miércoles, julio 9, 2025
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Talita Kum: muchacha, a ti te digo, levántate

Por Eva Pietrantuono

En Llavallol hay cosas que no cambian. 

Como la araña, su plaza redonda disparadora de diagonales que pierden a los visitantes o distraídos; como las bicis al hombro por las escaleras de una estación de tren aún sin rampa; o esos los lugares icónicos que hacen al barrio, como Talita Kum. 

Quizás no se mantuvo igual desde ese 1 de abril de 1995 cuando abrió sus puertas. Porque sí, creció, apiló ladrillos, pintó sus paredes, se revistió de colores que emulan la vida construida con su labor. Pero Talita es —en esencia— la misma. Hace treinta años integra en un abrazo a los mirados de reojo por las sociedades pasadas, a aquellos que más de alguna vez eran ocultados; treinta años que reúne a profesionales y trabajadores que exprimen su esfuerzo en la asistencia a niños y adolescentes con discapacidad. Treinta años desde que los franciscanos cedieron el terreno para darle a la comunidad un sitio en donde apoyarse, sin tener que atravesar el groso del Área Metropolitana para recibir asistencia; treinta años con el mismo espíritu de la señora Maccari, de la madre que lo impulsó todo.

Aunque hoy peligra reducirse a nada.

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 Los árboles sirven de guía. Sus troncos pelados de hojas son los que marcan el camino hacia esta esquina de Llavallol en Lomas de Zamora. Es en el vértice que une a las calles Moldes —donde funciona el ala de rehabilitación neuromotora— y Olavarría—correspondiente al taller protegido de panificados— donde se levanta Talita Kum, una organización de la sociedad civil sin fines de lucro dedicada a la atención de personas con discapacidad. 

El rojo del cartel grita el riesgo. La inscripción, lo obvia: “DISCAPACIDAD EN EMERGENCIA”. El poster cuelga del paredón blanco en un intento de visibilizar el problema, de buscar una mano o un oído que se ofrezcan en una época susceptible a la ignorancia y al desinterés comunitario, a no ser que la mancha de aceite del desfinanciamiento estatal afecte de modo directo. Quizás ni la alarma del colorado ni la mayúscula de las letras alcanzan para dar cuenta del contenido; de esos atrasos en los pagos que escalan y superan los 90 días sin garantía de cobro; del no aumento en las prestaciones de servicios de los trabajadores de la salud desde fines del 2024, número que debe vérselas ante una inflación acumulada de 11,6% hasta abril de 2025.

La mañana es fría, de esas que te sopla por la espalda con los aires de un invierno ansioso por llegar.  En el salón de fiestas de Talita, el sol recién despabilado supera la timidez de los primeros rayos y entibia el ambiente con un amarillo cálido. Su luz se filtra por los amplios ventanales del sector del taller protegido de panificación.

Enrique Muntaabski tiene poco tiempo. Como tesorero de Talita y director del taller, debe partir a las 9.00 h rumbo a Capital Federal. Lo espera una reunión importante: se las verá con tres senadores de la Nación. 

—No sé realmente en qué va a terminar. Quisiera decir que tengo esperanzas, qué sé yo… 

En la madrugada del jueves 5 de junio fueron 148 diputados quienes dieron el sí para aprobar la Ley de emergencia en discapacidad, contra los 71 negativos y tres legisladores que no supieron qué votar. El próximo paso sería el tratamiento de la cuestión en la Cámara Alta del Congreso. Aunque desde el oficialismo del presidente Javier Milei se insinúa que al final del día será vetada cualquiera sea el caso. 

—Me cuesta, me cuesta pensarlo. Parece mentira que haya que entusiasmarlos, que haya que transmitirle a los políticos la realidad del asunto. Parece mentira que en este tironeo del poder juegue de tal manera que haya que ir puerta por puerta, diputado por diputado, senador por senador, a explicarle la situación de las personas con discapacidad…Para explicarles la  discapacidad —se corrige y su timbre de voz se eleva—, ni siquiera es explicarles lo que pasa, sino de qué se trata. No tienen ni idea.. 

Enrique narra entre toses; vuelve de la fuerte gripe que no lo dejó ir a la plaza de los dos Congresos a acompañar el pedido de ayuda y reivindicación que hizo el centro en el paro del miércoles 5 de junio. A pesar de estar sentado puertas adentro, una bufanda roja protege su cuello y una boina oscura como de diariero contiene su nevado pelo. 

—Gaby, haceme un favorcito. Haceme un tecito para mí también—, pide Enrique.

Gaby se acerca, cuidadosa, amable. Trae una colorida taza con la misma inscripción que se lee en el centro de su blanco delantal, el nombre del centro. Una cofia de aquel pálido tono rodea su pelo castaño roble. Es una de las 35 muchachas y muchachos con algún nivel de discapacidad intelectual a los que emplea el taller protegido dedicado a la panificación, el otro ala de Talita del que Muntaabski es el director.  Este es uno de los 300 talleres de su tipo que hay a lo largo y ancho del país, cada uno con su especialidad. Todos los chicos y chicas que trabajan en ellos reciben una compensación mensual de 28.000 pesos por parte del estado nacional, cifra congelada desde febrero de 2023. Solo en Buenos Aires —explica Muntaabski— el gobierno provincial adiciona un extra de 27.500 pesos llamado peculio, que afecta a un aproximado de 180 de los talleres que hay en Argentina. 

—Nunca se ajustó esa cifra desde Nación y ese es uno de los reclamos que sostenemos, que a los muchachos que trabajan en todos los talleres protegidos del país no se les reconoce un ajuste a ese importe desde hace más de dos años. Estamos hablando del gobierno anterior, el de Alberto Fernández, que hasta diciembre de 2023 se le reclamó y nada. Con esta gente de ahora, menos. Tanto menos, tanto menos —reitera cabizbajo—, que en este 2025, en enero, febrero, marzo, abril y mayo no les estuvieron abonando. Recién ahora les acreditaron ese retroactivo, pero estuvieron sin pagarles 28 mil pesos. Es una vergüenza, realmente les tendría que dar vergüenza. 

El taller de Talita es de un nivel profesional. Muntaabski cuenta que la cocina maravilló a la gente de la provincia de Buenos Aires que estaba encargada de su habilitación. Aseguraban que más que una panadería parecía un laboratorio. Se preparan diversos estilos de panificados, desde bizcochitos hasta galletas de avena, y además se amasan los tiernos panes que los muchachos y muchachas —como los llama Enrique— disfrutan en este mismo salón para compartir de desayuno sobre el inicio de su jornada laboral, como lo hacen esta mañana. La mercadería la venden en el kiosko que une ambas alas de Talita, justo en el punto que une a las calles Moldes y Olavarría, frente al colegio San Francisco de Llavallol.  Pero además lo comercializan de modo directo en el Parque de Lomas, único punto de venta habilitado dentro del extenso y verde campo municipal que visitan tantos vecinos lomenses. 

A sus 77 años y al llevar las cuentas del centro, Muntaabski siente más que nadie cuánto raspa la soga; sabe cuán inminente es el peligro de esa cuerda-pitón que aprieta el cuello de las instituciones dedicadas al tratamiento de personas con discapacidad, lo que pone en riesgo la atención de unos 200 mil pacientes así como el sostenimiento de otros tantos miles puestos de trabajo. 

—Si antes nos tenían con el agua a la altura de la nariz, ahora el agua nos tapa la cabeza. 

