domingo, julio 6, 2025
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Milak, el nadador que quiere destronar a Phelps

Por Lautaro Daniele

El que no arriesga no gana, y sin dudas Kristof Milak arriesgó su salud y, con gran ahínco, triunfó en el mundo de la natación. Episodios de asma sumados a una cirugía cardíaca para corregir un bypass coronario fueron situaciones que tuvo que atravesar el húngaro de 20 años para ser quien es hoy.

Para muchas personas quizás sea conocido por superar uno de los récords mundiales de Michael Phelps, el deportista olímpico más condecorado de la historia. Fue en el Mundial 2019 de Gwangju, en los 200 metros mariposa donde el joven registró un tiempo de 1:50:73, 88 centésimas menos que el del estadounidenseestablecido en Roma 2009.

Sin embargo, durante los Campeonatos de Europa Júnior en 2017, Milak también logró la mejor marca de la historia de su franja de edad en el mismo estilo de nado: 1:53:79.

Desde Campeonatos Europeos hasta Juegos Olímpicos de la Juventud y Mundiales, siempre estuvo parado en lo más alto del podio y registra 20 medallas de oro, demostrando que las adversidades solamente lo son si uno las deja ser.

Caster Semenya, una polémica inagotable

Por Agustina Leonis
El Mundial de Berlín 2009 marcó un antes y un después en la carrera de Caster Semenya. La campeona olímpica en Londres 2012 y Río 2016 fue acusada de no ser mujer, por lo que la Asociación Internacional de Federación de Atletismo (IAAF) la obligó a tomar una “prueba de sexo”, examen que nunca se realizó en hombres, y que no se realiza en todxs lxs deportistas de alto rendimiento. Luego de la revisión con diferentes médicos, entre ellos un ginecólogo y un especialista en género, el veredicto fue que no cumplía con los parámetros de “mujer”, ya que no posee útero ni ovario pero sí testículos no descendidos. Semenya es hermafrodita, al igual que el 1,7% de la población, según lo informado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Luego de 11 meses de agotadoras discusiones por parte de la sudafricana donde ella afirmaba su sexo, la dejaron volver a competir en el 2010.

Actualmente, luego de una reforma en abril de 2018, la IAAF cambió el criterio de testosterona en lxs competidorxs, la mujer debe tener entre 0,7 a 2,8 nanomoles por litro de sangre y el hombre 6,9 a 34,7, por lo cual Semenya quedó afuera de los parámetros por tener cinco nanomoles por litro de sangre. Para poder competir es obligada a realizar un tratamiento hormonal, o competir en la categoría de hombres. Con apelaciones, Semenya pude atrasar esta reforma hasta 2019, pero no alcanzó para que pudiera participar del Mundial.
Ahora, la campeona mundial en 800 metros en Berlín 2009, Daegu 2011 y Londres 2017 se encuentra fichada para el JVW, un equipo de fútbol femenino de Sudáfrica, para jugar en la máxima categoría en el 2020.

Ianis Hagi, el heredero de la ilusión rumana

Por Marcos Cressi

El fútbol rumano está a unos meses de vivir un hecho histórico. Volverá a disputar los Juegos Olímpicos de Verano después de 56 años, ya que no se clasificaban desde Tokyo 1964. Entre las figuras de la posible selección juvenil del país de Europa Central se encuentra Ianis Hagi, hijo del histórico mediocampista ofensivo Gheorghe Hagi, más conocido como El Maradona de los Cárpatos.

Ianis vivió 21 primaveras, tiene una altura promedio para un hombre rumano, el pelo negro y el típico peinado con los costados rapados. Nació en Estambul un 22 de octubre de 1998, mientras su padre jugaba para el Galatasaray de Turquía, donde ganó ocho títulos (entre ellos una Europa League y una Supercopa de Europa ante el Real Madrid).

Su estilo de juego hizo que aparecieran comparaciones con su padre, quien se caracterizó por sus tiros de larga distancia, el regate y su capacidad para crear situaciones de gol, ya sea asistiendo o convirtiéndolo él mismo. A diferencia de su progenitor, Ianis jugó en diferentes posiciones del campo, ya sea como segundo delantero, extremo, volante ofensivo o hasta de volante central.

Debutó con 16 años en el Viitorul Constanta, un equipo fundado en 2009 por su padre en el distrito de Constanta, que se encuentra al sur de Rumania. En junio de 2015, se ganó la capitanía del equipo y un año después fue vendido a la Fiorentina de Italia. El conjunto italiano lo hizo debutar en la Serie A en octubre de ese mismo año en la victoria 5-3 ante el Cagliari.

Tras dos años en el equipo juvenil del club italiano, volvió al conjunto rumano y contribuyó con seis goles en 14 partidos para que el equipo se clasifique a la Primera Fase Clasificatoria de la UEFA Europa League. En la siguiente temporada consiguió ganar la Copa de Rumania tras vencer 2-1 en tiempo extra al Astra Giurgiu. En aquella competencia, disputó tres partidos y anotó la misma cantidad de goles.

En noviembre de 2018, Ianis realizó su debut en la selección mayor de su país en la victoria 3-0 ante Lituania, por la Liga de Naciones de la UEFA. Al año siguiente, disputó la Fase Final del Campeonato Europeo Sub 21 y logró un suceso histórico para el fútbol rumano. Junto con George Puscas, logró llevar al combinado juvenil a las semifinales del torneo y clasificar a los próximos Juegos, que disputarán en julio de este año en Tokyo. Luego del torneo, fue fichado por el KRC Genk de Bélgica, que en enero de este año lo cedió al Rangers FC de Escocia.

La corredora que usa su talento para hacer cumplir los sueños

Por Thomas Somoza

Frente al Estadio Nacional de Jamaica —ubicado en Kingston, capital del país— yace una estatua de una mujer con el brazo derecho en alto, su puño cerrado y gritando con la cabeza en dirección al cielo. Esta obra artística representa a Shelly-Ann Fraser-Pryce, velocista de 33 años; ganadora de seis medallas de oro entre Juegos Olímpicos y Campeonato Mundial de Atletismo en 100 metros; madre de Zyon, a quien tuvo por cesárea hace más de dos años; y embajadora de UNICEF que aboga por la salud de niños y niñas.

La atleta nació en Kingston y creció en un pueblo en el centro de esa ciudad llamado Waterhouse (el nombre se debe a que cuando llueve las casas se llenan de agua). Fue criada por su madre Maxime, vendedora ambulante, junto a sus dos hermanos y bajo un mismo lema: “¿Tienes talento? Úsalo”. Tuvo una infancia difícil. “A veces no teníamos suficiente para comer, iba a la escuela sin dinero para el almuerzo”, contó la jamaiquina.

En 2010 le fue ofrecido el puesto de Embajadora de Buena Voluntad. Luego de aceptarlo, expresó: “A través de mi trabajo con UNICEF, quiero ayudar a los niños jamaiquinos a hacer realidad sus sueños. Quiero ayudarlos a comprender que tienen derechos y que esos derechos deben protegerse. Quiero que crean que nada es imposible”.

En un video grabado para la página de UNICEF, habló sobre los beneficios en la salud de los niños al amamantarlos. También se lamentó porque lo que se recomienda son seis meses de lactancia materna y en Jamaica el promedio es de tres. Por último, manifestó su apoyo a la iniciativa del Hospital Amigo de los Niños para certificar que los centros de salud tienen recursos necesarios para apoyar a las madres al amamantar.

La medallista olímpica opera su propia fundación caritativa llamada “Fundación Pocket Rocket” (por su apodo que significa “Cohete de Bolsillo” en inglés por su pequeña contextura física —1,52 metros y 52 kilos— y su velocidad —sus 10,71 segundos son la cuarta mejor marca de la historia—). Con ella ayuda a financiar a los atletas jóvenes con su educación y les da apoyo deportivo. “Quiero darles a los estudiantes la oportunidad de no tener que preocuparse de dónde vendrá su próxima comida, su próximo libro”, afirmó en una entrevista al Daily Telegraph en noviembre de 2019.

Licenciada en Desarrollo Infantil y Adolescente en  la Universidad Tecnológica de Jamaica, expuso sus ideas en Mundo Deportivo para que el país caribeño vaya por buen camino: “Para ser exitosos como nación, debemos invertir en más programas, entrenadores, universidades y tecnología para ayudar a que el deporte crezca en Jamaica”.

