miércoles, diciembre 25, 2024
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Stephanie Labbé ataja prejuicios

Por Nicolás Resnizky

 

Luego de conseguir la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Río 2016, Stephanie Labbé perdió las ganas de jugar al fútbol. “Pasás todo el tiempo esperando ese momento único, jugás los mejores partidos de tu vida, subís al podio y te colgás la medalla. Y cuando todo termina, volvés a tu vida normal y te preguntás ¿y ahora qué?”, escribe la arquera canadiense en el portal The PlayersTribune. Perdió la energía. Pensó en retirarse. Barajó dedicarse al handball o al atletismo. Pero no. Su pasión por la número cinco era más fuerte, así que decidió ir a jugar a un equipo de fútbol masculino.  

Después de la negativa de varios clubes, el entrenador Tommy Wheeldon Jr. le abrió las puertas del Calgary Foothills FC. Labbé se sorprendió de la naturalidad con la que sus compañeros aceptaron la llegada de una mujer al equipo aunque admite que le resultó imposible ganarles en la Play. Las diferencias se esfumaban dentro de la cancha: “Si bien al principio fue difícil porque los remates de los chicos eran más fuertes de lo que estaba acostumbrada, fue solo una cuestión de tiempo para que me adaptarse”.

La arquera de 32 años hizo su debut en un amistoso contra el FC Edmonton, con una victoria 4-0 y manteniendo la valla invicta. “Cuando terminó el partido todo el mundo me felicitaba”. Había recobrado la pasión por jugar.

Una tarde después de un entrenamiento, el director técnico le comunicó que los directivos de la liga no aceptaban la participación femenina. La obligaban a jugar con mujeres. Se le vino el mundo abajo. “Entiendo que se diferencie por género porque los hombres generalmente tienen mayor capacidad física que las mujeres. Pero es momento que se piense en las mujeres que se salen de la norma. Significaría una forma de crecer como deportistas y como personas”. Después de que la Primera Liga de Desarrollo (PDL) desestimara su reclamo, Labbé decidió tomar acciones legales.

Hoy no tuvo mucha participación en la victoria de Canadá 2-0 contra Nueva Zelanda. Los goles de Jessie Fleming y Nichelle Prince hicieron que su selección clasifique por tercera vez a los octavos de final de un Mundial. Las canucks pueden atacar con tranquilidad, porque saben que tienen una garantía en el arco propio. Stephanie Labbé ya acumula 630 minutos con la valla invicta representando a su país. La última vez que la superaron fue en la final del Premundial de la Concacaf el 17 de octubre de 2018 en la derrota 2-0 contra Estados Unidos.  

Desde que su reclamo se hizo público, muchos padres se comunican con ella para contarle que sus hijas quieren entrenar en equipos masculinos. “Mi lucha ya no es por mí, ahora es por ellas”, dice. Margaret Atwood, novelista canadiense que escribió El cuento de la criada, sentencia : “Todavía consideramos a un hombre poderoso como un líder nato y a una mujer poderosa como un anomalía”.    

De romper objetos en la casa, a romper un récord en el Mundial

Por Fabrizio Ramos

Vivianne Miedema está en su habitación del hotel, en el que descansa el seleccionado holandés en Valenciennes, viendo un partido de fútbol. Realmente, dice, su televisión sólo conoce el tono verde porque se enciende para mirar cualquier encuentro que estén transmitiendo y nada más. Ese fanatismo por la pelota comenzó en los partidos que jugaba su papá y no necesariamente observando el juego, sino jugando a un costado de la cancha. Así pasaba aquellas tardes.

Pero la cosa no terminaba del lado de afuera de la línea lateral. En su casa todo era un caos porque vivía pateando la pelota contra todos los objetos cercanos al piso. Apenas podía caminar y le pegaba a cualquier cosa que estaba a su alcance.

A los cuatro años comenzó a jugar en un club de Hoogenven, ciudad donde nació, y el primer recuerdo que tiene con la pelota es rodeada de otros niños. Era superior a cualquiera de su edad allí, por lo tanto, debió cambiarse de equipo para poder disputar un torneo de mayor categoría. “A los 12 años pasé al VV de Weide y nos enfrentamos al FC Groningen, un club de primera división. Ganamos 7 a 5 y anoté los siete goles. Varios de esos chicos de Groningen jugaban muy bien, incluso algunos llegaron a jugar en la Eredivisie -máximo campeonato holandés- o en el equipo nacional. Ese partido fue muy importante para mí”, recuerda Miedema en una entrevista para la web oficial del Arsenal de Inglaterra. En aquel partido participó Richairo Zivkovic, quién llegó a jugar en Ajax y en la actualidad es futbolista del Changchun Yatai, club de la primera división de China, y Juninho Bacuna, jugador del Huddersfield inglés e integrante de la Selección Naranja Sub21.

Dos años después dejó de ser parte de la liga juvenil masculina y pasó a la primera categoría del fútbol femenino. Allí, no solo compartió equipo con jugadoras que tenían 30 años o más, sino que firmó su primer contrato con el Heerenveen. En realidad, sus padres, porque aún era menor de edad.

La vida de Miedema va más rápido que la de cualquier chico o chica de 22 años. Pero, aunque ya juega y piensa como una jugadora con más experiencia, sigue siendo una juvenil que extraña los partidos de su infancia porque allí solía desenvolverse con mayor libertad. No tenía presiones, se divertía y podía hacer lo que a ella le parecía. “Siento que ya tengo 40 años, extraño agarrar la pelota y gambetear por toda la cancha hasta conseguir el gol”, confiesa la máxima goleadora de la Women’s Super League, primera división femenina del fútbol inglés.