Enrique aprieta con las manos su ya tibia taza de té devenida en una suerte de pararrayos, en una especie de bastión en donde descargar la impotencia contenida ante la inacción estatal. 

—Todas estas personas que vos ves acá que están desayunando o que se están atendiendo, se van a quedar sin nada. Ese es el peligro, porque que Talita cierre, que yo no esté trabajando más en esto, pasa… El problema es qué va a pasar con todas estas personas que se van a quedar sin nada. Sin atención médica, sin sus tratamientos, sin sus colegios… Porque esto no es solamente el centro de rehabilitación o el taller protegido; son los hogares, los centros de día, las escuelas, los transportes. En el sector de rehabilitación, hay muchos pacientes con serias dificultades de traslado. La discapacidad impacta muy fuerte en la pobreza, y esa gente necesita un transporte que los lleve. Hoy estos servicios están tan mal pagos que ya muchos dejaron de trabajar. Esas cinco o seis personas que eran trasladadas se quedaron en su casa aislados. Entonces volvemos a aquellas muy viejas prácticas cuando las personas con discapacidad estaban escondidas en sus hogares.

A Verónica Barragán también le preocupa la cuestión de los transportistas. Los cinco días de la semana toma el tren de Longchamps a Llavallol con trasbordo de por medio en Temperley. Es una de las que más lejos vive. Y es una de las tantas personas que al llegar o irse de esta localidad de Lomas de Zamora, sube y baja unas escaleras que no contemplan la posibilidad de conducir a una persona con movilidad reducida. No hay rampa de acceso en la estación de Llavallol. 

Más allá del salón de fiestas y del taller protegido de Talita, un patio —cual pulmón de árboles y a cielo abierto— hace de conexión interna hacia el centro de rehabilitación neuromotora. Son 180 los pacientes que reciben una atención integral e interdisciplinaria en los consultorios. Bajo la dirección del Doctor Raúl Ronconi como médico fisiatra a cargo, funciona un staff de 60 profesionales de la salud que abarcan kinesiología, psicología, psicoterapia, trabajo social, fonoaudiología, musicoterapia y psicopedagogía. Además está la terapia ocupacional, la especialidad de Verónica.

—Nosotros hacemos la rehabilitación por medio de la ocupación. Una de las cosas más difíciles y desafiantes que tenemos es describir qué es la terapia ocupacional —confiesa en una risa—. Como seres humanos, somos seres con ocupación. Lo que pasa es que, por un defecto de vocabulario, se cree que la ocupación es el hecho de estar ocupado en algo o el trabajo. A través del juego realizamos actividades que usamos para poder conseguir un objetivo, ya sea habilitar, es decir, aprender el movimiento; o rehabilitar, en el caso de que se haya perdido por algún motivo y se tenga que volver a conseguir. Si no, buscamos la manera de adaptarlo o reemplazarlo. 

Barragán fue docente en educación especial y educación artística por 30 años, pero al jubilarse se licenció como terapista en la Universidad Nacional de Quilmes. Sus ojos miel vibran brillosos al describir lo que más la llena en el día a día en Talita.

—Cada logro de los chicos es… A ver, tenés pacientes que quizás hace cinco o seis años que los tratas y ves un progreso chiquitito y ahí te das cuenta del valor de las pequeñas cosas. Que un chico con una determinada patología logre sostener algo. O, por ejemplo, ya hace mucho tiempo que una pacientita de cinco años viene con una… que no tiene marcha, que generalmente va sostenida. Ahora le hicimos una adaptación y en el lapso de un mes y pico la vemos que está caminando con un andador. No, no, ya está —sostiene con la retribución del camino recorrido—. 

Antes de Talita Kum, Verónica nunca lo había hecho. Si bien ella aclara que desde el inicio de su labor en el centro siempre hubo retrasos en los pagos —inclusive durante los otros gobiernos— fue la situación límite lo que la llevó a ser una de las almas que pronunciaron su reclamo en la plaza en las últimas semanas. La terapista ocupacional fue por primera vez a una marcha social. 

—Me agarró piel de gallina porque realmente éramos muchísimos, muchísimos. Era impresionante, nunca había visto tanta gente. 

Verónica camina por los claros pasillos del ala de rehabilitación. Saluda con la calidez docente que la caracteriza a los empleados administrativos. Una de las que responde es Ariana Cirulli. Desde 2018, lidia con los malabares en la coordinación de turnos. Tiene claro que Talita Kum no solo se dedica al tratamiento de personas con discapacidad. 

—Trabajamos con una población más vulnerada. Diría que el 85% de los pacientes tienen Incluir Salud, la prestación estatal. Son pacientes que no consiguen la rehabilitación tan fácil como los que tienen prepaga. Saber que atendemos a esas familias, que ayudamos a darles estas posibilidades, eso te llena. 

Ariana es la primera sonrisa que recibe a los chicos que van a atenderse. Es testigo de su crecimiento, de su evolución y de su vida. Como Valentina, que esta mañana llegó con sus lentes rosados y con saludos para todos. Su mamá, Lucía, la acompaña desde el primer día en los tres años que lleva asistiendo a Talita Kum.  

—Veo mucho avance en todas las terapias que tiene. Si me pedís que vaya a otro lado te digo que no. Valen tiene diez año y habla perfecto. Si la llegas a escuchar no sabés cómo habla. Y siempre habla de Vero, de Pili… Todo una maravilla cómo habla. Es como si te conocieran de mucho tiempo. No me puedo quejar, tanto los profesionale como los chico que atienden. 

Valen hace musicoterapia, terapia ocupacional, psicología y fonoaudiología en Talita Kum. Tiene síndrome de Down. La mamá cuenta que le encanta ir, que es la más chica de tres hermanas. Que aprende y que habla siempre de las terapistas que la acompañan. A Valen se la ve feliz de estar en Talita. Es solo una de las 180 que reciben tratamiento allí. 

***

Como terapista ocupacional, Verónica explica que en el ambiente promueven una filosofía de “cuidar al cuidador”, es decir, tratar que el familiar o ser querido que acompaña a la persona con discapacidad no acabe descuidándose a sí mismo hasta el agotamiento y la enfermedad. 

Tal vez este principio sea una lógica aplicable a ellos mismos, a los Verónica y a los Enrique, a los Ariana y a los tantos otros más que llevan adelante este aparato que sirve en cuerpo y alma a tanta gente. Cuidarlos antes de que se descuiden sin remedio. Antes de que el límite se corra tanto que sea demasiado tarde.

—Están realizando la labor que no hace el estado. Todas estas instituciones, todas estas Talitas que hay en el país, fueron obra de los papás. 

Enrique se iba a reunir con senadores radicales ese martes, como integrante de la Federación de Talleres Protegidos de la provincia de Buenos Aires y del Comité Asesor de la Agencia Nacional de Discapacidad. Llegaba a la puerta del punto de encuentro cuando leyó el mensaje. Un compañero que viajaba desde Chivilcoy se enteró a unas cuadras del lugar. La reunión se posponía. La Corte Suprema había ratificado la condena de Cristina Fernández de Kirchner.  

La discapacidad, “suspendida hasta nuevo aviso”. 

 

Infantino, el hijo huérfano del FIFA Gate

Por Santiago Peñoñori Gaona

Los europeos deberíamos pedir perdón los próximos 3.000 años antes de dar lecciones de moral a otros”, dijo Gianni Infantino pocos días antes del inicio del Mundial de Qatar 2022, cuando los principales medios del mundo criticaban la violación de los derechos humanos en el país asiático. Los trabajadores morían cada día expuestos a altísimas temperaturas y deplorables condiciones laborales. Se calcula que fueron más de 6.500 migrantes de India, Pakistán, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka desde que se le otorgó la sede a los qataríes, según publicó The Guardian en febrero de 2021. 

