lunes, diciembre 29, 2025
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El día que Boca mandó a River a la B y se quedó en Primera

“Boca culmina su partido frente a Olimpia de Venado Tuerto con una derrota, y en la próxima fecha enfrentará a su clásico rival, River Plate, para definir qué equipo descenderá a la categoría B del básquet nacional”. Esto se decía en las emisoras radiales y televisivas el 26 de mayo de 1992, en el cual el equipo dirigido por Alberto Finguer enfrentaba al Millonario en un partido definitorio por el descenso, que terminó en escándalo y festejo Xeneize.

El 3 de abril fue la fecha acordada para el primer enfrentamiento de la serie. Boca comenzó con el pie derecho, a través del buen funcionamiento defensivo y la gran actuación de Randy Henry que anotó 32 puntos, con 13 de 17 dobles y siete rebotes, acompañado por el rendimiento de James Terry y Christian Aragona, superó a River por 108 a 91, culminando así la apertura de la llave para evitar el descenso a la Liga B.

Ya preparados para disputar el segundo partido en el Club Ciudad, donde Boca hacía de local en aquel tiempo, los jugadores Millonarios hicieron la entrada en calor y regresaron al vestuario con la particularidad de que no salieron a jugar. El delegado de River tomó la decisión de no salir al campo de juego debido a que él decía que los equipos debían contar con la cancha durante más tiempo. Alberto García y Juan Quesada, árbitros designados, esperaron a que el conjunto visitante cambiara de opinión, pero esto no sucedió y debieron cerrar la planilla sin la firma de River.

El enfrentamiento fue suspendido, se le dio por ganado a Boca, y se multó a La Banda con una cifra de 3.000 dólares.

River dio su primer paso positivo en la serie, en el que venció en el tercer punto 109–98 con una actuación brillante de Luis Oroño, quien tuvo su noche soñada y marcó un total de 26 tantos; y también el gran aporte de William Davis que logró hacer 24. La esperanza Millonaria renació tras ganar en el cuarto juego por 114–112. El pivot que lideró esta victoria para los de Núñez fue Daniel Aréjula, que hizo 39 puntos, con nueve de 12 dobles, dos de cuatro triples y 15 de 17 libres.

Llegó la final y como era de esperarse en las tribunas estaban presentes los hinchas de ambas parcialidades eufóricas, nerviosas y apasionadas. Con un sólido trabajo en equipo e individual por parte de James Terry y Cristian Arangona, Boca pudo revertir el resultado y el juego, que había comenzado de mejor manera para River Plate, culminó con una victoria Xeneize por 91 a 87.

Una vez terminado el encuentro sucedieron hechos lamentables: desde la tribuna del equipo conducido por Carlos Boismené arrojaron una bomba de gamexane hacia el banco de suplentes del conjunto de La Ribera. El encuentro fue suspendido por 53 minutos y cuando la situación se encontraba controlada se decidió dar por terminado el juego, que derivó en el descenso de River Plate.

El recuerdo borroso de una noche para el olvido y el extraño caso del hombre que cruzó de vereda

Sebastián Festa, hoy uno de los máximos ídolos de Boca Juniors en básquet, fue partícipe del partido en cuestión, pero con una pequeña curiosidad: el encuentro lo jugó con la camiseta de la banda roja. Sí, era jugador de River, con tan solo 18 años, y lo rememora de esta manera: “Son partidos lindos para jugar. Tienen una motivación extra, con todo lo que implica el Superclásico”.

Veintisiete años pasaron de aquel día y los recuerdos difusos son más abundantes que los nítidos, lo que resulta un rompecabezas difícil de armar. Quizás por no querer rememorar
aquellas épocas de dolor y sufrimiento o solamente por el paso del tiempo. “Llegamos al tercer partido 2-0 abajo, con un partido perdido en la cancha y otro que ni siquiera se jugó, pero se lo dieron por ganado a Boca. El tercer encuentro fue muy peleado y desde la hinchada tiraron una botella, se armó un gran quilombo”, cuenta el ex jugador. En realidad, el incidente al que se refiere ocurrió en el último encuentro y no solo fue una simple botella el causante del disturbio. Desde la parcialidad Millonaria arrojaron hacia el banco de suplentes de Boca una bomba de gamexane (insecticida) y un cenicero a la mesa de control. “Es todo lo que genera un River–Boca”, intenta justificar.

Sin embargo, a pesar de haber sufrido en aquel momento, asegura que fue una experiencia “muy enriquecedora” que lo ayudó para luego definir su futuro, uno que estaría muy lejos de donde se formó como jugador. Posterior al descenso con el club de Núñez, el base jugó durante seis temporadas en Boca y se convirtió en una de las figuras históricas de la
institución.

La serie bisagra que forjó el futuro

Desde que mandó al descenso a River, Boca experimentó un gran crecimiento: fue campeón de la Liga Nacional de Básquetbol (LNB) en tres ocasiones (1996/1997, 2003/2004 y 2006/2007), obtuvo cinco veces al hilo la Copa Argentina (2002 – 2006) y, además, fue el único que logró consagrarse tres veces de forma consecutiva en el Campeonato Sudaméricano de Clubes (2004, 2005 y 2006).

Por el lado de Núñez la historia fue muy diferente: militó en el Torneo Nacional de Ascenso hasta la temporada 2003/2004, en la que fue campeón. Ya en primera, logró llegar dos veces consecutivas a la final de la Copa Argentina (2004 y 2005), pero allí se volvió a cruzar con Boca, y los de la Ribera fueron los vencedores en ambas ocasiones. Durante la presidencia de Aguilar dejaron de jugar básquet, lo que generó la venta de su plaza para la LNB en la temporada 2006/2007.

