miércoles, julio 16, 2025
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Las vivencias de un argentino en un club de la costa andaluza

Por Nicolás Fernández Rossi 

La carrera de Germán Mazzarino en Europa tuvo muchas idas y vueltas. Su primera experiencia en el Polideportivo Almería se dio en el 2015, cuando a través de las redes vio que este club de fútbol se refundó y se convenció de que ahí era donde quería estar. 

Juan Diego Sánchez, una de las personas que colaboró con la refundación de la entidad, explicó: “No era el primer caso de un jugador argentino que contactaba con nosotros, pero sí fue el primero en atreverse realmente”. De esa forma, Mazzarino inició su viaje. 

“Enviando mails, contacté varios equipos de Europa (Italia, España), y me decidí por el Polideportivo Almería, que en ese momento estaba en sexta división. Yo solo había jugado al futsal en JJ Urquiza y en Camioneros”, describe sobre sus primeros intentos.

Sin embargo, no fue nada fácil adaptarse ya que no le daban los permisos correspondientes para jugar. “El pasaje me lo pague yo, pasé las pruebas, pero no me otorgaban el transfer y el club fichó a otro jugador, así que me fui a préstamo al Lucainena, donde solo jugué 3 partidos, pero no me sentía cómodo y seguía extrañando mucho a mi familia y amigos que vivían en Argentina”

Pasaron tres meses, pero no lograba acostumbrarse a estar lejos de sus seres queridos, así que partió rumbo a Buenos Aires donde se convirtió en gerente de ventas en una  fábrica de juguetes. “Tenía esa espina terrible por no haberme acostumbrado”, describe hasta que explica que por enero de 2017 renunció a su puesto de trabajo y volvió a probar a suerte ya que seguía al equipo por las redes y sabía del mal momento que estaban atravesando.

“Jugué de vuelta un año y medio, ascendimos a la cuarta división y me quedé definitivamente en el equipo. Empecé a jugar de extremo, hasta que mi entrenador, Jorge Garcés, me pasó al lateral izquierdo”.

En ese lapso, Mazzarino tuvo que atravesar diferente situaciones que lo ayudaron a crecer: “Tuve un paso por el Club Deportivo Roquetas, sufrí una lesión que hizo que se me cayeran todas las uñas del pie, pasé meses sin jugar, y firmé por el Huércal, de cuarta división, donde estuvimos a un gol de ascender”.

Al regresar a Almería, siguió jugando y cosechando aceptación entre los simpatizantes del club, a tal punto que, además de jugador, es entrenador hace tres años, enseñando a chicos del club de entre 6 y 9 años. “Me desempeño en cadetes, pasé por todas las canteras. Obtuvimos un ascenso, jugamos play off, como entrenador logré dos ascensos en tres años”, resalta orgulloso por el trabajo realizado en la institución fundada en 1983.

A la hora de definir el espíritu del polideportivo, el ex Camioneros lo define como “un club con mucha historia, que supo estar en la segunda división. Mete bastante gente, 600 personas todos los partidos, a diferencia de otros equipos del ascenso. El fútbol es muy técnico, los jugadores tienen mucha calidad”.

Pese a la comodidad en la que se encuentra, y a la espera de retomar la actividad tras la pandemia, no descarta probar nuevas experiencias: “Hace dos años que no voy a la Argentina, me gustaría jugar allá, también tengo otros países en mente, como Italia o Andorra”. En el mientras tanto, cuenta que desde el club le mandan rutinas que debe seguir para no perder el ritmo de competencia.

Haciéndole frente al coronavirus

“En Almería se dieron pocos casos en relación a Barcelona, 600 casos, hubo pocas muertes, la ciudad fue pasando de fase bastante rápido. Hace dos semanas se puede salir a realizar diferentes actividades, pese a que todavía hay medidas de precaución”, cuenta el argentino sobre cómo se vive allá el Covid- 19. 

Claro que al principio, la incertidumbre por el virus generaba miedo en la gente: “Salías al supermercado y se veía a las personas con temor, había mucha distancia, te miraban mal, si agarrabas un yogurt y lo devolvías al estante te decían cosas, no les gustaba que hicieras eso”.

El himno, Messi y un tarareo que es un clásico

Por Micaela Delzart

El famoso canto en las tribunas que llena de emoción a cada persona que lo escuche. Las dos letras que juntas forman un simple tarareo que abarrota de orgullo a la gente. La inocente y hasta incauta tonada “Oh oh oh” no nació con Los Pumas, como se cree popularmente, sino que los hinchas lo hicieron por primera vez en el Mundial de Fútbol del 2006 de Alemania. Una iniciativa que cambió todo.

El himno es un acto de unión entre los y las argentinas, más en tiempos de selección, esa
sensación de emoción y euforia que los caracteriza y los hace sobresalir de los demás países y los representa en todo el mundo, aunque sea tarareándolo.

El Himno Nacional Argentino fue escrito por Vicente López y Planes en 1812 y compuesto por Blas Parera un año más tarde, en una asamblea, el 11 de mayo de 1813. Cualquier persona que resida en Argentina lo escucha desde que va al colegio y lo hacen al izar la bandera, cuando va a algún acto patrio o hasta a las doce de la noche se puede percibir por los canales y las radios que tengan la licencia. Pero uno de los cantos que más se sienten es cuando juega la Selección.

Ejemplos sobran. Diego Maradona, ídolo en Nápoles en ese momento, insultando a los hinchas italianos que lo silbaban en el Mundial de Italia 90; Las Leonas siendo campeonas del mundo en el 2002; Los Pumas y sus lágrimas de emoción en cada competición; las reacciones de los deportistas Sebastián Crismanich o Paula Pareto en los Juegos Olímpicos; los futbolistas en la final del Mundial 2014 o las jugadoras emocionadas en el Mundial de Francia 2019. Todos conmovidos por el contexto y la canción.

El tan conocido y recordado “Oh oh oh” que aparece antes de las competiciones, de cualquier deporte y sin importar el género, sigue causando pasión entre las personas. Esto comenzó porque en el reglamento oficial del Mundial, Artículo 41 Inciso dos, entre otras cosas, explica la duración máxima que requieren las canciones patrias de cada país.

La FIFA determinó que la para la competición más grande del fútbol “las federaciones de
miembros participantes deberán enviar a la FIFA un CD de su himno nacional (duración
máxima: 90 segundos; sin letra)”. Por eso se creó este cántico.

Según se asevera ese canto fue creado por Los Pumas en el Mundial de Rugby de Francia en el 2007 y después los futbolistas lo entonaron en el Mundial del 2010 en Sudáfrica y ese sería el comienzo de una tradición. Pero, en realidad, esa entonada del himno apareció en el deporte en el Mundial de fútbol del 2006 en Alemania, más precisamente el 16 de junio en el estadio Gelsenkirchen. En el partido que Argentina enfrentó a Serbia y Montenegro, cuando era un estado todavía unificado. Fue el segundo triunfo que obtuvo el conjunto después de haberle ganado a Costa de Marfil en el debut por el Grupo C.

