domingo, diciembre 22, 2024
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Los entrenadores argentinos dicen presente en las finales

Por Dalmira San Miguel

Antes existía el entrenador y nadie le prestaba mayor atención. El entrenador murió, calladito la boca, cuando el juego dejó de ser juego y el fútbol profesional necesitó una tecnocracia del orden. Entonces nació el director técnico, con la misión de evitar la improvisación, controlar la libertad y elevar al máximo el rendimiento de los jugadores, obligados a convertirse en disciplinados atletas”, definió Eduardo Galeano, escritor uruguayo,  en su libro El Fútbol a Sol y Sombra el verdadero significado del director técnico. El próximo domingo se enfrentaran en la final de la Copa América 2019 Brasil y Perú. Este último, es dirigido por un argentino, Ricardo Gareca. El dato curioso es que las últimas seis finales del torneo sudamericano tuvieron a técnicos argentinos en la final del mismo.

Copa América Perú 2004

La Copa América de 2004 contó con 12 seleccionados: diez países sudamericanos, uno centroamericano y el restante norteamericano. En la misma se marcaron 78 goles y el jugador brasilero Adriano fue el máximo goleador del torneo con 7 tantos. La final la disputaron Argentina y Brasil. Los primeros fueron dirigidos por el argentino Marcelo Bielsa y los otros por Carlos Parreira, ex jugador brasilero. La Selección Argentina se quedó con el segundo puesto tras perder por penales 2-4.

Copa América Venezuela 2007

Fue la primera vez que este torneo se disputó en Venezuela. El mismo contó con 12 seleccionados. En total 1050230 espectadores concurrieron a la Copa. La final la jugaron, nuevamente, Brasil y Argentina. Dunga, exjugador, era el entrenador de los brasileros mientras que, Alfio Basile dirigió a la albiceleste. El trofeo lo levantó Brasil ya que le ganó a Argentina por 3 a 0. Los tantos los marcaron Julio Baptista, Daniel Alves y Roberto Ayala, en contra.

Copa América Argentina 2011

Ocho estadios abrieron sus puertas para que disputaran los encuentros de la misma: Antonio Vespucio Liberti (Buenos Aires), Marío Alberto Kempes (Córdoba), Ciudad de La Plata (Buenos Aires), Malvinas Argentinas (Mendoza), Brigadier General Estanislao Lopez (Santa Fe), San Juan del Bicentenario (San Juan), 23 de agosto (Jujuy) y Padre Ernesto Marteanera (Salta). Argentina perdió en los cuartos de final contra Uruguay por 4-5 en los penales. En la final, se enfrentaron Uruguay y Paraguay, este último, fue dirigido por el argentino Gerardo Martino. Los uruguayos se consagraron campeones tras ganar por 3 a 0.

Copa América Chile 2015

En total se convirtieron 59 tantos. El goleador fue el chileno Eduardo Vargas con 4 goles. La final la disputaron Argentina y Chile. Ambas Selecciones fueron dirigidas por entrenadores argentinos. Gerardo Martino fue el director técnico de los Albicelestes mientras que, Jorge Sampaoli entrenó a La Roja. La Copa la levantó Chile ya que ganó 4-1 en los penales.

Copa América Estados Unidos 2016

Participaron 16 seleccionados: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Estados Unidos, Haití, Jamaica, México, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela. En la final se enfrentaron Chile y Argentina. En la misma, ambos entrenadores eran argentinos. Gerardo Martino entrenó a la Albiceleste y Juan Antonio Pizzi a La Roja. Los dirigidos por este último salieron campeones tras ganar en la tanda de penales por 4-2.

Copa América Brasil 2019

El próximo domingo se jugará la final entre: Brasil y Perú. Ricardo Gareca, entrena a estos últimos. En este torneo cosechó con la selección peruana:3 partidos ganados, 1 empatado, 1 perdido. Hay que recordar que ambas selecciones ya se cruzaron en la fase de grupos, en la misma, salió victorioso Brasil ya que, ganó por 5 a 0. 

El gol escandinavo llegó desde Kosovo

Por Federico Bajo

Para entender cómo Suecia obtuvo el tercer puesto en el Mundial de Francia, no alcanza con solo saber que ganó por 2-1 a Inglaterra bajo la agobiante humedad de la ciudad de Niza. También hay que conocer algunas cuestiones geográficas, históricas y políticas porque, básicamente, no puede separarse el fútbol de la vida.

Si no hubiesen existido Yugoslavia, las guerras y los migrantes, el primer gol de Suecia en el partido jamás se habría marcado, por una simple razón: su autora, Kosovare Asllani, no vestiría la camiseta sueca.

A los 11 minutos del primer tiempo, la lateral izquierda de Inglaterra, Alex Greenwood, despejó mal un centro con su pierna derecha y dejó la pelota dentro del área para que Asllani remate contra el palo izquierdo de la arquera, Caryl Telford, y comience a correr con lo brazos abiertos festejando un gol que también se celebró en un país que ni siquiera participó del Mundial: Kosovo. La razón es que Asllani es hija de albanokosovares, de allí la elección de su nombre, para que no olvide sus raíces.

La mediapunta de 29 años, que estuvo en duda para este partido por un golpe que recibió en la semifinal ante Holanda, se ha convertido en una figura del deporte para la nación de sus padres y ha declarado que es un orgullo representarla a través del fútbol. Además, la ex Paris Saint Germain y Manchester City es una de las mejores jugadoras de Suecia y, con el tanto de hoy, llegó a tres en la competencia en la que terminó como la goleadora de su país.

Sin embargo, Asllani no puede sola. En el entretiempo debió salir por una lesión y la que se hizo cargo del equipo fue su compañera Sofia Jakobsson, quien ya a los 22 minutos de la primera parte había encarado de izquierda a derecha para convertir un golazo con un disparo al segundo palo que puso el 2-0. Pese a que Suecia arrancó siendo muy superior al conjunto que dirige Phil Neville, desconcentraciones defensivas desembocaron en el descuento de Francesca Kirby a los 31 minutos del primer tiempo para decretar el marcador final. Aunque no por eso faltó suspenso.

Inmediatamente después del tanto de Kirby, la centrodelantera, Ellen White, la paró de pecho dentro del área, giró y puso el empate parcial que, luego de revisarlo a través del VAR, fue anulado por una mano de la inglesa.

Es por estas razones no hay que desatender el juego para pensar el triunfo escandinavo. Inglaterra atacó durante todo el segundo tiempo en busca del empate, que estuvo muy cerca, pero no llegó. A los 44 minutos del complemento, la marcadora central Nilla Fischer despejó, con la cabeza y sobre la línea, una pelota que iba directo al arco.

Fischer juega en la selección desde 2001 y por eso fue homenajeada en su país junto a Asllani, la arquera, Hedvig Lindahl, y la mediocampista Caroline Seger, con la construcción de una estatua. Pero un día antes del segundo partido de Suecia en esta Copa del Mundo, ante Tailandia, la escultura de Fischer fue destruida. La única de las cuatro construidas. Los motivos se desconocen, pero medios suecos atribuyen el hecho a las declaraciones de Fischer en apoyo a la comunidad LGBTIQ, a la cual pertenece, ya que en 2014 contrajo matrimonio con su esposa. La salvada en la última jugada puede significar una reivindicación personal para ella, pero también para las millones de personas que, mientras se disputaba el encuentro, realizaban la Marcha del Orgullo en las calles de Londres.

El resultado del partido respondió a la lógica. De los 25 partidos que habían jugado antes ambas selecciones, Suecia había ganado 14 e Inglaterra solo 3. Sin embargo, este fue el primero en una Copa del Mundo. Las escandinavas obtuvieron el tercer puesto al igual que en China 1991 y Alemania 2011, pero se quedaron con las ganas de repetir el subcampeonato de Estados Unidos 2003, su mejor ubicación. Inglaterra, en cambio, estuvo a un pasó de repetir la tercera posición de Canadá 2015, su máximo logro. De todos modos, nada de esto hubiese ocurrido sin el gol escandinavo que llegó desde Kosovo.

Chile cruzó en mula

Por Franco Sommantico

El otro día viendo el noticiero por primera vez en mi vida descubrí algo que me llamó la atención. Mamá me había llamado a comer hacía menos de un minuto. Bajé corriendo las escaleras —ese día en particular tenía mucha hambre— y cuando entré a la cocina la comida todavía no estaba hecha. Le pregunté a mamá por qué me había hecho bajar antes y respondió de manera estridente y sin reparos: ¡Si siempre tardas dos horas! Mentira, la primera de todas. Después intentó persuadirme —se habrá sentido culpable por semejante grito que pegó— diciéndome que me quedara hablando con ella, que ya pronto iba a estar lista la comida. Me senté en el sillón del living y me quedé viendo la televisión. Acababa de terminar un programa de preguntas y respuestas y empezaba el noticiero.

Lo primero que apareció sobre la pantalla fue un cartel enorme que decía Títulos, acompañado de una música que intentaba provocar dramatismo. Una voz en off grave y bien articulada leía los títulos a medida que iban pasando, y sintetizaba, en un par de oraciones, las noticias. Duras, crudas. Pero como ese día empezaba la Copa América, cuando terminaron las muertes apareció una imagen de perfil de Lionel Messi señalando el cielo bajo el título de: Argentina va por el sueño. Después pusieron un video de las finales perdidas contra Chile y el locutor mencionó el horario y día de los partidos de la selección. Cuando terminó con Argentina repasó los partidos de Brasil, Uruguay, Colombia y finalizó con Chile, que debía enfrentar a Japón. Pasaron videos con goles de Alexis Sánchez, jugadas de Arturo Vidal e incluso volvieron a pasar la definición por penales de la final anterior. Cuando por fin estaba terminando el informe apareció dando vueltas en círculos la palabra Curiosidad. Venía flotando de adentro del televisor, como proveniente de una dimensión extraña y ajena a nuestra realidad cotidiana. La pantalla quedó un par de segundos tapada por esa única palabra, solitaria y ridícula, que los productores adornaron con un brillo en el contorno para que el espectador no perdiera la atención.

Entonces vi por primera vez la historia. Una imagen en blanco y negro mostraba a un grupo de jugadores montados en mulas cruzando la cordillera de los andes. Según el locutor, en el año 1919, luego de la primera Copa América que se jugó —eso dijeron en el noticiero, la segunda mentira—, la selección chilena había realizado una epopeya no muy distinta a la del general José de San Martín casi un siglo antes. En ese momento, y por desgracia, mi mamá me volvió a llamar para comer. Me quedé unos segundos hipnotizado frente al televisor, viendo las imágenes que ilustraban la aventura y escuchando con atención la voz grave del locutor.

Dale nene que se enfría, volví a escuchar, entonces me fui a comer. Durante toda la cena fui incapaz de pensar en otra cosa; entre bocado de milanesa y cucharada de puré pensaba cómo un grupo de jugadores había sido capaz de cruzar los andes en mula después de haber jugado una Copa América. Imaginé la misma situación en estos tiempos y me pareció imposible, incluso graciosa. Jugadores como Messi o Agüero, que están acostumbrados a viajar en aviones privados, montados en mulas. Imposible.

