domingo, septiembre 8, 2024
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Yupanqui, el cuadro de tu vida

Iván Lorenz

El domingo 18 de agosto de 1991, el Diario Crónica tituló: “Las invencibles chicas de Yupanqui”. Si se piensa al fútbol como Dante Panzeri, una dinámica de lo impensado, es dificilísimo encontrar un adjetivo como tal para un equipo de balompié. Quizás se entienda un poco más si se lee la primera línea de la nota: “Hace cuatro años que no saben lo que es perder un partido y muestran un nivel digno de elogio”. Para ese año, cuando la FIFA comenzó a organizar los Mundiales de Fútbol Femenino y la AFA se vio obligada a crear un torneo para las mujeres, las jugadoras de Yupanqui ya habían ganado un torneo de fútbol de salón como locales, ya eran las primeras en ganar un torneo metropolitano -invictas-, ya habían vendido a Amalia Flores a Europa -la primera jugadora de la historia en competir en el Viejo Continente-, ya habían sido visitadas por una embajadora japonesa, Kaori, para ver cómo funcionaba el club y, para la fecha del artículo, habían derrotado a Independente de Brasil en el primer encuentro internacional de la historia del femenino en Argentina registrado hasta el momento.

Sin embargo, de Yupanqui portaban solo el nombre. Se llamó así por la necesidad de representar una entidad con personería jurídica y casi que por casualidad apareció el club de Lugano. El Gran Yupanqui no fue siempre el Gran Yupanqui. Donde hubo mariposa antes hubo, necesariamente, oruga. Esta oruga se remonta a 1970, cuando Don Luis Garay comenzó su carrera como entrenador de futbolistas.

“En el fútbol femenino el material está, pero lo tenés que manejar, preparar, preparar y preparar. Grandes jugadoras hay por todos lados en Argentina. Se busca más en villas, las pibas no juegan a las muñecas. Tenés que andar mucho”, cuenta Don Luis Garay, un trotafútbol y amante de la pelota. Y buscó. Viajó al interior, captó jugadoras de equipos que se desarmaban, organizó cuadrangulares junto a su amigo Antonio Caldez y tocó la puerta de la casa de cada jugadora de la cual tuvo referencia para llevarlas a los potreros. Don Luis no sabía que sus esfuerzos iban a desembocar en el Gran Yupanqui, después de todo, él había juntado a las chicas con las que iba a bailar o al cine para jugarle a los gordos del barrio.