Antes, se había escuchado ese tarareo en el ámbito musical cuando la banda de rock Los Piojos estaban entonando el himno para luego cantar su canción “Maradó” en el Pepsi Music de 2005 ante la presencia del mismísimo Diego Armando Maradona. En el momento del pogo, las personas empezaron a saltar y cantar los primeros “Oh oh oh oh” con la canción patria.

En el partido contra los serbios y montenegrinos el conjunto de José Pekerman venció 6-0 al equipo de Ilija Petkovic. Abrió el marcador Maxi Rodríguez a los 6 y después también marcó a los 41 minutos, pero en el medio Esteban Cambiasso hizo el gol más importante de ese mundial con un total de 26 pases antes de terminar en anotación, siguió Hernán Crespo a los 78 minutos, Carlos Tevez a los 84 y Lionel Messi en el minuto 88.

Se puede relacionar el tan buen resultado del equipo con la pasión que dieron las personas
que se encontraban en el estadio. Aunque también se manifiesta que se empezó a tararear
para callar los insultos del otro equipo hacia nuestro canto nacional. “Cuando los serbios que estaban en el estadio empezaron a chiflar el Himno Argentino, la respuesta fue inmediata y espontánea de la hinchada”, explicó un hincha al periodista Pablo Petovel en el diario Día a Día*. Además, agregó: “Respondimos con algo que me llenó de alegría y de emoción”.

Otra particular de ese día es que fue el partido en el que debutó el capitán y diez del equipo en la actualidad, Lionel Messi, quien fue más que criticado por no cantar el himno nacional. Tanto es el rechazo que se le hizo al deportista por este acontecimiento que en el documental que produjo el director Alex de la Iglesia en 2015, fueron invitadas las maestras de lengua y de música que lo tuvieron en la escuela para que en un momento afirmen que le enseñaron la letra.

También, entrevistaron a los niños que salían con él a la cancha para ver qué es lo que hacía el número diez. Hasta que en una ocasión, el delantero comenzó a cantar el himno en la Copa América y, además, lo justificó: “Hoy tenía ganas y por eso lo canté”.

En los mundiales, Messi es sacrificado por ese acto, aun habiendo personas que no se saben las estrofas completas afirman que “no siente la camiseta” por eso. Todavía no está
comprobado si cantar o no el himno te hace jugar mejor. A diferencia de que muchos jugadores sí explicaron que la hinchada es la que más les da la motivación de seguir, con ese criterio tendría que ser al revés el reproche.

Tanto fue la revolución por el tarareo que la empresa de cervecería Quilmes hizo un comercial en el 2010 para el Mundial con tan solo personas diciendo “Oh Oh Oh” mientras entonaban las estrofas. Y así se inició en las publicidades de la Selección Argentina un chip que cuando se escuche esa balada se lo relacione directamente con eso.

Asimismo, el tarareo se originó con el fin de poder tener una manera de expresarse frente a los demás países. Y con tan solo esas dos letras se inventó un himno totalmente nuevo, repudiado por algunos y amado por otros, es una de las cosas que más caracteriza a argentinos y se los espera en cada partido para escucharlos tomar aire y sacarlo a todo pulmón y con orgullo.

Historia de un cabezazo: Zidane pagó con la tarjeta

Por Valentín Grippo

El 9 de julio de este 2020 se cumplen 14 años del histórico cabezazo de Zinedine Zidane a Marco Materazzi en la final del Mundial de Alemania 2006 y Willy Sagnol, su compañero de aquella selección francesa que perdió por penales con Italia, afirmó que estuvo dos años sin dirigirle una palabra a Zizou después de la agresión que le costó la expulsión al francés. 

La final de la Copa Mundial de Fútbol del 2006 dejó una marca en este deporte y un triste recuerdo para los franceses. Además, tenía un condimento especial: era el último partido de Zidane en su carrera profesional, ya que previo a este evento había anunciado su retiro. Aquel partido en el Estadio Olímpico de Berlín, que se encontraba repleto y con 69.000 personas cantando, quedó en la historia.

Comenzó todo a favor de Francia, ya que a los 7 minutos del inicio del encuentro, Zizou abrió el marcador picándole un penal a Gianluigi Buffon. Pero rápidamente, un gran cabezazo del zaguero central italiano, Marco Materazzi, empató el tanteador. El tiempo pasaba y ninguno de los dos equipos podía sacarse ventaja. En los 90 igualaron 1-1, por ende, la final iba a tener 30 minutos complementarios. Cuando todo se encaminaba para que se defina en la tanda de penales y sin ninguna sorpresa, Horacio Elizondo, el argentino encargado de arbitrar, expulsó al actual director técnico del Real Madrid.

Se habían disputado ya 108 minutos. Faltando 12 para que culminara el segundo tiempo de la prórroga, un cruce de palabras entre los autores de los goles, terminó en un cabezazo en el pecho del capitán francés a Materazzi, que dejó al italiano tirado en el campo de juego. Quedó grabado en la memoria de todos lo que estaban viendo la disputa por la copa dorada.

¿Qué fue lo que desató la furia del capitán? Según confirmó el ex futbolista italiano, Zidane le dijo que su camiseta se la daría después y él le contestó que prefería a su hermana. Este fue el motivo por el cual posteriormente iba a generar un malestar en los jugadores de Francia, después de perder la Copa del Mundo desde los doce pasos. También se especuló que le había dicho algo de la madre, pero eso nunca sucedió.

Willy Sagnol, el lateral derecho de Francia en aquel entonces, contó hace unas semanas cómo vivió esa final en una entrevista con Radio Montecarlo: “Tengo mi mejor recuerdo y mi peor recuerdo a la vez. Ponemos mucho énfasis en el penal de Zidane. Cuando haces un Panenka corres grandes riesgos. Mi primer pensamiento es que Zidane está completamente loco. Marcó y yo estaba súper feliz. Pero no sé, me dejó con un sabor amargo”.

“Entras al vestuario, has perdido, tienes ahí a un chico que habla y se disculpa. ¡Pero no lo escuchas! Estás decepcionado, en tu mundo (…) Yo no quiero aceptar sus disculpas, o conversar con él. Ahora no es el momento. Tuve que ir al baño, fumar 250 cigarrillos en diez minutos. Así es como me evadí“, relató cómo se sintió y qué sucedió en la intimidad del vestuario luego de la derrota. Y agregó: “Después de la final hubo, por supuesto, estrés. Todos los jugadores tenían algo contra Zizou porque lo que hizo en el campo fue inapropiado”.

Ese día marcó un punto de inflexión en la amistad de los galos. No hablaron durante dos años. Pero en el 2008, después de que la selección francesa haya sido eliminada en la fase de grupos de la Eurocopa, Sagnol y su actual esposa, Charlotte Gwendoline, decidieron casarse y realizar una fiesta. Ella le dijo que lo invitara.  

El ex futbolista del Bayern Múnich le hizo caso y se comunicó con Zidane, que respondió que no podía ir a la noche pero llegaría a la mañana del día siguiente para poder saludarlos y felicitarlos por el casamiento. El día posterior al evento, fue el momento en que los dos ex jugadores se reencontraron, tomaron un aperitivo juntos, tuvieron una conversación y su amistad comenzó de nuevo.

