La vida de Santiago Sosa comenzó como la de cualquier niño o niña que durante sus primeros años fantasea con ser futbolista y llegar a jugar en la primera del club del que es hincha. A sus diez años dejó Club Mercedes para cumplir su sueño y comenzó su carrera en River, donde hasta el día de hoy -11 años después- sigue creciendo entre sus pasillos.
Sus primeros pasos fueron en Club Mercedes y cada vez que vuelve sus ojos brillan de alegría: “Tengo muchos recuerdos de chiquito porque ahí jugué desde los cinco hasta los diez años. Además, tengo una aprecio muy grande por el club y por la gente que lo conforma.”
También le contó a ElEquipo que cada vez que vuelve a Mercedes y ve a los nenes tan chiquitos jugando lo lleva inmediatamente a pensar en los momentos que vivió en el club y todos los partidos que jugó en la cancha de nueve que se encuentra en el predio de Héroes de Malvinas y la calle 60.
Su primera aparición en el plantel profesional fue en el 2018, cuando debutó ante Racing Club en los octavos de final de la Copa Libertadores, tras reemplazar a Juan Fernando Quinteros. Hoy juega en la primera del club del cual es hincha y es guiado por Marcelo Gallardo: “Marcelo me dejó varias enseñanzas. Con él logré entender cosas con respecto al posicionamiento en la cancha y también con la táctica antes de cada partido”, aseguró.
El mediocampista mercedino llamó rápidamente la atención y en el 2019 tuvo propuestas de equipos europeos como el Everton y el Tottenham y llamados de la MLS para jugar en el Seattle Sounders, pero el hincha de River prefirió seguir con la banda roja en el pecho. Hablando con El Equipo, Santiago recordó a esos clubes y comentó que le hubiese gustado jugar en el Everton, ya que el fútbol inglés es uno de sus preferidos.
Además de ser jugador de fútbol, Sosa también es estudiante de contabilidad y sueña con tener su titulo y en algún momento poder dedicarse a eso: “Recibirme sería algo muy bueno, es una meta personal que tengo y que quiero cumplir”.
Debutó en Newell’s Old Boys, con el que ganó el Torneo Apertura en 2004. Luego se consagró campeón del Torneo Clausura con Vélez en 2009 y en 2011, sumándole el título de Primera División en 2012 y la Supercopa al año siguiente. También participó de la Selección Argentina en 2012 y en 2014. Sebastián Domínguez se retiró del fútbol en 2017 y se dedicó a su nueva carrera como analista del juego en la televisión y, entre otros sueños pendientes, a pasar tiempo con su familia.
En una extensa charla con estudiantes de DeporTea, Domínguez asegura que lo que llevó a decidirse por el periodismo deportivo y el análisis, luego de su retiro, fueron esos periodistas que lo querían entrevistar para conocerlo realmente y no por tener el deber de hacerlo. Todavía le rebotan en la cabeza aquellos tiempos en los que sintió decepción al ver publicadas sus palabras: “Ponían cosas que habíamos acordado no exponer”.
Lector curioso y uno de los impulsores del proyecto Pelota de Papel en el que futbolistas escriben cuentos, comentó que le gustaría ser entrenador pero que siempre percibió que su familia lo estaba esperando. “Tenía que dar un paso al costado”, planteó. Y, entusiasmado con su escenario laboral del presente, agregó que lo que trata de hacer en la televisión es enfocarse directamente en encontrar el eje del partido y sacarle jugo al juego en sí.
El ex marcador central admitió que lo que más le costó en su transición de jugador a analista fue empezar desde cero. “Tuve un lugar en la Selección, cada uno o dos años salía campeón, tenía el ego muy arriba”, reconoció e hizo hincapié en que volver a ganarse el prestigio, esta vez en otro ámbito, fue una lucha. “Ahora no soy tan importante”, señaló.
Además de haber estado 35 años en el mundo del fútbol, el rosarino resaltó que quien se desempeña como defensor suele ven más situaciones de la cancha. Consideró que por su posición en el campo de juego tiene más facilidad para analizar los partidos y que a los cinco minutos del comienzo, de tanto haber disputado y observado fútbol, ya detecta mecanizaciones y manías que se repiten.
Respecto a sus formación, Domínguez mencionó que el camino hubiese sido correcto de haber estudiado periodismo y valoró a quienes lo hacen, pero, a pesar de eso, detalló que se retroalimenta con profesionales expertos como Miguel Simón y como Juan Pablo Varsky, entre muchas y muchos, quienes le preguntan sobre el juego y con quienes aprende cada una de las cosas que no incorporó a lo largo de su vida en relación al periodismo.
Por otro lado, el ex futbolista manifestó su opinión sobre los programas que basan sus contenidos en la polémica: “El fútbol pasa a ser una bandera de guerra para nosotros, por eso termina siendo seductor un programa de polémica. Me parece muy arriesgado decir que un periodista habla de polémica porque no sabe analizar el fútbol, capaz es porque sabe que le funciona o también puede haber un poco de miedo”. A su vez destacó que hay una camada de periodistas que ven el fútbol con herramientas parecidas a las de algunos de los nuevos entrenadores.
Siguiendo con su interpretación sobre lo que se puede hacer comentando fútbol, diferencio dos instancias, ya que se puede analizar un partido que pasó, o dar información de lo que va a pasar y acertar o no. “Para mí decir en un partido que algo va a pasar y que se dé es como hacer un gol en Primera”, expuso.
Cuando el defensor dejó su carrera deportiva, el análisis de los partidos no era uno de los fuertes del momento. “Los programas de análisis están teniendo un lugar que antes no había y se le está sumando mucha complejidad al lenguaje. De todos modos, yo me quedo siempre con el valor del mensaje”, planteó, y completó que debate mucho sobre eso con Morena Beltrán, compañera de programa, cuya calidad profesional destacó. “Veo el periodismo desde no haber estudiado. Por eso prefiero mantenerlo simple, para entendimiento de todos, lo que no significa quitarle elementos al análisis”, admitió.
Domínguez evaluó que uno de los mayores desafíos que tuvo que enfrentar en esta nueva etapa fue cubrir Atlético Paranaense contra River en Brasil. “La transmisión arrancaba a las diez de la mañana y el partido era a las diez de la noche. Fue muy difícil”, indicó, y elogió a sus compañeros Beltrán y Francisco Cánepa, quienes tienen una gran facilidad para poder comprender y absorber materiales y comunicarse. “Pueden hablar desde el minuto cero hasta, por ejemplo, el treinta y cinco sin una sola redundancia”, manifestó con admiración.