Terminé de comer y subí a la computadora. Googlié: Copa América 1919 Chile cruce mulas, y descubrí que realmente había ocurrido. Las primeras páginas que abrí mencionaban casi todas lo mismo. Que Chile había perdido todos los partidos, que participaron cuatro equipos, que salió campeón Brasil y que como no tenían cómo volver, cruzaron en mulas. Ninguna publicación entraba en detalles sobre lo que a mí realmente me interesaba. Quise apretar “Siguiente” y sin querer toqué la página 10.

De pronto me vi sumergido en ese mundo extraño y siniestro que son las páginas de Google a partir de la cinco en adelante. Las noticias poco tenían que ver con lo que había buscado. Los títulos eran: Alianzas atlánticas en Armas Antárticas, corsarios y cimarrones en la obra de Juan de Miramontes y Zuázola. Los tranvías de colombia, electric transport in Latin America. El concepto de diversidad vegetal desde la etnia mapuche a la enseñanza formal en chile. No me animé a clickear ningún enlace, estaba realmente asustado. Seguí bajando con la ruedita y el cursor encima de la cruz, para poder cerrar rápido si la cosa se ponía más turbia, cuando leí el título de la última publicación. Decía: Las Mulas, una crónica de Alfredo Paniagua, y tenía la opción para abrirla como PDF. El título me llamó poderosamente la atención. Al principio dudé, tenía miedo de que al abrirla el antivirus de mi computadora se pusiera violento y me llenara la pantalla con carteles de “Tu equipo ha detectado una amenaza”. Pero después hice la señal de la cruz, recé un par de padrenuestros, cerré los ojos y clickié. Entonces leí la tercera mentira.

 

Las Mulas

Una crónica de Alfredo Paniagua

Habíamos llegado a Brasil junto a mi compañero Arturo Bolaño un día antes del primer partido, el 10 de mayo de 1919, con la única misión de escribir sobre nuestra selección nacional durante el campeonato sudamericano. Así nos lo había hecho saber Ricardo Sepúlveda, quien entonces era el dueño del diario deportivo “Sports Andino” para el que trabajábamos, el día en que nos dio los pasajes de tren: “Los envío a ustedes dos ya que conozco sus capacidades. No quiero que se les escape ni un solo detalle. El pueblo chileno debe estar al tanto de todo lo que haga nuestra amada selección” dijo. Y eso fue lo que hicimos. No bien llegamos a Río de Janeiro nos pusimos al tanto. Mientras Arturo bajaba al restaurante del hotel en el que nos hospedamos para comer algo, yo aproveché e hice un par de llamadas. Descubrí por medio de algunos colegas que la delegación que conformaban dieciséis jugadores, el entrenador y tres dirigentes, habían tenido dificultades en un trayecto del viaje en Los Andes. Según me informaron habían llegado al pueblo Centenario ya entrada la noche, por lo que se les hizo imposible conseguir habitaciones en algún hotel. Abandonados en las calles de tierra y acorralados por la urgencia, el entrenador Héctor Parra decidió buscar una solución. Se acercó al despacho del Gobernador y le solicitó un albergue para él y sus jugadores. El Gobernador repreguntó en los hoteles y ante la negativa se le ocurrió una idea. Vio en la comisaría del pueblo un lugar propicio para que descansen los jugadores y los mandó a dormir ahí. A la mañana siguiente, para remendar el destrato recibido por parte de los hoteles y vanagloriar como era debido a los hombres que representarían a la nación, el Gobernador los despertó con medio litro de café y pan a base de candeal para cada uno. Luego continuaron viaje hasta que llegaron a Montevideo, donde se embarcaron en el “Florianópolis” junto a argentinos y uruguayos  para llegar, al término de una larga y penosa navegación de diez días, a la capital Brasileña.

Al haberme enterado de los inconvenientes que había sorteado nuestra selección bajé corriendo al comedor del hotel a contarle a Arturo. Me sorprendió menos encontrarlo degustando un sanguche de miga y una botella de vino que la historia que me acababan de contar. Le ordené que cuando terminara su almuerzo redactara un telegrama a la delegación para que ellos mismos confirmen los hechos.

No recibimos respuesta sino hasta la noche. Arturo roncaba al lado mío cuando golpearon a la puerta. Me levanté con el pijama puesto y abrí. Una empleada del hotel me extendió una carta que decía: “Últimamente hemos recibido una lluvia de telegramas pidiendo explicaciones. Por desgracia nos hemos visto obligados a rechazarlas a fin de atender adecuadamente a nuestro  entrenamiento. Les rogamos sepan entendernos. La selección chilena”.

***

A la mañana siguiente, mientras desayunábamos, le comenté a Arturo respecto de la carta. Le pareció, al igual que a mí, bastante desafortunada. Para no sentirnos decepcionados decidimos no darle demasiada importancia. Un par de horas más tarde partimos rumbo al estadio con poca ilusión de conseguir la victoria. Recuerdo con absoluta claridad los acontecimientos que ocurrieron aquella tarde soleada en el recién inaugurado Álvaro Chaves. Nuestra selección nacional debutaba frente al anfitrión sin esperanzas de vencer. No nos guiaba otro fin que recibir lecciones de maestros como los brasileños, y contribuir, con nuestra presencia, al mayor éxito de la jornada. La ficha que nos dieron a Arturo y a mí en la entrada decía que el Álvaro Chaves al que hacía referencia el nombre del estadio había sido un político republicano y abolicionista que había creado el partido Riograndense. El destacado arquitecto Gustavo Hipólito Pujol Junior había sido el encargado de diseñar las gradas sobre las que treinta mil espectadores brasileños alentaban a su selección. Minutos antes de comenzar el partido, durante la inauguración oficial, dos aeroplanos improvisaron acrobacias sobre el cielo despejado de Río de Janeiro. El presidente Epitácio Pessoa, quien había asumido hacía un par de meses debido a la muerte de Rodrigo Alves a causa de la pandemia de gripe Española (que también se había llevado, entre sus más de cuarenta millones de víctimas en todo el mundo, a la madre de Arturo) aplaudía desde su palco las hazañas de los aeroplanos y esperaba, impaciente como nosotros dos, a que el árbitro argentino Juan Pedro Barbera diera el pitazo inicial.

Los primeros minutos del partido resultaron, para nuestra sorpresa, relativamente parejos. Sin embargo, cuando promediaba el minuto veinte, ya todo transcurría según lo imaginado. Arthur Friedenreich y Neco habían puesto el marcador dos a cero. Nuestra selección rara vez conseguía el balón, y las pocas veces que lo hacía le duraba pocos segundos. Prefiero omitir los detalles sobre el resto del partido. Cualquiera será capaz de imaginarlos, teniendo en cuenta que terminó seis a cero. Arturo y yo nos miramos y pensamos lo mismo: que si nuestro arquero Manuel Guerrero, al que a partir de esa tarde apodamos “el maestro”, no hubiese tenido una actuación magnífica, el resultado hubiera sido todavía más abultado.

Si bien sabíamos que la derrota estaba asegurada desde el comienzo, volvimos al hotel cabizbajos. Arturo se fue al restaurante a comer algo. Yo preferí subir a la habitación. Saqué del cajón la libreta y mi pluma y, a modo de consuelo, escribí lo siguiente: “Hemos perdido el match, pero en cambio cada día conquistamos mayores simpatías en todos los círculos. Tanto las sociedades aristocráticas como las obreras nos dan muestras de gran estimación y cariño. Nuestra selección ha demostrado tras la derrota que amén de una pletórica vida existe una voluntad férrea y un carácter hecho para todas las contingencias”.

***

Durante la semana que siguió, pues el próximo partido se habría de jugar el 17 de mayo, aprovechamos con Arturo para recorrer la ciudad. A pocas cuadras de nuestro hotel, bajo las altas temperaturas que promediaban a plena luz del día, montones de obreros trabajaban en torno a construcciones antiguas que el gobierno había declarado insalubres. Algunas simplemente las reparaban, pero en otros casos, cuando creían que la peste era irreversible, preferían demolerlas. El sonido de los martillos y de los escombros al derrumbarse era constante, y Arturo se quejó más de una vez de que lo despertaban a la hora de la siesta.

Una tarde en que paseábamos por la zona céntrica nos sorprendió la presencia de un líquido amarillo y casi fluorescente desparramado sobre una de las calles. Le pregunté al hombre que lo esparcía para qué servía dicho líquido. Me respondió, o al menos eso fue lo que entendí, que debido a la peste bubónica y la fiebre amarilla del año anterior, el prefecto Francisco Pereira Passos había tomado la determinación de lanzar una intensa campaña para erradicar ratas e insectos.

***

El día del partido contra Uruguay, nuestras esperanzas eran apenas mayores. Si bien había altas posibilidades de perder, con Arturo teníamos la ilusión renovada. Llegamos al estadio Álvaro Chaves cerca del mediodía. No mucha gente tuvo la oportunidad de ver aquel partido. A diferencia de la semana anterior, las tribunas parecían abandonadas. No había casi ningún brasileño, con excepción de algún que otro curioso y un puñado de periodistas desdichados a los que les había tocado trabajar. El partido se desarrolló parejo durante buena parte del primer tiempo, pero cuando faltaban quince minutos para que el árbitro Adilton Ponteado diera la orden de descanso, Carlos “el Rasqueta” Scarone metió un bombazo de derecha que fue a clavarse al ángulo de Guerrero. A dos minutos del cierre del primer tiempo, José Pérez amplió la ventaja tras un cabezazo oportuno dentro del área chica y de esta manera quedó sentenciado el encuentro.

En el segundo tiempo nuestra selección intentó, pese a sus limitados recursos, ajustar el marcador. Y tuvo sus oportunidades, porque a Alfredo France le anularon un gol (discutimos la decisión con Arturo un buen rato y llegamos a la conclusión de que había sido mal anulado), y el arquero uruguayo Roberto Chery le atajó una pelota imposible a Ulises Poirier por la que sufrió una estrangulación de hernia y debió ser retirado en camilla. Trece días después de aquella atajada, mientras yo me preguntaba si alguna vez volvería a mi casa, me llegó la noticia de que Chery había muerto en un hospital de Río de Janeiro; pero en ese momento nadie sabía nada. Cuando me acerqué a nuestros colegas uruguayos para consultarle respecto a su estado de salud, me respondieron: “es privado”.

