jueves, noviembre 6, 2025
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Lucas Farach: “Boca es un club soñado y me encantaría volver”

Por Lucas Valenzuela

Lucas Farach, ex arquero de Boca en futsal, recordó su único y emotivo año en la institución Xeneize, en la cual salió campeón de la Supercopa ante Newell’s y en la que llegó a convertir seis goles. Actualmente se encuentra en Kimberley, club dueño de su pase.

“Mi paso por Boca me terminó de formar como un profesional del deporte, me faltaba poder jugar en un equipo grande y lo logré”, dijo Farach, quien además contó que fue lo que más le sorprendió del mundo boquense: “Esta camiseta tiene mucha repercusión, capaz voy caminando por la calle y me conocen, no sabía que la gente de Boca seguía tanto el futsal”.

“Me acuerdo que mi primer partido fue contra El Talar, tengo la suerte de ser un pibe tranquilo y disfrutar cada momento, no tuve nervios antes ni después”, continúo el arquero y remarcó que el equipo “ayudo a sobrellevar ese partido con tranquilidad”.

A su vez, comentó acerca de su posición en la cancha y de sus partidos más difíciles en el Xeneize: “Los del mundial de clubes fueron complicados pero lindos. También los duelos frente a San Lorenzo en las finales”. En cuanto a su tarea bajo los tres palos, Farach explicó lo difícil que es debido a la jerarquía de los jugadores: “Te llegan pocas veces al arco y tenes que estar muy concentrado. A veces ganábamos y en la que nos llegaban nos convertían, entonces me iba enojado a pesar del resultado”.

Respecto a su pase a Kimberley, Farach no ocultó sus ganas de poder continuar en Boca: “Este año tenía que volver, desde Boca me comunicaron que querían que siga pero no pudimos llegar a un acuerdo. Me quedé con ganas de seguir en el club. Me encantaría volver y poder ganar algún título importante, es un club soñado y muy profesional”.

Por último, rememoró el histórico gol de arco a arco que le convirtió al Barcelona en el Mundial de Clubes celebrado en Bangkok: “Fue un sueño, es difícil que haga un gol más importante que ese”. Boca venció al equipo español por 3 a 1 y accedió a la final, en la que perdió por penales frente a Magnus.

Nacho Fernández, el Iniesta con brackets que duplica los pueblos

Por Agustín Guazzaroni

Diego Maradona y Juan Román Riquelme dijeron que es el mejor jugador del fútbol argentino. No es casualidad que sea futbolista. Su bisabuelo materno fue entrenador interino de Estudiantes de La Plata en la década del 50 y su padre jugó de enganche en el colegio San Agustín.

Aunque proviene de una familia de universitarios, sus padres médicos, su abuelo odontólogo y su tío ingeniero, Ignacio Martín Fernández prefirió jugar al fútbol y en 2005 con 15 años le apareció la oportunidad de irse a probar a Gimnasia y Esgrima La Plata, tras jugar en el Club Social y Deportivo Dudignac. En Gimnasia estuvo hasta 2011 para luego ser cedido a Temperley y jugar en la tercera categoría del fútbol argentino. Marcó 10 goles en 25 partidos y fue el goleador del equipo aquella temporada.

Al finalizar su préstamo en Temperley, volvió a Gimnasia para ser entrenado por Pedro Troglio y el técnico recuerda que con él no iba a jugar porque en su opinión jugaba muy bien, pero no trabajaba para el equipo. Al pasar los meses entendió lo que quería y logró hacer lo que le pedían. “Fue vital para el equipo, a tal punto, que en 2015 dije que era el mejor jugador del fútbol argentino con 25 años”, dijo Troglio. En su segundo ciclo en el conjunto platense jugó 115 partidos, marcó 17 goles y consiguió 19 asistencias.

Permaneció en el club hasta principios de 2016, cuando recibió un llamado a su celular de un número desconocido y le dijo a su novia que atendiera y dijera que estaba ocupado. Era Marcelo Gallardo. Luego de disculparse, hablaron pocos minutos y se convirtió en jugador de River a cambio de 2 millones de dólares.

El técnico de River lo citó varias veces al predio de Ezeiza para mostrarle videos de Carlos Sánchez y de Toni Kroos para mejorar su técnica. Con el conjunto de Núñez consiguió tres Copas Argentinas, dos Recopas Sudamericanas, una Supercopa Argentina y una Libertadores.

Sus compañeros de equipo le pusieron de apodo Iniesta por su parecido en la forma de jugar. Tuvo un breve paso por la selección Argentina, solamente fue parte de una gira del seleccionado en 2017 con Jorge Sampaoli como técnico. Jugo 20 minutos en un partido frente a Singapur que terminó 6 a 0 a favor del conjunto argentino.

El 23 de diciembre de 2017 se casó con Juliana, que está a cargo de una cervecería en La Plata, y se relaciona con el mismo grupo de amigos de hace muchos años. Entre ellos cuenta con algunos jockeys, porque es muy seguidor del turf. También practica otros deportes aparte del fútbol. Entre ellos está el paddle que lo juega cada vez que va a su pueblo. Otros deportes que le gustan son el golf y ping pong.

Una característica de Ignacio Fernández es que se lo vé siempre con brackets. Esto se debe a que cuando era niño solía quitárselos y tiene que seguir con el tratamiento a sus 30 años, aunque se encuentra ya en la fase final y en poco tiempo ya no los necesitará.

Luego de ser campeón de América con River en 2018, se organizó un partido entre amigos de Ignacio Fernández y ex jugadores de la zona en Dudignac para realizar un reconocimiento al futbolista. En consecuencia, a este acontecimiento se movilizaron alrededor de 2000 personas de las peñas de River cercanas a la localidad. Es la misma cantidad de habitantes que el pueblo posee.

El patrón de abusos sexuales en la NFL sale a la luz

Por Ramiro Ohana

Tras anunciar el abandono del nombre “Redskins” por ser considerado racista y ofensivo para la comunidad nativa estadounidense, una nueva polémica vuelve a rodear a la franquicia de la NFL. El Washington Post recogió y sacó a la luz el pasado jueves los relatos de 15 antiguas empleadas del equipo que denunciaron distintos tipos de agresiones verbales y acoso sexual por parte de ejecutivos de los Washington Redskins.

Los reclamos sucedieron entre 2006 y 2019, durante gran parte del mandato de Dan Snyder. De las 15 mujeres que han contactado con el periódico de Washington, 14 han permanecido en el anonimato, ya que firmaron contratos de confidencialidad y tendrían que afrontar multas si hablaban mal del equipo. Solo una ha rebelado su identidad. Ella es Emily Applegate, que fue coordinadora de marketing de los Redskins entre 2014 y 2015, y define su tiempo en el equipo como “la experiencia más miserable de mi vida”.

De todos los actos relatados, los más frecuentes fueron los insultos, los comentarios sexuales y las obligaciones de usar vestimenta llamativa y sensual. “Me decían puta estúpida, que llevara vestidos ajustados a reuniones con clientes para que los hombres en la habitación tuviesen algo que mirar. Me agarraban la cola en los palcos durante los partidos y en la entidad había total indiferencia acerca de ello”, comentó una de las mujeres que se mantuvo en incógnito.

Con los testimonios de las antiguas empleadas de los Redskins, son varios los miembros de la franquicia sobre los que se centra la investigación del Washington Post. Algunos de ellos son hombres del círculo más cercano de Snyder. Otros son empleados del equipo que llevaban varios años en la entidad.

El primero de ellos es Larry Michael, vicepresidente de contenido y voz de la radio oficial del equipo hasta julio, cuando, tras los intentos del Washington Post para contactar con él, repentinamente decidió “jubilarse”. Las testigos coinciden en que Michael frecuentaba comentarios fuera de tono acerca de la apariencia física de varias mujeres. “Siempre las trataba como objetos, de una manera despectiva. Yo no sabía qué hacer, solo temblaba al verlo”, dijo un antiguo empleado del equipo.

