lunes, diciembre 23, 2024
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Caer para levantarse

Por Iván Lorenz

“¿Voy a volver a jugar?”, se preguntó Hayley Raso. “¿Voy a volver a caminar?”, se preguntó nuevamente la extremo australiana segundos después. Le preguntaron si podía mover las piernas. Si podía sentir los dedos. Nada. El dolor y el miedo la mantenían inmóvil. La delantera del Portland Thorns acababa de fracturarse tres vértebras por ir a cabecear una pelota. La rodilla de la arquera la impactó y el golpe fue contundente. El mes de agosto en 2018, la vida de Ribbons, apodo que se ganó por las cintitas que usa para atarse el pelo, cambió para siempre.

Un mes en el hospital y cinco más aprendiendo a caminar.  Días después volvió a jugar al fútbol con Australia e hizo un gol en la Copa de las Naciones contra Nueva Zelanda. Cuatro meses más y apareció en la lista de convocadas a Francia 2019. Su perfil de luchadora, resiliente y valiente, se convirtió en una verdad absoluta. Se habló del milagro. Hayley Raso le cuenta al mundo cada vez que juega que lo hizo. Que ganó un partido dificilísimo.

El fútbol la alejó y el fútbol la trajo de vuelta. En el Mundial de Canadá 2015 no entró en ningún partido. En Francia disputó 69 minutos contra Italia, entró a los 72 para remontar el encuentro contra Brasil y volvió a ingresar a los 63 para pasear un rato contra Jamaica. El Mundial, el deseo por jugar a la pelota, hicieron que las ganas de recuperarse y volver, fuesen más fuerte que aquel rodillazo.

Sí, volvió a jugar. Sí, volvió a caminar. Sí, volvió a correr. 73 minutos duró su actuación ante Noruega por los octavos de final del Mundial. Un partido en el que Australia tuvo que levantarse, como ella, después del gol de Isabell Herlovsen a los 31 del primer tiempo. Las Matildas resistieron los azotes nórdicos para responder con fuerza a los 83 del complemento: Elise Kellond-Knight anotó el primer gol olímpico en una Copa del Mundo Femenina.

Desde el banco, Raso grita y sonríe. Se siente a gusto en un equipo resiliente que no quiere dejar que Noruega les gane por primera vez en un Mundial. Se enfrentaron en dos ocasiones en fase de grupos. En China 2007, empataron 1-1. En Alemania 2011, fue victoria para Las Matildas por 2-1.

Faltaba poco para el cierre y a los 92 minutos, Caroline Graham Hansen, la figura del partido y la número 10 de Noruega, estrelló una pelota en el palo que recorrió la línea de meta y salió. En el banco Raso largó un suspiro, aliviada, pero firme, lista para seguir aguantando el asedio. Ya no quedaba nada.

Un esfuerzo más, un paso, dos, tres, cuatro y ya estaba caminando de vuelta, a tan solo medio año de la lesión. Fin del tiempo reglamentario en el Estadio de Niza, hay que ir al alargue. Ambos equipos en ronda, Raso escucha atenta. Australia escucha atenta. Noruega hace lo propio. Las piernas están cansadas, pero hay que seguir.

Raso hace una mueca, le duele. La árbitra alemana Riem Hussein expulsó a la australiana Alanna Kennedy, la tercera Matilda en ver la roja en un Mundial. No importa, hay que seguir, hay que aguantar, falta poco, otro paso más. A los 109, el golpe sonó fuertísimo. Boe Risa reventó una pelota en el travesaño. Los conocimientos de Hayley en técnicas de emergencias sanitarias, carrera que puso en pausa para dedicarse al fútbol, le hubiesen venido bien a varios de los más de 12 mil aficionados que estaban en el estadio. Un final dramático.

Pero está lejos, porque faltan otros 15. Graham Hansen estaba desatada, lo único que la paraba era la suerte, que no quería que la pelota entre en el rectángulo defendido por Lydia Williams. Australia aguantó y aguantó. Raso firme, con los ojos bien abiertos haciendo fuerza desde el banco, donde hace algunos meses ni siquiera soñaba con estar.

Pero está y le toca vivir la octava serie de penales en la historia de los Mundiales. Doce pasos, una cantidad que Raso sabe que es mucho. El sorteo indicó que arrancaba Noruega. Hansen, gol. Sam Kerr, la delantera más temible de Las Matildas, por arriba del travesaño. Guro Reiten no desperdició la oportunidad. Y Emily Gielnik le dio otra a la capitana Maren Mjelde. Gol, 3-0. Llegó el turno de Steph Catley. 3,2,1 y adentro. 3-1. Raso mira desde la mitad de cancha, sabe que es difícil, pero está lista para soñar y aguantar el golpe. Ingrid Engen estaba dispuesta a darlo. Pateó firme y la pelota se acurrucó en la red.

