jueves, enero 9, 2025
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La razón de su intervención

Por Daniel Melluso

Dieciocho de junio de 1952. En la sede social del club Estudiantes de La Plata, a la mañana, ingresa Luis Felipe Suárez, delegado de la Confederación General del Trabajo (CGT). El sindicalista junto a otros miembros de la Central obrera irrumpen la paz del establecimiento a los gritos: “¿Dónde están los libros?”. Esos libros no eran ni más ni menos que 2.000 ejemplares de La Razón de Mi Vida, autobiografía de la por entonces Primera Dama de la Argentina, Eva Duarte de Perón. Estos habían sido otorgados por la Provincia de Buenos Aires con el objetivo de que la institución platense los distribuyera entre sus socios.

Con la presencia de un fotógrafo, Suárez se encamina hacia el lugar donde estaban, supuestamente, los libros. El sindicalista los encuentra y le pide a su acompañante que capture una imagen como prueba. He aquí el punto de inflexión que culminará, ese mismo día, con la renuncia de seis dirigentes de Estudiantes, entre ellos el presidente César Ferri.

Estudiantes, en aquella época, no tenía un buen andar económico ni deportivo. El club le debía cinco meses de sueldo a los jugadores del primer equipo y, además, estaba en los últimos puestos del torneo. A esto se le sumaba la incapacidad de conseguir nuevos recursos, puesto que había realizado pedidos formales a bancos para obtener créditos, pero fueron continuamente rechazados.

Tras lo acontecido a la mañana, Suárez convocó a un paro total en La Plata de todos los gremios afiliados a la CGT y a una manifestación en la Plaza San Martín, ubicada en el centro de la ciudad de las diagonales. La manifestación fue al mediodía, a la que acudieron no más de 2.000 personas en repudio a lo hecho por Estudiantes. Por la tarde, gran parte de la comisión directiva del Pincha, encabezada por el presidente, se presentó en la sede de la CGT. Allí los dirigentes explicaron que tenían archivados los ejemplares porque aún no tenían definido el destino de los mismos. A los sindicalistas no les gustó lo expuesto por los directivos, por lo que exigieron su renuncia. Tras idas y vueltas, ese mismo día, la gran totalidad de la cúpula dirigencial fue obligada a abandonar sus funciones.

El 23 de junio, finalmente, con la presencias del intendente de la ciudad, de gran parte de la CGT y Carlos Insúa, presidente del club Gimnasia y Esgrima La Plata, se celebró un acto en la sede social estudiantil, en el que se entonaron la marcha peronista y el himno nacional, el descubrimiento de los retratos de Juan Domingo Perón y su esposa Eva Duarte, y, a la vez, se proclamó la intervención peronista a la institución, cuyo presidente sería Mario Sbuscio.

A partir de este momento, el club estaría gobernado por socios, pero sin legitimación en las urnas. Todo este proceder desprolijo estaba justificado por el decreto 101, promulgado por el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Carlos Aloé. La primera acción de la nueva comisión directiva fue la repartición de ejemplares del libro autobiográfico de la Primera Dama argentina en cada partido amistoso que el plantel profesional disputara.

Eva Duarte había sido diagnosticada de cáncer de útero unos meses atrás, y el ocultamiento de los libros había sido tomado como una ofensa grave, aún más por la situación delicada que estaba pasando la esposa del presidente Perón. El 26 de julio, el irremediable final llegó, Evita murió. Dos semanas después, el 8 de agosto, la Legislatura bonaerense sancionó una ley que le cambiaba el nombre a La Plata: a partir de ese momento, sería denominada ciudad Eva Perón.

Estudiantes no estuvo exento a este hecho, y cambió su nombre a Estudiantes de Eva Perón. Esto duró hasta 1955, año en el cual la autodenominada Revolución Libertadora le hizo un golpe de estado al General Perón, presidente electo por el voto popupar en 1951.

En este contexto de vaivenes políticos e incertidumbre económica, Estudiantes disputaba el torneo de Primera División. Tras las ventas de las figuras del plantel como Manuel Pelegrina, Gabriel Ogando y Ricardo Infante, entre otros, a Huracán, el Pincha se vio obligado a jugar con futbolistas de la Tercera y Cuarta. En ese interín, gracias al desarme del primer equipo, la comisión directiva interventora saldó la deuda que tenía la institución con los futbolistas.

De igual manera, los malos resultados deportivos precipitaron la salida de los interventores. La solución fue la creación de una lista única. El 13 de junio de 1953, ante un poco más de 700 socios, asumió Raúl Caro Betelú, quien era miembro de la Suprema Corte de Justicia provincial. A pesar de esto, el descenso a la Primera B fue irremediable: Estudiantes culminó con 22 puntos, igual cantidad que poseía Newell´s, pero con una peor diferencia de gol.

Un año después, el Pincha ascendió a la máxima categoría del fútbol argentino, pero esa historia no viene al caso.

Aquí culminó la etapa más negra de Estudiantes desde su nacimiento, el 4 de agosto de 1905, hasta la actualidad. El descenso a la Primera B, por primera vez, fue el resultado de un sinfín de malos manejos dirigenciales, a los que se le sumaron los atropellos del Poder Ejecutivo Nacional y Provincial. El libro La Razón de Mi Vida fue la excusa perfecta para apropiarse de un club que, históricamente, se negó a la ideología peronista.

En las sombras llevó a Estudiantes a la cima del mundo

Por Daniel Melluso

Un quinquenio, según la Real Academia Española (RAE), es un período de cinco años. Ese es el tiempo que le llevó a Estudiantes de La Plata romper estructuras de la época y llevar a cabo una revolución que culminaría con la obtención de la Copa Intercontinental de 1968 ante el Manchester United. Este logro fue la frutilla del postre que venían cocinando, desde 1963, Mariano Mangano (presidente) y Miguel Ubaldo Ignomirielo (coordinador de juveniles y entrenador de la Tercera), al que luego, por recomendación de este último, se sumó Osvaldo Zubeldía (director técnico de la Primera).

