viernes, octubre 18, 2024
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Ataja Caballero

Iván Lorenz, Tatiana Milani y Lucila Coccia

Le digo al portero que abra, así termino de armar el mate”, avisó Gabriela Caballero. Subió las escaleras para dirigirse al quincho, abrigada por el frío. Puso en calor el aire acondicionado antes de empezar a cebar, lo que provocaría durante la charla que se sonrojen sus mejillas. No quería pasar frío. Una vez acomodada, agarró el termo y comenzó el ritual. Convidó la primera tanda, no sin antes avisar que era amargo. Probó lo que había hecho, tomó aire y empezó el partido.

-¿Cómo empezaste a jugar?

-Empecé en la facultad a los 21 años. Siempre hice vóley. De golpe me dí cuenta de que era un deporte que me salía, pero no me apasionaba. Tampoco me esforzaba por mejorar, era una rutina. Surgió la posibilidad de cargar una actividad más a la facultad: era fútbol y dije: Bueno, vamos. En la facultad y los torneos interfacultades siempre llegábamos hasta los nacionales. La aventura fue un año. Al otro, yo estaba por recibirme con el título intermedio de acompañante terapéutico y pensé: ¿Por qué no ir a probarme?. Tenía mucha continuidad en la disciplina porque jugaba en la facultad y en un montón de torneos en mi ciudad. Me pasa eso con las cosas, me pregunto por qué no. Si las intento después no tengo nada que recriminarme. Me vine acá y me probé en un club de Primera que justo necesitaba arquera: Huracán. Ahí arranqué.

-¿Qué tan difícil fue tomar la decisión de venirse a Buenos Aires a hacer deporte?

-Nada. Tengo unos papás que nos dieron alas para volar y nunca hubo un no por respuesta. Nunca los senté. Tenía todo el plan armado en la cabeza y se los conté. Me quería especializar en deporte. Me interesaba muchísimo la psicología deportiva porque en Entre Ríos conocí a Marcelo Roffé y sus libros. Yo sabía que necesitaba ese tipo de pantalla. Meterme en el fútbol para también empezar a hacer ciertos contactos porque sino ¿De qué manera me puedo insertar en los clubes?. Me dijeron que sí. Mi papá fue el único que me dijo Bueno pero tus carreras las terminás. Considero que las terminé porque en psicología estoy con la tesis en trámite.

-¿De qué se trata tu tesis?

-Se llama “Creencias en torno a la práctica de fútbol femenino”. Lo hice basado en el equipo que estaba en su momento. Justo a punto de terminar la carrera cuando estaba atravesando eso. ¿Por qué no expresar eso que me pasa? Es lo que yo quiero reflejar. Cómo surge y qué piensan ellas mismas de practicar este deporte. Por qué y cómo tiene que ver una familia que siempre apoyó, se desunió de los prejuicios y la apoyaron en lo que a su hija le gustaba. Qué las hace mantenerse en su disciplina en la que, me di cuenta, somos mujeres distintas. Cómo cada una de las mujeres hace cosas que antes no. Creo que toda mujer en algún punto pasa por ese proceso. Era un ámbito impensado.

-¿Qué tiene que tener esa mujer distinta?

-Coraje y que no le importe absolutamente nada. Realmente las que jugamos al fútbol no lo sufrimos, no lo vivimos como una necesidad de protesta y que el otro vea. Lo vivimos relajadas. Ahora surge que le ponen como título feminismo. Solamente tiene que ver con que nos gusta algo distinto. Tiene que ver con aceptar la diferencia.

-Entonces, ¿primero surgió la idea de qué estudiar y después llegó el fútbol?

-A mí psicología me gusta desde siempre. Desde los 10 años. Es muy loco que una nena de 10 años te diga que quiere ser psicóloga. Tal vez tiene que ver con mi vida. De chiquita estuve muy ligada al papel de los psicólogos porque cuando enfermé de bulimia y anorexia hice un tratamiento en Paraná. Se ve que me ayudaron y marcaron algunas cosas que hicieron que me gustase.

-¿Cómo veía el deporte esa chica de 10 años?

-Esa chica de 10 años estaba peleada con el deporte. Tenía muchos problemas de alimentación, mucho sobrepeso y un desorden alimenticio importante. Lo que menos hubiese pensado era que el deporte podía llegar a salvar vidas como hoy por hoy les pasa a los adolescentes. Muchos escapan a las tentaciones, a las cosas malas que puede tener la sociedad. Pasó mucho tiempo para decir me gusta esto. Hasta que tuve mi alta. Ahí recién me pude replantear las cosas que quería hacer y permitírmelo. Era muy vergonzosa, distinta a lo que soy ahora. También tenía que ver con la enfermedad. Una enfermedad que te mete mucho para adentro, te hace pensar que todo el mundo te está observando, que te van a discriminar.

-¿Qué bien te hizo meterte con el deporte para la salida de esas enfermedades?

-Hay unas cuestiones de personalidad y genética que son innegables. Uno tiene que luchar a diario toda su vida. Ando con preocupaciones y pareciera que tengo la necesidad de comer como solución rápida. Hoy, que tengo una disciplina en cuanto al deporte, me ayuda a estar más concientizada. Como mejor y tengo nutricionista deportiva. Es lo que llaman los psicólogos deportivos como entrenamiento invisible. Es la buena alimentación y el buen descanso. Encerrarme en un deporte y tomarlo como profesional, aunque en Argentina no lo sea, me ayudó. Sé que me tengo que cuidar porque juego o entreno. Tengo una tendencia ansiógena, a que cuando me desequilibrio con las comidas puedo engordar. Adquirí el autoconocimiento. Hasta el día en que deje de jugar al fútbol voy a tener que seguir haciendo actividad física para poder tener una mejor calidad de vida. No es todo una cuestión numérica.

-¿Cómo ves el deporte desde el punto de vista de la psicología? ¿Y desde el punto de vista del hincha?

-Desde que se empezó a utilizar la psicología para los deportes se descubrió que se puede mejorar el rendimiento del jugador muchísimo más. Se dejó de pensar solo en aptitudes físicas. Tiene que haber preparación psicológica. Van de la mano. Como hincha solo me pongo la camiseta en dos momentos: cuando juega mi hermano y la Selección. Yo me pongo la camiseta de mi equipo solamente para el momento que la tengo que defender y después trato de desconectar. No tuve ese enamoramiento de jugar en equis lugar, como tampoco anhelo jugar en equis lugar. Yo por ser hincha de Boca no me muero por jugar ahí.

-Desde lado de la psicología ¿cómo ves el puesto de arquero?

-El puesto de arquero es muy distinto al de un jugador de campo, tiene que tener muchas más fortalezas que un jugador. El jugador se equivoca y tiene al otro que te sigue atrás para que muchas veces retracte tu equivocación. Tiene la posibilidad de perder la pelota y recuperarla. El arquero donde perdió la pelota, terminó dentro del arco, pierde un partido y se siente responsable cuando jugó con 10 personas más. Necesita mucho trabajo psicológico, seguridad, confianza, hablarse a sí mismo con diálogos positivos. Es distinto desde lo mental. Por eso sería muy importante que todos puedan tener un psicólogo que lo ayude y dar con ese profesional con empatía. Para entender y levantarse rápido. Esa es la característica del arquero: saber que siempre tiene que seguir mejorando.

-¿Siempre jugaste de arquera o te probaste en otro?

