miércoles, septiembre 10, 2025
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Kun Agüero, la joya más joven de Independiente

Por Tomás Fernández

El mundo del fútbol tiene muchas historias para contar y descubrir. No todo en la vida de los futbolistas es lo que vemos dentro del campo de juego o en sus redes sociales. Quizá, muchas personas piensan: “Qué fácil es la vida del jugador de fútbol”. Pero no saben el sacrificio que hicieron para estar en ese lugar. Muchos jugadores de élite pasaron por momentos duros, como la falta de recursos, comida y hasta de botines, y tienen historias poco conocidas de sus comienzos, como Sergio “El Kun” Agüero, actual delantero del Barcelona, quien debutó profesionalmente en Independiente y escribió gran parte de su carrera en el Manchester City de Inglaterra y en el Atlético de Madrid de España.

El Kun, apodo que le pusieron sus abuelos en referencia a una famosa serie de dibujos animados japonesa llamada “Kum Kum”, nació el 2 de junio de 1988 en Buenos Aires. Fue el segundo de los siete hijos de una familia humilde encabezada por Leonel del Castillo y Adriana Agüero.

Desde pequeño jugaba con las pelotas de fútbol y soñaba con ser un gran jugador. Tras deslumbrar en clubes de barrio como Loma Alegre de Quilmes y Los Primos de Berazategui, fue a probarse a Lanús junto a su amigo de la infancia Cristian Formiga. En el momento en el que el entrenador estaba armando los equipos para observar a los chicos, le consultaron de qué jugaba y él respondió rápidamente: “De 10”. Pero ese puesto ya estaba ocupado y tuvo que posicionarse de lateral derecho. Con algo de bronca, pero con coraje, se posicionó en la banda derecha y sin importar el contexto comenzó a mostrar sus habilidades con la idea de “agarrar la pelota, ir hacia adelante y gambetear a todos”. Después de esa prueba, nunca más fue citado por Lanús, no quedó. Tiempo después, su padre le comentó que no lo habían aceptado por su altura.

Con tan solo nueve años, el Kun llegó a Independiente. Fue al predio que el club posee en Wilde, partido de Avellaneda, donde se realizaban distintas pruebas para integrar los planteles que competían en la Liga Metropolitana. Quienes se destacaran tendrían la posibilidad de representar a la institución en los torneos juveniles de la Asociación del Fútbol Argentino.

Comenzó a entrenar dos veces a la semana allí y llamó la atención de más de uno. Ricardo Bochini, ídolo máximo del Rojo, era el responsable de la organización de las pruebas y recordó con alegría aquella primera vez que vio a Agüero: “Con nueve años tenía una técnica y potencia muy particular. Ningún jugador de los que teníamos definía tan potente y bien como lo hacía él. Era muy llamativo verlo, claramente era un distinto y tenía una proyección enorme”.

Llegado el fin de año de 1998, el Kun fue seleccionado por Agustín Balbuena, símbolo de Independiente y entrenador de juveniles en aquella época, para participar de la división menor representando a la categoría 88. Del 9 al 17 de enero de 1999 compitió con el conjunto de Avellaneda en un torneo disputado en la ciudad de Balcarce, en el que participaron 20 clubes, todos con planteles infantiles, y muchos ojeadores y cazatalentos asistieron para ver a las jóvenes promesas. Justamente, un año atrás, en 1998, un chico llamado Lionel Messi se había destacado en ese torneo, consiguiendo el título con Newell’s. Agüero fue el mejor del equipo y el capitán, pero no lograron el título. A pesar de eso, Balbuena menciona que “fue el que más sobresalió”, anotando seis goles. El 20 de marzo de 1999 fue fichado oficialmente por Independiente.

El 11 de octubre de ese mismo año jugaría su primer partido en la Doble Visera, antiguo estadio del Rey de Copas. Fue por una causa benéfica, ya que Marcelo Blanco, un chico de las inferiores del club, necesitaba un tratamiento contra la leucemia. El partido principal se dio entre las “Estrellas de Independiente”, equipo encabezado por Ricardo Enrique Bochini, Jorge Burruchaga, Enzo Trossero y demás ídolos, enfrentando a un combinado del programa Videomatch, conducido por Marcelo Tinelli. La categoría 88 disputó a modo de preliminar un encuentro contra su par de Racing. El partido terminó 1-0 a favor de los Rojos con un gol de Agüero quien a sus 11 años, marcó su primer gol no oficial en ese estadio.

En diciembre de 1999 viajó con el plantel para participar en un torneo infantil de verano organizado por el Club Independiente de Mar del Plata. Como si quedaran dudas, Agüero volvió a ser el más destacado y consiguieron el título. En ese mismo campeonato forjó una gran amistad con Emiliano Molina, quien era el arquero de la categoría y tenía un gran potencial. Leonel, el padre del Kun, recordó con gran emoción uno de los goles de su hijo en aquel certamen: “Arrancó desde mitad de cancha y se gambeteó a todo el equipo rival, incluido el arquero. Fue increíble, lo aplaudió toda la gente que estaba ahí”.

Los años 2000 y 2001 serían claves en el crecimiento futbolístico y corporal del Kun. Comenzó el primer año siendo dirigido por Guillermo “Luli” Ríos, ex jugador del Rojo, en un torneo disputado en la provincia de Córdoba. Perdería la final ante Lanús, que tenía como figura a Lautaro Acosta, quien tiempo después sería compañero de Agüero en los seleccionados juveniles y ganarían el mundial Sub20

Además del fútbol en cancha grande, el Kun formó parte del Club Bristol de Capital Federal, que disputaba la liga de la Federación Amistad de Fútbol Infantil (FAFI). Anotó 92 goles en toda la temporada, saliendo campeón del torneo y dejando a todos boquiabiertos ante las increíbles condiciones. De esta liga habían surgido jugadores como Carlos Tevez y Javier Saviola. Justamente el Kun quería parecerse a Saviola, ya que había debutado muy joven en River y jugaba en la misma posición que él.

Cada día que pasaba, más gente conocía a Agüero y todos quedaban deslumbrados con su técnica y calidad, a tal punto de que más de un equipo del fútbol argentino tentó tanto al joven como a su padre para que saliera de Independiente, ofreciéndoles trabajo y mucho dinero.

Néstor Rambert, quien formaba parte del grupo de formación y captación de juveniles del club de Avellaneda desde los años 80’, confesó: “Pasamos momentos difíciles con el petiso. A donde íbamos nos lo querían robar. No teníamos dudas, este chico iba a garantizarle el futuro a Independiente”. Desde el diario Olé ya comenzaban a observar a la joven promesa que tenían los de Avellaneda, dedicándole un informe especial con el título “Hay que cuidar a la estrellita”, redactado por el periodista Federico Del Río.

El Kun vivía el fútbol a pleno y de la mano de su amigo y compañero Emiliano Molina fue a jugar al club Crucecita Este de Avellaneda, que participaba en la liga de la Federación Argentina de Deportes Infantiles (FADI). Es así como los fines de semana llegaba a disputar hasta seis partidos. “Los sábados jugaba tres o cuatro partidos, dependiendo de si llegábamos con el tiempo. Y el domingo jugaba para Independiente. No se cansaba nunca, no sé cómo hacía, él quería jugar siempre”, comentó su padre Leonel.

En 2001 se haría oficial su debut en las inferiores del Rojo, formando parte de la categoría 88 que disputaba los torneos Pre-Novena que organiza la AFA. Fue su primer torneo oficial y su primer título, ya que al vencer por 3-2 en la final a River, que tenía como figura a Diego Buonanotte, levantaría el trofeo de campeón, siendo el jugador más destacado.