El ex capitán de Newell’s recordó su época de jugador y, desde esa perspectiva, rememoró una charla con Hernán Crespo, exfutbolista y actual director técnico, quien le afirmó que no puede cambiar el juego y que va a encontrar cosas muy lindas en esto, pero nunca va a ser protagonista del deporte o ser el factor de cambio, que es lo que a él le apasiona. También, expuso: “Gabriel Milito fue uno de los tipos que más me enseñó, pero nosotros no podíamos jugar como él quería”, respecto a cuando lo dirigió en Estudiantes de La Plata y compartió que muchas veces la misión del entrenador es informar al futbolista y luego es éste quien toma la decisión. “La responsabilidad no la asume el jugador, y tampoco se lo damos nosotros al técnico”, explicó desde el punto de vista del equipo.
Además, remarcó que, para entrevistar a Ricardo Gareca, para el programa de ESPN “Hablemos de fútbol”, tuvo que ver muchas entrevistas para aprender a sacarle más jugo al entrevistado y poder lograr que sea una nota única, dada la particularidad que implicaba que su interlocutor había sido su entrenador en Vélez y existía entre ambos un lazo personal. “El Tigre va a estar bien conmigo, pero tengo que tratar que no sea la misma nota que le puede dar a cualquiera, tengo que hacer algo distinto”, aclaró.
Abierto a deliberar sobre cada cuestión del fútbol, el exfutbolista resaltó que uno de los trabajos más difíciles del mundo deportivo lo tiene el árbitro, quien suele ser maltratado tanto por jugadores como por periodistas. “Hay mucha menos mala fe de la que creemos, y de creer que siempre el otro tiene la culpa”, reconoció, aunque igualmente señala que algunos suelen equivocarse. “Tienen que decidir situaciones muy complejas en segundos, que luego van a ser analizada por nosotros. Nada sencillo”, precisó.
Despejando la duda de muchos de sí el fútbol te prepara para el momento de retirarse, Domínguez no duda en negarlo: “El fútbol no te prepara porque es fútbol y tanto a un dirigente como al te va a ver no le importa que hables siete idiomas, le importa que le pases la pelota al que tiene el mismo color de camiseta y pueda hacer un gol”, señaló y remarcó que algunos, como él, tuvieron suerte. “Cuando era chico, por decisión de mi papá y de mi mamá, tenía la responsabilidad, que hoy agradezco, de ir a la escuela, salir e ir a entrenarme. Y podía alimentarme bien. Competía con pibes de los que muchos no iban al colegio, otros tomaban un mate cocido sin azúcar con un pan y así iban a entrenarse hasta las tres de la tarde, y yo había desayunado, almorzado y después iba a practicar. Tenía esa ventaja”, reflexionó y concluyó que por ahí deportivamente algunos eran superiores pero, gracias a ese escenario, se generaron mejores condiciones para encarar su carrera.
A lo largo de la historia del fútbol, sus reglas han sido modificadas por parte de la Federación Internacional de Fútbol (FIFA), para buscar una mejor experiencia en el juego. A veces sale bien y otras no, como el Gol de Oro.
Esta regla consistía en evitar llegar a la tanda de penales. Cuando un encuentro terminaba empatado, se jugaba un alargue de 30 minutos. El equipo que marcaba en el tiempo extra, se convertía automáticamente en el ganador del partido.
Su primera aparición fue en el Mundial Juvenil de Australia en 1993. También se lo empleó en la Eurocopa de 1996 y dos años más tarde, le llegó el momento de debutar en la Copa del Mundo. Su destino fue Francia y justamente su única aparición en ese Mundial, sirvió para definir el partido de octavos de final, entre dicho país y Paraguay.
En el estadio Félix Bollaert de la ciudad de Lens, el conjunto Albirrojo renunció a su ataque y aguantaba para llegar a los penales, mientras que el país anfitrión seguía intentando para que le quede aunque sea una. 114 fueron los minutos de espera para que llegue el primer gol. Robert Pires la tomó por la derecha y tiró un centro al área. Allí, David Trezeguet se la bajó de cabeza a Laurent Blanc que metió un derechazo para así definir al segundo palo y dale a la victoria al equipo francés. El anfitrión clasificó a cuartos de final. “Paraguay dio una imagen fantástica con jugadores de gran categoría y demostró que estaba a la altura del Mundial”, dijo Trezeguet en Tigos Sports.
En Corea-Japón 2002, el Gol de Oro tuvo un poco más de protagonismo. Fue utilizado de tres partidos: Suecia vs. Senegal, dónde el conjunto africano venció 2-1 en el tiempo extra y accedió a cuartos de final. Corea del Sur vs. Italia, cuando a los 117 minutos, Jung Ahn cerró el encuentro con un 2-1, dándole la clasificación también a cuartos de final a los coreanos.
Turquía vs. Senegal, en este caso el encuentro culminó 0-0 y a los 4 minutos del alargue, IIhan Mansiz, marcó el gol para darle el pase a semifinales a la selección turca. Una vez finalizado este Mundial, se usó en Copa Confederaciones 2003 y luego la FIFA decidió eliminarlo de las competencias.
A raíz de esto, en 2002 la UEFA (Unión de Asociaciones Europeas de Fútbol), creó un nuevo sistema: el Gol de Plata. Este segundo intento consistía que si un equipo terminaba con ventaja de gol tras la primera parte de la prórroga, se convertía en el equipo ganador del partido sin disputar la segunda mitad. Fue utilizado hasta la Eurocopa 2004, pero la FIFA decidió abolir el uso de estos goles en toda competición futbolística. Manteniendo la prórroga de estos dos tiempos extras completando 15 minutos en ambos. El Gol de Oro transformó el tiempo extra en un ataque al corazón constante, hasta el punto de que los penales se convirtieron en una mejor opción para los aficionados.
Esta medida fue de gran ayuda para los franceses ya que también fue determinante en la Eurocopa 2000. No duró mucho pero dejó su huella.
La probabilidad de que una selección llegue a la final de un mundial es más que baja; solo trece de 79 participantes han alcanzado la instancia más preciada. No obstante, una variedad mucho más amplia de nacionalidades ha estado representada en un rol que, aunque odiado por los hinchas, es tan necesario como el de los futbolistas: el de los árbitros. Fue desde esta posición que, en el Mundial de Francia 1998, el réferi marroquí Said Belqola y el juez de línea sudafricano Achmat Salie consiguieron vivir el partido más importante del mundo del fútbol. Por primera y única vez, dos africanos pudieron disfrutar, desde dentro del terreno de juego, la magia de una final.
