sábado, mayo 24, 2025
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La historia de la camiseta de Japón

Por: Joaquín Grasso 

“Japón hace historia”, tituló en su tapa el diario Asashi Shimbun el 14 de junio de 1998. Era su debut en un Campeonato Mundial de Fútbol. El puntapié en 16 ediciones. Sobre tierras francesas, las que no llegaron a pisar para la Copa de 1938 por culpa de las balas y la sangre derramada en la segunda guerra sino-japonesa.

Abrazados en el mediocampo del Stade de Tolouse, los 11 elegidos por el entrenador Takeshi Okada entonaron a todo pulmón el Kimigayo, su himno nacional, ante los ojos expectantes de su país y el mundo entero. Los suyos, en cambio, se situaron en su bandera, flameante sol naciente, que llamativamente poco combinaba con su vestimenta de estreno.

¿Por qué otra vez azul? Porque es el mejor color para que nuestra bandera se distinga con nitidez sobre la camiseta”, afirmó desde la comodidad del palco Saburo Kawabuchi, por ese entonces presidente de la Asociación de Fútbol de Japón, ante la consulta de los presentes por el peculiar ropaje de los nipones. Tras vagar por la orilla clasificatoria en las copas anteriores y en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, los directivos decidieron relegar el rojo como tinte oficial del equipo y retornar al añil violáceo de antaño que alguna que otra alegría ha dado.

Más allá de la desobediencia a los colores patrios, el hincha acogió el nuevo modelo casi sin reproches. “Ese rojo estaba maldito”, aseguró un seguidor tokiota frente a las cámaras de Fuji TV en la previa del duelo ante Croacia por la segunda fecha de la competencia. Sin embargo, el cambio sirvió también para diferenciarse de Corea de Sur y China, las otras referencias regionales, ambas coloradas.

En la mitología japonesa, el azul representa la vitalidad y la juventud. La elección de éste no se justifica solo por el significado asumido en la cultura local, sino que se configura como la continuación de una elección estilística precisa que hunde sus raíces desde hace medio milenio.

La gradación para engalanar el uniforme es conocida como kachi-iro; y cuentan las viejas y sabias lenguas orientales que en el período Sengoku, los samuráis –apodo con el que se conoce al conjunto insular- tenían predilección y se vestían con ese color ya que la pronunciación del término “kachi” suena fonéticamente igual que la palabra “victoria”, envolviendo al azul en un aura de buenos augurios y fortaleza en el campo de batalla.

Otras lenguas asienten que la elección del color es, sin duda, por una semejanza con las prendas del equipo de la Universidad Imperial de Tokio: año 1930 y en la capital se celebraba la novena edición de los Juegos del Lejano Oriente (antepasado directo de los actuales Juegos Asiáticos). Como Japón no tenía un equipo definido, sus representantes fueron los alumnos de aquella institución, uniformados de azul. Fue estreno y victoria para los locales. Aquel buen paso sirvió como señal del destino para mantener el pigmento y lucirlo en las apariciones posteriores. Y así fue hasta el paréntesis en el que el rojo dejó de ser el sol naciente de la bandera para convertirse, por un tiempo, en el color oficial japonés.

Sin avenencias, sin únicas respuestas, la elección del azul seguirá siendo una incógnita. La única certeza es que los años siguen su curso natural y el kachi-iro se mantiene vigente, sobreviviendo al arribo de las marcas deportivas que ponen sobre la mesa contratos con innumerables ceros para impregnar el poliéster con colores extravagantes. “El azul se queda”, respondió rotundamente Kozo Tashima, actual presidente de la JFA, ante el ofrecimiento millonario de Adidas por un “lavado de cara” para el seleccionado nipón. Los samuráis mantienen las bases y arriban a Brasil con las ideas más que claras: seguir ostentando un azul cargado de historia y tratar de pisar fuerte en el campo de batalla carioca, porque ellos no van de paseo.

Toronto Raptors: de Canadá, Estados Unidos y el mundo

Por: Iván Fradkin

Los Toronto Raptors se consagraron campeones de la NBA tras vencer en seis partidos y cortar la hegemonía de los Golden State Warriors, tres veces vencedores en las cuatro temporadas previas. La franquicia canadiense llegó a la liga en 1995 junto a los Vancouver Grizzlies, pero tras la partida de estos a Memphis en 2001, quedó como el único equipo externo a los Estados Unidos; el anillo conseguido representa el primero para una entidad en estas condiciones.

Los Raptors culminaron la temporada regular con un récord de 58 victorias y 24 derrotas, lo que le valió para ser el segundo mejor ubicado en toda la liga, solo por debajo de los Milwaukee Bucks. En la primera ronda de los playoffs derrotaron por 4 a 1 a los Brooklyn Nets. Luego, en semifinales de conferencia hicieron lo propio ante los Philadelphia 76ers, franquicia que eliminaron con un agónico tiro de Kawhi Leonard en el séptimo juego. Y para acceder a las finales doblegaron a los Bucks en seis juegos, a pesar de no contar con ventaja de localía y encontrarse con una desventaja de dos partidos a cero.

