miércoles, agosto 6, 2025
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Todos los poetas son mortales

Por Franco Sommantico

Era la primera vez en mi vida que iba a ver un “Superclásico”. En realidad, era la primera vez en mi vida que iba a ver un partido de fútbol a la cancha. Yo tenía 23 años y vivía con mi madre en una pequeña casa en Zona Norte. Había terminado la carrera de periodismo hacía un par de meses, pero nunca había cobrado por un texto propio. Mamá estaba cansada de tener que mantenerme, de cocinarme, de lavarme la ropa, de vernos solo veinte minutos por día. Creo que era eso lo que más le molestaba, además de que yo no hiciera nada con mi vida que ella considerara “productivo”.

Su rutina empezaba a la mañana; salía a trabajar temprano, volvía a la tarde, hacía las compras y preparaba la comida. La mía era todo lo contrario. Había desarrollado un estilo de vida del que no estaba nada orgulloso pero que en ese entonces me parecía el único posible. Me levantaba a las seis de la tarde y me encerraba en el cuarto a leer poesía hasta que estuviera lista la comida. Eso era lo único que hacía. Los había leído a todas y todos. Autores nacionales como extranjeros, antiguos como contemporáneos. Creía en la poesía como los judíos en la llegada de un mesías. Creía en los poetas como los únicos que podían hacer de la vida que tenía, una mejor.

Con mamá nos veíamos solo los quince o veinte minutos que tardaba en devorarme la comida que ella había estado haciendo durante horas. Por eso decía que odiaba cocinar, porque creía que era la actividad doméstica más ingrata de todas. Nuestras conversaciones en la cena eran siempre parecidas. Le preguntaba qué tal había estado su día, como le había ido en el trabajo, a lo que ella contestaba, con un tono seco “bien, bien” y enseguida aprovechaba para cambiar de tema y hacerme la pregunta que yo más odiaba en el mundo: “¿Y, conseguiste trabajo?” No sé que se pensaba. A lo mejor creía que si chasqueaba mucho los dedos iba a venir alguien a ofrecerme un trabajo que me permitiera irme a vivir solo. Aunque ella sabía, y lo sabía muy bien, que el trabajo en esa época no era algo que abundara. La Argentina de ese entonces estaba siendo atravesada por una etapa de profundos cambios. La gente común y corriente empezaba a pagar el precio de las malas decisiones políticas que venían tomando los gobiernos hacía varios años, y yo tuve la desgracia, porque eso es lo que fue, una desgracia, de que la bomba de tiempo me explotara en la cabeza. Quizá por eso decidí recluirme y entregarme a los poetas. Quizá por eso me fascinaban los Fabián Casas, las Laura Wittner, los Daniel Durand. Ellos habían encontrado las palabras justas para expresar lo que sentíamos los jóvenes de ese entonces. El desencanto Alfonsinista, los políticos, era medio una provocación, ellos decían que la poesía era otra cosa, y miraban para otro lado. Trataban de buscar la poesía en la calle, en lo que no era lindo y en las cosas que estaban pasando. Por eso me gustaban tanto. Por eso intenté ser uno de ellos ni bien tuve la posibilidad.

*

Fue una noche mientras comíamos (no me acuerdo que), después de las preguntas de siempre. Mamá se inclinó sobre la mesa y me dijo: “Te conseguí un trabajo”. Un pedazo de comida se me trabó en la garganta. Que mamá me hubiera conseguido un trabajo podía significar una infinidad de cosas, pero de ninguna manera podía significar algo bueno. Ella estaba dispuesta a que yo hiciera cualquier tipo de actividad que me mantuviera alejado de mi cuarto al menos por unas horas, sin importar la cantidad de ingresos ni nada. Por eso, el trabajo que mamá me había conseguido podía ser desde limpiar baños en una estación de servicio hasta vender panchos en una parada del subte. En cualquiera de los dos casos, de ninguna manera iba a aceptarlo, y para eso ya tenía planeada una estrategia a la que había denominado “La gran Ignatius Reilly”.

Me había aprendido el fragmento de la novela “La conjura de los necios” justamente para cuando se me presentará una oportunidad así. Al dueño de la estación de servicio o del carrito de panchos, cuando en la entrevista le preguntara sobre el sueldo y él me respondiera con las miserias que seguramente pagaba, le iba a responder: “Lamento desilusionarle, caballero, pero me temo que no es el salario adecuado. Un magnate del petróleo está pasándome por la cara miles de dólares con el propósito de tentarme para que acepte ser su secretario personal. De momento, estoy intentando decidir si puedo o no aceptar la visión materialista del mundo de ese sujeto. Sospecho que, al final, acabaré diciéndole que sí”. Y de esa manera podría rechazarlos y evitar que me volvieran a llamar…

-“¿Me escuchaste?”, dijo mamá, te conseguí un trabajo.

-“ Sí, sí, te escuché. ¿En qué consiste?”, le pregunté.

“Es algo sobre fútbol”, me respondió. Y entonces, al ver mi cara de asombro, me explicó: “Un cliente entró hoy al negocio insultando y pateando el piso. Le pregunté, por cortesía nomás, qué le pasaba y me contó que era el encargado de una revista deportiva bastante reconocida y que mañana a la noche tenían el partido más importante del año y que uno de sus redactores no iba a poder ir porque estaba tumbado en la cama con la fiebre alta”.

“¿Entonces?”, le pregunté, aunque de alguna manera ya sabía lo que había pasado, porque mamá siempre hacía lo mismo.

“Entonces le dije que mi hijo era licenciado en periodismo y un excelente escritor, y que no ibas a tener ningún inconveniente en redactar lo que él necesitara para el partido de mañana”. Según mamá el hombre le dejó una tarjeta con su número de teléfono y dirección, y le dijo que fuera a verlo al día siguiente.

Yo no sabía nada sobre fútbol, es más, en mi vida había visto un partido, y el hecho de tener que ver a veintidós tipos persiguiendo una pelota no me llamaba en lo más mínimo la atención. Lo único que me atraía un poco era cierta poética de la gente que va a ver fútbol. Las cosas raras con las que se visten, las canciones un poco burlonas y los rituales aludiendo a un dios de la suerte que por supuesto no existe. Si de casualidad se me había presentado la oportunidad de demostrarle a mi madre que yo no era un inútil, por lo menos iba a intentarlo.

