jueves, noviembre 6, 2025
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Vasallo, la vuelta del tenis a CABA y las miradas sobre la pandemia

Por Marco Palazzo

El extenista Martín Vassallo Argüello, director ejecutivo de la Asociación Argentina de Tenis(AAT), conversó con El Equipo acerca de la preocupación que existe en la actividad y la decisión del Gobierno de la provincia de Buenos Aires de no incorporar a la agenda el regreso de la actividad debido a la pandemia por el coronavirus, en una zona donde se concentra la mayor parte de los casos en Argentina.

-¿Cómo afectó esta cuarentena por la pandemia a toda la AAT?

– Fue un golpe muy duro y difícil. Es un momento de enorme desafío. La AAT tiene muchas de sus acciones en el campo, cuerpo a cuerpo, y pasar a ser una asociación más virtual con muchas capacitaciones online es un desafío que lo estamos llevando muy bien y con mucha responsabilidad.

– ¿Cómo pensás que se llevará a cabo la reincorporación del tenis a las actividades permitidas en la Ciudad de Buenos Aires ?

-La AAT fue de las primeras en organizarse y lanzar un protocolo que fue aprobado por el Ministerio de Salud y el de Turismo y Deporte, y que permitió que poco a poco en las provincias del país se pueda volver (…) Hay un vínculo muy fluido del cambio de información entre las autoridades de la ciudad y el presidente de la asociación, Agustín Calleri. Estamos trabajando en conjunto en una serie de capacitaciones para los presidentes de los clubes y personal deportivo, para hacer un regreso seguro, sostenible y responsable a la actividad.


-¿Qué resultados ves que plasmaron las aperturas del tenis en provincias como San Juan, Mendoza y Corrientes?

– Estas provincias tuvieron un trabajo importante con los gobernantes y en nuestro caso con las federaciones provinciales. Las federaciones han trabajado codo a codo respetando los protocolos y capacitando a los profesores de los clubes. En algunos casos tuvimos éxitos; en otros no, pero la decisión final no depende de la AAT sino de los gobernantes, quienes van a tener que tomar dos decisiones: en qué fase colocan al tenis y en qué momento transitan de una fase a la otra. Ambas decisiones son llevadas por el Comité de Crisis Territoriales, en el que la AAT se encarga de convencer a las autoridades de que el tenis debería volver.

– El ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires, Daniel Gollán dijo que el tenis no debería volver en un principio por los riesgos que supone. ¿Qué pensás al respecto?

– Creo que fue una declaración muy difícil para los que estamos en el mundo del tenis. Claramente, se notó que el ministro no leyó el protocolo. El tenis se está jugando en más de 20 provincias y en ningún caso se presenta lo que relataba el ministro. Sin dudas, fue una alarma muy fuerte. No voy a negar que quienes estamos en el mundo del tenis esperamos que si no está interiorizado con el tema, no salga a emitir una opinión que lo único que hace es confundir y desalentar.

– ¿Cuánto tiempo pensás que necesita un jugador para reincorporarse en el circuito?


– El alto rendimiento está en otra problemática. Pero con   otras urgencias. Las decisiones que se han tomado sobre el circuito tienden a que se vuelva lo antes posible y poner en circuito la rueda. Los jugadores sudamericanos están en desventaja con todos los niveles. Por suerte, los jugadores que tienen la posibilidad de ir a los Juegos Olímpicos pueden entrenarse gracias a un acuerdo con el Comité Olímpico. Yo creo que dos o dos meses y medio se tarda en volver a un nivel respetable de competencia.



- ¿Cómo ves al tenis argentino a nivel mundial y de cara a Tokio 2021?


– A nivel internacional hay que diferenciar el tenis masculino del femenino. Al tenis femenino se lo descuidó y no se promocionó. A las jugadoras no se les dio el espacio y oportunidades que merecen, lo cual debilitó las chances de generar grandes tenistas. Pero tengo fe de un resurgimiento de chicas con alto nivel. Por otro lado, el tenis masculino está sosteniendo desde hace 10 años un muy buen nivel dentro del top 100 (…) Está posicionado como una de las potencias mundiales capaz de disputar por muchos años la Copa Davis y con algún jugador dentro del top 20.

– ¿Qué pensás sobre el arreglo de los partidos?

– Hay un comité de la Federación Internacional (ITF) que se encarga de esa problemática, que es un trabajo en conjunto que nosotros intentamos plasmar desde acá.

– ¿Cómo te relacionás con los medios desde tu cargo en la AAT?


– Bien. Siempre respeté la labor del periodista. Cada vez que pude estuve en contacto y diálogo. Ahora, desde la dirigencia estoy en contacto con la prensa, que se encarga de un papel tan importante como comunicar.

– ¿El Córdoba Open y el Argentina Open siguen de pie? ¿Y qué medidas pensás que pueden tomar respecto a la pandemia?


– Estuve hablando con Martín Jaite, como organizador del Argentina Open, y está viendo qué escenario puede tomar adquiriendo los protocolos necesarios para llevar a cabo los torneos. El ATP de Córdoba arranca unas semanas antes, así que se encuentra en la misma situación y lo vamos a llevar con mucha responsabilidad como venimos haciendo.

Una hermosa historia de amor a la vida

Por Federico Pineda

Un nene se acerca tímidamente a la cámara del celular. Su madre le pregunta “¿qué te gusta hacer mucho?”. Ante el pánico escénico del punto que ilumina la pantalla, Milo se da la vuelta y no responde. Natalia lo dice por él. Le encanta tocar la batería y su banda de rock favorita es La Sorda Razón, la banda de su padre, Wilfredo. Tres años después de su trasplante, él sabe que su tío ´Lulo´ le trasplantó un pedacito de hígado para que se sienta mejor”.

El delantero de Central Larroque de Entre Ríos, Alejandro Benítez, fue tío nuevamente el 3 de septiembre de 2016. Ese día, su hermana Natalia daba a luz a su tercer hijo. “Ahí cerramos la fábrica”, aclara ella entre risas. Sin embargo, Milo tuvo que sortear muchos obstáculos para seguir con vida. Desde que nació, le diagnosticaron una atresia biliar en el hígado. Una obstrucción de las arterias que se comunican con el hígado. A los dos meses de vida, se sometió a su primera operación.

“El problema era que no le funcionaba el hígado y, por ende, estaba desnutrido. Tenía niveles muy altos de bilirrubina que provocaba un resecamiento de la piel y un color verdoso”, contó su madre sobre esos primeros meses de vida que transformaron al Hospital Gutiérrez en su segunda casa. Iban y venían a Buenos Aires para extraer sangre y ver su evolución, pero la operación no había servido. Milo necesitaba un trasplante antes de los nueve meses para vivir. “Cuando nos enteramos fue un bajón para nosotros. Se vinieron del Gutierrez, y ahí empezó a empeorar. Tenía el cuerpito cada vez más deteriorado. Se quejaba si le tocaban el hígado”, relata Alejandro con respecto a esos meses “complicados” que debió superar su familia mientras él seguía yendo a cada entrenamiento de su equipo. Inmediatamente, iniciaron los exámenes para saber qué familiar era compatible con el nene que ya figuraba en la lista de espera del Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (INCUCAI).

Wilfredo tenía otro tipo de sangre. Natalia dio compatible, pero había sido operada del corazón a los dos años de edad y era considerada por los médicos una paciente de riesgo. Fanny -hermana melliza de ´Lulo´ – también era compatible, pero había sido madre hace pocos días y los médicos no querían exponerla. Allí, apareció Alejandro.

“Cuando se confirmó la compatibilidad de él, no dudó en ningún momento. Lo decidió y no le importó más nada. Estaba decidido que iba a salvar al sobrino”, cuenta su compañero de equipo, Kevin Olivera. Casi a la par, Camila Olivera, hermana de Kevin y esposa de Alejandro, quedaba embarazada de su primer hijo.

Con el paso de los días, empezó a desarrollar varias entrevistas con los psicólogos y los psiquiatras para comprobar su fortaleza mental dada la situación reciente. “Me advertían que, si mi hijo tenía problemas de nacimiento, no iba a poder donar de vuelta. Me decían ´cuánto vas a cobrar para donarle el hígado. Es tu sobrino, no es tu hijo´. Eran cosas que no tenían nada que ver. Uno lo hacía para salvarle la vida al nene”, comentó el empleado de un frigorífico. Allí trabaja hace 13 años. En una de esas charlas con los profesionales del hospital, se enteró que debía abandonar el fútbol provisoriamente si se sometía al trasplante.

“Cuando decidí hacerlo, no sabía que iba a dejar el fútbol. Y de a poco, uno va cayendo de lo que está por hacer y el riesgo que corre en la operación”, estimó Alejandro. Los médicos necesitaban ver su evolución tras el trasplante. Días antes, le había dicho a su hermana que abandonaría toda su actividad con tal de ser donante. Los estudios no habían arrojado problema alguno. Quedaba despedirse del vestuario por tiempo indeterminado: “Todo Larroque se enteró del problema de Milo y, antes de una práctica, les comenté a los jugadores, al cuerpo técnico y al presidente, y en ningún momento me dijeron nada. Siempre me apoyaron en la decisión que había tomado y el club siempre estuvo a disposición mía”.

