Aún es muy temprano. Tal vez son las seis de la mañana. Hay vías de ferrocarriles pero sin trenes. Un guardabarreras se coloca firme en su garita mirando el horizonte, todavía sin divisar la formación y con el silbato en la mano. Sin embargo, ese sonido agudo que expulsa dicha herramienta de trabajo se escucha en otra parte, a dos cuadras de donde debería percibirse. Es la casa de Heriberto Correa.
El sueño de todo chico que corre detrás de una pelota es poder jugar en el club del que es hincha. Y eso pasaba en la localidad de Longchamps, en el partido de Almirante Brown: los chicos se entrenaban para probarse en clubes como Independiente, Racing, Temperley y Los Andes, por proximidad más que por deseo. Y para ellos, estaba Heriberto Correa, quien los ayudaba en el patio de su casa con conos para mejorar la velocidad y la destreza, con circuitos exigentes para que cada soñador pudiera cumplir su deseo.
Correa, padre de cuatro hijos, era zurdo, no de ideología, porque decía que no se metía en la política. Aunque era de pocas palabras, cada vez que se lo escuchaba se le prestaba atención. Su forma de hablar lo obligaba a uno, sin darse cuenta, a escuchar, porque en cualquier momento llegaba un consejo, un tesoro que quedaría en el cajón de los recuerdos que tiene la memoria en cada uno. Y es que, dentro del fútbol, su fuerte era la docencia. Un don que pocos pueden adjudicarse dentro del deporte.
Incluso presentó un proyecto de fútbol para utilizar un predio que no tenía funcionamiento en el club Defensores de Glew, lugar que supo ver crecer a Lautaro Acosta como jugador. Pero no tuvo el efecto que quiso y lo tuvo que dejar al igual que otro proyecto que tenía en conjunto con el Municipio en el polideportivo de Almirante Brown. Allí mismo, Correa se las ingenió para conseguir cal, arcos, pelotas y una máquina de cortar pasto, debido al abandono de ese sector. “Mi papá se sintió apartado del Municipio porque no lo ayudaban, ni siquiera le pagaban viáticos como para mantener algo de su trabajo que estaba en crecimiento porque iban muchos chicos a entrenarse”, comentó su hijo del mismo nombre que su padre, Heriberto Correa.
Por más que haya nacido en Paraguay, su corazón siempre estuvo con Argentina, decía él. Desde muy chico había emigrado desde su país natal, a los 6 años. Más allá de que se entrenaba, el sueldo no le alcanzaba para vivir, por lo que se las arregló con changas y con trabajos en fábricas.
A pesar de todo, llegó a tener una oportunidad en la Selección Argentina, luego de renunciar a su país de nacimiento, que no lo necesitaba en el equipo, y por cuestiones de la vida enfrentó a Paraguay por las Eliminatorias para Alemania 1974, en la Bombonera. Su familia estaba allí, observando orgullosa como su familiar disputaba un partido internacional. Sin embargo, estaban en la parte de visitantes. Ese partido, el conjunto nacional ganó 3 a 1.
En el fútbol y en otros tantos deportes, cuando se deja de practicar, algunos consiguen trabajo enseguida y otros no. En el mundo de la pelota redonda, suele ser una montaña rusa. Un día estás por entrenar y en plenitud de jugar en un equipo profesional y al otro sos olvidado. Y esto sintió su familia. “Cuando terminó de jugar, se dedicó a la docencia futbolística con los más chicos y a la promoción de los clubes de barrio”, aseguró Heriberto Correa, quien nació en Mónaco cuando su padre jugaba en el club del Principado.
Era hincha de Racing, pero su cariño también estaba en Vélez Sarsfield. Allí pasaron sus mejores años después de haber dejado el fútbol, cuando dirigió a la par de Carlos Bianchi. Uno en la mayor y otro en las inferiores. “Heriberto Correa tuvo un problema de cadera y debía ser operado y junto con el médico Jorge Batista pudimos conseguirle una prótesis para él”, contó Carlos Bianchi, campeón con el club de Liniers de la Intercontinental en 1994 y luego multicampeón con Boca.
“Era alguien que se le notaba que vino a este mundo a enseñar a los más chicos, a que no se pierdan en este camino largo de ser futbolista, era un excelente consejero y amigo de ellos, y por eso le iba bien en Vélez”, agregó Bianchi.
“Hubo un sábado que fui a una charla que dio él en el centro de Adrogué, en las que explicaba sus inquietudes y su necesidad de tener apoyo en las canchas y en las escuelas de fútbol que estaba impulsando en aquel tiempo con el Municipio de Almirante Brown”, reveló Bianchi.
Otro de los amigos que le dejó el fútbol, y que también lo hizo en Vélez, fue José Luis Chilavert, campeón en el equipo de Liniers con Carlos Bianchi e igualmente de nacionalidad paraguaya. “Tengo muy buenos recuerdos de él, cuando finalizaba el entrenamiento hablábamos de nuestro país y en guaraní; nos reíamos mucho”, detalló el exarquero.
Heriberto Correa vivió toda su vida en Longchamps, donde trató de hacer crecer las juveniles de los clubes de barrio. Correa, hincha de Racing pero más del fútbol, falleció a los 67 años luego de haber dirigido tanto en Primera como en el Ascenso. En Vélez, Racing, San Martín de Burzaco. Su vida alternó momentos malos y buenos y sus exjugadores lo recuerdan como alguien hecho para el fútbol. “La vida de mi viejo era el fútbol, siempre lo fue”, finalizó su hijo.
Es martes 10 de septiembre de 2019. La selección de fútbol de Kosovo quiere seguir haciendo historia, esta vez en su visita a Southampton para enfrentar a Inglaterra por las Eliminatorias para la Eurocopa. Además, será un partido especial por ser el primero ante una de las potencias europeas en su corta historia como miembro de la UEFA.
Kosovo es un estado de poco más de 2 millones de habitantes ubicado en la región de los Balcanes, donde limita con Serbia, Montenegro, Albania y Macedonia del Norte, y declaró su independencia de Serbia el 17 de febrero de 2008, siendo apoyado por Estados Unidos y gran parte de la Unión Europea.
Su combinado nacional empezó a competir oficialmente en 2016, luego de haberse afiliado tanto a la UEFA como a la FIFA en mayo de ese año. El 5 de septiembre empató 1 a 1 ante Finlandia en su primer partido oficial, por las eliminatorias para el Mundial de Rusia.
La selección kosovar está compuesta en su mayoría de futbolistas nacidos en Suiza, Alemania o Albania, principalmente de familias que tuvieron que dejar su patria por los conflictos ocurridos en los 90. Algunos hasta formaron parte de otros seleccionados, pero finalmente decidieron jugar para Kosovo, como es el caso de Valon Berisha, una de las máximas figuras, que jugó en la Selección de Noruega desde el 2012 al 2016.
En estos tres años de competencia, Kosovo logró el ascenso a la Liga C de las Liga de las Naciones de la UEFA al ganar su grupo de manera invicta y llegó a 14 partidos sin perder desde el 24 de marzo de 2018.