El año siguiente también vendría con un título bajo el brazo, ya que luego de disputar la punta en todo el torneo con San Lorenzo, la Novena de Independiente debía visitar a Rosario Central, y si ganaban, eran campeones. Los coordinadores del club gestionaron con los dirigentes viajar un día antes a la ciudad santafesina a modo de “concentración”. Así fue como el Kun y sus compañeros tuvieron su primera experiencia en hoteles de lujo y vivieron el momento como si fueran jugadores profesionales. El Rojo logró el campeonato tras vencer por 2-1 al Canalla, con un gol de Agüero, claro. Así finalizó el primer torneo oficial de la joyita de las inferiores, marcando 11 goles y siendo la figura.

Con tan solo 13 años, el Kun tuvo una oferta de la Juventus de Italia, que incluía que su padre viajara con él y un trabajo para su familia. Finalmente, luego de varias idas y vueltas, desecharon la oportunidad para seguir con el desarrollo en la Argentina. A esa misma edad, y gracias a una gestión de Jorge Rodríguez, su entrenador en Novena División y captador de talentos, firmó un contrato con la marca de indumentaria Nike. Lo curioso es que todavía no había debutado en Primera, y que el contrato contenía ítems a cumplir si jugaba en la Primera División y si lograba ser transferido al fútbol europeo, se mejoraría el acuerdo para que forme parte de un grupo selecto destacado de la marca. 

Su paso por la Octava fue un relámpago, ya que, tras pocos meses, fue llamado el 6 de junio de 2003 por Luli Ríos para formar parte del selectivo de inferiores. Al día siguiente, debutó en la Reserva, disputando 35 minutos y utilizando el dorsal 16.

El momento tan esperado llegaría el 23 de junio. Oscar Ruggeri, técnico de Independiente en aquel entonces, lo citó para entrenarse con el plantel profesional. Nueve días más tarde fue llamado para integrar el banco de suplentes en el partido ante San Lorenzo, que se daría en la última fecha del torneo Apertura 2003. Ruggeri largó una frase que quedó en el recuerdo: “¿Te animás a ir al banco o tenés miedo?”.

El sueño del Kun Agüero se cumpliría el 5 de julio. Con tan solo 15 años, un mes y tres días debutaría en la Primera de Independiente, siendo el jugador más joven en debutar en la historia de la liga argentina. Ingresó a los 24 minutos del segundo tiempo en la caída del Rojo ante el Ciclón. Con la número 34 en la espalda, comenzó a escribir su carrera futbolística. El resto es historia.

Los allegados, esa excesiva elite que vio en vivo el fútbol pandémico

Por Santiago Hanimian

Debido a la pandemia, el número de personas que puede ir a las canchas en Argentina es limitado. Hasta la vuelta del público general con restricciones hace unas semanas, la AFA afirmaba que en Primera División podían ir 120 representantes del conjunto local y 75 del visitante, mientras que en las categorías del Ascenso deberían ingresar 50 por equipo, pero nada de esto secudía. No sólo que esos números no se respetaban en  la mayoría de los casos, sino que aquellos que tenían el privilegio de asistir a los partidos no se podían contener, y accionaban y gritaban sin miedo a que se escuche lo que dicen.

Aquellos espectadores que iban a presenciar los encuentros al estadio se dividían en grupos para poder ingresar: aproximadamente iban 33 dirigentes, 45 familiares de los futbolistas y el resto eran representantes de los sponsors de los clubes. Hasta ahí iba bien el asunto, pero hay quienes lograban hacer entrar a más conocidos, lo que provocaba un aumento notorio en ese número. “Fácil, son 200 por partido por parte de los locales”, declaró Nelson Laffitte, periodista que percibió eso en varias canchas a las que fue para cumplir con su deber.

 Si bien en el Ascenso la cantidad de personas era menor, la situación era distinta, ya que había clubes que respetaban lo establecido por AFA y otros que no. Por ejemplo, en Ferro únicamente iban los miembros de la comisión directiva y, según Gustavo Palmer, vicepresidente segundo del club de Caballito, “eran 39 los que iban”, haciendo referencia a que no veían la necesidad de exceder ese monto.

 Marcelo Frossasco, presidente del Comité de Seguridad Deportiva de la Provincia de Córdoba, tiene una visión similar a la de Palmer, la cual dio a conocer en una nota con Cadena 3: “No debería poder entrar nadie que no acredite una función específica en el club y forme parte de la delegación”. Esto fue luego del cruce entre los allegados y jugadores de San Lorenzo, luego de caer por 2-0 ante Talleres.

 El caso del Ciclón no es el único, debido a que algo similar sucedió en los dos clubes de Avellaneda. En Racing, después de la derrota contra Godoy Cruz, se escucharon gritos que, ante las miradas desafiantes de los futbolistas, pedían que Enzo Copetti juegue de 9, mientras que los de Independiente les gritaron a sus jugadores que jugaban “horrible”, después de la derrota contra Atlético Tucumán.

 Por su parte, los medios de prensa tienen que seguir otro protocolo, permaneciendo únicamente “en el sector signado por el club local”, así como lo especifica el boletín del ente rector del fútbol argentino. Uno de los periodistas que también va a los estadios es Daniel Guiñazú, quien piensa que la formalidad se cumplía, pero por afuera, se habilitan otros ingresos, tal como él sabe que pasó en el encuentro entre Platense y Boca, en donde “la Policía de la Provincia autorizó el acceso de conocidos barras boquenses”.

 Casos de estos hay muchos, así como el de Tomás Aristondo, un hincha xeneize como cualquier otro que fue a ver el partido contra Estudiantes y no quiso dar declaraciones al respecto, luego de que se difundiera una foto que subió a sus redes sociales. Sin dudas, uno de los puntos que más se repitió en esta cuestión de los allegados es que la reglamentación no se cumple y, si los que no la respetan son los que mandan, ¿qué más se puede esperar?

Frank Deford, el confidente

Por Sofía Di Carlo y Luciana Gentile

Frank Deford no fue un periodista convencional, de esos que sólo se enfocan en datos, estadísticas y noticias. Le importaba contar historias de vida, mostrar el corazón del personaje que elegía para sus textos y, en muchos casos, los personajes lo elegían a él.

Fue líder del periodismo deportivo gracias a su trabajo en la reconocida revista Sports Illustrated, seis veces redactor deportivo del año, miembro del Salón de la Fama Nacional de Narradores Deportivos. No es porque sí el reconocimiento a Deford: más allá de sus premios y publicaciones populares, lo que valoraba ante todo fue el amor a la profesión y a sus compañeros.

“He sobrevivido tanto tiempo porque he sido bendecido con colegas talentosos y amables, y con altos mandos que me dejaron elegir mis temas cada semana y luego me permitieron expresar opiniones, que no siempre fueron populares”, dijo Deford en su columna de la radio estadounidense NFR una semana y media antes de su muerte, el 27 de mayo de 2017.

El periodista estadounidense Ken Bensinger, autor del libro Red Card sobre el FIFAGate, recordó la tristeza que sintió cuando murió Deford, ya que era un referente tanto para él como para su padre, quien le transmitió su admiración. Deford nunca olvidaba que había cosas más importantes que lo que pasaba en la cancha o en el estadio: entendía el lado humano del deporte.

Bensinger fue un fiel seguidor del trabajo que Deford hacía en la radio, y lo que más valoraba era que sus ensayos sobre deportes terminaran siendo casi meditaciones sobre la vida, las emociones y la sensibilidad que provoca el deporte.

Así como en la década de 1960 el argentino Dante Panzeri fue un referente del periodismo deportivo porque logró que las mujeres se acercaran al fútbol y lo entendieran a través de su modo didáctico de contarlo durante sus columnas en el noticiero del Canal 11, Deford confesó que nada lo había complacido tanto como cuando alguien, generalmente una mujer, le escribía o decía que apreciaba más los deportes gracias a su trabajo.