“Fue una emoción para todos. Lo felicitamos por el coraje que tenía y por arriesgar su vida para darle vida a su sobrino”, cuenta Maximiliano Checuz, delantero titular de Central Larroque y compañero de ´Lulo´ en esos años. A pesar de que la decisión de ser donante aceleró los trámites, no fue hasta el 6 de julio que se procedió a realizar la intervención en el hospital Austral.

“Cuando inicia la operación ven que mi hígado tiene dos arterias en forma de ´y´, cosa que nunca habían visto en el Austral. Para ellos, fue un descubrimiento. Tuvieron que sacarle el hígado a Milo e injertaron el mío con dos arterias. Sacaron una arteria del nene y otra de un donante cadavérico. Estuvieron trabajando mucho tiempo fuera del hígado”, declaró ´Lulo´ sobre el procedimiento que debieron utilizar. Se llegó a evaluar la suspensión de la cirugía, pero dado el buen estado del hígado que se iba a trasplantar optaron por seguir. Esto alargó, mucho más, la estadía en el quirófano. De unas pocas horas a siete para él y doce para Milo.

“Se vive con incertidumbre, con miedo. Justo mi hermana estaba embarazada y pasaba ese momento de nervios con el marido operándose y una panza de siete u ocho meses. Fue algo fuerte que nos tocó pasar, pero por suerte salió todo bien y la pueden contar los dos”, manifestó su cuñado y padrino de su único hijo, Paulinho.

Unos días después llegó el reencuentro: “Estuve unos días en terapia y, en una oportunidad, el médico me preguntó si quería ver a Milo. Al verlo, el dolor pasó a ser secundario. Era otro nene. Había entrado de mala forma al hospital y, al verlo ahí, lleno de vida, fue una emoción enorme. Se diluyó el dolor”.

Desde aquel momento hasta hoy, su sobrino no ha tenido rechazo del trasplante, pero debido a su inmunosupresión -baja de las defensas- es propenso a sufrir enfermedades. Ha sufrido problemas en el intestino, en febrero último sufrió una sepsis generalizada “muy compleja” en palabras de su madre, que trajo al presente esta última internación en el Austral. “Tuve una charla con el jefe de pediatría del Hospital -que ya nos conoce- y le dije que de las siete vidas del gato creo que vamos gastando cuatro. Cada internación que ha tenido ha sido milagroso que salga”, manifestó sobre los diferentes obstáculos que ha tenido Milo para sobrevivir.

Sin embargo, su hermana Camila, quien también se desempeña como psicóloga prefirió la positividad. Nunca pensó en la muerte en todos estos años, sostiene que “los médicos han hecho magia” y no quiere ver a su hijo toda la vida en el hospital: “Cuando pasa lo que le ocurrió en los intestinos, tuve una charla con mi marido y le dije que no podría soportar tener un hijo que no disfrute de la vida. Si tiene que pasar internado, yo no sé hasta dónde podría acompañarlo. Prefiero que viva lo que tenga que vivir disfrutando de la vida”.

Días después de la operación, esta historia salió en los medios y Alejandro Benítez dio notas para diversas radios y canales de televisión. Mientras los teléfonos no paraban de sonar, volvió a Larroque para iniciar el periodo de recuperación postoperatorio. Allí lloró por segunda vez. “Él estaba muy feliz y orgulloso. Lloraba y tampoco entendía la dimensión que podía tener algo así. No podía creer la gente que lo llamaba y lo saludaba”, declaró Marcelo Cafferata, presidente de Central Larroque y ex entrenador de ´Lulo´ en el club. La institución lo homenajeó con un video, una camiseta y una bandera. Mientras que Checuz agregó que había “mucha gente” esperándolo. “Para muchas personas, es un ídolo por lo que hizo”, concluyó el inspector de obras viales de la provincia. Larroque es un municipio del departamento de Gualeguaychú con 6180 habitantes según el último censo de 2010.

Su recuperación iba a oscilar entre los seis y ocho meses para que su hígado se recuperara en un 80 por ciento. Antes que nazca Paulinho, le ofrecieron ir a un programa de Italia para visibilizar la historia. No aceptó. Se quedó para acompañar a su mujer en los últimos meses del embarazo. Ella dio a luz en los últimos días del 2019, y Alejandro ocupó rápidamente el tiempo libre que empezó a tener sin el fútbol. “Esa hora y media que practicaba todos los días empecé a dedicársela a él y a mi familia”, comentó Benítez, uno de los más de 700 socios de Central Larroque que, tras la recuperación, empezó a jugar al paddle en el club.

“Desde que pasó eso, ya no le interesa nada porque ya no tenés más nada porqué pelear. Es una satisfacción de por vida para él. El fútbol pasó a un décimo plano”, expresó Cafferata enalteciendo a su ex dirigido y agregó: “Tiene el cielo ganado porque no todos harían lo que hizo él. Como persona de la ciudad, es el mejor acto de la historia de Larroque”. A la par, el cuñado de ´Lulo´, Kevin Olivera, manifestó: “Hay que tener un corazón enorme para hacer algo así”.

Hoy en día, nunca tuvo secuelas de la operación. Se levanta a las 3:30 de la madrugada porque sale a trabajar de 04:30 a 14 horas en el frigorífico. Después de almorzar, se duerme una siesta y suele visitar a toda su familia respetando las medidas de distanciamiento social. Allí se habla a diario de lo que ocurrió.

“Siempre recibo saludos y eso me llena de orgullo. Me cambió la vida ser donante de Milo y todo lo que pasó. Yo hice un gesto que tuve para mi familia y no pensé que iba a tener tanta repercusión. Hoy lo volvería a hacer por mi hijo, no sé si por otra persona. En ese momento, estábamos desesperados viendo al nene cómo estaba y dejé todo”, relata Alejandro. Antes que ocurra lo de Milo, nunca le daban atención a la donación. Hoy, recibe llamados por distintas campañas para donación de órganos y todos los 30 de mayo (día del donante) quieren hacerle notas sobre su historia. Además, en 2019 su suegro necesitaba un trasplante de riñón y, gracias a la Ley Justina -todos somos donantes a menos de haber dicho lo contrario en vida-, rápidamente se halló el órgano y lo trasplantaron.

En contrapartida, Milo debe hacerse chequeos mensuales y consume cuatro medicamentos por día. El inmunosupresor para no sufrir el rechazo del órgano. Consume corticoide, ya que debido al trabajo artesanal que se realizó para tener una arteria más en su hígado ocasionó un achicharramiento de la zona y el órgano no drena de buena forma. El remedio sirve para paliar esa situación. Además, ingiere un protector gástrico y un medicamento para drenar líquidos en la panza. Con respecto al corticoide, Natalia aclara que puede resolverse con una operación, pero no se pone plazos para realizarla y destaca que “todo está controlado”. Por último, cada tres meses deja su trabajo como secretaria de Desarrollo Humano del Municipio de Larroque para viajar a Buenos Aires y que le proporcionen gammaglobulina a su hijo con el objetivo de aumentar las defensas -en Entre Ríos no lo realizan-. Tenían turno para el 17 de julio, pero dada la coyuntura actual, se retrasó para agosto.

En el plano alimentario, también hay restricciones: “Hay alimentos que son contraproducentes a la inmunosupresión como el pomelo por ejemplo. Tampoco puede comer verduras de hojas verdes porque lo inflaman y le producen diarrea. Puede comer frutas y verduras. La mayoría deben estar cocidas. Tampoco puede comer helado”.

Sin mediar imprevistos, la entrevista a ella se ve interrumpida por una persona que pide mayor atención. Es Milo. El mismo día que se cumplen tres años de la operación. “Parece mentira, pero ha pasado bastante tiempo. Verlo a él es muy emocionante”, expresó sobre su hijo menor. Teo es el mayor con nueve años y Luca tiene siete.

“Sin duda que esto te une antes que destruir. Mi hermana y mi cuñado están agradecidos de por vida conmigo. Somos una familia unida y estamos más juntos que nunca con todo esto”, relata Alejandro sobre la relación que mantiene con sus hermanas Fanny -mellizos-, Corina y Natalia.

Su casa está situada a solo dos cuadras del club que lo vio nacer, ese que volvió a ir para no solamente jugar al paddle. Uno de los diez máximos goleadores de la institución volvió a tener “vida normal” y había empezado a hacer la pretemporada en Central hasta que vio la diferencia física con sus compañeros. “Él había arrancado la pretemporada y se dio que cuenta que no estaba para jugar acá”, cuenta su cuñado y compañero del equipo que milita en la Liga A de Gualeguaychú y lo relacionó al trajín de su trabajo que lo obliga a mantenerse parado por 10 horas. Debido a esto, optó por bajar una categoría, ir a la Liga B y jugar en Sportivo Larroque, el otro club de la ciudad. “Ahí empezó a entrenar y ya era parte del equipo titular. Estaba muy contento”, acotó el padrino de Paulinho, pero la pandemia frenó todo.