-Siempre. Yo antes decía que era muy mala con los pies y que solo podía estar en este puesto. Tenía ese prejuicio conmigo misma. Ahora se está viviendo esa necesidad de que el arquero sea un jugador más. A diario lo trabajo porque me cuesta un montón, pero veo que voy incorporando esa seguridad de ofrecerme como pase, de decirle a mis compañeras jueguen conmigo. En las mujeres cuesta mucho más. Si hubiese arrancado desde chica, hasta el saque me habría salido mejor. Hoy por hoy hacemos lo que podemos y de la mejor manera. No hay límites ni en lo psíquico, ni en lo físico, pero requiere de tiempo. Por eso la necesidad de la profesionalización, sino te sentís como estancada en las posibilidades que te brindan, en los recursos.

-El jueves se van a Rusia a ver a tu hermano, ¿cómo recibieron la noticia de la citación?

-Fue raro porque estábamos todos separados, mi mamá estaba en Londres, papá en Entre Ríos y yo acá trabajando. Cuando tengo pacientes no uso el celular. Sabiendo que mi hermano llegaba ese día a entrenar con la Selección y que me había dicho que a la tarde venía a tomar unos mates, dejé que ahí que fluya la emoción. Cuando llegó, el portero abrió la puerta y yo fui corriendo a abrazarlo. Fue re lindo, pero cuando estábamos juntos. Estamos tan acostumbrados a estar separados, que esa semana cuando estuvo acá yo estaba feliz. Era más la felicidad de que estaba acá en la Argentina.

-¿Tienen algún cartel o algo especial para llevar a Rusia?

-Hay una bandera que tiene una historia. Cuando él estuvo en el mundial sub 20, que se hizo acá, en Argentina, arrancó como suplente de Germán Lux. De golpe, se gana la titularidad en la semifinal. Sin embargo la bandera estuvo siempre, todos los partidos colgada. La bandera decía: “Willy, Santa Elena presente”. El día que se dió la lista de los 23 lo llamé a papá y le dije:mandás a hacer la misma bandera. Al final hicieron una con lo mismo, pero más moderna. Hicimos un montón de fotos para que el pueblo también se sienta que es parte, los llevamos al entrenamiento en la cancha de Huracán y a la de Boca. En pleno himno levantamos la bandera.

Gabriela rodeó el mate con las dos manos. El calor reconforta. Quizás es una sensación similar a la que siente cuando habla sobre su familia. Una sensación que se ve reflejada en sus ojos y en sus labios. En sus anulares se pueden distinguir dos tatuajes. En el de la mano derecha, se ve en cursiva el nombre de su padre, Carlos, con quien viajará para disfrutar el Mundial. En el otro, el de la mano izquierda, se puede leer Willy, quien posiblemente los esté esperando, en la otra punta del globo para escucharlos gritar su nombre en su primera participación en una Copa del Mundo.

Animé, realidad en Japón

Iván Lorenz @Ivanlorenz_

Ni Shinji Kagawa es Oliver Atom, ni Keisuke Honda es Steve Hyuga. Quizás eso querrían los japoneses con tal de ver a su Selección de fútbol coronándose campeona del mundo.

Es posible que los personajes creados por Yoichi Takahashi sean más recordados que figuras del fútbol japonés como Kunishige Kamamoto, el goleador histórico de los nipones.

Los regates de Oliver recorrieron el mundo. Chicos de todos los rincones imitaron e imitan a los Supercampeones, sus disparos increíbles. El animé difunde la cultura japonesa. Al ver los ojos de los personajes, donde residen todas sus emociones, donde se reflejan todos sus sentimientos, uno encuentra a los japoneses. Animé, Japón. Japón, animé. Una identidad.

Parafraseando un poco, suele decirse que alguien es producto de las cosas que elige. Hoy resuena mucho la palabra deconstrucción, volver a construirse. La cultura define a un grupo de personas y da lugar a las no tan queridas generalizaciones. Son construcciones. Bloque a bloque se edifica una realidad en la cabeza de las personas, estereotipos.

El animé refleja un aspecto, cuestionado hoy en todo el mundo, sobre la sociedad japonesa: el machismo.

El animé es la forma de nombrar a los dibujos animados japoneses. A su vez, se encuentran divididos en géneros de acuerdo al público que quieran atraer. La mayoría de ellos, con objetivo de venta, presenta mujeres estereotipadas con enormes pechos, glúteos apolíneos. Oppai es la palabra elegida para referirse a los enormes senos y sus rebotes al caminar. Las mujeres realizan tareas de la casa, el hombre trabaja. El sexo, genera incomodidad.

La sexualización de la mujer alcanza la realidad. En algunos bares de Japón, los Maid Café, las camareras se disfrazan emulando a las chicas de anime -polleras cortas, ropa entallada y de sirvienta- para atender a los clientes, masculinos, obvio. En el animé son conocidas como las Maid, que llaman “amos” a sus consumidores. ¿Animé o realidad? Identidad.

Estructuras. Si bien las categorías son muchas, se pueden agrupar en tres tipos de públicos: jóvenes, adolescentes y adultos, habiendo para cada uno de ellos animés dirigidos para las mujeres y para los hombres. Todas englobadas por la sexualización de la mujer. Es raro verlas despeinadas. Es raro que tengan exceso de peso. Es raro que no tengan curvas que se destaquen. Es aún más raro que los hombres no estén todo el tiempo dando cuenta de sus características o sintiéndose incómodos al ver piel descubierta que les resulta desconocido, casi un tabú.

El Shunga, traducido como imágenes de primavera, es un género visual japonés que trata temas sexuales. De aquí se desprenden dos géneros del animé: el Ecchi y el Hentai. El primer caso representa escenas sexuales con objeto humorístico. Por ejemplo, situaciones que generan incomodidades en la mujer, a la cual se le desabrocha un botón de la camisa y queda expuesto su corpiño, sus oppais. A los ojos japoneses es diversión, mientras que los personajes se sonrojan dentro del dibujo.

Por otro lado el Hentai se refiere a pornografía anime. Poco importa hacer hincapié en un género que pertenece a otro donde la mujer está sumamente objetivizada como en el porno.

El animé no deja a las mujeres de lado. El Shojo es un género orientado a las chicas jóvenes que, por lo general, es romántico. Son tenidas en cuenta, además, cuando una es objetivo de un grupo de hombres, que es lo que ocurre en el género Harem Inverso. ¿Inverso? El derecho es el Harem, en el cual un grupo de mujeres se encuentra seducido por un hombre considerado promedio para los nipones, sin muchas cualidades destacables. Por lo general cada mujer no pareciera ser inteligente, incluso se presentan como distintos tipos ideales: la del buen humor, la chica misteriosa y que nunca falte la de las tetas grandes.

Estructuras. También se construye a los varones, a través del género Shounen. En él se representan muchas peleas y batallas, no hay lugar para el romanticismo. Son conocidos Dragon Ball, Naruto y Pokémon. No es raro encontrar a un personaje pervertido en cada uno de ellos: el Maestro Roshi, el Maestro Jiraiya y Brock.

Sin ir más lejos, en los primeros capítulos de Dragon Ball, es el Maestro Roshi quien pide favores -extorsivos- a Bulma -pechos grandes, rostro bonito- para ayudar a Gokú, el protagonista. La muchacha se exhibe para que el viejo colabore. Reiteradas veces se ve al anciano largar chorros de sangre de la nariz, producto de la excitación que le generan las chicas más jóvenes que él. Brock, en Pokémon, no se aburre de piropear mujeres que por lo general lo rechazan. Jiraiya, le pide a Naruto, el protagonista, que lo acompañe a los baños termales, donde el maestro aprovecha para observar mujeres desnudas o bien es despistado por su aprendiz, cuando utiliza su jutsu-sexy: transformarse en una mujer desnuda.