Deford confiaba en que sus oyentes se aferrarían a todas sus opiniones, ya sean compartidas o no. En su última columna en la radio pública nacional, Deford rió con su monólogo de despedida, que comenzó con un simple “mujeres y caballeros, niños y niñas, chicos de todas las edades”. El periodista pensaba que nunca iba a poder usar esa introducción tan de circo, a pesar de lo tanto que quería. Nunca había podido encontrar el momento indicado. Pero lo encontró. Sabía que había gente que decía que el circo no podía pertenecer jamás a los deportes. Pero creía que los payasos siempre iban a ser parte de ellos, ya que sin importar lo talentosos que sean los deportistas, alguno siempre iba a ser medio payaso.

Deford lograba la cercanía necesaria para captar las historias inéditas de los deportistas y también para hacer visibles las historias de los profesionales que todavía no eran reconocidos públicamente. Y su relación con los deportistas era lo que más valoraba en el mundo. Conocerlos, llegar a tener una amistad íntima. Pensaba que no se podía escribir sobre un deportista desde el punto de vista de un fanático. El periodista tenía que entenderlo, investigar sobre sus vidas y no hablar desde la opinión, sino desde los hechos.

Era difícil conseguir una primicia de parte de los jugadores de básquet en la década de 1980, pero Deford nunca se quedaba con la hoja en blanco. En varias ocasiones compartía fiestas privadas donde había mujeres y alcohol, y donde la prensa tenía el acceso prohibido. Entre risas, Deford contó que en ese contexto se reunían para “hablar de las nuevas incorporaciones”.

Una de las historias que contó públicamente fue la de Arthur Ashe, primer tenista negro elegido para el equipo de Estados Unidos de la Copa Davis en 1963 y hasta hoy el único negro en ganar tres Grand Slams -Australian Open (1970), Wimbledon (1975) y US Open (1968)-.

“Fue una conexión muy especial”, reconoció Deford. Ambos compartieron la difícil experiencia de ver a sus hijas enfermar y morir por fibrosis quística, una enfermedad hereditaria que daña los pulmones y el sistema digestivo. Ashe y Deford fueron muy cercanos hasta el fallecimiento del tenista, a los 49 años en 1993.

A sus 69 años, Deford fue uno de los pocos referentes del periodismo estadounidense que alzó su voz a favor de los deportistas homosexuales. Frente a los comentarios homofóbicos en el mundo del básquet, Deford declaró: “Creo que la razón por la que los deportistas gays no pueden salir del clóset tiene que ver más con el público que con lo que se dice en los vestuarios. Especialmente en nuestra sociedad, dónde uno encuentra más apoyo dentro que fuera”.

En 2017, Deford dio un discurso de agradecimiento en la Casa Blanca. El entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, le entregó la Medalla Nacional de Humanidades por “transformar la forma en que pensamos sobre el deporte”, ya que Deford consideraba que los deportes debían ser una rama más de la cultura. Ese día fue su última conferencia e interacción con los medios de comunicación.

Cinco voces del deporte argentino en la crisis de 2001

Por Nazareno Rosen

En 2001, el país atravesaba una de las crisis más importantes de su historia. En ese entonces, gobernaba Fernando De La Rúa y ya se vislumbraba la grave crisis económica y social que se desataría en diciembre de aquel año. A pesar de esto, se llevaron a cabo varios acontecimientos deportivos.

Julián Zícari, autor del libro Camino al colapso, cómo llegamos los argentinos al 2001, manifestó: “La crisis del 2001 fue un período muy traumático y muy caótico, con muchos sacudones sociales, políticos y económicos y muy imprevisible desde sus consecuencias. Había varios niveles de crisis que fueron combinándose y por eso la trascendencia o importancia del fenómeno”.

Meses antes de la hecatombe en Argentina, más precisamente entre el 17 de junio y el 7 de julio, se disputó en el país el Mundial juvenil Sub 20, en el que el seleccionado argentino, liderado por el entrenador José Néstor Pekerman, se consagró campeón en el estadio José Amalfitani de Vélez luego de vencer por 3 a 0 a Ghana en la final con goles de Diego Colotto, Javier Saviola y Maximiliano Rodríguez.

Saviola, goleador con 11 tantos y mejor jugador de ese Mundial, recordó cómo era jugar los partidos a pesar de la situación social que atravesaba la Argentina: “No éramos conscientes del momento que se vivía en el país. Sí escuchábamos y veíamos si sufrían nuestros familiares y amigos, pero nosotros solo estábamos enfocados en el campeonato del mundo”

Cinco meses luego del Mundial, el 3 de diciembre de 2001, el entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, implementó entre otras medidas de emergencia la rebaja del 13% del sueldo a los empleados estatales y fuerzas de seguridad y el tan recordado “Corralito”. La finalidad que tenía esta herramienta económica era lograr a través de las restricciones bancarias y los límites a los retiros de los depósitos de los bancos evitar la fuga de dólares del sistema.

Debido al alto nivel de conflictividad social, con una crisis económica sin precedentes, por la falta de apoyo de los distintos sectores políticos, gremiales y de la sociedad en general, luego de las revueltas producidas entre el 18 y 20 de diciembre que dejaron como saldo 39 muertos, un día más tarde, el 21 de diciembre, De La Rúa renunció a su cargo de presidente de la Nación retirándose de la Casa Rosada en helicóptero en una imagen icónica en la historia Argentina. En el transcurso de los siguientes once días, pasaron cinco presidentes hasta que finalmente Eduardo Duhalde fue elegido como el titular del Poder Ejecutivo Nacional hasta el nuevo llamado a elecciones generales en 2003.

Cuando renunció De La Rúa, la conflictividad social y el deterioro económico y político era altísimo. La situación era caótica y turbulenta y se reflejaba en la desorganización de la política institucional. Toda esta situación refleja lo difícil y complejo que fue ese momento para el país.

El torneo de fútbol de la Primera División había comenzado el 17 de agosto y transcurría con normalidad hasta las últimas fechas. Racing se ubicaba en el primer puesto buscando quedarse con el título luego de 35 años y le llevaba una mínima diferencia de puntos de ventaja a River. La definición del campeonato estaba pactada para el domingo 23 de diciembre cuando el conjunto dirigido por Reinaldo “Mostaza” Merlo visitaría a Vélez en el estadio José Amalfitani mientras que El Millonario recibiría a Rosario Central en el Monumental. Sin embargo, debido a la actualidad del país, estos dos partidos para definir quién se quedaría con el Torneo Apertura debieron postergarse para el jueves 27 de ese mismo mes,  cuando finalmente La Academia se consagró campeón luego de igualar 1 a 1. El resto de los partidos de la última fecha debieron disputarse a comienzos de febrero del año siguiente.

Francisco Maciel, defensor de aquel equipo de Racing que se consagró campeón afirmó: “Realmente era un momento muy difícil porque si bien nosotros estábamos con el objetivo en la cabeza desde el día uno, el país estaba explotado, había muertos en la Plaza de Mayo, manifestaciones, cacerolazos, el país se incendiaba y nosotros por dentro decíamos ‘Por favor que no se suspenda el campeonato porque habíamos luchado tanto para eso y estábamos ahí nomás de conseguirlo’”. Además recordó cómo era estar saliendo campeón en medio de un país en crisis: “Fue un momento muy duro para mucha gente, nosotros estábamos como en una burbuja porque era algo raro estar saliendo campeón cuando el país explotaba, creo que era lo único que le faltaba a Racing estar saliendo campeón en un momento así”.

Al mismo tiempo, otro torneo que se estaba definiendo era la Copa Mercosur que comenzó el 21 de julio y que tuvo a San Lorenzo y a Flamengo de Brasil en la definición. Las finales estaban estipuladas para el 12 y 19 de diciembre -ida y vuelta, respectivamente-. El partido de ida se llevó a cabo con normalidad en el estadio Maracaná de Río de Janeiro donde ambos equipos empataron sin goles.

