José Nasazzi Yarza es el futbolista más laureado en la historia de la Selección de Uruguay debido a que ganó siete de las ocho competiciones que disputó y gozó el privilegio de alzar como capitán el primer Mundial en 1930 que se celebró en su país. Una extensa carrera llena de éxitos, un estadio y un peculiar trofeo de selecciones poseen su nombre.
El defensor fue una de las figuras y el capitán de ese plantel que levantó aquella Copa del Mundo y que también conquistó los Juegos Olímpicos tanto de París 1924 como de Ámsterdam 1928. Además, se coronó campeón en cuatro de las cinco Copa América que participó porque en la edición de 1929 los uruguayos finalizaron en el tercer puesto, el único trofeo que amagó al robusto zaguero. Llevó la cinta en su brazo en cada uno de los trofeos y fue distinguido como mejor jugador en las Copa América del 23 y 35. Vistió la casaca celeste en 41 oportunidades durante 13 años, desde 1923 hasta 1936, y evitó tantos goles que se olvidó de anotar para la Selección.
En los clubes donde jugó, Nasazzi buscó la grandeza en los más humildes y su primer equipo en 1918 fue el Lito, que militaba en tercera división. Tenía apenas 17 años cuando fue uno de los estandartes y ascendió dos veces consecutivamente para alcanzar la máxima categoría en 1920. Con el objetivo cumplido, buscó nuevos desafíos que lo motiven y decidió irse a su club de barrio Bella Vista, que deambulaba por la segunda división. Como las reglamentaciones no permitían ese traspaso, afrontó la situación y jugó un año en un conjunto amateur llamado Roland Moor mientras trabajó como operario en los talleres marmolistas para el revestimiento del Palacio Legislativo de Montevideo.
Al Bella Vista arribó en 1922 y ese mismo año logró el ansiado ascenso a primera. Fue un prócer para la institución ya que defendió la camiseta blanca y amarilla por 11 años y de sus históricas campañas se recuerdan el subcampeonato nacional de 1924 y la copa amateur “Laudo Serrato” de 1926. Cuando llegó el momento de decir adiós, José donó los 800 pesos que le correspondían por el porcentaje del pase para que se construyeran las primeras tribunas en la nueva cancha. A partir de ese día, el estadio de Bella Vista lleva el nombre de José Nasazzi.
Otro de los singulares datos en la vida de Nasazzi ocurrió en 1925 cuando formó parte de una gira de Nacional de Montevideo por Europa, a pesar de seguir siendo futbolista de Bella Vista. Hasta hoy todavía es la gira más larga del fútbol mundial. 159 días, nueve países, 23 ciudades y 38 partidos. Números escalofriantes para la década del 20. Asimismo, a partir de 1933 el Bolso fue su cuarto y último club, donde consiguió los títulos profesionales del 33 y 34. El 12 de mayo de 1937 colgó los botines uno de los mejores defensores uruguayos de todos los tiempos.
Nasazzi se caracterizó por ser un jugador fuerte, veloz y de brillante juego aéreo. Puro coraje y firmeza. Le faltó técnica pero le sobró personalidad y hambre de gloria. Su innata capacidad de liderazgo abanderó un estilo de zaguero uruguayo que luego adoptaron Obduio Varela, Nelson Gutiérrez, Diego Lugano y Diego Godín.
Su vida tras el retiro fue una montaña rusa de oficios y se dedicó en principio a la dirección técnica para entrenar a la Selección Uruguaya entre 1942 y 1945. Tras flojos rendimientos prefirió dedicarse al comentario deportivo y luego a adoptó el papel de dirigente. Finalmente hizo un cambio de frente y trabajó en el Casino de Montevideo, dónde ocupó el cargo de gerente.
La vida de José tiene un asterisco no menor y hasta distintivo. Es el Bastón de Nasazzi. ¿Qué es este torneo y por qué nunca oyeron sobre él? En principio porque es inmaterial y es un honorífico reconocimiento que pasa de mano en mano entre las selecciones cuando el poseedor del bastón pierde un partido reconocido por la FIFA. Comenzó en 1930 cuando el jugador charrúa alzó el Mundial y se convirtió en el primer poseedor del bastón.
Inglaterra es el país que más veces lo albergó con 11 y Brasil goza del mayor tiempo de retención intermitente porque lo acumuló más de diez años. No obstante, Países Bajos tiene el record de mayor tiempo de detención continua debido a que hospedó el bastón entre 2008 y 2011. Argentina cobijó la distinción en diez ocasiones y en total lo mantuvo en su poder por 1618 días. Asimismo, el Bastón de Nasazzi vio triunfar a cuatro campeones del mundo como Italia, tanto en el 34 como en el 38, a Brasil en el 58 y a Alemania occidental en 1974. Actualmente está en manos de España desde su victoria ante Suecia en los clasificatorios para la Eurocopa, el pasado 10 de junio de 2019.
José Nasazzi es un nombre que quedó marcado con fuego en los libros del fútbol mundial. No solo por haber levantado la primera Copa del Mundo sino también por su inmensa trayectoria y particular forma de jugar que lideró un estilo en el fútbol uruguayo. Capitán y pieza fundamental en aquella selección que aplastaba a sus rivales con espíritu luchador en la década del 20. El líder de la defensa y del juego brusco. El fundador de la “Garra Charrúa”.
Fue el primer grito sagrado en la historia de los Mundiales, pero ni siquiera los futbolistas tomaron dimensión de su significado. Mucho menos su autor. Abrazos -tan extrañados hoy en día-, apretón de manos y a sacar del medio. A 90 años del primer gol, no hay registros fílmicos y solo se conserva una foto en poder de coleccionistas. Ni siquiera la historia se pone de acuerdo en como fue un gol que arrancó muchos años antes a realizarse.
El presidente de la Federación de Fútbol Asociado (FIFA) Jules Rimet quería hace tiempo hacer una Copa Mundial de Selecciones y la exclusión del deporte en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1932 aceleró todo este proceso para dar nacimiento a la Copa que se jugó en Uruguay, bicampeón olímpico en París 1924 y Amsterdam 1928. Sus éxitos, su desarrollo futbolístico y el poder económico para respaldar los gastos que implicaba un torneo de esta envergadura lo hizo acreedor de la sede el mismo año que se cumplió el centenario de la jura de su constitución.