En Estudiantes, se llama quinquenio de oro al tiempo comprendido entre 1964 y 1968, inclusive. En ese lapso el club platense cosechó logros impensados en aquella época por una institución de las denominadas chicas: en 1964 culminó segundo en Tercera y campeón en Cuarta; en 1965 fue primero en Tercera; en 1966, el Pincha gana de manera invicta el primer torneo nocturno televisado, una iniciativa de Independiente de Avellaneda, Canal Trece y el periodista Alfredo Rütschi. A esto se le suman los títulos de Quinta y de Reserva, esta última con 100 por ciento de jugadores del club; en 1967 logra su primer torneo profesional de liga, adjudicándose el Metropolitano y siendo, además, segundo e invicto en el Nacional; y en 1968 se apodera de las copas Libertadores e Intercontinental. Es más, si se alarga el período de tiempo hasta 1970, Estudiantes se coronó en 18 competiciones juveniles, lo cual es una proeza jamás igualada por ningún equipo hasta la actualidad.

De igual manera, esta historia comienza el 31 de marzo de 1963, fecha en la que Ignomirielo se hace cargo de las juveniles pincharratas. Un año antes el equipo había hecho una pésima campaña tanto en Primera como en Tercera. El contexto deportivo era malo, y la infraestructura también: no había cancha auxiliar para que se entrenaran las categorías juveniles, las que tampoco contaban con utilería propia ni cuerpo médico. El entrenador no tenía su oficina para planificar el trabajo diario, y los jugadores debían traer su ropa, ya que el club no podía brindársela.

“Lo primero que hice fue conseguir la utilería, luego la ropa y, a la vez, obtuve una oficina y un médico que se dedicara diariamente al cuidado de los jugadores”, cuenta Ignomirielo. El experimentado formador y seleccionador de futbolistas tiene 91 años, y recuerda con lujo de detalles lo que ocurría por aquellos tiempos: “Todas estas cosas las conseguí durante mi primer año en el club gracias al apoyo y colaboración de socios caracterizados. Igualmente, el mayor éxito fue la creación de una cancha auxiliar, que fue la primera en el país en ser avalada por la Asociación del Fútbol Argentino (AFA)”.

Ignomirielo trajo a Estudiantes un método jamás utilizado hasta ese momento en el fútbol argentino y que era mal visto por sus colegas. El mencionado método no era nada más ni nada menos que una doble jornada laboral. La misma estaba compuesta por seis horas diarias, divididas en tres horas a la mañana y otras tres a la tarde. “Nosotros conseguimos aquellos logros por una razón: la suma de trabajo. Entrenábamos cinco días durante seis horas cada uno. Esto equivalía a 30 horas semanales y 120 mensuales. Si saco la cuenta a 11 meses son más de 1.300. No hubo un equipo ni antes ni ahora que se haya dedicado tanto tiempo a los juveniles”, explica Ignomirielo, quien desde su llegada en marzo de 1963 hasta su partida en julio de 1966 le brindó más de 16.000 horas a la institución de La Plata.

Antes de poner en marcha su idea, el entrenador tuvo que sortear con otro difícil obstáculo: el tiempo que disponían los futbolistas. “Nuestro problema era que la mayoría de los jugadores eran trabajadores en relación de dependencia. A partir de esto, convencí al presidente para que destine 70.000 pesos, los cuales provenían del salario de un futbolista que había quedado libre, para los juveniles. Con ese dinero, se armaron 14 becas de 5.000 pesos y recién ahí se pudo llevar a cabo la doble jornada de labor”, indica Ignomirielo.

En 1964, la Tercera que dirigía Don Miguel logra el subcampeonato con 46 puntos y revierte las malas campañas anteriores: 11 puntos en el ´62 y 21 en el ´63. Ese equipo del ´64 fue denominado como la Tercera que mata, en alusión a lo infalible que era ese conjunto de futbolistas cuando tenía un rival enfrente. La base de este equipo se mantuvo, para, al año siguiente, coronarse campeón. Alberto Poletti, Carlos Pachamé, Oscar Malbernat y Eduardo Luján Manera son algunos de las personalidades de esta Tercera, que tres años después conquistarían la Copa del Mundo. Con 53 puntos y 94 goles a favor, el equipo se consagró. “Cuando ganamos fueron todos los hinchas a festejar al Centro”, rememora sonriente el exentrenador.

Al inicio de 1965, el 17 de enero, se incorpora Osvaldo Zubeldía como entrenador del primer equipo. El juninense llega a Estudiantes por sugerencia de Ignomirielo al presidente Mangano. “En una reunión que se hacía a finales de todos los años, Don Mariano me preguntó sobre Zubeldía y yo le dije que era el indicado. La reunión fue en diciembre del ´64 y al mes siguiente llegó Osvaldo”, explica Ignomirielo.

La llegada de Zubeldía es el punto de inflexión para Estudiantes que lo catapultará en la cima del fútbol. Al mando del juninense, el Pincha ganará un título nacional (Metropolitano 1967) y cinco internacionales (las ediciones ´68,´69 y ´70 de la Copa Libertadores, la Copa Interamericana 1969 y la Copa Intercontinental 1968).

El quinquenio culmina, como no puede ser de otra manera, el 16 de octubre de 1968, con el empate 1 a 1 ante Manchester United en el mítico estadio de Old Trafford, que consagró a Estudiantes a partir del 1 a 0 a favor del partido de ida disputado en La Bombonera 21 días antes.

En el Estudiantes de la década del ´60, lo visible y palpable eran los resultados deportivos, pero es importante remarcar que estos fueron producto de un arduo e incansable trabajo. Primeramente lo soñó Mariano Mangano, luego, lo llevó a la práctica Miguel Ubaldo Ignomirielo y, por último, lo coronó Osvaldo Zubeldía.

Juegan mujeres, dirigen hombres

Por Federico Bajo

En 2017, Paula Navarro fue la principal apuntada para convertirse en entrenadora del equipo de fútbol masculino de Santiago Morning de Chile, que militaba en la segunda división. Pero antes de que firmara el contrato, el arquero y capitán, Hernán Muñoz, declaró a la prensa: “A mi modo de pensar, que una mujer esté en un camarín con hombres se sale de contexto, por la comodidad de los jugadores”. Pese a las intenciones de contratarla del presidente, Miguel Nasur, también hubo oposición de dirigentes. “No sería fácil para una mujer dirigir un equipo de hombres. Hay puestos que van más allá de la igualdad de género. Tienen que ver con la experiencia, la capacidad de manejar grupos”, dijo Luis Faúndez, el vice del club. Ignoraba que Navarro se recibió de entrenadora, estudió sobre psicología deportiva y dirigió juveniles y la primera división femenina de Colo-Colo. Finalmente, ella asumió en el club como integrante del cuerpo técnico de Jaime García.