Como futbolista, se denominó como “un jugador de 20 minutos” y Jorge Riolfo, ex entrenador ya fallecido, llegó a decir que fue el mejor suplente que tuvo en su carrera. “Nosotros sabíamos que entraba Lulo y algo hacía. Tenía una potencia bárbara y era suertudo. Bien de goleador. Tenía una y la mandaba a guardar”, cuenta Kevin. Dentro del vestuario, es alguien divertido. El encargado de los chistes y las jodas. “A medida que van pasando los años, cuesta más alejarse de la cancha que en el momento que lo hice”, revela Alejandro. Cuenta que es muy difícil estar fuera de los vestuarios, a la vez que disfruta permanecer cerca de la cancha viendo a las inferiores o charlando con sus compañeros con el mate bajo el brazo.

Desde la operación a la que se sometió, empezó a valorar otras cosas mucho más importantes que el fútbol: “Ya me sentía desgastado y me molestaban muchas cosas como ir al banco de suplentes, pero ahora me encantaría ir al banco, al vestuario o dar una charla técnica”. Y el nacimiento de su único hijo lo hizo conocer al amor de su vida: “Cuándo lo vi no lo podía creer. Lloraba y no entendía porqué. Día a día, voy a trabajar y vuelvo pensando qué está haciendo. Vivo para él. El amor de un hijo es inigualable”.

Desde que regresó a los entrenamientos, nunca sufrió golpes fuertes en la zona hepática y admite que “cada vez que pasan más los años, me dan más ganas de jugar al fútbol”. Ya con 33 años, siente estar “medio retirado de las canchas”. Nunca vivió de este deporte, pero seguirá vinculado a él si Central Larroque lo llama para ocupar un cargo en el futuro. Mientras tanto, se dedica a cuidar a una familia que lo tiene como ídolo.

Argentina no fue a Suiza ´54: otra ausencia que costó caro

Por Nazareno Rosen

La Selección argentina estuvo durante 24 años sin participar de Mundiales y se privó de haber podido conseguir algún título. Fue una de las 16 participantes en Italia 1934, pero fue eliminada en primera ronda al caer por 3 a 2 frente a Suecia. Luego estuvo ausente en Francia 1938, Brasil 1950 y Suiza 1954, para reaparecer recién en Suecia 1958.

Si bien concurrió al Mundial de 1934, la Selección fue representada por un conjunto amateur -que quedó afuera en el primer encuentro- debido a que la Liga Argentina, en la que se encontraban los mejores jugadores nacionales, no estaba afiliada a la FIFA y se negaba a prestar a sus jugadores para la Selección. Entonces, la AFA presentó un combinado de deportistas mayoritariamente amateurs de clubes como Dock Sud, Estudiantil Porteño, Sportivo Barracas, entre otros, que fueron dirigidos por el italiano Filippo Pascucci.

Luego de la participación en 1934, la Selección no compitió por decisiones políticas tanto de la AFA como del Gobierno Nacional de turno. Después de que se efectuara el Congreso de la FIFA en 1936, la Argentina creía tener asegurada la localía de la competencia de 1938, pero Francia fue la sede elegida. Esto generó el enojo y el descontento de la dirigencia argentina, que renunció a participar de aquella copa.

Debido a la Segunda Guerra Mundial no se disputaron los certámenes de 1942 y 1946. La FIFA decidió retomar la organización de los Mundiales a partir de 1950, que tuvo como único postulante a Brasil. En esta ocasión, la Argentina no fue por dos motivos: el primero, porque las relaciones con el país anfitrión estaban deterioradas luego de que en un amistoso entre ambas Selecciones, el partido terminara en una batalla campal y el segundo fue por un pedido de Juan Domingo Perón, presidente de la Nación en aquel entonces.

¿Cuáles fueron las razones de la ausencia argentina en 1954? Por un lado, la AFA seguía enemistada con otras federaciones sudamericanas luego del conflicto por el éxodo de futbolistas nacionales a Colombia en 1949. El problema había surgido con la huelga de futbolistas de 1948, que había provocado que muchos cracks emigraran a Colombia (que aún no estaba afiliada a la FIFA), como fueron los casos de Adolfo Pedernera, Alfredo Di Stéfano, Néstor Rossi y René Pontoni, quienes no iban a poder ser cedidos por los nuevos clubes dueños de sus pases. A esto se le sumaba el descontento con Brasil, que había prohibido a sus clubes enfrentar a argentinos para esa época, y con el hecho de que Francia fuera la sede para el Mundial de 1938.

En ese momento, el técnico de la Selección argentina era Guillermo Stábile, el goleador del Mundial de Uruguay 1930. La idea era que fuera a observar el torneo y sacara conclusiones, para saber con qué se hubiera encontrado el equipo si iba. Cuando volvió de Suiza, Stábile hizo un informe y declaró: “Si la Argentina hubiera concurrido, habría tenido una actuación destacada”.

Para Suiza ´54, la situación gremial entre jugadores y dirigentes seguía en conflicto. En ese entonces, la Selección no había participado de los Sudamericanos 1949 y 1953 y, consecuentemente, hizo lo mismo con su siguiente desafío mundialista. Las actuaciones del conjunto nacional en esos años eran muy pocas. En 1951 enfrentó al combinado inglés, perdió 2 a 1 en el primer encuentro en Wembley y ganó 3 a 1 en Buenos Aires el 14 de mayo de 1953, lo que catalogó a ese mismo día como el del futbolista argentino en homenaje al gol que convirtió el por entonces jugador de Independiente de Avellaneda, Ernesto Grillo.

Tras 24 años de ausencias mundialistas, las expectativas de la participación de la Selección nacional en el Mundial de Suecia 1958 eran muy altas. Los responsables de semejante ilusión fueron los recordados “Carasucias”, integrados por Maschio, Angelillo, Sívori, Corbatta, Cruz y Rogelio Domínguez, entre otros, quienes ganaron con creces el Sudamericano de Perú 1957. Poco tiempo después de sus brillantes actuaciones fueron vendidos al fútbol italiano, lo que terminó siendo determinante para el futuro del seleccionado argentino. 

Tras asegurarse la clasificación al Mundial al imponerse ante Bolivia y Chile, el presidente de la AFA, Raúl Colombo, tomó la polémica decisión de no convocar a los talentosos jugadores antes mencionados, con el argumento de que en el país habían jugadores de jerarquía sin precisar a los del extranjero. Esta decisión terminó por sentenciar la fugaz eliminación de Argentina en Suecia.

El estado físico no estaba acorde con el de sus rivales, el trabajo táctico-estratégico fue muy escaso, la inexperiencia para enfrentar a rivales europeos y hasta las internas en el plantel fueron explicadas como las causas. En su debut cayó ante Alemania Federal con un resultado de 3 a 1, luego logró imponerse con el mismo marcador frente a Irlanda del Norte y en su tercer y último partido sufrió una de las peores derrotas de la historia, al ser vencida por 6 a 1 por Checoslovaquia. Los integrantes del plantel fueron agredidos en su arribo a la Argentina y se lo recuerda como uno de los peores hechos del fútbol local, por lo que fue denominado “El desastre de Suecia”.

De esta manera, previo a 1958, la Argentina desperdició tres Mundiales por decisiones de dirigentes de la AFA y funcionarios del gobierno nacional. Esto hizo que la Selección se mantuviera alejada de toda competencia internacional y que grandes jugadores no tuvieran la oportunidad de demostrar su juego con la camiseta albiceleste y mucho menos de conseguir algún título.

Suiza-Austria, agobiados por los goles y el calor

Por Kevin El Id

El partido que disputaron los seleccionados de fútbol de Suiza y Austria en el Mundial de Suiza 1954 es el encuentro con más goles en la historia de las Copas del Mundo, que terminó con la victoria del conjunto austríaco por siete a cinco. Han pasado casi 66 años y 16 mundiales y en ningún enfrentamiento se convirtieron más goles que en ese.

El juego se disputó el 26 de junio de 1954 a las 17 horas en el Stade Olympique de La Pontaise, en Lausana. A este acontecimiento histórico se lo conoce como “La batalla de calor de Lausana”, ya que se vivió una verdadera batalla de goles, con 35 mil personas colmando el estadio, bajo una intensa lluvia y una temperatura que rondaba los 40 grados.

Ambas Selecciones jugaron con su indumentaria principal y formaron con un arquero, dos defensores, tres mediocampistas y seis delanteros, un esquema tremendamente ofensivo que se utilizaba en aquellos tiempos y era el motivo por el que los resultados solían ser muy abultados. El director técnico del local era el austríaco Karl Rappan, mientras que el del visitante era Walter Nausch, también de origen austríaco. Y el árbitro fue el escocés Charlie Faultless.

A pesar de la incesante lluvia y el fuerte calor, el partido había empezado movido, con chances claras de gol para los dos equipos, hasta que en el minuto 16, el delantero suizo y figura Robert Ballaman abrió el marcador. Apenas un minuto después, el delantero Josef Hügi puso el dos a cero, e, increíblemente, otro gol llegaría dos minutos más tarde también gracias a Hügi. Fue una ráfaga de goles del equipo rojo. El partido iba tres a cero a favor de Suiza en 20 minutos y parecía que su victoria no correría riesgos.

