Con el ceño fruncido, con su andar lento. A paso firme y con el único objetivo de llegar a la mitad de cancha y levantar los brazos, fiel a la historia y la mística del club. Así ingresaba Nicolás Tagliafico al campo de juego mientras portaba en su brazo izquierdo el brazalete que le indicaba a todo el mundo que era el capitán de Independiente.
Llegó al club en 2015 y, en tan solo dos años, se convirtió en líder y símbolo de un equipo que en el 2017 conquistó la Copa Sudamericana. Reunía todas las cualidades que un capitán aspira tener: compromiso, sacrificio y el afán por mantener una buena relación tanto entre el plantel y dirigentes como también con el público. Era el comunicador principal dentro del vestuario y fuera de la cancha, el que aconsejaba a los jóvenes del equipo y que demostró tener un grado de influencia que trascendió los límites del campo de juego.
Tagliafico siempre se preocupó e interesó por las glorias e ídolos del club y en 2017 participó de un homenaje a Ricardo Pavoni y Pepé Santoro, en el que, mediante un video, expresó un pedido para que dos tribunas del estadio Libertadores de América llevasen sus nombres.
Con el objetivo del saludo histórico quelas figuras llevaban a cabo antes de cada partido, Tagliafico entendió y sintió a la perfección lo que tenía que transmitirse en ese momento: “Acá está Independiente, vinimos a ganar”, le había contado Pavoni, el capitán de las épocas de gloria entre 1965 y 1976 y quien ganó nueve títulos internacionales en el club. Identificado con el puesto de lateral izquierdo, Pavoni sostiene que ser capitán no es sólo llevar la cinta.
Entrega, esfuerzo y sacrificio. Esas pueden ser las tres palabras para describirlo a la perfección, pero lo que generó en Independiente va más allá. Lejos de ser recordado por haber metido goles, ya que convirtió sólo 2 en 111 partidos, Taglia marcó la diferencia a la hora de pelear una pelota y nunca darla por perdida, hasta el punto de tirarse de cabeza hacia los pies del rival en el borde del área chica. Disputaba cada una como si fuera la última.
Con sus ojos posados en la carrera del lateral Philipp Lahm, Tagliafico supo cómo calzarse el equipo al hombro. Versátil cuando se lo necesitó, así como él describe al jugador alemán, el 3 del Rojo asumió el papel de segundo marcador central. A pesar de su 1.71 metros de altura, posee una cualidad extraordinaria en el juego aéreo y la capacidad de acomodar su cuerpo para complicarles la labor a los delanteros rivales.
Amante de la táctica y del buen fútbol como el de Pep Guardiola, analiza cada jugada e intenta entender el por qué de cada movimiento en la cancha. Durante su estadía en el club de Avellaneda adquirió la voz de mando que le hacía falta para ser el caudillo y acomodador de la defensa. Tiene la capacidad y la resistencia de pasar al ataque en cualquier momento y volver a acomodarse en su puesto rápidamente.
Fue la persona que logró unir a todo un plantel con un objetivo en común. Con la seriedad que se necesita para trabajar y la obsesión por el entrenamiento, demostró estar totalmente capacitado para el rol que se le dio en Independiente. Condujo al grupo desde el ejemplo y fue quien marcó las normas a respetar dentro del plantel.
Tagliafico marca, mete y se proyecta. Además, juega con el corazón y se comprometió al 100% con el club y con la rica historia de Independiente. Con la cabeza vendada, como una pequeña muestra de lo que es dentro de la cancha, levantó la Copa Sudamericana en el Maracaná ante Flamengo en 2017. Porque dejó el corazón en cada partido que disputó mientras la cinta de capitán le rodeaba el brazo será uno de los capitanes más recordados del Rey de Copas.
Un deportista invadido por la fama, asfixiado por el éxito y enojado con el ambiente del boxeo. Eso es Sergio Maravilla Martínez. De pelear por $10 para poder comprarse una botella de agua a ser un rockstar luego de ganarle a Julio Cesar Chavez JR aquel 15 de septiembre de 2012. Pero todo lo que sube, baja y aquí no hubo excepción. El argentino perdió con Miguel Ángel Cotto teniendo una floja pelea, pero se recupero y hoy en día es capaz de recordar ese duelo con optimismo y como un aprendizaje.
La noche del 7 de junio de 2014 no será una fecha más en la carrera de Maravilla Martínez, que expuso su cinturón de peso mediano ante el experimentado Miguel Ángel Cotto. Sin embargo, al argentino no se lo notó en sus mejores condiciones físicas, y su rival, oriundo de Puerto Rico, fue consagrado por Knock Out Técnico. A pesar de ello, Sergio intenta rescatar lo positivo y analizar los aspectos negativos de ese combate: “Tuve entrenamiento, pero me faltó preparación. Cuando él me pegaba, me caía, eso significa que algo falló. Hubo una ausencia de trabajo de sparring, porque sufrí una lesión de desprendimiento de riñón, quede arruinado”, reflexionó.
No fue ninguna sorpresa la dura derrota sufrida en el icónico Madison Square Garden, pero hoy en día, más de cuatro años después, el boxeador argentino acepa que fue una decisión errónea presentarse al cuadrilátero: “No fue adecuado que yo estuviera en el ring. Fue un error mío, fui cabeza dura, y en este deporte no se puede ser así. A Cotto lo tenía entre ceja y ceja y en el boxeo el que se enoja, pierde. Mordí mi propio palito”, asegura y agrega que su cuerpo le pedía que diera un paso atrás.
Maravilla siempre rescató como algo positivo del boxeo la soledad que hay arriba del ring, pero confiesa que ese día necesitó compañía: “Cuando Cotto me pegaba, por dentro quería que alguien entrara a ayudarme, pero entendí que estando solo conocés tu interior, y eso te permite crecer teniendo un panorama más claro de lo que podés hacer”.
A su vez, el quilmeño remarca que una de las cosas que más rescata de esa derrota es poder saber quiénes están en las buenas y en las malas y confiesa que que el día que le ganó a Chávez tenía más de 1000 mensajes y llamados y cuando perdió con Cotto tenía cuatro, de los cuales tres eran de su madre. “Está buenísimo que pase eso porque cuando ocurre nos miramos a los ojos y entendemos quiénes están con nosotros. Eso un joven boxeador tiene que saberlo desde un principio y no confiar en el primero que se le acerca”, cierra.
Pekín, China, 13 de septiembre de 2019. Argentina da otra sorpresa en el Mundial de básquet al vencer a Francia por 80-66. En el vestuario argentino todos cantan y saltan, hasta que ingresa él, a su ritmo, con su pelo recortado que le resta años, sus 2.06 metros de altura y su físico, ahora con más músculo (en los últimos años tonificó mucho su cuerpo). Saluda a todos, uno por uno, y sus compañeros comienzan a gritarle “MVP”. Él se ríe y responde: “MVP… Más Viejo Player”.
Luis Scola es así, serio, de pocas palabras y dice lo justo y necesario. A veces parece que le escapa a las cámaras: es que habla en la cancha y con los hechos. Tal es así que nunca faltó a un partido con la Selección. Adrián Amasino, su primer entrenador de mini básquet en el Club Ciudad, aseguró: “Siempre fue un pibe que nunca faltaba a un entrenamiento y se venía desde El Palomar. Eso lo fue formando. Se quedaba a entrenar en su categoría y en la siguiente”. Para Amasino sigue siendo Luisito, por más que tenga 40 años.