Todo lo opuesto a lo que le sucedió a Navarro ocurre en el fútbol femenino. De las 24 selecciones que participarán del Mundial de Francia 2019, que se disputará del 7 de junio al 7 de julio, 15 son dirigidas por hombres, quienes ocuparán el cargo para el cual, en el fútbol, se requieren más conocimientos sobre el juego. La elección de hombres es altísima a pesar de que las estadísticas indican que las selecciones de Estados Unidos, Alemania y Francia, que ocupan el puesto número uno, dos y cuatro del ranking respectivamente, son comandadas por mujeres. ¿Las futbolistas de esos 15 seleccionados habrán sido escuchadas a la hora de elegir al conductor del plantel, como sí lo fueron los jugadores de Santiago Morning? De todos modos, hubo un avance con respecto a las siete mujeres que se sentaron en el banco en Canadá 2015 o con la nula presencia femenina en la dirección técnica en China 1991, primer Mundial oficial organizado por la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA).

Es curioso que el 62,5% de los entrenadores presentes en el torneo femenino más importante del mundo sean hombres, aunque hay que tener en cuenta que cada una de las federaciones que serán representadas son presididas por hombres y, en la mayoría, son ellos quienes eligen. Incluso, esta sobrepoblación masculina en los puestos en los que se toman decisiones se puede ver reflejada en la organización de la entidad madre del fútbol. La FIFA cuenta con un Consejo compuesto por 37 personas: un presidente, ocho vices y 28 miembros elegidos por las 211 federaciones afiliadas, agrupadas en seis confederaciones: Confederación Asiática de Fútbol (AFC), Confederación Africana de Fútbol (CAF), Confederación de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe de Fútbol (CONCACAF), Confederación de Fútbol de Oceanía (OFC), Unión de Asociaciones Europeas de Fútbol​ (UEFA) y Confederación Sudamericana de Fútbol (CONMEBOL).

Cada una de estas asociaciones tiene una mujer entre sus representantes, la cantidad mínima que exige el estatuto. Solo dos de ellas, Sonia Fulford (CONCACAF) y Lydia Nsekera (CAF), fueron presidentas de las máximas organizaciones de sus países, Islas Turcas y Caicos y Burundi, sin relevancia en el fútbol mundial. Las otras cuatro son Mahfuza Akhter (AFC), directora del departamento de fútbol de Bangladesh, María Sol Muñoz (CONMEBOL), ex directora de Relaciones Públicas de la Universidad Católica de Quito, Johanna Wood (OFC), ex vicepresidenta del Comité Ejecutivo de la federación neozelandesa, y Evelina Christillin (UEFA), ex esquiadora italiana que participó en la organización de los Juegos Olímpicos de Invierno de Turín 2006. La que sí tiene un cargo de jerarquía en FIFA es la senegalesa Fatma Diouf Samoura, quien lucho por más de 20 años por los Derechos Humanos y ocupa el cargo de Secretaria General.

Es alarmante la gran cantidad de hombres en el fútbol femenino, que es el único lugar donde las mujeres tienen espacio en este deporte. Si aquí no se les da posibilidades a las entrenadoras, aún más difícil será que las tengan en el fútbol masculino. La pionera en este rubro, según los antecedentes que se tienen, fue la portuguesa Helena Costa que asumió oficialmente como directora técnica del Clermont Foot, de la segunda división francesa, pero al mes renunció sin siquiera llegar a dirigir. La reemplazó otra mujer, la exfutbolista Corinne Diacre, que estará presente en el Mundial comandando al seleccionado femenino francés.

A pesar de este panorama, en Francia 2019, la copa que jugarán las mujeres y dirigirán los hombres, despierta una expectativa muy alta. “Estoy convencido de que después de este Mundial la percepción del fútbol femenino en el mundo cambiará”, aseguró Gianni Infantino, presidente de la FIFA. Habría que preguntarle si también cambiará la propia FIFA que al campeón, que se conocerá el próximo 7 de julio, le otorgará como premio 4 millones de dólares, exactamente la mitad de lo que se llevó cualquier seleccionado eliminado en la primera fase de Rusia 2018. Aunque esa, ya es otra historia.

 

El sueño más largo

En ese momento el país cerró los ojos. Sabían que con ese gol todo se había terminado. Que importaba si quedaban 7, 8 o 9 minutos. El pueblo quería que esa pesadilla se acabara. Toda esa presión de nerviosismo que se sentía en el pecho terminó explotando con el gol del joven alemán que sentenció el futuro de Argentina. Los bares estaban repletos de gente que había coordinado con sus familiares y amigos el festejo del título más preciado. El trofeo que levantamos hace 28 años y cada vez parece más inalcanzable.

Durante la etapa de Eliminatorias en las que la selección de Alejandro Sabella se regocijaba con un juego vistoso, los expertos ya se imaginaban e ilusionaban con lo que podía pasar en la Copa del Mundo. “Si nos meten 3, nosotros tenemos que meter 4”, era una de las frases más escuchadas por parte de los eruditos del fútbol. Que la defensa sería el punto más flojo y la delantera iba a ser el arma de doble filo. Sin embargo, todo se terminó dando muy distinto a lo que imaginaba el público. De por sí, el equipo albiceleste salió del país criticado por el estado físico de algunos jugadores y por la lista de 23 que conformó días previos al 12 de junio. La poca participación de Sergio Romero y el bajo nivel de Marcos Rojo en la selección eran algunos de los aspectos a reprochar por el público nacional.

El primer duelo fue ante Bosnia. Aquel conjunto europeo del que poco se sabía, pero con el que Argentina se había enfrentado tiempo antes del sorteo. El entrenador sorprendió plantando una línea de cinco defensores, un mediocampo sin Fernando Gago y una delantera sin Gonzalo Higuaín. Ese fue el peor partido en todo el Mundial. El equipo se sentía incómodo con la pelota, la última línea estaba muy cerca del arco y la poca presencia de jugadores en ataque invitaba a malograr las jugadas de peligro. En el entretiempo, a pesar de la victoria parcial, el director técnico sorprendió y mandó a la cancha al 9 y al volante central de Boca. Si bien Argentina no jugó bien, el equipo mejoró. “A veces son errores míos”, sorprendió a más de uno Sabella al ser crítico consigo mismo.

