jueves, junio 26, 2025
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Otra medalla más para el legado de la Generación Dorada

Tomás Grasso

Según la RAE, dormirse en los laureles es “descuidarse o abandonarse en la actividad emprendida, confiando en los éxitos que ha logrado” y sin lugar a dudas que el básquet argentino no lo hizo.

El aspecto deportivo y el institucional deben caminar a la par para que las cosas funcionen. Sobre el parqué la Generación Dorada sorprendía al mundo, vencía en oportunidades consecutivas a Estados Unidos -con un plantel íntegramente NBA-, alcanzaba el subcampeonato del mundo en Indianápolis en 2002 y las medallas olímpicas, la dorada en el caso de Atenas 2004 y la de bronce en Beijing 2008, pero las cosas dentro de la estructura de la CABB no avanzaban conformes a lo que sucedía dentro del rectángulo de juego. Así lo entendieron los propios protagonistas, tocar el cielo con las manos no era suficiente, las irregularidades en el ente madre a nivel país tarde o temprano iba a afectar el normal desarrollo de un deporte que tomó gran impulso con la llegada de la camada más importante de su historia.

“La medalla de oro tuvo daños colaterales y este es uno de ellos. La familia del básquet argentino no estaba preparada para una medalla de oro, sí los jugadores”, afirmó Sergio Hernández, actual entrenador de la selección mayor, en 2014 cuando finalmente estalló el conflicto entre los deportistas y la dirigencia.

En el mediodía del 27 de julio del 2014 se vivió el momento de quiebre, en el microestadio de la UADE los referentes del plantel que estaba por viajar a representar el país en el Mundial de España dieron una conferencia de prensa para expresar su disconformidad con lo institucional. El capitán puso en duda su participación, “será por culpa de una gestión horrenda”, aseguró.

Luego de la situación límite las cosas cambiaron, desde ese mediodía comenzó un largo camino de reconstrucción de la Confederación Argentina de Básquetbol. Apuntaron todos los cañones al desarrollo de las divisiones inferiores, a fines de nutrir la liga nacional, tal como lo imaginó León Najnudel, cuando en la previa de su inicio declaró: “La Selección Nacional es el reflejo exacto de lo que pasa en el medio, progresivamente también nos daremos cuenta de que iremos recuperando terreno en el ámbito internacional”. Y sin lugar a dudas que así fue, los grandes representantes aprendieron e iniciaron su camino en el mercado local.

Además, en la búsqueda de que todos tiren para el mismo lado y que se edifique una identidad de trabajo, desde el ente máximo se impulsaron los proyectos del Método CABB –manual para un técnico formador- y el Programa Nacional Formativo –lanzado en conjunto con la Secretaria de Deportes de la Nación-.

En un deporte donde es común hablar de generaciones, la del 2000 ya tuvo su primer gran logro con lo obtenido en Puerto Madero, pero esto va más allá de los cuatro jóvenes que fueron los protagonistas del mismo. Abriendo el panorama, teniendo en cuenta que esta modalidad de disputa del baloncesto aún es emergente y pensando exclusivamente en el recambio de la selección mayor, esta camada está dotada de talento, tiene el potencial físico suficiente para competir al máximo nivel y que cuenta con chicos que ya tienen importante participación en la liga, sumada a la experiencia vivía recientemente en los Juegos Odesur, realizados en Cochabamba, dando varios años de ventaja respecto a planteles con jugadores mayores y aún así se colgaron la presea plateada.

Es por eso que la multitudinaria fiesta que se vivió en el Parque Urbano es parte del legado gigante que dejó la Generación Dorada, un grupo de 20 jugadores que predicaron con el ejemplo dentro y fuera de la cancha.

El día del abrazo de bronce

Federico Bajo @FedericoBajo

Juan Bautista Amieva y Mauro Zelayeta se abrazan emocionados. Ambos están parados sobre la cancha de beach vóley del Parque Verde, pero no parecen reparar en eso. Acaban de ganar la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos representando a Argentina.

Posiblemente fue esa la razón por la cual ni los miles de ojos que los observaban, ni la cámara que los enfocaba a menos de un metro, pudo arrancarlos de esa fugaz eternidad. Luego, ya habría tiempo para tomar el micrófono y saludar al público que regaló un cálido aplauso.

Aquella fraternal muestra de cariño es el broche de oro de todo un camino de sacrificio que los dos adolescentes han recorrido hasta hoy. A los 15 años, Zelayeta, que jugaba en Aldosivi, cambió el fútbol por el vóley y su buen desempeño hizo que ingresara al programa de preparación para Buenos Aires 2018. En enero de este año el oriundo de Mar del Plata alojó en su casa a Amieva, que llegó a la ciudad balnearia proveniente de Tunuyán, provincia de Mendoza, dejando a 1.300 kilómetros de distancia a todos sus seres queridos con el único objetivo de cumplir un sueño.

Sin embargo, Amieva y Zelayeta son más que simples compañeros de equipo: “Estoy contento porque todavía tenemos una oportunidad más y por el compañero que tengo. Es como un hermano para mí”, había declarado el mendocino en la previa al encuentro con Hungría.

Dicen que los días que mejor se recuerdan con el paso del tiempo son los que se viven con emoción, y eso fue algo que abundó esa la tarde.