El embarazo la dejó fuera de la temporada en 2017. Pero volvió y en 2019 conquistó el Campeonato Mundial de Doha, Catar, en el estadio Khalifa con su larga cabellera teñida de arcoíris en un tiempo de 10,71 para festejar con un sonriente Zyon sobre sus brazos. Ya confirmó que Tokio 2020 serán sus últimos Juegos. Contó que está trabajando muy duro y se adelantó: “Si gano otra medalla, será histórico”.

Cuando el diablo te acaricia

Por Franco Sommantico

A la sede del Club Atlético Independiente que da sobre la avenida Mitre la visita con frecuencia un diablo devenido en pulidor de pisos. El edificio es alto y antiguo y en las paredes despintadas y con manchas de humedad se percibe el paso del tiempo. Adentro todo es rojo o blanco: las escaleras, las barandas, los arcos con los que la gente juega al fútbol. Los pasillos, por donde casi un siglo atrás pasaba seguido afinando sus guitarras y poniendo a punto los bandoneones el compositor de tangos Aníbal Troilo junto a Floreal Ruiz y su orquesta para entretener a los jóvenes del barrio cuando no existían los boliches ni las fiestas electrónicas, son largos y angostos. Cuando alguien habla, la voz se escucha varias veces, como si fueran el interior de una caverna.

Julio Ramón García acaba de cruzar callado el pasillo que conduce al buffet. Atraviesa la puerta con una energía que pocas personas tienen a su edad. El hombre que lo atiende, que debe llevar toda una vida detrás del mismo mostrador, como todos los tipos que atienden los buffets en los clubes de barrio, lo saluda con la cabeza cuando lo ve entrar. Julio García apoya la bolsa roja que trae colgada en el hombro, la misma que lleva a todos los partidos, se acomoda en su silla y después saluda. Recién cuando está bien sentado y cómodo, saca de la bolsa roja una edición especial que publicó la revista El Gráfico en el 2005 para conmemorar los cien años de historia del club Independiente y cuenta, con orgullo, que fue el primer y único hincha en salir alguna vez en la tapa. 

Julio García, disfrazado de diablo, se convirtió en el único hincha de Independiente en salir en la tapa de El Gráfico.

 

Para esa época, su personaje ya era un símbolo del club y contaba con cierto renombre y popularidad. Ya había organizado una de las caravanas de gente más grande que se haya visto en el mundo, se había sacado fotos con medio planeta, había regalado cientos de miles de chupetines a nenes y nenas en las tribunas y había fundado, el 26 de marzo, el día del hincha de Independiente. 

Así que primero hay que saber cómo fue que Julio Ramón García, un hombre jubilado que a sus 69 años pule y plastifica pisos de parquet con 10% de descuento para los amigos, se convirtió —después de haber trabajado en su juventud como periodista para el diario La Razón y La Opinión, de haber sido modelo en varios desfiles y de haber participado como extra en algunas telenovelas y películas, entre ellas “Carne”, junto a la Coca Sarli, y de haber actuado con Soledad Silveyra en la serie “Entre el cielo y la tierra”— en El Gran Diablo.

 

*

 

La historia comienza a principios de la década del 90, en cancha de Racing. Julio García estaba en la tribuna visitante con un amigo y una máscara de diablo en la mano, que llevaba de vez en cuando. Independiente hacía mucho que no ganaba un clásico. Había una especie de maldición, y por distintas circunstancias, cada vez que se enfrentaban e Independiente iba ganando, se lo empataban o daban vuelta. Ese partido lo ganaba Independiente uno a cero. Julio García se puso la máscara y le dijo a su amigo:  “Si hoy ganamos no me la saco nunca más”. Cuando terminó de acomodársela, Gustavo López hizo el segundo gol. Y Julio García no se la sacó nunca más.

A partir de ese momento, su personaje se fue haciendo cada vez más conocido y, en poco tiempo, la gente comenzó a reconocerlo. “Empecé a ir por todas las tribunas y cada vez me pedían más fotos. Sin exagerar, si hoy en día cobrara por lo menos un peso la foto, me haría más de mil pesos por partido. La gente hace cola. Una vez que entro, mil personas me saludan, porque hace 60 años que voy a la cancha. “Agarra a mi bebé”, dicen algunos, y empiezan a hacer cola. Estoy como quince o veinte minutos por tribuna, y las recorro todas”, asegura.

 

*

 

Una vez un señor le pidió que se sacara una foto con su nene, pero éste, apenas lo vio, se puso a llorar del miedo. Ahí comprendió que tenía que hacer algo, y para el siguiente partido llevó una bolsita roja —la misma en la que llevó El Gráfico al buffet— repleta de chupetines para regalarle a los chicos. De esa manera resolvió un problema, pero se compró otro.

—Tengo que subir y bajar cientos y cientos de escalones con la bolsa que pesa cuarenta kilos por todos los chupetines que llevo.

— ¿Pero de dónde salen los chupetines? ¿Los pagás vos?

—Los chupetines los compro y durante veinte años los pagué de mi bolsillo. Gasto quinientos pesos por mes en chupetines. En estos veinte años (saqué la cuenta), regalé como cincuenta mil pesos. ¿Pero qué recibo yo? Reconocimiento, cariño, afecto, me abrazan, lloran, me dicen cosas increíbles. Tener gente que este abrazándote y diciéndote cosas así es impagable. Igualmente, el club hace unos cinco años me empezó a pagar los chupetines. Yo voy, los compro en una distribuidora, traigo la boleta y el club me la devuelve. Está todo claro, como yo siempre dije que soy un personaje gratuito al servicio del club, quiero que la gente lo sepa.

– ¿Por qué creés que tu personaje le llegó tanto a los hinchas?

– En realidad, lo que yo veo es que como nadie te regala nada, en ninguna cancha, de pronto aparecí yo, empecé a regalar y eso llegó. Trabajé siempre gratis para el club y por eso no me gusta que me digan que soy el número uno, porque para mí los numero uno son los hinchas de San Luis que no pueden venir a la cancha y lo tienen que escuchar por la radio y se quieren matar. Yo a esos tipos los valoro mucho. Nunca digo que soy más que otro, al contrario, trato de que el personaje también sea humilde. La gente es muy receptiva a lo que yo le doy, y así lo mismo.

 

*

 

Desde principios de los ´90 se lo puede ver a Julio García alentando a Independiente en todas las canchas, siempre con la máscara del diablo.

 

A García le hicieron entrevistas de Australia y España e, incluso, la televisión japonesa y la televisión francesa le hicieron notas desde que sale de su casa hasta que llega a la cancha,  mientras la gente lo va saludando. “Yo tardo dos horas para hacer siete cuadras, porque la gente me va parando y me dice “Vení a sacarte una foto” o “Vení a tomar algo con nosotros” y saludo sin parar hasta que llego a la cancha. Una vez ahí, empiezo el recorrido tirando chupetines a lo loco, el que levanta la mano tiene chupetín. Es terrible cómo se emociona la gente cuando aparezco en un lado y le regalo algo, no lo pueden creer”, enfatiza El Diablo. 

 

*

 

Rubén jugaba al fútbol con Julio García en un club que, paradójicamente, se llamaba La Academia. Durante un viaje a Brasil entró a un negocio de chucherías, vio una máscara de diablo y se la compró.

“Rubén me dio la máscara. Yo me puse una bandera como capa, ya tenía la camiseta, me compré un pantalón rojo y unas zapatillas y con eso me armé mi primer disfraz”, relata. El mismo que usó por varios años, hasta que sucedió un episodio bastante confuso en la cancha de Rosario Central. Resulta que el entonces campeón de la fórmula 4 lo había invitado a Julio García a ver a los santafesinos ante Independiente. “Dale, veni que yo te llevo”, le había dicho, y él aceptó. Salieron temprano en una camioneta Ford Ranger, y cuando llegaron a la cancha, ocurrió por primera vez lo que nunca antes. Mientras hacía la fila para ingresar, un policía le dijo: “Con esos chupetines y esa máscara no vas a poder pasar”. Julio García se quedó paralizado sin saber bien qué decir. Estaba acostumbrado a que la policía lo saludara y hasta le pidiera fotos. Jamás le habían rechazado el ingreso a un estadio y, sin embargo, le estaba ocurriendo. “Pero escuchame una cosa -le respondió- ¿cómo no voy a poder pasar si ya fui a todas las canchas del fútbol argentino?. 