En su última campaña con Arsenal demostró todo su potencial, ya que terminó con 39 goles en 46 partidos contando todas las competiciones. Eso ayudó en forma considerable para que las Gunners logren el título de liga y sea galardonada con el premio a Mejor Jugadora del Año Femenina en el país británico. Una distinción plenamente holandesa, debido a que el defensor central del Liverpool, Virgil van Dijk, recibió el premio masculino.

A un mes de cumplir los 23 años y con 77 partidos disputados con la camiseta de Holanda luego del encuentro ante Camerún, alcanzó los 60 goles, superó por uno a Manom Melis, y se convirtió en la máxima goleadora en la historia del seleccionado. La curiosidad es que ser delantera fue toda una casualidad, aunque contaba con muchas cualidades. Su posición siempre había sido de volante ofensiva, organizaba el juego y llegaba al área. Así marcó muchos goles. Miedema terminó jugando de centrodelantera porque el equipo nacional no contaba con jugadoras en esa posición y hoy su apellido está en lo más alto de la tabla de máximas anotadoras holandesas de todos los tiempos. De romper cada cosa que estaba a su alcance en aquella casa de Hoogenven, a romper un récord de selección en el Mundial de Francia.

Brasil se quedó con el primer partido de la Copa América

Por: Santiago Feldman

Brasil continuó con su supremacía sobre Bolivia ganándole en todas las oportunidades que se enfrentaron en territorio brasileño y con el VAR como protagonista, arrancó su camino en la Copa América con el pie derecho y pudo quedarse con la victoria en un partido que al principio parecía complicado.

Durante el primer tiempo los pentacampeones fueron amplios dominadores del juego pero ante la falta de eficacia en el último pase, no lograron inquietar al arquero Lampe y el punto era algo que le servía a los dirigidos por Queiroz, que en la previa se creía inferior. Cuando el árbitro Pitana finalizó la primera mitad, el público despidió al equipo con silbidos.

Ante un estadio demasiado exigente en la noche paulista y con el VAR usado correctamente por el árbrito argentino, en el segundo tiempo el conjunto dirigido por Tité abrió el marcador con un gol de Coutinho de penal, que rápidamente anotó su doblete y puso el partido 2-0. Ya con más espacios, Everton sentenció el partido con un golazo desde afuera del área y sin mayores inconvenientes, se quedaron con los tres puntos del debut.

Brasil fue campeón las cuatro veces que hizo de anfitrión del torneo y en esta edición buscará seguir con su racha positiva y revertir la imagen que dejó en: el último Mundial,fue eliminado en los cuartos de final frente a Bélgica, y en la última Copa América en Estados Unidos, quedó afuera en la fase de grupos.

Polvorita

Por Joaquín Méndez

 -Mirá papá, te tengo que contar una cosa.

-Entre hombres estamos, hablá sin miedo.

-No te puedo decir cuanto me gusta estar con vos, pero el jardín zoológico, me aburre.

Andresito mira a su padre con timidez, las pupilas de sus ojos decaen. Pelo corto, con flequillo al costado. Lleva puesto pantalón corto, pequeño detalle que explica el rol social que ocupa. Todavía no tiene edad suficiente para vestirlos. Aquella construcción, definía a todo o a la nada misma. Usarlos, atribuía nuevas legitimidades y obligaciones. Obligaciones que cumple el hombre alto y de bigotes, que tiene a su lado en el banco. No esperaba, lo que este pequeño, estaba a punto de revelar.

-A mi lo que me gusta es el fóbal. ¡Todo lo que no sea fóbal, no me parece ningún divertimento!

-A mi también me gusta el fóbal. He jugado mucho de muchacho.

La mirada del joven se descontrola, se inclina hacia el padre con vehemencia.

-¿De qué jugabas papá?

-De wing izquierdo y era bastante discreto.

-¡Yo soy arquero!

-Ajá. Siempre he admirado a los arqueros, hay que tener un corazón a toda prueba.

-Me gusta que lo digas, papá. Hay alguna gentuza que se cree que cualquier croto puede ser arquero.

-La gente que no sabe. El arquero debe unir a su coraje heroico, una serenidad superior a la de cualquier otro hombre, una vista privilegiada y una serie de virtudes, en fín, que me maravilla ver reunidas en una persona.

-¡Gracias, papá!

Polvorita, como le dicen a Andrés, siente un alivio impresionante. Una brisa de paz recorre sus vasos sanguíneos hasta llegar al corazón. Esa aprobación de su padre, lo es todo, es el fóbal. Si el jugador argentino conocido como wing, caracterizado por su velocidad y gambeta, construyó su identidad en los inicios del fóbal, todos los arqueros elaboraron la propia a partir de este muchacho con sueños de atrapar la pelota de trapo. Dicha escena, proviene del cine argentino. La película se llamaba el Hijo de la Calle, dirigida por Leopoldo Torres Ríos en 1949 y cuenta la historia de Andresito, un niño que se educa en la calle vendiendo diarios para ayudar a su mamá, cuya pasión es atajar en el potrero, mejor dicho, en la vida.

Andrés tiene ascendencia italiana y posee un carácter particular, tiende a enojarse rápidamente. Un poco por su débil tolerancia y otro poco más, por sus vivencias en la gran ciudad -que se combina con la ausencia de su padre durante gran parte de su niñez- el mundo urbano le adjudicó experiencias tempranas para su edad.  Nadie pasará por encima de él, no importa si es alguien mayor, en edad o en físico. Los problemas los resuelve a su manera, siempre. Siempre es algo cotidiano, de todos los días, ante un chiste o una pregunta chismosa, Polvorita explota. Le hace honor a su apodo.