Debido a la situación extraordinaria, el segundo encuentro tuvo que ser postergado para el 24 de enero de 2002 en el estadio Pedro Bidegain donde finalmente el conjunto argentino se consagró campeón de un título internacional por primera vez en su historia luego de igualar 1 a 1 pero imponerse 4 a 3 en los penales.

Bernardo Romeo, delantero que integró el plantel campeón con San Lorenzo, se refirió a este tema y declaró: “Fue un año muy difícil, nosotros estábamos concentrados en conseguir este título pero a su vez no podíamos dejar de lado lo que pasaba en el país. Yo tuve la mala suerte de no poder jugar el partido definitorio contra el Flamengo en la cancha de San Lorenzo porque me vendieron al Hamburgo de Alemania. Me hubiera encantado haber podido jugar ese partido pero hay situaciones que uno no puede manejar. Pero aún así estaba muy satisfecho por haber sido el goleador de ese torneo con 10 tantos”.

Pero lo que se vivía en aquel entonces no solo afectó al fútbol sino también al boxeo ya que Marcela La Tigresa Acuña buscaba hacer historia y convertirse en la primera boxeadora argentina en lograr un campeonato. La contienda inicialmente se iba a desarrollar el 22 de diciembre pero el estado de sitio decretado por el Gobierno obligó a la postergación del combate. 

De este modo, el 19 de enero de 2002 se disputó por primera vez en la historia del país un título nacional de boxeo femenino en la Federación Argentina de Box. La Tigresa Marcela Acuña venció por knockout, a los 15 segundos del primer asalto, a Patricia La Leona Quirico y se consagró campeona argentina de peso pluma.

De esta manera, el deporte en la Argentina se vio afectado por las situaciones conflictivas que se vivían en ese momento y la mayoría de estos eventos no pudieron desarrollarse con normalidad y debieron ser pospuestos. Estos espectáculos se realizaron en momentos poco oportunos en los que el país no se encontraba en condiciones para llevar a cabo ningún acontecimiento deportivo.

El futuro ya llegó al tenis argentino

Por Manuel Mel 

El sacrificio es aquello que todos hacen para conseguir un objetivo. En el ambiente del tenis, un deporte considerado de privilegio y para pocos, más aún. Una actividad que tiene una historia muy antigua y rica para ser contada y que ha tenido en sus filas a jugadores de una calidad soberbia, como Guillermo Vilas, Gabriela Sabatini y Juan Martín Del Potro. Ellos arrancaron esta historia y ahora les toca a las nuevas generaciones dejar su propia huella y poder pertenecer a las páginas doradas del deporte no solo a nivel nacional, sino también a escala mundial.

Lo que ya no es sólo promesa, sino más bien una realidad, es esta nueva camada de tenistas argentinos que se encuentra haciendo historia y ganando experiencia, tanto dentro como fuera del circuito. Los hermanos Francisco y Juan Manuel Cerúndolo, Sebastián Báez, Tomás Etcheverry, Camilo Ugo Carabelli, Thiago Tirante, Bautista Torres y Román Burruchaga encabezan esa camada de tenistas jóvenes, talentosos y con muchas ganas de trabajar y mejorar, que ya vienen sumando experiencia y comenzando a escribir sus destinos. Los integrantes de la nueva generación se van abriendo camino codo a codo, empujándose y motivándose mutuamente. No son solamente jugadores de tenis que compiten entre ellos, sino un grupo de profesionales que mantienen una buena relación y, más que amigos, son como una familia.

Más allá del factor suerte, sacrificio y esfuerzo, imprescindibles para la carrera tenística, hay un ingrediente que hace que este grupo de jugadores sea especial y marque la diferencia con el resto: la unión. Entre ellos hay cerca de 13 años de historia. Se conocen y juegan desde los seis y se vienen cruzando en la cancha en competencias tanto nacionales como sudamericanas, mundiales y en el Grand Slam junior. Y, en los últimos años, también en certámenes profesionales, Challengers y ATP. Si su evolución y maduración continúa por este camino, integrarán los equipos en la Copa Davis y la ATP Cup. Se puede notar en el aire ese clima de complicidad y camaradería que existe entre ellos. Más allá del resultado que obtenga cada uno, sin importar cuál sea, hay algo muy claro y es que el éxito de uno es el motor del otro. “La Argentina tiene siempre esa cuota de hambre extra, talento y potencial. Y mucho tiene que ver con el efecto contagio. Lo que hizo Fran Cerúndolo (fue el primero en ingresar a un Challenger en 2020) y después su hermano Juanma (haber sido el único en ganar un título ATP) es inspirador para toda esta camada. Empiezan a empujarse unos a otros”, desarrolla Raúl de Kemmeter, periodista deportivo especializado en tenis.

Las distintas generaciones del tenis argentino, en general, dejaron boquiabiertos a muchos. Ni hablar de Vilas, el máximo ganador de Grand Slams con 4 y considerado uno de los mejores de la historia del circuito de la ATP. Años más tarde, tomó el protagonismo la llamada “Legión argentina”, integrada por David Nalbandian, Guillermo Coria y Gastón Gaudio, entre otros, quienes poseían un talento sobrenatural que los puso en la zona más alta del ranking mundial y que dejaron la vara muy alta.

Pero en contrapartida, algunos de ellos no han sabido controlar distintas situaciones, ya sea por su temperamento y/o templanza que les jugaba en contra y que quizá si las hubieran manejado de otra manera su destino en el circuito hubiese sido otro. “El tenis requiere de esfuerzo y sacrificio. Vos podés ser súper talentoso, pero si no le ponés esfuerzo no vas a llegar nunca. Nalbandian no dio su 100% y ahí está la prueba. Una persona que pudo haber sido uno del mundo y a pesar de haber ganado otros títulos, no cristalizó lo que podía hacer”, redondea De Kemmeter.

Si bien este último grupo de jugadores que va desde los nacidos entre 1975 hasta mediados de los 80 ha sabido representar a la Argentina de una forma extraordinaria, luego vino el turno de los nacidos en la década de los 90, con Diego Schwartzman como punta de lanza. Una misión difícil de resolver, tener que cargar sobre sus espaldas el peso del ciclo anterior. Pero lo que no se le puede reprochar a Schwartzman es el entusiasmo y la voluntad que le pone para seguir estando metido en el circuito y en el radar de la gente.

Más allá del talento que tengan las generaciones, siempre el punto de partida para el profesionalismo se basó, se basa y se basará en tener claros cuáles son los objetivos para avanzar a pie firme y en el hecho de no claudicar. El tenis es un deporte que conserva los valores del sacrificio, el mérito y el esfuerzo como la base de todo, en un mundo en el que parecería que los mismos se ven cada vez más debilitados. “El esfuerzo, el trabajo, es una condición indispensable si se quiere llegar a metas altas de manera honesta. Y no veo que en el día a día sea un valor que se manifieste de manera constante”, confiesa Eduardo Puppo, periodista e investigador especializado en tenis.

Llegando a finales de los años 90, entre 1998 y 2002, llegaron estos jóvenes argentinos que se conocen entre ellos de casi toda la vida. Pero más allá de la buena vibra que existe y del hecho de estar disfrutando de los momentos que viven, detrás de eso hubo mucho pero mucho sufrimiento. Como todo en la vida, hay ventajas y desventajas, y siempre hay que ceder y resignar una parte para obtener algo diferente a cambio. “El deporte de alto rendimiento te priva de muchas cosas. Siempre, cuando viajás y hacés giras largas, es un poco duro, porque tenés a la familia y extrañás las costumbres argentinas”, reflexiona Román Burruchaga, 19 años, tenista profesional perteneciente a este círculo de argentinos.

