martes, septiembre 9, 2025
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Por Ramiro Leguizamón Pondal

Jugar en grandes equipos como Barcelona, Valencia o River y disputar un Mundial y una Eurocopa para la selección española  no te asegura un futuro próspero como entrenador, pero sí genera muchas vivencias y contactos con grandes personalidades del fútbol. Es el caso de Juan Antonio Pizzi, que a lo largo de su carrera futbolística tuvo técnicos como Louis Van Gaal o Jorge Valdano y compañeros como Luis Enrique y Pep Guardiola.

Macanudo (apodo que le pusieron por un gol histórico que anotó para Barcelona ante Atlético Madrid en marzo del 97, por los cuartos de final de la Copa del Rey) se capacitó para ser director técnico en la Real Federación Española, y este sería un dato menor si no fuera porque Guardiola, considerado como uno de los mejores técnicos de la historia, también era parte del curso. Haberse formado en ese contexto, para el fútbol argentino no parece tener gran importancia, debido a que en su primera experiencia como entrenador, en 2005, fue despedido a los tres partidos de asumir en Colón, el club de sus amores.



 

Como seleccionador tuvo una breve pero buena experiencia al frente de Arabia Saudita. Sin embargo, su mayor desafío llegó al dirigir la selección chilena, donde consiguió obtener la Copa América 2016, formando un equipo agresivo, dinámico y ofensivo que le permitió tener un gran desempeño a lo largo de la competencia y vencer por penales en la final contra Argentina.    

En su experiencia por Asia, su hijo Nicolás se incorporó al cuerpo técnico. Afirma que compartir la misma pasión con su padre y poder trabajar juntos es algo muy lindo, aunque Juanchi no deja de ser su papá y alguna vez le ha revoleado sus característicos lentes por discutir con el cuarto árbitro. Además, resalta como mayor virtud  del entrenador su humildad y sencillez con la que se maneja con todos los empleados del club y describe su propuesta futbolística como “generosa, dominadora y ofensiva” destacando que le brinda gran importancia a los laterales a la hora de atacar.


En su adolescencia, cuando jugaba en las inferiores de Central, recibió un golpe y le tuvieron que sacar un riñón. Sin embargo, no le impidió desarrollar su carrera profesional.

 

El santafesino, que en San Lorenzo y Universidad Católica de Chile consiguió un título local, actualmente conduce a Racing. Llegó en enero de 2021 y no comenzó de la mejor manera pero logró el subcampeonato del torneo superando varias adversidades. “Creemos mucho en lo que hacemos, somos honestos, responsables, tenemos convicción, trabajamos mucho y eso hace que tengamos los resultados que estamos consiguiendo”, afirma.

Por Franco Madotti

Si hay algo en particular que caracteriza a los uruguayos es la garra, y esta no es la excepción. Ronald Paolo Montero nació en Montevideo, Uruguay, y vivió su infancia en Pocitos, un departamento del país vecino con 121 mil habitantes. Vivía con su madre, sus hermanos, su tío y su padre, Julio Montero Castillo, ídolo del Club Nacional de Football. 

El Cabezón, como le decían en su familia, es hincha de Peñarol. De chico, por respeto y legado de papá, se probó en Nacional pero su estatura apareció como el principal argumento del club para decir que no (NdR jugó en Primera con 1,79 metros). A los 15 años, el joven Montero decidió ir al Carbonero donde lo ficharon por ser hijo de Montero Castillo. Debutó en el Manya a los 21 con César Luis Menotti como entrenador, y con tan solo una temporada en Primera lo vendieron al Atalanta de Italia. Cinco años después fue traspasado a la Juventus y terminaría logrando diez títulos en nueve años siendo el capitán. Además, tuvo un breve paso por San Lorenzo y se retiró del fútbol profesional en 2007 en Peñarol. 


Idea de juego

El actual entrenador del Cuervo, de 49 años, admitió que está ante la oportunidad de su vida y que puede ser una vidriera para dar el salto hacia Europa, donde sueña con dirigir a la Vecchia Signora. 