“El hombre que movía las bolas” —en referencia a su papel en los sorteos de Champions League y en los del Mundial— nació el 23 de marzo de 1970 en Brig-Glis, Suiza, pero para todos los portales web es italo-suizo. Sus padres emigraron de la región de Calabria, zona en la que se originó la ‘Ndrangheta (organización criminal de las más poderosas del mundo), antes de que él naciera.

Hijo huérfano del FIFA Gate, el abogado graduado en la Universidad de Friburgo (Suiza) se postuló como candidato en la federación madre del fútbol con la promesa de repartir una suma considerable de dinero para todas las federaciones y ampliar la cantidad de selecciones que participarían en los mundiales. Hoy afronta su tercer mandato y sigue firme en su convicción de “restaurar la imagen de la FIFA”. Más allá de eso, pese a las evidencias de corrupción que destituyeron a Joseph Blatter y Michel Platini, su exjefe en la UEFA y amigo, el Restaurador mantuvo a Rusia y Qatar como sedes de los mundiales 2018 y 2022. Entregar y cobrar. Es la ley de la enfiteusis sancionada por Bernardino Rivadavia en 1826 en nuestras tierras.

El joven colorado que sufría bullying por su piel llena de pecas y su mal manejo del idioma alemán es hoy un pelado políglota: las vueltas de la vida. Italiano, francés, alemán, español, inglés y árabe son los idiomas que maneja el carismático ex secretario general de la UEFA, que comenzó su carrera allí en el 2000 y que, como dirían en el barrio, “cualquier bondi lo deja bien parado”. 

Es amigo de Donald Trump, a quien le concedió el nuevo Mundial de Clubes 2025, el Mundial 2026 -compartido con México y Canadá- y los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028. “Lo tengo todo”, exclamó el presidente estadounidense que no esconde su desenfrenado afán de poder. El conflicto en puerta será la entrega de las visas para extranjeros que quieran presenciar estos eventos, sin ser discriminados por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE) y amparados por la ley que día a día gana en rigor, si así lo podemos llamar.   

En FIFA Mafia, libro del periodista alemán Thomas Kistner, están documentados los manejos turbios de los principales dirigentes de la federación e Infantino no se queda afuera: fue partícipe necesario para que le adjudicaran la Eurocopa de 2012 a Polonia y Ucrania. “Yo no quiero prometer las acciones de mis primeros 100 días al frente del fútbol mundial, porque eso hacen los políticos y yo no soy uno de ellos”, dijo el dirigente que se casó en 2001 con la libanesa Leena Al-Ashqar, con quien tiene cuatro hijas. Siguen apareciendo los “outsiders”, el mundo tiembla ante la nueva moda.

El creador del novedoso Mundial de Clubes 2025 quiere con esto “un fútbol globalizado” y “dar esperanzas y oportunidades al Mamelodi Sundowns de Sudáfrica, al Ulsan de la República de Corea y al Auckland City de Nueva Zelanda”; aunque, al mismo tiempo, asigne los próximos cinco mundiales masculinos sub-17 a Catar y los femeninos a Marruecos, y elija a Arabia Saudita como sede del 2034 sin dejar registros de cómo fue la selección.

Boca y Vélez, por un lugar en la final del Torneo Proyección 

Por Candela Guijo, Florencia Rodríguez Sánchez y Casandra Lacabe

Valentino Simoni de Boca y Mateo Acuña de Vélez dieron una conferencia de prensa en la sede de la Liga Profesional, en la previa de la semifinal del Torneo Proyección Sur Finanzas Apertura, que se jugará el domingo a las 18.00 en el predio del Xeneize en Ezeiza y será transmitido a través de LPF Play y el canal de Youtube de la Liga Profesional.

Ambos jugadores se refirieron a la forma en la que se preparan previo al encuentro, ya que coinciden en que se enfrentan a un rival complicado y en una instancia decisiva: “Sabemos que va a ser un partido muy difícil, sabemos que son Boca y por algo están en las instancias que están”, sostuvo el defensor del Fortín. Además, agregó: “Partido clave, nos preparamos de la mejor manera. Lindo partido para ver y jugar”. En relación a la posibilidad de una definición por penales, reveló: “Desde que vimos que clasificamos a octavos siempre nos quedamos pateando, para que cuando llegue el momento no nos agarre desprevenidos”.

Desde el lado de Boca, el delantero expresó: “Sabemos el equipo que son, por algo tuvieron un gran año el torneo que pasó y por algo están en las semis. Va a ser un partido peleado, muy disputado, cada uno con sus armas”. Sobre el presente del plantel, detalló: “Nos estamos preparando de la mejor manera, mucha confianza y ganas de jugar el partido”. Y al igual que su rival, también habló de los penales: “Desde octavos de final, el día antes del partido, después de los trabajos tácticos, nos quedamos pateando. Si estoy en cancha, obvio que me gustaría patear”.

El Xeneize llegó a esta instancia luego de vencer 3-0 a Atlético Tucumán en octavos de final y 2-0 a San Martín de San Juan en cuartos. Vélez, por su parte, dejó en el camino a Tigre con un 2-1 y a Belgrano por 3-0. El ganador de este cruce se enfrentará en la final al vencedor del duelo entre Rosario Central y San Lorenzo, que jugarán el mismo domingo a las 15.00 en Arroyo Seco.

Carlos “Chino” Luna, el goleador del pueblo que dejó una huella en Victoria

Por Macarena Nicoloso

El ex futbolista argentino nacido en Piquillín, Córdoba, llegó al Club Atlético Tigre en 2004, proveniente de All Boys. En su primera temporada se destacó como goleador de la Primera B Metropolitana, anotando 24 goles. Durante su tiempo en victoria, Luna acumuló más de 300 partidos y 112 goles oficiales, lo que lo posicionó como el segundo máximo goleador en la historia de Tigre, por detrás de Juan Marvezy. A su vez, el deportista fue parte del equipo que se consagró campeón de la Copa Superliga en 2019 frente a Boca. En esta entrevista vamos a resaltar su paso por el club como jugador y como secretario de actividades deportivas. Por otro lado, destacaremos su paso por la política al postularse como concejal de San Fernando.

-¿Te acordás de tu primer paso por Tigre en 2004? En esa campaña marcaste 24 goles en 38 encuentros. ¿Qué significó para vos ese primer partido en el “Matador”?

-Primero que nada la decisión de haber venido al club fue medio brava, ya que dudaba de querer hacerlo pero mi representante me insistió. Ahora, a lo largo de los años, fue lo mejor que pude haber hecho. A su vez, tenía mucho miedo del desafío porque era un club importante y yo venía de equipos como Deportivo Español y All Boys.                 Por eso pensaba que si me iba mal me tenía que quedar siempre en la B Nacional; de todas formas, también estaba la consideración de que si me iba bien era un movimiento inteligente de parte de mis socios. Por suerte salió bien.

-Hubo cuatro etapas de tu carrera en Tigre: la que ya hablamos del 2004 al 2005, la del 2008 al 2010, como anteúltimo la del 2011 al 2012, y por último, la más extensa, la del 2014 al 2020; ¿qué es lo que te hacía volver al club?