Noruega pasó sin ganarle a Australia y sigue soñando con repetir la hazaña de Suecia 1995. Las Matildas saludaron a lo lejos a los cuartos de final, la instancia más lejana a la que llegaron en un Mundial. Las de rojo festejan y las de amarillo lloran. Pero las oriundas del país continente están listas para aguantar el sacudón. Porque la tienen a Rasso, porque se tienen a ellas. Porque saben que en la vida como en el fútbol siempre se sufren embestidas, pero lo importante es estar listas para devolver el golpe. Entonces ven las cintitas en el pelo de Hayley Rasso y recuerdan: “La victoria reside en levantarse una y otra vez, porque fracasar es no intentarlo”.

La otra Copa

Por Federico Bajo

Existe una Copa América que no sale en la tapa de los diarios ni en la que se invierten horas y horas de transmisión. Participan países como Argentina, Chile y Paraguay, pero sus jugadores no son las figuras que brillan cada temporada en Europa, sino futbolistas que ni siquiera son profesionales. Es una competencia que hasta ahora tuvo una única edición. Se la conoce como Copa Americana de Pueblos Originarios porque la juegan indígenas y es el torneo de los desplazados del continente.

En 2015, por iniciativa del Ministerio de Deportes y el de Cultura de Chile, alentados por el ex jugador chileno, Elías Figueroa, se organizó en el país trasandino la también llamada Copa Indoamericana, que a su vez contó con apoyo de CONMEBOL, de la que participaron seleccionados conformados por aborígenes que representaron a ocho países: Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, México y los tres ya mencionados. El certamen se llevó a cabo entre el 16 y 25 de julio en las ciudades de Arica y Santiago, y el campeón fue el conjunto paraguayo que le ganó la final a Colombia por 1 a 0 con gol de Raúl Amarilla, máximo anotador del torneo con cinco tantos, que en aquel momento jugaba en el club 29 de Septiembre, equipo de la tercera división de Paraguay.

Para disputar el torneo, Argentina tuvo que armar un seleccionado desde cero. El Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) recibió la invitación del gobierno de Michelle Bachelet y comenzó la gestión. El Ministerio de Desarrollo Social se hizo cargo de la estadía y el exfutbolista Claudio Morresi, Secretario de Deportes de La Nación entre 2004 y 2014, fue el encargado de hacer el nexo con la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) que aportó el lugar para entrenar durante la preparación y además armó un cuerpo técnico que se hizo cargo del plantel.

Esteban Pogany, ex arquero de Independiente entre 1973-1975 y 1976-1980 y actual instructor de FIFA, fue el elegido como entrenador del plantel. “De AFA me preguntaron si podía conducir el grupo. Me entusiasmó mucho la idea y fue así como empezó”, reconoce el exfutbolista.

La preparación del seleccionado nacional comenzó dos meses antes del torneo. Durante la preselección, los jugadores, oriundos de distintas provincias, como Salta, Río Negro, Santa Fe y Chaco, viajaban a Buenos Aires en donde se quedaban en el predio de AFA en Ezeiza para entrenar 4 o 5 días y luego volvían a sus lugares de origen. La lista definitiva para disputar el certamen continental estuvo conformada por 18 integrantes de las comunidades Wichi, Mapuche, Qom, Iogi y Chané, pese a que en ese año el Estado contabilizaba 32 pueblos anotados en el Registro Nacional de Comunidades Indígenas. Hoy el número aumentó a 34 inscriptos.

Para Pogany haber participado en aquella Copa Americana fue algo sensacional: “La experiencia que les dejó a los chicos fue bárbara. Para muchos fue la primera posibilidad de jugar contra rivales de otros países, de convivir entre ellos, compartir los días que estuvimos juntos y entrenar como una selección. Vivieron muy de cerca lo que puede llegar a ser el fútbol profesional. Además, muchos se siguieron comunicando conmigo para que les diera material porque querían continuar dando clases de fútbol en sus localidades. A varios les otorgué libros y videos para que se pudieran manejar ya que al ser instructor de FIFA tengo la posibilidad de brindar esas cosas. Creo que la participación fue muy valiosa”.

Facundo Sánchez Pagano es argentino y hace cinco años que se desempeña como entrenador de juveniles en el Club Deportivo Independiente de Bogotá. También integra, desde 2015, el cuerpo técnico de la selección indígena de Colombia que comandan los ex jugadores profesionales Carlos Valderrama, una de las máximas figuras en la historia del fútbol colombiano, y John Jairo Díaz, quien se destacó como futbolista en Millonarios. Sobre el hecho de haber competido en la Copa Indoamericana, el argentino confiesa: “Fue una experiencia muy linda”.

Como colaborador de Valderrama y Díaz, Sánchez Pagano tuvo la función de ser veedor en un torneo que se organizó en Bogotá para llevar a cabo la elección de los jugadores. Uno de esos jóvenes seleccionados para disputar el certamen en Chile fue Luis Fernando Díaz, jugador de Junior de Barranquilla que a principios de año fue pretendido por River Plate y que actualmente integra del plantel que dirige Carlos Queiroz en la Copa América de Brasil 2019. “En aquel momento era un jugador muy veloz. Hoy ya es más ordenado y más táctico para jugar”, define Pagano a Díaz, quien nació en la comunidad aborigen de Wayuu. Aquel torneo le abrió las puertas del fútbol profesional al extremo de Junior ya que debido a su buen desempeño, Valderrama lo recomendó a los directivos del club de Barranquilla.