Siempre se manejó de la misma forma: respetuoso, autoexigente en los entrenamientos y líder desde el ejemplo. Como cuando aún era mini y sus compañeritos lo seguían por su altura -a los diez años medía 1.80-, aunque también lo respetaban por lo que hacía dentro de la cancha: ya desde pequeño asomaba un líder. Tanto es así, que su nuevo equipo, el Pallacanestro Varese, lo presentó como “Il General”.
Todos coinciden en que siempre fue un trabajador del básquet y todo lo que consiguió en su carrera es gracias a eso. Si de pequeño se quedaba a entrenar con las categorías más grandes, de mayor es siempre el primero en llegar a las prácticas y el último en irse, como cuentan Mario Mouche (preparador físico de la Selección 2000-2004) y Germán Beder (exprensa de la Confederación Argentina de Básquet).
Scola es un capitán que predica con el ejemplo y marca las pautas de disciplina en los entrenamientos para los más jóvenes, a quienes les trasmite su filosofía de trabajo. Luego, fuera de las prácticas es uno más. Beder asevera: “Este legado es tan importante como lo que construyó a nivel resultados”.
Scola ha llegado a viajar 48 horas para jugar un partido de eliminatorias solo por amor a la camiseta argentina, que “es la que nunca cambia”. Mouche cuenta una anécdota que ratifica su compromiso con la Selección desde joven. En 2001, tras jugar un torneo juvenil en Japón, viajó hasta Neuquén para disputar el Pre Mundial con la Selección mayor. Así como se bajó del avión, se cambió y jugó.
A él no le interesa ser Luis Scola, no tiene portación de cara. Siempre está bien predispuesto para los entrenamientos, totalmente autoexigente y absolutamente honesto consigo mismo y su juego. Su exigencia quedó demostrada cuando estuvo entrenándose solo, en su campo de Castelli, previo a los Juegos Panamericanos de Lima y el Mundial de China 2019. Se entrenó al mejor estilo Rocky. Su papá, Mario, le contó a Infobae que Luis se levantaba a las 7 de la mañana a correr con un frío terrible y entrenaba durante todo el día.
Nadie habla mal de Scola. Todos lo definen como un tipazo, desde chiquito. Amasino se emociona y cuenta que Luisito era una miniatura de lo que es ahora, que nunca cambió. Algo que también sostiene Mouche es que: “Es callado y respetuoso, pero callado en el sentido del trabajo, ya de chico era así”.
Un tipo humilde, ameno, cercanoy sobre todo muy generoso. No solo es así con sus compañeros o técnicos, sino con todos, desde el primero hasta el último integrante de la delegación.
Beder recuerda el día que Scola le aseguró a Sergio Hernández, entrenador de la Selección, que el equipo podía estar entre los mejores cuatro del Mundial 2019. Lo trataron de loco, pero sabía lo que decía. Diría el refrán: “Más sabe el diablo por viejo que por diablo”.
El Palacio de Auburn Hills, que supo ser la casa de los Detroit Pistons durante 29 años, fue demolido el sábado 11 de julio en la ciudad de Michigan, lugar donde la franquicia tuvo sus mejores años en la NBA, que incluyeron cuatro finales y tres campeonatos, dos de ellos seguidos.
Desde 1988 hasta 2017, el Palacio albergó a los mejores Pistons de la historia, los famosos “Bad Boys” liderados por Isiah Thomas, Bill Laimbeer y Dennis Rodman, que fueron la pesadilla de Michael Jordan en los inicios de su carrera y de casi todos los equipos de la liga. Con un juego muy físico y sin dejar de lado el talento, ganaron dos títulos consecutivos en las temporadas 1988/89 y 1989/90, en los que arrollaron a los Chicago Bulls de Jordan. Catorce años después, comandados por Richard Hamilton, Chauncey Billups y Ben Wallace, lograron su tercer y último campeonato, al derrotar en 2004 a Los Ángeles Lakers de Kobe Bryant, Shaquille O’Neal, Karl Malone y Gary Payton. Al año siguiente, también llegaron a las finales, pero no pudieron contra el San Antonio Spurs de Manu Ginóbili, que promedió 18,7 puntos, 5,9 rebotes y 4 asistencias en la serie a siete juegos.
Para Jordan fue casi un sitio maldito. 19 derrotas y 12 triunfos obtuvo quien es considerado como el mejor basquetbolista de todos los tiempos. El récord perdedor en Auburn Hills del emblemático número 23 fue incluso mucho peor antes del retiro de su archienemigo Isiah Thomas, base de los Pistons: 15 caídas y apenas 6 victorias.
Pero el mítico Palace of Auburn Hills no solo sería recordado por los Chicos Malos y su intenso juego durante la década de los ‘90, sino que también fue considerado el estadio más grande del básquetbol profesional, con capacidad para 23 mil personas. Hoy ese mérito lo tiene el United Center de los Bulls, con 21.711 asientos.
El edificio, además, supo ser sede de los tres campeonatos de WNBAque ganó DetroitShocken 2003, 2006 y 2008, franquicia que se trasladaría a Tulsa, Oklahoma, en 2010. Al igual que el cuadro femenino, los Pistons cambiaron de aires en 2017 como consecuencia de la renovada estrategia de marketing comandada por la nueva gerencia del equipo, que compró la franquicia en 2011 y quería un estadio más cercano al centro de la ciudad para “renovar” su público. Auburn Hills, una ciudad de menos de 30 mil habitantes, está a casi 40 kilómetros de Detroit, poblado por 4 millones de personas. Por ende, se mudaron a un pabellón de usos múltiples: el Little Ceasers Arena, con capacidad para 20.332 espectadores.
“The Malice at the Palace”: la pelea más recordada en la historia de la NBA
El Palacio no solo fue testigo de históricos equipos, hazañas y campeonatos, sino que también vivió una de las peleas más dramáticas en la NBA: el 19 de noviembre de 2004, Detroit recibía a los Indiana Pacers en un partido de fase regular. Con un 92-87 en el marcador a favor de los Pacers, se dio una confrontación entre jugadores de ambos equipos a 46 segundos de que concluyera el encuentro. Con el ambiente “caldeado”, Ron Artest (por aquel entonces un chico malo y rudo del juego, previo a cambiarse su nombre por Metta World Peace) provocó a la hinchada local, la cual respondió con insultos e incluso lanzaron objetos, hasta que un vaso con bebida impactó en el rostro del alero de Indiana y allí comenzó la batalla campal entre jugadores y aficionados.
El narrador Mark Boyle fue uno de los más afectados de aquella pelea que se produjo cerca de la mesa de anotación, al terminar con cinco vértebras rotas. “Mi esposa me dijo que si hubiera podido evitar que Ronnie fuera a las gradas, nada de eso hubiera sucedido”, recordó con humor el periodista que aquella noche le tocó ser la voz de los Pacers a través de un programa radial.
Otro que reveló las internas de esa bochornosa pelea fue el alero de los Pacers, Stephen Jackson: “Después de todos los insultos racistas que escuché, las palabras sobre mi madre, mi manera de jugar y mis hijos, después de todo eso, no le voy a engañar a nadie que me sentí bien al golpear a los aficionados”, admitió.
