miércoles, enero 8, 2025
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MoringStar, el otro equipo de Evita

Fernando Mariano Bajo

Corría el año 1951 cuando Racing y Banfield disputaron una final para determinar el campeón del torneo argentino de Primera División. En el primer encuentro igualaron 0-0, y en el segundo, el conjunto de Avellaneda venció al equipo sensación del torneo por 1-0, con gol de Mario Boyé y coronó el tricampeonato.

Aquella historia, entre otras cosas, es recordada por la influencia de los políticos. Ramón Cereijo, ministro de hacienda del gobierno de Juan Domingo Perón entre 1946 y 1955 e hincha de Racing, apoyó públicamente a la Academia. Del otro lado, Eva Duarte, la esposa del general, ya muy enferma reconoció su interés en que Banfield se corone, lo que significaría el triunfo de un equipo chico ante un grande, acompañado del pleno desarrollo de la clase trabajadora en Argentina.

Esa no sería la última influencia de la primera dama en el fútbol. Un año más tarde, en 1952, se disputaron los Juegos Nacionales Evita. En aquel certamen salió campeón MorningStar que fue, quizás, el mejor equipo que participó de aquel campeonato ya que ganó 19 partidos consecutivos y marcó 74 goles. Además, varios futbolistas de aquella camada -como José Yudica, Juan Cerchiara, Roberto Puppo, Rubén Farugia y Antonio Ramírez, entre otros- llegaron a Primera División años después. Al igual que Banfield, en 1951 perdieron una final, pero a diferencia del Taladro, los rosarinos cayeron ante Formosa por 1-0.

Desde que comenzaron los Juegos Evita, en 1949, MorningStar fue protagonista de todas las ediciones, incluso muchos sostenían que Eva Perón y su esposo eran simpatizantes del club. A pesar de esas especulaciones, hay algo que los relaciona. En las temporadas 1950/1951 y 1951/1952, el conjunto rosarino se coronó campeón en la ciudad, en la provincia de Santa Fe, y fue subcampeón a nivel nacional. Por pedido del intendente de Rosario, Celio Spindarell, el club cambió su nombre a Evita MorningStar y luego del título de 1952 se castellanizo y pasó a llamarse Evita Estrella de la Mañana, por pedido expreso de Eva.

Perón les dio trabajo en el ferrocarril a muchos de los jugadores campeones del torneo nacional. Sin embargo, no todo fue gloria para el equipo santafesino. En 1955 cuando la Revolución Libertadora realizó un golpe de Estado y proscribió el peronismo, el club volvió a cambiar su nombre a Estrella de la Mañana. Luego se fusionó con Sportivo Argentino Boca Club, que transitaba problemas económicos y se formó el Deportivo Club Rosario MorningStar –ese nombre perdura hasta hoy-.

Padeció la dictadura, los terrenos para construir el estadio que le había prometido Eva Perón no le fueron otorgados. Su cercanía al peronismo fue un problema, la provincia estuvo a punto de cederle unas tierras, pero debido a su afinidad política no las obtuvieron. Durante muchos años deambuló por distintas canchas para disputar sus encuentros hasta que acordó utilizar el campo de deportes del Club Alba Edison.

Actualmente juega en la Primera A de la Liga Rosarina de Fútbol. Varias cosas, entre ellas su nombre, cambiaron en MorningStar desde sus inicios, pero hay dos cosas que no: la historia lo marcará como el club de Evita y los títulos señalarán que fue el Primer Campeón Argentino del Fútbol Rosarino, como se vanagloria con su lema.

Del amor al odio y del odio al amor

Por Santiago Carrodeguas

Diego Maradona sintió, quizás por primera vez, lo que era ser insultado por un estadio entero. La hinchada de River, enterada de que prefería ir a Boca, dirigió su odio hacia la madre del traidor. Aquel 7 de febrero de 1981, en un partido por la Copa de Oro en el estadio Minella de Mar del Plata, la relación entre los Millonarios y Maradona se fracturó completamente.

Nunca quedó claro por qué rechazó a River. En su autobiografía, Yo soy el Diego de la gente, aseguró que el pedido de su padre para que fuera a Boca y el destrato antes mencionado hicieron que tomara esa decisión. No obstante, en una entrevista que había dado cuando su destino era una incógnita, se contradecía: “Aragón Cabrera (presidente de River) me ofreció ganar lo mismo que (Ubaldo) Fillol y (Daniel) Passarella. No tendría problema con lo que cobren ellos si me dan lo que pido. Tenía la ilusión de ir a River, vino Aragón Cabrera y me la derrumbó”.

El hostigamiento, como era de esperarse, continuó en todos los clásicos en el Monumental. En el segundo, no se estaba destacando en el primer tiempo y una canción se impuso sobre los habituales “Dale Boca” y “Soy de River”: “Y ya lo ve, y ya lo ve, es Maradona que lo mira por tv”. En la jugada siguiente, se filtró entre tres rivales que lo derribaron, y de tiro libre, ajustició a Fillol con un zurdazo alto al palo derecho. Nunca fue aconsejable provocarlo, como bien sabía su compañero Hugo Gatti, que lo había llamado “Gordito” antes de un Argentinos- Boca por el campeonato Nacional de 1980 y recibió cuatro goles como respuesta. En 1982 se marchó al Barcelona tras haberle marcado cinco goles en cuatro partidos al eterno rival y con el Metropolitano 1981 bajo el brazo.

En la década que permaneció en el extranjero, la imagen de Maradona en el fútbol argentino pasó por muchas etapas. De la crítica despiadada por su desempeño en el Mundial de España 1982 a la deificación luego de ganar la Copa del Mundo en México 1986. En su última participación, Estados Unidos 1994, un doping por efedrina impidió que se tomara revancha por la final perdida en Italia 1990, a la que había llegado con infiltraciones en su tobillo izquierdo. “Me cortaron las piernas. Creo que me sacaron del fútbol definitivamente. Tengo el alma destrozada”, le contaba al borde de las lágrimas a Adrián Paenza, al mismo tiempo que el seleccionado argentino cantaba el himno ante Bulgaria por el último partido de la fase de grupos.

Como Lázaro, se levantó cuando lo daban por muerto. La vuelta a Boca, en 1995, lo hizo un ídolo más cercano y terrenal para el club de la Ribera. También reavivó las diferencias con River, inevitables después de que decidiera teñirse una franja rubia en su pelo negro. Los agravios más comunes eran los de drogadicto o gordo, aunque también estaban los que se metían con su mujer e hijas.