—Discúlpeme, señor, pero usted no va poder pasar.

— ¿Por qué?

— En esa bolsa trae elementos contundentes.

—Pero oficial, son chupetines, de qué elemento contundente me habla. La gente se los come.

—Mirá si se lo metés en un ojo a alguien —argumentó el oficial.

—No, la explicación que usted me está dando no es convincente. Nunca nadie me acusó de una cosa así, y tampoco los ando revoleando por todos lados, los entrego en la mano. Además me conoce todo el mundo, ¿cómo me dice que no puedo entrar?

En ese momento los hinchas que venían atrás iniciaron un murmullo y comenzaron a silbar. “Como no vas a dejar pasar al diablo” gritaban unos. “Payaso”, decían otros. Pero el oficial siguió firme con su decisión.

—No, maestro, con eso no vas a entrar.

Julio García se dio media vuelta frustrado y caminó las cuadras hasta la camioneta. Dejó el disfraz, el bolso con los chupetines y los documentos.

Cuando terminó el partido, todos los autos estacionados en las pocas cuadras que lo separaban de la camioneta en la que habían ido tenían los vidrios rotos. Caminaron con la ilusión de ver la Ford Ranger intacta, pero cuando llegaron se encontraron con la sorpresa: no tenía parabrisas.

 “Tuvimos que volvernos desde Rosario sin parabrisas. Se llevaron todo: mi disfraz, los papeles del coche, mis documentos y plata. Ni los chupetines dejaron. No sé para qué habrán querido tantos chupetines. Cuando pasó eso, Hugo Barrueco, que en ese entonces era el vicepresidente de Independiente, agarró y me compró un traje nuevo hecho por un modista. Y de ahí en adelante le hice la cruz a Rosario”, cuenta Julio Ramón García.

 

*

 

El nuevo disfraz dice haberlo usado siempre él. Nunca se lo prestó a nadie, salvo una vez en la cancha de Vélez, en la que estuvo obligado a hacerlo. Julio García estaba viendo el partido desde el paravalancha. La tribuna estaba casi completa; el hombre que vendía las Coca-colas tenía que hacer figuras de contorsionismo para pasar entre las camisetas rojas. El partido estaba por terminar. En un momento, vio cerca suyo a un grupo de policías que daban la sensación de estar buscando a alguien y, de pronto, le tocaron el hombro: era Pablo “Bebote” Álvarez, en ese entonces jefe de la barra brava. Julio García lo conocía desde muy chico, tanto a él como a varios integrantes de la barra más.

— ¿Qué haces acá? Te está buscando toda la policía —le dijo García.

—Ya lo sé, boludo, necesito que me prestes el disfraz para poder salir.

García se quedó unos segundos pensando. No podía decirle que no al jefe de la barra, tenía miedo de no pasar más a la cancha. Los policías seguían merodeando. Un grupo se quedó vigilando las puertas y los otros se separaron y comenzaron a buscar por distintas zonas. Algunos hacían visera con la mano para taparse el sol y ver con mayor claridad. Era solo cuestión de tiempo, entonces, se sacó la máscara, la capa, el traje y se los dio. Cuando terminó el partido, Bebote Álvarez salió por la puerta del estadio tocando una corneta y saludando a los policías. Algunos chicos se le acercaron y le pidieron fotos: “!Ey diablo! ¡Diablo!”. No me rompan las pelotas, respondió Bebote. Julio García iba detrás y sintió la impotencia de Peter Parker cuando caminaba por la calle y asaltaban a una abuelita. Sintió como toda la empatía que había generado con su gente se le iba por la borda, entonces, para que no pensaran mal, les dijo a los chicos con voz bajita, casi susurrando:

—Ese no es el verdadero diablo, ese no soy yo.

 

*

 

Julio García, que fue quien eligió -junto con el grupo Centenario- al 26 de marzo como el día del hincha de Independiente, al lado de Bochini.

 

Un 10 de diciembre de 2003, Julio García estaba viendo la televisión sentado en el sillón de su casa. Mientras hacía zapping por los canales deportivos, de pronto vio uno que le llamó la atención. La cámara enfocaba la cancha de Gimnasia de La Plata, donde habían como cinco mil personas. El graf decía: Día Internacional del Hincha de Gimnasia de La Plata. Julio García al principio se rió, pero después dijo: “¿Cómo puede ser que ellos tengan un día internacional del hincha y nosotros, que somos más grandes, no?”. Y ahí se le metió la idea en la cabeza. Juntó a cien hinchas por las redes sociales, organizó un asado en Wilde y se pusieron de acuerdo para establecer un día del hincha de Independiente.

La primera fecha que pusieron fue el 22 de diciembre, porque en el 83’ habían mandado a Racing a la B, pero cuando llegó el momento de festejar, fueron solo treinta personas. García dice que la gente no fue por las fiestas de fin de año, así que para el año siguiente decidió hacer algo distinto. Con el pretexto de los cien años de la fundación del club, se reunió con veinticinco hinchas y crearon un grupo al que llamaron “Centenario”. La idea era hacer una caravana de gente el primero de enero, pero una semana antes ocurrió la tragedia de Cromañón y, aunque ya tenían todo alquilado, decidieron postergarlo por respeto a los familiares de las víctimas.

La nueva fecha fue el 26 de marzo. García y el grupo Centenario salieron a recorrer todos los barrios de Buenos Aires juntando plata y promoviendo el evento. Iba disfrazado de diablo y repartía volantes y folletos por Avenida Corrientes, Florida, Ezeiza, Palermo y Monte Grande. 

“Esa logística que hicimos fue sin ayuda de nadie —dice García—. Incluso, contratamos un grupo de cien personas de seguridad al que le pagamos para que pusieran un cordón, nos cuidara y hubiera cierto orden”.

 

*

 

Cuando llegó el día, García fue temprano, a las tres de la tarde. Entre él y el grupo Centenario jugaron a adivinar la cifra de gente que iría. El más disparatado —él— dijo cincuenta mil personas. A las seis de la tarde fue hasta la Avenida de Mayo y había solo doscientas. “Me quería ir. En realidad, me quería matar, porque yo decía, ‘qué papelón’”. Pero a medida que fue pasando el tiempo, cada vez se acercaba más y más gente.

Floreal Ruíz, nieto del famoso cantante de tangos, fue cerca de las siete de la tarde con un grupo de amigos de la infancia: “Salimos de Flores, en colectivo, hasta la 9 de Julio. Ahí nos pusimos a cantar y a saltar con el resto de la gente. Después arrancamos la caminata hasta la sede del club y el puente Pueyrredón era una locura”.

Toda la gente de seguridad que habían contratado, cuando vieron la cantidad de personas que había, se fue. El Gran Diablo iba a la cabeza, como estandarte. En un momento se subió a una moto y comenzó a recorrer hacia atrás las cuadras y cuadras repletas de gente. Cerca de Constitución se cruzó con la policía y le preguntó si más o menos habían calculado la cantidad de gente. Dice que le respondieron que por todo el ancho de lo que era, y las cuadras que abarcaban, había alrededor de cien mil personas.

“Esa tarde los hinchas de Independiente hicieron algo fuera de lo común, porque en el mundo no está registrado que en una ciudad se hayan reunido cien mil personas sin provocar ningún desmán”, asegura García.

Al día siguiente, la caravana salió en la tapa de todos los diarios y, su personaje principal, el hombre que la ideó, se convirtió en leyenda.

Un Mundial con olor a dinero y sangre

Por Matías Cavallero

Como siempre sucede en estos casos, el colectivo se prepara. Hinchas y jugadores se ponen a punto para volver a soñar, pero aún faltará un largo trecho para siquiera poner un pie en el estrafalario destino al que emigrará el deseo de coronarse mundialmente. Si todo sale bien en las instancias previas, Qatar se rendirá a los pies de uno de los mejores jugadores de la historia, que de darse la lógica, buscará con 35 años su última (y su única) posibilidad de levantar la Copa. Aquella que Diego supo admirar y sostener entre sus manos tras la gesta en México ’86.