River participa en la actualidad del Torneo Federal de Básquetbol (tercera división), mientras que su histórico rival sigue jugando en la máxima categoría.

Textos: Ignacio Maida y Juan Pablo Manera.
Producción: Thomas Martínez.

Un Dream Team no tan soñado

Foto: AFP

Por Francisco Rodríguez

Por más increíble que suene, muchos jugadores norteamericanos no viajarán a China 2019 por miedo a ser las nuevas caras de un posible fracaso de su Selección. En Estados Unidos, si hablamos de básquet a nivel FIBA, el estigma de la derrota es aterrador; aquellos jugadores que participaron de los equipos del Mundial de Indianápolis 2002 y los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, a pesar de sus exitosas carreras, ante los ojos de la sociedad en la que viven, quedarán con esa mancha por siempre. 

Hace unos días, el seleccionado norteamericano versión 2019 perdió por primera vez en su historia contra Australia. Es la primera derrota del Dream Team en 13 años. Esta vez, el cuco parece no ser invencible: el plantel cuenta con solamente dos All Stars –Kemba Walker (Celtics) y Khirs Middleton (Milwaukee)- y, a excepción de Mason Plumlee, pívot de Denver que participó del Mundial 2014, y Harrison Barnes, alero de Sacramento Kings que estuvo en Río 2016, el resto representará a su país por primera vez. 

Un grupo de jóvenes jugadores con mucho potencial, pero sin experiencia internacional, serán los encargados de buscar el sexto campeonato mundial para Estados Unidos. Las posibles futuras estrellas de la NBA, como Jayson Tatum (Celtics), Donovan Mitchell (Utah) y Myles Turner (Indiana), deberán liderar al equipo ofensivamente junto a Walker, que además, deberá ser el líder espiritual y basquetbolístico de este grupo comandado por la dupla técnica Gregg Popovich- Steve Kerr. 

No es extraño que los jugadores más importantes de la NBA, tanto estadounidenses como extranjeros, no asistan a torneos FIBA. La preponderancia del deseo de un anillo con sus equipos antes que de una medalla de oro con su Selección, sumado al desgaste de una larga temporada (82 partidos + Play Offs), son algunas de las causas de la ausencia de las estrellas. Sin embargo, esta vez hay un espectro particular que ronda en la sociedad estadounidense: el temor a la derrota. 

El escolta de Portland Trail Blazzers, CJ McCollum, uno de los tantos jugadores que decidieron borrar su nombre del plantel de Popovich, habló sin casette sobre este tema en el podcast del reconocido periodista Adrian Wojnarowski: “Yo estaba afuera incluso antes de que den la lista, de hecho, no sé por qué dieron mi nombre. Estaba pensando en mí, en mi familia y en mi equipo ¿Por qué voy a ir a un torneo donde potencialmente sea la cara de un equipo teóricamente perdedor?”. 

Otro factor importante a tener en cuenta son las cargas físicas para los jugadores que dirán presente en China. El partido por la medalla de oro, al que siempre se espera que Estados Unidos llegue, es el 15 de septiembre. Luego de un largo viaje, llegarían a tierras norteamericanas recién al día siguiente. Es decir, aquellos que disputarán el Mundial tendrán solamente dos semanas de descanso antes del comienzo de la pretemporada oficial con sus equipos. Por eso, ante la baja de las máximas figuras, los restantes no quieren ir a llenarse de minutos para ver si pueden obtener una victoria que, en teoría, estaría menos asegurada que otras veces. 

Cabe recordar que en un país tan exitista -y especialmente en una disciplina como el básquet- perder internacionalmente es una deshonra. Por ejemplo, al equipo de Estados Unidos que disputó los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 se lo llamó The Nightmare Team (El Equipo Pesadilla) tras la derrota proporcionada por la Generación Dorada argentina liderada por Emanuel Ginóbili.  

El año pasado hubo una convocatoria de 35 jugadores de cara al Mundial de China 2019 con nombres importantes como los Bradley Beal (Washington), Anthony Davis (Lakers), James Harden (Houston), Damian Lillard (Portland) y McCollum (Portland), entre otros. Sin embargo, a medida que algunos de estos fueron rechazando la invitación de su federación para representar a Estados Unidos, el peso de la posible derrota se volvió insoportable para la mayoría de los que quedaban. Tanto que, al fin y al cabo, solamente cuatro basquetbolistas de la lista original se encuentran hoy en el plantel: Walker, Middleton, Barnes y Turner. 

No obstante, Walker, el flamante refuerzo de Boston Celtics para esta nueva temporada, tiene una perspectiva distinta: “Creo que muchos de nosotros estamos felices de que esos jugadores se hayan bajado. Esta es nuestra oportunidad de subir al escenario y mostrar nuestro talento. Todos dudan de nosotros pero creo que tenemos mucha hambre. Me encanta el básquet, me encanta jugar y qué mejor oportunidad podés tener que jugar para tu país”.

Este año, la selección de Estados Unidos, ese equipo que desde 1994 siempre llevó a grandes jugadores de la NBA a los Mundiales, se convirtió en una Selección en la que parece que ninguna estrella de la mejor liga del mundo quiere estar por el temor a ser la cara de una nueva derrota norteamericana. Mientras que Grecia, España, Francia y Serbia esperan ansiosos esta oportunidad, un grupo joven e inexperto, pero dirigido por una gran dupla técnica, será el encargado de buscar el tricampeonato para este no tan soñado Dream Team.