-Yo creo que uno siempre está donde se siente querido o donde se siente importante. Si bien es el club donde mejor me fue en cuanto estadística, para mí era una necesidad estar un año de nuevo después de un tiempo afuera. Lamentablemente para el club también por los momentos que vivía la institución, ya que yo siempre volvía cuando el equipo estaba mal y cuando yo no había tenido un buen año. Conclusión, los dos nos necesitábamos y siempre la vuelta daba resultados. Además, yo en el club me sentía el mejor del mundo porque en mis locuras me encantaba que me canten: “Chino Chino”.

-En tu paso por River, del 2012 al 2013, hubo un partido  específico contra  Tigre en el Monumental en el cual con tu gol, en los últimos minutos, le diste la victoria al “Millonario”, ¿cómo te sentiste al haber hecho ese tanto sabiendo que ya habías dejado una huella en el “Matador”?

-Con el paso del tiempo fui a River y la pasé hermoso, aunque esos dos goles contra Tigre fueron obviamente dolorosos porque es el club que yo amo. Ese partido fue importante para River porque peleamos el campeonato, y ahí no te das cuenta contra quién estás jugando, vos solo querés ganar. Cuando terminó el encuentro reaccioné y lo primero que hice fue escribirles a los jugadores del “Matador” para pedirles disculpas. A pesar de eso me supieron entender y hasta se alegraron de que me estaba yendo bien en el club. Lo más difícil fueron los comentarios de parte de la hinchada de Tigre debido a que cuestionaron que había festejado ese gol.

-Ahora, yendo a un momento lindo como la final por la Copa Superliga en 2019 contra Boca, ¿cómo lo viviste?

 -Veía a la gente haciendo cola para comprar las entradas y era una locura, hasta ahora me sigue emocionando. Fue gente de mi pueblo y compañeros de mis hijos. Me acuerdo que estábamos peleando el descenso antes de la final y casi nos salvamos pero lamentablemente bajamos de categoría. El grupo era muy bueno y éramos muchos caciques y se nos complicaba así. Sin embargo, era todo felicidad. Cuando terminó el campeonato en cancha de River yo le decía al “Pato” Galmarini que no se muestre mal porque si arrancamos bien los dos primeros partidos de los Playoffs ganamos la copa. Al pasar a semis ya me sentía cada vez más cerca de la copa y con más chances de ganarla.

-Luego de un año en la B, ¿te sorprendió que Diego Martinez, DT de ese momento, no te haya tenido en cuenta o te la esperabas?

-Sinceramente no me sorprendió porque pasaron cosas internas dentro del club y yo sabía que no quería que siga pero, de todas formas, fui al primer entrenamiento para que me lo dijera. No tuve problema en irme porque creo que los entrenadores piensan en el bien del club. Lo que si les recriminé fue que así como me iban a buscar cuando peleaban el descenso, me tendrían que haber llamado para informarme que no me querían más. Encima coincidió con que el partido previo había errado el último penal que nos dejó fuera de la Copa Argentina y eso me destrozó. A su vez, ya estaba decidido no seguir, pero en el camino me entero de esta noticia y fue una bomba porque nunca me había pasado que un DT no me tenga en cuenta.

-Sos el segundo máximo goleador del “Matador” con 112 tantos, ¿cuál fue tú mejor gol futbolísticamente hablando?

-Me gustaron muchos, pero yo creo que prefiero el que hice en cancha de Platense por lo que significó para el club. Después hubo goles muy lindos como contra Newell’s de local en 2012 mientras peleábamos el descenso. Lo que sí, el gol contra Vélez lo grité más debido a que era para terminar un poco la agonía ya que, no descendemos directo después de ese partido y le ganábamos a cualquiera.

-Al retirarse fuiste secretario de actividades deportivas en el club pero luego renunciaste, ¿te arrepentís  de haberte ido, o mirando el diario del lunes fue lo mejor?

-No me arrepiento aunque hayamos hecho un trabajo excelente. Teníamos datos de todos los chicos, de cuantas veces paraba la pelota con derecha o izquierda y eso me encantaba. Mi intención era dar un paso más arriba pero como no se logró tuve que dar un paso al costado debido a que estaba muchas horas en el club.

-Yendo a la política, cuando te lanzaste como concejal en San Fernando, ¿cómo fue pasar de las canchas a la política?

-Estuvo bueno porque yo siempre hice política, ayudé en comedores hace muchos años y creo que todas las personas de alguna forma hacemos política. Me ofrecieron el cargo y me encantó la posibilidad. Me trajo muchas cosas positivas y negativas como leer comentarios en contra. Sacando eso, no me volvería a postular porque fue muy agresivo todo debido a que me decepcionó el lugar en el que me puso la gente.

-Hoy en día, ¿serías parte de la comisión directiva?. Te la re truco más, ¿serías el presidente de Tigre?

-Aunque sea mi gran sueño participar en Tigre no creo. De todas formas, yo voy a acompañar al club siempre, a pesar de que no comparta algunas ideas. Lo mejor en este momento es seguir donde estoy, y ayudar desde afuera.

-¿Volverías al fútbol para ser director técnico de Tigre?

-No, si bien soy director técnico recibido y tenía la ilusión después se fue apagando y  prefiero el puesto que tenía como secretario de actividades deportivas. Me abrió puertas para estar donde estoy y siempre voy a estar agradecido. Gestionar 30 cabezas debe ser dificilísimo, yo los admiro pero no me siento capaz de hacerlo.

-Hablando de la actualidad de Tigre, ¿cómo lo viste en este torneo que quedó eliminado en octavos de final contra San Lorenzo por 2 a 1?

-Tuvo un buen arranque, se armó un equipo sólido pero fue perdiendo cuando le sacaron la ficha de cómo planteaba el partido. Podríamos haber sacado unos puntos más, aunque después en el mata mata si te toca un equipo como San Lorenzo, que juega igual que vos, es difícil. De todas formas, hubo jugadores que me encantaron como Russo que me hacía acordar a Retegui. Chicos como Lorenzo Scipioni, Felipe Zenobio y Santiago González son jóvenes que yo ya los veía en la reserva y para mí hace dos años ya tendrían que estar jugando en primera. Por eso, en mi opinión, Tigre es un club medio particular para darles lugar a esos jugadores.

Darío Vaccarini: “Queremos que los que vengan por Maradona se vayan con Argentinos”

Por Federico Esteban Bontempi

Darío Vaccarini, dirigente de Argentinos Juniors, presidente de la Fundación AAAJ y co-hacedor del “Templo del Fútbol”, el museo del club, nos contó en una visita al interior del Estadio Diego Armando Maradona, la historia detrás de un sueño hecho realidad. El único recorrido histórico sobre el deporte más popular del mundo, planeado y construido por hinchas.

Surgió la idea de crear algo más que llamara la atención de los turistas que visitaban el estadio por el simple hecho de tener “Maradona” en su nombre. En el club, que poco poder económico, no sabían cómo hacer para ambientar todo un espacio dedicado al museo que les habían entregado a los dirigentes que plantearon el proyecto. Por lo que Darío, junto con sus co-hacedores, comenzaron a publicar en redes, volantes en la calle, en la cancha y en las sedes deportivas del club, pidiendo objetos que los hinchas tuvieran en su casa y quisieran donar, con el lema: “Si tenés algo que les querés mostrar a tus amigos cuando los invitas a tu casa, traélo para que lo vean todos los amantes del fútbol”.

