sábado, diciembre 21, 2024
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La redención de Marco Belinelli

Por Martín Fernández

Italia vuelve a participar en la Copa del Mundo de la FIBA después de 13 años; su última participación fue en Japón 2006, cuando el conjunto italiano cayó en octavos de final frente a Lituania a pesar de haber pasado como segundo en fase de grupos. Así comenzó el declive sufrido por el equipo europeo que había perdido la final frente a Argentina en Atenas 2004. Desde entonces su mejor desempeño a nivel internacional fue llegar a cuartos de final de las últimas tres ediciones de Eurobasket, el torneo continental europeo. Además es destacable su ausencia en los Mundiales y Juegos Olímpicos disputados en este periodo de tiempo.

Al comparar las plantillas de Japón 2006 y China 2019 se puede encontrar sólo un nombre repetido: Marco Belinelli. Con 33 años es el jugador más veterano del seleccionado italiano actualmente y una de sus figuras más reconocidas dado que, al igual que Danilo Gallinari, juega en la NBA hace más de diez años.

Belinelli se convirtió en el segundo italiano elegido en la primera ronda del Draft de la NBA, en 2008, y el primero en obtener un anillo, en la temporada 2014/2015 con los San Antonio Spurs. También jugó en varios equipos desde su llegada a la liga, como Toronto Raptors, Sacramento Kings y Atlanta Hawks, pero finalmente volvió a firmar a mediados de 2018 con el equipo texano por dos años.

Si bien el nacido en San Giovanni in Persiceto, una pequeña comuna de Bolonia, ocupa un rol secundario en la competencia estadounidense, es uno de los más destacados representantes del básquet italiano ante el mundo en esta época poco lúcida. Después de hacer su debut en la selección mayor frente a Serbia y Montenegro en un amistoso previo a Japón 2006, Belinelli se mantuvo como referencia en la dura etapa en la cual el conjunto tano quedó fuera de las más importantes competiciones a nivel internacional. A pesar de jugar en la NBA, razón por la cual muchos jugadores no participan en los torneos FIBA debido (generalmente) a las restricciones impuestas por las franquicias, el escolta disputó 146 partidos y ya es el sexto máximo anotador de la historia de la Azzurra.

El equipo italiano comparte grupo con Angola, Filipinas y Serbia en fase de grupos, por lo que a priori pasaría de ronda como segundo, por detrás del otro conjunto europeo, que es uno de los grandes candidatos a consagrarse con Nikola Jokic como principal estandarte. Belinelli, luego de una década “oscura” para el básquet italiano, vuelve jugar el torneo que lo vio surgir como figura internacional, quizá por última vez.

La batalla campal que casi deja a Filipinas sin Mundial

Por Francisco Di Giusto

“¡Tara, lamierda tayo!”, que en nuestro idioma puede traducirse como “¡Vámonos de fiesta!”seguro fue uno de los gritos que se oyó por toda Manila y alrededores el pasado 24 de febrero, cuando Filipinas venció por 93 a 75 a Kazajistán y se quedó con el último cupo asiático para el Mundial de baloncesto de China, que ya está a la vuelta de la esquina. Sin embargo, la clasificatoria del combinado isleño se vio marcada por un hecho lamentable, y en el que seguro se oyeron términos en tagalo mucho más fuertes, como “Anak nang pating” (hijo de un tiburón): la dura pelea campal en la derrota frente a Australia, el 2 de julio del pasado año.

Todo ocurría con normalidad en el estadio, y si bien Filipinas caía abultadamente por 79-48 frente al conjunto oceánico, no había signos de conflictos o de incidentes. Hasta que, promediando el tercer cuarto, el australiano Dante Kickert chocó al filipino Roger Ray Pogoy cuando este último llevaba el balón. Pogoy, enfadado con su rival, le propinó un codazo en el rostro sin pelota, e inmediatamente recibió un puñetazo en el rostro. De manera excesivamente rápida, la pelea escaló y escaló, incluyendo a cada vez más jugadores, miembros del staff técnico de ambos equipos y empleados de seguridad que intentaban separar a los contendientes. Una verdadera batalla campal se desarrolló durante casi veinte minutos sobre el parqué, con el actual jugador de los Milwaukee Bucks Thorn Maker lanzando patadas voladoras a diestra y siniestra, sillas volando por los aires y el pequeño Pogoy batiéndose a golpes de puño con su rival Kickert.

Luego de que la seguridad y algunos miembros de las selecciones fuera de la pelea lograran separar a los principales responsables, y con la calma retornando dentro de las paredes del estadio, los árbitros resolvieron una decisión insólita: el partido debía continuar, a pesar de que Filipinas tenía solo tres jugadores en la cancha, debido a que el resto habían sido expulsados. Ante tamaña irresponsabilidad arbitral, los filipinos decidieron finalizar el encuentro cuanto antes para evitar conflictos posteriores: Fajardo y Norwood llegaron a la quinta falta adrede y fueron expulsados del juego, y con un solo jugador en la cancha, el partido llegó a su fin por reglamento. ¿El resultado final? 89-53 para Australia.