Montero arrancó siendo interino en 2014, luego de conducir la Reserva, y tuvo que ponerse al mando de la Primera de Peñarol en tres partidos (dos victorias y un empate). Pasados dos años y ya en Colón de Santa Fe, con un estilo de juego marcado, con presiones altas y los centrales adelantados (técnica que aprendió con Menotti en su etapa como jugador), y con un paso previo en Boca Unidos de Corrientes, conformó su cuerpo técnico que lo acompaña hasta el día de hoy, con excepción de Richard Chengue Morales, quien en 2019 decidió dar un paso al costado y convertirse en representante. 

Finalizada su etapa en el Sabalero, con una efectividad del 51%, a principios del 2017 aceptó una oferta de Rosario Central, que venía de años muy buenos con Eduardo Coudet. En el Canalla, logró resultados más que aceptables, como eliminar a Boca de la Copa Argentina y ganarle a Newell’s en condición de visitante. A pesar de eso, el equipo no rendía de la manera esperada y tras 24 partidos en el cargo, decidió dar un paso al costado. 


Paolo Montero llevó al Sambenedettese dos años consecutivos a los playoff de la Serie C de Italia para pelear por el ascenso.

Si bien el uruguayo dirige desde 2014, recién obtuvo la mayor certificación que un entrenador puede tener en 2019, cuando estaba dirigiendo al Sambenedettese y se recibió en el Coverciano, una de las escuelas de técnicos más importantes del mundo que otorga la Licencia de UEFA Pro, la cual permite dirigir a cualquier equipo de primer nivel de manera permanente. 

En Italia fue donde más se sostuvo en el tiempo, ya que estuvo dos años y obtuvo sus mejores campañas, llevando al Sambenedettese a pelear por ascender a la Serie B, pero tras dos años consecutivos jugando los playoff no pudo lograr el objetivo. 

Fiel lector del novelista brasileño Paulo Coelho, Montero expresó varias veces que le gusta mucho vacacionar por lugares tranquilos con su familia para desconectarse de la televisión y la tecnología. Además, en una entrevista con El Gráfico, explicó que ser frontal en su carrera como futbolista le traía problemas: “A mí me han di­cho mil co­sas, pe­ro lo to­mé siem­pre a fa­vor del gru­po”.

En San Lorenzo intentará plasmar su idea de juego, pero si hay algo que Paolo Montero tiene claro es que el esfuerzo no se negocia y eso, tras ser capitán de la Celeste, lo sabe muy bien.

Por Matías Serra Blake

-Muchachos, yo hoy domingo estaría comiendo un asado con mi familia en mi casa y tengo que estar acá viendo cómo ustedes se arrastran en la cancha, por lo menos tengamos la valentía de ir a buscar un resultado digno.

El entretiempo del partido que Unión pierde 2 a 0 contra Boca en La Bombonera en el Clausura 2002 muestra, tal vez, la versión más genuina de Frank Kudelka. 

La oportunidad llegó en el momento menos pensado, coordinaba las inferiores y fue la renuncia de Carlos Griguol la que le concedió el espacio para probar lo aprendido con el paso de los años. Le dejaron en claro que esto sería solo por un partido, un técnico interino de 90 minutos frente a un grupo golpeado anímicamente, a los que conocía pero no para decirles algo de tal magnitud. La confianza en sí mismo fue crucial en esos instantes, podía aprovechar la posibilidad para mostrarse o quedarse sentado mirando cómo se iba el partido, que finalizó 3 a 0. Si él quería ser director técnico debía probarse y fue exactamente lo que hizo. 


Idea de juego

“Bueno, en cualquier momento alguno me pega o me insulta”, pensaba el entrenador después de esas palabras que quedarían en su memoria. Volvían a Santa Fe con una derrota pero entendiendo el mensaje, siendo un pedido de los jugadores el que cambiaría los planes de la dirigencia. Querían que Kudelka se quedara.

La situación era difícil, pero logró salvarlo del descenso directo luego de conseguir 12 puntos en las últimas siete fechas. Jugarían la Promoción ante Gimnasia y Esgrima (CDU). Si bien en la ida perdieron 3 a 1, fue ese gol el que marcaría la diferencia en la vuelta, donde ganarían por 3 a 0, manteniendo la categoría.