Se manejaban a pulmón. Don Luis no soportaba ver cómo su equipo no veía una moneda y los organizadores de las exhibiciones llenaban sus bolsillos y se aprovechaban del show que brindaban las chicas. Se cansó del uso y el manoseo a sus jugadoras. Quiso dejar en reiteradas ocasiones, no era fácil mantener el plantel a la vez que trabajaba por las noches en una fábrica textil; pero fueron las chicas las que lo convencieron de quedarse, porque el cariño y el respeto era muy grande. Fue Liliana Sequeira, Manzanita o Manzi como le dicen sus compañeras, quien consiguió que su entrenador se quedara. Y surgió Deportivo Fútbol Femenino Minué.
Junto con Manzanita, armó una lista con las jugadoras que conocía. Las fue a buscar con una condición: si jugaban en Minué no podían jugar en ningún otro lado. Incluso, les armó una especie de carnet. A pesar de lo autoritario que pueda sonar, las chicas elegían quedarse en Minué, su equipo pero también su familia. Muchas veces Don Luis prestaba su casa en Carlos Casares: “Yo no te podía dar plata, pero te podía dar lugar en mi casa porque mi mamá (Adelina Barreto) era así, era la madre de ellas. Yo laburaba siempre de noche y ellas venían y se quedaban a hablar con mi mamá”.
Concentraban en la casa de Don Luis pero también festejaban. El cumpleaños de Minué es el 9 de julio. Ese día organizaban “La Fiesta de Todos”. Al fondo del hogar Garay, en una de las paredes se lee: “Bienvenidos”. La palabra en forma de arco rodea el símbolo de la paz. Don Luis conserva la bandera que lleva el nombre de la fiesta, al igual que otros trapos del equipo y hasta camisetas, achicadas por el paso del tiempo y las vueltas del lavarropas.
¿Por qué Minué? “Sin costura, tal como lo exige la moda, Medias Minué”, decía la publicidad que construye una de las versiones del nombre. Pero Don Luis sostiene que es hincha del General José de San Martín y que a él le debe la denominación del equipo. Allá por 1816, cuando el prócer era gobernador de Cuyo, no se bailaba Trap y no abundaban los tatuajes en la cara. Por el contrario, San Martín se vistió de gala y, en los festejos que recordaban la Revolución de Mayo, bailó Minué, danza característica de la época.
“Minué era potrero, no tenía una entidad que defendía, que tuviese personería jurídica. Boca, River, Racing, no querían jugar”, cuenta Don Luis. A mediados de los 80, no eran los únicos: Minué tuvo que viajar al sur de la provincia para conseguir rival porque en el oeste no los tenían, ganaban siempre y el resto de los equipos perdían las ganas de hacerles frente. Por necesidad y de casualidad, llegó a Yupanqui. ¿De casualidad? Don Luis fue a trabajar como todos los días, pero aquella vez llegó molesto. Uno de sus compañeros, Roberto Osken, no pasó el detalle por alto, de alguna forma el entrenador se había ganado el apodo Pachanga. Garay le contó lo enojado que estaba porque no tenía un club para representar. Osken era el primo del presidente de Yupanqui y le ofreció hablar con el dirigente. Don Luis llevó todos lo papeles y concretó el trámite: “Yo me equivoco. Eran mis jugadoras, tendría que haber ido con un escribano y una planilla que dijese que yo podía dirigir Yupanqui y que mi equipo se quede conmigo. Fallé porque el plantel se lo llevo yo”.
El club de Lugano les dio lo indispensable. El gimnasio para entrenar y jugar de locales. Las camisetas las mandó a hacer Don Luis a un negocio de Liniers. La empresa Procer estampó su nombre en la casaca celeste de mangas naranjas. Los botines los compraron las jugadoras. Yupanqui no tenía cancha de once, su historia empezó en fútbol de salón cuando en 1988 el profesor Rubén Torres organizó el primer torneo que constó de diez equipos.
“Futsal, la revista argentina de fútbol de salón”, escribió en septiembre de 1988: “La gran cantidad de gente que llenó el hermoso gimnasio del equipo de Lugano pudo observar un excelente encuentro, sumamente parejo en la primera parte y muy bien jugado”. Yupanqui fue puntero durante todo el torneo y en la final se enfrentó a Mariano Acosta, a quien aventajaba por un punto. Ganaron 6-2. Boca Jrs finalizó tercero.
Al minuto de juego Alba Blanco puso el partido 1-0 para Yupanqui. No habían terminado de gritar el gol que llegó el empate para Mariano Acosta: Amalia Flores, quien jugaría en el club de Lugano el año siguiente, anotó de zurda. Cuatro minutos después, Blanco puso nuevamente a su equipo en ventaja. Otra vez las alegrías durarían poco, porque Miriam Papiernik, quien también jugaría luego en el equipo de celeste y naranja, puso el encuentro 2-2. La paridad sería destruida por Leonor Arévalos que sumó cuatro tantos en su cuenta personal. Yupanqui gritó campeón.
Arminda Taiguán fue la arquera en esa final. Antes de jugar en Yupanqui, protegió el arco de Mariano Acosta. En su casa en Villa Tesei guarda en una cajita los recortes de las revistas que mencionan al club de su vida: “Un equipo dentro y fuera de la cancha. Había unidad y compañerismo. Siempre estábamos pendiente de la otra. Era amor por la camiseta, pasión por jugar. Jugar era la vida”.
La arquera recuerda que, sin importar el torneo, ellas querían ganar. El próximo desafío llegó al año siguiente, la revista “Solo Fútbol” redactó: “Y el fútbol femenino ya tiene su campeón. Las chicas del Club Atlético Yupanqui, tras una espectacular campaña, se consagraron las campeonas del fútbol femenino organizado y se llevaron el 1° campeonato denominado Femingol ´89. Además, ganaron también el trofeo, que a modo de incentivo de este deporte, Solo Fútbol puso en juego y que fue entregado el sábado 21 por la mañana al equipo campeón por nuestro director periodístico, aunque en este caso la entrega, por razones obvias, hubo que hacerla fuera del vestuario”. Se jugó en cancha de once, el club de Lugano hizo de local en Savio 80 -hoy Club Jóvenes Deportistas- y entrenó en la cancha de Camea, una fábrica de aluminio. Dos entrenamientos por semana, juntadas diarias y la captación de jugadoras de las cuales se encargaron Don Luis y sus delegadas Leonor Hoyos, Norma Saralegui y Delia Vera, llevaron a Yupanqui a coronarse campeonas invictas de la competencia organizada por la Asociación de Fútbol Femenino. Mónica Maciel, defensora, cuenta: “En ese momento éramos las mejores. Era saber que estábamos en el mejor equipo, que no nos ganaba nadie”.
109 goles a favor y tan solo 7 en contra en 16 partidos disputados, no perdieron ninguno. El torneo constó de dos ruedas. En un principio participaron diez equipos, pero en el transcurso de la competencia se bajaron Temperley (no sin antes recibir 12 goles de las campeonas), Mariano Acosta y B. Caballero. La mayor goleada se la llevó Independiente: perdió 14-0 en la primera rueda y 16-0 en la segunda. La capitana del ciclo Gran Yupanqui fue Angelina Torres y Don Luis recuerda: “Yo siempre dije que en el fútbol vos podés dirigir, pero si no tenés una caudilla adentro, un respeto, olvidate amigo”.
Yupanqui también tuvo, lógicamente, a las goleadoras de ese campeonato. La revista “Solo Fútbol” decía: “Las futbolistas Karina Morales y Amalia Flores recibieron la copa a la goleadora ya que empataron el primer puesto con 28 tantos conquistados cada una”. Tal fue el rendimiento de la morena que llamó la atención de Europa. En una entrevista con Diario Crónica contó: “Me voy a Italia, a prueba, a un club que está en Caivano a 14 kilómetros de Nápoles. Soy puntera izquierda, con una mezcla de rapidez y habilidad. Dicen que allá hay hasta una posibilidad de que me ayude Diego Maradona, lo que sería muy importante para mí por lo que él representa en el fútbol mundial”.
Desde Italia llegó a Argentina Franco Belosa, dirigente del club Caivano. Tenía referencias contundentes de Amalia y así fue como se dirigió a Yupanqui y dijo: “Me llevo a la 11”. En una época en la cual los pases de las jugadoras se efectuaban con pelotas e indumentaria, el club de Lugano exportó a la primera futbolista argentina a suelo europeo. Chiche Simón, directivo de entonces, había explicado que no podían retenerla y cortar su carrera. De la plata del pase Amalia, Don Luis y el resto de las chicas no vieron un peso. Tampoco recibieron capital cuando Kaori, una embajadora japonesa, visitó Yupanqui para ver cómo trabajaban y llevar nuevos conocimientos al país nipón.
Pero Amalia no aguantó los ocho meses y decidió volver. Cuenta Don Luis que uno de sus temores era la discriminación, ella era morocha, le decían la Negra Amalia. Pero también es verdad que siempre se vuelve a donde se disfruta. Y así como fue la primera jugadora exportada, fue la figura del partido en el primer encuentro internacional de la historia argentina del femenino registrado al día de hoy.
Las campeonas de Brasil perdieron en agosto de 1991 contra Yupanqui, sucumbieron ante la zurda de Amalia, sufrieron la eficacia de Irma Rivas en Savio 80 y fueron dirigidas por una árbitra: Laura Mayol. En el primer gol, la once de las del club argentino gambeteó a tres jugadoras brasileras y se la puso al pie a Rivas que entró por el segundo palo y de volea fulminó a Vera, la arquera de Independente -Diario Crónica aclaró que se escribía de esa manera, sin “i”. El segundo tanto llegó luego de que Mirta López habilitase a Amalia, que con un zurdazo violento consiguió que la pelota besara la red.
Luego de ese partido, Crónica escribió: “Yupanqui fomenta con mucho interés el fútbol femenino en especial y sus dirigentes están más que entusiasmados ya que muy pronto habrá un Campeonato Argentino organizado nada menos que desde la AFA”. 1991 es el año en el que comenzaron los Mundiales de Fútbol Femenino reconocidos por la FIFA. China albergó la primera edición del 16 al 30 de noviembre de ese año y en octubre la AFA organizó el primer torneo oficial. Yupanqui está dentro de sus fundadores. El invicto terminó ante Boca y con la llegada de la entidad que rige el fútbol argentino.
En 1993 Don Luis abandonó Lugano: “Como entidad me falló Yupanqui. No supo valorar lo que teníamos de equipo. El club ya no tenía interés, no se movieron. Yo me fui y se quedó Delia (Vera)”. La delegada siguió hasta 1995, pero no pudo retener a las chicas que se fueron a equipos distintos. Gabriela Duzky, defensora, cuenta: “Yupanqui nos dio un nombramiento hace dos años y nos prometieron una cena que nunca nos dieron”. El club aprovechó el auge de las chicas pero eligió olvidar su paso por allí.
Pero el Gran Yupanqui no terminó en 1995. La casa de Don Luis es visitada por sus exjugadoras. El 1 de diciembre, el día de su cumpleaños, las puertas están abiertas y las chicas pasan a saludarlo. También se juntan entre ellas: fueron a Arsenal a ver el repechaje entre Argentina y Panamá para clasificar al Mundial 2019. Minué y Yupanqui son una familia. Garay planea, vivo o muerto, festejar los 50 años de Minué en 2020. Jugaron con pasión, la misma que permitió que por cuatro años no les ganase nadie. La misma que les permitió jugar sabiendo que ganarían a pesar de empezar perdiendo. Como dice Arminda Taiguán: “Yupanqui es el cuadro de tu vid

Se manejaban a pulmón. Don Luis no soportaba ver cómo su equipo no veía una moneda y los organizadores de las exhibiciones llenaban sus bolsillos y se aprovechaban del show que brindaban las chicas. Se cansó del uso y el manoseo a sus jugadoras. Quiso dejar en reiteradas ocasiones, no era fácil mantener el plantel a la vez que trabajaba por las noches en una fábrica textil; pero fueron las chicas las que lo convencieron de quedarse, porque el cariño y el respeto eran muy grandes. Fue Liliana Sequeira, Manzanita o Manzi como le dicen sus compañeras, quien consiguió que su entrenador se quedara. Y surgió Deportivo Fútbol Femenino Minué.

Junto con Manzanita, armó una lista con las jugadoras que conocía. Las fue a buscar con una condición: si jugaban en Minué no podían jugar en ningún otro lado. Incluso, les armó una especie de carnet. A pesar de lo autoritario que pueda sonar, las chicas elegían quedarse en Minué, que era su equipo pero también su familia. Muchas veces Don Luis prestaba su casa en Carlos Casares: “Yo no te podía dar plata, pero te podía dar lugar en mi casa porque mi mamá (Adelina Barreto) era así, era la madre de ellas. Yo laburaba siempre de noche y ellas venían y se quedaban a hablar con mi mamá”.

Concentraban en la casa de Don Luis pero también festejaban. El cumpleaños de Minué es el 9 de julio. Ese día organizaban “La Fiesta de Todos”. Al fondo del hogar Garay, en una de las paredes se lee: “Bienvenidos”. La palabra en forma de arco rodea el símbolo de la paz. Don Luis conserva la bandera que lleva el nombre de la fiesta, al igual que otros trapos del equipo y hasta camisetas, achicadas por el paso del tiempo y las vueltas del lavarropas.