El siguiente nombre protagonista en este escándalo es el de Alex Santos, director de personal, que recurría a los comentarios inapropiados sobre los cuerpos de las mujeres y en constantes intentos de salir con ellas. En 2019 fue investigado cuando una reportera de The Athletic le comentó al equipo los comentarios que Santos había hecho sobre su cola, además de los numerosos intentos para tener una cita con ella. Otra periodista, por aquel entonces en el Washington Times, contó que Santos le había dicho que “tenía una gran cola para ser una chica blanca tan pequeña”. En julio, tras 13 años en el equipo, Santos fue despedido.

Richard Mann es otro hombre que aparece en varios relatos de las trabajadoras. Era el mejor reclutador que asistía a Santos, y como su jefe, fue despedido tras nueve años en los Redskins. El portal estadounidense publicó varios mensajes de contenido sexual de Mann a sus empleadas. En uno de ellos, el reclutador le comentó a una de las chicas que había estado debatiendo con otros trabajadores si sus pechos eran operados. En otro mensaje, Mann le pedía a una mujer “un abrazo inapropiado”, a lo que seguía con un “no te preocupes, en mi bolsillo habrá una abrochadora, nada más”.

El cuarto nombre envuelto en esta polémica es el de Dennis Greene, antiguo presidente de operaciones comerciales. Las mujeres contactadas relatan cómo Greene las forzaba a llevar blusas escotadas y faldas ajustadas a las reuniones, además de tener que coquetear con los clientes para así vender más palcos. Con 17 años de experiencia en el club, Greene abandonó los Redskins en 2018, cuando un reportaje del New York Times desveló los abusos que sufrían las animadoras del equipo.

Mitch Gershman es el último empleado implicado. Antiguo director de operaciones de los Redskins dejó la franquicia en 2015. Los testigos remarcan sus continuos insultos acerca del rendimiento de sus empleadas acompañados de varios piropos. Applegate también recordó las órdenes que recibió de Gersham, sobre cómo llevar siempre tacones y vestidos ajustados, además de las constantes preguntas que hacía a las mujeres sobre su vida amorosa. Gersham fue el único que atendió la llamada del Washington Post, en la que rechazó las acusaciones. “No puedo hablar de algo que no recuerdo. Los Redskins eran un gran lugar de trabajo, y lo siento si alguien se sintió verbalmente ofendido”, comentó.

Dentro del equipo, silencio. Nadie se atrevía a denunciar estos sucesos. Applegate cuenta cómo Eric Schaffer, asesor general y vicepresidente de operaciones, fue el único que habló con ella sobre estos incidentes, y se ofreció a dar su testimonio o contactar con un abogado para que Applegate denunciase, aunque ésta rechazó la propuesta porque deducía que, de hacerlo, ambos perderían sus puestos.

Quienes no aparecen vinculados directamente, aunque sí son mencionados, en los relatos son Daniel Snyder, propietario del equipo, y Bruce Allen. Este último era el hombre de mayor confianza de Snyder, y ocupó varios puestos en la franquicia entre 2010 y 2019, entre ellos el de director general hasta su despido. “Creo que Bruce lo sabía. Me sentaba a diez metros de él, me veía llorar en la oficina varias veces por semana”, relató Applegate.

Ante el destape de esta noticia, Snyder dio a conocer su parecer sobre esta denuncia a través de un comunicado y partió señalando que “el comportamiento descrito en el artículo del Washington Post no tiene lugar en nuestra franquicia o sociedad”. A lo que le agregó: “Esta historia ha fortalecido mi compromiso de establecer una nueva cultura y estándar para nuestro equipo, un proceso que comenzó con la contratación del entrenador Rivera a principios de este año”.

Ron Rivera, entrenador del equipo, también dio su opinión sobre lo acontecido, pero se ha limitado a comentar: “Tenemos que avanzar en esto. Mi hija trabaja para la franquicia y no voy a permitir este tipo de cosas”.

En lugar de lanzar su propia investigación, la NFL dijo que actuará con base en los hallazgos de los abogados contratados por Snyder. Beth Wilkinson será la encargada de realizar la investigación dentro de la institución, para buscar a los responsables de estos hechos. Asimismo, implementarán nuevas políticas de respeto y apoyo a quienes trabajan allí.

Estos asuntos, como se ha informado, son graves, inquietantes y contrarios a los valores de la NFL. Todos en la NFL tienen derecho a trabajar en un ambiente libre de cualquier forma de acoso”, dijo la liga en una declaración.

Washington ha prometido que dará su total cooperación al investigador y esperamos que el club y todos los empleados lo hagan. Nos reuniremos con los abogados al concluir su investigación y tomaremos cualquier acción basada en los hallazgos”, afirmó.

Desde la franquicia no tardaron en “cooperar” con la noticia que revolucionó al mundo del fútbol americano. El club, como primera medida, decidió disculparse por mail con cada uno de los trabajadores de la organización a través del siguiente mensaje redactado por Daniel y Tanya Snyder, su esposa.

Equipo,

Estamos tristes y decepcionados, como todos ustedes, después de leer la historia en el Washington Post ayer. En nombre de la organización, queremos disculparnos con cada uno de ustedes y con todos los afectados por esta situación.

Las acciones en la historia no tienen lugar en nuestra franquicia o en la sociedad. Como ya sabrán, cuando los problemas anteriores descritos en el artículo se nos presentaron inicialmente, se abordaron en ese momento.  Sin embargo, algunos de estos problemas se presentaron solo en los últimos días y posteriormente hemos realizado cambios y los hemos abordado también.

Claramente, hay trabajo por hacer para construir una mejor cultura organizacional. Necesitamos mejorar y ahora es el momento.

Para crear la cultura que todos queremos, necesitamos su ayuda. Queremos que seas parte de este proceso. A medida que avancemos, escucharán más del liderazgo de nuestro equipo en el futuro cercano sobre este plan de acción.

Para finalizar, queremos agradecerles por todo lo que hacen por esta organización. Esta pretemporada ha sido difícil, y su trabajo y compromiso lo son todo. Nos comprometemos a garantizar que esta organización es una de las que promete un alto nivel de conducta personal, al tiempo que representa los valores de inclusión, respeto y diversidad.

 Sinceramente,

Dan y Tanya.

Alemania 2006: cuando el racismo también juega

Por Federico Maurici

Al Mundial de Alemania 2006 algunos lo recordaran por el cabezazo de Zinedine Zidane a Marco Materazzi en la final, otros por el gol de Maxi Rodríguez a México en octavos de final, muchos por la cuarta consagración de Italia en su historia, o, incluso, por ser el primer torneo disputado en Alemania desde la caída del Muro de Berlín en 1989. 

Pero también este Mundial marcó un punto inicial en la lucha contra la discriminación, ya que fue la primera vez en la que se pudo observar la frase say no to racism (di no al racismo) en un campeonato de esta envergadura, que ya había sido utilizado en la Eurocopa 2004, en Portugal.

La FIFA decidió que en los 64 partidos que se disputaron en el Mundial, las cadenas televisivas debían mostrar un anuncio en contra del racismo. Antes de cada encuentro, los dos equipos se sacarían una foto con una pancarta en donde se podría observar el mensaje de say no to racism. Además, en los cuartos de final, los capitanes tuvieron que leer antes del inicio una declaración de rechazo al racismo en el fútbol.

También hubo proyectos como football unites, que participaron en esta campaña y contribuyeron a generar un ambiente positivo y de integración de todas las personas sin importar nacionalidad, religión o color de piel. 

En los FanFest había actividades de diferente tipo, pero todos enfocados en una misma dirección, que era la lucha contra el racismo. Había puntos, por ejemplo, sobre la prevención de la violencia y para dar a conocer los problemas de los inmigrantes y de las minorías, para así lograr promover la integración social de estas mismas.

Antecedentes de racismo previos al Mundial:

En 2004, dos años antes del Mundial, en un entrenamiento de la Selección española, el entrenador Luis Aragonés le pidió a su jugador José Antonio Reyes que hablara con Thierry Henrry, que era su compañero de equipo en el Arsenal: “Dígale al negro de mierda que usted es mejor, dígaselo de mi parte”. Después de esto, la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) obligó a Aragonés a disculparse por sus dichos, quien se justificó diciendo que había usado esa frase solo para motivar a Reyes y no como un acto racismo hacía el delantero francés.