Hay un género que hace más ruido aún. Tanto ruido que llevó a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a manifestarse en contra de la sexualización en el animé, en especial, en contra de las Lolis. ¿Qué son las Lolis o el género Lolicon? Nenas pequeñas sexualizadas, o más grandes pero de aspecto infantil, donde se las relaciona con adultos. El pedido de prohibición de ONU llegó cuando en 2014 se aprobó la Ley Anti-Pornografía Infantil en Japón, que excluía a la producida en animé dado que los autores y las editoriales lo tomaron como censura hacia sus obras artísticas, a lo que se le suma también, la forma que tienen de vender su arte. Japón, no paró de producir.

Estructuras. Una construcción que deja al descubierto una sociedad bañada en machismo. Una sociedad patriarcal donde el sexo es casi tabú pero tomado con humor en los dibujos animados. La atracción y el goce de lo prohibido. Donde el arte utiliza a la mujer para ser vendida. Un anime que se clasifica de acuerdo a gustos establecidos para cada género y para cada edad. Un tipo de varón, un tipo de mujer. Sin embargo, de gustos no hay nada escrito.

El día que México fue finalista

Iván Lorenz @Ivanlorenz_

¿Y si te dijeran que lo más lejos que llegó México no fueron los cuartos de final en 1970 y 1986? ¿Y que en 1970 México obtuvo el tercer lugar en el Mundial? ¿Y si te dijeran que México ya fue finalista una vez? ¿Y que el Coloso de Santa Úrsula tembló ante el bramido de más de 100 mil personas? ¿Y si te dijeran que Pelé jugó dos finales consecutivas en el Estadio Azteca?

Es raro. 1971. No coincide con los ciclos mundialistas. En efecto, no es un Mundial reconocido por la FIFA, al igual que el transcurrido en Italia en 1970, donde el Tri obtuvo el tercer puesto. Un Mundial donde México fue la única presencia americana en el Viejo Continente, y llamó la atención del mundo del fútbol con dos partidos de tres ganados. Uno de ellos por 9-0, donde surgiría aquella “Pelé” que aportó seis de los nueve para la goleada del Tri ante Austria y que, casi 12 meses después, corearían en el Estadio Azteca. Tal fue el impacto que las tierras donde residieron civilizaciones como los Mayas, Aztecas e Incas fueron elegidas para ser sede al año próximo. Año en el que México fue finalista.

Hay algo aún más raro. La respuesta a la rareza que es, quizás, lo que desconcierta. En un país como México, donde la figura de El Macho es bien conocida, el mayor logro futbolístico a nivel internacional lo obtuvo un seleccionado de mujeres. La época dorada del femenil mexicano. En fin, lo raro.

Ya en 1970 había sido raro. Además, un Mundial avalado por la FIFA se estaba jugando en México, lo cual opacó aún más el viaje que emprendieron las Tri. Un viaje para el cual no tuvieron reconocimiento oficial y en el que la mayor parte de los gastos fueron costeados por las jugadoras, ayudadas por la Federación Internacional Europea de Fútbol Femenil (FIEFF), que las había invitado a competir, y la Federación Italiana de Fútbol Femenil. Un Mundial en el que los uniformes que utilizaron fueron donados por un exfutbolista mexicano, Enrique Borja, el ídolo del Chavo del Ocho. Un Mundial en el que, previo a partir, conocidos de las mexicanas les alquilaban sus campos para que entrenen. Un Mundial sin bandera mexicana que flamee, ya que nadie se las otorgó.

A pesar de todas las trabas que tenía el Femenil, en 1971 se realizó el segundo Mundial en México. Seis, el número de selecciones que participó: Italia, Dinamarca y Francia por el grupo B, y por el grupo A, Argentina, Inglaterra y el local. Un Mundial de tan solo 34 goles y dos sedes: los del B en el Estadio Jalisco y los del A en el Azteca. Cuando no jugaba el Tri, se calculó un promedio de aproximadamente 20 mil personas asistentes. Pero cuando participaba México, era otra historia. En sus victorias ante Argentina e Inglaterra se estimó un promedio de 90 mil personas.

Puntera en la fase de grupos. Un doblete de María Eugenia La Peque Rubio, y un gol de Patricia Hernandez le dieron la victoria por 3-1 ante la Selección Argentina. La máquina mexicana no paraba. Despachó 4-0 a Inglaterra, con un doblete de Teresa Aguilar y, para completar la cuenta, sus compañeras Silvia Zaragoza y Erendira Rangel, sumarían un tanto cada una.

El sueño cada vez más cerca. En la semifinal tocaba un rival conocido: Italia. Un año antes las Tri habían perdido contra el país del Mediterráneo por 2-1. Sin embargo, de local y con el respaldo de una multitud de hinchas fue tiempo de dar vuelta la tortilla. Empezaron perdiendo por un gol de la jugadora italiana Carmela Varone. Pero estaban acostumbradas a ser salmón. Dos tantos de Hernández le devolvieron la alegría a México. Eran finalistas. Dinamarca era el rival. Llegaba luego de ganarle a Argentina 5-0 en semifinales. En fase de grupos, había derrotado por 3-0 a Francia y firmó las tablas, 1-1, ante Italia. Las Tri no podían confiarse. El duelo, pactado para el 5 de septiembre en el Estadio Azteca.

Una final que casi no se juega. Suena familiar, por lo menos hoy, donde las mujeres comienzan a ganarse aquello que les corresponde. Las jugadoras habían solicitado apoyo económico al presidente del Comité Organizador: Jaime Haro. Pero eran amateurs. ¿Por qué les pagarían? De hecho, si no aceptaban jugarla, la autoridad del Comité no se mostró preocupada, ya que podrían armar cualquier otro seleccionado local para reemplazarlas o podrían devolver las entradas. Eran finalistas, no una prioridad.

¿El amor todo lo puede? Antepusieron la pasión ante lo económico. Eligieron respetar al público mexicano. Ese mismo que copó el estadio cada vez que participaron. Al amor se le sumó un llamado de Octavio Sentíes, el regente de la Ciudad de México de ese momento, que las convenció de jugar.

Una final siempre es especial. 110 mil personas coparon el Estadio Azteca. Una multitud que coreó el nombre de Alicia La Pelé Vargas. 110 mil personas. La cifra más alta en la historia del femenil, que hizo temblar el campo donde Maradona 15 años después haría historia, al igual que las muchachas. ¿Cómo no va a ser especial cuando se juega por amor propio? ¿Cómo no va a ser especial cuando gambetearon todas las trabas habidas y por haber por el simple hecho de querer representar a su país?

Pero la Diosa Alada quedó en manos de Dinamarca. Las Tri esta vez no pudieron. Una joven de 15 años, Susanne Augustesen, decidió anotar tres tantos para llevarse al Viejo Continente aquel ángel de oro de 70 centímetros, que posaba sobre un pedestal con una corona griega como ornamento, y el balón en sus pies, el elemento.

Olvidadas. Recordadas cada tanto. Las mujeres que demostraron en México que el fútbol no era un deporte solo de hombres. Ellas también podían jugarlo. Ellas también podían sentir la camiseta. Ellas fueron algo que ellos no pudieron ser. Ellas, las mujeres, fueron finalistas.

Cuando el hincha es un problema

Iván Lorenz @Ivanlorenz_

Manuel Neuer se preparaba para sacar. Minuto 24 de juego transcurrido en el Estadio Luzhniki de Moscú. El arquero alemán no sabía que 11 minutos después el mexicano Hirving Lozano sería más inteligente que él y anotaría el tanto que le dio la victoria al Tri, esa que festejó toda la afición de México. La misma afición que cuando el rubio de 1,93 metros se disponía a impactar la Telstar 18, haría vibrar las gradas al grito de “Puto”.