Sin embargo, en el minuto 25, el delantero de Austria Theodor Wagner descontó; un minuto después, el delantero Alfred Körner puso el tres a dos; y de nuevo se dio lo increíble: un instante más tarde, Wagner marcó otro gol y empató el partido. Era fútbol en estado puro, con el resultado que cambiaba minuto tras minuto y dos equipos atacando sin parar.

En el minuto 32, el mediocampista Ernest Ocwirk convirtió y dio vuelta el resultado a favor de los visitantes; dos minutos después, Austria estiró la ventaja con otro gol a cargo de Körner. Cinco minutos tardó el conjunto suizo en descontar, nuevamente gracias a Ballaman. Y así terminó el primer tiempo, con resultado cinco a cuatro para Austria, algo nunca visto en la historia del fútbol.

A los 53 minutos, ya en el segundo tiempo, el goleador Wagner marcó el seis a cuatro y su tercer gol en el partido, lo que provocó el ingreso al terreno de juego de los hinchas suizos, descontentos por el resultado. En medio del caos, el mediocampista suizo Charles Casali agredió al delantero rival Ernst Stojaspal, pero no fue sancionado.

En el minuto 60, Hügi anotó su tercer gol y volvió a darle vida a Suiza, que tenía media hora de juego para hacer un gol más y empatar el partido. Sin embargo, faltando 15 minutos para el final, el delantero Erich Probst selló el histórico siete a cinco y la clasificación de Austria. Durante la segunda mitad, los jugadores se notaban cansados y por eso el juego perdió la calidad y eficacia que habían tenido los primeros 45 minutos, en los que se había vivido una lluvia de goles.

Finalmente, la Selección de Austria se clasificó a la semifinal del Mundial, tras eliminar al conjunto anfitrión. Allí, fue goleado por Alemania Federal por seis a uno, que luego vencería a Hungría en la final por tres a dos y se consagraría campeón por primera vez. En el partido por el tercer puesto, la Selección dirigida por Nausch derrotó a Uruguay por tres a uno en Zúrich.

Aquella Selección de Suiza ha dejado un buen recuerdo en la memoria de los historiadores, ya que contaba con una buena defensa y tuvo una gran delantera que marcó muchos goles, por lo que se la consideró la sorpresa del Mundial. Austria, por su parte, desempeñó un gran torneo al ganarle un histórico partido a Suiza y obtener el tercer lugar.

El equipo anfitrión se había clasificado al torneo sin jugar ninguna clasificación, ya que era el organizador. Le tocó el grupo cuatro, junto a los seleccionados de Italia, Inglaterra y Bélgica. El 17 de junio, día del debut, venció a Italia por dos a uno en el Stade Olympique de La Pontaise de Lausana. Tres días más tarde, perdió por dos a cero frente a Inglaterra en el Wankdorfstadion de Berna. Con Inglaterra clasificada en primer lugar y Bélgica eliminada, debía jugarse un desempate entre el local y el equipo italiano para determinar quién se clasificaría como segundo del grupo y jugaría los cuartos de final. El partido se llevó a cabo el 23 de junio en el St. Jakob Park de Basilea, y fue goleada de Suiza por cuatro a uno.

Por su parte, Austria tuvo que jugar las eliminatorias europeas para poder clasificarse a la máxima competición: formó el grupo cinco junto a Portugal. Fue una serie de ida y vuelta, en la que el primer choque, disputado en Viena, fue victoria para el local por nueve a uno. La vuelta, jugada en Lisboa, fue un empate a cero.

En el Mundial, al seleccionado austríaco le tocó integrar el grupo tres con Uruguay, Checoslovaquia y Escocia. Su debut fue el 16 de junio en el Hardtum-Stadion de Zúrich, con victoria por uno a cero frente al conjunto británico. El segundo partido fue tres días después, en el mismo escenario, contra Checoslovaquia, que terminó con goleada de Austria por cinco a cero. Así, el equipo austríaco se clasificó sin mayores inconvenientes y quedó como segundo en el grupo, ya que Uruguay había convertido más goles.

Estaba siendo un Mundial muy parejo, en el que a los cuartos de final habían llegado grandes conjuntos de buenas actuaciones en la fase de grupos: Hungría, que había arrasado en su grupo, se enfrentaría a Brasil; Uruguay chocaría contra Inglaterra; Alemania Federal, contra Yugoslavia; y Austria, que era un candidato al título no solo por sus resultados sino por su buen juego, buscaría dar el golpe frente al local Suiza, que, tras vencer a Italia, se había convertido en otro candidato a consagrarse campeón.

El campeón alemán que se transformó en un término popular

Por Lucas Espósito

“Hace tiempo de Fritz Walter”, en Alemania este término se utiliza habitualmente cuando el clima presenta precipitaciones. A alguien que no conoce la frase, instantáneamente le surge la pregunta ¿Por qué? La respuesta es la apasionante historia de Fritz Walter, jugador histórico del FC Kaiserslautern, prisionero en la Segunda Guerra Mundial y capitán de la Selección alemana campeona del Mundial de fútbol de Suiza en 1954.

Desde que empezó a jugar en las divisiones inferiores hasta su retiro, Walter fue fiel al equipo de su ciudad natal, el FC Kaiserslautern, donde creció y consagró una carrera futbolística de 22 años, en la que anotó 357 goles en 364 partidos y consiguió 2 títulos (1951 y 1953). 

Su gran capacidad y talento hicieron que Josef “Sepp” Herberger, por ese entonces entrenador de la Selección alemana, lo convocara a un amistoso contra Rumania en 1940. En su debut, los germanos ganaron 9-3 y Walter anotó 3 goles.

Entre 1942-1945 fue reclutado por la Wehrmacht -fuerzas armadas unificadas de Alemania- para combatir en la Segunda Guerra Mundial, que tuvo millones de víctimas fatales y culminó en 1945 con la caída de la Alemania Nazi. “La guerra me robó los mejores años”, expresaría en sus memorias. 

Durante sus 3 años en el ejército, Walter tuvo no participó en combate, pero no todo fue color de rosa. En esa etapa contrajo malaria, por lo que no le agradaba jugar bajo el sol, sino que prefería hacerlo bajo un clima lluvioso, porque los soldados realizaban partidos de fútbol entre ellos.

Todo iría empeorando en 1945, cuando fue capturado junto con miles de soldados alemanes por el Ejército Rojo, que emprendía la ofensiva para conquistar Berlín. El destino de los detenidos eran los campos de concentración soviéticos. Walter pudo evitar el traslado a ellos gracias a que, en una parada que realizó el tren que transportaba a los prisioneros, un guardia húngaro lo reconoció y quitó el nombre de Walter de la lista de reclusos. A finales de 1945, luego del final de la guerra, pudo regresar a su ciudad natal y continuar con su carrera futbolística, lo que sería el primer milagro de su vida.

En 1954 llegaría su gran desafío como futbolista. La Copa del Mundo se realizaba en Europa luego de 16 años. Suiza fue la sede elegida para albergar la quinta edición del campeonato más importante de fútbol, por ser terreno neutral durante la guerra. La gran favorita al título era la Selección húngara, los “magiares mágicos”, que había conseguido la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Helsinki en 1952 y que presentaba jugadores de la talla de Czibor, Puskás, Kocsis, entre otros. Alemania por su parte, que venía de recuperarse de la fuerte crisis económica por causa de la guerra, contaba con Walter como capitán y figura, pero sin un gran equipo. En la primera fase ambos equipos se enfrentaron, los dos habían ganado el primer partido, y los húngaros dejaron en claro su dominio al ganar por 8 a 3.

Los alemanes tuvieron que ganarle 7 a 2 a Turquía en un desempate para pasar de ronda. Hungría y Alemania llegaron sin problemas a la final y ambos buscaban su primer título Mundial. La final se disputó en Berna y el clima en el estadio era lluvioso. “Caía una lluvia torrencial y parece que en esas condiciones siempre hacía buenos partidos”, recuerda Walter en una entrevista con Vanguardia. En apenas 8 minutos de juego los húngaros ganaban 2-0, pero Alemania logró empatar el partido en el primer tiempo. Con un gol de Helmut Rahn a pocos minutos del final los alemanes lograron dar vuelta el partido y se consagraron campeones por primera vez en su historia. “El milagro de Berna” es el nombre con el que quedó inmortalizada la hazaña de los alemanes.

Walter jugaría por última vez con la camiseta de Alemania en las semifinales del Mundial de Suecia en 1958, la cual los alemanes perdieron ante el local por 3 a 1. El capitán se retiraría con 33 goles en 61 partidos y el orgullo de saber que había liderado el primer plantel alemán campeón de un Mundial.

Dejó el fútbol en 1959 con la camiseta del Kaiserslautern. Su gran apego y dedicación al club fueron los motivos por los cuales en 1985 la directiva determinó renombrar al estadio con el nombre de Fritz Walter. 