Las represalias no tardaron en llegar: la FIBA abrió un proceso disciplinario y emitió la decisión de suspender a diez jugadores y dos entrenadores filipinos, como también a tres basquetbolistas australianos por “conducta antideportiva” e “incitación a ella”. Además, ambos seleccionados fueron multados con sumas desde los 100.000 a los 250.000 francos suizos, y la recaudación se utilizó para apoyar el programa social “Basketball for Good”, promovido por la Fundación Internacional de Baloncesto (IBF). Pero el castigo no fue solo para jugadores y entrenadores; la irresponsabilidad de los árbitros de continuar con el encuentro en lugar de suspenderlo también fue castigada: fueron retirados del Programa de Élite de la FIBA, y no podrán ser elegidos para dirigir ninguna competencia internacional por el plazo de dos años.

Todo parecía que tanto Australia como Filipinas serían descalificadas de la clasificación al Mundial, pero no fue así. Los tagalos tomaron una buena racha luego del incidente, comandados por su estrella y jugador de los Cleveland Cavaliers Jordan Clarkson, quien promedió 26,0 puntos, 6,5 rebotes y 5,5 asistencias y 1,0 robos tirando con un 46% de acierto en tiros de campo y un 39% en triples. En China, el combinado filipino comparte grupo con Angola, Italia y Serbia, y espera hacer un buen papel, o por lo menos no irse a las manos.

El gigante senegalés que decidió no jugar el Mundial

Por Guido Fradkin

Diecisiete segundos para el final del partido. La Universidad de Duke, máxima candidata a llevarse el título de la NCAA (la liga nacional universitaria), necesita tres puntos para igualar el encuentro. El fracaso está al caer. El equipo de Zion Williamson y compañía está quedando eliminado en segunda ronda ante el noveno preclasificado. El “1” encara hacia el aro y se topa con alguien de 235 centímetros. El que ataca solo piensa en su gran hazaña. El que defiende, tal vez en su infancia con sus hermanos y su madre, muy lejos de esas coordenadas geográficas. Falta defensiva, doble y el agresor se va afuera por acumulación de infracciones. En el tiro libre, pega en el aro, RJ Barrett toma el rebote y convierte. Algo que seguramente no hubiese pasado con el gigante presente. La Universidad de Central Florida (UCF) no logra sumar y quedan eliminados.

Ese fue el día que Tacko Fall saltó definitivamente a la fama. Tal como seis de los diez senegaleses que jugaron en la NBA, nació en la ciudad de Dakar, la capital, que concentra aproximadamente la sexta parte de la población total del país africano. Además de compartir nacionalidad, esta decena de senegaleses tienen algo en común: superan los dos metros de altura, siendo MakhtarN’Diaye (2,03m) el de menor y MamadouN’Diaye(2,29m) el de mayor. Este último será superado por Tacko (2,29m sin zapatillas) en caso de que tenga su ansiado debut con los Celtics, equipo que lo fichó en junio del presente año.

Pero, ¿quién es TackoFall? ¿Es solamente un rompe récords de extensión, altura y salto? Definitivamente no. Y es a costa de un hermano de Mamadou, quien se topó con él en Dakar, que hoy día conocemos su historia. Llegó a los Estados Unidos con apenas 16 años, todavía en una edad en la que el fútbol era su mayor pasión, y el básquet un deporte más. “Siendo un niño, estaba muy excitado. ‘Wow, voy a ir a Estados Unidos’. Pero cuando aterricé me di cuenta de que no iba a volver a ver a mi madre, a mi familia, por un largo tiempo”, comentó en un reportaje para Bleacher Report.

La Jamie’s House CharterSchool (Houston) lo reclutó, pero el cierre de la misma al poco tiempo lo dejó en soledad. Probó suerte –sin éxito– recorriendo varias ciudades: la falta de papeles migratorios era un inconveniente y el ser deportado, una latente posibilidad. La frustración se trasladó a sus comienzos en el court: “No podía subir y bajar la cancha una vez que me estaba cansando. Era débil, no era fuerte mental ni físicamente, nada”. Sin embargo, la vida le sonrió. Encontró universidad gracias a la UFC (University of Central Florida) y hogar gracias a Mandy Wettstein, consultora pública del establecimiento, quien lo acogió en su casa y le dio pie a la construcción de su carrera profesional. Tan profesional que desconcierta al mundo de la pelota naranja. Porque para Tacko no todo es hacer una conversión,y la investigación –por desconfianza– que le realizó la NCAA lo demuestra. ¿Es posible que tenga notas tan altas? Sí, y sus profesores más propias declaraciones lo demuestran.

“La gente ve a Tacko y asume que es un jugador de básquet porque es alto, pero el básquet no parece ser su objetivo número uno en la vida”, comenta Seth Malec, su docente de ciencia. Bonnie Gordon, de matemática, agrega: “Es realmente asombroso porque él puede hacer cosas de las que ni yo soy capaz. Es un verdadero placer ver las caras de los otros estudiantes cuando dice la respuesta tan rápido y ellos todavía lo están poniendo en su calculadora”. A su vez, el jugador hace hincapié en el cúmulo de aspiraciones que tiene: “Quería hacer bioquímica. Luego dije que no, que me dedicaría a la ingeniería, y pensé ‘oh, tal vez pueda hacer las dos cosas’”.Su frase más célebre define su mentalidad: “Si pudiera ser LeBron James o Steve Jobs, sería Steve Jobs, porque tu atletismo fracasará algún día, pero tu conocimiento durará para siempre y podrá impactar a las personas durante un período más largo de tiempo”.