El marroquí Belqola ya venía de tener dos buenas actuaciones sin ninguna controversia en la fase de grupos, en Argentina 1 – Croacia 0 y en Alemania 2 – USA 0. Por su parte, el sudafricano Salie también participó en cuatro partidos como juez de línea previo a esta instancia. Debido a sus buenos desempeños y sumado a que, al no ser ni europeos ni sudamericanos, ni Brasil ni Francia se podían quejar de favoritismo, la FIFA decidió su participación en la final.
En el partido decisivo, Francia 3 – Brasil 0, Belqola y su equipo arbitral no tuvieron muchas intervenciones de relevancia, debido a la amplia diferencia que lograron los locales. La situación más recordada se dio cuando el encuentro iba 2 a 0, momento en que el referí marroquí expulsó correctamente por segunda amarilla a Marcel Desailly, tras un fuerte puntapie a un defensor brasileño.
Para llegar a dirigir en el Mundial Francia ´98, Belqola primero tuvo que arbitrar en las Copas de las Naciones Africanas del ´96 y del ´98, en las que participó en cuatro partidos, entre los cuales estuvieron la final del ´96 y el inaugural del ´98. Su destacada actuación en estas competencias le valió el pase al Mundial donde haría historia.
Un dato sorprendente es que tanto Belqola como Salie no se dedicaron únicamente al fútbol, sino que también contaban con otro trabajo en sus países de origen. En Fez, Marruecos, Belqola obraba como oficial de aduana, mientras que Salie, en Sudáfrica, era diseñador de muebles.
Pese al escaso ingreso que les brindaba el arbitraje en su África natal, ambos se las arreglaron para poder llegar a lo más alto del deporte. De los 75 referis, asistentes y jueces de línea que participaron en las finales de todas las ediciones, son los únicos dos provenientes de aquella región. Para ponerlo en perspectiva, a lo largo de su historia, Argentina aportó cuatro veces más árbitros y asistentes que todo el continente africano.
Ambos jueces alcanzaron en Francia 1998 lo que cualquier selección africana anhela, pero lo que a todas les resulta esquiva, la final de un mundial. Desde la participación de Egipto en Italia 1934, hasta Rusia 2018 ha habido grandes equipos africanos, como Camerún en 1990 o Ghana en 2010, pero ninguno pudo igualar lo conseguido por dos réferis, uno marroquí, el otro sudafricano, que, por 90 minutos, en 1998 pudieron pisar el césped más prestigioso y estampar su imagen en la historia del fútbol africano y del fútbol mundial.
Es sabido que, dentro de un deporte como el fútbol, y aunque todos se preparen para ganar, siempre habrá un vencedor y un perdedor. Un primer puesto y un segundo. Es inevitable, se gana o se pierde. Ahora bien, ¿está mal salir segundo? ¿Qué pesa más, el “qué” o el “cómo” y “por qué”?
A raíz de esto y a través del tiempo, en el deporte crecieron dos corrientes de pensamientos opuestas. Una es más resultadista, que cree que si no se sale primero no sirve de nada, si no se logra el objetivo, todo el camino que se realizó para llegar a la instancia definitiva, de poco vale. Hay que ganar sin importar el costo y las formas. Se da más importancia al “qué”. ¿Qué sos? ¿ganaste o no? ¿campeón o no? De esta corriente, solemos escuchar cosas como “sos un perdedor por salir segundo”, “los segundos no ganan nada” o “nunca se acuerdan del que salió segundo”. Pero, ¿realmente se es un perdedor por salir segundo? ¿los segundos no ganan nada? ¿nunca se acuerdan del que salió segundo?
Precisamente de este cuestionamiento viene la otra corriente de pensamiento. En esta, se prioriza el camino, las maneras y los métodos que se utilizan para lograr el objetivo. Toma al primer puesto como un accidente secundario de un proceso efectivo. Hay que ganar, claro, pero no “como sea”. Se valora más el “cómo” y el “por qué”. Los seguidores de esta ideología son los que, cuando no se gana o no se sale campeón, deciden darle importancia y mérito al camino y al segundo puesto logrado.
Por eso, nos atrevemos a recordar algunos equipos y selecciones que, pese a que no pudieron consagrarse con título, dejaron su huella y una marca que será imposible borrar, porque seguirá siendo recordada y contada generación tras generación.
Holanda 1974: La naranja mecánica
Dirigida por Rinus Michels y manejada por Johan Cruyff, la selección de Holanda de 1974 fue, es y será recordada como uno de los mejores equipos de la historia del fútbol. A través de un juego innovador, colectivo, versátil e intenso, la denominada “Naranja Mecánica” cambió el formato del fútbol. Cada uno de sus jugadores cumplía a la perfección con su deber, generando una efectividad tanto en defensa como en ataque, acompañados de una presión terminante. Cada máquina, se necesita un motor. Ese, era Johan Cruyff. Él manejaba la orquesta, a la vez que tocaba. El cerebro del equipo dentro del campo de juego.
En el Mundial de Alemania de 1974, Holanda llegaba, luego de 36 años sin participar en un campeonato del mundo (el último había sido en Francia 1938), con una mirada poco optimista. Pero, aun así, la historia fue distinta. En el primer partido, Holanda le ganó 2-0 a Uruguay, con goles de Rep. Luego de empatar 0-0 contra Suecia por el segundo encuentro, le ganó 4-1 a Bulgaria, con goles de Neeskens (dos), Rep y De Jong. Ya por la segunda fase, llegó una obra de arte ante Argentina. Con dos de Cruyff, uno Krol y otro de Rep, goleó 4-0 a la albiceleste. Siguió con el 2-0 a la República Democrática Alemana, gracias a Neeskens y Rensenbrik, y otro 2-0 (Neeskens, Cruyff) contra el vigente campeón, Brasil. Llegó así a la gran final, contra Alemania Federal. Pese a empezar ganando con un gol de de Neeskens de penal a los dos minutos, el local lo dio vuelta con goles de Breitner y Gerd Müller, y se quedó con la Copa del Mundo.
