Cuando se gana, está todo bien. Cuando se pierde… parece que todo acaba. La naturalización extrema de la pasión y de la competitividad en Argentina producen la necesidad de un resultado inmediato. Esa búsqueda casi desesperada por la obtención del logro se expandió hasta el fútbol. Desde hombres de poder, padres, entrenadores, hasta niños, conllevan un largo proceso que transparenta por qué este deporte predomina por sobre todo y todos.
El fútbol se ha llegado a mezclar de una manera muy peligrosa con el exitismo (afán desmedido por el éxito). “A la gente se la envuelve en un vértigo de exitismo total. El éxito es caerse y levantarse con más fuerza, sacar el oro que tenemos dentro como una permanente conquista. Acá se piensa que el éxito es alcanzar un número y entonces estamos formando generaciones de fracasados, porque si vamos por el número sólo son exitosos diez en un millón. Y así estamos destruyendo nuestra propia sociedad, nuestros sueños”, manifestó Sergio Vigil, ex entrenador de la Selección femenina de hockey, luego de su retiro en 2004.
El fútbol es quizá uno de los deportes con más exitismo de Argentina, eso quedó demostrado anteriormente, pero deberíamos preguntarnos por qué es que sucede esto. No solo la sociedad es la que lo fomenta sino también los medios de comunicación en los que cada clásico debe ser disputado a vida o muerte y si nos adentramos más en este deporte, no solo los clásicos:cualquier partido de la categoría que sea y de las edades que sea, genera en el fútbol una locura difícil de combatir y que se acrecienta paulatinamente.
Será el exitismo el que provocó la pérdida de autoridad de los árbitros a la hora de dirigir un partido, ya que son increpados no solo por jugadores o el público sino también por quienes deberían ser unos referentes, los directores técnicos. Son incontables la cantidad de entrenadores que deciden ensuciar los partidos o fomentar la violencia desde el banco de suplentes, son ellos quienes pueden llegar a impartir que salgan a jugar cada partido a “matar o morir” y no solo sucede en Primera división sino también en los clubes de menor relevancia a la de Boca, River, Racing, Independiente o San Lorenzo.
Se puede visualizar un claro ejemplo de Primera división si se retrocede a junio del 2011 cuando River Plate descendió a la “B” Nacional y sus hinchas destruyeron el estadio Monumental, amenazaron a jugadores y dirigentes, se enfrentaron a la policía con balas de goma y piedras, incendiaron autos e hirieron a cuanta persona se cruzase en el camino. Fue la falta de éxito de este club la que hizo que los simpatizantes no soportaran el presente que les tocaba afrontar y la histeria exitista los lleva a reaccionar de esa manera. Otro ejemplo del que no tantos conocen es el ocurrido hace ocho meses cuando el director técnico de El Fortín de Olavarría, del Federal C, entró al campo de juego e increpó con un cabezazo al árbitro.
No es casualidad que Argentina sea uno de los pocos países en los que el público visitante no puede concurrir a los estadios para ver a su club, ya que son reiterados los hechos de violencia fomentados en cualquier torneo o partido, desde categorías menores hasta en el fútbol femenino. La violencia trasciende todas las cuestiones y no importa que instancia se esté disputando. Puede ser un partido amistoso, un partido por Copa, un superclásico o simplemente o un partido barrial que la violencia va a hacerse presente. Porque parece que en estos tiempos que se están transitando decir fútbol es sinónimo de violencia.
Algunos ejemplos que reafirman esto son los sucedidos en el fútbol femenino cuando cuatro jugadoras fueron trasladados al hospital por una pelea en el campo de juego o también el ocurrido en un partido de la categoría 2004 de Lamadrid ante Brown de Adrogué, cuando un padre le pegó a un jugador de apenas 14 años.