Pero, ¿qué diferencia hay entre Polvorita y algunos niños, adolescentes de la actualidad? Aquellos, que juegan en las inferiores de un club para poder algún día ayudar a su familia económicamente como lo hacía él. Vender en un transporte público, hacer algunas changas y si hay partidos por plata en un potrero, mejor. ¿Qué genera más adrenalina que jugar al fóbal en el barrio? Encima, si colaboran con los suyos con unos mangos, ¿sabés qué?

La ausencia de los padres es determinante en la vida de estos niños. Suelen desarrollar un sistema defensivo en su interior, que responde  con violencia a cualquier situación a la que no están acostumbrados. Esa contención, que no tienen, les crea supuestos sobre lo que no conocen. Eso sí, si les hablas de fóbal, sus caras cambian radicalmente. ¿Y si atajan? Pfff, no te das una idea, porque no sólo que atajan una barbaridad, juegan bien con la redonda bajo la suela.

Soberbios con el balón, no se les mueve un pelo por gambetear a centímetros de su arco a un rival. Belleza absoluta. La pelota pasa por detrás de su pie izquierdo y el nueve queda pintado junto a la red, abrazados como si fueran uno.

-¡Liiiindaaaa, nene!

Los que observan el partido emiten un murmullo.

-Este sí que juega, sabe de esto- comenta un hombre alto, mientras peina sus canas.

El arquero le entrega la pelota al tres, que está ahí porque es muy aguerrido. Tan aguerrido es que, ni bien la recibió, metió un pelotazo que salió de la cancha. Gran equivocación del defensor. Flor de puteada se llevó del portero.

-Acá se juega al fútbol, papá. No la tires más.

No parece tener 13 años el Mati. Así lo llaman los parientes, que lo reclutan cada vez que hay un partido con dinero de por medio.

En la película, Andresito fue partícipe de una situación similar. Insultó a uno de los suyos, porque tiró la pelota a las vías, por no jugarla al pie. En fín, por no jugar al fóbal. ¿Qué es jugar al fóbal? No lo sabemos estrictamente, ya que es el nombre del deporte. O quizás, el argentino tiene su propia manera de expresarlo, digo expresar y lo argumento, porque nadie me puede decir que Diego Maradona, ese chico de potrero, no es arte y el arte, como todo lo que es lindo, cuenta y expresa.

¿Qué importante contar no? Le pregunto a usted. Sí. ¿Qué lindo cuando tenemos algo para compartir con alguien no? Yo no sé, si era mejor el Mati o Polvorita. Eso no interesa. Ni siquiera comparar esa época, con la nuestra. Quién jugaba mejor no es lo relevante, no desapareció ese jugador argentino, que enloquece las tribunas. De hecho, mientras existan películas como El Hijo de la Calle, o haya historias como las de Polvorita o partidos en los que ataje el Mati, que nos dejen algo y que nos cuestionen aunque sea un poco la existencia, todo tendrá un poco más de sentido. Y si no encontramos ese valor, ahí estarán ellos, atajando los penales que la vida nos cobra a veces, por más injustos que sean. Eso sí, El Mati y Polvorita, siempre estarán allí, en el barrio, en el potrero, donde el fóbal lo es todo. Y si hay fóbal, habrá arqueros como Polvorita y El Mati, para rato.

 

 

 

Desirée Ellis, la pionera del futbol sudafricano

Foto: fifa.com

Por Juan Peyret

Estrella: Astro o cuerpo que brilla con luz propia. En el ámbito deportivo, se suele denominar de esta manera a grandes jugadores por sus rendimientos, anotaciones, récords, distinciones o simplemente se los llama así por aparecer constantemente en los medios masivos de comunicación (lo cual es necesario para que una sociedad determinada te vea como tal). Pero, las verdaderas estrellas son las que, más allá de sus logros profesionales (o no), nos dejan una enseñanza en la vida a través de la superación o hechos únicos.

La Selección Sudafricana de Fútbol Femenino consiguió poder disputar, por primera vez en su historia, un mundial, Francia 2019. Podemos mencionar a las 2 referentes del equipo y tildarlas como stars: Ole Futuludilu, que juega en el Málaga FC y es la única del equipo en jugar en Europa o la capitana Janine Van Wyk, quien tiene el récord de ser la futbolista con la mayor cantidad de partidos disputados para su país (más de 150 apariciones). Pero alguien de esta delegación no está siendo tan reconocida por las pantallas del mundo.

Esta persona corrió contra esa corriente social que decía que “el fútbol no es para mujeres” en los años 70, pleno período del Apartheid y del Movimiento de Conciencia Negra. De muy pequeña, Ellis jugaba con los chicos porque en ese momento no había un club donde las mujeres practicaran este deporte.

En 1976, comenzó a jugar a nivel clubes como mediocampista, con el Athlone Celtic, con el que jugó por 7 años, y cerró su carrera en el Spurs Ladies de Ciudad del Cabo, luego de haber pasado por otras 3 instituciones.

En su época como jugadora, como el fútbol femenino no estaba profesionalizado, al punto de que no existía una selección que representara a su nación en campeonatos internacionales, tuvo varios trabajos ocasionales. Un día de 1993 se realizaron unas pruebas para conformar un equipo femenino y ella, a pesar de sus 30 años, no dudo en anotarse. En ese momento, trabajaba en una carnicería. Finalmente, quedó seleccionada para jugar en aquel plantel fundador, pero al llegar a Ciudad del Cabo recibió la mala noticia de que la habían despedido porque la acusaron de fugarse.