Melamed Ribaudo, bajo el radar de Scaloni

Por Matías Cavallero

Cuando Willie Morgan estampó su firma en el arco rival sobre el final del partido, la suerte ya estaba echada. El 25 de septiembre, Estudiantes había derrotado 1-0 al Manchester United en el estadio de Boca y, en el mítico Old Trafford, estaba consiguiendo un empate histórico. El tanto del delantero escocés no iba a cambiar la tendencia. Sería el 1-1 que haría festejar al equipo que conducía Osvaldo Zubeldía, que en aquel recordado 1968 tendría su chapita de campeón del mundo, logro del que muy pocos pueden vanagloriarse.

Treinta y tres años después, Argentina vivía una de las peores crisis económicas de su historia. Los bancos secuestraban el dinero de la gente, y las calles hervían. Hubo cinco presidentes en una semana. Poco antes de ese contexto hostil, que ya se olía en el ambiente, Claudio Melamed y Adriana Ribaudo se irían a probar mejor suerte. El destino: España. Allí, el 11 de abril, nació Nicolás, un pequeño que, en sus primeros años de vida, empezó a tener contacto con la pelota. Algo en sus venas lo impulsaba, la genética decía presente. Su ADN movía sus pies. Es que Felipe Ribaudo, su abuelo, había sido partícipe de aquella gesta Pincha en Inglaterra, siendo pieza clave. Y, como era de esperarse, como marcaba su estirpe, el chico quería jugar al fútbol.

En Barcelona, donde hoy vive el mejor jugador del mundo, Nicolás dio sus primeros pasos. Lo arropó el Atlètic Vilafranca, escuelita de fuerte arraigo catalán, para luego continuar
apuntalando sus condiciones en el Unió Esportiva Cornellá, cuna de futbolistas como Jordi Alba y Keita Baldé. A medida que sus condiciones crecían, equipos de mayor prestancia posaron sus ojos en él. El Espanyol, históricamente por detrás del titán blaugrana, pero con un sentido de pertenencia inconmensurable, le dio su voto de confianza, y se convirtió en Periquito en 2013.

Mediocampista con calidad y técnica, aunque también puede jugar más adelantado, el
entrenador de la primera David Gallego lo describió como “parecido a Melendo”, en referencia a Óscar, joya de la cantera que se convirtió en uno de los más queridos por los hinchas. Nicolás disputó la temporada 2018/19 en el Juvenil A, en donde logró marcar 11 goles en 24 partidos, lo que le valió el llamado de Moisés Hurtado para participar con el Espanyol B, el equipo filial.

En un año especial, en el que los blanquiazules juegan la Europa League tras 12 años sin
clasificar a competiciones internacionales, el joven de 18 años Melamed Ribaudo recibió una noticia inesperada: los Periquitos jugarían ante el Luzern de Suiza, y él formaría parte del banco de suplentes. Como si fueran ribetes del destino, reemplazó a Matías Vargas, argentino recién llegado al club, disputó 34 minutos y mostró destellos de su talento. Y Lionel Scaloni, DT de la Selección, ya preguntó por él. Aunque ya ha sido convocado por las juveniles de España, aún puede nacionalizarse. Y, como Tocalli con un tal Lionel Messi, ídolo de Nicolás, Argentina no quiere dejar pasar la oportunidad.

Medio siglo después, vuelve Polonia

Por Joaquín Viloria
52 años pasaron para Polonia desde su último y único Mundial de Básquet disputado, lo cual, agranda más la hazaña de los polacos de haber clasificado a China 2019. La Selección polaca llega a esta competencia llena de ilusiones, con el objetivo de mejorar aquel quinto puesto que obtuvieron en 1967 en Uruguay.
El Campeonato Europeo de Baloncesto en 2017 fue el empujón inicial para este equipo, ya que fue la primera competición para su actual entrenador, Mike Taylor. A pesar de haber quedado eliminado en fase de grupos, se pudieron ver destellos del equipo que se había formado un año más tarde.
Ese espíritu competitivo y ganador se pudo ver en su mayor esplendor en la segunda parte de la clasificación europea para el Mundial. En la primera etapa no arrancaron de la mejor manera, ya que perdieron cuatro partidos y ganaron tres, complicando la clasificación. Ante este desfavorable panorama, el conjunto polaco sacó a relucir su mejor versión, ganando cinco partidos de manera consecutiva y clasificando a la cita mundial.
El partido clave fue el primero de la última ventana de clasificación, cuando se enfrentaron a Croacia, que tenía a casi la mitad de su plantel jugando en la NBA. Ese día será inolvidable para el básquet polaco, que nuevamente con todas las expectativas desfavorables, lograron revertir un parcial de 14-0 en contra durante el primer tiempo, liderados por su jugador estrella, Mateusz Ponitka, que anotó 20 puntos y ocho rebotes.
Recién en el último encuentro pudieron jugar relajados, ya clasificados, sabiendo que eran el segundo plantel en la historia que jugaría el Mundial de Básquet. Pero ese día los doce jugadores polacos estuvieron bajo el mismo techo que tres integrantes de la selección de 1967: Andrzej Chmarzynski, Mieczysław Lopatka y Wlodzimierz Trams, que fueron homenajeados durante el descanso en el partido frente a Holanda.
Ellos tres formaron parte del conjunto que, tras cuatro mundiales sin participar, disputaron el torneo intercontinental en Uruguay. Y no sólo participaron de este, sino que pasaron la primera fase, gracias a sus victorias frente a Puerto Rico y a Paraguay. En la fase final, donde los dos mejores de cada grupo se enfrentaban todos contra todos, cayó frente a Brasil y las tres potencias del deporte: la Unión Soviética, Yugoslavia y Estados Unidos. En los otros dos partidos salió victorioso, venciendo a Argentina y a Uruguay, el local, por lo que finalizaron la competencia en el quinto lugar.
En aquel torneo se dio una peculiaridad en torno a Polonia: la copa que le entregaron por el quinto puesto no pudo viajar con el plantel porque pesaba demasiado. Según cuenta Mieczysław Łopatka, la figura de aquel equipo, no pudieron levantarla cuando se la entregaron y tuvo que viajar en bote hacia Europa, custodiada por agentes de la embajada polaca.
Este año, 12 mundiales más tarde, Polonia viajará en busca de otro trofeo del otro lado del mundo. La mayor esperanza de lograr un buen campeonato radica en su principal figura, Mateusz Ponitka, que a sus 25 años es el jugador más valioso del plantel. El alero que fue rechazado en el draft de la NBA fue el principal pilar en los partidos de clasificación, promediando 13,4 puntos (61,5% campo), 4,7 rebotes, 1,8 asistencias y 1,7 robos por partido. Los otros dos jugadores clave de este equipo son Adam Waczyński y Maciej Lampe. Este último jugó en equipos como el Real Madrid y el Barcelona, además de estar dos años en la NBA.
Polonia se encuentra en el grupo A, en el que se enfrentará a Venezuela, Costa de Marfil y China, el anfitrión. Con el puesto 25 en el ranking FIBA, buscará hacer historia y superar el quinto puesto de la selección de 1967. Su sueño arrancará el 31 de agosto, cuando la pelota se eleve en el Gimnasio Olímpico de Pekín, en el primer partido de la fase de grupos frente a Venezuela.