Seguramente, el 17 de octubre de 2018 será recordado por todos los que estuvieron presentes en la cancha central -y los que no pudieron ingresar también- como el día que el cielo se oscureció, lagrimeó y volvió a brillar en menos de media hora. A algunos le quedará en la memoria la imagen de Delfina Villar y Brenda Churín, la dupla femenina de beach vóley, paradas en la platea alentando a sus compañeros sobre el final del partido. Otros lamentarán haberse quedado obnubilados cuando el tenista argentino, Facundo Díaz Acosta, ingresó al estadio para ver los últimos puntos del encuentro. Pero sin dudas, dando vueltas por ahí, habrá alguien que se acordará del estremecedor abrazo que se dieron Bautista Amieva y Mauro Zelayeta el día que el beach vóley argentino se tiñó de bronce.

Boxeador de oro y promesa argentina

Fernando Bajo

Está parado a la derecha del árbitro vestido de rojo, ya sin los guantes, solo con las vendas blancas que le cubren los puños. Antes de que el anunciador termine de dar a conocer el resultado de la pelea, el joven oriundo de Villaguay, provincia de Entre Ríos, pega un salto con su mano derecha en alto y el puño apretado. Brian Arregui acaba de consagrarse campeón en la categoría welter de boxeo en los Juegos Olímpicos de la Juventud y no puede contener la alegría, salta como un niño arriba del ring.

Luego de esa celebración mezclada de abrazos con los que se cruzan en el camino, baja del cuadrilátero y se dirige hacia una de las tribunas, besa a su hija Briana, recibe el cariño del público que está a su alrededor, se saca fotos, besa la bandera Argentina y posa para los fotógrafos con ella.

Arregui es el menor de cuatro hermanos. Nació el 15 de enero del 2000 y a sus 9 años sufrió, quizás, el nocaut más duro de su vida: falleció su padre Raúl, de quien cuenta que no tiene muchos recuerdos. A esa edad comenzó a boxear, luego de que su madre no lo hubiera dejado empezar ese deporte tiempo atrás, ya que sufría si le pegaban a su hijo.

“Mis primos son boxeadores y los iba a ver. Un día, el más chico de ellos me dijo: ‘Acompañame a entrenar’. No me llamaba la atención la verdad, pero me puse a saltar la soga, me gustó y me dieron ganas de empezar”, afirmó Brian hace un tiempo en una entrevista con Enganche.

Está casado con Paola Pérez, a quién la vio por primera vez en un festival de boxeo, ya que es hija de su entrenador Darío “Chanchito” Pérez, que asegura que antes de ser su suegro ya era importante en su vida. Con Paola tuvieron a Briana el 18 de agosto de 2017.

Con el dinero proveniente de las becas que recibe de su ciudad natal y de Buenos Aires, le manda dinero a su familia, cubre sus gastos personales e invierte una parte del monto para construir la casa para su hija, su mujer y él.

Es el capitán de los Pitbulls (Selección Argentina Juvenil de Boxeo), se autodefine como “picante”. Dice que le gusta ir al frente, aunque igual pide que su papá –a quién lleva tatuado en su cuerpo- y Diosito lo cuiden para que no lo lastimen y su mamá no sufra.

En el pabellón Oceanía que está en el Parque Olímpico de la Juventud frente a la Villa Olímpica, Arregui se metió en la historia grande del boxeo argentino. Venció por un contundente 5-0 al marroquí Yassine Elouarz en tres rounds, se colgó la medalla de oro en Buenos Aires 2018 y se transformó en el tercer púgil argentino en obtener el máximo podio en unos Juegos Olímpicos –en Londres 1948 lo lograron Pascual Pérez en peso mosca y Rafael Iglesias en peso pesado-.

Llorando bajo el hiyab

Santiago Carrodeguas

Sonó la bocina y creció la desilusión. Los sueños Olímpicos de estas cuatro jovenes iraníes, que nacieron al despegar desde Teherán para jugar al básquet 3×3, se desplomaron en Buenos Aires. Humilladas por 0 a 22 en su debut frente a Hungría, no pudieron ganar un solo partido. A la salida del estadio una lloró bajo su hiyab, una tela blanca que les cubría todo el cuerpo menos la cara y las manos, mientras se alejaban tan desconocidas y solas como a su llegada.

Su desempeño fue ignorado por el Comité Olímpico de su país, que no incluye en su salón de la fama a ninguna deportista. De no ser por un mandato del libro sagrado del islam, el corán, que remarca: “Los musulmanes tienen que saber montar caballos, tirar y nadar”, no se les hubiera permitido viajar y esas lagrimas inundarían sus rostros por distintos motivos.

Todavía recordaban lo que le ocurrió a Niloufar Ardalan, capitana del seleccionado de futsal, que se perdió la Copa de Asia en 2015 porque su marido no la dejó viajar. Luego de que sus compañeras se quedaran con el torneo mostrando un gran nivel, Mojtabi Shafiri, dirigente de la Asociación de Fútbol Iraní, acusó un supuesto fraude por la supuesta presencia de ocho hombres en el plantel. La Confederación Asiática de Fútbol no desmintió ni afirmó nada, aunque muchos medios nacionales e internacionales lo dieron como un hecho.