Así, los de Ontario llegaron a la primera final de su historia y de un conjunto canadiense. En esta ronda debían batirse a duelo con los Golden State Warriors, finalista los últimos cuatro años y campeones en tres de esas oportunidades. Los Warriors contaban con credenciales para llevar el lote de candidato, a partir de sus avasallante dominio contemporáneo y jugadores de la talla de Stephen Curry, Kevin Durant, Klay Thompson, Draymond Green y DeMarcus Cousins. Sin embargo, quienes jugaron sus últimos partidos en condición de local en el Oracle Arena, debieron enfrentar a unos poderosos Raptors y a un factor externo condicionante: las lesiones.

Un gran rendimiento de los Raptors, basado en una ferviente defensa exterior e interior, buenas actuaciones individuales y un equipo rival mermado por problemas físicos llevaron a los Raptors al primer anillo de un equipo extranjero. A pesar de ser de Canadá, y como es de esperar debido a estar en una liga yanqui, cuentan con vastos jugadores nacidos en Estados Unidos. No obstante, como la globalización y el talento repartido por el mundo no le escapan a la NBA, forman parte de la plantilla basquetbolistas nacidos en el resto del globo.

Propuesto el panorama, es menester realizar un relevamiento sobre los jugadores campeones de la National Basketball Association:

Kawhi Leonard seguramente sea el más conocido de todo el roster, tanto por su importancia en él -fue denominado el jugador más valioso de las Finales- como por el gratificante recuerdo que dejó en los San Antonio Spurs de Manu Ginóbili. Nació en Riverside, ciudad ubicada en el sur de California, donde tuvo que sobreponerse al asesinato de su padre, y repartió su etapa de High School entre dos institutos del mencionado estado: Canyon Springs de Moreno Valley y Martin Luther King de Riverside. Luego, ingresó a la Universidad Estatal de San Diego, y los buenos rendimientos que mostró en los dos años que duró su permanencia allí lo catapultaron a ser elegido en la decimoquinta ubicación del Draft de 2011 por los Indiana Pacers. Un traspaso inmediato lo llevó a los San Antonio Spurs, donde fue -entre otros galardones- campeón de la NBA, MVP de las Finales, jugador defensivo del año consecutivamente y dos veces seleccionado en el mejor quinteto de la liga. Durante la temporada 2017/18, en medio de lesiones, rumores y entredichos, solo jugó nueve partidos, y a mediados de 2018 se marchó a Toronto Raptors junto a Danny Green a cambio de Demar DeRozan, figura del equipo canadiense, Jakob Pöltl y un pick del Draft. En el presente curso promedió 26.6 puntos, 7.3 rebotes, 3.3 asistencias, 1.8 robos y 0.4 tapones, erigiendo como la figura indiscutida del equipo, números que incluso se acrecentaron durante la postemporada y la ronda final. El hecho de no tener redes sociales resume el perfil de un jugador atípico para la actualidad, que siempre busca escaparle a los flashes, entrevistas y apariciones públicas.

Pascal Siakam no solo fue una de las mayores revelaciones de la temporada, también se estableció como uno de los grandes valores de los Raptors. Su historia de superación es conmovedora. Nació en Douala, Camerún hace 25 años. Su madre era dueña de un negocio de venta y su padre, alcalde del municipio de Makénéné. Este soñaba con que alguno de sus hijos jugara en la NBA, algo que no le interesaba a Pascal, que se inclinaba más por el fútbol. Sus tres hermanos fueron a Estados Unidos a jugar baloncesto universitario, mientras que Pascal fue enviado al seminario, con el objetivo de convertirse en sacerdote. En 2011 fue a un Campus organizado por la NBA en Camerún, conoció al jugador local Luc Mbah a Moute y, por su buen rendimiento, fue invitado a uno organizado en Sudáfrica al año siguiente, donde se cruzó con los también profesionales Luol Deng y Serge Ibaka. Allí, volvió a impresionar y fue invitado para unirse a la God’s Academy de Lewisville, Texas. La difícil adaptación y su falta de habilidad las compensó con un arduo trabajo a la luz de sol y la luna, y recibió el llamado de la Universidad Estatal de Nuevo México. Tras una temporada en la que no jugó por lesiones y el fallecimiento de su padre, se propuso deslumbrar con el fin de llegar a la NBA. Dos años le bastaron para mostrar sus credenciales y, a pesar de las dudas realizados los entrenamientos previos al Draft de 2016, fue seleccionado en la vigesimoséptima colocación por los Toronto Raptors. Empezó de titular en el equipo, pero vaivenes lo llevaron a no ser considerado y jugar para el equipo filial de la franquicia, los Raptors 905, con quien fue campeón y mejor jugador de las Finales de la Liga de Desarrollo. Un efusivo entrenamiento lo llevó a mejorar considerablemente y ganarse un lugar de rol en la rotación durante la 17/18. Sin embargo, el salto definitivo que lo constituyó como una estrella de la NBA llegó en el presente curso, con 17 puntos, 7 rebotes y 3 asistencias en más de media hora por partido. Sus buenas actuaciones en la postemporada lo consolidaron como una de las figuras de los campeones y, sin lugar a dudas, a cumplir el sueño de su padre.

