miércoles, abril 24, 2024

La lluvia, la sangre y el fútbol

Por Maximiliano Das

En los alrededores de Spanish Town, en la comunidad St. John’s Road, es moneda corriente ver la sangre haciéndose paso por el suelo. Las pandillas se adueñaron del barrio e hicieron de la violencia su más resonante atributo. Sin quedarse atrás, las fuerzas de orden responden de la misma manera.

En ese contexto nació y creció Khadija Shaw. Hija de un zapatero y una avicultora que mantuvieron a ella y a sus doce hermanos (siete varones y cinco mujeres) tan lejos de ese ambiente de furia y muerte constante como pudieron. De la mano de su padre George recorrió todos los días, por años, las pocas calles que separaban su casa del colegio. A la vuelta, se sentaba en la orilla de su hogar a mirar a sus hermanos patear el balón con sus vecinos hasta que se marchaban a entrenar.

Mónica, su madre, no la dejaba jugar. Tampoco la dejaba ir a verlos. Entonces, como un chacarero durante la sequía, Shaw rezaba al dios en quien decide creer por lluvia, un pequeño aguacero, suficiente como para arruinar el campo donde sus hermanos jugaban contra algún equipo de calles aledañas para que así tengan que mudar el encuentro a la puerta de su casa.

Inspirado en la imponente dentadura y el peculiar gusto por las zanahorias, Kentardo apodó a su hermana Khadija como Bunny (conejo). También le dio la primera clase de fútbol, que consistió en hacer jueguitos. Eventualmente su madre cedió y Bunny comenzó a jugar en la puerta junto a los varones.

Los primeros 90 minutos terminaron 1 a 1. Los 30 suplementarios, 2 a 2. Es el turno de Dominique Bond-Flasza de patear el cuarto penal que puede darle el bronce de la Copa de Oro Femenina 2018 a las Reggae Girlz. Khadija Shaw está a 50 metros de allí, en la punta más alejada de la fila de jugadoras. Viste de amarillo, casi dorado, con detalles verdes y negros en los puños y el cuello de la camiseta. Se abriga las manos con guantes en esta particular noche fría de Dallas. En el pecho, además, se ve el escudo de la Federación de Fútbol de Jamaica (JFF, por sus siglas en inglés), que más de una vez y en un pasado para nada lejano le ha dado la espalda a las mujeres.

En 2014, con la clasificación para el Mundial de Canadá de 2015 por disputarse, Jamaica no formaba parte del ranking FIFA porque hacía más de cuatro años que no disputaba ningún encuentro de carácter oficial. Había equipos de categorías inferiores, pero ninguna selección mayor.

Desde su casa en Miami, Cedella Marley, hija del cantante Bob, comenzó una campaña para darle mayor visibilidad. A una donación de su propio dinero le sumó una canción compuesta con dos de sus hermanos, Stephen y Damian: Strike Hard. Además, en el sitio de financiación colectiva Indiegogo creó un proyecto para que el seleccionado que entrenaba sólo fines de semana viaje a Trinidad y Tobago a participar de la Copa del Caribe.

Llegaron al objetivo de 50 mil dólares estadounidenses. Las Reggae Girlz fueron segundas del torneo y obtuvieron su lugar en la Copa de Oro que se disputó en Estados Unidos sólo dos meses después, pero ganaron un único partido ante Martinica y quedaron fuera del cuadro final y del Mundial.

Ante esto, la JFF, en 2016, disolvió nuevamente el equipo. Cedella Marley, terca, duplicó los esfuerzos y, con otra estrategia, más el apoyo de la Fundación Alacrán, logró el financiamiento necesario para que las Reggae Girlz disputen los mismos campeonatos que cuatro años atrás.

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Dominique Bond-Flasza corre. No sabe hacia dónde; simplemente corre. Deja de correr cuando se encuentra con la arquera Nicole McClure, que había atajado dos penales. Dominique Bond-Flasza enseña sus blancos dientes con una prominente sonrisa. Khadija Shaw, vestida de amarillo, casi dorado, y con detalles verdes y negros en los puños y el cuello de la camiseta, también corre hacia ellas. Y se abriga las manos con guantes en esta particular noche fría de Dallas.

Shaw viajó a Estados Unidos con apenas 18 años para jugar en la Universidad de Florida, pero faltó al examen de ingreso. No fue hasta 2017, que el director técnico de la Universidad de Tennessee la reclutó. Mientras se entrenaba y estudiaba, murieron cuatro de sus hermanos -tres por violencia relacionada a las pandillas- y dos de sus primos. Shaw quiso volver, pero sus padres la convencieron de que se quedara allá.

En 2018, Bunny lideró al conjunto de Tennessee a la mejor campaña de su historia -cuartos de final- y se recibió de licenciada en comunicaciones.

El domingo 9 de junio, las Reggae Girlz representarán por primera vez en una Copa del Mundo al país que se acostumbró a unas emociones tan efímeras como son los diez segundos que tardan los y las atletas en correr cien metros. Tan efímeros que las piernas se detienen antes que las cuerdas vocales. “Son pioneras y sufrirán por ello”, dijo el secretario general de la JFF, Dalton Wint.

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