jueves, marzo 28, 2024

Luis Scola, abanderado del deporte argentino

Por Guido Fradkin

¿Cuándo se consagra un deportista? ¿Durante su carrera o luego del retiro, decisión que le hace tomar a la gente dimensión de lo que logró? ¿Cuando obtiene una distinción individual o un título importante? ¿Cuando deja de ser un mortal? ¿Cuando pasan muchos años y nadie puede hacerlo quedar en el olvido?

Luis Alberto Scola se consagró hace rato. Las estadísticas durante una década como jugador NBA lo avalan, pero más aún las relacionadas a la Selección argentina, en la que él es líder natural, juega sin rédito económico pero genera un capital mucho más importante, que es el de inspirar a jóvenes a soñar ser Scola, aquel luchador dentro y fuera del court.

A mediados del 2014, Luifa disputó su cuarto Mundial de básquet, en España, y se metió en el podio de los máximos anotadores históricos. Sin embargo, no fue sencillo llegar a tierras ibéricas: una crisis institucional de la CABB (Confederación Argentina de Básquet) afectaba al cobro de los empleados en relación de dependencia con la entidad y a los jugadores, que a un mes del inicio del torneo no tenían pago el seguro deportivo para disputarlo. Nadie decía nada, hasta que él plantó cara: “Si no juego el Mundial, será por culpa de una gestión horrenda. No quiero ser cómplice de algo tan turbio. El Mundial es muchísimo menos importante que esto”. La última frase lo resume a la perfección, importa más luchar contra las injusticias que “consagrarse”. Y esas actitudes son las que lo consagran como persona.

Como en el transcurso de los Juegos Olímpicos de Río 2016, cuando Argentina perdió con España y, por el resultado negativo, no pudo evitar toparse con Estados Unidos en cuartos de final. El diario Olé decidió informar chicaneando a Brasil, que había quedado afuera. Al porteño de más de dos metros le molestó, y su último tweet durante casi tres años fue la portada con el siguiente comentario: “El diario Olé no entendió nada de nada”. Además, días antes había pedido paz en el clásico sudamericano, y -como él mismo dijo- se había mostrado antipopular tras el debut: “Me parece una soberana estupidez gritar contra Brasil en el partido que jugamos con Nigeria”, sostuvo el ala-pívot luego del triunfo.

Todos estos son hechos relativamente recientes, porque la historia de Scola con la Selección empezó hace rato, hace más de dos décadas. No obstante, y producto tal vez de haber tenido a Emanuel Ginóbili como cara principal de El Alma, en ningún año tuvo tanto reconocimiento como en 2019. Y eso que en su palmarés hay un oro olímpico, un subcampeonato, un FIBA Diamond Ball, además de haber sido abanderado en la ceremonia inaugural de Río 2016.

Con 39 años, el único sobreviviente de la Generación Dorada guió al equipo al partido por el título dejando en el camino a potencias mundiales como Serbia y Francia. Además, se consagró como el segundo máximo goleador de la historia de los mundiales y formó parte de su segundo quinteto Ideal de la competencia, superando además sus marcas personales y dejando boquiabiertos a jugadores de talla mundial, que no podían creer que un señor de 39 años jugara con la intensidad de uno de 20.

En los últimos días fue reconocido, a través del Comité Olímpico Argentino (COA) y por votación de los deportistas, como el atleta masculino del año “por su excelencia deportiva y por reflejar los valores del Movimiento Olímpico”. Asimismo, fue distinguido por la Legislatura Porteña como ciudadano ilustre de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (en 2017 fue galardonado como personalidad destacada de la Provincia de Buenos Aires).

Ahora lo disfruta el Olimpia Milano, de Italia. El Olimpia de Oro se lo pueden dar a él o no; el de Plata lo tuvo cinco veces, pero es posible que no lo considere una prioridad. Al menos tanto como las Olimpíadas de Tokio 2020, la que será su última patriada.

Más notas