A pesar de haber sufrido las consecuencias, Ellis siguió para adelante y no solo jugó el primer amistoso siendo capitana contra Suazilandia en Johannesburgo el 30 de marzo de ese año, sino que también se dio el gusto anotar un hat-trick en ese encuentro que terminó 14-0.

Con la selección, participó en las eliminatorias del mundial de Suecia 1995 y de la Copa Africana de Naciones femeninas en el 2000 que se hicieron en Sudáfrica. Se retiró en 2002, siendo capitana durante todo su trayecto y su vida retornó a la búsqueda de trabajos ocasionales. Ellis estuvo en la televisión como comentarista de fútbol, fue embajadora de la Copa Mundial de la FIFA 2010 y también trabajó en Gallo Images como editora de imágenes. Desde 2006 hasta 2014 fue DT del equipo en el cual dejó de ser futbolista, el Spurs Ladies.

Recibió el llamado para ser entrenadora interina por 18 meses de las Banyana Banyana hasta que, finalmente, se le otorgó el puesto y llevó, poco a poco, a Sudáfrica al Mundial de este año.

Esta historia de una estrella llamada Desirée, es una las tantas sobre perseverancia y superación que las personas pueden encontrar en las deportistas. Es una de las varias historias espectaculares, que uno puede escuchar, leer o sentir en los mundiales femeninos.

Correa, la de los guantes de oro

Foto; fifa.com

Por Juan Pablo Manera

La figura de la Selección Argentina en el partido frente a Inglaterra, más allá del resultado adverso, estuvo parada debajo de los tres palos. La palabra “parada” suena muy estática, ya que, en realidad, fue todo lo contrario. Vanina Correa, la segunda jugadora más longeva de la lista detrás de Mariela Coronel, se encargó de tapar todas las pelotas que le llegaron desde el campo contrario y se convirtió en la estrella de la tarde, a lo que le sumó un penal atajado a Nikita Parris promediando el primer tiempo, situación que desató el festejo de todas sus compañeras.

Las Leonas dominaron el juego gran parte del encuentro, pero solo en una ocasión lograron derribar a la muralla humana de Correa, quien fue elegida como la MVP del partido. La segunda presentación del combinado nacional en la Copa del Mundo fue derrota 1-0. No obstante, una victoria ante Escocia significaría prácticamente la clasificación a octavos de final.

La historia de la arquera de 35 años es un tanto particular. Debutó en Primera División en el año 2000 con la camiseta de Rosario Central. Pasó por clubes como Boca, Banfield y Renato Cesarini, pero en 2014 tomó una decisión que cambiaría su vida. Optó por dejar a un costado el fútbol para ser madre, y lo fue, por duplicado. Romeo y Luna, mellizos, son los dos soles que ahora alumbran su vida. Sin embargo, en 2017 se cruzó con una persona que la hizo cambiar de opinión para volver a calzarse los guantes: “Estaba retirada del fútbol totalmente, no pensaba volver. Arranqué a jugar con amigas, fuimos a un torneo a Mar del Plata y me crucé con Carlos (Borrello, el director técnico de la Selección), que me dijo: ‘¿podemos hablar?’”. El entrenador le comunicó que ella estaba en la lista para la próxima convocatoria. Al principio, Correa se negó, justificando su decisión con sus hijos. Sin embargo, la arquera terminó cediendo y volvió a ponerse la celeste y blanca.

Con la Selección, disputó las Copas del Mundo del 2003 y 2007, por lo que es una de las pocas jugadoras que fueron partícipes de todos los Mundiales a los que clasificó la Albiceleste. Ganó la Copa América del 2006, integró el equipo que compitió en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 y obtuvo el tercer lugar en el certamen continental del año pasado, resultado que clasificó al conjunto nacional al corriente Mundial de Francia. La Argentina está en buenas manos, o, mejor dicho, en buenos guantes.

No hay otras culpables

Por Maximiliano Das

A instancias del VAR, la árbitra neozelandesa Anna-Marie Keighley, sancionó un penal a favor de Italia sin haber transcurrido los primeros diez minutos de juego. El cobro fue correcto y la delantera Cristiana Girelli se encargó de patearlo mientras que, Sydney Schneider hizo el esfuerzo de atajarlo.

Inmediatamente, las jamaicanas se abalanzaron sobre su arquera que les mandaba a que organicen la defensa ya que se avecinaba un córner mientras la jueza escuchaba en su auricular que la portera caribeña se había adelantado. Y, efectivamente, lo había hecho, pero era mínimo. De aquellos que nunca se cobran. Keighley obedeció a sus pares de la cabina de revisión y señaló que se patee nuevamente el tiro penal, el cual, esta vez, Girelli no desaprovechó.

Pero las Reggae Girlz perdieron 5 a 0 y la referí fue la menos culpable.

Las responsables, si se quiere buscar alguna, fueron las mismas jamaicanas. Y Girelli, claro. La diez italiana tuvo su gran tarde mundialista, aquella que esperaba tener ante Australia y Bonansea le quitó la corona. Más allá de sus goles, que fueron tres, la delantera de la Juventus no dejó tranquilas a las centrales caribeñas en ninguno de los 72 minutos que estuvo en cancha.