Kudelka dirigió a Talleres en el Federal A, donde después de un año logró el ascenso al Nacional B. Tras unos meses invicto, lo llevó a Primera División.

Así fue creciendo, demostrando su carácter en cada institución que confió en su proyecto, con una actitud que lo define y refleja sus planteos. A veces de saco y camisa, con la vestimenta del club o un pullover. Esas indicaciones tan expresivas, que le hacen saber a sus futbolistas lo que quiere ver en la cancha. El mínimo movimiento de sus brazos resalta el constante aliento y la presión que pide que realicen ante sus rivales. Hoy en día conduce a Huracán, al que regresó a fines de marzo de 2021 después de su paso en 2013/14. Y, a pesar de no haber sido jugador, tiene un amplio conocimiento de este deporte, y continúa con ganas de aportar al fútbol argentino desde su idea de juego, con la personalidad y el carácter de aquel vestuario en La Bombonera donde decidió hablar. El resto es historia.

Por Lucía Gimenez

Eduardo Domínguez no usa WhatsApp ni redes sociales, no mira programas deportivos en la televisión y mucho menos le importa qué digan de él en esos ámbitos. El último técnico campeón del fútbol argentino entiende que sus mejores seguidores los tiene en sus futbolistas, porque su misión es que los jugadores le crean. Así conquistó el primer título del Sabalero, el pasado 4 de junio. Su equipo lo convirtió en protagonista de los festejos, lanzándolo al aire al grito de “Dale Campeón” mientras algunos jugadores lo sostenían,  pero al finalizar el partido que lo coronó, eligió no dar la conferencia de prensa. 

Inmediatamente después de esa noche histórica, el domingo 6, un grupo de niños, de entre seis y nueve años, se hizo presente en la casa de Domínguez, preguntando si los podía entrenar en la tarde. El director técnico no tuvo ningún problema, y hasta les llevó conos, arcos y pelotas a los pequeños. En un solo fin de semana no solo salió campeón, sino también le cumplió un sueño a varios niños y niñas de su barrio en Santa Fe. 


Idea de juego

Domínguez no duda en hacer hincapié en que con proyectos, ideas y trabajo todo se puede; y afirma que el crecimiento, en ciertas ocasiones, es mantener la ideología y la convicción en un mismo lugar. Elige dirigir usando traje o saco, manteniendo su barba y su pelo prolijos, fin de semana a fin de semana, considera ese, su lugar de exposición. 

En su estadía en Colón desde su llegada a principios de 2020, lleva en el banco 30 partidos, donde ganó en 17 ocasiones, empató 7 y perdió 6.  “El concepto de fracasar no lo tengo incorporado”, dice después de un entrenamiento con el plantel en el predio de Colón, de cara al próximo torneo. No reconoce perder como un fracaso sino que lo toma como parte de la vida, y agrega: “¿Cuántas veces nos salen mal las cosas en un día?, entonces si lo tomamos individualmente, fracasamos mucho en un día y no lo tomamos de esa manera”. 


Durante la Copa de La Liga Profesional 2021, el equipo de Domínguez logró estar puntero en su grupo las 13 fechas de la primera fase.

Aun así, reconoce los obstáculos que debe sortear a diario y hace mención de los mismos sin problema, los cuales pueden ser desde un entrenamiento que no sale bien o el rival, hasta si es un partido de visitante, o incluso el clima. Frente a estos factores, destaca trabajar para que no influyan tanto, pero de ser así, cree necesario tener la capacidad de, como equipo, tomarlo con tranquilidad, entendiéndolo como parte del juego, y de la vida misma. También manifiesta que, después de todos esos obstáculos, se encuentra “la luz en el camino” y es mucho más placentero que hacer todo bien, todo el tiempo.

“Yo hago lo que creo y lo que siento, con la confianza que me tengo”, admite, siendo ese rasgo lo primero que busca transmitirles a sus jugadores. De ésta, su segunda experiencia en el Sabalero, recalca que a los jugadores se les mostró una idea, pero principalmente se trabajó la seguridad en sí mismos, que podían jugar mejor y ser un mejor equipo. Quienes lo conocen en el club, resaltan su personalidad positiva, tranquila y trabajadora; destacando lo dedicado que es en todas las cuestiones que hacen que los jugadores puedan potenciarse en todos los ámbitos.