*

Al día siguiente, unas tres horas antes del partido, toqué el timbre en la dirección que indicaba la tarjeta. Por el contestador respondió una voz grave: “Ahí bajo”. No sé qué querrá decir ahí para los dueños de importantes revistas, lo cierto es que estuve parado en la puerta unos veinte minutos. En el espejo del hall vi abrirse el ascensor y entonces apareció un gordo vestido de traje y zapatos bien lustrados. Se disculpó por la demora y me dijo, como si me quisiera sacar de encima: “Mirá, pibe, vamos a hacerla corta. Yo no sé si sabrás escribir o no, pero tu vieja me dijo que eras algo así como un genio. Yo no necesito nada que requiera un talento descomunal. Lo que hay que hacer es bastante sencillo, con esta credencial que te voy a dar ingresas al estadio, te llevas una libretita o un cuaderno, lo que prefieras, y anotas todo lo que va pasando en el partido. Cuando termine me acercás lo que anotaste y yo te doy la plata que corresponda, ¿Te quedó claro?”. Para ser sincero, me hubiera gustado aplicar la gran Ignatius Reilly, solo para ver cómo reaccionaba el gordo. Le dije que sí, que me había quedado claro, agarré la credencial y me subí al primer colectivo que me dejara en el estadio. Quería llegar temprano porque me habían dicho que la zona iba a ser un caos. Al parecer iba a presenciar algo así como el partido del milenio. Según me contó un señor en el colectivo, River le había ganado por 2 a 1 a Boca (su archienemigo) la primera semifinal del certamen más importante del continente. Esa noche se jugaba la revancha, me dijo, por eso la ciudad estaba “paralizada”, aunque, a decir verdad, yo no veía nada paralizado; de todas formas, me pareció simpático el recurso.

*

Para entrar al estadio no tuve mayores complicaciones. Le mostré la credencial que me había dado el gordo a uno de la organización y me guió hasta la cabina de periodistas a cambio de un par de monedas. Menos mal que fui temprano, porque veinte o treinta minutos después de que ingresé, ya no quedaba ni un lugar. Se percibía en el ambiente cierto grado de nerviosismo y ansiedad, y eso fue lo primero que anoté en la libreta. Si el gordo me había pedido que anote “todo lo que va pasando”, eso mismo iba a hacer. Empezó el partido y yo anoté lo más rápido que pude. Saque del medio, lateral, falta para uno, falta para el otro, silbatazo del árbitro, jugador de Boca en el piso, se para, insulta. A los quince minutos llevaba cuatro páginas y no me daba más la mano, pero seguí hasta que terminó el primer tiempo. Cuando se fueron los jugadores de la cancha me vinieron unas ganas terribles de ir al baño. Le pedí a los periodistas que estaban cerca mío si podían cuidarme la libreta y salí corriendo. Nunca imaginé lo difícil que podía resultar hacer pis durante un partido de fútbol. Tuve que atravesar una especie de laberinto que se había formado con la gente amontonada en los pasillos y después hacer una fila detrás de cinco gorilas enormes con gorritos de Boca y olor a hamburguesa. Apenas volví y me acomode en mi silla, me di cuenta de que la libreta no estaba. Le pregunté a los periodistas si la habían visto y respondieron que no con la cabeza. Era evidente que, en un intento por parecer graciosos, los periodistas me la habían escondido. Les dije que por favor me la devolvieran, que de eso dependía mi trabajo. Me dijeron que no la habían visto y me pidieron que me calle porque ya había empezado el segundo tiempo.

Cómo no tenía ánimos de pelear, resigne la posibilidad de ver de vuelta mi libreta y, para no perder más tiempo, les pedí prestada una hoja. Uno de ellos arrancó una de su cuaderno y me la tiró sin siquiera mirarme. Entonces seguí anotando, pero esta vez registré no tanto el partido sino las cosas que a mi me llamaban la atención. Anoté: Un tiro se va cerca del palo y un joven se retuerce y se lleva las manos a la cabeza como en el cuadro “El Grito”, de Edvard Munch. Padre de unos treinta y largos sostiene a su bebé por encima de la cabeza y lo sacude al ritmo de: Y dale, y dale, y dale Boca dale.

Rondando el minuto sesenta sucedió algo que me pareció increíble. Un jugador de apellido Delgado acomodó el pie después de un centro y metió el primer gol del partido. Lo increíble fue la reacción de la gente. Los que estaban detrás del arco salieron corriendo hacia el alambrado como si fueran un malón de desesperados por asaltar una carreta. No sé cómo no se asfixió ninguno. Era realmente asombroso ver la reacción de los hinchas.

En el minuto (X) sucedió la jugada que lo cambió todo. Cuando un jugador de apellido Riquelme (al que todos se paraban y aplaudían cada vez que tocaba la pelota), después de quedar arrinconado por dos jugadores de River pisó la pelota de espaldas y se la pasó por entre las piernas al defensor Yepes, la gente se volvió loca y gritó: “Oléeee”, como en las viejas plazas de Sevilla. Escuché que un tipo de la tribuna gritó: “!No se puede creer! ¿Vieron lo que hizo?, y buscaba cómplices con la cabeza. “!Román es un poeta!”. Entonces se me ocurrió la idea… El deseo de ser Fabián Casas; si él hubiera visto lo que yo acababa de ver, ¿Qué hubiera escrito? Agarré la lapicera y comencé a escribir:

Escuché decir que te llamaban el torero,

Ni Manuel Laureano Rodriguez,

Ni Francisco Rivera,

Pudieron hacer algo similar.

Tu toro tenía sangre Caribeña,

sus padres llamáronle Mario.

El poema me ocupó toda la página, pero solo me acuerdo los primeros versos. Mientras lo corregía me di cuenta de que había terminado el partido. La gente gritaba como loca, se abrazaba, lloraba. Cuando por fin lo terminé apareció el gordo por la puerta de la cabina. Me pidió lo que había anotado y le conté lo que había pasado con la libreta. El gordo se puso como loco y empezó a gritar: “Yo sabía, yo sabía que no tenía que confiar…” Mirá, le dije, igual tengo ésto, a lo mejor te sirve, y le alcancé la hoja con las anotaciones y el poema. Apenas leyó la primera línea puso cara de sorpresa. Qué es esto, me dijo, te pedí que me anotes lo que pasaba en el partido, no un tratado sobre arte moderno. Y todo empeoró cuando pasó a la segunda carilla y vio el poema. El gordo rompió la hoja en dos y la tiró al tacho de basura. “Sos un inservible”, me dijo, y salió de la cabina golpeando las paredes e insultándome en mil idiomas. De más está decir que no me pagó ni un solo centavo y lo peor de todo fue que mamá siguió convencida de que yo era un inútil.

Angel Sánchez, el árbitro argentino del Mundial 2002

Por Pedro Duffau, Leandro Gambino y Marcelo López Aspuru

Ángel Sánchez fue el representante arbitral argentino en el Mundial de Corea-Japón 2002. Tuvo la responsabilidad de impartir justicia en dos partidos: Sudáfrica 1-0 Eslovenia y en la victoria de uno de los locales, Corea del Sur, por 1 a 0 frente a Portugal.

Fue, hasta el momento, la única vez que este evento deportivo se realizó en el continente asiático. Sánchez cuenta lo que más le llamó la atención de esta cultura: “La atención fue muy buena, mucha hospitalidad en las distintas ciudades de Corea en las que estuve y lo que más me sorprendió, viniendo de Argentina,  es el orden y el respeto por el tiempo, propio y ajeno. No si serán siempre así, pero fueron además muy apasionados en el juego”.