Kyle Lowry, base de 185 centímetros nacido en Philadelphia que pasó por el instituto Cardinal Dougherty y por la Universidad de Villanova, es el jugador de los Raptors que más lleva en la franquicia. Tras ser elegido por los Memphis Grizzlies en la 24° posición del Draft de 2006, pasó sin tanta gloria por los Grizzlies y los Houston Rockets. Su mejor versión se dio en los Raptors, donde está desde el 2012. Los mayores logros de Lowry son haber sido All Star las últimas cinco temporadas, haber formado parte del tercer equipo de la NBA en 2016 y el oro olímpico en Río de Janeiro. Con DeRozan constituyó un temible backcourt, pero la suerte en los playoffs no los ayudó y el destino los separó. La llegada de Leonard le hizo bajar su promedio de anotación, que llegó a ser de más de 22 tantos por encuentro, a 14, a costa de subir su media asistidora, que roza los 9 por noche. Además, el capitán del equipo y una de las caras más queridas de la historia de la franquicia, aporta más de un robo y casi cinco tableros por noche. A pesar de un comienzo dubitativo, durante esta postemporada se asentó y mostró su mejor nivel, con actuaciones determinantes a lo largo de las Finales.

Marc Gasol es otro de los jugadores que hacen de la franquicia canadiense una pequeña Torre de Babel. A pesar de ser más conocido por estos pagos por su rendimiento en la Selección Española junto a una gran camada y su hermano Pau, Marc desarrolló una gran carrera en la NBA. Nació hace 34 años en Barcelona, donde dio sus primeros pasos en el básquet. Cuando su hermano Pau llegó a la NBA, decidió incursionar en una instituto de Memphis, pero, a pesar de sus grandes resultados individuales y colectivos, tomó la decisión de retornar a España para debutar en la Liga ACB. Jugó entre 2003 y 2008 en Barcelona y en Girona, ambos equipos de Cataluña, y fue campeón y MVP de la liga, a la par de sus primeros logros como internacional de España. En el Draft de 2007 fue elegido en la 47° posición por Los Ángeles Lakers y traspasado a los Grizzlies en un paquete que incluyó a su hermano. Definitivamente superó las expectativas, hasta el punto de convertirse en tres veces All Star, jugador defensivo del año y parte del mejor equipo de la temporada. Tras más de diez años en Memphis, y a mitad del presente curso, fue traspasado a los Toronto Raptors, franquicia en la cual cuenta con un rol de menor protagonismo. Sus mayores logros en la Selección son un oro mundial y dos platas olímpicas. Marc y Pau se convirtieron en los primeros hermanos campeones de la liga estadounidense de básquet.

Serge Ibaka también tiene orígenes muy distantes del territorio norteamericano. Nació en el Congo en 1989, hijo de padre que representó a la Selección de la República del Congo y de madre que hizo lo propio con el combinado de la República Democrática del Congo; es el decimosexto de dieciocho hermanos. Sus inicios se dieron en clubes del Congo (Avenir du Raid e Interclub de Brazzaville), para luego recalar en el baloncesto español, más precisamente el catalán L’Hospitalet, Joventut y Manresa). Tras un paso por los dos primeros equipos de Barcelona, fue elegido por los Seattle Supersonics en la primera ronda (24°) del Draft de 2008, convirtiéndose en el primer congoleño en ser elegido. Siguió un año más en España, decidió representar al conjunto ibérico en el plano internacional y pasó a Oklahoma City Thunder, franquicia en la que se mantuvo por siete temporadas. Unos meses en Orlando le bastaron para pasar a los Raptors, donde volvió a ser muy importante y a destacar en su faceta principal: la defensa. Como en el caso de Siakam, Ibaka participa de campus en el continente africano. Además, tiene un canal de YouTube de cocina en el que invita a otros jugadores a participar y habla cuatro idiomas. Es uno de los jugadores africanos más influyentes e importantes de la historia del básquet y, sin dudas, uno de los que fue abriendo el camino para las siguientes generaciones.

Danny Green, oriundo de Nueva York, y Fred Van Vleet, proveniente de Illinois, escolta y base respectivamente, también tuvieron un papel importante a lo largo de las Finales. Danny, escolta titular, fue a la universidad en Carolina del Norte, lo eligieron en la segunda ronda del Draft los Cleveland Cavaliers y pasó casi toda su carrera en los San Antonio Spurs, donde fue campeón junto a Manu Ginóbili y Kawhi Leonard; este año, pasó a Toronto en el intercambio que tuvo a Kawhi como pieza central. Van Vleet asistió a la Universidad Estatal de Wichita, e incluso tuvo que transitar un camino más sinuoso, ya que no fue elegido en el Draft; se ganó su lugar en el roster de los Raptors debido a su participación en las ligas de verano, y ya disputó tres temporadas en la entidad canadiense, en las que constantemente se vio incrementada su participación, llegando a cosechar un voto para la elección del MVP de las Finales.