El caso de Ardalan ayuda a comprender el significado de ser mujer en el antiguo Imperio Persa, que implica, sobre todo, asumir que las decisiones las tomará un hombre, ya sea el padre o el marido. La homosexualidad no se considera una opción válida si se quiere permanecer con vida.

Además de limitar la práctica deportiva en las mujeres, la Revolución Islámica de 1979 prohibió su concurrencia a competencias masculinas. Con el paso de los años, las ideas arcaicas del régimen conservador se fueron quemando. Finalmente, un 16 de octubre de 2018, ellas volvieron a presenciar un partido. Las estadísticas dirán que fue un amistoso en el que los dirigidos por Carlos Queiroz vencieron 2 a 1 a Bolivia en Teherán. No obstante, esta vez no importaron los goles, sino que en las tribunas del estadio Azadi (libertad), y a más de 10.000 kilómetros de Buenos Aires, otra mujer lloró bajo su hiyab.

33 Encuentro Nacional de Mujeres: octubre revolución

Magalí Robles @maguirobles2

Fotos: Irina Lavallena @irinistica_

Una, dos tres, cuatro, cinco; una dos, tres, cuatro, cinco; una, dos tres, cuatro… Chicas, ¡falta una! Ah, no, ya está, ya está.

* * *

Previa para el picadito en una plaza del sur. Y el tercer tiempo: los talleres; previa para marchar, para luchar; previa para el deseo, para los cuerpos, para la urgencia.

El objetivo del fútbol femenino, se dice, es que sea cada vez más feminista. Nos mueve el deseo, y nos movemos por él.

Es el mes de la identidad; para poder decidir sobre nuestros propios cuerpos. Es el mes de la revolución. Porque la revolución de las mujeres no es solamente un pañuelo.

Nos reconocemos, a lo lejos, por las calles de Trelew, Chubut.

“Mujer, escucha, esta es tu lucha”, y una señora en la puerta de su casa, el pañuelo en la mano, el puño en alto y las lágrimas en las mejillas. Porque, ¿qué habrán tenido que vivir y soportar esas mujeres para que hoy todas nosotras estemos reunidas acá y poder, de alguna manera, transmitirle la lucha pero, sobre todo, viceversa?

* * *

El presente nos interpela. Nosotras nos interpelamos, nos hermanamos. Lo personal es político.

Proponemos vivir el feminismo como un picadito, tirando paredes con todas en las calles a través de las frases hechas.

Pensamos el feminismo y todo lo que lo rodea como una historia de palabras, de poesía, música que se hace escuchar en cada marcha, en cada lucha ganada, en cada ley que militamos, en cada límite -o no- que nos ponemos. Y en cada derecho que conquistamos.

Algo cambia en cada mujer que vuelve de los Encuentros.

Gustavo Ballas: campeón en el ring y en la vida

Diego Ibarra

El 12 de septiembre de 1981, en el estadio Luna Park, Gustavo Ballas vencía al surcoreano Suk Chul Bae por nocaut en el octavo round y conseguía el título mundial supermosca de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB). Con tan solo 23 años, el cordobés llegaba a la cima y se convertía en el primer campeón mundial invicto del boxeo argentino. Sin embargo, las malas decisiones y sus problemas con las adicciones hicieron que para Ballas la vida fuera una constante pelea. “Es muy fuerte todo lo que pasa cuando te empieza a ir bien y no estás preparado. Lamentablemente nos educan para dar y recibir golpes”, reflexiona.

La infancia del campeón no fue para nada fácil. Nació el 10 de febrero de 1958 en Villa María, Córdoba. Fue criado en el seno de una familia humilde, con cuatro hermanos y una madre ausente. A los 10 años tuvo que dejar el colegio para trabajar y ayudar en su casa: “Vendía peines y curitas por las calles y después comencé a lavar copas en una pizzería”. Fue un luchador desde chico. No había elección: era lo que le había tocado. Hasta que un día, mientras lavaba copas, escuchó por radio Rivadavia una pelea de Nicolino Locche y empezó a interesarle el boxeo. “Cuando lo vi por televisión hacer las cosas que hacía en el ring, yo dije: ‘Quiero ser como él’”, cuenta el villamariense. Al descubrir lo que realmente lo apasionaba, comenzó a entrenarse con Alcides Rivera y a pelear. Pero a los 16 años decidió ir un poco más allá, convencido de cuál era su destino. “Fui a Mendoza para conocer a Nicolino y para quedarme en el gimnasio de Francisco Paco Bermúdez. En ese momento era su técnico y terminó siendo el mío también”, explica.

Al poco tiempo de su llegada a Mendoza, Ballas comenzó a destacarse. Bajo la tutela de Bermúdez inició su carrera profesional en diciembre de 1976 y un año después ya era campeón mendocino. En ese entonces lo llamaban El Dandy del boxeo, su popularidad crecía pelea tras pelea y le costaba mucho lidiar con todos los cambios en su vida. “Me pasaban cosas muy grosas y yo me preguntaba: ‘¿Por qué ahora? Si no lo necesito’. Me daba impotencia, sobre todo por lo que me tocó vivir”, cuenta. El cordobés había pasado de no tener nada a tenerlo todo en poco tiempo y no pudo soportarlo. “A los cinturones en vez de ponérmelos en la cintura me los ponía en la cabeza”, agrega entre risas.