En las vísperas del Mundial, el dirigente político francés de derecha Jean-Marie Le Pen, había criticado a Raymond Domenech, entrenador de Francia, por llevar a muchos jugadores de color, alegando que por eso muchos franceses no se sentían identificados con esa Selección. A lo que Domench le contestó diciendo que Le Pen debía parar con esas declaraciones, porque todos los jugadores estaban orgullosos de jugar para Francia. 

Sin embargo, como suelen hacer estos personajes, no se quedó callado y criticó al arquero campeón del mundo con Francia en 1998 por no cantar la Marsellesa (himno de Francia) y a Zinedine Zidane porque solo lo tarareó un poco, pero tampoco lo cantó. A esto, Domench le volvió a responder diciendo que Francia debía ser de los países en donde los jugadores más cantan el himno. No hay que olvidarse que “Zizuo” es hijo de padres argelinos que emigraron a Francia a causa de la guerra de Argelia.

Esta Selección contaba en su mayoría con jugadores de color, ya que muchos eran descendientes de alguna colonia francesa: Thierry Henry, Lilian Thuram, Louis Saha, Patrick Vieira y Éric Abidal eran algunos de los jugadores de ese equipo.

Después de la final, en la que Italia le ganó a Francia por penales (5-3) tras haber empatado 1 a 1, el exministro italiano, Roberto Calderoli, criticó la presencia de jugadores de diversos orígenes en el equipo francés. “La de Berlín ha sido una victoria de nuestra identidad, donde un equipo que ha alineado a lombardos, calabreses, napolitanos y vénetos, ha vencido a una formación que ha perdido, sacrificando por el resultado, su propia identidad, al alinear a negros, musulmanes y comunistas”, sentenció. Por su parte, Yves Aubin de La Messuzière, embajador de Francia en Roma, expresó que estas declaraciones solo pueden provocar el odio racial. 

Alemania campeón: un milagro inesperado

Por Manuel Mel

Tras ser excluida de la Copa del Mundo de Brasil 1950, la Selección alemana protagonizó, cuatro años más tarde, una de los acontecimientos más trascendentales para el país: llegar su primera final y consagrarse campeón del Mundial. A partir de este suceso se dio comienzo a una “nueva Alemania” en todo aspecto para llegar a convertirse, a día de hoy, en una de las grandes potencias a nivel global.

Para poder entender cómo se llegó a este desenlace del campeonato, hay que mirar hacia atrás y comprender el camino transitado por ambas selecciones finalistas. Por un lado estaba Hungría, que arribaba al Mundial como campeona de los Juegos Olímpicos de 1952 disputados en Helsinki, Finlandia, y que a nivel mundial se la consideraba de las más fuertes. El conjunto de Gusztav Sebes era uno de los principales candidatos a quedarse con el título debido a que tenía un gran funcionamiento a nivel colectivo y los resultados que obtenía le daban la razón: Acumulaba 33 partidos sin derrotas, con 29 triunfos y cuatro empates. La racha había comenzado el catorce de mayo de 1950 y se extendió hasta el partido final de la competencia Mundial. Tal era la repercusión que generaba este seleccionado húngaro que en ese entonces era conocido por propios y extraños, como el “Equipo de Oro”.

Hungría compartió el grupo 2 junto con Turquía, Corea del Sur, y, justamente, con Alemania Federal, a la que derrotó por ocho goles a tres en la segunda fecha de esa primera fase. Una jornada increíble para los húngaros que, gracias a ese triunfo y al conseguido frente a Corea del Sur previamente, sellaron su pase a los cuartos de final de forma holgada. Allí tuvo enfrente al siempre poderoso y temerario conjunto brasileño. Fue un partido que tuvo varias emociones con muchas idas y vueltas por parte de ambas Selecciones, en el que finalmente Hungría impuso su experiencia e hizo valer su juego y destreza colectiva para llevarse definitivamente a Brasil por delante cerrando el cortejo con un cuatro a dos final. Más adelante llegaron las semifinales, instancia en la que se encontró con otro sudamericano: Uruguay, Selección campeona en 1950, que buscaba defender la corona. El duelo fue parejo, pero nuevamente Hungría sacó a relucir su juego y de a poco los goles fueron cayendo. El resultado final fue de cuatro a dos, y el “Equipo de Oro” fue a parar a la final del Mundo, instancia a la que había llegado en el Mundial de Francia 1938, en el que termino subcampeona. Aquella final frente a Italia parecía dar un vistazo de lo que posteriormente ocurriría con Hungría en esta nueva definición.

Por el contrario, la situación de Alemania era totalmente opuesta. El país europeo se encontraba saliendo de la dura derrota en la Segunda Guerra Mundial y los jugadores que formaron parte del equipo no eran profesionales, sino más bien amateurs. La Copa del Mundo era todo un desafío. A pesar de los conflictos bélicos y sociales que padecía Alemania, el foco estaba puesto en lo deportivo. Luego de haber sido marginada del Mundial de Brasil 1950 por los conflictos producidos por la guerra, el conjunto de Sepp Herberger llegó a Suiza con el objetivo claro: ir por la gloria máxima. Tras haber participado en dos de los cuatro Mundiales que se habían realizado previamente, las semifinales habían sido la instancia más prometedora a la que había llegado la actual potencia europea. Alcanzar una final, más que un sueño, era la obsesión de todo el pueblo alemán.

Luego de la fatídica derrota ante Hungría por la fase de grupos, daba la sensación de que el conjunto germano iba en camino a despedirse de la competencia mundial. Sin embargo, y contra todos los pronósticos, debió jugar frente a Turquía un desempate para determinar el segundo clasificado a los cuartos de final. Todo parecía una película de suspenso, pero con una resolución más que gratificante para los alemanes: se mostraron como un equipo sobrio, sólido y que desde el minuto uno se llevó por delante a la selección asiática. Finalmente, con un resultado de siete a dos, el seleccionado alemán se encontraba entre los 8 mejores del mundo para a dar pelea hasta el final, y vaya si lo hizo.

Los cuartos ante Yugoslavia y las semis frente a Austria no generaron grandes daños en la defensa alemana y esta última superó ambas instancias de manera convincente y con mucha autoridad. El plato fuerte estaba en la final, ahí esperaba el conjunto húngaro, el gran candidato a quedarse con la copa, la Selección de mayor poderío a nivel futbolístico del momento. Sin lugar a dudas era una final que tenía todos los condimentos para ser única. En un bando se encontraban los principales favoritos a quedarse con la corona y, en el otro, los alemanes, que a pesar de algunos bajos rendimientos y de no llegar como grandes candidatos, estaban de pie listos para dar batalla dentro del campo. 

Un 4 de julio de 1954 en Berna se llevó a cabo el partido final. El estadio estaba colmado por más de 60 mil espectadores y la afición estaba eufórica. El cortejo empezó como era de esperar: a los ocho minutos del primer tiempo, Hungría se imponía por dos a cero. Todo parecía un trámite y no se veía con malos ojos que llegase haber una goleada descomunal, pero de forma impredecible, Alemania sacó fuerzas para que diez minutos más tarde el partido pasara a estar igualado en dos. El milagro parecía posible. El partido siguió igualado hasta que en el minuto 84, Helmut Rahn, delantero alemán, decretó el tercer gol para los germanos y de esta manera Alemania pudo obtener la primera Copa del Mundo en su historia. El estadio estaba en efervescencia y lo que se vivía en Berna era una fiesta impresionante. El milagro se había hecho realidad.

Tras este acontecimiento, las disyuntivas a nivel país dieron un giro total que produjo el comienzo de una nueva era en el país germano. A nivel social fue el comienzo de la “reconstrucción” del pueblo tras la depresión sufrida por la posguerra y la victoria mundialista fue la primera razón para salir adelante. Deportivamente hablando pasó de ser una Selección mediana a transformarse en potencia mundial y una de las principales a temer en cualquier competencia que disputara. Finalmente, gracias a este seleccionado integrado por futbolistas aficionados de torneos regionales llevados a cabo en Alemania, el país creció y, como consecuencia, se produjo el surgimiento de la República Federal De Alemania, que además de darle una identidad al país, ayudó a levantar el ánimo y el autoestima de un pueblo que años atrás los había perdido. La victoria fue un suceso del momento, pero la gloria iba a ser eterna.