“Quizás –reflexiona el argentino- no se le da el reconocimiento que debe ser al pueblo indígena. La Copa Americana no tuvo demasiado enfoque periodístico ni difusión, entonces eso se pierde un poco”. El análisis de Pagano es certero. Según un estudio de la Defensoría del Público que monitoreó durante todo 2018 los noticieros argentinos, los Pueblos Originarios son la temática menos abordada con un promedio del 0,2 por ciento.

Aunque aún no está confirmado, puede que este año se dispute la segunda edición de esta Copa Americana en Brasil. Sin embargo, la presencia de Argentina es una incógnita. En 2017 se llevaron a cabo en Canadá los II World Indigenous Nations Games (WIN), los juegos mundiales para deportistas indígenas, en el que el conjunto de Paraguay, al igual que en el certamen americano, se consagró campeón. El seleccionado argentino de fútbol estuvo a punto de participar, pero finalmente no lo hizo porque, según manifestó el capitán de aquel equipo, Jorge López, perdieron todo tipo de apoyo. Desde el INAI, al ser consultados acerca del estado actual de este proyecto, nunca brindaron respuestas. “Sería bueno que alguien se ocupe y que se continúe con eso porque para todos los chicos era una experiencia única y el hecho de que Argentina, como país futbolero que es, no vaya, me parece un desperdicio”, asegura Pogany.

Puede resultar sorpresivo el hecho que los indígenas, de los que se desconocen muchas cosas, jueguen al fútbol y tengan su propio mundial. Pero este deporte, inventado por los ingleses, tiene un antecedente arcaico con los pueblos originarios. Algunos textos históricos afirman que los aborígenes practicaban diversos deportes, similares a los que se conocen en la actualidad. Un sacerdote español de las misiones jesuitas del Alto Paraná describió en el siglo XVIII cómo los araucanos, mocovíes y guaraníes jugaban una especie de fútbol, aunque con diferencias entre sí. Los primeros impulsaban la pelota -hechas con vejigas de animales- con la mano, los otros con la cabeza y solo los guaraníes con el empeine del pie. En 1969, más cerca en el tiempo, Emilio Breda también escribió en Clarín sobre este juego de la pelota que realizaban los distintos pueblos. Lo más llamativo es que, según los datos que se conocen, eran solo los guaraníes quienes utilizaban los pies, y son ellos precisamente los primeros campeones de la Copa Indoamericana y quienes se consagraron en los juegos mundiales 2017 con 63 goles a favor, ninguno en contra, y una final ganada con un contundente 8 a 0.

Alemania ganó y espera por su rival en cuartos

Por Maximiliano Das

Un 17 de noviembre de 1991, en Jiangmen, una pequeña ciudad china -pequeña en lo que a China se refiere, claro, ya que no deja de ser una con más de cuatro millones de habitantes-, las palomas eran menos. O, por lo menos, no se posaban en la cancha mientras alemanas y nigerianas abrían su participación en la primera Copa del Mundo Femenina que organizó la FIFA.

Martina Voss-Tecklenburg fue, además de una mujer con apellido complejo, una de las 11 titulares del conjunto teutón en el que era el segundo partido de carácter oficial en un mundial de selecciones de mujeres (el primero, entre China y Noruega).

Hoy el estadio fue otro, la ciudad fue otra y las jugadoras fueron otras. Incluso las palomas que no estuvieron en China insistieron en ver de cerca -bien cerca- el partido. Pero hubo, en principio, tres similitudes. La primera, las rivales: una vez más alemanas y nigerianas se encontraban en una Copa del Mundo. La segunda, el resultado: haciendo caso a la lógica, aquella a la que el fútbol es tan esquivo, el seleccionado germano se llevó la victoria, 4 y 3 a 0, en 1991 y hoy, respectivamente. La tercera, Martina Voss-Tecklenburg, esta vez no como parte del plantel, sino como entrenadora de las alemanas (aunque ganas probablemente no le faltaron de ponerse los cortos, calzarse los botines y entrar a la cancha aún con sus 51 años).

Sin destacarse en la labor ofensiva, pero sí manteniendo un orden defensivo que impidió que cualquier ataque nigeriano resultara peligroso para la arquera Almuth Schult, las dirigidas por la ex mediocampista se impusieron sobre las Súper Águilas con goles de Alexandra Popp, quien cumplía la centena de partidos con la casaca teutona, Sara Daebritz, a través de un penal sancionado con la ayuda del VAR y Lea Schueller a falta de ocho minutos para el final de los 90 reglamentarios y obtuvieron su pase a los cuartos de final, instancia en la que se encontrarán con las ganadoras de Suecia-Canadá.