***

Esa tarde volvimos al hotel recordando las jugadas del partido. El equipo soportó los continuos ataques de un seleccionado ampliamente superior y logró realizar jugadas que nunca antes habíamos visto. Coincidimos en que nuestra selección había dado claras muestras de mejoría. Cuando llegamos, como ya era costumbre, Arturo se quedó en el restaurante comiendo algo. Yo subí a la habitación y escribí: “Hemos perdido nuevamente. Aunque el equipo haya demostrado tener el coraje suficiente para competir en un campeonato como este, todavía tiene mucho por mejorar. Encuentro que una de las razones por la cual a nuestro país le ha correspondido hacer un papel secundario se debe a la poca importancia que se le da, desde los ámbitos gubernamentales, al deporte. Aquí el gobierno presta a los deportistas una ayuda muy eficaz. Allá el fútbol y su desarrollo marcha lentamente y el progreso del deporte en general se debe a la iniciativa de unos cuantos ciudadanos bien inspirados”.

Cinco días más tarde, nuestra selección jugó contra la Argentina por el tercer puesto en el estadio Álvaro Cháves, ante la presencia de quince mil espectadores. Prefiero no relatar mucho sobre lo ocurrido aquel partido. Basta con saber que Argentina ganó por cuatro a uno, que los goles los hicieron Edwin Clarcke (que anotó tres) y Carlos Izaguirre, y que para chile el único gol del campeonato lo marcó Alfredo France. Cuando salimos del estadio ya no tenía ganas de nada. Con el campeonato concluido, lo único que quería era llegar a mi casa en Valparaíso y disfrutar de alguna comida preparada por mi madre. Le dije a Arturo que se encargara él de escribir la crónica de aquel partido. No me respondió nada. Se sentó en la mesa del comedor, pidió una botella de aguardiente y comenzó a redactar: “Perdimos. Por tercera vez nos tocó jugar con el sol en contra durante el primer tiempo, lo que, como nadie ignora, es una gran ventaja”… Yo subí a la habitación dispuesto a preparar las valijas. Cuando abrí la puerta me sorprendió ver que las camas estaban tendidas y que la ropa que Arturo había dejado desparramada por el piso estaba doblada y bien apilada sobre las sábanas. Al lado de mi almohada había una carta de nuestro jefe Sepúlveda. Decía que por cuestiones burocráticas y de presupuesto no habían podido comprar los dos pasajes de vuelta sino uno solo “arreglen entre ustedes, les dejo esta plata para que el que no use el pasaje pueda sobrevivir algunos días más”. Agarre los billetes que había en el sobre y bajé corriendo las escaleras a contarle a Arturo. Para entonces la crónica ya estaba escrita y a la botella de aguardiente le quedaba poco y nada. Me senté frente a él y le mostré la carta de Sepúlveda.

Solo hay una forma de solucionar esto, dijo Arturo.

Me sirvió lo que quedaba de aguardiente y con un movimiento brusco de muñeca puso la botella a girar. Dejemos que decida el azar, agregó. La botella giró durante casi un minuto. En mi cabeza comencé a imaginar posibles regresos; utilizar el pasaje era la diferencia entre el cielo o el infierno. Era la ruta congelada o mi madre preparando un caldillo de congrio caliente y bien condimentado. Eran tres días en tren o cuarenta a la deriva. Ahí estaba yo, parado en medio de la ruta desierta, esperando desesperadamente, casi muriéndome de frío, con la nariz roja y los párpados crujiendo con cada pestañeo, a que algún campesino se dignara a subirme al lomo de su caballo y me acercara, de esa manera, a mi hogar. La botella comenzó a detenerse de a poco. Para cuando se detuvo por completo, la tapa apuntaba contra el pecho de Arturo. Lo siento, compañero, me dijo. Bebí de un trago lo poco que quedaba de aguardiente y le dí el pasaje en tren. Me guardé los billetes en el bolsillo de la campera y subí a la habitación a preparar la valija.

***

Más tarde acompañé a Arturo a la estación. La noche era fría como pocas. En el cielo de Río de Janeiro una luna brillante e inmensa iluminaba los andenes donde la gente se reunía para aguardar la llegada del tren. Había de todos los países; chilenos, argentinos, brasileños y uruguayos. En un banco cerca de la cabina donde vendían los pasajes reconocí a dos jugadores uruguayos. Carlos Scarone conversaba con su hermano Héctor sobre la final que habían perdido aquella tarde contra los brasileños. Ambos tenían puesto un sobretodo color marrón. Carlos tenía una boina negra y Héctor fumaba mientras lo escuchaba.

Me acerqué a la ventanilla donde vendían los pasajes y le pregunté a la señora que atendía si no le quedaba alguno de más. La señora respondió que no, que ya estaban todos vendidos. Arturo me miró y sacudió la cabeza. Por un momento pensé que se arrepentiría y me daría el pasaje a mí por todo el trabajo que había hecho por él; pero eso no ocurrió. A los treinta minutos apareció la locomotora escupiendo humo, y de pronto me quedé solo en la estación. Sin manera de volver, ni lugar para dormir, pegué la vuelta y caminé rumbo al centro.

A pocas cuadras divisé, a lo lejos, a un grupo de personas que venía corriendo hacia mí. Venían dejando tras de sí una gran nube de polvo espeso, y a medida que se iban acercando comenzaban a oírse con mayor fervor el ruido de las zapatillas contra la tierra. Parecían una manada de búfalos corriendo de las fauces de un león, solo que no había ningún león y, en todo caso, yo era el búfalo. Se detuvieron a pocos metros de mí. Solo entonces los reconocí. Era la delegación chilena. Estaban exhaustos; respiraban con dificultad y se los veía realmente agitados. El entrenador Héctor Parra se abrió paso y me preguntó si ya se había ido el tren. Le contesté que sí, y todos insultaron y patearon el suelo.

Les dije que lo perderíamos, dijo el Gringo Poirier. Todo por hacerle caso a este huevón, agregó, señalando a Guerrero.

Encontrarme con ellos fue mi salvación. Les comenté respecto de lo que me había sucedido y me ofrecieron hospedarme en su hotel hasta el día siguiente, que partería el próximo tren. Como éramos de la delegación chilena (a partir de ese momento comencé a ser uno de ellos) no tuvimos inconvenientes en reservar habitaciones en el hotel, que a comparación del que había dormido hasta entonces, este parecía el palacio Cousiño. Cenamos una feijoada que, según nos dijeron los mozos que nos atendieron, era un plato que trajeron los portugueses y se estaba empezando a comer seguido. Contiene frijoles negros, carne salada, arroz y naranja. Me resultó bastante agradable, y todos comimos hasta reventar.

***

Abandonamos la capital brasileña a la mañana siguiente, no sin antes desayunar un abundante cóctel de frutas y cereales que amablemente nos sirvieron en el hotel. Ésta vez fuimos cuidadosos con el horario del tren y no tuvimos inconvenientes. El viaje, aunque largo y agotador, resultó de maravilla. Compartí vagón con algunos jugadores por lo que pude hacer varias entrevistas y reportajes que fueron los que más tarde publiqué en el Sports Andino. En su momento muchos colegas me preguntaron cómo había conseguido los testimonios, sobre todo por la fluidez y la confianza con la que se habían desenvuelto los jugadores. A todos aquellos, ahora lo saben. Realmente era un grupo de personas amables y generosas.

Para cuando llegamos a Buenos Aires comenzó una aventura que ninguno de nosotros había imaginado y para la cual no estábamos preparados. La idea principal era quedarnos dos noches y partir para la provincia de Mendoza, donde nos tomaríamos el Trasandino para llegar a Los Andes. No teníamos intenciones de quedarnos el tiempo que nos quedamos. Los primeros días pasaron rápido. Extasiados por la fiebre de la gran ciudad, entre noches de copas y paseos de tarde los días se fueron sucediendo. Recuerdo en particular la noche en la que nos sumergimos dentro de una pulpería cerca del puerto, donde algunos gauchos jugaban a los naipes y bebían mientras con los ojos rojos y ardientes veían a un grupo de mujeres que bailaban al compás de un folclore que tocaban dos negros mota. Los gauchos apenas desviaron la vista cuando nos vieron entrar, y eso que éramos como diez. El maestro Guerrero al principio tenía miedo, decía que buscáramos otro sitio. Ándale huevón, sin miedo, lo había animado Poirier. En realidad no había nada de qué temer. Los gauchos nos miraron torcido cuando reconocieron, por nuestra tonada, que éramos chilenos. Creo que alguno empezó a insultarnos. Nosotros solo queríamos beber un par de tragos, por lo que ignoramos los agravios y nos dirigimos hacia la barra. Pedimos varias botellas de vino y grapa que bebimos como dios manda, hasta que llegó un momento de la noche en el que las palabras comenzaron a salir por sí solas y ya no pensábamos lo que decíamos. Nuestro tono de voz había aumentado notablemente; ya casi rozaba el grito, cosa que a los gauchos, que dentro de todo se habían comportado, hizo enfurecer. No recuerdo con exactitud quién fue primero, si Alfredito France o el gaucho, lo cierto es que cuando me di vuelta los vi a ambos gritándose cara a cara, al borde de los golpes. Corrimos a separarlo desesperados, puesto que pensamos que lo iban a matar, pero los otros gauchos se pararon y nos detuvieron. Déjenlos a ellos, dijeron, que sea un mano a mano. Los negros mota dejaron de tocar y las mujeres se quedaron estáticas, observando con asombro y curiosidad lo que estaba ocurriendo. No porque nunca hubieran visto una pelea, de hecho más tarde nos contaron que todas las noches más de uno terminaba ensangrentado en el piso, herido de un faconazo. Lo que les había llamado la atención fue la propuesta que le había hecho el delantero de nuestra selección: había desafiado al gaucho a una partida de truco. El hombre que servía los tragos sacó un mazo de cartas de la barra y lo tiró. Se sentaron a una mesa en el centro del salón y comenzaron a jugar ante la mirada de todos los que estábamos presentes. Los detalles de este desafío los escribí varios meses después en una crónica para el Sports Andino, por lo que no voy a decir nada más. Basta con saber que France ganó y casi nos matan a todos.

***

Así vivimos esa semana en Buenos Aires, entre el hotel y las pulperías, pero pronto nos fuimos quedando sin dinero (de lo que me había dejado Sepúlveda ya no me quedaba nada hacía rato) y una mañana de la segunda semana el entrenador Parra recibió una carta de la federación chilena en la que preguntaban, preocupados, por nosotros. Parra le respondió que debido a que las rutas estaban obstruidas (mentira) nos habíamos quedado varados en Buenos Aires. Esa misma tarde empacamos y nos subimos a un tren de carga que para la madrugada ya nos tenía en Mendoza.

A esa altura ya teníamos a nuestra disposición el Ferrocarril Trasandino, el único medio de transporte que había unido el Pacífico con el Atlántico, por lo que creímos que nuestro regreso lo haríamos en un abrir y cerrar de ojos. Pero entonces sucedió lo peor. La mentira de Parra se volvió realidad. Nadie puede precisar cuándo, pero comenzó a nevar con tanta intensidad que pronto las vías se bloquearon. Permanecimos en Mendoza durante trece días en los que no la pasamos nada bien. Mendoza no es una ciudad como Buenos Aires; no teníamos nada para hacer. Muchos además estaban agotados y extrañaban a sus familias. Fue en ese momento, ni antes ni después, que envidié a Arturo. Lo imaginé relajado en su casa, o jugando a la pelota con sus hijos, o haciendo el amor con su mujer. ¿Hace cuánto habría llegado? Los recuerdos con él me parecían ahora tan lejanos, tan ajenos. Parecía que habían pasado décadas desde la última vez que lo había visto, y sin embargo todavía no había pasado un mes.