¿Por qué Minué? “Sin costura, tal como lo exige la moda, Medias Minué”, decía la publicidad que construye una de las versiones del nombre. Pero Don Luis sostiene que es hincha del General José de San Martín y que a él le debe la denominación del equipo. Allá por 1816, cuando el prócer era gobernador de Cuyo, no se bailaba Trap y no abundaban los tatuajes en la cara. Por el contrario, San Martín se vistió de gala y, en los festejos que recordaban la Revolución de Mayo, bailó Minué, danza característica de la época.

“Minué era potrero, no tenía una entidad que defendía, que tuviese personería jurídica. Boca, River, Racing, no querían jugar”, cuenta Don Luis. A mediados de los 80, no eran los únicos: Minué tuvo que viajar al sur de la provincia para conseguir rival porque en el oeste no los tenían, ganaban siempre y el resto de los equipos perdían las ganas de hacerles frente. Por necesidad y de casualidad, llegó a Yupanqui. ¿De casualidad? Don Luis fue a trabajar como todos los días, pero aquella vez llegó molesto. Uno de sus compañeros, Roberto Osken, no pasó el detalle por alto, de alguna forma el entrenador se había ganado el apodo Pachanga. Garay le contó lo enojado que estaba porque no tenía un club para representar. Osken era el primo del presidente de Yupanqui y le ofreció hablar con el dirigente. Don Luis llevó todos lo papeles y concretó el trámite: “Yo me equivoco. Eran mis jugadoras, tendría que haber ido con un escribano y una planilla que dijese que yo podía dirigir Yupanqui y que mi equipo se quede conmigo. Fallé porque el plantel se lo llevé yo”.

El club de Lugano les dio lo indispensable. El gimnasio para entrenar y jugar de locales. Las camisetas las mandó a hacer Don Luis a un negocio de Liniers. La empresa Procer estampó su nombre en la casaca celeste de mangas naranjas. Los botines los compraron las jugadoras. Yupanqui no tenía cancha de once, su historia empezó en fútbol de salón cuando en 1988 el profesor Rubén Torres organizó el primer torneo que constó de diez equipos.

“Futsal, la revista argentina de fútbol de salón”, escribió en septiembre de 1988: “La gran cantidad de gente que llenó el hermoso gimnasio del equipo de Lugano pudo observar un excelente encuentro, sumamente parejo en la primera parte y muy bien jugado”. Yupanqui fue puntero durante todo el torneo y en la final se enfrentó a Mariano Acosta, a quien aventajaba por un punto. Ganaron 6-2.

Al minuto de juego Alba Blanco puso el partido 1-0 para Yupanqui. No habían terminado de gritar el gol que llegó el empate para Mariano Acosta: Amalia Flores, quien jugaría en el club de Lugano el año siguiente, anotó de zurda. Cuatro minutos después, Blanco puso nuevamente a su equipo en ventaja. Otra vez las alegrías durarían poco, porque Miriam Papiernik, quien también jugaría luego en el equipo de celeste y naranja, puso el encuentro 2-2. La paridad sería destruida por Leonor Arévalos que sumó cuatro tantos en su cuenta personal. Yupanqui gritó campeón.

Arminda Taiguán fue la arquera en esa final. Antes de jugar en Yupanqui, había protegido el arco de Mariano Acosta. En su casa en Villa Tesei guarda en una cajita los recortes de las revistas que mencionan al club de su vida: “Un equipo dentro y fuera de la cancha. Había unidad y compañerismo. Siempre estábamos pendientes de la otra. Era amor por la camiseta, pasión por jugar. Jugar era la vida”.

La arquera recuerda que, sin importar el torneo, ellas querían ganar. El próximo desafío llegaría al año siguiente. La revista “Solo Fútbol” redactó: “Y el fútbol femenino ya tiene su campeón. Las chicas del Club Atlético Yupanqui, tras una espectacular campaña, se consagraron campeonas del fútbol femenino organizado y se llevaron el 1° campeonato denominado Femingol ´89. Además, ganaron también el trofeo, que a modo de incentivo de este deporte, Solo Fútbol puso en juego y que fue entregado el sábado 21 por la mañana al equipo campeón por nuestro director periodístico, aunque en este caso la entrega, por razones obvias, hubo que hacerla fuera del vestuario”. Se jugó en cancha de once, el club de Lugano hizo de local en Savio 80 -hoy Club Jóvenes Deportistas- y se entrenaron en la cancha de Camea, una fábrica de aluminio. Dos entrenamientos por semana, juntadas diarias y la captación de jugadoras de las cuales se encargaron Don Luis y sus delegadas Leonor Hoyos, Norma Saralegui y Delia Vera, llevaron a Yupanqui a coronarse campeonas invictas de la competencia organizada por la Asociación de Fútbol Femenino. Mónica Maciel, defensora, cuenta: “En ese momento éramos las mejores. Era saber que estábamos en el mejor equipo, que no nos ganaba nadie”.

Con 109 goles a favor y tan solo 7 en contra, no perdieron ninguno de los 16 partidos disputados. El torneo constó de dos ruedas. En un principio participaron diez equipos, pero en el transcurso de la competencia se bajaron Temperley (no sin antes recibir 12 goles de las campeonas), Mariano Acosta y B. Caballero. La mayor goleada se la llevó Independiente: perdió 14-0 en la primera rueda y 16-0 en la segunda. La capitana del ciclo Gran Yupanqui fue Angelina Torres y Don Luis recuerda: “Yo siempre dije que en el fútbol vos podés dirigir, pero si no tenés una caudilla adentro, un respeto, olvidate amigo”.

Yupanqui también tuvo, lógicamente, a las goleadoras de ese campeonato. La revista “Sólo Fútbol” decía: “Las futbolistas Karina Morales y Amalia Flores recibieron la copa a la goleadora, ya que empataron el primer puesto con 28 tantos conquistados cada una”. Tal fue el rendimiento de la morena que llamó la atención de Europa. En una entrevista con Diario Crónica contó: “Me voy a Italia, a prueba, a un club que está en Caivano a 14 kilómetros de Nápoles. Soy puntera izquierda, con una mezcla de rapidez y habilidad. Dicen que allá hay hasta una posibilidad de que me ayude Diego Maradona, lo que sería muy importante para mí por lo que él representa en el fútbol mundial”.

Desde Italia llegó a Argentina Franco Belosa, dirigente del club Caivano. Tenía referencias contundentes de Amalia y así fue como se dirigió a Yupanqui y dijo: “Me llevo a la 11”. En una época en la cual los pases de las jugadoras se efectuaban con pelotas e indumentaria, el club de Lugano exportó a la primera futbolista argentina a suelo europeo. Chiche Simón, directivo de entonces, había explicado que no podían retenerla y cortar su carrera. De la plata del pase Amalia, Don Luis y el resto de las chicas no vieron un peso. Tampoco recibieron capital cuando Kaori, una embajadora japonesa, visitó Yupanqui para ver cómo trabajaban y llevarse nuevos conocimientos al país nipón.

Pero Amalia no aguantó los ocho meses y decidió volver. Cuenta Don Luis que uno de sus temores era la discriminación, ella era morocha, le decían la Negra Amalia. Pero también es verdad que siempre se vuelve a donde se disfruta. Y así como fue la primera jugadora exportada, fue la figura del partido en el primer encuentro internacional que disputó el fútbol femenino argentino.

Las campeonas de Brasil perdieron en agosto de 1991 contra Yupanqui, sucumbieron ante la zurda de Amalia, sufrieron la eficacia de Irma Rivas en Savio 80 y fueron dirigidas por una árbitra: Laura Mayol. En el primer gol, la once del club argentino gambeteó a tres jugadoras brasileñas y se la puso al pie a Rivas que entró por el segundo palo y de volea fulminó a Vera, la arquera de Independente -Diario Crónica aclaró que se escribía de esa manera, sin “i”-. El segundo tanto llegó luego de que Mirta López habilitase a Amalia, que con un zurdazo violento consiguió que la pelota besara la red.