Tiffany Sornpao y el fútbol tailandés

Foto: fifa.com

Por Thomas Martínez

Tiffany Sornpao es arquera de la universidad de Kennesaw, de Georgia, Estados Unidos. Allí nació, pero sus raíces son tailandesas y participa del equipo nacional. Con tan solo 21 años fue citada para el Mundial de Francia 2019. En este torneo, acompañó al equipo desde el banco de suplentes. Cada vez que tiene que estar presente con la selección tailandesa, debe recorrer alrededor de 14 mil kilómetros, y lo hace pese a ser jugadora amateur y no participar habitualmente del once inicial.

¿Dónde estabas en la anterior Copa del Mundo?

Todavía estaba en la secundaria jugando para el equipo de mi club local y la escuela.

¿A qué edad empezaste a jugar al fútbol?

Comencé a jugar cuando tenía 5 años y no he parado desde entonces.

¿Cómo fueron tus inicios en este deporte?

Empecé uniéndome a un club de barrio en la calle de donde vivo.

¿Te costó practicarlo?

Nunca fue difícil encontrar el deporte y muchos lugares donde hacerlo, pero fue complicado obtener el entrenamiento intenso que necesitaba para dar el siguiente paso.

Esta generación de jugadoras alcanzó la clasificación para la Copa Mundial por primera vez en la historia (Canadá 2015), y lo hizo de nuevo para Francia 2019. ¿Cómo influyó esto en Tailandia?

Estas clasificaciones definitivamente han generado un mayor interés e inversión en el fútbol femenino. Se están desarrollando más clubes y ligas para ayudar a animar a las jugadoras más jóvenes a comenzar a jugar. Se espera que esto sea suficiente para mejorar el grupo de jugadoras nacionales tailandesas.

¿Cómo es el apoyo de la Asociación de Fútbol de Tailandia a las jugadoras?

La cantidad de compromiso que las mujeres ponen en esto no se compensa ni se respeta. Esto también se aplica a la desigualdad de beneficios en comparación con el fútbol masculino.

¿Cómo hace financieramente una mujer que decide jugar al fútbol en Tailandia? ¿Es posible?

No puedo relacionarme con esto debido a que no me pagan porque todavía soy parte del amateurismo de la Asociación Nacional Deportiva Universitaria (NCAA). Sin embargo, la Federación no proporciona a las futbolistas tailandesas un ingreso lo suficientemente estable. Dependen de otra fuente para poder vivir cómodamente. Además,  debido a los meses de descanso del equipo nacional, tienen que financiarse para ese período.

¿Te resulta difícil participar en el equipo nacional de tu país por vivir en los Estados Unidos?

Un poco sí, solo porque Tailandia y Estados Unidos están muy lejos uno de otro, y el tiempo de viaje no es ideal. Pierdes muchas horas y tienes que adaptarte a los cambios de horario. A su vez, estar sentada por un largo período por los viajes es malo para los músculos.

El fútbol femenino tailandés ha ido mejor a lo largo de la historia que el masculino. ¿Se valora esto?

No, desde la comparación del éxito entre mujeres y hombres, definitivamente hemos sido subestimadas.

¿Cuál es la diferencia de infraestructura entre el fútbol femenino tailandés y el masculino?

No hay igualdad ni equidad de promoción y recompensa por la cantidad de logros que las mujeres han logrado en comparación con el fútbol masculino. Para un equipo que no tiene un grupo muy grande para elegir jugadoras, pero que ha creado resultados tremendos, aún falta una inversión para que las niñas más jóvenes se conviertan en jugadores nacionales potenciales. La falta de academias y ligas juveniles, es perjudicial para el equipo nacional. Cuando los jugadores se retiran, no hay una base adicional para mantener el estándar. Si bien existe un gran potencial de crecimiento, el enfoque no se canaliza para alentar o valorar el fútbol femenino.

¿En los Estados Unidos se ve esta desigualdad?

Sí, Estados Unidos ha atravesado y actualmente sigue luchando para poner fin a la desigualdad entre el fútbol masculino y femenino, porque pasaron por el mismo escenario que actualmente tienen los tailandeses.

Cuando de Copas Américas se trata

Por Maximiliano Das

Sin querer o queriendo, y aunque se trate más de la actualidad o de un pasado reciente, el seleccionado chileno se creó un estilo de mística cuando se trata de la Copa América. Bah, más que el seleccionado chileno en sí, fue Marcelo Bielsa quien comenzó a moldear un equipo sólido con una idea clara de juego y fue Jorge Sampaoli quien lo continuó y lo consagró en 2015.

Hoy, aquel proyecto se desvirtuó, pero está ese intento de mística que hace que, cuando se trata del torneo continental más importante a nivel selecciones, Chile de un paso al frente. Quizá se trate de la actitud. Tal vez sea inconsciente. ¿O será, acaso, totalmente consciente? No queda claro. Incluso en 2016, ya sin Sampaoli, pero con los restos de la idea de él y de Bielsa, lograron proclamarse campeones en la edición especial por el aniversario número cien de la Copa.

Esta noche abundaron los bostezos en Salvador Bahía. Y en frente de los televisores que sintonizaban el partido entre Chile y Ecuador, también. Ni siquiera se escuchaba el típico Chi-Chi-Chi, Le-Le-Le, Viva Chile al que tan acostumbrados están los espectadores. Entonces entró en juego esa mística, que no termina de ser mística, pero casi.