***

Cuando Parra al cabo de cinco días volvió a recibir una nueva carta de la federación chilena esta vez fui yo el encargado de contestar. Nos reunimos en un salón y por decisión de todos escribí lo siguiente: “Aun no sabemos cuándo partiremos. Estamos haciendo gestiones para irnos. Nuestra situación es cada día peor. Estamos desesperados. Llegaremos a Los Andes el jueves sin falta. La travesía la haremos en mula.”

¿! En mula¡?, preguntó Muñoz. Y ahí mismo le contaron. Resulta que el Trasandino no iba a estar disponible por veinte días más, y como la tía del dirigente Romeo Borghetti, una señora humilde que mantenía una granja con su marido en el Zanjón Amarillo, se había ofrecido a prestarnos veintidós mulas para que cruzáramos a Los Andes, ante la desesperación le dijimos que sí. Entre estar estancados aguardando un tren que nunca iba a llegar o estar en movimiento, preferimos lo segundo. Caminamos hasta Zanjón Amarillo y nos encontramos con la señora. Además de las mulas nos preparó una bolsa para cada uno con diez salchichones, un queso de tres a cuatro libras, dos cajas de conservas, varias tajadas de jamón y mortadela, seis panes y una botella de coñac. La bebida nos duró poco a todos. Era lo único que nos mantenía más o menos calientes. El comienzo fue alegre, puesto que las ganas de llegar estaban presentes. Pasamos dos noches y un día en un hotel en Puente del Inca, pero después todo comenzó a empeorar. El trayecto de Caracoles a Juncal debimos hacerlo a pie. Este trayecto fue el peor de todos, porque nos perdíamos en la nieve a cada rato y rodábamos como bolas. En un momento vimos a unos arrieros y decidimos arrendarles una mula más por treinta pesos para el gringo Poirier, al que habíamos encontrado desfallecido. Más adelante subimos también a Frez, que se había quedado dormido y tenía nieve hasta el pescuezo.

 

 

Del auge a la crisis, de la abundancia a la pobreza

Por: Nehuén Azar 

Nueva York, 8 de septiembre de 1990. Gabriela Sabatini se consagra campeona del US Open venciendo a la alemana Steffi Graf por 6-2 y 7-6 en la final, dos años después de haber conseguido la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Seúl. De esta manera, la bonaerense alcanzaba el tercer puesto del ranking WTA, un logro sin precedentes hasta ese momento para el tenis femenino argentino, y que hasta hoy, casi 30 años después, no ha sido igualado.

No solo no ha vuelto a repetirse dicho logro, sino que actualmente el tenis argentino está muy lejos de alcanzarlo o superarlo, o por lo menos eso es lo que reflejan los números. La mejor representante argentina, Paula Ormaechea, que recientemente volvió a la actividad luego de una serie de lesiones y operaciones, ocupa el puesto nº 208 del ranking WTA, y su mejor ubicación fue el puesto nº 59, en 2013. Hay que retroceder 15 años para encontrar una argentina dentro del top 10: Paola Suárez, con aquel 9° lugar alcanzado en 2004 luego de jugar la semifinal de Roland Garros.

Quizá sea exagerado hablar de crisis, pero es evidente que existe una larga sequía en calidad de títulos y de rendimiento. “La primera certeza que se puede obtener es que Sabatini dejó la vara muy alta, y eso generó que se les exija de más a las chicas que vinieron después”, expresó al respecto Marco Caporaletti, que cuenta con 42 años de experiencia internacional en la formación de tenistas profesionales ATP y WTA, y actualmente es director de la Escuela Argentina de Profesores de Tenis.

“Lo de Sabatini es un caso aislado. Tenía un talento sobresaliente, y a pesar de haber sido muy bien formada por Daniel Fidalgo en River, yo creo que hubiera llegado a ser Sabatini con cualquier entrenador”, aclaró.

Más allá de Sabatini, y teniendo en cuenta la actual falta de referentes, se puede obtener una segunda certeza: si no hay referentes o líderes claras, las niñas pierden motivación por jugar al tenis y empiezan a elegir otros deportes. “Si hubiese una argentina n°1, 2 ó 3 del mundo, más nenas jugarían al tenis y menos al hockey, por ejemplo, que hace varios años tiene a Las Leonas en un primer plano a nivel mundial”, continuó Caporaletti, que además de ejercer su profesión en Argentina, se desempeñó en Francia, México y Perú.

Detenerse en este punto puede aclarar un poco el panorama. La falta de referentes generó un declive en cuanto a la popularidad del tenis, y para que se hable de “crisis” debe existir un concepto opuesto, al que en el deporte se lo puede denominar “auge”: el momento de mayor esplendor y popularidad de una disciplina. Sucedió con el básquet durante la época de la Generación Dorada, sucede actualmente con el hockey de Las Leonas o el rugby de Los Pumas y Los Jaguares, con el judo gracias a Paula Pareto, con el fútbol femenino y sus recientes partidos históricos en el mundial de Francia, o incluso con el tenis masculino, gracias a las hazañas de Juan Martín Del Potro. Estas etapas de auge generan motivación en las niñas y niños para comenzar a practicar determinado deporte.

Lo que generalmente sucede es que luego de unos años de auge en una disciplina se hable de crisis. Tanto la prensa como los espectadores se acostumbran a cierto nivel, que cuando deja de existir, parece que todo estuviera haciéndose mal. Pero no es el caso, ya que la Asociación Argtentina de Tenis (AAT) está al tanto del problema y se encuentra trabajando al respecto.

En ese sentido, Caporaletti resaltó: “La AAT nombró a Florencia Labat a cargo del tenis de mujeres, y ella me pidió a mí que hiciera un análisis técnico y biomecánico de las chicas a través de videos”.

“La asociación también creó recientemente el circuito Gen10s, un programa de desarrollo para chicas y chicos de 8 y 9 años que se juega en una cancha especial, con una pelota especialmente adaptada para niños y niñas, y de esta manera se las hace competir desde más pequeñas”, subrayó y agregó: “Otro problema determinante es justamente la falta de competencia”.

Melany Krywoj, tenista argentina de 21 años que actualmente se encuentra entrenando y estudiando en la Universidad de Baylor, en Texas, Estados Unidos, coincide en este punto: “Estamos en mayo y todavía no hubo ningún torneo en Argentina. Hay muy poca competencia en el país y en Sudamérica, y es por eso que todas las que soñamos con llegar a esa cima nos terminamos yendo del país, donde además, la situación económica no ayuda”.

En este aspecto, las diferencias con otros países parecen abismales, así como también respecto a los terrenos de juego. “En Europa, Estados Unidos y otras partes del mundo se juega el 80% de los torneos en cancha rápida, lo cual en Sudamérica no es costumbre, y eso marca una diferencia y una desventaja para nosotras”, distinguió Krywoj, en referencia a las superficies de cemento y su diferencia con las de polvo de ladrillo, más comunes en Sudamérica.

La superficie rápida propia de las canchas de cemento es el enemigo n°1 de las tenistas sudamericanas a la hora de competir en el exterior. En Argentina, los clubes mantienen las canchas de polvo de ladrillo hace décadas, generalmente por decisión de los socios, que en su mayoría son personas de más de 40 años que utilizan las canchas de forma recreativa o como hobby, y que no practican el tenis de forma profesional. Pero son quienes toman las decisiones por el hecho de pagar una cuota y prefieren canchas de polvo de ladrillo porque generan menor daño a las articulaciones, especialmente las rodillas.

Tercera certeza: La falta de competencia y los terrenos de juego son también responsables del bajo nivel del tenis, tanto femenino como masculino, en toda Sudamérica.

Otro análisis posible involucra a las diferencias de género. La mayoría de las disciplinas son más populares en su versión masculina, lo que trae por decantación a la cuarta certeza: La sequía del tenis femenino también se debe al hecho de que a las mujeres deportistas se les hace más difícil alcanzar la popularidad, debido a la menor difusión, promoción y sponsoreo que reciben.

Esto llama la atención en un deporte como el tenis, que aparenta ser uno de los más avanzados en este aspecto, ya que desde 2013 no distingue los premios por sexo en la mayoría de los torneos, aunque no en todos.

Hace días se generó un cruce mediático en las redes sociales entre la argentina Paula Ormaechea y Rafael Nadal, que en una conferencia de prensa había declarado: “Estoy un poco cansado de que siempre se piense que estamos en contra de las mujeres. Esto no es sobre hombres o mujeres. Todos somos personas pero algunos merecemos más y otros menos, porque algunos vendemos más y otros menos”.

Tras las declaraciones del español, cuestionando la lucha femenina por igualar definitivamente los premios en el tenis, Ormaechea lo cruzó en Twitter: “A veces estaría bueno que no opinara del tema. Imagen mundial dando este tipo de mensaje. Así no avanzamos más, querido Rafael”.

Son tanto las dudas como las certezas las que indican que hay cosas por mejorar a nivel tenis, a nivel deporte en general y a nivel social. “Se está trabajando seriamente en el tema con Florencia Labat y Mercedes Paz, capitana del equipo argentino de Fed Cup, con la idea de incrementar el número de chicas y mejorar las condiciones de competencia, y así poder aspirar a lograr mejores resultados en el futuro”, aclaró Érica Ledesma, integrante del equipo de coordinación de profesionales de la AAT.

En definitiva, más allá de hablar de crisis, de sequía o de mal momento, de falta de referentes o presupuesto, de machismo o de conservadurismo, el tenis femenino argentino dejó de ser potencia a nivel mundial, y dependerá de los clubes y de la AAT intentar recuperar ese lugar que hace casi tres décadas tuvo gracias a Gabriela Sabatini.

Entre lo olímpico y lo under

Por: Santiago Ballatore 

Sábado, 5 de la tarde. A pesar de que dentro de un par de horas comenzará la 7ToSmoke, el certamen de breaking, deporte que debutó como disciplina olímpica en los Juegos Olímpicos de la Juventud de 2018 y que tiene chances de formar parte de París 2024, que se realiza todos los sábados en el Espacio Hip Hop del Centro Cultural Recoleta, no se respira un aire de competencia sangrienta. Se ve a algunos de los participantes entrando en calor, compartiendo sus movimientos y felicitando los de los otros. Quienes no están practicando aquí, están en la sala 6, solo a unos metros de este sector descubierto.

“Cuando arrancamos a hacer eventos acá, teníamos solamente el salón de adentro. Gracias al crecimiento del movimiento y al interés de la gente, conseguimos agrandar el espacio y agregarle unas gradas a la parte de afuera para que más gente pueda disfrutar”, comenta entre risas Luis Aníbal Perchante, o Percha983, presentador y uno de los organizadores del evento. La 7ToSmoke es solo el cierre de una jornada nutrida de hip hop, que comenzó con un taller de breaking para adolescentes.