La Holanda del 74 no ganó ningún título. No celebro ningún campeonato. Nunca dio una vuelta olímpica. Es cierto, hizo mucho más que eso. Porque innovar y cambiar la forma de ver y jugar al fútbol, también es una manera de quedar en la historia. Holanda no necesitó ser campeón del mundo, ni de nada, para hacerlo. Decidió no ser parte de una lista donde simplemente se nombren a todas las selecciones campeonas del mundo (sin desmerecer, obviamente). Prefirió que se escriba y se le dedique un capítulo aparte. Un antes y un después.
Huracán 2009: Los ángeles de Cappa
El Huracán del 2009, dirigido por Ángel Cappa, es otro de los equipos recordados con el paso del tiempo, a pesar de nunca haber salido campeón. Con un juego colectivo, de asociaciones y vistoso, llamó la atención de todos en el fútbol argentino.
Con una campaña muy buena en cuanto a resultados (doce ganados, dos empatados y cinco perdidos, en diecinueve fechas) y actuaciones en encuentros muy recordados como, por ejemplo, el 4-1 contra Racing en Avellaneda, la goleada 4-0 contra River en Parque Patricios e, inclusive, el clásico ante San Lorenzo ganado por 1-0, permitieron que el “Globo” llegará puntero con 38 puntos, a tan solo uno de su escolta Vélez Sarsfield (37 puntos), a la última fecha del Clausura 2009. Es al equipo de Liniers, justamente, a quienes se tendría que enfrentar para definir el campeón. Un empate era suficiente. Pero no sucedió. En una muy polémica final, de un arbitraje (Gabriel Brazenas) muy malo para ambos lados, Vélez ganó con un gol de Morales, faltando ocho minutos para el final, 1-0.
Más allá de los errores, que claramente tuvo la terna arbitral, “los ángeles de Cappa” demostraron un nivel futbolístico muy alto y superior al resto durante gran parte de ese torneo. Tanto es así que, fue elegido, por el diario “Olé”, como el segundo mejor equipo del año, solo detrás del subcampeón mundial, Estudiantes de la Plata.
No salió campeón. Pero quedará en la memoria de todos los hinchas de Huracán y de los amantes del fútbol. Porque ese Huracán, fue uno de los equipos que mejor jugó este deporte en nuestro país.
Estudiantes de LP vs Barcelona 2009: Dos polos opuestos
Dos equipos. Dos polos opuestos. Una final. Eso representaba Estudiantes de la Plata y el Barcelona en la definición del Mundial de Clubes 2009.
Por un lado, el campeón de América, de Copa Libertadores. Un equipo con una idea clara y definida, que contaba con jugadores perfectos para poder ejecutarla de la mejor manera. Un director técnico, un maestro, criado y salido del propio club, como Alejandro Sabella. Todos a la altura de lo que el “Pincha” demanda. Equipo ganador nato. Defendiéndose fuerte y muy bien atrás, replegándose para salir de contra y, la que quede, mandarla a guardar. Efectivo, aguerrido, peligroso y agotador. Eso presentó arriba de la mesa el equipo argentino, además de toda su grande y rica historia.
Por el otro, el campeón de la Champions League, de Europa (entre tantas otras cosas). También con una filosofía totalmente definida y practicada hace años. Jugadores de primerísimo nivel, de los mejores del mundo, llevaban a cabo un juego digno de llamarlo “espectáculo”. Con un filósofo, justamente, de D.T, surgido de la Masía blaugrana, llamado Josep Guardiola. El mejor Barça de la historia y uno de los mejores equipos de la historia. Fútbol asociado, colectivo, y de posesión, generador de continuas oportunidades de gol. ¿Su mejor defensa? La pelota. Abrumador, peligroso y agotador. Carta de presentación del equipo español.
En teoría, y en la previa, los equipos con polos opuestos y muy distintos, muestran más similitudes de las que uno cree. Cualidades y datos parecidos en ambos equipos. Todo en una final. En cuanto al partido en sí, nos encontramos a un Estudiantes decido y eufórico en tratar de detener el medio del Barcelona, su motor (¿Quién mejor que el propio Sabella para contar cuál era el plan?). Incomodando lo máximo posible al Barcelona, generaron, incluso, más ocasiones claras de gol en la primera mitad. En una de ellas, tras un gran centro de Enzo Pérez entre los centrales (Puyol y Piqué), el goleador “pincharrata”, Mauro Boselli cabeceó y anotó el primer gol del encuentro.
A partir de ahí, y durante toda la segunda etapa, el equipo argentino se dedicó solo y únicamente a defenderse, a que no le empaten el partido. Y es que, el plan era ese. El extremo más positivo e utópico estaba sucediendo. Molestar al Barça, ponerse en ventaja en los primeros 45 minutos y aguantarlo en lo que queda. Y hasta el minuto 88, lo había logrado. Pedro, tras tanto insistir, encontró el empate y obligó el tiempo extra. Ya exhausto, y golpeado por habérsele escapado por unos minutos la final, Estudiantes perdió la final del Mundial de Clubes cuando, al minuto 110, Messi conectó un centro de Dani Alves con el pecho, y puso el 2-1 definitivo.
Estudiantes de la Plata, a diferencia de la Holanda del 1974 y del Huracán de Cappa, si salió campeón. Sí dio una vuelta olímpica. Sí festejó un (varios) campeonatos. Pero, entonces, ¿por qué aparece en este comentario de equipos subcampeones que también quedaron en la historia? Porque le hizo partido, le jugó de igual a igual e incluso le ganó, durante 88 minutos, a, para muchos, el mejor equipo de toda la historia. En una actualidad en la que la diferencia entre el fútbol sudamericano y el europeo es monumental (desde todo sentido), encontrar a un equipo jugándole a la par de los mejores jugadores del mundo, hasta casi arrebatarle el título mundial (terminó siendo al revés, Barcelona se lo arrebató a Estudiantes), es justificativo más que suficiente para que queden en la historia.
En conclusión, para que un equipo o selección pueda dejar su huella, su nombre, marcado en la historia del fútbol, no es totalmente necesario ser campeón. Estos, como muchos casos más, son la prueba de eso. De cómo un equipo puede generar lo suficiente como para que se hable de él generación tras generación. En fin, no está mal salir segundo. Los subcampeones también quedan en la historia.
El Tricolore fue el primer balón de competición multicolor. La bandera tricolor y el gallo, símbolos tradicionales de la República Francesa y de su Selección nacional de fútbol, inspiraron el nombre y el diseño del balón.