Cabe destacar que este es el segundo matrimonio de Willy. Anteriormente se había casado con Laetitia Roussel y tuvo dos hijos. Durante la relación con Roussel creció la amistad con Zizou. Él era uno de sus mejores amigos del plantel de la Selección de Francia. Compartieron muchos partidos juntos dentro del campo y a veces concentraban juntos. Su afecto fue creciendo de a poco y aunque estuvieron un tiempo sin dialogar, el cariño nunca lo perdieron.

El 2009 no fue un buen año para Willy. El primero de febrero decidió retirarse del fútbol. Una de las causas del retiro fue debido a sus constantes dolores en su tendón calcáneo, más conocido como el tendón de Aquiles.  

Al finalizar su carrera futbolística ocupó durante los meses de enero a mayo del 2010 un puesto en la directiva del AS Saint-Étienne, el equipo donde comenzó como profesional. De marzo a noviembre del siguiente año, se desempeñó como ojeador o scout para el Bayern Múnich. Fue nombrado director deportivo de la selección francesa desde noviembre de 2011 a junio de 2013. En julio empezó a entrenar a las jóvenes promesas de Francia. Pasó a ser el entrenador del combinado sub-21 francés hasta junio de 2014 (ocho partidos).

En julio dio el salto y pasó a entrenar a un equipo en la élite francesa, la Ligue 1: el mítico Girondis Bordeaux. En Burdeos se quedó la temporada 2014/15 y hasta marzo de la 2015/16, un total de 88 partidos. En julio de 2017 ingresó en el equipo técnico del Bayern como asistente y en la Bundesliga 2017/18 asistió a Carlo Ancelotti en 10 encuentros oficiales. Posteriormente dejaría el cargo tras la salida del técnico italiano. Desde el 28 de septiembre de 2017 es el entrenador interino del conjunto de Múnich.

La libreta de Stábile

Por Tomás Nucerino

La Argentina, manteniendo una política de aislamiento internacional con respecto al fútbol, no participó del Mundial de Suiza 1954, pero la AFA envió como observador al entonces entrenador de la Selección argentina, Guillermo Stábile, con el objetivo de recaudar información de las distintas Selecciones. A su regreso, Stábile presentó un informe de seis carillas que él mismo calificó como “Resumen de las diversas observaciones hechas en cumplimiento de una honrosa distinción”.

Hubo una época en que la Selección argentina no participó de los mundiales, por decisiones políticas, tanto de la AFA como del Gobierno Nacional de turno. Fueron 24 años los que la Selección no disputó la Copa del Mundo y se privó de haber podido conseguir algún otro título. Fueron tres los Mundiales que el conjunto albiceleste vio desde afuera. El primero en Francia 1938. Luego de que se efectuó el congreso de la FIFA en 1936, la Argentina creyó tener asegurado ser anfitriona de la competencia de 1938, sin embargo, Francia fue la sede elegida, generando el enojo de la dirigencia argentina y eso la llevó a renunciar a participar de aquella copa.

La Segunda Guerra Mundial impidió la realización de los certámenes de 1942 y 1946. La FIFA decidió retomar la organización de los Mundiales a partir de 1950 y el único postulante fue Brasil. En esta ocasión, la Argentina no fue por dos motivos: el primero, porque las relaciones con el país anfitrión estaban deterioradas luego de que un amistoso entre ambos terminó en una batalla campal y el segundo fue una cuestión ordenada por el presidente de la Nación de entonces Juan Domingo Perón.

El último Mundial del cual no formó parte la argentina fue Suiza 1954. El motivo más firme de la no participación fue una estrategia política del gobierno de Perón sin embargo, la mala relación de AFA con otras asociaciones sudamericanas y el resentimiento de haber podido organizar ningún Mundial, colaboraron con la decisión de no disputar aquel certamen de 1954. La diferencia fue que en la mente de los dirigentes de la AFA ya estaba la idea de volver a formar parte de un Mundial en 1958 y gracias a eso el entrenador de la Selección argentina de aquella época, Guillermo Stábile, que era el entrenador desde 1939 y que en 1953 había sido designado técnico permanente, fue como observador del Campeonato.

Con la consagración de Alemania Federal frente Hungría, Stábile regresó a la Argentina y presentó un informe en AFA. Entre otras cosas, Stábile hace referencia a cómo le hubiese ido a la Selección argentina si participaba de aquel Mundial: “En mi opinión, apreciando el actual poderío del fútbol nuestro y recordando lo que he visto en otros campeonatos del mundo, este de 1954 no ha de figurar entre los mejores en cuanto a calidad del término medio, pudiendo afirmarse que la selección argentina hubiera tenido una figuración destacada. Europa, en general, ha desterrado de su fútbol todo aquello que no sea efectivo, práctico, directo”.

En aquella época los jugadores argentinos tenían un estilo de juego diferente a los europeos. El fútbol era más vistoso mientras que en Europa, que era directo y efectivo. Viendo el estilo de juego de los europeos, Stábile tenía la intención de mezclarlo con el argentino: “Estoy convencido de que se puede establecer un equilibrio entre lo útil y lo vistoso, especialmente cuando se dispone, como nosotros, de tantos elementos de extraordinarias condiciones. No creo que en nuestro país lleguemos a cometer la tontería o el error de disciplinar el juego tan exageradamente con tácticas y sistemas, quitando al jugador la libertad necesaria para mostrar personalidad y creación, virtudes que también son productivas. No por sí solas, exclusivamente, sino unidas a las otras. Pero tampoco esas ‘otras’ -tácticas, sistemas, marcaciones, sobriedad, espíritu de equipo- consiguen transformarse en triunfos importantes cuando falta talento personal”

En el extenso informe, el goleador del mundial de 1930 también destacó: “Lo mejor de que disponen los jugadores argentinos son sus recursos naturales. Su genio futbolístico es magnífico y mi opinión a este respecto es terminante. Lo que se impone es insistir en que tales recursos sean empleados en la proporción justa y no en demasía. Como un medio para llegar a un fin, que es el gol, y nunca como fin exclusivamente. Para algo se han puesto los arcos. Me parece muy bien que nuestros jugadores sepan gambetear, dominar la pelota, realizar toda clase de malabarismos, pero estableciendo el término medio indispensable entre la retención de la pelota, el uso del dribbling y la velocidad del juego, de manera que sus mejores y más preciados atributos no se conviertan en defectos”.

Hungría llegó al Mundial como el gran candidato. En semifinales fue el responsable de la primera derrota de la historia de Uruguay en un Mundial (4 a 2). Así, llegó a la final, el 7 de julio, ante una Alemania Federal a la que ya le había ganado en la fase de grupos. Pero los alemanes tenían algo que los húngaros no, los nuevos tapones atornillados de los botines Adidas que les permitieron mayor agarre en el campo embarrado ya que el día de la final diluvio sobre Berna. Alemania Federal consiguió su primer Mundial ganándole a Hungría por 3 a 2 y aquel partido fue catalogado como “El milagro de Berna”.