Aurora Galli, que entró desde el banco promediando el final del partido, se encargó de cerrar la goleada. Primero con un disparo que penetró la red en el ángulo superior derecho de la arquera. Después, quedó mano a mano con Schneider, la esquivó y marcó con el arco a su merced.

Por lo que fueron las mismas Reggae Girlz las mayores responsables. Su orden defensivo, aquel del que Italia algo sabe, fue el principal causante de tres caídas de su valla, porque más que orden fue desorden. De pelota parada solo hubo un gol, pero, además, sufrieron todos los centros de la Azzure, quienes, ni lentas ni perezosas, advirtieron esa falencia y la explotaron todo lo que pudieron.

Entretanto, los ataques del seleccionado jamaicano fueron, por demás, frenéticos. Tanto que no les permitía siquiera a las mediocampistas sumarse a las acciones, lo que dejaba a las delanteras siempre en inferioridad numérica con respecto a la defensa italiana.

Las realidades son alternas: la Azzurre está más que cerca de su primera clasificación a la segunda instancia en un Mundial desde el primero de los organizados por FIFA, en 1991, mientras que las Reggae Girlz, dependerán de que se den muchos resultados para lograr su clasificación a octavos como una de las cuatro mejores terceras selecciones.

La historia de la camiseta de Japón

Por: Joaquín Grasso 

“Japón hace historia”, tituló en su tapa el diario Asashi Shimbun el 14 de junio de 1998. Era su debut en un Campeonato Mundial de Fútbol. El puntapié en 16 ediciones. Sobre tierras francesas, las que no llegaron a pisar para la Copa de 1938 por culpa de las balas y la sangre derramada en la segunda guerra sino-japonesa.

Abrazados en el mediocampo del Stade de Tolouse, los 11 elegidos por el entrenador Takeshi Okada entonaron a todo pulmón el Kimigayo, su himno nacional, ante los ojos expectantes de su país y el mundo entero. Los suyos, en cambio, se situaron en su bandera, flameante sol naciente, que llamativamente poco combinaba con su vestimenta de estreno.

¿Por qué otra vez azul? Porque es el mejor color para que nuestra bandera se distinga con nitidez sobre la camiseta”, afirmó desde la comodidad del palco Saburo Kawabuchi, por ese entonces presidente de la Asociación de Fútbol de Japón, ante la consulta de los presentes por el peculiar ropaje de los nipones. Tras vagar por la orilla clasificatoria en las copas anteriores y en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, los directivos decidieron relegar el rojo como tinte oficial del equipo y retornar al añil violáceo de antaño que alguna que otra alegría ha dado.

Más allá de la desobediencia a los colores patrios, el hincha acogió el nuevo modelo casi sin reproches. “Ese rojo estaba maldito”, aseguró un seguidor tokiota frente a las cámaras de Fuji TV en la previa del duelo ante Croacia por la segunda fecha de la competencia. Sin embargo, el cambio sirvió también para diferenciarse de Corea de Sur y China, las otras referencias regionales, ambas coloradas.

En la mitología japonesa, el azul representa la vitalidad y la juventud. La elección de éste no se justifica solo por el significado asumido en la cultura local, sino que se configura como la continuación de una elección estilística precisa que hunde sus raíces desde hace medio milenio.

La gradación para engalanar el uniforme es conocida como kachi-iro; y cuentan las viejas y sabias lenguas orientales que en el período Sengoku, los samuráis –apodo con el que se conoce al conjunto insular- tenían predilección y se vestían con ese color ya que la pronunciación del término “kachi” suena fonéticamente igual que la palabra “victoria”, envolviendo al azul en un aura de buenos augurios y fortaleza en el campo de batalla.

Otras lenguas asienten que la elección del color es, sin duda, por una semejanza con las prendas del equipo de la Universidad Imperial de Tokio: año 1930 y en la capital se celebraba la novena edición de los Juegos del Lejano Oriente (antepasado directo de los actuales Juegos Asiáticos). Como Japón no tenía un equipo definido, sus representantes fueron los alumnos de aquella institución, uniformados de azul. Fue estreno y victoria para los locales. Aquel buen paso sirvió como señal del destino para mantener el pigmento y lucirlo en las apariciones posteriores. Y así fue hasta el paréntesis en el que el rojo dejó de ser el sol naciente de la bandera para convertirse, por un tiempo, en el color oficial japonés.

Sin avenencias, sin únicas respuestas, la elección del azul seguirá siendo una incógnita. La única certeza es que los años siguen su curso natural y el kachi-iro se mantiene vigente, sobreviviendo al arribo de las marcas deportivas que ponen sobre la mesa contratos con innumerables ceros para impregnar el poliéster con colores extravagantes. “El azul se queda”, respondió rotundamente Kozo Tashima, actual presidente de la JFA, ante el ofrecimiento millonario de Adidas por un “lavado de cara” para el seleccionado nipón. Los samuráis mantienen las bases y arriban a Brasil con las ideas más que claras: seguir ostentando un azul cargado de historia y tratar de pisar fuerte en el campo de batalla carioca, porque ellos no van de paseo.

Toronto Raptors: de Canadá, Estados Unidos y el mundo

Por: Iván Fradkin

Los Toronto Raptors se consagraron campeones de la NBA tras vencer en seis partidos y cortar la hegemonía de los Golden State Warriors, tres veces vencedores en las cuatro temporadas previas. La franquicia canadiense llegó a la liga en 1995 junto a los Vancouver Grizzlies, pero tras la partida de estos a Memphis en 2001, quedó como el único equipo externo a los Estados Unidos; el anillo conseguido representa el primero para una entidad en estas condiciones.