A la hora de tomar la decisión de subirse a esta montaña rusa repleta de obstáculos hay ciertos puntos que los jóvenes tuvieron que aprender y madurar. Lo más importante para iniciar este venturoso camino es la formación del jugador. Mauro Aprile, entrenador del bonaerense Juan Bautista Torres, hace referencia a estas determinaciones: “Lo primero es que el jugador quiera aprender, lo segundo es que los padres lo puedan acompañar, y lo tercero es la visión propia para poder ir llevando al alumno en todas las etapas. Ir marcándole el camino y que la persona lo quiera caminar, sino es imposible. Son las tres patas: padres, alumnos y entrenador”.

A 50 años de la aparición de Vilas, esta nueva camada tiene una ventaja. Detrás de los jugadores hay padres que formaron parte de esos tiempos, o entrenadores que fueron jugadores profesionales. De alguna manera, los argentinos repiten ciertos parámetros en su recorrido hacia el salto internacional: buena materia prima y complejidades económicas para la inserción en la élite. Con el tiempo, surgieron otras dificultades: la necesidad de una preparación física más intensiva, mayores controles antidopaje y los partidos arreglados y las apuestas. Por otro lado, estos profesionales hoy cuentan con una Asociación Argentina de Tenis (AAT) conducida por exjugadores. Eso también tendría que actuar como un valor extra ya que los dirigentes deberían ser el nexo para poder abrir puertas en el exterior y beneficiar de algún modo al jugador.

Esta camada parece tener todo para triunfar. Aunque ellos saben bien lo mucho que cuesta construir una carrera en el más alto nivel del tenis, sobre todo con las desventajas económicas y geográficas que históricamente deben enfrentar los jugadores argentinos y sudamericanos. Pero no se desaniman. Seguirán insistiendo e insistiendo, porque la palabra rendirse no está en su vocabulario.

Las Leonas cambiaron el hockey para siempre

Por Juan Specos

El hockey en Argentina es un deporte que fue de menor a mayor producto de los buenos resultados conseguidos colectivamente, pero en especial por la selección femenina. Y mucho han tenido que ver aquellas míticas Leonas de los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, quienes encendieron la llama para que camadas posteriores puedan tener un camino más sencillo.

En cuanto al comienzo de esta gestión por parte de Sergio Vigil y su cuerpo técnico, hay que remontarse a principios de 1998, el año en el que se convierte en el entrenador del seleccionado femenino. El nombre de Las Leonas, que tomaría la mayor popularidad, surge a partir de un comentario de parte de Nelly Giscafré, entonces psicóloga del equipo. Giscafré sintió que había un equipo de “leonas” ya que las jugadoras “se potenciaban ante la presión”. Y dos años después, en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, las jugadoras, con la iniciativa de la psicóloga y la capitana de aquel momento, Karina Masotta, decidieron salir a la cancha con una leona impresa en la camiseta. Ahí nació el apodo “Las Leonas”.

Pero en esos Juegos, la única noticia no sería el apodo. Producto de aquella unión, Argentina, que venía de quedar última en los Juegos de Atlanta 1996, se subió por primera vez en su historia a un podio olímpico al obtener la medalla de plata tras la derrota en la final ante Australia, el seleccionado local, por 3-1. Aquel logro dio el puntapié para que las mismas jugadoras y las generaciones posteriores empiecen a creer que el hockey argentino estaba para hacerle frente a las potencias.

Magdalena Aicega, integrante de aquel seleccionado, recuerda en detalle aquel torneo y confiesa que aquellos Juegos Olímpicos marcaron un antes y un después en el hockey argentino. “Más allá de la medalla en sí que conseguimos, lo que se logró con ese torneo fue importantísimo. Fue algo único para el deporte porque lo hizo crecer muchísimo y hoy es el deporte más practicado por las mujeres”, sentencia Aicega. Ese logro no solo hizo cambiar el deporte en Argentina. Para Aicega también hubo un gran cambio en el aspecto personal: “A partir de ese logro, tuve cada vez más exposición, además de abrirme puertas en los medios para dedicarme más al periodismo. Sin dudas que el lugar que ocupo hoy, se lo debo a haber sido una leona”.

Los Juegos siguientes, los de Atenas 2004, volvieron a ser gloriosos para Las Leonas, ya que volvieron a subirse a un podio. Esta vez tras lograr la medalla de bronce y continuar con la exposición del deporte, algo mucho más importante que la medalla en sí. El número de chicas que iban tomando un palo por primera vez y que decidían jugar al hockey fue subiendo de manera exponencial. De las 39.000 jugadoras mayores de 12 años federadas que había en 2000, subieron a 123.000 para 2014. Eso sin contar los más de 150.000 hombres y mujeres que practicaban el deporte en universidades, colegios y otras ligas por fuera de la Confederación Argentina de Hockey.

Entre tantos logros deportivos hubo una jugadora que fue importantísima en todo el proceso exitoso: Luciana Aymar, la mejor jugadora argentina de todos los tiempos y una de las mejores del mundo. La rosarina, apodada la Maga o Lucha, fue elegida ocho veces como la mejor jugadora del mundo y tal como dijo alguna vez Liliana Capurro, ex vocera de la Confederación, “Luciana fue clave en el recambio que tuvo la selección de hockey a mediados de los años 90 ya que su aporte desde entonces fue decisivo, no solo por su talento sino también por su inteligencia para armar el juego”. Lucha obtuvo medallas en sus cuatro participaciones olímpicas: dos de bronce (Sydney 2000 y Londres 2012) y dos de plata (Atenas 2004 y Pekín 2008), además de haber sido la abanderada argentina en sus últimos Juegos, en Londres 2012.

Otra pieza importantísima de Las Leonas en los Juegos de Sydney fue Luis Bruno Barrionuevo, el preparador físico en el cuerpo técnico de Cachito Vigil. Barrionuevo explica qué diferencias hubo con respecto a los Juegos anteriores, en los que Argentina había quedado en el último puesto: “Había una sana ambición de progresar y mejorar. A diferencia de Atlanta 96, si bien era el mismo plantel con algunas jugadoras nuevas, la clave estuvo en que ese equipo creció fundamentalmente en confianza y en creer en su cuerpo técnico”. El preparador físico también hace referencia a lo que significó esa primera medalla para el hockey argentino: “Ese logro de Sydney fue extraordinario ya que lo popularizó enormemente. Yo siempre digo que un seleccionado, más allá que le hace bien a un país, lo que tiene que dejar es una impronta histórica a su deporte. Y eso fue lo que pasó con Las Leonas de Sydney. Dejaron una impronta de crecimiento imparable hasta nuestros días. Gracias a ese logro, el hockey es el deporte de mujeres más popular que hay en la Argentina”.

El exjugador Pablo Lombi, integrante de los seleccionados en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 y Atlanta 96, abrió en 2012 su propio proyecto llamado “Lombi Project”, donde van muchos chicos y chicas a practicar la parte técnica del deporte. Lombi destaca el crecimiento de concurrencia gracias a los logros obtenidos por el hockey femenino. “A partir de Las Leonas hubo un boom”, reconoce Lombi, quien es el cuñado de Carla Rebecchi, una ex leona. Lombi entrena a jóvenes de entre 6 y 24 años con el objetivo de mejorar la técnica, algo que en el club no es posible de hacer de manera individual por la cantidad de chicos. Quienes más asisten son mujeres (el 95%) a raíz de los buenos resultados conseguidos por Las Leonas.

Las únicas contras que Lombi encuentra para el crecimiento del hockey en Argentina están en la infraestructura, ya que la mayoría de las canchas son de pasto sintético y en todo el mundo se juega en canchas de agua. Y la segunda razón por la que el hockey puede llegar a no crecer del todo, según Lombi, es porque cada vez más chicas eligen el fútbol.