Luego de ese partido, Crónica escribió: “Yupanqui fomenta con mucho interés el fútbol femenino en especial y sus dirigentes están más que entusiasmados ya que muy pronto habrá un Campeonato Argentino organizado nada menos que desde la AFA”. En 1991 comenzaron los Mundiales de Fútbol Femenino reconocidos por la FIFA. China albergó la primera edición del 16 al 30 de noviembre y en octubre la AFA organizó el primer torneo oficial. Yupanqui está dentro de sus fundadores. El invicto terminó ante Boca y con la llegada de la entidad que rige el fútbol argentino.

En 1993 Don Luis abandonó Lugano: “Como entidad me falló Yupanqui. No supo valorar lo que teníamos de equipo. El club ya no tenía interés, no se movieron. Yo me fui y se quedó Delia (Vera)”. La delegada siguió hasta 1995, pero no pudo retener a las chicas que se fueron a equipos distintos. Gabriela Duzky, defensora, cuenta: “Yupanqui nos dio un nombramiento hace dos años y nos prometieron una cena que nunca nos dieron”. El club aprovechó el auge de las chicas pero eligió olvidar su paso por allí.

Sin embargo, el Gran Yupanqui no terminó en 1995. La casa de Don Luis es visitada por sus exjugadoras. El 1 de diciembre, el día de su cumpleaños, las puertas están abiertas y las chicas pasan a saludarlo. También se juntan entre ellas: fueron a Arsenal a ver el repechaje entre Argentina y Panamá para clasificar al Mundial de Francia 2019. Minué y Yupanqui son una familia. Garay planea festejar los 50 años de Minué en 2020. Jugaron con pasión, la misma que permitió que por cuatro años no les ganase nadie. La misma que les permitió jugar sabiendo que ganarían a pesar de empezar perdiendo. Como dice Arminda Taiguán: “Yupanqui es el cuadro de tu vida”.

A 24 años de la última gran función maradoniana

Agustín Loza (@agustinloza25) y Federico Bairgian (@fedebairgian)

Recordemos algo en lo que somos buenos, creamos que no solo somos buenos sino los mejores, imaginemos que la gente no solo comenta que somos los mejores sino el más grandes de todos los tiempos. Ahora hagamos otro esfuerzo y pensemos qué haríamos si fuera la última vez que realizamos eso que tanto nos gusta y que nos identifica en el lugar que fue como el patio de nuestra casa.

Pasaron 24 años de aquel día histórico. Pasó toda una vida desde la última vez que la pelota sonrió a su lado en el evento futbolístico por excelencia. Surgieron miles de rumores desde que Diego Armando Maradona jugó su ultimó partido en una Copa del Mundo, y también, la última vez que el Diez portó con orgullo esa camiseta celeste y blanca que a tanta honra defendió durante más de 17 años.

Cuando ese muchacho nacido en Villa Fiorito se puso la casaca argentina por primera vez, ya nada volvió a ser igual, la historia dio un vuelco definitivo. Todo se hizo mágico, aunque la primera experiencia mundialista en 1982 no haya sido la mejor. Pero después, lo demás es historia, se convirtió en el jugador más importante de todos los tiempos. Tocó el cielo con las manos en México 1986, y en Italia, cuatro años después, el destino le dio un cachetazo que no le permitió volver a la cima del mundo.

En 1994, todo estaba preparado para una nueva cita entre Diego y la gloria, las expectativas eran altísimas, pero un inconveniente extradeportivo lo despertó estrepitosamente de su sueño. El plan arrancó a la perfección. En el comienzo de la Copa del Mundo disputada en tierra norteamericana, La seleccion nacional goleó a Grecia por 4-0 con un golazo Maradona, que de un zapatazo sacudió Boston, una genialidad del mago que vestia traje azul y la cinta blanca de capitan en su brazo izquierdo cuando se cerco a una de las camaras y gritó es gol como si fuera el ultimo…

Tras la victoria, el calendario le marcaria otro partido en la misma ciudad de la primera presentación, donde enfrentaría a la debutante Nigeria. El 25 de junio de ese año, la Argentina dirigida por Alfio Basile se enfrentaba en el Estadio de Foxboro al elenco africano por el segundo partido del Grupo D en el Mundial. Aquel día, los nigerianos comenzaron ganando pero dos goles de Claudio Caniggia, el gran partener del Pelusa, dieron vuelta el resultado.

Jugada preparada entre Diego y Batistuta, rebote del arquero nigeriano y Caniggia marca el primer gol; el grito de: “¡Diego! ¡Diego!” del “hijo del viento” para anotar el segundo tanto del encuentro; la salida de Maradona de la mano con la enfermera rubia Sue Ellen Carpente; esas fueron las últimas imágenes de uno de los más grandes de la historia en el evento futbolístico más importante del planeta, la función final del futbolista que vivió sus Mundiales como si fueran obras de teatro, como si fueran actos de magia continuos, la despedida del gran mago, Diego Armando Maradona.

Así, se enterraban los sueños de los argentinos. La selección albiceleste pasó de ronda tras perder ante Bulgaria en Dallas, pero nada era igual, no estaba en la cancha la figura, las entrañas del equipo estaban rotas, y en octavos de final recibió el golpe definitivo. Perdió ante Rumania en Los Ángeles y Argentina se despidió, con la ilusión rota y sin su gran héroe, Diego Maradona. Pero los de Alfio Basile perdieron el Mundial aquel 25 de junio, en la tarde de Boston que marcó la partida del emblema argentino por excelencia.

Este fue el último día del hombre que las multitudes amaban y algunos pero poderosos odiaban, del rebelde, del pelusa, del pibe de oro y del barrilete cósmico.
El azar jugo en su contra, una bolilla con su nombre cambió la historia y un doping lo sacó de las canchas, de esa Copa del Mundo en Estados Unidos, convirtiendó un cuento de hadas en una profunda pesadilla. Porque la montaña rusa que significa la vida de Maradona conoce mucho de episodios como estos.

Fernando Signorini: “Este Mundial fue de lo peor que he visto”

Federico Bairgian @Fedebairgian

Fernando Signorini, expreparador físico personal de Diego Maradona y del seleccionado argentino, expresó que en Rusia 2018 el negocio terminó afectando a la calidad de los partidos y que los tripulantes de la Asociación del Futbol Argentino deberían ser remplazados.

– Antes del Mundial dijiste que a Sampaoli lo veías solitario ¿Cómo lo ves ahora?

– Lo observo más solo que nunca, es el náufrago de un barco, en el que no fallo únicamente él. Creo que lo mandaron con el Ara San Juan, fue al agua sin las garantías mínimas, con muy buenos marineros, pero con unos dueños que no pusieron seguramente la mejor embarcación ni otorgaron las mejores condiciones.

– ¿Qué cambiarías de la AFA?

– En la Asociación los nombres pasan, pero la filosofía es siempre la misma, la mejor manera, no la única, sería poner en los lugares de decisión que tienen Claudio Tapia, Daniel Angelici y Hugo Moyano a personas como Jorge ValdanoCésar Menotti y Marcelo Bielsa,entre tantos. El Estado también tendría que tener otra participación, pedir explicaciones, llamar a una gran mesa de debate para en un año armar un proyecto con las personas indicadas, definir cuál es el rol del deporte en la argentina y del futbol, en general, siempre partiendo de las bases.

 ¿El aspecto físico tiene relación en que las selecciones de semifinal hayan sido todas europeas?

-No, de ninguna manera. Brasil lo pudo haber ganado perfectamente en los últimos minutos ante Bélgica, no nos podemos equivocar con esto. Guardiola, Menotti, Mourinho, en su momento Rinus Michel, concordaban en que eso es lo menos importante. Todas las selecciones llegan mas o menos de la misma manera, después define el juego y los imponderables. No hay equipo que corra menos que los equipo que juegan bien, los mejores jugadores del mundo, los que realmente saben, son los que menos corren. Que hay duelos personales por supuesto, si a Mbappe lo dejas correr es más rápido, obviamente, pero es natural y contra eso hay recursos, si no le achicas para delante y aprovechas el fuera de juego el tipo te liquida, o lo esperas bien atrás o con marca escalonada.

– ¿Qué te parece este Mundial?