Por su gran empeño en la Selección alemana, la Federación Alemana de Fútbol decidió entregarle el logro de capitán honorífico, que también poseen Uwe Seeler, Franz Beckenbauer, Lothar Matthäus y Jürgen Klinsmann.  

“Si logro convertir el próximo viernes se lo dedicare a Fritz, él siempre me ha apoyado en mi carrera”, declaraba Miroslav Klose, jugador formado en el Kaiserslautern y máximo goleador de la historia de los Mundiales, luego de enterarse de la trágica noticia. El de 17 de junio de 2002, mientras se desarrollaba la Copa del Mundo de Corea y Japón, Fritz Walter fallecía en su casa en Kaiserslautern. Cuatro días después, la Selección alemana se enfrentaba a Estados Unidos por los cuartos de final y los jugadores homenajearon al primer capitán campeón de un Mundial. 

Ferenc Puskas, el goleador indomable

Por Marcos Barrientos

Hay muy pocos jugadores que logran llegar a la élite del fútbol mundial y ese es el caso de Ferenc Puskas, jugador profesional de la Selección de Hungría, que participó del Mundial de Suiza de 1954, con la particularidad de que además de futbolista era comandante militar de su país. Asimismo, logró destacarse en el fútbol europeo siendo uno de los máximos goleadores en la historia del Real Madrid.

Su padre, Ferenc Puskas, era entrenador del club del barrio Kispesti Athlétikai Klub y fue el mayor responsable en darle comienzo a su carrera en el mundo del fútbol, ya que fue quien lo inscribió en el club al cual dirigía.

Puskas, nacido en la ciudad de Budapest, comenzó su carrera desde muy joven. Muchos lo veían como una promesa futbolística, pero nadie se imaginó que dejaría su marca en el fútbol europeo y mundial para siempre. Con tan solo 17 años firmó su primer contrato como profesional en un club llamado Kispest A. C.

Por su potencia de goleador, el entrenador Bela Guttmann enseguida confió en él. En 1945, Puskas llegó a la Selección de Hungría, en la que tuvo una buena participación y marcó 84 goles en 85 partidos.

La Selección nacional de Hungría cambió mucho por cuestiones políticas, ya que el Ministerio Húngaro de Defensa convirtió al seleccionado en un equipo en representación del ejército y modificó el nombre de la institución a Asociación Deportiva de la Defensa de la Patria de Budapest. Como consecuencia a este cambio, cada club se convertía en una institución militar y a cada futbolista se le asignó un rango militar y fue ahí que Puskas recibió el nombramiento a comandante mayor.

Puskas participó del Mundial de Suiza 1954, en donde anotó 4 goles en toda la competencia. Además, se convirtió en el primer jugador en ser militar y futbolista al mismo tiempo en participar de una copa del mundo.

Por otro lado, el delantero húngaro no pudo mostrar el nivel que venía teniendo antes del Mundial, ya que se perdió parte del certamen a causa de una lesión ocasionada en la fase de grupos, cuando la Selección de Hungría se enfrentó a Alemania Federal. 

Puskas sufrió una fuerte entrada por parte del alemán Werner Liebrich y asegura que ese partido que lo marginó de los cuartos de final y semifinal fue uno de los encuentros en el que más faltas recibió: “Recuerdo que fue el partido que más me pegaron. No es una excusa, pero no me recuperé de una lesión que me dejó al margen de los cuartos de final y de la semifinal”, declaró.

Pese a la ausencia de Ferenc, la Selección de Hungría llegó hasta la final del certamen mostrando un buen nivel futbolístico que causó revolución en esa época. La final de dicho Mundial la perdieron frente a Alemania Federal por 3 a 2 con un gol de Maximilian Morlock y dos de Helmut Rahn para los alemanes, mientras que para Hungría conviertieron Ferenc Puskas y Zoltan Czibor Suhai.

Hungría formó con un 3-5-3, la famosa formación W: Gyula Grosics; Jeno Buzanszky, Mihály Lantos, József Boszík; Gyula Lorant; József Zakarias, Zoltan Czibor Suhai, Sándor Kocsis, Nandor Hidegkuti; Ferenc Puskas y Mihály Tóth.

Por su parte, Alemania Federal contó desde el principio con: Toni Turek; Jupp Posipal, Werner Kohlmeyer, Horst Eckel, Werner Liebrich; Karl Mai, Helmut Rahn, Maximilian Morlock, Ottmar Walter; Fritz Waler y Hans Schaefer.

Además, los húngaros no perdían desde 1950 y llegaron al torneo como uno de los favoritos. Ellos mismos sentían confianza, a tal punto de que tenían todos los festejos preparados. El mismo Ferenc habló de esa confianza, que no le jugó a favor al equipo. Con el transcurso del encuentro ese sentimiento desapareció como si nada. “De repente nos dormimos y cuando despertamos estábamos perdiendo por 3-2”, declaró el delantero.

Debido a la revolución húngara de 1956, muchos jugadores que participaban de las copas europeas debieron tomar rumbos distintos, yéndose a otros equipos. Por su parte, Puskas decidió irse a Europa Occidental y buscar equipo allí. Este hecho provocó que las autoridades comunistas de su región lo acusaran de traidor por su ocupación como militar y también le negaran la entrada a su país.

Con su llegada al otro lado de Europa, varios equipos grandes del fútbol italiano intentaron su fichaje, pero esto no fue posible, ya que Puskas tenía problemas en su país, lo que generó que partiera hacia Austria en busca de nuevos clubes en donde fuera necesaria su gran capacidad goleadora.

Ferenc, con más de 30 años, fue rechazado por varios clubes a causa de su edad y siguió buscando nuevos destinos por Europa. Llegó a España y tuvo que seguir probando suerte. El secretario técnico del Real Madrid, José Samitier, pretendía que Puskas formara parte del equipo.

Puskas compartió delantera con Alfredo Di Stefano. Debutó en el Real Madrid el 14 de septiembre de 1958 frente a la Unión Deportiva Las Palmas y anotó 21 goles en toda la temporada. Durante su estadía en el fútbol español pudo demostrar una gran capacidad goleadora, al anotar 156 tantos en 180 partidos. Además, por ejemplo, en un partido frente al Elche Club de Fútbol hizo 5 goles y convirtió 2 hat-trick frente al clásico rival Barcelona FC.

“Cañoncito Pum” y “el Comandante Galopante”, fueron los apodos que le pusieron sus seguidores. El primero debido a la potencia y precisión de sus disparos al arco y el segundo cuando fue nombrado comandante del ejército húngaro cuando el Honved, equipo en el que jugaba en ese momento, fue requisado por los militares de ese país.

Indudablemente, el delantero húngaro fue un icono en la historia del fútbol, a tal punto que recibió el reconocimiento por parte de  la FIFA y la IFFHS por su gran desempeño y, además, fue galardonado como el máximo goleador del siglo XX, mejor futbolista húngaro de la historia, el cuarto mejor de Europa y el sexto mejor jugador del mundo. Realmente Ferenc Puskas, quedará para siempre en la memoria de los futboleros.

Suiza ´54: los primeros hermanos campeones del mundo

Por Francisco Garrido

Fritz y Ottmar Walter, exjugadores de la Selección de Alemania, fueron los primeros hermanos en ganar un Mundial tras derrotar a Hungría en la final. Este acontecimiento sucedió en la Copa del Mundo de Suiza el 4 de julio de 1954, en el estadio Wankdorf, ubicado en la ciudad de Berna, la capital del país.

Se llevaba a cabo el quinto Mundial en la historia y los Walter, además de dejar un sello en su nación, fueron pioneros de un “dato curioso”: se convirtieron en los primeros hermanos en ganar un Mundial. Asimismo, fueron los primeros hermanos en marcar goles en un mismo partido de esta competición, en la primera vez que formaban parte de este histórico certamen, y le dieron la primera Copa del Mundo a Alemania, de las cuatro que luego obtuvo.

Este caso solo se repetiría, ocho años más tarde, con los hermanos Charlton en Inglaterra, campeones del mundo en 1966. Jack y Bobby Charlton formaron parte del equipo que consiguió la única Copa para los ingleses.  

Hasta la última competencia, Rusia 2018, se registraron 47 casos de hermanos que compartieron o compitieron en una Copa del Mundo. En Uruguay 1930, en el primer torneo organizado por el país sudamericano, hubo tres Selecciones que se presentaron con jugadores que se habían criado bajo el mismo techo. Los más destacados fueron Juan y Mario Evaristo, de Argentina, quienes consiguieron llevar al combinado albiceleste a la final del certamen.

Los hermanos Kerkhof, René y Willy, de Holanda fueron los únicos hermanos (gemelos) en jugar dos finales, aunque nunca pudieron quedarse con el título. Estas situaciones la atravesaron en Alemania ´74 y Argentina ´78. Y, por otra parte, Los Boateng fueron los únicos que se enfrentaron en una Copa del Mundo. En Sudáfrica 2010, cuando Ghana y Alemania se pusieron frente a frente, Jérôme defendió los colores alemanes y Kevin Prince formó parte del conjunto ghanés

Los hermanos Walter presenciaron y fueron parte de los protagonistas de la famosa historia y película “El Milagro de Berna”. Allí se refleja aquella gran remontada que logró Alemania en la final del mundo contra los húngaros, en la que empezaron perdiendo 2 a 0 en los primeros diez minutos y lograron dar vuelta el marcador para acabar venciendo 3 a 2.