Sin embargo, Lionel Messi no podrá formar parte del primer paso en la clasificación al Mundial 2022: aún debe cumplir su sanción correspondiente al encuentro ante Chile por la Copa América del año pasado, por lo que la presentación del seleccionado argentino ante su público en el Monumental, cuando enfrente el 26 de marzo a Ecuador, será sin su emblema. Leo recién podría retornar ante Bolivia en La Paz, cinco días después. Para la organización que nuclea el fútbol sudamericano, la presencia del delantero en las eliminatorias acarrea un recuerdo vívido de lo ocurrido en Brasil hace tan solo ocho meses. Tras la derrota de Argentina por 2-0 ante los anfitriones por las semifinales de la copa continental, la polémica se instaló por dos claros penales no cobrados a favor de la Selección. Messi, aturdido por los graves errores arbitrales, había decidido hablar en zona mixta: “Ojalá la Conmebol haga algo, aunque no creo que haga nada porque Brasil maneja todo. No tenemos que ser parte de esta corrupción”. Pues bien, aquellas acusaciones del astro rosarino, que le habían valido en primera instancia una suspensión de tres meses en todos los partidos con la Albiceleste, resonaron en todo el ambiente del fútbol, podrido de raíz. Y el último torneo que el crack del Barcelona podría disputar con la celeste y blanca está repleto de sospechas aún peores que las que revistieron a la competición que, según Leo, estaba “armada para Brasil”.

El 2 de diciembre de 2010, el Comité Ejecutivo de la FIFA se reunió en Zúrich para elegir al país que funcionaría como sede para la Copa del Mundo de 2022. Con Joseph Blatter como mandamás de la entidad que conduce el deporte rey, la decisión de los dirigentes de escoger a Qatar por encima de países más preparados para albergar una competición de alto calibre, como Estados Unidos, Corea del Sur, Japón y Australia sorprendió a propios y a extraños. Las condiciones climáticas, la infraestructura que debía desarrollarse con velocidad y el poco espíritu futbolero que irradiaba la nación asiática hacían pensar que la alternativa no proliferaría. De todos modos, un actor fundamental y cada vez más familiar volvió a ser clave: los petrodólares. Esta fuente de energía (y de recursos) inyectó de billetes un estado que se jacta de ser rico. Hizo falta poco tiempo para que comenzaran a surgir las dudas y las propuestas de los jeques a altos dirigentes de la federación con sede en Suiza, con la participación de intermediarios de renombre. La burbuja perfecta que se había creado explotó con el FIFA Gate y las acusaciones sobre lavado de dinero, corrupción y sobornos.

Entre otras cuestiones, las primeras alarmas sonaron cuando el periódico inglés The Times descubrió que a las negociaciones de FIFA con Al Jazeera, principal cadena de televisión árabe que cuenta con retransmisiones en occidente, por los derechos de transmisión por el Mundial, se le añadió un bono de 100 millones de dólares que se liquidaría en el caso de que Qatar fuese electo como anfitrión del mismo. La casualidad (o no tanto) da cuenta de que el dueño de Al Jazeera es el emir de Qatar, Tamim bin Hamad Al Thani, que también aseguró el pago de otros 480 millones unos años después, durante las investigaciones por este caso. En el proceso judicial, varios de los presidentes de las federaciones sudamericanas que acabarían tras las rejas, como es el caso de Luis Bedoya, de Colombia, aseguraron que tuvieron contactos con empresarios qataríes que les ofrecieron apoyarlos por medio del voto a cambio de altas sumas de dinero, que rondaban el millón de dólares. En las operaciones también participaban negociadores argentinos, como Mariano Jinkis, CEO de una compañía que también se dedicaba a la reventa de derechos televisivos.

Hasta los altos mandos de los países participaban del entramado de corrupción y tráfico de influencias: Nicolás Sarkozy, ex presidente francés, le pidió días antes de las elecciones a Michel Platini, quien dirigía los destinos de la UEFA (Unión de Asociaciones Europeas de Fútbol), que le diera su voto al país del Golfo. En cuanto a las relaciones diplomáticas, los jeques le otorgan a Francia gran parte de la energía que los galos consumen. Tal y como cuenta Ezequiel Fernández Moores en su nota “Qatar 2022, el Mundial infinito”, gran parte del poder económico del Paris Saint-Germain, principal equipo de Francia, está dado por el empresario qatarí Nasser Al-Khelaifi, dueño del club y poseedor de una de las diez riquezas más grandes del mundo. Mientras tanto, el hijo del ganador del Balón de Oro en tres ocasiones controlaba el Fondo Soberano de Inversión, que inflaba las arcas del PSG. Todo aquello (que correspondía a un severo caso de Fair Play Financiero, como el que quitó al Manchester City de las próximas dos ediciones de la Champions) correspondía ser controlado por su padre, que hizo oídos sordos a las consecuencias legales. Otro de los involucrados es alguien a quien Messi conoce muy bien: Sandro Rosell, presidente del Barcelona entre 2010 y 2014, está también en el ojo de la tormenta. De buena relación con el emir, organizó en su primer año al frente del club catalán una reunión entre Al-Thani y Ricardo Texeira, encargado de conducir los destinos de la Federación Brasileña (CFB). Tiempo después, verían la luz correos en los que Rosell agradece la “transferencia” del príncipe árabe, y pronto, Qatar Foundation patrocinaría la camiseta blaugrana. Por blanqueo de capitales dentro del Barça, el catalán estuvo preso casi dos años, mientras en las oficinas del Camp Nou lo reemplazó Josep María Bartomeu. Nada es al azar cuando se trata de negocios.

La FIFA, en el afán de mostrarse transparente bajo el mando de Gianni Infantino, pidió a Michael García, un jurista estadounidense, que investigara el entramado de corrupción que rodeó a la elección de la sede. Aquello quedó en la nada y García se vio obligado a renunciar luego de la filtración de su informe y de su pelea interna con el presidente del Comité de Ética de la federación, a quien acusó de “imparcial”. A nadie sorprendió que en medio de aquellas investigaciones, Qatar Airways se convirtiese en nuevo socio de la entidad.

A la problemática del clima, Qatar encontró una transitoria solución: el torneo se jugará entre noviembre y diciembre, meses en los que el calor se apacigua un poco. Pero es que también el ministro de finanzas del país confirmó que, desde el año 2017 hasta el partido inaugural de la Copa, invertirían 200.000 millones de euros, que están siendo dedicados a la construcción de estadios nuevos en tiempo récord, sistemas de refrigeración dentro de las canchas para mantenerlas a temperaturas más bajas, refacción y armado de nuevas autopistas, aeropuertos y otras cuestiones de infraestructura. La utilización del dinero es tan banal que hasta decidieron crear una ciudad de cero, llamada Lusail, en donde se jugará el primer encuentro y la gran final.

Pero es que ni siquiera se cumplen con las mínimas condiciones humanas para los trabajadores que forman parte de la realización de cada uno de los estadios. Según advierte Amnistía Internacional, el 90% de los obreros son mano de obra barata, migrantes que han decidido irse de sus países de origen para cobrar la mitad o menos de lo que, en un principio, ofrecían sus empleadores. Eso teniendo en cuenta la veracidad de lo pactado en última instancia: el retraso del pago (que ya de por sí es mísero) es muy común. La mayoría de ellos vive en condiciones de hacinamiento y con falta de higiene, y las leyes laborales de Qatar no les permiten a los trabajadores salir del país. Ocurre que únicamente pueden hacerlo con un permiso de sus jefes, que nunca es otorgado. Las condiciones bajo las que trabajan son pésimas y suelen ser amenazados con el objetivo de que trabajen de manera forzosa. En base a los datos que recolectó una organización sin fines de lucro británica, PlayFair Qatar, alrededor de 7000 empleados fallecerán hasta el comienzo de la competición que tiene un espíritu amateur y alegre, pero que cada vez más fomenta el negocio y engorda las billeteras de los dirigentes que dicen amar el deporte.