El Dandy, cuando se aburría, tomaba un avión a Buenos Aires para pasar la noche en Recoleta, barrio donde estaban los mejores restaurantes y boliches en esa época. En algunas de esas escapadas nocturnas empezó a relacionarse con artistas y cantantes famosos que siempre le habían parecido inalcanzables. El exboxeador recuerda la noche en la que estaba en un restaurante de Recoleta y el mozo le dijo que Violeta Rivas Y Néstor Fabián querían que se sentara con ellos. “Yo lo miré y le dije: ‘¿Me estás jodiendo?’ Me costaba creer lo que estaba pasando”, relata.

Pasó el tiempo, su adicción empeoró y Ballas supo que debía pedir ayuda para torcer su historia: “Mi familia me ayudó mucho, tengo una mujer maravillosa que vivió todo conmigo. Vivió la parte dulce y la amarga”. Luego de colgar los guantes, se rehabilitó y luchó para acomodar su vida. El excampeón del mundo logró en 2017 ganar una batalla pendiente: terminar el colegio primario. Este año arrancó la secundaria y sueña con estudiar Psicología. Lo cierto es que encontró una manera de dejar atrás lo negativo de su pasado y convertirlo en algo bueno.

“Cuando dejé el boxeo, logré lo que realmente quería, ayudar a los pibes que tenían problemas”, afirma convencido el cordobés. Hoy trabaja en la seccional de Villa María de la Asociación de Trabajadores de la Industria Lechera de la República Argentina (ATILRA), donde junto a un equipo médico realizan terapias ambulatorias con los chicos que padecen adicción a las drogas. Además viaja por todo el país brindando charlas. Pero Ballas se dio de cuenta de que debía estudiar, ya que cuando se reunía con los médicos del equipo para evaluar a los pacientes, no entendía los términos que usaban. Esto lo llevó a hacer dos capacitaciones de un año cada una. Una, en el Instituto de Prevención de las Adicciones de la Universidad del Salvador (USAL), de donde egresó como socioterapeuta en Adicciones, y la otra como asistente en Drogodependencia en la Universidad Nacional de Córdoba. “No soy profesional, pero me ayudó muchísimo”, expresa con orgullo.

La satisfacción de Gustavo Ballas cuando siente que pudo ayudar a alguien es inmensa. “Siempre le digo a los pibes cuando les doy el alta: ‘Ahora empieza lo más bravo, no creas que ya te recuperaste. Pero lo importante de todo esto es que te recibiste de campeón, campeón de la vida’”, narra el excampeón del mundo algo emocionado. Con 60 años y una vida de película, tiene un claro objetivo para los jóvenes: “El mensaje que quiero transmitir es que no cometan los mismos errores que yo”.

“La especie no mejora”
El excampeón del mundo analizó lo difícil que es la vida de los boxeadores y mostró su preocupación por las nuevas generaciones. “Lo ideal sería que ejercieran esta profesión y estudiaran. Es difícil, pero se puede. Lo que pasa es que no lo inculcan. Te ponés a pensar y te das cuenta de que un boxeador ignorante es más fácil de manejar”, señala. Ballas se dio cuenta de grande de la importancia de formarse y completar sus estudios: “En ese momento pensaba: ‘¿Para qué estudiar si con esto ya estoy para toda la vida?’ Y lo cierto es que esto dura poco, y más para nosotros (los boxeadores), para quienes dos más dos es cinco, lamentablemente”. El cordobés cuenta el momento en el que se enojó con el periodista deportivo Ernesto Cherquis Bialo y reflexionó al respecto. “En esa época éramos tres jóvenes boxeadores que estábamos de moda y no teníamos buena conducta: Ubaldo Sacco, Juan Martillo Roldán y yo. Entonces Cherquis escribió una nota para la revista El Gráfico y el título fue ‘La especie no mejora’. Yo lo quería pelear, me enojé muchísimo. Pero pasó el tiempo y si hoy fuera periodista deportivo y tuviera que escribir una nota sobre boxeo, lamentablemente el título sería ‘La especie no mejora’, asegura.

“La especie no mejora”

El excampeón del mundo analizó lo difícil que es la vida de los boxeadores y mostró su preocupación por las nuevas generaciones. “Lo ideal sería que ejercieran esta profesión y estudiaran. Es difícil, pero se puede. Lo que pasa es que no lo inculcan. Te ponés a pensar y te das cuenta de que un boxeador ignorante es más fácil de manejar”, señala. Ballas se dio cuenta de grande de la importancia de formarse y completar sus estudios: “En ese momento pensaba: ‘¿Para qué estudiar si con esto ya estoy para toda la vida?’ Y lo cierto es que esto dura poco, y más para nosotros (los boxeadores), para quienes dos más dos es cinco, lamentablemente”.