Otro factor que distingue a Tacko de la gran mayoría es su humildad: tiene el objetivo de salvar económicamente a su familia y tener una empresa de productos electrónicos que venda a precios más accesibles en Senegal. Además, no puede rechazar fotos porque se pone en el lugar del otro y no abría la heladera de la casa sin permiso de Mandy. Y el hecho de no subestimar a nadie y tomar como ejemplo a otros también tiene que ver con esto. El head coach de la UCF, Donnie Jones, lo explica diciendo que “no solo ve videos de jugadores y rivales”, sino que a esto le suma partidos completos de los futuros oponentes. El propio Fall agrega, en un reportaje para la página de la universidad: “Estoy viendo muchos videos de novatos para ver cómo han pasado de la universidad a la NBA”. A él, el tren a la NBA vía Draft se le pasó tres veces (2017, cuando fue mejor jugador defensivo de su conferencia, retiró la candidatura; 2018 no se presentó porque jugó poco debido a una lesión; y 2019 no fue pickeado), y como solo tiene cuatro años de elegibilidad universitaria, decidió ir a la Summer League. Allí jugó para los Boston Celtics, luego de acordar un contrato de exhibición por diez días. Su esfuerzo y números hicieron que lo tuvieran en cuenta para la temporada regular, y logró el objetivo de formar parte del roster.

La NBA es progresivamente más dinámica y alguien de la envergadura de Tacko Fall sabe muy bien que su cualidad es, a la vez, el mayor condicionante para la firma de un contrato. Aun así, en el torneo disputado en julio demostró, con la 55 en la espalda, un estado atlético admirable para alguien de su condición, tomando rebotes en ambos aros y pasando de ataque a defensa a un ritmo más que aceptable. La siguiente parada del tren estaba llegando a horario. El Mundial de China se aproximaba, y todo parecía indicar que Tacko se vería las caras ante Lituania, Australia y Canadá: estaba en la lista de 24 y tenía todos los boletos para no ser recortado, pero él mismo decidió darse de baja para prepararse de la mejor forma de cara a la temporada que se viene, en la que intentará ganarse un lugar en Massachusetts y, por qué no, seguir ejercitando la mente fuera de las canchas.

Zaid Abbas, el trotamundos de Jordania

Por Thomas Martínez

Zaid Abbas es un destacado jugador de básquetbol de la selección de Jordania, que participará –al igual que su equipo- por segunda vez del Mundial de la especialidad en su XVII edición. Juega en la liga china, siendo el ala-pivot del Shanxi Brave Dragons. Anteriormente estuvo en otros siete equipos. Sin embargo, el eje de su vida no pasa por aquí, sino por la historia de este deportista: para comprender su actualidad hay que bucear un poco en el pasado.

Medio Oriente es una zona en permanente disputa por encontrarse en una ubicación geográfica clave para la exportación de gas y petróleo. Los imperios romano, griego y otomano saben de ello porque en su tiempo se apropiaron de esas tierras. En la I Guerra Mundial, Francia y Gran Bretaña también lo hicieron, hasta que en la II Guerra se creó a posteriori el Estado de Israel.

Nablus, un pueblo ubicado al Norte de la actual Cisjordania fue el lugar de nacimiento de Abbas, el 21 de noviembre de 1983. Allí, a los 16 años, empezó a demostrar sus cualidades en el básquetbol, admirando a su hermano que también lo hacía en el torneo local. Al comprobar que no iba a poder representar a su país en ese deporte, tomó la decisión de marcharse a Jordania, aconsejado por un entrenador que observó su talento. Allí le concedieron el pasaporte y pudo ser parte de la selección jordana.

Al poco tiempo se convirtió en uno de los mejores jugadores del torneo local, donde se desempeñó durante seis años, y más tarde arribó en la liga china por ocho temporadas hasta la actualidad. Al ser de corta duración el campeonato chino, Abbas solía continuar jugando en diferentes países como Líbano, Túnez, Irán, Arabia Saudita o Bahréin. A su vez, también se hizo tiempo para estudiar administración de empresas.

Pese a las guerras y conflictos en la región, siguen surgiendo en Medio Oriente deportistas que, para poder desarrollarse, buscan en el exilio el camino que les permita cumplir con sus sueños y evitar así el sufrimiento de sus familias. 

Nigeria lucha por Festus

Por Iván Fradkin

Al leer la lista del equipo nigeriano para el Mundial de China que se avecina, algún nostálgico prevenido puede subrayar la ausencia de un reciente campeón de la NBA. A pesar de contar con un puñado de jugadores de la liga estadounidense, como Al-Farouq Aminu, Josh Okogie y Chimezie Metu, no pasa de largo quien fuera elegido en la primera ronda del Draft de 2012, Festus Ezeli.