Con el paso del tiempo, los objetos, las memorias, las historias escondidas en un botín, un habano consumido, o una simple madera que fuera parte del antiguo estadio, el Templo del Fútbol se fue formando hasta que llegó un punto en el que plantearon hacer una sección dedicada a “Pelusa”.

“Acá tenemos una foto del Diego posando con el mural de la pared que se la saqué yo cuando vino en 2019. Después del fallecimiento nos empezaron a traer tantas cosas que le armamos toda una sala sólo para él”. En esa sala, exhibida en una vitrina, se encuentra una camiseta con una historia y coincidencias increíbles. Primero, en cuanto a su origen, fue una edición única de Argentinos usada en 1977 y 1978 que encontró un coleccionista de Singapur en línea, mientras era subastada. El comprador logró obtenerla luego de varias pujas y terminó pagando alrededor de 15 mil dólares.

Esto fue previo al fallecimiento del Diez. Cuando la tragedia sucedió, el singapurense, apenado y conmovido por la masiva movilización en Argentina, decidió contactarse con el club casa de Maradona y la donó. ¿La casualidad? Esa edición fue hecha con la marca Deport Hit, la cual es representada por un signo de infinito en su logo. Por lo que se simboliza a Maradona como el Diego Eterno.

“Hay cientos de historias, para nosotros increíbles, alrededor de este museo, el santuario del Diego o esta cancha. Como un turista sueco que iba a venir a visitarnos con un amigo. Habían sacado los pasajes pero el amigo se enfermó y no pudo viajar. La siguiente vez que lo vimos al que sí había venido nos contó que su amigo finalmente había fallecido pero que él le había prometido que lo iba a traer acá. Y se sacó de un bolsillo un frasquito cerrado con sus cenizas. Así hay historias para contar que te erizan la piel”.

Esa emotividad que transmite Darío en sus palabras es la que quieren demostrar cada vez que entra un hincha del fútbol a la visitas del Museo, no solo por lo que ve, sino también por la historia detrás de cada reliquia que cuentan los encargados. Que como destaca el fundador: “Somos todos una familia e hinchas del Bicho que queremos que los que vengan por Maradona se vayan con Argentinos”.

Pero el cuento no fue tan sencillo como parece. El normal funcionamiento del Templo del Fútbol tuvo un período en el que se cortó cuando hubo un cambio dirigencial. Estuvo cerrado por muchos meses y el espacio se usaba para cenas, y como centro de juntadas presidenciales, por lo que la higiene y la comida desparramada por el piso hizo que algunos roedores y polillas entraran a los depósitos donde hinchas habían confiado para dejar sus pertenencias para ser exhibidas: “Entonces cuando finalmente me devolvieron el Museo, por la falta de ese ingreso fuerte que se lograba, me encontré con un lugar con muchas camisetas, pelotas y recuerdos moridos y destruidos que ya no podíamos mostrar al público”, aunque por suerte, destacó, que desde hacía un tiempo ya que el espacio estaba cubierto de objetos por lo que no tuvieron espacios vacíos que llenar.

Cuando hablás con un hincha de Argentinos Juniors, en este caso Darío, fiel seguidor del Bicho, sobre Maradona, sobretodo con uno que lo vio jugar desde Los Cebollitas, la pasión que transmite en cada palabra conmueve a todo el que lo escuche, y con Darío no es menos, más que nada cuando cuenta las historias de cada una de las donaciones al museo y que él recibe. Y eso es lo que diferencia a este museo de los de River o Boca, los únicos abiertos al público del fútbol argentino.

Vaccarini buscar integrar a cada persona que ingresa a las instalaciones desde la primera impresión, que sientan la calidez de una familia que los recibe, más el sentimiento puesto en cada palabra, en cada rincón y en cada reliquia exhibida. Ese afecto hace que cada uno de ellos quiera volver una y otra vez porque despierta un sentimiento que va más allá del escudo que te identifique o la nacionalidad que dice en su pasaporte. Por esto, el “Templo del Fútbol” es tan especial.

La historia de Darío no es una cualquiera. Toda una vida vistiendo los colores del Bicho. Toda una vida yendo a alentar al club de sus amores, y finalmente logró representarlo desde adentro al llegar a la dirigencia, tanto así que  en las últimas elecciones se presentó con un grupo de todos dirigentes e hinchas jóvenes que eran conocidos en la institución por trabajar allí desde hacía años y lograron alrededor de un 30% de los votos prácticamente sin campaña. Aunque el ganador fue Cristian Malaspina, con quien mantiene una buena relación, se sorprendió de haber conseguido ese número tan alto.

Finalmente, en una sección del museo se encuentra un cartel y un recorte de un diario que expone la cantidad de partidos que lleva el equipo de fútbol profesional con al menos un jugador surgido en el club. Un condimento que siempre hizo destacar al Bicho es la formación de jugadores estrella, desde Diego Maradona, Juan Román Riquelme o Alexis Mac Allister. En el recorte periodístico se destaca que la racha que aún se mantiene viva con la increíble suma de 1937 partidos consecutivos con algún jugador entrenado en las inferiores. Con una extensión de nada menos que más de cuarenta y cinco años.

Para cerrar, Darío destacó que el Museo funciona los lunes, martes, jueves y sábados de 10 a 17hs para cualquier fan del fútbol que quiera una visita al único museo creado solo por hinchas. Con visitas guiadas por el estadio, incluyendo el terreno de juego, los vestuarios y el santuario de Diego Armando Maradona.

Boca armó su propio Caminito en Miami

Por Tomas Cilley

No hay una ciudad más bostera en Estados Unidos que Miami. Acá casi que no se habla inglés y los inmigrantes son parte de su historia. La civilización del primer mundo va a dejar de ser lo normal. La comunicación es un ruido entre dos desconocidos que no tienen vergüenza de ser salvajes mientras gritan: “Boooca, Boooca, Boooca“. Este lenguaje le será incomprensible a cualquier persona externa que no sepa sobre pasión. Hay mucha hermandad entre ellos. Esa palabra de cuatro letras es un sentimiento eufórico.