La redención de Marco Belinelli

Por Martín Fernández

Italia vuelve a participar en la Copa del Mundo de la FIBA después de 13 años; su última participación fue en Japón 2006, cuando el conjunto italiano cayó en octavos de final frente a Lituania a pesar de haber pasado como segundo en fase de grupos. Así comenzó el declive sufrido por el equipo europeo que había perdido la final frente a Argentina en Atenas 2004. Desde entonces su mejor desempeño a nivel internacional fue llegar a cuartos de final de las últimas tres ediciones de Eurobasket, el torneo continental europeo. Además es destacable su ausencia en los Mundiales y Juegos Olímpicos disputados en este periodo de tiempo.

Al comparar las plantillas de Japón 2006 y China 2019 se puede encontrar sólo un nombre repetido: Marco Belinelli. Con 33 años es el jugador más veterano del seleccionado italiano actualmente y una de sus figuras más reconocidas dado que, al igual que Danilo Gallinari, juega en la NBA hace más de diez años.

Belinelli se convirtió en el segundo italiano elegido en la primera ronda del Draft de la NBA, en 2008, y el primero en obtener un anillo, en la temporada 2014/2015 con los San Antonio Spurs. También jugó en varios equipos desde su llegada a la liga, como Toronto Raptors, Sacramento Kings y Atlanta Hawks, pero finalmente volvió a firmar a mediados de 2018 con el equipo texano por dos años.

Si bien el nacido en San Giovanni in Persiceto, una pequeña comuna de Bolonia, ocupa un rol secundario en la competencia estadounidense, es uno de los más destacados representantes del básquet italiano ante el mundo en esta época poco lúcida. Después de hacer su debut en la selección mayor frente a Serbia y Montenegro en un amistoso previo a Japón 2006, Belinelli se mantuvo como referencia en la dura etapa en la cual el conjunto tano quedó fuera de las más importantes competiciones a nivel internacional. A pesar de jugar en la NBA, razón por la cual muchos jugadores no participan en los torneos FIBA debido (generalmente) a las restricciones impuestas por las franquicias, el escolta disputó 146 partidos y ya es el sexto máximo anotador de la historia de la Azzurra.

El equipo italiano comparte grupo con Angola, Filipinas y Serbia en fase de grupos, por lo que a priori pasaría de ronda como segundo, por detrás del otro conjunto europeo, que es uno de los grandes candidatos a consagrarse con Nikola Jokic como principal estandarte. Belinelli, luego de una década “oscura” para el básquet italiano, vuelve jugar el torneo que lo vio surgir como figura internacional, quizá por última vez.

La batalla campal que casi deja a Filipinas sin Mundial

Por Francisco Di Giusto

“¡Tara, lamierda tayo!”, que en nuestro idioma puede traducirse como “¡Vámonos de fiesta!”seguro fue uno de los gritos que se oyó por toda Manila y alrededores el pasado 24 de febrero, cuando Filipinas venció por 93 a 75 a Kazajistán y se quedó con el último cupo asiático para el Mundial de baloncesto de China, que ya está a la vuelta de la esquina. Sin embargo, la clasificatoria del combinado isleño se vio marcada por un hecho lamentable, y en el que seguro se oyeron términos en tagalo mucho más fuertes, como “Anak nang pating” (hijo de un tiburón): la dura pelea campal en la derrota frente a Australia, el 2 de julio del pasado año.