Domínguez es el yerno de Carlos Bianchi, el entrenador más ganador del fútbol argentino. Durante mucho tiempo se dijo que el Virrey tenía en sus contactos el celular de Dios, a quien llamaba en las instancias decisivas cuando sus equipos necesitaban una ayuda divina, y que aquel intermediario era el responsable de tantos títulos. Pero el técnico del último campeón no usó WhatsApp ni para tener esa conexión, ni para pedirle una ayuda al más allá en la definición del campeonato

Por Francisco Crosa

Juan Manuel Azconzábal tiene entre sus trofeos más valiosos la libreta donde Osvaldo Zubeldía anotaba los aciertos y errores de sus dirigidos partido tras partido, en uno de los equipos más recordados por Estudiantes de La Plata y el fútbol argentino. Había sido un obsequio del Zorro a su padre, también oriundo de Junín y con gran relación desde niños, cuando al comienzo de la década del 80 fueron a la quinta pintada blanca y roja del ex entrenador campeón intercontinental.

Desde los cinco años, el Vasco (conocido como Topeka en su Junín natal, por un característico enterito de jean que usaba con esa marca) gustaba de ir a ver los partidos que jugaba Mariano Moreno, equipo dirigido por su padre y que participaba de los regionales de 1982. 


Idea de juego

Pasó el tiempo y el pequeño Topeka ya era conocido en el mundo del fútbol como el Vasco, aquel defensor aguerrido del Estudiantes de Russo y Manera que supo conseguir el ascenso en 1995. Desde ese entonces el amor hacia el equipo de La Plata creció, siendo jugador entre 1994 y 2002 y el club donde se inició como entrenador, un año después de su retiro de la actividad profesional en Defensa y Justicia en 2010. 


Desde los 5 años gustaba de ir a ver los partidos que jugaba Mariano Moreno, equipo dirigido por su padre y que participaba de los regionales de 1982.

A los 46 años, el actual entrenador de Unión de Santa Fe, se presenta como una persona sencilla, seria y de bajo perfil. Siempre disciplinado y pasional frente a su profesión, se crió en la escuela de Estudiantes desde los 15 años y adoptó una manera más ofensiva de parar a sus dirigidos y plantear los partidos, pero dejando algo en claro: “Los equipos y las formas de jugar las vas viendo a medida que vas conociendo a los jugadores y sabiendo que te puede aportar cada uno”.

 

Por Lucas Rosas

Omar de Felippe jugaba en las inferiores de Huracán cuando llegó la noticia más dura de enfrentar, iría a la guerra de Malvinas. El bahiense siempre cuenta que estuvo a punto de morir, y recuerda con puntualidad el ataque final, donde el lugar en el que estaba fue bombardeado tan solo segundos después de haberlo abandonado. Volvió al club luego de la guerra, y si bien tuvo una extensa carrera de 11 años, su paso más importante sería en Olimpo, donde jugó el último año de su carrera como futbolista profesional.

Comenzó sus andanzas como entrenador cuando le tocó ser ayudante de Julio César Falcioni en el conjunto de Bahía Blanca. Luego de terminar sus estudios en Buenos Aires, en 2009 tomó las riendas y tan solo un año después, lo ascendió a la Primera División en 2010.


Idea de juego

Después de su exitoso paso por el equipo de su ciudad, estuvo por varios clubes de la Argentina hasta ir al Emelec de Ecuador, donde en 2015 consiguió el título de la Liga. Actualmente conduce a Atlético Tucumán de la misma forma que lo hizo siempre, con sus características camisas a rayas, de jean azul y sus brazos cruzados analizando cada jugada. De Felippe incorpora al estilo influenciado por Falcioni sus propias ideas, con planteos para que los futbolistas se sientan protagonistas, dándole importancia a la libertad que deben tener dentro de la cancha. 


Comenzó sus andanzas como entrenador cuando le tocó ser ayudante de Julio César Falcioni en Olimpo de Bahía Blanca.