La segunda parada fue Belo Horizonte, en donde el rival fue Irán. En la previa y sin un serio análisis, el equipo nacional era gran candidato a quedarse con los 3 puntos y por goleada. Sin embargo, la historia fue adversa. El seleccionado nacional se enfrentó con un conjunto que proponía poco juego y que apostaba a sus veloces contraatacantes. Planteando un 4-3-3, Sabella armó el esquema que tanto querían jugadores, periodistas e hinchas; pero el equipo albiceleste nuevamente no tuvo certeras ocasiones de gol. En muchas oportunidades, Romero fue quien tuvo que responder ante una defensa que no le otorgaba garantías ante los remates iraníes. Sin embargo, cuando todo parecía que culminaba en un triste empate, una genialidad de Lionel Messi salvó a Argentina en el minuto 90. “Gracias a dios el enano frotó la lámpara y pudimos ganar”, reconoció el guardavallas argentino que le dio más de una vida a sus compañeros. Luego concluyó con la humildad que lo caracteriza: “Yo trato de ayudar a mis compañeros, gracias a Dios yo pude meter la mano y no entró”.

A medida que corrían los días y se comparaba a Argentina con otros equipos, las palabras miedo y fracaso empezaban a ser recurrentes en las frases de los hinchas. Se creía que el próximo rival, Nigeria, iba a apostar más que Irán y Bosnia y el seleccionado tendría más espacios, y así terminó siendo. Con dos goles de Messi y uno de Rojo, motivo de muchas parodias en las redes sociales; el equipo de Sabella pudo romper con esa mala racha en la que era recurrente no convertir en demasía. Sin embargo, dos tantos de Nigeria pusieron en jaque a la defensa nacional. Al igual que en el partido ante Bosnia, los goles fueron por el costado derecho.

Argentina avanzaba de ronda y algunas sorpresivas figuras tomaban fuerza con el correr de los partidos: Romero y Rojo se acoplaban a Messi y a Javier Mascherano como los hombres más importantes.

En octavos tocó Suiza. Fue un encuentro muy cerrado, en el que el diez volvió a resolver con su vara mágica. Cuando agonizaba el suplementario, asistió a Ángel Di María para que concretara el 1 a 0 final.

En cuartos llegó Bélgica y también los cambios. En este encuentro se empezó a ver el equipo que cerró la Copa del Mundo. Los once con los que Sabella se sintió más cómodo. Martín Demichelis Lucas Biglia se sumaron a la modificación de Ezequiel Lavezzi en el partido anterior. Un 4-4-2 bien definido. Con este esquema, Argentina no regaló nada en lo defensivo y apostó a las contras que protagonizaban Di María y el Pocho por los costados. Si bien ganó con un gol del 9, el seleccionado perdió a dos piezas claves: Rojo, por doble amonestación, y al rosarino que milita en Real Madrid, quien se perdería el resto de la Copa por una lesión.

Argentina seguía avanzando a paso firme y las expectativas crecían. Después de 24 años, el seleccionado se encontró con la semifinal. Para muchos ya no importaba el resultado de esa última semana. Holanda, el rival de turno, era un equipo duro al que iba a ser difícil de enfrentar. Sin embargo, en el plantel y en los hinchas quedaba esa cuota de fe. Era el último empujón hacia el domingo. Entrando en el análisis del cotejo, se notó que los entrenadores eran los más tácticos del Mundial. Fueron 120 minutos en los que no dieron brazo a torcer. Con un Mascherano que parecía estar en más de un lugar a la vez, salvó al país de la derrota en los últimos minutos. En ese cruce con Robben, la pierna del Jefe parecía tener algunos centímetros más de los que realmente mide. Parecía verdad esa alocada teoría que decía que tenía un motor dentro del cuerpo.

Llegó el pitazo del árbitro y llegaron los penales. Nadie quería ver el fusilamiento. Más de uno recordaba los cuartos ante Alemania en 2006 o aquella Copa América en la que Romero no pudo atajar ninguno. Sin embargo, a varios se les escapó una lágrima con esas voladas de Chiquito. Esos recuerdos tristes de eliminaciones, se transformaron en las atajadas de Goycochea en el ’90. Parecía una locura, un sueño que nadie imaginó, pero Argentina estaba en la final.

Más allá de un posible análisis, el seleccionado de Sabella estuvo a la altura de una instancia como la que se vivió el domingo ante Alemania, un conocido en las finales. Por ahí la historia era otra si Higuaín, Palacio o Messi convertían o si el tano Nicola Rizzolicobraba esa violenta falta dentro del área sobre el centrodelantero.

Lo concreto es que Argentina logró varios aspectos que no se daban en los últimos años y conducían al fracaso. El entrenador pudo armar y consolidar un plantel en el que importaba el equipo titular, pero sin dejar de lado el buen humor y el ambiente que se trasladó hacia dentro de la cancha. Habrá sido muy complicado resolver sobre la marcha ante las reiteradas bajas por los problemas físicos de los jugadores. Por momentos daba la sensación que se enfrentaba el equipo alemán de 12 años de proyecto ante el argentino que tuvo que resolver cómo jugar en medio de la Copa del Mundo. Este plantel y cuerpo técnico quedará en el recuerdo y no como el plantel del fracasó, sino como la selección que enamoró e hizo soñar a todo un país.