En 2011, el number one alemán había animado a los futbolistas con preferencias por el otro género a sacarlo a la luz, a salir del closet como quien dice, porque es un acto que alivia. Quizás, como muchos otros aficionados, los mexicanos le gritaron eso pensando que era gay, producto de lo dicho siete años atrás. Podría ser el caso, si se tratase de una primera vez.

12 fueron las sanciones por cantos discriminatorios que recibió la Federación Mexicana de Fútbol (FMF). Diez fueron las aplicadas durante las Eliminatorias camino a Rusia 2018.Remontándose un poco más atrás, en Brasil 2014, los mexicanos gambetearon penalizaciones. “Puto” también resonó aquel 13 de junio, cuando derrotaron a Camerún 1-0 en el Estadio Arena Das Dunas. Sin embargo no fue considerado como homofóbico por la FIFA. Hasta ahora las multas se limitaron a lo económico dado que el organismo rector del fútbol internacional reconoció los esfuerzos de la FMF por ponerle fin a los cánticos.

El pedido lo hacen también los jugadores. Luego del partido con Alemania, en su cuenta de instagram, Javier Chicharito Hernández pidió a los aficionados del Tri parar con el canto “Puto”, palabra común en la jerga mexicana. Por su parte, Marco Fabián, el número ocho de la Selección, pidió por lo mismo a través de su cuenta de Twitter.

Mensaje de la Selección de México a sus seguidores.

La multa a la FMF tiene un monto de 10 mil Francos Suizos (aproximadamente 10 mil dólares) por lo ocurrido en Moscú. Sin embargo, de reincidir y, teniendo en cuenta el historial del Tri, las consecuencias podrían agravarse.

La Edición 2017 del Código Disciplinario de la FIFA establece en el artículo Nº58 que se sancionará a las federaciones, que son las responsables de las acciones de los fanáticos, a causa de aquellos que “mediante actos o palabras humille, discrimine o ultraje a una persona o a un grupo de personas en razón de su raza, color de piel, idioma, credo u origen de forma que atente contra la dignidad humana”.

Además de la sanción económica, el artículo establece que de tratarse de acciones graves “podrán imponerse sanciones suplementarias, tales como la obligación de disputar un partido a puerta cerrada, una derrota por 3 goles a cero, la sustracción de puntos o la exclusión de la competición” y a los espectadores que realicen la infracción se les prohibirá el acceso al estadio por un mínimo de dos años.

Yo, periodista

Iván Lorenz

Me incliné por el vino rosado la última noche, en un bar italiano a la vuelta del hotel. Fue una copita poderosa. Desando mi camino para volver al cuarto. La lluvia me mojaba pero no molestaba. Sentí la perfecta combinación de nostalgia y alegría. Pero no bastó. Haber aspirado periodismo del puranga por tres días reclamaba más dispersión. Hice una parada técnica en la barra antes de subir. Shot de aguardiente, típico de Colombia. Tiene gusto a caramelo Media Hora. El tiempo exacto que transcurrió hasta pedir el Cubalibre. Ahora sí, borracho pero en orden, puedo proceder a whatsappear con amigos.

Me ayudan a no olvidarme nada en el hotel. Pasajes de vuelta, pasaporte, ropa cómoda, regalos. Qué problema los regalos. No conseguí café en Colombia ¡No conseguí café! Es poco serio, aposté al aeropuerto. No me cree ni mi vieja. No puede ser que no haya comprado café. Le expliqué que no recorrí Medellín. Mi camino fue del hotel al Jardín Botánico y del Jardín al Parque Explora. Allí se realizaron la mayoría de las actividades del Premio y Festival Gabriel García Márquez de Periodismo. Gabo para los amigos.

Dicen que pasan años hasta que te dejan escribir en primera persona. Me atreví a tomarme esa licencia. El periodismo es una actividad para los atrevidos. Hay que ser valientes. No podemos ser servidores públicos si no nos comprometemos a cumplir con nuestro trabajo. Vamos a tener trabas, nos van a bajar línea, vamos a vivir cosas que nos van a empujar a dejar de escribir o reportear. Pero el periodismo tiene que pararse firme ante la adversidad.

Me fui con la cabeza reventada. Entre escuchas y apuntes confirmé una hipótesis: el periodismo es de los juegos más serios que existe. ¿Un juego? ¿No es un empleo? Sí. Pero contamos historias. Los datos son nuestras piezas y es nuestro intelecto el que permite armar el rompecabezas. No somos intelectuales, intelectual es el producto de nuestro trabajo.

Del 3 al 5 de octubre tomé la línea A del metro. Los colombianos le dicen metro al tren. No recorrí Medellín cual turista promedio. Sin embargo, cuando me subía a la estación Industriales sabía que bajaba en Universidad y me sumergía en una ficción periodística. Está bien, no vi café pero volé por todo América: las Pandillas de El Salvador, la crisis de Venezuela, el narcotráfico en México o el avance del fascismo en Brasil.

¿Qué me olvidé? El Giratiempos de Hermione Granger para participar de las más de 75 actividades. Talleres, charlas, proyecciones documentales, muestras fotográficas. Desde las 9 hasta las 19 me senté y escuché. No podía salir del Orquideorama del Botánico. Una estructura enorme y abierta, equipada con sillas y un escenario que dolía ver vacío. Cuando los invitados se acomodaban y contaban sus experiencias, cumplían con una regla fundamental del buen periodismo: generar más preguntas que respuestas.

Mentira, sí salía de ahí. No solo para ir al Parque Explora y aspirar más periodismo. Tenía que comer. Como el festival, los platos eran de todos los colores. En vez de ética, sátira, documental, fotografía y el género que se les ocurra, tenía arroz, sopa, jugos variopintos, carnes, legumbres, papas multiformes, frutas. Ambas cartas eran amplias. Una te reventaba la cabeza, la otra el estómago. Pero era necesario cargar el tanque porque sino no aguantaba ¿A quién se le ocurre en tres días hacer tres talleres de cuatro horas y participar de otras tantas horas de actividades?

Qué me importa, si me voy con la cabeza astillada, mejor. En los talleres, que son el corazón del festival, descubrí que siempre me puedo romper el marote un poco más. Para realizarse, eran necesarios un maestro y bancos con escritorios dispuestos en forma de U. Pero el profe dejaba algo siempre en claro: “Ustedes vienen a aprender de mí y yo de ustedes”. Si educar es combatir, educar es también retroalimentarse.

Y a veces olvidamos escuchar. El periodismo no es protagonista, es mediador. Lo importante son las personas y lo que decidimos contar. Demanda ser empáticos, autoconocernos, creer en lo que contamos, medirnos, ser eficaces con las palabras, ser curiosos, estrategas, forzar límites, estar donde la historia está, ser fuertes, romper con la actitud de rebaño, respetar, no automatizar, informar, educar, entretener, provocar, incomodar.

En Medellín encontré un comportamiento antinómico del periodista. Suelen decirnos que el camino lo construimos nosotros solos, que el periodismo nos exige ser independientes. Cada uno estructura lo propio, nadie te ayuda, es una trayectoria solitaria. Pero este oficio requiere del otro. Tenemos que ser solidarios. No ganarse la confianza de la fuente es óbice para narrar una buena historia. No sé si somos independientes pero tampoco sé si somos dependientes. Lo que sí tengo claro: tenemos que cuidar los vínculos que formamos.