Mariela Antoniska fue la arquera histórica de aquella primera medalla y coincide en que ese logro de Sydney marcó un antes y un después en el deporte. “Ganar la medalla de plata y que sea una explosión en nuestro deporte fue realmente un antes y un después”, señala la ex arquera, quien ahora es médica. Antoniska, quien vistió la celeste y blanca entre 1994 y 2006, hace referencia a las distintas realidades que vive el deporte en comparación a otras épocas y explica por qué fue tan especial ese plantel de 2000: “Siempre va a haber diferencias porque el deporte cambió no solo en lo deportivo, en lo que respecta a reglas y dinámica, sino también en lo económico. Y creo que ese grupo tenía una mística diferente que no lo volví a notar en los últimos equipos”.

Algo que quedará presente tanto en la memoria de las jugadoras que formaron parte de ese plantel como de las chicas que fueron inspiradas a tomar por primera vez un palo para hacer contacto con una bocha, es aquel glorioso segundo puesto que le dio a Argentina la primera medalla olímpica de su historia. Posiblemente habrá muchas más alegrías para el hockey, pero aquella medalla quedará como la que cambió el deporte para siempre.

“El molde lo tiene Dios y como Maradona no va a haber otro”

Por: Julio Villarreal

El último 25 de noviembre, en Fiorito el cielo estaba tapado por las nubes, la temperatura cercana a los 25 grados y la lluvia parecía inminente. Minutos antes del mediodía, en su Renault Captur, Gregorio “Goyo” Carrizo sale de su casa y emprende viaje hacia González Catán. Su nieto Ale lo acompaña. Juntos van en busca de su nueva mascota, un perro de raza Pitbull, que habían comprado por Mercado Libre. Transitando la Ruta 3, Goyo recibe un llamado, pero la señal impide que la comunicación tenga buena conexión. Ya eran más de las 12 del mediodía. Nuevamente su teléfono suena y se entera de la peor de las noticias. Había muerto Diego Maradona, el futbolista, el mejor jugador de todos los tiempos. Paró el auto y rompió en llanto. Para Goyo, había muerto Diego, su amigo y compinche de la infancia.

En la calle Chivilcoy al 188, “Goyo” Carrizo abre las puertas, no precisamente las de su casa, sino las de su hijo Jonatan, que se ubica al frente de la suya. El piso es de tierra y ofrece una silla blanca de plástico. Él se sienta en un sillón marrón, al cual parece que los años le pasaron encima. Interiormente sabe lo que se viene y se prepara para abrir una vez más el cajón de los recuerdos. Parece que se acostumbró a eso o que el tiempo hizo que se acostumbre a la fuerza. El recuerdo de Diego es imborrable, pero Goyo, a muchos años de su retiro, hace ya 31 años, luego de pasar por All Boys, Independiente Rivadavia, Talleres de Mendoza y Barracas Central, continúa ligado al mundo del fútbol y con objetivos establecidos.

“Hace tres años ingresé a una empresa de representación y captación de jugadores”. Carrizo comenzó en la coordinación del fútbol infantil en El Porvenir y luego, se dedicó a la búsqueda de nuevos cracks, donde mal no le fue. Uno de sus grandes aciertos fue Gonzalo “Pity” Martínez (Pieza clave en el River campeón de la Libertadores 2018), a quien Goyo reclutó en Mendoza y lo trajo a Buenos Aires. Desde allí, comenzó su relación con el representante Marcelo Simonian. Actualmente recorre distintas provincias a lo largo de la Argentina, reclutando jóvenes del interior que buscan cumplir el sueño de llegar a los clubes de Buenos Aires. Goyo quiere ser el nexo entre la joven promesa y su sueño.

Goyo Carrizo, a sus 60 años, también tiene sus objetivos trazados. Como cuando era un nene y le pasaban la pelota, sonríe y cuenta: “Mi sueño es descubrir al mejor jugador del mundo actual y de este nuevo fútbol. No voy a parar hasta que diga basta en mi vida. Me tengo fe. Ese es mi anhelo”.

Cuando habla de fútbol, a Goyo le brillan los ojos. Es su espacio y su momento para expresar lo que el tiempo le enseñó. Su frase “La vida es cincuenta y cincuenta” no se queda atrás y aplica para la pelota. “Los representantes son un mal necesario. Hoy por hoy, al pibito flaquito no te lo agarran en ningún lado porque apuntan a Europa, buscan al grandote, con físico y con potencia. Se perdió el potrero y la picardía está en esos chicos flaquitos, chiquititos. Eso es la esencia. Hoy el fútbol cambió mucho. No es tan técnico sino más táctico, por eso no miro fútbol europeo. Los jugadores tienen que cumplir obligatoriamente con una función que manda el técnico. No tienen picardía, los jugadores son robots”, expresa Carrizo. “El molde lo tiene Dios y como Maradona no va a haber otro”.

Carrizo nunca quiso ser Maradona. Tampoco le gustó ser llamado “El Otro Maradona”. Pero si quiso alcanzar algo de gloria de tanta que derramó Diego. En lo personal ni en lo futbolístico se creyó más que nadie. “Yo soy Goyo Carrizo y quien me quiera comparar con quien quiera, que lo haga. Yo soy yo”. También tiene arrepentimientos. A más de 40 años, se sincera y reconoce: “Yo era muy vago para entrenar. Siempre me costó. Con el tiempo, me arrepentí de no haber aprovechado los entrenamientos. Hoy eso me sirvió de aprendizaje para comunicárselos a los más chicos”. Como toda su vida, cincuenta y cincuenta.

Hace más de una década, le tocó perder los terrenos de la cancha “Tres Banderas”. El predio que inicialmente era de su padre fue invadido por personas que ocuparon el lugar para construir sus viviendas. Fue un momento muy duro para Goyo y para su familia. El mismo Carrizo tenía una escuelita de fútbol en esa cancha para los más chicos con el nombre de DAM (Diego Armando Maradona). El objetivo era claro, era formar jugadores de igual o mejor calidad que el Diez.

En los últimos meses, la cancha de Estrellas Unidas fue testigo de varios suicidios de distintos jóvenes en el lugar. “A mí no me dan bola, sugerí armar ligas y no lo hacen. Esperan que llegue el fin de semana para chupar y comer asado”. Con dolor e indignación, continúa: “No les importa los chicos y a ellos hay que motivarlos, pero nadie hace nada. Yo trabajé más de 20 años a pulmón y me duele que una institución reconocida no haga nada. Para ellos, los chicos no son negocio. Se los dije más de una vez y por eso ellos no me quieren”.

A Goyo le molesta el oportunismo. Nunca tuvo gran relación con los responsables del club Estrellas. Primero, porque la rivalidad existió siempre entre Tres Banderas (Equipo del papá de Goyo) y Estrella Roja. Eso lo llevó a muchas veces estar en disputas y también envuelto en polémicas en el barrio. “De todos los que dicen que jugaron con Diego, ninguno lo hizo. Hoy sorpresivamente todos jugaban con él y lo conocen. Quizá quieren salir por televisión. A nosotros nadie nos daba bola acá en el barrio. Mucha gente sale a hablar boludeces, pero yo no sé lo que es la envidia. La gente de acá es muy mala”. Hoy por hoy, no existe relación entre los que manejan Estrellas y Goyo Carrizo.

Desde la muerte de Maradona, en Villa Fiorito se multiplicaron las imágenes en distintas paredes del barrio. No hay datos estadísticos ni científicos, porque Diego no le caía bien a todo el mundo, pero en Fiorito se siente que se murió una parte de su historia. Maradona pasó a convertirse en un mito. Pasó a ser el relato de los bisabuelos, de los abuelos y futuramente de los padres. Porque con orgullo podrán decir que el más grande de la historia pisó esas mismas calles, jugó en esa misma cancha. Y que, con una pelota, rindió el mundo a sus pies. Hoy Goyo Carrizo es esa parte viva de un Diego Armando Maradona que ya no está.