Mística porque parece sobrenatural. Porque los goles son con algún tipo de ayuda divina. Claro, esta deidad no abusa de su poder, sino que ayuda en los momentos justos, con los goles justos.

La realidad es que Chile no hizo mucho por ganarle a Ecuador, que tampoco hizo los méritos, pero no tenía de su lado algún dios, semidiós o lo que sea. No tenía algo que le dejara picando la pelota en el área luego de una serie de rebotes a uno de los vestidos de amarillo como sí le pasó a José Fuenzalida a los ocho minutos de partido. Y que ese mismo algo se encargara de que el balón pegara en el palo para luego entrar sin que el arquero o que un defensor no pudiese hacer nada más que mirarlo.

Los ecuatorianos se atrevieron a desafiar a esa divinidad y empataron el encuentro mediante Enner Valencia, de penal, promediando el primer tiempo, pero ésta no se quedó de brazos cruzados y permitió que Alexis Sánchez, sin empalmar la pelota del todo bien, marcara el 2 a 1 que resultó ser definitivo.

Así, Chile aseguró ya su pase a la siguiente instancia y se enfrentará con Uruguay el lunes para definir el primer puesto del grupo, mientras Ecuador deberá ganarle a Japón y dependerá de los resultados que se den en las otras zonas para poder acceder a cuartos de final como uno de los mejores terceros.

En el fútbol argentino todo pasa

Por Fernando Bajo

El 5 de julio de 2016 fue el día en el que se acentuaron los problemas que atravesaba, no solo la Selección argentina, sino también la Asociación del Fútbol Argentino (AFA). Gerardo Martino dejaba la conducción técnica del conjunto nacional nueve días después de perder la final de la Copa América. Sin embargo, aquella derrota, la cual muchos tildaron de fracaso y hoy sin dudas desearían que la Selección al menos llegue a esa instancia, no fue lo que determinó la decisión del entrenador rosarino.

La negativa de los clubes argentinos de ceder jugadores para la participación en los Juegos Olímpicos (JJOO) de Río 2016 colmó la paciencia de Martino: “Está claro que en algunos aspectos no he podido. No pude con el tema de Selecciones juveniles ni siquiera con los JJOO. Ahí me enteraba por los medios la disposición que los diferentes presidentes de clubes tenían respecto a la cesión de futbolistas, entonces se iban sumando diferentes cuestiones y llega un punto en que es muy difícil dar marcha atrás. Uno piensa si no está poniendo en juego la dignidad, un poco por ahí pasó la cuestión”, explicó meses después en declaraciones a ESPN.

Antes de su renuncia, Martino tuvo que postergar una semana el inicio de los entrenamientos del equipo que competiría en los Juegos Olímpicos debido a la falta de futbolistas para las prácticas. Como si fuera poco, la AFA transitaba problemas económicos y hasta los cheques que le entregó al cuerpo técnico como forma de pago fueron rechazados.

A fines de 2015, Daniel Angelici, el presidente de Boca, fue anunciado como Secretario General de la máxima entidad del fútbol argentino, y el 16 de junio de 2016 confirmó: “Boca no va a ceder a (Cristian) Pavón. Martino ya lo sabe: tenemos un compromiso más importante”. Después de esas declaraciones, cuando El Tata ya había renunciado, el delantero estuvo en la lista de los convocados como suplente. El futbolista Xeneize que sí disputó aquellos juegos fue Lisandro Magallán.

Boca no fue el único que en un principio se negó a ceder a sus jugadores. Rodolfo D’Onofrio, primer mandatario de River y que hasta junio de ese año fue vicepresidente primero del Comité Ejecutivo de AFA, pidió que no sea convocado Augusto Batalla. Y Pablo Moyano, directivo de Independiente, manifestó que el club no daría a Emiliano Rigoni, Martín Benítez y Víctor Cuesta. Éste último finalmente jugó.

¿Por qué un dirigente que estuvo con un cargo en AFA después prioriza al club que preside por sobre la Selección? ¿Son los clubes más importantes que jugar en el equipo nacional? ¿Quién determina esos mandatos?

Desde el 26 de julio hasta el 11 de agosto se desarrollarán los Juegos Panamericanos y, Fernando Batista, entrenador del seleccionado sub-23 argentino tiene los mismos problemas que llevaron a Martino a renunciar. Boca no cederá ni a Nicolás Capaldo ni a Alexis Mac Allister. San Lorenzo tampoco le permitirá asistir a Fabricio Coloccini y aquí surge otra contraposición. Matías Lammens, presidente del club de Boedo, asumió como tesorero de AFA el mismo día que Angelici lo hizo en el cargo ya mencionado. Además, tampoco Javier Mascherano podrá jugar el torneo debido a que su equipo, Hebei Fortune de China, no lo concederá, pero en ese caso es un club extranjero y ningún dirigente de allí fue directivo de la entidad del fútbol argentino.

