita para estar jugando en un grande o, como en este caso, jugar para un combinado nacional.

 

 

 

 

Emiliano García, un hombre que lucha arriba y abajo del ring

Por Emilse Torres

Él tiene una mirada filosa como el hielo; con sus 140 libras, abre paso como un tornado que arrastra consigo una angurria desmedida. Fue parte del estupor general en el ringside; Emiliano lo sabía, solo que no se lo esperaba. Sabía que el día del corpus llegaría; su alegría ocultaría al vencedor y el pecho fuerte del vencido devoraría su imagen. Engolfado, pisaría el ring, al igual que lo hizo su padre, con coraje y entrega total a ese plácido dolor que los cuerpos resisten sobre la lona. Él lo sabía; sabía que, aunque no se esperaba pelear en el extranjero, Las Vegas y Puerto Rico se convirtieron en peajes. Ante ese desarraigo, su corazón palpitaba como si fuera un estallido al ver su rostro empapelado en Ucrania, un país totalmente distinto. Sentía desesperación; la tensa calma en su mente no le permitía cerrar los ojos durante las tediosas horas de viaje. Su único consuelo fue su familia, quienes amortiguan sus caídas mientras él continúa perviviendo.

Nunca podrán decir que Emiliano García (foto a la derecha) no lo intentó. La impotencia de no poder pelear en su tierra debido a la mala paga y los bajos contratos es una realidad con la que sus colegas lidian a diario. Además, la difícil tarea de pelear como visitante cada vez les pinta más la cara a los púgiles de este suelo. Él lo sabía, sabía que sus 14 knock outs no serían suficientes. La necesidad de seguir avanzando lo empujó a ser camaleónico, así como lo es arriba del ring, engañando con la zurda e impactando con la derecha con la potencia de un ariete, la misma con la que castigó a Denys Berinchyk. Su vitola lo delata; con su andar desfachatado y verba fluida, puede convencer a Mitch Halpern de que Tyson no mutiló a Holyfield.

Carga consigo un ímpetu explosivo que impacta como un gancho y te deja boquiabierto como un óleo de Ángel della Valle. Él lo sabía; sabía que los años le pasarían factura y, aunque demuestre una eterna lozanía que nos hace pensar que ese chico que peleó por primera vez en Villa Adelina sigue en formol, su cuerpo siente los golpes, su edad sigue en ascenso y sus 39 años lo impulsan a buscar la paz. A lo largo de su trayectoria, supo confeccionar momentos que comparte con los chicos en un gimnasio de Pacheco, en la zona norte, donde entrena. Ellos lo escuchan con atención mientras a él se le dilatan las pupilas de emoción al recordar las hazañas de aquellas noches y sentir las voces enmudecer en un unísono como mares que quiebran las rocas. Su espíritu rabioso y febril sigue dentro de él, esperando a que llegue el próximo contrincante para poder salir a comerse el mundo y demostrar que aquel chico que veía a su padre pelear hoy es un hombre que lucha arriba y abajo del ring.

 

Una muestra sobre Diego en el acampe de Télam

Por Sebastián Mongelos

Diego Armando Maradona siempre es un disparador para hablar de diversos temas. De fútbol, recapitulando sus goles contra Inglaterra en el Mundial de 1986 o su definición de tiro libre frente a Juventus; acordarse y citar sus frases célebres como ‘La pelota no se mancha‘ o ‘Lástima a nadie, maestro’; rememorar anécdotas suyas que provocan risas y nostalgia entre quienes conversan; recordar su accionar fuera de los terrenos de juego, cuando atacaba a la injusticia del poder de turno y defendía al pueblo. La Argentina vive de cambios a partir de la asunción de Javier Milei como presidente. Uno de esos fue la promesa de privatizar los sectores públicos como YPF, Radio Nacional, Tv Pública y Télam. Hace un mes, se cerró la agencia de noticias que distribuye las mismas a todo el país y a sus limítrofes. Generar malestar en los trabajadores, quienes acampan en las afueras esperando respuestas.

Se unieron los factores. El Diego, la lucha y Télam dieron como resultado un clima festivo acompañado a la figura de Maradona, mezclando canciones alusivas, como ‘¿Qué es Dios? de las Pastillas del Abuelo o ‘La vida tómbola’ de Manu Chao, imágenes del archivo de la agencia que estaban colgadas mostrándolo en el Mundial Juvenil de 1979 o de entrenador en Sudáfrica 2010 y personas que vestían camisetas del seleccionado argentino utilizadas por Diego.