Sin clasificación de por medio, muchas selecciones como Austria, Hungría, Italia y España se bajaron del certamen por los altos costos de traslado que implicaba viajar a Sudamérica en barco, en medio de la Gran Depresión que se vivía en esos meses. Solo cuatro equipos europeos viajaron a Uruguay sobre 13 que participaron y, uno de ellos, tuvo como claro impulsor al presidente de la FIFA. Francés de nacimiento, Rimet no podía imaginar un Mundial sin su selección presente y, como en aquel país el fútbol era amateur -en 1932 se declaró la profesionalización-, habló a traves de la asociación con muchos patrones de distintos trabajos para que dejaran ir a sus empleados a la gran cita mundialista sin despedirlos.
“La Asociación Francesa tuvo muchas dificultades para conformar un equipo, porque varios de los jugadores contactados se vieron obligados a renunciar. Sus respectivos jefes no les dejaban marcharse dos meses. En aquella época yo trabajaba en Peugeot, al igual que tres de mis compañeros de equipo: mi hermano Jean, André Maschinot y Étienne Mattler”, contaba Lucien Laurent, el gran protagonista de esta historia hace unas décadas atrás.
Laurent nació el 10 de diciembre de 1907 en Saint-Maur-des-Fossés, al sur de París. De baja estatura (1.67) y contextura delgada, demostró sus cualidades futbolísticas en el Cercle Athlétique París desde 1921 hasta 1930, año en que fue fichado por el Sochaux, equipo que era subsidiado por la fábrica automotriz de Peugeot y que no le pagó un centavo por sus servicios. En esa fábrica hacía las veces de empleado.
A partir de sus buenas actuaciones en su nuevo equipo, empezó a ganar fama en todo el país y se ganó el llamado del técnico Raoul Caudron para disputar la Copa Mundial que se celebraba en Sudamérica. Su jefe fue uno de los tantos que recibió el llamado para que lo dejará jugar en el equipo nacional sin despedirlo. Finalmente, el permiso especial fue concedido, pero no iba a percibir su salario hasta que no regresará a su trabajo. A todo esto, la Federación Francesa de Fútbol solo cubrió los gastos básicos de cada jugador para el torneo.
El 19 de junio, Laurent se subió con sus otros 15 compañeros al barco SS Conte Verde, sin saber que 24 días después pasaría a la historia. Allí, compartieron viaje con los equipos de Bélgica, Rumania y Yugoslavia. “Hicimos un viaje de 15 días en barco. Entrenábamos en la cubierta de abajo. Nada de premios, todos éramos amateur. Era como un campamento de vacaciones” recordaba el delantero sobre ese viaje que duró dos semanas.
El debut de Francia fue el 13 de julio de 1930 frente a México en “el field de los Pocitos” por el primer partido del Grupo A. Ese encuentro debía disputarse en el Centenario de Montevideo, uno de los tres estadios dispuestos para el Mundial, pero no se llegó a tiempo con las obras -se inauguró cinco días después- y la cancha de Peñarol fue su reemplazo en esa ocasión.
Según los registros oficiales de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), hubo 4444 personas presentes en ese duelo, pero algunas fuentes de aquella época destacan un número que ronda los 600 presentes al encuentro. La poca gente que había puede explicarse ya que a la misma hora y ciudad se jugaba en el Parque Central el encuentro del Grupo 3 entre Estados Unidos y Bélgica. A ese encuentro había acudido Rimet para inaugurar el torneo.
Un gol, dos versiones
Uno de los testigos privilegiados de ese gol fue Raúl Barbero, joven de 14 años en ese entonces, que reconoció años más tarde no acordarse bien del primer gol de de un encuentro que arrancó luchado desde el principio -como lo cuenta el propio Laurent-, pero Les Bleus tardaron 19 minutos en quebrar la valla de Oscar Bonfiglio, arquero latinoamericano. Allí, la historia cuenta dos goles diferentes. “El partido comenzó normal. Ambos equipos luchaban por el balón. De pronto, Delfour atacó por la derecha y pasó a Liberati, que envió un centro cruzado. Yo corrí por el centro, conecté de volea con el balón y entró por la esquina de la portería. Todos estábamos muy contentos, pero nadie se había dado cuenta de la historia que hacíamos. Un apretón de manos y volvimos al juego” contaba Laurent a The Independent a sus 86 años sobre ese gol que pasó a los libros, los mismos que lo contradijeron pocos días después.
“Langiller, wing izquierdo, se desplazó hacía al medio, haciéndole a Laurent, un pase corto. Esté, utilizando el cuerpo, eludió a Rosas, y ya frente al arquero, shoteo corto y hacía uno de los ángulos penetrando la ball hasta la red”, cuenta el libro que realizó la FIFA sobre ese Mundial en los meses subsiguientes y que la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) tiene su versión digital aquí:
“Jamás imaginé la trascendencia del hecho. Recuerdo que cuando llegué a casa, sólo apareció una pequeña mención en alguno de los periódicos”, dice el hombre que pasó a la historia como el primer anotador de un gol en la historia de los Mundiales con una diferencia de cuatro minutos con el anotado en el Parque Central por el delantero de los New York Giants, Bart McGhee, quien convertía el primer gol de la victoria por 3-0 de los Estados Unidos frente al conjunto belga.
En ese tiempo la relevancia en los medios no era como en la actualidad y el diario más importante de Francia en aquella época (L´Auto) no había enviado periodistas a cubrir el evento. En cambio, contrató como informantes a dos miembros del equipo como Augustin Chantrel y Marcel Pinel.