El cordobés cuenta el momento en el que se enojó con el periodista deportivo Ernesto Cherquis Bialo y reflexionó al respecto. “En esa época éramos tres jóvenes boxeadores que estábamos de moda y no teníamos buena conducta: Ubaldo Sacco, Juan Martillo Roldán y yo. Entonces Cherquis escribió una nota para la revista El Gráfico y el título fue ‘La especie no mejora’. Yo lo quería pelear, me enojé muchísimo. Pero pasó el tiempo y si hoy fuera periodista deportivo y tuviera que escribir una nota sobre boxeo, lamentablemente el título sería ‘La especie no mejora’, asegura.

“Hay que tener un proyecto a largo plazo, no se puede depender de un jugador”

Carolina Jurczyszyn

Treinta y dos años transcurrieron desde la última vez que Argentina logró la Copa del Mundo. El 29 de junio de 1986, la Albiceleste derrotó a Alemania Federal 3 a 2 en el Estadio Azteca. Julio Jorge Olarticoechea, integrante de aquel plantel que había viajado a México en busca de la gloria, volvió con ella.

La Selección llegaría a dos finales mundialistas más: Italia 1990 y Brasil 2014. En 2016, luego de perder dos finales consecutivas de la Copa América por penales contra Chile, la misma persona que había encontrado la gloria en 1986, tomó el mando de la celeste y blanca de cara a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.

El Vasco asumió tras la renuncia de Gerardo Martino, ya que era el único técnico en la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) que tenía contrato tras dirigir a la Selección sub20. “Con la muerte de Grondona hubo un cortocircuito. Pasaron cosas que con él no hubiesen ocurrido. Cuando él ya no estuvo se desordenó todo y ahí me tocó estar a mí al frente de las juveniles”, recuerda.

El DT olímpico armó el plantel de acuerdo a lo que pudo, ya que algunos clubes no estaban dispuestos a ceder a sus jugadores. “Me dieron la lista que había elegido Martino. ‘De acá no te podés mover’, me dijeron. Y me empezaron a nombrar a todos los que no podían venir”, confiesa. De todos modos, considera que pudo armar “un equipo bueno, bueno de verdad, con buenos jugadores y competitivo”. “En los amistosos que hicimos antes de los Juegos, los resultados no fueron malos”, afirma. La selección empató 0 a 0 con Colombia, le ganó 3 a 1 a Haití y volvió a repetir el mismo resultado que en el primer partido, esta vez contra México.

“Fuimos a Río con la ilusión de que se podía, pero hubo muy poco tiempo de entrenamiento”, destaca el Vasco. De los seis partidos en los que Olarticoechea estuvo al frente del equipo, sólo perdió uno, contra Portugal 2 a 0 por la primera fecha de los Juegos. Luego, en este torneo le ganó a Argelia 2 a 1 y empató 1 a 1 con Honduras y con estos resultados quedó eliminada en fase de grupos.

El DT hizo su propia valoración: “Fue una buena experiencia por el manejo de grupo. Fue maravilloso, único. Ves a las mejores figuras de todo el mundo. Los Juegos Olímpicos te bajan a tierra, sos amateur. Pasás a ser uno más entre todos”. Pero considera que aquella situación marcó un punto de quiebre para la Selección: “Tocamos fondo, otra vez volvimos para atrás. No se pueden cometer más errores”.

De todos modos, Olarticoechea considera que “no fue un fracaso” para la Selección haber perdido tres finales en dos años. “En la final de 2014, Argentina podría haber hecho goles, pero hubo malas definiciones, el rival aprovechó lo que habíamos fallado. En 2015 y 2016 se perdió contra el mejor Chile de la historia”, afirma.

Luego de la eliminación contra Francia en los octavos de final de Rusia 2018, Jorge Sampaoli dejó de ser el técnico de la Albiceleste. El ex campeón de mundo explica que el técnico quiso plantear un sistema con jugadores que no estaban preparados para ese esquema en tan poco tiempo de entrenamiento. “Eso le saca confianza al jugador por la constante rotación y él mismo perdió la brújula de cómo seguir”, asegura.

Actualmente la Selección cuenta con un entrenador interino, Lionel Scaloni (acompañado por Pablo Aimar), quien estará a cargo de la celeste y blanca hasta diciembre, según afirmó el presidente de AFA, Claudio Tapia. Respecto a esto, Olarticoechea opina que “es importante traer a un buen técnico y a alguien en juveniles con un proyecto a largo plazo. No hay más tiempo que perder. No se puede depender de un jugador. En su momento era Diego Maradona, pero tenía un grupo atrás. Con Lionel Messi no pasa eso”.

Acerca de las selecciones juveniles, sostiene que “se ha perdido juego, no salen los jugadores que salían antes. “Ya no ves a los chicos en el potrero como antes. Entre otras cosas por la tecnología, ya que ahora están más pendientes del celular. Hay menos horas de juego”, concluye.

Conflicto universitario: los deportistas y su apoyo en las redes

Franco Severini

En los últimos años, las redes sociales han sido un fenómeno muy importante para el desarrollo de la comunicación. Tanto en Twitter como en Facebook e Instagram (entre otras) las personas postean mensajes que llegan a todo el mundo. Los deportistas suelen tener mucho alcance en las publicaciones de sus diferentes páginas, pero en cuestiones políticas no son muchos los que se manifiestan tanto a favor como en contra de las distintas medidas en Argentina.