El campeonato volvía a Europa, continente que había sufrido la Segunda Guerra Mundial entre 1939 y 1945, y en esta ocasión Suiza se convertía en el país epicentro de la competición a causa de su neutralidad en la guerra sumado a que tampoco se había deteriorado su economía y que era la sede de la FIFA en Zúrich. Inició el 16 de junio de 1954 en dos ciudades de forma simultánea, de las seis que tomaron parte en el torneo. Participaron 16 Selecciones que fueron divididas en cuatro zonas de cuatro equipos. Los clasificados a las rondas finales fueron: Brasil, Yugoslavia, Hungría, Alemania, Uruguay, Austria, Inglaterra y Suiza.

Hungría era el principal favorito del torneo y eran apodados “Los Violinistas magiares”. Revolucionaron el fútbol de aquella época, dejaron atrás el 3-5-3 -la famosa formación W- y adoptaron el 4-2-4. Ese recordado equipo comenzó a distinguirse en los Juegos Olímpicos de Helsinki en 1952, en los que logró la medalla de oro. En esa competencia, los húngaros, habían tenido presión política ejercida por parte de Matyas Rakosi, quien fue el Primer Ministro comunista del país, con recursos estalinistas. 

El 25 de noviembre de 1953 ofrecieron una de las más grandes exhibiciones jamás vistas sobre un campo de juego, al derrotar ampliamente a Inglaterra por 6 a 3 en Wembley. Una delantera magnifica con Ferenc Puskás, Zoltán Czibor, Sándor Kocsis, Nándor Hidegkuti y József Tóth, a József Bozsik manejando el centro del campo y el extraordinario arquero Gyula Grosics. Su entrenador era Gusztáv Sebes.

En aquel Mundial, los húngaros y los alemanes compartieron el grupo B junto a Corea del Sur y Turquía. Por el lado de Hungría, en la primera fase, goleó 9 a 0 a los coreanos y 8 a 3 a Alemania. En cuartos de final derrotó fácilmente a los brasileños por 4 a 2 y en semifinal venció a Uruguay con el mismo resultado.

Alemania, por su parte, jugó un partido para desempatar en el grupo contra Turquía y lo venció por 7 a 2. En esta victoria, los hermanos Walter convirtieron goles. Luego, dejó en el camino a Yugoslavia tras ganarle por 2 a 0 y a Austria en semifinales por 6 a 1, en el cual Fritz y Ottmar hicieron dos goles cada uno.

La final quedará en la memoria del fútbol mundial. Fue un 4 de julio de 1954 con una lluvia torrencial presente. Puskás y Czibor anotaron dos goles en los primeros ocho minutos para Hungría. Sin embargo, Maxilian Morlock (goleador del conjunto alemán en el Mundial) marcó un gol en el minuto 10 para achicar la ventaja y poco después, en el minuto 18, el marcador se igualó tras el gol de Helmut Rahn. Cuando el partido encaminaba para el empate, con 6 minutos restantes, Rahn volvió a convertir para darle la primera Copa del Mundo a Alemania.

En aquel día surgió la delantera más recordada de Alemania, la que integraron Rahn, Morlock, Ottmar, Fritz y Hans Schäfer. El técnico alemán, Sepp Herberger, adoptó el sistema húngaro, el MW rota que descompuso al equipo rival. La fuerza física de los alemanes compensaba la superior técnica de los húngaros. El despliegue físico de Fritz, a sus 33 años de edad, fue impresionante.

El seleccionado de Hungría arrastraba 4 años sin perder y luego de aquella tarde negra nunca más fue la misma. Incluso, esa derrota provocó manifestaciones y movilizaciones populares por toda la región. Su leyenda empezó a decaer y se desmembró por la Revolución húngara en 1956.

De tal forma que, los mismos alemanes dicen que esa consagración en 1954 fue la inyección moral que necesitaba el país para su reestructuración post guerra, que había afectado demasiado en su economía. Fue una oportunidad para reafirmarse en la arena internacional. De ahí la amplia y extraordinaria influencia del fútbol en la sociedad de los tudescos.

Así, Alemania, recuperada de los terrores de la guerra, conquistó su primer título mundial en un torneo de alta competición. Por esta razón, los hermanos, Fritz y Ottmar Walter, además de quedar en la historia por ser los primeros hermanos en ganar un Mundial, fueron parte del plantel que le dio la primera Copa a los germanos, con todo lo que eso conllevó.

Alemania y un estilo de vida

Por Sebastián Rodrigo Martín

Cada cuatro años, llegado el campeonato por la Copa del Mundo o la Eurocopa, el espectador estándar del fútbol -y el que no también- suele cuestionarse cómo es posible que Alemania siempre aparezca como favorita en los papeles. Cómo es posible que cuando se hable de candidatos, ellos siempre sean mencionados. Pero claramente, esto no es una mera casualidad o una fortuna del momento. De hecho, todo lo contrario. Es una causalidad. Por la preparación, el trabajo, la evolución y la ejecución de un proyecto serio y derecho que los alemanes mantienen como política en su país y en su fútbol.

Un estilo de vida

Para empezar, es importante explicar una de las características más fuertes e influyentes en la historia del país. Alemania, a lo largo de su historia, ha sabido levantarse ante los malos momentos. Están acostumbrados a salir de las malas, de levantar cabeza y seguir. Sin importar cuán devastado o mal pueda haber quedado. Capaz de recuperarse después de dos guerras mundiales en las cuáles fue protagonista y de las cuales quedó prácticamente destruida, económica como socialmente. Y no solo eso, sino que volvió a ser una potencia en el mundo, en todo sentido. Es algo cultural. El tratar de ser los mejores o, al menos, intentarlo, es parte de ellos. Esa sensación de que siempre se puede hacer mejor, esa forma seria y comprometida de trabajar y, principalmente, esa capacidad de resurgir luego de episodios catastróficos.

En el fútbol, Alemania también lo hizo. También resurgió, salvando las distancias entre una Guerra Mundial y un simple partido de fútbol. Sería una falta de respeto si se quisiera poner en la misma balanza un episodio de semejante envergadura y vergonzoso como lo es la guerra, con un encuentro o campeonato de un simple deporte pasional. No es la intención. Lo que sí la es, es explicar cómo un país, basado en un proyecto y un estilo de vida, es capaz de, ante la adversidad, revertir la situación. Y es que tan solo hace falta ver cómo luego de nueve años de la Segunda Guerra Mundial en la que Alemania quedó totalmente destruida y fundida, logró, en lo económico, fundar dos marcas deportivas que actualmente son las mejores del mundo: Adidas y Puma. Vistieron por primera vez en la historia de los mundiales a una selección en Suiza 1954, mundial que casualmente -todo lo contrario- fue la vuelta de los alemanes a una competencia internacional posguerra. Y vaya que casualidad, o mejor dicho, causalidad, que Alemania fue campeona tras ganarle la final a la -por entonces- todapoderosa Hungría de Puskas. Volvieron, ante todo pronóstico, a ser los mejores. En todo sentido.

 

El quiebre

Seguramente el quiebre o, si se mira desde un lado más “positivo”, el punto de partida para la evolución del fútbol alemán fue la Eurocopa 2000. La “excusa” perfecta para pasar página, y proyectar una nueva, y mejor.

En esta competición, y pese a haber salido campeón cuatro años antes, Alemania decepcionó quedando eliminada en fase de grupos. Fue última en la primera fase, la cual compitió con Portugal, Rumania e Inglaterra, con apenas un gol a favor y cinco en contra. Logró tener su peor actuación en un certamen desde el mundial de Francia 1938. Fue la gota que rebalsó el vaso. Un antes y un después en el fútbol alemán. Además, a lo sucedido se le adjuntaba al hecho de que en Francia 1998 (mundial donde queda eliminada en los cuartos de final ante la sorpresiva Croacia de Davor Šuker) Alemania había presentado al equipo en promedio más viejo (28 años) en la historia de la competencia.

La Federación Alemana de Fútbol (mayormente conocida como DFB) implementó una nueva política con la que todos los clubes pertenecientes a esta -incluidos los de segunda división- deban invertir en centros de entrenamiento, capacitación (también para los entrenadores) y principalmente de formación juvenil. En 2003, luego de ser subcampeona del mundo en Corea-Japón 2002, se puso en marcha un un programa de desarrollo de talentos que tenía como objetivo la búsqueda y la identificación de promesas, con el fin de captarlas y educarlas.

De esta manera, los clubes se vieron obligados a tomar este tipo de iniciativas. Era fácil y claro: el que no invertía en sus juveniles, no podía competir en la Bundesliga. Así, Alemania empezaba a encaminar su nuevo proyecto juvenil.