A pesar de no haber formado parte activamente del ciclo del seleccionado, ya fuera por problemas físicos, no haber clasificado -como en el último Mundial- o compromisos con sus franquicias -Golden State Warriors y Portland Trail Blazers-, Ezeli fue durante su estadía en la NBA una cara del deporte nigeriano y africano, participando incluso del primer evento de la liga en África. Festus siempre mostró un profundo orgullo y sentido de pertenencia por sus orígenes, y seguro una de sus cuentas pendientes fue representar a su país en una competencia a escala global.

En 2004, con aspiraciones académicas, Ezeli dejó Nigeria a los catorce años para irse a vivir con su tío en California. Sus comienzos no fueron particularmente auspiciosos, marcando de hecho sus primeros puntos en su propia canasta. En una entrevista en 2011, Festus remarcó lo dificultad que le planteó su inicio baloncestístico, debido a que no se había desarrollado antes en términos tácticos ni técnicos del mencionado deporte. “No sabía lo que estaba haciendo. Imagine a alguien que tiene 14 o 15 años, y usted le está enseñando como si fuera un niño de 6 años. Fue difícil. Todos se estaban frustrando conmigo. Me estaba frustrando con eso”, dijo.

Tras años de malas experiencias, una volcada en una liga de verano de 2006, realizada en Las Vegas, le modificó el paradigma. Allí, cuenta, empezó a disfrutar del juego. Un lustro duró su permanencia en la Universidad de Vanderbilt, donde pasó de estudiar biología a especializarse en economía, por los tiempos que le demandaba el básquet. Este brillante alumno, según afirman rectores y profesores, pasó de tener un rol menor por la presencia de Andrew Ogilvy a poseer un papel muy importante en el equipo, al punto de promediar trece tantos, más de seis rebotes y dos tapones y medio por partido. Luego de la temporada 2011/12, tomó la decisión de declararse elegible para el Draft de la NBA, donde fue seleccionado en el último lugar de la primera ronda por los Warriors.

Pese a haber contado con un número reducido de minutos durante los tres años que formó parte de la plantilla del conjunto de La Bahía -aproximadamente quince por juego-, Ezeli se dio el gusto de jugar en uno de los mejores equipos de la historia de este deporte. Luego de una temporada de rookie en la que pasó relativamente desapercibido, por contar con poco tiempo en la cancha y por no ser su equipo lo que lograría años después, llegó la previa de un calvario que lo azota hasta el día de hoy: las lesiones. Una operación en su rodilla derecha lo marginó por todo el curso 2013/14.

En la temporada 2014/15 llegó la consagración colectiva: logró su primer y único anillo de la NBA con el conjunto de Oakland. Sin embargo, al poco tiempo del inicio de la temporada regular, recién regresado de la lesión de la rodilla, se torció el tobillo izquierdo y se vio marginado de la competencia por más de un mes. Este nuevo imprevisto no cambió los planes de unos Warriors que se recibían de campeones por primera vez en cuarenta años. En la 2015/16, en la que Ezeli fue sometido a una artroscopía para una limpieza de su rodilla izquierda, su equipo rompió el récord de victorias en una temporada regular, aunque luego perdió en siete juegos la final ante los Cleveland Cavaliers. No obstante el resultado global, algo andaba mal en la rodilla que Ezeli se había operado recientemente. La titularidad en el Game 7 ante los Cavs evidenció su malestar físico; de todas maneras, el pívot afirmó: “No había posibilidad de que hubiera estado sentado en el séptimo partido de las Finales. Salí y lo di todo. Así es como soy yo. Siempre que caes crees que podrías haber hecho más, pero cuando pierdes el impulso es difícil volver”. Finalizado su contrato de rookie, llegaba el tiempo de buscar un nuevo paradero, y los Trail Blazers asomaban en su horizonte. Un contrato de 15,2 millones de dólares por dos años (8,4 garantizados) lo terminó de convencer de pasar a Portland.

Y allí, junto a su llegada a la franquicia de Oregon, comenzó su martirio. Primero se perdió los Juegos Olímpicos por un desacuerdo en términos de seguro entre la federación nacional y su nuevo equipo. Luego, el infortunio de las lesiones le jugó una nueva mala pasada. Y, a tres años de esta situación, nos encontramos en condiciones de pronosticar que de forma definitiva. Una serie de lesiones en la segunda parte de 2016 fue el comienzo de una hecatombe pronunciada, que culminó con una agresiva operación en marzo de 2017. Esta cirugía, que incluyó el implante ligamentario de un cadáver, fue su última jugada. Un manotazo de ahogado, si se quiere. Para colmo, como es de esperar para un jugador de más de dos metros, diez centímetros, fue difícil encontrar un donante de su talla. El 30 de junio de 2017 fue cortado por la franquicia de Portland.

El sueño de volver a jugar de Ezeli sigue latente. Desde ese fatídico tramo de lesiones e intervenciones quirúrgicas sigue entrenando por su cuenta, con el objetivo de vestir una musculosa y, por qué no, la verde de los D’Tigers. Es, sin duda, una desdicha que los últimos minutos de este sacrificado jugador hayan sido los de una derrota que determinó la mayor remontada en la historia de las Finales de la NBA, cuando las molestias físicas no le permitieron rendir al máximo, al punto de ser superado ampliamente por sus rivales. Lo seguro es que durante el mes de septiembre alentará a sus compatriotas desde su casa en Sacramento, anhelando un buen resultado durante el día y soñando con la vuelta perfecta por la noche.