La selección kosovar no pudo con Inglaterra y perdió por 5 a 3, pero puede estar orgullosa de haberle jugado mano a mano a uno de los grandes de Europa.
El fútbol es el deporte más popular de mundo sin lugar a dudas. Desde chicos te lo incorporan a las costumbres, ya sea por escuchar hablar a familiares o amigos sobre él, por la televisión que le dedica un espacio muy importante, porque en cada barrio hay al menos una cancha para poder jugar o porque es el deporte más fácil de aprender y practicar. A tal punto, que grandes figuras en distintas actividades deciden realizarlo, como es el caso de Usain Bolt, el atleta que ya retirado se desempeñó en equipos de la liga de Noruega o Australia, o de Diego Schwartzman, el tenista argentino que admitió que cambiaría su carrera por jugar en la primera de Boca, entre tantos otros casos más.
Sebastián Festa, campeón en básquet con Boca en la Liga Nacional de 1996/1997 y uno de los máximos ídolos del Xeneize en esta disciplina, nació con la naranja entre sus manos. En 1996 reconoció que tenía ganas de ser parte del equipo de Carlos Bilardo, quien en aquél entonces era el entrenador del club al que pertenecía el basquetbolista.
El Narigón llegó al Boca a principios de 1996 en un contexto en el que River ganaba todo lo que jugaba, y Macri trajo al ex director técnico de la Selección Argentina para volver a los primeros planos. El equipo estaba lleno de figuras, como Diego Maradona, Claudio Paul Caniggia, Juan Sebastián Verón, Blas Giunta, José Basualdo, entre otros.
El 13 de diciembre de ese año en la tapa de Olé apareció Paco Festa, el base que admitió tiempo después que lo comparaban con Giunta por su entrega a la hora de jugar. Fue noticia por ser llamado por Bilardo para formar parte de un entrenamiento con el plantel profesional de fútbol. “Lamas un miércoles a la noche me llamó, yo pensaba ‘me habré mandado alguna macana’, pero me dijo que al otro día tenía que estar a las nueve con un par de botines porque iba a entrenar con el plantel de fútbol. No lo podría creer, fue una experiencia muy linda, de esas que no te olvidas en la vida”, contó Festa en una entrevista con Planeta Boca.
Algunos de los rivales del basquetbolista eran Blas Giunta, Mauricio Pineda, César La Paglia, Alphonse Tchami y Hugo Guerra. En su equipo también había grandes figuras como José Basualdo y Sergio Manteca Martínez, aunque esto no fue motivo de temor: el base, también volante por derecha, convirtió dos goles y hasta fue a trabar con Giunta a quien lo revoleó varios metros. Bilardo le dijo a Facundo Sava, con quien observaba en la práctica a Festa: “Ves, Colorado, así hay que hacer”.
El 14 de diciembre la tapa de Olé era titulada de esta manera: “Se va Bilardo”. Si bien en la bajada se aclaraba que no había un anuncio oficial, el diario deportivo revelaba que la noche anterior hubo reuniones entre la dirigencia y el entrenador para tomar esta decisión. Lo que nadie tuvo en cuenta es que con Bilardo se iban las chances de ser futbolista de Festa, que tan solo un día antes fue figura en el entrenamiento.r
Sin embargo, no es la primera vez que el fútbol traza relaciones con otros deportes. Festa reveló que la cortina, movimiento para lograr el desmarque, se usa en el fútbol debido a que Timoteo Griguol iba a mirar los entrenamientos de básquet de Ferro para aprender y luego usaba esas tácticas en los tiros libres. Además, El Viejo, como solían llamarlo sus jugadores, se quedaba horas hablando con León Najnudel, entrenador del Verde, y entre ellos se formó una amistad que marcó la historia del deporte argentino.
¿Se habrá inspirado en esto Gareth Southgate? El director técnico de la Selección de fútbol de Inglaterra admitió que le fascina ver las estrategias ofensivas y defensivas que tienen los equipos de la National Football League (NFL) y la National Basketball Association (NBA), y para eso viajó a Estados Unidos en la previa al Mundial de Rusia 2018. Sus planes dieron frutos, y pese a que el fútbol sea la dinámica de lo impensado, como decía Dante Panzeri, y que sus ideas podrían haber fallado en el transcurso del juego, en Rusia 2018 de los 12 goles que realizaron los ingleses cuatro fueron de cabeza producto de un envío desde un córner, dos a través de un tiro libre (uno directo y el otro una jugada preparada) y el resto fueron de penal (tres) y en el desarrollo normal del juego (tres). También Southgate admira las facilidades que tienen los basquetbolistas para encontrar espacios cuando siempre se juega en igualdad cuantitativa respecto al rival.
Otra persona que posó sus ojos en otras aéreas fue Jorge Sampaoli, que tras asumir al cargo de entrenador de la Selección Argentina de fútbol comenzó a reunirse con colegas que dirigían a la Selección en diferentes deportes, entre ellos, Julio Velasco, quién fue uno de los inspiradores de Pep Guardiola en su carrera.
No solo los aportes pueden ser desde lo táctico, técnico y estratégico, sino que uno de los mayores puntos en común que tienen todas las actividades colectivas es el manejo de grupo. Con conceptos relacionados a este tema fue con lo que más lo marcó Velasco a Guardiola: “La mentira más grande en el deporte es que todos los jugadores deben ser tratados iguales”. El entrenador de vóley agregó que hay jugadores que les encanta que se les hable de táctica y pueden estar horas abarcando sobre ello, otros prefieren que no se les remarque ningún aspecto de lo mismo, que hay personas que necesitan charlas en privado mientras que otras prefieren que se converse con ellos adelante del grupo, para hacerlos sentir más importantes.
Por sus grandes logros en el vóley italiano, en 1991 a Velasco lo quiso seducir Silvio Berlusconi, por entonces presidente del Milan, para que dirija la Selección italiana de fútbol. El entrenador de vóley se negó, aunque sí aceptó tener experiencias en Lazio y en Inter como dirigente.
Con esta decisión lo que puso en cuestión fue hasta que punto alguien que se dedica a otro deporte puede vincularse en otras aéreas: “Si una persona es capaz de dirigir a otras, la puede dirigir en cualquier cosa. Creo que eso es mentira, porque para poder hacer eso hay que saber del tema. Yo no sé nada de fútbol, no podría ser entrenador solo por hablar bien o por tener información. Hay que saber del tema, sino los jugadores se dan cuenta. Información tiene cualquiera, lees un libro de cómo es el reglamento y ya está, pero lo verdaderamente importante es conocer cada secreto del deporte. Yo les digo a mis jugadores que ataquen de tal manera, lo hacen y les da resultado. Aprender eso lleva años”, explicó Julio Velasco muchos años más tarde.
Nada enriquece más al deporte que escuchar hablar a los que saben y poder aprender de ellos, pero los vínculos que se forman entre distintas actividades es lo que hace avanzar. Ya sea por lo extra deportivo, como es la implementación del VAR al fútbol, que copia el uso de la tecnología, o las cortinas que Griguol aprendió a realizar mirando los entrenamientos del Ferro de Najnudel.