Allá quedan los abordajes hacia los árbitros que se ven todos los fines de semana en las categorías mayores cuando entendemos que realmente el problema de este exitismo que se apoderó por completo de quienes lo permiten tiene un trasfondo más complejo en el que la educación y los valores del deporte se perdieron y se naturaliza la violencia, se la hace parte del fútbol. Hasta nos sorprendemos cuando un partido culmina sin ningún incidente (sea dentro o fuera de la cancha) cuando esta situación debería ser la correcta y es lo que sucede en los otros deportes que desarrollamos a continuación, los cuales algunos no quieren permitir que la locura exitista los alcance y otros están próximos a formar parte de ella.
Rugby y Hockey
A diferencia del fútbol, en la actualidad estos deportes siguen siendo amateurs en el ámbito de los clubes; no así en el ámbito de los seleccionados y las franquicias en el caso del rugby. Será esto lo que hace que los valores que se inculcan (compañerismo, respeto y amistad) desde un comienzo, desde el club más exitoso hasta el que está conformado a pulmon pertenecientes a un barrio sigan vigentes.
Así mismo otra similitud con el fútbol o con los demás deportes, es que la presión existe en mayor o menor medida ya que por ejemplo disputar un mundial generará el mismo nerviosismo o presión en cualquiera de ellos. Quizá la particularidad de la presión en este deporte es que no se da desde pequeños ya que allí solo los incentivan a que se diviertan y disfruten del juego. Asi lo entienden también quiénes son simpatizantes del hockey o el rugby, allí se va a alentar al club al cual se pertenece pero el que está enfrente es respetado como lo merece, ya que sin el otro equipo no podrían jugar, uno necesita del otro.
Esto no quiere decir que no exista algún momento de furia entre la hinchada o los contrincantes o mismo los jugadores y jugadoras pero en el caso de estos los problemas quedan dentro de la cancha. Afuera “todos son amigos” recuerdan los entrenadores desde las infantiles, juveniles y llegando a mayores no hace falta recordarlo porque ya lo tienen incorporado. Todo aquel problema surgido dentro de la cancha queda solucionado allí y no se traslada al “tercer tiempo”, que se da una vez terminado el partido y es una manera de agasajo del club local hacia el visitante que consiste en compartir una comida entre todos los jugadores, jugadoras y entrenadores y dirigentes de ambos clubes, situación que no es muy común en otros deportes y en el caso del fútbol, tenis o básquet es nula.
A pesar de que son deportes amateurs, al jugar en el seleccionado mayor en nuestro país, comienzan simultáneamente a ser profesionales. Claro está que las presiones son distintas ya que de manera amateur representan a un club y profesionalmente representan a un país.
En este ámbito el “tercer tiempo” no se realiza pero sus valores siguen intactos. El exitismo no toma el protagonismo que tiene en el fútbol y pese a las derrotas que sufren los diversos equipos nacionales (Los Pumas, Argentina XV y Jaguares o las Leonas o los Leones) el aficionado del rugby o del hockey no deja que los resultados y el exitismo definan su pasión por estos deportes.
Básquet y tenis
Estos deportes son los que más se asemejan al ambiente del fútbol por dos circunstancias: el interés por el resultado deportivo de las Selecciones y, recientemente, la acentuación de las hinchadas. Utilizando como ejemplo a los Mundiales, existe una presión similar de la que se genera en el fútbol; el peso de jugar un campeonato tan importante cada cuatro años fomenta este suceso, como también incrementa las hinchadas, lo cual es algo nuevo.
Pero acá está la pequeña diferencia, estas no son tan prejuiciosas a la hora de un resultado deportivo. Un ejemplo tras la reciente derrota de Juan Martín Del Potro ante Novak Djokovic en la final del US Open fue que, a pesar de ese resultado, recibió elogios de miles de personas a través de las redes sociales.