Esta vez, a diferencia de casi siempre, Boca no es favorito, pero ellos son locales otra vez. No importa en dónde ni cómo. La hinchada está. La misma que este año en la Bombonera vio a su equipo quedar eliminado por penales contra Alianza Lima en la Segunda Fase de la Copa Libertadores. Sus hinchas están acostumbrados a sufrir, pero también a hacer locuras y viajar lo que haya que viajar siempre. No es casualidad que todos digan: “Boca es grande por su gente”.
El calor, la playa y la fiesta no son cosas difíciles de encontrar en Miami. También abundan los autos deportivos o las sillas de ruedas eléctricas. Se dan lujos que parecen vulgares. Sus parques de diversiones cuentan con montañas rusas que son un shock de adrenalina, miedo e incertidumbre. Similar al juego de Boca, que hace mucho tiempo no es estable.
Pero eso no importa ahora. El Xeneize debutó en una nueva edición del Mundial de Clubes, pero la primera con este formato. El primer rival es el Benfica de Portugal. Los dos saben que en este encuentro se puede definir quién sigue en competencia. Ellos tienen argentinos y campeones del mundo. Como Ángel Di María, que fue silbado por un 90% del estadio, mientras que el otro 10% lo aplaudió. En los negocios y en el fútbol no hay amigos. Por más que sea ídolo de la Selección o que se haya cansado de hacer goles en finales, hoy su camiseta era blanca con bandas rojas. Un caso similar fue el de Nicolás Otamendi, el reconocido hincha de River, quién fue insultado por todos menos por los pocos hinchas del Benfica que lo ovacionaron.
En la previa, cuando la pantalla mostraba algo portugués se escuchaban los insultos,  infinitos. Aunque a los bosteros no los educa nadie. El ambiente en donde están se tiene que adaptar a ellos, nunca es al revés. Era hora de que la 12 despierte en su pecho esperanza, amor y fe.
La temperatura y la intensidad del partido no ayudaban a enfriar el ambiente. Más bien, todo lo contrario. Quedarse quieto bastaba para sentir la presión baja. Los primeros minutos en el Hard Rock Stadium eran una caldera hirviendo. 55.574 espectadores estaban en butacas que eran plateas, ya que el concepto de popular desaparece en el primer mundo. Sin embargo, los asientos no servían de mucho para los que se paraban para alentar a su equipo.
Los gritos afónicos y los corazones movilizados aparecieron rápido. Las cuerdas vocales  se rompieron dos veces antes del minuto 30 gracias al rugido de la Bestia Merentiel y el cabezazo abajo del arco de Rodrigo Battaglia. 2-0 era un resultado muy soñado para un equipo que no gana un título desde 2022. Los abrazos de la Bombonera se trasladaron a Miami. Las banderas, como siempre, se hicieron presente para acompañar al equipo como: “Casilda, Don Torcuato o Mendoza”.
Los portugueses cargaban caras largas, su equipo perdía y encima pagaron entradas para ser tapados. Eran sapos de otro pozo. Hoy los poderosos no eran protagonistas. Su hegemonía era tapada por lo argentino. Era su turno de escuchar cumbia argentina y canciones de cancha que nacieron en el sur. Ellos eran gotas rojas en un mar azul y amarillo. Algunos eran conscientes de la fiesta en la que se metieron, otros, en cambio, no eran fanáticos de ser ajenos a lo que pasaba y ser los gatillos fáciles por si alguien quería pelear. Estaban intimidados y tenían más para perder que para ganar.
El árbitro mexicano, César Arturo Ramos, no tuvo su tarde tranquila: tres expulsiones y un penal polémico que Di María cambió por gol. Las cabezas se llenaban de bronca y nervios de ambos lados.
La estrategia de Boca para el segundo tiempo era planchar el partido. Ganarle a los europeos era mítico. Los goles ya aparecieron, y ahora, los jugadores ovacionados eran los que frenaban el juego o se tiraban al suelo para que de a poco pasen los minutos. El hincha de Boca no perdonaba una. Cuando el rival se equivocaba en un pase, los chiflidos eran insoportables y afectaban a la presión psicológica. Los de afuera no son de palo. Pueden ser un factor clave en los momentos más tensos.

La fiesta la terminó Otamendi. Luego festejó el gol sin ningún tipo de culpa, fue insultado durante los 90 minutos y no fue casualidad su desahogo lógico.

La desilusión apareció y no hubo tal milagro, aunque un 2-2 puede llegar a ser decisivo para el futuro. Sin embargo, al final del encuentro, pasó algo que no es noticia y que en Argentina no pasa. Se amigaron las hinchadas. Conversaciones civilizadas e intercambios de camisetas pasaron a ser moneda corriente. Las felicitaciones de ambas partes no tardaron en llegar, pero lo más insólito que escuché fue en portugués: “Nosotros viajamos hasta Miami sólo porque queríamos saber qué se sentía jugar contra ustedes, si no, no hubiéramos venido”. No es mentira lo que genera el Mundo Boca. Su hinchada une y puede hacer utopías.

Antonelli, de Italia a la Fórmula 1 sin frenos 

Por Catalina García

Con tan solo 18 años ya conquistó las pistas y los corazones de los amantes de las carreras. Con una sonrisa que ilumina hasta el último kilómetro del circuito, y un carisma que despierta cariño y deseo por que logre un título mundial, Andrea Kimi Antonelli llegó este año a la Fórmula Uno para quedarse y convertirse en una de las leyendas de esta categoría. 

La pasión por el automovilismo corre en sus venas, su padre, Marco, quien lo acompaña a todos lados, es un expiloto y actual propietario del equipo AKM Motorsport que compite en la Fórmula 4 italiana. Él le enseñó todo lo que sabía sobre el deporte. 

“Cuando era chiquito solía jugar con autitos en el piso de casa. Me acuerdo que armaba mi propia pista, movía los autitos y hasta comentaba la carrera, ‘Y aquí viene Kimi Antonelli, por fuera en la horquilla ¡Toma la delantera! ¡Qué maniobra!’”, contaba el piloto italiano sobre uno de sus primeros recuerdos. 

Su ligadura con los deportes de motor es tan fuerte que es notable en sus resultados a lo largo de su corta carrera. A partir de los siete años que comenzó a competir y alcanzado los 15 ya había salido campeón de Europa cinco veces. 

Su gran destacamento en las categorías inferiores llamó la atención del Team Principal de la escudería Mercedes, Toto Wolff, quien conversó con el padre de Kimi para que formara parte del equipo junior a los 12 años de edad. 

“La manera en la que corría era muy madura considerando su edad y su experiencia”, comenta el francés Gwen Lagrue, quien trabaja en Mercedes y se encarga de fichar a la próxima estrella, respecto al momento en que puso el nombre de Kimi sobre la mesa.

Más allá de que durante los fin de semanas logrará victoria tras victoria, fue una etapa dura para el oriundo de Bolonia, ya que no solo debía sacar buenas notas en el colegio, sino que también viajar y aprender inglés. La presión lo llevó a replantearse si valía la pena, pero cuando notó que era un orgullo para su padre decidió continuar para adelante. “Todo esto no es solo para mi, sino que también es para él. Llevo su legado”.

“Probablemente te estaba pidiendo más de lo que podías dar”, confiesa el progenitor del joven corredor sobre las peleas que mantenían cuando tan solo era un niño encontrando su lugar en el mundo de las competencias internacionales. 

Sin embargo, Marco siempre supo que era especial. “Me di cuenta que tenía algo extra ese día en que, con 10 años, manejó un Lamborghini de carreras conmigo en la pista de Adria. Ahí fue cuando pensé que podría lograr algo bueno en el automovilismo”. 

No obstante, la exigencia dio frutos. Tras pasar por la F4 saltó abruptamente a la F2 en la que finalizó sexto en el campeonato. A pesar de este resultado, Wolff ya había confirmado a la prensa que Antonelli sería uno de los pilotos principales de la escudería alemana en 2025. 

“¿Cómo será trabajar con un piloto joven? La cosa es que no sé. Kimi no tiene su licencia de conducir aún. Por lo tanto, es un tipo diferente de presión porque hay mucha expectativa en un muchacho tan jóven, super talentoso, pero que todavía no fue probado. Ese es mi trabajo, probarlo y asegurarme de que podamos convertirlo en otro campeón del mundo”, se cuestionaba Peter “Bono” Bonnington, ingeniero de Mercedes, acerca de la llegada de Antonelli a la Fórmula Uno. 

El joven piloto fue bien recibido por sus compañeros de parrilla, todos destacan la madurez y frialdad en la pista. Sin embargo, todavía le queda un largo camino por recorrer. “Hay demasiado para aprender y uno no sabe cuánto no sabe, por eso debemos enseñarle un montón”; “Una gran parte de preparar a un piloto es hacerlos sentir cómodos estando incómodos”, destaca Bono quien trabaja de cerca con la futura promesa del automovilismo. 