El conflicto universitario generó una lucha de ideologías en la sociedad entre los que legitiman el reclamo de los docentes de universidades públicas por un aumento en los salarios y en el presupuesto; y los que piensan que el gobierno no debe hacer caso al pedido y seguir con la política de recorte en las facultades del país.

Diego Hernán Valeri, jugador de fútbol que milita actualmente en Portland Timbers de la MLS, aseguró en su cuenta de Twitter: “No hace falta ser estudiante, profesional egresado o docente de la educación pública para defenderla. Hace falta entender que sin educación pública el futuro es de unos pocos”.

Por su parte, Juan Manuel Herbella, exfutbolista, médico, docente y periodista, publicó el siguiente mensaje en Instagram: “Soy Juan Manuel Herbella. Médico egresado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Hijo de un contador y una abogada egresados de la Universidad de Buenos Aires. Soy docente de Salud Pública y subdirector de la carrera de especialista en Medicina del Deporte. Hoy estoy marchando bajo la lluvia porque la educación pública está en peligro, 57 universidades del país no comenzaron las clases por la falta de presupuesto. Defendamos nuestras universidades nacionales, la educación no es un privilegio ni un negocio, es un derecho”.

También, Nahuel Ignacio Guzmán, arquero de Tigres de la liga mexicana de fútbol, utilizó Twitter para expresar su opinión: “¿Cuál sería la razón, la explicación o los fundamentos para no acompañar el reclamo de los docentes en Argentina? ¿Acaso no debemos defender la educación en todas sus formas y con ello sus componentes (instituciones, educadores, familias, alumnxs y demás)? Aguanten los docentes”. El “Patón” es uno de los deportistas que más opina en cuestiones políticas del país, apoyando la campaña del aborto y mostrando su solidaridad con la muerte de Santiago Maldonado, por poner dos ejemplos de la ideología que pregona el futbolista.

En el contexto deportivo no son muchos los que expresan sus ideas y se arriesgan a la opinión pública en cuestiones que afecten a la Argentina, pero aún hay casos de personas que aún teniendo una situación privilegiada, siguen preocupándose por el bien común de su país.

Gabriel Copola, una historia de perseverancia

Federico Novaro

A Gabriel Copola le cambió la vida a sus 11 años. Cuando andaba en bicicleta al costado de la autopista de Acceso Oeste vio una bajada por la cual decidió descender. Tanto él como su bicicleta quedaron tirados, inmóviles, a un costado. Después de permanecer varios días en el hospital, Copola sabría que su lesión en la columna dorsal le había provocado una parálisis en sus piernas y que no podría volver a caminar. Sin embargo, a partir de ese momento se prometió a sí mismo reescribir su historia.

Durante ese año, Copola decidió dedicarse al tenis de mesa. Transcurrió mientras miraba el programa de Susana Giménez que homenajeaba a los medallistas olímpicos y paralímpicos de Atlanta 1996. Ganó el primer torneo que jugó y no paró. Hoy en día está en el top ten en la clase 3. Fue campeón en los Juegos Panamericanos 2011 y 2013 y participó en los Juegos Paralímpicos de Londres 2012 y Río 2016. Aunque se haya dedicado al deporte, también estudió: “El Enard tiene un programa de becas para estudio. Muchos deportistas necesariamente deben formarse y estudiar, ya que es casi imposible dedicarse a ser únicamente deportista”, dice. Y agrega: “Vivir del deporte casi no es una opción por eso dosificar estudio, trabajo y deporte es un gran desafío”.

Gabriel es Licenciado en Educación Física y docente. Trabaja en la Universidad Nacional de La Matanza, en el profesorado de Eduación Física de Luján y en el Servicio Penitenciario Bonaerense: “Mis distintos trabajos me dieron la oportunidad de darle trabajo a otros”, comenta en el libro de Sonia Tomazin, `Adiós a tu dolor de columna´. Y por si no alcanzara, da charlas de motivación, fue elegido orador de Tedx UNLAM y ha filmado videos con el grupo Paka Paka, que estimulan a no rendirse.

Dado que trabaja en universidad pública como docente, Copola no duda cuando se refiere a las problemáticas que sufren estas hoy en día y acerca del conflicto universitario que se desató en los últimos meses: “Es un gran problema la falta de apoyo y recorte en las universidades, es la única institución no cuestionada por la sociedad donde se forman los profesionales de nuestro país. El desabastecimiento y falta de apoyo económico es grave.”

Los deportistas también sufren el ajuste en las universidades

Francisco Rodríguez

Superación, perseverancia, compañerismo, solidaridad, respeto e igualdad son algunos de los valores que enseña el deporte. A mayor formación, mayor independencia. Por eso, muchos deportistas –al igual que mucha gente que tiene la posibilidad- deciden estudiar una carrera universitaria.

Son menos los casos de deportistas profesionales y de alto nivel, como los futbolistas de Primera División, que se meten en el mundo universitario. La sociedad, alimentada por los medios masivos de comunicación, suele considerar que el estudio en la vida de un deportista de alto rendimiento es solamente una distracción. A pesar de eso, hay casos de jugadores que –aunque sea inconscientemente- pelean contra este estereotipo.