La década ganada

Por Santiago Carrodeguas @SantiCe_ 

Argentinos Juniors (2010): Borghi llegó como bombero, sobrevivió y construyó un equipo ofensivo que basó su juego en el mediocampo con Mercier-Ortigoza, el equilibrio en las bandas con Prósperi, la magia de Coria y un Sosa letal en la delantera.

 

Estudiantes LP (2010): Sabella, que había ganado la Libertadores en 2009, sumó otro capítulo a su ciclo glorioso en el Pincha. Carrileros incansables, un trivote lleno de juego y marca y Enzo Pérez en la mejor versión ofensiva de su carrera.

 

Vélez (2011): Gareca consiguió su segundo título local con una defensa de garantías, jóvenes talentos consolidados y la presencia en el ataque de grandes individualidades como Mago Ramírez, Burrito Martínez y Moralez.

 

Boca (2011): Pese a que casi lo echan al comienzo del campeoanto, Falcioni construyó a un campeón invicto al que le convirtieron la menor cantidad de goles en torneos cortos, todo eso sumado a un estelar Riquelme, capitán y emblema.

 

Arsenal (2012): Aprovechando que sus competidores disputaban copas internacionales, el equipo de Sarandí se trepó a la punta a poco del final y se mantuvo gracias a la firmeza de su zaga central, el desborde de Carbonero y la cohesión entre sus delanteros.

 

Vélez ( 2012): El Fortín perdió varias piezas clave pero se repuso gracias a la jerarquía de su defensa. Tobio tuvo un semestre impecable y Chucky Ferreira llegó para ser el goleador del campeonato y formar una dupla inolvidable con Pratto.

 

Newell’s (2013): La obra magna de Martino para el fútbol argentino y la que lo llevaría al Barcelona y a la selección. Maxi Rodríguez como líder, Scocco en su mejor momento y un equipo lleno de variantes técnicas y tácticas.

 

San Lorenzo (2013): El campeón de América en 2014 comenzó su camino aquí. El aporte goleador de Piatti, Romagnoli en la creación, Ortigoza y Mercier en el centro de comandos y Torrico para resguardar el campeonato en la última pelota del último partido.

 

River (2014): Una vuelta a los orígenes ganadores del conjunto Millonario. Ramón Díaz construyó al equipo que, con modificaciones mínimas, marcaría época con Gallardo. Cavenaghi, como en todo el proceso de reconstrucción, la rompió.

 

Racing (2014): Cocca terminó con la sequía de la Academia sin títulos locales de la mano de Milito y un intratable Bou, criticado por la prensa al principio del semestre. Videla y Lollo, quienes no fueron refuerzos de renombre, solidificaron la estructura defensiva.

 

Boca (2015): El Xeneize realizó un arranque impecable, permaneciendo invicto hasta la fecha 13. La vuelta de Tevez, la efectividad de Calleri y algunos destellos de Gago le dieron al equipo el impulso necesario para coronarse.

 

Lanús (2016): El Granate anticipó su buen desempeño en la Libertadores 2017. Los de Almirón tuvieron la clase de Martínez, la potencia de Almirón, la firmeza del paraguayo Gómez y el olfato goleador de Sand para dar una exhibición en la final ante San Lorenzo.

 

Boca (2016/17): Los dirigidos por B. Schelotto tomaron confianza luego de vencer a San Lorenzo, Racing y River en fechas consecutivas. Aunque dieron ventajas en defensa dominaron el mediocampo con el colombiano Barrios y fueron letales en el último tercio por Pavón y Benedetto.

 

Boca (2017/18): El Xeneize se convirtió en el único bicampeón de la década. Benedetto se lesionó y al equipo le costó reemplazarlo. Nández sumó fiereza al centro del campo, la defensa sufrió un poco menos y Ábila se destapó en las últimas fechas.

 

Racing (2018/19): La Academia se volvió a consagrar, esta vez bajo el mando de Coudet y con Licha López en el rol de goleador y figura. Arias y los centrales casi no fallaron, Marcelo Díaz fue un relojito en el medio y la verticalidad y rotación de los volantes fue notable.

La banda y los guantes: conexiones entre el rock y el fútbol

Por Gonzalo Sarmiento

Ocho años tenía Federico “Ruso” Scurnik y su vida futbolística ya iba tomando ritmo. Primero comenzó con el baby fútbol en el club de su barrio, ese club en el que cada niño futbolero se probó alguna vez en su vida. Villa Sahores se llamaba y hoy en día sigue ubicado en la Paternal. Allí entró gracias a su padre, que trabajaba como delegado en aquel entonces. En toda su carrera pasó por ocho equipos diferentes y con todos jugó en el ascenso argentino. Actualmente integra el plantel de San Martín de Burzaco, que limita en la Primera C.

Sin embargo, el fútbol no es su única experiencia como deportista, ya que admite que de chico era poco aplicado y se aburría cada vez que la pelota no pasaba por sus pies. Recuerda que cuando no tocaba la redonda se tiraba en el medio de la cancha y ahí permanecía un largo rato acostado sobre el piso de cemento. Sin poder mostrar sus movimientos en el baby, su entrenador fue comprensivo y le recomendó que probara con el básquet, aunque poco tiempo le duró hacer dobles y triples hasta que decidió abandonarlo. También incursionó con taekwondo, pero duró poco y decidió volver a sus raíces con el fútbol.

***

Casi un metro noventa de altura y una voz grave y potente, algo ronca, que evoca a alguien corpulento y maduro. Cejas gruesas, una barba marcada a medio crecer y el pelo relativamente largo, diferente a los peinados que se hacen los jugadores de hoy. El ruso caminó con su termo y su mate entre los brazos y me saludó. Hicimos un choque de manos y me invitó a pasar al bar del club. Un bar vacío, con mesas y sillas limpias y con un televisor LED colgado en la pared en una esquina. El lugar parecía inhabilitado, pero a un costado se encontraba un barman apoyado sobre el mostrador mirando el noticiero deportivo que pasan por ESPN al mediodía.

Una vez adentro, nos sentamos en la primera mesa que vimos y él apoyó su termo con el mate. Un termo con un estampado de color verde y con un diseño camuflado, parecido a la vestimenta que utilizan los militares. Yo saqué mi grabadora y la apoyé sobre la mesa de madera. Me aseguré de que tuviera la batería suficiente para grabar toda la charla y la encendí.

Federico Scurnik consiguió el ascenso a la Primera C con San Martín de Burzaco en 2014, a sus 30 años.

– ¿Cómo eras de chico? 

– Me crié en una familia tipo, con un hermano mayor. Éramos de clase media y nunca nos faltaron las necesidades básicas. Yo era tranquilo y nunca llevé problemas a mi casa.

– ¿Cómo te llevabas con tus padres?

– Mi vieja es lo grande que hay y siempre dio todo por nosotros. Mi viejo tuvo errores y cosas propias de su generación. Con él nunca tuve una relación tan cercana como la que tenemos hoy por hoy, pero no tengo ningún reproche hacia ellos. Yo sé que hicieron lo mejor que pudieron y, al día de hoy, estoy muy orgulloso de ello.

– ¿A qué edad te metiste en el fútbol?

– De muy chiquito. Mi papá era delegado de un club de baby del barrio llamado Villa Sahores. Empecé a jugar desde los ocho años e hice todo el baby fútbol ahí. Antes de terminarlo arranqué en las inferiores de All Boys, club del cual soy hincha, al igual que mi viejo. No jugué mucho porque era medio bruto y siempre llegaba a destiempo. Y bueno, empezó a faltar el arquero y el peor iba al arco, así que no me quedó otra que atajar. Me regalaron un bolsito con las cosas del arquero y de chico eso me llamó la atención. Así es como me quedé en el arco. En algún momento quise cambiar pero ya era demasiado tarde –se lamentó entre risas-.

– ¿Por cuál club simpatizabas de chico?

– Mi familia es hincha de River. Era la época de Francescoli y me gustaba mucho mirar esos partidos. Igualmente, con mi papá teníamos una brecha muy larga y lo único que compartíamos juntos era ir a la cancha a ver a All Boys.

– ¿Y ahora por quién simpatizás?

– Sigo siendo de All Boys, soy fanático. Sigo yendo a la cancha cuando puedo, miro los partidos por la tele o por YouTube y también lo escucho por la radio. Con All Boys sufro igual que siempre.