Adidas, que fue su fabricante, eligió los símbolos que mostraran la “Francia moderna” y estos fueron: el gallo, un tren de gran velocidad y una turbina, elementos que reflejan historia, energía y velocidad.
El gallo, símbolo tradicional de Francia, está asociado al deporte del país. Aparece en los uniformes de las Selecciones nacionales francesas y fue el modelo para la mascota de la Copa Mundial y para la Selección francesa mundialista.
El tren de gran velocidad y la turbina simbolizan fuerza, propulsión e ímpetu, atributos típicos de la energía y el entusiasmo en Francia.
Los colores azul, blanco y rojo tienen su origen en la Revolución Francesa, cuando los soldados empleaban las llamadas “escarapelas”, insignias en azul y rojo en sus gorras de uniforme, los colores de París. El blanco era el símbolo de la monarquía. En 1974, el “Tricolore” se convirtió en la bandera oficial de Francia.
El balón oficial de la Copa Mundial Francia `98 incluyó como novedad una capa de espuma sintética, un avanzado material compacto compuesto de microburbujas rellenas de gas. La espuma aumentó más la durabilidad, su recuperación energética y su capacidad de respuesta.
Las ventajas frente al poliuretano de alta compresión utilizado durante los últimos Mundiales fueron claras. Este nuevo material, denominado “espuma sintáctica”, tiene una compresión y una capacidad de rebote mucho mayor, lo cual hace que la pelota sea más blanda y veloz que el modelo utilizado en Estados Unidos ‘94, el Questra, con la que se buscó goles más “espectaculares” desde corta y media distancia.
El delantero que más provecho supo sacarle fue el croata Davor Šuker, quien convirtió un total de de 6 goles, y detrás de él estuvieron Gabriel Batistuta (5) y el italiano Christian Vieri (5).
Por otra parte, la valla menos vencida estuvo a cargo de Fabián Barthez. Francia, su equipo, solo recibió 5 goles, de los cuales 3 fueron en la tanda de penales frente a Italia por los Cuartos de Final. En la final, Barthez levantó la Copa del Mundo y dio paso a una de las cábalas más recordadas de los Mundiales: un beso en su cabeza.
Este balón no desató ninguna polémica en particular por parte de los jugadores, quienes suelen ser la palabra final para determinar si una pelota “sirve o no”. Sin embargo, el Questra del ´94 ya había instalado la polémica. Los arqueros empezaron a culpar, hasta hoy en día, a los giros y curvas fortuitas que el esférico desplegaba en el aire con el fin de justificar los goles que muchas veces parecen insólitos.
El Tricolore fue el último balón mundialista del siglo XX y consigo trajo cambios significativos. Hubo un antes y un después en la elaboración de pelotas de fútbol y las grandes fábricas ya no se encontraban en el continente europeo, sino que se establecieron en países donde les era mucho más económico producir.
“La mejor de las suertes, muchachos. Los estaremos viendo por la tele. John, Paul, George y Ringo”, telegrama de los Fab Four a Bill Shankly, entrenador del Liverpool en el ‘65, de cara a la final de la FA Cup que el Liverpool le ganó al Leeds United.
Telegrama que Los Beatles le envían a Bill Sankly en 1965.
Si bien ninguno de los Beatles era fanático del fútbol, fue la tradición familiar la que hizo que cada uno de los integrantes de la banda adoptara un club como propio.
Alfred Lennon, el padre de John, era fanático del Liverpool y, por lo tanto, su hijo también lo fue. Su fanatismo era tal que llegó a pedirle a John la inclusión del mítico jugador de los Reds, Albert Stubbins, en la tapa del LP Sargent Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Paul Mccartney sugirió a un jugador del Everton para equilibrar el fútbol en la portada, pero su idea no se concretó.
No obstante, y casi como un mimo para los argentinos, son varias las fuentes que aseguran la existencia de un video en el que Lennon se reconoció como hincha del Racing de Avellaneda que le ganó la final de la Copa Intercontinental al Celtic. “¿Te gusta el fútbol?”, le preguntó un periodista: “La verdad que no”, respondió, aunque luego dijo “espera…¿cómo se llama el equipo que juega contra el Celtic? ¿Racing? ¡Ey! ¡Me gusta Racing! ¡Viva Racing! ¡Soy de Racing!”. Treinta años después, el ‘Chango’ Cárdenas dijo: “mi gol lo festejó hasta John Lennon. Por el odio entre los ingleses y los escoceses, Lennon no quería ni a palos que ganara el Celtic”.
Por otro lado, la familia de McCartney era del Everton, por lo que el bajista no tuvo muchas opciones. Sin embargo, el músico dijo que apoyaba tanto a ese equipo como al Liverpool, aunque en una eventual final sabía quién primaría.“Me hice amigo de Kenny Dalglish (ídolo del Liverpool), que había venido a verme y me dije ‘¿sabes qué? Voy a apoyar a los dos porque no tengo esa cosa católica (Everton)- protestante (Liverpool)´, así que tuve que obtener un permiso especial del Papa para hacer esto. Los apoyo a los dos, aunque si hay una definición entre ambos, soy del Everton”, le dijo en 2008 a la revista Observer Sports previo a un concierto suyo en Anfield, el estadio de Liverpool.
A raíz del fanatismo de su padrastro por el Arsenal, Richard “Ringo” Starkey simpatizó por el equipo londinense al que fue a ver en cada oportunidad que tuvo durante su infancia. Lamentablemente para él, sus hijos son fieles seguidores del Liverpool.
El más joven de los Beatles, George Harrison, fue también el más desinteresado. La única vinculación del guitarrista y el fútbol es en Anthology (libro que escribieron), en el que se destacó su entusiasmo, a los catorce años, sobre la final de la Copa inglesa de 1957 en la que Aston Villa venció al Manchester United 2-1.
A lo largo de los años los Beatles han manifestado su relación con el fútbol a través de sus canciones y películas. Se presume que fue Brian Epstein, su manager, quien les pidió que públicamente no se manifestaran ni a favor ni en contra de ningún equipo. Pero con la muerte de Epstein en 1967, ellos se las rebuscaron y alguna cuestión futbolera se hacía presente en las letras de sus canciones o en sus películas.