Primero de septiembre de 1907. Ubicación: Garibaldi 1857, un bar antológico del popular barrio de La Boca, que estaba cerca del Riachuelo y a pocos metros de Vuelta de Rocha. Un grupo de jóvenes tomó la decisión de fundar un club propio, pero no cualquiera. El objetivo de estos hombres apasionados por el fútbol era formar un equipo que, en un futuro, sea el máximo rival del que hoy en día es uno de los denominados grandes en Argentina: Boca Juniors. La institución debía llevar un nombre, y así fue. Fue llamado Boca Alumni. El primero por el lugar de origen y el segundo en honor al club más ganador de la época del amateurismo, que por aquellos tiempos conquistó 22 títulos y todavía figura en las tablas históricas de la Asociación del Fútbol Argentino a pesar de haber desaparecido en 1913. De este último también abstrajo sus colores, blanco y rojo, como River, pero a bastones verticales.
El sueño terminó por hacerse realidad en el momento que se construyó el primer estadio del club, que tuvo espacio en la localidad de Wilde, al Sur del conurbano bonaerense. Luego se trasladó a Villa Domínico en 1917 para, posteriormente, recalar en Mihanovich Shipping Company, una cancha que estaba en posesión de una compañía naviera inglesa con ese mismo nombre. Se trataba de una parcela de tierra que estaba sumergida, pero que se la recuperó y hasta se le colocó una tribuna sobre uno de los costados. La misma se ubicaba en la intersección de General Rivas y Alem, en la Isla Maciel, Dock Sud, en las costas de la porción del Riachuelo adyacente a La Boca.
En 1921, el conjunto albirrojo logró posicionarse segundo en la tabla de la División Intermedia de la entonces llamada Asociación Argentina de Football (AAF) y ascendió a la primera categoría del fútbol nacional por primera vez en su historia, en la cual se mantendría hasta 1926.
El clásico frente al verdadero Boca se hizo posible. El primer partido entre ambos fue por un amistoso en 1922, que finalizó en victoria 2-0 para el Xeneize. Sin embargo, el debut oficial de este ansiado encuentro se produjo en el campeonato de ese mismo año, y hubo sorpresa. Fue triunfo para los del Sur por 2-1 con goles de Cotta y Jenda, mientras que Tarasconi descontó para el rival. Fue el único partido ganado en el historial para Boca Alumni, ya que en los otros 5 que se jugaron después salió vencedor el equipo azul y oro, con una goleada 9-0 incluída –récord de la institución en el amateurismo-.
La diferencia entre ambos clubes era infernal, lo que hacía imposible que se lo reconociera como clásico. Boca Juniors salió campeón en 1923, 1924, 1926 (además del título de honor que se le otorgó en 1925 por haber hecho una gran labor en una gira realizada por Europa), al mismo tiempo que Boca Alumni conseguía un noveno puesto como mejor marca en 1924.
La torre que había comenzado a construirse en aquel bar empezaba a demolerse poco a poco. El descenso se produjo en 1926, pero no por errores propios, sino porque se produjo la fusión entre la AAF y la Asociación Amateurs de Football y obligó a varios clubes a jugar la Segunda División. Cinco años más tarde, en 1931, los blanquirrojos estuvieron a punto de volver a ascender. Debían jugar un desempate ante Progresista (Gerli), que terminó en derrota por 2-1. Aquel partido fue el último que disputó Boca Alumni de manera oficial hasta que desapareció por completo en 1935. Un sueño clásico que duró 28 años y que, a pesar de no haber llegado al principal objetivo, logró ganarle en una ocasión a un tal Boca Juniors.
El reconocimiento puede ser una de las cosas más lindas que logre recibir un deportista, ya sea cuando produce una buena jugada, si los gestos técnicos son interesantes o si el carácter está relacionado a un perfil alto. También la sencillez y la humildad pueden ser factores dignos de un halago. Éste último es el caso de Eduardo Ross, pelotari argentino que fue campeón mundial en tres ocasiones como jugador y una como entrenador, que en su repisa tiene la medalla de oro de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 y que hace no mucho tiempo circula en las librerías su biografía. Él, el mejor jugador de todos los tiempos de la pelota paleta, camina como uno más las calles de la ciudad de Buenos Aires y las de su pueblo natal, Chacabuco.
Eduardo nació el 27 de octubre de 1960 en Chacabuco, a 206 kilómetros de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Hijo de Lucía Rossetti y Reynaldo El Inglés Ross, es el tercero de seis hermanos (Liliana, Ramón, Eduardo, Roberto, Guillermo y Patricia). Con seis años, ya peloteaba en el trinquete del Circulo Obrero de Chacabuco. “Mi viejo antes era un jugador de fútbol apasionado, pero se le rompieron las rodillas y por no operarse empezó a jugar a la paleta. Él nos llevaba a nosotros (Eduardo y Ramón, su hermano) a todos los torneos, a todos lados. Era nuestro técnico hasta el día que falleció hace diez años. Nunca pudo viajar a los Mundiales, pero en los Torneos Argentinos siempre nos guiaba”, recordó a su padre cuando eran alrededor de las 15:30 de un miércoles de agosto y pasaba por la fábrica de paletas Vasquito en Boyacá y Méndez de Andes, esquina del barrio de Flores, para dejar unas copias de su biografía que escribieron los hermanos Jorge y Eduardo Barraza, titulada El Mago de la Paleta.
Los primeros años de Ross respirando el aire porteño fueron parte de lo que los diarios y el ambiente del deporte llamaban Los Pibes de Chacabuco y jugaba para Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires mientras cumplía con su servicio militar obligatorio en Campo de Mayo, en el momento en el que el país sufría el Proceso de Reorganización Nacional al mando del general Jorge Rafael Videla. “Tenía la salida diaria para ir a jugar a GEBA mientras hacía la colimba. Una vez que empecé a jugar, ya me quedé acá. Me costaba mucho adaptarme a la ciudad, pero ya a los tres años no me quise ir más”, contó el chacabuquense.
El paso por Campo de Mayo no fue uno más en la vida de Ross. Le tocó servir en los años más duros y sangrientos de la historia argentina y en medio de ello, convivió con el dolor de tener una hermana desaparecida. Liliana Ross fue “chupada” por los militares en la ciudad de La Plata el 10 de diciembre de 1976, cuando estaba embarazada de un par de mellizos, y fue asesinada en febrero de 1977. Los restos que fueron identificados en 2011 descansan en Chacabuco, pero mientras tanto, allá por 1979, ni Eduardo ni su familia sabían del paradero de la más grande de los hermanos Ross. “El ambiente era malísimo. Fue muy feo estar ahí porque al tener un familiar desaparecido, estaba también perseguido. Un día pregunté por mi hermana a un militar y me respondió: ‘están todos muertos’. Le quería pegar un piñón en el ojo, lo quería matar”, remarcó.