Los irregulares antecedentes de la Copa de la Superliga

Juan Pablo Manera

A lo largo de la historia del fútbol argentino hubo una infinidad de torneos que tuvieron condimentos que hoy son inexplicables. Sin embargo, algunos de ellos tienen anclaje con la actualidad y otros se están disputando ahora mismo: esa es la Copa de la Superliga, una competencia que se creó en consecuencia de que el torneo regular no alcanzaba a cubrir toda la temporada, por lo que sirvió para tapar el bache entre la última fecha de la Superliga que ganó Racing y el comienzo de la Copa América. El mismo consiste de una fase de repechaje y luego eliminación directa desde octavos de final, con partidos ida y vuelta, exceptuando la final que se disputará el 2 de junio en el estadio Mario Alberto Kempes, de Córdoba. Hasta ahí, todo bien. Pero, si la Copa se creó con el fin de tapar un espacio vacío en el calendario, ¿qué pasa con los eliminados en primera ronda? La competencia oficial se terminó para ellos, al menos hasta después del famoso certamen continental de selecciones. No obstante, acá vamos con todos los torneos que son considerados oficiales y que tuvieron alguna particularidad:

Arrancamos con el primer campeonato en la historia del fútbol argentino. Los llamados Old Caledonians y Saint Andrews igualaron en puntos el primer puesto y la Asociación que regía el deporte en aquel momento (Argentine Association Football League) le dio por ganado a ambos el título. A pesar de eso, debieron jugar un partido desempate para definir qué equipo se quedaba con las medallas conmemorativas, en el cual el conjunto de Saint Andrews se impuso por 3-1 con un triplete del inglés Charles Douglas Moffatt.

En 1925 el Club Atlético Boca Juniors disputó una gira por Europa de la que cosechó 15 triunfos, un empate y 3 derrotas. Debido al éxito que tuvo el Xeneize y a que eran demasiados los partidos postergados que debía jugar para ponerse al día con el torneo local, la antigua AFA le otorgó el título de “Campeón de Honor”. Ese año se consagraron Huracán y Racing en el certamen regular, cada uno en su respectiva asociación.

Ya en el profesionalismo, se jugaron una serie de Copas que en el 2013 la AFA oficializó y aumentó el palmarés de gran parte de los equipos argentinos. La primera de ellas fue la nombrada “Dr. Adrián Beccar Varela” en honor a uno de los presidentes de la Asociación del Fútbol Argentino que había fallecido un tiempo atrás de disputarse el torneo. El mismo constó de dos ediciones (1932 y 1933), pero lo curioso estuvo en la segunda: Central Córdoba de Rosario y Racing Club jugaban el partido definitorio. El encuentro estaba igualado 2-2 y, sobre el final, el árbitro cobró un penal para Central. Los jugadores de la Academia, disconformes con la decisión tomada, se retiraron del partido a dos minutos de su culminación y el conjunto rosarino se quedó con el trofeo.

Pero, si se habla de antecedentes insólitos, el que sigue pica en punta. La “Copa Adrián Escobar”, llamada así por el creador del torneo y en aquel entonces presidente de la AFA (1939), tenía una regla más que curiosa: en caso de empate en tiempo regular, el ganador se determinaba por… ¡corners a favor!, y en dos ocasiones el título se definió por esta vía. En la edición de 1943, Huracán se quedó con el torneo tras igualar 0-0 en los 90 minutos frente a Platense y superarlo 4-1 en tiros de esquina, al igual que en 1949 cuando Newell’s se impuso 4-2 en corners ante Racing tras empatar 2-2 en el encuentro.

Nueve años más tarde se jugó la Copa Suecia, famosa por ser la única estrella del Club Atlético Atlanta en la Primera División. El trofeo recibió esa denominación debido a que Carl Borgenstierna, quien era el embajador sueco en Argentina en esa época, fue la persona que lo donó. Lo curioso de este torneo fue que comenzó un 20 de abril de 1958 (con un empate 0-0 entre Tigre y Boca) y finalizó un 29 del mismo mes, pero en el año 1960. Así es, tardó 2 años y monedas en definirse. La final la disputaron el Bohemio y Racing (3-1, en el viejo Gasómetro).

En la temporada 1988/1989 Independiente conquistó el campeonato de liga. A pesar de ser por el torneo local regular, la AFA implementó una regla inédita: eliminó los empates. Si un partido finalizaba en igualdad, con o sin goles, el ganador se definía por penales. La repartición de puntos era la siguiente: si el encuentro finalizaba con un vencedor, eran 3 para este y 0 para el perdedor. En caso de ir a los tiros desde los doce pasos, se le otorgaban 2 al triunfador y 1 al derrotado.

Por último, vamos al antecedente más cercano y que todavía repercute. Por una decisión del fallecido Julio Humberto Grondona, quien presidió a la AFA entre 1979 y 2014, el campeonato del 2015 lo disputaron nada menos que 30 equipos, algo inédito en el fútbol mundial hasta ese momento. Debieron ascender 10 equipos de la Primera B Nacional para cumplir ese anhelo. Ellos fueron: Colón, San Martín de San Juan, Argentinos Juniors, Nueva Chicago, Aldosivi, Unión, Crucero del Norte, Temperley, Sarmiento y Huracán. Se disputó desde febrero hasta diciembre de ese año y el campeón fue Boca.

El número de clubes desde esa fecha comenzó a reducirse; 26 fueron los que jugaron el último certamen. Debido a esto y a que solo se juega a una sola rueda, debió crearse la Copa de la Superliga, que cubre el bache, pero no el desastre que dejó el pasado.

¿Por qué perdió Argentina?

Argentina perdió por muy poco contra la selección de Alemania, que arrastra un proyecto de juego desde el año 2000. Sin embargo, el equipo de Alejandro Sabella, formado hace casi tres años, pudo haberlo ganado con las situaciones de Gonzalo Higuaín, Rodrigo Palacio y Lionel Messi. Tal vez, los argentinos no fueron derrotados por la sólida y consolidada estructura del rival, sino por no aprovechar esas pocas oportunidades que se le presentaron.

En cuanto a nivel de jugadores y conjunto, los alemanes eran superiores, pero la táctica planteada por el técnico del seleccionado nacional fue ideal. El objetivo era esperar a los europeos y contraatacar. No se podía jugar de la misma manera que contra Suiza o Bélgica, con la posesión de pelota, ya que, en ese aspecto, Alemania fue el mejor de la competencia. Brasil cometió el error de intentar plantear el partido de igual a igual y perdió por 7 a 1.

A partir de la idea del contraataque -que era la que manejaba la Selección Argentina en las eliminatorias- había que aguantar el constante avance del conjunto de Joachim Löw y aprovechar esas pocas oportunidades que pudiera dar el rival. Seguramente, Sabella y sus jugadores sabían que con ese esquema iba a haber pocas chances de generar jugadas peligrosas en el arco rival y que por ello, debían ser efectivos. Sin embargo, la efectividad fue lo que faltó para levantar la copa.