– ¿Te dejó valores el fútbol?

– Tuve la oportunidad de estudiar muchos años en distintas carreras gracias al fútbol, pero lo más importante lo aprendí en un vestuario: lealtad, solidaridad, compañerismo y honestidad.

El plantel de San Martín de Burzaco pide justicia por la desaparición de Santiago Maldonado. Foto: Instagram.

– Te recibiste en dos tecnicaturas: Psicología del Deporte y Psicología Social. ¿Por qué te inclinaste por esas carreras?

– Porque conocí a un profesional (Jorge Luna, psicólogo) hace unos 15 años atrás, cuando jugaba en Lamadrid. Yo no le daba mucha bola y era muy escéptico en cuanto a lo que un psicólogo le podía aportar a un plantel, pero éste tipo me sorprendió y en ese momento me dije: “realmente es esto lo que quiero hacer cuando no juegue más”.  

– ¿Aplicás la psicología ahora en tu carrera?

– Yo creo que sí. Aprendí con el tiempo a ponerme en el lugar del otro. A pesar de que siempre fui racional, también tuve mi costado impulsivo que me llevó a tomar malas decisiones. Yo creo que con el tiempo y con los estudios aprendí a ser mucho más maduro al relacionarme con mis compañeros, mi familia y amigos.

– Te estás aproximando a la edad del retiro, ¿Pensás seguir vinculado al fútbol por el lado de la psicología?

– Sí. Por el lado de la psicología ya estuve ejerciendo en juveniles y tuve un consultorio en fútbol femenino, pero en los últimos años me picó el bicho de darme la oportunidad de dirigir a un grupo de jugadores profesionales. Seguramente haga el curso de técnico porque quiero sacarme la espina de dirigir a profesionales, creo que tengo mucho para aportarle al grupo.

La conversación entró en un clima más futbolístico y el foco principal pasó a ser respecto a su carrera profesional.

– Debutaste en 2003 con la camiseta de Comunicaciones, ¿Te acordás cómo fue ese primer partido?

– Sí, me acuerdo de todo. Después de jugar en reserva el técnico me comentó que había una fecha libre y que recién volvían a jugar en dos semanas. Me agarró un lunes y me dijo que yo iba a debutar en ese partido. En esas semanas hice todo lo que no había hecho nunca en mi vida: me cuidé con las comidas, no salí de mi casa y me acosté temprano. Esos días estuve muy tenso y nervioso. Tuve un buen debut. Recuerdo que ganamos 2 a 0 y tuve un buen desempeño. En aquel momento tenía 18 años, a punto de cumplir los 19, y ahí fue cuando supe lo que iba a hacer el resto de mi vida. Son recuerdos inolvidables.

– ¿Te hubiese gustado ser jugador de campo?

Sí, ni hablar. Cada vez que juego un picado con amigos, nunca atajo. No soy un obsesivo del puesto que siempre le gusta atajar. Seguramente cuando deje de jugar profesionalmente siga jugando con amigos, pero en el mediocampo.

– ¿Tuviste algún referente de chico? ¿Y ahora?

– Tengo varios referentes, pero Peter Schmeichel –arquero danés de los años ´90 que atajó en Manchester United- era mi ídolo y hasta tenía un póster suyo colgado en mi pieza. Incluso, de chico me levantaba siempre temprano para verlo atajar. Hoy en día me gustan los arqueros más sobrios y efectivos y, en cambio, no me llaman la atención aquellos que tienen tapadas espectaculares. Me gustan Jan Oblak (del Atlético Madrid), Petr Cech (ex Chelsea y Arsenal) y Samir Handanovic (del Inter).

– ¿Te pareces a algún arquero?

-Yo me identificaba, en su momento, con el Mono Burgos y con el turco Rüstü. Eran arqueros que trataban de imponerse y de hacerse dueños del área, dejando de lado la posibilidad de lucirse de forma individual.

– Lograste tres ascensos en tu carrera, ¿Qué se siente haberlos conseguido?

– ¡Es lo más grande que hay! Creo que para un jugador del ascenso es como salir campeón. Es una sensación muy satisfactoria, es como decir: “Pasé a otro nivel”. Lo disfrutás mucho y son cosas que te quedan para toda la vida. 

– Estás hace casi 16 años jugando en el ascenso argentino, ¿Los cambiarías por jugar un año en Primera División?  

– No, para nada. Estoy muy conforme con todo lo que viví. No digo haber jugado en Primera, pero me hubiese gustado jugar en la B Metro con All Boys. Por una cuestión de comodidad no me di la posibilidad de buscar una categoría superior o de aceptar una oferta. Es lo que me tocó y lo voy a aceptar porque lo que viví fue muy fuerte y no me puedo quejar.

Scurnik cumplió 100 partidos con San Martín en el 2017, equipo con el que concretó el ascenso a la Primera C hace 5 años. Foto: Instagram.

– ¿Estuviste cerca de jugar en un club importante?

– De chico. Cuando estaba en las inferiores de All Boys me fui a probar a River y tenía la posibilidad de quedarme, pero preferí seguir jugando con mis amigos. Fue la época en la que jugué con Carlos Tevez. Mis compañeros se fueron a otros clubes de primera y yo también tenía la oportunidad de irme, pero no le di tanta importancia en ese momento. De más grande pude haberme ido a clubes del Federal, pero yo me sentía muy cómodo en la Primera C con la UAI Urquiza. Era un club muy confortable y, además, por el hecho de estudiar una carrera, nunca prioricé irme a otro club.

La charla se fue descentralizando del fútbol y cada vez fue enfocándose más en algunos aspectos personales. Él apagó la televisión que seguía prendida y puesta en el mismo canal que lo había dejado el barman al principio.

– ¿Cuál fue tu día más feliz dentro del fútbol? ¿Y el de tu vida?

– El día que más disfruté dentro de una cancha fue el ascenso con San Martín a la “C” hace 5 años. Fue algo distinto a lo que había vivido en los otros ascensos que logré en mi carrera por cómo estaba la cancha aquel día y por los festejos posteriores. En ese entonces tenía 30 años y sentía que era mi última oportunidad para volver a ser profesional. Seguramente si no lograba ese ascenso tenía que dedicarme a otro trabajo y al estudio. Iba a ser muy complicado jugar en la “D” a los 30 años. Y el día más feliz de mi vida fue el nacimiento de Sofi, mi ahijada. El hecho de que mi hermano me pidiera ser el padrino de su hija me hizo un click en la cabeza y a partir de ahí fue todo distinto, viví la vida de una manera diferente.

– ¿Y cuál fue el día más triste?

– Sin lugar a dudas, el más triste fue el fallecimiento de Emanuel –se refiere a Emanuel Ortega, aquel jugador de 21 que murió tras chocar su cabeza contra el paredón perimetral de la cancha y sufrir una doble fractura de cráneo-. Yo nunca dejé que las desgracias me pasaran por arriba, pero creo que lo de Emanuel fue lo más triste que me pasó. El día que estábamos en la parte de urgencias dentro del hospital y nos avisaron que había fallecido fue un momento de muchísima tristeza.

– ¿Cómo fueron esos días posteriores?

– Fueron meses largos en los que estuve muy “atado” y no me podía despegar de todo lo que había pasado. Los partidos posteriores salíamos a la cancha con una remera recordándolo a él y mirando a la tribuna que tenía su nombre. Incluso, hasta el día de hoy sigo usando esa remera debajo de la camiseta para recordarlo cada partido. Fue muy costoso y fue el único momento en toda mi carrera que puse en duda mi continuidad en el fútbol.

Federico Scurnik con la camiseta en homenaje a Emanuel Ortega.

Faceta personal y futbolística al margen, comenzaron los diálogos ambientados en la música y su actualidad dentro de una banda de rock.  

– ¿Cómo surgió la idea de tocar en una banda?

– La música siempre me apasionó de chiquito. Tuve una banda de rock pero justo coincidió con mi debut en primera y la posibilidad de ser profesional, así que me tuve que alejar porque son dos mundos absolutamente incompatibles. En la música hay excesos y es otro mambo. Ya de grande me tocó coincidir con un amigo –se refiere a Leo Coria, el líder de la banda actual- y ahí me llamaron para integrarme a su grupo y empezamos con covers. Hace dos años que estoy con ellos y tocamos con frecuencia. Pude concretar un sueño que en algún momento lo veía lejos por el fútbol y el estudio. Hoy estoy muy contento de pertenecer a una banda de rock que me identifica, en la que tengo mi lugar y puedo aportar con lo mío. 