El combinado nacional nigeriano comparte el grupo B con Argentina, Rusia y Corea del Sur. A pesar de ocupar la trigésimo tercera ubicación del ranking mundial, el reciente Power Ranking de la FIBA lo ubica como octavo máximo candidato al título, un puesto abajo de Argentina, cabeza de serie de la zona. Un roster conformado por jugadores NBA, universitarios y de las mejores ligas europeas, sumado a las bajas de Rusia y un grupo complementario (el A, con el que se cruzarán los dos mejores del B) poco competitivo, invitan a Nigeria a soñar con los cuartos de final, lo que configuraría su mejor clasificación histórica.

Pero no todo es color de rosas para el equipo africano. En las últimas horas, Ekpe Udoh y Stan Okoye alzaron la voz contra la federación en nombre de todo el grupo. “La Comisión de Deportes no ha liberado los fondos que necesitamos para alojarnos, viajar y demás. Por supuesto que nos las arreglaremos ante las adversidades, nos presentaremos en China y lucharemos por este país”, afirmó Okoye. Mientras que Udoh, quien pasó por cuatro equipos de la NBA y a partir de la próxima temporada será el jugador mejor pago de la liga china, agregó:  “Dos semanas antes de la Copa del Mundo, se niegan a liberar el dinero que se nos asignó. Tenemos un equipo especial y posiblemente el mejor de la historia. Espero que esto se resuelva pronto”. De esta manera, con muchos factores en contra y por Festus Ezeli, Nigeria buscará dar un golpe sobre la mesa. A priori, superar la fase de grupos es un objetivo alcanzable, y en esa situación los cuartos de final estarían a la vuelta de la esquina. Quién le quita la ilusión a, según sus integrantes, quizás el mejor equipo de la historia del país.

Mario Palma, un experto en el basquet africano

Por Santiago Ballatore

Guinea-Bisáu es un país que posee un poco menos de dos millones de habitantes y está ubicado el oeste de África. No fue hasta 1973 que las personas que vivían en estos terrenos pudieron independizarse de Portugal, país que colonizó y explotó durante cientos de años las tierras y a los propios bisauguineanos, comerciándolos como esclavos con, en su gran mayoría, el Imperio Islámico. A pesar de la abolición de la esclavitud acordada por los portugueses en 1869, el país continuó siendo una colonia debido a la utilidad que le daban los europeos al puerto de Guisáu. Fue en un contexto de plena descolonización que, en 1950, nació en Guinea Portuguesa Mario Palma, el actual entrenador del seleccionado de básquet de Túnez.

Si hay alguien que conoce a la perfección el baloncesto africano, es Palma. Es el director técnico que más veces ganó el AfroBasket, torneo más importante del continente a nivel selecciones, ya que consiguió el primer puesto en cinco oportunidades. Las cuatro primeras fueron dirigiendo a Angola, país en el que vivió la mayor parte de su vida y en el que tiene su corazón, aunque sus padres hayan nacido en Portugal, y así lo contó en una entrevista que le realizó la Federación Internacional de Básquet (FIBA) en 2016: “Tengo 65 años y viví más de 40 en Angola. Soy más africano que portugués, y Angola es mi país”.

34 victorias y una sola derrota tiene el experimentado entrenador en la competencia continental en la que es experto. Los cuatro títulos con Angola fueron consecutivos, marcando una era de dominación absoluta en África que duró ocho años: comenzó en Luanda 1999, siguió en Casablanca 2001, continuó en Alejandría 2003 y finalizó en Algiers 2005. Su único legado no es este: entre 1992 y 1996 había logrado ganar la liga de Portugal por cinco temporadas consecutivas dirigiendo al Benfica, equipo en el que es muy recordado.

Sin conformarse con Europa y África, Palma fue a Asia en 2009, para dirigir a la Selección de Jordania. Es importante aclarar que no es precisamente el país con mayor tradición basquetbolística de la zona, debido a que tiene por delante a naciones como China, Filipinas e Irán. Sin contar con esta historia en el deporte, y de la mano del veterano entrenador, los jordanos consiguieron la medalla de bronce en la Copa de Asia de 2009, finalizando solamente detrás de Irán y China. 

En 2016 decidió volver al torneo que tanto le había dado al principio del siglo veintiuno, pero esta vez con otro seleccionado: Túnez, que buscaba ganar el AfroBasket por segunda vez en su historia en 2017. “Si no está roto, no lo arregles”, relata un viejo dicho. Y con los mismos métodos que había utilizado casi dos décadas atrás con la dinastía de Angola, jugando bien pero, además, haciendo énfasis en la unión del grupo, se colgó la medalla de oro por quinta vez. 

El Mundial de China no será una tarea fácil para Túnez: comparte el grupo C con España, Irán y Puerto Rico, tres países con una rica historia en este deporte, con el agregado de que el equipo europeo fue el último con un nombre distinto a Estados Unidos que fue campeón, cuando le ganó la final a Grecia en el Mundial de Japón 2006.