Himno Nacional de por medio, presentación de los invitados y aplausos. Porque además de tener presente la esencia del astro argentino, Télam contó con otros protagonistas que fueron parte de la vida del Pelusa: Ubaldo Fillol y Héctor Enrique, campeones del mundo en 1978 y 1986 respectivamente, Fernando Signorini, ex entrenador personal del 10, y Guillermo Blanco, ex jefe de prensa del nacido en Fiorito y ex trabajador en la agencia. Y más personalidades se acercaron, como los periodistas Daniel Arcucci y Ayelén Pujol. Todos juntos para pronunciarse en contra de las medidas del Estado y solidarizarse con los despidos que están habiendo en el país.

El Negro fue el primero que se pronunció, aclarando que su comodidad no era la palabra pero que allí estaba con el corazón: “Es un orgullo estar frente a trabajadores que, lamentablemente, por culpa de este gobierno mediocre, la están pasando mal. Hay que ponerle el pecho para volver a su fuente de trabajo y que a sus respectivas familias no les falte absolutamente nada. Me entristece muchísimo lo que estamos viviendo y mucho más triste me pone saber que no hacemos nada. Cuando me toca escuchar el Himno me remite a la Selección y a haber defendido la camiseta, como ahora defendemos al país, con el corazón”.

Una camiseta resaltaba entre tantas de Maradona: un niño utilizaba la n°5 verde y sin nombre. Era la del Pato Fillol, en aquel primer campeonato mundial conseguido. El ex arquero tiene a su hijo Sebastián como uno de los afectados por la situación. Dijo que, si Diego estuviera vivo, estaría presente en la lucha del pueblo: “Hay una palabra que se suele usar mucho ahora que es ‘mística’, para referirse a un jugador, club o estadio. Hay otra que la usaban ellos -señalando a Signorini y a Blanco-: ‘caudillo’. Diego era caudillo, porque era guapo, dentro y fuera de la cancha”. Luego agregó que no había que perder la esperanza ante las 70 mil familias que sufrían los despidos y que tanto él como los otros tres compañeros estaban a disposición para colaborar.

El Profe inició su discurso en desacuerdo con Enrique con respecto al Himno Nacional, ya que, para él, el verso ‘al gran pueblo argentino salud’ no corresponde al momento que se está atravesando. Sí estaba en conformidad con el arquero sobre contar con ellos para lo que sea. “Estamos acá por Diego, pero también porque nosotros tenemos que hacernos cargo de comprometernos en defensa de aquellos que menos tienen aunque más quieren. Diego siempre se opuso al poder y fue rebelde, y lo sigue siendo por esto”, cerró.

Por último, Guillermo Blanco remarcó la importancia de Télam recordando cuando la agencia tuvo la primicia mundial del doping de Maradona en la Copa del Mundo 1994. Más tarde ejerció su rol como periodista para dar pie a los otros invitados con anécdotas. 

Así terminó la tarde, con risas y situaciones nostálgicas con el ex Nápoli como centro. Para recordar no sólo cómo era como jugador, sino también cómo era como persona. Lo definen seres que lo rodearon mucho tiempo: solidario, rebelde, caudillo de los más indefensos. Los que están hace un mes esperando respuestas, luchando y escribiendo, como siempre lo hicieron.

 

Iván Jesús Braga, el joven prodigio de San Lorenzo que asoma como una estrella del básquetbol

Iván Jesús Braga
Iván Jesús Braga

Por Lucas Villanueva

Imaginá un jugador de básquet de 1,98 metros igual de ágil que uno de menor altura, un jugador que dejó muchísimas cosas de lado pero que, gracias a eso, consiguió otras mejores, que por el miedo a fracasar no paró de entrenarse y ahora es imparable, que desafía la gravedad en cada salto hacia el aro como su ídolo, Kevin Durant. Ese jugador es Iván Jesús Braga, un nombre que probablemente no conozcas pero que en un futuro no vas a parar de escuchar su nombre. En la actualidad se forma en las inferiores de San Lorenzo de Almagro pero sus comienzos en el básquet merecen ser contados.

Nació el 24 de marzo de 2005 en San Lorenzo, un municipio con menos de cincuenta mil habitantes, de la provincia de Santa Fe; comenzó a jugar básquet a los seis años luego de que su madre, Rosana, lo llevó a una prueba de un mes al club de su pueblo, el Red Star. Este encuentro marcó el inicio de una prometedora carrera y ningún familiar se imaginaba de que en un futuro -no muy lejano- viviría de esto.