– ¿Te lo imaginabas?

– No, de ninguna manera. Siempre pensaba que ya había pasado el tiempo musical para mí, pero tuve la suerte de ponerme las pilas, capacitarme y llegar a estar a la altura de una banda que tiene mucha expectativa de crecer. La verdad es que nos sentimos muy bien y capacitados para poder grabar y llevar adelante un proyecto muy serio.

– ¿Cuándo aprendiste a tocar el piano?

-Yo siempre fui vocalista de chico, sin estudiar. De grande comencé a estudiar canto y luego me dije: “Me tengo que acompañar, tengo que aprender a tocar algo”. Ahí arranqué con guitarra, pero en los primeros momentos me salían callos en los dedos y me costaba atajar. Después empecé a ir a clases de teclado y dije: “Este es el instrumento que voy a tocar hasta el último día de mi vida”. Fue amor a primera vista.

– ¿Con cuál banda de rock te identificas?

– Mi banda favorita de rock es Mago de Oz, que es de metal progresivo español, pero también me gusta lo que es el heavy metal, como Iron Maiden, Megadeth y Guns N´Roses. Mi preferencia es desde el rock para arriba, rock pesado, aunque también escucho cumbia y cuarteto. Uno al estudiar canto se exige versatilidad en el registro y hay que cantar de todo. Mi preferencia es el rock pesado, sin ninguna duda.

– ¿Escuchás mucho durante el día?

Todo el tiempo estoy escuchando música, ya sea mientras estoy manejando o en el gimnasio, por ejemplo. En el vestuario me encantaría poner Iron Maiden o Metallica a la mañana, pero hay mucha cumbia y reggaetón y en esas cosas hay que ser respetuoso y adaptarse al entorno.

– ¿Tocás en la banda para generar más ingresos económicos o lo ves como un hobby?

– Lo veo como un hobby para sacarme la espina de poder subirme a un escenario. Es una sensación incomparable cuando la gente nos empieza a seguir a cada recital y se aprende las letras de las canciones que cantamos. La verdad es que no pensé que la música me pudiera dar la satisfacción que me está dando. Hoy por hoy estamos tocando para salir hechos y no perder plata. Si bien tenemos expectativa de crecer, no es lo que nos motiva: tocamos porque nos gusta y disfrutamos de cada ensayo y cada show al máximo.

Federico Scurnik junto a sus compañeros de la banda “Esclavos de Coria” (Leo Coria, Joselo Yannucci, Alejandro Alfaro y Hernán Mennuti). Foto: Instagram.

– ¿Vas a muchos recitales?

– A todos. Desde muy chico empecé a ir a recitales y cada vez que viene una banda internacional a la Argentina voy a verla. Me acuerdo que de chico iba a los pogos, pero de grande, ya metido en la música, empecé a entender de sonido y de instrumentos. 

– ¿Cuál es el que más recordás?

– La otra vez fui con mi hermano a ver a Iron Maiden al estadio de Velez y me emocioné un montón porque recordé aquella vez que tocaron en el ´98 y lo había ido a ver con él. También me emocioné cuando fui con mis amigos a ver a los Guns N´Roses en River en el 2016.

– ¿Cómo te imaginas a la banda en un futuro?

-Tocando. Estamos muy entusiasmados y el futuro dirá. Sentimos que vamos avanzando cada vez más.

– ¿Pensás seguir con la banda después de que te retires del fútbol?

– Si, obvio. Nunca voy a dejar de tocar. Si los chicos me dicen que no estoy a la altura, tocaré solo, pero siempre voy a estar tocando. Me gratifica mucho, me satisface y me libera de tensiones. Cuando tenga tiempo y esté más capacitado, pienso empezar a componer. Seguramente siga ligado al fútbol, pero la música es algo que será para toda la vida.

La entrevista salió del plano musical y comenzaron las preguntas sueltas.

– ¿Tenés alguna cábala?

-Yo tengo una frase de cabecera que dice así: “La superstición es la religión de la mente de los débiles”. No creo que hacer determinada cosa se vaya a ver directamente reflejado en algún beneficio o éxito. Pero sí hay cosas que me dan seguridad, como la ropa sobria. Nunca me van a ver atajando con colores llamativos. En cada partido me pongo la remera de Emanuel y en las fotos iniciales de la formación siempre estoy mirando a la tribuna buscando a mis viejos, a pesar de saber que no van más por cuestión de edad, pero los sigo buscando como cuando era chico.

Scurnik mira hacia la tribuna, en búsqueda de sus padres. Foto: Sofía Silva.

– ¿Sos religioso o creyente?

– No creo en nada, soy ateo. Sólo creo en la fuerza de voluntad de mis viejos y lo que yo soy capaz de hacer y lo que no. Eso es lo que va a definir, para bien o para mal, mis circunstancias. 

– Si no hubieses sido futbolista, ¿A qué te hubieses dedicado?

– A la música, sin ninguna duda. Y habría arrancado alguna otra carrera.

– ¿Tuviste algún otro trabajo?

– Sí, un montón. Vendí ropa, trabajé en los lagos de Palermo en la parte de los botes, atendí un cyber y tuve un kiosco. Después de haber estado vendiendo ropa por un tiempo, empecé a ejercer como psicólogo apenas me recibí. También hice publicidades, algunas referidas al fútbol y al deporte -aparecía en los videos de Topper corriendo por los lagos de Palermo- y también aparecí en publicidades de Pepsi y de la cerveza mexicana Sol.

Publicidad de Pepsi para la que Scurnik hace de arquero del equipo rojo.

La entrevista ya estaba llegando a su final. El termo ya se había quedado sin agua y las preguntas se iban acabando, pero quedaban dos y debían ser respondidas para cerrar esta charla.

– ¿Quién es Federico Bruno Scurnik?

– Un buen tipo, que nunca cagó a nadie y nunca fue doble discurso. Si tuvo problemas con algún compañero fue por ser frontal. Es un tipo muy bien intencionado y muy solidario. Lo van a recordar por ser un buen tipo y buen compañero, no por ser buen arquero o por haber ganado cosas. Si preguntan por mí, van a decir que soy un buen tipo.

– Última. ¿Cómo surgió el apodo “Ruso”?

– Mi viejo es ruso, vengo de una familia rusa. Él se “mestizó” con mi vieja, que es mendocina. Yo salí con los rasgos de mi vieja, pero desde chiquito me decían “Rusito, rusito”, y de ahí pasé a ser “Ruso” y me quedó.

Luis Scola, abanderado del deporte argentino

Por Guido Fradkin

¿Cuándo se consagra un deportista? ¿Durante su carrera o luego del retiro, decisión que le hace tomar a la gente dimensión de lo que logró? ¿Cuando obtiene una distinción individual o un título importante? ¿Cuando deja de ser un mortal? ¿Cuando pasan muchos años y nadie puede hacerlo quedar en el olvido?

Luis Alberto Scola se consagró hace rato. Las estadísticas durante una década como jugador NBA lo avalan, pero más aún las relacionadas a la Selección argentina, en la que él es líder natural, juega sin rédito económico pero genera un capital mucho más importante, que es el de inspirar a jóvenes a soñar ser Scola, aquel luchador dentro y fuera del court.

A mediados del 2014, Luifa disputó su cuarto Mundial de básquet, en España, y se metió en el podio de los máximos anotadores históricos. Sin embargo, no fue sencillo llegar a tierras ibéricas: una crisis institucional de la CABB (Confederación Argentina de Básquet) afectaba al cobro de los empleados en relación de dependencia con la entidad y a los jugadores, que a un mes del inicio del torneo no tenían pago el seguro deportivo para disputarlo. Nadie decía nada, hasta que él plantó cara: “Si no juego el Mundial, será por culpa de una gestión horrenda. No quiero ser cómplice de algo tan turbio. El Mundial es muchísimo menos importante que esto”. La última frase lo resume a la perfección, importa más luchar contra las injusticias que “consagrarse”. Y esas actitudes son las que lo consagran como persona.