Nikola Jokic: demasiado grande, demasiado bueno

Por Santiago Ballatore

Si el mundo se dejara llevar completamente por los prejuicios, Nikola Jokic nunca podría ser el deportista que es hoy. Sacando de la ecuación sus 2,13 metros de altura, es un basquetbolista completamente opuesto al modelo moderno, que prioriza el atletismo antes que el juego en sí. No tiene un gran físico y cuando corre parece que caminara, pero a la hora de parar la pelota y pensar, es de los mejores. Pases para atrás, de faja, de caño. Claro está, hay varios jugadores con gran capacidad de asistir, ¿pero uno de este tamaño? Esta capacidad de ver sin mirar, de imaginarse las cosas segundos antes de que pasen, hicieron que El Joker firmara en julio de 2018 un contrato por más de 145 millones de dólares, distribuidos en cinco temporadas, con Denver Nuggets. 

Nacido en 1995 en Sombor, un pueblito de Serbia que no supera los 50 mil habitantes, Jokic y su familia vivieron una época intensa. Yugoslavia vivía las Guerras Yugoslavas, que habían empezado en 1991 y durarían una década. Tenía solo cuatro años cuando las tropas de la OTAN decidieron bombardear su país durante 11 semanas. “Me acuerdo de cosas como sirenas, refugios de bombas, siempre estar con la luz apagada. Prácticamente vivíamos en la oscuridad. Incluso a las nueve de la mañana era de noche”, comentó hace unos años en una entrevista con el medio norteamericano Bleacher Report.

En el momento en el que los Nuggets lo estaban eligiendo en el Draft de 2014, Jokic estaba durmiendo profundamente. Fue Nemanja, uno de sus dos hermanos mayores, el que lo llamó desde Nueva York para avisarle. Ser profesional no era algo en lo que él pensara en sus comienzos en este deporte. Nunca fue muy responsable con los entrenamientos y todo lo referido al, valga la redundancia, profesionalismo. Cuando era chico porque no quería entrenar y su padre tenía que convencerlo, y ya de más grande cuando, siendo un adolescente, tomaba tres litros de Coca Cola por día. Nunca durante la mañana porque tenía la práctica con su club, pero una vez terminada era un vaso tras otro. Cuando viajó a Denver en 2015 para jugar su primera temporada, tomó la última Coca Cola hasta el día de hoy.

Al haber nacido en un pueblo tan chico, es una persona bastante familiera. En más de una ocasión dijo que, cuando termine su carrera en la NBA, su idea es volver a su casa, donde pertenece. Y así se lo explicó a Zach Lowe, uno de los más importantes especialistas de básquet en el norte del continente: “Me gusta mi pueblo porque es muy tranquilo, pero se puede hacer cualquier cosa. Solo quiero estar en un lugar en el que sepa manejar un auto sin ayuda del GPS. No hay lugar como el hogar”. Tiene una gran relación con sus hermanos, que viven en Estados Unidos con él y van a alentarlo siempre que tienen la oportunidad. A la hora de jugar a las cartas con ellos, no se lo toma a la ligera, ya que dice Nikola Jokic, demque siempre hay que vigilar a todos en la mesa.

Hablando exclusivamente de su juego, es posible que haya nacido con las dimensiones equivocadas: es un base encerrado en el cuerpo de un pivot. Esta situación no lo limita en absoluto, ya que son muchas las veces que agarra el rebote y, él mismo, sube la pelota para organizar el ataque. Además de su mejoría física –bajó 15 kilos solo en su primera temporada, cuatro años atrás- también hay un progreso evidente en sus números, una parte para nada menor del básquet. Allá por la temporada 2015-16, promedió 10 puntos, 7 rebotes y 2,4 asistencias por partido; números que le alcanzaron para ser elegido en el mejor equipo de novatos. Durante el último año, consiguió 20 puntos, casi 11 rebotes y poco más de 7 asistencias; con el agregado de haber clasificado por primera vez a los Playoffs, en los que quedó afuera en las semifinales de la conferencia oeste. 

Con Nikola a la cabeza, Serbia es uno de los grandes candidatos a robarle la corona a Estados Unidos en el Mundial de China porque, a pesar de ser el director de la orquesta, cuenta con grandes trompetistas, como Boban Marjanovic, Bogdan Bogdanovic y Nemanja Bjelica, que también juegan en la mejor liga del mundo.

 

Enes Kanter: ausente en el Mundial y perseguido por su país

Por Francisco Rodríguez

Con su pasaporte vetado y más de un pedido de captura, Enes Kanter convive con el miedo a ser asesinado en cualquier lugar y en cualquier momento. Esta es la historia de un pivote de gran poderío ofensivo, capaz de bajar 20 rebotes en una noche dada, pero que, acusado de pertenecer a una organización terrorista islámica, es perseguido por el gobierno turco de Recep Tayyip Erdogan. 

Kanter nació el 20 de mayo de 1992, en Zúrich, Suiza. Sus comienzos con la pelota naranja fueron en las inferiores del Fenerbahçe, con quien, en la temporada 2008-2009, llegó a jugar la Euroliga. Sin embargo, el joven decidió emigrar a Estados Unidos y estudiar en la Stoneridge Preparatory School. Allí continuó con su carrera deportiva y llegó a ser elegido por Utah Jazz en el puesto número tres del NBA Draft 2011. 