Eduardo no jugaba solo, tenía una pareja de lujo cada vez que salía a un trinquete. Se trata de Ramón Ross, su hermano mayor, con quien supieron hacerse fuertes en cualquier cancha del mundo. Llegaron a Buenos Aires como aquellos Pibes de Chacabuco y con el pasar del tiempo, en los diarios ya se hablaba de los hermanos Ross, que también tenían su superclásico en los torneos nacionales: el otro gran dúo de aquellos años formado por Gerardo Romano y Juan Miró. Los chacabuquenses hicieron pareja cuando representaron al Club y Biblioteca Mariano Moreno: jugaron 32 campeonatos a lo largo de su paso por el club, de los cuales fueron ganadores en 29. “Esos tres torneos que perdimos nos volvimos separados. Yo en auto y él en tren, nos peleábamos. Menos mal que ganábamos seguido, je. Siempre discutís con tu hermano, pero en la cancha nos entendíamos bárbaro”, recordó Eduardo. Bien que se comprendían en el trinquete, ya que juntos fueron campeones en Ferro, nada más y nada menos que campeones mundiales tres veces con la Selección argentina y obtuvieron la medalla de oro en Barcelona 1992. “Ramón era un jugador muy serio y responsable. Mi forma de jugar se basa más en arriesgar haciendo jugadas complicadas. Él jugaba para mí, yo ganaba cuatro puntos seguidos y si el siguiente no, me cagaba a pedos porque quería que ganara todos. Él no jugaba para que lo aplaudan, lo hacía para los dos”, destacó Eduardo de la pareja más floreada de la pelota paleta argentina.
“Los primeros torneos son los que más me chocaron. El Campeonato Mundial en México fue muy lindo, mismo que el primer nacional que gané en Catamarca. En ese momento, para mí era algo imposible porque yo recién arrancaba. Salí campeón de la provincia de Buenos Aires a los 14 años y después, en 1978, perdí la final del Torneo Argentino y me quedó la espina clavada, y al fin en el ’79 fui campeón. Ya después de ahí, gané once más. Siempre digo que ganar es bueno, pero hay que saber mantenerse”, señaló Eduardo. El pelotari consiguió de forma consecutiva los Campeonatos Argentinos de 1979, 1980, 1981, 1982 y 1983, los últimos dos con Ramón. Además, se consagró campeón Mundial en México 1982 en las especialidades de paleta cuero y paleta goma, ambas en trinquete.
“Es medio difícil explicar quién es Eduardo Ross. De los que vi yo, fue uno de los tres o cuatro mejores delanteros por el juego, la explosividad y por lo ganador. Afuera de la cancha es un buen tipo, que eso arma un combo grande”, describío Rodolfo Titi Bazán, expelotari quien ha enfrentado en determinadas ocasiones a Ross, excepto un torneo que han jugado juntos y lo ganaron. “Hablar sobre él no sólo le viene bien a Eduardo, sino que también a la pelota paleta”, acotó. Ross no sólo deslumbraba a los propios, sino que también era un competidor muy complejo para sus rivales y es así como lo recuerda uno de ellos.
En Ferro Carril Oeste jugó de 1983 a 1993 y fue campeón Metropolitano en todos esos años: once primeros puestos de once torneos disputados. Sin dudas, el club de Caballito fue su parada más larga en su extensa carrera. Hincha de Boca, confesó haber sido simpatizante del Verdolaga por aquellos tiempos, pero una vez fue a ver a Ferro frente al Xeneize en la década del ’80 y ante un gol del equipo local, se sintió más atraído por el azul y amarillo y se fue del estadio Ricardo Etcheverri. El club de Avellaneda y Martín de Gainza tiene el nombre del chacabuquense inmortalizado en el trinquete del club. Ferro no sólo gozaba de tener al mejor jugador de esta disciplina, sino que vivía uno de sus mejores momentos institucionales por aquella década de 1980: en el fútbol profesional obtuvo sus primeras estrellas con el Metro 1982 y el Nacional 1984; en básquet, vóley y handball también era el vigente campeón; Modesto Tito Vázquez, excapitán de Argentina en Copa Davis, entrenaba a los jugadores de tenis del club y contaba con 47.000 socios, entre otras.
El 18 de agosto de 2019 salió a la venta Eduardo Ross: El Mago de la Paleta, libro que cuenta a la perfección cada detalle de su vida. Los autores Jorge y Eduardo Barraza detallan en la contratapa la historia de Ross como “un capítulo insoslayable en la historia de la paleta”. El gran protagonista de la obra explicó que mucha gente le proponía la idea de hacer una biografía, pero se considera tímido para este tipo de cosas. “Todavía me siento medio confundido. Me siento raro con el libro en la mano”, agregó. En una de las páginas aparece una foto de un cuadro homenaje hacia él con el grabado que dice ‘Al mejor de todos los tiempos’, cuya descripción no es del agrado de Eduardo Ross: “Que no me digan que soy el mejor antes de entrar a jugar porque me pongo nervioso. Siento que te obligan a destacarte y no me gusta. Hay gente que sí, pero yo lo sufro. Que me digan ‘el Maradona’ me arruina la cabeza”. Actualmente sigue jugando para el Club Atlético Pilar, aunque la idea del campeón mundial es competir menos y disfrutar más, y señala que el físico lo desconoce un poco y hoy se considera un ‘Renault 12 con gomas lisas’ que tiene 400 mil kilómetros.
Desde hace unos años Ross es el entrenador de la Selección nacional. Él convoca a los jugadores que van a representar al país y los lleva a competir a los Mundiales. En 2018 fue campeón del mundo como entrenador de los hermanos Facundo y Santiago Andreasen en Barcelona: “Fue muy lindo porque aparte fue en la misma cancha que gané la medalla dorada en Barcelona 1992”, declaró. Además, viene de ganar la presea de oro también en los Juegos Panamericanos de Lima 2019 con la misma pareja, que también pintan que van a ser leyendas de la paleta. El más chico de los hermanos, Facundo, considera a Eduardo como la persona que cambió al deporte con el efecto con el que le pega a la pelota y que es la máxima figura. Además, Andreasen destacó la personalidad del Mago: “No se conoce ningún pueblo en el que se hable mal de él, todos lo quieren. Es muy sociable y carismático, se acuerda de todos los nombres de todas las personas que conoce. Es muy confianzudo y logra tener amistades por todo el país, y eso es mayormente lo que más rescato de él. Es único y lo que fue como jugador es un plus para su personalidad”. “Es increíble tenerlo de entrenador y escuchar todo lo que entiende de la paleta. Capaz que él no es de hablar mucho, pero sí que es muy motivador y te describe cómo jugar el partido en una oración. Encuentra las debilidades de cada rival con tan sólo verlos pelotear y eso no lo hace cualquiera, sólo Eduardo. Fue un sueño para mí tenerlo como técnico”, agregó Facundo.