El 4-1 final a favor de los europeos les permitió sumar sus primeros dos puntos en la competencia, pero quedarían afuera en Primera ronda tras caer frente a la Argentina -subcampeón- y Chile. Justamente, ante la albiceleste, Laurent sufrió una patada en su tobillo de Luis Monti que lo condicionó para el resto del encuentro. Permaneció en la cancha solamente porque en ese tiempo no había modificaciones y quedó fuera del último partido ante el conjunto trasandino por esa dolencia. Tiempo más tarde, sufriría una lesión que lo privaría de jugar el Mundial de Italia 1934. Ese gol convertido al equipo mexicano fue el primero con la Selección. El restante lo anotó el 14 de mayo de 1931 en un amistoso frente a Inglaterra en París que fue victoria del local por 5-2.
Tras la eliminación, el jugador del Sochaux volvió a su puesto en la fábrica de Peugeot. Además, jugó en otros clubes como el Mulhouse, el Stade Rennes, el Racing de Estrasburgo y volvió al Cercle Athlétique París. El 19 de mayo de 1935 jugó su décimo y último partido con la camiseta nacional en un triunfo por 2-0 frente a Hungría. Cuatro años después, debió luchar para su país en la Segunda Guerra Mundial tras enlistarse en el ejército francés. Sin embargo, fue tomado como prisionero del régimen nazi y permaneció en un campo de concentración de Sajonia, ciudad de Alemania, por tres años. Con su liberación, volvió a su casa de Estrasburgo, pero al llegar a su hogar se llevó la sorpresa de ver como todos sus recuerdos habían sido robados. Entre esos elementos de valor estaba la camiseta con la que había metido su primer gol en la Selección.
“Felizmente todos mis recuerdos están allí, bien establecidos en un rincón de mi vieja cabeza. Nadie me los puede robar“, declaraba en 1998 sobre el hurto que había sufrido, pero que no lo privó de seguir ligado al mundo del fútbol tras la guerra. A su regreso, Laurent jugó tres temporadas en el Racing Besançon hasta retirarse con 38 años y desarrolló su carrera de entrenador en equipos modestos de Francia. Durante décadas pasó desapercibido en todo el mundo del fútbol bajo un anonimato del que salió durante la organización del Mundial de Italia 1990. Allí lo invitaron a una fiesta donde fue homenajeado como un héroe del deporte y fue aplaudido por figuras del fútbol mundial como Pelé, Franz Beckenbauer, Bobby Charlton y Michel Platini. Desde ese momento, sus vecinos de Besanzón se dieron cuenta quien era Lucien Laurent.
“Yo sabía que él había jugado en el equipo de Francia y que había participado en un Mundial, pero sin más” declaró su hijo Marc tiempo atrás cuando fue consultado por la gesta de su padre en una cancha que fue demolida pocos años después producto del crecimiento exponencial de la ciudad y, más de medio siglo después, un arquitecto decidió recobrar sus más profundos recuerdos para dejar su huella en el homenaje de un estadio con mucha historia en el fútbol mundial.
El lugar exacto
En 2005 el arquitecto uruguayo Héctor Enrique Benech se propuso ubicar el sitio del que tanto le hablaba su padre y quiso encontrar el lugar exacto donde se había anotado ese gol y el círculo central que dio el inicio a la historia grande de los Mundiales para emplazar dos monumentos. Ya con el estadio demolido, los problemas surgieron porque el predio no fue ocupado por una manzana entera, sino que se fue perdiendo por el nuevo trazado de calles de la ciudad con paralelas, perpendiculares, diagonales y curvas. Experto en la materia, reviso y superpuso cada plano y fotografía que había sobre el terreno hasta dar con el cruce de las calles Charrúa con Coronel Alegre como el punto central donde la pelota empezó a rodar.
Benech presentó su trabajo en el Museo del Estadio Centenario y allí surgió la idea de hacer otro concurso -llamado “En busca del arco perdido”– para hacer un monumento en homenaje al gol de Laurent, cuyo ganador fue el escultor argentino Eduardo Di Mauro. Sin embargo, el gran interrogante pasó a ser en cual de los dos arcos se había convertido el tanto y allí apareció la meteorología para dar el paso final.
“Ninguna traza se borra y sentí que Montevideo debía recuperar ese lugar. Busqué fotos aéreas de la ciudad de aquella época y las fui contrastando con las de Google Earth. Consulté con agrimensores e investigué en la Dirección de Meteorología cómo había sido el clima aquel día. Enterarme de que sopló fuerte el viento sur, en un día muy frío, fue otra buena pista. También debía saber para qué arco atacó Francia en el primer tiempo, y en un suplemento de un diario de Durazno (La Aurora) encontramos una foto del gol de Laurent. Quedaban elementos subjetivos, pero el círculo se iba cerrando”, declaró Benech sobre el proceso previo a la construcción del homenaje en lo que había sido la cancha de Peñarol.
Di Mauro con las esculturas “Cero a cero y pelota al medio” y “Donde duermen las arañas” ganó el concurso en 2006 y su inauguración tuvo al embajador francés como principal invitado. Laurent no llegó a ver estas esculturas que se emplazaron a 50 metros de distancia una de otra en donde estaba ubicado el círculo central y el gol objeto de esta crónica.
El jugador falleció el 11 de abril de 2005 en el hospital Jean-Minjoz de Besanzón, la ciudad que lo adoptó futbolisticamente, siendo el único sobreviviente del Mundial de 1930 que logró ver a su país campeón del mundo en el Stade de France en lo que fue la goleada por 3-0 de Francia contra Brasil en 1998. Cruzando el Océano Atlántico, Montevideo recuerda a su héroe con una placa que reza: “1921-1930, Field de Los Pocitos-Peñarol. 13 de julio de 1930. Lucien Laurent, primer gol Mundial FIFA. Francia 4 – México 1”.
En tiempos de coronavirus, infestados de trabajo desde el hogar y materiales didácticos compartidos con Zoom, la realidad ha cambiado por completo. La palabra multitasking parece haber llegado para quedarse y sus consecuencias también. Sin embargo, hace poco menos de un siglo, un ciudadano de la provincia belga de Amberes aparece como el pionero del término de moda. Sin Internet, escribía a la vieja usanza para una famosa revista deportiva; se dedicaba activamente a la política y además, era árbitro de fútbol.