En el LP “Let it be” (1970), sir Matt Busby aparece nombrado en el tema Dig it. Busby jugó para el Liverpool entre 1935 y 1939, fue el director técnico del Manchester United entre 1945-1969 y 1970-1971 y sobrevivió al accidente aéreo de Múnich de 1958, cuando el avión que llevaba al plantel se estrelló, con el saldo de ocho jugadores fallecidos, y más tarde se encargó del rearmado del plantel con jugadores muy jóvenes.
Los demos de Glass Onion, pertenecientes al álbum The Beatles, finalizaban con un loop de la voz del comentarista Kenneth Wolstenholme gritando “¡It’s a goal!” tomado de sus transmisiones del Mundial ’66, idea posteriormente descartada por el productor George Martin.
Por último, las referencias en sus películas: En Yellow Submarine, en la escena de la canción Eleanor Rigby, aparecen dos equipos de fútbol y posiblemente tenga como destinatario al derby de Merseyside (Everton-Liverpool), debido a los colores de sus camisetas y en ¡Help! se ve un estadio lleno y, supuestamente, a Ringo con una pelota en sus pies.
En Magical Mistery Tour, Los Beatles juegan al fútbol durante el videoclip de Blue Jay Way en 1967. Un año antes Inglaterra había conseguido su primer y único Mundial, por lo que decidieron aprovechar el momento y utilizar el fútbol. Además, se puede ver a los Fab Four mientras juegan a la pelota en las imágenes del detrás de escena.
Los cuatro de Liverpool, sin ser grandes fanáticos del fútbol, han dejado simbolismos a lo largo de su obra que son “perlas” para los fanáticos de ambos y, tal vez, un motivo para que a quienes solo les gusta su música se acerquen a este deporte y viceversa.
Como cada año en la ciudad de Lleida, ubicada en la comunidad autónoma de Cataluña, cientos de trabajadores temporeros arriban a la localidad para la recogida anual de frutas. No solo provienen de distintos sectores de España, sino también de diferentes partes del mundo. En el contexto pandémico que azota a la humanidad, dichos obreros, en su mayoría jóvenes que buscan obtener sus primeros ingresos, continúan con la masiva colecta con jornadas laborales de hasta doce horas. Alrededor de 200 de ellos hoy no tienen un techo para dormir, por lo que la calle es su única opción rentable. Si bien el bajo salario es un obstáculo, la tez morena también lo es, porque la gran mayoría proviene de Senegal, África, y se les niega el alquiler de una vivienda a causa de su color de piel. En cada país, en cada provincia, en cada estado, el racismo marca territorio y el ruido de la discriminación ensordece.
¿Qué tiene que ver el fútbol con ésta lamentable historia? Poco. Y mucho al mismo tiempo. Aquí es donde entra en acción un nombre quizá no tan reconocido en el ámbito sudamericano, pero que lleva una importante trayectoria en Europa con apenas 25 años. Nació en Gerona, municipio catalán, y sus padres son senegaleses, por lo que defiende los colores de la Selección del país africano, porque así es él, protege a sus raíces. Surgió de las divisiones inferiores del Barcelona, La Masía. Antes de debutar con el primer equipo, emigró para sumar minutos en nuevos horizontes. Lazio, Mónaco e Inter de Milán fueron sus destinos hasta el momento; hoy su pase pertenece al club francés. El personaje en cuestión se llama Keita Baldé Diao y aprovecha el lado visible que le da el fútbol para sensibilizar a la sociedad sobre el tema. Aunque él prefería llevar a cabo el acto bajo el anonimato, la noticia trascendió y se vio obligado a aclarar la situación a través de un video que compartió en sus redes sociales.
Senegaleses temporeros en situación de calle. Foto: Diario El Público
Ni bien se percató de la situación, el futbolista hispano-senegalés se comunicó con Nogay Ndiaye,profesora de secundaria, activista antirracista e integrante de la corporación Fruita amb Justícia Social (Fruta con Justicia Social), que exige el cumplimiento de los derechos laborales de las personas temporeras e inmigrantes. Baldé le ofreció cubrir los gastos de los trabajadores, lo que incluye casa, ropa y comida para todos durante los meses que restan de la colecta – que finaliza en septiembre-. Sin embargo, el deseo demoró en cumplirse a pesar de la buena voluntad. Ndiaye explicó: “Le dije que iba a ser difícil. Aquí cuesta muchísimo conseguir un piso para una persona no blanca, incluso cumpliendo requisitos. A mí, cumpliendo con todo, me los han negado. Yo iba con mis hermanas o amigas blancas para llevar conmigo algo de ‘blanquitud’ y demostrar confianza. Cuando veían que era para mí, excusas y excusas. Si cuesta así, intentá alojar a 200”.
El detonante para que Keita actuara fue la emotiva y triste declaración de su compatriota Serigne Mamadou en un medio de comunicación español. En el video cuenta la crueldad con la que se trata a los obreros, los bajos salarios y la indiferencia de las autoridades. “Trabajás mientras ellos fumigan el campo. Lo respirás. Si no querés, te largan. Si no querés hacer 12 horas, te largan. Si no querés 30 euros diarios, te largan”, afirma.
Pensar en que una persona carezca de agua caliente, comida y una cama para dormir es impactante. Pero que se le niegue a causa de sus orígenes, es inadmisible. No reclaman beneficios, no exigen regalos, no demandan alojamiento gratuito. Ellos quieren pagarlo. No los dejan.
Afortunadamente, el futbolista declaró en una transmisión en vivo de Instagram, como es usual en estos tiempos, que logró un arreglo para hospedar a 90 de los 200 temporeros en un edificio de 3 plantas y está en camino a pactar otro espacio: “No busco una guerra moral, social, de raza ni colores. Busco soluciones para ayudarlos. Estoy a su disposición para que tengan comida, hogar y algo de ropa. Vivimos en una sociedad complicada, pero nadie merece esa indiferencia en su propia vida. Es algo muy feo. Quería ayudar anónimamente, pero vista la situación que se está produciendo, he tenido que salir a la luz para conseguir encontrar un sitio donde meterlos”. A su vez, confirmó las complicaciones que hubo y pidió que se faciliten las cosas. “No les va a faltar nada”, manifestó.
Una persona admirable. Sobre todo, humilde. En cada segundo del video se transparenta su noble alma. “No quiero conseguir nada con esto. Lo hago con voluntad propia, con el corazón”, expresa Keita, quien respeta a todos los países y razas, lo cual es lo más importante para él. No se siente español o senegalés, por eso se autodefine así: “Un chaval del mundo”.