El fundamental rol social de los clubes argentinos

Por Thomas Somoza

Los clubes deportivos de la Argentina cumplen una función fundamental para afrontar la pandemia provocada por el coronavirus. En especial los que se ubican en Buenos Aires, debido a la cantidad de casos en esa zona del país. Sus espacios son puestos a disposición de los gobiernos para tratar a personas contagiadas de COVID-19 al armar hospitales de campaña y también con los testeos que se hacen, por ejemplo, en San Lorenzo. Pero, particularmente en las instituciones barriales y del ascenso, también se realizan ollas populares, donaciones o alojamiento de personas cercanas a las correspondientes zonas.

Andrés López es el director de la Tecnicatura en Periodismo Deportivo de la Universidad Nacional de La Plata y, en este sentido, afirma: “Es el espíritu y el valor que tienen nuestros clubes sociales y deportivos, que son el pilar de nuestra cultura como seres sociales argentinos. No existe, en la mayor parte del mundo, instituciones como nuestros clubes”. Y agrega: “Me parece que es vital entenderlos, conocerlos y defenderlos. Están al servicio de la comunidad y lo demuestran a cada momento. Con la pandemia ha quedado absolutamente claro”.

En la misma sintonía, Jorge Spina, médico  hace 30 años, recibido de la Universidad de Buenos Aires (UBA) que reside en Castelar, opina: “Me parece espectacular que los clubes aporten con sus espacios. Porque, además, no creo que se lo esté dando al Estado ni a un gobierno: se lo está brindando al pueblo argentino”. Y quien le da mayor dimensión a la acción de los establecimientos es Nara Sagaseta, integrante de la academia de baile Jea Dance: “Es un acto servicial, necesario en estos tiempos tan particulares. La participación comunitaria y la labor interdisciplinaria entre instituciones genera conciencia de lo que estamos viviendo”.

Como plantean los investigadores argentinos María Eugenia Rosboch y Flavio Peresson, los “clubes sociales” en sus orígenes comenzaron a organizarse con el objetivo de fortalecer la amistad y solidaridad entre vecinos. Eran —y son— espacios barriales y comunitarios en los que se creaban sólidos lazos sociales entre quienes formaban parte. Con el paso de los años tomaron mayor relevancia hasta convertirse en lugares de contención con su oferta deportiva para niños y niñas que pueden caer en peligrosas costumbres de la calle. La Ley Nacional de clubes de barrio y de pueblo (Ley 27.098) le dio más fuerza al objetivo de la inclusión social cuando se sancionó el 17 de diciembre de 2014. En ella se establece que los clubes inscriptos en el Registro Nacional deben recibir ayudas económicas desde la Secretaría de Deportes con las que podrán mejorar las instalaciones y los servicios que brindan.

Aquí surge la cuestión de cuán relacionados deben estar los clubes y el Estado, más allá de la situación excepcional en la que el mundo está adentrado. Para orientar una respuesta, Carlos Leavi, Doctor en Comunicación y docente de la UNLP, sostiene: “Lo que tiene que haber es una vinculación profunda y permanente, que de alguna manera lo establecía la Ley Nacional del deporte. No importa cuál sea el gobierno, sino que el Estado tiene que asumir como deber generar las mejores condiciones posibles para que los clubes se desarrollen”. Y pone como ejemplo a las exenciones impositivas, subsidios y la garantía de que no habrá desigualdades dentro de los establecimientos.

Sin embargo, estas asociaciones civiles sin fines de lucro se vieron en cuantiosos problemas en los últimos años, como con la dolarización de las tarifas de los servicios esenciales como el gas o la luz, que se tornaron impagables y resultaron en la casi quiebra de algunos clubes. O la intención del expresidente Mauricio Macri de convertirlos en sociedades anónimas deportivas, lo que implicaría que los socios y las socias dejasen de ser quienes tomen las determinaciones mediante asambleas y pasaran a ser definidas por la persona que decidiera invertir en la institución. El periodista Alejandro Wall lo esclarece: “La doble tenaza implicaba infligir una crisis económica y financiera en los clubes y, a la vez, darles la solución: las sociedades anónimas”. Aunque, finalmente, cuando se pronosticaba un sufragio secreto, todo quedó en un proyecto que no fue votado en la Asamblea Extraordinaria de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) que se llevó a cabo el 29 de noviembre de 2018.

En este punto, Gustavo Modroff, hincha de Atlanta que no faltó a ningún partido desde 2011, sentencia: “Mauricio Macri ya desde que era presidente de Boca quiso sociedades anónimas en los clubes y erradicar su forma social”. Y advierte: “Los clubes son nuestros, de los hinchas y socios, quienes toman las decisiones, avalan o se ponen en contra de una Comisión Directiva e interfieren en las decisiones de las cosas que se quieren hacer”.

Sobre esta situación, Leavi expresa: “El deporte es una práctica sociocultural que tiene que ver con nuestra humanidad, con nuestra identidad, con cómo nos relacionamos y por ende no debe estar sujeto a las lógicas del mercado”. Pero aclara que eso no quiere decir que no se pueda generar un negocio o una rentabilidad para quienes decidan hacerlo.

López aporta: “Equiparar a los clubes con las empresas es algo que no sirve, no es lo mejor, al menos para nosotros como argentinos. Yo no sé cuántas empresas donaron sus depósitos para hacer camas y se pusieron a disposición del Estado para ayudar”. Y contrapone que sí conoce a empresas que despidieron gente y salieron a reclamar ayuda del gobierno. “Es parte de la visión empresarial —continúa López— que tenía el gobierno anterior, que es pensar en el signo pesos por encima de todo”.

¿Qué ayudas recibieron estos clubes que tanto aportan a la sociedad? El Ministerio de Turismo y Deportes —comandado por Matías Lammens— anunció, a través de la Secretaría de Deportes —con la exleona Inés Arrondo a la cabeza—, el Programa de Apoyo en la Emergencia para Clubes. Se trata de un subsidio de hasta 60 mil pesos que podrán ser utilizados para solventar gastos en los servicios, infraestructura, campañas de prevención conforme a las pautas sanitarias que estableció el gobierno o para desarrollar capacitaciones para trabajadores, socios y dirigentes.

El beneficio se suma a la resolución 173/2020 del gobierno nacional, en la que se establece que a los clubes de barrio y sociedades de fomento no se les realizarán cortes de los servicios de luz, gas por redes y agua corriente, telefonía fija e internet y TV por cable, en caso de falta de pago de hasta tres facturas consecutivas con vencimientos desde el 1 de marzo de 2020. Y también se los incluyó en el Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y a la Producción (ATP), que contempla, entre otros puntos, el apoyo del Estado para pagar hasta el 50% de los salarios de los trabajadores.

En conclusión, los clubes sociales, barriales y deportivos de la Argentina son parte de la historia que hace al país. No solo por esparcir el fútbol a lo largo de la metrópolis de Buenos Aires con la ayuda del ferrocarril. Sino porque también efectúan objetivos esenciales en situaciones de emergencia, como se aprecia en medio de la pandemia, e incluso en la cotidianeidad de la gente que a ellos acude para practicar una disciplina, recrearse o estrechar lazos sociales. Son parte de la cultura argentina, pero también han sido castigados en el último tiempo. Su papel queda a la vista de todos y todas, por eso hay personas que dan batalla para que no cierren sus puertas en épocas devastadoras y para que sigan cumpliendo con su fundamental rol social.

Imola, el circuito maldito de la Fórmula 1

Por Ramiro Ohana

A causa de la pandemia por el coronavirus que trajo como consecuencia cancelar todas las carreras a disputarse en América, la Fórmula 1 decidió cubrir estas competencias agregando tres grandes premios en Europa, entre ellos el de Imola, que vuelve a aparecer en escena 14 años después.