Nacido en Bahía Blanca el 3 de abril de 1962, De Felippe lleva 15 partidos en el equipo tucumano junto a su cuerpo técnico integrado por Walter de Felippe, como asistente de campo, Fernando Gómez, como preparador físico y Alfredo Rodríguez como entrenador de arqueros.

El bahiense, “es un entrenador con una gran trayectoria por el ascenso, tiene un carácter duro con sus jugadores y tiene personalidad para afrontar los riesgos de dirigir un equipo en momentos complicados”, dijo Ricardo Zielinski acerca del que alguna vez fue su ayudante de campo.

 

Por Lucas Ahualli

Criado y formado en el ascenso, ahí donde las canchas no presentan el mejor de los estados y las herramientas son escasas, Sergio Rondina construyó un amor por la profesión que supera cualquier tipo de obstáculo. Dirigió las cinco categorías directamente afiliadas a la AFA, arrancando por la Primera D con el club de sus amores, Midland, hasta llegar a Primera División con Arsenal y lograr el sueño que tuvo como jugador, en otra faceta de su vida. 

El Huevo comenzó su carrera como futbolista profesional sabiendo que llegar a Primera División podría ser difícil y que probablemente no lo cumpliría. Sin embargo, no se desanimó y con el paso del tiempo logró comprender que el oficio de patear una pelota no es tan simple como parece: “Uno a veces no tiene autocrítica cuando es jugador, pero yo creo que no hice las cosas profesionalmente para haber tenido la chance de jugar en Primera División, ¿Cuándo lo entendí? cuándo fui técnico” .


Idea de juego

Como entrenador, inició su carrera en su lugar en el mundo, en su barrio, en su club y con su gente. Al día de hoy, vive a metros del estadio, porque si bien la profesión está en otro lado, el corazón quedará por siempre en la cancha de Midland. 

A base de mucho esfuerzo, trabajo y dedicación, Rondina llegó a Primera División. Aun así, el aprendizaje que obtuvo durante toda su carrera en el ascenso lo tendrá presente siempre. Cada historia que le tocó vivir, lo ayudó a poder valorar el lugar donde llegó y enriquecerse de infinidades de cosas que probablemente la mayoría de los entrenadores no conoce.

En 2019 obtuvo el ascenso a la Superliga con Arsenal en una histórica final con Sarmiento de Junín. Más allá de la felicidad que le generó aquel título, se encontró con una sorpresa que jamás imaginaría. Su madre, quien nunca había pisado una cancha de fútbol, apareció en los festejos, lo que generó la emoción de Rondina hasta las lágrimas.


Rondina logró dos ascensos en su carrera, con Arsenal en 2019 a Primera División y con Villa Dálmine al Nacional B en 2014.

Ese plantel que logró devolver al Arse a la élite del fútbol argentino, estaba integrado en su mayoría con futbolistas que venían de jugar en las categorías más bajas. Para muchos la labor de un director técnico se reduce a armar un dibujo táctico con 11 jugadores, pero casos como estos demuestran que va más allá de eso. Su aprendizaje durante su carrera en el ascenso le hizo saber que no siempre lo que tiene más exposición es lo mejor, y eso fue plasmado en su Arsenal de 2019. 

Por Lucía Zunino

Sebastián Beccacece prefiere conservar la posesión de la pelota durante todo el partido para armar su juego ofensivo y mantener una especial rapidez en los últimos metros del área. Nacido el 17 de diciembre de 1980 en Rosario, inició su contacto con el mundo del fútbol a los cuatro años en el club Lavalle y después pasó por la Asociación Deportiva Juan XXIII, en ambos casos como lateral derecho. El paso del tiempo y la evolución lo ubicó, a una temprana edad, en otra función porque, según contó, ”no tenía condiciones” para desarrollar una carrera. 