Ya sea como jugador, director técnico o árbitro, lo que todos aspiran es llegar a disputar un mundial. Los ojos de la gran mayoría de la población están puestos sobre este evento. Sánchez afirma que dirigir una Copa del Mundo, de por sí es algo especial e incomparable con cualquier otra competencia que le tocó dirigir. “Es muy distinto –continúa Sánchez- ya que el mundo está pendiente del torneo y te genera mucha responsabilidad poder representar al arbitraje de tu país. Cuando te toca un Boca-River, la situación es más complicada a nivel local por la trascendencia que tiene tus decisiones durante muchos días posteriores”.

Este mundial será siempre recordado por la eliminación prematura de la Selección Argentina. Sin embargo, para Ángel Sánchez fue una posibilidad histórica de ser partícipe de este evento, que es único e irrepetible…

 

 

 

 

Diego Placente: “Al Mundial 2002 no llegamos en la plenitud física y futbolística”

Por Pedro Duffau, Leandro Gambino y Marcelo López Aspuru

La Selección Argentina en el Mundial Corea-Japón 2002 era una de las candidatas a ganar el título del mundo. Sin embargo, por varias razones, no se consiguió el objetivo propuesto y los dirigidos por Marcelo Bielsa quedaron eliminados en primera ronda. Diego Placente, que jugó los dos primeros partidos de titular frente a Nigeria (triunfo por 1 a 0) e Inglaterra (derrota por 1 a 0), cuenta sus percepciones hoy, a casi 18 años de ese momento.

1) -¿Qué fue lo primero que se te vino a la cabeza post eliminación?

-Lo que se me vino a la cabeza post eliminación, fue primero obviamente, al yo estar en el banco de suplentes, consolar a los que estaban dentro de la cancha. Había una angustia en general. Me acuerdo que uno llegó al vestuario con toda esa tristeza y piensa que no puede ser que uno trabajé tanto, haga todo bien y en ese momento ya estás afuera del mundial. Es difícil, porque uno cree que estábamos para mucho más. Mientras más grande es la ilusión, a veces es más duro el golpe.

2) -Según tu mirada futbolística ¿Fue justa la eliminación?

-Muchas veces no es justa, pero las cosas pasan. Nosotros teníamos un gran equipo, durante mucho tiempo la selección argentina era de las mejores en ese momento. Por ahí llegás a tu pico un poco antes de lo que tendrías que llegar. Yo tenía de compañeros a futbolistas de Brasil que hicieron una eliminatoria muy mala y sabía las cuestiones que tenían en contra y no podían llegar a su pico, clasificaron como pudieron y terminaron campeones del mundo. Entonces, aparte si es justo o no, hay que llegar a ese momento y los jugadores tienen que estar en su mejor manera. Se tienen que dar muchas cosas durante esos 4 años y podés ir cambiando. Ahí no, es como un torneo relámpago. Y bueno, creo que nosotros llegamos al pico mucho antes. Llegaron jugadores con muchos partidos durante el año y tocados. Hizo que su rendimiento no fuera el mejor en ese momento.

3) -¿Creés que la prensa generó una situación triunfalista sobre esa selección?

-Creo que no. No nos dejábamos llevar y no me dejo llevar por eso. Uno sabe que cuando se es profesional, en el equipo que está y con los jugadores que tiene, uno se va midiendo con los mejores jugadores y las mejores selecciones. Ese equipo jugaba a un alto nivel y sabía el equipo que tenía. Por eso, nuestra ilusión era muy grande porque se venían haciendo las cosas muy bien.

4) -En ese momento ¿Qué pensaste que falló para no lograr la clasificación a 8vos? Y ahora, casi 20 años más tarde ¿Seguís pensando que la falla fue la misma?

-Las fallas que uno puede pensar o no son las mismas. Por ahí es más global. Como te decía antes, se tienen que dar varios aspectos, tenés que tener un equipo y tener jugadores para pelear por algo. La selección lo tenía. De hecho, ahora hay un margen más grande desde el mundial a finales del campeonato de Europa y Champions. Justo ese año, yo tuve la suerte de jugarla y la selección ya estaba allá. A veces no se dan las cosas y creo en lo que dije antes, no llegamos en la plenitud tanto física como futbolística justo en el momento que había que hacerlo.     

 5) -¿Cómo fue la vuelta de ese Mundial? ¿Cuánto tardaste en asimilar el golpe?

-Volví totalmente amargado. Porque uno lo que aspira toda su vida es jugar en la selección cuando es profesional, después jugar un mundial y bueno ante la chance esa, encima tener la expectativa alta de llegar bien lejos en un mundial y nos vinimos en primera rueda, que no lo esperaba nadie. Entonces ese golpe es todavía mucho más duro. Nunca lo asimilás. Cuando jugás todos los domingos el jugador sabe que siempre tiene revancha y en el mundial pasa lo mismo. Uno siempre tiene que estar preparado y tiene otros objetivos por delante. Tenés que asimilarlo lo antes posible. Pero lamentablemente te quedan siempre grabadas adentro tuyo.

 6) -¿Volviste a ver los partidos? ¿Por qué?

-No la verdad que no. Uno no los vuelve a ver. En este tiempo de pandemia que pasaron muchos archivos de mundiales o torneos de los clubes que estás en contacto mucho más. Por ahí cuando ocurren hechos tan dolorosos en la carrera del futbolista es difícil verlo de vuelta porque ya sabes cómo es el desenlace. A veces algunas cosas las volvés a mirar para ver algo en especial para aprender algo. Pero es muy difícil verlo. De hecho, el otro día recién vi el partido con Inglaterra y algo de Suecia. No lo llegué a ver todo. Ya te vas angustiando solo de verlo. Uno no lo ve. Eso es así. Como así pasaron los de la sub – 20 (campeón del mundo en Malasia en 1997) y uno se alegra por los chicos y por el momento que se acuerda, por los jugadores que participaron y por la alegría que tuvimos. Te queda grabada para toda tu vida.

La aventura de Arsene Wenger en Japón

Por Marcos Cressi

Muchos conocerán al francés Arséne Wenger por ser el entrenador del Arsenal durante más de 20 años. Aquel director técnico que ganó la Premier League de forma invicta en la temporada 2003-04 y estuvo 49 partidos sin conocer la derrota. Pero antes de llegar al conjunto Gunner, tuvo un breve paso por el fútbol japonés entre 1995 y 1996, cuando dirigió al Nagoya Grampus.

En 1994, Wenger no siguió en el AS Mónaco luego de haber terminado en la novena posición en el torneo local. Había dirigido al conjunto del principado desde 1987, y durante su gestión, ganó el campeonato de la Ligue 1 en 1988 y la Copa de Francia en 1991. El mismo año de su partida, a pesar de la floja campaña en la liga, logró llegar a las semifinales de la Champions League.