Veintiocho de febrero de 2020. En Los Céspedes, el complejo deportivo que tiene Nacional de Uruguay en Montevideo, el fútbol femenino charrúa da un paso histórico hacia la profesionalización. Con la firma de tres contratos intenta transformarse en el equipo que marque tendencia para que esto no sea aislado, sino el principio de un proceso que valorice la disciplina en el país.
La arquera Josefina Villanueva, la defensora Antonella Ferradans y la delantera Esperanza Pizarro fueron las primeras, pero no serán las únicas. Son el puntapié de algo más grande: entre junio y julio de 2021 todo el plantel estará profesionalizado.
El salario ronda entre los 4 mil y 8 mil pesos uruguayos (entre 6 mil y 13 mil de la moneda argentina) y, además, hay compensación económica en virtud de premios por campeonatos ganados. Vale aclarar que ese dinero no varía mucho de lo que ya reciben las futbolistas amateurs de Nacional por viáticos.
Este hecho trascendental encubre uno más importante: la intención de generar que más niñas quieran hacer deporte. “La firma de contratos fue utilizada como estímulo para que más chicas jueguen al fútbol, viendo como Nacional es una puerta importante para desarrollarse. Hace bastante tiempo que en el club la disciplina ocupa un lugar de privilegio, como parte de un discurso social de equidad y de igualdad de condiciones”, cuenta Javier Noble, coordinador del área de fútbol femenino, además de ser el preparador físico de la primera, la sub-19 y el futsal.
Mientras que en un sector de Los Céspedes se rubricaban firmas, en otro se inauguraban las categorías femeninas infantiles, hecho inédito en Nacional, que quiere marcar el principio de una era. “Esta profesionalización viene a frenar cierta desigualdad que tenía la disciplina con respecto a otras áreas deportivas del club. La idea es igualarlo, pero es un cambio progresivo para que sea sostenible a largo plazo y así no se lo lleve el viento. Queremos ser el club referente para la mujer en Uruguay”, explica Noble sobre la medida encabezada desde la Gerencia del club, a cargo de Iván Alonso, exfutbolista del River de Gallardo entre 2016 y 2017.
La joven Josefina Villanueva, arquera de la institución, es una de las grandes promesas del fútbol charrúa, quien por sus buenas actuaciones en Nacional y la Selección uruguaya sub-19 logró ser considerada para firmar uno de los tres contratos. “Cuando me enteré sentí muchísima felicidad, estaba muy contenta. Siento tremenda satisfacción por saber que todo el esfuerzo de años está dando sus frutos. Hacer historia con el club del que soy hincha y socia me llena aún más. Es un sueño que tuve desde que me propuse crecer en el fútbol, por lo que estoy agradecida por ser una de las futbolistas a las que le tocó”, comenta.
Más allá del orgullo que le genera ser profesional, no se olvida de las dificultades que sufren las futbolistas en su país. “Todas hacemos un sacrificio tremendo, desde las que estudian hasta las que trabajan. No es fácil tener que ir a entrenar en la mañana, estudiar o trabajar toda la tarde, llegar de noche a tu casa y al otro día tempranito de nuevo en pie. Algunas tienen la suerte de tener locomoción propia, en parte se les hace más práctico, pero muchas otras dependemos de los ómnibus. Es muy complicado”, expresa la jugadora de 20 años.
Villanueva es oriunda de Durazno (localidad del interior uruguayo) y sabe los obstáculos que afronta una niña para llegar al alto nivel del fútbol en su país y mucho más arribar a la capital y lograr vivir de lo que anhela. “Espero que la firma de contratos en Nacional sea el ejemplo y llegue a cada uno de los equipos de todos los rincones de Uruguay, porque nosotras hacemos el doble de esfuerzo que los varones y no se nos reconoce ni recompensa como tal. Quiero que el fútbol femenino en Uruguay sea profesional en todos sus aspectos”, se esperanza.
Este accionar del club montevideano, utópico si se observa el comportamiento de sus pares, pero que busca interpelar al fútbol uruguayo en su totalidad, trae de excusa esta frase: “La utopía está en el horizonte: si yo camino diez pasos, ella se alejará diez pasos. Cuanto más la busque, menos la encontraré. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Pues para eso, sirve para caminar”, dicha por Eduardo Galeano, escritor charrúa e hincha de Nacional, parafraseando al cineasta argentino Fernando Birri.
Un día como hoy, pero hace nueve años, Martín Palermo disputaba su último partido como futbolista profesional. Aquel 18 de junio de 2011, el ‘Titán’ colgó los botines después de casi dos décadas y más de 600 encuentros. A continuación, recordamos los más memorables.
Su debut y primer gol
El 5 de julio de 1992, Estudiantes de La Plata enfrentaba a San Lorenzo por la última fecha del Torneo Clausura. Con 18 años y el pelo largo, Palermo debutó en primera con la camiseta del ‘Pincha’, equipo que lo vio nacer y del que es hincha.
Tuvo que pasar casi un año para que convierta su primer gol. Fue el 23 de mayo de 1993, en la victoria 3 a 0 del conjunto platense frente a San Martín de Tucumán. A los 20 minutos y tras un centro desde la derecha del uruguayo Adrián Paz, el ‘Loco’ marcó de cabeza el primero de sus 303 tantos en la máxima categoría.
La llegada al ‘xeneize’
Tras una gran actuación en el Clausura 96 en el que le convirtió por duplicado tanto a Boca como a River, Palermo llegó al club de la ribera por pedido de Diego Maradona. El 3 de septiembre de 1997, por la Supercopa frente a Cruzeiro de Brasil, jugó su primer partido con la camiseta azul y oro –aunque esa noche haya sido la casaca blanca- con el ‘25’ en la espalda en lugar del ‘9’. Esa noche en la Bombonera también debutó el colombiano Jorge ‘Patrón’ Bermúdez, autor del único tanto del encuentro.
El comienzo del amor
Cinco partidos pasaron hasta que Palermo marcó su primer gol en Boca, el 30 de septiembre. Tras un rebote que lo dejó mano a mano con Faryd Mondragón, definió de derecha para abrir el marcador frente a Independiente.
Pero fue el 25 de octubre el día que comenzó a meterse en el corazón boquense. El ‘xeneize’ visitaba a River por la décima fecha del Torneo Apertura. Con el partido empatado en uno, con los locales jugando mejor y bajo una lluvia torrencial, el ‘Loco’ le ganó el salto a dos defensores millonarios y a los 22 minutos del segundo tiempo puso de cabeza el 2 a 1 definitivo. El primero de los 18 que marcaría en Superclásicos.