Eduardo Ross nació en Chacabuco el 27 de octubre de 1960, justo tres días antes de que en el Policlínico Evita de Lanús naciera Diego Armando Maradona. Ni sus vidas ni el deporte los une, solamente el amor a Boca y la trascendencia en lo suyo. El Mago se cansó de ganar Torneos Argentinos y Metropolitanos y fue campeón del mundo en México 1982 en paleta cuero y paleta goma en trinquete, como también en La Habana 1990 y en San Juan de Luz 1994, ambos en paleta goma, oro olímpico en Barcelona 1992 -a pesar de haber sido deporte de exhibición- y también obtuvo el mismo color de medalla en los Panamericanos de La Habana 1991. Como si fuera poco, fue reconocido en los Premios Olimpia de Plata en los años 1981, 1983, 1987 y 1994 y obtuvo el Premio Konex de Platino en 1990. No será tan conocida o tan divulgada su historia o la pelota paleta, pero sin dudas Argentina tuvo y tiene al mejor de toda la historia. Así lo considera la gente del ambiente y del deporte, y es uno más, con muchas menos cámaras que El Diego, Lionel Messi, Emanuel Ginóbili, Luciana Aymar y demás, pero tan importante como ellos.
Se denomina error a todo juicio o valoración que desobedece el criterio que se reconoce como válido, a toda acción que no se acata a lo que, de momento, juzgamos correcto. Erráticos o no, existen quienes tratan de evitar el error a toda costa, temerosos. Quienes se ven, tarde o temprano, inhibidos ante el temor del posible desacato que produciría el pensar que todo podría ser de otra manera. ¿Cómo vas a consolar a otro semejante tuyo luego de haberlo derrotado, si el criterio prevaleciente sostiene que el rival es tu enemigo? Ni hablar si el enemigo viste de verde y amarillo. Los verdaderos maestros son quienes logran hacernos pensar en todo lo que no pensamos, en todo lo que pasamos por alto. “Cultivar valores en los chicos es muy importante en esta etapa. No sé si influye en el juego, pero sí en la vida. Ellos son futbolistas dos horas por día, el resto son personas”,declaró Pablo Aimar, uno de los pilares del proceso de formación de juveniles, a cargo de la sub 17. Valores que exceden el campo de juego.
Diego Placente es otro de los involucrados en el proyecto. Desde julio de 2017 se encuentra al mando de una de las divisiones troncales en el desarrollo formativo de un jugador de fútbol: la sub 15. Influenciado, como tantos otros, por un formador de formadores, cuenta en ésta entrevista qué incidencia tuvo y tiene en su vida el trabajo realizado bajo las órdenes de José Pékerman y detalla la finalidad de su labor con los chicos. Además, revela sus intenciones de cara a su futuro como entrenador (ajenas a las que suelen circular a diario).
-¿Qué valores intentan transmitirle a los chicos? ¿Cuál es el objetivo primordial?
-Lo que intentamos transmitirle a los chicos cuando vienen al predio de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) es que no solo queremos que mejoren en la parte futbolística y conceptual, que puedan decidir por ellos mismos y sepan para qué hacen cada cosa, sino que todo esto esté ligado al comportamiento, a la conducta, a ser respetuosos, a que aprendan a saber ganar y perder un partido o un campeonato. Los chicos que están ahí, no son solo los que juegan bien, sino los que reúnen todas las condiciones. Deben tener en claro que ellos están formándose para el día de mañana jugar en equipos grandes y/o en la selección mayor. La idea es conservar y trazar una línea para que los chicos la respeten.
-¿Cómo educan a los chicos con respecto a los medios y la exposición?
-Sabemos la importancia que tiene la exposición, ahora, en las redes sociales o en los medios de comunicación. Tratamos de brindarles charlas y talleres con la gente de prensa de la AFA para que sepan que las redes sociales pueden usarse bien o pueden usarse mal. Es decir, que desde chicos puedan tener conocimiento que todo el mundo, incluso los clubes del exterior, ven sus redes sociales para observar los comportamientos de cada uno. Entonces, actualmente, es muy importante saber usarlas correctamente y que los chicos tomen consciencia de lo que hacen.
-¿Y con la fama?
-Muchos son conocidos sin llegar aún a jugar en primera por medio de las redes sociales, porque tienen futuro. Deben saber que todas las puertas que están abiertas ahora, pueden cerrarse en cualquier momento. No deben sacarse de la mente el querer ser jugadores de fútbol, cómo llegaron hasta el día de hoy y todo lo que les resta para llegar a tener un nombre en el deporte.
-¿Qué notaste en los chicos que están atravesando el proceso formativo?
-Lo que nos habíamos enterado, antes de asumir, era que los chicos no tenían la ilusión de venir a la selección. Sin embargo, notamos que no era verdad. Todos quieren estar. Vienen con una sonrisa, con ganas, se esfuerzan en sus clubes para ser citados y cuando los ves entrenar, se nota que quieren aprender. En su comportamiento se ven las ganas que tienen y eso es lo más importante, lo que más contentos nos puso. Saber que sigue firme la misma ilusión y las ganas de jugar con la selección.
-¿Qué demandan los chicos, en general?
-Al verlos tan formados física y técnicamente, la gente se olvida de que son chicos. Lo que demandan es contención, alegría, atención. Hay muchos que están en las pensiones y no ven hace mucho a su familia y el poder estar en un lugar alegre, donde se sienten contenidos, hace que vayan más contentos.
-¿Qué te dejó José Pékerman y notás que ahora aplicás en tu trabajo?
-De José rescato la simpleza que tenía para que entendiéramos todo lo que nos decía, y su estilo de juego, con el que estoy identificado y siempre me gustó. Él nos enseñó que el comportamiento es muy importante en la formación. Nos transmitió lo que quería de un jugador de selección. No importaba si era el mejor jugador o no, si tenía un mal comportamiento, no era citado o convocado. Siempre me sorprendía verlo dando ejemplos de algo y luego llevándolos a cabo, algo muy complejo. Ahí, como jugador, empezás a creer en tu maestro o formador. Creo que por eso a José lo respetamos tanto. Nos sirvió mucho mantener esos comportamientos en nuestras respectivas carreras.
José Pékerman dirigió a la selección argentina sub 20 desde 1994 hasta 2001. Tres títulos mundiales (Catar 1995, Malasia 1997 y Argentina 2001) fueron algunos de los tantos frutos que dejó, quizás, uno de los mejores proyectos deportivos de la historia argentina. Diego Placente, Pablo Aimar y Lionel Scaloni tienen algo en común: fueron dirigidos por Pékerman en el Mundial Juvenil de Malasia, también en la Copa del Mundo de Alemania 2006. Hoy, forman parte del cuerpo técnico de la selección argentina, en sus respectivas divisiones.
-¿Un formador que se limita al exitismo es, justamente, un formador? ¿O un mal formador?
-A veces el día a día de las inferiores, en la locura de querer ganar cada fin de semana, se hace difícil. Uno se olvida que entrena o mejora todas las semanas para jugar el sábado, pero con los ojos puestos en un objetivo: jugar en la primera división. La urgencia de los clubes, entrenadores o coordinadores por ganar, obviamente, hace que se salteen cosas o que, por el miedo a equivocarse, no se cometan errores. Y el jugador que no comete errores, no aprende.