El último GP que se celebró en Imola fue el de San Marino en 2006, que tuvo como ganador al piloto alemán Michael Schumacher, cuya jornada fue más que especial aquel fin de semana del 23 de abril: batió el récord de Ayrton Senna al sumar su pole número 66 (llegó a un total de 68 en su carrera, hoy superado por las 90 de Lewis Hamilton) el sábado y el domingo se coronó con un primer puesto heroico después de una batalla “rueda a rueda” con el Renault de Fernando Alonso. Lo mismo había ocurrido un año antes, en el mismo circuito y casi en la misma fecha (24 de abril de 2005), pero aquella vez con el español como vencedor sobre el de Ferrari.

La región de Emilia-Romaña, en Italia, tiene un estrecho vínculo con el mundo automotriz. Por eso, no fue una sorpresa cuando se inauguró un circuito en la ciudad de Imola en abril de 1953. Su primer evento oficial fue el Gran Premio Coni, perteneciente al Campeonato Italiano de Motociclismo, que se disputó en el Autodromo Enzo e Dino Ferrari, cuyo nombre fue puesto por padre e hijo respectivamente, al ser los primeros que probaron el autódromo con sus autos.

Enzo Ferrari, piloto y fundador de la de Scuderia Ferrari.

La región italiana alberga varios constructores de automóviles de carreras, como Ferrari, Lamborghini y Maserati. Al terminar la Segunda Guerra Mundial, la ciudad de Imola lanzó un programa para mejorar la economía local. Cuatro entusiastas de las carreras automovilísticas propusieron la construcción de una nueva vía, para que se uniera a las vías públicas existentes, y que pudiera ser utilizada por los fabricantes locales para probar sus prototipos. La construcción se inició en marzo de 1950 y las primeras pruebas de vehículos se llevaron a cabo dos años más tarde, cuando el empresario italiano Enzo Ferrari, fundador de la Scuderia Ferrari, mandó a probar uno de sus vehículos.

Para 1963, la Fórmula 1 tuvo su primer acercamiento con esta pista que, en un futuro, albergaría uno de los capítulos más oscuros de su historia. En esa ocasión, la carrera no repartió puntos pero, de cualquier modo, fue conquistada por el eventual campeón de ese año: el británico Jim Clark, del equipo Lotus Climax.

Fue hasta 1979 que la F1 regresó a Imola, aunque nuevamente sin validez para la clasificación. De hecho, la cita se disputó bajó el nombre de “Gran Premio Dino Ferrari”. El podio del evento, pactado a 40 vueltas, estuvo conformado por el austriaco Niki Lauda (Brabham), el argentino Carlos Reutemann (Lotus) y el sudafricano Jody Scheckter (Ferrari).

Dicho ensayo, en conjunto con algunas modificaciones que se hicieron en los ´70 para la seguridad de los pilotos, valió para que el trazado fuera integrado formalmente a la competencia. Primero como sede del GP de Italia y, luego, como GP de San Marino, prueba que se corrió de 1981 a 2006. De inmediato, se convirtió en una de las fechas más atractivas para los fanáticos del automovilismo, pero también de las más peligrosas.

Uno de los primeros sustos que se llevó un piloto de la máxima categoría en Imola fue el austríaco Gerhard Berger, en 1989, cuando en la famosa curva Tamburello no pudo girar ni frenar, por lo que salió disparado hacia el paredón. En un abrir y cerrar de ojos, su Ferrari estaba envuelta en llamas. La estremecedora imagen “solo” le dejó lesiones de quemaduras en sus manos.

La Ferrari del austríaco Gerhard Berger prendida fuego en 1989.

Pero en la edición de 1994, el drama no dio tregua. En las prácticas del 29 de abril, Rubens Barrichello voló con su monoplaza del equipo Jordan y se estrelló contra el muro en la curva Variante Bassa. Morí durante seis minutos. Me apagué totalmente en el acto. Fue un impacto de 90G, 90 veces 72kg. En el golpe me tragué la lengua. Me quedé un mes, más o menos, con memoria corta”, delcaró.

Los oficiales de pista llegaron rápidamente al lugar y pusieron el monoplaza en la posición correcta, pero vieron que el brasileño de 21 años no se encontraba bien. Poco después, el equipo médico comandado por el Dr. Sid Watkins llegó para ayudar al piloto. Según el doctor, el piloto se había tragado la lengua y estuvo “muerto” durante unos minutos. La eficiencia del equipo de rescate fue fundamental, dada la violencia del impacto.

Rubens Barrichello en el momento del impacto, que luego declaró: Morí durante seis minutos”.

Barrichello fue atendido durante 10 minutos y enviado al centro médico del circuito, donde recibió la visita de Senna, quien inmediatamente había abandonado el garaje de Williams para visitar a su amigo y compatriota. El tricampeón del mundo se sintió aliviado: “Rubinho” estaba lesionado, pero consciente y su vida ya no corría peligro.

Pese al susto del piloto de Jordan, lo peor estaba por venir. El 30 de abril, en el día de la clasificación, al austríaco Roland Ratzenberger se le desprendió el alerón delantero de su Simtek a la altura de la curva Villeneuve. Esto produjo una sustancial pérdida de adherencia en la parte delantera del auto, lo que motivó que el monoplaza siguiera derecho, golpeándose fuertemente contra el muro y casi de frente a más de 300 km/h. Tras el impacto, el coche se deslizó varios metros y quedó tendido cerca de la curva Tosa, donde murió casi al instante.

Para el día de la carrera, el 1 de mayo, Ayrton Senna tenía planeado rendir homenaje a Ratzenberger, por lo que guardó una bandera de Austria en su monoplaza. No obstante, el gesto nunca se concretó porque el tres veces campeón de la F1, en aquel entonces al volante de Williams, falleció tras salirse de la pista en la curva Tamburello.

El Williams de Ayrton Senna después de estrellarse en la curva Tamburello.

Al momento del percance, el monoplaza impactó contra un paredón de cemento a 218 km/h. La rueda delantera derecha se desprendió y golpeó su casco, mientras que un perdigón de la llanta delantera le atravesó el casco y la visera, ocasionándole fracturas en el cráneo con pérdida de masa encefálica. Si el perdigón hubiera pasado 2 cm más arriba de su cabeza, la leyenda de la Fórmula 1 no habría muerto en el Autodromo Enzo e Dino Ferrari.

Un año después de aquel doloroso fin de semana, el circuito de Imola sufrió modificaciones en las curvas Tamburello, Tosa y Villeneuve, así como en la zona conocida como Acque Minerali, y se añadió una chicane para reducir la velocidad de los monoplazas en la curva donde falleció Senna a sus 34 años.

El GP de San Marino se mantuvo dentro de la Fórmula 1 hasta 2006, pero el 2020 volverá a ser testigo, del 31 de octubre al 1 de noviembre, de uno de los circuitos que más tragedias causó en la historia del deporte.

Horacio Elizondo: el sueño mundialista de principio a fin

Por Camila Valente 

En un Mundial de fútbol hay muchos protagonistas, no solo los jugadores. Un gran número de personas intervienen en el desarrollo del juego, aunque no sean aquellos que corren detrás de la pelota. El Mundial que se disputó en Alemania en 2006 tuvo un protagonista especial. Un hombre que llegó a Europa desde Argentina, destinado a dirigir el partido inaugural y que terminó impartiendo justicia en la final que disputaron Italia y Francia, que quedó grabada para siempre en la memoria de todos los futboleros.

El argentino Horacio Elizondo, que actualmente tiene 56 años, es ese árbitro, ese hombre que dirigió los dos partidos más importantes del Mundial de Alemania 2006.

Elizondo nació en Quilmes y siempre tuvo el sueño de ser futbolista, pero la vida tenía otros planes para él. Con el tiempo, se dedicó al atletismo y después se recibió de profesor de Educación Física, aunque su sueño de participar en las grandes competencias del fútbol mundial no había desaparecido.

Inició como árbitro en 1994 y, desde entonces, empezó a trabajar para llegar al máximo nivel. Diez años después de su debut en las Selecciones, llegó el momento esperado. Tres años antes de la cita mundialista, Elizondo comenzó la puesta a punto. Fueron años de trabajo, de preparación y de entrenamiento para llegar de la mejor manera al momento que esperó toda la vida.