“Después de lo que pasó con Diego, mi casa se llenó de gente. Me llegaron llamados de absolutamente todos lados, pero no quise dar notas. El dolor mío es que yo me crie con él desde los seis años y eso es diferente para quienes lo conocieron a Maradona jugador. Lo mío superó eso. A mí se me murió un amigo”, relata emocionado y mirando al cielo. Diego es eso imposible de superar y más para Carrizo, que compartió 14 años junto al Diez. “Cuando volví, mi casa era un velorio. Estaban todos abrazados y llorando. A la hora se llenó de periodistas. Mucha gente se reunió en su primera casa. Fue un momento muy difícil”

El sol se va de a poco y al mismo tiempo, Goyo confiesa que su lugar de comienzo y su lugar de fin es el mismo: Fiorito. “Tuve muchas oportunidades de irme. Mis hijos me dicen que vaya a otro lado mejor, pero yo les digo que me dejen disfrutar acá. Hoy estoy disfrutando todo lo que no disfruté en mi época como jugador”.

En Fiorito pasó el tiempo y Goyo aprendió con el transcurso de los años. Lo que la vida le enseñó, lo bueno y lo malo, lo replica ante los más chicos del interior. Su vida fue cincuenta y cincuenta, pero no se arrepiente. Está contento con ser “Goyo” Carrizo. A sus 60 años, quiere cerrar el cajón de los recuerdos. Quiere dejar descansar en paz a su amiguito Diego y comenzar a disfrutar de su vida de una vez por todas.

Argentina: mística y talento

Por Thomas Somoza

César Luis Menotti había vuelto a Parque de los Patricios, donde comandó a Huracán para obtener el Campeonato Metropolitano en 1973. Esta vez se hizo presente en el Círculo Patricios de la Avenida Caseros. Era 2018 y dio una charla repasando su trayectoria y contestando inquietudes. Le preguntaron qué mensaje les daba a los chicos de las juveniles del Globo, algunos estaban presentes, y contestó: “Llegar a Primera no es fácil, pero si llegan tienen que seguir aprendiendo. Y cuidado con las tentaciones, con los amigos del campeón”. Esa respuesta puede aplicar a la Selección Argentina y la obtención de la Copa América en el Maracaná.

Por supuesto que siempre existirán quienes basen opiniones, ideas, halagos o defenestraciones a raíz de un resultado. La capacidad de análisis se evapora producto de la euforia desatada por el azar que posibilitó que la pelota entrara o no. ¿Eso está mal? Para nada, sobre todo si quienes celebran son personas que no poseen ninguna responsabilidad para con la opinión pública. Si se tratase de profesionales, el debate sería otro. No comprender la alegría de un país tras 28 años sin gritar campeón ni una sola vez, de una sociedad que sufre con la pandemia, con más de 40% de pobreza y que hoy debe más de 40 mil millones de dólares es no saber interpretar la realidad.

Ahora bien, lo realizado por el equipo de Lionel Scaloni merece un análisis, pero ese es el problema: ¿cómo se explican los sentimientos, las intenciones, la espiritualidad, lo anímico, en fin, la mística? Porque todo eso existe y, más allá de la diversión que genera el término Scaloneta, Argentina fue de menor a mayor, enfocándose siempre a que cada futbolista sacara al luchador que llevaba adentro, dejando todo por el compañero. Y sino obsérvese a Lionel Messi en la final yendo al suelo para trabar a los pies del rival. A no confundir: cada vez que pudo, Scaloni dispuso de talento puro y repasando las distintas alineaciones y jugadores citados puede corroborarse. Papu Gómez, Paulo Dyabla, Ángel y Joaquín Correa, Emiliano Buendía, Exequiel Palacios o Nicolás González. Todo puede resumirse a Leandro Paredes como volante central. Unión entre esfuerzo y calidad.

Quizá parecen palabras sueltas y es entendible que lo no argumentado firmemente, recurriendo a ideas sobre lo abstracto, se traduzca en frágiles conceptos. Pero para ahondar un poco más está Carlos Peucelle —exjugador de River, Selección Argentina y, según Dante Panzeri, figura santa y sabia del fútbol—. En 1975 escribió Fútbol Todotiempo, donde explayó sus experiencias y señaló: “La mayor predisposición espiritual para el fútbol viene de la gran amistad entre los jugadores y de la coordinación que ellos logran en el juego”. Y añadió: “Lo que sí puede hacer el llamado ‘maestro’ (en referencia al entrenador) es ir dando esa mística, esa fuerza espiritual para la lucha, cuando sabe hacer amigos a todos los jugadores, los conoce bien, se hace querer por ellos, y puede crear con su palabra la fuerza espiritual del equipo”.

Scaloni no es un improvisado, se preparó en España para dirigir y obtuvo la licencia UEFA Pro, la máxima a la que se puede aspirar en Europa. Las críticas por cómo llegó al máximo cargo en Argentina son válidas, pero conoce las instalaciones, el predio y lo que es vestir la camiseta. Los valores que José Néstor Pekerman le inculcó a él y a quienes forman parte de la Selección fueron trasladados a la camada campeona de América. Se fue armando en el camino, pero observando jugadores que por militar en Europa no son seguidos de cerca (los casos Emiliano Martínez, Cristian Romero, Buendía, Juan Musso, Lisandro Martínez, Guido Rodríguez, los Correa), priorizando el buen pie, pero poniendo en plano principal la fortaleza defensiva en la Copa América, utilizando centrales fuertes —y de calidad para la salida—, laterales ofensivos, un volante constructor de juego, otro que pudiera suplantar las posiciones que Lionel Messi dejaba vacías al cerrarse y hasta un tercero que daba más juego o vocación ofensiva dependiendo de quién actuaba y dos delanteros. Otra vez: mística y talento.

Pero, ¿quién mejor para analizar que el propio Messi? En una entrevista, el capitán del equipo expresó: “Lo que más destaco es la fortaleza grupal. Preparamos bien los partidos y supimos jugarlos. A veces mejor, a veces peor. Pero, al final, estos torneos cortos pasan por intentar sacar los resultados, de que no te hagan goles”. Y en este punto se puede sumar la mirada de el hombre que puso a Leo de falso nueve. Hace dos años, Pep Guardiola explicó las diferencias entre torneos cortos (Mundial, Copa América, Eurocopa) y largos (ligas domésticas): “Es muy difícil en un espacio de tres semanas o un mes generar un proceso de trabajo, de organización de ataque, porque necesitas tiempo. Lo del 4-4-2, meterse, defender y esperar el momento de contra es mucho más sencillo, necesitas menos tiempo”.

Una copa da confianza para el porvenir y Argentina lo demostró en estas fechas de Eliminatorias posteriores a la consagración. Anoche, contra Uruguay, exhibieron un fútbol entretenido. Se juntaron en el sector donde estaba la pelota para tocar en corto y lo que siguió fue pura invención, calidad, potrero. Como ocurre en los últimos cotejos. Rompen con lo posicional y emergen ellos mismos para divertir a la gente que comienza a volver a las canchas y a quienes observan en sus hogares. Nada de tacticidios que aniquilen esa capacidad creativa. Aunque el equipo funciona cada vez mejor en ese sentido y el capitán del equipo lo resaltó al finalizar el partido ante los charrúas: “Estamos creciendo mucho en el juego, a nivel de posición. Nos acostumbramos a tener la pelota y posesiones largas”. Claro que ser superior al rival en el número de tenencia no se traduce en provocar más acciones ofensivas. La primera media hora de Argentina lo evidenció, pero los futbolistas poseen paciencia para buscar y crear espacios.

Se pueden hacer salvedades, pero el equipo ha exhibido fluidez y, hace mucho, confían en el entrenador, que les brinda las herramientas justas para desplegar todo su fútbol adentro de la cancha y que también mantiene la mesura necesaria, no hace mella de la copa lograda y tiene en claro quiénes son los amigos del campeón. El futuro de Argentina está en las palabras de Messi: “A raíz de lo que hicimos en la Copa América, el juego de la Selección tiene que fluir más y va a seguir creciendo, porque cuando ganás te liberás y jugás de otra manera”.

