domingo, diciembre 22, 2024
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En el fútbol sigue sin ser aceptada la homosexualidad

Fernando Bajo

Hasta hace unas semanas atrás, en India ser homosexual se pagaba con la cárcel o, en algunos casos, con la vida. El 6 de septiembre se aprobó la ley para descriminalizar las relaciones homosexuales, mismo hecho que había sucedido en abril en Trinidad y Tobago.En 2017 un informe de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex para América Latina y el Caribe (ILGALAC) afirmó que en 72 países del mundo penalizaban las relaciones entre personas del mismo sexo. Poco a poco parece que las naciones más conservadoras van modificando leyes antiguas y homofóbicas, pero en el fútbol, la homosexualidad sigue siendo un tema tabú y el eje de discriminación más grande desde los inicios de este deporte.

“Me llaman lesbiana porque tengo el pelo largo, y después siguen con otros insultos homófobos. Cuando juego mal, la situación se vuelve insostenible”, afirmó el español Héctor Bellerín, jugador del Arsenal de Inglaterra, a principios de septiembre, en una entrevista con el diario inglés The Times. A pesar de que en Inglaterra la homosexualidad es legal desde 1967, Bellerín, 51 años después, es discriminado por su apariencia y no es el único futbolista que jugó en aquel país que lo ha padecido. El delantero Justin Fashanu en 1990 en una entrevista con el diario The Sun confesó que era gay. Varios años antes de su declaración, por rumores sobre su orientación sexual, había sido separado del plantel del Nottingham Forest. En 1998 un joven denunció que el inglés había abusado de él sexualmente y Fashanu decidió suicidarse. Tiempo después se confirmó que las acusaciones eran falsas. El día del nacimiento del exdelantero, el 19 de febrero, se celebra el Día Internacional contra la Homofobia en el Fútbol, debido a que fue el primer futbolista profesional en decir públicamente que era gay.

A diferencia de Inglaterra, en Argentina, la homosexualidad nunca fue considerada un delito por el Código Penal que rige desde 1921. Sin embargo, a pesar de que la sociedad ha evolucionado con el paso del tiempo, la discriminación hacia los homosexuales, sobre todo en el fútbol, aún existe. En las tribunas argentinas la palabra “puto” aparece en todas las canciones, como muestra el comediante Peter Capussoto en sus videos “Canciones de rock adaptadas al fútbol”.

Ningún jugador, de los 26 equipos que actualmente conforman la primera división del fútbol argentino, declaró públicamente ser homosexual. De hecho, Estados Unidos es el único país en el que, en la máxima categoría, juegan futbolistas que han expresado ser gays. El primero de ellos fue Robbie Rogers, que lo afirmó en 2013 cuando jugaba en Inglaterra, luego dejó por cinco meses la actividad. Sin embargo, ese mismo año retornó a su país natal y firmó contrato con Los Angeles Galaxy, donde juega actualmente. Martin Collin, jugador del Minnesota United, es el otro estadounidense que este año, a través de una publicación en Instagram, contó cuál es su orientación sexual.

Mientras tanto, en Argentina la comunidad LGBT+ (Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales), intenta generar conciencia sobre este tema en el fútbol. En 2007 el equipo argentino homosexual, Los Dogos, se consagró campeón del Campeonato Mundial Gay y, en 2017, el conjunto Selección Argentina de Futbolistas Gays (SAFG) logró el título en el torneo World Out Games. “En Argentina no hay un lugar natural para la homosexualidad, mucho menos en el fútbol. Existe en todos niveles del deporte, pero no es aceptado”, declaró a Infobae Cristian Pare, capitán del SAFG.

“El fútbol es un lugar opresor. Que un chico no llegue a jugar por su condición sexual es muy triste. La cultura del fútbol es la más machista que existe y está generada así: el que da es el que goza, el que recibe es el que pierde y perder está mal. Tiene que ver con la cultura de la victoria. El que es gay en la cultura del fútbol no es un ganador y en el fútbol hay que ser ganador”, afirmó Ignacio Bogino, futbolista de Brown de Adrogué, hace unos días en una entrevista con Enganche.

Quizás es el momento para que los que día a día conforman el mundo del fútbol empiecen a escuchar a algunos protagonistas de este deporte y comiencen a erradicar este tipo de discriminación del siglo pasado.

¿Cómo encarar un Mundial de fútbol?

Iván Lorenz @Ivanlorenz_ Germán Leandro @GeermanLeandro

Fernando Signorini, quien fue preparador físico de Diego Armando Maradona y Lionel Messi, piensa que “lo más importante es disponer de tiempo para ensayar la idea, que es lo que no tienen actualmente las selecciones, fundamentalmente en Sudamérica”. Los clubes no ceden a sus jugadores. Hay semanas en las cuales los equipos disputan tres partidos por tres competiciones distintas.

Para el Profe, como lo llamaba Maradona, la falta de tiempo exige aún más a los futbolistas porque se le demandan respuestas de maduración que antes tenían muchos más lapsos de entrenamiento y que actualmente se demandan de un día para el otro.

“Menotti estuvo cuatro meses concentrado en la fundación Salvatori para preparar el Mundial ´78. En el ´86 estuvimos 44 días antes en el predio del América en México. Con Diego (Maradona) estuvimos nueve días antes en Pretoria. Cada vez los tiempos se van apretando más”, agrega Signorini.

Oscar Alberto Ortiz, wing campeón del mundo en 1978, asegura que la clave que tuvo a favor el cuerpo técnico encabezado por César Luis Menotti en su etapa de selección fue que “la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) pedía a los clubes que cedieran a los jugadores en la semana para entrenar con la Selección”. El Negro cuenta que gracias a esa medida podían entrenar de lunes a viernes y finalmente jugar para los clubes el domingo. Esa era la forma que tenía el técnico de trabajar con cada uno de los jugadores.

“Alemania y España obtienen títulos hoy en día porque los jugadores en su mayoría ya están en el país y nuestra Selección se reúne solo tres o cuatro días antes para preparar el partido”, añade Ortíz.

Signorini coincide: “España ganó en Sudáfrica con siete jugadores del Barcelona y Alemania en Brasil con siete del Bayern de Múnich. No es casualidad. El hecho de que Argentina tenga un gaucho de cada pueblo lo hace más complicado. Si uno tuviese la oportunidad de tener siete jugadores de un equipo de acá, otro gallo cantaría”.