Casi llegando a las 6 de la tarde se anuncia que están abiertas las inscripciones. De a poco, mientras sigue sonando rap y algunas personas siguen bailando en el centro del escenario, los bboys y las bgirls van acercándose a los organizadores para anotarse. Bboy y bgirl es el término que se utiliza, justamente, para nombrar a quienes realizan breaking.

El cielo se va poniendo gris, pero llevándole la contra al clima, el lugar se va llenando. Las gradas están llenas, hay personas paradas y también unas cuantas subidas a una escalera que está al costado, desde donde se aprecia mejor todo el panorama. Y es en ese momento que se anuncia que están por comenzar los filtros para la competencia: 15 participantes, nueve bboys y seis bgirls. En realidad iban a ser 14, pero a último momento llegó Kim, caminando tranquila, a preguntar si todavía podía anotarse. Habrá dos cyphers que durarán media hora, uno de ocho personas y otro de siete, del que saldrán las ocho personas que participarán de la 7ToSmoke.

Un cypher es un círculo en el que están reunidos los bailarines y en el que van pasando de a uno al centro para desplegar sus movimientos. Cuando Percha983, que también fue el presentador de los Juegos de la Juventud, da la señal, arranca a fluir la pista y con ella, los bboys y las bgirls.

Nacido en la década de 1970 en el Bronx, habiendo llegado a Argentina en los  años ’80 , y habiendo tenido en los ’90 su asentamiento como movimiento, el breaking sigue siendo underground, a pesar de las probabilidades de formar parte de los Juegos de mayores; como explica Jeremías Sosa, profesor y entrenador: “El underground en realidad es un pensamiento. No importa si uno entrena en la calle o en un salón, es básicamente que uno crezca en lo que hace, sin olvidarse de dónde viene. Es crecer como bailarín, como entrenador, pero siempre acordándose de las raíces. Una persona underground es la que mantiene su esencia”.

El hecho de haber formado parte de la experiencia olímpica, en la que el argentino Mariano Carvajal consiguió la medalla de plata, sin dudas hizo que el deporte creciera. Y es por esto que, a medida que van avanzando los cyphers, ya casi no queda espacio para el público. Hay familias, amigos, gente que va por su cuenta. “La otra vez los vio bailando en una plaza y me volvió loca para venir”, dice una mujer que no consiguió lugar para sentarse, sobre su hija de nueve años, que está sentada en el piso al lado del escenario, hipnotizada por los movimientos de los bailarines.

Cuando quedan diez minutos para que finalice la etapa preliminar, el host avisa que se está acabando el tiempo. Es el momento para que los bboys y las bgirls saquen lo mejor que tienen para dar. La luz natural ya no existe, así que entre toda la oscuridad hay unas farolas que alumbran los dos cyphers, como si fuera un teatro. Movimientos con los pies, con las manos, fluidez, y muchas más cosas se pueden apreciar en el centro de la luz.

Cumplidos los 30 minutos, se anuncia cuál será la original forma de definir a los ocho elegidos para la competición principal. Apelando a la honestidad y buena interpretación de los participantes, serán ellos quienes decidan, dando dos votos al mejor bailarín del cypher y uno a la segunda mejor performance. Explica Serena Paredes, bgirl que se quedó a la puerta de participar en los Juegos Olímpicos, que hay cuatro factores importantes a la hora de la evaluación: “Se califican los cuatro fundamentos básicos: el toprock, que es el estilo con el que se compite contra el oponente; el footwork, el juego con las piernas y en cuclillas; freez, pose en la cual te quedás congelado; y el powermove, que son los movimientos más dinámicos del breaking, los poderes con el cuerpo, los giros de cabeza”.

Y como si fuera una novela de George R.R. Martin, en el momento en el que están por ser anunciados los ocho finalistas, se larga una lluvia torrencial. Está previsto que dure solo unos minutos, pero al estar tan mojado, el exterior quedó imposibilitado para bailar. Pero que no cunda el pánico, la organización está llevando los equipos de sonido a la sala de adentro, en la que se realizará la competencia. Las primeras filas sentadas en el piso y las de atrás de pie, escuchan atentamente cuando Percha nombra a los ocho finalistas: Lil French, Escate, Mara Sanfiz, Tirso, Pri, Deedos, Kim, que había entrado por la ventana al cypher, y Nigga Matías. La modalidad del torneo también será particular. No se trata de un cuadro de cuartos de final, semifinal y final. La persona ganadora será la que consiga vencer a los otros siete concursantes. Los jueces son, otra vez, los participantes. Esta vez, los seis que no están batallando, deciden quién sigue en la pista.

Lil French y Escate, los dos que más votos recibieron el filtro, se enfrentan en el primer combate. Cada uno consta de un minuto para hacer lo que quiera sobre la base. Lil French, con sus anteojos característicos, arranca. A pesar de realizar buenos movimientos de piernas, principalmente, no consigue destacar. Escate, utilizando una remera naranja como bandana, arranca metido desde el primer movimiento. Pasan solo unos segundos para que el público comience a aplaudir al bboy peruano. Por unanimidad, es él quien permanece  en el centro.

Sin muchas complicaciones consigue seguir avanzando. Luego de la batalla frente a Tirso, en la que Escate realiza un truco con la remera que tenía en la cabeza, el público ya queda completamente rendido ante él. “Este pibe es invencible”, se escucha en una conversación de chicos de aproximadamente 20 años. Y esa es la sensación, imposible que ese pibe perdiera. Pero el cansancio es un factor muy importante, y es evidente que luego de cinco victorias al hilo, está extenuado.

Y cuando le falta vencer solamente a dos rivales, se cruza con Kim. Sí, aquella que había llegado a último momento. En su minuto, la bgirl tiene una presencia que no se había visto en toda la jornada. Incluso superior a la que Escate había tenido frente a Lil French. Y Kim gana. Con el condimento de ya haber vencido al único que parecía imposible de derrotar, sigue venciendo. Más que una batalla, cada vez que baila Kim hay un show. Añadiendo a los cuatro fundamentos básicos una actitud única, ahora es ella quien parece invencible. Cuando tiene seis victorias, solo le falta enfrentarse a Deedos y, en caso de vencerlo, será la ganadora de la 7ToSmoke. Es ampliamente superior y, de forma unánime, los competidores que están esperando afuera la eligen a ella.

Quizás el hecho de que sea una disciplina en crecimiento y que aún no está contaminada por la extrema competición en la que lo único que importa es la victoria, el breaking se puede dar el lujo de permitir que sean los participantes los que decidan el destino del campeonato. En cualquier otro deporte sería casi imposible que Escate, que estaba a dos victorias de ganar la competencia, votara a una persona que solo precisaba ganar una batalla. Pero lo hace, y Kim se corona como la vencedora de la competición.

Un nuevo talento para el Barsa

Por Pablo Fonseca 

Frenkie de Jong es uno de esos que aparecen cada tanto, que con tan solo mirar su forma de correr ya da gusto verlos en el campo.Así es la ex figura del Ajax y nuevo refuerzo del Barcelona, por quien pagaron 75 millones de euros y presentarán oficialmente hoy en el Camp Nou.

Un jugador con un sentido de la ubicación casi perfecto y un despliegue muy inteligente, ya que siempre está bien parado sabiendo cómo y cuándo atacar el espacio, típico mediocentro con clase de la escuela holandesa establecida en Amsterdam.

Sus herramientas son amplias, la movilidad e inteligencia ya mencionadas vienen acompañadas por una técnica envidiable y un primer pase orientado donde pide la jugada.El joven de tan sólo 22 años firmó un contrato hasta 2024 y es una pieza con mucho potencial para explotar en el futuro, en resumen es el hombre perfecto para el cuadro catalán.

Además, será el complemento y socio necesario para el brasileño Arthur que, de momento, no encuentra un acompañante que le siga el ritmo a la hora de hacer florecer el juego colectivo blaugrana.La incorporación y adaptación de Frenkie son una incógnita, como así también su encasillamiento dentro del esquema del equipo español.

En el Ajax, era el encargado de sacar la pelota limpia desde abajo y dar ese primer avance para comenzar las jugadas ofensivas moviendo los hilos en la mitad de la cancha con Lasse Schone, su experimentado escudero.En el Barcelona, en cambio, el que se ocupa de esa tarea es el indiscutido Sergio Busquets. Lo que supone que el holandés ocupará un rol no tan creativo y más ofensivo en la mitad de la cancha.

Por características es imposible no hacer memoria sobre el tridente que enamoró al mundo con su fútbol y que supo ganar todo en los años más gloriosos de la historia del club.Pero solo el tiempo dirá si encontramos al reemplazante de Xavi que tanto extrañamos los amantes de este deporte y su buena manera de jugar, lo cierto es que talento no le falta.

Corazón de bronce

Por André Ribles y Franco Caruso

Es una mañana de frío en Buenos Aires, de esas típicas de otoño en las que no se sienten las manos y el sol apenas calienta. Por suerte dentro del bufet de la sede ‘La Boya’ del Club Atlético San Isidro está más cálido. Son cerca de las 9:30 de la mañana y Martín Gaitán, ex jugador y actual entrenador de backs de Los Pumas, se encuentra trabajando en la preparación del equipo junto a Juan Passano, encargado de la logística, y a Rodrigo Martínez, el analista de video. En la mesa hay un mate y una caja de alfajores Havanna, los cuales nos ofrecieron ni bien llegamos. Después de un par de chistes –que abundaron en los 40 minutos que duró la charla-, Martín nos pregunta, en voz baja y mostrando su humildad, qué queremos saber ya que él no tiene nada interesante para contar. “¡¿Casi te morís y no tenés nada interesante para contar?!, exclama entre risas Martínez. 

Tras un partido preparatorio de cara al Mundial de Francia 2007, Gaitán sufrió un dolor en el pecho producto de un problema cardíaco por el que tuvo que ser intervenido quirúrgicamente y que lo terminaría marginando de la competición y el rugby, ya que no podría volver a jugar. “En ese momento no me afectó, lo único que me importaba era estar bien y que no me quedaran secuelas”, confiesa el ex Puma. Durante el momento más duro de su carrera reveló dos de las cualidades que lo caracterizan: la positividad y la alegría. Si hay otra cosa que lo describe es sin dudas su fortaleza mental. De un día para el otro, Martín pasó de ser una pieza importante del equipo de Marcelo Loffreda a ver desde afuera cómo sus compañeros quedaban en la historia del rugby argentino al lograr, por primera vez, el tercer puesto en el Mundial. Sin embargo nunca dejó que eso lo afectara y se enfocó en su futuro.