Todo ocurría con normalidad en el estadio, y si bien Filipinas caía abultadamente por 79-48 frente al conjunto oceánico, no había signos de conflictos o de incidentes. Hasta que, promediando el tercer cuarto, el australiano Dante Kickert chocó al filipino Roger Ray Pogoy cuando este último llevaba el balón. Pogoy, enfadado con su rival, le propinó un codazo en el rostro sin pelota, e inmediatamente recibió un puñetazo en el rostro. De manera excesivamente rápida, la pelea escaló y escaló, incluyendo a cada vez más jugadores, miembros del staff técnico de ambos equipos y empleados de seguridad que intentaban separar a los contendientes. Una verdadera batalla campal se desarrolló durante casi veinte minutos sobre el parqué, con el actual jugador de los Milwaukee Bucks Thorn Maker lanzando patadas voladoras a diestra y siniestra, sillas volando por los aires y el pequeño Pogoy batiéndose a golpes de puño con su rival Kickert.

Luego de que la seguridad y algunos miembros de las selecciones fuera de la pelea lograran separar a los principales responsables, y con la calma retornando dentro de las paredes del estadio, los árbitros resolvieron una decisión insólita: el partido debía continuar, a pesar de que Filipinas tenía solo tres jugadores en la cancha, debido a que el resto habían sido expulsados. Ante tamaña irresponsabilidad arbitral, los filipinos decidieron finalizar el encuentro cuanto antes para evitar conflictos posteriores: Fajardo y Norwood llegaron a la quinta falta adrede y fueron expulsados del juego, y con un solo jugador en la cancha, el partido llegó a su fin por reglamento. ¿El resultado final? 89-53 para Australia.

Las represalias no tardaron en llegar: la FIBA abrió un proceso disciplinario y emitió la decisión de suspender a diez jugadores y dos entrenadores filipinos, como también a tres basquetbolistas australianos por “conducta antideportiva” e “incitación a ella”. Además, ambos seleccionados fueron multados con sumas desde los 100.000 a los 250.000 francos suizos, y la recaudación se utilizó para apoyar el programa social “Basketball for Good”, promovido por la Fundación Internacional de Baloncesto (IBF). Pero el castigo no fue solo para jugadores y entrenadores; la irresponsabilidad de los árbitros de continuar con el encuentro en lugar de suspenderlo también fue castigada: fueron retirados del Programa de Élite de la FIBA, y no podrán ser elegidos para dirigir ninguna competencia internacional por el plazo de dos años.

Todo parecía que tanto Australia como Filipinas serían descalificadas de la clasificación al Mundial, pero no fue así. Los tagalos tomaron una buena racha luego del incidente, comandados por su estrella y jugador de los Cleveland Cavaliers Jordan Clarkson, quien promedió 26,0 puntos, 6,5 rebotes y 5,5 asistencias y 1,0 robos tirando con un 46% de acierto en tiros de campo y un 39% en triples. En China, el combinado filipino comparte grupo con Angola, Italia y Serbia, y espera hacer un buen papel, o por lo menos no irse a las manos.

El gigante senegalés que decidió no jugar el Mundial

Por Guido Fradkin

Diecisiete segundos para el final del partido. La Universidad de Duke, máxima candidata a llevarse el título de la NCAA (la liga nacional universitaria), necesita tres puntos para igualar el encuentro. El fracaso está al caer. El equipo de Zion Williamson y compañía está quedando eliminado en segunda ronda ante el noveno preclasificado. El “1” encara hacia el aro y se topa con alguien de 235 centímetros. El que ataca solo piensa en su gran hazaña. El que defiende, tal vez en su infancia con sus hermanos y su madre, muy lejos de esas coordenadas geográficas. Falta defensiva, doble y el agresor se va afuera por acumulación de infracciones. En el tiro libre, pega en el aro, RJ Barrett toma el rebote y convierte. Algo que seguramente no hubiese pasado con el gigante presente. La Universidad de Central Florida (UCF) no logra sumar y quedan eliminados.

Ese fue el día que Tacko Fall saltó definitivamente a la fama. Tal como seis de los diez senegaleses que jugaron en la NBA, nació en la ciudad de Dakar, la capital, que concentra aproximadamente la sexta parte de la población total del país africano. Además de compartir nacionalidad, esta decena de senegaleses tienen algo en común: superan los dos metros de altura, siendo MakhtarN’Diaye (2,03m) el de menor y MamadouN’Diaye(2,29m) el de mayor. Este último será superado por Tacko (2,29m sin zapatillas) en caso de que tenga su ansiado debut con los Celtics, equipo que lo fichó en junio del presente año.

Pero, ¿quién es TackoFall? ¿Es solamente un rompe récords de extensión, altura y salto? Definitivamente no. Y es a costa de un hermano de Mamadou, quien se topó con él en Dakar, que hoy día conocemos su historia. Llegó a los Estados Unidos con apenas 16 años, todavía en una edad en la que el fútbol era su mayor pasión, y el básquet un deporte más. “Siendo un niño, estaba muy excitado. ‘Wow, voy a ir a Estados Unidos’. Pero cuando aterricé me di cuenta de que no iba a volver a ver a mi madre, a mi familia, por un largo tiempo”, comentó en un reportaje para Bleacher Report.

La Jamie’s House CharterSchool (Houston) lo reclutó, pero el cierre de la misma al poco tiempo lo dejó en soledad. Probó suerte –sin éxito– recorriendo varias ciudades: la falta de papeles migratorios era un inconveniente y el ser deportado, una latente posibilidad. La frustración se trasladó a sus comienzos en el court: “No podía subir y bajar la cancha una vez que me estaba cansando. Era débil, no era fuerte mental ni físicamente, nada”. Sin embargo, la vida le sonrió. Encontró universidad gracias a la UFC (University of Central Florida) y hogar gracias a Mandy Wettstein, consultora pública del establecimiento, quien lo acogió en su casa y le dio pie a la construcción de su carrera profesional. Tan profesional que desconcierta al mundo de la pelota naranja. Porque para Tacko no todo es hacer una conversión,y la investigación –por desconfianza– que le realizó la NCAA lo demuestra. ¿Es posible que tenga notas tan altas? Sí, y sus profesores más propias declaraciones lo demuestran.