A pesar de que los jugadores mencionados fueron los que tuvieron vital participación en los playoffs en general y en las Finales en particular, otros extranjeros formaron parte de la plantilla. Jeremy Lin, quizás el más conocido de ellos, nació en Estados Unidos, pero sus padres nacieron en Taiwán, de donde emigraron en la década de 1970. Se crió en California, donde asistió al instituto. Luego, ante poca variedad de ofertas, tomó la decisión de asistir a Harvard, universidad de la que se graduó en Económicas, con promedios muy altos. Lin, que acusó prejuicios raciales en cuanto a la oferta académica y profesional, tampoco fue seleccionado en el Draft; tras la liga de verano, los Golden State Warriors lo ficharon. Tras una temporada, pasó a los New York Knicks, donde mostró su mejor versión y tomó una importante trascendencia baloncestística y mediática. Luego, asentándose más o menos, pasó por los Rockets, Lakers, Hornets, Nets, Hawks y Raptors, donde arribó en febrero de 2019 y cumplió un papel de cierta importancia en la temporada regular, pero que fue disminuyendo a lo largo de la postemporada. OG Anunoby nació en Londres, Inglaterra, pero sus orígenes son nigerianos. Desde pequeño vivió en Estados Unidos, más precisamente en Misuri, donde acudió al instituto, y en Indiana, lugar de la universidad a la que asistió. Los Raptors lo seleccionaron en la vigesimotercera posición del Draft de 2017, y ya completó dos temporadas en Canadá, donde se ganó un lugar, a pesar de no haber disputado ni un minuto en estos playoffs, en parte debido a una lesión. Chris Boucher es el único representante canadiense del equipo, a pesar de que su nacimiento se dio en Castries, Santa Lucía, un pequeño estado insular ubicado en el Mar Caribe. Pequeño se mudó con su familia a Montreal, ciudad ubicada en la provincia de Quebec, dejó el colegio, empezó a trabajar como cocinero y no fue hasta los diecinueve años, debido a un torneo de básquet, que se introdujo en el deporte de la pelota naranja. Después de realizar instituto y universidad en los Estados Unidos, fichó con los Golden State Warriors, donde solo disputó un minuto, y retornó a Canadá en el presente curso, donde tampoco tuvo un rol muy central, a pesar de haber disputado más partidos y minutos, incluso algunos a lo largo de las Finales. La peculiaridad es que salió campeón las dos temporadas que lleva de profesional, una en los Warriors y la actual en los Raptors.

Norman Powell, Jordan Lloyd, Patrick McCaw, Malcolm Miller, Jodie Meeks y Eric Moreland completan la plantilla campeona de la NBA. Malachi Richardson, Greg Monroe, Jonas Valančiūnas, figura de la Selección de Lituania y parte de la franquicia desde 2012 hasta 2019, Delon Wright y CJ Miles, a pesar de no haberse consagrado, también pasaron por la plantilla canadiense en algún punto de la temporada. Nick Nurse, que dirigirá a la Selección canadiense durante el próximo Mundial, fue el entrenador de los Raptors en la 2018/19, la que fue su primera experiencia como cabeza de grupo. Parte de su cuerpo técnico provino de Italia (Sergio Scariolo, multicampeón con el equipo nacional español), del Congo (Patrick Mutombo) y de Escocia (Alex McKechnie, nacionalizado canadiense, que en su función ganó seis anillos de la NBA y una Copa de Oro de fútbol).

Con este plantel mundial, un equipo canadiense tocó la puerta y dio la noticia en la cara de uno de los mayores tesoros estadounidenses, el básquet. Su básquet. Su NBA. Lo inesperado hace unos años, después de décadas de intentos, sucedió. ¿Y por qué no una franquicia en México?

Japón volvió a sonreír

Por Santiago Carrodeguas

Las Nadeshiko Japan vencieron 2 a 1 a las escocesas mostrando un fútbol vistoso y de posesión. Escocia se arriesgó a jugar igual que su rival pero no fue eficiente en ninguna de las áreas, aunque pudo descontar la ventaja al final.

Estaba claro que el partido ante Argentina no había sido la mejor versión de Japón, que ejecutó una presión asfixiante desde el primer minuto y atacó con gran peligro por las bandas, sobre todo la izquierda, y lastimó mucho a Escocia. En un partido igualado hasta ese momento, las Niponas aprovecharon a los 23 minutos un rechace defectuoso de la capitana Rachel Corsie y una respuesta floja de la arquera Lee Alexander le permitió a Mana Iwabuchi, quien había sido suplente en el debut, abrir el marcador.

A partir de ahí, Japón tuvo el control absoluto y Escocia se arriesgó aún más en la ofensiva. Esa reacción quedaría en el olvido cuando Rachel Corsie, la misma del rechace defectuoso en el primer gol, tomó de la camiseta a Risa Shimizu y le cometió penal. Yuika Sugasawa se encargó de penalizar el error y estirar la ventaja desde los 12 pasos.

Luego del entretiempo, Escocia cambió el planteamiento y dejó que Japón tuviera la posesión, aunque no por eso dejó de presionar. El objetivo era sorprender a las de Asako Takakura en algún contraataque. Tampoco funcionó. Japón pasaba de atacar a defender en pocos segundos y no dejó huecos. Ya a la desesperada, el conjunto de Shelley Kerr intentó cargar el área Nipona con centros para aprovechar su ventaja en las alturas. Pudo descontar al final del partido, pero eso no impidió la derrota por la mínima.

En su primera experiencia en una Copa del Mundo, Escocia le ha jugado de igual a igual a dos potencias. Sin embargo, todavía no ha sumado y necesita vencer por muchos goles a Argentina para soñar con el pase a la siguiente ronda.

Francia, cuando la gloria deportiva engalana al racismo

Por Daniel Melluso

 “Cuando ganan son negros, blancos y árabes, cuando pierden son gentuza de los guetos”

Esta frase, que pertenece a Éric Cantona (ex jugador del seleccionado masculino de Francia entre 1988 y 1995), está referida al trato que reciben los integrantes de Les Bleus de acuerdo al exitismo propio del futbolero, que no distingue naciones ni patrias. El título mundial conseguido el año pasado en Rusia dignificó a un plantel criticado por sus raíces, puesto que los antecesores de 19 de los 23 citados no eran nativos del país europeo. El mediocampista Paul Pogba, el mediocentro defensivo N´Golo Kanté y el delantero Kylian Mbappé son ejemplos de ello, por mencionar algunos.