Más allá de que la mayoría de los directivos de los equipos locales se excusan con que no brindan los jugadores solicitados porque tienen que disputar la Copa Libertadores, ¿es eso suficiente? ¿Por qué la FIFA debe obligar a las instituciones a ceder a los futbolistas a su selección, que además es lo que la mayoría de éstos tiene como objetivo deportivo?

En cambio, en Newell’s, luego de pedidos del protagonista, sí permitieron que Maximiliano Rodríguez represente a la selección en Lima. Aunque luego de eso tuvo que salir a dar explicaciones: “Si me tengo que ir son 3 partidos, la gente tiene que tomar consciencia. Si tomo la decisión es porque quiero ir a la Selección”.

Es curioso que a Lionel Messi, que asistió a los Juegos de Pekín 2008 luego de plantearle su deseo a los directivos españoles, sea a quién más se lo critique -hasta quizás sin razón, como sucedió en el último amistoso de Argentina antes de la Copa América frente a Marruecos- por priorizar a su club, el Barcelona, antes que la Albiceleste.

No es difícil de entender el presente de la Selección argentina si se piensa en el camino que se recorrió todos estos años y en el rechazo de los clubes a la Selección argentina. Pese a esto, el actual Director de Selecciones Nacionales, César Luis Menotti, tiene como objetivo armar un combinado local en el que los futbolistas que se desempeñan en el país puedan entrenar reiteradas veces. Con el prontuario de los clubes, ésta medida, a priori, será difícil, pero quizás se pueda lograr porque en el fútbol argentino todo pasa.

 

 

Una selección que desafió a la lógica e hizo historia

Por Dylan Elías

A pesar de la ilusión que mantuvo el heroico 3 a 3 ante Escocia, Argentina quedó eliminada del Mundial Femenino de Francia tras las victorias de Camerún y Chile.

Es una obviedad remarcar que para entender la historia, hay que analizar el contexto. La selección argentina fue a Francia  con 9 futbolistas que juegan en el exterior (en ligas profesionales) y 14 en el ámbito local. Es decir, más de la mitad es (o ahora era) semiprofesional. Porque más allá de que la AFA oficializó el fútbol femenino en marzo de este año, y a su vez, la creación de la Liga Profesional de Fútbol Femenino, todas estas jugadoras no pudieron vivir del fútbol hasta esta última temporada.

Durante los últimos años, las chicas argentinas recibieron un increíble destrato. Desde 2017 hasta hace muy poco dejaron de cobrar los viáticos que les pagaba la AFA, y peor aún, las obligaban a viajar de noche en micro antes de un partido para no tener que pagar los gastos de un hotel. Antes de la Copa América 2018, los Juegos Panamericanos de 2015 habían sido la última competencia oficial que disputaron. Estuvieron 18 meses sin siquiera jugar amistosos, es decir, jugando solo para sus clubes.

Debido a los reclamos feministas que fueron incrementando en este último tiempo, las voces de las jugadoras argentinas empezaron a ser más escuchadas. Sin embargo, lo que más repercusión tuvo fue el caso de Macarena Sánchez, actual jugadora de San Lorenzo. A principios de este año, fue desvinculada de la UAI Urquiza luego de jugar siete años allí y se quedó sin la posibilidad de fichar por otro equipo durante la temporada. Sánchez demandó al club y a la AFA, pidiendo ser reconocida como una trabajadora. El impacto del reclamo fue tal, que incluso llegó a recibir amenazas de muerte (mensajes que le llegaban y que hizo públicos en sus redes sociales).

Gracias a su lucha, la profesionalización del fútbol femenino se agilizó ya que, además, existía una gran presión social. Otro de los hechos que ayudaron a esta causa fue el repechaje de clasificación al Mundial que jugó la selección contra Panamá. El 8 de noviembre de 2018, la cancha de Arsenal y los más de 15 mil espectadores que había en ella fueron testigos de una goleada argentina por 4 a 0, que las dejaba a un paso de la clasificación, la cual se concretaría con el 1 a 1 conseguido en el país caribeño (5-1 global). La gran convocatoria que tuvo ese partido empezó a ponerle presión a la AFA para que escuchen de una vez el reclamo de las chicas.

Mientras más se acercaba la fecha, la expectativa por el debut argentino en el Mundial Femenino iba creciendo. En la previa, Aldana Cometti, ex Boca y actual Sevilla de España, le prometió a los nuevos televidentes: “No tengan dudas de que vamos a dejar todo por la camiseta”. Y así fue. Porque el 10 de junio de 2019 quedará recordado como el día en el que Argentina logró su primer punto en la historia de los mundiales y nada menos que ante Japón (0-0), campeona del mundo en 2011 y actual subcampeona. Tan literal fue el mensaje de Cometti, que durante el partido perdió parte de un diente y siguió jugando como si nada hubiera pasado. Mucho se hablo en las redes también del notable partido de Estefanía Banini, la 10 del equipo y que fue elegida como la mejor jugadora del partido.