La vida de John Langenus está repleta de curiosidades y vivencias que ni los más soñadores hubieran podido imaginar. Nació el 8 de diciembre de 1891 y las pocas dificultades económicas entre las que se desenvolvía su familia acabarían contrastando con su etapa de juez dentro del campo de juego. Los intentos por ser futbolista profesional se vieron truncados debido a una lesión y buscó una alternativa que lo mantuviese allí, bien cerquita de los protagonistas del juego que empezaba a transformarse en multitudinario.
Su primer examen en la escuela de árbitros incluyó dos insólitas preguntas: en caso de que la pelota viajara por el aire y, en ese preciso momento, impactara contra un avión volando a baja altura, ¿qué debía hacer? La otra consigna hizo que la evaluación fuese más parecida a una inquisición; debía responder sobre su proceder cuando un arquero se sentara en el travesaño y se negara a bajarse. Desaprobó, pero tuvo suerte tiempo después.
Empezó impartiendo justicia en el verde césped con un porte particular –medía 1,90 m.- y una vestimenta que sería un tópico constante en los diarios de la época. Su buen pasar financiero se reflejaba en el traje con camisa, pantalones bombachos y zapatos; además, hacía alarde de su léxico privilegiado. Pronto, sus actuaciones lo llevarían a los primeros planos de la política local: se convirtió en jefe de gabinete de su ciudad natal. Y la facilidad que mostraba para dominar cinco idiomas le abrió las puertas de Kicker, revista alemana especializada en deportes que aún hoy continúa lanzando su tirada.
La oportunidad de consagrarse en el ámbito internacional llegó tras la citación a Uruguay 1930, la primera Copa del Mundo oficial. Langenus ya había estado en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam en 1928, competición en la que Uruguay y Argentina se enfrentaron en la final. El belga no había participado en la terna de aquella instancia decisiva, pero esas naciones sudamericanas le traerían un gran dolor de cabeza.
El juez se subió a bordo del Conte Verde, embarcación que lo llevaría a él, a las delegaciones de varias selecciones europeas, y al presidente de la FIFA Jules Rimet. Una edición del diario La Vanguardia de Barcelona, previo al comienzo del evento mundial, enseñó un fragmento de la crónica de su periplo, analítico, como con la pluma que le daba vida a sus textos: “Los rumanos nos sorprendieron en el barco por sus dotes cantoras. Iniciaban un concierto bajo la dirección de su delantero centro y los pasajeros abandonaban los salones para asistir a aquel refinamiento artístico. Los franceses se distraían con otras canciones y se adueñaron de una parte del vehículo”.
Fue árbitro asistente en dos encuentros (Rumania 3 – 1 Perú, Chile 3 – 0 México) y principal en otros dos (Uruguay 1 – 0 Perú, Argentina 3 – 1 Chile) en la fase inicial. Paradójicamente, Langenus debía expresar su opinión acerca de aquellos juegos en la publicación teutona; las críticas hacia los jueces escaseaban. Observador de culturas, también le tocó escribir sobre la victoria albiceleste en las semifinales -6-1 ante Estados Unidos- y ya pronosticaba sobre el violento comportamiento de la parcialidad argentina en las tribunas y fuera de ellas. Había decidido cruzar el río para disfrutar de las bondades de Buenos Aires, y sintió el fervor de los hinchas.
Unos días después, la FIFA le notificó lo que más tenía: gracias a su buen criterio, se había ganado todos los boletos para arbitrar la final, la misma que se había dado dos años antes en los Países Bajos.El belga, aterrado, exigió explícitamente a las autoridades un seguro de vida. Para aceptar su designio, además, pidió que el barco que lo llevaría de vuelta a casa estuviese disponible apenas él diera el pitazo final. Dos horas antes del comienzo del partido, confirmó su presencia.
A punto de ingresar al estadio, una serie de individuos se hicieron pasar por Langenus y la Policía, expectante ante un posible enfrentamiento a golpes entre rioplatenses, decidió detenerlos. La misma suerte corrió el belga, del cual las fuerzas de seguridad no se habían percatado de que era, efectivamente, el juez del cotejo. Entre dimes y diretes, se prestó a dirigir.
El icónico acuerdo con los capitanes constaba de la utilización de una pelota por cada tiempo, escogida por argentinos y uruguayos. Sin grandes incidencias entre los fanáticos, la primera mitad era disputada y pareja. Cuando Guillermo Stábile, a la postre goleador del torneo, convirtió el 2-1 al cierre de los 45 minutos iniciales, las protestas se hicieron oír. El tanto no estaba exento de polémica. El árbitro, impoluto ante las quejas charrúas, dejó seguir.
La segunda parte ya es historia: los anfitriones, con su balón, dieron vuelta el duelo y vencieron 4-2 para consagrarse campeones del mundo. De lo contrario, había miles de hinchas con armas de fuego, esperando una hecatombe. Langenus, rápido, se subió al barco y volvió a Europa.
Sus experiencias mundialistas se vieron ampliadas en Italia 1934 y Francia 1938, pero sin tantos focos. Eso sí: dejó plasmada su ductilidad en dos libros. Pitando por el mundo: recuerdos e impresiones de un árbitro de fútbol y Fútbol y futbolistas tienen el sello de un hombre exótico, amplio y polivalente.
El 23 de mayo de 2005 Los Pumas igualaron 25-25 en el Millenium de Cardiff frente a los British and Irish Lions, combinado que cada cuatro años reúne a los mejores jugadores de las islas británicas y realiza una gira en la que visita a una de las tres potencias del sur (Nueva Zelanda, Sudáfrica y Australia) y a sus respectivas franquicias. Raro recordar un empate, ¿No? Pero este partido va más allá del resultado, que de por sí fue histórico, sino que también se destaca por las dificultades que implicaron la convocatoria y el viaje en la previa, sumado al polémico referato del australiano Stuart Dickinson.