El tiempo nos obliga a adaptarnos a los cambios. Desaprender lo aprendido. Evolucionar en tiempos mutantes. Prepararnos para recibir y generar impacto. Ojos abiertos, teclado sensible, pluma afilada, libreta en blanco, cabeza amplia. Entre tanta palabra me olvidé del ron. Me divierto mientras tomo, pienso y escupo. ¿No dije que era un juego? Y sí. Como toda actividad lúdica, entretiene. Si bien me tomé la licencia del “yo”, nunca me voy a tomar la licencia de perder el humor. El periodismo no puede dejarlo y menos que menos no pensarlo como un arma de lucha y militancia.

Educarse y formarse son dos tareas que no empiezan y terminan en el aula. El periodismo no se queda en las paredes de la sala de redacción. En el tren, en el avión, en otro país, en un bar, en mi casa, en sus casas, en Netflix, Spotify, Instagram. Desde que lo elegí me comprometí a estudiar todo el tiempo y para siempre. Soy una esponja, no solo por tomar vino, aguardiente y Cubalibre. Absorbo cosas nuevas todos los días, me entreno para estar atento. Viajar a Medellín para participar del Festival Gabo me enseñó que mi aula es el mundo. Pero, lo más importante: el periodismo es una actitud ante la vida.

*Iván Lorenz es alumno de segundo año de Deportea. Con su crónica “El campo es nuestro” obtuvo el primer premio del Concurso anual de periodismo deportivo que desde 1993 organiza la escuela del que participaron alumnos de segundo y tercer año.

Tagliafico se hizo desde abajo

Azul Usategui Casella

“La estatura le juega en contra”, sentenció Edgardo Bauza cuando ocupaba su cargo como director técnico de la Selección. Julio Falcioni, cuando pedía jugadores de inferiores para subir a Primera en su etapa en Banfield entre 2009 y 2010, exigía que fueran de estatura alta.

Un metro setenta y uno mide Nicolás Tagliafico, cuatro centímetros más que el histórico lateral izquierdo de Brasil Roberto Carlos y uno más que su referente en el puesto, el alemán Philipp Lahm, y que el español Jordi Alba, a quien hoy sigue muy de cerca para copiar movimientos y así entenderse mejor con Lionel Messi.

Raúl Wensel, ex director técnico de las inferiores de Banfield dijo: “Nico quería jugar de volante por la izquierda y Silvio Marzolini, que coordinaba las inferiores de Banfield en ese momento, lo mandó a jugar al fondo, donde se necesitaban jugadores”.

Además, Wensel agregó: “Taglia tiene desventaja con la altura pero se tiene que ver cómo salta”; aparte, hay que sumarle que es rápido y vivo para ir a cabecear”. Tagliafico tiene un amplio pasado en selecciones juveniles. Jorge Theiler lo citó para la Sub 15 y luego José Luis Brown lo convocó al Sudamericano Sub 17 de 2009 en Chile y, al Mundial de Nigeria de ese año.

En el Sudamericano Sub 20 de Perú 2011 fue dirigido por Walter Perazzo y le tocó marcar a Neymar, figura del campeonato. Además jugó el Mundial Sub 20 en Colombia de ese mismo año.

En Sudáfrica 2010 fue sparring de la selección mayor y le tocó marcar a Lionel Messi; intentó todo pero le resultó imparable. En los almuerzos y en las prácticas miraba a Gonzalo Higuaín, Sergio Agüero, Ángel Di María. Luego de ocho años, los disfrutó como compañeros en el mundial de Rusia.

En 2011, cuando compitió con los juveniles, veía su camiseta y le resultaba muy fuerte. Lo mismo ocurría cuando escuchaba el himno nacional. Tagliafico y la Selección es un amor que data desde su niñez.

Su madre, María Teresa, lo acompañó a la revisión médica a la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) cuando tenía 12 años y ella, en ese momento, sufría al pensar en volver a repetir la misma rutina que había hecho con su otro hijo, Ezequiel, quien llegó hasta la Octava en Banfield, se fue a Brown de Adrogué y abandonó.

Es muy autocrítico de sí mismo y reconoce que debe mejorar la finalización de la jugada, que en el momento de atacar, debe lastimar y, además, entender cuándo la jugada necesita una pausa.

Rusia 2018 fue el debut mundialista para Tagliafico y le dejó un sabor amargo, pero hoy el nuevo capitán del seleccionado nacional en reemplazo de Lionel Messi, buscará encaminar la nueva era de la Selección.

Lisandro López, el capitán que prefiere la pesca por sobre el fútbol

Bruno Barbagallo

No disfruta de jugar al fútbol profesional. Prefiere pescar antes que jugar un partido por los puntos. Sin embargo, Lisandro López es el referente indiscutido que tiene el vestuario de Racing y lleva con orgullo la cinta de capitán del club que le dio todo en este deporte.

En febrero de 2016, luego de marcar el gol -de chilena- que empató el clásico contra Independiente en el minuto 45 del complemento, Licha admitió que disfrutó anotarlo tanto como cuando saca un pez del agua. La declaración del delantero tomó por sorpresa a quienes no conocían su pasatiempo: cada vez que tiene tiempo libre, vuelve a Rafael Obligado, en la localidad de Rojas, provincia de Buenos Aires, donde se crió. Allí se dedica a pescar junto a sus amigos. “Soy más profesional de eso que del fútbol”, bromeó ese mismo día.

La preferencia de López por la caña y el anzuelo se condice con sus otras confesiones: reveló que no la pasa bien en el transcurso de los partidos y que querría poder volver al anonimato una vez que se retire. Lo que siente dentro de la cancha es una constante autoexigencia que, lejos de motivarlo, lo presiona y no le permite disfrutar el deporte. “Siempre fue de esa manera. A todos nos molesta cuando no nos salen las cosas, pero después del partido uno se olvida. Él se quedaba con bronca”, cuenta a El Equipo Sebastián Penco, delantero y compañero suyo en la temporada 2004/05.

El deseo de Licha de volver a ser un desconocido no es algo nuevo que le surgió con el tiempo. Desde sus primeros años como futbolista en Racing fue un jugador humilde, trabajador y de perfil bajo, según Penco. “Él eligió ser así y hay que aceptarlo como es”, afirma. Nunca le agradó el “circo”, como él lo definió, que se genera alrededor del fútbol, y todos los que compartieron vestuario con él pueden dar fe de eso. “No le gusta mostrarse, es cerrado, reservado. No lo vas a ver en medio de un problema. Pero esa personalidad tranquila no le afecta para nada en su rol de líder”, asegura Pablo Álvarez, defensor con quien compartió plantel en 2016, a El Equipo. También lo definió como una persona muy seria, con mucha redisposición al trabajo y detallista: un líder nato. De esta manera, sirve como ejemplo para todos sus colegas, sobre todo para los más jóvenes.

Mientras transcurre los últimos años de su carrera, Lisandro separa cada vez más su profesión de la persona que es fuera de la cancha. “La gente viene y te dice que te quiere mucho. ¿Cómo me vas a querer? ¿Por qué? ¿Por un gol? No hermano, si no me conocés”, confesó en una entrevista con Página 12. Al capitán no le molestan estas situaciones por ser egoísta, sino por su timidez y porque no sabe cómo reaccionar ante las muestras de afecto.

Tal vez elija la pesca por sobre su profesión, no disfrute de su trabajo y desee ser desconocido, pero el líder que Racing tiene en su vestuario es el idóneo según todas las personas que jugaron junto a él.