Es que ya de por sí, las chicas no la tenían nada fácil. Su grupo era de los más difíciles de la Copa del Mundo. Además de Japón, lo integraban Inglaterra, semifinalista en la edición de 2015 y con una de las mejores ligas profesionales del mundo y Escocia, debutante en la competencia pero cuyo plantel está integrado en su mayoría por jugadoras de la ya mencionada Premier League inglesa.

De más está decir que fueron al mundial esperando dejar todo más allá de que los resultados no las acompañaran, ya que existía una notoria diferencia de nivel con sus rivales. Sin embargo, como dice el título de esta nota, Argentina desafió a la lógica y logró vencerla.

Koji Miyoshi, el verdugo de Muslera

Por Daniel Melluso

El empate 2 a 2 entre Japón y Uruguay no solo significó el segundo punto en la historia de los asiáticos en la Copa América —el anterior fue en la realizada en Paraguay en 1999, en la igualdad 1 a 1 ante Bolivia—, sino que fue el debut como titular del volante Koji Miyoshi, autor de dos goles frente a los charrúas.

Miyoshi había jugado 28 minutos contra Chile, en la presentación de ambos equipos en la competición, luego de ingresar en el segundo tiempo. Ante los trasandinos fue su primer encuentro con el seleccionado mayor, tras una larga trayectoria en los combinados juveniles. Disputó los Mundiales sub-17 (2013)  y sub-20 (2017), además de ganar la Copa de Asia sub-19 (2016).

El mediocampista de 22 años es parte del recambio generacional que está realizando Hajime Moriyasu, entrenador de los Samuráis Azules, con la mira puesta en los Juegos Olímpicos del año que viene, que se realizarán en Tokio y que lo tienen, por lo tanto, como anfitrión.

El futbolista comenzó su carrera a los 18, defendiendo la camiseta de Kawasaki Frontale, y actualmente actúa en Yokohama Marinos, club en el que es habitué en la formación inicial y en el que jugaron los delanteros argentinos Ramón Díaz y Alberto Acosta, durante la década del ´90.

El zurdo, nacido en Kanagawa, fue un constante peligro para los zagueros uruguayos, desbordando por el lateral izquierdo. Tanto Diego Laxalt, quien se retiró a los 30 minutos por una molestia, como Giovanni González, su reemplazante, sufrieron las embestidas del mediocampista ofensivo, que a pura gambeta penetró en el área y marcó en dos ocasiones, tras vulnerar el arco defendido por Fernando Muslera. Ni Diego Godín ni José María Giménez, centrales de vasta experiencia, pudieron frenar al joven que mostró todo su potencial.

Más allá de lo que ocurra con la selección japonesa en este torneo, en el que cuenta con posibilidades de acceder a la próxima fase, el técnico Moriyasu debe quedarse tranquilo ya que talento hay. Miyoshi es uno de ellos, que a base de goles y buenas actuaciones quiere ganarse su lugar no solo en este campeonato sino que también en el gran objetivo de los nipones, los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

Francia, el Mundial de la conquista

Por Federico Bajo

La Selección argentina femenina de fútbol tuvo la mejor actuación mundialista de su historia pese a quedar eliminada en fase de grupos. Sin embargo, el conjunto nacional también logró otra hazaña más importante y duradera. Francia 2019 resultó vital para consolidar la visibilidad de un reclamo que se hizo público en la Copa América 2018 y se fortaleció de la mano de Macarena Sánchez a principios de este año.

Desde el diario inglés The Guardian hasta El País español difundieron lo que padecieron las futbolistas argentinas para llegar a este presente. El mundo ahora sabe del abandono por parte de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) del que fue víctima el seleccionado argentino que estuvo 722 días sin jugar un partido entre 2015 y 2017.

Las jugadoras de la Selección pelearon mucho tiempo para poder estar en el Mundial y, aunque la experiencia duró poco, ellas la supieron aprovechar al máximo. Si hay algo que sobró en los 3 partidos de la Copa del Mundo fue la épica, la emoción y la identificación que representó ver jugar a las dirigidas por Carlos Borrello, que quizá no fueron vistosas por la calidad de rivales a los que se enfrentaron, pero nunca renunciaron a la entrega. Podría decirse que su juego tuvo una característica que resume el presente de las mujeres en el país: la lucha. Ya lo dijo Estefanía Banini, la capitana y principal figura del equipo: “Pudimos reflejar esa lucha que está haciendo la mujer argentina por la igualdad”.

La histórica participación del seleccionado se dio en un contexto en el cual el fútbol femenino venía ganando lugar en los medios de comunicación y la sociedad, en gran parte gracias al movimiento feminista #NiUnaMenos que comenzó en 2015, desde el repechaje ante Panamá, para clasificar a Francia 2019, que se jugó en la cancha de Arsenal con 11.500 hinchas en las tribunas. Los 7,7 puntos de rating, es decir alrededor de 770 mil telespectadores entre Capital y el Gran Buenos Aires, que alcanzó el encuentro ante Escocia y la imagen que circuló en redes sociales de un grupo de hombres parados frente a una vidriera en Florida y Sarmiento observando el final del partido, evidencian el impacto que generó el Mundial.