La fecha establecida para el amistoso coincidía con los fines de temporada para los clubes de Europa y, al no ser un partido oficial, los equipos no estaban obligados a ceder a sus jugadores. Muchos argentinos sufrieron esta situación: Agustín Pichot, Juan Martín Hernández, Rodrigo Roncero y Omar Hasan no pudieron disputar el encuentro debido a que al día siguiente tenían que jugar la final de la Copa de Europa. El Clermont francés decidió no prestar ni a Hernán Senillosa ni Gonzalo Longo. Entre lesionados y jugadores no dados, a Los Pumas le faltaron 26 de sus jugadores habituales.
En total, Marcelo Loffreda entregó una lista de 27 nombres, de los cuales solo 9 de ellos se desempeñaban en el rugby profesional. Además, se dieron tres regresos emblemáticos: Lisandro Arbizu, el capitán más joven de la historia del seleccionado, retornó tras haber estado 19 meses sin jugar luego de haber sufrido una rotura de ligamentos en su rodilla derecha -que lo dejó afuera del Mundial de Australia 2003- y un problema en un tendón de uno de sus aductores; Mauricio Reggiardo volvió a ponerse la camiseta argentina 18 meses después de que Los Pumas fueran eliminados en la primera ronda del Mundial 2003 y el pilar mendocino Federico Méndez regresó al seleccionado luego de un par de meses, tras el test match en el que el conjunto nacional cayó por 39-7 frente a Sudáfrica en Buenos Aires.
En el combinado británico sobresalían jugadores como Shane Williams, histórico wing galés, pero la principal figura era Johnny Wilkinson, apertura inglés que dos años antes le había dado a “La Rosa” su primera Copa del mundo con un drop en tiempo suplementario frente a Australia como visitante.
Federico Todeschini abrió el marcador con un penal a los cuatro minutos. Unos instantes después, Juan Manuel Leguizamón recuperó una pelota en el campo rival y tras una gran juagada de los tres cuartos, José María Núñez Piossek apoyó en una de las puntas el primer try del encuentro. Un nuevo penal de Todeschini dejó 13-0 el tanteador en tan solo un cuarto de hora. El Millenium, enmudecido. Pero a los 17 de la primera mitad, Wilkinson empezó a hacerse cargo de los suyos: en una jugada magistral juntó dos defensores y le dio un pase al centro Ollie Smith que se zambulló en el ingoal nacional. Desde allí, todo se transformó en un duelo de pateadores entre el “Ninja” Todeschini y el mismo Wilkinson. Ambos anotaron una totalidad de seis penales en el partido, pero hay uno que será recordado por todos: una vez que se consumieron los 40 minutos del segundo tiempo, el árbitro Dickinson adicionó cinco minutos y luego otros tres más, hasta que finalmente a los 48 de la segunda mitad los Lions pudieron empatar el partido. Resulta conocido el apellido del referí, y con razón: fue el mismo que impartió justicia en el histórico encuentro en el que Los Pumas vencieron a lrlanda por 28-24 en el Mundial de 1999, donde el australiano hizo jugar alrededor de 10 minutos de adición, en los que Argentina defendió hasta con lo que no tenía para conseguir por primera vez el pase a los cuartos de final de un Mundial.
Raro recordar un empate, ¿No? Pero este vale la pena hacerlo y festejarlo como lo hicieron los jugadores aquella noche de mayo en la que fueron ovacionados por propios y extraños. Fue la primera vez en la historia en la que los Lions no consiguieron ganar como locales, a Argentina le faltaron muchísimos jugadores y los británicos veían a ese partido como una simple exhibicion previa a lo que iba a ser su gira por Nueva Zelanda, en donde perdieron los tres partidos que jugaron. Defensa aguerrida y forwards dominantes para cerrar un resultado que quedará en la memoria de muchos británicos, pero principalmente de varios argentinos.
El título de 1998 marcó el fin de la época dorada del club, desde Carlos Bianchi y Osvaldo Piazza hasta el último campeonato. Posterior a este episodio, el club de Liniers tuvo una sequía de siete años sin cosechar logros, maleficio que se rompió en el 2005 cuando volvió a gritar campeón. Miguel Ángel Russo y sus dirigidos obtuvieron el Clausura de ese año.
Ricardo Gareca es un hacedor de equipos ganadores y de buen juego. “El Tigre” firmó con Vélez el 15 de diciembre de 2008 y de ahí en adelante no paró de conseguir logros que enriquecieron más y más a la institución. En esta segunda época, Vélez demostró ser un club que a pesar de no ser denominado grande puede competirle y hasta ganarle a los “más fuertes” del país: Clausura 2009, Clausura 2011, Inicial 2012 y 2012/2013.
Gareca después de haber obtenido cuatro títulos en cinco años, hasta el momento el vínculo más extenso del fútbol argentino, presentó su renuncia en diciembre de 2013.
El último título de Vélez Sarsfield fue la Primera Súperfinal del fútbol argentino contra el Club Atlético Newell’sOldBoys de Rosario, con un triunfo por 1 a 0.
Hasta hoy Vélez sigue transitando tiempos difíciles, tanto desde lo económico como en los resultados deportivos. En 2016 estuvo cerca del descenso, pero gracias al plantel y a la dirección técnica de Gabriel “El Gringo” Heinze pudo salvarse y posicionarse quinto en la tabla de promedios.
Económicamente el club se vio favorecido por la venta de muchos jugadores a un precio elevado. Sus últimos ingresos fuertes fueron por: Maximiliano Romero (10 millones de euros del PSV de Holanda) Matías Vargas (10 millones y medio de euros por el 80% del pase al Espanyol de Barcelona) y Nicolás Domínguez (7 millones y medio de euros por el 75% del pase al Bologna de Italia). Cabe destacar que muchos clubes de Europa pusieron sus ojos en “la joyita” del fútbol argentino, ThiagoAlmada, quien tiene una cláusula de 22 millones de euros. Estas ventas podrían dejar al club de Liniers en una posición monetaria muy favorable frente a los demás clubes y, de gestionar bien el dinero recibido por todos los jugadores salidos de las inferiores, la institución puede crecer aún más en muchos aspectos.