Dos años después, Maradona se retiró en el Monumental. Un joven de San Fernando, Juan Román Riquelme, lo reemplazó en el entretiempo. Eso no le impidió burlarse tras la victoria por 2 a 1 con una frase que es recordada hasta la actualidad: “River fue River. Jugó un gran primer tiempo y en el segundo tiempo se le cayó la bombacha”.

Al mismo tiempo, un niño crecía en Nápoles. Le gustaba el River de Ramón Díaz y se haría hincha del club en su adolescencia. Era Diego Maradona Jr, en ese entonces todavía no reconocido por El Diez, que viajó a la Argentina en 2008 para probarse en el equipo de sus amores: “De verdad que me gustaría jugar en este club, es un sueño”, le confesaba a Clarín el 7 de octubre. Aunque no quedó, abrió el camino para la reconciliación de los Maradona con River.

Hernán López Muñoz, sobrino nieto del Pelusa, debutó bajo las órdenes de Gallardo 11 años después del intento de Diego Jr. Zurdo, como su tío, convirtió en su estreno luego de una mala salida del arquero de Tigre. “Mi carrera la quiero hacer yo, y que sea Hernán López, no el sobrino de Maradona”, aclaró en una nota para ESPN. Aunque recién está empezando su carrera en el fútbol profesional, López Muñoz ya logró algo que solo ocurría cuando jugaba Argentina: ver a la hinchada Millonaria gritando un gol de Maradona.

 

Ayrton Senna como experiencia religiosa

Por Franco Sommantico

Se lo ve entusiasmado pero a la vez nervioso. Le acaban de decir que la próxima temporada dejará la Fórmula 3 y se subirá por primera vez a un Fórmula 1. Hay poca gente alrededor, casi nadie. Trae a upa a un bebé, que bien podría ser su sobrino, y mira hacia ambos lados mientras su padre Milton le cuenta al único periodista que fue a conversar esa tarde al aeropuerto que lo del karting había tomado una dimensión mayor y que estaban un poco preocupados. El periodista le pasa el micrófono a Neyde, su madre, y le pide que le diga unas palabras a su hijo. Ayrton levanta entonces la mirada y la clava sobre los ojos de su madre. En su cara empieza a dibujarse una pequeña sonrisa que se desvanece cuando Neyde se larga a hablar. “Que dios lo proteja siempre de los peligros que pueda enfrentar, ese es mi mayor miedo”, dice, y los ojos de Ayrton ya no apuntan a los de su madre sino que se pierden en algún lugar del piso. Permanece así con la mirada perdida, como tildado, los cinco segundos que necesita su madre para terminar la oración. Después reacciona y se limpia un par de lágrimas que le acaban de caer. Esos cinco segundos que permaneció tildado no fueron simplemente eso. Hay en esos cinco segundos en los que su madre evocó a dios, algo más, una suerte de conexión, una señal. La primera de tantas.

*

Es domingo 14 de mayo de 1988. Se está corriendo sobre las calles de Montecarlo el Gran Premio de Mónaco, un circuito particularmente complejo debido a su configuración con curvas cerradas y rectas cortas. No queda un solo asiento en las gradas. La mayoría de los pilotos regula la velocidad para no seguir de largo. Hay uno solo que parece estar ajeno a la dificultad del circuito, que maneja como si fuera en línea recta y atraviesa las curvas a velocidades que nunca antes se han visto. Su auto no se desplaza, flota. La gente se levanta cada vez que pasa y grita, aplaude o intenta sacar una foto sin que salga movida, pero nadie lo consigue, ni siquiera los fotógrafos profesionales con sus cámaras de última generación. Ayrton Senna viene primero y su compañero de equipo Alain Prost segundo. En la vuelta sesenta y siete de setenta y ocho hay entre ellos una diferencia casi irrecuperable de 55,114 segundos.

Senna recibe por la radio un mensaje de su equipo pidiéndole que baje la velocidad porque está muy lejos del resto, pero él no hace caso. Un par de vueltas después su auto sigue de largo en una curva y se detiene contra los guardarrailes. El comentarista de la televisión internacional grita con voz de pito en inglés “Ayrton Senna has hit the wall, Ayrton Senna is out of his car and out of his race”. Y después se suma otro que dice “Ayrton Senna goes out of the lead of the Monaco Grand Prix, absolutely incredible”. La gente en las gradas se toma la cabeza y se tapa la boca. Los fotógrafos corren para fotografiar el auto chocado de Senna, en lo que tal vez será la primera foto que saquen no movida, y después de que la consiguen bajan sus cámaras y se retiran.

Algunos años después Senna dirá sobre esa carrera: “Ese día me di cuenta de que ya no conducía conscientemente y que estaba en una dimensión diferente. El circuito para mí era un túnel y solo me desplazaba por el. Y sé que estaba más allá del entendimiento consciente. Aquello no fue sólo un error de pilotaje. Era el resultado de una lucha interna que me paralizaba y me convertía en invulnerable. Tenía un camino hacia dios y otro hacia el diablo. El accidente sólo fue una señal de que dios estaba allí esperándome para darme la mano”.

Y también recordará lo que sintió aquel sábado durante las pruebas clasificatorias, cuando sufrió una alteración espacio-temporal y experimentó una especie de trance místico: “Corría más y más rápidamente en cada vuelta. Ya había conseguido la pole por unas décimas de segundo, y luego por medio segundo, y después por casi un segundo, y después por más de un segundo. Y más y más. Llegó un momento en que yo era dos segundos más rápido que cualquier otro, incluyendo  mi compañero de equipo, que conducía un coche igual. Entonces me di cuenta que estaba pasando los límites de la consciencia. En ese momento me sentí vulnerable. Había establecido mis propios límites y los del coche, límites que jamás había alcanzado. Aún mantenía el control, pero no estaba seguro de lo que estaba sucediendo exactamente. Yo corría…, y corría… Fue una experiencia espantosa. De repente caí en la cuenta de que aquello era demasiado. Fui despacio hacia los boxes y me dije a mí mismo que aquel día no regresaría a la pista.”