Otro factor importante, para el Negro Ortiz, es que el jugador sepa con mucha anticipación si va a participar en la Copa del Mundo. “Yo ya sabía que iba al Mundial casi un año antes”, dice. “Podía haber algún cambio más pero éramos los mismos 25 que trabajábamos siempre y sabíamos qué tres iban a quedar afuera. Al final fueron (Víctor) Bottaniz, (Humberto) Bravo y Diego Maradona. ¿Sabés lo que vale para el jugador que el técnico le diga “métale que usted va a jugar”? El entrenador no debe avisar sobre la hora”. Ortiz fue titular en la final del Mundial de Argentina.

Enrique Salvador Chazarreta confirma las palabras de Ortiz. El volante chaqueño, figura en San Lorenzo de Almagro, fue titular del seleccionado durante 1973, en las Eliminatorias para el Mundial de Alemania 1974. Omar Sívori, quien conducía al equipo, lo tenía entre sus preferidos y Chazarreta estaba conforme con cómo lo preparaba el entrenador para el Campeonato del Mundo: “Sívori hacía un trabajo muy bueno, trabajábamos mucho la técnica sin descuidar el físico que siempre vino bien, pero a dos meses del Mundial se fue y nunca supimos por qué”.

Sin embargo a diferencia de la de Ortiz, la experiencia del chaqueño no fue grata. En 1973 la AFA se encontraba intervenida. Tras la ida de Sívori armaron rápidamente un equipo de trabajo. Chazarreta fue convocado por el trío dirigencial compuesto por Vladislao Cap, José Varacka y Víctor Rodríguez. No obstante el cambio fue perjudicial para el volante: “Ese trío técnico hizo todo mal en el Mundial. Entrenaban solamente los titulares y los suplentes jugábamos tenis-balón a un costado. Jugué solo tres minutos frente a Italia, de haber sabido que iba a ser dejado de lado me hubiera quedado jugando para San Lorenzo”.

Mantener un entrenador también es un factor que resulta fundamental a la hora de preparar a un futbolista para un Mundial.“El conocimiento de la táctica y el uso de la técnica están ligados tan estrechamente a la preparación del jugador como el entrenamiento de exigencia física”, dice Signorini.“Para compartir y conocer la táctica y la idea en conjunto, un grupo de jugadores necesita compartir cierta cantidad de entrenamientos”.

Las condiciones no parecieran estar dadas en la actualidad para que el seleccionado pase por una preparación como la vivieron Chazarreta y Ortiz o para implementar las ideas de Signorini. Pero entonces, ¿cómo se prepara hoy a un futbolista para el Mundial?

Signorini reflexiona y comenta que lo prepararía como hicieron él y Maradona en el Mundial Sudáfrica 2010: “Les propusimos dos turnos diarios de entrenamiento. El primer turno de la mañana era optativo y tenía tres opciones: estar con los kinesiólogos, gimnasio o campo. Yo te transfiero la autoridad porque nadie es mejor que vos para saber en qué momento estás y lo que tenés que hacer para llegar de la mejor manera. Un entrenamiento por día sería responsabilidad de ellos. La tarde es obligatorio porque es fútbol con el técnico y tiene que forjar la idea”.

Los futbolistas y los entrenadores tienen que tener en mente, para el Profe, que el Mundial no son nada más que siete partidos. En un principio son tres. Signorini afirma esto porque para que sean siete hay que pasar los tres primeros. Para lograrlo, el preparador físico, sostiene:“Es fundamental estar muy bien desde el inicio. Es un juego en conjunto. A lo mejor hay un jugador que no está muy bien y hay otro que tampoco pero que tienen un gran entendimiento entre ellos. Aunque el jugador no esté bien físicamente, no es la prioridad”.

A lo largo del tiempo el físico tomó mucha importancia. El futbolista hoy primero es atleta. Signorini menciona el caso del velocista Jamaiquino Usain Bolt que se entrenó con el Borussia Dortmund y expresó sus deseos de ser futbolista.

Para el preparador, hoy se le da mucha importancia a lo físico y perdió relevancia el juego. Al Profe no le parece que la cumbre que debe desarrollar un futbolista sea aumentar su velocidad o la fuerza o buscar saltar más alto.

El secreto, a la hora de preparar un futbolista, está en “ir descubriendo los misterios del juego y traducirlos en conceptos que los ayuden a solucionar la mayor cantidad de situaciones a favor de la eficacia en cualquier momento del partido y en cualquier lugar del terreno”.

Ataja Caballero

Iván Lorenz, Tatiana Milani y Lucila Coccia

Le digo al portero que abra, así termino de armar el mate”, avisó Gabriela Caballero. Subió las escaleras para dirigirse al quincho, abrigada por el frío. Puso en calor el aire acondicionado antes de empezar a cebar, lo que provocaría durante la charla que se sonrojen sus mejillas. No quería pasar frío. Una vez acomodada, agarró el termo y comenzó el ritual. Convidó la primera tanda, no sin antes avisar que era amargo. Probó lo que había hecho, tomó aire y empezó el partido.

-¿Cómo empezaste a jugar?

-Empecé en la facultad a los 21 años. Siempre hice vóley. De golpe me dí cuenta de que era un deporte que me salía, pero no me apasionaba. Tampoco me esforzaba por mejorar, era una rutina. Surgió la posibilidad de cargar una actividad más a la facultad: era fútbol y dije: Bueno, vamos. En la facultad y los torneos interfacultades siempre llegábamos hasta los nacionales. La aventura fue un año. Al otro, yo estaba por recibirme con el título intermedio de acompañante terapéutico y pensé: ¿Por qué no ir a probarme?. Tenía mucha continuidad en la disciplina porque jugaba en la facultad y en un montón de torneos en mi ciudad. Me pasa eso con las cosas, me pregunto por qué no. Si las intento después no tengo nada que recriminarme. Me vine acá y me probé en un club de Primera que justo necesitaba arquera: Huracán. Ahí arranqué.

-¿Qué tan difícil fue tomar la decisión de venirse a Buenos Aires a hacer deporte?

-Nada. Tengo unos papás que nos dieron alas para volar y nunca hubo un no por respuesta. Nunca los senté. Tenía todo el plan armado en la cabeza y se los conté. Me quería especializar en deporte. Me interesaba muchísimo la psicología deportiva porque en Entre Ríos conocí a Marcelo Roffé y sus libros. Yo sabía que necesitaba ese tipo de pantalla. Meterme en el fútbol para también empezar a hacer ciertos contactos porque sino ¿De qué manera me puedo insertar en los clubes?. Me dijeron que sí. Mi papá fue el único que me dijo Bueno pero tus carreras las terminás. Considero que las terminé porque en psicología estoy con la tesis en trámite.