Pese a las adversidades que se le presentan, Kimi opta por aprender de cada error, utiliza métodos como la manifestación o la visualización para comprender sus fallas y poder mejorar para la próxima carrera. 

“Visualizo un montón, con todo pero mayormente cuando corro. Cometo un error en la carrera y comprometo un poco el resultado, me imagino ‘¿Y si hubiera defendido mejor?’ ‘Si frenara más en el ápex y no volviera para atrás ¿qué podría haber sido?’ También visualizo un poco sobre el futuro. Manifiesto”. 

El éxito es una palabra que identificará la carrera del tercer piloto más joven en haber debutado en La Máxima. Todavía tiene un largo camino por recorrer, pero los expertos se adelantan en asegurar que el futuro del muchacho será igual o más grande de lo que alguna vez fue Senna, ídolo de Kimi Antonelli. 

Paula Badosa, otra vez en el top ten

Por Manuel Izquierdo

La familia de la tenista española Paula Badosa está formada por Josep Badosa, su padre, y su madre Mireia Gibert, de origen gerundense, quienes emigraron para desarrollar sus carreras en el mundo de la moda. Cuando Paula tenía seis años regresaron a Barcelona. Empezó a jugar en el club Playa de Aro. A  los catorce años necesitó un cambio y se trasladó a Valencia, al Tenisval, con José Altur y Pancho Alvariño. Regresó a Barcelona cuando tenía diecisiete años.


La tenista española nació en los Estados Unidos en la ciudad de Nueva York el 15 de noviembre de 1997. Hoy en día está en el puesto de Ranking 10 del mundo de la WTA.

En 2014, con 16 años, fue convocada por Conchita Martínez, capitana del equipo español de Copa Federación. Al año siguiente, se proclamó campeona de Roland Garros Junior, cuatro meses después de hacer su debut como profesional en el circuito WTA en el Masters de Miami, donde alcanzó la tercera ronda. En el año 2017 la tenista española se proclamó campeona  de España, tras derrotar en la final a Carla Suarez en tres sets. En el 2021, tras conseguir su primer título WTA en Belgrado, fue la primera y única tenista española en obtener el título del Indian Wells.

 


En abril del 2022, llegó al puesto número 2 en el Ranking WTA, su mejor ranking hasta la fecha.

Badosa llegó a ser la número 8 del mundo junior en enero de 2015. Hizo su debut en ese circuito con 14 años en octubre de 2012, alcanzando los cuartos de final tras superar la fase previa en la Copa Junior Sánchez Casal en Barcelona. 

 

12 de junio: la historia detrás del Día del Arquero

Soccer Football - FIFA World Cup Qatar 2022 - Final - Argentina v France - Lusail Stadium, Lusail, Qatar - December 18, 2022 Argentina's Emiliano Martinez saves a shot from France's Randal Kolo Muani REUTERS/Molly Darlington

Por Franco Lewkowicz 

Durante mucho tiempo, en la jerga popular argentina, la frase “el día del arquero” funcionó como un sinónimo de lo inalcanzable, una forma pintoresca de señalar que algo jamás ocurriría. Sin embargo, desde 2011, ese día existe. Y no sólo existe, sino que se resignifica año a año como un verdadero homenaje a quienes ocupan el lugar más ingrato y heroico del campo de juego. Cada 12 de junio se celebra en Argentina el Día del Arquero, y con él, se honra una figura que representa entrega, valentía y soledad.

  La elección de la fecha no es aleatoria. Ese mismo día, hace más de una década, se oficializó la fecha, ya que coincide con el nacimiento de Amadeo Carrizo en 1926, uno de los próceres del arco nacional. Oriundo de Rufino, Santa Fe, Carrizo no sólo fue un arquero excepcional, sino un innovador que transformó el puesto para siempre. Jugó más de dos décadas en River Plate, donde disputó 521 partidos oficiales, y se convirtió en un símbolo de técnica y temple. Fue el primero en animarse a salir del área para cortar jugadas, en jugar con los pies como si fuera un líbero y en entender el rol del arquero no como un simple atajador, sino como un participante activo en la construcción del juego. En una época donde el puesto era casi un castigo, él lo convirtió en una elección. Su estilo marcó a generaciones y lo posicionó como un adelantado a su tiempo. Tanto, que su influencia se percibe incluso hoy.

  La esencia de esa transformación puede verse reflejada en cualquier rincón del país donde una pelota ruede. En una tarde cualquiera, en el corazón del Parque Centenario, un pibe de unos once años, con camiseta sin nombre y guantes un poco gastados por el entrenamiento, se lanza sobre la mezcla de tierra y pasto con una determinación admirable. La pelota va rasante hacia su izquierda, pero él se estira como si sus brazos crecieran en el aire. Ataja. Se reincorpora con la velocidad de un gato y vuelve a pararse firme frente al arco improvisado con dos conos. Un nuevo remate lo obliga a volar hacia el otro palo. Salva otra vez. No hay cámaras ni tribunas, pero sí una voluntad que no conoce tregua. Su cuerpo habla el idioma de los reflejos y su mente vive adelantada, siempre esperando lo inesperado. En su mundo, ese pedazo de césped es como si estuviera en un estadio entero.

  Para quienes se han calzado los guantes profesionalmente, ese fuego interno es fácil de identificar. Hernán “Chispa” Coldeira, hoy con 52 años, lo reconoce en cada chico que entrena. Fue arquero durante toda su carrera, coronada por el histórico ascenso con Arsenal de Sarandí a la Primera División en 2002, y desde hace años trabaja como entrenador de arqueros. Según cuenta, su relación con el puesto no fue inmediata. En sus primeros años como jugador, prefería jugar de delantero. Alternaba entre atacar y atajar, hasta que la falta de oportunidades en ofensiva lo empujó definitivamente hacia el arco. Con el tiempo, encontró ahí un lugar en el que no sólo se sentía cómodo, sino apasionado. De a poco, el gusto se convirtió en amor, y el amor en convicción.

  Coldeira sostiene que la mayor dificultad de ser arquero no reside únicamente en lo técnico, sino en la carga emocional que implica. Al ser el último obstáculo antes del gol rival, el margen de error es mínimo y la exposición, total. Cualquier equivocación se transforma en noticia, y el impacto mental puede ser demoledor. Por eso, afirma que la fortaleza psicológica es tan importante como los reflejos o el posicionamiento. Asegura que hay que estar preparado para equivocarse y, sobre todo, para levantarse inmediatamente después.

  Desde su experiencia como formador, remarca la importancia del acompañamiento humano. Asegura que cuando un arquero atraviesa un mal momento, lo primero que hay que hacer es detectar si hay un problema personal afectando su rendimiento. Y que, una vez detectado, el rol del entrenador no puede limitarse a lo táctico: hay que estar, escuchar, sostener. Apuntalar desde lo emocional es, para él, parte fundamental del proceso.

En los últimos años, celebra con alegria que el puesto haya empezado a recibir el reconocimiento que merece. Considera que ya no es visto como un espacio de descarte o como una función menor, sino como una posición compleja, noble y esencial dentro del equipo. Valora que exista una fecha dedicada exclusivamente a esa figura muchas veces olvidada, y asegura que es un símbolo de que algo ha cambiado para bien.