La discrepancia es cuando se tiene que defender la albiceleste, ya que el suceso de las hinchadas puede acentuarse un poco más y genera desprecio e insultos para con el deportista; obligándolos a tener que ser figuras en sus respectivos seleccionados para ser valorados. Un hecho claro fue la Copa Davis del 2008; en donde el equipo español se encontraba sin Nadal, Argentina era local y había elegido la superficie, todo a favor. Los amantes del deporte lo festejaban como una victoria antes del encuentro, y con el resultado desfavorable al perder ante España se transformó una situación muy contraproducente. David Nalbandian declaró en su momento: ‘’La Argentina es un país muy exitista. Cuando se gana está todo bien y cuando se pierde, todo mal”.
Por otro lado, en el básquet jugadores como Martín Leiva se reprochan que no tienen tiempo para disfrutar de lo que viven en el momento de llegar a una final o pasar de ronda: “La gente quizás no lo entiende. Se critica tanto y no se dan cuenta lo difícil que es llegar a una final, ganar, mantenerse en los primeros planos.”
La extrema ansiedad del éxito que genera el hincha de fútbol para con su club y que contagia a los jugadores, puede causar una presión desmedida y arruinar carreras profesionales. Varios son los casos de futbolistas que no supieron controlar el miedo cuando salían a la cancha, no por no contar con la capacidad técnica de resolver situaciones, sino por la falta de confianza que invade sus mentes cuando erran un pase y se escuchan los silbidos del público.
En una entrevista a Marcelo Roffé, psicólogo deportivo muy reconocido en Argentina, habló acerca del rol que juega lo mental en el desarrollo de un deportista experto: “Ell 25% del rendimiento de un futbolista lo ocupa la cabeza. Allí se aprende a controlar miedos, presiones, sentimientos y frustración. Cuando se equipara el 75% restante (técnica, táctica y físico) la fortaleza mental hace la diferencia, y ese es el que llega a primera”.
Los temores no sólo se sufren dentro de la cancha. Quienes lograron alcanzar el éxito y llegar a lo más alto en el fútbol deben aprender a convivir con críticas constantes, rumores de sus traspasos, de peleas, en fin, de una constante evaluación.
Para tomar conciencia de la “enfermedad” que poseen la mayoría de los argentinos por esta disciplina, Roffé explica la dimensión que abarca una persona que simplemente práctica un deporte profesionalmente: “El futbolista en Argentina ocupa un rol social muy importante, es un ideal, la mayoría son futbolistas frustrados. Desde ese lugar hay muchas críticas porque es un país maleducado, es el único país que puede rechazar al mejor del mundo y hacer que renuncie a la Selección”.
El exitismo es algo que con lo que se debe aprender a convivir en Argentina y en el fútbol internacional. No queda otra opción que tener la decisión y virtud de no caer en temores extremos y presiones irracionales. La psicología del deporte es una disciplina la cual no conviene que este ajena a aquellas personas que sueñan con llegar a primera, pero una vez allí, no debe dejarse. Roffé manifestó que la presión y frustración la puede sufrir hasta un jugador ídolo en su club y ya consagrado.
Existen diversos caminos para exterminar estas cuestiones: “La presión se puede erradicar desde pequeño o aprender a convivir con ella. La imposición por parte de un sector en particular hacia los futbolistas son cada vez mayores, esta generalmente es externa, cuando calibras bien a la interna, que es la autoexigencia, le quitas importancia a la externa. Es importante trabajar sobre las presiones para que el futbolista no juegue al 50% de sus posibilidades”, detalla el ex psicólogo deportivo de la Selección juvenil albiceleste.
Queda claro que el fútbol se vive de manera efusiva en Sudamérica y especialmente en Argentina. Un simple resultado puede cambiar el ánimo de millones de simpatizantes y hasta instalar una polémica nacional. El hincha nunca va a estar capacitado para disfrutar de este hermoso espectáculo y entender que no va más allá del juego hasta que no se sienten las bases del espacio que verdaderamente debería ocupar el fanatismo por un deporte en una sociedad. Mientras eso no ocurra y la epidemia del exitismo se siga expandiendo con ayuda de los medios de comunicación, el fútbol pasará de ser una recreación y una actividad sana para compartir con amigos, a una enfermedad mental.