“La gente ve a Tacko y asume que es un jugador de básquet porque es alto, pero el básquet no parece ser su objetivo número uno en la vida”, comenta Seth Malec, su docente de ciencia. Bonnie Gordon, de matemática, agrega: “Es realmente asombroso porque él puede hacer cosas de las que ni yo soy capaz. Es un verdadero placer ver las caras de los otros estudiantes cuando dice la respuesta tan rápido y ellos todavía lo están poniendo en su calculadora”. A su vez, el jugador hace hincapié en el cúmulo de aspiraciones que tiene: “Quería hacer bioquímica. Luego dije que no, que me dedicaría a la ingeniería, y pensé ‘oh, tal vez pueda hacer las dos cosas’”.Su frase más célebre define su mentalidad: “Si pudiera ser LeBron James o Steve Jobs, sería Steve Jobs, porque tu atletismo fracasará algún día, pero tu conocimiento durará para siempre y podrá impactar a las personas durante un período más largo de tiempo”.

Otro factor que distingue a Tacko de la gran mayoría es su humildad: tiene el objetivo de salvar económicamente a su familia y tener una empresa de productos electrónicos que venda a precios más accesibles en Senegal. Además, no puede rechazar fotos porque se pone en el lugar del otro y no abría la heladera de la casa sin permiso de Mandy. Y el hecho de no subestimar a nadie y tomar como ejemplo a otros también tiene que ver con esto. El head coach de la UCF, Donnie Jones, lo explica diciendo que “no solo ve videos de jugadores y rivales”, sino que a esto le suma partidos completos de los futuros oponentes. El propio Fall agrega, en un reportaje para la página de la universidad: “Estoy viendo muchos videos de novatos para ver cómo han pasado de la universidad a la NBA”. A él, el tren a la NBA vía Draft se le pasó tres veces (2017, cuando fue mejor jugador defensivo de su conferencia, retiró la candidatura; 2018 no se presentó porque jugó poco debido a una lesión; y 2019 no fue pickeado), y como solo tiene cuatro años de elegibilidad universitaria, decidió ir a la Summer League. Allí jugó para los Boston Celtics, luego de acordar un contrato de exhibición por diez días. Su esfuerzo y números hicieron que lo tuvieran en cuenta para la temporada regular, y logró el objetivo de formar parte del roster.

La NBA es progresivamente más dinámica y alguien de la envergadura de Tacko Fall sabe muy bien que su cualidad es, a la vez, el mayor condicionante para la firma de un contrato. Aun así, en el torneo disputado en julio demostró, con la 55 en la espalda, un estado atlético admirable para alguien de su condición, tomando rebotes en ambos aros y pasando de ataque a defensa a un ritmo más que aceptable. La siguiente parada del tren estaba llegando a horario. El Mundial de China se aproximaba, y todo parecía indicar que Tacko se vería las caras ante Lituania, Australia y Canadá: estaba en la lista de 24 y tenía todos los boletos para no ser recortado, pero él mismo decidió darse de baja para prepararse de la mejor forma de cara a la temporada que se viene, en la que intentará ganarse un lugar en Massachusetts y, por qué no, seguir ejercitando la mente fuera de las canchas.

Zaid Abbas, el trotamundos de Jordania

Por Thomas Martínez

Zaid Abbas es un destacado jugador de básquetbol de la selección de Jordania, que participará –al igual que su equipo- por segunda vez del Mundial de la especialidad en su XVII edición. Juega en la liga china, siendo el ala-pivot del Shanxi Brave Dragons. Anteriormente estuvo en otros siete equipos. Sin embargo, el eje de su vida no pasa por aquí, sino por la historia de este deportista: para comprender su actualidad hay que bucear un poco en el pasado.

Medio Oriente es una zona en permanente disputa por encontrarse en una ubicación geográfica clave para la exportación de gas y petróleo. Los imperios romano, griego y otomano saben de ello porque en su tiempo se apropiaron de esas tierras. En la I Guerra Mundial, Francia y Gran Bretaña también lo hicieron, hasta que en la II Guerra se creó a posteriori el Estado de Israel.

Nablus, un pueblo ubicado al Norte de la actual Cisjordania fue el lugar de nacimiento de Abbas, el 21 de noviembre de 1983. Allí, a los 16 años, empezó a demostrar sus cualidades en el básquetbol, admirando a su hermano que también lo hacía en el torneo local. Al comprobar que no iba a poder representar a su país en ese deporte, tomó la decisión de marcharse a Jordania, aconsejado por un entrenador que observó su talento. Allí le concedieron el pasaporte y pudo ser parte de la selección jordana.

Al poco tiempo se convirtió en uno de los mejores jugadores del torneo local, donde se desempeñó durante seis años, y más tarde arribó en la liga china por ocho temporadas hasta la actualidad. Al ser de corta duración el campeonato chino, Abbas solía continuar jugando en diferentes países como Líbano, Túnez, Irán, Arabia Saudita o Bahréin. A su vez, también se hizo tiempo para estudiar administración de empresas.