  Y no duda en afirmar que ese reconocimiento no es gratuito. Se construyó gracias a los enormes arqueros que tuvo el país a lo largo de su historia: desde Carrizo hasta Fillol, de Gatti a Pumpido, de Abbondanzieri a Romero, de Goycochea a Emiliano Martínez. Cada uno dejó una marca, y juntos forjaron una identidad que hoy se mantiene vigente gracias a la calidad y cantidad de arqueros que siguen surgiendo en el fútbol argentino.

  Por eso, el Día del Arquero ya no es una ironía: es una celebración necesaria. Una forma de agradecerle a esos jugadores que están hechos de otra pasta. A los que se ensucian más que nadie. A los que vuelan para salvar sueños que no son suyos. A los que están solos cuando todo el equipo va al frente, y que tienen que estar firmes cuando todos dudan. Porque en un país que admira al que hace goles, también hay lugar para idolatrar al que los impide.

  Hoy, además, hay un nuevo ídolo que reavivó el orgullo del puesto: en cada potrero del país, cuando un chico vuela hacia un palo gritando “¡Dibu!”, no sólo imita una atajada, sino que se abraza al sueño de ser arquero. Martínez no sólo detuvo penales: también devolvió al arco argentino un lugar en la gloria. Y en cada grito infantil, en cada salto con los brazos estirados, se escribe la próxima página de esta historia bajo los tres palos.

  Y es ahí, en ese rincón del campo donde el aire pesa distinto, donde nacen los héroes silenciosos. Los que levantan a su equipo desde lo más atrás del campo de juego. Los que no aparecen en las tapas, pero quedan en la memoria. Los que no piden nada, pero lo dan todo. Los que, cada 12 de junio, tienen al fin su merecido día.

Se despide Goodison Park: el estadio que vio la caída del Rey y su ángel

Por Juan Pablo Lopez

El estadio dejará de ser la casa del fútbol masculino del Everton en la temporada 2025/26. En tiempos de estadios inteligentes, naming rights y butacas corporativas, ese rincón de Liverpool parece una pieza arqueológica. Allí, en su césped curtido por la niebla y el juego inglés, Brasil dejó de ser invencible.

La Brasil de Pelé era una obra de arte, una coreografía armada entre el barro y el sol. Venía de ganar dos Copas del Mundo con Pelé, el Rey, acompañado de Garrincha, ese ángel cojo que jugaba como si escuchara música que nadie más oía. Juntos, nunca perdieron, y en Goodison, jugaron su último partido como dupla, ya que el icono del Botafogo dejó la selección luego de 11 años, dando su último paso internacional en la isla europea.

El Mundial de Inglaterra fue áspero desde el inicio. A Brasil lo recibieron con advertencias insólitas de la FA, como por ejemplo que “el café podría ser considerado una sustancia estimulante”. La respuesta brasileña, volvió con tono cómico: “El té de ustedes tiene más cafeína”. La preparación, empezaba a ser un desmadre.

Pasaron por cinco ciudades en Brasil antes de viajar. Convocaron a 49 jugadores. Se entrenaban en cuatro equipos distintos, y se colaron nombres por error: llevaron al Ditão del Flamengo en vez del de Corinthians. Feola, que había sido el técnico en el 58’, no encontraba el equipo y para colmo cambiaron al preparador físico a último momento por uno especializado en judo. Djalma Dias, excluido, acusó públicamente a la Confederación de convocar al veterano Bellini —capitán en 1958, ya con 36 años— “por saudosismo” y que la razón de su convocatoria recayó en su buen pasado más que en su presente. 

En la lista definitiva había solo dos futbolistas de fuera del eje Río-São Paulo: Alcindo, del Grêmio, y Tostão, del Cruzeiro. La centralización irritaba, pero Brasil no parecía tener tiempo para discutir su federalismo futbolero. Además, el propio Alcindo se lesionó el tobillo en mayo ante el Bangu, lo enyesaron por dos semanas, pero igual lo llevaron. Feola, el técnico, lo quería como titular en el debut. “Estaba demasiado bien”, decía al Jornal dos Sports. Todo eso, antes de siquiera pisar Inglaterra.

Brasil debutó con una victoria por 2 a 0 frente a Bulgaria en Goodison Park. Los goles fueron de pelota parada: uno de Pelé y otro de Garrincha. Pero más allá del resultado, fue un partido violento, cargado de golpes bajos. Los búlgaros no se achicaron ante el bicampeón y fueron al cuerpo desde el primer minuto. Pelé recibió patadas por todos lados y terminó maltrecho, sin poder jugar el siguiente partido. A pesar del triunfo, la sensación era rara: el jogo bonito había ganado, sí, pero a un precio altísimo.

Ese era el marco en la previa de la segunda fecha: sin Pelé, lesionado tras los golpes sufridos ante Bulgaria, Brasil salió a enfrentar a Hungría en el estadio de los Toffees con un equipo remendado y un ánimo desconcertado. El resultado fue el principio del fin: derrota por 3 a 1, en un partido en el que la selección húngara mostró una precisión táctica y física que desnudó las falencias de un Brasil que ya no era el de 1958 ni el de 1962. Fue también el fin de una racha que sigue vigente al día de hoy: trece partidos invictos en Mundiales. La defensa parecía lenta, el mediocampo sin ideas y Garrincha, que aún tenía chispazos de magia, ya no era ese ángel imbatible, sufrió su única derrota con la selección, en su partido número 50, el último. 

En los pasillos del estadio, hubo silencio, resignación y rabia. Dicen que en el vestuario se escuchaban las gotas de la ducha mal cerrada. Garrincha solo repitió en voz baja: “Así no”. Nadie habló. Solo se oían las vendas despegándose de la piel.  La derrota dolió, pero no terminó de hacer sonar la alarma. Aún quedaba una última bala.

Feola hizo nueve cambios, entre ellos, Garrincha al banco. Pelé volvió, todavía maltrecho, y los esperaba una Portugal que tenía a Eusebio y un mediocampo con cuchillos que cazó al 10 de Brasil con violencia. El árbitro inglés George McCabe no vio, no quiso ver, y provocó que el Rey siguiera jugando lesionado. Sin cambios, sin protección, otra vez la derrota fue 3-1. João Morais golpeó sin piedad, McCabe, no lo amonestó, provocando que el brasileño terminase sin poder caminar, fuera del campo, sin cambios disponibles. Fue su única derrota en Copas del Mundo en 14 partidos, y la eliminación más prematura de un campeón defensor desde Italia en 1950. Pelé, años después, lo resumió con amargura: “Pensé que para mí se habían terminado los Mundiales. El fútbol ya no era fútbol; era violencia. Yo no quería terminar inválido, ni dejar inválido a nadie. Pero no haber jugado en 1970 habría sido un error imperdonable”.

A la vuelta, los hinchas brasileños que habían viajado improvisaron una batucada lenta y cantaron “Tristeza, por favor vá embora”. Una escena impensada solo cuatro años antes, cuando Garrincha volaba sobre el césped como un ángel y Pelé era, sin discusión, el rey.

Goodison no celebró ese día. No era su fiesta, pero fue testigo de la caída de un héroe, la de su ángel y el fin de esa ilusión de que el talento siempre puede más que la fuerza. Por eso el campo de juego deja marcas, siendo una de ellas ese derrumbe. A veces, un estadio no se hace mítico por los goles que celebra, sino por las caídas que presencia, y ese mes de julio, en Goodison Park, la pelota dejó de bailar, El rey fue cazado, El ángel dejó de iluminar y el mundo del fútbol entendió que ni siquiera los más grandes son eternos.