Dos años después, en el mismo Gran Premio, sucederá algo parecido. Durante los entrenamientos del sábado Senna sentirá que su auto está desequilibrado y sin posibilidad de ganar. Gerhard Berger, quien entonces será su compañero de equipo, sentirá lo mismo. Senna cree que ganar en Montecarlo será muy importante y se lo explicará a dios. Al día siguiente, minutos antes de la carrera, en los boxes, tendrá una sensación y una visión: “Conseguí verme fuera del coche. Alrededor de la máquina y de mi cuerpo había una línea blanca, una especie de aureola, que me proporcionaba fuerza y protección. Entré en otra dimensión. Tuve una paz increíble, y la certeza de que estaba equilibrado, en cuerpo y alma. Generalmente, antes de salir me concentro muy serio. Esta vez incluso sonreí. Salí del box con el mismo coche que un día antes había presentado problemas, y los defectos habían desaparecido. Estaban allí, pero no los sentía, no me molestaban.” Senna ganará la carrera con facilidad y Berger se acercará a hablarle para decirle que su auto siguió desequilibrado. Senna sonreirá pero no entrará en detalles. En su auto no ocurrió nada.

                                                       *

La ciudad de Suzuka, Japón, está paralizada. Las gradas parecen un hormiguero. Hay gente agitando banderas de muchos países, pero las que más se ven son sin duda las de Japón y Brasil. Esta tarde se define el campeonato de Fórmula 1 de 1988. El cielo está nublado de a sectores, algunos de los cuales amenazan con traer la lluvia, y no son muchos los espectadores que trajeron paraguas.

A miles de kilómetros de distancia, en Brasil, todos los televisores y las radios están encendidos siguiendo la transmisión. Hay altas chances de que Ayrton Senna, que larga en primera posición, gane esta carrera y consiga su primer título.

Los autos se acomodan detrás de sus respectivas líneas y esperan impacientes a que el semáforo de largada anuncie que por fin pueden correr. Solo se escucha el ruido de los motores probando su potencia, regulando, rugiendo. De las gradas, silencio absoluto. Rojo. El relator de la televisión internacional dice “now, less than seven seconds”. El amarillo casi ni se ve y pasa directamente al verde. El ruido ahora es ensordecedor. Veinticinco de los veintiséis pilotos pisan a fondo el acelerador y sus autos salen disparados. Hay uno solo que se queda estático, quieto, durante tres o cuatro segundos. Es el McLaren de Ayrton Senna, que cuando logra avanzar está decimosexto. La ilusión de Brasil está consumada. Pocos son los que creen que podrá ganar esta carrera. Los relatores dicen “Senna has really  got himself a problem now”. Sin embargo, a medida que transcurre la carrera, Senna empieza a pasar a sus rivales como si estuvieran manejando un domingo por una calle de barrio. De a poco el público se vuelve a entusiasmar. En Brasil la gente se acerca cada vez más a las pantallas de los televisores. Décimo. Noveno. Octavo. Todavía queda la mitad de la carrera cuando aparece, como si él mismo lo hubiera pedido, el primer trueno, y con él, las primeras gotas.

Entonces todos saben que Senna, pese a que todavía tiene que pasar a siete autos, es nuevamente favorito, porque su hermana Viviane contó alguna vez en una entrevista que cuando era chico y todavía manejaba karting, después de que perdió una carrera bajo la lluvia, se comprometió a entrenar bajo el agua cada vez que podía; porque lo demostró cuando Alain Prost pidió en el Gran Premio de Mónaco en el 84’ que suspendieran la carrera debido a las condiciones climáticas para que Senna, que ya había pasado a trece autos, no lo pasara a él también. Porque a Senna, abajo de la lluvia, es imposible ganarle. Quinto. Cuarto. Tercero. La gente en las gradas está como loca, no puede creer lo que están viendo. Poco les importa la lluvia que ahora cae con mayor intensidad y los moja de pies a cabeza. Para la última vuelta Senna viene primero con una diferencia de 11 segundos sobre Alain Prost. En Brasil la gente ya siente el título como si fuera suyo. Se abrazan, se besan, y la cerveza vuela por los aires. Galvao Bueno, la voz de O Globo para el automovilismo, grita “¡Ayrton Senna se acerca… va a por todas… va a por todas… Senna está en cabeza… Ayrton Senna, de Brasil, campeón del mundo!”. El relator internacional: “Ayrton Senna crosses the line, and you can see his exaltation, he knows he is the new world champion.” Él, cuando se acercan para entrevistarlo: “Le agradezco a dios, sentí la presencia del señor. Lo visualice, lo vi, fue un momento especial en mi vida. Tuve señales que me indicaron sus deseos y su poder para controlar lo que fuera, todo. Algunas personas nunca vivirán la experiencia que yo viví, y no creerán lo que digo, pero yo me limito a relatar la experiencia que viví como un hecho. Rezaba agradeciendo a dios que iba a ser campeón mundial. Cuando concentrado al máximo abordaba una curva de 180 grados, vi su imagen, grande, allí, suspendida, elevándose hacia el cielo. Todo al mismo tiempo en que me concentraba, conduciendo el coche. Este contacto con dios fue una experiencia maravillosa”.

*

Hay arbolitos de navidad con luces de todos colores. Hay montones de nenes y nenas disfrazados de Papá Noel sacudiendo porras rojas y blancas. Hay un hombre disfrazado de una especie de abeja verde con una boina. Un piano más bien triste suena de fondo entre los gritos de los nenes y la voz de Xuxa, que ahora presenta al invitado de esta noche “una gran persona, Ayrton Senna”. Todos los que están en el escenario se dan vuelta. Los gritos de los nenes suenan con más intensidad y emoción. La melodía del piano también alza su volumen. Ayrton Senna desciende por una escalera de color verde, amarillo y rojo esquivando las ramas de los arbolitos de navidad que amenazan con clavarse en su ojo. Es raro sin la ropa con la que compite. Trae una camisa lisa, pantalón beige y zapatos marrones. Se acerca al medio del escenario y se detiene al lado de Xuxa, quien habla hasta que en un momento dado le pregunta qué quiere para navidad. Senna le contesta que no puede decirlo ahora, que está censurado. Entre ellos hay una complicidad que hace que ambos sonrían cada vez que se miran a los ojos. Se nota que esconden algo. Xuxa le pide que le cuente su deseo al oído, entonces Senna se acerca y susurra algo que solo ella escucha. Los dos se ríen, y después de unos breves segundos en los que se quedan mirando, Xuxa se acerca a su mejilla derecha, lo besa y le desea una feliz navidad. Después continúa por la mejilla izquierda, feliz 90. La frente, feliz 91. Mejilla izquierda de vuelta, feliz 92. Sien derecha, feliz 93. Y ahí se detiene.