Mientras tanto, en Japón, el fútbol comenzó su etapa profesional recién en 1993. Diez equipos integraron la primera temporada de la J. League y entre ellos se encontraba el Nagoya Grampus, el equipo de la fábrica de automóviles Toyota. Durante los primeros dos años, los resultados deportivos no fueron buenos, a pesar de que tenían al delantero británico Gary Lineker. En ambas ediciones del torneo, fue de los peores equipos.

A finales de 1994, Arséne se encontraba sin equipo y el Grampus buscaba un director técnico para reemplazar al inglés Gordon Milne. Ese mismo año, Wenger asistió a un evento organizado por la FIFA en Emiratos Árabes Unidos para dar un discurso a los entrenadores de ligas emergentes. Allí se reunió con dirigentes del club nipón que lo contactaron con el propietario y este le ofreció el puesto. En enero del año siguiente, firmó el contrato.

Al llegar a Nagoya, contrató a Boro Primorac, ex entrenador del Valenciennes y quien luego fue su ayudante durante sus más de 20 años en el Arsenal, como  su asistente. Fichó a varios futbolistas, como el defensor brasileño Carlos Alexandre Torres y el mediocampista francés Gérald Passi. Además, en el plantel del conjunto nipón se encontraba Dragan Stojkovic, conocido como ¨El Maradona del Este¨ y una de las grandes figuras de la Estrella Roja de Belgrado entre 1986 y 1990.

El arranque de la liga no fue el mejor. Perdió siete y ganó solo uno en los primeros ocho partidos disputados. Incluso sufrieron goleadas, como un 6-2 ante el Júbilo Iwata o un 4-0 ante el Sanfrecce Hiroshima. A pesar de este mal arranque, el Grampus mejoró y logró terminar en el cuarto puesto en la primera ronda. En la segunda rueda, siguió con el mismo nivel y terminó en el segundo puesto, pero no le alcanzó para disputar la final del campeonato

En esa temporada, el mejor futbolista del conjunto de Nagoya fue Dragan Stojkovic. La llegada de Wenger fue clave para que el yugoslavo vuelva a su mejor nivel. Durante sus paso por el Hellas Verona de Italia, el Olympique de Marsella y sus primeros seis meses en Japón, tuvo bajo rendimiento, problemas disciplinarios y constantes lesiones. Al llegar, Arséne lo eligió como capitán del equipo. Mejoró su forma, anotó 17 goles en 45 partidos y fue elegido MVP de la liga. Además, el francés fue seleccionado como el Mejor Entrenador de la Temporada.

Al finalizar la temporada todavía quedaba un torneo por jugar: la Copa del Emperador, el campeonato más antiguo de Japón, disputado desde 1921. Nagoya Grampus llegó a la final de la competición, luego de eliminar al Kyoto Sanga, al Yokohama Flügels, al Vissel Kobe y al Kashima Antlers. Como se hace tradicionalmente, se disputó el 1 de enero de 1996. La sede del partido definitivo fue el Antiguo Estadio Olímpico de Tokyo. Allí goleó 3-0 al Sanfrecce Hiroshima y logró el primer título profesional de la historia del Nagoya Grampus.

Luego de ganar la Copa del Emperador, el equipo de la compañía Toyota debía disputar la Supercopa de Japón ante el Yokohama Marinos, campeón de la J. League. En el conjunto rival, se encontraban los argentinos Gustavo Zapata, Alberto ¨El Beto¨ Acosta y Néstor ¨Pipo¨ Gorosito. En aquel enfrentamiento, el Grampus se impuso por 2-0 en Tokio, con los goles de Tetsuya Okayama y Kenji Fukuda.

En septiembre de 1996, Wenger renunció a su cargo y firmó con el Arsenal de Inglaterra. Durante los últimos meses como técnico, el Grampus luchó por el título de la J. League. Al final de la temporada, el Nagoya, ya con nuevo entrenador, el portugués Carlos Queiroz, terminó en segundo lugar del torneo local, que lo terminó ganando el Kashima Antlers.

A pesar de estar solo 18 meses, el técnico francés dejó un efecto positivo en el Grampus y, sobre todo, en Stojkovic. “Es un hombre muy inteligente, psicológicamente fuerte y leal con el equipo, pero también con los jugadores. Tiene un talento para crear un buen ambiente en el equipo, por eso creo que el buen trabajo y la buena relación da un resultado bueno que es la amistad para siempre¨, declaró el ex jugador al canal de YouTube del Arsenal en 2013, cuando hicieron una gira de partidos amistosos por Asia.

Después de su partida, Dragan siguió a un gran nivel futbolístico y llevó al equipo a ganar nuevamente la Copa del Emperador en 1999. Se retiró allí en 2001, para volver al equipo nipón siete años después, como entrenador. En 2010 logró salir campeón por primera vez de la J. League.

 

El combate ahora es sobrevivir

Por Facundo Scapparone

El 30 de diciembre de 2011, Nate Diaz y Donald Cerrone protagonizaron la pelea a tres rounds con más golpes en la historia de UFC (Ultimate Fighting Championship): los luchadores lograron conectar un total de 334 golpes en los 15 minutos que duró el combate. Uno cada 2,7 segundos. Hoy, más de ocho años después, la OMS (Organización Mundial de la Salud) recomienda mantener, por lo menos, un metro de distancia entre personas y no tocar superficies con las manos para prevenir el contagio de COVID-19.

El SARS-CoV-2 infectó a más de 5 millones de personas y superó las 330 mil muertes a nivel global. La mayoría de los países decidió someterse a un confinamiento obligatorio, con el objetivo de detener la propagación del virus. Esta medida fue precedida por la suspensión de todo tipo de eventos masivos, desde cines y teatros hasta espectáculos deportivos. Solamente tres ligas profesionales de fútbol decidieron no cesar su actividad: la de Bielorrusia, la de Burundi y la de Nicaragua. En Managua, la capital del país centroamericano, también se realizó una polémica velada boxística que incluyó todo tipo de medidas sanitarias.

“Una vez flexibilizada la cuarentena, yo creo que los eventos deportivos deberían ser sin público, testeando a todos los protagonistas y evitando el contacto físico de manos”, asegura Sergio Scigliano, reconocido neumonólogo y especialista en vías respiratorias. Tal es así que el gobierno alemán le concedió un permiso a la Bundesliga para retomar las actividades siguiendo una serie de estrictos controles de higiene. Alemania se encuentra en un proceso gradual para salir del aislamiento obligatorio.

Sin embargo, los deportes que conllevan un mayor riesgo, como las artes marciales mixtas o el boxeo, requieren extremar los cuidados. Además de las medidas que idealmente deberían tomarse en la mayoría de las disciplinas, Scigliano sugiere reducir al máximo posible la cantidad de gente que se ubica en los alrededores del ring o del octágono y desinfectar los guantes y superficies con las que los peleadores estén en contacto para posibilitar el desarrollo de este tipo de prácticas.