La noche negra con la albiceleste
En julio de 1999, Palermo fue convocado a la Selección Argentina por Marcelo Bielsa para disputar la Copa América. En el segundo partido de la fase de grupos, el nueve quedó en la historia del fútbol. El conjunto nacional cayó por 3 a 0 ante Colombia y el ‘Loco’ erró tres penales: el primero lo estrelló contra el travesaño, el siguiente lo tiró un metro arriba, y el último quedó en las manos del arquero Miguel Calero. Un récord Guinness que lo marginó de la selección por muchos años.
El gol 100
El 13 de noviembre de 1999, Boca visitaba a Colón por la fecha 14. El xeneize peleaba el campeonato y Palermo se encaminaba a ser el goleador del torneo: llevaba 13 goles en 12 partidos. A los quince minutos de juego, el defensor ‘sabalero’ Luis Medero impactó contra la rodilla derecha del delantero y le provocó la rotura del ligamento cruzado anterior. Pero el ‘Titán’ se mantuvo en cancha y, tras una gran asistencia de Juan Román Riquelme, remató de zurda, mordido –tal vez a causa de la lesión- y marcó su gol número 100. El festejo fue medido y con gestos de dolor, lo que anticipaba la gravedad de la situación.
El ‘muletazo’
Desde el partido en Santa Fe habían pasado más de seis meses, el tiempo de rehabilitación recomendado tras la operación. Palermo ya había empezado a entrenar con la pelota cuando llegó la serie de cuartos de final de la Copa Libertadores 2000, nada menos que frente a River. El máximo rival se había quedado con el partido de ida y todo se definiría en la Bombonera. La semana previa a la revancha, el técnico xeneize Carlos Bianchi deslizó la posibilidad de que el delantero esté entre los suplentes. “Si ellos lo ponen, yo pongo al Enzo”, declaró Américo ‘Tolo’ Gallego, en alusión al retirado Francescoli.
El 24 de mayo se jugó el encuentro de vuelta en la Bombonera. El local ganaba 1 a 0 cuando el ‘Virrey’ giró hacia el banco y le hizo una seña al 9. El estadio se vino abajo cuando Palermo ingresó y volvió a explotar cuando, minutos más tarde, Riquelme marcó el segundo. Pero aún quedaba tiempo para más y en la última jugada, Sebastián Battaglia desbordó por izquierda, levantó la cabeza y encontró a Palermo que, con todo el tiempo del mundo, se acomodó para su zurda, definió abajo, lejos de la estirada de Roberto Bonano y selló el resultado. El ‘Titán’ –apodo que se ganó esa noche- festejó entre lágrimas uno de sus goles más emotivos, que quedó inmortalizado en la historia como el ‘muletazo’.
Japón a sus pies
Tras consagrarse campeón de América, Boca disputó en Tokio la Copa Intercontinental. El rival era Real Madrid, ganador de la Champions League. El conjunto merengue llegaba como amplio favorito ya que contaba con figuras como Raúl y Figo.
Pero el xeneize sorprendió a todos. Apenas comenzado el partido, tras un centro de Marcelo Delgado, Palermo marcó el primero. Tres minutos más tarde, después de un pase largo de Riquelme, le ganó la posición a Geremi Njitap, definió cruzado y puso el 2 a 0. Los europeos descontaron por intermedio del brasileño Roberto Carlos pero no les alcanzó, Boca se consagró campeón del mundo y el ‘Loco’ fue elegido figura de la final.
Ese maldito muro
A principios de 2001, varios clubes del viejo continente se interesaron en el nueve xeneize, pero fue el Villareal de España el que se quedó con el goleador. El 29 de noviembre, en un partido de la Copa del Rey ante el Levante, Palermo convirtió un gol y, mientras festejaba de cara a los aficionados, el muro de contención se derrumbó causándole la fractura de tibia y peroné de su pierna derecha. Después de una larga recuperación, le costó volver a su mejor nivel y pasó por varios clubes sin afianzarse en ninguno, para finalmente regresar a Boca.
El día que el Monumental coreó su nombre
En 2009, le llegó la revancha con la Selección de la mano de Diego Maradona, que lo convocó a varios partidos de las eliminatorias para Sudáfrica. En la anteúltima fecha, aquel 10 de octubre, Argentina tenía que derrotar a Perú para mantener las chances mundialistas. Iban 47 del segundo tiempo y el marcador estaba empatado. En la última jugada y bajo un diluvio, el optimista del gol –como lo apodó Bianchi- rompió la igualdad y desató la locura de 70 mil espectadores. Esa noche, el estadio de River vibró al ritmo de “Palermo, Palermo”.
El hombre récord
El 12 de abril de 2010, marcó por duplicado en la victoria xeneize frente a Arsenal de Sarandí. Tras semanas en las que los hinchas hacían la cuenta regresiva tachando números en la tribuna, el ‘Loco’ se convirtió en el máximo goleador de la historia del club superando los 218 de Roberto Cherro.
Un mundial a los 36 años
Ese mismo año, Palermo fue convocado para la Copa Mundial de Sudáfrica por Maradona. El 27 de junio, debutó ante Grecia en el último partido de la fase de grupos. Tan sólo diez minutos en cancha le bastaron para tomar un rebote del arquero, marcar el segundo gol argentino, su primer gol en la máxima competencia del fútbol y convertirse en el jugador argentino de mayor edad anotar en un Mundial.
Sus últimos partidos
El 12 de junio de 2011, Palermo se despidió de la Bombonera. El partido frente a Banfield quedó en segundo plano. Al finalizar el encuentro, el ‘Titán’ fue homenajeado y le regalaron uno de los arcos. “Vos nos diste los goles, vos nos diste alegría, lo que hiciste por Boca no se olvida en la vida”, cantó el estadio al unísono.
Una semana más tarde, llegó la última escena de una carrera de película. Fue en La Plata -su ciudad natal-, frente a Gimnasia -su clásico rival- y contra Guillermo Barros Schelotto –su enemigo en los inicios y uno de sus mejores amigos al final-. Palermo no pudo convertir, pero, en la última jugada del encuentro, asistió a Cristian Cellay para poner el empate definitivo, que sentenció al ‘Lobo’ a jugar un partido desempate para mantener la categoría. Aquel 18 de junio del 2011, el ‘Titán’ peleó su última batalla.