Como generalmente ocurre, las personalidades de la política electoral son quienes incitan o aplacan las manifestaciones racistas, según cuál de las posiciones les convenga para engrosar su propio caudal de votos en los comicios. Marine Le Pen, líder del partido Reagrupación Nacional (RN) —de la extrema derecha francesa—, quien en 2010 aseveraba que la selección masculina no representaba al país y que, a su vez, tildaba de “artificial” al plantel por la diversidad de sus orígenes, se retractó de sus dichos cuando el equipo dirigido por Didier Deschamps se coronó en Moscú, elogiando su actuación y declarándose “muy orgullosa” por el éxito. Una clara muestra del aprovechamiento de un hecho para un determinado beneficio, despojándose de todo tipo de ideología.

Ahora bien, las secuelas del expansionismo territorial no son la excepción en el combinado femenino, pero a diferencia de lo ocurrido con los hombres, los cuales provenían mayoritariamente de ex colonias africanas —víctimas del imperialismo francés durante la mitad del siglo XX—, las mujeres, por lo menos sobre las que está puesto el foco, tienen sus orígenes en dependencias de ultramar, generalmente las de América.

La defensora Wendie Renard (ex capitana durante el Mundial Canadá 2015) y la delantera Emelyne Laurent vinieron al mundo en Martinica, territorio insular del Caribe; los padres de Delphine Cascarino —una de las extremos del Olympique de Lyon— nacieron en Guadalupe, otra región de las Antillas centroamericanas subordinada a Francia; y la atacante Valérie Gauvin es oriunda de Reunión, isla del océano Índico, ubicada al este de Madagascar y que también se encuentra supeditada a la república europea.

Cada una tiene un rol distinto en el equipo, más activo dependiendo el caso, pero todas comparten un pasado, un inicio por fuera del país al que representan. “El Fin del Mundo. Nada más que el mar frente a ti y una montaña gigante a tus espaldas”, describe Renard a Martinica, en una nota que ella publicó en The Players Tribune. Seguro que no es la única que piensa eso sobre su lugar de origen, para las cuatro debe ser El Fin del Mundo, aún más para Laurent, coterránea de la central.

En un Estado como Francia, en el que el 25 por ciento de los trabajadores explicitan haber sido objeto de discriminaciones por su color de piel o religión, y que cada vez endurece más las políticas de entrada a su territorio para los extranjeros, es casi ineludible reflexionar sobre qué hubiera acontecido si los antecesores de estos jugadores y jugadoras no hubieran ingresado allí. ¿Al conjunto nacional masculino le hubiera alcanzado para coronarse? Nunca lo sabremos.

Es inevitable pensar, además, qué ocurriría si Les Bleues se alzasen con la copa el 7 de julio próximo. En tan solo un año, los dos combinados de fútbol serían campeones mundiales con una enérgica participación de hombres y mujeres con raíces en las colonias de principios de siglo pasado y en las actuales dependencias de ultramar. Los discursos de los dirigentes se verían modificados, quizás, y cada cual llevaría agua para su molino, engalanando a las heroínas de tal proeza. Esto último no se puede afirmar, pero lamentablemente pasa, siempre pasa.

 

China dejó a Sudáfrica con un pie fuera del Mundial

Por Ignacio Garavello

La llegada de las futbolistas de Sudáfrica a Francia fue distinta a la de las demás Selecciones. Cantaban todas al unísono, con una felicidad indescriptible. Estaban en un sueño. De esos que no se sabe si se van a cumplir pero que, por las dudas, se sueña igual. Desde ese momento era notorio que su objetivo principal en esta Copa del Mundo, la primera a la que clasificaron, nunca fue pasar la fase de grupos. Iban a intentar disfrutar cada segundo, cada instante de esa experiencia que estaban viviendo. Que sea lo más parecido posible a como se lo imaginaron. Y esa sensación se sintió en la cancha.

Las Banyana Banyana fueron muy competitivas en los dos partidos de este Mundial. Si bien perdieron en ambos, tuvieron un buen desempeño. Su capitana de 32 años, Janine Van Wyk, es una defensora impasable en el mano a mano y tiene una capacidad increíble para leer las jugadas. En el ataque, su mejor futbolista es Kgatlana que con sus 155 centímetros de altura y una velocidad como la de la atleta Caster Semenya (multi campeona olímpica y mundial en 800 metros) hace sufrir a la defensa rival. Su entrenadora es una leyenda del fútbol femenino de Sudáfrica, Desiree Ellis, quien jugó el primer partido internacional de la Selección.

Por su parte, China mostró ser muy sólida defensivamente y con mucho rigor en la marca en lo que va de la Copa del Mundo. Contra Alemania pudo mantener su arco en 0 durante 65 minutos y tuvo varias chances claras para abrir el marcador frente a una potencia europea. Al saberse superior a Sudáfrica, salió a buscar el encuentro y su primer tiempo fue impecable porque consiguió el gol de la ventaja por un anticipo de Li Ying en el área chica y su arquera, Peng Shimeng, casi no tocó la pelota. En la segunda mitad se relajó por estar ganando y sobre el final pudo haber aumentado la diferencia. El lunes deberá enfrentar a una difícil Selección española en un duelo directo por el segundo puesto del grupo, ya que ambas poseen tres puntos.