El grandote de 2,11 metros permaneció en el equipo de la ciudad de Salt Lake hasta la mitad de la temporada 2014-2015, tras ser traspasado a Oklahoma City. En esos meses jugó el mejor básquet de su carrera, promediando 18.7 puntos y 11 rebotes. Siempre polémico y nunca callado, en el Thunder se hizo notar tanto por sus jugadas como por sus palabras. Kanter es ese jugador que los compañeros adoran, pero que los rivales odian, tanto los deportivos como los políticos. 

El 15 de julio de 2016, opositores al gobierno intentaron realizar un golpe de Estado en Turquía. Fethullah Gülen, un clérigo islamista -hoy exiliado en Pensilvania- que por aquel entonces era la mano derecha de Erdogan, fue acusado de ser uno de los principales instigadores de la sublevación. Desde entonces, su organización fue ilegalizada y declarada como “terrorista”, y todos sus adeptos comenzaron a ser perseguidos. 

Kanter es un marcado opositor del presidente turco, a quien calificó como “el Hitler de este siglo” en sus redes sociales, y es un devoto seguidor de Gülen. A pesar de los pedidos de cárcel y de extradición por parte de la fiscalía de su país por “pertenecer a una organización terrorista armada, utilizar la aplicación de comunicación encriptada ByLock e injuriar al presidente”, el pivote no se achica: “Nunca dejaré de expresarme. (…) Si dejo de hablar, ¿quién lo hará por las miles y miles de personas inocentes que están en prisión? Están torturando y matando gente”.

Luego de unos años en Oklahoma, fue traspasado a New York Knicks. En el equipo de la “Gran Manzana”, Kanter no pudo asistir a un partido en la capital inglesa, ya que temía ser asesinado por los hombres de Erdogan: “Lamentablemente, no voy a ir a Londres a causa de ese lunático, el presidente turco. Existe la posibilidad de que me maten por ahí”. 

Poco tiempo después, Kanter fue adquirido por Portland Trail Blazers, con quien formó parte del equipo revelación que llegó a las Finales de la Conferencia Oeste contra Golden State Warriors. Sin embargo, en el país europeo no transmitieron sus partidos y ni siquiera se lo nombró en las redes sociales turcas de la NBA: se volvió una figurita prohibida en el territorio de Erdogan.

Recientemente, el pivote se unió a Boston Celtics como agente libre y duerme con un botón anti pánico en su habitación, ya que su impotente físico no lo exime del miedo a perder su vida. No obstante, su devoción por Gülen no claudica, tanto que decidió tomar el apellido del famoso predicador: “Sacrificaría a mi madre, a mi padre y a mi entera familia por el bien del Venerado Maestro (Gülen). Daría mi cabeza, si fuese el caso. Sacrificaría mi lugar en el paraíso y reiría en el infierno para dar ese servicio”. 

La selección turca cuenta con un buen plantel para este Mundial, más allá de que su mejor jugador no estará presente. China 2019 se privará de la presencia de un jugador calibre NBA, pero contará con otros como Cedi Osman y Furkan Korkmaz. Por su parte, Enes Kanter -o Enes Gülen- quiere desenmascarar una democracia en la que, por ejemplo, opositores son perseguidos y ciudades que no comparten la misma línea ideológica que Erdogan son intervenidas, como ocurre en Diyarbakir, Mardin y Van.

Lamas está haciendo historia con Japón

Por Julián Romero

Según la Asociación de Baloncesto de Japón (JABBA, por sus siglas en inglés, Japan Basketball Association), en 2018 se registraron 622.506 jugadores y 50.068 entrenadores en ese país. Esto da fe de la pasión y la popularidad que tiene el deporte de los gigantes en el país oriental. 

La cultura japonesa ha demostrado a lo largo de su historia que una forma eficiente de progresar es tomar lo mejor de los demás y copiarlo. En lo que al básquet se refiere, en cualquier parte del mundo, la sola mención de esa palabra hace pensar en la NBA. Es por esto que la liga norteamericana se ha vuelto el modelo a imitar para los japoneses. Sin embargo, más allá de la notable infraestructura que hay detrás de esta disciplina y de los esfuerzos por asemejarse al estilo estadounidense, la calidad de juego es algo que no se puede imitar. Es que Japón cuenta con una población que no se destaca por su altura, y en la cual medir más de 1,90 metros no sólo es desentonar, sino también generar las miradas de admiración de los demás.

Este contexto fue el que encontró Julio Lamas cuando en 2017 accedió ser el entrenador de la Selección nipona, con la que logró una clasificación histórica para el Mundial 2019, al cual no accedía deportivamente desde Grecia 1998 (jugó en 2006 por ser organizador). El extécnico de San Lorenzo ejerce el liderazgo de manera empática y busca convencer a sus dirigidos para que todos hagan lo que le favorece al equipo.

En el seleccionado asiático buscó adaptar su manera habitual de relacionarse con los jugadores, sin imponerse sobre los valores de la sociedad japonesa. Uno de los cambios que realizó, que rozó el límite entre la cultura y lo deportivo, fue la promoción de Rui Hachimura, figura que no era tenida en cuenta por ser muy joven (19 años). Desde la federación entendían que debía egresar para formar parte del seleccionado superior. Allí fue cuando el entrenador hizo entender que la edad no es una jerarquía y que en el deporte no cuentan los años, sino el talento. Así fue como subieron de rango al alero, que jugará su primer Mundial con 21 años. 

