viernes, abril 26, 2024

El combate ahora es sobrevivir

Por Facundo Scapparone

El 30 de diciembre de 2011, Nate Diaz y Donald Cerrone protagonizaron la pelea a tres rounds con más golpes en la historia de UFC (Ultimate Fighting Championship): los luchadores lograron conectar un total de 334 golpes en los 15 minutos que duró el combate. Uno cada 2,7 segundos. Hoy, más de ocho años después, la OMS (Organización Mundial de la Salud) recomienda mantener, por lo menos, un metro de distancia entre personas y no tocar superficies con las manos para prevenir el contagio de COVID-19.

El SARS-CoV-2 infectó a más de 5 millones de personas y superó las 330 mil muertes a nivel global. La mayoría de los países decidió someterse a un confinamiento obligatorio, con el objetivo de detener la propagación del virus. Esta medida fue precedida por la suspensión de todo tipo de eventos masivos, desde cines y teatros hasta espectáculos deportivos. Solamente tres ligas profesionales de fútbol decidieron no cesar su actividad: la de Bielorrusia, la de Burundi y la de Nicaragua. En Managua, la capital del país centroamericano, también se realizó una polémica velada boxística que incluyó todo tipo de medidas sanitarias.

“Una vez flexibilizada la cuarentena, yo creo que los eventos deportivos deberían ser sin público, testeando a todos los protagonistas y evitando el contacto físico de manos”, asegura Sergio Scigliano, reconocido neumonólogo y especialista en vías respiratorias. Tal es así que el gobierno alemán le concedió un permiso a la Bundesliga para retomar las actividades siguiendo una serie de estrictos controles de higiene. Alemania se encuentra en un proceso gradual para salir del aislamiento obligatorio.

Sin embargo, los deportes que conllevan un mayor riesgo, como las artes marciales mixtas o el boxeo, requieren extremar los cuidados. Además de las medidas que idealmente deberían tomarse en la mayoría de las disciplinas, Scigliano sugiere reducir al máximo posible la cantidad de gente que se ubica en los alrededores del ring o del octágono y desinfectar los guantes y superficies con las que los peleadores estén en contacto para posibilitar el desarrollo de este tipo de prácticas.

El intercambio de golpes que se genera en los deportes de alto riesgo, principalmente en las artes marciales mixtas, representan un significativo peligro de lesiones para los púgiles. En el contexto actual, con el sistema de salud dedicándole la mayor parte de su tiempo a los infectados por COVID-19, hay un agravante. “Si un luchador finaliza la pelea con una conmoción cerebral y debe acceder a un hospital, nadie te garantiza que no vaya a contagiarse coronavirus.”, asegura el doctor. En síntesis, la reanudación de estas disciplinas es viable -con las medidas sanitarias correspondientes-, pero implica un peligro extra que es preferible evitar.

Todas estas dificultades significan una posible mayor inactividad para los protagonistas de deportes de alto riesgo, sumado a las problemáticas que tienen a la hora de ejercitarse en sus hogares. “Las ganas disminuyen más que nada por no tener competencia. No entreno a la misma intensidad con la que estaba entrenando antes, no tengo ese incentivo”, cuenta Bruno Canetti, actual campeón de peso pluma de la compañía Combate Américas.

La salud mental es también un factor importante a tener en cuenta durante el aislamiento obligatorio. Es por eso que la OMS opta por el término “distanciamiento físico” en lugar de “distanciamiento social”, ya que este último puede suponer una percepción de desconexión de los seres queridos. Así lo ve también Juan Pablo “El Molo” González, peleador de artes marciales mixtas de peso gallo: “El encierro puede jugar un papel importante si lo dejamos. Hay que tener bien en claro qué es lo que queremos y adaptarnos a la situación de la mejor manera posible. El trabajo mental en uno es indispensable para que todo sea positivo en este momento”.

Así como los deportistas siguen una rutina para mejorar los aspectos físicos, también lo hacen con los psicológicos. Algunos optan por hacerlo por su cuenta, como Bruno Canetti, quien elige la meditación y la lectura de libros de desarrollo personal. Pero otros, como el Molo, consideran indispensable trabajar en conjunto con un psicólogo deportivo y un coach mental. El trabajo con profesionales consiste de un chequeo de metas, trabajos de visualización de objetivos, escritura y meditación.

Los avances tecnológicos en los tiempos que vivimos nos permiten hacerle frente al distanciamiento y a la sensación de desconexión. Las aplicaciones de mensajería instantánea y las redes sociales de interacción son herramientas muy útiles para distraerse durante el confinamiento. Así lo ve el Molo, quien brinda una clase gratuita en vivo de ejercicios físicos a través de su cuenta de Instagram todos los días. “Son 50 minutos bien movidos en donde se trabajan todos los músculos del cuerpo. El objetivo es no parar de moverse e ir cambiando los ritmos, trabajando brazos, piernas y zona media”, detalló el campeón argentino de kickboxing W.K.C. y W.K.F.

Otro de los aspectos a atender es el económico. Hace algunas semanas se dio a conocer que el plantel de Boca rechazó la propuesta de su presidente, Jorge Amor Ameal, quien proponía una reducción salarial de los contratos más altos durante el tiempo que dure la inactividad en el fútbol argentino. Pero en los deportes de alto riesgo, los luchadores no tienen ese privilegio: deben pelear para cobrar bolsas. Si no peleás, no cobrás.

Esta situación generó que los peleadores deban buscar otras formas de generar ingresos para llevar a sus hogares. “Algunos están vendiendo comida, barbijos y alcohol en gel. Otros dando clases online”, relata Bruno Canetti. “Se hace prácticamente imposible. Espero que de alguna manera se solucione esto”, lo respalda, preocupado, el Molo. Está claro que la pandemia de coronavirus agudizó la situación crítica en la que se encontraba la economía argentina. Sesenta y un días después de que Alberto Fernández anunciara una cuarentena obligatoria a nivel nacional, los efectos de la suspensión de toda actividad comercial alcanzó hasta a un colectivo impensado: el de los deportistas.

 

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