En el informe hay una parte en la que Stábile hace referencia al subcampeón: “El equipo húngaro, pese a haber perdido el Campeonato Mundial, fue el mejor de todos los que compitieron en el certamen. Me apresuro a manifestar que son buenos, que son excelentes jugadores y practican un juego de alta calidad pero, entiéndase bien, no son fenómenos del fútbol. Los húngaros tienen una defensa nada más que discreta y una magnífica línea delantera”.

El entrenador argentino aprovechó, además, para hacer una comparación entre el fútbol argentino y el húngaro: “Marcan como en nuestro medio, aunque tienen siempre la precaución de no adelantarse en demasía, y se advierte una diferencia con respecto a lo que se acostumbra entre nosotros: cuando atacan se adelanta un solo half de apoyo, por lo general el volante derecho, mientras que el izquierdo (en nuestro fútbol Pescia o Gutiérrez) queda reforzando la defensa y ésta se constituye, así, con tres defensores en línea y el restante algunos metros más atrás. Pensando en nuestro medio, no creo que sea cuestión de aceptar de plano: habría que tener en cuenta el adversario, la cancha donde se juegue el partido y, sobre el mismo terreno, proceder de acuerdo con las alternativas del juego y del score”.

El gran objetivo que tenía la AFA y por el cual envió a Stábile a observar aquel Mundial fue para recaudar información y preparar el Mundial de 1958. Lo que nadie se imaginaba era que aquel Mundial terminará siendo uno de los mayores papelones de la historia del fútbol argentino: El desastre de Suecia.

La resurrección alemana en Berna

Por Federico De Luca

El 4 de julio de 1954, en la final de la Copa Mundo de Suiza, Alemania superó por 3-2 de manera sorpresiva a la poderosa Hungría, con una remontada histórica al haber comenzado el encuentro con una desventaja de dos goles contra cero. Los húngaros eran los favoritos a quedarse con el primer puesto. “El equipo de oro”, así los habían bautizado, era sensación del momento con una racha de cuatro años y medio sin perder partidos oficiales y contaban con su jugador estrella, Ferenc Puskas, como bandera y guía del plantel. Pero nadie se esperaba que la Selección alemana, dirigida por Sepp Herberger, quien fue fuertemente criticado desde el comienzo, llegara a la final luciendo un gran juego con una propuesta diferente, ejerciendo la táctica de la WM, deleitando a sus rivales y finalmente conquistando a toda la prensa y los fanáticos germanos.

Habían pasado 9 años del final de la Segunda Guerra Mundial y Alemania había quedado devastada y hundida. Sin que todavía se haya terminado de reponer, se le presentaba casi como un milagro la posibilidad de rearmarse y de conseguir un envión para ponerse de pie en la ciudad de Berna. La Unión Soviética en tiempos de posguerra comenzó a liberar prisioneros y uno de ellos fue quien en esa tarde de Suiza llevó la cinta de capitán para tener el orgullo de levantar el trofeo otorgado por la FIFA. Fritz Walter, hoy en día considerado uno de los mejores jugadores de la historia del país germánico, fue la cabeza táctica del plantel dentro de la cancha y solía conversar antes de los partidos con el entrenador compartiendo ambos su opinión y análisis para realizar los planteos más convenientes dependiendo del rival.

Previo a la final, en la primera ronda, Hungría había aplastado por 8-3 a Alemania y parecía que estos últimos iban a volver a su país casi instantáneamente. El apuntado principal fue Herberger. Los periodistas cuestionaron deliberadamente la decisión de presentar un equipo alternativo para enfrentar al conjunto más poderoso de aquella época. Sepp se defendió diciendo que para aquel partido tenía los ojos puestos en el desempate con Turquía (ya los habían vencido por 4-1 en el primer partido) y por eso optó por alinear a la reserva. Consecuentemente el tiempo le dio la razón y vencieron a los turcos 7-2, clasificándose a la siguiente ronda y luego dejando en el camino a Yugoslavia por 2-0, a los austríacos 6-1 de manera contundente y con un juego brillante. Mas allá de la victoria de los húngaros, ese día se llevaron la decepción más grande y que los condenaría el resto del campeonato. Puskas, el jugador estrella, saldría lesionado del campo de juego tras recibir una patada en el tobillo de parte del defensa central Liebrerich. Esta lesión lo obligaría a perderse la mayoría de los partidos restantes.

El director técnico alemán le había confesado a un periodista, previo a la final, que la única manera que podrían vencer a su rival era si llovía, dado a que el barro afectaría el juego de sus contrincantes y perderían cierta efectividad. Además, en el filme “El milagro de Berna” una escena recrea el momento que Adolf Dassler, creador de Adidas, le presenta unos botines que permiten cambiar los tapones para utilizarlos en un campo embarrado. Y como si una fuerza superior lo hubiese escuchado, esa tarde lluviosa tendrían la oportunidad de devolverle al país el orgullo que se había perdido luego de la derrota en el conflicto bélico que todavía acechaba. El crack Puskas se había recuperado para esa tarde lluviosa pero no estaría en plenitud para demostrar su nivel al cual tenía acostumbrado a todos los espectadores del fútbol. El estadio Wankford de Berna esperaba, sin saberlo todavía, por uno de los partidos más históricos en el transcurso de todos los Mundiales. Muy pocos mostraban optimismo cuando se hablaba que Alemania se consagraría, muchos ya daban por ganador al equipo que parecía “invensible”. Herberger en una entrevista que brindó para el diario Mundo Deportivo se expresó con una gran esperanza: “Un partido de fútbol no tiene vencedor hasta que han transcurrido los 90 minutos”.

Un artículo del medio español narró el desarrollo de la final y reveló que el lugar de los hechos contaba con la presencia del presidente de la confederación Helvética y el presidente de la FIFA, Jules Rimet, y casi 65.000 simpatizantes. Aquella tarde pluviosa comenzó homogéneamente gris para el conjunto germano. Elegía campo Hungría y a las 15.55 horas el árbitro británico Bill Ling dio el pitido inicial para el comienzo del encuentro. Con tan solo 6 minutos de juego, Puskas, tras un rebote del arquero, convirtió el primer gol. Y rápidamente a los 9 llegó la ampliación del marcador desde los pies de Czibor. Pareció el fin de Alemania. Pero tan solo un minuto después Morlok marcó el descuento para revivir la esperanza y mantener en juego a su equipo. El extremo derecho, Helmur Rahn, anotó a los 19’ el tanto que igualó como al principio el encuentro. Alemania concretó sorpresivamente el empate y se fue al vestuario con el ánimo a favor. En el segundo tiempo Hungría apostó todas sus fichas a su calidad ofensiva y pese a varios intentos se topó con el arquero Turek, la gran figura de la jornada, y con el travesaño que glorificó la suerte de Alemania. A los 39’, otra vez Rahn mandó el balón al fondo del arco y dio vuelta el resultado 3-2 despertando una ola de aplausos en el público alemán. El referí pitó el final del partido y lo que parecía imposible, sucedió.