Los Raptors culminaron la temporada regular con un récord de 58 victorias y 24 derrotas, lo que le valió para ser el segundo mejor ubicado en toda la liga, solo por debajo de los Milwaukee Bucks. En la primera ronda de los playoffs derrotaron por 4 a 1 a los Brooklyn Nets. Luego, en semifinales de conferencia hicieron lo propio ante los Philadelphia 76ers, franquicia que eliminaron con un agónico tiro de Kawhi Leonard en el séptimo juego. Y para acceder a las finales doblegaron a los Bucks en seis juegos, a pesar de no contar con ventaja de localía y encontrarse con una desventaja de dos partidos a cero.

Así, los de Ontario llegaron a la primera final de su historia y de un conjunto canadiense. En esta ronda debían batirse a duelo con los Golden State Warriors, finalista los últimos cuatro años y campeones en tres de esas oportunidades. Los Warriors contaban con credenciales para llevar el lote de candidato, a partir de sus avasallante dominio contemporáneo y jugadores de la talla de Stephen Curry, Kevin Durant, Klay Thompson, Draymond Green y DeMarcus Cousins. Sin embargo, quienes jugaron sus últimos partidos en condición de local en el Oracle Arena, debieron enfrentar a unos poderosos Raptors y a un factor externo condicionante: las lesiones.

Un gran rendimiento de los Raptors, basado en una ferviente defensa exterior e interior, buenas actuaciones individuales y un equipo rival mermado por problemas físicos llevaron a los Raptors al primer anillo de un equipo extranjero. A pesar de ser de Canadá, y como es de esperar debido a estar en una liga yanqui, cuentan con vastos jugadores nacidos en Estados Unidos. No obstante, como la globalización y el talento repartido por el mundo no le escapan a la NBA, forman parte de la plantilla basquetbolistas nacidos en el resto del globo.

Propuesto el panorama, es menester realizar un relevamiento sobre los jugadores campeones de la National Basketball Association:

Kawhi Leonard seguramente sea el más conocido de todo el roster, tanto por su importancia en él -fue denominado el jugador más valioso de las Finales- como por el gratificante recuerdo que dejó en los San Antonio Spurs de Manu Ginóbili. Nació en Riverside, ciudad ubicada en el sur de California, donde tuvo que sobreponerse al asesinato de su padre, y repartió su etapa de High School entre dos institutos del mencionado estado: Canyon Springs de Moreno Valley y Martin Luther King de Riverside. Luego, ingresó a la Universidad Estatal de San Diego, y los buenos rendimientos que mostró en los dos años que duró su permanencia allí lo catapultaron a ser elegido en la decimoquinta ubicación del Draft de 2011 por los Indiana Pacers. Un traspaso inmediato lo llevó a los San Antonio Spurs, donde fue -entre otros galardones- campeón de la NBA, MVP de las Finales, jugador defensivo del año consecutivamente y dos veces seleccionado en el mejor quinteto de la liga. Durante la temporada 2017/18, en medio de lesiones, rumores y entredichos, solo jugó nueve partidos, y a mediados de 2018 se marchó a Toronto Raptors junto a Danny Green a cambio de Demar DeRozan, figura del equipo canadiense, Jakob Pöltl y un pick del Draft. En el presente curso promedió 26.6 puntos, 7.3 rebotes, 3.3 asistencias, 1.8 robos y 0.4 tapones, erigiendo como la figura indiscutida del equipo, números que incluso se acrecentaron durante la postemporada y la ronda final. El hecho de no tener redes sociales resume el perfil de un jugador atípico para la actualidad, que siempre busca escaparle a los flashes, entrevistas y apariciones públicas.

Pascal Siakam no solo fue una de las mayores revelaciones de la temporada, también se estableció como uno de los grandes valores de los Raptors. Su historia de superación es conmovedora. Nació en Douala, Camerún hace 25 años. Su madre era dueña de un negocio de venta y su padre, alcalde del municipio de Makénéné. Este soñaba con que alguno de sus hijos jugara en la NBA, algo que no le interesaba a Pascal, que se inclinaba más por el fútbol. Sus tres hermanos fueron a Estados Unidos a jugar baloncesto universitario, mientras que Pascal fue enviado al seminario, con el objetivo de convertirse en sacerdote. En 2011 fue a un Campus organizado por la NBA en Camerún, conoció al jugador local Luc Mbah a Moute y, por su buen rendimiento, fue invitado a uno organizado en Sudáfrica al año siguiente, donde se cruzó con los también profesionales Luol Deng y Serge Ibaka. Allí, volvió a impresionar y fue invitado para unirse a la God’s Academy de Lewisville, Texas. La difícil adaptación y su falta de habilidad las compensó con un arduo trabajo a la luz de sol y la luna, y recibió el llamado de la Universidad Estatal de Nuevo México. Tras una temporada en la que no jugó por lesiones y el fallecimiento de su padre, se propuso deslumbrar con el fin de llegar a la NBA. Dos años le bastaron para mostrar sus credenciales y, a pesar de las dudas realizados los entrenamientos previos al Draft de 2016, fue seleccionado en la vigesimoséptima colocación por los Toronto Raptors. Empezó de titular en el equipo, pero vaivenes lo llevaron a no ser considerado y jugar para el equipo filial de la franquicia, los Raptors 905, con quien fue campeón y mejor jugador de las Finales de la Liga de Desarrollo. Un efusivo entrenamiento lo llevó a mejorar considerablemente y ganarse un lugar de rol en la rotación durante la 17/18. Sin embargo, el salto definitivo que lo constituyó como una estrella de la NBA llegó en el presente curso, con 17 puntos, 7 rebotes y 3 asistencias en más de media hora por partido. Sus buenas actuaciones en la postemporada lo consolidaron como una de las figuras de los campeones y, sin lugar a dudas, a cumplir el sueño de su padre.