-¿De qué se trata tu tesis?

-Se llama “Creencias en torno a la práctica de fútbol femenino”. Lo hice basado en el equipo que estaba en su momento. Justo a punto de terminar la carrera cuando estaba atravesando eso. ¿Por qué no expresar eso que me pasa? Es lo que yo quiero reflejar. Cómo surge y qué piensan ellas mismas de practicar este deporte. Por qué y cómo tiene que ver una familia que siempre apoyó, se desunió de los prejuicios y la apoyaron en lo que a su hija le gustaba. Qué las hace mantenerse en su disciplina en la que, me di cuenta, somos mujeres distintas. Cómo cada una de las mujeres hace cosas que antes no. Creo que toda mujer en algún punto pasa por ese proceso. Era un ámbito impensado.

-¿Qué tiene que tener esa mujer distinta?

-Coraje y que no le importe absolutamente nada. Realmente las que jugamos al fútbol no lo sufrimos, no lo vivimos como una necesidad de protesta y que el otro vea. Lo vivimos relajadas. Ahora surge que le ponen como título feminismo. Solamente tiene que ver con que nos gusta algo distinto. Tiene que ver con aceptar la diferencia.

-Entonces, ¿primero surgió la idea de qué estudiar y después llegó el fútbol?

-A mí psicología me gusta desde siempre. Desde los 10 años. Es muy loco que una nena de 10 años te diga que quiere ser psicóloga. Tal vez tiene que ver con mi vida. De chiquita estuve muy ligada al papel de los psicólogos porque cuando enfermé de bulimia y anorexia hice un tratamiento en Paraná. Se ve que me ayudaron y marcaron algunas cosas que hicieron que me gustase.

-¿Cómo veía el deporte esa chica de 10 años?

-Esa chica de 10 años estaba peleada con el deporte. Tenía muchos problemas de alimentación, mucho sobrepeso y un desorden alimenticio importante. Lo que menos hubiese pensado era que el deporte podía llegar a salvar vidas como hoy por hoy les pasa a los adolescentes. Muchos escapan a las tentaciones, a las cosas malas que puede tener la sociedad. Pasó mucho tiempo para decir me gusta esto. Hasta que tuve mi alta. Ahí recién me pude replantear las cosas que quería hacer y permitírmelo. Era muy vergonzosa, distinta a lo que soy ahora. También tenía que ver con la enfermedad. Una enfermedad que te mete mucho para adentro, te hace pensar que todo el mundo te está observando, que te van a discriminar.

-¿Qué bien te hizo meterte con el deporte para la salida de esas enfermedades?

-Hay unas cuestiones de personalidad y genética que son innegables. Uno tiene que luchar a diario toda su vida. Ando con preocupaciones y pareciera que tengo la necesidad de comer como solución rápida. Hoy, que tengo una disciplina en cuanto al deporte, me ayuda a estar más concientizada. Como mejor y tengo nutricionista deportiva. Es lo que llaman los psicólogos deportivos como entrenamiento invisible. Es la buena alimentación y el buen descanso. Encerrarme en un deporte y tomarlo como profesional, aunque en Argentina no lo sea, me ayudó. Sé que me tengo que cuidar porque juego o entreno. Tengo una tendencia ansiógena, a que cuando me desequilibrio con las comidas puedo engordar. Adquirí el autoconocimiento. Hasta el día en que deje de jugar al fútbol voy a tener que seguir haciendo actividad física para poder tener una mejor calidad de vida. No es todo una cuestión numérica.

-¿Cómo ves el deporte desde el punto de vista de la psicología? ¿Y desde el punto de vista del hincha?

-Desde que se empezó a utilizar la psicología para los deportes se descubrió que se puede mejorar el rendimiento del jugador muchísimo más. Se dejó de pensar solo en aptitudes físicas. Tiene que haber preparación psicológica. Van de la mano. Como hincha solo me pongo la camiseta en dos momentos: cuando juega mi hermano y la Selección. Yo me pongo la camiseta de mi equipo solamente para el momento que la tengo que defender y después trato de desconectar. No tuve ese enamoramiento de jugar en equis lugar, como tampoco anhelo jugar en equis lugar. Yo por ser hincha de Boca no me muero por jugar ahí.

-Desde lado de la psicología ¿cómo ves el puesto de arquero?

-El puesto de arquero es muy distinto al de un jugador de campo, tiene que tener muchas más fortalezas que un jugador. El jugador se equivoca y tiene al otro que te sigue atrás para que muchas veces retracte tu equivocación. Tiene la posibilidad de perder la pelota y recuperarla. El arquero donde perdió la pelota, terminó dentro del arco, pierde un partido y se siente responsable cuando jugó con 10 personas más. Necesita mucho trabajo psicológico, seguridad, confianza, hablarse a sí mismo con diálogos positivos. Es distinto desde lo mental. Por eso sería muy importante que todos puedan tener un psicólogo que lo ayude y dar con ese profesional con empatía. Para entender y levantarse rápido. Esa es la característica del arquero: saber que siempre tiene que seguir mejorando.

-¿Siempre jugaste de arquera o te probaste en otro?

-Siempre. Yo antes decía que era muy mala con los pies y que solo podía estar en este puesto. Tenía ese prejuicio conmigo misma. Ahora se está viviendo esa necesidad de que el arquero sea un jugador más. A diario lo trabajo porque me cuesta un montón, pero veo que voy incorporando esa seguridad de ofrecerme como pase, de decirle a mis compañeras jueguen conmigo. En las mujeres cuesta mucho más. Si hubiese arrancado desde chica, hasta el saque me habría salido mejor. Hoy por hoy hacemos lo que podemos y de la mejor manera. No hay límites ni en lo psíquico, ni en lo físico, pero requiere de tiempo. Por eso la necesidad de la profesionalización, sino te sentís como estancada en las posibilidades que te brindan, en los recursos.

-El jueves se van a Rusia a ver a tu hermano, ¿cómo recibieron la noticia de la citación?