Lionel Messi y su línea de tiempo en un mural que es homenaje

Por Lucas Krampanis

Las paredes no solo son una pila de ladrillos unidos por una capa de cemento y maquillados con pintura, ellas también miran, esconden historias, son segundas y campeonas, gritan gol y emocionan. Como lo es el mural que pintó el artista plástico Ramón Cortéz, en la ciudad de San Francisco, provincia de Córdoba.

Esta atractiva pintura que está ubicada en la esquina de Vélez Sarsfield y Belgrano, retrata la vida futbolística argentina de Lionel Messi. Su realización comenzó una vez terminada la Copa América 2021 y finalizó siete semanas después. En ella se puede visualizar desde un pequeño Messi haciendo jueguitos en su infancia con la camiseta de Newell’s Old Boys de Rosario, hasta el capitán de la Selección argentina besando el último trofeo obtenido por la Albiceleste, pasando por distintas etapas de frustración.

“El mural cuenta una historia de perseverancia, de entrega, de amor y pasión, que es lo que yo siento por el arte y por el fútbol, y veo que es lo que Lionel (Messi) entrega por ese deporte”, de esta manera repasa Monchito, como es conocido el artista en la ciudad sanfrancisqueña, qué trató de expresar en la obra. “Dicen que las cosas muchas veces se hacen por amor al arte y yo a esto lo hice gratis y, siendo sincero, creo que Leo no hace una gran diferencia económica viniendo a la Selección. En vez de amor al arte, amor a la camiseta, diría yo que es lo de él”, así traza el pintor un paralelismo por el desinterés económico entre él y el del 10 argentino en la Selección.

Si bien este mural generó que mucha gente se acercara para sacarse fotos y apreciar las imágenes de Lionel Messi, no todas fueron palabras de gratitud o mensajes positivos, ya que Cortéz manifiesta que recibió críticas donde se le reprochaba que no haya pintado ninguna figura con las medallas del segundo puesto: “Me dijeron que por qué lo ponía con la copa y no con la medalla plateada, creo que esa gente ignora que está pintada la imagen de él (Messi) cuando pierde la final del Mundial y se queda mirando la copa. Me gusta que se vean las dos caras de la moneda”.

Al artista no se le hizo nada fácil encontrar un lugar donde pudiera pintar esta obra, estuvo varios meses tratando de localizar una pared que tuviera las dimensiones necesarias y estuviera ubicada en un sitio donde hubiera un gran flujo de transeúntes. Finalmente, luego de algunas charlas y tratando de convencer al dueño de la pared de llevar a cabo el mural, se pudo concretar la realización en el muro que mide 16.5m por 5.5m. Para llevar a cabo esta obra, Monchito necesitó 40 latas de pintura, de medio litro cada una, las cuales tiene guardadas de recuerdo. Además, el profesor de artes visuales tuvo que dejar de lado otros trabajos donde sí iba a recibir una remuneración económica.

El tiempo empleado por día para que Cortéz pudiera culminar la obra en siete semanas fue de tres horas diarias, aunque había algunas oportunidades en las que no podía asistir, debido al duro frío invernal. Otra adversidad que debió enfrentar este pintor hincha de River Plate fue el viento sur que le generaba temor cuando estaba pintando las partes altas mientras estaba sobre un andamio, debido a su miedo a las alturas y el viento norte, que soplaba cuando estaba subido al techo y que lo empujaba hacia abajo.

El artista, que pinta desde el 2012, reconoce que la realización del mural no hubiera sido posible sin la ayuda de diferentes personas, como la artística Rincón de colores, que fue la encargada de donar las latas de pinturas y del dueño de la panadería Las Cañitas, quien ayudó a transportar las herramientas y materiales. Aunque, sin desprestigiar a todos los colaboradores, la colaboración que manifiesta el artista plástico como más presente e importante fue la de su esposa e hijo: ”Mi señora me ayudó con algunas pinceladas en la parte de abajo. No es fácil, yo me levantaba a la mañana y me venía al mural, después le mandaba un mensaje a mi esposa para decirle que venga a comer unos sanguches mientras pintaba y así pasábamos la tarde durante los fines de semana. Mi hijo, hasta ahora me dice ‘Papi, ¿vamos al mural?’, le quedó grabado”.

La obra, que fue declarada como de interés cultural de la ciudad por la Municipalidad de San Francisco, era visitada mientras se estaba realizando por personas de pueblos aledaños, una de esas visitas fue la de un habitante del pueblo de Pampayasta, que le ofreció hacer el mural que actualmente está realizando Monchito en aquel lugar.

Actualmente, los vecinos iniciaron la propuesta para colocar una urna metálica, para juntar dinero y que de esta manera el artista pudiera seguir haciendo murales en la ciudad.

El antiguo baldío donde se encuentra la pared hoy es un paisaje elegido por personas que llegan de todas partes para sacarse fotos y sentir que de alguna manera están un poquito cerca de Lionel Messi. El muro cuenta con un lugar reservado, donde Cortéz espera poder pintar la única figura que falta, la de Messi levantando la Copa del Mundo, mientras tanto, el pintor no pierde las esperanzas de que el capitán de la Selección argentina se acerque a conocer la obra que le dedicó.

Una de las caras detrás de Doble Mérito: Ariel Cheb y el nuevo periodismo

Por Julián Gwilkie

Ariel Cheb, creador del canal de entrevistas de Youtube “Doble Mérito”, comentó en una entrevista con El Equipo que los medios de comunicación tradicionales deben “aggiornarse” a las nuevas tecnologías y avisó que sino van a seguir perdiendo rating y van a ir desapareciendo.

El entrevistador de Doble Mérito habló sobre el rechazo de los medios tradicionales a los streamers, youtubers y las nuevas plataformas digitales, con la pelea entre Gustavo López e Ibai Llanos como disparador, y aseguró que “dentro de 10 años vamos a ver quienes pudieron adaptarse y quienes no”. Además, sabe que es una cuestión generacional y que a él le va a pasar en algún momento: “Dentro de 30 años nos va a pasar lo mismo. Los jóvenes van a mirar videos a través de unos anteojos de realidad virtual y yo me voy a estar preguntando por qué no miran mis videos en Youtube”.

Además, Cheb se quejó de que los mismos medios que minimizan y critican a quiénes utilizan estas plataformas, luego utilizan su contenido y no le dan los créditos. Como ejemplo de esto, Ariel contó que recientemente le hicieron una entrevista a Juan Carlos Olave, que luego levantaron desde los medios tradicionales y todos le pusieron marca de agua al logo de DM.

Junto con Agustin Stella, crearon un canal de Youtube desde cero aunque avisa: “No somos Youtubers, solo utilizamos la plataforma”. Doble Mérito empezó hace dos años y ya superó los 60 mil suscriptores, un número muy grande de personas aunque Ariel no se conforma: “Cuando lo pienso, son muchísimas personas, pero tengo la sensación de que somos muchos más conocidos”, asegura el joven egresado de DeporTEA. En esta misma línea, se diferenció de los streamers y explicó por qué tienen tanta fama: “Ellos apuntan a un público adolescente, son chicos que están en las redes sociales todo el día, consumen las 24 horas del día. En cambio nosotros apuntamos a los `jóvenes adultos`, entre los 18 y 40 años, a esa gente es más difícil llegarle, son personas con mayores responsabilidades y que consumen menos tiempo en las redes sociales”.

Respecto al canal, comentó que las primeras entrevistas post pandemia fueron muy difíciles y que hablaron con Agustín de abandonar el proyecto, pero que nunca fue una idea real. Hoy en día, buscan seguir creciendo: “Queremos seguir viajando, así como fuimos a Córdoba nos gustaría recorrer todo el país”, cerró.

Ariel Cheb, de Doble Mérito: “Cuando ejercés la profesión vas perdiendo el fanatismo por tu club”