Kyle Lowry, base de 185 centímetros nacido en Philadelphia que pasó por el instituto Cardinal Dougherty y por la Universidad de Villanova, es el jugador de los Raptors que más lleva en la franquicia. Tras ser elegido por los Memphis Grizzlies en la 24° posición del Draft de 2006, pasó sin tanta gloria por los Grizzlies y los Houston Rockets. Su mejor versión se dio en los Raptors, donde está desde el 2012. Los mayores logros de Lowry son haber sido All Star las últimas cinco temporadas, haber formado parte del tercer equipo de la NBA en 2016 y el oro olímpico en Río de Janeiro. Con DeRozan constituyó un temible backcourt, pero la suerte en los playoffs no los ayudó y el destino los separó. La llegada de Leonard le hizo bajar su promedio de anotación, que llegó a ser de más de 22 tantos por encuentro, a 14, a costa de subir su media asistidora, que roza los 9 por noche. Además, el capitán del equipo y una de las caras más queridas de la historia de la franquicia, aporta más de un robo y casi cinco tableros por noche. A pesar de un comienzo dubitativo, durante esta postemporada se asentó y mostró su mejor nivel, con actuaciones determinantes a lo largo de las Finales.

Marc Gasol es otro de los jugadores que hacen de la franquicia canadiense una pequeña Torre de Babel. A pesar de ser más conocido por estos pagos por su rendimiento en la Selección Española junto a una gran camada y su hermano Pau, Marc desarrolló una gran carrera en la NBA. Nació hace 34 años en Barcelona, donde dio sus primeros pasos en el básquet. Cuando su hermano Pau llegó a la NBA, decidió incursionar en una instituto de Memphis, pero, a pesar de sus grandes resultados individuales y colectivos, tomó la decisión de retornar a España para debutar en la Liga ACB. Jugó entre 2003 y 2008 en Barcelona y en Girona, ambos equipos de Cataluña, y fue campeón y MVP de la liga, a la par de sus primeros logros como internacional de España. En el Draft de 2007 fue elegido en la 47° posición por Los Ángeles Lakers y traspasado a los Grizzlies en un paquete que incluyó a su hermano. Definitivamente superó las expectativas, hasta el punto de convertirse en tres veces All Star, jugador defensivo del año y parte del mejor equipo de la temporada. Tras más de diez años en Memphis, y a mitad del presente curso, fue traspasado a los Toronto Raptors, franquicia en la cual cuenta con un rol de menor protagonismo. Sus mayores logros en la Selección son un oro mundial y dos platas olímpicas. Marc y Pau se convirtieron en los primeros hermanos campeones de la liga estadounidense de básquet.

Serge Ibaka también tiene orígenes muy distantes del territorio norteamericano. Nació en el Congo en 1989, hijo de padre que representó a la Selección de la República del Congo y de madre que hizo lo propio con el combinado de la República Democrática del Congo; es el decimosexto de dieciocho hermanos. Sus inicios se dieron en clubes del Congo (Avenir du Raid e Interclub de Brazzaville), para luego recalar en el baloncesto español, más precisamente el catalán L’Hospitalet, Joventut y Manresa). Tras un paso por los dos primeros equipos de Barcelona, fue elegido por los Seattle Supersonics en la primera ronda (24°) del Draft de 2008, convirtiéndose en el primer congoleño en ser elegido. Siguió un año más en España, decidió representar al conjunto ibérico en el plano internacional y pasó a Oklahoma City Thunder, franquicia en la que se mantuvo por siete temporadas. Unos meses en Orlando le bastaron para pasar a los Raptors, donde volvió a ser muy importante y a destacar en su faceta principal: la defensa. Como en el caso de Siakam, Ibaka participa de campus en el continente africano. Además, tiene un canal de YouTube de cocina en el que invita a otros jugadores a participar y habla cuatro idiomas. Es uno de los jugadores africanos más influyentes e importantes de la historia del básquet y, sin dudas, uno de los que fue abriendo el camino para las siguientes generaciones.

Danny Green, oriundo de Nueva York, y Fred Van Vleet, proveniente de Illinois, escolta y base respectivamente, también tuvieron un papel importante a lo largo de las Finales. Danny, escolta titular, fue a la universidad en Carolina del Norte, lo eligieron en la segunda ronda del Draft los Cleveland Cavaliers y pasó casi toda su carrera en los San Antonio Spurs, donde fue campeón junto a Manu Ginóbili y Kawhi Leonard; este año, pasó a Toronto en el intercambio que tuvo a Kawhi como pieza central. Van Vleet asistió a la Universidad Estatal de Wichita, e incluso tuvo que transitar un camino más sinuoso, ya que no fue elegido en el Draft; se ganó su lugar en el roster de los Raptors debido a su participación en las ligas de verano, y ya disputó tres temporadas en la entidad canadiense, en las que constantemente se vio incrementada su participación, llegando a cosechar un voto para la elección del MVP de las Finales.