Iván Jesús Braga
Iván Jesús Braga

Con tan solo 16 años se concretó su pase al club San Lorenzo de Almagro -un sueño que tuvo desde siempre- gracias a la recomendación de su tía y una serie de pruebas y entrenamientos que rápidamente demostraron lo mucho que valía. Así como su madre lo llevó de la mano a los seis años a las pruebas en Red Star, también lo acompañó años más tarde en el nuevo capítulo de su vida, dejaron su casa de la infancia y se mudaron a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, lugar donde continúan viviendo. 

Él define su estilo de juego en tres palabras: Ágil, seguro y estratégico. Cualidades que sin lugar a duda lo ayudaron a llegar a donde está hoy. Sus familiares y amigos lo describen como una persona comprometida y con valores fundamentales. Son muchas las lecciones que aprendió jugando al básquet y que las aplica, de igual manera, en la vida diaria. 

Iván Jesús Braga
Iván Jesús Braga

En cuanto a metas, anhela mejorar su agilidad con la mano izquierda y conseguir más minutos en los partidos. A futuro, sueña con llegar a la National Basketball Association (NBA) y jugar en los Boston Celtics. También le encantaría representar a su país en los Juegos Olímpicos y poder comprarle una casa a sus papás que lo acompañan desde sus comienzos para devolverles algo de todo lo que le dieron. 

Sin duda, este joven alero tiene todo para convertirse en el mejor en su puesto. Y a pesar de que su futuro no está decidido, deja de a poco una huella imborrable a quienes tienen el privilegio de ver su ascenso en el básquet, desde el pequeño que llegaba nervioso por conocer a sus nuevos compañeros en el Red Star hasta lo que es hoy, una promesa del deporte argentino.

Sebastián Pena, sin edulcorante: “El entorno del fútbol me cansa”

Por Juan Tobías Graib

En el kilómetro 54 de la ruta Panamericana, dando la cara a la carretera más larga del mundo, el shopping Paseo Champagnat se luce en el corazón de la ciudad de Pilar: un verdadero punto de encuentro para jóvenes escolares y señoras con el chimento de siempre. Detrás del estacionamiento, en la cafetería Frik’s, Sebastián Pena pidió un cortado.

Tímido, pero de ropa apretada –esa que caracteriza a los futbolistas post-década de los 90’– y con las piernas cruzadas, Pena se sentó en la única mesa que se escondía detrás de un árbol. Como si el propósito detrás de esa decisión hubiera sido esconderse de algún hincha enojado del Real Pilar: su renuncia al puesto de entrenador del club “Monarca” todavía no cicatrizó, y la cercanía con el estadio Carlos Barraza aumentaba esa probabilidad.

A su apego con el club pilarense se le suma Nicolás, el segundo de sus cinco hijos: “Tenerlo en el plantel fue complicadísimo, lo subí a Primera porque se caía de maduro”, sentenció Pena, sobre quien lleva en sus botines un legado familiar.

Esa herencia empezó con Hugo, hace más de cincuenta años. El recordado defensor Tomate Pena le hizo honor a las camisetas de Chacarita Juniors, San Lorenzo, River Plate y Argentinos Juniors, durante los años ‘70. En el medio de esa exitosa época, trajo a Sebastián al mundo, un 3 de julio de 1976, en el barrio de Villa Devoto.

La Comuna 11, plagada de casas bajas y coloreada con graffitis de Diego Maradona, anida a la familia Pena hasta la actualidad, con su primo en La Paternal y su madre en la calle Cervantes. Después de la trágica muerte de Hugo, en 1981, ella acompañó a Sebastián a jugar a la pelota en el Club Jorge Newbery, cuando tenía ocho años.

Y empezó la extraña relación entre Pena y el fútbol: para 1994, la inevitable comparación con su papá, partida de su debut en Primera División en Argentinos Juniors. Ese mismo día, fue la publicación de la revista El Gráfico la que inmortalizó el apodo Tomatito, en honor a su padre.

Un ‘hat-trick’ de cabeza en la Selección Sub-20 de José Pekerman, tres partidos en el River Plate de Ramón Diaz, la puesta en forma en Independiente, un regreso fallido a Argentinos Juniors, su característico look rapado en Chacarita Juniors, pasos olvidables por Belgrano de Córdoba y Quilmes, sus tres hijos con Natalia, un viaje express al Atlas de México –que probó su pánico a los aviones–, seis meses sin jugar y un renacimiento en Tiro Federal Argentino. Todo condujo a Pena a Mar del Plata, en junio de 2007. Fue Julio César Huevo Toresani, DT de Aldosivi en ese entonces, el que tentó a Pena de mudarse otra vez de su Villa del Parque.