Vélez Sarsfield contrató en 1992 como entrenador a Carlos Bianchi, quien había sido jugador del club y máximo goleador en 2 torneos y que ya tenía experiencia como técnico en 2 equipos en la Ligue 1 de Francia. En su etapa por Vélez obtuvo 3 torneos locales y 3 internacionales, entre ellos la Copa Libertadores de 1994 y la Copa Intercontinental del mismo año tras haberle ganado 2-0 al Milan y marcar lo que fue la mejor época del club. En 1996 se despidió de Vélez para irse a dirigir a la Roma. Vélez ganaría la Supercopa ese año y la Recopa Sudamericana en 1997 con Osvaldo Piazza como técnico. En 1997 llegó Marcelo Bielsa, que venía de ganar dos campeonatos locales con Newell’s en 1990/91 y en 1992 y que después tuvo un paso por la liga mexicana en la que dirigió a Atlas de Guadalajara y al América. Cuando llegó a dirigir al club de Liniers en su primera temporada terminó en la cuarta posición, pero al campeonato siguiente obtuvo el Torneo Clausura de 1998.
Raúl Cardozo, exjugador de Vélez que formó parte de los planteles de Bielsa y de Bianchi dijo que Marcelo era un técnico que siempre buscaba estar en el punto más alto de la concentración y trabajaba sobre el rival en la semana tomando precauciones, pero sin cambiar su sistema de juego, y a veces los atacantes terminaban más atrás de él que era defensor. “En cambio, con Carlos era diferente. Si vos jugabas de marcador de punta tenías que marcar y era muy raro que los delanteros bajaran a defender”, agregó Cardozo.
Christian Bassedas exjugador de Vélez contó que con Bianchi había un entendimiento total del líder con sus jugadores, en el que hubo pocos cambios y por eso se lograron tantas cosas. La diferencia con Bielsa fue que la transición y la adaptación no fueron tan sencillas al comienzo, en el que hubo algunas confrontaciones. Él era un entrenador más vertical e influenciado por el fútbol holandés. En su primer semestre hubo un cambio pronunciado pero terminaron ganando por que el equipo terminó saliendo campeón con otro estilo de juego.
El exjugador Carlos Compagnucci expresó que con Bielsa tuvieron un sistema defensivo que era el seguimiento al hombre en todo el campo y cuando perdían la pelota tenían un jugador a quien marcar. En cambio, con Bianchi hacíanmás zona, el equipo trabajaba en bloque y para Compagnucci era un abismo la diferencia entre un sistema defensivo y el otro. Además, agregó: “El equipo de Bianchi era más pausado, había jugadores que por ahí tenían otro ritmo con la pelota, esperaban el momento indicado y no había tanto vértigo. Con Bielsa era recuperar e ir para arriba lo más rápido posible. El equipo dominaba siempre los partidos y poníamos los ritmos”.
Federico Novello, periodista e hincha de Vélez, comentó que ambos técnicos tenían 2 estilos diferentes y una manera de llegarle al jugador distinta, pero que los 2 lograban un convencimiento absoluto en el futbolista.
El entrenador rosarino tuvo un notable paso por Newell’s obteniendo dos torneos nacionales y un subcampeonato de Copa Libertadores que lo hizo emigrar a México, donde dirigió a dos clubes: Atlas y América. En 1997 decidió retornar a su país de origen, esta vez para dirigir a la institución de Liniers.
Bielsa comenzó con el pie izquierdo en el primer torneo a cargo de Vélez y no fueron lo suficientemente regulares para obtener el título, sino que quedaron ubicados en el cuarto lugar. Además, los hinchas no le tuvieron paciencia y en el encuentro frente a Gimnasia de Jujuy silbaron al equipo y al entrenador.
El “22”, como se conoce al Loco en los números de los sueños, tenía sus propias convicciones e ideas futbolísticas y mientras armaba el equipo para afrontar el Torneo Clausura tuvo diferencias con el arquero del conjunto de Liniers, José Luis Chilavert. A él le manifestó: “Para mí, todos ustedes son iguales”, a lo que el paraguayo le respondió que debía valorar los títulos y la experiencia que tenían muchos integrantes del plantel.
“El problema que tuvo con los experimentados fue la forma de tratarnos, nosotros fuimos campeones del mundo”, expresó Raúl Cardozo, exdefensor velezano, sobre la relación con el director técnico. Además, agregó: “Chocamos mucho con Bielsa. Estaba acostumbrado a tratar con jugadores que no tenían la misma historia que nosotros en su espalda y también aprendió a respetar”.
El santafesino solamente recibió un refuerzo para su segunda competición al frente del equipo: Fernando Pandolfi, quien retornaba luego de una cesión en Italia. Intentó de todas las formas romper el esquema de cuatro defensores y reemplazarlo por tres. Finalmente explicó cómo había logrado que los futbolistas aceptaran sus ideales y lo resumió en una sola palabra: convicción.
Vélez fue protagonista de principio a fin en el torneo, obtuvo 14 victorias, cuatro empates y solo una derrota ante el San Lorenzo dirigido por AlfioBasile. El equipo obtuvo 46 puntos, tuvo un promedio de dos goles por partido y su figura, además de su director técnico, fue Patricio Camps, con diez tantos anotados. “Tuvimos tiempo para adaptarnos, para respetarnos unos a los otros y cuando las aguas se calmaron obtuvimos el campeonato”, declaró Cardozo sobre lo que ocurrió entre ambas competencias en relación con el entrenador.
La obtención del Torneo Clausura aumentó la reputación de Marcelo Bielsa, que tenía un contrato por solo una temporada en la institución del oeste de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Finalmente, recibió una oferta europea: Espanyol depositó su confianza en él. Sin embargo, el entrenador solo dirigió seis partidos y luego recibió un llamado para ponerse al frente de la Selección argentina, que venía de caer ante Holanda en los cuartos de final del Mundial de Francia 1998.
Así, el rosarino, asumió como nuevo director técnico del conjunto nacional. Con su estilo futbolístico que había tenido tanto éxito en Newell’s y Vélez obtuvo holgadamente la clasificación mundialista. No obstante, en la Copa América de 1999 sufrió una caída ante Brasil con un equipo alternativo.