El 10 y el 10: Maradona y octubre, una relación especial

Joaquín Arias

Destino inexorable, señal prematura o mera casualidad, al 10 le tocó nacer el mes 10. Dalma Salvadora Franco -Doña Tota para Villa Fiorito primero y para todos después- y Don Diego Maradona lo lanzaron al mundo el 30 de octubre de 1960, sin presumir que el décimo capítulo de cada año grabaría tan a fuego la vida profesional de su quinto hijo.

Diego Armando Maradona y octubre firmaron su contrato en 1976 y desde entonces erigieron un camino que los vio crecer juntos a la par. Aquel año debutó con 15 primaveras y el 16 en la espalda en Argentinos Juniors, ante Talleres de Córdoba. 21 años más tarde se despidió oficialmente de la pelota número 5 en el superclásico del fútbol argentino, también en el apartado 10. Entremedio se había estrenado en Sevilla en 1992 y en Newell’s una temporada después y, en 1995, había retornado a La Bombonera con una franja amarilla en el costado derecho de su cabello. Todo, en octubre.

Detrás de la línea de cal el vínculo incorporó nuevas escenas. En la noche montevideana del 14 de octubre de 2009, Diego, vistiendo el buzo de la Selección, expuso su doble cara: luego de obtener el pasaje para Sudáfrica 2010, se excedió verbalmente y debió pagar una multa de 16.500 euros, además de dos meses de suspensión. 25 años y cinco días antes había dirigido con pantalón negro, camisa blanca y corbata bordó su primer partido oficial, en Deportivo Mandiyú de Corrientes y ante Rosario Central. El 20 de octubre de 2016, 40 años después de su primer encuentro, una casa que él habitó devino en museo.

Con lo bueno y con lo malo, el octubre que se desvanece pareció haberle rendido tributo. Por caso, el segundo gol de Darío Benedetto ante Palmeiras destiló tanto virtuosismo como alguna conquista de él. Asimismo, la primera fractura en la carrera del otro 10, Lionel Messi, se produjo horas posteriores a que el médico de Maradona anunciara que “hay que ponerle prótesis en las rodillas” producto de una artrosis y, en tanto, entre el sábado 6 y el jueves 18, los Juegos Olímpicos de la Juventud hicieron flamear la bandera argentina tan alto como en 1986 lo había hecho el 10, ese socio del otro 10, que lo vio nacer, debutar y decir adiós.

El que no estudia, no juega

Maximiliano Das

Como tantos otros clubes, Independiente abarca, también, la educación. Karina Swereda, quien fue profesora de Historia en el colegio secundario durante 15 años hasta que, en 2012, asumió la labor de directora, le explicó a El Equipo cómo es la formación intelectual de los jóvenes que integran las divisiones inferiores de fútbol de la institución.

-¿Cuántos jóvenes de la pensión vienen a estudiar acá?

-Acá hay, aproximadamente, una población de 610 alumnos, de los que 35 son de la pensión y 50 jugadores de las inferiores que viven cerca. En el predio de Villa Domínico hay otros 30 chicos que, quizá, por una cuestión de rendimiento o por una educación insuficiente que recibieron con anterioridad, se les hace un poco ardua la inserción a esta escuela, entonces van a la Nº 12 de Avellaneda, donde tienen un nivel de exigencia, tal vez, más bajo y que pueden equilibrarlo con el nivel que traigan de donde vengan.

-¿Vienen sólo chicos jugadores de fútbol o hay también de otros deportes?

-Vienen integrantes de los equipos de waterpolo, básquet y handball. También tenistas, pero son sólo los jugadores de fútbol quienes gozan de algún tipo de beca, si se quiere, o diferenciación con respecto a los demás estudiantes.

-¿Se le da un papel más importante a la educación física por tratarse del secundario del Club Atlético Independiente?

-En nuestro plan existen dos horas semanales de práctica deportiva por fuera de lo que es la educación curricular, o sea, cuatro horas semanales en total. No es una asignatura que haga énfasis en la competencia, sino que pretende ser de formación y recreación: se les enseña distintos deportes y, si después están interesados en alguno de ellos, lo pueden practicar en este club o en el que decidan hacerlo.

-¿Cómo difiere la educación acá con otro secundario donde quizá no abundan alumnos-deportistas?

-La mayor diferencia se da en el lugar que tiene el deporte. La gran mayoría de los chicos, aparte de las horas de educación física curricular y no curricular, suelen practicar alguna disciplina en el club. Además, en los seis años de escuela primaria tienen natación. Esto les da una base muy importante, y a aquellos a los que les gusta, los inclina hacia una carrera que tenga que ver con lo deportivo, sea profesorado de educación física o kinesiología (aunque esta última no sea estrictamente de la rama).

-¿Son muchos los alumnos-futbolistas que terminan dejando la educación?

-Con respecto a los chicos de pensión, a fin de año les dan la continuidad o no continuidad, entonces, a aquellos que no se quedan a entrenar les perdemos el rastro. De los que sí llegan a sexto año, en líneas generales, en las últimas camadas se ha recibido la gran mayoría. A veces cuesta hacerles entender la importancia de la educación por estar tan preocupados en estar entre los concentrados o dentro del equipo titular, pero una vez recibidos nos agradecen la insistencia.

-¿Y se ayuda a quienes, por compromisos, ya sea con la primera o con las selecciones nacionales con límite de edad, se ausentan en fechas de examen?

-Sí. Obviamente, al ser jugador nuestro, si no estuvo para las evaluaciones, se las reprograma para cuando sí esté; si estuvo entrenando en el predio de AFA, se le manda vía mail los trabajos prácticos. Se le da la facilidad de, si no lo pudo hacer cuando había que hacerlo, que lo haga cuando vuelva. Ahora, por ejemplo, hay un chico -Rodrigo Márquez- que tiene todas las asignaturas aprobadas a pesar de haberse entrenado en Ezeiza y de haber viajado a México (a disputar el torneo internacional Cuatro Naciones) con el seleccionado sub-17.

-¿Cómo se incentiva el estudio en la universidad?

-Nosotros tenemos en sexto año un taller que se llama De la escuela a la universidad, que durante todo el año los chicos visitan universidades, averiguan sobre carreras y tecnicaturas.

-¿Y cuántos de los alumnos-futbolistas van a la facultad?

-Una vez recibidos, se les pierde el rastro, pero sé que, por ejemplo, de la camada que egresó en 2016 algunos están estudiando profesorado de educación física, un par, kinesiología y otro, abogacía.

-¿Son muchos los alumnos-futbolistas que se llevan materias a las instancias de diciembre o marzo?

-Hay una cantidad considerable que se lleva materias, pero no por falta de capacidad, sino porque el interés está situado en otro lado. Asimismo, el rendimiento en el colegio varía mucho si el técnico lo convoca o si no; si está sano o lesionado; si viven acá o son del interior. En esta época del año, los de la pensión comienzan, también, a extrañar y dudar si van a continuar el año que viene.

-¿Hay buena predisposición por parte de los alumnos-futbolistas?

-Sí. No sé si para estudiar, pero sí para venir al colegio. En este ámbito se sienten menos exigidos porque no hay una demanda desde lo deportivo, no hay entrenamientos, no existe la rigurosidad de los horarios. Los de pensión encuentran en nosotros la familia que tienen lejos, a pesar de tener una contención en Villa Domínico. De todas formas, al trabajar en conjunto con los que son sus entrenadores, el desempeño escolar es tenido en cuenta a la hora de decidir si juegan o no.

-¿Cree que los padres de los alumnos-deportistas le dan la importancia que merece la educación o priorizan al fútbol?

-Hay de todo. Existen casos de chicos cuyas familias viven en el interior que llaman regularmente por teléfono, o, cuando tienen la posibilidad de venir a Buenos Aires, se acercan a la escuela a conocernos y hablar con nosotros y hay otras familias que no.