Las consecuencias fueron, hasta ahora, las más altas en la historia del deporte profesional estadounidense: nueve jugadores fueron sancionados con un total de 146 partidos y las multas ascendieron a 11 millones de dólares para las franquicias. Cuatro jugadores, todos ellos de los Pacers, fueron acusados de asalto y agresión, por lo que recibieron una multa económica más un año de servicios comunitarios. Por otro lado, a cinco fanáticos de los Pistons, entre los que se encontraba John Green, que era quien había lanzado el vaso, se les prohibió la entrada al Palacio de por vida. Este suceso hizo que la NBA incrementase fuerte medidas de seguridad entre jugadores y público, y limitase la venta de alcohol en los pabellones a 71 centilitros.
Once años después de aquel memorable enfrentamiento, 72 partidos suspendidos y una multa de cinco millones de dólares, World Peace admitió haber atravesado una profunda depresión que estuvo a punto de llevarlo al retiro del básquetbol: “Me costó mucho tiempo recuperarme. Tras la pelea entré en una gran depresión. Estaba en un buen momento de mi carrera. Había sido All-Star el año anterior y probablemente podría haberlo sido un par de años más. Antes del incidente pesaba unos 110 kilos y estaba en una gran forma. Después de la pelea subí de peso rápidamente hasta los 125 kilos. Pensé seriamente en la retirada”, comentó.
Con todo, son más los buenos que los malos momentos acontecidos dentro de las paredes que han sido derribadas en Michigan. Si bien el Palacio desapareció del mapa, no lo hará de la memoria de los aficionados de una franquicia con un rumbo más difuso y alejada de los grandes tiempos de antaño.
Los encargados de realizar esta implosión controlada utilizaron casi 400 kilos de material explosivo para tirar abajo lo que quedaba de la estructura del estadio: tan solo el techo y las 22 columnas que lo sostenían. La historia de los Pistons se esfumó en segundos, mientras que cientos de personas se reunieron en los alrededores y, desde una distancia prudencial, pudieron presenciar el derrumbe, donde se llevará a cabo un emprendimiento inmobiliario a corto plazo por parte del dueño del equipo, Tom Gores.
La gimnasia artística es un deporte en el que Estados Unidos se destaca a la hora de las competencias debido a sus “técnicas” de enseñanza que han formado a atletas que quedarán en la historia a nivel mundial.
Colchonetas, barras, cintas en el pelo, atuendos asombrosos, saltos que parecen que se hacen en cámara lenta y brillos en la cara, eso es todo lo que ves en este deporte. Es una disciplina tan fina y delicada que resulta casi imposible poder relacionarla con la violencia. Sin embargo, el documental de Netflix Atleta A muestra cómo hace muy poco tiempo salió a la luz una verdad que fue ocultada por varios años.
En 1997 apareció la primera denuncia que comenzó a manchar el perfecto historial de Larry Nassar, ex médico de USA Gymnastics(USAC). Lamentablemente, al no tener las pruebas necesarias la acusación terminó en el tacho de basura.
La imagen de Nassar era ejemplar. A los 15 años colaboraba en el equipo de su instituto y era la persona en la que más confiaban las atletas. Larry trabajaba junto a Béla y Martha Károly, entrenadores de gimnasia, en el “Rancho Károly” donde preparaban a las mejores deportistas para que puedan llegar a ser parte del equipo nacional de Estados Unidos.
Los preparadores, nacidos en Rumania, tenían un criterio bastante retrógrado y hasta torturador a la hora de instruir. Creían que las jóvenes aprendían más cuando ellos actuaban de forma violenta. Si aumentaban de peso las catalogaban como “vacas asquerosas” y si alguna rutina o ejercicio les salía mal, recurrían a abofetearlas. Su justificación era que con ese método habían formado a gimnastas como Nadia Comăneci, ganadora del oro olímpico en cinco ocasiones representando a Rumania.
Las chicas, luego de los retos y maltratos que recibían de parte de los Károlys, salían corriendo a Larry quien les daba caramelos a escondidas y las contenía. De esta forma, logró construir una personalidad a la cual las jóvenes no le temían. Es más, lo veían como un amigo, el único del rancho a quien podían acudir.
Esta “pantalla” duró hasta 2015 cuando Maggie Nichols, gimnasta que iba al campamento, notó que Nassar se estaba aprovechando de ella en una sesión y comenzó a tocarla sin su consentimiento. “¿A ti también te hace esto?”, es la pregunta que le hacía Nichols a sus compañeras. Lo llamativo es que la gran mayoría respondía “sí”.
La madre de Maggie reportó lo que había pasado ante Steve Penny, en ese entonces presidente de la USAG. Penny respondió que no era necesario llamar al FBI dado a que ellos mismos se harían cargo. Pasaban los meses y Nassar no había recibido ninguna denuncia y seguía estando en contacto con las chicas. La única perjudicada fue Nichols, quien de manera injusta no fue seleccionada para ir a os Juegos Olímpicos de Río 2016.
IndyStar, un periódico de Indianápolis, fue el que reveló todo lo que USAG ocultó y recopiló el material suficiente para que se iniciara una investigación penal. Luego de publicar la primera nota sobre el caso de 1997, Reachel Denhollander, abogada y ex gimnasta, declaró que fue víctima de Nassar y accedió a acusarlo públicamente.
El teléfono de las oficinas de IndyStar explotaban todas las mañanas luego de que Reachel contara su historia. Muchas mujeres relataban la misma situación que ella y el impacto era cada vez más grande.
Finalmente, Larry fue condenado en diciembre del 2017 a 60 años por tener pornografía infantil y por reconocerse culpable de diez cargos por agresión sexual. En enero de 2018, se lo sentenció a otros 40 a 175 años de prisión. A raíz de la investigación, se dio a conocer que Nassar abusó de más de 140 adolescentes.
Actualmente, las víctimas presentaron, el lunes 15 de junio de este año, una demanda formal contra el Comité Olímpico y Paralímpico de Estados Unidos por encubrir los crímenes del ex medico. Entre ellas firmaron la mega estrella Simone Biles, Jessica Howard, que formó parte del equipo olímpico de Sydney 2000, Jamie Dantzscher y Jennifer Sey, campeona nacional de 1986.
El pueblo de Colón, en la provincia de Entre Ríos, lo ayudó cada vez que la asistencia estatal o privada no llegaba. Gracias a ellos, logró la clasificación a los Juegos Paralímpicos de Atenas 2004. Allí, en la meca del deporte olímpico, ganó la primera medalla que consiguió el país en ciclismo adaptado en toda la historia de la competencia y es el único deportista argentino que ha ganado preseas en esa disciplina para personas con alguna discapacidad.
Rodrigo López nació el 3 de enero de 1979 y, desde chico, siempre tuvo un amor profundo hacia el ciclismo. “La bicicleta está en mi sangre. Ya a los ocho meses, mi papá me llevaba en una sillita de madera que había puesto en el caño de la bicicleta”, recuerda el deportista sobre sus comienzos muy tempranos en la disciplina. Al año, ya le habían regalado una bicicleta con ruedas para que empezara a andar por su cuenta.
En esa época, llegó a decirle a sus abuelos que iba a ser campeón del mundo. Unas décadas más tarde, sería tetracampeón. Sin embargo, su vida cambió para siempre tras cumplir su primer lustro de edad. “De una noche a la mañana perdí todo movimiento y gestos. Solo funcionaba mi cerebro”, cuenta el entrerriano sobre ese momento. Tras sentirse mal, su madre Liliana lo llevó de inmediato al hospital. En tres horas quedó en estado vegetativo. Recién salió de ese cuadro dos meses después. Había sufrido una encefalitis herpética que le produjo parálisis cerebral. Lo que siguió, continúa hasta el presente con problemas en el habla, la audición y la motricidad fina.