*

Durante la clasificación para el Gran Premio de San Marino, el débil e inseguro Simtek S94-Ford del piloto austríaco Roland Ratzenberger sufre la ruptura de su alerón delantero y el vehículo pierde una sustancial adherencia que hace que siga de largo en la curva Villeneuve a trescientos kilómetros por hora. Los pedazos de auto cuando impacta contra los rieles de contención vuelan por todos lados. El Simtek se desplaza un par de metros más, completamente destruido, hasta que se detiene sobre la pista. Los hombres de chaleco naranja, encargados de la seguridad, salen desesperados a socorrerlo. Algunos se paran sobre la pista agitando la bandera roja para que los demás autos frenen y no lo vuelvan a impactar. Dos doctores vestidos de blanco bajan de una camioneta médica para intentar reanimar al piloto. Lo sacan y lo acuestan sobre una camilla para trasladarlo a algún hospital lo más rápido posible. Ayrton Senna mira todo desde su cabina, se lo ve conmocionado y sin ganas de correr. Se acerca al doctor y amigo Sid Watkins y se larga a llorar sobre su hombro. Watkins lo abraza y le dice “Sabemos que sos el piloto más rápido y valiente. No necesitás probarle nada al mundo. Si vos no corres la carrera de mañana, yo también la abandonó y nos vamos a pescar.” Ayrton Senna agacha la cabeza y se queda en silencio unos segundos, después dice: “Sid, hay cosas sobre las cuales no tenemos posibilidad de elegir. Yo tengo que ir para adelante”.  Horas más tarde llega el parte médico. Ratzenberger murió en el acto. La causa del deceso fue una fractura en la base del cráneo. “No tengo buenos presentimientos, si pudiera no correría”, le dirá Ayrton Senna a su novia esa misma noche.

*

Mañana se correrá el Gran Premio. Ayrton Senna se despertará temprano el domingo y le pedirá a dios que le hable. Abrirá la biblia en un pasaje que dirá “Dios te dará el mayor de los regalos, que es dios mismo”. El ambiente estará muy pesado. La gente llegará de todos lados para ver la carrera, poco le importará la muerte del piloto austríaco la tarde anterior. Los pilotos estarán más afectados, pero igual correrán. Quince minutos antes de largar Ayrton Senna será enfocado dentro de su Williams por una cámara de televisión. Se lo verá nervioso, con el ceño fruncido, pensando. Los ojos no apuntarán a ningún lado, su mirada se perderá en algún punto del cielo. Apretará los labios y negará con la cabeza. No estará convencido. Cerrará los ojos unos segundos, y su dios le hablará, en lo que será la última señal.

Al momento de largada el piloto J.J Lehto detendrá su Benetton en la parrilla. Pedro Lamy, que arrancará desde más atrás, no verá al Benetton por estar tapado y chocará. Ruedas y pedazos de carrocería saltarán por los aires, lo que hará que la carrera se detenga y entre el safety car. Los pilotos mantendrán sus posiciones y deberán seguir al safety car durante dos vueltas, hasta que retiren los restos de auto que quedarán sobre la pista, lo que hará que los neumáticos pierdan temperatura. Cuando se informe que la pista está limpia empezarán a correr. Ayrton Senna saldrá primero. Completará la primera vuelta a la velocidad de siempre y sin ninguna dificultad. Durante la segunda vuelta, cuando intente doblar en la curva tamburello el Williams no responderá y seguirá de largo. Una nube de polvo se levantará junto con las partes del auto y las dos ruedas derechas. Michael Schumacher deberá esquivar el alerón trasero que saldrá volando y caerá en medio de la pista.  El Williams de Senna se desplazará unos metros, amagará con entrar a la pista pero no lo hará. Montones de tipos de pantalón naranja y chaleco amarillo correrán a socorrerlo mientras agitan las banderas para que se detenga la carrera. Ayrton Senna no se moverá. Bajarán de la ambulancia tres doctores vestidos de blanco, uno de ellos será su amigo Sid Watkins. El relator de la televisión internacional dirá “we saw movement from his head, so that’s a very positive indication.” Lo sacarán del auto y lo recostarán sobre el piso donde intentarán reanimarlo. Un helicóptero aterrizará a un costado de la pista y trasladarán a Senna a un hospital donde, horas más tarde, confirmarán su muerte. El parte médico dirá, mucho tiempo después, que la causa de muerte habrá sido el daño que sufrió en la base del cráneo por causa de un brazo de suspensión, una barra de metal larga y delgada que, todavía unida a la rueda, atravesó el casco justo en el punto de cruce de la visera y se incrustó en la cabeza del piloto. Sid Watkins dirá que al momento de atenderlo Ayrton Senna suspirará y su cuerpo se relajará. Él, que no es religioso, creerá que su espíritu se habrá ido para siempre. En una entrevista para la televisión le consultarán a Sid Watkins si sabía que Senna se iba a morir en un accidente. El doctor contestará: “Si, lo había sentido, tanto como esa extraña sensación que tuve cuando supe que partía el alma de Senna, la acompañe en silencio. Sin tratar de comprender. Simplemente despidiéndola, como se despide a un amigo.”

Clarin, la lucha continua

Buenos Aires 24 de Abril 2019 No a Los Despidos En Clarin Festival de Musica Ivan Noble Ella es Tan Cargosa Femigangsta La Delio Valdez Los Super Ratones Bruno Arias Daniel Maza tacuari 1840 Sipreba Trabajadores AGEA Comision Interna Revelver foto Rolando Andrade Stracuzzi ley 11723

Facundo Catalini

Miércoles 17 de abril. El edificio del Grupo Clarín amaneció completamente vallado. En uno de sus extremos se encontraba un agente seguridad. Mientras trabajadores y trabajadoras iban llegando a la redacción del diario tenían que ir presentándose ante el guardia quien tenía una lista en su poder. Nombre y apellido, como en el secundario. Si estabas en ese listado, pasabas, como un día cualquiera de trabajo. El problema estuvo cuando el primero que se presentó no pasó.

Para ese y para los 64 restantes nunca salió el Sol esa mañana. Si tenías nombre, me lo olvidé.

El Grupo Clarín, el mayor conglomerado de comunicaciones del país, se cargó a 65 personas de un día para otro. Así, de la nada. Sin previo aviso. Sin dar la cara. Sin importar que 65 familias se quedaran sin nada. Así, de repente.