-En el futuro: ¿te gustaría seguir ligado a la formación de juveniles o tenés pensado dirigir a algún plantel mayor?
-Por ahora me veo con los juveniles, en la formación, ya que disfruto ver cómo mejoran en lo futbolístico, en lo técnico, en el entendimiento del juego, cómo se comportan dentro y fuera de la cancha, como en estos torneos van creciendo. Es impresionante vivirlo. Me encantaría saber que será de su carrera, más que de la mía.
FICHA TÉCNICA:
Diego Placente nació en Capital Federal en 1977. Comenzó y terminó su carrera futbolística en Argentinos Juniors. Fue campeón de tres torneos locales con River, su segundo club. Luego migró a Alemania, al Bayer Leverkusen, donde tuvo la oportunidad de disputar una final de Champions League en la temporada 2001-02. Logró cuatro títulos en el Girondins de Bordeaux, luego de jugar en el Celta de Vigo y San Lorenzo. Integró el plantel de la selección argentina en la Copa del Mundo de Alemania 2006, comandado por José Pékerman –quien lo había dirigido en el Mundial Juvenil de Malasia en 1997–. Disputó la Copa América de 2004 y fue convocado para la Copa Confederaciones del año siguiente. En el seleccionado registró 22 participaciones y ningún gol. Durante su carrera, también defendió la camiseta de Nacional de Uruguay –con el que fue dos veces campeón–, bajo las órdenes de Marcelo Gallardo. Acumuló 486 partidos y nueve goles en clubes.
Como en 2006, el país ibérico se consagró campeón mundial en básquet masculino. Al igual que contra Grecia, los finalistas llegaban invictos y el resultado fue apabullante: 70-47. En China, la furia roja estuvo presente durante todo el desarrollo del encuentro, y terminó con un 95-75 sobre Argentina, que no lideró el marcador durante ningún trayecto del encuentro. Sin embargo, no fueron los europeos quienes tuvieron al máximo goleador del partido: Gabriel Deck, el santiagueño relegado en Real Madrid (15.6 minutos promedio en su primera temporada), convirtió 24 puntos (19 más que su media en la Liga ACB) y acortó la brecha en varias ocasiones para dejar a 12 la diferencia a falta de poco menos de 4 minutos para el final.
España, segundo en el Ranking FIBA y por lo tanto candidato al título, había dejado más dudas que su rival, con un partido “muy ganable” en los grupos que se complicó más de lo esperado como contra Irán y otro muy parejo como el 67-60 vs Italia, que tuvo como factor la mala puntería de Marco Belinelli (3/16 en tiros de campo) y una semifinal contra Australia que se definió en el segundo tiempo suplementario. De todas formas, y como dijo el técnico francés, Vincent Collet, ambas selecciones eran las mejores del torneo. Hoy, el porcentaje de tiros de campo convertidos fue bastante mayor al de Argentina (47.7% contra 36.1%), pero la clave fueron sin dudas los rebotes: 47 contra 27, trece de ellos ofensivos. Otro rubro que llama la atención son los tapones, 8-1 a favor de España, que dominó de principio a fin y es un justo campeón del Mundial de China 2019.
No resulta complejo poner un punto de partida en la historia dorada del básquet español. Habiendo anticipado el año anterior con los títulos en el Torneo de Mannheim y el Europeo Junior, en 1999 los “Juniors de Oro” se consagraron -de acá el pseudónimo- en el Mundial Junior de Portugal tras doblegar 94-87 en la final a Estados Unidos. En semis le habían ganado con lo justo (81-80) a Argentina, en una temporada que marcó el primero de los seis títulos de Sergio Hernández en la Liga Nacional -récord para un DT-.
En la transición de aquel 1999 hasta el día de la fecha se pueden mencionar resultados escandalosos: entre los cuatro mejores en los diez EuroBasket (3 bronces, 3 platas y los primeros 3 oros); tres medallas en Juegos Olímpicos (2º en 2008 y 2016, 3º en 2016) y dos Mundiales ganados (2006 y 2019).
El legado que dejaron los campeones de 1999 trasciende generaciones, tal como sucede en Argentina con la Generación Dorada. Pau Gasol era el único con concretas posibilidades de estar en China, pero una fractura en el pie izquierdo lo privó de disfrutar en Asia junto a su hermano, Marc Gasol, campeón y figura este año tanto en los Toronto Raptors como en su Selección, tal como lo hizo Lamar Odom en 2010, el único antecedente.
Haciendo una retrospectiva al que era el último duelo mundialista entre Argentina y España, que fue el triunfo de El Alma por 86-81 en Estambul para finalizar en el 5º puesto, podemos apreciar que en el hoy subcampeón se repite un solo nombre, Luis Scola. Todo lo contrario sucede en los ibéricos: los cinco jugadores que más minutos tuvieron a lo largo del torneo son los mismos cinco que estuvieron hace ocho años en territorio turco, lo que habla de un grupo de basquetbolistas que pusieron a su bandera en lo más alto en, por lo menos, una década.
–Marc Gasoles el único bicampeón mundial de su país: con 21 años estuvo pero no participó en el agónico 75-74 de España sobre Argentina en las semis del 2006. En 2010 fue el máximo rebotero (10) y hoy, el que más asistencias dio (7), además de frustrar en reiteradas ocasiones la ofensiva argenta, con una sola falta personal durante sus 25 minutos en el parqué. Integró el Quinteto Ideal del torneo, al igual que…
#OJOALDATO – @MarcGasol es el PRIMER JUGADOR en TODA la historia de la Copa del Mundo que anota 14+ puntos, captura 7+ rebotes y reparte 7+ asistencias en una final.
NADIE en la historia del baloncesto ha dominado de esta manera en un partido por el título mundial. pic.twitter.com/t8JlWiWTvC
-El mágico base Ricky Rubio. Recientemente traspasado a Phoenix Suns, fue el MVP (Jugador Más Valioso) tanto de la final como del torneo. No sólo fue el más eficiente de su equipo a lo largo de la competencia, sino también el que más puntos aportó (16.4 por partido, 20 hoy) y el que más cedió (6). En 2010, un veinteañero Rubio ya era fundamental dentro de la plantilla, con 18 de los 40 minutos jugados.
-El gran exterior Rudy Fernández es, por poco más de dos meses, el más veterano del plantel (34). Su tiro detrás del arco no tiene vigencia, pues promedió 41.7% entre los nueve duelos, en la estadística solo detrás de Juancho Hernangómez. Como en la edad, sólo Gasol lo superó en tiempo jugado, y tuvo el gran promedio de menos de dos faltas personales por partido. En la final fue el que más rebotes capturó (10), y hace 9 años tuvo un desempeño consagratorio: el que más jugó (32’), máximo goleador (31), rebotero (8) y asistidor (3). Además, en aquel entonces robó 4 pelotas, el doble de todo el resto del róster junto.