El día llegó. El 9 de junio, Alemania y Costa Rica daban por inaugurado el Mundial en el Estadio Allianz Arena de Múnich, al que concurrieron 59.416 espectadores. En ese partido, el equipo “dueño de casa”, venció por 4 a 2 a Costa Rica. Philipp Lahm, Miroslav Klose, en dos ocasiones, y Torsten Frings fueron los autores de los cuatro goles de Alemania y, por su parte, Paulo César Wanchope convirtió en dos oportunidades para la visita.

Horacio Elizondo junto con Rodolfo Otero y Darío García, con quienes conformó su equipo arbitral, fueron espectadores de lujo del partido inaugural y, además, les tocó dirigir cinco encuentros en dicho Mundial: en la primera ronda también estuvieron presentes en los partidos entre República Checa y Ghana por el Grupo E y Suiza frente Corea del Sur por el Grupo G, sumado a los cuartos de final entre Inglaterra y Portugal, además de la recordada final. Por otra parte, en esos cinco partidos, Elizondo mostró 26 tarjetas amarillas, expulsó a tres jugadores (el checo Tomáš Ujfaluši, el inglés Wayne Rooney y el francés Zinedine Zidane, en la final), y sancionó dos penales, uno de ellos en el partido decisivo. Durante toda la competencia, esta terna arbitral tuvo una de las más destacadas labores según la FIFA, que los eligió para arbitrar la final.

Exactamente un mes después del partido inaugural llegó la tan ansiada final. El 9 de julio, el Estadio Olímpico de Berlín fue el escenario del encuentro más importante de la competencia y se convirtió en un partido que marcó para siempre la historia de las Copa del Mundo.

La final inició a las 20 y, según reportes oficiales, 69.000 espectadores asistieron al evento, entre los que se contaba una amplia asistencia de franceses y, en menor grado, de italianos. Antes de que comenzara el encuentro, se realizó la ceremonia de clausura, que contó con la participación de Il Divo y Toni Braxton, que interpretaron Time of our lives, canción oficial de dicho Mundial. Durante este evento, el trofeo que se llevaría el ganador fue colocado en la entrada de la cancha, a la espera de su nuevo dueño.

Ante la atenta mirada de Horacio Elizondo y sus colaboradores comenzó el juego. En los primeros instantes, Francia se adueñó del partido y, siete minutos después del pitazo inicial, el árbitro debió hacer su primera intervención importante: Florent Malouda fue derribado en el área por Marco Materazzi y, ante esta infracción, Elizondo sancionó un penal a favor de Francia. El capitán francés, Zinedine Zidane, abrió la cuenta al derrotar al casi imbatible Gianluigi Buffon.

El gol de Francia despertó a los jugadores italianos que salieron en busca del empate. A los 17 minutos, Materazzi recibió el balón tras un córner de Pirlo y con un cabezazo preciso, puso la pelota en el arco defendido por Fabien Barthez, e igualó el marcador. En la segunda etapa, Francia se recuperó del golpe que sufrió tras el empate e intentó buscar el gol para ponerse nuevamente en ventaja, pero la sólida defensa italiana lo impidió. Como consecuencia, los 90 minutos de juego finalizaron con el marcador empatado 1 a 1 y, por lo tanto, Francia e Italia debían jugar el tiempo suplementario.

Ninguno de los dos equipos pudo sacase ventaja durante los primeros 15 minutos del alargue y, cuando se estaba jugando el segundo tiempo del complemento, ocurrió el hecho que marcó la historia del fútbol: Zinedine Zidane, quién previamente había anunciado que ese sería el último partido de su carrera, le pegó un cabezazo en el pecho a Marco Materazzi, luego de que ambos jugadores intercambiaran algunas palabras.

En ese momento, Horacio Elizondo tuvo que hacer uso de toda su preparación para poder tomar una decisión difícil. “A mí me tomó muy lejos de la acción. Detengo el juego y voy hacia el lugar donde estaba el jugador italiano. Pregunto por los intercomunicadores a mis asistentes si habían visto algo. Ambos me dicen que no. Y ahí aparece Luis Medina Cantalejo, que fue el cuarto árbitro, que me dice ‘terrible cabezazo del 10 de los blancos a…’, no me acuerdo qué número tenía Materazzi. Medina Cantalejo me dijo ‘cuando lo veas, no lo vas a poder creer’. Ahí pensé: ‘Ah, no, acá pasó algo terrible’. Y esa construcción de esos tres años de trabajo, de la confianza, del trabajo en equipo, era creer en lo que me estaba diciendo Luis en ese momento. Dije ‘bueno, ya está, con eso Zidane se va afuera’”, declaró Elizondo, quien, finalmente, expulsó al capitán francés en lo que fue el último partido de su carrera.

Ya sin su estrella en cancha, la Selección francesa decayó en los últimos minutos del partido y la final se definió en la fase de penales. Italia se consagró campeón tras vencer por 5 a 3 a Francia y Horacio Elizondo dio por terminada la Copa del Mundo 2006 y su carrera profesional como árbitro. “Muchos podrían pensar que mi logro máximo fue arbitrar la final de la Copa Mundial, pero no es así. El más importante, y el más complejo, ha sido el poderme retirar. No es sencillo tener la capacidad para ver que luego de conseguir los objetivos soñados, ya no queda nada más por lograr. Y yo no quería ocupar un lugar que podía venir a llenar otro con mayores fuerzas y energías, ni despedirme con algunas batallas perdidas. Lo mejor era hacerlo así, victorioso”, concluyó.

Maradona, como leyenda urbana de todo un pueblo

Por Federico Bajo y Fernando Bajo

Una tarde invernal, en un pueblo de menos de 5 mil habitantes y en un estadio con cuatro pequeñas tribunas hechas con tablones de madera, el fútbol juntó a dos antagónicos números diez. Uno jugaba en una liga amateur, el otro ya había cautivado al mundo con su juego. Uno, el que jugaba en Argentinos de aquella localidad, dicen que era el mejor de su equipo. El otro era (es) el mejor futbolista de todos los tiempos. Uno, el de Argentinos, era Darío Lopardo que, mientras corría, lloraba de emoción, de alegría y de asombro por estar enfrentando a su ídolo de toda la vida. El otro, el ídolo, corría a su lado. Era Diego Armando Maradona.

La escena ocurrió el sábado 3 de junio de 1995 en Carlos Tejedor, ciudad ubicada al noroeste bonaerense, y a la cual Maradona arribó en una avioneta, para disputar un partido de exhibición, tras haber pagado él mismo el viaje.

Yo soy fanático de él. Cuando llegó la noticia de que iba a venir estaba enloquecido. No lo podía creer. A mi hijo le puse Diego por él”, cuenta Lopardo que hoy, 25 años después de aquel día, trabaja como ambulanciero. Tal era su amor por Maradona que previo al partido amistoso le pidió a su técnico dejar la camiseta número diez que usaba a menudo y ponerse la nueve. Lopardo sabía que su ídolo en algunos amistosos anteriores, en los últimos minutos de juego, tenía la costumbre de cambiarse de equipo con el diez rival y no quería perderse la oportunidad de jugar con él. Sin embargo, Diego nunca cambió de bando.

La llegada de Maradona a Tejedor se gestó en una concesionaria de autos. Allí se juntaban a charlar sobre fútbol y política un grupo de amigos entre los que estaba Luis Magnello, quien era secretario de Argentinos, y a ellos, a veces, se sumaba Marcelo Bottari, ex futbolista de Huracán de Parque Patricios que viajaba seguido a visitar sus campos que tenía en la ciudad bonaerense. Durante su estadía en Capital, Bottari cada tanto jugaba al fútbol 5 con Maradona, entre otros ex jugadores, y logró entablar una amistad.

—Es posible que llevemos a jugar a Diego a El Fortín de Olavarría un amistoso —les avisó Bottari.

—Pero, ¿cómo? ¿Por qué a Olavarría? —preguntó Magnello.

