miércoles, agosto 13, 2025
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En el fútbol argentino todo pasa

Por Fernando Bajo

El 5 de julio de 2016 fue el día en el que se acentuaron los problemas que atravesaba, no solo la Selección argentina, sino también la Asociación del Fútbol Argentino (AFA). Gerardo Martino dejaba la conducción técnica del conjunto nacional nueve días después de perder la final de la Copa América. Sin embargo, aquella derrota, la cual muchos tildaron de fracaso y hoy sin dudas desearían que la Selección al menos llegue a esa instancia, no fue lo que determinó la decisión del entrenador rosarino.

La negativa de los clubes argentinos de ceder jugadores para la participación en los Juegos Olímpicos (JJOO) de Río 2016 colmó la paciencia de Martino: “Está claro que en algunos aspectos no he podido. No pude con el tema de Selecciones juveniles ni siquiera con los JJOO. Ahí me enteraba por los medios la disposición que los diferentes presidentes de clubes tenían respecto a la cesión de futbolistas, entonces se iban sumando diferentes cuestiones y llega un punto en que es muy difícil dar marcha atrás. Uno piensa si no está poniendo en juego la dignidad, un poco por ahí pasó la cuestión”, explicó meses después en declaraciones a ESPN.

Antes de su renuncia, Martino tuvo que postergar una semana el inicio de los entrenamientos del equipo que competiría en los Juegos Olímpicos debido a la falta de futbolistas para las prácticas. Como si fuera poco, la AFA transitaba problemas económicos y hasta los cheques que le entregó al cuerpo técnico como forma de pago fueron rechazados.

A fines de 2015, Daniel Angelici, el presidente de Boca, fue anunciado como Secretario General de la máxima entidad del fútbol argentino, y el 16 de junio de 2016 confirmó: “Boca no va a ceder a (Cristian) Pavón. Martino ya lo sabe: tenemos un compromiso más importante”. Después de esas declaraciones, cuando El Tata ya había renunciado, el delantero estuvo en la lista de los convocados como suplente. El futbolista Xeneize que sí disputó aquellos juegos fue Lisandro Magallán.

Boca no fue el único que en un principio se negó a ceder a sus jugadores. Rodolfo D’Onofrio, primer mandatario de River y que hasta junio de ese año fue vicepresidente primero del Comité Ejecutivo de AFA, pidió que no sea convocado Augusto Batalla. Y Pablo Moyano, directivo de Independiente, manifestó que el club no daría a Emiliano Rigoni, Martín Benítez y Víctor Cuesta. Éste último finalmente jugó.

¿Por qué un dirigente que estuvo con un cargo en AFA después prioriza al club que preside por sobre la Selección? ¿Son los clubes más importantes que jugar en el equipo nacional? ¿Quién determina esos mandatos?

Desde el 26 de julio hasta el 11 de agosto se desarrollarán los Juegos Panamericanos y, Fernando Batista, entrenador del seleccionado sub-23 argentino tiene los mismos problemas que llevaron a Martino a renunciar. Boca no cederá ni a Nicolás Capaldo ni a Alexis Mac Allister. San Lorenzo tampoco le permitirá asistir a Fabricio Coloccini y aquí surge otra contraposición. Matías Lammens, presidente del club de Boedo, asumió como tesorero de AFA el mismo día que Angelici lo hizo en el cargo ya mencionado. Además, tampoco Javier Mascherano podrá jugar el torneo debido a que su equipo, Hebei Fortune de China, no lo concederá, pero en ese caso es un club extranjero y ningún dirigente de allí fue directivo de la entidad del fútbol argentino.

Más allá de que la mayoría de los directivos de los equipos locales se excusan con que no brindan los jugadores solicitados porque tienen que disputar la Copa Libertadores, ¿es eso suficiente? ¿Por qué la FIFA debe obligar a las instituciones a ceder a los futbolistas a su selección, que además es lo que la mayoría de éstos tiene como objetivo deportivo?

En cambio, en Newell’s, luego de pedidos del protagonista, sí permitieron que Maximiliano Rodríguez represente a la selección en Lima. Aunque luego de eso tuvo que salir a dar explicaciones: “Si me tengo que ir son 3 partidos, la gente tiene que tomar consciencia. Si tomo la decisión es porque quiero ir a la Selección”.

Es curioso que a Lionel Messi, que asistió a los Juegos de Pekín 2008 luego de plantearle su deseo a los directivos españoles, sea a quién más se lo critique -hasta quizás sin razón, como sucedió en el último amistoso de Argentina antes de la Copa América frente a Marruecos- por priorizar a su club, el Barcelona, antes que la Albiceleste.