Tres paros (el último de 48 horas) y un fin de semana de pascuas de por medio, separaron el miércoles fatídico de este miércoles 24 de abril.

En conjunto y en colaboración con las y los damnificados, se “celebró” (entre comillas porque no había mucho porque celebrar) en las puertas, en realidad de las vallas para afuera, del edificio del diario un festival de música, para tratar de sanar el alma. Para tratar de abrazar bien fuerte a aquellos que se quedaron sin su laburo.

El día casi que no acompaña. El clima reflejaba lo que en la calle Tacuarí se disimulaba. El cielo nublado no transó con la tristeza y se hizo notar, en el asfalto tampoco transaron con ese sentimiento, pero lo resistieron y sonreían. Reían para no llorar, pero al fin y al cabo, dibujaban una sonrisa en sus caras.

Iban pasando las horas y la calle se iba copando. El camión con el escenario en una esquina, el patrullero desviando el tránsito en la otra, el gazebo del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA) se preparaba con la parrilla, el carbón, las gaseosas, las bebidas espirituosas para calentar el alma, las hamburguesas, los choris y el humo para atraer a los colaboradores para el fondo de lucha. También se acercaron de afuera. Más choris, más hamburguesas, más birra. Más color con las chicas que vendían tubitos con luces colorinches y se paseaban por toda la cuadra. Malabares y ula ula. Bijouterie reciclada. Además estaban las banderas del sindicato y la de otros medios que se acercaron decoraban el mural que está en frente del edificio. Feria y lucha.

Y falta lo más importante. La música. Ella es tan cargosa, Gabo Ferro, Bruno Arias, Daniel Maza, Los Súper Ratones, Femigansta, Iván Noble y La Delio Valdez, fueron los encargados de ponerle melodía y movimiento a la tarde gris.

“Uno nunca sabe para qué sirve la música, pero a lo mejor, en estos momentos, de algo sirve que uno venga a acompañar un ratito con canciones”, dijo Iván Noble entre tema y tema. Y en una de esas, de algo sirve. Dicen, los que saben, que la música, si es adecuada, lleva al ser humano a una rearmonización de los sentimientos y del estado de ánimo. Por ahí, la música era lo adecuado para ese momento. Era lo adecuado para sanar un poco ese dolor.

“No queremos más despidos, ni la yuta en el portón. Para nuestros compañeros, la reincorporación”, este fue el hit entre todos los trabajadores de prensa y si que se hicieron escuchar dentro de una redacción vacía de laburantes y llena de jefes sin cara. Esta lucha, ese día ganó una pequeña batalla, ya que, 4 trabajadoras y trabajadores podrán volver a las actividades periodísticas dentro del diario.

“Arriba morocha, que nadie está muerto, vamos a punguearle a esta vida amarreta un ramo de sueños. Avanti morocha, no nos llueve tanto. No tires la toalla que hasta los más mancos la siguen remando”

Remen compañeros y compañeras de Clarín.

El arte del gol

ESCULTURA

CARLOS BENAVIDEZ

“El fútbol apunta a una partecita muy íntima de nuestro corazón. Y Diego tiene un plus”

ILUSTRACIÓN

AUGUSTO COSTHANZO

“Me gusta ver videos de Diego porque es muy lindo estéticamente”

MÚSICA

VALERIA LYNCH

“Diego es un deportista único, tocado por la varita mágica”

PINTURA

MÓNICA ALBISU

Su silueta resalta la mano en alta con dirección a la gloria, la historia del fútbol.

CINE

CHRISTIAN RÉMOLI

“Todos se acuerdan qué estaban haciendo en el momento del gol”

TEATRO

RUBÉN DE LA TORRE

“Ese ritmo que aplicó Maradona, es el mismo se utiliza en las obras, desde la actuación misma hasta en la conformación de los guiones”

FOTOGRAFÍA

MARCELO FIGUERAS

“En cada parte de la secuencia, Diego parece tener una idea nueva”

LITERATURA

BETO SUEIRO

“Fue una obra de arte milagrosa e incomparable a cualquier otra”

ARQUITECTURA

“La arquitectura es el arte de resolver espacios y Maradona no hizo otra cosa que esto a lo largo de su carrera”

La tarea fina de elegir qué hacer

Por Santiago Ballatore

Establecer prioridades es una de las cosas más difíciles de hacer. Cada vez que elegimos hacer algo, dejamos de lado otra cosa. Estamos evaluando nuestras opciones y definiendo qué es lo que preferimos. El costo de oportunidad es el costo de la alternativa a la que renunciamos cuando tomamos una determinada decisión, incluyendo los beneficios que podríamos haber obtenido de haber escogido la opción alternativa. Sí, es un concepto simple de economía, pero también algo básico de la vida.

Ese proceso de priorización es el que tuvo que hacer Santiago López, el futbolista uruguayo que puso una cláusula en el contrato con su club, Villa Española, que manifiesta que en caso de que hubiera un recital del Indio Solari, el jugador podría dejar de lado las actividades con el club y viajar a presenciarlo.

Cuando hay festividades religiosas, las personas están autorizadas a no asistir a sus trabajos. No hay discusión sobre eso. Entonces, sería ilógico criticar este pedido del futbolista. Los Redondos son (en presente, porque lo siguen siendo a pesar de no tocar más juntos) un culto, y sus fanáticos, sus fieles. Fieles que, de ser necesario, coparían la luna con tal de estar con su familia ricotera en las fiestas. Carlos Alberto Solari es la representación en la Tierra de esa religión, por lo que se entiende que nadie que crea en él, quiera perderse sus pocos recitales. Lo único que hizo López fue dejar asentado en un papel algo que debería estar implícito, ya que debería ser incuestionable que alguien pueda faltar a trabajar por sus creencias.

La religión siempre está ligada, en paralelo, al oficio de quienes la practican; y por lo tanto, a los deportistas. Sin ir muy lejos, en la previa del Mundial de Rusia 2018 se vivió un caso particular, ya que el Ramadán, mes en el que los musulmanes practican el ayuno desde el alba hasta que cae el sol, coincidió con el último mes de preparación a la competencia. Seleccionados como los de Egipto y Arabia Saudita, que eran dirigidos por los argentinos Héctor Cúper y Juan Antonio Pizzi, se vieron afectados por esta coincidencia; sin embargo, todos los jugadores practicantes de la religión cumplieron con el ayuno.