La de Higuaín: A los 21 minutos llegó la primera posibilidad para la Argentina. El exdelantero de River interceptó un mal pase de Schweinsteiger a su arquero e insólitamente quedó mano a mano con Manuel Nouer, el guardameta alemán. Pero no pudo convertirla en gol ya que el remate salió desviado cerca del palo izquierdo.

La segunda oportunidad: Llegó para Messi a los 46 minutos del segundo tiempo. Una asistencia de Mascherano lo dejó prácticamente solo y, además, para su pierna más hábil. A pesar de ello el esférico no entró en la red, sino que pasó cerca del palo izquierdo.

La tercera y última: Tal vez la más clara. Palacio, a los 8 minutos del primer tiempo suplementario, bajó, con el pecho, un centro de Marcos Rojo que venía desde la banda izquierda, pero el control no fue muy bueno y se le fue un poco larga. De todas formas quedó mano a mano con el arquero del Bayer Munich, quien le achicó muy rápidamente. Sin embargo, el argentino quedó cerca del punto penal con espacio para definir, pero tuvo una idea desacertada y picó la pelota por sobre el alemán y, al pegarle con la tibia, salió desviada.

Después de esas situaciones llegó el gol de Gotze para Alemania, iban 7’ del segundo tiempo suplementario.

En definitiva, los europeos no ganaron solamente por su proyecto a largo plazo, sino porque utilizaron los errores del rival para afianzar su juego y convertir un gol que fue suficiente en un partido que era cerrado. Sabella apostó a sus delanteros, pero simplemente no se dio por la falta de puntería. No hay dudas de que ambas selecciones demostraron sus identidades futbolísticas.

Lavezzi, el argentino más chistoso

“Una particular energía irradia Ezequiel Lavezzi, una energía que contagia e ilumina a su equipo y a sus hinchas”. Esas fueron las palabras de Víctor Hugo Morales para con el número 22 de la Selección Argentina, en su programa Ídolos por el Mundo, por DeporTV. Y es que el “Pocho” es el jugador más carismático y descontracturante del conjunto dirigido por Alejandro Sabella, desde despertar de un cachetazo al masajista hasta tirarle agua al propio entrenador en la cara.

El delantero que milita en el Paris Saint-Germain tuvo una infancia complicada. Su padre lo abandonó a los 2 años de edad y en su casa a veces no alcanzaba para comer. Su hermano Diego, diez años mayor, fue su figura paterna y lo apoyó siempre, incluso cuando quiso dejar el fútbol, pero lo hizo trabajar de electricista junto a él porque no lo quería ver con malas juntas. Los logros futbolísticos del exjugador de Estudiantes de Buenos Aires, San Lorenzo y el Nápoli fueron los que le permitieron comprarle una casa a su madre y conseguir que ella deje de trabajar, entre otras cosas, cuando durante toda su infancia y adolescencia habían vivido con lo básico.

Pero más allá del hombre que pudo mejorar la vida de su familia y la suya también, hay un jugador que es la principal fuente de risas y eliminación del estrés en la concentración del plantel argentino. El oriundo de Villa Gobernador Gálvez, Rosario, nunca está nervioso, ni siquiera antes de entrar a la cancha, y trata de transmitirle lo mismo al resto, como en el partido frente a Nigeria, cuando antes de ingresar en reemplazo de Sergio Agüero el entrenador le daba indicaciones y él le tiró agua en la cara. “Lo vi un poquito nervioso, quería que se calmara”, contó, entre risas, después del partido.

El “Pocho” juega de día y de noche. No bien terminó el primer partido frente a Bosnia-Herzegovina, la selección emprendió su regreso a Belo Horizonte en micro y, durante el viaje, Lavezzi le dio un cachetazo al masajista de la selección Marcelo D’Andrea quien, con enojo, le dijo “¡pará, boludo!”, pero el 22 lo único que hizo fue reírse y pegarle de nuevo.

Su broma más reciente es la del blooper de Sabella en el que, tras un fallo de Gonzalo Higuaín frente a Bélgica, se fue para atrás y se cayó como desmayado en los brazos de uno de sus ayudantes. El hombre del PSG no perdió tiempo en el entrenamiento del día siguiente para cargarlo recreando el momento, y todo el plantel se rió de su imitación.

Su humor, de todas formas, no es nada nuevo para los que lo conocen, se remonta a su época de jugador de San Lorenzo cuando para festejar un gol le sacó el casco a un bombero. Y sigue haciendo de las suyas en Francia: Le agarró la nariz a Zlatan Ibrahimovic mientras hablaba con Thiago Motta, tacleó a un camarógrafo luego de un partido, ¡le revolvió el pelo al mismísimo presidente de la Federación Francesa de Fútbol las dos veces que fue campeón! (aunque el hombre se lo tomó con mucho humor) y, de postre, cuando les habló a los hinchas franceses en los festejos, no pudo completar una frase en ese idioma y terminó con un “la con… de su madre”, frase que despertó la carcajada de su compañero argentino, Javier Pastore.

Incluso luego de que la selección regresara de Brasil el delantero seguía haciendo de las suyas. El plantel fue visitado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner que felicitó a los jugadores e hizo hablar a varios, pero cuando llamó a Lavezzi, el “Pocho” no quería hablar, la jefa de estado insistió con un “vení, dale que sos el sex symbol, no te vas a achicar ahora”y al 22, por lo bajo, se le escapó un “dejame de hinchar los huevos…”, aunque después aceptó ir y hablar. Sabella le ofreció una botella de agua y le dijo: “tomá, ¿querés tirarme agua?”. Y fue, esta vez, el DT quien descontracturó al jugador.

El mejor del Mundial

Hizo lo que pudo en Brasil 2014. Amague, esquive, gambeta. Gol. Últimos segundos del partido, él contra todos, tira y Gol. Rebote, potencia, pegada. Gol. Falta, tiro libre, perfección. Gol. Pasar a media defensa, asistencia, pase Gol. Penal. Convertir, ganar, gritar, llorar, emocionarse. Último partido, intentó. No pudo.