Como en el transcurso de los Juegos Olímpicos de Río 2016, cuando Argentina perdió con España y, por el resultado negativo, no pudo evitar toparse con Estados Unidos en cuartos de final. El diario Olé decidió informar chicaneando a Brasil, que había quedado afuera. Al porteño de más de dos metros le molestó, y su último tweet durante casi tres años fue la portada con el siguiente comentario: “El diario Olé no entendió nada de nada”. Además, días antes había pedido paz en el clásico sudamericano, y -como él mismo dijo- se había mostrado antipopular tras el debut: “Me parece una soberana estupidez gritar contra Brasil en el partido que jugamos con Nigeria”, sostuvo el ala-pívot luego del triunfo.

Todos estos son hechos relativamente recientes, porque la historia de Scola con la Selección empezó hace rato, hace más de dos décadas. No obstante, y producto tal vez de haber tenido a Emanuel Ginóbili como cara principal de El Alma, en ningún año tuvo tanto reconocimiento como en 2019. Y eso que en su palmarés hay un oro olímpico, un subcampeonato, un FIBA Diamond Ball, además de haber sido abanderado en la ceremonia inaugural de Río 2016.

Con 39 años, el único sobreviviente de la Generación Dorada guió al equipo al partido por el título dejando en el camino a potencias mundiales como Serbia y Francia. Además, se consagró como el segundo máximo goleador de la historia de los mundiales y formó parte de su segundo quinteto Ideal de la competencia, superando además sus marcas personales y dejando boquiabiertos a jugadores de talla mundial, que no podían creer que un señor de 39 años jugara con la intensidad de uno de 20.

En los últimos días fue reconocido, a través del Comité Olímpico Argentino (COA) y por votación de los deportistas, como el atleta masculino del año “por su excelencia deportiva y por reflejar los valores del Movimiento Olímpico”. Asimismo, fue distinguido por la Legislatura Porteña como ciudadano ilustre de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (en 2017 fue galardonado como personalidad destacada de la Provincia de Buenos Aires).

Ahora lo disfruta el Olimpia Milano, de Italia. El Olimpia de Oro se lo pueden dar a él o no; el de Plata lo tuvo cinco veces, pero es posible que no lo considere una prioridad. Al menos tanto como las Olimpíadas de Tokio 2020, la que será su última patriada.

A 40 años de un equipo imborrable

Por Guido Fradkin

“Vamos a Japón por el mejor camino”, tituló la revista El Gráfico en la edición del seis de febrero de 1979, hace poco más de cuarenta años y a una semana de finalizado el Sudamericano Sub-20 en el que Argentina terminó subcampeona, sólo por detrás del local, Uruguay. “Este Juvenil argentino es el que tiene mayor futuro entre todos los que participaron”, escribió su director técnico César Luis Menotti en una de sus columnas para la revista -por entonces- de Editorial Atlántida.

Medio año después de esa publicación, la llegada al Lejano Oriente para disputar el segundo Mundial de la categoría. Antes, la larga preparación, que culminó con el triunfo 2-1 sobre México en Los Ángeles, según recuerda Marcelo Bachino, lateral de aquel equipo, que aún conserva el telegrama a través del cual lo citaron a su primera práctica con el plantel.

El primer rival del Grupo B fue Indonesia, que había reemplazado a Irak. “Le hicimos cinco en el primer tiempo y en el segundo (0-0) regulamos por lo que se venía”, sintetiza Osvaldo Rinaldi, mediocampista central que estuvo desde el arranque en los seis partidos. La única preocupación fue la salida del cuatro titular, Abelardo Carabelli. “Parecía que tenía una molestia en el isquiotibial, pero gracias a Dios me revisó el médico y me dijo ‘no, esto es el nervio ciático’. Me dieron un calmante y pude jugar todo el torneo”, rememora.

La siguiente parada fue Yugoslavia. Sergio García, quien en ese tiempo era arquero de Flandria, recuerda el intervalo: “Menotti estaba bastante ofuscado, enojado; nos preguntaba si habíamos ido a pasear o a jugar un campeonato”. Carabelli relata el único tanto del encuentro: “El Pichi (Escudero) frotó la lámpara y, en una pelota que le puso el Beto Barbas entre líneas, llegó, anticipó al arquero, se la tocó antes y le definió por abajo”. Y aporta una curiosidad: “Ya estaba el cartel del cambio, y dice ‘yo me la juego’. Fue y metió el gol”.

Contra Polonia, ya clasificados a cuartos de final, Menotti prescindió -por única vez en el torneo- de algunos titulares. De cuatro, como los goles: Maradona, Gabriel Calderón en dos oportunidades y Juan Simón obraron el 4-1 contra los europeos, que descontaron mediante Andrzej Palasz, lo que significó el fin de la valla invicta de García. “Fue un cabezazo que vino combado, la pelota pegó en la base de arriba del travesaño, volvió en comba por aire y justo había uno de ellos ahí”, explica el guardameta.

Para acercarse al podio había que superar a la sorpresa. Rinaldi lo simplifica en dos oraciones: “Todos hablaban de Argelia como un cuco, que había eliminado a España… Le ganamos 5 a 0, los pasamos por arriba jugando un fútbol bárbaro”. Aquella noche, ya en Tokio, Ramón Díaz convirtió su segundo hat trick en el torneo (el otro, frente a Indonesia). “Casi ni tocaron la pelota, y cuando nos acordamos ya les habíamos metido tres goles”, suma Carabelli.

La semifinal fue ante Uruguay, el partido con más pica. Bachino no se olvida: “Estábamos en el Hotel Takanawa Prince con todas las delegaciones y teníamos muy buena relación con varios de ellos. Éramos muy parejos, pero esa noche Argentina brilló: Ramón Díaz hace el primero y le pone el centro a Diego en el segundo. Me acuerdo que la cancha estaba muy blanda”. Rinaldi completa: “En Uruguay dieron feriado porque sabían que nos iban a ganar y qué se yo. Curiosamente, ahí soy amonestado por una patada que le pego a Rubén Paz, nuestra única amarilla en todo el campeonato”.

El duelo por la copa, contra el defensor del título: Unión Soviética. De los 15000 espectadores del debut se había pasado a 55000. Tras la paridad en el primer tiempo, Argentina estuvo perdiendo por primera vez en toda la competencia, pero, a poco más de veinte minutos para el final, el árbitro brasilero José Roberto Wright señaló el punto penal. ¿El encargado de ejecutarlo? Hugo Alves. ¿El motivo? Según Bachino, que el entonces jugador de Boca había ganado, en la previa del Sudamericano y en el Sindicato de Seguros de Moreno, un torneo de penales. Carabelli agrega que Maradona se lo pidió, pero que Alves replicó con un “no, lo pateo yo” y convirtió. Desde ahí, una ráfaga: en diez minutos estaba 3-1 gracias a los golazos del Pelado Díaz primero, con una gran corrida desde mitad de cancha, y del Pelusa después, de tiro libre.

Post partido y premiación, el festejo: “El mismo viernes la FIFA hizo la fiesta en el hotel, el sábado otra el embajador argentino en Japón y recién pegamos la vuelta el domingo”, recuerda Bachino. García define al retorno como “caótico”: Brasil, Aeroparque, helicóptero a la cancha de Atlanta, micro por la calle Corrientes y, por último, la Casa Rosada, con el dictador Jorge Rafael Videla como anfitrión. “Nos llevaron a saludar al presidente. Estábamos con la cabeza en que queríamos ver a la familia; mi vieja cumplía años y deseaba llevarle la medalla, hacía más de un mes que no los veíamos. Estábamos mirando, pero realmente no me acuerdo qué dijo”, asegura Carabelli.

Ahora sí, la portada de El Gráfico era exclusiva de la Selección. “Argentina campeón mundial”, rezaba la contratapa, que continuaba la imagen de la tapa y reemplazaba el habitual espacio publicitario. 108 páginas y póster gigante. Además de Menotti, otro que tuvo su lugar para expresarse fue Diego Armando Maradona. “Fue la alegría más grande de mi vida”, el título de la nota del jugador que, siete años más tarde, volvería a estar en la cima del fútbol mundial.