Nueva Zelanda, pionera en el feminismo

Por Nicolás Resnizky

Cuando un grupo de extraños se acercaba al marae, epicentro de las tribus maoríes, se practicaba el pōwhiri, ritual de bienvenida, para determinar si los visitantes eran amigos o enemigos. Primero, un guerrero de la comunidad anfitriona desafiaba a duelo a un huésped. Si este no respondía, el local volvía a su posición inicial. Acto seguido, la mujer más experimentada de la tribu realizaba un karanga, llamado a los invitados. La líder de los visitantes respondía con su propio karanga, y ella con su grupo caminaba lentamente hacia el marae. El ritual se realizaba siempre bajo la conducción de las mujeres.

Kate Sheppard no fue maorí pero siguió con esa premisa. Nacida en Inglaterra en 1848, se mudó a Nueva Zelanda con su familia a los 20 años. En 1885 se afilió a la Unión Cristiana de Mujeres por la Templanza. Dentro de la organización, coordinó reuniones con mujeres para reclamar el sufragio femenino. Además fue la primera mujer en ser editora de un diario, The White Ribbon. En 1888 distribuyó un panfleto titulado Diez razones por las cuales las mujeres de Nueva Zelanda deben votar, y en 1893 presentó en el Parlamento neozelandés una petición firmada por 32 mil mujeres de todo el país, reclamando por el voto femenino. El 19 de septiembre de ese año, la Cámara de Representantes aprobó el reclamo y Nueva Zelanda se convirtió en el primer país del mundo en el que las mujeres pudieron votar.

En el mundo de la pelota, las mujeres neozelandesas también fueron parte de la revolución feminista. En 2016 Sarai Bareman, Secretaria General de la Confederación de Fútbol de Oceanía y única mujer en la Comisión de Reformas de la FIFA, se convirtió en la primera directora de la -recientemente creada- División de Fútbol Femenino de la FIFA.

Junto con la renuncia del austriaco Andreas Heraf como entrenador del equipo neozelandés, por haber maltratado a algunas de las jugadoras, llegó en 2018 la desvinculación del Presidente de la Asociación de Fútbol de Nueva Zelanda, Deryck Shaw. Su sucesora fue Johanna Wood, que se convirtió en la primera mujer en presidir esa asociación. Además, Nueva Zelanda es el único país de los 24 que integran el Mundial de Francia, cuya máxima organización del fútbol está liderada por una mujer. A su vez, es uno de los cinco países de la Copa, cuya máxima autoridad gubernamental es una mujer, en este caso Jacinda Ardern. En mayo del 2018, se firmó un acuerdo en el que se estableció que la selección de fútbol masculina y la femenina cobrarán los mismos sueldos y percibirán los mismos premios por representar a Nueva Zelanda.

Las Football Ferns podrán no levantar la Copa del Mundo en Francia, pero en la lucha por igualdad, Nueva Zelanda gritó campeón hace rato.

Australia se impuso frente a Brasil por 3 a 2

Por: Santiago Ballatore 

El gol de Marta en su regreso, los caños de Tamires, el partidazo de las jugadoras australianas. Muchos hechos podrían haberse llevado los focos del increíble juego en el que Las Matildas le ganaron 3-2 a Brasil, habiendo estado 0-2 en el marcador; pero todas las cámaras son para otro protagonista, uno del que bastante se viene hablando en el mundo del fútbol en el último tiempo: el VAR.

Su primera aparición fue a los 20 minutos del primer tiempo, cuando la mediocampista australiana Tameka Yallop recuperó una pelota perdida por Kathellen a metros del área y, sola contra el mundo, corrió hacia adelante. Pero antes de siquiera poder patear fue derribada adentro de la zona del penal por Thaisa, dueña de la mitad de cancha brasilera. La falta no fue cobrada, pero en el momento en que la jueza Esther Staubli fue a revisar la jugada a la pantalla del VAR, tanto las jugadoras que estaban en cancha como los espectadores que estaban afuera de ella, pensaron que cobraría penal. Pero el fútbol es una caja de sorpresas, y esta no fue la excepción. ¿Qué pasó? En el momento en que Staubli estaba viendo la jugada, apreció una mano de Yallop al recuperar el balón. Eso hizo que Brasil pasara, en segundos, del infierno al cielo. De penal en contra a tiro libre a favor.

Seis minutos después el VAR volvió a brillar, aunque esta vez por su ausencia. Leticia Santos llegó al área rival y fue agarrada levemente por Elise Kellond-Knight, lateral izquierda australiana. Como seis minutos antes la árbitra había revisado una jugada similar, se caía de maduro que lo haría de nuevo. Pero no, esta vez la pantalla descansó, y Marta cambió el penal por gol.