Hoy, 12 años después, se siente agradecido por cómo se dieron las cosas y no recuerda con rencor lo sucedido. “Esa noche que pasé en el hospital se murieron tres personas al lado mío, yo decía la próxima pega en el palo y entra”, comenta entre risas para descomprimir un poco lo seria que se empieza a hacer la charla, en la cual casi no dejó de sonreír o tirar chistes. Es que detrás de ese rugbier que se golpeaba en la cancha se esconde una persona sencilla, alegre y con un corazón enorme, que de tan grande que era, le jugó una mala pasada.

Sigue la lucha del fútbol femenino en Argentina

Por: Micaela Delzart 

Finalizó la ilusión de Argentina en el  Mundial Femenino de Francia pero no acabó la ilusión de sus jugadoras de poder dedicarse profesionalmente al fútbol femenino. Pese a todo el revuelto que obtuvo el Mundial, las jugadoras siguen sin tener los derechos que merecen.

Aunque muchas personas piensan que la lucha ya terminó, la lucha sigue más que nunca. Solamente ocho jugadoras obtienen contrato profesional y todavía no se sabe cómo se elige quien lo obtiene y quién no, solamente San Lorenzo puso plata demás para poder profesionalizar a 15 jugadoras de las Santitas.

En los clubes del interior todavía sigue sin profesionalizarse el fútbol femenino, solamente en Rosario Central se mandó una carta a la AFA (Asociación del Fútbol Argentino) para poder jugar en primera o segunda división, un club que contiene a dos jugadoras del Mundial (su arquera Vanina Correa y su capitana Virginia Gómez) ambas tuvieron que buscar otros trabajos porque no podían subsistir del fútbol, la portera se levanta a las seis de la mañana para trabajar de cajera en la Municipalidad de Villa Gobernador Gálvez hasta las 13 de la tarde que se va a entrenar, y la defensora es encargada en un Bar en la Playa Pérez y estuvo complicada para que le den los horarios mientras diputaba el Mundial.

Las Asociaciones lo que más dicen es que “No hay plata para sustentar este proyecto” pero en la SuperLiga 2018/2019 se cambiaron 27 entrenadores del fútbol masculino y además de que falta difusión y transmisión de partidos de fútbol femenino, aunque en el canal Crónica se mostraron durante los domingos y algunos días a la semana, Además que juegan los partidos en las canchas de entrenamiento, donde hay poca capacidad para las personas y no están en condiciones. Los contratos son de 120 mil pesos para cada institución y dividido entre ocho contratos son 15 mil pesos, un salario de Primera C para el fútbol masculino según el acuerdo de Futbolistas Argentinos Agremiados y La Asociación de Fútbol Argentino.

Estados Unidos, uno de los equipos favoritos en esté mundial y finalista, está profesionalizado desde el 2001 y ya ganó tres Copas Mundiales y cuatro medallas de Oro Olímpicas, y si vemos a Latinoamérica en Brasil es profesional y ganadora de la Copa América en 2003, 2007, 2015. Si bien, no es lo mismo que el fútbol masculino son dos representantes a seguir.

La visibilidad del fútbol femenino sigue siendo importante, gracias a Macarena Sánchez, una de las principales referentes, se expuso un deporte que existía hace años pero no tuvo nunca la importancia que merecía. Las jugadoras hicieron historia en Francia, consiguieron sus primeros puntos en un Mundial y lograron que se muestre en los medios algo a lo que no le daban importancia antes, pero todavía hay que ir por más y conseguir todos los derechos que les siguen faltando a las mujeres y que si obtienen los hombres en el fútbol.

Un par de zapatillas

Por Franco Sommantico

El frío es tan intenso que duele. Con solo caminar unos pasos la cara se pone dura como una piedra, las mejillas se enrojecen y a muchas personas les chorrea agua por la nariz. Hace un par de días murió de frío Sergio Zacariaz, un hombre de cincuenta y dos años en situación de calle, a cinco cuadras de la Plaza de Mayo, en la ciudad que concentra el mayor ingreso en todo el país. Mientras muchos desde el sillón de sus casas se preguntan cómo sucedió una cosa así y hacen catarsis por redes sociales, Juan Carr junto a los voluntarios de la Red Solidaria y la dirigencia de River Plate anunciaban que a la tarde abrirían las puertas del Monumental para que las personas en situación de calle pudieran pasar una de las noches más frías del año debajo de un techo.

Adentro de un portón que da a Figueroa Alcorta, justo al lado del Museo de River, hay  montones de cámaras de televisión, una pegada a la otra, enfocando el sector donde se apilan las bolsas con las donaciones que va trayendo la gente. Una hilera de vallas que se utilizan para los días de partido separan al sector de las bolsas de la zona donde están las cámaras. Las personas en situación de calle que vinieron —debe haber más de treinta— permanecen del lado de las cámaras. Para que la iniciativa no sea un descontrol, los voluntarios de la Red Solidaria la organizaron de la siguiente manera: Dos hombres se quedan en la puerta recibiendo las bolsas que trae la gente; a medida que van llegando se las pasan a sus compañeros para que las ordenen dependiendo si son para hombres o para mujeres. Un par de empleados de seguridad del club vigilan que todo esté en orden. Los periodistas circulan con total libertad. Algunos caminan nerviosos aguardando su turno para salir al aire, otros prefieren esperar sentados. Una señora viene caminando por la vereda con sus dos hijas de la mano, una a cada lado. Las dos nenas tienen un gorro de lana blanco y un pompón rosa que les baila cuando caminan. Apenas pasan por el portón, desvían la mirada hacia adentro y la de la derecha le pregunta a su madre: “¿Mamá, por qué hay tanta gente?” y la madre le responde: “Son personas que no tienen donde dormir, hija”. Y se alejan por la vereda.

***

Apoyado sobre la pared de la entrada, un hombre en situación de calle recibe con calidez a las personas que se van acercando. Tiene puesto una especie de borcegos, un pantalón verde gastado y medio desteñido, un poncho arriba de tres buzos y una boina de lana negra. Así como está, parece un gaucho de Molina Campos. En la calle estaciona un Ford Focus blanco del que baja una mujer joven —tendrá unos treinta y cinco años— con una bolsa de consorcio de la que se asoma la cabeza de un oso de peluche. Se acerca caminando muy elegante hacia el portón, como si estuviera en un shopping con bolsas de Louis Vuitton, y cuando llega a la entrada la detiene el gaucho, que le pide por favor si le regala el oso. La mujer le responde que sí, claro, y se lo da. Los de la Red Solidaria agarran la bolsa y, así como vino, la mujer pega media vuelta y se va.

Clin Clin. En eso pasa un tipo pedaleando una bicicleta Itaú que se molesta porque tiene que esquivar a la mujer. Entro. En el salón, un grupo de cinco o seis personas se cuelga de las vallas y mira con atención las bolsas que los voluntarios van apilando. Cuando ven algo que les interesa, intentan memorizarlo para pedirlo una vez que repartan las cosas. De pronto aparece, del otro lado de las vallas, una mujer con tres tabletas de chocolate Milka —dos de oreo y una de yogurt— en la mano. Los que estaban colgados de la valla se abalanzan sobre el chocolate como si lo que tuviera en la mano fuera una barra de oro. El encargado de seguridad los calma y los voluntarios aprovechan para sacarle los chocolates de la mano “Quédese tranquila, señora, le dicen, nosotros se los vamos a dar”.

Uno de los que acaba de abalanzarse hacia la mujer —más adelante voy a descubrir que se llama Alejandro— se desprende de la valla y se detiene frente a mí. Tiene la piel algo marcada, un piercing en la ceja izquierda, camperon deportivo y jogging Adidas.

-¿Vos estás en situación de calle?

 Le respondo que no, entonces mira hacia el piso.

-¿No me podes dar un par de zapatillas?

***

La gente sigue ingresando de a montones, la gran mayoría con más de una bolsa cada uno. Alejandro los ve pasar mientras charla con el hombre de la boina de lana negra hasta que en un momento dado pierde la atención y lo deja hablando solo. Es que acaba de entrar alguien de unos cuarenta años, pinta de rugbier, con dos bolsas enormes colgando de los hombros y dos pares de zapatillas Lecoq Sportif agarradas con la punta de los dedos. Alejandro se le va encima mucho antes de que el rugbier logre darle las bolsas a los de la Red Solidaria, y le suplica que por favor le de las zapatillas a él. Entre los sin techo parece que es el objeto más preciado, porque ni bien escuchan la palabra zapatillas se acercan unos cuantos más a pedírselas también. Alejandro dice que él se las pidió primero e insiste con que se las den a él. Los de la Red Solidaria, cuando ven el alboroto que se arma, le sacan las zapatillas de la mano al rugbier y se la pasan a los compañeros que están acomodando. Alejandro se fastidia. La periodista de América noticias que en ese momento estaba haciendo el móvil ve lo que acaba de pasar y le explica a los televidentes: “se acaba de generar un cierto revuelo porque los que están en situación de calle se abalanzan contra las vallas por las zapatillas”. De afuera se escucha la voz de uno que, un tanto impaciente, grita “dale viejo entreguen las cosas que me quiero ir a la mierda”.

***

Una señora ingresa con una nueva bolsa. Como los de la Red Solidaria no dan abasto y están dando vueltas por ahí, a la señora no la recibe nadie. Los sin techo que estaban colgados de la valla meten sus manos por entre las barras de hierro e intentan quedarse con la bolsa. La señora, que no sabe muy bien qué hacer con lo que va a donar, cuando siente la fuerza de más de tres manos se desprende de ella. Comienzan a discutir: que la agarré yo primero, que dámela a mí, hasta que una mujer se apodera del todo y la levanta como si fuera un trofeo. Uno de la Red Solidaria que tiene un camperon negro y pantalón rojo de River ve desde lejos lo que acaba de pasar y viene corriendo. Se detiene frente a la mujer que acaba de arrebatar la bolsa y le dice, retándola: “Escuchame una cosa, todos van a recibir algo, ¿si? Nosotros estamos acá para ayudarlos a ustedes, pero necesito que ustedes nos ayuden a nosotros, ¿dale?” La mujer asiente y devuelve la bolsa, algo decepcionada.

***

En el fondo del salón están preparando, en una olla enorme, una sopa de polenta. También hay saquitos de mate Taragui, chocolate, budines y galletitas. Marcelo Llano tiene cuarenta y siete años y juega con un yo-yo blanco que, aunque está algo roto en los bordes, todavía emite un pequeño destello de luz verde cada vez que lo hace girar. Está sentado a una mesa de Coca-Cola, de esas que hay en los paradores de la ruta. Tiene puesta una gorrita que en su momento habrá sido blanca pero que la suciedad tiñó de marrón: la gorrita dice Colonia de verano San Martín. Un periodista que dice trabajar para un medio de Estados Unidos se le acerca y le pregunta si le puede hacer una entrevista. Marcelo se acomoda la gorra y le responde que sí.

—¿Hace cuanto estás en situación de calle? —le pregunta.

—Y en la calle estoy tirando hace un mes mas o menos, antes estaba en un hotel pero me trataron de chorro y me echaron —dice Marcelo.