Siglo XXI

Con este en marcha, Alemania volvió a ser protagonista de las competencias internacionales. Quizás, lo más sorprendente fue que no fue muy paulatino. Contrariamente, los alemanes llegaron a la final del mundo de Corea-Japón 2002 perdiéndola ni más ni menos que la Brasil de Ronaldo, Ronaldinho y compañía. Pero, pese a la derrota en la final, volvían a ser protagonistas en un mundial de fútbol. En realidad, nunca dejaron de serlo porque histórica y estadísticamente Alemania siempre lo fue. De hecho, es la selección con más finales y semifinales jugadas. Más de la mitad de los mundiales que jugó, terminó entre los primeros cuatro puestos. No es un dato para nada menor. Y, en el del 2002, volvía a hacerlo.
La Eurocopa Portugal 2004 no fue la prevista para ellos. La, por entonces, selección dirigida por Rudi Völer quedó eliminada en fase de grupos (tercer puesto) y no pudo dar la buena imagen que ellos esperaban. Esta competición, a diferencia de la Copa del Mundo, nunca le fue “fácil” a Alemania. Obvio que sus resultados no son para nada “malos”. De hecho, es la selección -junto a España- que más veces la ha ganado (tres) y la que más veces llegó a una final (seis). Pero, en base a sus muy buenos resultados y actuaciones en los mundiales, uno cree que en las eurocopas tendría que ser igual o incluso mejor (porque no participan los países del resto del mundo -principalmente sudamericanos, quiénes a lo largo de la historia han ganado mundiales).

Sale Völer, entra Jürgen Klinsmann como director técnico. Pero con él también entra una nueva mentalidad, de funcionamiento y de características. El seleccionado dejo de contar en su mayoría con jugadores físicamente fuertes, preponderantes y aguerridos. Comenzó a incluir a futbolistas más pequeños, no tan robustos pero llenos de técnica. Además, Klinsmann implantó un juego mucho más profundo y ofensivo. Poco a poco iban encontrando su estilo de juego.

Llega el 2006, Alemania es la sede de una nueva Copa del Mundo. ¿Está entre las favoritas? Sí. Por localía, plantel y funcionamiento. Y, pese a no hacer un mundial malo, quedó eliminada en semifinales contra Italia. Luego, los dirigidos por Jürgen Klinsmann se quedarían con el tercer puesto después de vencer 3-1 a Portugal.

En la Eurocopa 2008 jugada en Austria/Suiza, y ya dirigidos por Joachim Löw, quien había sido el ayudante de campo de Klinsmann, y así lograr seguir con el proyecto y con la misma filosofía, Alemania volvió a demostrar toda su capacidad futbolística y logró el subcampeonato, perdiendo la final contra la gran España de Del Bosque y compañía, la cual también fue la responsable de la eliminación del seleccionado alemán, por 1-0, en semifinales del Mundial de Sudáfrica 2010.

En 2012, Alemania llegó a semifinales de la Eurocopa Polonia/Ucrania donde pierda 2-1 contra la subcampeona selección italiana (la campeona fue España, nuevamente). Como tantas otras veces en su historia, y principalmente en los últimos años a partir del proceso de desarrollo juvenil, los alemanes repitieron estar entre los cuatro primeros de una competición internacional.

El gran fruto después de todo el trabajo realizado, la gran cosecha del desarrollo implementado por la DFB, fue el Mundial de Brasil 2014. No solo fue campeona ganándole la final a Argentina, sino que fue ampliamente superior al resto de los países participantes de la competencia. Juego dinámico, inteligente, ofensivo, y sobre todo, determinante. Tanto que logró una de las mayores goleadas en la historia de los mundiales, cuando le ganó al anfitrión Brasil en las semifinales ni más ni menos que 7 a 1. Esa selección arrastraba a jugadores que años atrás recién estaban haciendo sus primeros pasos en la selección mayor (como el capitán Philipp Lahm o Bastian Schweinsteiger -entre otros grandes jugadores-), pero también incluía jóvenes, algunos que ni siquiera pasaban los 24 años y que fueron grandes protagonistas durante la competición (el goleador del mundial Thomas Müller -24- o el autor del gol en la final Mario Götze -22-). Por fin, luego de tantos años estando entre los cuatro mejores, logró ser la mejor de todas, ser campeona del mundo.

Rusia 2018 y un nuevo punto de partida

El punto más interesante de todo este desarrollado y largo proceso puede llegar a ser el Mundial de Rusia 2018. ¿Más que Brasil 2014? Sí. Alemania, luego de salir campeona de la Copa Confederaciones en 2017 por 1-0 ante Chile, quedó sorpresivamente eliminada en fase de grupos, teniendo una de sus peores actuaciones internacionalmente en toda su historia. Con un grupo que, en la previa del mundial, era considerado “fácil” o “accesible” para la -por entonces- campeona del mundo (México, Suecia y Corea del Sur completaban el grupo). Y pese a esa predicción, terminó última.

Lo interesante en esto no es que haya quedado eliminada tan temprano y rápido en un mundial (lo cual también lo es), sino más bien que ante eso -lo que en Argentina se consideraría como un fracaso- lo primero que hizo Alemania fue renovarle el contrato a su técnico Löw para que siga al mando del seleccionado por cuatro años más. Ante un mal resultado y una -quizás- “mancha” en todo este exitoso proceso, decidió seguir creyendo y apostando en él para y por el bien del fútbol alemán. Decidió seguir creyendo y apostando por un mismo estilo de juego que, desde la llegada de Jürgen Klinsmann y luego con la de su ayudante de campo Löw, tanto ha logrado en el seleccionado. Cuesta creer que ante una selección, pero principalmente un país, que históricamente se ha caído y ha sabido levantarse para volver más fuerte, no lo haga una vez más. Porque además, tiene con qué. Por la prioridad que los clubes y la Federación le dan a las inferiores y a las juveniles nacionales; por la capacidad para poder encontrar, potenciar y hacer debutar a los chicos; y por la calidad de todo ese engranaje que provoca que los alemanes sean potencia y favoritos en cada competencia internacional. Alemania volverá a serlo como siempre lo supo hacer. Porque es su estilo de vida: envidiable y un ejemplo a seguir.

Leonardo Olguín: “Nunca me gustó figurar o que me nombren en todos lados”

Por Federico De Luca y Tomas De Seta

Oriundo de Mendoza, extraña degustar su copa de vino todas las noches antes de irse a dormir, como lo hacía en su juventud, con sus amigos y su familia. Hoy, lo encuentra un ambiente totalmente diferente y a mil kilómetros del hogar que lo vio crecer. En Vicente López, Leonardo Olguín junto a su esposa Laura y a sus dos hijos, Juan y Facundo, sobrellevan la ansiedad de volver a la vida cotidiana.

Su regreso inmediato a la Argentina tras la suspensión del Indian Wells de los Estados Unidos por culpa de la pandemia, se ve reflejado en sus más de cien días de aislamiento social y obligatorio. A pesar de este largo período que conlleva, revela que de lunes a sábados mantiene una rutina con sus alumnos del centro de entrenamiento.

Desde chico practica tenis, su mayor pasión. La primera raqueta la tuvo en sus manos a los cinco años. Así nació una relación que sostiene hasta hoy. Su llegada a Buenos Aires en su adolescencia marcó un punto de inicio en su carrera que lo alzó hasta el puesto 180° del ranking ATP, en 2002. No se arrepiente de su abandono a las canchas porque hoy, como entrenador, disfruta al máximo su profesión.

Rigidez y dureza, dos características que determinan su forma de trabajo. Eso es lo que le transmite a Diego Schwartzman en cada entrenamiento junto a Juan Ignacio Chela. A pesar de que su apellido quede en segundo plano, se muestra contento con el papel que está cumpliendo. Este modelo exitoso trasciende de toda lógica individualista en el mundo del tenis.

-¿Por qué tomaste la decisión de ser entrenador profesional?

-Siempre me gustó. Tuve pocos por un tema económico, pero siempre me gustó observar cómo trabajan y qué trabajan con los jugadores. Siempre me encantó tratar de copiar y agarrar todo lo que los demás van haciendo. Vos podés tener entrenadores que quizás piensan diferente, a mí me gusta ser rígido y duro, pero trato de que los chicos la pasen bien y disfruten.

-El 4 de mayo se cumplieron cuatro años como entrenador de Diego Schwartzman. ¿Cómo llegaste a él?

-Cuando yo estaba con Machi González, el entrenador de Diego en ese momento, que era amigo mío, me pidió que lo ayudará durante algunas semanas. Nos fue bien durante ese tiempo, y cuando él termina con su equipo, a las dos o tres semanas me preguntaron si estaba para arrancar. A los dos meses se unió Juan Ignacio Chela y a partir de ahí, no paramos más.

-¿Qué sentiste al ser el entrenador presente cuando Diego ganó el ATP 500 de Río de Janeiro?

-Fue una de las alegrías más importantes. Nunca había estado con un jugador que gane un ATP, y encima un 500. Se dio de una manera increíble, Diego ganó todos los partidos en dos sets. Es muy difícil para un jugador lograr un título. Es una satisfacción enorme y cuando a uno le pasa trata de disfrutarlo al máximo porque no sabés si se va a repetir.