Pese a las guerras y conflictos en la región, siguen surgiendo en Medio Oriente deportistas que, para poder desarrollarse, buscan en el exilio el camino que les permita cumplir con sus sueños y evitar así el sufrimiento de sus familias. 

Nigeria lucha por Festus

Por Iván Fradkin

Al leer la lista del equipo nigeriano para el Mundial de China que se avecina, algún nostálgico prevenido puede subrayar la ausencia de un reciente campeón de la NBA. A pesar de contar con un puñado de jugadores de la liga estadounidense, como Al-Farouq Aminu, Josh Okogie y Chimezie Metu, no pasa de largo quien fuera elegido en la primera ronda del Draft de 2012, Festus Ezeli.

A pesar de no haber formado parte activamente del ciclo del seleccionado, ya fuera por problemas físicos, no haber clasificado -como en el último Mundial- o compromisos con sus franquicias -Golden State Warriors y Portland Trail Blazers-, Ezeli fue durante su estadía en la NBA una cara del deporte nigeriano y africano, participando incluso del primer evento de la liga en África. Festus siempre mostró un profundo orgullo y sentido de pertenencia por sus orígenes, y seguro una de sus cuentas pendientes fue representar a su país en una competencia a escala global.

En 2004, con aspiraciones académicas, Ezeli dejó Nigeria a los catorce años para irse a vivir con su tío en California. Sus comienzos no fueron particularmente auspiciosos, marcando de hecho sus primeros puntos en su propia canasta. En una entrevista en 2011, Festus remarcó lo dificultad que le planteó su inicio baloncestístico, debido a que no se había desarrollado antes en términos tácticos ni técnicos del mencionado deporte. “No sabía lo que estaba haciendo. Imagine a alguien que tiene 14 o 15 años, y usted le está enseñando como si fuera un niño de 6 años. Fue difícil. Todos se estaban frustrando conmigo. Me estaba frustrando con eso”, dijo.

Tras años de malas experiencias, una volcada en una liga de verano de 2006, realizada en Las Vegas, le modificó el paradigma. Allí, cuenta, empezó a disfrutar del juego. Un lustro duró su permanencia en la Universidad de Vanderbilt, donde pasó de estudiar biología a especializarse en economía, por los tiempos que le demandaba el básquet. Este brillante alumno, según afirman rectores y profesores, pasó de tener un rol menor por la presencia de Andrew Ogilvy a poseer un papel muy importante en el equipo, al punto de promediar trece tantos, más de seis rebotes y dos tapones y medio por partido. Luego de la temporada 2011/12, tomó la decisión de declararse elegible para el Draft de la NBA, donde fue seleccionado en el último lugar de la primera ronda por los Warriors.

Pese a haber contado con un número reducido de minutos durante los tres años que formó parte de la plantilla del conjunto de La Bahía -aproximadamente quince por juego-, Ezeli se dio el gusto de jugar en uno de los mejores equipos de la historia de este deporte. Luego de una temporada de rookie en la que pasó relativamente desapercibido, por contar con poco tiempo en la cancha y por no ser su equipo lo que lograría años después, llegó la previa de un calvario que lo azota hasta el día de hoy: las lesiones. Una operación en su rodilla derecha lo marginó por todo el curso 2013/14.

En la temporada 2014/15 llegó la consagración colectiva: logró su primer y único anillo de la NBA con el conjunto de Oakland. Sin embargo, al poco tiempo del inicio de la temporada regular, recién regresado de la lesión de la rodilla, se torció el tobillo izquierdo y se vio marginado de la competencia por más de un mes. Este nuevo imprevisto no cambió los planes de unos Warriors que se recibían de campeones por primera vez en cuarenta años. En la 2015/16, en la que Ezeli fue sometido a una artroscopía para una limpieza de su rodilla izquierda, su equipo rompió el récord de victorias en una temporada regular, aunque luego perdió en siete juegos la final ante los Cleveland Cavaliers. No obstante el resultado global, algo andaba mal en la rodilla que Ezeli se había operado recientemente. La titularidad en el Game 7 ante los Cavs evidenció su malestar físico; de todas maneras, el pívot afirmó: “No había posibilidad de que hubiera estado sentado en el séptimo partido de las Finales. Salí y lo di todo. Así es como soy yo. Siempre que caes crees que podrías haber hecho más, pero cuando pierdes el impulso es difícil volver”. Finalizado su contrato de rookie, llegaba el tiempo de buscar un nuevo paradero, y los Trail Blazers asomaban en su horizonte. Un contrato de 15,2 millones de dólares por dos años (8,4 garantizados) lo terminó de convencer de pasar a Portland.

Y allí, junto a su llegada a la franquicia de Oregon, comenzó su martirio. Primero se perdió los Juegos Olímpicos por un desacuerdo en términos de seguro entre la federación nacional y su nuevo equipo. Luego, el infortunio de las lesiones le jugó una nueva mala pasada. Y, a tres años de esta situación, nos encontramos en condiciones de pronosticar que de forma definitiva. Una serie de lesiones en la segunda parte de 2016 fue el comienzo de una hecatombe pronunciada, que culminó con una agresiva operación en marzo de 2017. Esta cirugía, que incluyó el implante ligamentario de un cadáver, fue su última jugada. Un manotazo de ahogado, si se quiere. Para colmo, como es de esperar para un jugador de más de dos metros, diez centímetros, fue difícil encontrar un donante de su talla. El 30 de junio de 2017 fue cortado por la franquicia de Portland.