Y bien, teniendo en cuenta que el Indio es el representante de este culto, cada recital suyo vendría a ser como una misa. Pero como esta misa se da cada varios años, y nunca se sabe cuándo será la última, la asistencia es casi obligatoria para los fieles. Es por esto que López puso esta cláusula en su contrato. “Un recital del Indio es como un pase a otra dimensión. Es entrar en un submundo donde todo es energía, alegría, felicidad. Es difícil hacerle entender a otro lo que le pasa a uno en ese momento”, dice.

En el último tiempo, se ha instalado que el fútbol debe ser lo más importante para un jugador. No, ni siquiera. Tiene que ser lo único con importancia en su vida. En octubre de 2015, Ezequiel Garay se fue de la concentración de la Selección Argentina, con autorización del cuerpo técnico, porque era inminente el nacimiento de su hija y él debía viajar a Estados Unidos para el mismo. No solo recibió críticas de hinchas y periodistas, sino que desde entonces no fue incluido en otra convocatoria. Nunca se dijo oficialmente que fuera por eso, pero son muchas las coincidencias.

Sería imposible que hoy en día un futbolista se perdiera un partido de la Copa del Mundo para poder rendir un examen, como pasó con Manuel Ferreira en 1930, que no jugó un partido ante México para poder dar un parcial en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, donde estudiaba. Luego volvería a la competición y conseguiría ser subcampeón junto a sus compañeros argentinos.

Los deportistas, antes que nada, son personas comunes y corrientes. Y aunque deban dejarlo por escrito; realizar, como dijo el futbolista de Villa Española en el programa Big Bang de FM La Patriada, “una cláusula para tener un momento feliz”, tienen derecho a poder establecer sus prioridades. Esta cláusula es eso. Un pequeño acto de rebeldía dentro de un ambiente tan cuadrado.

El alumno premiado por Deportea escribe desde Colombia

Iván Lorenz @ivanlorenz

Me incliné por el vino rosado la última noche, en un bar italiano a la vuelta del hotel. Fue una copita poderosa. Desando mi camino para volver al cuarto. La lluvia me mojaba pero no molestaba. Sentí la perfecta combinación de nostalgia y alegría. Pero no bastó. Haber aspirado periodismo del puranga por tres días reclamaba más dispersión. Hice una parada técnica en la barra antes de subir. Shot de aguardiente, típico de Colombia. Tiene gusto a caramelo Media Hora. El tiempo exacto que transcurrió hasta pedir el Cubalibre. Ahora sí, borracho pero en orden, puedo proceder a whatsappear con amigos.

Me ayudan a no olvidarme nada en el hotel. Pasajes de vuelta, pasaporte, ropa cómoda, regalos. Qué problema los regalos. No conseguí café en Colombia ¡No conseguí café! Es poco serio, aposté al aeropuerto. No me cree ni mi vieja. No puede ser que no haya comprado café. Le expliqué que no recorrí Medellín. Mi camino fue del hotel al Jardín Botánico y del Jardín al Parque Explora. Allí se realizaron la mayoría de las actividades del Premio y Festival Gabriel García Márquez de Periodismo. Gabo para los amigos.

Dicen que pasan años hasta que te dejan escribir en primera persona. Me atreví a tomarme esa licencia. El periodismo es una actividad para los atrevidos. Hay que ser valientes. No podemos ser servidores públicos si no nos comprometemos a cumplir con nuestro trabajo. Vamos a tener trabas, nos van a bajar línea, vamos a vivir cosas que nos van a empujar a dejar de escribir o reportear. Pero el periodismo tiene que pararse firme ante la adversidad.

Me fui con la cabeza reventada. Entre escuchas y apuntes confirmé una hipótesis: el periodismo es de los juegos más serios que existe. ¿Un juego? ¿No es un empleo? Sí. Pero contamos historias. Los datos son nuestras piezas y es nuestro intelecto el que permite armar el rompecabezas. No somos intelectuales, intelectual es el producto de nuestro trabajo.

Del 3 al 5 de octubre tomé la línea A del metro. Los colombianos le dicen metro al tren. No recorrí Medellín cual turista promedio. Sin embargo, cuando me subía a la estación Industriales sabía que bajaba en Universidad y me sumergía en una ficción periodística. Está bien, no vi café pero volé por todo América: las Pandillas de El Salvador, la crisis de Venezuela, el narcotráfico en México o el avance del fascismo en Brasil.

¿Qué me olvidé? El Giratiempos de Hermione Granger para participar de las más de 75 actividades. Talleres, charlas, proyecciones documentales, muestras fotográficas. Desde las 9 hasta las 19 me senté y escuché. No podía salir del Orquideorama del Botánico. Una estructura enorme y abierta, equipada con sillas y un escenario que dolía ver vacío. Cuando los invitados se acomodaban y contaban sus experiencias, cumplían con una regla fundamental del buen periodismo: generar más preguntas que respuestas.

Mentira, sí salía de ahí. No solo para ir al Parque Explora y aspirar más periodismo. Tenía que comer. Como el festival, los platos eran de todos los colores. En vez de ética, sátira, documental, fotografía y el género que se les ocurra, tenía arroz, sopa, jugos variopintos, carnes, legumbres, papas multiformes, frutas. Ambas cartas eran amplias. Una te reventaba la cabeza, la otra el estómago. Pero era necesario cargar el tanque porque sino no aguantaba ¿A quién se le ocurre en tres días hacer tres talleres de cuatro horas y participar de otras tantas horas de actividades?

Qué me importa, si me voy con la cabeza astillada, mejor. En los talleres, que son el corazón del festival, descubrí que siempre me puedo romper el marote un poco más. Para realizarse, eran necesarios un maestro y bancos con escritorios dispuestos en forma de U. Pero el profe dejaba algo siempre en claro: “Ustedes vienen a aprender de mí y yo de ustedes”. Si educar es combatir, educar es también retroalimentarse.

Y a veces olvidamos escuchar. El periodismo no es protagonista, es mediador. Lo importante son las personas y lo que decidimos contar. Demanda ser empáticos, autoconocernos, creer en lo que contamos, medirnos, ser eficaces con las palabras, ser curiosos, estrategas, forzar límites, estar donde la historia está, ser fuertes, romper con la actitud de rebaño, respetar, no automatizar, informar, educar, entretener, provocar, incomodar.