No es difícil de entender el presente de la Selección argentina si se piensa en el camino que se recorrió todos estos años y en el rechazo de los clubes a la Selección argentina. Pese a esto, el actual Director de Selecciones Nacionales, César Luis Menotti, tiene como objetivo armar un combinado local en el que los futbolistas que se desempeñan en el país puedan entrenar reiteradas veces. Con el prontuario de los clubes, ésta medida, a priori, será difícil, pero quizás se pueda lograr porque en el fútbol argentino todo pasa.

 

 

Una selección que desafió a la lógica e hizo historia

Por Dylan Elías

A pesar de la ilusión que mantuvo el heroico 3 a 3 ante Escocia, Argentina quedó eliminada del Mundial Femenino de Francia tras las victorias de Camerún y Chile.

Es una obviedad remarcar que para entender la historia, hay que analizar el contexto. La selección argentina fue a Francia  con 9 futbolistas que juegan en el exterior (en ligas profesionales) y 14 en el ámbito local. Es decir, más de la mitad es (o ahora era) semiprofesional. Porque más allá de que la AFA oficializó el fútbol femenino en marzo de este año, y a su vez, la creación de la Liga Profesional de Fútbol Femenino, todas estas jugadoras no pudieron vivir del fútbol hasta esta última temporada.

Durante los últimos años, las chicas argentinas recibieron un increíble destrato. Desde 2017 hasta hace muy poco dejaron de cobrar los viáticos que les pagaba la AFA, y peor aún, las obligaban a viajar de noche en micro antes de un partido para no tener que pagar los gastos de un hotel. Antes de la Copa América 2018, los Juegos Panamericanos de 2015 habían sido la última competencia oficial que disputaron. Estuvieron 18 meses sin siquiera jugar amistosos, es decir, jugando solo para sus clubes.

Debido a los reclamos feministas que fueron incrementando en este último tiempo, las voces de las jugadoras argentinas empezaron a ser más escuchadas. Sin embargo, lo que más repercusión tuvo fue el caso de Macarena Sánchez, actual jugadora de San Lorenzo. A principios de este año, fue desvinculada de la UAI Urquiza luego de jugar siete años allí y se quedó sin la posibilidad de fichar por otro equipo durante la temporada. Sánchez demandó al club y a la AFA, pidiendo ser reconocida como una trabajadora. El impacto del reclamo fue tal, que incluso llegó a recibir amenazas de muerte (mensajes que le llegaban y que hizo públicos en sus redes sociales).

Gracias a su lucha, la profesionalización del fútbol femenino se agilizó ya que, además, existía una gran presión social. Otro de los hechos que ayudaron a esta causa fue el repechaje de clasificación al Mundial que jugó la selección contra Panamá. El 8 de noviembre de 2018, la cancha de Arsenal y los más de 15 mil espectadores que había en ella fueron testigos de una goleada argentina por 4 a 0, que las dejaba a un paso de la clasificación, la cual se concretaría con el 1 a 1 conseguido en el país caribeño (5-1 global). La gran convocatoria que tuvo ese partido empezó a ponerle presión a la AFA para que escuchen de una vez el reclamo de las chicas.

Mientras más se acercaba la fecha, la expectativa por el debut argentino en el Mundial Femenino iba creciendo. En la previa, Aldana Cometti, ex Boca y actual Sevilla de España, le prometió a los nuevos televidentes: “No tengan dudas de que vamos a dejar todo por la camiseta”. Y así fue. Porque el 10 de junio de 2019 quedará recordado como el día en el que Argentina logró su primer punto en la historia de los mundiales y nada menos que ante Japón (0-0), campeona del mundo en 2011 y actual subcampeona. Tan literal fue el mensaje de Cometti, que durante el partido perdió parte de un diente y siguió jugando como si nada hubiera pasado. Mucho se hablo en las redes también del notable partido de Estefanía Banini, la 10 del equipo y que fue elegida como la mejor jugadora del partido.

Es que ya de por sí, las chicas no la tenían nada fácil. Su grupo era de los más difíciles de la Copa del Mundo. Además de Japón, lo integraban Inglaterra, semifinalista en la edición de 2015 y con una de las mejores ligas profesionales del mundo y Escocia, debutante en la competencia pero cuyo plantel está integrado en su mayoría por jugadoras de la ya mencionada Premier League inglesa.

De más está decir que fueron al mundial esperando dejar todo más allá de que los resultados no las acompañaran, ya que existía una notoria diferencia de nivel con sus rivales. Sin embargo, como dice el título de esta nota, Argentina desafió a la lógica y logró vencerla.

Koji Miyoshi, el verdugo de Muslera

Por Daniel Melluso

El empate 2 a 2 entre Japón y Uruguay no solo significó el segundo punto en la historia de los asiáticos en la Copa América —el anterior fue en la realizada en Paraguay en 1999, en la igualdad 1 a 1 ante Bolivia—, sino que fue el debut como titular del volante Koji Miyoshi, autor de dos goles frente a los charrúas.