—¿Cómo te enteraste de esto?

—Estaba haciendo la cola en Retiro y escuché que lo dijeron en la radio. Además después también me comentaron mis compañeros, entonces me tomé el tren y vine para acá.

—¿Te vas a quedar a dormir?

—Si se puede sí, tengo pensado quedarme.

—¿De dónde sacaste el yo-yo?

—A este me lo compré —responde, señalando su juguete —. Porque no es bueno tomar alcohol todo el tiempo ni fumar todo el tiempo.

—¿Vos sos hincha de River?

—Yo soy de Racing pero igual le quiero decir gracias a los de River que abrieron las puertas.

—¿Te puedo sacar una foto?

—Sí, ¿a donde me dijiste que puedo ver esto?  —pregunta mientras se acomoda para que le saquen la foto. El periodista se acuclilla en frente y con la cámara va probando distintos ángulos hasta que encuentra el indicado. Después de que aprieta el botón, Marcelo se le acerca y le pregunta si le puede mostrar la foto. El periodista extiende los brazos y le enseña la pantalla.

—Salí bastante bien, ¿no? El periodista asiente con la cabeza.

—Va a salir en México me dijiste, ¿no? —pregunta Marcelo. El periodista le responde que trabaja para un medio gráfico de Estados Unidos, no de México. Le agradece por haberle dado la entrevista, guarda la cámara y se aleja caminando.

***

Cuando llega Juan Carr las cámaras de televisión se van con él. Entra con la cara roja por el frío, luciendo su típico bigotito color café con leche. El primero que viene a saludarlo es Alejandro. Se acerca despacio, revoleando los brazos, le da un beso en la mejilla y después se va. Juan Carr atiende a los medios —lo entrevistan de América, TV Pública, A23, Telefé y hasta Telenoche—, y Alejandro busca zapatillas.

***

Empiezo a preguntar a los que están tomando sopa cómo fue que se enteraron del evento. Juan Carr sigue dando entrevistas. A Alejandro lo pierdo de vista.

—Me enteré por la radio Rock and pop. Me vine desde Constitución. Está bueno esto, lo único es que no encontré gorros ni bufandas. Le explico que seguramente cuando repartan todo le van a dar, y después le pregunto si se va a quedar a dormir acá.

—Sí, me pienso quedar a dormir acá si se puede, total hasta que vuelvo…

Y otro dice:

—Yo estaba haciendo la cola en Retiro para entrar al refugio y escuché que lo dijeron en la radio. Entonces me tomé el tren y vine para acá.—¿Vos para que medio escribis? —me pregunta. Le respondo que estudio periodismo y me dice, “Ah, lo de Economía?”.

—No, no tiene mucho que ver con la Economía, es algo parecido a lo que está haciendo él —le explico, señalando al notero de la TV Pública que está entrevistando a Juan Carr.

Me mira y me pregunta cuántos años dura la carrera, y si se gana bien. No llego a responderle que una señora de la Red Solidaria se acerca a nosotros.

—¿Te están tratando bien? —le pregunta al hombre con el que estoy hablando —. Cualquier cosa me decis y los boxeo a todos, eh —agrega, guiñándome un ojo. Después se va y llegan las pizzas. Traen cinco cajas que van dejando de a una sobre las mesas de Coca-Cola. Entonces aparece Alejandro. Viene caminando rápido con un pantalón en la mano. Se sienta al lado de un compañero suyo y le muestra lo que acaba de agarrar.

—Mirá —le dice al compañero, desplegando el pantalón en el aire —. Es del Barcelona, original. Se va al baño químico que hay en la entrada y vuelve con el pantalón puesto y una sonrisa enorme dibujada en el rostro. Me queda bien, ¿no?

 

El deporte amateur contado por sus protagonistas

El Equipo recogió 25 testimonios de deportistas que pasaron por el amateurismo o permanecen para que cuenten cómo es el lado B del deporte.

“Sufrí mucho gran parte de mi adolescencia para hoy dedicarme a ser jugador de fútbol. Me cambié a un colegio de turno noche a los 15 años, perdí amistades, salidas, cumpleaños y viajes, pero son todos sacrificios que uno tiene que hacer para llegar a tener una chance de jugar. Es difícil también llegar a un club de primera si no tenés un conocido, hay que romperla y enfocarte mentalmente todos los días en que sos el mejor, y una vez adentro llega la hora de darlo todo. En el presente, disfruto de jugar al fútbol todos los días, aunque a veces me arrepienta y piense en todos los viajes y salidas que me perdí en el pasado. No fue fácil dejar atrás cada situación, pero el mismo entorno te ayuda a superar cada etapa y poder salir adelante”.

*Patricio Riquelme, futbolista. 20 años. Defensor central del club Fénix. También jugó en Comunicaciones y Huracán.

“Dejé muchas cosas por el fútbol, como las salidas con amigos, juntadas por los cumpleaños y viajes con la familia. No me arrepiento de nada porque me encanta este deporte y porque son sacrificios que uno tiene que estar dispuesto a hacer. Además, tengo el viaje hasta el club todos los días para ir a entrenar, que me resulta difícil de sustentar, pero con la ayuda de mis familiares que me apoyaron desde el minuto uno en esta carrera, tratamos de pagarlo”.

*Damián Casas, futbolista. 19 años. Jugador de la reserva de Deportivo Riestra. Pasó anteriormente por Vélez Sarsfield y Banfield.

“Para poder dedicarse al automovilismo uno tiene que dejar muchas cosas de lado por viajar, los cumpleaños de mis familiares o de mis amigos por ejemplo, además de que necesitas un buen sustento económico para poder participar, lo que te da muy poco margen para hacer otras cosas. En mi caso personal, practico mínimo cuatro horas por día en un simulador. Esto, sumado al entrenamiento físico, que es necesario para aguantar todo el circuito, no me deja mucho tiempo para otras actividades. Por el momento no estoy trabajando y hace poco me anoté en la facultad. Sin dudas mis padres fueron pilares fundamentales para que yo llegara a donde estoy hoy, ya que ellos también fueron míticos pilotos y eso me da fuerzas”.

*Nicolás Varrone, piloto de competición. 18 años. Compite en Fórmula Renault Vdev. Campeón en Estoril en la F2, además de Karting y la Fórmula Argentina.

“Estudio y trabajo pero a medio tiempo, aunque si no jugara al futsal tendría más tiempo para trabajar. Los fines de semana sacrifico muchas cosas, como salidas o cumpleaños. Mi familia siempre me dice que haga lo que me gusta, pero que si no estoy seguro de que me va a dar de comer, que siga haciendo algo paralelamente”.

*Francisco Rondan, jugador de futsal. 18 años. Ala en Instituto Almirante Guillermo Brown.

“Tuve que dejar muchísimas cosas de lado porque la mayoría de mi tiempo me la pasaba entrenando. De lunes a sábado nadaba ocho horas diarias, me levantaba a las cuatro de la mañana y finalizaba a las siete de la tarde. Una de las cosas que más me costó dejar fue las salidas y juntadas con mis amigos; ellos jugaban al futbol, iban a comer y yo me la pasaba entrenando. Me perdí el casamiento de mi tía por un torneo al otro día, los cumpleaños de 18 de mis amigos. Eso fue muy doloroso y me he pasado noches llorando, pero es lo que uno quiere para su vida y así lo decide. Gracias al esfuerzo y todo lo que dejé, fui múltiple campeón nacional, obtuve el sexto puesto a nivel sudamericano en la categoría juvenil y, lo más importante, fui récord nacional en la categoría cadetes en los 50 metros espalda”.

*Rodrigo Nicolás Crippa, nadador. 18 años. Nada para el Municipio de Lomas de Zamora.

“Tengo que privarme de muchas cosas por el entrenamiento y los partidos, pero nunca dejo de lado juntarme con mis amigos, obviamente sin tomar alcohol porque altera mucho mi estado físico y yo mismo me lo prohíbo. No me arrepentiría de no ir a Bariloche ni a ningún viaje con mis amigos porque siento que voy a llegar lejos, y el día que lo haga voy a mirar para atrás y valorar todo el esfuerzo que hice para estar ahí. Me vendría muy bien la plata si lograra jugar profesionalmente, ya que mi familia no está pasando un buen momento económico”.

*Facundo García, futbolista. 17 años. Jugador de la séptima división de Acassuso.

“Yo estaba (en la) Selección de Corea (del Sur) y me molestaba la guerra con Corea del Norte. Ahí había ganado los juegos asiáticos. Me dijeron de probar en Argentina, que había un nivel muy bajo. Viajaba mucho y no había tiempo ni para estudiar castellano, lo que hablo lo aprendí viajando con chicos de acá. A pesar de haber ganado más de 30 veces el campeonato argentino, me exigía tanto como en Corea por el hecho de querer ganar siempre. No sé si extraño la alta competencia, fueron 45 años jugando, igual pasó muy rápido”.

*Hae-Ja Kim de Rimasa, ex jugadora de tenis de mesa. 69 años. Participó –representando a Argentina– en Seúl 88’, Barcelona 92’ y en 22 Mundiales. Fue ocho veces campeona sudamericana.

“El jugador de fútbol tiene dos cabezas: la de todos los días y la segunda, que toma lugar al momento de jugar el partido. Cuando juego acá en el barrio o con mis amigos me salen todas bien, porque uno se divierte y no tiene presión, pero a la hora de jugar con la tensión que genera un partido en el club, el juego cambia. De chiquito tuve un problema con esto de la mentalidad, cuando llegaba el momento del partido no podía jugar porque me agarraban ganas de vomitar. Tuve que ir al psicólogo para resolverlo o sino tenía que dejar de competir. Por suerte ya lo resolví y lo que ahora me está costando es controlar la intensidad. El año pasado sufrí tres lesiones porque me exijo demasiado, sin embargo, hasta ahora no me sucedió en un partido, siempre fue entrenando”.

*Lautaro Guerrero, futbolista. 19 años. Jugador de la cuarta división de Barracas Central.

“Por el fútbol tuve que dejar el colegio, no pude empezar la secundaria. Todavía no conseguí empleo, estoy buscando, es muy difícil por la situación del país. Cuando tomé la decisión de entrenar para tratar de llegar a ser profesional, toda mi familia me apoyó. También les dije que el día de mañana voy a terminar la secundaria, ya que es otro de los objetivos que tengo. Obviamente el camino tendrá varios obstáculos, pero habrá de sobrepasarlos para poder cumplir mi sueño”.

*Gonzalo Santellán, futbolista. 18 años. Volante de la reserva de Comunicaciones.

“Actualmente estudio periodismo deportivo, no trabajo ya que con el entrenamiento y el estudio se me dificulta un poco, y ser jugador de fútbol profesional es el sueño de todos y la verdad que sería muy lindo cumplirlo. Al principio tuve problemas asmáticos, pero los traté y por suerte hoy en día puedo seguir haciendo lo que me gusta. Tuve que dejar de salir con mis amigos y faltar a algunos cumpleaños para poder ir a entrenar temprano. Mi vieja fue la que siempre estuvo ahí y la que me ayudó a pasar un montón de cosas”.