En Medellín encontré un comportamiento antinómico del periodista. Suelen decirnos que el camino lo construimos nosotros solos, que el periodismo nos exige ser independientes. Cada uno estructura lo propio, nadie te ayuda, es una trayectoria solitaria. Pero este oficio requiere del otro. Tenemos que ser solidarios. No ganarse la confianza de la fuente es óbice para narrar una buena historia. No sé si somos independientes pero tampoco sé si somos dependientes. Lo que sí tengo claro: tenemos que cuidar los vínculos que formamos.

El tiempo nos obliga a adaptarnos a los cambios. Desaprender lo aprendido. Evolucionar en tiempos mutantes. Prepararnos para recibir y generar impacto. Ojos abiertos, teclado sensible, pluma afilada, libreta en blanco, cabeza amplia. Entre tanta palabra me olvidé del ron. Me divierto mientras tomo, pienso y escupo. ¿No dije que era un juego? Y sí. Como toda actividad lúdica, entretiene. Si bien me tomé la licencia del “yo”, nunca me voy a tomar la licencia de perder el humor. El periodismo no puede dejarlo y menos que menos no pensarlo como un arma de lucha y militancia.

Educarse y formarse son dos tareas que no empiezan y terminan en el aula. El periodismo no se queda en las paredes de la sala de redacción. En el tren, en el avión, en otro país, en un bar, en mi casa, en sus casas, en Netflix, Spotify, Instagram. Desde que lo elegí me comprometí a estudiar todo el tiempo y para siempre. Soy una esponja, no solo por tomar vino, aguardiente y Cubalibre. Absorbo cosas nuevas todos los días, me entreno para estar atento. Viajar a Medellín para participar del Festival Gabo me enseñó que mi aula es el mundo. Pero, lo más importante: el periodismo es una actitud ante la vida.

*Iván Lorenz es alumno de segundo año de Deportea. Con su crónica “El Campo es nuestro” obtuvo el primer premio del Concurso anual de periodismo deportivo que desde 1993 organiza la escuela del que participaron alumnos de segundo y tercer año

El amor más canalla de todos

Por Rodrigo Brusco

“Rosario Central es como mi madre, en cambio la Selección es como una tía”, respondía Fontanarrosa cada vez que le preguntaban lo que sentía por ambos equipos. Fiel a ese fanatismo, el Negro era capaz de decirle “no” a grandes propuestas con tal de no perderse un partido del Canalla. Él fue al Gigante de Arroyito por primera vez a los 10 años y con su padre (Roberto Fontanarrosa Voelklein), el 1 de agosto de 1954, cuando Central derrotó 9 a 2 al Club Atlético Tigre, por la última fecha del campeonato de aquel año. Su fanatismo no paró desde ese momento, por eso el último dibujo que hizo fue un hincha con un brazo estirado y un gorro que dice: “Soy canaya”.

“El 28 de abril de 1999 venía a Rosario Pérez Reverte a realizar la presentación de su último libro, en aquel momento era el escritor de habla hispana que más libros vendía en el mundo, y quería que lo anunciara el Negro”, cuenta Rubén el Pitufo Fernández. “Le habían pedido con tres meses de anticipación su participación. Pero unos días antes de ese encuentro, reprogramaron la fecha en AFA y pusieron a Central contra Argentinos Juniors para el mismo día. A principios de esa semana, llegué a El Cairo y lo vi con cara de preocupado. Le pregunté qué le pasaba y me dijo: ‘¿Vos podés creer, la puta que los parió, que el miércoles tengo que presentar a Pérez Reverte?’. A lo que yo le dije que no era gran cosa, que por una vez que no fuera a la cancha no iba a ser tan grave”. Fernández creía que así lo calmaría, pero no. El Negro estaba tramando un plan del que Fernández sería su cómplice.

“Me acuerdo que me dijo: ‘No, Pitufo, hagamos una cosa. Yo lo presento y ahí te asomás vos por el túnel chico del Parque España’. Así fue, estaban sentados los tres para hablar de literatura, el Negro, Reynaldo Sietecase y Pérez Reverte. Cuando me vio ahí parado hizo el anuncio de que lamentablemente se tenía que retirar porque había llegado el Pitufo y se tenía que ir con él a la cancha. Además, imaginate que con mi altura era fácil reconocerme después de que me nombrara por mi apodo. Pérez Reverte se levantó, lo aplaudió como quien entiende la situación. Lo aplaudía todo el mundo, era increíble, les estaba diciendo que se iba porque tenía que ir a ver a Central y la gente aclamaba. Después el partido fue una mierda, terminó 0 a 0, pero tenía esas cosas que solo a él le salían bien”, recuerda el Pitufo.

Una canallada a la política

No sólo le ha dado la espalda a la literatura por su pasión “Canaya”, sino también a la política. A principios de la década del ’90, Héctor Caballero, primer intendente socialista de Rosario, le ofreció ser Secretario de Cultura de la ciudad. El Negro estaba entusiasmado con la propuesta, hasta que evaluó la situación y le dijo a Caballero: “Mirá, yo te aclaro una cosa: si es el Día de la Bandera y juegan Central contra River, yo me voy al Gigante. Si está la inauguración de la Fiesta Nacional de la Colectividad y jugamos de local, me van a encontrar en la platea. Esas son mis condiciones”, recuerda sus palabras Rogelio Molina. Con esas palabras rechazó la propuesta.

“Así como le dijo que no a estas cosas que mencionamos en la mesa, para él no había nada que se interpusiera con la posibilidad de ir a ver a Central”, dice Fernández. “El Negro fue uno de los pocos tipos identificados con los colores de Central que también se ganó el respeto de los hinchas de Newell’s. Porque Fontanarrosa era así, un genio reconocido por todos”.

Dady Brieva: “Me pareció un tipo espectacular, inteligente”

Por Stefanía Vera

Mi relato es el de un tipo al que le pasó algo en un club del pueblo y terminó en tragedia. Lo cuenta en un juzgado, durante 16 minutos”, cuenta Dady Brieva sobre su interpretación del cuento No sé si he sido claro, uno de los seis que se narran en la flamante película Fontanarrosa, lo que se dice de un ídolo, dirigida por seis cineastas rosarinos: Juan Pablo Bucarini, Pablo Rodríguez Jáuregui, Hugo Grosso, Gustavo Postiglione, Héctor Molina y Néstor Zapata.

-¿Conociste personalmente a Fontanarrosa?