El intercambio de golpes que se genera en los deportes de alto riesgo, principalmente en las artes marciales mixtas, representan un significativo peligro de lesiones para los púgiles. En el contexto actual, con el sistema de salud dedicándole la mayor parte de su tiempo a los infectados por COVID-19, hay un agravante. “Si un luchador finaliza la pelea con una conmoción cerebral y debe acceder a un hospital, nadie te garantiza que no vaya a contagiarse coronavirus.”, asegura el doctor. En síntesis, la reanudación de estas disciplinas es viable -con las medidas sanitarias correspondientes-, pero implica un peligro extra que es preferible evitar.

Todas estas dificultades significan una posible mayor inactividad para los protagonistas de deportes de alto riesgo, sumado a las problemáticas que tienen a la hora de ejercitarse en sus hogares. “Las ganas disminuyen más que nada por no tener competencia. No entreno a la misma intensidad con la que estaba entrenando antes, no tengo ese incentivo”, cuenta Bruno Canetti, actual campeón de peso pluma de la compañía Combate Américas.

La salud mental es también un factor importante a tener en cuenta durante el aislamiento obligatorio. Es por eso que la OMS opta por el término “distanciamiento físico” en lugar de “distanciamiento social”, ya que este último puede suponer una percepción de desconexión de los seres queridos. Así lo ve también Juan Pablo “El Molo” González, peleador de artes marciales mixtas de peso gallo: “El encierro puede jugar un papel importante si lo dejamos. Hay que tener bien en claro qué es lo que queremos y adaptarnos a la situación de la mejor manera posible. El trabajo mental en uno es indispensable para que todo sea positivo en este momento”.

Así como los deportistas siguen una rutina para mejorar los aspectos físicos, también lo hacen con los psicológicos. Algunos optan por hacerlo por su cuenta, como Bruno Canetti, quien elige la meditación y la lectura de libros de desarrollo personal. Pero otros, como el Molo, consideran indispensable trabajar en conjunto con un psicólogo deportivo y un coach mental. El trabajo con profesionales consiste de un chequeo de metas, trabajos de visualización de objetivos, escritura y meditación.

Los avances tecnológicos en los tiempos que vivimos nos permiten hacerle frente al distanciamiento y a la sensación de desconexión. Las aplicaciones de mensajería instantánea y las redes sociales de interacción son herramientas muy útiles para distraerse durante el confinamiento. Así lo ve el Molo, quien brinda una clase gratuita en vivo de ejercicios físicos a través de su cuenta de Instagram todos los días. “Son 50 minutos bien movidos en donde se trabajan todos los músculos del cuerpo. El objetivo es no parar de moverse e ir cambiando los ritmos, trabajando brazos, piernas y zona media”, detalló el campeón argentino de kickboxing W.K.C. y W.K.F.

Otro de los aspectos a atender es el económico. Hace algunas semanas se dio a conocer que el plantel de Boca rechazó la propuesta de su presidente, Jorge Amor Ameal, quien proponía una reducción salarial de los contratos más altos durante el tiempo que dure la inactividad en el fútbol argentino. Pero en los deportes de alto riesgo, los luchadores no tienen ese privilegio: deben pelear para cobrar bolsas. Si no peleás, no cobrás.

Esta situación generó que los peleadores deban buscar otras formas de generar ingresos para llevar a sus hogares. “Algunos están vendiendo comida, barbijos y alcohol en gel. Otros dando clases online”, relata Bruno Canetti. “Se hace prácticamente imposible. Espero que de alguna manera se solucione esto”, lo respalda, preocupado, el Molo. Está claro que la pandemia de coronavirus agudizó la situación crítica en la que se encontraba la economía argentina. Sesenta y un días después de que Alberto Fernández anunciara una cuarentena obligatoria a nivel nacional, los efectos de la suspensión de toda actividad comercial alcanzó hasta a un colectivo impensado: el de los deportistas.

 

Solo Best puede irse a la B, jugar 22 partidos y convertirse en ídolo

Por Pedro Masi

Era 1979. Los tiempos de gloria de George Best ya eran parte del pasado, pues luego de tocar el cielo con las manos en Manchester United, en donde disputó once temporadas y conquistó cinco títulos, la carrera del norirlandés atravesó una fuerte recaída no sólo en base a su poco profesionalismo fuera de las canchas, sino, además, por la jubilación de Matt Busby, el entrenador que lo hizo debutar en la Primera División de Inglaterra y con el que compartía una gran relación. Este hecho estableció, sin dudas, un antes y un después en la vida deportiva del nacido en Belfast, ya que, tras la partida del técnico, Georgie disputó solamente 31 encuentros en dos temporadas con los Red Devils y marcó seis goles, una marca bajísima en su registro en comparación a lo que a todos tenía acostumbrados. Sin embargo, luego de algunos años irregulares en diferentes equipos, Best llegó a Leith, un distrito en Edimburgo, Escocia, para afrontar un nuevo y difícil desafío. Esta vez, sería la hora de defender la camiseta del Hibernian, un humilde equipo que peleaba por la permanencia.

En aquel entonces, el futbolista tenía 33 años y el presidente del club escocés, Tom Hart, se había contactado con el Fulham para hablar con él y así convencerlo. A pesar de no estar en su plenitud, parecía imposible que un jugador de la talla de Best jugara en un equipo tan modesto como eran los Hibs. Por lo tanto, muchos pensaron que ello sólo sería un truco publicitario. Pero para la sorpresa de todos, no fue así. Toda actitud de indiferencia hacia el rumor de la incorporación del jugador fue sustituida por una tremenda ilusión de los hinchas cuando el mismo se hizo presente en uno de los palcos del estadio Easter Road junto al presidente, quien lo había invitado a ver un partido de local contra Kilmarnock. Los fanáticos le brindaron una gran recepción y el traspaso ya parecía ser una realidad. De hecho, unos días más tarde, se cerró la negociación, la cual Tom Hart aseguró haber pagado de su propio bolsillo.

El futbolista no había jugado en cinco meses. Por ello, debía perder peso y volver a entrenarse, así de esa manera iba a poder estar a punto para cuando llegara el momento de debutar con la verde y blanca. Y el día llegó. Un 24 de noviembre de 1979, George Best hizo su debut tan esperado ante más de 13.000 espectadores, una cifra impresionante en ese tiempo debido a que, tras la mala campaña del equipo, no superaba los 5.000. Pero con la llegada de una de las máximas figuras del fútbol a nivel mundial, las ventas de entradas estallaron. No obstante, los Hibs perdieron 2 a 1 frente a Saint Mirren, aunque pudieron disfrutar de un gol de Georgie justo antes del pitido final.