Por otro lado, están los deportistas que se dedican a una actividad no profesionalizada o escasamente remunerada, como el atletismo y el fútbol femenino –incluso el masculino en los estratos más bajo- que deben ganarse la vida trabajando y estudiando para asegurarse un futuro mejor. Lejos de estar salvados económicamente, sabiendo que lo que te da el deporte un día termina, dentro de este grupo se encuentra la mayoría de los deportistas que eligen estudiar una carrera universitaria.

También, es por ese estereotipo –la concepción del estudio como una distracción- que la mayoría de los deportistas, especialmente los futbolistas, son vistos como vacíos, huecos y hasta tontos y que no deben opinar de cuestiones ajenas al deporte.

“Dosificar deporte, trabajo y estudio es un gran desafío, ya que vivir del deporte, tanto para mí como para muchos atletas, casi que no es una opción”, dice Gabriel Copola, jugador de tenis de mesa adaptado, licenciado en Educación Física y docente en la Universidad de La Matanza (UNLAM), sobre el esfuerzo que conlleva este estilo de vida.

Tanto el tenimesista como Macarena Sánchez, delantera de la UAI Urquiza –el último campeón del torneo argentino de fútbol femenino- y estudiante de Trabajo Social en la Universidad de Buenos Aires, no tienen la suerte de que su actividad deportiva sea su mayor fuente de ingresos. Por eso, tienen una vida muy sacrificada, ya que además del tiempo empleado en el deporte y en el estudio, deben trabajar.

“Es difícil el ritmo de vida. Trabajo de 8 a 14, entreno de 15 a 18 y curso de 19 a 23. La mayoría de los días es así, pero ya me acostumbré. A veces me cuesta encontrar momentos para estudiar pero apenas tengo un tiempo libre no me queda otra que hacerlo, trato de aprovecharlos porque si no me atraso”, dice Sánchez respecto a su apretada rutina en una entrevista para El Equipo.

Por otro lado, Juan Manuel Herbella hace varios años se recibió de médico en la UBA mientras era futbolista profesional: “Mi experiencia fue buena, muy sacrificada. Era otro tiempo, en la actualidad creo que es todavía más difícil hacer la carrera de medicina en la UBA y jugar al fútbol al mismo tiempo, ya que los requisitos de ambos incrementaron notablemente. El grado de dificultad es mayor hoy en día que hace 20 años cuando estudié yo”.

“Creo que tanto los medios como la sociedad le exigen muchísimo al jugador, como si el fútbol fuese cuestión de vida o muerte, y eso hace que el futbolista crea que eso debe ser así. También, hoy en día un futbolista profesional está salvado de por vida y ve en el estudio una pérdida de tiempo”, explica Sánchez.

Contrariamente, Herbella cree que los medios no tienen tanta influencia en este preconcepto de la sociedad: “hay otros actores que tienen mucha más injerencia, como los que están vinculados al día a día del jugador, esos que toman contacto con él en distintos lugares, como en el entrenamiento, en la pensión, en el club y en la casa”.

Copola tampoco considera que los medios inciten al deportista a no estudiar, e incluso cuenta que el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo los estimula a incursionar en el ámbito universitario: “De hecho el ENARD tiene un programa de becas de estudio. Muchos deportistas necesariamente deben hacerlo y formarse ya que es casi imposible dedicarse exclusivamente a ser deportista”.

¿Por qué consideramos que los medios son responsables de fomentar este estereotipo? Lo que ocurrió con Gonzalo Maroni, el hoy jugador de Talleres de Córdoba, luego de debutar en Boca puede ayudar a demostrar esta idea. Luego de su prometedor debut, el juvenil fue entrevistado por un programa de Fox Sports. Allí, Oscar Ruggeri –campeón del mundo en 1986- felicitó al joven cordobés pero también le recomendó que estudie. Sin embargo, el conductor del show,Sebastián Vignolo, lo interrumpió y dijo: “No le vengan con el estudio, está en la Primera de Boca”.

Lo que entre risas parece un dicho inocente, es en realidad un mensaje peligroso, y que alguien que no tiene la necesidad de estudiar o de salir a buscar trabajo quiera ampliar su mente es un ejemplo. No es una cuestión recurrente en las agendas de los programas de debate deportivo porque, justamente, no se lo considera importante, y los deportes en lo que estos focalizan –por no decir el fútbol exclusivamente- son donde menos casos se encuentran. El hecho de que un deportista que estudie una carrera sea noticia es lo que debería hacer ruido.

No obstante, a este preconcepto formado en la sociedad hay que agregarle la problemática vivida este año en las universidades públicas, que parece haber cesado, pero en cualquier momento puede reaparecer, de igual forma o peor.

El conflicto comenzó luego de las vacaciones de invierno, cuando debía comenzar el segundo cuatrimestre de clases. Los gremios docentes unificaron su reclamo ante la propuesta por parte del Gobierno de una recomposición salarial del 10,8%, que podía estirarse hasta el 15%. En cambio, ellos pedían un aumento del sueldo de un 30% con cláusula gatillo según la inflación oficial (que llegará al 42% este año). Además, reclamaron por el recorte de $4 millones destinados a infraestructura –lo que generó la suspensión de muchas obras- y por la ejecución y actualización del presupuesto.