-Rusia 2018 es de lo peor que he visto. Los buenos jugadores llegaron a esta competencia con promedio de 60 partidos al año, sin contar giras y amistosos. Solo como ejemplo, en el 86’ Diego, Zico y Platini no llegaban con más de 45 partidos. La cantidad hace al negocio y termina afectando la calidad. Calendarios tan recargados atentan contra una buena puesta a punto final, entre la finalización del torneo y comienzo de un Mundial hay muy poco tiempo para regenerar no solamente lo físico sino también el aspecto anímico y emocional. Hay falta de ensayo y un equipo es producto de ellos, más allá del resultado. Porque el fútbol permite jugando muy bien, perder. Además, no estoy de acuerdo en someter a los jugadores a esa locura del alargue para favorecer 30 o 45 minutos más de publicidad, yo creo que finalizado los 90 minutos y el adicional, deberían ir directamente a los penales.

– Hablaste de la baja calidad de los partidos, ¿Qué esperabas ver?

-A mí me gustan aquellos equipos que van a provocar el error del rival y que dan más por el espectáculo, por sobre los que esperan la equivocación del contrario para el contragolpe, que por lo que vimos fueron mortíferos por su velocidad y precisión, pero entiendo que por ejemplo Francia tiene jugadores para jugar mucho mejor, no he visto personalmente grandes partidos, solo pasajes, mucha confusión y demasiados goles de pelota parada, eso habla de la falta de aceitado en el mecanismo para que los goles se logren con jugadas. Creo que fue un Mundial de bajo tono, esto se está emparejando para abajo, el reglamento debería cambiar un par de cosas para que sea más atractivo como se hace en Norteamérica.

– ¿Algún jugador para destacar de esta Copa del Mundo?

-Vi jugadores interesantes, pero me parecieron bastante maniatados, observé más atletas que artistas. Como Diego, a nadie. Messi prácticamente no participó, destaco un poco el juego de Neymar, la rapidez de Mbappe, la inteligencia táctica de Modric, a Carrillo, el volante derecho de Perú, que de hecho fue el equipo que de acuerdo a la capacidad de sus jugadores fue el que más me gustó. Hazard me pareció demasiado individualista y vi poco de Ronaldo también, la realidad es que las grandes figuras no aparecieron.

– Sos de citar a Jorge Luis Borges, ¿Qué frase de él crees que podría ser emparentada con la situación del futbol en Argentina?

-Borges expresa que la literatura es orden y aventura, si eso lo trasladamos al fútbol es exactamente lo mismo. Un equipo tiene que ser ordenado y permitirse de vez en cuando una aventura, si ese equipo es muy ordenado pasa a ser aburrido y si es todo aventura, es un desorden. En esta ocasión lo que hubo fue mucho desorden y la aventura partía desde ahí. El final era más o menos predecible, ahora dirán que es fácil hacer leña del árbol caído, pero es preocupante lo de Argentina. En un país donde todo funciona mal y el fútboles una parte de él, no veo por qué la cosa tiene que salir bien, como dice Armando Tejada Gómez: Si no cambia todo, no cambia nada.

A 40 años del Mundial 78

Federico Bairgian

Por multiplicidad de causas no existe una sola verdad que explique la relación entre futbolistas, el pueblo, el periodismo, la Junta Militar y el Mundial de 1978. “Se efectuaron cientos de miles de pelotitas, calcomanías, llaveros, sin más que gastos para el Estado. No se podía cambiar sobre la marcha. Era un obsequio del gobierno para mostrarse políticamente”, dijo Carlos Alberto Lacoste, quien asumiría la vicepresidencia de la FIFA el 7 de julio de 1980. Los militares supuestamente habían heredado el emblema de mala gana. Pero el Mundial iba a llevarse a cabo en Argentina y para ello la creación del Ente Autárquico Mundial ‘78 fue fundamental.

Las campañas anti mundialistas principalmente de Francia, no solo por materia de derechos humanos sino también por intereses económicos, se contrarrestaron con algunos referentes como Joao Havelange, quien era en aquel entonces el presidente de la máxima entidad de fútbol a nivel internacional, (Cambio 16 de Madrid, 28/05/78): “Argentina es un poder económico. Produce petróleo, hasta el 86 por ciento de su consumo. Es el mayor exportador de carne en el mundo. Culturalmente hablando es la nación más avanzada de América Latina”, decía en respuesta a la posibilidad infraestructural de que el país no cumplía con los requisitos en tiempo y forma para la realización de la Copa del Mundo. También declaró en La Nación, el 14/10/75: “Las obras fueron licitadas, adjudicadas y comenzaron los trabajos en los estadios. Luego, las inspecciones irán dando la palabra, pero es solo cuestión de trabajar. ¿Violencia? Es más que lamentable pero es algo que sacude al mundo actual y no es exclusivo de nadie (…) Lo único que pienso es que la Argentina debe trabajar y no crear fantasmas”.

La Junta Militar supo aprovechar el fútbol como un espacio publicitario a nivel internacional y los discursos de los máximos referentes no eran más que mensajes directos a los emisores, casi sin intermediarios. Con el Mundial existía una polémica en los círculos de intelectuales acerca de irse o quedarse en el país. Para algunos, quedarse otorgaba más derechos de hablar que irse y mirar a la distancia. Para otros, irse había sido una necesidad obligada por las circunstancias, aunque no hubieran mediado amenazas, y no lo sentían como un “abandono del barco”. Algunos sostenían que era muy fácil hablar; otros argumentaban que desde afuera se sabía más y se podía hablar mejor. Lo cierto es que tanto los personajes públicos como los ciudadanos formaban parte de listas que se categorizaban desde Fórmula 1 a la 4, según el nivel de ideología marxista y que esa persona representaba.

El pueblo festejó en las calles. La celebración se puede apreciar en la película “La Fiesta de todos”, un documental que solo proyecta una parte “La fiesta” y no se pone en cuestión si realmente fue de todos. En el 78’ todos los jugadores del seleccionado argentino coincidían en estar exclusivamente enfocados en el objetivo de la Copa. El alrededor no era correspondido y la mejor forma de mantener la conciencia limpia dentro de un campo de juego, una redacción o un bar, era pensar y justificar con la palabra subversión. Pensando en todo o no, Johan Cruyff decidió negarse a participar, mientras que el resto del seleccionado holandés lo hizo. Por otra parte, Ronnie Helstrom, arquero de Suecia, expresó: “Fui por razones de conciencia moral”, respecto a la primera vuelta de junio que daban las Madres de Plaza de Mayo frente a la Casa Rosada.

A 40 años del primer Mundial de Argentina, los recuerdos siguen generando discusiones. El 25 de junio de 1978 se agregó la primera estrella en el escudo de la selección albiceleste y una más en los trajes de los militares. Aún una parte de nuestra sociedad no acepta que la política y el deporte tengan relación. Y al disputar una nueva Copa Del Mundo, con todo la unión y el fervor que eso genera en un pueblo, es fundamental recordar que ¡Nunca Más! se debe mirar por la tele antes que por la ventana y que ¡Nunca Más! nos podrán ocultar el terror con la gloria.

El Campo es nuestro

Iván Lorenz

“Año 78 / año sensacional / porque se murió Maniglia / y ganamos el Mundial”, entonaron a fin de año los alumnos del Colegio Nacional de Buenos Aires. Sí, celebraron la muerte del rector del Colegio. Es más: un sábado de mediados de 1978 gritaron y lloraron de alegría en su Campo de Deportes cuando les llegó la noticia. En un terreno que, en ocasiones, fue refugio para muchos chicos durante la dictadura cívico-militar que azotó a la Argentina. Un espacio donde se sintieron libres, cantaron y jugaron al fútbol, en un momento en que la opresión llegaba a todos lados.

Más de cien alumnos desaparecidos del “Colegio de la Patria” durante el Proceso de Reorganización Nacional dan cuenta del grado de politización y brutal represión vividos en un establecimiento educativo sobre el que la sociedad argentina deposita altas expectativas. Es “el Colegio”: forma a la élite.