“Fue un proceso largo hasta ahora porque no me recuperé al 100 por ciento. Fue difícil, con muchas renuncias. Tuve que aprender de cero todo de nuevo. Hasta las cosas más básicas que se logran a los meses de haber nacido: caminar, hablar y los movimientos. Lo más difícil fue que mi cerebro no reconocía el cambio, sería algo así como hacer andar un motor V8 en un Fiat 600”, explicó acerca de su recuperación.
Tras ese suceso, su familia no dejó de alimentar ese deseo de la infancia. Su tía le regaló una bicicleta tipo aurorita cuando salió del centro de salud. Después, llegó una BMX y, con el paso de los años, andar en ese medio volvió a ser su actividad principal, pero no dejaba de ser una ocupación secundaria, debido a que la escuela se llevaba mucho espacio de su tiempo. Recién a los 15 años, empezó a dedicarse profesionalmente al “hobbie” que lo guiaría por el resto de su vida.
Ya con gran parte de sus habilidades recuperadas, compitió por primera vez en una carrera de Mountain Bike en su ciudad. En pleno auge de esa disciplina, el anuncio llegó a sus oídos de pura casualidad y, a pesar que no lo dejaban practicar la disciplina porque la consideraban “muy peligrosa”, no dejó que ni siquiera su papá Juan Carlos impidiese la chance de competir frente a deportistas sin discapacidades. “Esa carrera se hacía para beneficio de una sede barrial, era en un descampado y me escapé para poder correr. Si bien mi mamá sabía que ya me había inscripto, mi padre no. Entonces me fui antes y después llegaron mis padres. Él no me pudo decir nada porque ya estaba en la línea de largada. Esa vez terminé 2° y el trofeo era un llavero de goma”, recuerda López sobre esa primera vez en 1994.
En ese año arrancó la parte más dura de practicar un deporte con nula visibilidad en la Argentina. “No existía. Sin soberbia diría que soy el pionero, que fui el primero en salir y tener que demostrar con logros para que se reconociera”, explica el integrante de la Selección Nacional sobre el crecimiento que tuvo el deporte paralímpico en los últimos años.
El atleta empezó a entrenarse con deportistas que no sufrían de ninguna discapacidad. Eso cambió cuando leyó en una revista de ciclismo que se iban a juntar unos chicos en el Parque Belgrano de Buenos Aires para realizar una carrera. “Tenían discapacidades de todo tipo: intelectual, física, ciegos y con parálisis cerebral. Ahí empecé a investigar sobre estos temas porque en ese momento era solo una competencia común”, cuenta López.
En 1999, se había desarrollado el primer campeonato argentino de ciclismo adaptado, pero eso no era suficiente para él y fue así como descubrió por internet el torneo de Tomelloso-La Mancha, ciudades de España, que se iba a disputar durante el 2001. Sí, el mismo año de una de las peores crisis que tuvo la Argentina en décadas. Con cuasimonedas mediante -en Entre Ríos predominaba el Federal, una moneda que llegó a valer entre un 60 y 70 por ciento menos que el peso-, la situación económica hacía imposible comprar divisas para costear ese viaje.
A pesar de la asistencia estatal dada por el Municipio de Colón y lo que destinaba la provincia a la práctica del deporte, esa colaboración no alcanzaba. La ayuda privada fue la primera en buscarse, pero los empresarios “se hicieron los sordos” y agregó: “Fui durante 20 días seguidos a grandes empresas de nivel nacional, pero nunca me podían atender”. Allí aparecieron, por primera vez, sus vecinos. Los mismos que volverían a decir presente pocos años después.
“No me gustaba pedir ayuda al pueblo, pero gracias a esa colaboración se pudo juntar lo que se necesitaba. Vendieron pollos, rifas, recibí diversas donaciones. Hicieron de todo. Hasta tengo el recuerdo que un nene de 6 o 7 años tocó el timbre de casa a la noche y me dejó una moneda de 25 centavos, dio lo que tenía”, explica López sobre el camino que debió recorrer para pisar suelo español debido a la ayuda vecinal, la colaboración de una empresa láctea zonal que donó unas botellas de leche chocolatada para que las venda y de diferentes instituciones deportivas que organizaban partidos de fútbol y donaban lo recaudado para el viaje. Ya en Europa, se sorprendió de su propio nivel. La confianza de sus vecinos fue ofrendada ganando una medalla de oro y otra de plata.
-¿Qué sensaciones te atravesaron tras ganar el oro?
-Fueron muchas ya que fue mi primera medalla internacional. Yo me había preparado, pero no sabía que estaba a un buen nivel. Me sentí conforme y muy feliz de pensar en el trabajo de mi gente y que pude compensarlo un poco. Mis logros no los tomo como propios, son de todos, entonces cada vez que gano me siento feliz. Mi pueblo está presente y ver la bandera en lo alto es un orgullo muy grande.
-No sabías que estabas en un buen nivel al momento de ganar la medalla de oro, ¿cuándo tomaste conciencia que podías ganarla?
-La verdad no tenía ni idea donde estaba parado, no solo físicamente, sino mecánicamente. Sabía que esta última no estaba muy bien, pero no me importó. En realidad, nunca tuve conciencia de que podía ganarla. Fui sin importar lo que venía, y como era una prueba de tiempo, hasta que no termina todo nunca sabés.
A los pocos meses, los vecinos aparecieron de vuelta para volver a alimentar un sueño que no paraba de crecer en momentos que la Argentina afrontaba las consecuencias de la crisis económica que derivó en la cesación de pagos y la revuelta popular del 2001. El gran objetivo era disputar un torneo en Estados Unidos clasificatorio a los Juegos Paralímpicos de Atenas 2004.
“Ahí fue durísimo. No por la carrera en sí, sino por los altos costos. El pasaje a Estados Unidos, la estadía era en Nueva York, y el hotel que escogió la organización era el Brooklyn Bridge Hotel by Marriott. Ahí comí los fideos más caros de mi vida: 35 dólares el plato. Yo hacía las dos comidas y mi papá sólo una porque eran una locura los precios. Volví a traer dos medallas y allí logré la clasificación para Atenas”, rememora sobre el segundo y tercer lugar que obtuvo en ese certamen. La meta estaba cumplida, pero faltaba la frutilla del postre.
-Ganaste la medalla de bronce en ruta a contrarreloj en Atenas 2004, ¿qué significó ese logro?
-No hay palabras. Eran mis primeros Juegos y, en la cuna del deporte, fue algo inmenso. Lo más emocionante fue el recibimiento de mi pueblo. Todos salieron a las calles a esperarme. Fue tremenda la emoción y pude devolver un poquito de lo que hizo mi pueblo para que llegue.
Tras lograr la presea, los éxitos continuaron en la carrera del ciclista que había sido medalla del mismo metal en el Mundial de la categoría celebrado un año antes. En 2006, repitió el logro en el certamen realizado en Suiza. En los Juegos de Beijing 2008 ganó tres diplomas paralímpicos gracias a su labor en diferentes pruebas de pista, ruta y contrarreloj.