#OJOALDATO – @rudy5fernandez ha capturado hoy 9 rebotes defensivos. Solo hay una marca mejor en la historia de las finales de la Copa del Mundo: Carlos Jiménez cogió 11 en la final de 2006.
-El escolta Sergio Llull, que desde 2007 defiende los colores del Real Madrid, fue el tercer máximo asistidor (3.8) y, junto a Juancho, de excelsa participación durante todo el Mundial, el tercero en la lista de anotadores (84 tantos cada uno). Remitiéndonos al archivo, fueron 24 los puntos del chico que tenía 22 años en 2010, el tercero (como en todo) que más jugó a pesar de no haber estado desde el arranque.
–Víctor Claver,que ganó los tres oros continentales como Rudy y Llull, se destacó en los rebotes ofensivos: casi 2 por juego, bastante más que cualquier compañero suyo. En la final fue clave en la faceta defensiva con dos robos. En la ofensiva bajó claramente su porcentaje (8.4 final), con solo dos intentos en sus 24 minutos de juego. En Turquía, también con 22, fue el único sin acción en el court.
Sergio Scariolo, como indica el Diario As, se convirtió hoy en un entrenador legendario. El italiano, que no tuvo inconvenientes en superar a su país natal, fue el estratega de la mayoría de los éxitos de su “segunda nación”; en tan solo 8 años ganó un Mundial (más un tercer puesto), los tres EuroBasket, la plata en Londres 2012 y el bronce en Río 2016. Además, desde mediados de 2018 es asistente de Nick Nurse en los Raptors, así que Marc no es el único con dos trofeos en casa. Sólo puede empeorar, tal como dijo el tano ya con la medalla colgada en el cuello.
Y es que es difícil que España no empeore. En todo el siglo es, junto a Estados Unidos, la Selección con más Mundiales ganados, sin haber aprovechado cuando lo albergaron en 2014. Al igual que Argentina, basado en el legado de una generación dorada, en algo que es mucho más que mística. Hoy el que tuvo el color más preciado fue España, y buscará esa misma suerte en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Seguramente con un mismo DT y plantel que ya hicieron historia en China. Y no tan lejos de ahí, lo intentarán en Japón, donde la roja y amarilla ya flameó en 2006.
Al ritmo de Ricky Rubio, MVP del Mundial y de la final, y de Marc Gasol, que se transformó en uno de los dos basquetbolistas en obtener en el mismo año el anillo NBA y el oro mundialista, su selección venció cómodamente al conjunto dirigido por Sergio Hernández. Aquel pívot de 2,16m y 116kg que tuvo que vivir bajo la sombra de su hermano Pau, un tipo sencillo y con un legado que trasciende lo deportivo, hoy se encuentra en el mejor momento de su vida.
Gasol nació el 29 de enero de 1985, en Barcelona. Creció en el Club Básquet Cornella, pero se marchó a Memphis con su hermano Pau, que se había convertido en nuevo jugador de lo Grizzlies. Allí, jugó en el Lausanne Collegiate School el 2001 hasta el 2003. Con números increíbles, el español se convirtió rápidamente en la estrella de su equipo. Su nombre deslumbraba al igual que su juego.
Sin embargo, Marc no quiso formarse en las universidades estadounidenses. Rechazó varias ofertas para hacer su debut profesional en su tierra. En 2003, desembarcó en el Barcelona para seguir los pasos de su hermano mayor. A pesar de haber participado poco en su primera temporada, fue parte del equipo campeón de la Liga ACB. Luego, en 2006, con 21 años, se mudó para el Akasvayu Girona, mientras atravesaba una etapa oscura de su vida.
Compartir cancha junto a un hermano debe ser una de las sensaciones más especiales que puede vivir un deportista. Pero, a veces, las comparaciones pueden hacer mucho daño. De la misma forma que es muy difícil ser el hijo de un exitoso jugador, a Marc no le fue sencillo ser el hermano menor de Pau, quizás el mejor basquetbolista español de la historia. En 2006, el joven estaba deprimido y con sobrepeso, se pasaba mucho tiempo encerrado en su casa.
Pero todo cambió cuando fue llamado para integrar la selección nacional que disputaría el Mundial de ese año, ante la baja de último momento de Fran Vázquez. Desde entonces, la vida del hoy jugador de Toronto nunca fue igual. Pasó de casi no jugar a ser determinante en la final del torneo contra Grecia, debido a la lesión de su hermano. España se consagraba campeona del mundo por primera vez, con la mejor generación de basquetbolistas de su historia, y Marc se convertía en una pieza clave para el presente y futuro de su país.
Un año después, Gasol fue elegido en el puesto 48 del Draft de la NBA por Los Angeles Lakers, pero nunca llegó a jugar en el equipo de Kobe Bryant. Anecdóticamente, en 2008, el pívot español fue enviado a Memphis en una operación que incluía el pase de su hermano al equipo angelino, donde luego sería campeón. Ya sin su hermano a su lado, a Marc debía trazar su propio camino.
Hoy, a sus 34 años, ya es bicampeón de Europa y del mundo, siendo parte del mejor quinteto de China 2019, y dos veces medallista de plata olímpica. Además, fue elegido mejor defensor del año de la NBA en 2013, integrante del quinteto ideal en 2015, tres veces All Star y consiguió su primer título NBA con Toronto Raptors esta temporada. Marc ya no es más la sombra de Pau, es un ganador absoluto, pero su legado va más allá del deporte.
A pesar de su fortuna -tan solo en esta temporada obtuvo 25,1 millones de dólares- el pívot es un tipo sencillo, que no se deja llevar por el dinero y destina una buena parte de este a diferentes causas. Marc lucha junto a su fundación contra la obesidad infantil en España y Estados Unidos, y está comprometido con el St. Jude Children Hospital, un centro oncológico infantil.
Más allá del básquet, el jugador de Toronto Raptors tiene pasión por la agricultura y la navegación. Cuenta incluso con un pequeño huerto que le sirve para desconectarse de las presiones rutinarias. Además, suele ir a pescar y a andar en kayak en soledad. Sus hobbies y su familia son sus cables a tierra.
En 2018, el ídolo de Memphis participó en el rescate de una migrante camerunesa en el Mar Mediterráneo. Remarca la lucha de Open Arms, una ONG que intenta proteger a migrantes que buscan llegar a Europa escapando de los conflictos bélicos y la pobreza de sus países: “Admiro a este tipo de personas, que hacen algo, que no esperan a que lo haga otro. Quiero ser un ejemplo para mis hijos, Julia y Luca”.
Luego de una temporada larguísima en la NBA, Marc decidió unirse a su selección para ganar el Mundial de China 2019. A pesar de no estar en su mejor forma física, antes de la final, promediaba 14,4 puntos; 5,3 rebotes; 3,7 asistencias; 1 robo y casi un tapón por partido. Gracias a su imponente presencia, el pívot dominó en ambos costados de la cancha. Fue clave en las semifinales contra Australia y también hoy contra Argentina con 14 puntos, 7 asistencias y 7 rebotes; sumado a una gran cantidad de acciones que no se reflejan en las estadísticas.