Este reclamo produjo un paro que se prolongó por más de un mes, dentro del que se dictaron clases públicas y se tomaron universidades. Como consecuencia, los estudiantes de las 57 universidades nacionales del país no pudieron empezar con la cursada regularmente, e incluso, muchos de ellos perdieron este cuatrimestre.

El punto de máxima visibilidad del conflicto, que al principio parecía ser ignorado por algunos medios de comunicación, fue el 30 de agosto, cuando se realizó la Marcha Nacional en Defensa de la Universidad Pública, donde el movimiento estudiantil acompañó la lucha del personal docente y no docente en una movilización histórica que finalizó en la Playa de Mayo.

Luego de esta marcha, el –por aquel entonces- ministro de Educación (hoy de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología) Alejandro Finocchiaro reconoció que el 15% de aumento era muy poco comparado con la inflación y no tuvo otra opción que sentarse a negociar con los profesores.

Llegando a la quinta semana de conflicto, cinco de los seis gremios de representación docente aceptaron el aumento propuesto por el gobierno del 25% en promedio, según categoría, con dos cláusulas de revisión obligatoria en diciembre y enero. A partir de allí, se consideró que el conflicto universitario había llegado a su fin. El único sindicato que no aceptó esta medida fue la CONADU Histórica, que continúo exigiendo un aumento del 30% con cláusula gatillo.

Sin embargo, con el auge de la lucha ya disipado, con todos los profesores cobrando el aumento que aceptaron parte de los gremios, hoy en día, las formas de protesta cambiaron: se decidió no hacer más paros (en parte porque empezarán a descontarles el sueldo a los participantes) y reanudar con la cursada de forma regular, pero sin dejar de estar alerta.

El conflicto universitario conmovió a todos los estudiantes de las 57 universidades nacionales del país, incluyendo a los deportistas que están explorando el mundo universitario. Este ámbito no los deja abstenerse de la realidad, como muchas veces el deporte si les permite.

“El paro obviamente me afectó, como a todos los estudiantes. Se pierden contenidos o te ves obligada a estudiar sin haber tenido la clase, pero entiendo que esa es la forma de acompañar un reclamo válido. Los alumnos tenemos también la obligación de apoyar los paros y acompañar a los docentes desde el lugar que nos toca”, explicó Sánchez representando a la mayoría del movimiento estudiantil, órgano clave para la visibilización y consolidación del reclamo de los profesores.

“La falta de apoyo y el recorte en las universidades son un gran problema, ya que éstas son las únicas instituciones no cuestionadas por la sociedad en donde se forman los profesionales de nuestro país”, agrega Copola.

Sin embargo, el conflicto no está terminado realmente, solamente se encuentra en una meseta debido al acuerdo temporal al que llegaron los gremios y el Gobierno, que implica también que los sindicatos docentes ya no utilicen medidas de fuerza como antes. El confrontamiento se puede reactivar en cualquier momento por el problema madre: el presupuesto. El proyecto de la “ley de leyes” presentado para el 2019 supone un gran recorte en el área educativa, por lo que seguirá siendo un tema de debate por un largo tiempo.

“La tormenta” que está atravesando la Argentina sobre la que hizo referencia el presidente Mauricio Macri profundizó la crisis y animó al Gobierno a pedir una extensión del préstamo al Fondo Monetario Internacional, que todavía no está confirmado, pero parece bien encaminado.

La condición principal del FMI, y el objetivo para el 2019, es el déficit fiscal cero. Para esto, el Gobierno recortará en gran medida el “gasto” público, que incluye el dinero destinado a la educación, y destinará la mayor parte del presupuesto a la prioridad: pagar los intereses de la deuda pública, razón por la que el dinero destinado a esto aumentará un 82%.

La función “Educación y Cultura” será una de las tantas partidas que se encontrarán debajo de la inflación promedio de 34,8% calculada por el Gobierno para el 2019. El proyecto de ley del presupuesto le asigna $144.650 millones al sistema universitario, una suba nominal del 23,1 %, que incluso supera el pedido de los rectores, pero en términos reales, se registra una caída del 10%, debido a la inflación proyectada.

¿Qué significan estos números? Quieren decir que tarde o temprano, este conflicto podría reactivarse, de igual o peor forma, porque la crisis económica puede profundizarse en 2019 y porque la educación superior, teniendo en cuenta las acciones del Estado, sigue sin ser una de las prioridades del Gobierno.

“Creo que vale la pena el sacrificio que hago, aunque a veces cansa, no voy a mentir. Pero sé que el esfuerzo me va a servir en el futuro. Estudiar te abre mucho la cabeza, salís del táper en el que te metés cuando jugas al fútbol. Chocás con otra realidad, conoces gente de otra clase social, empezas a cuestionarte cosas más importantes y valorás mucho más lo que tenés. Estudiar te lleva a darte cuenta que no todo es fútbol en la vida”, explica Sánchez sobre los beneficios que les da a los deportistas estudiar una carrera.

Hay que tener en cuenta, entonces, que estos problemas que pueden reaparecer en el ámbito universitario –además de perjudicar a millones de personas- afectarán a aquellos deportistas que estén estudiando una carrera en una universidad pública y también a los que estén pensando en hacerlo. Eso provocaría una disminución de los deportistas-estudiantes y dificultaría la lucha por el fin de este preconcepto que la sociedad argentina tiene sobre ellos.