-¿Cómo atravesaron los Juegos Olímpicos de la Juventud a la institución?

-Realmente, acá los Juegos pasaron un tanto desapercibidos; no hubo un entusiasmo particular por el evento ni se hizo hincapié en él.

-¿Cómo trataron el movimiento por la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo y la Educación Sexual Integral (ESI)?

-Lo que estamos haciendo en torno a eso tiene que ver con un compromiso por parte del Centro de Estudiantes, que se está conformando de nuevo, y nuestro equipo de orientación escolar (dos psicólogas y una trabajadora social). Se organizaron talleres que comenzaron desde los años que tenían mayor conflicto e interés, y a partir de allí continuamos más allá de la semana específica de la Educación Sexual Integral.

-¿Por qué se está conformando de nuevo el Centro de Estudiantes?

-Cuando desde el gobierno de la Provincia de Buenos Aires se estableció que era obligatorio que todos los colegios secundarios tuvieran centro de estudiantes, lo formamos, pero después perdió importancia. Con todo el movimiento que comenzó con la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo un grupo de sexto año comenzó a usar el Centro como medio para participar.

Yupanqui, el cuadro de tu vida

Iván Lorenz

El domingo 18 de agosto de 1991, el Diario Crónica tituló: “Las invencibles chicas de Yupanqui”. Si se piensa al fútbol como Dante Panzeri, una dinámica de lo impensado, es dificilísimo encontrar un adjetivo como tal para un equipo de balompié. Quizás se entienda un poco más si se lee la primera línea de la nota: “Hace cuatro años que no saben lo que es perder un partido y muestran un nivel digno de elogio”. Para ese año, cuando la FIFA comenzó a organizar los Mundiales de Fútbol Femenino y la AFA se vio obligada a crear un torneo para las mujeres, las jugadoras de Yupanqui ya habían ganado un torneo de fútbol de salón como locales, ya eran las primeras en ganar un torneo metropolitano -invictas-, ya habían vendido a Amalia Flores a Europa -la primera jugadora de la historia en competir en el Viejo Continente-, ya habían sido visitadas por una embajadora japonesa, Kaori, para ver cómo funcionaba el club y, para la fecha del artículo, habían derrotado a Independente de Brasil en el primer encuentro internacional de la historia del femenino en Argentina registrado hasta el momento.

Sin embargo, de Yupanqui portaban solo el nombre. Se llamó así por la necesidad de representar una entidad con personería jurídica y casi que por casualidad apareció el club de Lugano. El Gran Yupanqui no fue siempre el Gran Yupanqui. Donde hubo mariposa antes hubo, necesariamente, oruga. Esta oruga se remonta a 1970, cuando Don Luis Garay comenzó su carrera como entrenador de futbolistas.

“En el fútbol femenino el material está, pero lo tenés que manejar, preparar, preparar y preparar. Grandes jugadoras hay por todos lados en Argentina. Se busca más en villas, las pibas no juegan a las muñecas. Tenés que andar mucho”, cuenta Don Luis Garay, un trotafútbol y amante de la pelota. Y buscó. Viajó al interior, captó jugadoras de equipos que se desarmaban, organizó cuadrangulares junto a su amigo Antonio Caldez y tocó la puerta de la casa de cada jugadora de la cual tuvo referencia para llevarlas a los potreros. Don Luis no sabía que sus esfuerzos iban a desembocar en el Gran Yupanqui, después de todo, él había juntado a las chicas con las que iba a bailar o al cine para jugarle a los gordos del barrio.

Se manejaban a pulmón. Don Luis no soportaba ver cómo su equipo no veía una moneda y los organizadores de las exhibiciones llenaban sus bolsillos y se aprovechaban del show que brindaban las chicas. Se cansó del uso y el manoseo a sus jugadoras. Quiso dejar en reiteradas ocasiones, no era fácil mantener el plantel a la vez que trabajaba por las noches en una fábrica textil; pero fueron las chicas las que lo convencieron de quedarse, porque el cariño y el respeto era muy grande. Fue Liliana Sequeira, Manzanita o Manzi como le dicen sus compañeras, quien consiguió que su entrenador se quedara. Y surgió Deportivo Fútbol Femenino Minué.

Junto con Manzanita, armó una lista con las jugadoras que conocía. Las fue a buscar con una condición: si jugaban en Minué no podían jugar en ningún otro lado. Incluso, les armó una especie de carnet. A pesar de lo autoritario que pueda sonar, las chicas elegían quedarse en Minué, su equipo pero también su familia. Muchas veces Don Luis prestaba su casa en Carlos Casares: “Yo no te podía dar plata, pero te podía dar lugar en mi casa porque mi mamá (Adelina Barreto) era así, era la madre de ellas. Yo laburaba siempre de noche y ellas venían y se quedaban a hablar con mi mamá”.

Concentraban en la casa de Don Luis pero también festejaban. El cumpleaños de Minué es el 9 de julio. Ese día organizaban “La Fiesta de Todos”. Al fondo del hogar Garay, en una de las paredes se lee: “Bienvenidos”. La palabra en forma de arco rodea el símbolo de la paz. Don Luis conserva la bandera que lleva el nombre de la fiesta, al igual que otros trapos del equipo y hasta camisetas, achicadas por el paso del tiempo y las vueltas del lavarropas.

¿Por qué Minué? “Sin costura, tal como lo exige la moda, Medias Minué”, decía la publicidad que construye una de las versiones del nombre. Pero Don Luis sostiene que es hincha del General José de San Martín y que a él le debe la denominación del equipo. Allá por 1816, cuando el prócer era gobernador de Cuyo, no se bailaba Trap y no abundaban los tatuajes en la cara. Por el contrario, San Martín se vistió de gala y, en los festejos que recordaban la Revolución de Mayo, bailó Minué, danza característica de la época.

“Minué era potrero, no tenía una entidad que defendía, que tuviese personería jurídica. Boca, River, Racing, no querían jugar”, cuenta Don Luis. A mediados de los 80, no eran los únicos: Minué tuvo que viajar al sur de la provincia para conseguir rival porque en el oeste no los tenían, ganaban siempre y el resto de los equipos perdían las ganas de hacerles frente. Por necesidad y de casualidad, llegó a Yupanqui. ¿De casualidad? Don Luis fue a trabajar como todos los días, pero aquella vez llegó molesto. Uno de sus compañeros, Roberto Osken, no pasó el detalle por alto, de alguna forma el entrenador se había ganado el apodo Pachanga. Garay le contó lo enojado que estaba porque no tenía un club para representar. Osken era el primo del presidente de Yupanqui y le ofreció hablar con el dirigente. Don Luis llevó todos lo papeles y concretó el trámite: “Yo me equivoco. Eran mis jugadoras, tendría que haber ido con un escribano y una planilla que dijese que yo podía dirigir Yupanqui y que mi equipo se quede conmigo. Fallé porque el plantel se lo llevo yo”.

El club de Lugano les dio lo indispensable. El gimnasio para entrenar y jugar de locales. Las camisetas las mandó a hacer Don Luis a un negocio de Liniers. La empresa Procer estampó su nombre en la casaca celeste de mangas naranjas. Los botines los compraron las jugadoras. Yupanqui no tenía cancha de once, su historia empezó en fútbol de salón cuando en 1988 el profesor Rubén Torres organizó el primer torneo que constó de diez equipos.

“Futsal, la revista argentina de fútbol de salón”, escribió en septiembre de 1988: “La gran cantidad de gente que llenó el hermoso gimnasio del equipo de Lugano pudo observar un excelente encuentro, sumamente parejo en la primera parte y muy bien jugado”. Yupanqui fue puntero durante todo el torneo y en la final se enfrentó a Mariano Acosta, a quien aventajaba por un punto. Ganaron 6-2.