—Lo que pasa es que le vendo cereal a una empresa de allá, me hice amigo de dirigentes de fútbol y dijimos de hacer un partido para llevar a Maradona.

—No, dejate de joder. Traelo a Tejedor, ¿cómo lo vas a llevar a Olavarría? Traelo acá.

—Dejame ver, porque ya lo tenemos arreglado. Lo voy a conversar con él.

A la semana siguiente Bottari llamó a Magnello y le dijo: “Lo charlamos y le gustó la idea. Está entusiasmado así que va a ir a jugar a Tejedor”. Los dos clubes de la ciudad, Huracán y Argentinos, se unieron y comenzaron a preparar el evento.

 

Aquel Maradona que, acompañado por su representante Guillermo Coppola, viajó a 455 kilómetros de las luces de la Capital Federal, llevaba más de 11 meses -el 25 de junio de 1995 se cumpliría un año- sin disputar un partido oficial a raíz de la suspensión que le impuso la FIFA por resultar positivo en un control antidoping en el Mundial de Estados Unidos 1994. En ese lapso, el hombre de Villa Fiorito incursionó en la dirección técnica. Primero, el 3 de octubre de 1994 se transformó en el entrenador de Deportivo Mandiyú y luego, el 6 de enero del año siguiente, asumió como técnico de Racing Club, cargo que dejaría en mayo tras la derrota en las elecciones del hasta ese entonces presidente de la Academia, Juan Destéfano.

El encuentro en cuestión iba a realizarse el 25 de mayo, pero Maradona fue invitado a Mónaco para ver el Gran Premio de la Fórmula 1. Sin embargo, no olvidó su compromiso con su amigo Bottari y reprogramó el partido para el 3 de junio. Allí llevó su propio equipo para jugar, conformado por varios ex jugadores como el propio Bottari, Carlos Randazzo, Eduardo Papa y Carlos Torino, entre otros. Aquel grupo se había constituido a fines de 1994 para disputar en México el Mundial de fútbol rápido que, además de la presencia estelar de Maradona, contó con la participación de su hermano Raúl, conocido como Lalo, y la de otro ex futbolista, Juan Amador Sánchez. Este último fue quien organizó un encuentro para que el 6 de mayo del 95 Maradona juegue con ese equipo en Totoras, provincia de Santa Fe, y lugar de nacimiento de Sánchez. De la misma manera, en Tejedor, Maradona y sus amigos, que -a diferencia de Pelusa- viajaron en combi, salieron al campo de juego del estadio Hermanos García, que pertenece a Huracán, con una camiseta roja con detalles blancos en las mangas para enfrentarse a los dos equipos de la ciudad. El primer tiempo lo hicieron frente al local y el segundo contra Argentinos.

No obstante, hubo gente que no creyó que llegaba Maradona. El futbolista con más fieles en el mundo, por quien hasta fundaron la iglesia maradoniana, despertó suspicacias con la noticia de su arribo. Incluso, algunos de los futbolistas que jugaron ese día, tuvieron la certeza de que enfrentarían a uno de los mejores jugadores de todos los tiempos recién cuando vieron a la avioneta en la que se trasladaba sobrevolar por Tejedor. “Estábamos cambiándonos en el club cuando escuchamos el avión y ahí recién nos convencimos de que venía Diego”, recuerda Bruno Rodríguez, en ese tiempo estudiante de veterinaria e integrante del plantel de Argentinos. El sentimiento que tenían él y sus compañeros no era diferente al del resto del pueblo. “Mucha gente no fue porque no creía, era algo impensado”, explica Gustavo Iglesias, uno de los centrales de Argentinos aquella tarde.

Muchos de los presentes ese día coinciden en que era inverosímil el hecho de que Maradona pudiera presentarse en ese lugar. Esto, sumado a que la presencia del ex jugador de la selección argentina se confirmó finalmente el jueves 1 de junio, dos días antes del partido, explica los motivos de que solo estuvieran presentes cerca de 3 mil personas a pesar de que, en esos tres días, un grupo de dirigentes repartió volantes en otras localidades vecinas como Pehuajó, América y Trenque Lauquen.

Las crónicas periodísticas sobre aquella tarde reflejan que, ante la escasez de tribunas, el público improvisó con camiones jaulas que hicieron de gradas. Todos buscaban un lugar de privilegio para ver a Maradona. Aunque los hinchas no eran los únicos. En la previa al partido, el buffet del club Huracán, que funcionó como sala de prensa, estaba repleto de periodistas de medios regionales que habían ido a cubrir el histórico evento.

Una vez dentro del campo de juego, el mundo giraba en torno a Maradona. “Cuando ingresó a la cancha íbamos todos trotando atrás de él para que nos fotografíen mientras entraba en calor. Incluso, en el momento en que estábamos por sacarnos la foto con el equipo, Maradona viene corriendo para sumarse y con un compañero nos abrimos para que quede en el medio de nosotros y Diego apoya la mano izquierda en mi pierna derecha. Todavía tengo esa foto recortada y en un cuadro en mi casa”, cuenta Rodríguez. El encuentro terminó 8 a 0 a favor del equipo de Maradona que derrotó por 4 a 0 a cada uno de los conjuntos locales, pero el resultado fue lo que menos importó.

Para nosotros parecía que estábamos en otro mundo -apunta Iglesias-, lo mirábamos todo el tiempo a él”. Rodríguez ayuda a imaginar la dimensión de lo vivido: “Si hubiera sido en estos tiempos, habríamos jugado con el teléfono en la mano para sacarnos fotos y filmar”.

Para que la fiesta fuera completa, no podían faltar los goles del único futbolista de la cancha al que todos habían ido a ver. Por eso, los tejedorenses no quisieron dejar nada librado al azar. “Nuestro técnico nos dijo: ‘Hagamos que el espectáculo sea él’. Así que -relata Iglesias- nos pidió que le hiciéramos faltas cerca del área para que pueda patear”. Finalmente, Maradona -que esa tarde anotó tres tantos- tuvo un tiro libre al borde del área y puso la pelota en el ángulo izquierdo del arquero para que delire todo el pueblo. Casualidad o no, ese gol fue casi un adelanto de lo que se vendría en la vida de Maradona porque casi cuatro meses después, el 15 de octubre de 1995, en la cancha de Vélez y por la fecha 10 del torneo Apertura, vistiendo nuevamente la camiseta de Boca, convirtió ante Argentinos Juniors otra vez de tiro libre y desde una posición muy similar. La única diferencia es que en esta ocasión la pelota viajó al otro ángulo.

El partido se vivió como una fiesta. No solo los futbolistas cumplieron un sueño, los hinchas que se acercaron a la cancha también rememoran con emoción aquel día. José Merlotti, ex empleado del Banco Nación de Tejedor, es, quizá, el más afortunado de todos ellos. “Maradona se arrimó al alambre a charlar con nosotros como uno más. Tiene una humildad tremenda. Le habían comentado que yo salía a cazar cada tanto y me dijo si lo acompañaba un día. Un orgullo para mí, aunque nunca se concretó”, revela. Maradona no solo se tomó el tiempo para charlar con Merlotti, también se sacó fotos con los chicos que lograron ingresar al campo de juego. Y antes del encuentro, en la conferencia de prensa, elaboró una frase que, además de ser el título de la nota principal de la revista Esfera Deportiva, que realizó la cobertura del acontecimiento, dejaba en claro por qué había decidido viajar hasta aquel remoto pueblo: “Me gusta estar siempre en contacto con mi gente”. Debido a la cantidad de personas que querían estar, al menos por un momento, cerca de Maradona, un dirigente tuvo que entrar con su auto al campo de juego y acercarse hasta el túnel que conducía al vestuario para que pueda retirarse del estadio.

A pesar de que Maradona nunca más volvió a pisar Carlos Tejedor, en la ciudad en la que nació el mítico arquero Xeneize Hugo Orlando Gatti y murió en un accidente aéreo el piloto automovilístico Luis Di Palma, aún quedan vestigios de su paso: la camiseta que lució ese día.