-Muy bien. Lo conocí y me pareció un tipo espectacular, inteligente. Una persona muy cerrada, como son todos los humoristas gráficos. Siempre me decía que yo tenía suerte porque escuchaba la risa de la gente, él no podía. Le hubiese encantado estar el domingo cuando un tipo abría el Clarín y veía a Inodoro Pereyra.

-¿Participaste de La Mesa de los Galanes?

-No, pero los conozco a todos, al Colorado, al Negro Centurión. Conocí la mesa pero nunca participé, porque siempre respeté esos guetos que se forman, esas logias donde no entra cualquiera.

-¿Qué características valorás de la escritura del Negro?

-Yo escribí un libro, hice monólogos. Tengo un relato bastante parecido al de él. Me gusta ese formato, mezclar el humor y la tragedia, el cuasi drama-humor me gusta, me apasiona. Me gusta hablar de los pueblos, de los personajes, me parece que teníamos esas cosas en común. También me devoré a Osvaldo Soriano, Isidoro Blaisten, Juan Sasturain.

-¿Qué episodio de su vida recordas?

-Si me tengo que quedar con un pasaje en la vida de él, sin dudas me quedo con el discurso que hizo en el Congreso de la Lengua, en el que pide una amnistía para las malas palabras. Yo, como soy integrante de Midachi, soy medio boca sucia. Hizo una descripción muy inteligente de lo que es la palabra pelotudo, donde se acentúa, porque tiene fuerza y porque no puede tener un sinónimo. Y dice de la palaba mierda que la fuerza está en la letra ere porque si fuera en Puerto Rico sería mielda y ya pierde fuerza. Me pareció muy inteligente, muy popular, de una observación muy profunda.

Las historias detrás de los cuentos

Por Rodrigo Brusco

Cuando Fontanarrosa llegaba a El Cairo no sólo se encontraba con sus amigos, sino también con un sinfín de posibilidades para escribir sus cuentos. En La Mesa de los Galanes ocurrían cosas comunes, graciosas, como las que pueden sucederle a cualquiera en una reunión con los suyos. Pero el Negro era capaz de identificar en sucesos cotidianos las tramas de sus historias.

“Cuando el Negro empezaba a escribir un cuento, le llevaba un tiempo, no lo hacía completo en una noche”, dice Reynaldo Molina. Y agregua: “Algunos quedaban por la mitad y comenzaba con otro por distintas situaciones, por las cosas que iba viviendo en el bar, en la cancha, en muchos de sus viajes al exterior o a Buenos Aires. Se nutría de momentos para terminar o empezar esas historias. Quizás algunas de ellas eran una mezcla de tres sucesos que le sucedieron en diversos lugares. Cuando volvía nos contaba, la resumía y ponía en boca nuestra todo lo que había vivido”.

A José “El Colorado” Vázquez se lo ve un tipo tranquilo, reflexivo y simpático. En primera instancia, uno duda en que se parezca en algo al Colorado fanático y cabulero que planea el secuestro del viejo Casale en el cuento 19 de Diciembre de 1971 junto a sus secuaces, capaz de hacer cualquier cosa por ver ganar a Central. Identificado como uno de los personajes principales, Vázquez dice que es un “eterno agradecido” a Fontanarrosa porque en la década del 80 atravesaba un momento económico muy malo: “El Negro llegó un día y me regaló y dedicó especialmente esa historia, en la que yo era uno de los personajes más importantes”. Ese relato se enmarca en la semifinal del torneo de aquel año en la que se disputó el clásico rosarino en el estadio de River Plate con la figura saliente de Aldo Pedro Poy y su palomita que les dio el triunfo y el pase a la final del torneo con el viejo Casale, muerto es su butaca. Pero como dice Fontanarrosa en su cuento: “¡Así se tenía que morir, que hasta lo envidio, hermano, te juro, lo envidio! ¡Porque si uno pudiera elegir la manera de morir, yo elijo ésa, hermano! Yo elijo ésa”.

Desde la muerte de un viejo cardíaco por haber ido a la cancha por última vez hasta un hincha que, ganado por el nerviosismo, no quiere saber nada acerca del clásico que se está disputando, todo podía suceder en sus historias. El cuento La observación de los pájaros tiene una realidad diferente a la que se relata. El momento que dio paso al hilo conductor lejos está de un partido entre Canallas y Leprosos. Todo lo contrario, Rubén Fernández dice: “En 1988, Newell’s jugaba la final de la Copa Libertadores por primera vez, dirigidos por José Yudica. Para aquel momento, el Negro estaba de viaje por Colombia y no tenía manera de saber cómo iba el partido, estaba en un hotel que no tenía nada y antes las comunicaciones no eran como ahora, no había Internet, nada, de modo que se fue a dormir. A su regreso, nos contó que a la mañana siguiente, bien temprano, caminaba por los senderos externos del lugar donde se hospedaba y, de la nada, apareció un guacamayo que frente a él desplegó sus alas de color azul y amarillo. Supo en ese instante que no sólo fue un acto de la naturaleza, sino una señal Canalla de que el clásico rival había sido derrotado por Nacional de Montevideo”. Vázquez considera a este cuento como la “perfecta descripción” de cualquier persona que no quiere saber lo que pasa con su rival.

Al Negro, jugar con esos paralelismos entre la realidad y la ficción lo divertía. Y qué mejor que sus amigos como personajes de sus cuentos para hacerlos aún más coloridos. Ricardo Centurión, también fue parte de esas historias aunque se define como un “mal lector” de su amigo, a pesar de que cada vez que publicaba un libro le regalaba un ejemplar a cada uno de los galanes. Según Centurión, sólo el talento de Fontanarrosa podía transformar “las boludeces que sucedían en cuentos”, tal como el que dio origen a la historia La Mesa de los Galanes cuya trama está basada en la desesperación de uno de los personajes, el Francés, por encontrar al fotógrafo que lo retrató en pleno affaire con la mujer de un sindicalista.“Cuando empiezan a aparecer las revistas de televisión por cable, salían a sacar fotos para ponerlas junto a la programación”, continúa Centurión. “En una de esas, nos fotografían y el Negro dice ‘si, nos enfocaron a nosotros, pero también salieron los que están ahí adelante. Con esto vamos todos en cana’. Al tiempo, cuando leímos el cuento, ¿de quién era la culpa del quilombo que tenía el francés? Del fotógrafo. Esto que cuento fue un instante, terminó ahí para nosotros. Después nos enterábamos qué había sido de ese momento”.