El conjunto de Leith sumaba apenas cinco puntos en 15 partidos, lo cual salir del último puesto y de la zona de descenso parecía imposible incluso con Best en el plantel. Entonces, se podría hacer un punto de inflexión a partir de dicha situación del Hibernian. Quizás algunos hinchas, más realistas de acuerdo al contexto, disfrutaban más el hecho de ver jugar al norirlandés con la camiseta de su equipo en vez de preocuparse por lograr los resultados, mientras que otros se ilusionaban con él para revertir aquella etapa. Lo cierto es que el panorama no era muy alentador, pero, ¿quién no se iba a ilusionar con un jugador como él? Cada toque, gambeta o pase provenientes de aquel mágico pie derecho de Best, eran aplaudidos por toda la afición. Ni mencionar los goles. Sólo fueron tres en 22 partidos, pero vaya si fueron recordados por los fanáticos. Los dos más importantes fueron: uno contra Celtic, sobre el final del partido y frente a 22.000 personas, tras un enganche hacia el medio y un potente remate de derecha que decretó el empate 1 a 1. Y el otro, versus Dundee, en el que realizó y culminó una impresionante jugada solo contra todos, al más fiel estilo de los que Georgie marcaba durante sus años dorados en Manchester United.

Otro de los momentos más memorables del futbolista con los Hibs fue su primera victoria, un 2 a 1 sobre Partick Thistle que fue el primer triunfo en 14 semanas. Pero por encima de todo está aquella inolvidable jugada que pasó a la historia del fútbol, en la que Georgie se sacó de encima a un jugador del Rangers con dos gambetas sobre un campo de juego cubierto por una ligera capa de hielo y tras ello, luego de ser derribado por el rival, le ofreció la pelota con la mano, haciendo referencia a que no se la podía sacar. Pero como en todo buen ciclo, casi siempre suele haber una parte negativa. En febrero de 1980, Best se mudó a un hotel y se rindió ante su debilidad: el alcohol. Una de las noches que estuvo allí se la pasó bebiendo hasta altas horas, lo que generó que se perdiera un partido al otro día. Parecía que sus días con el club de Edimburgo estaban contados y Tom Hart lo multó. Sin embargo, fue este mismo quien lo incitó para que volviera a jugar y le dispuso un departamento para él y su esposa, Angie.

Para ese entonces, el descenso era inevitable. El futbolista disputó 12 partidos más y el Hibernian apenas llegó a 18 puntos. Asimismo, las sensaciones eran ambiguas, puesto que, a pesar de perder la categoría, la experiencia de los simpatizantes por haber tenido a George Best entre sus jugadores no podían hacerlos sentir más orgullosos. En su último partido con los Hibs consiguió una victoria 2 a 0 contra Falkirk y fue el capitán del equipo. Sin dudas, una despedida imborrable que tanto Georgie como los hinchas del Hibernian se merecían.

Quizás no pudo haber logrado el objetivo, pero al talentoso jugador le bastaron solo un puñado de partidos para conseguir algo más importante que ello, que es el cariño y respeto de propios y extraños. Pues no solamente se transformó en un ídolo en el Hibernian, sino que también en un símbolo del fútbol escocés y de la cultura popular británica. Tan así que se lo bautizó como el quinto Beatle. Y vaya si lo tuvo merecido. Una persona con una habilidad dentro de la cancha y un carisma inmenso que le valió para ganarse ese apodo y mucho más. Y si bien Best tuvo una eterna batalla interna contra el alcohol que no le permitía desplegar su mejor versión, eso nunca podrá tapar lo que significa su figura, la cual fue, es y será una leyenda que nadie jamás olvidará en el Reino Unido.

México 1970: el comienzo del fútbol como lo conocemos

Por Ezequiel Aranguiz

Suena el silbato en el Estadio Azteca y la Copa Mundial de Fútbol 1970 da inicio. En el partido inaugural se enfrentan los verdes de México con los rojos de la Unión Soviética. Y espectadores de todo el mundo pueden diferenciarlos de esa manera gracias a una tecnología que va en ascenso: la televisión satelital a color.

Las imágenes grabadas por las ocho cámaras instaladas en el estadio llegaron más de 700 millones de personas de todos los continentes. Por primera vez en la historia, los 32 partidos fueron transmitidos en vivo y en directo de forma satelital y por medio del Technicolor, para aquellas empresas que contaran con esta tecnología.

Argentina quería ser sede de la competencia, pero la FIFA eligió a México gracias a que ya contaba con la infraestructura de los Juegos Olímpicos del 68. Pero hubo otro factor que influyó en la decisión: la empresa de televisación Telesistema Mexicano –antecesora de la actual Televisa- aportó millones de dólares para que se dispute en sus tierras.

De esta forma, el torneo se convirtió en el tema central en la televisión azteca. La cantidad de notas y reportajes enfocados en el deporte triplicaban a aquellos que tenían como eje a la política –en simultáneo al Mundial, se celebraron las elecciones presidenciales con mayor problema de legitimidad de la historia de México-. “Con esas acciones, quedaba en claro que, para los productores y ejecutivos, la Copa era un acontecimiento más importante que las elecciones. El fútbol daba mayor audiencia, y mayor audiencia significa más ganancias”, explica la profesora de periodismo Celeste González de Bustamante, en su libro Muy buenas noches: México, la televisión y la Guerra Fría.

Los derechos de transmisión también impactaron directamente en el juego. Con el objetivo de adaptarse a los horarios europeos, varios partidos comenzaron cerca del mediodía. Esto causó el descontento de un gran número de jugadores y entrenadores a causa del intenso calor que caracteriza al país norteamericano. Uno de esos encuentros fue la final entre Italia y Brasil. Muchos consideran que el clima, sumado al esfuerzo del tiempo suplementario en semifinales, fue un factor decisivo en la floja actuación del conjunto italiano.

De allí en más, creció el número de contratos televisivos, aumentó la publicidad y el fútbol pasó de ser una expresión de la sociedad a convertirse en lo que hoy conocemos como espectáculo deportivo. Pero todo comenzó en México 1970.

Seis mil muertes en una guerra que tuvo al fútbol como excusa

Por Ramiro Ohana

Honduras y El Salvador disputaron una eliminatoria en 1969 por una plaza en el Mundial de México del año siguiente. No se trataba de cualquier cupo, sino del primero en la historia para ambas selecciones. El honor, el orgullo y la patria estaban en juego. El primer partido fue el 8 de junio en Tegucigalpa. El equipo salvadoreño fue hostigado desde su llegada al aeropuerto hasta en el hotel. Insultos, piedras, fuegos artificiales y agresiones que hicieron efecto: triunfo de los hondureños con un gol de Roberto Cardona.

La humillación y derrota durante el primer partido de eliminatorias provocó que la joven salvadoreña de 18 años Amelia Bolaño se suicide con la pistola de su padre. “Joven no soportó ver a su patria arrodillada”, tituló al otro día el periódico salvadoreño El Nacional. A su entierro asistió el presidente, el ejército y la misma selección nacional. La tragedia, indirectamente, había comenzado. El suicidio de Bolaño era una muestra de lo que le depararía a estas dos naciones: muertes y heridos, consecuencia de una guerra civil impulsada por el fútbol.