Marcelo Bottari viajaba seguido a Carlos Tejedor y, cada vez que lo hacía, Oscar Bonetti, un amigo suyo, le insistía para que le consiguiera la camiseta.

—Mirá, es muy difícil porque no sé qué la ha hecho Diego, pero voy a intentar —le explicó Bottari a su amigo una vez.

A Bonetti esa respuesta no lo conformó. Un día, después de aquellos encargos incansables, Bottari apareció con la camiseta que había usado Maradona y se la regaló. Sin embargo, a la historia de la casaca le faltaba un capítulo más.

Alejandro Rocha, un gomero que tenía de cliente a Bonetti, aplicó la misma estrategia que este con Bottari. Le pidió en reiteradas oportunidades la camiseta, pero Bonetti fue contundente:

—Ni loco te la regalo. Mirá, Rocha, pedime cualquier cosa, pero no la camiseta de Maradona porque con lo que me costó conseguirla, mientras yo viva, la voy a conservar conmigo. No se la voy a regalar a nadie.

Varios años después, Bonetti, a quien le habían diagnosticado una grave enfermedad, apareció unos días antes de morir en la gomería de su amigo Rocha. Para ese entonces, la existencia de la camiseta había quedado en el olvido.

—Rochita necesito que me hagas un favor —se anunció Bonetti.

—Sí, Oscar. ¿Qué precisás?

—¿No me calibrás las cubiertas del auto?

—Sí, cómo no.

—Yo voy a poner a calentar el agua para tomar unos mates.

Una vez que la tarea del gomero había concluido, Bonetti, ya dispuesto a irse, le insiste:

—Che, decime cuánto es por el laburo.

—No, si no cobro para inflar las ruedas del auto.

—Sí, cobrame.

—No, no.

—Bueno entonces te voy a dar un presente —avisó Bonetti.

—Pero no es necesario, Oscar. No me tenés que dar nada…

Bonetti fue hasta el auto y volvió con una bolsa de nylon verde en la mano.

—Tomá, te regalo esto porque ¿sabés una cosa, Rochita? Me quedan muy pocos días, así que te hago este regalo y quiero que lo conserves de por vida.

En la bolsa estaba la camiseta roja, con el número 10 en negro estampado en la espalda, que Rocha conserva hasta hoy.

Revolución Bielsa

Por Thomas Somoza

El hombre nació en 1955 en una familia acomodada. Su abuelo era un Juez muy reconocido en Rosario. Pero, aun así, él poseía esa cuota de humildad, junto con el trabajo duro que siempre le inculcaron para llegar a los objetivos. Y, cuando llegó a Chile en 2007, quiso conocer las realidades de la gente que era como él nunca ha sido ni será. E intentó dar y ayudar sin esperar nada a cambio.

La Villa el Salitre está frente al Complejo Deportivo Juan Pinto Durán, donde se entrena la Selección chilena de fútbol. Más de diez villas rodean el predio y Marcelo Bielsa, cuando era entrenador de la Roja, las recorría caminando o en bicicleta. Paraba a comprar en alguna panadería o verdulería. Regalaba plata, ropa o asistía a enfermos. Cuando la ciudad de Concepción sufrió un terremoto el 27 de febrero de 2010, él acudió junto al sacerdote jesuita Felipe Berríos para visitar a las personas damnificadas.

—Todo lo que vi es demoledor, pero llegué aquí lleno de esperanza porque la gente con la que hablé tiene un dolor latente inmenso y lacerante. Pero a su vez ya están reconstruyéndose. Cada espacio físico que veía era imposible de asimilar. Y cada conversación que mantuve fue una bocanada de optimismo por el futuro de todos ustedes. Porque esa gente va a reconstruir lo que perdió, seguro—, fue el mensaje de Bielsa en el programa Chile ayuda a Chile el 6 de marzo de 2010.

No escapaba a su compromiso públicamente. Cuando el actual presidente de Chile Sebastián Piñera buscaba ser elegido para suceder a Michelle Bachelet en lo que terminó siendo su primer mandato (2010-2014) dijo en campaña: “Quiero ser como Bielsa para los chilenos”. El entrenador no titubeó al contestar: “Yo les digo a mis jugadores que quiero ser como Michelle Bachelet para ellos”.

Asumió como seleccionador el 10 de agosto de 2007. Antes de que firmara había recorrido las instalaciones del Pinto Durán con el presidente de la federación Harold Mayne-Nicholls. No estaban a la altura de una Selección. Pero Bielsa valoró la honestidad del mandatario, le pidió permiso para vivir ahí y empezó a dar conferencias, charlas y simposios por el país. La plata recaudada iba directo al predio para que los jugadores se sintieran cómodos con nuevas infraestructuras. Ponía gente a espantar a los pájaros que intentaban comerse las semillas para que creciera el pasto y hasta limpiaba personalmente algunos sectores.

Chile no se había clasificado a un Mundial hacía 12 años. No había proyectos y los jugadores tenían problemas de conducta. Pero el hombre que se recibió como Licenciado en Educación Física sabía cómo exprimir cada gota de los cuerpos chilenos. Algunos respondieron. Otros no aguantaron.

—Cuando me ofrecieron el seleccionado chileno, me junté con unos amigos para resolver si debía asumir. Vimos partidos, hablamos de fútbol y armamos una lista de 22 jugadores con los que, supuse, debíamos clasificar al Mundial. Al año quedaban 9 de esos 22—, admitió en noviembre de 2010.

Formó un equipo que peleaba en cualquier cancha. Marca individual en todo el terreno. Garra para marcar y presionar. Juego inteligente, pero también con dosis de corazón. Obtuvieron victorias en canchas donde jamás las habían logrado. Le ganaron a Argentina y finalizaron segundos en las Eliminatorias para el Mundial de Sudáfrica. Solo un punto detrás de Brasil.

En el sur de África vencieron a Honduras y Suiza. Pusieron en aprietos a España, a la postre campeón, y quedaron eliminados en octavos contra Brasil. Pero la revolución en Chile no tenía vuelta atrás. Todo el país lo amaba. Transformó la sociedad y parte de la cultura, la que estudió antes de asumir con cineastas oriundos de esas tierras porque, para llenar otro casillero, el hombre es amante del cine. Les pedía a sus asistentes leer todas las cartas que le mandaban. Una era de un chico que estaba enfermo porque un profesor de educación física le dijo que era gordo y él dejó de comer. Bielsa procuró que no trascendieran sus visitas al muchacho. Y así hay acciones que el hombre realizó sin que nadie se enterase.

Ahora bien, ¿por qué no trascienden estos hechos, más allá de sus intentos porque no sean públicos? ¿Por qué se destacan resultados y se le exige tanto como si le debiese a alguien? Quizá él mismo pueda contestar:

—El procedimiento educativo más poderoso que tiene la sociedad ya no son más las escuelas. Son los medios de comunicación, porque influyen más que la familia y la escuela, que son los elementos genuinos de formación. Tienen intereses específicos y la educación tiene intereses diferentes. Se especializan en pervertir a los seres humanos según victoria o derrota.

Bielsa se deja conocer por pocos. Pero él estará para quienes le pidan una charla, como lo hizo Sergio Vigil, exentrenador de Las Leonas. Ambos se juntaron en 2002, comieron en una propiedad del entonces director técnico de la Selección Argentina en Máximo Paz y hablaron por horas de presión, tácticas y el éxito, entre otros ítems. Pero Vigil rescata otra cuestión:

—La fiesta más grande es con el ser humano que hay detrás del grandioso profesional que es Marcelo Bielsa.

Se despidió de Chile, casi con lágrimas, el 4 de febrero de 2011 en una conferencia que armó en Juan Pinto Durán. Explicó que los motivos de su renuncia eran porque Mayne-Nicholls no ganó las elecciones para presidente de la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP), en las que fue vencido por el empresario español Jorge Segovia, quien era dueño de una parte de las acciones de Unión Española. “Sé perfectamente que no puedo ni voy a trabajar en común con el señor Segovia. Es imposible que lo haga”, sentenció. Y recordó una frase del sacerdote Berríos:

—El que quiere y se siente querido, mejora. Aquí viví justamente eso: saberme querido, injustamente querido.