Hegyy, presidente de la comisión húngara, lo consideró un desastre. Y después de conllevar un largo tiempo en racha positiva, Hungría no volvió a ser esa máquina imposible de vencer. Alemania se consagró campeona del mundo. Y a partir de allí comenzaba una resurrección tanto social como económica en su nación. El pueblo se unió ante semejante momento de júbilo. Sepp Herberger dejó de ser criticado y pasó a ser exclamado y considerado el mejor director técnico de la competencia. Algunos bautizaron esta hazaña como “el milagro de Berna”. Y en 2002, con ese mismo título, la industria del cine inmortalizó el acontecimiento con la, ya me mencionada, película basada en la historia de un niño amante del fútbol y su padre, un prisionero de guerra, que no lograba volver a reinsertarse a su vida normal. Todo cambia a partir del resultado de este partido.

España, fuera del Suiza 54: un sorteo y la eterna consipiración

Por María Lucía Sandoval

El Mundial de Suiza de 1954 no contó con la presencia de la Selección de España, tras quedar afuera por un sorteo realizado al final del tercer encuentro de desempate, de las eliminatorias, frente a Turquía. Además, media hora antes de presentarse a jugar el mismo, recibieron un telegrama de la FIFA por la inhabilitación del jugador húngaro Ladislao Kubala, que era parte del equipo español.

Para participar de le quinta edición del torneo, que se llevó a cabo entre el 16 de junio y el 4 de julio, cada selección debió participar de las Eliminatorias. Los encuentros fueron designados en Zúrich el 30 de noviembre de 1953, y a La Roja le tocó con Turquía y la Unión Soviética en el grupo seis. La URSS se bajó del certamen por motivos políticos, meses después del fallecimiento de Iósif Stalin. Por ende, el país de la península ibérica jugó el primer partido de local en Madrid, luego de visitante en Estambul, y un tercero para definir el ganador. Sin embargo, todo terminó en un sorteo, tal como establecía el reglamento.

El primer encuentro se llevó a cabo el 6 de enero de 1954 en el Estadio de Chamartín, actual Santiago Bernabéu, donde España ganó por 4-1. El conjunto dirigido por Luis Iribarren contó con sus figuras como su capitán Agustín Gainza, del Athletic de Bilbao, Venancio Pérez, Marcelino Campanal, Antonio Puchades, Bernardino Pérez (Pasieguito), estos dos últimos del Valencia. La Selección turca de Sandro Puppo convirtió el único gol a los 31 minutos por Recep Adanır, mientras que los tantos locales fueron de Venancio, Gaínza, Miguel y Alsua

El segundo partido se realizó el 14 de marzo del mismo año en el estadio Midhat Pachá, de la ciudad de Estambul, donde los locales ganaron por 1-0. Los de Luna y Estrella y La Furia Roja salieron al campo de juego con un equipo casi distinto al anterior: solamente repitieron dos titulares respecto al último. En este, Ladislao Kubala, pudo jugar sin recibir ningún reclamo de la FIFA y el único gol fue convertido por Burhan a los 15 minutos.

El global señaló un empate entre ambas selecciones. Para ese entonces, en el reglamento no existía la diferencia de goles ni la definición por tanda de penales, por lo tanto se debió jugar un tercer encuentro en una cancha neutral el mismo mes para definir el ganador.

El choque decisivo se disputó el 17 de marzo en el Estadio Olímpico de Roma, Italia. Media hora antes del inicio, el máximo organismo del fútbol le envió un telegrama a la Federación Española detallando irregularidades de la situación legal del jugador húngaro Kubala, que anteriormente había sido perseguido por el régimen comunista impuesto en Hungría, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, cuya zona era controlada por la Unión Soviética. Por ende, debió exiliarse para poder sobrevivir, motivo por el cual recibió la inhabilitación por parte de la FIFA, luego de ser denunciado por su club para que no pudiera disputar otros partidos que no sean amistosos. Sin embargo, él ya había jugado en la Selección de Checoslovaquia durante 1948, y otros encuentros de titular con La Roja. Luego se supo que nunca existió dicho parte y se especuló que podría provenir de la Selección húngara o turca.

A pesar de este altercado, España salió con: Carmelo; Segarra, Biosca, Campanal; Mariano Gonzalvo, Puchades; José Luis Artetxe (debutante), Venancio, Adrián Escudero, Pérez y Gaínza (capitán). Turquía formó con: Turgay (capitán, sustituido a los 91’.Ingreso Şükrü); Rivdan, Çetin, Basri; Mustafa, Rober; Coşkun, Suat, Feridun, Burhan y Lefter. El resultado en los 90 minutos terminó 2-2, con goles de Artetxe a los 18’, Burhan 32’, Suat 65’ y Escudero 79’, sin embargo un gol de España (Venancio 37’) fue anulado. Se jugó un tiempo extra, con otra anulación de un gol español a los 96’, que le posibilitaba el pase a jugar el Mundial.

Con el empate parcial, se designó un sorteo el mismo día para definir el ganador, tal como decía el reglamento. Un joven de 14 años, Luigi Franco Gemma, fue el elegido por directivos italianos. El presidente de la Federación Española, Sancho Dávila, escribió en un pedazo de hoja Spagna (España en italiano). Sin embargo, el niño con los ojos vendados sacó de un jarrón el que decía Turquía, que se clasificó por primera vez en la Copa del Mundo de la FIFA.

Tras quedar eliminada y regresar al país, La Roja fue abucheada en el aeropuerto de Barajas. Según las citas procedentes del libro El fútbol durante la Guerra Civil y el franquismo, obra de Carlos Fernández Santander, Iribarren declaró: “El fútbol español ha perdido su furia”. Luego, Dávila hizo alusión de una teoría política sobre el sorteo: “Muchos países no simpatizan con nuestro régimen y deseaban favorecer a Turquía”.

La prensa deportiva nacional comenzó a sospechar del sorteo y dudó de la elección del Bambino Gemma. Además, se empezó a comentar la teoría de que la Federación Turca le entregó una medalla honorífica a Italia como agradecimiento y la presencia en su concentración, por pedido del propio cuerpo técnico, tras considerar como un amuleto al país de la península itálica. Sin embargo, su camino en la competencia fue corto: sufrió dos goleadas y fue eliminado en la fase de grupos.

España tampoco clasificó al Mundial de Suecia 1958 y en 1960, el dictador español Francisco Franco ordenó que la federación no se presente a disputar los cuartos de final de la primera Eurocopa de Naciones frente a la Unión Soviética. Recién en 1962 recuperaron su participación mundialista en Chile (eliminado en fase de grupos). Dos años más tarde, en 1964, ganaron la copa de Campeones de Europa, frente a la URSS en el Estadio Santiago Bernabéu. El fútbol les dio revancha.

¿Una patada puede llevarte de tu peor derrota a tu mejor victoria?

Por Tomás Dufurena

Suiza fue elegido como el anfitrión para albergar el Mundial de 1954. La competición volvió a disputarse en Europa después de la Segunda Guerra Mundial y la decisión se basó en que este este país era el que mejor infraestructura tenía en aquella época. También fue la primera vez que se televisaba el campeonato. Sin embargo todas las miradas se las llevó Basilea, la ciudad que fue testigo de una paliza histórica que es recordada hasta el día de hoy en los Mundiales. Era 20 de junio de 1954 se disputaba la segunda fecha del grupo B, quizás con el partido más duro y atractivo del Mundial hasta ese momento: Hungría y Alemania se verían las caras, en el estadio St. Jakob Park. Los 56.000 mil espectadores que había esa tarde de domingo quedaron impactados con la victoria de los húngaros por 8 a 3 ante los alemanes, aunque tal vez la sorpresa más grande fue la alineación del conjunto alemán que puso siete jugadores suplentes por orden de su entrenador, Sepp Herberger.