Ya en el segundo tiempo, más específicamente a los 23 minutos del mismo, volvió a convertirse en la estrella del partido. Claro, ya había pasado mucho tiempo sin que se hablara de él. De hecho, había habido tres goles desde su última participación, por lo que el encuentro iba 2-2. Después de un centro frontal por parte de Australia, la defensora Mónica cabeceó mal y metió la pelota en su propio arco. Pero la delantera Sam Kerr estaba en posición adelantada, y como la jueza de línea interpretó que había tenido participación en la jugada, levantó el banderín. Pero la árbitra principal no dejó seguir el juego, ya que alguien estaba hablándole por el comunicador. La llamaron desde la cabina del VAR y le recomendaron que fuera a revisar la jugada. Al hacerlo, interpretó que la delantera en realidad no había interferido en el error de Mónica, por lo que sancionó el gol que le daba la pincelada final a la remontada. Al ser una jugada de interpretación, no hay una certeza sobre si estuvo bien o mal sancionado, por lo que este gol puede ser asignado a dos personas: Mónica, en contra, y Staubli, apoyada por el VAR.

Pero habría una situación más en la que se haría presente. En realidad, ausente. Luego de un centro de las sudamericanas en el minuto 92, la australiana Catley derribó, sin pelota, a Andressa. Pero la jueza ni siquiera fue a la pantalla, por lo que la aparición del VAR quedó pendiente para quienes esperaban verlo una vez más.

Australia, que había perdido en la primera fecha ante Italia, le dio vuelta un partido increíble a Brasil, que había vencido a Jamaica. La mejor jugadora fue Chloe Lagarzo, pero la figura fue el sistema implementado por la FIFA, que todavía deja muchas dudas sobre cómo debe ser utilizado.

Selección de Catar: entre la Copa América y el Mundial 2022

Por: Iván Zigzag 

El Seleccionado catarí será uno de los dos países (junto a Japón) invitados a participar de la Copa América en Brasil, con la dirección del barco hacia la organización del próximo Mundial como objetivo en medio de enfrentamientos políticos con países limítrofes y la cara del poder como el principal artífice.

Es el ambiente oscuro por el que transita el deporte de nuestros tiempos, en donde los intereses económicos y diplomáticos son los que salen a traslucir y se destacan como los protagonistas de una obra que enturbió, intencionalmente o no, el marco escénico. Es que a pesar del sentimentalismo que generan los eventos deportivos en espectadores y críticos, en los últimos años países con un escaso recorrido en la historia del fútbol fueron tomando poderío por debajo de la mesa.

Estados Unidos y China, quienes realizaron una gran inversión para la profesionalización de sus Ligas (Major League Soccer y Superliga, respectivamente) con las contrataciones de jugadores de renombre internacional, y Catar que apunta al Mundial 2022, sobreponiéndose ante las miradas de reojo de otras Federaciones en su elección.

El seleccionado dirigido por el español Félix Sánchez Bas, último campeón de Asia, será el equipo del primer país árabe en recibir la Copa Mundial de fútbol, con la experiencia a sus espaldas en la organización de espectáculos deportivos con los Juegos Asiáticos de 2006 y con el valor agregado de convertirse en la Sede del Mundial de Clubes 2019 y 2020 (los últimos dos que mantendrán el actual formato de competencia).

El país del golfo arábigo es uno de las regiones con más poder económico del mundo debido a la obtención de petróleo y gas, ese poderío se traslada actualmente al peso que tiene en FIFA la familia Al Thani, que está a cargo del Estado asiático en una monarquía constitucional desde 1868. Con Hamad, padre del ahora príncipe y jefe político (Emir) Tamin Hamad al Zani, que derrocó en el 95’ al gobierno de su abuelo y 18 años después abdicó al mando a Tamin, estableció aún más la imagen de una dinastía familiar como la ideología implementada, en la que no se permite ninguna clase de oposición política.

En un paisaje que poco a poco fue cubriendo de nubes grises el cielo, se generó la elección de Catar como el próximo anfitrión mundialista entre la nubosidad de los cuestionamientos y críticas, con el foco de la conflictividad social y diplomática con sus vecinos (Arabia Saudita, Baréin y Emiratos Árabes Unidos), y otros del norte africano y Mar Arábigo (Libia, Yemén y Egipto), apartado a un lado. Esta problemática condujo al Estado catarí a un bloqueo que con el fin de aislarlo, cortaron con ellos vías de comunicación y rutas fronterizas, provocando una crisis que lo convirtió en el país con la mayor renta per cápita del continente.

Las relaciones entre estos países y Catar se rompieron por distintas causas, el primer motivo se basa en las acusaciones (con el aval de Trump y el gobierno estadounidense) por un supuesto financiamiento a grupos terroristas del Estado Islámico, hecho que el país asiático negó; el segundo es por el acercamiento político con Irán (ambos países comparten South Pars North Dome, el mayor yacimiento de gas licuado del planeta), y por último, un ciberataque a la Agencia de Noticias oficial catarí, Al Jazeera, por parte del Ejército Electrónico Sirio que provocó la prohibición de su señal en varias regiones por el contenido de mensajes en alusión al terrorismo y al extremismo.

El panorama de una fotografía que no permite distinguir su ya descolorida imagen, con las sombras de un ambiente que esconde sus escombros bajo la alfombra y refleja como cara y cruz de una misma moneda, por un lado, la invitación a la presente Copa América y la del 2020 (Junto a Australia) acrecentando el proyecto futbolístico encabezado por Sánchez Bas, y por el otro, el rumbo al cual se dirige el timón de una embarcación que navega ya no hacia La Meca, sino en dirección al océano del fútbol, en un trayecto rodeado de intereses que sobrepasan al entorno deportivo y ensucian con violencia la marea.