-¿Cómo es tu relación con Chela? ¿Es fundamental una buena relación entre jugador-entrenador afuera y adentro de la cancha?

-Sí, es fundamental. Es muy difícil que las cosas salgan bien cuando hay una relación mala. Con los buenos resultados eso se puede mantener, pero cuando aparecen las rachas negativas se cae todo. Con Chela la verdad es que tengo la mejor relación, desde cuando él era jugador. Por suerte no tuvimos ningún roce, al contrario, si vemos algo que no está funcionando lo charlamos y se puede cambiar.

-Chela es un personaje muy reconocido en el tenis. ¿Te molesta que se lo menciona más a él y no se te reconozca al 100% tu labor?

-No, primero que a Juan siempre lo respeté por lo que fue como tenista. Después, a mí nunca me gustó figurar o que me nombren en todos lados. Yo estoy contento con lo que hago, y los que me conocen saben qué me gusta y cómo lo disfruto. Si alguien me nombra o salgo en algún lado, bienvenido sea, pero tampoco me estoy fijando si sucede eso. Me lo tomo de la mejor manera y valoro mucho lo que tengo.

-¿Te sentís como un entrenador secundario de Diego?

-No. Cada uno de nosotros, cumple con su función. Chela jugó y vivió un montón de cosas. Yo tengo otras experiencias porque soy más grande. Compartimos muchas cosas y hablamos mucho entre los tres. Cuando nos tocó ganar, lo compartimos entre todos y cuando nos ha tocado un resultado negativo, nos ayudamos entre todos. Yo me siento bien y trato de ocupar el lugar que me toca y vivirlo de esa manera.

-El tenis se caracteriza principalmente por un ámbito individualista, ¿Cómo llevan el trabajo en equipo?

-Muy bien. Los resultados han sido buenos, entonces eso también ayuda. El trabajo en equipo ayuda a descomprimir otras cosas. Si vos viajás las treinta semanas que viaja el tenista, estás sólo con él y te vas a cansar y vas a desgastar la relación. Al compartir las semanas, el desgaste es menor. Además, al jugador le tiene que gustar porque yo no soy igual ni hablo lo mismo que Chela. Pensamos de lo mismo pero cada uno lo transmite a su manera.

-¿Qué se siente ser parte de un equipo formado por dos entrenadores y un jugador?

-Me hace disfrutar otras cosas. Si yo tuviese que viajar todas las semanas con Diego, serían dos meses y medio menos que estoy en casa, que estoy con los chicos y se haría muy duro. Entonces, yo cada vez busco eso, si me toca otro jugador haría lo mismo. Es fundamental porque el otro entrenador disfruta, yo disfruto y el jugador no se desgasta. Cuando llega el desgaste, ya viene el otro y cuando está cansado, ya viene el otro. Me gustó mucho esta experiencia.

-Hoy estás con Diego en el Top 20 pero, ¿Te dan ganas en un futuro de volver a ser entrenador único?

-Yo trabajé sólo durante más de 10 años y los últimos cuatro trabajé con Juan. Mientras que la otra persona con la que trabaje me lleve bien y comparta las cosas y no tenga roce, va perfecto. Sí ya estoy incomodo prefiero trabajar sólo. Mientras después las cosas o los objetivos son claros y lo que cumple cada uno está claro, el trabajar en equipo me gusta y mucho.

-Fuiste jugador y hoy sos entrenador. ¿Te quedó algo pendiente en el tenis?

-No. Me hubiera gustado, pero por el ranking que tuve yo creo que nunca hubiera llegado a jugar Copa Davis. Por suerte, tuve la experiencia de entrenar a los chicos en alguna serie, entrar al vestuario y poder compartirlo con el resto. Es muy lindo compartir la previa y el post partido, porque los ves a todos, ves cómo se preparan, te da una adrenalina, que te sentís como un jugador más.

César Bordón: “Siempre digo que yo no soy de River, yo soy River”

Por Wenceslao Plesky, Manuel Mel y Agustín López Nicolas

En tiempos de pandemia, el actor César Bordón se encuentra pasando la cuarentena junto a su esposa e hija, en el barrio de Boedo. En pocas ocasiones, sale de su casa para comprar alimentos y medicamentos, cuando es necesario. Afortunadamente para él, el virus llegó en un momento de paz y tranquilidad, que le permite aprovechar más el tiempo para disfrutar con su familia.

Bordón actúa en Luis Miguel: la serie, interpretando a Hugo López, representante del cantante. Además trabajó en Campanas en la noche, Relatos Salvajes y un sinfín de películas. Pero tiene una vida paralela que pocas personas conocen: su pasión por el deporte. Es hincha de River y allí jugó al básquet durante toda su infancia y adolescencia.

Tuvo una vida muy relacionada a El Millonario. Allí ha vivido momentos que le quedarán para siempre en su memoria. Desde haber pisado el Estadio Monumental y alentar desde las gradas, como el hincha fanático que es, hasta bailar, junto a sus amigos, la música disco de principios de los ’70 y ’80, en los carnavales que organizaba el club.

A los 25 años dejó de jugar en River y, hasta hace poco, se juntaba con sus viejos compañeros para despuntar el vicio. Ahora no juega por miedo a lesionarse, pero no se pierde ningún partido que pasan por la televisión, ya que disfruta de verlos. Durante su juventud, mientras estaba en la categoría cadetes, fue árbitro de básquet y dirigía los encuentros de los más chicos.

-¿Cómo y cuándo nació tu fanatismo por River?

-Nací como hincha y conviví con eso durante toda mi vida. Siempre digo que yo no soy de River, yo soy River. La diferencia es que me críe en el lugar, mi papá es hincha, entonces desde siempre he ido a la cancha pero, más que ir al estadio, siempre fui al club, a las actividades sociales.

-¿Cómo describirías tu infancia y adolescencia alrededor de River?

-Fue maravillosa. Era fantástica, con compañeros, que eran vecinos, nos juntábamos e íbamos, a veces con un sándwich o con un bife crudo y le pedíamos a alguien que nos lo haga en la parrilla. Pasábamos el día, nos quedábamos en la pileta, jugábamos al básquet, al fútbol. Era un chico que estaba diez horas en un lugar. Cuando crecí, iba a los bailes de carnavales, que se hacían en el club, me juntaba con chicos y chicas, nos metíamos a la pileta y jugábamos mucho al truco.

-¿Cómo surgió la idea de que River apareciera en la serie de Luis Miguel?

-Fue bastante casual el asunto. Cuando fui seleccionado para trabajar, me pidieron algunas fotos personales, para ilustrar mi casa, y era como una especie de mimo para tratarme bien. Me preguntaron de qué equipo era hincha y dije de River Plate. Pusieron un cuadro del Beto Alonso, que creo que ni yo, ni nadie, pensaba que iba a tener tanta importancia de la que finalmente tuvo.

-¿Cómo fue haber conocido al Beto Alonso?

-Fue fantástico. Resulta que, en algún momento, se lesionó y yo estaba en el club, dentro de un auto junto con mi mamá. Ella se acercó y me dijo de saludarlo. Yo en ese momento era chico, tenía 11 o 13 años, pero mi madre le pidió que me saludara, por lo que él me dio la mano y me saludó con total normalidad. A partir de ese momento me dije a mi mismo ‘si en algún momento soy famoso, voy a ser como este tipo, que es amable y saluda a la gente’.

-En 2018, tomaste una popularidad muy grande y River ganó la Copa Libertadores contra Boca, ¿cómo describirías ese año?

-Hay años en los que todo sale, así es la vida y así es el mundo. Lo vivo con mucha alegría, pero trato de ser equilibrado y de no salirme de tono. Pienso que todo es producto de un esfuerzo y una circunstancia, que confluyen en un momento determinado. Así lo vivo, como si fuera un proceso de siembra y cosecha constante.

-Practicaste básquet en River, Obras, Náutico Buchardo y en Club Palermo, ¿Alguna vez pensaste en llegar a ser jugador profesional?

-Cuando era más chico, jugaba de base, pero cuando crecí me fui quedando bajo de estatura. A medida que fui juvenil, salí un poco de ese lugar. También jugué de llevador y de ala. Yo quería ser jugador profesional, pensaba en eso, era mi plan, pero, por mis limitaciones basquetbolistas, se fue cambiando un poco lo que había planeado, y después empecé a estudiar teatro.

-¿Fue difícil tomar la decisión de dejar de jugar al básquet y dedicarte a la actuación?

– Fue un proceso natural, a medida que fui estando más tiempo en el banco que dentro de la cancha, se hizo difícil. A pesar de ser alto para la vida normal, me fui quedando bajo para ser jugador y empecé a jugar cada vez menos. No era tan bueno o no me destacaba. Como estaba estudiando teatro y empezaba a salir de noche, no fue una decisión muy difícil de tomar. Cada vez iba a entrenar menos y un día lo dejé por completo. Lo sigo disfrutando, pero desde otro lugar.