sábado, diciembre 7, 2024

Corazón de bronce

Por André Ribles y Franco Caruso

Es una mañana de frío en Buenos Aires, de esas típicas de otoño en las que no se sienten las manos y el sol apenas calienta. Por suerte dentro del bufet de la sede ‘La Boya’ del Club Atlético San Isidro está más cálido. Son cerca de las 9:30 de la mañana y Martín Gaitán, ex jugador y actual entrenador de backs de Los Pumas, se encuentra trabajando en la preparación del equipo junto a Juan Passano, encargado de la logística, y a Rodrigo Martínez, el analista de video. En la mesa hay un mate y una caja de alfajores Havanna, los cuales nos ofrecieron ni bien llegamos. Después de un par de chistes –que abundaron en los 40 minutos que duró la charla-, Martín nos pregunta, en voz baja y mostrando su humildad, qué queremos saber ya que él no tiene nada interesante para contar. “¡¿Casi te morís y no tenés nada interesante para contar?!, exclama entre risas Martínez. 

Tras un partido preparatorio de cara al Mundial de Francia 2007, Gaitán sufrió un dolor en el pecho producto de un problema cardíaco por el que tuvo que ser intervenido quirúrgicamente y que lo terminaría marginando de la competición y el rugby, ya que no podría volver a jugar. “En ese momento no me afectó, lo único que me importaba era estar bien y que no me quedaran secuelas”, confiesa el ex Puma. Durante el momento más duro de su carrera reveló dos de las cualidades que lo caracterizan: la positividad y la alegría. Si hay otra cosa que lo describe es sin dudas su fortaleza mental. De un día para el otro, Martín pasó de ser una pieza importante del equipo de Marcelo Loffreda a ver desde afuera cómo sus compañeros quedaban en la historia del rugby argentino al lograr, por primera vez, el tercer puesto en el Mundial. Sin embargo nunca dejó que eso lo afectara y se enfocó en su futuro.

Hoy, 12 años después, se siente agradecido por cómo se dieron las cosas y no recuerda con rencor lo sucedido. “Esa noche que pasé en el hospital se murieron tres personas al lado mío, yo decía la próxima pega en el palo y entra”, comenta entre risas para descomprimir un poco lo seria que se empieza a hacer la charla, en la cual casi no dejó de sonreír o tirar chistes. Es que detrás de ese rugbier que se golpeaba en la cancha se esconde una persona sencilla, alegre y con un corazón enorme, que de tan grande que era, le jugó una mala pasada.

Más notas