Brasil protesta y juega

Por Fernando Bajo

A lo largo de la historia varios jugadores que nacieron en las Favelas (asentamientos precarios) como Garrincha, Romario, Adriano, Ronaldinho,Rivaldo y Gabriel Jesús integraron la selección de Brasil. Sin embargo, esos barrios están asociados solamente al narcotráfico y la delincuencia.

¿Qué hubiera pasado si el actual Presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, hubiese asumido antes a su cargo y realizaba (aún puede hacerlo en el futuro) la mayoría de los deseos que manifestó durante toda su carrera política como por ejemplo: “Hay que dar seis horas para que los delincuentes se entreguen, si no, se ametralla el barrio pobre desde el aire”?

El primer mandatario del país que organizará la máxima competición subcontinental a nivel de selecciones ha efectuado en varias ocasiones declaraciones discriminatorias, misóginas y racistas. “Es una desgracia ser patrón en este país, con tantos derechos para los trabajadores”, afirmó hace poco tiempo. Antes de su asunción, Brasil acarreaba una crisis política y económica, sin embargo, hasta ahora el problema no pudo remediarse y el ex militar, con sus medidas, acentúo el descontento del pueblo.

El viernes, cuando las selecciones de Brasil y Bolivia salgan al campo de juego del Estadio Morumbí para disputar el primer partido de la Copa América, en las calles de varias ciudades como Brasilia, Rio de Janeiro e incluso San Pablo, organizaciones sociales llevarán a cabo movilizaciones para repudiar el recorte de presupuesto en la educación, la reforma jubilatoria que busca modificar la edad mínima de aportes de 30 años en las mujeres y 35 en los hombres, que rige actualmente, y aumentarla a 62 y 65 años de vida respectivamente. Además, también se reclamará por la liberación del ex mandatario Luiz Inácio Lula Da Silva.

No será la primera vez que las calles del pentacampeón del mundo se copen de manifestantes. En 2013 durante la Copa Confederaciones también hubo movilizaciones, aunque en aquellos tiempos la protesta era, entre otras cosas, por las grandes inversiones que habían realizado para la celebración de eventos deportivos.

Pese a esto, el torneo, hasta ahora, se desarrollará con normalidad: “Las áreas de operación y seguridad han trabajado en cooperación con las instituciones gubernamentales. Las acciones deben tomarlas los entes públicos, no tenemos autoridad para impedir nada esperemos que todo suceda de forma pacífica, sin ningún problema”, afirmó el director general del comité organizador local, Agberto Guimarães.

A pesar de los reclamos de los trabajadores, Bolsonaro, fanático del Palmeiras, solo se interesará en el inicio de la Copa, ya que para él los más necesitados poseen nada más que una función en la sociedad: “El pobre solo tiene una utilidad en nuestro país: votar”.

 

Wendie Renard, la jugadora de El Fin del Mundo

Por Daniel Melluso

“Ya estabas pateando en mi vientre antes de que incluso vinieras a este mundo”, le repite la mamá de Wendie Renard a su hija. Esta frase extraída de la nota La vida en el fin del mundo, que la defensora gala escribió en The Players Tribune, describe lo que es el fútbol para ella. En la publicación narra su historia en Martinica, una isla que depende de Francia,  donde nació.

Desde muy temprana edad, le gustó el deporte y lo practicó, algo raro para una niña por esas latitudes. Tuvo que superar un escollo muy difícil como lo fue la muerte de su padre, de quien era muy compinche. “Me aferré a él. Donde él iba, yo también necesitaba ir. Yo era su sombra. Todos los días, cuando iba a su auto a trabajar, yo estaba justo detrás de él”, recuerda Renard.

La autora de dos goles en el debut ante Corea del Sur tuvo un momento desafortunado en la victoria de hoy, 2 a 1, ante Noruega en el estadio Allianz Riviera de Niza. El gol del empate transitorio para las nórdicas fue convertido por ella en contra. Una de cal y una de arena, se podría decir, pero no, no para esa niña que jugaba a la pelota en El Fin del Mundo.

“El mar y el fútbol, ​​así era en Martinica”, rememora la jugadora del Olympique de Lyon. Su vida con la redonda bajo el brazo con el sueño de llegar lejos con él. Recibió el apoyo de su familia, fiel compañera en el camino que la consagró en capitana del combinado galo en el Mundial Canadá 2015 y una referente del actual plantel.Era raro que las niñas jugaran fútbol en Martinica, por lo que era aún más raro que fueran las mujeres de mi familia las que me empujaban a hacerlo. Ellas eran las que amaban el fútbol tanto como yo”, recapitula la joven de 28 años.

Cuando Renard tenía 8 años, el temprano deceso de su padre cambió su vida por completo, le dio un propósito: “Antes de que mi padre muriera, él me sentó. Fue uno de las últimas conversaciones que tendríamos. No iba a estar pronto, me dijo. Y finalmente empecé a entender. Pero cuando salí de su habitación, supe que él se habría ido. Ahora sabía lo que eso significaba. Sabía que la vida sería diferente. Y lo que quería hacer con eso”.

Al ver a Renard con sus 1,87 metros de estatura (lo que la convierte en la jugadora más alta del certamen), se entiende lo que es el deporte para ella, que lo juega como si estuviera en su casa, como si fuera el último partido en El Fin del Mundo.