“Nos vimos obligados a perder deliberadamente con Hungría, para permitir que se clasificaran en primer lugar, ya que ellos habían ganado su primer partido por 9 a 0 ante Corea del Sur y nosotros evitamos de esta manera a los rivales sudamericanos. Tuvimos la autorización del presidente de la Federación Alemana para jugar contra los húngaros con siete suplentes”, reconoció años más tarde Herberger. Alemania venía de vencer por 4 a 1 a Turquía por la primera fecha de la Copa del Mundo. Se dice que equipo que gana no se toca, pero ese no fue el pensamiento del director técnico alemán, ya que puso un once en la cancha con siete variantes, y solo repitieron Posipal, Kohlmeyer, Eckel y Fritz Walter respecto al primer cotejo. Debido a la dura derrota, los alemanes tuvieron que jugar un partido desempate ante los turcos, nuevamente para ver quién pasaba a la siguiente ronda.

La humillante derrota de Alemania fue un terremoto en su país. Los hinchas y la prensa alemana mostraron su descontento con la decisión de Sepp, y el diario Der Spiegel tituló: “Llegó el momento de colgar al traidor Herberger de un manzano”. Sin embargo la idea del entrenador alemán tiempo después fue exitosa ya que se consagró campeón de dicho Mundial.

Al final del primer tiempo el marcador estaba 3 a 1 a favor del seleccionado húngaro, hasta el momento era de esperarse un resultado así. Ya en la segunda parte se completaron los goles restantes. Ante la lesión del mejor jugador de Hungría, Ferenc Puskas, Alemania intentó acercarse en el marcador anotando dos goles, pero no pudo debido a que enfrente tenía un equipo que funcionaba de maravilla. La Selección dirigida por Gusztav Sebes era una de las mejores del mundo, había revolucionado el fútbol de esa época, ya no se paraba más en la cancha con la famosa “W-M” (3-2-5) e implementó el 4-2-4, que cuatro años después también usaría el Brasil de Pelé.

Puskas era el mejor jugador de Hungría por lejos, pero en la segunda parte del partido ante los alemanes se lesionó, debido a una dura entrada por parte de Werner Liebrich. En una jugada aislada, el jugador alemán cae sobre el húngaro, que se dobla el tobillo. La torcedura fue grave ya que no pudo seguir en el terreno de juego y la recuperación le llevó varias semanas. “Fue el partido que más me pegaron. No es una excusa, pero no me recuperé de una lesión que me dejó al margen de los cuartos de final y de la semifinal”, expresó Ferenc. Por otro lado, el defensor de Alemania quedó en el ojo de la tormenta, fue criticado duramente por los periódicos de su país, la prensa no tuvo piedad, pedía que fuera expulsado de la Selección y que no lo convocaran más.

El crack húngaro que jugaba en el Budapest Honved FC, y por la lesión que sufrió frente a los alemanes, tuvo que perderse los partidos de cuartos de final ante Brasil y las semifinales frente a Uruguay ya que le demandó un par de semanas recuperarse. Sin embargo, Hungría llegó a la final y se enfrentó ante Alemania. Puskas jugó ante los alemanes, no llegó en buen estado, no estaba recuperado del todo pero era un partido que no se quería perder. “Mirando atrás, aquélla fue la patada que decidió el campeonato. Ferenc aseguró más adelante que la entrada había sido deliberada”, afirma el periodista Inglés Brian Glanville, en La Historia de la Copa Mundial.

Después de la humillante derrota, los alemanes se midieron ante Turquía, por el partido desempate para ver quien accedía a la próxima instancia del Mundial. Alemania vapuleó al seleccionado turco por 7 a 2,  y obtuvo el boleto a cuartos de final. En la siguiente instancia venció 2 a 0 a Yugoslavia y en semifinales a Austria por 6 a 1 y así obtuvo el pase a la gran final. La final se jugó el domingo 4 de julio, en Berna, con un clima espantoso debido a la cantidad de lluvia que cayó esa tarde en la capital de Suiza.

El encuentro lo comenzó ganando Hungría, a los seis minutos ya iban 2 a 0 pero los alemanes rápidamente pudieron descontar y a los 18 del primer tiempo llegaron al empate. Ya en la segunda parte, a los 84 minutos el delantero alemán Helmut Rahn fue el encargado de anotar el tercer gol para Alemania y así darle la victoria al equipo dirigido por Herberger. También fue la primer Copa del Mundo que obtuvo dicho país.

Con el paso del tiempo se puede decir que los alemanes sabían del poder de juego que tenía la Selección de Hungría, ya que el entrenador de Alemania había visto jugar a los húngaros frente a los ingleses un año antes en Wembley. Desde ese momento, Sepp sabía que integraría grupo B de la Copa del Mundo con ellos y solo podía ganarle a los dirigidos por Sebes si les embarraba la cancha, y eso fue lo que sucedió. Quizás la forma no fue la más adecuada, que era lesionar al mejor jugador en ese momento y sacarlo por completo del Mundial, pero sí resultó efectiva.

“Tu camiseta, un pedazo de alegría”

Por Carolina Ankia

Un nuevo proyecto se suma a las acciones solidarias que se están viendo en el transcurso de esta pandemia de coronavirus. Muchas personas se vieron conmovidas frente a esta situación sanitaria que trastocó la vida de todos y decidieron salir a ayudar a quienes más lo necesitan.

Club Media Agency se encarga de la generación de contenido, la planificación estratégica de redes sociales y el vínculo de los deportistas con marcas y medios. Más allá de tener esas funciones, la empresa lanzó una campaña denominada “Tu camiseta, un pedazo de alegría”, destinada a inyectar solidaridad y empatía entre médicos y pacientes.

Marianela Gotta, encargada de la planificación estratégica de las redes en la agencia, contó a El Equipo las finalidades del proyecto y cuáles son sus resultados parciales.

– ¿De qué se trata el proyecto?
– La idea es donar barbijos que nacen de remeras utilizadas por los deportistas en partidos importantes y que fueron recicladas para crearlos y por lo tanto son únicos. Serán enviados a hospitales y centros de asistencia de COVID-19 para que sean utilizados de forma decorativa sobre su uniforme de trabajo y generar empatía entre médicos y pacientes, y así poder llevar alegría a quienes más lo necesitan en este momento.

Se crean alrededor de 12 barbijos únicos por cada camiseta donada por jugadores.

– ¿Todos pueden ayudar o solo los futbolistas?

– A través de nuestras redes invitamos a jugadores de fútbol a que se sumen, pero la realidad es que nos llegaron mensajes de deportistas de otras disciplinas a los que les gustó la idea y nos pareció que estaba bueno que se sumaran. 

– ¿Cómo empezaron a contactarse con las personas para que puedan donar su camiseta? ¿A través de dónde lo hacen? 

– Arrancamos con los profesionales de la agencia y conocidos, y a partir de ellos se sumaron otros. El principal canal de contacto de la campaña es por medio nuestro perfil de instagram –@clubmediaagency-, aunque también nos han llegado propuestas a nuestro mail hello@clubmediaagency.com.

– ¿Cómo surgió la idea?
– Fue en una reunión virtual que tuvimos con el equipo, en la cual estábamos buscando una manera de contribuir con el COVID-19 involucrando a nuestros deportistas. Muchos los ven como héroes o alguien a quien admirar y queríamos llevar ese mismo sentimiento hacia los médicos, transmitiendo el apoyo hacia ellos, quienes son nuestros verdaderos héroes en este momento.

– ¿Y con qué resultados se encontraron?
– Nos encontramos con una muy buena recepción de la idea e incluso nos llegan muchos mensajes de médicos a los que les gustaría que les enviemos barbijos. Esas solicitudes las tomamos en cuenta y hacemos lo posible para hacérselos llegar a todos ellos. Son bienvenidos esos y todos los mensajes de aquellos que quieran ser parte del proyecto. Ya hay más de 16 jugadores que se sumaron. Se crearon alrededor de 12 barbijos únicos por camiseta y entre ellas están las de Adolfo Gaich (San Lorenzo), Eduardo Salvio (Boca) y Lucas Martínez Quarta (River). 

Gaich, Salvio y Martínez Quarta son algunos de los jugadores que donaron camisetas para sumarse a esta movida solidaria.

Foto principal: Juan José trabaja en el área de COVID del Hospital Eurnekian Ezeiza y recibió un tapabocas hecho con la camiseta que donó el arquero de Rosario Central Josué Ayala.

Lo que el virus se llevó

Por Carolina Ankia

La vida que el mundo llevaba hace unos meses no volverá a ser la misma, al menos hasta que aparezca una vacuna para prevenir el coronavirus. Habrá que adaptarse entonces a convivir con las nuevas medidas de seguridad e higiene para proteger la salud de todos.

Casi todos los sectores de la economía se vieron afectados por la pandemia y el rubro del fútbol no fue la excepción. Por ahora, en Argentina no hay una fecha que oficialice cuándo volverá a rodar la pelota, a diferencia de países como Alemania, España, Polonia y Dinamarca, entre otros, donde se reanudó la disputa de los torneos, aunque con una nueva normalidad, diferente a la que se veía hasta los primeros meses de 2020. Las tribunas se vaciaron por completo y las figuras de cartón se convirtieron en el nuevo público de los estadios. Y, hasta en algunos casos, los aficionados alentaron a sus equipos de manera virtual, a través de Zoom, una aplicación de videollamada cuyo uso explotó con la crisis sanitaria.

Ezequiel D’Angelo, jugador de Deportivo Morón, siente que va a ser “muy raro” este nuevo fútbol que se verá en lo inmediato. Para el volante “jugar sin público es como bailar sin música”, aunque sabe que habrá que acostumbrarse.

El quilmeño recuerda la última fecha que jugó a puertas cerradas, el 15 de marzo, contra San Martín de San Juan, y comenta que se sintió “extraño”, aunque “una vez dentro de la cancha, el fútbol recupera su normalidad, pero llegar al estadio y verlo vacío son imagenes muy fuertes”, explica. 

D’Angelo confiesa que le gusta jugar con gente en las tribunas, sentir la presión en los partidos, salir a la entrada en calor y que los hinchas lo alienten. Aunque también destaca el provecho que saca un equipo cuando va a un estadio visitante y los rivales lo insultan. Es “un condimento extra” que se siente, afirma antes de valorar el ruidoso apoyo de los hinchas de su equipo.

El mediocampista, que está pasando la cuarentena en la casa de sus papás y aprovecha el parque que tiene para entrenarse, admite que hay futbolistas que con el público se agrandan y se motivan más. “Es como que necesitan el cariño de la gente a su favor”, grafica. También remarca el aliento en las jugadas como “algo fundamental” y califica de “incomparable” el grito de “ole” que baja de las tribunas cuando el equipo se florea en el campo de juego.

 

El imaginario colectivo piensa que los más beneficiados con la nueva realidad van a ser los árbitros, ya que no van a tener la presión externa de las hinchadas locales y esta situación puede llevarlos a tomar mejores decisiones. “Pero habrá que tener más cuidado porque cuando le digas algo al referí, lo va a escuchar. Habrá que estar más moderados y ser precavidos con lo que manifestemos, ya que estaremos todos bajo la lupa”, señala.

El entrenador de Arsenal, Sergio Rondina, está de acuerdo con D’Angelo y opina en sintonía con el enganche del “Gallo” de Morón. “Se va a escuchar todo lo que uno diga. Habrá que ser más cautelosos y controlar un poco más los impulsos, aunque habrá veces en que no se pueda”, sostiene ´Huevo´.

El año pasado, Rondina consiguió el ascenso a la Primera División y siente que “hubiera sido horrible jugar sin público”. “No me lo imaginé y no me lo quiero imaginar. Por suerte se pudieron disputar los partidos y con los hinchas presentes. Estuvo muy lindo”, recuerda.

Yannick Sandler es Licenciado en Psicología y, después de haber estudiado en la Universidad de Buenos Aires (UBA), se especializó en la Asociación de Psicología del Deporte Argentina (APDA). Como estudioso del tema, enfatiza que la presencia o ausencia del público es difícil de generalizar en los jugadores como una entidad, debido a que cada uno vive una situación particular. “Depende mucho de la personalidad del jugador, de la historia y de las variables psicológicas: la motivación, la ansiedad, la confianza y la concentración, entre otras, y cómo tenga trabajadas cada una de ellas”, se explaya.

En ese sentido, explica que hay jugadores que le dan más importancia a la opinión pública y a los hinchas, mientras que a otros directamente no les influye. “Incide como una variable más, como también lo hace el clima, la cancha, el árbitro, los compañeros y el lugar de residencia”, asegura, con plena consciencia de que en el fútbol argentino el hincha y la gente tienen un valor particular. 

Mariano Jordan, más conocido por los fanáticos de San Lorenzo como “el gordo ventilador”, cuenta que extraña el fútbol desde el momento en que va a la cancha cantando canciones de su equipo en el colectivo hasta el instante en que se instala en el Nuevo Gasómetro y se dispone a ver el partido. El hincha define a los fanáticos como “el alma del deporte” y afirma que, en su opinión, no será fútbol lo que se verá, sino una modalidad virtual en la que se maneje a los humanos, como una suerte PlayStation. 

“De terror”. Con esa expresión, Jordan envuelve al “nuevo fútbol” que espera a los aficionados, aludiendo en ciertos aspectos a la Liga alemana. “Pretenden reemplazar la presencia humana con cartones o con robots diseñados para que canten las canciones y se paren en los goles. El fútbol es como un ritual, viaje-previa-cancha y todos unidos. Sin contar las relaciones sociales y amistades que te deja el deporte. Si nos quitan eso ya no veremos lo mismo, será otra cosa”, concluye.