El desafío más grande para Bielsa era el Mundial de Corea/Japón 2002 y para su flagelo quedó eliminado en la primera rueda, luego de haber triunfado frente a Nigeria, perdido con Inglaterra y empatado con Suecia. La injusticia del fútbol se hizo presente y dos partidos no planteados de la mejor manera echaron a perder años de trabajo y experiencia por parte del entrenador.
“Cuando Marcelo Bielsa estaba en la Selección argentina yo me quedé sin contrato en Vélez y la primera persona que me llamó fue él. Me demostró que es un gran tipo y nunca en mi vida lo voy a olvidar” contó Raúl Cardozo con respecto a su relación y solidaridad con el entrenador años después de haber sido dirigido por él.
Sin el apoyo de los hinchas, pero sí con el de los jugadores y el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), Julio Grondona, comenzó su segunda oportunidad como director técnico nacional y esta vez fue un proceso de renovación, tanto en lo demostrado en el campo de juego como en los resultados.
En julio de 2004 el exentrenador de Vélez tenía un nuevo reto, la Copa América. El seleccionado estuvo a veintiún segundos de obtener el trofeo, pero no. Otra vez una frustración para Bielsa: esta vez ante Brasil y por penales, luego de que Adriano pusiera el 2-2 en el tiempo adicionado.
La ansiada revancha por fin llegó en los Juegos Olímpicos de Atenas en agosto de ese mismo año. Ganó con el Sub-23 todos los encuentros que disputó, fue el más goleador -con 17 anotaciones-, conquistó el premio al juego limpio y la figura de la competencia fue Carlos Tevez. La obtención del oro fue histórica debido a que Argentina no conseguía esa medalla desde hacía 52 años (la última había sido para remo en Helsinki 1952) y que la Selección de fútbol hacía muchos años que no se coronaba primera en un torneo.
Fue la despedida perfecta para los seis años en los que una persona querida por muchos y odiada por otros permitió que su país diera un salto de calidad y jerarquía. Muchos jugadores fueron marcados por el rosarino, quienes lo consideran un maestro futbolístico. También da una sensación de injusticia, porque con su planteo y convicciones de juego dignaba que tuviera más suerte.
Raúl Gámez fue integrante de la barra brava y presidente del Club Atlético Vélez Sarsfield, pero en la institución no es necesario ni siquiera mencionar su apellido, con que se diga Raúl ya todos saben de quién se está hablando.
Dueño de tres períodos como dirigente en el club de Liniers y durante mucho tiempo también jefe de la tribuna. Luego de haber formado parte de la barra, estuvo al mando de la dirigencia en las etapas correspondientes a 1996-1999, 2002-2005 y 2014-2017. Sin embargo, desde que asumió como presidente siempre estuvo atento para darle lo mejor al club aunque no se encontrase al frente de este.
Cuando terminó su último ciclo decidió retirarse definitivamente de la política. Fue la primera vez, luego de 21 años consecutivos, que su agrupación Círculo el Fortín, perdió frente a la Cruzada Renovadora comandada por Sergio Rapisarda, actual presidente de la institución.
En las elecciones del 2014 pasó algo muy particular. Si le preguntabas a cualquier socio a quién había votado, te decían muy orgullosos y llenos de seguridad “a Raúl, obvio”. Esto quedó ampliamente demostrado en los resultados, ya que sacó más del 65% de los votos con récord de concurrencia en una votación en el club.
Federico Novello, periodista e hincha del fortín, dice: “Cuando hay un campeón suelen darse el trinomio de plantel, técnico e institución alineadas atrás de un objetivo y con los recursos para eso”. Y agrega: “Raúl es otro capítulo, es una institución para nosotros, es un hincha de tribuna y un prócer para el club. Después de Amalfitani es el presidente más importante que tuvo Vélez”.
Un hincha dijo una vez: “Fue el mejor dirigente después de Don Pepe” y agregó: “Si querés a Vélez, querés a Raúl”. Todos están de acuerdo con que Raúl profesionalizó al club y tiene muy buen ojo a la hora de elegir un entrenador. Lo demostró con Bielsa y con Heinze, dos hombres que supieron llevar a Vélez a lo más alto.
Christian Bassedas, exjugador del fortín, afirma: “Vélez es una institución de palabra y eso es fundamental”. Este club lejos está de ser solamente fútbol, es mucho más que eso y lo ha demostrado a lo largo de los años. Vélez es colegio, asados y entrenamientos del deporte que más te guste. Es un lugar que supo poner como prioridad al socio y a su gente en vez de al fútbol.
La primera elección en la que participó Gámez fue el 2 de noviembre de 1996 como representante de la agrupación Círculo El Fortín, que ganó por primera vez en la historia del club. Logró superar por muy poco margen a Héctor Gaudio, quien había presidido entre 1993 y 1996 y buscaba la reelección representando a la Unidad Velezana y a la Agrupación Amalfitani.
Juan Carlos Gómez Barbero, periodista, opina sobre el mandato de Raúl: “En esa presidencia, la palabra que mejor lo definió fue honestidad. Siempre estuvo enemistado con AFA por defender los intereses del club y por ser honesto”. Además, agrega: “Vélez no es igual a los clubes más grandes como River y Boca que exigen, entonces él pudo tomarse el trabajo de dedicarse a la parte económica y no tener que salir a ganar”. El hecho de privilegiar la economía y los intereses del club a pesar de todo, convierte a Gámez en uno de los mejores presidentes que tuvo elfortín, gran seguidor de los pasos y el camino que había marcado Amalfitani”.
Raúl Gámez siempre dijo que Vélez para él era un vicio y, de hecho, la familia alguna que otra vez lo ha culpado de darle más importancia al club que a cualquier otra cosa. Él fue quien decidió llevar a Bielsa y también fue un gran impulsor para que fuera a la Selección. Gómez Barbero asegura que: “La mayor virtud que comparten tanto Bielsa como Gámez es la eficacia y el trabajo”.