En 2009 se daría uno de los mayores hitos que tuvo la historia del deporte argentino con la creación del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (ENARD). “Fue el salto más grande que dio el deporte argentino”, señaló quien integra la Federación Argentina de Ciclismo de Pista y Ruta (FACPyR). Pero este logro no dio suficiente visibilización a la sociedad con la meta que mirase de otra forma a las personas con alguna discapacidad.
-A nivel sociedad, ¿dejó de ser un tabú hablar de discapacidad?
-Sí, dejó de ser un tabú, pero muchas veces se nos ignora.
-¿En qué acciones lo ves?
-No se ponen en nuestro lugar, lo principal son las barreras edilicias, no son las rampas ni la accesibilidad en los bancos para la gente en sillas de ruedas. Todo está por encima de sus cabezas. Los ciegos luchan con veredas destruidas. Todo el mundo está apurado y muchos de nosotros somos más lentos para hablar, para caminar. No nos tienen paciencia. A veces te hablan a los gritos y con un tono aniñado o si estás acompañado de alguien le preguntan a tu acompañante ´¿me entiende, comprende lo que le digo?´ Como que no estuviéramos presentes. Lo noto y me doy cuenta… A veces también falta cultura en la sociedad. No saben cómo tratarnos, no nos toman como algo natural, y no saben para donde agarrar. O simplemente cierran la persiana. Por ejemplo, en mi caso, que soy medio sordo, me ha pasado cuando voy en la calle y me preguntan una cosa, yo no voy atento y le preguntó ´¿Cómo?´ Y me dicen ´nada nada…´ o supongamos que entendí mal y no te vuelven a preguntar. Agarran y se van. Por eso yo trato de esquivar, no hago casi contacto visual.
A pesar que lo dice entre risas, también hay un dejo de realidad en estas situaciones que atraviesan las personas que sufren algún tipo de discapacidad. Esto también ocurre a la hora de buscar sponsors que ayuden en los viajes.
-¿Esa ignorancia es un obstáculo a la hora de hacer conocido al deporte paralímpico?
-En el deporte paralímpico, sí. Algunos tienen más suerte que otros. Por ejemplo, en las publicidades ¿cuántos deportistas convencionales aparecen y cuantos paralímpicos? Creo que casi ninguno a pesar de que los paralímpicos son los que más medallas traen. Pero por ejemplo un rival mío, un alemán top tiene de sponsor a Adidas y Audi, tiene 5 o 6 bicicletas de una marca top y otras publicidades. También hay otros que los veo en publicidades de ropa, entonces la gente los ve y los conoce. En Europa es distinto. Acá el 90% de la propaganda es fútbol, en resumen lo que se vende y, como los paralímpicos no vendemos o no somos modelos con el súper físico, no hay plata. La única forma de ser conocido es mediante publicidad o prensa.
Si la exposición en el 2020 aún es complicada, habría que remontarse al 2011 e imaginarse los recursos económicos que necesitó Rodrigo López para viajar al Mundial de la categoría celebrado en Italia. A pesar de todos esos obstáculos, el año mencionado fue uno de los más importantes de su carrera. Allí cumplió la promesa dicha a sus abuelos siendo campeón en pista en el certamen disputado en Montichiari. Repitió el logro en Los Ángeles 2012 y Aguas Calientes 2014, este último haciendo doblete con pista y persecución individual. Ese gran momento se complementó con la medalla de bronce lograda en los Juegos Paralímpicos de Londres 2012 bajo la modalidad de persecución.
-Tu sueño era ser campeón del mundo y lo conseguiste en cuatro ocasiones consecutivas. ¿Cómo renovás la motivación año tras año?
-Con todo lo que te conté antes, por mi pueblo, por ese pibe que me dio sus 25 centavos y por los que nunca pudieron llegar. Ya entré en las cuatro décadas, pero no importa, pienso llegar a las cinco décadas.
Ese 2014 quedará para el recuerdo del deportista. Su pueblo se emocionó con él, lo apoyó desde sus comienzos y lo recibió de manera triunfal tras el bronce obtenido en Grecia. Diez años más tarde, el Honorable Concejo Deliberante de Colón le hizo un homenaje a su trayectoria con uno de los títulos más importantes de la ciudad.
-¿Qué te causó ser elegido ciudadano ilustre?
-Muy, muy emocionado de que mi pueblo me haya dado ese “título”. Nunca me lo esperé, porque jamás pensé en recibir nada. Ya me habían dado tanto. Solamente lo que hice y hago es para agradecer y eso fue lo máximo.
Además, el ciclista dueño de un récord mundial en el último campeonato del mundo que ganó en Perú fue elegido por el Comité Paralímpico Argentino para que sea el abanderado del país en los Juegos Parapanamericanos de Toronto 2015. “Fue una alegría inmensa. No hay palabras para explicar lo que sentí de portar la bandera en un evento tan importante. ¡Mi bandera! Siempre fui medio patriota y me gustaba llevar la bandera, pasa que en la escuela era medio vago con el estudio y solo la podían llevar los mejores promedios. Por eso se me cumplió un sueño, me faltaría hacerlo en un Paralímpico”, sueña el deportista que, producto de la cuarentena, hace sonar el Himno Nacional en la puerta de su casa a las nueve de la noche en punto. A la misma hora que suenan los aplausos al personal de la salud, esa melodía dice presente en cada casa de Colón y hace más llevadero el confinamiento.
Pero el ganador de un diploma olímpico en los últimos Juegos de Río 2016 en categoría pista deberá esperar unos meses más para saber si se cumplirá su deseo en Tokio 2020. La pandemia por el Coronavirus obligó a suspender los Juegos Paralímpicos al 2021 y allí se verá quiénes portarán la bandera de cada país. Eso sí, uno de los becados del ENARD descarta que, con 41 años, esté a las puertas de su último JJ.PP.
-¿Te afectó de alguna manera la suspensión de los Juegos Paralímpicos? ¿Este sería el último o querés competir en París?
-No me afectó la suspensión. Es más, cuando vi cómo había progresado el tema, tuve un poco de miedo e incertidumbre. Quería que se suspendieran. Tal vez, si no se hubieran suspendido, no sé si hubiera participado un 50%. No es por lo deportivo, sino por mi salud que es mucho más valiosa que cualquier otra cosa. Además, yo sé lo que es tener un virus, estar medio aislado, entubado, no saber exactamente qué es, ni qué fue. Muchos países como Australia, Gran Bretaña, Estados Unidos se habían bajado y no iban a estar. Entonces… ¿de qué sirve ir a unos Juegos que van pocos? En mi caso no lo encontraba bien, ni honesto. Ni me puse a pensar en mi retiro o cuándo serán mis últimos Juegos. Es más, tengo rivales de 53 y 55 años.
-¿Cómo te estás entrenando desde tu casa?
-Lo hago de varias formas. Tengo una plataforma que es un juego virtual e interactivo de ciclismo, en el cual se entrena y se compite a tiempo real, muy similar a la realidad. Hay profesionales de todo el mundo que se entrenan y compiten. No es tipo Playstation, tenés que poner todos tus datos y hasta antropológicos inclusive. Si se dan cuenta que hacés trampa te descalifican, en resumen, entreno casi como antes del Covid-19.