-Fue raro porque estábamos todos separados, mi mamá estaba en Londres, papá en Entre Ríos y yo acá trabajando. Cuando tengo pacientes no uso el celular. Sabiendo que mi hermano llegaba ese día a entrenar con la Selección y que me había dicho que a la tarde venía a tomar unos mates, dejé que ahí que fluya la emoción. Cuando llegó, el portero abrió la puerta y yo fui corriendo a abrazarlo. Fue re lindo, pero cuando estábamos juntos. Estamos tan acostumbrados a estar separados, que esa semana cuando estuvo acá yo estaba feliz. Era más la felicidad de que estaba acá en la Argentina.

-¿Tienen algún cartel o algo especial para llevar a Rusia?

-Hay una bandera que tiene una historia. Cuando él estuvo en el mundial sub 20, que se hizo acá, en Argentina, arrancó como suplente de Germán Lux. De golpe, se gana la titularidad en la semifinal. Sin embargo la bandera estuvo siempre, todos los partidos colgada. La bandera decía: “Willy, Santa Elena presente”. El día que se dió la lista de los 23 lo llamé a papá y le dije:mandás a hacer la misma bandera. Al final hicieron una con lo mismo, pero más moderna. Hicimos un montón de fotos para que el pueblo también se sienta que es parte, los llevamos al entrenamiento en la cancha de Huracán y a la de Boca. En pleno himno levantamos la bandera.

Gabriela rodeó el mate con las dos manos. El calor reconforta. Quizás es una sensación similar a la que siente cuando habla sobre su familia. Una sensación que se ve reflejada en sus ojos y en sus labios. En sus anulares se pueden distinguir dos tatuajes. En el de la mano derecha, se ve en cursiva el nombre de su padre, Carlos, con quien viajará para disfrutar el Mundial. En el otro, el de la mano izquierda, se puede leer Willy, quien posiblemente los esté esperando, en la otra punta del globo para escucharlos gritar su nombre en su primera participación en una Copa del Mundo.

Animé, realidad en Japón

Iván Lorenz @Ivanlorenz_

Ni Shinji Kagawa es Oliver Atom, ni Keisuke Honda es Steve Hyuga. Quizás eso querrían los japoneses con tal de ver a su Selección de fútbol coronándose campeona del mundo.

Es posible que los personajes creados por Yoichi Takahashi sean más recordados que figuras del fútbol japonés como Kunishige Kamamoto, el goleador histórico de los nipones.

Los regates de Oliver recorrieron el mundo. Chicos de todos los rincones imitaron e imitan a los Supercampeones, sus disparos increíbles. El animé difunde la cultura japonesa. Al ver los ojos de los personajes, donde residen todas sus emociones, donde se reflejan todos sus sentimientos, uno encuentra a los japoneses. Animé, Japón. Japón, animé. Una identidad.

Parafraseando un poco, suele decirse que alguien es producto de las cosas que elige. Hoy resuena mucho la palabra deconstrucción, volver a construirse. La cultura define a un grupo de personas y da lugar a las no tan queridas generalizaciones. Son construcciones. Bloque a bloque se edifica una realidad en la cabeza de las personas, estereotipos.

El animé refleja un aspecto, cuestionado hoy en todo el mundo, sobre la sociedad japonesa: el machismo.

El animé es la forma de nombrar a los dibujos animados japoneses. A su vez, se encuentran divididos en géneros de acuerdo al público que quieran atraer. La mayoría de ellos, con objetivo de venta, presenta mujeres estereotipadas con enormes pechos, glúteos apolíneos. Oppai es la palabra elegida para referirse a los enormes senos y sus rebotes al caminar. Las mujeres realizan tareas de la casa, el hombre trabaja. El sexo, genera incomodidad.

La sexualización de la mujer alcanza la realidad. En algunos bares de Japón, los Maid Café, las camareras se disfrazan emulando a las chicas de anime -polleras cortas, ropa entallada y de sirvienta- para atender a los clientes, masculinos, obvio. En el animé son conocidas como las Maid, que llaman “amos” a sus consumidores. ¿Animé o realidad? Identidad.

Estructuras. Si bien las categorías son muchas, se pueden agrupar en tres tipos de públicos: jóvenes, adolescentes y adultos, habiendo para cada uno de ellos animés dirigidos para las mujeres y para los hombres. Todas englobadas por la sexualización de la mujer. Es raro verlas despeinadas. Es raro que tengan exceso de peso. Es raro que no tengan curvas que se destaquen. Es aún más raro que los hombres no estén todo el tiempo dando cuenta de sus características o sintiéndose incómodos al ver piel descubierta que les resulta desconocido, casi un tabú.

El Shunga, traducido como imágenes de primavera, es un género visual japonés que trata temas sexuales. De aquí se desprenden dos géneros del animé: el Ecchi y el Hentai. El primer caso representa escenas sexuales con objeto humorístico. Por ejemplo, situaciones que generan incomodidades en la mujer, a la cual se le desabrocha un botón de la camisa y queda expuesto su corpiño, sus oppais. A los ojos japoneses es diversión, mientras que los personajes se sonrojan dentro del dibujo.

Por otro lado el Hentai se refiere a pornografía anime. Poco importa hacer hincapié en un género que pertenece a otro donde la mujer está sumamente objetivizada como en el porno.

El animé no deja a las mujeres de lado. El Shojo es un género orientado a las chicas jóvenes que, por lo general, es romántico. Son tenidas en cuenta, además, cuando una es objetivo de un grupo de hombres, que es lo que ocurre en el género Harem Inverso. ¿Inverso? El derecho es el Harem, en el cual un grupo de mujeres se encuentra seducido por un hombre considerado promedio para los nipones, sin muchas cualidades destacables. Por lo general cada mujer no pareciera ser inteligente, incluso se presentan como distintos tipos ideales: la del buen humor, la chica misteriosa y que nunca falte la de las tetas grandes.

Estructuras. También se construye a los varones, a través del género Shounen. En él se representan muchas peleas y batallas, no hay lugar para el romanticismo. Son conocidos Dragon Ball, Naruto y Pokémon. No es raro encontrar a un personaje pervertido en cada uno de ellos: el Maestro Roshi, el Maestro Jiraiya y Brock.