El sueño de volver a jugar de Ezeli sigue latente. Desde ese fatídico tramo de lesiones e intervenciones quirúrgicas sigue entrenando por su cuenta, con el objetivo de vestir una musculosa y, por qué no, la verde de los D’Tigers. Es, sin duda, una desdicha que los últimos minutos de este sacrificado jugador hayan sido los de una derrota que determinó la mayor remontada en la historia de las Finales de la NBA, cuando las molestias físicas no le permitieron rendir al máximo, al punto de ser superado ampliamente por sus rivales. Lo seguro es que durante el mes de septiembre alentará a sus compatriotas desde su casa en Sacramento, anhelando un buen resultado durante el día y soñando con la vuelta perfecta por la noche.

El combinado nacional nigeriano comparte el grupo B con Argentina, Rusia y Corea del Sur. A pesar de ocupar la trigésimo tercera ubicación del ranking mundial, el reciente Power Ranking de la FIBA lo ubica como octavo máximo candidato al título, un puesto abajo de Argentina, cabeza de serie de la zona. Un roster conformado por jugadores NBA, universitarios y de las mejores ligas europeas, sumado a las bajas de Rusia y un grupo complementario (el A, con el que se cruzarán los dos mejores del B) poco competitivo, invitan a Nigeria a soñar con los cuartos de final, lo que configuraría su mejor clasificación histórica.

Pero no todo es color de rosas para el equipo africano. En las últimas horas, Ekpe Udoh y Stan Okoye alzaron la voz contra la federación en nombre de todo el grupo. “La Comisión de Deportes no ha liberado los fondos que necesitamos para alojarnos, viajar y demás. Por supuesto que nos las arreglaremos ante las adversidades, nos presentaremos en China y lucharemos por este país”, afirmó Okoye. Mientras que Udoh, quien pasó por cuatro equipos de la NBA y a partir de la próxima temporada será el jugador mejor pago de la liga china, agregó:  “Dos semanas antes de la Copa del Mundo, se niegan a liberar el dinero que se nos asignó. Tenemos un equipo especial y posiblemente el mejor de la historia. Espero que esto se resuelva pronto”. De esta manera, con muchos factores en contra y por Festus Ezeli, Nigeria buscará dar un golpe sobre la mesa. A priori, superar la fase de grupos es un objetivo alcanzable, y en esa situación los cuartos de final estarían a la vuelta de la esquina. Quién le quita la ilusión a, según sus integrantes, quizás el mejor equipo de la historia del país.

Mario Palma, un experto en el basquet africano

Por Santiago Ballatore

Guinea-Bisáu es un país que posee un poco menos de dos millones de habitantes y está ubicado el oeste de África. No fue hasta 1973 que las personas que vivían en estos terrenos pudieron independizarse de Portugal, país que colonizó y explotó durante cientos de años las tierras y a los propios bisauguineanos, comerciándolos como esclavos con, en su gran mayoría, el Imperio Islámico. A pesar de la abolición de la esclavitud acordada por los portugueses en 1869, el país continuó siendo una colonia debido a la utilidad que le daban los europeos al puerto de Guisáu. Fue en un contexto de plena descolonización que, en 1950, nació en Guinea Portuguesa Mario Palma, el actual entrenador del seleccionado de básquet de Túnez.

Si hay alguien que conoce a la perfección el baloncesto africano, es Palma. Es el director técnico que más veces ganó el AfroBasket, torneo más importante del continente a nivel selecciones, ya que consiguió el primer puesto en cinco oportunidades. Las cuatro primeras fueron dirigiendo a Angola, país en el que vivió la mayor parte de su vida y en el que tiene su corazón, aunque sus padres hayan nacido en Portugal, y así lo contó en una entrevista que le realizó la Federación Internacional de Básquet (FIBA) en 2016: “Tengo 65 años y viví más de 40 en Angola. Soy más africano que portugués, y Angola es mi país”.

34 victorias y una sola derrota tiene el experimentado entrenador en la competencia continental en la que es experto. Los cuatro títulos con Angola fueron consecutivos, marcando una era de dominación absoluta en África que duró ocho años: comenzó en Luanda 1999, siguió en Casablanca 2001, continuó en Alejandría 2003 y finalizó en Algiers 2005. Su único legado no es este: entre 1992 y 1996 había logrado ganar la liga de Portugal por cinco temporadas consecutivas dirigiendo al Benfica, equipo en el que es muy recordado.

Sin conformarse con Europa y África, Palma fue a Asia en 2009, para dirigir a la Selección de Jordania. Es importante aclarar que no es precisamente el país con mayor tradición basquetbolística de la zona, debido a que tiene por delante a naciones como China, Filipinas e Irán. Sin contar con esta historia en el deporte, y de la mano del veterano entrenador, los jordanos consiguieron la medalla de bronce en la Copa de Asia de 2009, finalizando solamente detrás de Irán y China. 

En 2016 decidió volver al torneo que tanto le había dado al principio del siglo veintiuno, pero esta vez con otro seleccionado: Túnez, que buscaba ganar el AfroBasket por segunda vez en su historia en 2017. “Si no está roto, no lo arregles”, relata un viejo dicho. Y con los mismos métodos que había utilizado casi dos décadas atrás con la dinastía de Angola, jugando bien pero, además, haciendo énfasis en la unión del grupo, se colgó la medalla de oro por quinta vez. 

El Mundial de China no será una tarea fácil para Túnez: comparte el grupo C con España, Irán y Puerto Rico, tres países con una rica historia en este deporte, con el agregado de que el equipo europeo fue el último con un nombre distinto a Estados Unidos que fue campeón, cuando le ganó la final a Grecia en el Mundial de Japón 2006.