Posiblemente el fútbol femenino en Argentina no volverá a ser igual después de Francia 2019. Las niñas de todo el país que juegan a la pelota y sueñan con dedicarse a eso alguna vez, ya no tendrán que imaginarse cómo son las jugadoras de la Selección argentina, porque ahora las ven. Florencia Bonsegundo, Vanina Correa y Agustina Barroso, por mencionar algunas, son reconocidas: salen en la tele, tienen voz, y sus caras resultan familiares.

De todos modos aún queda mucho por hacer. La profesionalización anunciada en marzo por la AFA fue el símbolo del inicio de una nueva etapa. La Copa del Mundo se fue muy rápido y demostró que la brecha con las potencias todavía es muy grande, pero el Mundial, más que un éxito deportivo, fue una gran conquista.

Con las manos vacías pero con el espíritu lleno

Por Salvador Rifourcat

Es muy difícil encontrar un sabor más amargo en este deporte que el de los resultados que no acompañan al desempeño y a los proyectos. Se puede ser claramente superior dentro de la cancha, manejar mejor el juego, crear más situaciones de gol que tu rival, pero si la pelota no tiene ganas de cruzar esa línea que se encuentra debajo de los tres palos… mucho no se puede hacer. Esto fue lo que le pasó al seleccionado chileno en su primera aparición en la máxima cita mundial de fútbol, donde demostró tener un potencial más que necesario para avanzar a lo largo del campeonato, pero los resultados desfavorables y los pocos goles a favor le arruinaron la fiesta.

Chile se enfrentaba ante Tailandia por el último partido del grupo F, donde se cerraba la primera fase de esta Copa del Mundo y se definía cuál sería el país que calificaría como uno de los mejores terceros a los octavos de final. Al conjunto sudamericano sólo le servía ganar por una diferencia de tres goles o más para lograr avanzar, lo que era una meta compleja para las dirigidas por José Letelier, pero no imposible y que salió a buscar desde el pitazo inicial de la neozelandesa Anna-Marie Keighley.

En lo que al primer tiempo respecta, el arco chileno no sintió en ningún momento preocupación por ser vulnerado, tan sólo un remate de Pikul Khuen Pet que se fue desviado y no hizo ni entran en calor a la arquera del Paris Saint Germain, Christiane Endler. Las demás jugadoras de La Roja buscaron insaciablemente el arco de Tailandia para romper el cero en el marcador pero no lo lo lograron hasta el tercer minuto del complemento.

Hasta que llegó. El primer gol de la Selección de Chile en la historia de los Mundiales femeninos de mayores fue ni más ni menos que un gol en propia puerta de la arquera tailandesa Boonsing. Luego de un remate de Yanara Aedo que impactó ante el palo, la guardameta no pudo controlar bien y desvió el balón hacia adentro del arco para todo el deleite del público sudamericano, que poco a poco se iba esperanzando ya que veía el objetivo de la clasificación cada vez más cerca.

Luego de 20 minutos esa esperanza se iba convirtiendo lentamente en realidad, cuando el segundo grito llegó de la mano de María José Urrutia, que logró ganar de cabeza en el área de las asiáticas y conectó en el aire con el esférico para mandarlo al fondo de la red. De ahí en más todas las armas chilenas apuntaron al gol que les diera la clasificación.

Y ahí nomás estuvo. Minuto 85 de partido. Aparece el tan nombrado VAR para todo el delirio del pueblo chileno que estaba a tan solo doce pasos de abrazarse con la meta. La responsable del arbitraje decide pitar penal para Chile. La pena máxima. A tan solo 5 minutos del final. Cuánto valor se necesita para decidir patearlo. La valiente para tomar esa pelota y colocarla en el punto que está en el medio del área fue Francisca Lara, vistiéndose de capitana de un barco que soñaba con nada más ni nada menos que con avanzar de ronda. Estaba ahí, casi que podían sentirse parte de las mejores 16 selecciones del mundo.

Pero no todas las historias tienen finales felices. Tras cinco largos pasos que fueron traducidos en una carrera corta, la pelota impactó en el travesaño y salió despejada del área tailandesa, algo que despertó un llanto imparable en muchas almas chilenas.

A pesar del penal errado, Chile siguió empujando e intentando concebir el tercer gol. Hasta Endler subió a cabecear en un centro cuando todavía faltaban 3 minutos para el final del encuentro. Pero no lo lograron. Las jugadoras sudamericanas habían conseguido la primera victoria en toda la historia del país en este torneo, pero se quedaron con un sabor amargo por el hecho de haber estado tan cerca. Al igual que contra Suecia, donde en el primer tiempo aguantaron y lucharon aguerridamente para defender su arco pero un gol faltando cinco minutos para el final y otro en tiempo adicionado arruinaron todas sus ilusiones.

Un mundial más que respetable para La Roja Femenina, que quedó a un solo paso de clasificarse a octavos de final. Pero lo que se llevan de toda esta experiencia es la base que dejaron las primeras en llevar a Chile a esta cita, algo que les servirá mucho en un futuro no muy lejano, donde deben afrontar el repechaje para clasificarse a los Juegos Olímpicos Tokyo 2020.