Desde ese momento comenzó su etapa como director técnico y tuvo su primera experiencia en el club Renato Cesarini, con apenas 17 años, para dirigir las categorías juveniles 1989 y 1990 haciendo paralelamente el profesorado de Educación Física a la noche y trabajando a la mañana con su padre, que tenía una distribuidora de artículos comestibles. En una nota a El Gráfico en diciembre de 2016, confesó: “Me recibí de profesor de Educación Física en el 2002 y por mi corta edad, no podía hacer el curso de entrenador. En el 2003, empecé a trabajar en Perú y por suerte no paramos hasta el día de hoy. Al igual que el Toto Berizzo, Batistuta y miles más, cursé a distancia dos años en ATFA Campus virtual y a fin de año presenciaba los exámenes finales. Pero siempre digo que el mejor curso que puede tener un entrenador es el día a día con los futbolistas y ahí llevo 16 años, 13 profesionalmente y tres amateur en divisiones menores”.


Idea de juego

A finales de 2002 se convirtió en ayudante de campo de Jorge Sampaoli. Con 22 años lo acompañó por varios clubes de Perú, Ecuador y Chile, hasta llegar a la selección chilena y dar el salto con el título de la Copa América 2015.

Su debut como entrenador se dio con Universidad de Chile en el empate por 1-1 contra Antofagasta el 17 de enero de 2016. Al terminar la temporada 2016, fue presentado como director técnico en Defensa y Justicia el 16 de noviembre de ese mismo año tras la renuncia de Ariel Holan. Este período concluyó con una efectividad del 73% con 17 victorias, 3 empates y 6 derrotas en 2017.


“Siempre digo que el mejor curso que puede tener un entrenador es el día a día con los futbolistas y ahí llevo 16 años”.

Fue entrenador del sub-20 de Argentina hasta que finalizó el ciclo de Sampaoli con e Mundial de Rusia. Cuando volvió al país, fue nuevamente contratado por Defensa y Justicia y obtuvo la mejor temporada de su historia, terminando segundos en la tabla y clasificando a la Copa Libertadores por primera vez.

Entre junio y diciembre de 2019 inició dos ciclos. Uno en Independiente (duró 16 partidos) y otro en Racing, en el que se fue luego de un año y tras la salida de Diego Milito. El 15 de febrero de 2021 firmó su contrato con Defensa y Justicia por tercera vez en su carrera. Debutó el 20 de enero contra Lanús, encuentro que terminó en una victoria por 2-1 del Granate. El 7 de abril el equipo de Beccacece jugó ante Palmeiras la ida de la Recopa Sudamericana, partido que perdieron 2-1 de local. Sin embargo, revirtieron el resultado de visitante, ganando 2-1 y consagrándose campeones por penales. Este fue el primer título de Beccacece en su carrera como director técnico.

Su cuerpo técnico está actualmente compuesto por Nicolás Diez y Guillermo Marino como ayudantes de campo, Martín Bressan y Leandro Bugliani como preparadores físicos, y Aníbal San Martín como entrenador de arqueros.

Por Ignacio Vallejos Soto

A comienzos de marzo de 2020, Leonardo Madelón decidió cerrar su tercer ciclo como entrenador de Unión de Santa Fe, luego de dos clasificaciones consecutivas a la Copa Sudamericana, como consecuencia del desarme del plantel. Apenas tres años antes, había renunciado al cargo en su segunda etapa en el Tatengue por inconvenientes con la dirigencia de aquel entonces; situación similar a la que vivió en 2008, cuando se fue de Rosario Central, luego de comandar el equipo que salvó al club del descenso a la segunda división. “Leo es muy temperamental, ganador y tiene muchos años de fútbol. Le da mucha importancia a la confirmación del grupo, y le molesta mucho cuando se desarman”. Jonathan Bottinelli, quien fue dirigido por Madelón un año en San Lorenzo y tres en Unión, define un rasgo característico del técnico que hoy conduce a Platense.


Idea de juego

Retirado en Unión en 1994, club en el que es reconocido como jugador y entrenador, comenzó su camino en el banco con Colegiales en la B Metropolitana, teniendo un corto período entre 1997 y 1998, para luego pasar a El Porvenir, donde sembró la base que luego tomaría Ricardo Caruso Lombardi para ascender al equipo.