En ese ambiente, el 15 de junio, se disputó en San Salvador el segundo encuentro. Ni la protección policial impidió la venganza salvadoreña, que comenzó con el hotel donde se hospedaba su rival. Lo apedrearon, lanzaron ratas muertas y trapos infectados. En el día del partido, un grupo del ejército escoltó a Honduras hasta el estadio, pero no fue suficiente. El acoso y las burlas seguían atormentando a una selección que terminó perdiendo el encuentro por 3-0 y a sus aficionados, que fueron golpeados y asesinados por salvadoreños.

Un tercer juego de desempate se disputó en el estadio Azteca, el 26 de junio, con el ejército mexicano presente entre ambas aficiones. En la neutralidad, El Salvador se clasificó en la prórroga (3-2) con un gol decisivo del delantero Mauricio Rodríguez. Dos semanas después, la escalada de sucesos derivó en la llamada “Guerra del Fútbol” entre ambos países.

Lo que se conoce como “Guerra del Fútbol”, fue en realidad la “Guerra de las 100 horas”, un enfrentamiento que duró cuatro días y usó las eliminatorias como excusa. Ahora bien, ¿cómo se desencadenaría aquella guerra que acabó con la vida de más de 4.000 personas? En 1969, El Salvador era gobernado por Fidel Sánchez y apoyado por las familias terratenientes más poderosas. El país es casi seis veces más pequeño y tiene un millón más de habitantes que Honduras. Los salvadoreños eran, en mayoría, agricultores que poco a poco colonizaron las tierras vecinas, hasta llegar a ser un total de 300.000 migrantes.

Honduras, gobernada por Osvaldo López, decretó una reforma agraria que ofrecía esas tierras a los agricultores locales. Esta decisión fue el comienzo del conflicto, que llevó a los grupos paramilitares a deportar a los salvadoreños. En este contexto, el fútbol fue el vehículo para exacerbar pasiones, propagar el odio y preparar un ambiente que justificase una intervención. “El fútbol ayudó a enardecer aún más los ánimos de chovinismo y de histeria pseudopatriótica, tan necesarios para desencadenar la guerra y fortalecer así el poder de las oligarquías en los dos países“, describió el periodista polaco Ryszard Kapucinsky, quien vivió en carne propia aquellos partidos de eliminatorias y detalló en su libro La Guerra del Fútbol que, paradójicamente, terminó siendo el nombre del conflicto.

Dos semanas después de las eliminatorias, el 14 de julio, El Salvador ordenó a sus fuerzas militares invadir Honduras y se lanzó una ofensiva aérea. La guerra había comenzado. Una guerra por la tierra entre dos países similares en lengua, pobreza, corrupción y armas. La Organización de Estados Americanos logró el alto al fuego el 18 de julio. En apenas 100 horas murieron casi 6.000 personas, hubo 15.000 heridos, 50.000 desplazados y reprimidos en ambos países.

Luego de una fuerte presión internacional, El Salvador finalmente retiró sus tropas en agosto. Pero el resentimiento no terminó ahí. Durante décadas no hubo intercambio comercial y la frontera se clausuró. La paz y relativa reconciliación entre ambos países se selló en 1980, con otro partido de fútbol. Este, con un final más amigable.

Zagallo, el primero en ganar el Mundial de los dos lados de la línea de cal

Por Lucas Valenzuela

Mario Jorge Lobo Zagallo logró ser campeón del mundo en cuatro oportunidades, ostenta un récord único que muy difícil de repetir: dos de ellas fueron como jugador, una como director técnico y la última como coordinador técnico.

Una vez finalizada la goleada de Brasil frente a Italia en la final del mundial celebrado en México en 1970, Zagallo se convirtió por primera vez en la historia, en la persona capaz de levantar el trofeo más importante del fútbol cumpliendo dos roles diferentes.

Nacido en 1931 en Maceió, ciudad ubicada en las costas centrales de Brasil, inscribió su nombre en lo más alto del deporte de su país. Luego de colgar los botines a los 34 años con dos mundiales ganados, el primero en Suecia y el segundo en Chile, decidió ser entrenador, por lo que su próxima aparición en un mundial, recién ocurrió en 1970.

Zagallo reemplazó a João Saldanha, técnico por ese entonces, a pocos meses del inicio de la competencia. Seis fueron los partidos que tuvo que transitar para quedarse con la copa, y, por otra parte, con su gloria personal. Muchos expertos aseguran que su Selección fue una de las mejores que se vieron en una cancha. Además, juntó a cinco números 10 en un mismo equipo: Tostao (Cruzeiro) jugó como delantero centro, a sus costados estuvieron Roberto Rivelino (Corinthians) y Jairzinho (Botafogo); Gérson (San Pablo) como mediocampista y Pelé (Santos) suelto por todo el frente de ataque para explotar su técnica al máximo. Entre ellos, marcaron 17 de los 19 goles de Brasil en el mundial.

Salvo la victoria contra Inglaterra por 1 a 0, todos los resultados fueron abultados: 4-1 frente Checoslovaquia, 3-2 a Rumania, 4-2 a Perú, 3-1 a Uruguay y 4-1 a Italia en la final. Con buenos toques de pelota, laterales desplegándose de forma ofensiva y correcta, y con contundencia de sus atacantes, Mario Zagallo maravilló a todos en el primer mundial emitido por color en televisión. Carlos Alberto, capitán de aquella selección, destacó el papel de su entrenador: “Cuando asumió, tuvo la inteligencia de no cuestionar lo que se había hecho, mientras aportaba su idea. Modificó el esquema táctico y puso orden. Organizó una nueva fase de preparación de diez encuentros. La confianza había vuelto y el equipo era otro. Fue fundamental en la conquista del título”.

Su figura se hizo un mito y perdurará a lo largo de la historia del deporte. Aquel Brasil que no le dio respiro a ninguna Selección, después de ser eliminada en fase de grupos en 1966, revolucionó el fútbol cuatro años más tarde.

Ado, Leao, Félix, Baldochi, Brito, Alberto, Everaldo, Fontana, Marco Antonio, Piazza, Zé María, Clodoaldo, Gérson, Camargo, Paulo Cesar, Pelé, Rivelino, Miranda, Dario, Edu, Tostao y Jairzinho, fueron los jugadores con los que contó Mario Zagallo para lograr la gran hazaña.

En 1994 Brasil fue campeón bajo el mando de Carlos Alberto Parreira. Zagallo fue incluido como “coordinador técnico”, viviendo así su cuarto campeonato del mundo.

“Profesional es tener un sueldo mínimo”

Por Micaela Delzart

De jugar a la pelota con sus hermanas a liderar un club de fútbol. Florencia D’Andrea es la capitana de Excursionistas pero no sólo conduce en la cancha sino que también es encargada de administrar el dinero del club en el fútbol femenino.