Sin ir más lejos, en los primeros capítulos de Dragon Ball, es el Maestro Roshi quien pide favores -extorsivos- a Bulma -pechos grandes, rostro bonito- para ayudar a Gokú, el protagonista. La muchacha se exhibe para que el viejo colabore. Reiteradas veces se ve al anciano largar chorros de sangre de la nariz, producto de la excitación que le generan las chicas más jóvenes que él. Brock, en Pokémon, no se aburre de piropear mujeres que por lo general lo rechazan. Jiraiya, le pide a Naruto, el protagonista, que lo acompañe a los baños termales, donde el maestro aprovecha para observar mujeres desnudas o bien es despistado por su aprendiz, cuando utiliza su jutsu-sexy: transformarse en una mujer desnuda.

Hay un género que hace más ruido aún. Tanto ruido que llevó a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a manifestarse en contra de la sexualización en el animé, en especial, en contra de las Lolis. ¿Qué son las Lolis o el género Lolicon? Nenas pequeñas sexualizadas, o más grandes pero de aspecto infantil, donde se las relaciona con adultos. El pedido de prohibición de ONU llegó cuando en 2014 se aprobó la Ley Anti-Pornografía Infantil en Japón, que excluía a la producida en animé dado que los autores y las editoriales lo tomaron como censura hacia sus obras artísticas, a lo que se le suma también, la forma que tienen de vender su arte. Japón, no paró de producir.

Estructuras. Una construcción que deja al descubierto una sociedad bañada en machismo. Una sociedad patriarcal donde el sexo es casi tabú pero tomado con humor en los dibujos animados. La atracción y el goce de lo prohibido. Donde el arte utiliza a la mujer para ser vendida. Un anime que se clasifica de acuerdo a gustos establecidos para cada género y para cada edad. Un tipo de varón, un tipo de mujer. Sin embargo, de gustos no hay nada escrito.

El día que México fue finalista

Iván Lorenz @Ivanlorenz_

¿Y si te dijeran que lo más lejos que llegó México no fueron los cuartos de final en 1970 y 1986? ¿Y que en 1970 México obtuvo el tercer lugar en el Mundial? ¿Y si te dijeran que México ya fue finalista una vez? ¿Y que el Coloso de Santa Úrsula tembló ante el bramido de más de 100 mil personas? ¿Y si te dijeran que Pelé jugó dos finales consecutivas en el Estadio Azteca?

Es raro. 1971. No coincide con los ciclos mundialistas. En efecto, no es un Mundial reconocido por la FIFA, al igual que el transcurrido en Italia en 1970, donde el Tri obtuvo el tercer puesto. Un Mundial donde México fue la única presencia americana en el Viejo Continente, y llamó la atención del mundo del fútbol con dos partidos de tres ganados. Uno de ellos por 9-0, donde surgiría aquella “Pelé” que aportó seis de los nueve para la goleada del Tri ante Austria y que, casi 12 meses después, corearían en el Estadio Azteca. Tal fue el impacto que las tierras donde residieron civilizaciones como los Mayas, Aztecas e Incas fueron elegidas para ser sede al año próximo. Año en el que México fue finalista.

Hay algo aún más raro. La respuesta a la rareza que es, quizás, lo que desconcierta. En un país como México, donde la figura de El Macho es bien conocida, el mayor logro futbolístico a nivel internacional lo obtuvo un seleccionado de mujeres. La época dorada del femenil mexicano. En fin, lo raro.

Ya en 1970 había sido raro. Además, un Mundial avalado por la FIFA se estaba jugando en México, lo cual opacó aún más el viaje que emprendieron las Tri. Un viaje para el cual no tuvieron reconocimiento oficial y en el que la mayor parte de los gastos fueron costeados por las jugadoras, ayudadas por la Federación Internacional Europea de Fútbol Femenil (FIEFF), que las había invitado a competir, y la Federación Italiana de Fútbol Femenil. Un Mundial en el que los uniformes que utilizaron fueron donados por un exfutbolista mexicano, Enrique Borja, el ídolo del Chavo del Ocho. Un Mundial en el que, previo a partir, conocidos de las mexicanas les alquilaban sus campos para que entrenen. Un Mundial sin bandera mexicana que flamee, ya que nadie se las otorgó.

A pesar de todas las trabas que tenía el Femenil, en 1971 se realizó el segundo Mundial en México. Seis, el número de selecciones que participó: Italia, Dinamarca y Francia por el grupo B, y por el grupo A, Argentina, Inglaterra y el local. Un Mundial de tan solo 34 goles y dos sedes: los del B en el Estadio Jalisco y los del A en el Azteca. Cuando no jugaba el Tri, se calculó un promedio de aproximadamente 20 mil personas asistentes. Pero cuando participaba México, era otra historia. En sus victorias ante Argentina e Inglaterra se estimó un promedio de 90 mil personas.

Puntera en la fase de grupos. Un doblete de María Eugenia La Peque Rubio, y un gol de Patricia Hernandez le dieron la victoria por 3-1 ante la Selección Argentina. La máquina mexicana no paraba. Despachó 4-0 a Inglaterra, con un doblete de Teresa Aguilar y, para completar la cuenta, sus compañeras Silvia Zaragoza y Erendira Rangel, sumarían un tanto cada una.

El sueño cada vez más cerca. En la semifinal tocaba un rival conocido: Italia. Un año antes las Tri habían perdido contra el país del Mediterráneo por 2-1. Sin embargo, de local y con el respaldo de una multitud de hinchas fue tiempo de dar vuelta la tortilla. Empezaron perdiendo por un gol de la jugadora italiana Carmela Varone. Pero estaban acostumbradas a ser salmón. Dos tantos de Hernández le devolvieron la alegría a México. Eran finalistas. Dinamarca era el rival. Llegaba luego de ganarle a Argentina 5-0 en semifinales. En fase de grupos, había derrotado por 3-0 a Francia y firmó las tablas, 1-1, ante Italia. Las Tri no podían confiarse. El duelo, pactado para el 5 de septiembre en el Estadio Azteca.

Una final que casi no se juega. Suena familiar, por lo menos hoy, donde las mujeres comienzan a ganarse aquello que les corresponde. Las jugadoras habían solicitado apoyo económico al presidente del Comité Organizador: Jaime Haro. Pero eran amateurs. ¿Por qué les pagarían? De hecho, si no aceptaban jugarla, la autoridad del Comité no se mostró preocupada, ya que podrían armar cualquier otro seleccionado local para reemplazarlas o podrían devolver las entradas. Eran finalistas, no una prioridad.