Lionel Messi es todos los verbos al mismo tiempo. Es el mejor jugador del mundo. Ganó todo, pero esta vez no pudo. “El partido más importante” de su vida, como lo calificó, no logró ganarlo. Pero con o sin Mundial sigue siendo el mejor. Hasta para la FIFA fue el mejor jugador del Mundial al entregarle el Balón de Oro, pero para él es un premio consuelo, quería el más grande. No necesita otro título más para demostrar que tan bueno es, aunque es claro que quería ganarlo.

Los títulos le quedan chicos, él es gigante y su humildad mucho más. Los incrédulos que no lo aceptan entre una de las leyendas del fútbol mundial no lo harán aunque gané todos los títulos que hay. Pero no aceptarlo entre los mejores de la historia es contradictorio, y decir que no es argentino es más absurdo. El segundo lugar le queda chico, pero no pudo ser.

Hace rato dejó de ser ese pequeño al que criticaban por “ser español”. Desde el comienzo es argentino y desde el principio es el mejor, pero recién ahora, el país cree en él. En este Mundial, aunque no lo ganó, Messi finalmente se consagró.

Nunca deja de sorprender y puede sacar una jugada de un lugar inimaginado, como lo hizo contra Irán, que en los últimos minutos de un partido áspero, metió un magnífico zurdazo al ángulo del arquero iraní y le dio la victoria a la selección. De este modo, el Diez argentino fue decisivo en la fase de grupos. Fue el único que convirtió, sacando el gol de rodilla de Marcos Rojo contra Nigeria y el gol en contra de los bosnios en los primeros minutos del partido.

Pero hasta cuando parece que no hace nada, él lo hace. Desde los octavos, hasta la final, tuvo menos participación activa, aunque tuvo varias ocasiones de gol, tiros libres que pasaron cerca y asistencias, pero no metió goles. Y eso puede parecer una baja de nivel en un jugador que mete casi siempre, pero no es tan así. El Diez argentino, con más o menos constancia, estuvo siempre ahí. Intentó y con más o menos categoría, juntó a casi toda la defensa rival que lo quería arrinconar. En realidad, él los junta y deja espacios en la cancha. Se le puede criticar que no haya podido convertir en los últimos partidos y que no le haya salido un amague, pero eso no le quita lo buen jugador que es.

Messi siempre quiere jugar con varios delanteros alrededor para generar pases y lugar para poder moverse, además de hacer relucir su juego. El 4-3-3 no es un capricho, sabe que con esa alineación puede desempeñarse mejor, al igual que los demás. Por eso, luego del cambio de esquema estrepitoso en la mitad del partido contra Bosnia, se lo acusó de decirle lo que tiene que hacer a Sabella, pero por qué un director técnico seguiría con un esquema que no les gusta a sus jugadores y en el que no se sienten cómodos. Es ridículo.

En los siguientes partidos utilizó el 4-3-3 con los cuales el equipo se desplegó mejor, consiguió la victoria y el juego de Messi, con altibajos y con defensas que no pararon de marcarlo, también creció. En los de octavos, cuartos, semifinal y final, el esquema tuvo que cambiar por las lesiones de Sergio Agüero y Ángel Di María. Se notó bastante. Las defensas rivales se enfocaron en que el mejor del mundo quede fuera de juego. Así es que la alineación pasó a ser más un 4-4-2, con Messi y Gonzalo Higuaín solos arriba.

En este último partido se notó que faltó. El Diez nacional tuvo menos participación activa, obvia, porque no atacaron tanto, pero la defensa mejoró y se hizo un bloque. “Lio” quedó relegado a generar jugadas individuales, intentar algún toque, recibir miles de patadas y tirar algunos tiros libres cerca del área rival.

Lo importante es que Messi apareció casi siempre cuando se lo necesitaba en la cancha, menos en la final. En la fase de grupos convirtiendo y, contra Suiza, cuando estaban en tiempo suplementario y casi llegaban a penales. Ahí, en los últimos minutos de ese partido se amagó a varios y frente al arco, con toda la defensa y el arquero contrario mirándolo a él decidió dársela a Di María que convirtió el gol. Así demuestra que puede ser el mejor, pero que antes de todo quiere lo mejor para el equipo. Contra Bélgica, Holanda y Alemania fue más difícil, pero de a ratos se hizo notar. La defensa contraria sabía que estaba ahí y eso les generaba una molestia.

Pateó el primer penal contra Holanda y le dio respiro a la Argentina. Aseguró su tiro e hizo que la selección, luego de la atajada de Romero, pasara a estar 1 a 0 arriba. Junto a sus compañeros esperó a que terminen de patear. Festejó, se alegró, lloró, corrió. Se abrazaron. Festejaron. Eran todo emociones. En la final lo intentó, con tiros libres y amagues, pero no lo logró. Desconsolado quedó agarrándose las rodillas en la cancha. Se lamentó.

El mejor jugador del mundo. Uno de los mejores jugadores de la historia. Una leyenda del fútbol mundial. Argentino, bajito y zurdo. Sabe amagar y gambetea a cualquiera. Tiene potencia en su tiro y puede patear desde toda la cancha. Asusta a los rivales y hace temblar a los arqueros contrarios. Le da calidad a su equipo y lo hace jugar mejor, también le permite respirar y deleitarse con su excelente y único juego. Habla poco, es callado, pero es el capitán, porque es el que mejor habla con la pelota. Ganó casi todos los títulos del mundo, no el Mundial, quedó segundo. Y, sin embargo, sigue siendo el mejor. El mito. Messi, Lionel Messi.

Pincho, un laburante del TC

Por Juan Pablo Santillán

Oscar Roberto Castellano nació y se crió en los campos de Lobería, una ciudad al sur de la Provincia de Buenos Aires. De niño armaba sus propios juguetes mientras que su padre se dedicaba a las tareas del campo. Hoy rememora, con una sonrisa, aquellas actividades que solía realizar: “No sé qué fui más, si mecánico o conductor, o viceversa. Siempre me gustó la mecánica”.

   Su pasión por las carreras viene desde la cuna, debido a que sus padres siempre fueron apasionados por el automovilismo. “Mi viejo nunca lo practicó –dice el ex piloto, de 70 años-, pero siempre estuvo junto a la mecánica y siempre le gustaron las carreras, al igual que a mi madre”.  