Su larga y vigente historia con el deporte dio un giro tras su paso por el Tiburón: “Si hay algo que extraño del fútbol, es la época de Aldosivi”, es una frase alimentada por cuatro años de capitanía, el curso de entrenador en 2010 y su encuentro con Laura, su segundo matrimonio, que dio dos hijos más al apellido Pena.

Se pidió otro café cortado, sin azúcar o edulcorante. “El entorno del fútbol me cansa”, reconoció. Varias fueron las veces en las que denunció un ambiente “ventajero, sucio y resentido”, con él formando parte de ese sistema. Hasta el 2014 como jugador profesional, y desde 2015 como director técnico.

Pena mantiene un estado físico digno de un deportista en actividad, pese a tener 47 años: “Voy al gimnasio todos los días para estar bien mentalmente, me hace bien”. En su casa, del vecindario Los Tilos, se toma agua durante la semana y gaseosa los fines de semana. Eran las seis de la tarde y pagó la merienda con su tarjeta de crédito. Buscó su auto y fue a una reunión de trabajo. Es cuestión de tiempo para que el fútbol le presente otro desafío.

Cómo fue la estafa de los militares a River con la ampliación del Monumental para el Mundial 78

Por Juan Candela

El estadio Monumental de River Plate es indudablemente uno de los más emblemáticos de toda la historia de nuestro país, y ha pasado por varias formas y etapas hasta llegar a ser como lo conocemos en la actualidad. La fecha de inauguración fue el 26 de mayo de 1938, luego de tres largos años de construcción, en los cuales el Millonario jugó como local en la cancha de Huracán. El estreno fue en un partido ante Peñarol, y en aquel entonces, la forma de la cancha lucía como una herradura: a pesar de que el proyecto original constaba de cuatro grandes tribunas, el presupuesto se agotó y se pudieron terminar únicamente tres, y de esa manera, una gran porción del terreno quedó vacía. Tal fue así hasta 1958, año en el que, gracias a la venta de Enrique Omar Sívori a Juventus por 10 millones de pesos, se pudo erigir la cuarta tribuna –actual Sívori baja y media- y completar el diseño inicial.

Casi dos décadas más tarde, en 1976, la Junta Militar conformada por Jorge Rafael Videla, Emilio Massera y Orlando Agosti tomó el poder del país por la fuerza y, con ello, la organización del Mundial de fútbol 1978, con sede en Argentina. En un principio, el presidente de facto no estaba de acuerdo con este masivo evento deportivo, dado que lo consideraba un gasto muy importante de dinero en un contexto económico muy delicado.

Finalmente, lo vio como una oportunidad para hacer propaganda política y desviar la atención de la población del plan sistemático de terrorismo de estado que implementaba en ese entonces, y decidió seguir adelante. Para la organización, se creó una entidad llamada “Ente Autárquico Mundial” –EAM-, y se seleccionó al estadio de River Plate como la principal sede del torneo debido a su notable ubicación en la Capital Federal, su tamaño y su infraestructura; sin embargo, había un inconveniente: faltaba construir una parte de la tribuna, la “Sívori Alta”, entre otras remodelaciones, y el club no contaba con el presupuesto para ello. El vicealmirante Carlos Alberto Lacoste, hombre de Massera, primo de Videla y amigo de Galtieri, fue quien estuvo al frente del EAM y controló hasta el último resorte del Mundial 78. Reconocido hincha del Millonario, decidió que la financiación del Monumental se iba a dividir entre el organismo que él dirigía y el club de Núñez, aunque con la particularidad de que para pagarlo se iba a usar dinero de un préstamo externo. Mediante esta misma vía, también se remodelaron los estadios de Vélez y Rosario Central.

Una vez finalizada la Copa del Mundo, el EAM desapareció y no abonó la parte que le correspondía, por lo que todo el peso de la deuda, de más de 170 millones de pesos, le cayó al club Millonario -lo mismo le pasó a las otras instituciones que también habían remodelado sus respectivas canchas-. Por esta razón, a River le comenzaron a llover diversos juicios y reclamos de intereses, los cuales derivaron en una de las mayores crisis económicas de su longeva y gloriosa historia. Finalmente, en 1984, Hugo Santilli –presidente de la institución- y Julio Grondona –presidente de la AFA- terminaron salvando al club de caer en quiebra. A pesar de eso, los de Núñez se vieron obligados a pagarle semestralmente la deuda al Estado argentino hasta 2001, año en el cual acabó de saldarla.