¿El amor todo lo puede? Antepusieron la pasión ante lo económico. Eligieron respetar al público mexicano. Ese mismo que copó el estadio cada vez que participaron. Al amor se le sumó un llamado de Octavio Sentíes, el regente de la Ciudad de México de ese momento, que las convenció de jugar.

Una final siempre es especial. 110 mil personas coparon el Estadio Azteca. Una multitud que coreó el nombre de Alicia La Pelé Vargas. 110 mil personas. La cifra más alta en la historia del femenil, que hizo temblar el campo donde Maradona 15 años después haría historia, al igual que las muchachas. ¿Cómo no va a ser especial cuando se juega por amor propio? ¿Cómo no va a ser especial cuando gambetearon todas las trabas habidas y por haber por el simple hecho de querer representar a su país?

Pero la Diosa Alada quedó en manos de Dinamarca. Las Tri esta vez no pudieron. Una joven de 15 años, Susanne Augustesen, decidió anotar tres tantos para llevarse al Viejo Continente aquel ángel de oro de 70 centímetros, que posaba sobre un pedestal con una corona griega como ornamento, y el balón en sus pies, el elemento.

Olvidadas. Recordadas cada tanto. Las mujeres que demostraron en México que el fútbol no era un deporte solo de hombres. Ellas también podían jugarlo. Ellas también podían sentir la camiseta. Ellas fueron algo que ellos no pudieron ser. Ellas, las mujeres, fueron finalistas.

Cuando el hincha es un problema

Iván Lorenz @Ivanlorenz_

Manuel Neuer se preparaba para sacar. Minuto 24 de juego transcurrido en el Estadio Luzhniki de Moscú. El arquero alemán no sabía que 11 minutos después el mexicano Hirving Lozano sería más inteligente que él y anotaría el tanto que le dio la victoria al Tri, esa que festejó toda la afición de México. La misma afición que cuando el rubio de 1,93 metros se disponía a impactar la Telstar 18, haría vibrar las gradas al grito de “Puto”.

En 2011, el number one alemán había animado a los futbolistas con preferencias por el otro género a sacarlo a la luz, a salir del closet como quien dice, porque es un acto que alivia. Quizás, como muchos otros aficionados, los mexicanos le gritaron eso pensando que era gay, producto de lo dicho siete años atrás. Podría ser el caso, si se tratase de una primera vez.

12 fueron las sanciones por cantos discriminatorios que recibió la Federación Mexicana de Fútbol (FMF). Diez fueron las aplicadas durante las Eliminatorias camino a Rusia 2018.Remontándose un poco más atrás, en Brasil 2014, los mexicanos gambetearon penalizaciones. “Puto” también resonó aquel 13 de junio, cuando derrotaron a Camerún 1-0 en el Estadio Arena Das Dunas. Sin embargo no fue considerado como homofóbico por la FIFA. Hasta ahora las multas se limitaron a lo económico dado que el organismo rector del fútbol internacional reconoció los esfuerzos de la FMF por ponerle fin a los cánticos.

El pedido lo hacen también los jugadores. Luego del partido con Alemania, en su cuenta de instagram, Javier Chicharito Hernández pidió a los aficionados del Tri parar con el canto “Puto”, palabra común en la jerga mexicana. Por su parte, Marco Fabián, el número ocho de la Selección, pidió por lo mismo a través de su cuenta de Twitter.

Mensaje de la Selección de México a sus seguidores.

La multa a la FMF tiene un monto de 10 mil Francos Suizos (aproximadamente 10 mil dólares) por lo ocurrido en Moscú. Sin embargo, de reincidir y, teniendo en cuenta el historial del Tri, las consecuencias podrían agravarse.

La Edición 2017 del Código Disciplinario de la FIFA establece en el artículo Nº58 que se sancionará a las federaciones, que son las responsables de las acciones de los fanáticos, a causa de aquellos que “mediante actos o palabras humille, discrimine o ultraje a una persona o a un grupo de personas en razón de su raza, color de piel, idioma, credo u origen de forma que atente contra la dignidad humana”.

Además de la sanción económica, el artículo establece que de tratarse de acciones graves “podrán imponerse sanciones suplementarias, tales como la obligación de disputar un partido a puerta cerrada, una derrota por 3 goles a cero, la sustracción de puntos o la exclusión de la competición” y a los espectadores que realicen la infracción se les prohibirá el acceso al estadio por un mínimo de dos años.

Yo, periodista

Iván Lorenz

Me incliné por el vino rosado la última noche, en un bar italiano a la vuelta del hotel. Fue una copita poderosa. Desando mi camino para volver al cuarto. La lluvia me mojaba pero no molestaba. Sentí la perfecta combinación de nostalgia y alegría. Pero no bastó. Haber aspirado periodismo del puranga por tres días reclamaba más dispersión. Hice una parada técnica en la barra antes de subir. Shot de aguardiente, típico de Colombia. Tiene gusto a caramelo Media Hora. El tiempo exacto que transcurrió hasta pedir el Cubalibre. Ahora sí, borracho pero en orden, puedo proceder a whatsappear con amigos.

Me ayudan a no olvidarme nada en el hotel. Pasajes de vuelta, pasaporte, ropa cómoda, regalos. Qué problema los regalos. No conseguí café en Colombia ¡No conseguí café! Es poco serio, aposté al aeropuerto. No me cree ni mi vieja. No puede ser que no haya comprado café. Le expliqué que no recorrí Medellín. Mi camino fue del hotel al Jardín Botánico y del Jardín al Parque Explora. Allí se realizaron la mayoría de las actividades del Premio y Festival Gabriel García Márquez de Periodismo. Gabo para los amigos.

Dicen que pasan años hasta que te dejan escribir en primera persona. Me atreví a tomarme esa licencia. El periodismo es una actividad para los atrevidos. Hay que ser valientes. No podemos ser servidores públicos si no nos comprometemos a cumplir con nuestro trabajo. Vamos a tener trabas, nos van a bajar línea, vamos a vivir cosas que nos van a empujar a dejar de escribir o reportear. Pero el periodismo tiene que pararse firme ante la adversidad.

Me fui con la cabeza reventada. Entre escuchas y apuntes confirmé una hipótesis: el periodismo es de los juegos más serios que existe. ¿Un juego? ¿No es un empleo? Sí. Pero contamos historias. Los datos son nuestras piezas y es nuestro intelecto el que permite armar el rompecabezas. No somos intelectuales, intelectual es el producto de nuestro trabajo.