Es conocido por ser el dirigente que iba a la tribuna y la gente no solo lo respeta, sino que también lo saluda. Fue el primero y único en ser jefe de la barra brava y presidente del mismo club. También salió campeón ocupando ambas posiciones. Se lo conoce como alguien transparente, amable, respetuoso y honesto. Así lo confirma Gómez: “Gámez era el capo de las barras, pero de las barras viejas. Él manejaba las tribunas de Vélez y las banderas. Si le preguntas a cualquier otra barra de otro club te van a decir que era un hombre respetuoso que no se metía con nadie”.
Si bien su primera elección la ganó por una diferencia ajustada, la segunda fue sin rivales porque hubo irregularidades en la lista presentada por la agrupación Cruzada Renovadora; en la tercera, arrasó.
Bajo su mandato El Fortín consiguió los siguientes títulos:
· 1996: Campeón de la Supercopa
· 1997: Campeón de la Recopa Sudamericana
· 1998: Campeón del Clausura
Luego de que se fuera Bielsa, el club tuvo un momento de sequía y no volvió a ganar un título hasta el 2005, con Gámez como jefe de la dirigencia.
· 2005 Campeón del Clausura
Si bien cuando Vélez ganó estos campeonatos no estaba Gámez como presidente, sí estaba la agrupación Círculo El Fortín al frente de este.
● El director técnico Marcelo Bielsa utilizó 27 futbolistas en las 19 jornadas.
● Con 18 presencias, el defensor Mauricio Pellegrino y el delantero Patricio Camps fueron los jugadores que más partidos disputaron.
● Patricio Camps fue el goleador del equipo con 10 tantos, seguido de cerca por su compañero de ataque, Martín Posse, con 9.
● Registró goleadas a lo largo del torneo: 3-0 a Unión y a Independiente, 6-1 a Colón y 4-1 a Ferro, todas como local.
● La única derrota en el campeonato fue el 1-2 ante San Lorenzo, en el estadio Amalfitani.
● Debutaron seis juveniles en Primera División: el arquero Ariel De la Fuente, el defensor Omar Ríos, los mediocampistas Juan Falcón y Lucas Castromán,y los delanteros Rolando Zárate y Cristian Bardaro.
● Dispuso de cuatro penales afavor: convirtió dos -ambos gracias a la zurda del capitán José Chilavert, ante Boca y Lanús- y malogró dos -uno el paraguayo, ante Colón, y otro Patricio Camps, ante Estudiantes de La Plata.
● Le ejecutaron cuatro penales: dos atajados por Chilavert -ante Jorge Burruchaga de Independiente y ante Carlos Morales Santos de Gimnasia y Esgrima de Jujuy- y dos convertidos -José Serrizuela de Lanús a Chilavert y Roberto Sosa de Gimnasia y Esgrima La Plata a Ariel De la Fuente-.
31 de mayo de 1998. El club Atlético Vélez Sarsfield se coronó campeón del Torneo Clausura al mando del técnico rosarino Marcelo Bielsa. Un “loco” dedicado en su trabajo que buscaba la perfección en todo momento.
En agosto de 1997 asumió Bielsa y junto a él comenzó una nueva etapa, intensa, con muchos cambios, pero que tuvo al final una gran recompensa por toda la labor lograda. El primer semestre no fue tan sencillo al principio, ya que terminaron cuartos en el Torneo Apertura. El Loco llegó con ideas renovadas, un convencimiento deotro tipo de fútbol y un proceso de cambio de sistema, pero se encontró con un plantel que venía de ser campeón del mundo con Carlos Bianchi y empezó a mover piezas sin importar quiénes eran. Se trataba de jugadores fuertes que habían sido parte de un ciclo histórico del club, comoJosé Luis Chilavert, Carlos Compagnucci, Raúl Cardozo, Christian Bassedas, Víctor Hugo Sotomayor, Flavio Zandona y Mauricio Pellegrino, entre otros más, que solo buscaban respeto por su trayectoria.
“Nosotros con Bielsa trabajábamos la defensa que era seguimiento al hombre en todo el campo y en el momento en el que perdíamos la pelota teníamos un jugador a quien seguir. En cambio, con Bianchi hacíamos más zona y en bloque”, cuenta Carlos Compagnucci acerca de los entrenamientos.
Luego de esos seis meses, durante los cuales hubo enfrentamientos, discusiones y malos entendidos entre ambas partes, el técnico planteó para el segundo semestre que el compromiso debían tenerlo todos y el que no lo tuviera se quedaba afuera.A partir de entonces se notó un cambio pronunciado, una adaptación: el equipo fue entendiendo la propuesta. Compagnucci explica que fue cuestión de que los más grandes se acomodaran y aceptaran que tenían que cambiar.
De esta manera todo funcionó. Una fecha antes de que terminara la competencia, con un gol de Martín Posse a Huracánen Liniers, Vélez se adueñó del Torneo Clausura con un despliegue de fútbol inigualable. En el camino, el Fortín disputó19 partidos: ganó 14, empató 4 y cayó en uno. “Perder ese único partido fue parte del proceso, muchas veces ayuda para corregir y reaccionar cuando uno tiene la convicción de que el equipo está preparado para pelear el campeonato”, manifesta Christian Bassedas. El recorrido fue plácido, fueron 46 puntos obtenidos por jugadores que fascinaron en cada jugada gracias al plus a través de la exigencia de Bielsa y el nivel de cada uno.
Véleztenía el trinomio perfecto: plantel, técnico y la propia institución. Todas alineadas detrás de un mismo objetivo y con los recursos necesarios. Ese año, Raúl Gámez ocupaba la presidencia y fue él quien sacó lo mejor de cada uno de los comprometidos con el proyecto para redondear una etapa brillante en la historia del club.Esto ocurre cuando son bien llevados y la administración trabaja de manera unificada; en caso contrario, los conflictos se trasladan al campo de juego.Además, fue el impulsor de la gestión para que Marcelo Bielsa llegara tiempo después a dirigir la Selección argentina.
El equipo demostró ser un grande. Hay solo 29 clubes que salieron campeones del mundo y Vélez Sarsfield es uno. Un club de barrio que ganó todo.