Para la represión, el Colegio ubicado a dos cuadras de la Plaza de Mayo era la cuna de la subversión. Había que “podar la viña” y preservar las mentes jóvenes. Los estudiantes mayores eran el virus social que podía infectar a los más chicos, a quienes había que aislar. No podían relacionarse entre diferentes años, cada uno en su claustro.

Todo estaba garantizado por un férreo sistema de control. Dentro del edificio, las zonas verdes eran de libre circulación, mientras que las blancas no podían ser transitadas por alumnos. Deambular por sectores prohibidos implicaba sanciones. Reírse era reprobable. Besarse, motivo de expulsión.

Las sanciones llevaban a amonestaciones que a su vez generaban suspensiones. Más de 15 faltas significaba quedarse libre. Era tan fácil ganar castigos que a la paranoia constante se le sumaba el terror a ser expulsado, porque el Colegio, para muchos, era la vida.

Eduardo Maniglia era el rector. Los chicos lo llamaban la Bestia. Era el símbolo de la opresión que vivían. Sospechaban que las autoridades eran servicios, militares o policías. La represión lo abarcó todo. De lunes a viernes, el Campo de Deportes no era la excepción. Los recuerdos de los exalumnos están ligados a un frío helado: “No había primaveras en el Campo. Para mí era muy terrible, iba a sufrir”, dice Laura González (promoción 83).

Para llegar al Campo había que atravesar el puerto. Los colectivos llegaban hasta la Avenida Alem. La otra opción era el subte y caminar hacia el Río de la Plata. Caminaban por Cangallo –hoy Juan D. Perón– y el olor a semilla podrida y caca de paloma tapaba sus fosas nasales. Puerto Madero era un terreno baldío. Inhóspito y desolado. El frío lo hacía aún más sombrío. Ir solo no era una opción, menos siendo mujer: los obreros les gritaban obscenidades.

El Campo era una llanura verde rodeada de galpones. El esquema represivo y la crueldad recorrían los cuerpos de los alumnos. Daban su máximo para no ser humillados por los profesores. Laura recuerda cómo temblaban sus brazos y sus piernas del cansancio mientras los docentes la obligaban a seguir. Invaden su cabeza los gritos del instructor Augusto Vivod, preparándolos para marchar en el desfile del día de la bandera.

Pero el fin de semana era distinto. “No sé si Campo los sábados se lo arrancamos o lo dejaron libre, pero fue nuestro”, dice Mariana Lewkowicz (promoción 82). Fue el lugar de su primer beso. Era zona de levante. Deportistas de la guitarra jugaban con las cuerdas. Sui Generis, Spinetta. Pasaban el día allí. Jugaban los Interdivisionales, un torneo de varios deportes que aportaba puntos para cada división. Comían las hamburguesas que hacía el casero, Santos Goyanes.

El sábado 28 de agosto de 1978, Goyanes se acercó a los más de 50 alumnos reunidos en el Campo y comunicó: “Se van a tener que retirar porque acaban de informar que murió el señor rector”. Se hizo silencio. Se miraron atónitos. Fue espontáneo. Las cuerdas vocales se les rompieron por el grito. Saltaron por la excitación. Llantos de impotencia y alegría ahogaron el pasto. Besos. Abrazos. El actual ministro Hernán Lombardi estaba fuera de sí, aquel día junto a sus compañeros. Alejandro Chiche López Mieres (promoción 78) cuenta: “Mostró la angustia de pibes de 17 años. Surgió algo colectivo de lo inorgánico. No nos organizamos porque eso no existía”.

Casi un mes después, Chiche volvió al Campo para disputar la final del Torneo Abierto Interdivisional de fútbol, la primera entre dos divisiones del turno tarde: 6°8ª vs 6°6ª. Fue la victoria sobre el turno mañana. La semana previa se vivió con mucha intensidad, según recuerda Norberto Di Paola, el arquero de la Octava.

La Sexta fue de amarillo y la Octava de celeste. 18 años después del Maracanazo, los colores de los equipos sudamericanos se volvieron a cruzar. Otro 11 contra 11. En el primer tiempo se desató la fiebre amarela: David Joltak tiró un centro, la pelota picó en el área y, al llegar al borde, Chiche saltó entre dos marcas y de un frentazo la colocó en el ángulo.

Los amarillos tuvieron oportunidades para cerrarlo, pero, en el segundo tiempo, el partido dio un giro copernicano. Jorge el Rata Zabala paró la tarde de sábado del Campo. Clavó el balón en el ángulo con un zapatazo de 20 metros. 1-1. Bordeando la línea de cal, Eduardo Lerner (promoción 78) iba de acá para allá, ansioso y angustiado: “La padecí. Me quería matar. Quería estar ahí adentro corriendo con todos”. El wing no pudo disputar la final para la Sexta porque lo habían dejado libre del Colegio por suspensiones.

Minutos después, Edy no podría creer cómo le cometieron un penal a Eduardo Keegan, aparentemente no muy habilidoso. La Octava, el equipo de Lombardi, decidió que Gustavo Lole Garófalo sería el ejecutor. El arquero Sergio Necchi no pudo evitar la derrota de los amarillos. Fue 2-1 para los celestes.

Edy da una pitada a su cigarro y recuerda: “El Campo de Deportes era lo único que seguíamos sintiendo nuestro durante la dictadura”. No era el Maracaná, pero era de ellos. No tuvo relevancia internacional, pero era importante. No era una final del mundo, pero la vivieron como tal.

José, el guardián del Campo
Llovía a cántaros aquella mañana de jueves. Sin embargo, el agua no difuminó la curvatura de la sonrisa de José Bancherosky. Abrió la reja verde del Campo de Deportes, su casa desde Noviembre de 2010, cuando el Colegio Nacional de Buenos Aires lo designó como nuevo guardián de la porción de tierra acechada por las bestias edilicias de Puerto Madero. Recibió a su entrevistador entre risas y apurado para evitar que el agua empapase sus grisáceos rulos.
El misionero eligió la Sala de Profesores. Su campera y buzo sobre su chomba denotaban el frío que hacía en el cuartito. José frotaba sus manos y jugaba con los tres anillos de sus falanges zurdas. Estaba nervioso, no está acostumbrado a las entrevistas como a manejar la motosierra o el tractor.
Recuerda que en 2011 tuvo un ataque de coraje ¿Cómo no armarse de valor si le estaban robando a los chicos, su prioridad? El misionero tackleó a un ladrón. El bandido intentó escaparse y las pesadas botas de José lo tumbaron de cara al piso.
Hoy no lo haría de vuelta, es peligroso. Pero José entiende que ser casero conlleva actos de valentía, levantarse todos los días a las 5.00 para prender la caldera y que los alumnos tengan agua caliente o bien no gozar de francos.
El ruido a chapa cascoteada por la lluvia no opacó la calidez y sinceridad de las palabras de José: “Soy un privilegiado de la vida por estar acá. El que está arriba me habrá bendecido. Ganar mucho o poco… para mi laburar acá es una satisfacción”.

José, el guardián del Campo

Llovía a cántaros aquella mañana de jueves. Sin embargo, el agua no difuminó la curvatura de la sonrisa de José Bancherosky. Abrió la reja verde del Campo de Deportes, su casa desde Noviembre de 2010, cuando el Colegio Nacional de Buenos Aires lo designó como nuevo guardián de la porción de tierra acechada por las bestias edilicias de Puerto Madero. Recibió a su entrevistador entre risas y apurado para evitar que el agua empapase sus grisáceos rulos.

El misionero eligió la Sala de Profesores. Su campera y buzo sobre su chomba denotaban el frío que hacía en el cuartito. José frotaba sus manos y jugaba con los tres anillos de sus falanges zurdas. Estaba nervioso, no está acostumbrado a las entrevistas como a manejar la motosierra o el tractor.

Recuerda que en 2011 tuvo un ataque de coraje ¿Cómo no armarse de valor si le estaban robando a los chicos, su prioridad? El misionero tackleó a un ladrón. El bandido intentó escaparse y las pesadas botas de José lo tumbaron de cara al piso.