Del 3 al 5 de octubre tomé la línea A del metro. Los colombianos le dicen metro al tren. No recorrí Medellín cual turista promedio. Sin embargo, cuando me subía a la estación Industriales sabía que bajaba en Universidad y me sumergía en una ficción periodística. Está bien, no vi café pero volé por todo América: las Pandillas de El Salvador, la crisis de Venezuela, el narcotráfico en México o el avance del fascismo en Brasil.

¿Qué me olvidé? El Giratiempos de Hermione Granger para participar de las más de 75 actividades. Talleres, charlas, proyecciones documentales, muestras fotográficas. Desde las 9 hasta las 19 me senté y escuché. No podía salir del Orquideorama del Botánico. Una estructura enorme y abierta, equipada con sillas y un escenario que dolía ver vacío. Cuando los invitados se acomodaban y contaban sus experiencias, cumplían con una regla fundamental del buen periodismo: generar más preguntas que respuestas.

Mentira, sí salía de ahí. No solo para ir al Parque Explora y aspirar más periodismo. Tenía que comer. Como el festival, los platos eran de todos los colores. En vez de ética, sátira, documental, fotografía y el género que se les ocurra, tenía arroz, sopa, jugos variopintos, carnes, legumbres, papas multiformes, frutas. Ambas cartas eran amplias. Una te reventaba la cabeza, la otra el estómago. Pero era necesario cargar el tanque porque sino no aguantaba ¿A quién se le ocurre en tres días hacer tres talleres de cuatro horas y participar de otras tantas horas de actividades?

Qué me importa, si me voy con la cabeza astillada, mejor. En los talleres, que son el corazón del festival, descubrí que siempre me puedo romper el marote un poco más. Para realizarse, eran necesarios un maestro y bancos con escritorios dispuestos en forma de U. Pero el profe dejaba algo siempre en claro: “Ustedes vienen a aprender de mí y yo de ustedes”. Si educar es combatir, educar es también retroalimentarse.

Y a veces olvidamos escuchar. El periodismo no es protagonista, es mediador. Lo importante son las personas y lo que decidimos contar. Demanda ser empáticos, autoconocernos, creer en lo que contamos, medirnos, ser eficaces con las palabras, ser curiosos, estrategas, forzar límites, estar donde la historia está, ser fuertes, romper con la actitud de rebaño, respetar, no automatizar, informar, educar, entretener, provocar, incomodar.

En Medellín encontré un comportamiento antinómico del periodista. Suelen decirnos que el camino lo construimos nosotros solos, que el periodismo nos exige ser independientes. Cada uno estructura lo propio, nadie te ayuda, es una trayectoria solitaria. Pero este oficio requiere del otro. Tenemos que ser solidarios. No ganarse la confianza de la fuente es óbice para narrar una buena historia. No sé si somos independientes pero tampoco sé si somos dependientes. Lo que sí tengo claro: tenemos que cuidar los vínculos que formamos.

El tiempo nos obliga a adaptarnos a los cambios. Desaprender lo aprendido. Evolucionar en tiempos mutantes. Prepararnos para recibir y generar impacto. Ojos abiertos, teclado sensible, pluma afilada, libreta en blanco, cabeza amplia. Entre tanta palabra me olvidé del ron. Me divierto mientras tomo, pienso y escupo. ¿No dije que era un juego? Y sí. Como toda actividad lúdica, entretiene. Si bien me tomé la licencia del “yo”, nunca me voy a tomar la licencia de perder el humor. El periodismo no puede dejarlo y menos que menos no pensarlo como un arma de lucha y militancia.

Educarse y formarse son dos tareas que no empiezan y terminan en el aula. El periodismo no se queda en las paredes de la sala de redacción. En el tren, en el avión, en otro país, en un bar, en mi casa, en sus casas, en Netflix, Spotify, Instagram. Desde que lo elegí me comprometí a estudiar todo el tiempo y para siempre. Soy una esponja, no solo por tomar vino, aguardiente y Cubalibre. Absorbo cosas nuevas todos los días, me entreno para estar atento. Viajar a Medellín para participar del Festival Gabo me enseñó que mi aula es el mundo. Pero, lo más importante: el periodismo es una actitud ante la vida.

*Iván Lorenz es alumno de segundo año de Deportea. Con su crónica “El campo es nuestro” obtuvo el primer premio del Concurso anual de periodismo deportivo que desde 1993 organiza la escuela del que participaron alumnos de segundo y tercer año.

Tagliafico se hizo desde abajo

Azul Usategui Casella

“La estatura le juega en contra”, sentenció Edgardo Bauza cuando ocupaba su cargo como director técnico de la Selección. Julio Falcioni, cuando pedía jugadores de inferiores para subir a Primera en su etapa en Banfield entre 2009 y 2010, exigía que fueran de estatura alta.

Un metro setenta y uno mide Nicolás Tagliafico, cuatro centímetros más que el histórico lateral izquierdo de Brasil Roberto Carlos y uno más que su referente en el puesto, el alemán Philipp Lahm, y que el español Jordi Alba, a quien hoy sigue muy de cerca para copiar movimientos y así entenderse mejor con Lionel Messi.

Raúl Wensel, ex director técnico de las inferiores de Banfield dijo: “Nico quería jugar de volante por la izquierda y Silvio Marzolini, que coordinaba las inferiores de Banfield en ese momento, lo mandó a jugar al fondo, donde se necesitaban jugadores”.

Además, Wensel agregó: “Taglia tiene desventaja con la altura pero se tiene que ver cómo salta”; aparte, hay que sumarle que es rápido y vivo para ir a cabecear”. Tagliafico tiene un amplio pasado en selecciones juveniles. Jorge Theiler lo citó para la Sub 15 y luego José Luis Brown lo convocó al Sudamericano Sub 17 de 2009 en Chile y, al Mundial de Nigeria de ese año.

En el Sudamericano Sub 20 de Perú 2011 fue dirigido por Walter Perazzo y le tocó marcar a Neymar, figura del campeonato. Además jugó el Mundial Sub 20 en Colombia de ese mismo año.

En Sudáfrica 2010 fue sparring de la selección mayor y le tocó marcar a Lionel Messi; intentó todo pero le resultó imparable. En los almuerzos y en las prácticas miraba a Gonzalo Higuaín, Sergio Agüero, Ángel Di María. Luego de ocho años, los disfrutó como compañeros en el mundial de Rusia.