La deportista conserva esta pasión por el deporte desde chica. Son seis hermanas aunque solo cuatro se dedican a patear la pelota: Candelaria, que juega con ella en el conjunto de Excursio, Trinidad que es arquera de Ferrocarril Oeste en futsal y jugadora de Estudiantes de Buenos Aires y Antonella, también arquera de Huracán.

Además de defender los colores del Verde, es personal civil de la fuerza aérea. Administra todo lo relacionado al tenis, su segundo deporte, hace pedidos a proveedores, control y mantenimiento de las canchas y gestiona a las personas. Asimismo también es profesora de tenis en el mismo lugar.

D’Andrea es futbolista profesional pero tiene que ingeniársela con otros dos trabajos para mantenerse a fin de mes. La deportista llegó a la institución en septiembre y notó que no se repartía el sueldo por igual como habían acordado en su momento. Ahora ella maneja las liquidaciones del fútbol femenino y de conseguir las canchas para que puedan entrenar.

“Es un viático, una ayuda, no llega a ser un sueldo. Puede variar entre 3000 y 5000 pesos, en especial estos meses que no estamos gastos, como el alquiler de la cancha. No se puede vivir de esto. Todas tenemos otros trabajos, otras prioridades”, expresó la capitana.

El club les puso en diciembre una coordinadora, pero renunció. Por lo tanto, la deportista se encarga de todas las cuentas, y por eso el grupo empezó a tener tranquilidad en el tema monetario y la eligió como su capitana.

“Lamentablemente el fútbol es semiprofesional. Están queriendo levantarlo, pero profesional es tener un sueldo mínimo para cada una de las jugadoras fichadas, no para ocho contratadas”, afirmó.

La Asociación de Fútbol Argentino es la que se encarga de los sueldos de ocho jugadoras en el fútbol femenino, por lo que se transfiere 160 mil pesos a cada conjunto. Por eso, el equipo no tiene problemas de dinero en la cuarentena pero igualmente no le alcanza para vivir de eso porque el club no invierte nada de dinero en las futbolistas.

Las jugadoras de Excursionistas terminaron la mitad del torneo en diciembre, a cuatro puntos de la zona de campeonato, pero en el verano, antes de comenzar la segunda parte se les fue gran parte del plantel, y además tuvieron que cambiar de entrenador.

Las bajas del club fueron Dalia Leiva, Analía Almeida, Magalí Martínez y Gisela González. La arquera Rea dejó de ir, pero antes de que comience la cuarentena, estaba estipulado que regresara a los entrenamientos y partidos. Lo mismo pasó con Máxima Verón.

El tema económico es lo que más provocó que hubiera bajas. El trabajo es lo más importante para las futbolistas y después viene el club. El director técnico, Horacio Acosta, quiere que prioricen las practicas pero las jugadoras tienen que faltar en ocasiones para mantener sus puestos.

“Lo que tratamos también es hacerle entender a nuestro entrenador es que, quieras o no, esto no es profesional. Él nos responde que ´hay que priorizar el fútbol, por eso tienen que venir a los entrenamientos´. Lo paramos y le decimos que no es lo mismo que el fútbol masculino porque si yo tengo que faltar para ir trabajar, lo voy a hacer sin pensarlo. El trabajo no se toca”, comentó.

Excursionistas terminó el torneo perdiendo por goleada 16-0 con Boca en el Complejo Pedro Pompilio. Es notable la diferencia de un equipo que tiene todos los contratos y otro. Las deportistas no querían jugar ese partido pero les comunicaron que tenían que hacerlo porque si no les iban a aplicar una multa económica e iban a entrar a la zona de permanencia con menos puntos

“Con las jugadoras de Boca es muy diferente por el tema salarial y por la cantidad de entrenamientos. En nuestra escala, viene el trabajo primero y después Excursionistas. En el caso de Boca es Boca y es todo fútbol, no tienen por qué decir si priorizar una cosa o la otra porque ya de por sí, el jugar al fútbol ya es su trabajo”, explicó.

El fútbol se suspendió el 17 de marzo, pero las jugadoras tenían intenciones de no querer ir a entrenar por el bien de sus familias y lo empezaron a hablar en el grupo de WhatsApp donde se encuentran todas. Pero no tuvieron consultas del club sobre lo que pensaban acerca de la suspensión. Aunque el preparador físico del club les manda ejercicios para hacer, no tienen manera de saber si sus compañeras lo hacen o no.

“Tenemos un grupo pero es como que cada una está en la suya, podemos mandar un que otro chiste pero somos compañeras, no amigas. No hay amistades, hay compañerismo. Es un buen equipo, un buen grupo de personas pero no es que nos hablamos. Hasta que no nos juntemos no sé en qué estado se encontrará el plantel”, admitió.

Otra de las desventajas del club es que ellas no entrenan en sus canchas sino que van a una plaza los lunes. Y los otros días van al predio donde trabaja ella. “Cada vez que vamos a jugar de local a Excursionistas, somos igual de visitantes que el visitante. No entrenamos, nosotras no conocemos nuestra cancha”, argumentó.

También tienen jugadoras con poca experiencia en cancha por las bajas significativas que tuvo el equipo. Por ejemplo, la arquera Camila Espíndola que tiene apenas 15 años, recién está conociendo lo que es jugar en Primera y el nerviosismo que conlleva.

“Si vos prestaras atención a los últimos partidos que venimos perdiendo por goleada, se la pasa llorando. Es cómo que le cae mucha responsabilidad y no está bueno porque le falta un montón a Cami. Tiene muy buenas actitudes de arquera y muchas cosas que la definen, pero todavía le falta. Es normal, uno a los 15 años está aprendiendo, pero nosotras necesitamos una arquera que ya esté formada. Las que teníamos, una se fue porque trabajaba y la otra arquera se fue de vaga, ni siquiera es que se fue porque tenía que trabajar o porque quería más plata”.

-¿Por qué se fue entonces?

-Tenía que entrenar y no cumplía. Asique la desafectaron del plantel y quedo Cami sola y es una locura porque quieras o no porque hay muchos goles que si dependen. La culpa siempre es de todas, no tratamos de echarnos la culpa entre una y la otra, pero hay cosas que son responsabilidad una arquera y a ella le pasa la pelota por al lado o de los nervios le tiemblan las manos y esas cosas nos afectan también a nosotras, así que le hablamos después de todos los partidos y le decimos que se calme, que no fue culpa de ella, que para que lleguen al arco tienen que pasar primero por diez jugadoras, que no se haga problema, que está aprendiendo pero es lo que le decimos a una nena de 15 años, no le podes decir eso a una arquera titular. Pero bueno, ni siquiera dentro de los tres fichajes que tenemos para la zona de permanencia, va a haber una arquera, vamos a seguir con ella.

Sin entrenar en sus canchas, con muy pocas jugadoras en el plantel y sin saber cómo va a volver el equipo después de la cuarentena y sin fecha confirmada para el regreso del fútbol femenino, todo se hace cuesta arriba para Excursionistas.