A pesar de que los jugadores mencionados fueron los que tuvieron vital participación en los playoffs en general y en las Finales en particular, otros extranjeros formaron parte de la plantilla. Jeremy Lin, quizás el más conocido de ellos, nació en Estados Unidos, pero sus padres nacieron en Taiwán, de donde emigraron en la década de 1970. Se crió en California, donde asistió al instituto. Luego, ante poca variedad de ofertas, tomó la decisión de asistir a Harvard, universidad de la que se graduó en Económicas, con promedios muy altos. Lin, que acusó prejuicios raciales en cuanto a la oferta académica y profesional, tampoco fue seleccionado en el Draft; tras la liga de verano, los Golden State Warriors lo ficharon. Tras una temporada, pasó a los New York Knicks, donde mostró su mejor versión y tomó una importante trascendencia baloncestística y mediática. Luego, asentándose más o menos, pasó por los Rockets, Lakers, Hornets, Nets, Hawks y Raptors, donde arribó en febrero de 2019 y cumplió un papel de cierta importancia en la temporada regular, pero que fue disminuyendo a lo largo de la postemporada. OG Anunoby nació en Londres, Inglaterra, pero sus orígenes son nigerianos. Desde pequeño vivió en Estados Unidos, más precisamente en Misuri, donde acudió al instituto, y en Indiana, lugar de la universidad a la que asistió. Los Raptors lo seleccionaron en la vigesimotercera posición del Draft de 2017, y ya completó dos temporadas en Canadá, donde se ganó un lugar, a pesar de no haber disputado ni un minuto en estos playoffs, en parte debido a una lesión. Chris Boucher es el único representante canadiense del equipo, a pesar de que su nacimiento se dio en Castries, Santa Lucía, un pequeño estado insular ubicado en el Mar Caribe. Pequeño se mudó con su familia a Montreal, ciudad ubicada en la provincia de Quebec, dejó el colegio, empezó a trabajar como cocinero y no fue hasta los diecinueve años, debido a un torneo de básquet, que se introdujo en el deporte de la pelota naranja. Después de realizar instituto y universidad en los Estados Unidos, fichó con los Golden State Warriors, donde solo disputó un minuto, y retornó a Canadá en el presente curso, donde tampoco tuvo un rol muy central, a pesar de haber disputado más partidos y minutos, incluso algunos a lo largo de las Finales. La peculiaridad es que salió campeón las dos temporadas que lleva de profesional, una en los Warriors y la actual en los Raptors.

Norman Powell, Jordan Lloyd, Patrick McCaw, Malcolm Miller, Jodie Meeks y Eric Moreland completan la plantilla campeona de la NBA. Malachi Richardson, Greg Monroe, Jonas Valančiūnas, figura de la Selección de Lituania y parte de la franquicia desde 2012 hasta 2019, Delon Wright y CJ Miles, a pesar de no haberse consagrado, también pasaron por la plantilla canadiense en algún punto de la temporada. Nick Nurse, que dirigirá a la Selección canadiense durante el próximo Mundial, fue el entrenador de los Raptors en la 2018/19, la que fue su primera experiencia como cabeza de grupo. Parte de su cuerpo técnico provino de Italia (Sergio Scariolo, multicampeón con el equipo nacional español), del Congo (Patrick Mutombo) y de Escocia (Alex McKechnie, nacionalizado canadiense, que en su función ganó seis anillos de la NBA y una Copa de Oro de fútbol).

Con este plantel mundial, un equipo canadiense tocó la puerta y dio la noticia en la cara de uno de los mayores tesoros estadounidenses, el básquet. Su básquet. Su NBA. Lo inesperado hace unos años, después de décadas de intentos, sucedió. ¿Y por qué no una franquicia en México?

Japón volvió a sonreír

Por Santiago Carrodeguas

Las Nadeshiko Japan vencieron 2 a 1 a las escocesas mostrando un fútbol vistoso y de posesión. Escocia se arriesgó a jugar igual que su rival pero no fue eficiente en ninguna de las áreas, aunque pudo descontar la ventaja al final.

Estaba claro que el partido ante Argentina no había sido la mejor versión de Japón, que ejecutó una presión asfixiante desde el primer minuto y atacó con gran peligro por las bandas, sobre todo la izquierda, y lastimó mucho a Escocia. En un partido igualado hasta ese momento, las Niponas aprovecharon a los 23 minutos un rechace defectuoso de la capitana Rachel Corsie y una respuesta floja de la arquera Lee Alexander le permitió a Mana Iwabuchi, quien había sido suplente en el debut, abrir el marcador.

A partir de ahí, Japón tuvo el control absoluto y Escocia se arriesgó aún más en la ofensiva. Esa reacción quedaría en el olvido cuando Rachel Corsie, la misma del rechace defectuoso en el primer gol, tomó de la camiseta a Risa Shimizu y le cometió penal. Yuika Sugasawa se encargó de penalizar el error y estirar la ventaja desde los 12 pasos.

Luego del entretiempo, Escocia cambió el planteamiento y dejó que Japón tuviera la posesión, aunque no por eso dejó de presionar. El objetivo era sorprender a las de Asako Takakura en algún contraataque. Tampoco funcionó. Japón pasaba de atacar a defender en pocos segundos y no dejó huecos. Ya a la desesperada, el conjunto de Shelley Kerr intentó cargar el área Nipona con centros para aprovechar su ventaja en las alturas. Pudo descontar al final del partido, pero eso no impidió la derrota por la mínima.

En su primera experiencia en una Copa del Mundo, Escocia le ha jugado de igual a igual a dos potencias. Sin embargo, todavía no ha sumado y necesita vencer por muchos goles a Argentina para soñar con el pase a la siguiente ronda.