Dentro de la cancha, siempre lo identificó la idea de ser protagonista, utilizando la presión como método para lograr este objetivo. No es un técnico al que se le adjudique una tenencia prolongada de la pelota; siempre fue de ataques rápidos, aprovechando los espacios y los errores del rival, dándole la libertad a sus jugadores para que utilicen su ingenio y talento individual. Desde lo defensivo intenta tener equipos compactos y fuertes, dándole importancia a la pelota parada. Estilo que lo lleva a ascender a Primera con Olimpo en 2007, y con Unión en 2014.


Madelón logró dos ascensos a Primera con Olimpo y Unión y dos clasificaciones a la Copa Sudamerica con el Tatengue.

Nacido el 25 de enero de 1963, en la provincia de Santa Fe, es uno de los técnicos más longevos de la Primera División del fútbol argentino (solo por encima de Miguel Russo, Julio Cesar Falcioni y Ricardo Zielinski), e intenta contrarrestar esto con su cuerpo técnico. Si bien este cuenta apenas con cinco integrantes (dos colaboradores -Federico Mociulski y Carlos Ruiz-, dos preparadores físicos -Mariano Lisanti y Augusto Madelón- y un entrenador de arqueros -Cristian Dottorio-), buscan ocuparse de cada detalle en la división de tareas donde suele encargarse del grupo, de lo táctico y del parado del equipo. Sus colaboradores  trabajan en el análisis, propio y de los rivales, con la preparación de videos, los cuales son mostrados a los futbolistas.

Ahora, Madelón tendrá el desafío de dirigir a Platense, equipo que comenzará su segunda temporada luego de su vuelta a Primera, después de 22 años, con toda la presión que significa un nuevo trabajo, pero sin la obligación de sumar puntos para no descender.

Por Micaela Jaluf Garcete

El Sapo, apodado así por sus “saltos para eludir rivales”, nació el 16 de agosto de 1968, literalmente, dentro del estadio de Talleres. Su familia vivía debajo de una de las tribunas de La Boutique, donde su padre trabajaba como bufetero. De chico era tan bueno que aquel equipo de la T de 1977 iba un rato antes a los partidos para ver a Coleoni hacer jueguitos con la pelota. Como Maradona. Se decía que era “la mascota”. Sin embargo, tuvo una carrera muy corta como futbolista debido a su problema de crecimiento. Como Messi.  Gustavo Coleoni, con su metro sesenta y uno, pasó de ser taxista durante 15 años a cargar con más de 500 partidos en el torneo Argentino A.


Idea de juego

Hizo las inferiores en el Tallarín y jugó con la Primera. Luego pasó a San Agustín de Perú, Magallanes de Chile y por clubes regionales de Córdoba, tales como Matienzo de Monte Buey y Central de Río Segundo, entre otros. 

Coleoni nunca llegó a explotar su potencial: “Talleres me pagó el tratamiento con unas hormonas traídas de Europa porque yo pintaba bien, pero como era muy petiso, de mucho no sirvió. Entonces, probaron colgarme de la tabla de hacer abdominales, me agarraban del cuello y me estiraban en las camillas, con pesas”. Es por eso que, tras la mala noticia de no poder volver a jugar, en 1990 se retiró y acto seguido, puso una escuelita de fútbol para no alejarse de la pelota.

Desde su inicio dirigiendo a La Academia, este personaje se viste de camisa blanca y jean negro para aparentar cierta rudeza y respeto. Asimismo, su excesivo movimiento de manos al corregir a sus jugadores, protestar (lo que él ve como una falta mal cobrada por el juez) y expresar sus ansias por competir, lo caracteriza por saber satisfacer a los hinchas y ganarse su cariño.


“Me convertí en un trotamundos. Después de dirigir en ocho provincias y de perder cinco finales, la vida y Dios me han premiado”.

El niño criado en las tribunas de La Boutique, tras su trayecto como entrenador viajando por todo el país, llegó a ser hoy el técnico de Central Córdoba (Sde). Logró su ascenso dos veces y, luego de una penetrante campaña, siente que cada vez está más cerca de “ser pretendido por alguno de los equipos más importantes de la división”. Coleoni convirtió al Ferroviario en un equipo duro, intenso, “filoso”, con una buena estructura y contracción a la recuperación; sumado a los pases y ataques ante el equipo rival, demostrados en la tabla de posiciones.