Los Akatsuki Five, llamados así por su comparación con el amanecer de Japón y en combinación con los cinco jugadores que están en la cancha, habían arrancado muy mal las eliminatorias. En el Grupo B avanzaron en primera ronda tras caer en sus primeras cuatro presentaciones y ganar en las últimas dos ante Australia y China Taipéi. En la segunda ronda, el conjunto nipón tuvo buenas presentaciones y quedó en el segundo lugar del Grupo F, detrás de Australia, con un récord de 8 victorias consecutivas y 4 derrotas. Esta racha se debió a la mejoría que tuvo el equipo respecto a la altura, una vez que pudieron naturalizar al norteamericano Nick Fazekas (2,11) y que sumaron al alero de Memphis Grizzlies, Yuta Watanabe (2,06) y promovieron a Hachimura (2,03). 

Lamas llegó al básquet japonés de cara a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Su buen trabajo lo premia con un boleto al Mundial, luego de ser elegido el mejor entrenador de Asia en 2018.

Yao Ming: un experimento de Mao

Por Ignacio Maida

Yao Ming es, sin dudas, uno de los deportistas más populares de la historia. Desde su llegada a la NBA, el gigante de 2,26 metros se convirtió en uno de los reyes del baloncesto: fue First Pick en 2002 (obtuvo el primer puesto en el draft de dicho año), Rookie Of The Year (premio que se le otorga al jugador más destacado en su primera temporada), ocho veces partícipe del All-Star Game y se encuentra en el Salón del a Fama (Hall of Fame) de la NBA.

Si bien su promedio de 19 puntos, 9,2 rebotes y 1,9 tapones en sus ocho temporadas en la NBA generaban dudas entre periodistas y fanáticos a la hora de debatir si estaba bien o no su ingreso al salón de la fama, eso se disipó al quedar demostrado que en sus tiempos de jugador tuvo 52 millones de compatriotas siguiendo su travesía por la mejor liga del mundo y, además, llegó a ser el jugador más pedido por la gente para un All-Star Game, con 2 millones y medio de votos. Todo eso generó que la NBA se expandiera a un mercado de más de mil millones de personas, que contrajeron una gran pasión por este deporte, y que, a su vez, el fenómeno se materializara con algunos partidos en el país asiático. Su exequipo, los Houston Rockets, gracias a él y al gran mercado que tienen en ese país,  celebran el Año Nuevo Chino jugando con su camiseta escrita en mandarín.  

Lo que muchos no saben es que se sospecha que Yao Ming fue una creación de la China comunista de Mao Tse Tung. En el libro Operación Yao Ming del periodista estadounidense Brook Larmer, se cuenta que Ming fue parte de un plan sistemático del por entonces presidente para volver al deporte un arma política mediante la “creación” de grandes atletas.

Yao Ming pordía ser un experimento del líder comunista Mao Tse Tung.

Se estima que los padres de Yao –ambos basquetbolistas- fueron presentados entre sí por miembros del gobierno chino, ya que basados en sus biotipos eran ideales para crear a  una estrella y fueron “obligados” a hacerlo. Así fue como el 12 de septiembre de 1980 nacía el gigante de Shanghái, de unos 51 centímetros y 5 kilos, casi el doble que cualquier otro bebe chino de la época. Fue un hijo único, como indicaba el modelo comunista que buscaba impedir la sobrepoblación del país.

Después de dejar de lado sus sueños de jugar al Waterpolo o de ser científico, Yao Ming tuvo 5 grandes años en los Shanghái Sharks, que le permitieron ir a la NBA, liga en la que brilló siempre y cuando las lesiones no se lo impidieron. A su vez, dejó una huella enorme en su país: fue abanderado en los Juegos Olímpicos Atenas 2004 y Beijing 2008 y fue figura absoluta en su Selección, siendo su máximo anotador en todos los campeonatos que jugó.

Yao Ming porta la bandera de China en los Juegos Olímpicos en 2008.

Una vez retirado, decidió invertir sus más de 200 millones ganados en la NBA en caridades, sitios de apuestas y demás. También fue presidente de la Chinese Basketball Asosiation, embajador de la NBA y, en el último tiempo, está volcado a la política, en búsqueda de modificar el programa de deporte en las escuelas chinas en pos de generar y captar los mejores atletas.

No está comprobado si Mao fue el responsable del desarrollo del básquet en China, pero lo que es seguro es que la apuesta en este deporte es fortísima. Tras organizar los Juegos Olímpicos de 2008, posee una liga con jugadores de renombre como Luis Scola, Lance Stephenson y Michael Beasley y este año será la sede del Mundial de Baloncesto. Van a tratar de estar a la altura de este evento con un equipo que combina juventud con experiencia con jugadores como Yi Jianlian – ex NBA-, Guo Ailun, Zhou Qi- ex NBA- o Zhao Jiwei. Todo esto no sería posible de no ser por un gigante de 2,26 metros que hizo historia en la mejor liga del mundo.