Su espíritu competitivo y su pasión por el deporte y por vestir la camiseta de su país motivaron a Gasol a no descansar este verano: “Realmente quiero más y más. He ganado mucho con la selección nacional desde que empecé a jugar en la categoría sénior, pero quiero seguir ganando y estar con estos chicos para seguir haciendo historia en el baloncesto español”. Hoy, su trabajo dio frutos nuevamente.
Un tipo sencillo, devoto a su país y a su familia, que entiende que el mundo no se termina en las líneas de la cancha de parqué, ni con una pelota que a veces puede entrar al aro y otras no. Marc pasó por momentos oscuros en su vida, peleando contra la sombra de su hermano para ser, hoy, uno de los mejores jugadores en la historia del básquet español, al lado de Pau. El hombre récord, uno de los dos ganadores de un anillo y de un oro mundialista en el mismo año, vive como nunca antes.
Parecían imbatibles. Frente a Serbia o ante Francia. Argentina ganó partidos de atrás para adelante, con la defensa como principal virtud. Férrea, molesta. “Insoportable”, la definió Nicolás Laprovittola luego de las semifinales. Pero aún faltaba el último paso. Como si no fuera suficiente vencer a los balcánicos, uno de los máximos candidatos a hacerse del título, y a los galos, que venían de derrotar a la siempre potente Selección de Estados Unidos, a pesar de las bajas de último momento, en cuartos de final. El último paso era contra España.
Sin moverse, sin siquiera respirar, en una esquina del parqué, mientras los jugadores hacían el precalentamiento, la Copa (LA Copa), descansaba en un soporte rojo. Sin siquiera moverse, sin siquiera respirar, la Copa elegía quiénes serían los que dos horas más tarde la alzarían lo más alto que puedan. A la Copa le gusta el cielo. No tiene manos pero quiere tocarlo.
A pesar de la ausencia de sus ojos, la Copa encontró a Marc Gasol, el gigante español de 2,15 metros, campeón de la NBA hace tres meses con Toronto Raptors. Lo señaló sin dedos. “Ése quiero que me levante”, gritó decidida sin sus cuerdas vocales.
Desde entonces todo fue en vano. La Copa se fue sin sus piernas a ver el partido desde otro rincón cuando terminaron de sonar los himnos de los parlantes del Wukesong Arena de Beijing. Arrancó el partido y España tomó la ventaja con una racha de 7 a 0 y cerró el cuarto con nueve puntos de diferencia sobre el seleccionado argentino.
Durante el encuentro, el combinado dirigido por Sergio Hernández tuvo pequeños momentos de reacción que los ibéricos apaciguaron. El último, a cuatro minutos del final, cuando El Alma tuvo la posibilidad de achicar la distancia a un solo dígito. Estaban doce puntos por debajo y la posesión era suya. Fue Luis Scola quien se encargó de lanzar el triple. El aro se le venía negando. Un poco por la defensa y otro poco por la mala suerte, aquella que acompañó a Argentina durante todo el partido. Cuando podía decidir sobre lo que pasaba en el juego, lo hacía en favor de los europeos. Y, como lo hizo, durante los 36 minutos anteriores, la mala suerte intervino y desvió la naranja que se dirigía a la red. Quizá fue la Copa.
Con las medallas doradas colgadas, los españoles alzaron la Copa hasta que los brazos se les despegaban del cuerpo. Con desazón, El Alma abandonó el parqué rumbo a los vestuarios con una clara muestra de tristeza en sus rostros y en sus gestos.
Sin embargo, Sergio Hernández comentó: “Hoy no perdimos el oro, ganamos la plata”. Porque también hay que dejar eso en claro. Este seleccionado argentino, el finalista, el que se fue con una presea plateada balanceándose en una correa que abrazaba los cuellos de los jugadores, no fue con las expectativas de ser campeón. Y se quedó en la puerta.
La frustración ante una eventualidad considerada negativa por el sujeto como inherente al ser humano. Las lágrimas forzadas por una dura derrota en el momento en que la ilusión de conseguir la dorada se apoderaba de nuestro raciocinio. Un histórico campeonato que evocó el recuerdo de felices épocas de antaño, una comparación absurda pero presente por un nuevo equipo inigualable. Inigualable como algo único. Porque eso son, únicos.
Dicen que el tiempo pone las cosas en su lugar, y me permito la intromisión para manifestar que, fuera de una lógica tristeza temporal, estos muchachos ya están puestos donde merecen: en la cumbre del baloncesto y el deporte argentino. Un deporte, el de la característica pelota anaranjada, tan azotado por cuestiones externas que obstaculizaron y detuvieron su desarrollo a lo largo de su historia, como la suspensión de los primeros campeones mundiales por recibir créditos y concesiones en una era amateur.
De esa prohibición a manos de la dictadura de 1955, liderada por Pedro Eugenio Aramburu, a que un capitán con un amor propio y una inteligencia inmensa levantara la voz para cuestionar los turbios y nefastos manejos de la confederación pasaron seis décadas. En el medio, un retroceso gigante en uno de los deportes más populares del país. En el medio, una generación que (no) se cansó de repartir alegrías después de una de las crisis económicas, sociales y políticas más grandes de la historia del país. En el medio, emociones gigantes.
Pero no todo queda en el medio; a posteriori, unos pibes que crecieron conmovidos por esos otros pibes que llegaron para enderezar la historia. Y replicaron su ejemplo, liderados por ese vestigio de los que siempre estarán presentes y ligados al básquet argentino. Porque ellos son el básquet argentino. Estos chicos, tupé de opinar nuevamente, también. Y son para los pibes que crecen picando la redonda lo que fueron los medallistas olímpicos para ellos, pero reducir esa cuestión a un metal sería injusto. Casualidad o no, en un nuevo momento de incertidumbre en las susodichas esferas, aparecen otros líderes y, especialmente, grandes jugadores de básquet y humildes personas para guiar al basket en la nación.
Cuando la emoción se apodera de los sentimientos y se llega al éxito de darlo todo y exaltar a un país entero, en un mini-mundo que siempre puso vastas trabas, se cumplió la misión con creces. Hoy serán plateados y el magnífico rival, digno de centenares de líneas y elogios, se colgará la dorada, pero esas lágrimas intrínsecas al individuo mañana se teñirán de oro y podremos dimensionar y valorar como corresponde lo que lograron.
Equivocado sería, después de un actuación en equipo alucinante, poner nombres, porque los doce que tuvieron la posibilidad de saltar al parqué en China, el interminable y fastuoso cuerpo técnico, los que formaron parte de las novedosas eliminatorias pero no les tocó quedar en la lista final, los que acompañaron desde sus fundamentales pero poco vistosos roles y todos los que conforman la comunidad baloncestística formaron parte de esta hazaña. En esa comunidad nos encontramos los hinchas que, emocionados -perdón, difícil encontrar una palabra tan acorde-, estamos orgullosos y les decimos gracias. Nos vemos en Tokio.