*Pablo Carranza, futbolista. 16 años. Arquero de la quinta división de Ferro.

“Dejé muchas cosas atrás por la pasión que me genera el remo: dejé amigos, no fui a mi viaje de egresados por regatas que se corrían durante esos diez días y no salí ningún sábado en mi adolescencia. También sufrí muchas enfermedades por estar en contacto con el río y el frío”.

*Gonzalo Islas, remero. 23 años. Representa al club América de Tigre.

“Un deportista siempre tiene sacrificios muy grandes, pero mi caso no fue uno. Lo más sacrificado que me ha tocado vivir es ir a jugar lejos y que mis papás no estén ahí para verme, quedarme durmiendo mientras mis amigas salían o tener una dieta específica por jugar a los pocos días. Hoy en día estoy agradecida con todo lo que me pasó a lo largo de mi carrera”.

*Brisa Moreyra, jugadora de hockey. 18 años. Defensora en el club Almirante Brown.

“Uno para poder dedicarse al fútbol tiene que dejar muchas cosas de lado; cuando sos chico no podes estar con tus amigos y te perdés cumpleaños, pero es lo que uno elige. Hoy en día se me hace difícil estar lejos de mi familia, mi novia y mis amigos, pero es mi trabajo y a él me debo. Durante la carrera siempre te surgen obstáculos y queda en uno quedarse en ellos o sobrepasarlos. Mis padres fueron un pilar fundamental para poder llegar a donde estoy. Actualmente, Venezuela se encuentra en una situación complicada, pero más allá de eso me encuentro muy bien y contento con el club. Uno, al ser jugador profesional, no necesita de un trabajo aparte, pero cuando tengo tiempo trato de perfeccionar el inglés con un profesor del club y hago cursos a la distancia”.

*Matías Etchegoyen, futbolista. 24 años. Volante en Metropolitanos FC (Venezuela). También jugó en Acassuso y Varese Calcio (Italia).

“Me perdí muchas cosas por el fútbol como salidas con amigos o fiestas. Por ejemplo, hace poco mi familia se fue a Estados Unidos y yo me quedé acá solo por el fútbol. Tengo el apoyo de toda mi familia pero los que están muy encima mío son mis padres y mis hermanos, ellos son los que me bancan en todas mis situaciones”.

*Valentín Fernando Moneta, futbolista. 18 años. Arquero de la 5ta división de Deportivo Español.

“El tenis es un deporte en el que nadie te ayuda en lo económico si no sos lo suficientemente bueno. Puedo sustentar el pago de los torneos con la ayuda de mis padres, al igual que mis abuelos. Es muy difícil tener que dejar de lado cosas por tener que jugar o entrenar al día siguiente, como juntarme con mis amigos”.

*Lautaro Federico Ayala, tenista. 19 años. Representa a Banfield en el Campeonato Interclubes.

“De chico no tuve que dejar de lado muchas actividades porque siempre supe que quería jugar al fútbol. En mi etapa de adolescente sí me perdí cosas que me hubiesen gustado hacer: mis amigos salían a bailar o iban a fiestas de 15 y yo no podía hacerlo porque jugaba en inferiores los sábados o domingos por la mañana. Aunque en ese momento no era profesional, era a lo que yo apostaba para en un futuro poder vivir de eso, y hoy en día estoy agradecido a esas decisiones porque me permitieron hacer una carrera y vivir del fútbol, que es lo que amo. Tampoco he podido estar en cumpleaños familiares o fiestas del colegio de mis hijas, ya sea por viajes, concentraciones o entrenamientos. Hasta hoy recuerdo un cumpleaños de mi hija al cual no pude asistir porque estaba en una de mis primeras pretemporadas. Esos son momentos que me marcaron mucho como padre”.

*Gonzalo Porras, futbolista uruguayo. 35 años. Volante de Cerro, de la liga de su país. Fue elegido mejor jugador del Campeonato Uruguayo en la temporada 2014/15.

“Apostar por el fútbol fue una decisión muy difícil en mi vida: dejas de prestarle atención al colegio, ves menos a tus amigos y a tu familia, y esas son cosas que duelen mucho, más cuando no sos tenido en cuenta en un club que te hace todo más difícil de soportar. El hecho de salir del colegio y ver cómo el viernes a la noche mis amigos se juntaban me hacía mal, yo quería ir también, pero tenía que descansar porque al otro día tenía partido. Fue casi toda mi secundaria así, ahora estoy en quinto año, repetí el año pasado. Muchos me dicen que es porque el fútbol te saca tiempo… puede ser, pero no creo que sea totalmente por eso, uno tiene que saber organizarse. Estoy agradecido a mi familia por todo lo que me ayudaron y me acompañaron”.

*Facundo Russo, futbolista. 18 años. Volante en la cuarta división de Temperley. También jugó en Lanús y Victoriano Arenas.

“A lo largo de mi carrera tuve muchos momentos de tristeza, en base a los sacrificios que demanda la profesión. Me perdí salidas con amigos y fiestas de quince porque al día siguiente jugaba, pero sin dudas lo más duro fue tener que dejar mi escuela. Mi referente y guía es mi papá, quien fue futbolista profesional y por un hecho muy confuso terminó finalizando su carrera de joven”.

*Lautaro Frangella, futbolista. 16 años. Jugador de las inferiores de Los Andes. Pasó por San Lorenzo y UAI Urquiza.

“Desde chico la pelota fue parte de mí, me acompañó en toda mi infancia y por ella dejé de lado cumpleaños, juntadas con amigos y salidas, hasta cambié de colegios para enfocarme en llegar a ser futbolista de primera. Muchos obstáculos en sí no tuve, pero aguanté lesiones que me perjudicaron y en ese momento fueron importantes mi mamá, mis hermanas y mi novia”.

*Nahuel López, futbolista. 20 años. Volante de la cuarta división de Comunicaciones.

“Son muchas cosas las que se dejan para llegar a ser jugador. Una vez que uno entra en ese mundo, en mi caso a los 8 años, es el club el que te empieza a encaminar la vida: primero con los horarios del colegio los cuales cambias para que no te coincidan con los entrenamientos, después, una vez que empezás a pisar primera, estas abocado al cien por ciento en tu carrera. En lo personal, me tocó apenas debuté irme a jugar a Rusia y alejarme de mi familia, lo que no fue nada fácil. Ahora me pongo a pensarlo y no me arrepiento de nada, esos sacrificios me llevaron a vivir toda la vida de lo que me gusta que es ser jugador de fútbol”.

*Diego Ianiero, futbolista profesional. 32 años. Defensor central en J.J.Urquiza, capitán, con 100 partidos cumplidos. Salido de las inferiores de Argentinos Juniors.

“Tuve que dejar muchas cosas de lado para llegar donde hoy estoy, pero creo que todo sacrificio después de un tiempo tiene su recompensa. Lo que más me costó fue pasar de vivir con mis papás -donde tenía la comida cada vez que llegaba, la ropa doblada, no tenía obligaciones y sabía que siempre que me sentía mal tenía a alguien cerca para ayudarme y alentarme a seguir- a vivir solo, con personas que conocía hace muy poco tiempo o que nunca había visto, pero que a partir de ese momento serían mi nueva familia. Fue duro dejar mi ciudad, la escuela y mis amigos, pero no me arrepiento”.

*Eugenio Olivera, futbolista. 18 años. Jugador de la reserva de Atlanta. Vino de Concordia a Buenos Aires en 2015 tras haber quedado en las inferiores de Independiente.

“Jugar al rugby requiere de mucho compromiso y esfuerzo por parte del deportista que lo practica. Tuve que dejar muchas cosas de lado para jugar y cumplir mis sueños; estuve mucho tiempo alejado de mi familia y amigos cuando me fui a jugar a Europa. Durante la carrera surgen muchas trabas y problemas que son difíciles de superar, y salir adelante no es fácil, pero con ayuda de mis amigos y familia logré sobrepasarlos. Hoy por hoy me encuentro en el club que me abrió las puertas y me vio nacer. Son muchos sentimientos encontrados, donde viví la etapa más linda de mi carrera”.

*Santiago Fernández, rugbier. 33 años. Jugador de Hindú Club. Fue profesional en tres equipos franceses e integró la Selección argentina en el Mundial del 2011.

“Aunque empecé mi carrera profesional más tarde, nunca me privé de cosas normales, tuve la suerte de hacer lo que quise. Mi objetivo siempre fue jugar al básquet y me costó mucho conseguirlo. Desde que lo logré, y más en la primera del club, cumplí un objetivo de vida. Va a ser difícil vivir del básquet para siempre, pero me veo relacionado con el deporte”.

*Mauro Cosolito, basquetbolista. 30 años. Jugador de Ferro Carril Oeste. Pasó por Unión de Santa Fe y Ciclista Olímpico.

“Para mi corta edad tuve la posibilidad de pasar por muchas buenas y malas emociones, como campeonatos, lesiones, etcétera. La realidad es que pocos saben el esfuerzo que requiere el ser profesional de un deporte, ya que hay muchas cosas que uno mismo pasa sin que las demás personas puedan verlo o enterarse. Llegué a San Lorenzo en el 2018 con muchas expectativas, fue algo duro para mí porque muchas personas no me apoyaban. A principios de ese año pude cumplir mi sueño, que fue debutar en primera junto a mis compañeros, y de a poco aprendí a ser un profesional. Tuve que dejar muchas cosas de lado, como las salidas con amigos o los cumpleaños familiares, y hasta fue complicado poder seguir con el estudio al mismo ritmo que al principio, pero pude lograrlo gracias a que nunca bajé los brazos y siempre fui por más”.

*Luka Benyik, jugador de futsal. 18 años. Arquero del Club Atlético San Lorenzo de Almagro.

“Actualmente me pagan. No tuve obstáculos para llegar a donde estoy hoy, pero sí tuve que dedicarle bastante tiempo e ir paso a paso. El año pasado estuve en los Juegos Olímpicos de la Juventud, por lo cual en ese tiempo me tuve que dedicar exclusivamente a eso y no pude ni estudiar, ni trabajar”.

*Nahuel Urriza, jugador de futsal. 19 años. Pertenece a Boca Juniors, está en la Selección argentina y antes jugaba en Jorge Newbery.

 

Producción y textos: Agustín Menghi, Agustina Maurizi, Alejo Deruiter, Diego Vilches, Facundo Fossati, Federico Ribero, Francisco Dente, Francisco Rondan, Guido Fradkin, Juan Cruz Baulos, Juan Maneiro, Lara Bagnasco, Leila Jiménez, Lucas Ochagavía, Manuel Diego Pérez, Martín Vaschio, Mateo Capeletti, Mateo Castiglione, Matías Guerra, Nelson Ferreiro, Nicolás Olivera, Priscila Benítez, Santiago Aguilera, Sheila Ríos, Tomás Muñoz y Tomás Wroblenski.