En el día a día, su discapacidad no lo mantiene a maltraer ya que no lo aqueja mucho en las cuestiones cotidianas, pero manifiesta: “En algunas cosas manuales soy muy lento. Lo que sí a veces me afecta y me cuesta es interactuar con la gente por la discapacidad auditiva, no discrimino sonidos y tengo miedo de contestar cualquier cosa”. Esto produce que cada clase que da ante sus alumnos de ciclismo interior deba prepararla por un tiempo mayor que el resto.
“Estudio la música antes porque, como no escucho bien, memorizo el tema así se dónde aplicar el trabajo”, explica sobre su labor como maestro en esta actividad física. La misma se realiza en una bicicleta estática adaptada para tal fin al ritmo de la música, en la que se efectúa un trabajo predominantemente cardiovascular de alta intensidad con intervención muy elevada de los grandes grupos musculares del tren inferior. La clase va dirigida por un instructor que es el responsable de conducir la sesión hacia los objetivos previamente establecidos.
Ese problema auditivo fue aumentando con el paso de los años, producto de la discapacidad que sufrió en su infancia y, por la cual, esta entrevista se llevó a cabo mediante mensajes de texto en la aplicación de mensajería WhatsApp. Esa sordera es una de las tantas cosas que le cuesta comprender desde el inicio de su problema de salud.
“Me costó asimilar mi discapacidad y aún me cuesta aceptarme: las manos, mi voz, mi dicción, mi sordera. Pero soy muy agradecido a Dios que me dio una segunda oportunidad”, declara el colonense. Esa nueva oportunidad de seguir vivo le permitió disfrutar y tener a su lado a su hermana Rocío, de 32 años, y sus dos sobrinos, Francesco de seis y Rina de dos.
“Mi sordera es progresiva. También va de acuerdo a mis estados de ánimo, momentos que no escucho nada, o que mi cerebro no traduce el sonido que capta. A veces, escucho y entiendo a medias entonces prefiero hacer que no escuché nada… Por desgracia, día a día voy perdiendo más la audición”, aclara el deportista que dedica su vida al ciclismo, disciplina que puede ver amenazada prontamente debido a este problema.
-¿Cuál es tu nivel de audición en la actualidad? Vos decís que, día a día, la sordera va en aumento, ¿Corrés el riesgo de quedar sordo?
-La verdad va avanzando lento, espero no quedar completamente sordo. Mis últimas audiometrías me dieron en un oído 75% y 80% en el otro de perdida, o sea que es muy poco lo que escucho, tengo audífonos de última generación digitales suizos, pero tampoco me sirvieron. Un rato sí, pero después todo se transforma en un ruido insoportable, casi no los uso. Confío en que Dios no me va a dejar totalmente sordo.
-Si eso ocurre, ¿te costaría volver a competir o las dos cosas no van de la mano?
-Ya me cuesta bastante para entrenar en ruta porque no escucho los coches. En las competencias por ahí no sé qué pasa atrás. En las que voy yo solo no hay tanto problema. El tema es que me falla bastante el equilibrio y, si se afecta mucho más el oído medio que es el del equilibrio, ahí sí se complicaría muchísimo más, y posiblemente no pueda competir. Espero que no me pase.
Es un deseo de toda su familia que esa sordera deje de progresar para que Rodrigo López siga elevando la bandera nacional en lo alto de cada torneo que participa. El pionero del ciclismo adaptado en el país quiere agigantar su historia y el próximo 24 de agosto del 2021 sueña con entrar al Estadio Olímpico de Tokio acompañado de la bandera que tanto lo enorgullece.
Si se habla de los deportistas nacionales, la mayoría de las personas piensa en los Juegos Olímpicos, la competencia más importante del mundo que reúne a los mejores en cada disciplina. Sin embargo, a la par hay otra que no tiene el reconocimiento que merece: los Juegos Paralímpicos. En esta participan quienes tengan una discapacidad física, intelectual, motora o sensorial, en la cual también se enfrentan los más destacados.
Durante la historia del deporte adaptado, Argentina tuvo actuaciones inolvidables y mantiene un medallero glorioso que supera, por más del doble, a lo conseguido en los Olímpicos. Desde su primera edición en Roma 1960 hasta Río de Janeiro 2016, se han obtenido un total de 156 preseas, 31 de oro, 61 de plata y 64 de bronce.
En la segunda edición de los Juegos Paralímpicos, Tokio 1964, Argentina logró su récord de mayor cantidad de medallas: 37, entre ellas seis de oro. Además, en ese año triunfaron quienes hoy son los más ganadores para el país con la suma de todos los Juegos: los atletas Silvia Cochetti, Jorge Diz y Susana Olarte. La primera mencionada lidera la tabla con 13 podios (cinco oros), su colega Diz la sigue con diez y Olarte con nueve (cuatro oros). Alzaron esos puestos en sólo dos certámenes, el histórico en Japón y Tel Aviv 1968.
A pesar de que en Tokio se logró la máxima cantidad de podios, en Israel se alcanzó el mayor número de primeros puestos en una competencia. Con las asombrosas actuaciones de Olarte (tres), Cochetti (dos), Dina Galíndez (dos), Miguel Ángel González, Susana Masciotra y Helvio Aresca, Argentina ganó diez doradas, nueve en atletismo y la restante en natación (Aresca). Además, se cosecharon 20 entre plata y bronce.
Los grandes resultados quedarán marcados, especialmente porque Argentina ni siquiera estuvo cerca de volver a ganar esa cantidad de medallas. En las seis ediciones posteriores a Tel Aviv, se obtuvieron diez oros, lo mismo que en Israel. Además, en los tres primeros Juegos de la historia se festejaron 73 podios, o sea, un promedio de 24 por certamen. En los siguientes doce, sólo 83 preseas: casi 7 en cada participación marcan una clara decadencia en las performances.
Elsa Beltrán, ganadora del bronce en Toronto 1976 junto al equipo de básquet, explicó las dificultades que tenían y cómo afectó al rendimiento: “Todo se hacía a pulmón, no existían becas así que el arreglo de las sillas muchas veces lo debíamos pagar nosotras. Trabajábamos y entrenábamos, incluso hacíamos más de dos deportes. Los primeros Juegos fueron muy buenos en cuanto a cantidad de medallas, pero con el correr de los años se bajó el rendimiento y el resto de los países se potenciaron”.
Para la edición de Nueva York/Stoke Mandeville (Reino Unido) 1984, primer Juego en tener actividad en dos sedes distintas, Argentina estaba todavía muy golpeada por la reciente Guerra de Malvinas. Debido a eso, sólo llevó al equipo de atletismo a Estados Unidos, ya que allí participaban los deportistas con parálisis cerebral. En cambio, en Inglaterra se enfrentaban los atletas con silla de ruedas. Esa ausencia generó un gran retroceso.
En la siguiente edición, Seúl 1988, los atletas argentinos acudieron con normalidad, pero los buenos resultados estaban cada vez más lejos. Beatriz Greco, ganadora de una medalla de plata y una de bronce en natación, explicó la diferencia con respecto a los rivales: “En ese momento era muy difícil, no contábamos con ayuda económica. Debíamos trabajar y después entrenar, no podíamos dedicarnos solamente al deporte. Los extranjeros vivían para practicar y se veía reflejado en las posiciones. Considero que siempre se verá afectada la cantidad de podios alcanzados en comparación con otros países evolucionados”. Además, sobre el poco apoyo que recibían confesó que pasó desapercibida cuando volvió de Corea del Sur.