   De adolescente pensó en estudiar ingeniería, pero no lo llevó a cabo. Se quedó trabajando en el campo con su papá, mientras que por las noches comenzaba, poco a poco, a dedicarle tiempo a su auto por pura vocación.

   Su familia fue un factor fundamental en su incursión en el automovilismo. Siempre le brindaron su apoyo incondicional y, más tarde, como piloto ya consagrado, fue el turno de su esposa e hijos de hacerle el aguante al campeón. “Yo prácticamente vivía en el taller –relata Castellano-, no sabía ni qué pasaba a lado de mi casa. Muchas veces no podía ir a un acto del colegio de mis chicos porque estaba dedicado al auto. Les debo mucho a ellos”.

   El Pincho, apodo surgido en tono bromista porque le decían que no sabía conducir y que por eso siempre pinchaba sus neumáticos, inició su carrera en el automovilismo zonal luego de terminar de fabricar un auto con su amigo Enrique Castro. “Él me dijo: ‘correlo vos esta carrera, después que lo siga Juan (otro amigo) y listo’, pero resulta que corrí esa carrera, gané la serie, gané la final, y bueno, ahí arrancó el ciclo y no se cortó más”, recuerda el campeón de dicha categoría, tanto en 1971 como en 1972.

   Su gran desempeño llamó la atención de Juan Manuel Fangio -cinco veces campeón del mundo en Fórmula 1-, que le aconsejó que saliera del zonal e incursionara en Fórmula 2 Nacional para que siguiera evolucionando, aprendiendo y entendiendo lo que era el automovilismo.

   Si bien no tuvo buenos resultados, fue una buena formación tanto como piloto, como mecánico. El auto de Fórmula es el auto pura sangre –explica Castellano-, es el auto concebido para correr: te exige, te enseña. Aprendí muchísimo; cuando subí al TC, era un juguete”.

   En Lobería, una peña de seis personas que compraron un TC, le ofrecieron el vehículo para que lo preparase y lo corriera. Aceptó el reto. Luego de cuatro años en Fórmula 2 y un parate de tres años, el 20 de septiembre de 1981 debutó en el Turismo Carretera con el número 101 a bordo de un Dodge naranja, su color característico. Nacía la Naranja Mecánica.  

   El primer campeonato lo consiguió en 1987. Fue el premio a un arduo trabajo que inició a partir de aquel año en lo que sería semiprofesional, no por ganar dinero, sino por trabajar todo el día: ya no sólo por las noches, eran tres colegas que se juntaban siempre para laburar pura y exclusivamente en el auto de carreras. Allí lograron el cambio importante como para poder conquistar aquel título y el del año siguiente.

   Luego del bicampeonato con Dodge, pasó a Ford en 1989 y dejó atrás un auto muy exitoso. “Agarramos Ford porque venía bastante caído –cuenta el Pincho -, no tenía una buena performance, se quejaban mucho, estaban un poco huérfanos de mecánica”. Le compró el auto Ford al piloto Eduardo Marcos y, cuando se encontró con el motor, se dio cuenta de que estaban muy atrasados, por lo que tuvo que trabajar muchísimo, cambiarlo por todos lados para que estuviese acorde a la categoría. “Renegué mucho con el auto, pero me fue bien, volví a repetir el campeonato en el ‘89”, simplifica Castellano.

   Tras un par de meses en los que barajaba la posibilidad de dejar el automovilismo, saturado por tanto esfuerzo, trabajo y lucha, el 15 de diciembre de 1991, con 43 años, anunció su retiro como piloto de Turismo Carretera. “Fue una decisión bien pensada, para nada apresurada, estaba conforme por todo lo que había logrado. Ya era una etapa cumplida”, repasa el tricampeón del TC, que además admite que nunca se creyó bueno, simplemente un perfeccionista que con empeño y trabajo lo consiguió todo.

 

De Jefecito a Jefe

En su tercer Mundial, Javier Mascherano es, junto con Sergio Romero y Lionel Messi, uno de los máximos responsables de que los dirigidos por Alejandro Sabella pudieran llegar a la final frente a Alemania. De hecho, al arquero le dijo antes de comenzar a patearse los penales: “Hoy te convertís en héroe”. Y así fue, porque luego Romero le atajó dos tiros a Holanda en las semifinales. Esto demuestra que es el capitán sin brazalete en el equipo y que puede transmitirle confianza y serenidad a sus compañeros.

Hace cuatro años, en el Mundial de Sudáfrica 2010, Diego Maradona, exentrenador del seleccionado argentino, destacó: La Selección es Mascherano y 10 más”.

Las palabras de Maradona tienen relación con la función del mediocampista dentro y fuera de la cancha en lo que concierne a lo deportivo, psicológico y emocional. De hecho, comenzó en Alemania 2006, cuando José Pekerman dirigía al selectivo.

El problema fue que en esos dos mundiales (2006 y 2010) Argentina no pudo pasar los cuartos de final frente al mismo rival que la albiceleste enfrentará el domingo: Alemania. Mascherano pudo demostrar con su juego y su potencial que, a pesar de no ser uno de los denominados “cuatro fantásticos”, es considerado por todo el plantel como el líder del grupo más importante más allá de que el capitán dentro de la cancha sea Lionel Messi.

“De Mascherano aprendés hasta en el momento de comer”, comentó Lucas Biglia, compañero en el mediocampo argentino. De esta manera, destaca tener a alguien que puede dar seguridad y confianza en todo momento, sobre todo en los más difíciles.

Bastian Schweinsteiger, mediocampista de la selección alemana, mencionó el viernes en una conferencia de prensa lo importante que es Masche en el equipo. “Argentina merece estar en la final. Tienen jugadores de nivel mundial: Messi, Di María, Agüero o Mascherano, que es líder de esa jauría de lobos”. También hizo referencia a su actuación en el partido frente a Holanda. “Ahí demostró su actitud y cómo defiende a su país”, comentó.

Debido a esto pasó de ser El JefecitoEl Jefedel seleccionado. Se fue ganando un lugar de a poco, partido a partido. Un líder que demostró todo el potencial que puede darle a un equipo. Además, es alguien que siente y que deja todo por la camiseta y que tal vez no sea garantía un triunfo, pero no hay duda de que hará todo lo que esté a su alcance para no perderlo. Es un verdadero referente que tiene hambre de gloria.