Miyoshi había jugado 28 minutos contra Chile, en la presentación de ambos equipos en la competición, luego de ingresar en el segundo tiempo. Ante los trasandinos fue su primer encuentro con el seleccionado mayor, tras una larga trayectoria en los combinados juveniles. Disputó los Mundiales sub-17 (2013)  y sub-20 (2017), además de ganar la Copa de Asia sub-19 (2016).

El mediocampista de 22 años es parte del recambio generacional que está realizando Hajime Moriyasu, entrenador de los Samuráis Azules, con la mira puesta en los Juegos Olímpicos del año que viene, que se realizarán en Tokio y que lo tienen, por lo tanto, como anfitrión.

El futbolista comenzó su carrera a los 18, defendiendo la camiseta de Kawasaki Frontale, y actualmente actúa en Yokohama Marinos, club en el que es habitué en la formación inicial y en el que jugaron los delanteros argentinos Ramón Díaz y Alberto Acosta, durante la década del ´90.

El zurdo, nacido en Kanagawa, fue un constante peligro para los zagueros uruguayos, desbordando por el lateral izquierdo. Tanto Diego Laxalt, quien se retiró a los 30 minutos por una molestia, como Giovanni González, su reemplazante, sufrieron las embestidas del mediocampista ofensivo, que a pura gambeta penetró en el área y marcó en dos ocasiones, tras vulnerar el arco defendido por Fernando Muslera. Ni Diego Godín ni José María Giménez, centrales de vasta experiencia, pudieron frenar al joven que mostró todo su potencial.

Más allá de lo que ocurra con la selección japonesa en este torneo, en el que cuenta con posibilidades de acceder a la próxima fase, el técnico Moriyasu debe quedarse tranquilo ya que talento hay. Miyoshi es uno de ellos, que a base de goles y buenas actuaciones quiere ganarse su lugar no solo en este campeonato sino que también en el gran objetivo de los nipones, los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

Francia, el Mundial de la conquista

Por Federico Bajo

La Selección argentina femenina de fútbol tuvo la mejor actuación mundialista de su historia pese a quedar eliminada en fase de grupos. Sin embargo, el conjunto nacional también logró otra hazaña más importante y duradera. Francia 2019 resultó vital para consolidar la visibilidad de un reclamo que se hizo público en la Copa América 2018 y se fortaleció de la mano de Macarena Sánchez a principios de este año.

Desde el diario inglés The Guardian hasta El País español difundieron lo que padecieron las futbolistas argentinas para llegar a este presente. El mundo ahora sabe del abandono por parte de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) del que fue víctima el seleccionado argentino que estuvo 722 días sin jugar un partido entre 2015 y 2017.

Las jugadoras de la Selección pelearon mucho tiempo para poder estar en el Mundial y, aunque la experiencia duró poco, ellas la supieron aprovechar al máximo. Si hay algo que sobró en los 3 partidos de la Copa del Mundo fue la épica, la emoción y la identificación que representó ver jugar a las dirigidas por Carlos Borrello, que quizá no fueron vistosas por la calidad de rivales a los que se enfrentaron, pero nunca renunciaron a la entrega. Podría decirse que su juego tuvo una característica que resume el presente de las mujeres en el país: la lucha. Ya lo dijo Estefanía Banini, la capitana y principal figura del equipo: “Pudimos reflejar esa lucha que está haciendo la mujer argentina por la igualdad”.

La histórica participación del seleccionado se dio en un contexto en el cual el fútbol femenino venía ganando lugar en los medios de comunicación y la sociedad, en gran parte gracias al movimiento feminista #NiUnaMenos que comenzó en 2015, desde el repechaje ante Panamá, para clasificar a Francia 2019, que se jugó en la cancha de Arsenal con 11.500 hinchas en las tribunas. Los 7,7 puntos de rating, es decir alrededor de 770 mil telespectadores entre Capital y el Gran Buenos Aires, que alcanzó el encuentro ante Escocia y la imagen que circuló en redes sociales de un grupo de hombres parados frente a una vidriera en Florida y Sarmiento observando el final del partido, evidencian el impacto que generó el Mundial.

Posiblemente el fútbol femenino en Argentina no volverá a ser igual después de Francia 2019. Las niñas de todo el país que juegan a la pelota y sueñan con dedicarse a eso alguna vez, ya no tendrán que imaginarse cómo son las jugadoras de la Selección argentina, porque ahora las ven. Florencia Bonsegundo, Vanina Correa y Agustina Barroso, por mencionar algunas, son reconocidas: salen en la tele, tienen voz, y sus caras resultan familiares.

De todos modos aún queda mucho por hacer. La profesionalización anunciada en marzo por la AFA fue el símbolo del inicio de una nueva etapa. La Copa del Mundo se fue muy rápido y demostró que la brecha con las potencias todavía es muy grande, pero el Mundial, más que un éxito deportivo, fue una gran conquista.

Con las manos vacías pero con el espíritu lleno

Por Salvador Rifourcat

Es muy difícil encontrar un sabor más amargo en este deporte que el de los resultados que no acompañan al desempeño y a los proyectos. Se puede ser claramente superior dentro de la cancha, manejar mejor el juego, crear más situaciones de gol que tu rival, pero si la pelota no tiene ganas de cruzar esa línea que se encuentra debajo de los tres palos… mucho no se puede hacer. Esto fue lo que le pasó al seleccionado chileno en su primera aparición en la máxima cita mundial de fútbol, donde demostró tener un potencial más que necesario para avanzar a lo largo del campeonato, pero los resultados desfavorables y los pocos goles a favor le arruinaron la fiesta.

Chile se enfrentaba ante Tailandia por el último partido del grupo F, donde se cerraba la primera fase de esta Copa del Mundo y se definía cuál sería el país que calificaría como uno de los mejores terceros a los octavos de final. Al conjunto sudamericano sólo le servía ganar por una diferencia de tres goles o más para lograr avanzar, lo que era una meta compleja para las dirigidas por José Letelier, pero no imposible y que salió a buscar desde el pitazo inicial de la neozelandesa Anna-Marie Keighley.

En lo que al primer tiempo respecta, el arco chileno no sintió en ningún momento preocupación por ser vulnerado, tan sólo un remate de Pikul Khuen Pet que se fue desviado y no hizo ni entran en calor a la arquera del Paris Saint Germain, Christiane Endler. Las demás jugadoras de La Roja buscaron insaciablemente el arco de Tailandia para romper el cero en el marcador pero no lo lo lograron hasta el tercer minuto del complemento.

Hasta que llegó. El primer gol de la Selección de Chile en la historia de los Mundiales femeninos de mayores fue ni más ni menos que un gol en propia puerta de la arquera tailandesa Boonsing. Luego de un remate de Yanara Aedo que impactó ante el palo, la guardameta no pudo controlar bien y desvió el balón hacia adentro del arco para todo el deleite del público sudamericano, que poco a poco se iba esperanzando ya que veía el objetivo de la clasificación cada vez más cerca.

Luego de 20 minutos esa esperanza se iba convirtiendo lentamente en realidad, cuando el segundo grito llegó de la mano de María José Urrutia, que logró ganar de cabeza en el área de las asiáticas y conectó en el aire con el esférico para mandarlo al fondo de la red. De ahí en más todas las armas chilenas apuntaron al gol que les diera la clasificación.

Y ahí nomás estuvo. Minuto 85 de partido. Aparece el tan nombrado VAR para todo el delirio del pueblo chileno que estaba a tan solo doce pasos de abrazarse con la meta. La responsable del arbitraje decide pitar penal para Chile. La pena máxima. A tan solo 5 minutos del final. Cuánto valor se necesita para decidir patearlo. La valiente para tomar esa pelota y colocarla en el punto que está en el medio del área fue Francisca Lara, vistiéndose de capitana de un barco que soñaba con nada más ni nada menos que con avanzar de ronda. Estaba ahí, casi que podían sentirse parte de las mejores 16 selecciones del mundo.

Pero no todas las historias tienen finales felices. Tras cinco largos pasos que fueron traducidos en una carrera corta, la pelota impactó en el travesaño y salió despejada del área tailandesa, algo que despertó un llanto imparable en muchas almas chilenas.

A pesar del penal errado, Chile siguió empujando e intentando concebir el tercer gol. Hasta Endler subió a cabecear en un centro cuando todavía faltaban 3 minutos para el final del encuentro. Pero no lo lograron. Las jugadoras sudamericanas habían conseguido la primera victoria en toda la historia del país en este torneo, pero se quedaron con un sabor amargo por el hecho de haber estado tan cerca. Al igual que contra Suecia, donde en el primer tiempo aguantaron y lucharon aguerridamente para defender su arco pero un gol faltando cinco minutos para el final y otro en tiempo adicionado arruinaron todas sus ilusiones.

Un mundial más que respetable para La Roja Femenina, que quedó a un solo paso de clasificarse a octavos de final. Pero lo que se llevan de toda esta experiencia es la base que dejaron las primeras en llevar a Chile a esta cita, algo que les servirá mucho en un futuro no muy lejano, donde deben afrontar el repechaje para clasificarse a los Juegos Olímpicos Tokyo 2020.

Estados Unidos se llevó el duelo de las viejas conocidas

Por Iván Lorenz

En las tribunas del Stade Océane en Le Havre, hay un grupo de viejas amigas futboleras que se juntó a ver el partido entre Estados Unidos y Suecia. No es la primera vez que van a la cancha juntas, tampoco la última. En los 4 años de parate que hay entre Mundial y Mundial, arman planes y destruyen otros, ahorran, gastan, se mensajean por whatsapp, se comparten videitos por Instagram, se ríen en Twitter y charlan acerca de notas y lo que van estudiando sobre las Copas del Mundo por Skype. Claro, eso hoy, porque en un principio se manejaban con cartas que viajaban de Estados Unidos a Suecia y viceversa, o bien se alojaban mutuamente en vacaciones.

Sus vidas como amigas pasan por los Mundiales, porque fue allí donde se conocieron. El 17 de noviembre de 1991, se cruzaron sin saber quiénes eran unas y otras en Panyu, China. Fue en el Estadio Ying Dong, 4 con camiseta amarilla sueca y otras 6 con la casaca blanca estadounidense. Las entradas que habían comprado las ubicaron pegaditas entre las 14 mil personas que fueron ese día y las encontraron charlando durante todo el encuentro. Aquella vez, Estados Unidos derrotó 3-2 a Suecia. Los dos grupos se fusionaron esa noche: las suecas felicitaron a las norteamericanas por los dos goles de Carin Jennings y el de Mia Hamm. Y ellas les devolvieron el gesto, maravilladas con los tantos de Lena Videkull e Ingrid Johansson, que no alcanzaron para ganar el encuentro, pero fueron el comienzo de una relación intercontinental.

El orígen de la amistad coincidió con el comienzo de los enfrentamientos entre Suecia y Estados Unidos, que casualmente era el primer partido en Mundiales de cada una de las Selecciones. Las 10 hinchas tomaron aquel dato como una señal divina y ni bien terminó el partido en el Estadio Ying Dong, se fueron a tomar algo para conocerse un poco más. Firmaron en una servilleta un acuerdo en el que se comprometían, a sus 23 años, a cruzarse en cada Mundial que se jugase.

En Suecia 1995 y Estados Unidos 1999, las Selecciones no se enfrentaron en ningún partido, pero las amigas aprovecharon la localía para ser las mejores anfitrionas. Lloraron juntas la eliminación de las amarillas en el ‘95 y la tocada de puerta a la final de las, por entonces, vigentes campeonas. Volvieron a llorar en 1999, pero de emoción con el segundo campeonato de Estados Unidos.

En 2003, lloraron de alegría cuando el sorteo las puso en el mismo grupo. Fueron las estadounidenses quienes las llamaron porque volverían a ser anfitrionas y les contaron que se encargarían de sacar las entradas para estar juntas en las tribunas del Estadio RFK de Washington. Las locales se impusieron 3-1 y las amigas gritaron los 4 goles junto a las 34 mil personas que asistieron.

Las despedidas no eran tristes, porque sabían que se volverían a ver como mucho en 4 años. Y volvieron a llorar en el sorteo que anunció que Estados Unidos y Suecia compartirían grupo. Las amigas mundiales viajaron dos semanas antes de que comience el torneo porque en 2007 tocó China, en donde todo comenzó. También eligieron llegar varias horas antes al Complejo Deportivo Chengdu, para disfrutar por completo el show. Otra vez fue victoria norteamericana con 2 goles de la histórica Abbey Wambach. Ese día, las amigas suecas les prometieron que la próxima vez no tendrían tanta suerte.

Y tuvieron razón. Volvieron a cruzarse en fase de grupos en Alemania 2011. La tecnología avanzaba, tenían mayores facilidades para comunicarse y mantener firme la relación. Volvieron a sacar las entradas cosa de estar juntas en las tribunas del Arena Im Allerpark de Wolfsburgo. Junto a otras 23 mil personas, disfrutaron del 2-1, la primera victoria de Suecia frente a Estados Unidos en un Mundial. Se quedaron unos días más y se despidieron como de costumbre hasta la próxima vez.

Cuatro años más tarde, su suerte volvió a decir que debían comprar entradas para disfrutar juntas en las tribunas del estadio de Winnipeg un partido entre Suecia y Estados Unidos. Pero esta vez se irían algo ofendidas porque el encuentro terminó 0-0 y no pudieron gritar ningún gol. Las estadounidenses sonreían disimuladamente porque el empate implicaba que ellas siguiesen 3-1 arriba en el historial.

El gran crecimiento tecnológico y el boom de las redes sociales les permitió organizar una gesta histórica para el Mundial de Francia. El grupo de Whatsapp que llamaron “Estados Unidos de Suecia” reventó de información y contenidos en inglés. Eligieron esa lengua para comunicarse porque las estadounidenses argumentaron que, como iban arriba en el historial, les correspondía a las suecas aprender su idioma.

En una encuesta que realizaron por mensajitos, coincidieron en que el Mundial de Francia fue el más esperado de todos. Las amigas creen ser afortunadas, porque sus Seleccionados jugaron todas las Copas del Mundo y encima se habían enfrentado más veces que todo el resto de los países. Como la historia es pícara y habilidosa, las hizo llorar nuevamente de la emoción en el sorteo de la octava edición del campeonato FIFA más importante: transmitieron en conjunto y por Instagram la función en vivo. Sus seguidores las vieron llorar cuando las bolillas coincidieron por sexta vez. Su amistad estaba destinada a perdurar.

Llegaron a Le Havre y se dieron un abrazo con gusto a viejas conocidas. Pero esta edición era distinta. Era especial. Luego del reencuentro, cada átomo del grupo se separó para recibir a las nuevas integrantes: sus hijas, con casacas amarillas sueco y blancas estadounidense. Era su primera vez fuera del país y su primer Mundial de fútbol. Las viejitas, ya pasando los 50, habían decidido prolongar la relación que les dio el fútbol, porque se dieron cuenta de que ya habían vivido más de lo que iban a vivir.

El sol brillaba alto y las amigas gritaron bien fuerte la cuenta regresiva. Ni siquiera se habían sentado que Lindsey Horan hizo el gol más rápido en lo que va de Francia 2019. Una de las viejitas, al ver cómo lloraban las de amarillo, las consoló y les contó a todas las pequeñas que 3 minutos era demasiado tiempo y que Lena Videkull había hecho un tanto en 30 segundos en 1991.

Las nenas se miraron, sonrieron y siguieron mirando el partido con las orejas paradas por si a las viejas se les escapaba otro dato de sus vidas. Corrían los minutos y las pequeñas se hacían chistes, se abrazaban, gritaban con cada jugada de peligro y aprendían palabras en ambos idiomas. Durante el entretiempo no pararon de contarse y preguntarse cosas desde en dónde jugaban al fútbol hasta qué querían ser de grandes. Una de las de amarillo no llegó a terminar de decir que su sueño era ser futbolista porque a los 49 minutos Tobin Heath puso el partido 2-0 y tuvo que taparse los oídos después del grito de gol de las viejas y pequeñas estadounidenses.

Cuando la rusa Anastasia Pustovoytova pitó el final del partido que significaba la victoria de Estados Unidos, viejas y pequeñas se quedaron hasta que las 22 mil personas se fuesen. Las más grandes empezaron a llorar y las más chiquitas, sin entender el motivo de las lágrimas, se les rieron e hicieron la pregunta que terminó de quebrar a sus madres: “¿Por qué no vamos a comer algo algo? Tenemos hambre”.

Las viejas conocidas se miraron, cerraron los ojos y se imaginaron en China, en el Estadio Ying Dong de Panyu. Inhalaron todo el aire con sabor a cambio que pudieron y salieron disparadas a buscar un lugar para cenar. Una vez instaladas, miraron a las pequeñas y les dijeron que iban a hacer dos cosas. La primera sería asistir a los cruces de octavos de final entre Estados Unidos y España y Suecia contra Canadá. Y la segunda, y más importante, consistía en firmar un acuerdo en una servilleta en donde se comprometían a cruzarse en cada Mundial que se jugase para que, de esa manera, la pelota nunca, pero nunca, dejase de rodar.

El toque de Lisa, así no se pierde

Por Joaquín Méndez

Un viejo conocido de la Isla Maciel le devolvió la alegría al hincha de San Telmo en la última temporada, a base de juego y en constante ataque, pudo generar la ilusión del ascenso a la B Nacional. Ilusión que se acabó por el momento, ya que tras superar 2 a 1 a All Boys en condición de local, perdió en los 180 minutos por la derrota en Floresta hace dos semanas 3 a 1.

Lisa sacude sus brazos, sus anteojos se aferran a la cavidad entre sus orejas y su cabeza. Da indicaciones, ordena con sus gritos a los centrales, Germán Niz y Frontini, que no descuiden su marca. Lanza su brazo derecho hacia el cielo y en dirección frontal, como un general a sus tropas, comanda el ataque, Lucas Arce y Lucas Carrizo, deben atacar las bandas. Sus dirigidos deben doblegar a su rival.

La verticalidad y la lateralización rápida fueron las claves del planteo del candombero para llegar a jugar el reducido. Sus goles, también. Convirtieron 30 goles en 22 partidos desde la llegada del entrenador. Antes, en casi la misma cantidad de partidos, habían concretado tan sólo 15 goles. Lisa le dio felicidad.

Damián Toledo fue el encargado de dominar la mitad de la cancha en los partidos, un cacique que manejaba los hilos conductores del juego. Buen primer pase y gran lector de jugadas, ya que cortaba los contragolpes de All Boys, cuando San Telmo perdía la pelota en tres cuartos de cancha. Y si no estaba él, aparecía Pablo Frontini, con pasado en primera división, recuperó su nivel y otorgó jerarquía a la defensa, disputando los cierres mano a mano con los delanteros, además, le sumó durante el torneo buena salida desde abajo, junto a Leandro Hertel, que no presenció la última final tras su expulsión en Floresta, cuando iniciaba el partido.

¿Por qué decimos que Lisa le dio alegría y felicidad a la Isla Maciel? Justamente por su elección o su convicción de cómo se juega a la pelota. Se lo argumento. En el mediocampo junto a Toledo, jugaron David Zarco, Nicolás Igartúa y Ezequiel D’Angelo. Zarco e Igartúa, sus interiores, no utilizó carrileros o ese jugador polifuncional, que ataca un poco y defiende un poco, apostó por el toque y la movilidad libre del mediocampo, asegurarla siempre a un compañero. D´Angelo, le dio cariño a la redonda, la amasó, la acompañó en cada giro sobre el césped y fue el nexo, al pivoteo de Guido Dal Casón y a la velocidad de Lucas Kun Farías.

Con este sistema, San Telmo remontó y estuvo a un gol de forzar los penales frente a All Boys, que consiguió el ascenso a la segunda categoría del fútbol argentino, tras aguantar el asedio futbolístico del conjunto local. Su llave, fue Cristián Sánchez que en un contragolpe sentenció el resultado, elevando el balón por encima del arquero Marcos Jara.

Entre los años 96 y 99, Lisa jugó en San Telmo como delantero. Allí disputó 53 partidos con la camiseta azul y celeste, e hizo que la pelota impacte en la red en 20 ocasiones, con un promedio de 0,38 por partido. En aquellas épocas, dibujó sonrisas en los rostros de la gente del barrio.

¿El concepto de ganar en algo, solo es aplicable si se obtiene un victoria o un resultado? ¿Acaso no hay otras formas de ganar, que no sean superar al que tenemos en frente? Me permito discutirle eso, hoy el candombero ganó más de lo que perdió. A sus 49 años, eso Lisa lo sabe. Lo sabe y la dirección en la que miran sus pupilas, también. Está a punto de dar una entrevista para el canal que transmitió el partido. Se peina su escaso pelo hacia el costado. Sus ojos se inundan, las lágrimas caen por sus mejillas, el canto aturde el momento, la hinchada no para de alentar. El partido terminó hace unos minutos. “Me emociono”, dice el técnico. Repito. Lisa lo sabe y sabe que con el juego de su equipo, le acaba de devolver el alma y la alegría, a todo el pueblo candombero. ¿Acaso eso no es ganar en la vida que nos impone el resultado por encima de todo o casi todo? No creo que lo atormente eso, mientras la Isla Maciel baile y festeje, a pura fiesta y carnaval, con el toque del equipo de Lisa.

Las canadienses se sienten triunfadoras

Por: Fernando Bajo

Antes del comienzo del Mundial, las jugadoras de la Selección de Canadá ya se sentían triunfadoras. No habían jugado ni un encuentro en Francia, pero habían realizado algo que las enorgullecía. Catorce futbolistas se sumaron a Common Goal, la movida solidaria que impulsó el español Juan Mata.

El proyecto comenzó hace un poco más de 20 meses, cuenta con más de 100 futbolistas inscriptos y todo lo recaudado se destina a eventos caritativos.

¿Por qué no querría ser parte de esto? Ahora estoy muy orgullosa de que 15 de las chicas del equipo se hayan sumado y en la Copa Mundial Canadá ostentará el título de ser la primera selección nacional que se suma a Common Goal”, contó Erin McLeod, la arquera que luego se perdió la cita mundialista por una lesión.

Holanda con goles de Anouk Dekker y Lineth Beerensteyn venció por 2 a 1 al seleccionado americano en la última fecha de la fase de grupos de Francia 2019. Las europeas se clasificaron primeras y Canadá lo hizo en la segunda posición. El tanto canadiense lo anotó Christine Sinclair que alcanzó los 182 goles con la camiseta de su país y está a dos de igualar la marca de Mary Abby Wambach, delantera estadounidense que marcó más goles que cualquiera otra jugadora (y jugador) en una selección.

A excepción de Jessie Fleming, Allysha Chapman y Ashley Lawrence, el resto de las titulares del conjunto que dirige Kenneth Heiner-Moller son parte de Common Goal. Además, en el banco también estuvieron integrantes del proyecto: Adriana León, Jenna Hellstrom, Lindsay Agnew, Rebecca Quinn, Sabrina Dangelo y Shannon Woeller.

En octavos de final Holanda jugará ante Japón y Canadá contra Suecia o Estados Unidos, depende como termine el encuentro de esta tarde. Sin embargo, Las Canucks que por primera vez en su historia cayeron contra Las Leonas, seguirán jugando y destinando el 1% de sus salarios para quienes más lo necesitan.

Camerún – Nueva Zelanda, el partido que miró toda la Argentina

Por Tatiana Milani

Si le decías a los hinchas argentinos hace tres meses que iban a gritar un gol de Nueva Zelanda, no te creía nadie. O si le decías que ibas a maldecir que Camerún ganara por 2-1 con un doblete de Ajara Nchout y quedara al borde de la clasificación a la próxima ronda del Mundial, tampoco. Aunque tampoco te iban a creer si le decías que la Selección Argentina de fútbol femenino iba a tener récord de rating en la TV Pública, iba a  frenar a la gente en la calle para mirar el partido por la televisión de alguna vidriera, iba a hacerte emocionar hasta las lágrimas con una remontada histórica e iba a hacerte creer que otro deporte es posible.

Todo esto, y muchas cosas más, lograron las 23 futbolistas argentinas que viajaron a Francia para jugar tres partidos enormes. Un empate frente a Japón, equipo campeón del mundo en 2011 y último subcampeón, que demostró que estas pibas sabían lo que tenían en frente y, hasta en la última pelota, dieron todo por defender su arco. Una derrota por la mínima contra Inglaterra, clara candidata a levantar esta copa del mundo, que agrandó la imagen de la arquera Vanina Correa y la expuso por todo el país contando la historia de una mujer, como muchas otras, que dejó de practicar el deporte para ser madre y regresó. Por último, el encuentro ante Escocia, por el cual no existen adjetivos para explicar la actuación del conjunto albiceleste.

Por esto, la vuelta de este equipo a Argentina no será con un aire de decepción ni de pérdida, será con la frente bien alta porque lograron algo mucho más profundo que la clasificación a los octavos de final. Llegarán y tendrán millones de seguidores nuevos, llegarán y sonarán sus teléfonos para felicitarlas por su maravillosa actuación frente a potencias mundiales, llegarán y tendrán propuestas de clubes en el exterior para jugar profesionalmente, llegarán y un país entero las va a reconocer por la calle, llegarán y los libros de la historia del deporte tendrán varias páginas nuevas que cuenten esta gran hazaña. Porque ese es su mayor logro y es lo que se propusieron cuando empezó esta locura en la cancha de Arsenal ante 12 mil personas: generar el cambio en la mentalidad de los hinchas argentinos que llevan el fútbol en la sangre y no entienden de géneros.

El partido de Lionel Messi

Por Fernando Bajo

Está parado frente a la pelota y tiene la mirada perdida en un punto fijo. Vaya uno a saber qué está pensando, lo cierto es que al igual que en el Mundial de Rusia 2018, Lionel Messi vuelve a hacerse cargo de ejecutar un penal con la camiseta de la Selección argentina. Convierte y va hacía el arco a buscar la pelota.

Cuando vuelve a la mitad de la cancha les hace un gesto con los brazos a sus compañeros pidiéndoles calma, quienes luego del gol salen corriendo a presionar a los rivales detrás de Messi, de su capitán, a quien más de una vez se lo criticó por no ser un líder. Hoy lo intentó como pudo.

En el primer tiempo estuvo estático en la derecha y casi no intervino en el juego. Sin embargo, fue el único jugador de su equipo que remató al arco en todo el partido. En el primer tiempo fue a través de un tiro libre que contuvo el arquero paraguayo. En la segunda parte pateó el penal que terminó en gol y luego disparó dentro del área, pero su tiro se fue desviado.

Messi hizo el gol, pero Argentina empató gracias al penal que contuvo Franco Armani. A diferencia de otras oportunidades donde se reclamaba que a Lio nadie lo ayuda, esta vez, el jugador de River lo auxilió.

Que Messi no pueda demostrar todo su potencial evidencia el momento futbolístico que atraviesa el conjunto argentino. Dio 24 pases correctivos y falló la mitad. Sin embargo, a pesar de no brillar, con algunas gambetas (tuvo cuatro regates exitosos) y arranques individuales demostró porque la Selección argentina aún sigue con esperanzas.

Al finalizar el encuentro el diez está parado con los brazos en jarra en el centro de la cancha. Los paraguayos lo saludan antes de irse al vestuario. Se acomoda la cinta de capitán como ya es costumbre cada vez que sale al campo o tiene que patear un tiro de esquina.

El futbolista del Barcelona no jugó uno de sus mejores partidos, pero ¿qué jugador argentino se destacó? Probablemente ninguno. Esta vez no podrán recriminarle que cuando se desempeña en la Selección no aparece, no contagia a sus compañeros o no siente la camiseta.