Ya en la época contemporánea, Silvio Velo, capitán de los Murciélagos y referente a nivel mundial, ganó una medalla de plata en Atenas 2004 y dos de bronce, en Beijing 2008 y Río 2016. “Llegar a los Juegos es una satisfacción enorme, es lo máximo que un deportista puede anhelar. Es una sensación muy linda cuando estás en uno de ellos y en mi caso tuve varias oportunidades, desde que el fútbol para ciegos es paralímpico, disputé todas las ediciones”, expresó el integrante de la Selección Argentina. Además, comentó sobre lo que cuesta llegar a donde está: “Si estás enfocado en ser importante en el ambiente, debés tener una disciplina. Se tienen que dejar muchas cosas de lado. Me he perdido juntadas de amigos, pero es lo que uno eligió”.
Facundo Arregui, nadador rosarino que supo ganar muchas medallas y premios en su trayectoria, participó en la edición de Río 2016 y no pudo trepar al podio, pero sí recibió un reconocimiento y así expresó su felicidad: “Haber cumplido el sueño de representar hasta el día de hoy a la Selección nacional a nivel mundial, es de las cosas más hermosas que me han pasado en la vida. Un Juego Paralímpico es la cita máxima a la que cualquier deportista aspira y haber vivido esa experiencia con un diploma que lo acredita, me llena de satisfacción y orgullo”.
Beatriz Greco evaluó la actualidad del deporte adaptado: “Tenemos buenos preparadores que están a la altura de las circunstancias, pero hay pocos entrenamientos y competencias fuera del país que por falta de financiación no se pueden llegar a cabo. Ni hablar de la escasez de elementos para poder practicar sin falencias”.
La actuación argentina en los Juegos Paralímpicos decayó con el paso de los años y en eso, la inacción de algunos gobiernos que desprotegieron al deporte sumada a la difícil situación económica vivida históricamente por el país, tuvieron mucho que ver. Sin embargo, la pasión está más fuerte que nunca y los deportistas seguirán intentando llevar la bandera a lo más alto.
Sacrificio, humildad y esfuerzo, son algunas de las cualidades que describen a Jorge Lencina, judoca cordobés nacido el 26 de marzo de 1976 y que hoy ostenta un particular hito: es el único deportista argentino en participar en los Juegos Olímpicos y Paralímpicos, debido a una enfermedad que afecta su visión. Ganador de cinco medallas de bronce, dos de plata y una de oro, contó acerca de sus logros, objetivos y la sanción que recibió en el año 2016 producto de dar positivo en un test de doping.
– ¿Cuál fue tu motivación para aspirar a participar en los Juegos Olímpicos y Paralímpicos?
-Todo empezó a los 8 años que decidí practicar judo. Era chico cuando clasifiqué a mi primera competencia internacional y eso fue lo que despertó mi pasión por este deporte. Además me motiva mucho la competencia y la gente que tengo a mi alrededor (familia, amigos y profesores). Me incentivaba mucho ver cómo competían Francisco Morales y su hermano, Carlos, quien me enseñó a practicar judo. Esta gente te alienta todo el tiempo para que no aflojes y no te caigas, eso me inspiró muchísimo.
Jorge Lencina padece de glaucoma queratocono, una deformación en la visión que no permite diferenciar rostros y nubla la vista. Ésta enfermedad la comenzó a sufrir previo a los Juegos Olímpicos de Pekín, por lo que decidió participar en los Paralímpicos de dicha ciudad, luego de que su entrenador lo convenciera. Tuvo la posibilidad de competir en 3 certámenes olímpicos (Atlanta 1996; Sídney 2000 y Atenas 2004) y en 3 paralímpicas (Pekín 2008; Londres 2012 y Río 2016).
– ¿Cómo era entrenar en tu juventud?
-Hay que pasar por muchos sacrificios, nada es fácil en la vida. Los viajes que hacíamos los
teníamos que aprovechar al máximo porque antes no podíamos recorrer tanto, entonces
había que saber valer las oportunidades. Poder clasificar ya es un logro para nosotros.
Además, tenés cuatro años para ingresar en un grupo reducido que participa en los Juegos
Olímpicos y Paralímpicos. Para lograrlo necesitás de mucha dedicación y sacrificio, lo
máximo a lo que aspira un deportista amateur es participar en los Juegos Olímpicos.
-Por el lado de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos, ¿qué sentiste cuando ganaste dos medallas de bronce, Pekín 2008 y Londres 2016?
-Es muy gratificante lograr la clasificación a unos Juegos pero meter un podio y ganar una
medalla es una sensación indescriptible. Ahí es cuando te das cuenta y valorás todo el
apoyo que recibiste de la gente que te quiere y rodea. Además, resaltás que el sacrificio
realizado finalmente dio su resultado. Recuerdo cuando en Atenas 2004 logré quedar 7mo,
fue una sensación única.
A pesar de tantos logros y alegrías, el cordobés vivió un duro momento en Río 2016 cuando dio positivo en un test de doping por haber ingerido una droga llamada “clomifeno” y fue suspendido por dos años. Lencina había tomado dicha droga porque sufre de azoospermia (falta de espermatozoides) y con su mujer querían tener un hijo, además, el judoca desconocía la prohibición del Clomifeno en el deporte.
-¿Cómo pudiste salir adelante después del doping en Río 2016?
-Fue algo muy triste y una mancha grande en mi carrera, hasta último momento le
quisimos demostrar a la Agencia Antidopaje que no busqué obtener un beneficio
deportivo, de hecho fue una de mis peores competencias. A pesar de esto, tuve que asumir
la responsabilidad y decidí no bajar los brazos, continuar entrenando y dando clases
porque es lo que más me gusta. Por suerte fueron solamente 2 años porque no tenía
antecedentes previos. Al principio llegué a pensar en no luchar más, pero luego reflexioné y
yo quería retirarme por la puerta grande, luchando.
-¿Recibiste apoyo de FADEC (Federación Argentina de Deportes Para Ciegos) o de alguna federación?
-Yo a este país le di mucho de mí y siempre traté de hacerlo de la mejor manera, pero que
te den la espalda es una sensación muy fea. Uno trata de llevar la situación, nada es fácil,
más acá porque el exitismo siempre prevalece. En Argentina lo que menos protegemos es
al deporte y al atleta, FADEC se desligó completamente de mí. No te tienen bien valorado,
distinto son los casos en Brasil y Europa, donde al primero que defienden es al deportista,
como debería ser.
-¿Cuál fue la respuesta de la FADEC?
-Cuando ocurrió lo del doping envié una carta a FADEC disculpándome por lo sucedido, pero nunca recibí una respuesta. Mientras siga la misma gente en la federación sé que no voy a recibir ninguna respuesta. Cuando te va bien, todos se cuelgan de tus podios, pero en las situaciones difíciles no te premian, no quieren salir en tu foto ni te apoyan. Yo solo quería la posibilidad de subirme a la colchoneta y hacer lo que más me gusta, y poder bajarme de ella sin que me corran.
Aunque Lencina no recibió ninguna respuesta de la Federación del Deporte Para Ciegos, lejos está de rendirse y por eso continúa entrenando y dando clases a chicos que aspiran a poder cumplir sus sueños como judocas, mientras que espera una contestación por parte de las autoridades.
-¿Cómo estás en la actualidad?
-La situación de pandemia que estamos viviendo es atípica. pero no nos queda otra que
afrontarla. En este momento tengo a cargo a Agustín Gil, una joven promesa para los
próximos Juegos. Me gusta estar pendiente de mis alumnos y trato de transmitirles un
poco de todo lo que me tocó vivir.