 

Foto: El AGF Aarhus, equipo de Dinamarca, volvió después de dos meses a disputar partidos tras la pandemia de coronavirus. Los hinchas estuvieron presentes a través de Zoom y se crearon más de 500 reuniones.

Los mágicos botines alemanes

Por Agustín López Nicolas

Adolf Dassler, creador de la marca Adidas, con sus novedosas botas que poseían una nueva tecnología, sin precedentes en la historia del fútbol (foto), fue un protagonista inesperado en la definición de la Copa del Mundo de 1954, organizada en Suiza. Pero también tuvo un pequeño cómplice, la lluvia, que hizo del campo de juego un terreno embarrado y poco ortodoxo para disputar un encuentro de tal magnitud. Debido al mal estado, tanto del clima como del césped, la Selección alemana decidió poner a prueba los nuevos botines, con tapones de aluminio, nada más y nada menos, que en el partido más determinante de todos: la final contra la Hungría de Ferenc Puskás.

Al último partido del Mundial llegaron la Selección húngara, dirigida por Gusztáv Sebes, y Alemania, cuyo director técnico era Sepp Herberger, dos equipos que ya se habían enfrentado en la primera fase de la competencia. En el grupo B, los húngaros, que finalizaron primeros, vencieron 8 a 3 a los alemanes, que terminaron segundos. Hungría se perfilaba como el favorito para salir victorioso en la final, debido a que llegó al Mundial con un invicto de 33 partidos y porque obtuvo la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Helsinki, organizado en 1952.

En la final del Mundial, disputada el 4 de julio, en el Wankdorfstadion, ubicado en la ciudad de Berna, el inicio del partido, así como todo el encuentro, estuvo inundado por la lluvia, pero de todos modos, sería como aquel encuentro de la fase de grupos. En ocho minutos, Hungría, gracias a los goles de Puskás y Zoltán Czibor, ganaba 2 a 0, pero a los diez, Alemania empezaría a achicar la diferencia en el resultado, poniendo el marcador 2 a 1, con un gol de Max Molrock. Ocho minutos más tarde, Helmunt Rahn, quien ese día sería el héroe alemán, convirtió el tanto del empate.

Pasaban los minutos y el césped empezaba a embarrarse por la lluvia, y con el correr del partido, el terreno se transformó en un campo anegado, haciendo que los húngaros no pudieran desplegar su buen fútbol y, al mismo tiempo, dándole una pequeña ventaja a los alemanes, ya que poseían los botines con tapones altos de aluminio, creados por Adolf Dassler, que permitían tener una mejor firmeza, mientras que los magiares utilizaban botas con tacones de madera.

En el segundo tiempo y a falta de seis minutos para la finalización del encuentro, Helmunt Rahn convirtió el gol de la victoria, y, de esta manera, con un resultado final de 3 a 2, la Selección alemana ganó su primera Copa del Mundo, mientras que la mejor generación de la historia del fútbol de Hungría se quedó con las manos vacías.

La superioridad técnica que los magiares tenían sobre los teutones no se pudo reflejar durante todo el partido, debido al mal estado del campo de juego. Los alemanes, con Fritz Walter como capitán del equipo, utilizaron unos botines especiales y  pudieron sobreponerse ante la dificultad del campo de juego embarrado.

Todos conocen esa final como “El Milagro de Berna”, pero en ese encuentro, sucedió un hecho que, por muchas personas, fue pasado por alto. Allí fue la primera vez que la tecnología tuvo un papel decisivo en un partido de fútbol. Previo al comienzo de la contienda deportiva, los alemanes, tras ver el mal estado del clima y suponiendo que el campo de juego, tarde o temprano, se iba embarrar, decidieron utilizar los nuevos botines que inventó Adolf Dassler, creador de Adidas.

“En los años 50, Adidas desarrolló los primeros botines diseñados con suela de nylon, lo que generó un impacto inmediato y drástico en el ajuste y la sensación”, relata la marca de las tres tiras, en su página web oficial, y agrega: “Fueron años revolucionarios, que marcaron un antes y un después en la vestimenta y el calzado de los atletas de alto nivel.”

Las botas fueron creadas con un material más liviano, flexible y con tapones intercambiables. La Selección alemana podría modificar los botines en función del estado del terreno de juego. De esta manera, los jugadores iban a tener mucha más estabilidad y equilibrio, en condiciones de agua y barro, utilizando el tapón de aluminio largo, y apoyos más rápidos, en campos duros, mediante el tacón corto de madera.

Fue el propio Dassler quien intercambió los tapones de los botines de los alemanes, los ajustaba de la manera correcta para que no se perdieran durante el transcurso del partido. Los tapones permitían que el barro no se pegase a la suela y que los alemanes pudiesen arrancar a correr y detenerse de manera más eficiente que los húngaros.

En una entrevista, previo al Mundial del 2006, disputado en Alemania, Horst Eckel, mediocampista, que en aquel momento tenía 22 años, contó el beneficio que tuvieron por utilizar los botines de Adolf Dassler. “Tuvimos la ventaja de que podíamos cambiar los tacos con mayor rapidez”, y agregó: “Para un cambio de tacos necesitábamos de cinco a diez minutos, los demás, que tenían que clavar los nuevos y quitar los anteriores, necesitaban 20 minutos o media hora.”

Todo lo logrado por Alemania Occidental en la final del mundo, aparte de ser fruto del esfuerzo de los jugadores, por sobreponerse a los húngaros, también fue gracias a Adolf Dassler, a su invento, a los novedosas botines que, en un campo de juego pasado por agua,  les permitieron a los alemanes ganar su primer Mundial en la historia.

Los botines que terminaron siendo decisivos en aquel partido, también pudieron haber sido utilizadas por los magiares. Antes del encuentro, el dueño de la marca Adidas le había ofrecido a la Selección de Hungría jugar la final del Mundial, con los mismos botines que iban a utilizar los alemanes, pero la Federación húngara rechazó la oferta de Adolf Dassler, debido a que ya habían firmado un contrato exclusivo con un fabricante de su país.

Tras la creación de la marca Adidas y de estas peculiares botas, hay una historia de separación familiar y de discusiones que Adolf Dassler tuvo con su hermano, Rudolf. Ambos tenían una empresa de calzado en común, un negocio familiar, eran socios, pero la aparición de la Segunda Guerra Mundial los separó. Adolf Hitler había dispuesto que su negocio no fabricara más zapatillas y pantuflas, y que comiencen a producir chalecos, uniformes, tanques, balas y lanzamisiles, para utilizar en la guerra.

Ambos eran nazis, pero la guerra los llevó por distintos caminos. Rudolf entendió que debían dejar de producir zapatillas y se unió al ejército, pero Adolf se negó a hacerlo y dejó el negocio tal como estaba, fabricando calzado. A partir de ese entonces, la relación que tenían los hermanos cambió para siempre. Terminaron con su sociedad y ambos crearon sus propias empresas, Adolf fundó Adidas, la marca de las tres tiras, mientras que Rudolf creó Puma.

Luego de la consagración alemana, el calzado del mundo deportivo cambió para siempre, nunca volvió a ser el mismo. La tecnología tomó un papel determinante, casi tan importante como el talento de los deportistas.