Boca Jrs finalizó tercero.Al minuto de juego Alba Blanco puso el partido 1-0 para Yupanqui. No habían terminado de gritar el gol que llegó el empate para Mariano Acosta: Amalia Flores, quien jugaría en el club de Lugano el año siguiente, anotó de zurda. Cuatro minutos después, Blanco puso nuevamente a su equipo en ventaja. Otra vez las alegrías durarían poco, porque Miriam Papiernik, quien también jugaría luego en el equipo de celeste y naranja, puso el encuentro 2-2. La paridad sería destruida por Leonor Arévalos que sumó cuatro tantos en su cuenta personal. Yupanqui gritó campeón.

Arminda Taiguán fue la arquera en esa final. Antes de jugar en Yupanqui, protegió el arco de Mariano Acosta. En su casa en Villa Tesei guarda en una cajita los recortes de las revistas que mencionan al club de su vida: “Un equipo dentro y fuera de la cancha. Había unidad y compañerismo. Siempre estábamos pendiente de la otra. Era amor por la camiseta, pasión por jugar. Jugar era la vida”.

La arquera recuerda que, sin importar el torneo, ellas querían ganar. El próximo desafío llegó al año siguiente, la revista “Solo Fútbol” redactó: “Y el fútbol femenino ya tiene su campeón. Las chicas del Club Atlético Yupanqui, tras una espectacular campaña, se consagraron las campeonas del fútbol femenino organizado y se llevaron el 1° campeonato denominado Femingol ´89. Además, ganaron también el trofeo, que a modo de incentivo de este deporte, Solo Fútbol puso en juego y que fue entregado el sábado 21 por la mañana al equipo campeón por nuestro director periodístico, aunque en este caso la entrega, por razones obvias, hubo que hacerla fuera del vestuario”. Se jugó en cancha de once, el club de Lugano hizo de local en Savio 80 -hoy Club Jóvenes Deportistas- y entrenó en la cancha de Camea, una fábrica de aluminio. Dos entrenamientos por semana, juntadas diarias y la captación de jugadoras de las cuales se encargaron Don Luis y sus delegadas Leonor Hoyos, Norma Saralegui y Delia Vera, llevaron a Yupanqui a coronarse campeonas invictas de la competencia organizada por la Asociación de Fútbol Femenino. Mónica Maciel, defensora, cuenta: “En ese momento éramos las mejores. Era saber que estábamos en el mejor equipo, que no nos ganaba nadie”.

109 goles a favor y tan solo 7 en contra en 16 partidos disputados, no perdieron ninguno. El torneo constó de dos ruedas. En un principio participaron diez equipos, pero en el transcurso de la competencia se bajaron Temperley (no sin antes recibir 12 goles de las campeonas), Mariano Acosta y B. Caballero. La mayor goleada se la llevó Independiente: perdió 14-0 en la primera rueda y 16-0 en la segunda. La capitana del ciclo Gran Yupanqui fue Angelina Torres y Don Luis recuerda: “Yo siempre dije que en el fútbol vos podés dirigir, pero si no tenés una caudilla adentro, un respeto, olvidate amigo”.

Yupanqui también tuvo, lógicamente, a las goleadoras de ese campeonato. La revista “Solo Fútbol” decía: “Las futbolistas Karina Morales y Amalia Flores recibieron la copa a la goleadora ya que empataron el primer puesto con 28 tantos conquistados cada una”. Tal fue el rendimiento de la morena que llamó la atención de Europa. En una entrevista con Diario Crónica contó: “Me voy a Italia, a prueba, a un club que está en Caivano a 14 kilómetros de Nápoles. Soy puntera izquierda, con una mezcla de rapidez y habilidad. Dicen que allá hay hasta una posibilidad de que me ayude Diego Maradona, lo que sería muy importante para mí por lo que él representa en el fútbol mundial”.

Desde Italia llegó a Argentina Franco Belosa, dirigente del club Caivano. Tenía referencias contundentes de Amalia y así fue como se dirigió a Yupanqui y dijo: “Me llevo a la 11”. En una época en la cual los pases de las jugadoras se efectuaban con pelotas e indumentaria, el club de Lugano exportó a la primera futbolista argentina a suelo europeo. Chiche Simón, directivo de entonces, había explicado que no podían retenerla y cortar su carrera. De la plata del pase Amalia, Don Luis y el resto de las chicas no vieron un peso. Tampoco recibieron capital cuando Kaori, una embajadora japonesa, visitó Yupanqui para ver cómo trabajaban y llevar nuevos conocimientos al país nipón.

Pero Amalia no aguantó los ocho meses y decidió volver. Cuenta Don Luis que uno de sus temores era la discriminación, ella era morocha, le decían la Negra Amalia. Pero también es verdad que siempre se vuelve a donde se disfruta. Y así fue cómo la primera jugadora exportada fue la figura del partido en el primer encuentro internacional de la historia del femenino argentino.

Las campeonas de Brasil perdieron en agosto de 1991 contra Yupanqui, sucumbieron ante la zurda de Amalia, sufrieron la eficacia de Irma Rivas en Savio 80 y fueron dirigidas por una árbitra: Laura Mayol. En el primer gol, la once de las del club argentino gambeteó a tres jugadoras brasileras y se la puso al pie a Rivas que entró por el segundo palo y de volea fulminó a Vera, la arquera de Independente -Diario Crónica aclaró que se escribía de esa manera, sin “i”. El segundo tanto llegó luego de que Mirta López habilitase a Amalia, que con un zurdazo violento consiguió que la pelota besara la red.

Luego de ese partido, Crónica escribió: “Yupanqui fomenta con mucho interés el fútbol femenino en especial y sus dirigentes están más que entusiasmados ya que muy pronto habrá un Campeonato Argentino organizado nada menos que desde la AFA”. 1991 es el año en el que comenzaron los Mundiales de Fútbol Femenino reconocidos por la FIFA. China albergó la primera edición del 16 al 30 de noviembre de ese año y en octubre la AFA organizó el primer torneo oficial. Yupanqui está dentro de sus fundadores. El invicto terminó ante Boca y con la llegada de la entidad que rige el fútbol argentino.

En 1993 Don Luis abandonó Lugano: “Como entidad me falló Yupanqui. No supo valorar lo que teníamos de equipo. El club ya no tenía interés, no se movieron. Yo me fui y se quedó Delia (Vera)”. La delegada siguió hasta 1995, pero no pudo retener a las chicas que se fueron a equipos distintos. Gabriela Duzky, defensora, cuenta: “Yupanqui nos dio un nombramiento hace dos años y nos prometieron una cena que nunca nos dieron”. El club aprovechó el auge de las chicas pero eligió olvidar su paso por allí.

Sin embargo, el Gran Yupanqui no terminó en 1995. La casa de Don Luis es visitada por sus exjugadoras. El 1 de diciembre, el día de su cumpleaños, las puertas están abiertas y las chicas pasan a saludarlo. También se juntan entre ellas: fueron a Arsenal a ver el repechaje entre Argentina y Panamá para clasificar al Mundial 2019. Minué y Yupanqui son una familia. Garay planea, vivo o muerto, festejar los 50 años de Minué en 2020. Jugaron con pasión, la misma que permitió que por cuatro años no les ganase nadie. La misma que les permitió jugar sabiendo que ganarían a pesar de empezar perdiendo. Como dice Arminda Taiguán: “Yupanqui es el cuadro de tu vida”.