Hoy no lo haría de vuelta, es peligroso. Pero José entiende que ser casero conlleva actos de valentía, levantarse todos los días a las 5.00 para prender la caldera y que los alumnos tengan agua caliente o bien no gozar de francos.
El ruido a chapa cascoteada por la lluvia no opacó la calidez y sinceridad de las palabras de José: “Soy un privilegiado de la vida por estar acá. El que está arriba me habrá bendecido. Ganar mucho o poco… para mi laburar acá es una satisfacción”.

Superliga con sabor a café

Alejandro Rodríguez Tovar

En la presente temporada el valor monetario y mediático de las transferencias es el punto de quiebre para la presencia colombiana en la Primera División. Los más sonados en este mercado de fichajes fueron Edwin Cardona a Boca, Rafael Santos Borré a River y Andrés Ibargüen a Racing. Cardona, que porta la 10 del Xeneize, llega de Monterrey a préstamo con un valor en el mercado superior a 4 millones de euros. Borré, que ya marcó un gol en el Millonario, arribó al club de Núñez procedente de Atlético de Madrid por una cifra cercana a los 3 millones de euros. Ibargüen llegó a Racing, desde Atlético Nacional, por un millón de euros. Ellos se suman a Frank Fabra, Sebastián Pérez, Wilmar Barrios (los tres de Boca), Iván Arboleda (Banfield), Juan Otero (Estudiantes), Mauricio Casierra (San Martín de San Juan), Yeimar Gómez (Unión), Juan Camilo Saíz (Argentinos Juniors) y Mateo Cardona (Chacarita) como la delegación tricolor en el torneo. Sin embargo la lista aún no se cierra, se especula con la llegada de Abel Aguilar a Huracán, Brayan Perea a Chacarita, Ángelo Rodríguez a San Martín de San Juan y Felipe Pardo y Leonardo Castro a Independiente.

A pesar de ya no ser un trampolín hacia el fútbol europeo, Argentina sigue siendo un destino seductor para los futbolistas colombianos, que en su gran mayoría han sabido triunfar y marcar época en sus respectivos clubes. El primero en llegar al balompié gaucho fue el arquero Efraín Sánchez, que defendió el arco de San Lorenzo entre 1948 y 1949. En total han sido 27 los cafeteros que han gritado campeón en Primera División, contando a Walter Perazzo y Carlos Navarro Montoya, que tienen la doble nacionalidad.

El más ganador es Fabián Vargas con cuatro títulos: Apertura 2003, 2005, 2006 y 2008, que además fue campeón de la Copa Libertadores y la Copa Intercontinental en el año 2003 junto con Amaranto Perea, todo con Boca. A Vargas lo siguen en la lista los jugadores que más trascendencia tuvieron por lo que ganaron internacionalmente: Óscar Córdoba, Jorge Bermúdez y Mauricio Serna, que supieron levantar la Copa Libertadores en 2000 y 2001 y la Intercontinental en 2000, también con Boca. Recordados son los superclásicos en que enfrentaron a River, que contaba con Juan Pablo Ángel y Mario Yepes, quien luego retornaría al país para terminar su carrera en San Lorenzo. Gerardo Bedoya y Alexander Viveros participaron en el título del 2001 que cortó una racha de 35 años sin campeonatos para Racing. Jorge Cruz, Albeiro Usuriaga, Farid Mondragón, Carlos Carbonero, Martín Arzuaga, Jairo Patiño, Julián Vásquez, Giovanni Hernández, Teófilo Gutiérrez, Giovanni Moreno, entre otros, son viejos conocidos de los hinchas del fútbol argentino.

Sin embargo, las dos figuras de la Selección Colombia actual supieron hacer la diferencia en la tierra de Diego Maradona. Radamel Falcao García en River y James Rodríguez en Banfield se consolidaron y dieron el salto a Europa, para luego comandar la tricolor a Brasil 2014 y ahora tenerla en las puertas de Rusia 2018. Estos nombres son la muestra de la evolución que vive el fútbol colombiano, aportando jugadores en todo el continente y en Europa, y haciendo ilusionar con un futuro prometedor.

El secreto del Tigre

Alejandro Rodríguez Tovar

Para nadie es un secreto que Radamel Falcao García es uno de los futbolistas más importantes en la historia del fútbol colombiano, llegando incluso a ser el máximo goleador de la selección cafetera con 30 goles. Su relación con la Tricolor tuvo su punto más alto el pasado 24 de junio, cuando Colombia derrotó a Polonia 3 a 0 con un gol suyo, cumpliendo el sueño que tenía desde pequeño y que había postergado cuatro años por la lesión en su rodilla izquierda que le impidió disputar el Mundial de Brasil 2014.

Durante dos temporadas, el mayor goleador en la historia de la Europa League jugó en la isla británica, para el Manchester United en la temporada 2014/15, y para el Chelsea en la 2015/16, aunque su rendimiento no fue el esperado y debió volver a la liga francesa. El próximo rival del equipo de Pékerman será Inglaterra, por los octavos de final, y El Tigre quiere seguir sumando goles en su cuenta personal para avanzar de ronda. Pero hay algo detrás del jugador del Mónaco que muchos no saben y es que el capitán de Colombia tiene ascendencia inglesa.

Recién iniciaba la década del ’30 y Europa aún sufría los estragos de la Primera Guerra Mundial y de la Gran Depresión de 1929. En Burn, un pequeño pueblo del condado de Yorkshire del Norte, ubicado al nordeste de suelo inglés, vivía George King, quien se desempeñaba como contador en Selby, una aldea vecina. La dura crisis obligó a King a aceptar un trabajo en el norte de Colombia, en la multinacional UnitedFruit Company, exportadora de bananas en la Costa Caribe, así que armó sus valijas y desembarcó en tierras colombianas en 1932 con su esposa esperando un hijo. Lamentablemente su mujer falleció en el parto de la pequeña criatura y King quedó viudo. En medio de la tragedia decidió quedarse en América, donde conocería a una mujer con la que se casaría de nuevo y tendría cinco hijos: Jack, Roy, Carlos, Telma y la abuela de Falcao, a la que llamaron Denis.

Así fueron creciendo los King en Santa Marta hasta llegar a Radamel García King, padre del delantero del Mónaco y exfutbolista, quien, en 2014, mientras su hijo jugaba en el Manchester United confesó que quiso sacarle el pasaporte inglés a Falcao.

Denis King todavía vive en Santa Marta, junto con su familia, y recibe muchas veces la visita del delantero de la selección colombiana, que no pudo demostrar su poder goleador en la tierra de sus antepasados, pero que espera seguir inflando las redes en la máxima cita del fútbol mundial, marcarle al país de su bisabuelo y avanzar con Colombia a cuartos de final para seguir haciendo historia y tratar de superar lo hecho en la Copa del Mundo pasada. Esta vez, con El Tigre en la cancha.

La historia detrás de Kuba

Alejandro Rodríguez Tovar

Es muy común que muchos futbolistas levanten sus dedos, señalando al cielo, luego de marcar un gol, para dedicarlo a ese alguien especial, pero Jakub Blaszczykowski tiene una dedicatoria que oculta una historia trágica y un trauma que casi lo hace abandonar la práctica del fútbol, privando a los hinchas del Borussia Dortmund de su entrega en la cancha durante nueve años y, al gran Zbigniew Boniek, de apodarlo como El Pequeño Figo.

Todo comenzó en la pequeña ciudad de Czestochowa, donde Kuba vivía junto a sus padres y su hermano. Él jugaba en el equipo de la localidad, pero la fama de alcohólico de su padre y las constantes peleas en su casa lo hacían un chico infeliz. Hasta que un día llegó el recuerdo imborrable y en su casa apareció el demonio de la violencia de género. Con apenas 11 años, tuvo a su madre moribunda en brazos, producto de certeras puñaladas. Todo cambió para los dos hermanos Blaszczykowski, que se quedaron sin mamá y sin papá, condenado a 15 años de prisión. Fueron separados, y su abuela se volvió su tutora legal.