En 2011, cuando compitió con los juveniles, veía su camiseta y le resultaba muy fuerte. Lo mismo ocurría cuando escuchaba el himno nacional. Tagliafico y la Selección es un amor que data desde su niñez.

Su madre, María Teresa, lo acompañó a la revisión médica a la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) cuando tenía 12 años y ella, en ese momento, sufría al pensar en volver a repetir la misma rutina que había hecho con su otro hijo, Ezequiel, quien llegó hasta la Octava en Banfield, se fue a Brown de Adrogué y abandonó.

Es muy autocrítico de sí mismo y reconoce que debe mejorar la finalización de la jugada, que en el momento de atacar, debe lastimar y, además, entender cuándo la jugada necesita una pausa.

Rusia 2018 fue el debut mundialista para Tagliafico y le dejó un sabor amargo, pero hoy el nuevo capitán del seleccionado nacional en reemplazo de Lionel Messi, buscará encaminar la nueva era de la Selección.

Lisandro López, el capitán que prefiere la pesca por sobre el fútbol

Bruno Barbagallo

No disfruta de jugar al fútbol profesional. Prefiere pescar antes que jugar un partido por los puntos. Sin embargo, Lisandro López es el referente indiscutido que tiene el vestuario de Racing y lleva con orgullo la cinta de capitán del club que le dio todo en este deporte.

En febrero de 2016, luego de marcar el gol -de chilena- que empató el clásico contra Independiente en el minuto 45 del complemento, Licha admitió que disfrutó anotarlo tanto como cuando saca un pez del agua. La declaración del delantero tomó por sorpresa a quienes no conocían su pasatiempo: cada vez que tiene tiempo libre, vuelve a Rafael Obligado, en la localidad de Rojas, provincia de Buenos Aires, donde se crió. Allí se dedica a pescar junto a sus amigos. “Soy más profesional de eso que del fútbol”, bromeó ese mismo día.

La preferencia de López por la caña y el anzuelo se condice con sus otras confesiones: reveló que no la pasa bien en el transcurso de los partidos y que querría poder volver al anonimato una vez que se retire. Lo que siente dentro de la cancha es una constante autoexigencia que, lejos de motivarlo, lo presiona y no le permite disfrutar el deporte. “Siempre fue de esa manera. A todos nos molesta cuando no nos salen las cosas, pero después del partido uno se olvida. Él se quedaba con bronca”, cuenta a El Equipo Sebastián Penco, delantero y compañero suyo en la temporada 2004/05.

El deseo de Licha de volver a ser un desconocido no es algo nuevo que le surgió con el tiempo. Desde sus primeros años como futbolista en Racing fue un jugador humilde, trabajador y de perfil bajo, según Penco. “Él eligió ser así y hay que aceptarlo como es”, afirma. Nunca le agradó el “circo”, como él lo definió, que se genera alrededor del fútbol, y todos los que compartieron vestuario con él pueden dar fe de eso. “No le gusta mostrarse, es cerrado, reservado. No lo vas a ver en medio de un problema. Pero esa personalidad tranquila no le afecta para nada en su rol de líder”, asegura Pablo Álvarez, defensor con quien compartió plantel en 2016, a El Equipo. También lo definió como una persona muy seria, con mucha redisposición al trabajo y detallista: un líder nato. De esta manera, sirve como ejemplo para todos sus colegas, sobre todo para los más jóvenes.

Mientras transcurre los últimos años de su carrera, Lisandro separa cada vez más su profesión de la persona que es fuera de la cancha. “La gente viene y te dice que te quiere mucho. ¿Cómo me vas a querer? ¿Por qué? ¿Por un gol? No hermano, si no me conocés”, confesó en una entrevista con Página 12. Al capitán no le molestan estas situaciones por ser egoísta, sino por su timidez y porque no sabe cómo reaccionar ante las muestras de afecto.

Tal vez elija la pesca por sobre su profesión, no disfrute de su trabajo y desee ser desconocido, pero el líder que Racing tiene en su vestuario es el idóneo según todas las personas que jugaron junto a él.

El 10 y el 10: Maradona y octubre, una relación especial

Joaquín Arias

Destino inexorable, señal prematura o mera casualidad, al 10 le tocó nacer el mes 10. Dalma Salvadora Franco -Doña Tota para Villa Fiorito primero y para todos después- y Don Diego Maradona lo lanzaron al mundo el 30 de octubre de 1960, sin presumir que el décimo capítulo de cada año grabaría tan a fuego la vida profesional de su quinto hijo.

Diego Armando Maradona y octubre firmaron su contrato en 1976 y desde entonces erigieron un camino que los vio crecer juntos a la par. Aquel año debutó con 15 primaveras y el 16 en la espalda en Argentinos Juniors, ante Talleres de Córdoba. 21 años más tarde se despidió oficialmente de la pelota número 5 en el superclásico del fútbol argentino, también en el apartado 10. Entremedio se había estrenado en Sevilla en 1992 y en Newell’s una temporada después y, en 1995, había retornado a La Bombonera con una franja amarilla en el costado derecho de su cabello. Todo, en octubre.

Detrás de la línea de cal el vínculo incorporó nuevas escenas. En la noche montevideana del 14 de octubre de 2009, Diego, vistiendo el buzo de la Selección, expuso su doble cara: luego de obtener el pasaje para Sudáfrica 2010, se excedió verbalmente y debió pagar una multa de 16.500 euros, además de dos meses de suspensión. 25 años y cinco días antes había dirigido con pantalón negro, camisa blanca y corbata bordó su primer partido oficial, en Deportivo Mandiyú de Corrientes y ante Rosario Central. El 20 de octubre de 2016, 40 años después de su primer encuentro, una casa que él habitó devino en museo.

Con lo bueno y con lo malo, el octubre que se desvanece pareció haberle rendido tributo. Por caso, el segundo gol de Darío Benedetto ante Palmeiras destiló tanto virtuosismo como alguna conquista de él. Asimismo, la primera fractura en la carrera del otro 10, Lionel Messi, se produjo horas posteriores a que el médico de Maradona anunciara que “hay que ponerle prótesis en las rodillas” producto de una artrosis y, en tanto, entre el sábado 6 y el jueves 18, los Juegos Olímpicos de la Juventud hicieron flamear la bandera argentina tan alto como en 1986 lo había hecho el 10, ese socio del otro 10, que lo vio nacer, debutar y decir adiós.