viernes, abril 26, 2024

La Torre Eiffel los ilumina: otra vez, Francia puede ser un revulsivo en el deporte argentino

Por Joaquín Arias

Una vez más, al deporte argentino lo avizora un punto de despegue. Una vez más, a la vera del Río Sena y con la Torre Eiffel de fondo. Repasemos: el 19 de octubre de 2007, Los Pumas vencían a Francia 34 a 10 en el Parque de los Príncipes, se subían al podio mundialista por primera vez y plantaban la bandera del crecimiento del rugby criollo. A partir de aquella medalla de bronce llegaron el 4 Naciones, el PlaDAR, los Jaguares y las conquistas pumitas.

Salvando las distancias entre un tercer puesto final y un tercer puesto de grupo, los dos resultados más preciados de la historia del fútbol femenino argentino –los empates con color hazaña ante el subcampeón Japón y frente a Escocia también se producen en el segundo estadio más emblemático de París, también impactan mundialmente y, en efecto, generan que la oportunidad de crecimiento se le plante de frente y con los brazos abiertos. Y con ella, también la incógnita. ¿Puede marcar este Mundial de Francia un puntapié inicial?

La semiprofesionalización ya fue signo de evolución. Para muchos, el primer gran paso. Sin embargo, ahora que la euforia empieza a ceder, hay que alimentar ese hito.  El progreso, inexorablemente, deberá ser paulatino. Pasos cortos pero concretos, terrenales y realizables. Pretender, por ejemplo, asistencia perfecta en las canchas de un día para el otro sería una utopía. Las condiciones económicas de los clubes tampoco permiten ilusionarse con estadios grandes propios. Los Pumas y Jaguares siguen jugando partidos televisados mundialmente en Vélez.

Tal vez haya que escuchar a Agustina Barroso para empezar a delinear un rumbo. Cuando a la zaguera le preguntaron en la conferencia de prensa previa a Escocia qué debía modificarse, resaltó que potenciar las categorías formativas era la prioridad. Asimismo, mencionó que el fútbol femenino obligatorio en las escuelas permitiría que muchas más chicas empiecen a patear una pelota número 5 a temprana edad.

El mensaje de su socia en la defensa, Aldana Cometti, se enfocó en otro punto: desarrollar y potenciar el fútbol femenino en todas las provincias, no únicamente en Buenos Aires y la Capital. La central levantó la bandera de la federalización avalada por los números: los 16 equipos que serán profesionales son de Buenos Aires. Mayor cantidad de jugadoras en Argentina derivaría en más futbolistas en las principales ligas en el futuro y, en efecto, más entrenadoras el día de mañana.

En la antesala y durante el Mundial, el DT Carlos Borrello contó que se aferraba al sueño más por la garra que por la calidad de sus jugadoras. A favor de la Argentina: la actitud compensó la falta de ideas en la ofensiva y demostró madurez al no excederse en el juego brusco: tuvo solo tres jugadoras amonestadas en igual cantidad de partidos y nunca superó a sus rivales en faltas cometidas. En contra: será muy difícil sostener un deseo serio de pelear a nivel mundial rematando, en promedio, 2,33 veces por encuentro.  En 20 minutos contra Escocia, convirtió más goles que en los ocho choques mundialistas previos. Las ráfagas deberán transformarse en consistencia.

Por otro lado, es inevitable desligar el papel que está jugando el fútbol femenino –y fundamentalmente la Selección Nacional- con el movimiento de la mujer en la última década. Mucha gente alentó a las chicas, no a las jugadoras. Es decir, por lo que son y no por lo que hacen. Con el tiempo, eso deberá cambiar. Una de las tantas misiones es que los argentinos se puedan identificar con lo que hacen adentro de las líneas de cal, con un estilo definido –con la actitud como complemento y no como base- que sea la consecuencia de una línea de trabajo sostenido. Cuando su condición de mujer pase tan desapercibida como la de los hombres, será una muestra de crecimiento.

No hay que soslayar tampoco que otras selecciones nacionales también merecen cambios. Por caso, la de Síndrome de Down, a la cual la AFA solo le da indumentaria. Les otorga la camiseta que usó la Selección masculina mayor en la Copa América 2004.  Pero claro, es lógico que este boom mundialista se robe la atención, aunque después de este impacto deberá venir la planificación. Y luego la acción y la concreción. Hay tierra fértil y un camino grande por recorrer. Grande, como esa torre que pudo haber sido testigo, otra vez, de un punto de quiebre en el deporte argentino.

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