Una escena tan fuerte superó al pequeño Jakub, que abandonó el club y la práctica del fútbol. Con apenas 11 años debía reconstruir su vida y madurar con una situación notoriamente traumática, pero en el camino apareció su tío, Jerzy Brezczec, ex capitán de la selección y medallista olímpico en Barcelona 1992, y lo llevó a volver a jugar como salida a los recuerdos que lo atormentaban. “La experiencia me sacudió. Hasta los 15 o 16 años fui muy pequeño, sólo medía 1,55. Todas las emociones las tenía muy adentro. No las podía sacar. Era difícil con esos recuerdos en la cabeza. Sólo cuando estás preparado para aceptarlo, puedes dar un paso hacia adelante”, recordaba en una entrevista a ‘Die Welt’.

Lo que pasó luego es historia. Tras jugar en el Wisla Cracovia emigró al Wolsburgo de Alemania, donde juega actualmente. Sin embargo, es ídolo en el Borussia Dortmund, donde fue elegido como el mejor jugador de la temporada 2009 y formó parte del equipo de Jurgen Klopp que llegó a la final de la Champions League en 2013.

Hoy, Kuba, con 32 años y el número 16 en su espalda, es un pilar fundamental de las Águilas Blancas y se prepara para jugar su primer mundial, el séptimo en la historia de la Selección de Polonia. Junto con Robert Lewandowski, Lukasz Piszczek y compañía, le permite soñar a todo el pueblo polaco con hacer un gran papel en la cita mundialista y superar aquellas gestas de Boniek y Lato, con los terceros lugares que lograron en Alemania 1974 y España 1982.

Górski, la leyenda polaca

Alejandro Rodríguez Tovar

Decir Kazimierz Górski en Polonia es también decir fútbol. Es que fue un hombre que amó al deporte y a su país por encima de todo y es por eso que es tan recordado en su querida Varsovia, donde murió en 2006 poco después de recibir dos órdenes a mérito por parte de la FIFA y la UEFA, entre tantos otros honores y distinciones que obtuvo.

Nacido en Lviv, actual Ucrania, comenzó allí su carrera como futbolista en el RKS, un club en el que jugaban los empleados ferroviarios.Todo cambió cuando en un partido frente a Pogonia Lwów se convirtió en el jugador promesa de la nación, gracias a su actuación dentro de la cancha. Cuando su carrera parecía que sería la más promisoria de su país, se interpuso la Segunda Guerra Mundial. La ocupación tanto soviética como alemana en Lviv le detuvieron el camino. Aunque en un comienzo los regímenes organizaban torneos y los futbolistas vivían con privilegios, como no hacer colas para comprar víveres, terminaron con cualquier rastro de los primeros clubes para imponer el modelo de deporte soviético.

Górzki se unió al Spartak, club en el que seleccionó a los jugadores y dominó la pequeña liga hasta que los alemanes invadieron el territorio. Con su llegada, prohibieron cualquier tipo de actividad deportiva pública y a pesar de que se jugaban algunos partidos de la liga, los estadios estaban vacíos porque la gente temía ser capturada por el ejército invasor.

En julio de 1944 Ucrania fue desocupada y a pesar del caos y la destrucción la gente quería volver a ver fútbol, por eso el Dynamo le propuso formar parte de sus filas, pero Kazimierz prefirió incorporarse al servicio militar, ya que no quería ser un ciudadano de élite y finalmente abandonó la ciudad.

Aunque su pelotón tenía la intención de llegar a Berlín, Kaziu, como lo apodaban, se quedó en Varsovia para ser uno de los futbolistas del primer club de fútbol militar, el Legia de Varsovia. Cuando terminó la guerra, todos los soldados ucranianos fueron enviados a casa, pero Górski llamó la atención de Henryk Reyman, quien le propuso jugar en la Selección de Polonia. Una lesión lo dejó afuera y solamente pudo disputar un partido como internacional con las Águilas Blancas: un triste 0 – 8 frente a Dinamarca. Así se retiró en 1956 para luego dirigir a las categorías menores sub- 20 de Polonia, al Legia Varsovia y a varios equipos de la primera división polaca, hasta que se hizo cargo de la Selección Mayor en 1970.

Con Kazimierz al mando, Polonia logró la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de 1972 y la medalla de bronce en 1976, además del tercer puesto en el Mundial de Alemania 1974. En 1976 dejó la dirección técnica para dedicarse a la dirigencia, pero dejó un legado de grandes jugadores como Lato y Boniek, entre otros. Se dice que fue el gran gestor de la época dorada del fútbol polaco.

Así vivió Kaziu hasta 2006, entre dirigentes y reconocimientos por su labor. Un cáncer terminó con su vida y con una leyenda para todos los que aman el fútbol en Polonia, pero además dejó su huella para siempre en la selección Rojiblanca y aunque su lugar de nacimiento fue Ucrania, su corazón siempre estuvo en Varsovia y él estará siempre en los corazones de los hinchas del Legia y de todos los polacos.

Szczesny, el atleta del arco

Alejandro Rodríguez Tovar

Durante su estadía en la Academia del Arsenal, Wojciech Szczesny estuvo a punto de retirarse para siempre del mundo del fútbol. La causa: sendas fracturas en sus dos antebrazos. Sin sus dos herramientas de trabajo era muy complicado que pudiera seguir en la élite del club inglés, que sufría el retiro de Jens Lehmann, su arquero titular. Diez años después, el arquero polaco es el elegido para defender el arco bianconero, tras la ida del legendario Gianluigi Buffon, y debutará en una Copa del Mundo con las Águilas Blancas en Rusia.

Wojciech es hijo del histórico Maciej Szczesny, el único jugador campeón de la Liga de Polonia con cuatro equipos distintos. Todo un récord para el exarquero. Sin embargo, la vocación no siempre estuvo clara en los herederos de la familia Szczesny. Jakub, el hermano mayor, se dedicó en su juventud al baile de salón, disciplina en la que llegó a ser el número 6 de toda Polonia. En esa actividad también participó Wojciech, aunque no por mucho tiempo, porque cambiaría la música por las pistas de atletismo. Su altura y la longitud de sus extremidades le permitían destacarse en las diferentes modalidades, sobre todo en el lanzamiento de jabalina. Incluso llegó a participar en unos juegos juveniles que se realizan con deportistas de todos los rincones de Polonia. Hasta 2005 todo era normal para la familia del ex arquero de la Selección de Polonia, hasta que su hija menor, de dos años de edad, falleció y todo cambió dentro del seno del círculo íntimo.

Con 15 años, Wojciech decidió probar suerte con los guantes y se paró bajo los tres palos. Dos pasos fugaces por las categorías formativas de Agrykola y Legia, ambos de Varsovia, fueron sus equipos antes de que Bobby Aarbor lo llevara al Arsenal. Dos años y el suspenso con la fractura de sus dos antebrazos, producto de perder el equilibrio mientras levantaba pesas en el gimnasio, fueron la aventura londinense antes de un prematuro debut con Los Gunners, debido a las lesiones de Manuel Almunia y Lukasz Fabianski, en Old Trafford, ante el Manchester United.

Querido y odiado por los hinchas del Arsenal, terminó su periplo inglés en 2015, cuando Roma lo fichó para ser el titular de la Loba. Su destacado rendimiento durante dos temporadas hizo que el máximo campeón de Italia posara sus ojos en él, y lo fichara, para convertirse en el arquero más caro en la historia del fútbol polaco, ya que la Vecchia Signora desembolsó 12 millones de euros por su pase.

A pesar de ser un gran arquero, Szczesny tuvo varios errores en su carrera que lo marcaron. En sus primeros partidos, una pifia suya le costó la Carling Cup al Arsenal y en la selección es recordado por el error frente a Grecia en el partido inaugural de la Eurocopa, en la que los polacos compartieron como anfitriones con Ucrania. Este es el punto de partida para el guardameta de la Juventus, que con más madurez y experiencia asume la responsabilidad de ser el cerrojo de Polonia en su vuelta a los mundiales tras 12 años de ausencias, y así mandar sus errores al olvido y consolidarse como un arquero de élite, de la talla de Buffon.