-¿Qué opinás de la decisión de posponer los Juegos Olímpicos y Paralímpicos?
-Me pareció lo más lógico, es una situación mundial donde no se puede jugar con eso, fue
una decisión acertada. Es un parate importante porque muchos chicos venían con un nivel
muy interesante. Luego de esto, hay que ver cómo se pueden reorganizar para mantenerlo.
-¿Te queda algún sueño pendiente como judoca o sentís que pudiste cumplir todos?
-Por suerte cumplí todos los sueños que tenía como judoca. Por razones de la vida seguí
participando en paralímpicos por un tema de visión. Me quedaría pendiente salir por la
puerta grande, un reconocimiento haciendo mi último torneo. Poder decir: ‘Me voy por donde yo quiero y no por un tecnicismo que no merecía’, pero bueno, la FADEC no me deja
competir por lo que desconozco como seguiré.
Jorge Lencina es más que un judoca argentino, es un ejemplo de superación, sacrificio y voluntad. A pesar de las adversidades que se le fueron presentando en el camino, su
fortaleza y perseverancia se lograron interponer. Uno debe luchar detrás de sus sueños aunque el camino sea difícil y hay que agotar todas las instancias posibles para que esos anhelos se transformen en realidad.
Susana Rodríguez Gacio es una paratriatleta española, nacida en Pontevedra, que transita el último año de residencia de Medicina Física y Rehabilitación, en el Hospital Universitario de Santiago de Compostela. Actualmente, trabaja allí en el programa de asistencia telefónica, donde se encarga de atender llamadas referidas al COVID-19 e informarles a los pacientes cuándo realizar pruebas diagnósticas. En una situación normal, estaría por disputar los Juegos Paralímpicos de Tokio.
A causa de su albinismo, padece de una discapacidad visual que se mantuvo mucho tiempo estable, pero en los últimos años fue empeorando. En la actualidad cuenta solo con el 5% de visión en un ojo y 7% en el otro.
La disciplina en la que ella compite se desarrolló por primera vez en Río 2016, la cual consiste en 750 metros de natación, 20 kilómetros de ciclismo y cinco de carrera. Su categoría es PT5, donde participan atletas que pueden usar una bicicleta tándem, correr y nadar con un guía. Cuando se entrena en pileta de natación requiere de una persona o un sistema que le avise que está por llegar a la pared. Comenzó a practicarla en 2010. “En Brasil obtuve el quinto puesto, no fue mi mejor carrera, sin embargo, fue una experiencia impresionante y nunca olvidaré lo que viví allí. Fue mejor que en cualquier sueño”, recordó con emoción Rodríguez Gacio. Respecto a Tokio 2021, declaró que espera lograr una mejor actuación y poder disfrutar del camino, ya que “allí todo depende del estado anímico, de la forma física y de la suerte de cada día”.
Entre las 8 y las 15 trabaja en el hospital y se entrena 21 horas semanales repartidas entre las tres modalidades que forman parte del deporte. También realiza ejercicios destinados a mantener la fuerza y la masa muscular, sobre todo para que la situación de pandemia no afecte en su rendimiento.
Susana, la primera paratriatleta albina, fue campeona del mundo en su categoría en 2018 y 2019, junto con su guía Paula García. A su vez, el año pasado viajó al Mundial de atletismo en Dubai donde quedó cuarta en los 1500 metros y obtuvo una plaza para Tokio. De todas maneras, todavía no está confirmado que será ella quien compita en esta disciplina, ya que es una decisión que se encarga de tomar el Comité Paralímpico Español. En caso de que sea elegida, será la primera deportista española de la historia en participar en dos disciplinas diferentes en un mismo Juego.
La institución nacional ha ofrecido ayuda a los atletas mediante la prorrogación de la duración de becas hasta Tokio, entrega de materiales para entrenar y la creación de una plataforma online basada en apoyo de servicio médico.
Al principio de la epidemia en España, la pontevedresa tuvo que cumplir con un periodo de aislamiento ya que su compañero de trabajo con el que iba al hospital se infectó de coronavirus. “Estuve muy preocupada por haberme contagiado, además, en aquel momento se realizaban menos test que ahora y no tuve oportunidad de hacerlo. Cada día que pasaba sin síntomas era una buena señal y un alivio”, explicó.
Anteriormente ella vivía con dos compañeras que también son médicas, una trabaja en Neumología y la otra en Medicina Interna. Como ambas están más expuestas a posibles contagios, Susana tomó la decisión de mudarse a la casa de sus padres hasta que todo se normalice.
Desde que llegó el virus al país europeo, su rol como médica pasó a ser la prioridad y el deporte quedó más relegado, por eso se mostró a favor del aplazamiento de la competencia internacional desde el primer momento. “Para que se desarrolle un evento tan grande y global tiene que haber un clima de salud, de libertad de circulación entre países y de paz… Ahora mismo no tenemos nada que festejar”, concluyó.
A falta de un poco más de un año para que comience el fútbol en los Juegos Olímpicos, en 11 de los 14 países que ya tienen la plaza asegurada ha vuelto a rodar la pelota. Fernando Batista, director técnico de la Selección Argentina sub 23, le aseguró a El Equipo que Argentina no va a llegar en desventaja a Tokio a pesar de que los entrenamientos comenzarán cuando todo el país se encuentre en fase 4. Dijo: “Falta mucho para los Juegos, un año. Así que creo que se va a llegar bien”. También se mostró a favor del momento en el que se vuelva a las prácticas: “Hay que volver cuando estén todas las garantías dadas. Hoy estamos en un momento complicado”.
La nadadora Delfina Pignatiello había puesto en duda la continuidad de su carrera si no le permitían volver a entrenar en un corto plazo. Consideraba que podría llegar en desventaja y no iba a representar al país de la mejor forma ya que sus contrincantes ya se están entrenando.
El Equipo le preguntó al Bocha si entendería la decisión de algún jugador de renunicar a los Juegos por sentirse en desventaja respecto a sus rivales: “No creo que eso pase, es más no va a pasar. Son disciplinas diferentes. Todos van a querer estar”.
Batista también respondió si es posible reunir un grupo de jugadores locales y comenzar a trabajar con ellos: “Primero tienen que volver los clubes y luego la Selección. Las competencias no son a corto plazo, así que seguramente la Selección volverá después”.
En Europa ya se encuentran entrenando algunas figuras de la Selección como Leonardo Balerdi, Nehuén Pérez, Alexis Mac Allister, Matías Vargas y Nicolas González, entre otros. De los nombrados anteriormente, solo Pérez y Mac Allister disputaron el Preolímpico de Colombia que se jugó a principios de año.
De los países ya clasificados los que no están entrenando son: Costa de Marfil, Arabia Saudita y Argentina. En Egipto y Sudáfrica el regreso se ha anunciado hace pocos días.
Mientras que en algunos de los países clasificados de Europa ya se retomaron las principales ligas como en España y Alemania, además de Rumania, mientras que en Francia ya están entrenando nuevamente, por lo tanto, la mayoría de los jugadores que integrarán sus Selecciones para los Juegos de Tokio ya están en actividad.
Por otro lado, todavía restan definir dos plazas para los Juegos Olímpicos, las cuales están destinadas a las Selecciones correspondientes a la CONCACAF (Confederación de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe).