martes, diciembre 2, 2025
Home Blog Page 10

La crudeza del Ascenso: carreras frustradas y metas difíciles de alcanzar

Por Iván Heidenreich

“Considero que dejé una huella, no solo en Brown de Adrogué, sino en el fútbol argentino. A todas las canchas que voy la gente me saluda y me recibe con mucho cariño. Yo hice cosas muy importantes, pero mirá dónde estoy. Así es la vida en el Ascenso”. En las paredes resalta la humedad. El pequeño departamento está en el barrio cerrado Los Robles, casi en la frontera entre Adrogué y Burzaco. Una luz tenue es lo único que ilumina el estrecho comedor. La gran cantidad de muebles en un espacio tan pequeño genera un sentimiento claustrofóbico. Allí, Pablo Vicó pasa sus tardes. Siempre con una sonrisa fresca oculta detrás de su bigote. Decenas de fotos y camisetas enmarcadas son un recordatorio constante de sus mejores tiempos como entrenador.

Esa realidad que relata “Don Ramón”, ex entrenador del Tricolor y poseedor del récord en el fútbol argentino de más tiempo al mando de un equipo ininterrumpidamente, con 14 años dirigiendo a Brown, es lo que no se ve a través de la transmisión de un partido de las categorías más bajas. A los protagonistas se los suele juzgar por lo que hacen durante 90 minutos los fines de semana. Muchas veces el hincha piensa que el jugador y el entrenador deben dedicarse pura y exclusivamente al fútbol, cuando la realidad de cada futbolista del Ascenso es mucho más compleja.

Pablo Vicó, un tipo que es reconocido por los amantes del fútbol de ascenso y recibido con cariño en cualquier cancha que visita, vivió todo el tiempo que trabajó en Brown, primero como sereno y luego como DT, en una habitación debajo de la tribuna. Hoy habita un modesto departamento, pagado por el presidente de su antiguo equipo, Adrián Vairo, y trabaja como profesor en las escuelitas de baby de River en zona sur. Así, hay cientos de casos.

 

Solo del fútbol no alcanza

Lunes 14 de julio. El día está nublado y frío. Las manos se esconden en los bolsillos y los hombros buscan refugio pegándose a las orejas. En el estadio de Almagro, donde hace de local Sportivo Barracas, un puñado de hinchas se amontona en la tribuna detrás de un arco para alentar al equipo. Hay más gente en el banco de suplentes que hinchas en la cancha, pero los que están lo hacen para alentar al Arrabalero.

El partido es por la fecha 17 del torneo de la Primera C ante Luján. Sportivo trató de defenderse toda la primera mitad, pero no fue suficiente para resistir los ataques del visitante. El Lujanero se va al descanso ganando 2-0. Incluso con el resultado adverso, la gente que está en la popular aplaude los intentos de ir para adelante de un solo jugador: el número 7.

Facundo Figueroa agarra la pelota en la mitad de cancha, encara y mete un pase filtrado. Vuelve a hacerse con la bocha y hace la misma jugada, un regate en círculo con el que hace seguir de largo al defensor. Se lo nota cansado, pero esos aplausos que bajan de la tribuna son el combustible que usa para volver a intentar.

Final del partido. Sportivo perdió 2-1. Figueroa va camino a los vestuarios, pero antes va a saludar a esa minoría que tanto lo alentó. Su sonrisa es de oreja a oreja. Disfruta de ese momento todo lo que puede. Él sabe que al día siguiente volverá a ser Facu, el albañil que se la rebusca trabajando en la obra por las mañanas. “Solo lo del fútbol no me alcanza -dice el delantero de 24 años-. Me la rebusco con changas relacionadas con la construcción. Dependiendo de la semana de entrenamiento, trato de trabajar de lunes a viernes. A veces es muy demandante físicamente y termino un poco cansado”.

Según la última actualización, que fue el boletín 6.400 publicado por la AFA en 2024, el salario mínimo de un jugador de la Primera C es de $203.500, el de la B Metropolitana y Federal A es de $236.800 y el de la Primera Nacional es $284.900. Aunque estos números quedaron viejos, el futbolista promedio de la segunda división tiene un sueldo entre 300 y 800 mil pesos, siendo casos excepcionales los que superan el millón. En la tercera categoría, el rango salarial está entre los 250 y 500 mil mensuales, mientras que en la cuarta división ronda los 350 mil pesos.

La grieta en todas estas categorías del fútbol argentino no se debe solo a lo económico. El pasar de los protagonistas también está definido por las oportunidades que tuvieron a lo largo de sus carreras, e incluso las que aprovecharon o no antes de ser profesionales.

 

La educación y las oportunidades

En Villa Crespo, la gente del barrio transita su vida con normalidad. Hacen los mandados, van a estudiar o a trabajar, cenan solos o en familia. Todo eso seis días a la semana. La única excepción es cuando juega Atlanta, más aún cuando el encuentro se disputa en el Estadio León Kolbowski. En la vorágine de la multitud bohemia, hay un apellido que destaca por sobre los demás.

Federico Bisanz es delantero de Atlanta. Arañando el metro setenta y cinco de altura, con sus rizos cortos y medias a media altura, se ganó el cariño de los socios y simpatizantes. Tanto él como su mellizo Juan son los jóvenes más brillantes surgidos de las inferiores del club en el último tiempo, ya que debutaron en 2021 con la camiseta del Bohemio. Su hermano juega hoy en Huracán, pero Federico se quedó en el cuadro de su vida para cumplir un sueño y también una deuda personal con la institución: ascender a Primera con Atlanta.

A lo largo de sus 24 años, los mellizos tuvieron la oportunidad de terminar el secundario y jugar al fútbol sin la presión de sus padres. Es común escuchar como muchos chicos de inferiores no completaron su educación básica, o que si lo hicieron no tienen intenciones de estudiar algo más. Por eso en años recientes los propios clubes, junto con la AFA y entes como la Organización de Estados Iberoamericanos promueven que, tanto los jugadores juveniles como profesionales, finalicen sus estudios.

La justificación que dicen quienes abandonaron la escuela es que prefieren apostar todo al fútbol, ya que este los deja sin tiempo para una actividad académica. Federico Bisanz es figura en Atlanta y, a la par de estar peleando por el ascenso a Primera División, cursa virtualmente la carrera de Administración de Empresas en la Universidad Kennedy. El Melli es de esos futbolistas que nunca necesitó de un segundo empleo y que puede subsistir con lo que le deja su sueldo de jugador. Como todavía vive con sus padres, pudo ahorrar buena parte de lo que ganó a lo largo de su corta trayectoria y recién en 2025 tiene la oportunidad de irse a vivir solo.

Fede Bisanz tiene bien en claro lo que quiere para su carrera, que es priorizar lo deportivo por sobre lo económico: “En mi caso nunca fue prioridad el hecho de ganar plata. Desde chico tengo un objetivo que es hacer una carrera priorizando el nivel, las ligas y países de primera línea antes que quizá los que mejor pagan”. Ese es el escenario ideal para los que sueñan con poder dedicarse al fútbol, pero cuando en el medio hay una familia que mantener o cuentas que pagar, aparece la chance de salir al exterior.

 

El dilema de emigrar o lucharla en Argentina

Según el CIES Football Observatory, los tres países extranjeros con más argentinos jugando en sus ligas son Chile, Perú y Ecuador. Equipos de primera o de segunda división de estas naciones u otras de Sudamérica son una buena alternativa para los futbolistas del ascenso argentino que miran con buenos ojos probar suerte en esos destinos, ya que los sueldos son en dólares y más altos que los que ganan en Argentina.

En cuanto a lo económico, no hay nada que pensar. Las dudas surgen ya que el hecho de migrar a esos destinos significa prácticamente sepultar todas las chances de éxito deportivo, o al menos el concepto que tiene el futbolista promedio argentino, que es jugar en un club grande a nivel nacional para después alcanzar la gloria y llenarse los bolsillos en Europa.

Ese choque entre la ilusión y la realidad es moneda corriente en el ascenso. Las historias se repiten con diferentes nombres y camisetas, pero siempre con el mismo trasfondo.

 

Apostar todo por el fútbol

Son las 9:30 del viernes 25 de julio. Un tímido sol de invierno calienta poco y nada. Los guantes y todo el abrigo que lleva encima le dificultan a Nicolás Lobos levantar la persiana metálica para abrir su barbería “Blass”. Ubicada en la avenida San Martín, a tres cuadras de la cancha de Brown de Adrogué, la barbería se distingue por la gran cantidad de camisetas y banderines de distintos clubes que la decoran.

Al mediodía, el local está lleno de gente. El último disco de Bad Bunny sonando bien alto por los parlantes. Clientes jugando a la Play mientras esperan a ser atendidos, y en el medio de esa vorágine, el peluquero. Pese a ser alto, con un físico trabajado y tener una voz ronca, todos los que lo conocen saben que es alguien carismático y alegre. Por la tarde cierra su negocio: entrena en busca de cumplir su sueño de jugar a la pelota profesionalmente.

Nicolás recorrió clubes a lo largo de sus 27 años. Estuvo en las inferiores de Claypole y de San Martín de Burzaco. Probó suerte también en Sacachispas, San Telmo y Argentino de Quilmes, pero en ninguno de esos lugares logró afianzarse ni debutar en Primera. Pero él no se rinde. Sigue entrenando por su cuenta con un personal trainer todas las tardes. Al menos hasta la semana que viene.

En diez días viaja a Bolivia. Un contacto le consiguió pruebas en varios clubes del ascenso del país limítrofe. Ya reservó un pequeño departamento por tres meses y para pagarlo vendió la barbería. Los cortes que realiza son los últimos. Apuesta todo al fútbol. “Lo único que quiero es sentirme futbolista. Quiero cumplir mi sueño”, dice. Aunque el destino de Nicolás es incierto, ya que en su travesía por tierras bolivianas todavía no encontró club, esa frase resume lo que significa el Ascenso para muchísimos jugadores. Cargan con la angustia de ser profesionales. No siempre pueden vivir como tales. No hay cámaras, sponsors, contratos altos. Hay madrugadas frías, cuerpos que se desgastan el doble y mucha incertidumbre. Detrás de cada camiseta hay historias marcadas por la falta de oportunidades, trayectorias que se interrumpen demasiado pronto y carreras que nunca llegan a despegar.

El deporte en el Gobierno de Milei: desfinanciamiento y el estado crítico del CeNARD

Por Juan Fernando Quintana

Clank. Click, click. Clank. Es jueves 17 de julio de 2025 y son las 10 de la mañana. El sonido metálico cuando la bocha impacta en el palo se mezcla con el que generan las cámaras de los seis o siete fotógrafos que están por presenciar un nuevo entrenamiento de Las Leonas en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CeNARD), la casa del deporte argentino. No es una jornada como cualquier otra. La selección femenina de hockey se prepara para la Copa Panamericana 2025 y lo hace en condiciones inusuales: la cancha que utilizarán fue limpiada, y eso es una novedad.

El CeNARD se inauguró en 1953, cuando el gobierno de Juan Domingo Perón lo asignó por decreto al Ministerio de Educación y Justicia como Centro Nº 1 de la Dirección Nacional de Educación Física. Hasta ese momento, el predio estaba ocupado por el Club de Correos y Telecomunicaciones y de Arquitectura. No fue hasta 1976 que recibió el nombre de Centro Deportivo Nacional.

Desde la primera vez que se utilizó el espacio con fines deportivos, solo en dos ocasiones se le puso un freno a la actividad. La primera fue cuando la dictadura autodenominada Revolución Libertadora cerró el centro y se lo concedió al Ejército en 1955. Y la segunda fue en noviembre de 2024, cuando otro gobierno con referencias a la libertad, el de Javier Milei, interrumpió los entrenamientos en la pista de atletismo durante tres días para realizar una exposición de deporte motor. Como si fuera poco, desde la gestión del ex jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, continuada por Jorge Macri desde diciembre de 2023, el Gobierno de la Ciudad tuvo la intención de trasladar el CeNARD a Villa Soldati y “aprovechar” los terrenos de Núñez para realizar un negocio inmobiliario. Para conseguirlo era necesario el aval del Poder Ejecutivo Nacional, ya que el espacio pertenece a la Secretaría de Deportes de la Nación, algo que una vez finalizado el mandato de Mauricio Macri no han podido lograr.

La matemática es simple: el m2 en el barrio del norte de CABA ronda los u$s 2.500, contra menos de u$s 700 en Villa Soldati, según aseguró Cristian Simonetti, especialista en la materia. Pero el CeNARD no es el único espacio deportivo bajo riesgo ante la amenaza del sector inmobiliario. El Centro Recreativo Nacional (Ce.Re.Na), en Ezeiza, y la Pista Nacional de Remo y Centro de Deportes Náuticos, en el Tigre, componen en conjunto más de 700 hectáreas. Para contextualizar, el polígono A del Tiro Federal, a metros del CeNARD, fue vendido por u$s 151,5 millones en noviembre de 2018, durante la presidencia de Mauricio Macri.

Si bien durante los gobiernos de Macri y Alberto Fernández ya habían quejas de los deportistas sobre el estado infraestructural del predio, desde la asunción de Milei, cuya gestión transformó al Ministerio de Deporte en una Subsecretaría dentro de la Secretaría de Turismo, Ambiente y Deportes, aumentaron y se profundizaron en 2025, luego de los Juegos Olímpicos de París 2024. Si se pone como punto de partida el 10 de diciembre de 2023, más de 100 empleados fueron despedidos en el CeNARD, según datos de la Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN), y algunos de ellos en áreas clave como kinesiología y traumatología.

En marzo fue Agustina Albertario, ex delantera de Las Leonas, quien hizo público el malestar al divulgar que algunas de sus compañeras terminaron con la piel brotada luego de entrenar a causa de la mugre y el cemento de la cancha. Meses más tarde, en julio de 2025, volvió a hacer hincapié en las condiciones de entrenamiento del deportista argentino: “No teníamos cancha, no teníamos vestuario. No solo hockey, que es uno de los deportes más bancados (económicamente). Nadie sabe el verdadero estado del CeNARD”.

Los dichos de Albertario hicieron ruido. Pablo Koukartsev, integrante de la selección masculina de vóley, también criticó las falencias estructurales que sufren día a día, haciendo hincapié en la falta de agua caliente y vestuarios en condiciones. Su compañero, Nicolás Zerba, abrió el juego: “Se puede hacer un salto de calidad para todo el deporte argentino. Nosotros perdemos en materia económica cuando venimos a representar a nuestro país, pero lo hacemos contentos”.

Los postes de luz que supieron ser blancos resplandecientes hoy están caracterizados por grandes manchas de óxido, y la sensación que dan es que nada puede asegurar su correcto funcionamiento. A un costado de la cancha de hockey del CeNARD se encuentra una camioneta blanca bastante sucia con un ploteo de la Secretaría de Deporte y el escudo de la Nación, pero por lo borroneada que está la gráfica hay que hacer un esfuerzo para poder apreciarlo.

El entrenamiento de Las Leonas terminó, y las jugadoras se acercan de a poco al círculo central. Eugenia Trinchinetti, una de las más experimentadas del plantel, festeja su cumpleaños 28. Los abandonados postes de luz no serán del glamour y el brillo que supieron palpar en París 2024, pero seguro que se sienten más cercanos.

Hoy, las becas para deportistas panamericanos rondan entre los $ 650.000 y $ 750.000. Pero más llamativo resulta el cambio en la comunicación por parte del oficialismo. Lo que antes (durante otras gestiones) eran becas cuyo objetivo era que los deportistas no tengan que trabajar, ahora se presentan como una “colaboración” del Estado Nacional para con los atletas.

El apoyo a los deportistas y atletas que están preparándose para los Juegos de Los Ángeles 2028 es vital teniendo en cuenta que la mayoría de torneos, competencias y entrenamientos especializados se realizan en el exterior. José “Maligno” Torres, ganador de la medalla dorada en BMX Freestyle en París 2024, declaró que se sentía desilusionado con Daniel Scioli, secretario de Turismo, Ambiente y Deportes, por los escasos recursos que reciben los deportistas.

El Maligno Torres estuvo en el foco de la discusión política tras visitar la Casa Rosada, fotografiarse con Milei y declarar que lo había votado. Sin embargo, durante 2025 reconoció que fue en vano actuar de esa manera y se justificó comparándose con Lionel Messi, explicando que los atletas menos reconocidos no pueden darse el lujo de rechazar una invitación de esa índole, y que él no es una estrella como Messi.

Si los deportistas que ocupan los grandes focos declaran estar en situación de abandono, ¿qué pasa con los demás?

“Minuto y medio y seguimos”. Si no fuese por la cumbia santafesina que rebota en las cuatro paredes y el techo del gimnasio de boxeo del CeNARD, se podrían escuchar las respiraciones de los doce jóvenes pugilistas implicados. “Cuarenta segundos”. Los más agotados aprovechan para descansar profundamente. Los que están en mejor condición física alternan el reposo con pequeños saltitos como para no perder la adrenalina. “Y vamos en cinco, cuatro, tres, dos… ¡Va!”. El entrenador Daniel González da la órden y todos vuelven a realizar su ejercicio con la poca energía que les queda. Ahora la música se mezcla con ruidos de colchonetas, exhalaciones, y ese sonido de viento que genera el lanzar un golpe rápido. El entrenador pega un grito y otra vez reina el silencio acompañado de respiraciones. Terminó el entrenamiento de la Selección Argentina de Boxeo.

Tatiana Flores ganó la medalla dorada en la categoría de 48 kilos de la Copa Mundial de Boxeo 2025. La pugilista oriunda de Garín, provincia de Buenos Aires, sueña con disputar los Juegos de Los Ángeles 2028 y ser campeona olímpica. “El boxeo no puede faltar en mi vida. Eso justifica los colectivos, el cuidarse con las comidas, justifica todo”, explicó bajo las puertas del gimnasio.

El tópico alimentación es un tema complicado de tratar en el CeNARD. Hay quienes dicen que el servicio es bueno y los alimentos también, pero según detallaron algunos deportistas no siempre tienen proteína como una opción a su disposición. “Algunos vienen a entrenar a primera hora con un maple de huevos”, explicó uno de ellos. Resulta cómico imaginarse al polaco Wilfredo León, uno de los mejores opuestos de voley masculino del mundo, llegando al entrenamiento a cargo de su alimentación. Sobre todo después de que ambas selecciones se hayan enfrentado en agosto de 2025, con victoria en cuatro sets para los argentinos, quienes con ese resultado se consagraron campeones del torneo Memorial Hubert Wagner, preparatorio para el Mundial de Filipinas.

Durante años las diferentes dirigencias que pasaron por el poder se aprovecharon del deportista argentino y de esa pasión devota por vestir los colores celeste y blanco. “Entrenar en el CeNARD, ser una Leona, son cosas que requieren sacrificio, no rendirse. Hay que seguir aún cuando las cosas están mal”, explicó Chiara Ambrosini, defensora de Ferro que jugó en 2024 su primer partido con Las Leonas. “Cambia muchísimo tener la cancha limpia, sobre todo porque participo directamente de las jugadas de córner corto”, agregó Ambrosini.

En agosto de 2025 la nadadora argentina Agostina Hein se consagró campeona mundial júnior en el Mundial de Natación de Rumania. La oriunda de Campana obtuvo la medalla dorada en los 400 metros medley y superó el récord de Georgina Bardach, ganadora del bronce en Atenas 2004, al lograr una marca de 4:34.34 en el World Aquatics Swimming Championships de Otopeni. Con los antecedentes del prematuro retiro de Delfina Pignatiello por el acoso recibido en redes sociales, el entorno de la nadadora de 17 años está siendo precavido en materia de comunicación y medios. Sin embargo, el Estado Nacional dispuso que ni bien llegase la delegación argentina que viajó a Rumania, debía realizar una conferencia de prensa junto a las máximas autoridades del deporte.

Bajo el natatorio del CeNARD se desarrolló la sesión de prensa de la selección nacional de natación, que incluyó al secretario Scioli. “Estoy agradecida a la Secretaría y el ENARD por el apoyo”, empezó Hein, recién bajada del avión. Hasta ahí, algo típico en esta clase de eventos. El hecho curioso se produjo cuando Hein agradeció al programa de captación de jóvenes talentos, que no existe más. Es decir, a un programa que recortó el gobierno de Milei. Por suerte, en octubre de 2025 las comisiones de Deportes y de Comunicaciones e Informática dieron el visto bueno a un proyecto que planea recuperar el financiamiento del ENARD mediante el 1% de la facturación de los servicios como la telefonía móvil, fija, internet o televisión.

Los resultados en el deporte de alto rendimiento no son casualidad: son la consecuencia de un proceso que toma años y que requiere que los dirigentes cedan su protagonismo y tomen decisiones con vista al futuro. Porque aún queriendo figurar en la foto, la verdad siempre sale a la luz.

Deporte y show: La combinación perfecta

Por Nicolás Renedo

A metros de la General Paz, en Tecnópolis, entre luces de neón y pantallas que transmitían partidas de Valorant, un rugido distinto se imponía sobre el murmullo electrónico. No era un bajo ni un sample: eran motores.

La Fórmula Streamers corría su segunda fecha en la Argentina Game Show (AGS), una de las convenciones más grandes del país, ese encuentro que cada año junta gaming, esports, música y streaming en un mismo predio. En 2024 se congregaron más de 100 mil personas y este año, desde la organización, aseguran que van a superar esa cifra. El campeonato, organizado por el streamer Momo, enfrenta a creadores de contenido y figuras de internet en una pista de karting diseñada a imagen y semejanza de la Fórmula 1, aunque con el humor, el caos y la improvisación que sólo el mundo streamer puede ofrecer. Todo comenzó como “una diversión para creadores de contenido y nunca esperamos en que ESPN y Disney + confiaran en nuestro proyecto”, cuenta Momo su charla inicial con Juan Manuel “Cochito” López —expiloto de automovilismo argentino— en el GP de Miami de 2024: “Ahí nació toda esta locura”. Como resultado, terminó convirtiéndose en una competencia con escuderías, ingenieros, banderilleros, comisarios deportivos y hasta transmisión de ESPN. La primera fecha se había disputado en el Kartódromo de Buenos Aires, junto al histórico Autódromo Óscar y Juan Gálvez, y ahí Facundo Dudulec —piloto de la escudería 9Z— se había llevado el triunfo con autoridad. Pero para esta segunda cita, la historia venía con cambios. Tanto Dudulec como Dino Di Palma, piloto de BRG Team e hijo del expiloto Marcos Di Palma, fueron bajados de sus asientos por “afectar el espíritu de la competencia”. Ambos se dedican al contenido de autos y al videojuego-simulador iRacing, y aunque insistieron en que jamás habían corrido en karting, la organización quiso mantener la categoría lejos de cualquier atisbo de profesionalismo. Un capítulo polémico que sirvió de prólogo para un nuevo comienzo.

Era el segundo año consecutivo que Tecnópolis —ubicado en Vicente López, Provincia de Buenos Aires— hospedaba a la AGS, ese predio descomunal de más de 50 hectáreas donde el ruido del público y las luces de los escenarios se mezclan con el olor a pochoclo y a goma quemada. Bastaba caminar unos metros para entender el espíritu del encuentro: streamers y viewers compartían la misma fila para una hamburguesa, selfies cruzadas, abrazos que nacían en la pantalla y se concretaban en el llano. No hay distancia entre ídolo y fan; todo sucede al mismo nivel. El gran atractivo del sábado era, sin duda, la Fórmula Streamers. Desde temprano, grupos enteros de adolescentes y familias con remeras de 9Z, KRU Motorsport y Red Bull copaban el estacionamiento de Tecnópolis, donde la organización había trazado, completamente a mano, un circuito callejero con curvas cerradas, chicanas y una recta principal flanqueada por tribunas. El sol pegaba fuerte y el aire vibraba con la mezcla de música, motores y gritos. Como en otros formatos que cruzan el deporte con la farándula digital, el público encontraba encanto en ver a sus ídolos bajados del pedestal: figuras que en Kick manejan cámaras y micrófonos, ahora peleando con un volante real entre las manos. “Lo lindo es verlos sufrir un poco”, decía entre risas un grupo de fanáticos de 9Z, mientras los pilotos se ajustaban los cascos en los boxes. No pasó ni una hora hasta que el espectáculo dejó de parecer amateur. Entre carpas y cintas de seguridad se veían trajes antiflama personalizados, mecánicos revisando presiones, coaches enseñando ejercicios de reflejos y team managers repartiendo instrucciones. Había seguros médicos, un tribunal de disciplina y la transmisión oficial a cargo de Ayrton Ruiz y Juan Fossarolli, dos voces con años de Fórmula 1 encima. Esto ya tenía estructura que imponía respeto: no era salir a dar una vuelta.

Gerónimo “Momo” Benavides, en la previa de la competencia.

La jornada comenzó oficialmente con una charla convocada por los organizadores para cerrar las heridas de la primera fecha. En el aire se notaba cierta tensión; algunos pilotos miraban al piso, otros se cruzaban de brazos. Momo fue directo al punto: “El reglamento que se les envió previo al evento no permitía ni profesionales, ni semiprofesionales, ni gente que esté corriendo otra categoría. En el caso de Dino y Dudu, uno corría Turismo Pista y otro Copa Abarth”, recordó, con tono firme. Luego, aclaró que el campeonato recibe denuncias anónimas de las escuderías o los pilotos, que pasan al tribunal sin intervención suya: “Puteenme todo lo que quieran, no tengo problema. Yo doy la cara, pero no pasa por mí”. Al adentrarse en el circuito callejero, se implementó la regla del strike: si un piloto ocasiona una colisión que obligue a detener la sesión, acumula un strike; ante una acumulación de cuatro de ellos —dos en las series de clasificación y dos en la carrera— dejará de correr. Antes de la primera práctica, Walter Costabel, CEO de AGS y una de las cabezas del proyecto, tomó el mando para dar una noticia inesperada para el público: “Para esta carrera hay dos pilotos menos. Dos escuderías no trajeron al piloto en nómina y, lamentablemente, no se puede reemplazar el día de la carrera”. Se trataba de las ausencias de Milagros Mansilla (9Z) y del tiktoker Gero Laiker (Clan Mazza). El lugar de Dino Di Palma fue ocupado por Diego Cabral, otro creador de contenido de iRacing, mientras que el propio Di Palma pasó a ser coach del BRG Team. Momo intentó bajarle el tono al desorden ante la prensa: “Estoy seguro de que, con el correr de las fechas, se va a respetar mucho más a la organización y vamos a tener el campeonato que queremos”.

Los motores empezaron a rugir. El aire olía a caucho y a ansiedad, a mezcla de combustible y nerviosismo. Algunos pilotos se reían entre sí para distender, otros apenas hablaban. Ese zumbido grave, constante, traía recuerdos de veranos en Villa Gesell o Mar de Ajó, donde varios de los competidores tuvieron sus primeras experiencias arriba de un karting alquilado. El calor apretaba: 23 grados y 68% de humedad. Los puestos de hidratación desbordaban, y la gente administraba el agua con la paciencia de quien sabe que el espectáculo recién comienza. La práctica libre, en teoría una sesión tranquila para acostumbrarse al circuito, duró poco en ese modo. Entre risas, gritos y banderas amarillas, los pilotos se probaron entre sí con pequeños toques y maniobras apretadas. Lo que debía ser un tanteo se convirtió en una competencia interna para ver quién se mostraba más rápido ante las cámaras. En el paddock, mientras tanto, reinaba la camaradería: saludos entre escuderías, abrazos, bromas cruzadas. Todos parecen amigos, aunque todos saben que esa buena onda tiene fecha de vencimiento: cuando larga la carrera, no hay amistad que valga.

El formato clasificatorio no deja margen para el descanso: tres grupos de seis kartings cada uno, treinta minutos de pista libre para marcar la mejor vuelta posible. Suena simple en el papel, pero en el trazado improvisado del estacionamiento de Tecnópolis, cada curva se convertía en una ruleta. Bastaron un par de giros para que llegaran los primeros golpes al muro. Facu Navajas, con el número 14, parecía decidido a borrar cualquier rastro de profesionalismo que quedaba en el aire. Entraba pasado en cada curva, frenaba tarde —o directamente no frenaba— y provocaba que el público pasara del aplauso a la exclamación en cuestión de segundos. Las tribunas eran un termómetro emocional: se levantaban, gritaban, y volvían a sentarse como si estuvieran viendo una transmisión de Kick, pero en carne viva. Los asistentes de producción corrían de un lado a otro para recolocar los bloques plásticos que delimitaban la pista. A uno de ellos casi lo roza el kart de Luca Figurelli, de La 32 Racing Team, que terminó cruzado en una curva tras un derrape tan feo como inevitable. El sol caía a plomo sobre el asfalto improvisado, y el calor ya empezaba a pasar factura: pilotos con el mono abierto hasta el pecho, cascos en alto buscando aire, y en las tribunas algunos espectadores se abanicaban con lo que tenían y otros directamente en cuero. Momo, que observaba desde los boxes con los brazos cruzados, interrumpió la sesión unos minutos para reunir a los pilotos que iban a entrar a pista. Con tono de padre más que de organizador, les pidió calma y cabeza: que pensaran en sus estrategias, que no se desgastaran corriendo cada vuelta como si fuera la última. “No es una maratón, es una clasificación. Piensen en sus tiempos, no en su orgullo”.

La sorpresa de la clasificación fue Oscu —piloto del BRG Team—, que clavó un tiempo récord de 40.620. El circuito improvisado en el estacionamiento de Tecnópolis parecía un laberinto de plástico, y cada décima contaba como si fuera una eternidad. Cuando Oscu consiguió su vuelta rápida, todavía no había salido a pista Mati Cunial, representante de 9Z y otro creador de contenido con pasado en el iRacing, así que el ambiente era una mezcla de calma y nerviosismo. Oscu caminaba entre los boxes con una sonrisa nerviosa, mirando cada tanto la pantalla de cronometraje como si temiera que el tiempo se corrigiera solo. Cuando el reloj se detuvo, la diferencia fue de una milésima. Una milésima. El tipo no lo podía creer: se sacó el casco, respiró profundo y se rió, como si recién ahí entendiera lo que había hecho. “Muy pero muy contento, porque las qualys en circuitos como estos son importantes. Cuesta mucho adelantar. Corrí en moto de los seis hasta los doce, y eso me sacó el miedo a la velocidad y a los golpes. También estuve escuchando mucho a Dino”, explicó. Ese detalle no era menor: Dino Di Palma, más allá del conflicto que lo había dejado fuera de la parrilla, seguía orbitando como una especie de mentor invisible para varios. Lo escuchaban, lo imitaban, lo tomaban como referencia. Y Oscu lo sabía: su pole no era casualidad, era parte de un aprendizaje silencioso.

El procedimiento, a partir de ese momento, era un poco confuso para quienes no estaban familiarizados con el automovilismo en la tribuna. Se trata de tres series, no como en el famoso Turismo Carretera, donde los pilotos dan siete vueltas conforme quedaron en la clasificación y son eliminados los últimos 5 en cada serie. Al llegar a la última, los 10 mejores pilotos lucharán por su posición de salida para la gran carrera.

La primera serie comenzó con una intensidad que desbordó cualquier manual. Choques, toques, frenadas tardías y algunos roces que, más que incidentes, parecían mensajes entre escuderías. Desde las gradas, el público pasaba de la ovación al fastidio. Era difícil apreciar la técnica cuando todo se volvía un festival de adelantamientos forzados. En medio de ese desorden, Yeyo de Gregorio —actor y piloto de KRU Motorsport— emergió como uno de los protagonistas involuntarios. Lo habían tocado más de una vez y se lo notaba molesto, gesticulando incluso dentro del casco. Cuando bajó, habló sin filtro: “Yo ahora empecé a correr como corrieron todos la semana pasada. En la fecha anterior se hizo una charla previa con reglamento, en donde dijeron que no se podía tocar ningún auto porque había multa. Yo corrí sin tocar a nadie y me tocaron de todos lados. Entonces hoy dije: ‘Vamos a correr como corren todos’”. Su declaración sintetizaba lo que muchos murmuraban en voz baja: que la categoría, entre la pasión y el entretenimiento, todavía buscaba su propio equilibrio. El espíritu amateur chocaba con la competencia real, y ese roce generaba chispas.

La segunda serie largó bajo una tensión palpable. En la grilla, los cascos se movían poco, los motores rugían con un nerviosismo eléctrico. Y en la pista, otra vez, Yeyo era protagonista. En la cuarta vuelta, su karting se cruzó con el de Agustín Bernasconi —cantante, actor y piloto de Radio Disney— en la curva número uno. Bernasconi venía por dentro, buscando la cuerda, y por un instante pareció que la maniobra sería limpia. Pero el roce fue inevitable: el karting de Yeyo se desestabilizó y terminó en la banquina. Desde la tribuna se escucharon los gritos, mezcla de sorpresa y bronca. El 16 de KRU volvió a boxes repleto de furia. Se sacó el casco de un manotazo, caminó hacia los comisarios y empezó un monólogo en voz alta: “¡Todas las carreras lo mismo, amigo, basta! ¡No me pasaron bien una vez! Yo tendría que estar segundo y ahora estoy cuarto”. Los banderilleros intentaban calmarlo, pero su enojo era más grande que el circuito. El público lo observaba en silencio; ya nadie se reía. Lo que había empezado como un espectáculo lúdico, se volvía por momentos una competencia con sangre real. Bernasconi, mientras tanto, era todo lo contrario. Al bajarse, lo consultaron por la maniobra y respondió entre risas: “¿Lo pasé bien, no? Lo pasé por la cuerda, no sé si lo choqué”. Una sonrisa pícara, casi infantil, que encendió todavía más la polémica. Minutos después, los comisarios comunicaron que no habría sanción. Nadie lo podía creer. Yeyo, que seguía de pie junto a su karting, escuchó la noticia con el casco ya en la mano. Se lo calzó otra vez, dio media vuelta y lanzó una frase que retumbó entre los boxes: “Bueno, ahora no digan nada entonces. No digan nada. Voy a chocar a todos”. El público estalló entre risas, aplausos y murmullos. Había nacido el primer “villano” oficial de la Fórmula Streamers.

La serie 3 arrancó con ese clima denso, cargado de electricidad. Las pulsaciones estaban en el techo, los equipos gritaban desde los boxes, los mecánicos miraban con una mezcla de orgullo y miedo. Y, como era de esperarse, volvió el drama. Esta vez el foco se posó sobre Peto Colombo, también de KRU Motorsport, que venía teniendo una buena actuación hasta que Facu Navajas —piloto de Clan Mazza— lo empujó en una maniobra demasiado agresiva. El impacto lo mandó directo contra el muro. El golpe sonó seco, la bandera amarilla apareció de inmediato. Peto salió del karting revoleando los brazos, furioso, ignorando la orden de no moverse hasta que llegaran los comisarios. Caminó hacia boxes mientras el público lo seguía con la mirada, entre la sorpresa y el desconcierto. Se escuchaban gritos a lo lejos, pero no se alcanzaba a distinguir quiénes eran. Y sí, ¿quién más sino? Yeyo – Agus Bernasconi, capítulo dos.

—Amigo, si me vas a pasar, que no sea chocándome.

—Entonces no corras, andá a la plaza a andar en bici.

La alta tensión por este cruce se disipó enseguida, aunque el eco del roce todavía flotaba en el aire. Ante la prensa, Yeyo bajó el tono y tiró una sonrisa: “Yo le dije a Agus: ‘es increíble cómo te odio en la pista, pero en la vida te amo’. Somos amigos”.

Los kartings se acomodaban en la grilla alistándose para la carrera, cuándo llegó Momo y anunció la decisión del director de la carrera: dos puestos de sanción para Agus Bernasconi y el Pelao Khe, de la escudería Fórmula Streamers. Junto a Facu Navajas, de Clan Mazza, fueron enviados al fondo de la grilla por los daños causados en las series. Pero, atención: el tres de Radio Disney seguía segundo. Rápidamente explicaron que no podían aplicar penalizaciones de la serie 2 cuando ya se había corrido otra tanda. Son los pequeños desajustes que todavía delatan la mezcla entre organización y espontaneidad.

Bandera verde y arranque explosivo para las quince vueltas en Tecnópolis. No habían pasado ni cinco segundos cuando sucedió lo impensado. Agus Bernasconi tomó la curva tres, perdió el control y terminó en trompo. Quedó clavado en la pista, como si el destino le devolviera la jugada anterior. Yeyo, desde atrás, le regaló un saludo irónico. Bernasconi perdió 11 puestos hasta que se relanzó.

La carrera terminó con un podio inesperado. Mati Cunial se llevó la victoria con casi un segundo de ventaja sobre Seven Kayne —cantante y piloto de Shinden—, que remontó seis puestos con una actuación digna de circuito real. Diego Cabral, que defendía el asiento de Dino Di Palma, completó el podio de una jornada caótica. Al bajarse, Cabral y Cunial se fundieron en un abrazo que simbolizó mucho más que un resultado: una revancha para la comunidad de iRacing y para el propio clan Di Palma-Dudulec. “Me confirmaron esta semana”, contó Cabral. “El martes me preguntaron ‘¿estás para correr?’ y el miércoles les dije que sí. Soy del sur de Córdoba, agarré el primer colectivo y me vine”.

El Gran Premio de Tecnópolis cerró como empezó: con pasión, adrenalina y sonrisas. Entre motores, risas y champagne, quedó claro que no fue solo una carrera: fue el punto exacto donde la velocidad y el entretenimiento cruzaron juntos la línea de meta.

Una crónica del adiós de Maradona a las canchas

Por Gabriel Milian Scuri

Un 25 de octubre de 1997, Diego Armando Maradona jugó su último partido como jugador profesional. El astro argentino le dijo adiós a las canchas tras 21 años de carrera. El retiro se produjo con el club de sus amores. Ni más ni menos que en un superclásico, en el cual Boca le ganó a River por 2-1 en el Monumental.

La semana previa al partido, el Diez había dado positivo en un control antidoping, pero aun así se hizo presente en Núñez. Ambos equipos llegaban invictos, era la décima fecha del torneo y todo el país estaba expectante a lo que pasaría entre el Millonario y el Xeneize. 

En la salida de los protagonistas a la cancha, el Pelusa lanzó la primera de sus genialidades y se hizo fiel a su estilo. Ya en la manga, reunió a sus compañeros, los abrazó y les dijo: “Muchachos, yo no sé a ustedes, pero a mí, para sacarme los puntos, estos hijos de puta me van a tener que matar. Me van a tener que sacar la vida”. Los jugadores estaban extasiados. Tenían enfrente al ídolo de toda una nación gritando lo importante que era el partido que estaban por salir a jugar. Ellos no lo sabían (en realidad, nadie lo sabía), pero iban a presenciar el último baile de uno de los futbolistas más grandes de todos los tiempos.

Ambos cuadros ya estaban sobre el verde césped. Las cámaras solo seguían al capitán de Boca. Miró a los hinchas visitantes, levantó los brazos y giró hacia el banco de suplentes de River, en el cual estaba el DT Ramón Diaz. Entre ellos existía algún tipo de rispidez o cuenta por saldar que nadie conocía a detalle. Maradona había anticipado que lo saludaría. No mintió, aunque el apretón de manos fue insulso y casi que ni cruzaron miradas. Todo lo que sucedía en la cancha era icónico. Cada cosa que pasaba era para poner en un libro, para recordarlo incluso 28 años después.

Previo al pitazo inicial, al Monumental lo sobrevolaba un cartel que decía: “No se olviden de Cabezas”. José Luis Cabezas fue un reportero gráfico y fotógrafo argentino al cual asesinaron, en enero de 1997, sicarios que actuaban para el empresario Alfredo Yabrán.

Foto: Eduardo Longoni
Foto: Eduardo Longoni

Comenzada una nueva edición del superclásico argentino, a Maradona se lo notaba falto de ritmo. No rompía líneas, no se sacaba jugadores de encima ni metía caños. Se lo notaba ahogado, sin sobresaltos. River golpeó primero a través de Sergio Berti y se fue al descanso con el 1-0 a su favor. Para el segundo tiempo, el Pelusa no salió a jugar. Pidió el cambio. El destino quiso que quien lo reemplazara fuera Juan Román Riquelme. Aquella tarde en Núñez ocurrió la sucesión. Aquel pibe de 19 años que iba a sustituir al mejor jugador de fútbol que había dado la Argentina, terminó siendo el máximo ídolo de Boca. 

Por obra de Julio Toresani, con quien también Maradona había tenido un cruce de palabras unos años atrás, y Martín Palermo, el Xeneize se llevó los tres puntos y quedó como único líder del Torneo Apertura que acabaría ganando River. La hinchada boquense festejaba y el Barrilete Cósmico estaba ahí, como uno más. Saltaba y le dedicaba algún que otro sofisticado gesto a los simpatizantes locales.

En el vestuario, como siempre, sus declaraciones dieron mucho de qué hablar. El Diez hizo una especie de análisis sobre el partido pero a lo Maradona. “Boca jugó a lo Boca y River fue River. Jugó un gran primer tiempo y en el segundo tiempo se le cayó la bombacha”, afirmó el astro argentino.

En la primera fecha del campeonato de aquel año, tras un Argentinos Juniors – Boca, el campeón del mundo en 1986 había dado positivo en otro examen antidoping y había vuelto a estallar la polémica. El caso se llevó a la Justicia y la sanción fue levantada. De todas formas, por pedido del juez, el ídolo debía presentar controles especiales al término de cada partido, por más que no hubiera salido sorteado para el análisis. 

Pocos días después del superclásico, un rumor instaló que don Diego, padre del futbolista, había fallecido luego de haber sido internado. El 30 de octubre de 1997, Maradona le puso fin a una parte de su vida. A una etapa. Colocó a su familia por delante. Colgó los botines para cuidar a sus padres. A quienes, una vez que los perdió, él se fue con ellos. “Con todo el dolor del alma ha llegado el momento de anunciar mi retiro. Se terminó el jugador de fútbol. Nadie está más triste que yo. Mi papá se fue llorando de mi casa y yo le prometí que cuando pasara una cosa así, largaba todo”, sentenció. 

El Pelusa jugador murió aquel día. Con la contradicción de que se retiró en la fecha de su cumpleaños – a los 37 años-. En eso existe algo más que la literalidad, algo místico. La ida del Maradona futbolista fue lo que no le permitió vivir con felicidad otra vez.

García cumple: 74 años y ese “toque” Maradoniano que lo caracteriza

Por Mateo Sujarchuk 

Disclaimer del autor: Quien traza estas líneas pretende, de alguna forma, hacer alguna suerte de similitud entre Charly García y Diego Armando Maradona. Lo intentará no sin correr el riesgo, siempre latente en el periodismo, de caer en las garras del cariño para con ellos en su conjunto. Esto de alguna manera se convierte en un descargo de responsabilidad en cuanto a alguna alerta que le salte por parte del lector, a quien potencialmente le resultará llamativa cierta falta de objetividad al respecto. Es parte de la religión, sepan disculpar, por no citar alguna declaración maradoneana, un pelín más vulgar. 

6 años y 9 días. Es la distancia cronológica que distancia los natalicios de García Moreno, un 23 de octubre de 1951 y de Maradona Franco,llegado al mundo el 30 del corriente, pero del año 1960. Pregúntese, lector, no sea tímido: ¿Por qué se atreve usted como autor a comparar a un bon vivant hijo de profesor de música y con niñera personal, con un botija nacido en una casa de chapa y que si cruzaba el Puente Alsina con un tren de madera sentía que cruzaba al otro lado de las cosas? Y la respuesta no es tan compleja: resulta ser que a veces en la Argentina las cosas son así: donde cae la moneda, podés lucharla para ser ídolo popular. En base a eso me anticipo a su siguiente pregunta, querido lector: ¿Nacer en cuna de oro puede llevarte a ser ídolo popular? Y la respuesta también es simple y es: Si; porque vivir y hacer sentir representada a la masa societaria en su conjunto es una cuestión de argentinidad explícita: Diego en las más altas esferas de poder jamás hubiera renunciado a la maña criolla con la que parecemos venir al mundo del vientre de nuestras madres. Y García tampoco, eh: ¿O acaso saltar del 9no piso, pedir una Coca-Cola cuando aterrizas habiendo antes tirado un pasacasete a una pileta no es algo recontra Maradoneado? 

También hay algo del orden de lo vertiginoso, querido lector, que reúne a la carrera de estas dos figuras. Como si fuera una caída de montaña rusa, Charly parecía estar un par de vagones por detrás del de Diego: en 1998 sale “El Aguante”, luego entrando en los 2000 “Rock And Roll Yo” e Influencia. El Charly incómodo. El Charly poco amable. “VÁYANSE” gritó en un Luna Park de aquella época, cuando los cables se le cruzaron y mandó a echar a sus fanáticos en medio del show del teatro. Y el Diego por esos años andaba por el Sanatorio Cantegril de Punta Del Este, sus viajes a Cuba, sus apariciones y sus silencios. Mientras tanto volaban helicópteros, los presidentes pasaban como postes, la vanguardia era así. 

Y después está la cresta de esa montaña rusa: En el ‘86 la historia de Diego Armando es conocida, poco hace falta desarrollar. Y Charly 3 años antes había sacado Clics Modernos y Piano Bar. Sus dos goles del siglo. Y en el mismo año. Música del futuro. Sonidos nunca antes vistos, como de otro planeta. Y Pelusa también parecía venir de otro planeta. 

Entonces la vida los lleva a encontrarse en un plató de TV: Diego y su “Noche del 10”, algo inédito donde la IA aún no ha podido llegar. Pero la genialidad sigue siendo humana, aunque parezca extraterrenal: García le firmó el muro con su clásico Say No More. Y Maradona firmó:

Charly sos mi genio eterno”. ¿Me sigue con mi punto, estimado lector? 

Y después está el asuntito de la crítica. Del dedito fácil que también es parte de nuestro ser, a veces. El argentino no está libre de pecado y es algo fantástico, porque quizá el pecado sea la cosa más arbitraria y cualunque que pueda existir. Aún así ese famoso dedito nunca dejo de posarse cual mariposa (o mejor dicho como moscardón molesto) sobre el hombro de Diego y Charly. Lo cual nos hace preguntar: ¿Che, y por casa cómo andamos? La diferencia, querido lector, entre nosotros y este par de pájaros aludidos en este humilde texto, es que las puertas de la casa de Segurola y Habana 4317, séptimo piso y la de Coronel Díaz y Santa Fe, siempre estuvieron abiertas. De forma figurativa, claro, no me malinterprete. Ni el lector ni el autor tienen la puerta de su casa figurativamente abierta (ni tienen por qué tenerla). Lo cual cierra la puerta al dedito criollo acusador. 

Para ir cerrando yo prefiero honrarlos. Porque hay con qué. Porque vender la forma de ser al mejor postor jamás recorrió la voluntad de Charly o de Diego. Lo demás es cosa suya. La vida pública durante 60 y 74 años los ha ido llevando. Quien les tiene cariño y amor, como quien suscribe, decide agradecer sin más. Y acá pido sinceras disculpas por lo individualista: no me importa lo que hicieron con su vida, importa lo que hicieron, y siguen haciendo, por la mía.

Sebastián Báez: las dos caras de la moneda

Por Juan Cruz Bustuoabad

“¿Por qué no yo?”,escribió en las cámaras de televisión durante todo el camino a su primer título ATP. “Sí, soy yo”,puso tras coronar en Estoril 2022. Sebastián Báez, tenista argentino, N° 1 del mundo en la categoría junior en 2018 y proveniente de una familia con mucha historia, aunque él eligió escribir la propia.

Para saber cómo llegó a lo que es hoy, hay que conocer la historia, que en la misma aparece claramente su familia. Su madre Elena, quien lo llevaba a entrenar en sus principios en una moto muy ruidosa. También su padre José Luis, ex combatiente de Malvinas y siempre ligado al deporte. En Billinghurst, año 2000, nació Sebita, que desde los dos años quedó ligado al deporte.

Su padre jugaba al fútbol en el club Alvear, era arquero, su juego fue destacado y pudo progresar al punto de llegar a Primera. Al ser mayor de edad salió sorteado para realizar el Servicio Militar en el cuerpo de Marina, lo cual le imposibilitó cualquier sueño posible. En medio de la guerra de Malvinas, y casi de golpe, pasó a ser parte de la dotación de un destructor en el Puerto Belgrano, además de estar en la enfermería y ver lo que era el dolor en carne propia. Tuvo la fortuna de regresar a Buenos Aires y rápidamente pudo comenzar a trabajar en una automotriz en la que había un predio con canchas de tenis. Tomó algunas clases pero dicho deporte no le atrajo demasiado como el fútbol.

Seba a los dos años era muy inquieto, se movía por todos lados y así fue como en su casa encontró la raqueta Dunlop de su padre tirada, y desde ese momento se produjo un amor eterno por el deporte. Su madre fue quien lo fogeaba y le arrojaba pelotas de tenis para que él las devolviera con la raqueta. A su padre no le gustaba mucho ese deporte que intentó jugar post Malvinas, entonces intentó llevarlo a un club de fútbol, pero a Seba nunca le atrajo. Comenzó a practicar tenis en el Club Sportivo Villa Ballester y con el mismo ganó un torneo que le permitió la beca para practicar en la academia, en Villa Soldati, dirigida por José Luis Clerc.

“Batata” Clerc le puso la atenta mirada a aquel Báez todavía amistoso y decía “Mirenlo a Seba, es un fenómeno”. Aquel jovén con proyección, amigos y familiares fue quedando de lado con el correr del tiempo. Conoció a Sebastián Gutiérrez, hoy su manager. Descrito por él mismo como “la figura de un padre”, y esto narra un poco todo lo que perdió. A medida que fue creciendo, participando en Challengers y hacerse más conocido en la categoría junior, tuvo su primera gran pelea. Batata le quiso sacar plata y desde ahí todo cambió.

“En cada torneo ATP al que acude hace rancho aparte, no hace amigos, no saluda, no habla con nadie y no quiere que nadie se le acerque”. Esto define en lo que se fue tornando Báez como profesional. “Dicen que desde su entorno usan ese enojo y furia para mejorar el rendimiento en la cancha, porque cuando está enojado juega mejor”. Más de un periodista ha declarado que no se junta con nadie ni le gusta dar notas. “Lo invitan a comer y no va, le dicen de juntarse y no quiere”, “ Como periodista te manda a alguien a decirte que no da notas, ni tampoco te saluda cuando te pasa cerca”.

La gran pregunta es: ¿Qué pasó con ese Sebita joven, inquieto, familiero y con ganas de comerse el mundo?. Las explicaciones están, pero divididas por puntos positivos y negativos. Las ganas de comerse el mundo y la parte de inquieto la tuvo, la tiene y la va a seguir teniendo siempre. Hoy en el mundo ATP se hizo un gran nombre y es muy respetado cuando se lo enfrentan. 7 títulos ATP y 6 Challengers. Llegó a ser el N° 18 del mundo con 24 años, participó en los Juegos Olímpicos y representó a su país también en la Copa Davis. Ahora, ¿familiero?. “Siempre le abrieron las puertas en la villa y él elige cerrarlas”. Así es como lo ven desde su entorno, pero ese es el personaje que Seba quiso ser. Una persona cerrada, con pocos amigos, ya que “los ve a todos como rivales dentro del circuito”, y por consecuencia, quedó alejado de aquel comienzo en Villa Soldati como jugador.

Mateo Freyre: de pibe con problemas de conducta a triple campeón del mundo

Por Bruno Grandinetti 

En la localidad bonaerense de Trujui, partido de Moreno, nació un
chico que, a los nueve años y por problemas de conducta, junto a su
hermano se inscribió en una academia de Taekwondo ITF. Allí comenzaría
un camino que lo llevaría a convertirse en tricampeón del mundo. Mateo
Freyre no solo pelea contra sus contrincantes, sino contra su historia y
contra el anonimato que se le da a los deportes fuera del radar.

Freyre se entrena de la misma forma en la que compite. Es por eso,
que cuando lucha, lo hace tan suelto y como si fuera parte de una rutina.
Su estilo, diferente al resto, y a lo que implica la “normalidad” de un arte
marcial, es caracterizado por su fortaleza mental, sus distracciones y
burlas hacía los rivales: “Mi mayor fuerte es mi cabeza. Estoy preparado
para seguir ante cualquier adversidad. Tengo que buscar la manera de
sacar a los rivales de la cancha si no tengo la técnica que tienen ellos. Los
vuelvo locos”.

Esa forma de desenvolverse es la que lo vuelve impredecible. No
solo son patadas y golpes. Son gritos, soplidos al guante y distintas
formas de despistar al rival -que cada vez encuentra más- que hacen que
el combate se vuelva en un juego psicológico. Mateo encuentra, en la
distracción de los rivales, una grieta, un espacio, un segundo en donde el
rival se desconcentre para aprovechar y hacer un punto que, quizás, le
haga ganar la lucha.

Fuera de la competencia, sin embargo, él se comenzó a mostrar
cada vez más en las redes sociales. Con más de 30 mil seguidores en
Tiktok y más de 10 mil en Instagram, Mateo sube recortes de sus peleas,
en donde muestra a un personaje que no deja entrever la realidad y la
humildad que tiene.

Las redes, como en tantos otros deportes, le dieron la visibilidad y
lo colocaron en el ojo de la tormenta. Sus gestos lo hicieron viralizarse en
más de una ocasión, contando con videos con más de 300.000 visitas. Los
llamados haters le critican desde el estilo hasta a su forma de ganar o hacer gestos. Inclusive, en más de una ocasión ha salido al cruce contra
ellos: “¿Hiciste Taekwondo por 3 años? Yo toda una vida, tranquilo que sé
lo que hago” respondió en su publicación a una persona que comentaba
haber hecho el arte marcial por un tiempo y que sentía que sus formas no
representaban a la misma.

Aunque le lluevan las críticas, los comentarios positivos también
existen, y abundan. Están aquellos que piden consejos, hay practicantes
que se reflejan en él e intentan imitarlo, y personas que aplauden la
osadía de Mateo. Las acusaciones lo hacen fuerte y las toma como un
combustible para seguir adelante. Se mantiene firme en su creencia de
que está haciendo las cosas como corresponden.

La ATU (Asociación Taekwondo Unificado), y sus directivos, sin
embargo, respaldan el controversial accionar de Mateo al saber que él es
una persona respetuosa y que lo que sube representa lo que hace como
competidor, pero no como persona: “No significa que sea un egocéntrico,
una mala persona o no cumpla con los valores que tiene el arte marcial”.
Mariano Composto, quien él cataloga cómo su guía, lo acompañó en
numerosas ocasiones, particularmente en esta última etapa donde se lo
centró mucho por sus actuaciones: “Yo no te voy a quitar nada de lo que
vos tenes, yo quiero acomodarte en lo que haces técnicamente y guiarte
y educarte en los momentos en los que corresponda” cuenta refiriéndose
a un diálogo con Composto.

A pesar de haber sido bicampeón panamericano, bicampeón
mundial individual, tricampeón del mundo con la selección y cinco veces
campeón nacional, él no permite que esto se le suba a la cabeza. De
hecho, siempre la tiene en el próximo torneo. Ni bien terminó el mundial
de este año, disputado en Barcelona, España, fue consultado sobre las
sensaciones que tenía tras finalizar su pelea. La respuesta fue: “No hay
dos sin tres, vamos por el próximo, no hay que aflojar”.

En sus redes sociales, tras el hito, comentó lo siguiente: “Muchos lo
llaman suerte, casualidad o no ven el trasfondo de lo que esto implica,
pero es constancia, disciplina y sacrificio”. Hace tan solo una semana que
volvió a la competencia tras la cita mundialista que se dió en España, en el Encuentro Deportivo Amistad, fiscalizado por la ATU, y se llevó el título de campeón absoluto del torneo. “Estoy muy feliz, muy contento por el momento, por haber venido, también trabajando como Umpire (árbitro) y aportandole un granito de arena a la escuela porque a
mi ella me dio y me da un montón”.

Tres años pasaron desde la última pelea que perdió Freyre. Al ser
consultado sobre si este era el mejor momento de su carrera, cuenta que
prefiere no catalogarlo en momentos, que es muy difícil, pero que está
muy bien. Si tuviera que catalogarlo, dice que está entrenando mucho,
sintiéndose muy bien y disfrutando lo que está haciendo. “La palabra es
esa: disfrute”.

Mateo Freyre pasó de ser un niño con problemas de conducta a un
tricampeón del mundo. Aprendió a transformar cada golpe en esperanza,
cada crítica en un combustible y cada grito en una identidad que lo hace
distinto al resto. Aun así, con todos los lauros que lo respaldan desde lo
deportivo, él prefiere quedarse con la sensación de disfrute y felicidad que
le proporciona día a día el arte marcial que tanto ama.

Entre golpes, risas, gestos provocadores y la disciplina que lo
sostiene, Mateo sigue construyendo su legado: un legado de Taekwondo,
de constancia y de humanidad. Más allá del ruido, más allá de las
críticas, más allá de la fama, lo que permanece es su manera de pelear, y
no solo en el arte marcial, también ante la vida: con cabeza y corazón.

Entre soledad y autódromos

Por Catalina García

Comenzó a correr a los 15 años, en plena pandemia, cuando muchos considerarían que ya era tarde para llegar lejos. Pero Gino Trappa no tardó en demostrar lo contrario. Es un joven que encontró su pasión en las pistas de karting y, desde ese momento, fijó la vista en la cima del automovilismo.

“De chiquito probé distintos deportes y con la pandemia tuve que dejarlos. Como no estaba haciendo nada, y el automovilismo era uno de los pocos que se podían practicar, mi viejo nos propuso ir a un kartódromo con mis primos. Fuimos a  ver qué onda, como un plan de fin de semana… y no salimos más”, recuerda el muchacho de 17 años cuya actual pasión por los deportes de automotor la heredó de su padre, aunque a este último le atrae más el despliegue nacional.

Evidentemente, del lado paterno, la decisión de dedicar su vida a las carreras se la tomaron bien, mientras que la principal preocupación era su madre. Sorprendentemente, lo apoyó desde el minuto uno. “Mi vieja al principio no entendía mucho, pero le gustaba la idea de hacer algún deporte de manera profesional. Creo que es algo lindo para cualquier persona, porque necesitas mucha dedicación y disciplina. Ahora la tiene muy clara porque me viene ayudando con todo y se fue informando”, destaca Trappa sobre cómo su madre se adaptó al mundo automovilístico, y lo necesario que es tener un padre acompañándolo.

En una disciplina en la que la mayor parte del tiempo se está solo, Gino inició a la par de sus primos. Al principio, la situación era compleja: la falta de conocimiento y experiencia los posicionaba dentro de los últimos. “Teníamos que trabajar el doble que los demás”, explica mientras rememora aquellas épocas en las que solían correr juntos. A pesar de las dificultades como el tener que hacer el doble de esfuerzo, pero también conllevaba el doble de pasión, la convivencia entre los tres ayudó a que se potenciaran entre sí, y a no “quemarse la cabeza”.

Para lo joven que es, Gino, cuenta con una mentalidad muy avanzada. Su madurez se refleja en cada decisión que toma dentro y fuera de la pista. No obstante, sigue siendo un adolescente, dentro de un mundo para el que nadie lo preparó, pero al cual se adaptó fluidamente. “Por suerte, yo ya sabía lo que quería hacer, sabía que por distintas cuestiones no me iban a acompañar mis primos y lo tomé bastante bien, porque para ese momento ya éramos bastante profesionales y no dependíamos tanto del otro”, cuenta el reciente campeón de la F4 Checa sobre haber tomado la decisión de subir de categoría y dejar a su familia atrás.

Antes de instalarse en España, el piloto argentino encontró en Brasil un punto medio clave en su carrera. “Fue el escalón intermedio, no solo en lo conductivo, sino que también en lo personal”, afirma. Competir allí los fines de semana en 2024 le proporcionó claridad: era muy pequeño para dar el salto a Europa. Sirvió como un período de transición a la nueva etapa en la que se encuentra, ya que tuvo que adaptarse al colegio online, además de un nuevo modelo de auto. Una vez que saltó, se encontró con un nuevo universo, uno en el que la soledad llena cada esquina y el crecimiento llega de golpe. Sin embargo, es un sacrificio que estaba dispuesto a hacer.

Nuevamente, la madurez tomando la delantera, mientras deja atrás al niño que alguna vez fue. Entre valijas y aeropuertos, despedidas y abrazos, la joven promesa era consciente de las dificultades que lo esperaban del otro lado del océano. No obstante, su mente ya estaba preparada para los eventuales fines de semana en los que los resultados no eran los esperados. Afortunadamente, cuenta con amigos que lo “distraen un poco” durante los viajes de vuelta, ya sea en tren, avión o auto.

“El automovilismo es un deporte muy duro, lo ves todos los fines de semana en cualquier categoría, dos décimas es todo y al final es casi imperceptible para nuestra cabeza. La parte mental juega mucho, tiene un papel muy grande, algunas veces podes estar bajón y andar rápido igual, pero para alcanzar ese punto óptimo, como si fuese tu performance, tenes que estar bien de acá arriba”, explica el oriundo de San Isidro, cuyo trabajo psicológico es de mérito propio.

Vivir solo en otro país implica desafíos que van más allá de la pista. Aprender a cocinar, lavar la ropa, o simplemente organizar una rutina diaria son parte del proceso, pero lo más difícil, según Gino, es la soledad. “No sé si se puede contar como dificultad o no, pero cuando tenes un fin de semana libre y no lo podes pasar con tus amigos es algo duro, porque no podes aprovechar tu tiempo libre tanto como deseas”, admite. Sabe que está dejando atrás experiencias típicas de la adolescencia, como el viaje de egresados, pero no duda en que “lo último es poner la cabeza en el automovilismo y hacer valer el sacrificio y mirar atrás y poder decir ‘valió la pena, me perdí esto, pero no me arrepiento de todo lo que hice para poder conseguirlo’”.

Más allá de lo sinuoso del camino, Gino trata de no ponerse sentimental y perder tiempo en eso. La concentración es lo más importante, así como hacer valer cada centavo que sus padres invierten en su sueño de llegar a la escalera de la Fórmula 1, específicamente la F3, y poder vivir de lo que más ama. Aunque, sí la oportunidad de competir en La Máxima se le presenta, no dudaría ni por un segundo en aceptar la oferta.

“Compartir pista con un argentino como Franco sería una locura. También con los grandes: Leclerc, Verstappen, Norris. Compartir pista con los mejores de la categoría sería extraordinario”, confiesa entusiasmado sobre el porvenir y agrega que le gustaría competir contra el piloto brasileño Gabriel Bortoleto, que se sumó a la parrilla de la F1 en 2025.

Paso a paso, pero siempre con la mirada en lo que está por venir, Gino Trappa no desperdicia ni una milésima para lograr una vida llena de autódromos y fin de semanas con más victorias que derrotas. Es consciente de los sacrificios y los hizo, hace y hará valer hasta que cumpla su objetivo. Desde la línea de salida puede ver a la distancia que un futuro brillante le espera.

Andrés Ducatenzeiler: el hombre que quiso pelearle a Macri y perdió contra todos

Por Lisandro Cabello Herrera

Hay dirigentes que quedan en la historia por sus títulos, otros por sus escándalos. Andrés Ducatenzeiler quedó en una zona ambigua: fue el presidente más joven en la historia de Independiente —asumió en 2002, con apenas 32 años— y se fue por la puerta chica, en medio de acusaciones de mala administración, peleas internas y una soledad política que él mismo alimentó. Su breve paso por Avellaneda dejó una frase de culto: “Prefiero ver a Independiente en la B antes de privatizarlo”. Se lo dijo en 2002 a Página12, plantándole cara a Mauricio Macri, que por entonces ya mostraba su plan de transformar a Boca en un modelo de gestión empresarial.

Ducatenzeiler se construyó como antagonista. Su relato siempre se centró en esa resistencia heroica contra la privatización de los clubes sociales. “Macri me dijo que no tenía futuro si no entregaba Independiente a un gerenciamiento. Yo le respondí que jamás”, insistió años después en Infobae. Su cruzada anti-SAD lo enfrentó no solo con Macri, sino también con Julio Grondona, el patrón de la AFA. Pero la realidad le pasó por arriba: su club estaba devastado económicamente, con un pasivo que, según la auditoría de la Comisión Directiva posterior, rozaba los 25 millones de dólares. No supo o no pudo frenarlo.

“Era muy joven, sin estructura y rodeado de pícaros”, lo describió Fernando Niembro en La Nación. El periodista deportivo, crítico de sus manejos, resumió su problema: “Quiso dar una pelea ideológica sin tener espalda política ni controles internos. Y en Independiente, si sos un dirigente débil, te devoran”.

El episodio que lo marcó para siempre fue el escándalo de las barras. “Yo fui parte de la barra, eso lo sabe todo el mundo. La Guardia Imperial me bancaba, pero después me soltaron”, dijo él mismo en 2019 en su canal de YouTube. Esa relación carnal con la tribuna terminó volviéndose en su contra: durante su gestión se multiplicaron las denuncias de reventa de entradas y aprietes a jugadores. El ex jugador Daniel Garnero, en Clarín, contó que “era muy difícil jugar sabiendo que la barra tenía línea directa con la dirigencia. Siempre se decía que les daban plata, entradas, viajes”.

Ducatenzeiler se defiende diciendo que heredó un club fundido y traicionado por los mismos que se sentaban a su lado. “Los dirigentes de la vieja guardia me dejaron solo cuando les toqué sus negocios”, dijo en una entrevista con Alejandro Fantino para Animales Sueltos. Pero el saldo final es inapelable: durante su mandato, Independiente vendió a Andrés Guglielminpietro, Lucas Pusineri y otros referentes por montos que jamás cerraron del todo en los balances. Y cuando se fue en 2005, el club estaba igual o peor que antes.

“Lo que más le critico es la falta de transparencia”, declaró Rubén Vázquez, ex secretario general del club, en una nota de Olé. “Nos decía que enfrentaba a los poderosos, pero internamente no rendía cuentas de nada. Y la barra se le fue de las manos”.

Incluso algunos hinchas que rescatan su resistencia contra Macri admiten que su discurso épico era una forma de tapar carencias de gestión. “Nunca supe si era Robin Hood o un gran improvisado”, dijo Ricardo Bochini en una entrevista con Radio La Red. El Bocha, leyenda viva del club, fue de los pocos ídolos que lo defendieron en público: “Me acuerdo que no vendió el predio de Villa Domínico como querían otros. Eso se lo reconozco”.

Hoy, casi veinte años después de aquel mandato convulsionado, Ducatenzeiler es una figura periférica que encontró en los streams y en las redes un nuevo escenario. Allí dispara contra Grondona, Macri y cualquier dirigente que considere parte de “la mafia del fútbol argentino”, como repite en cada transmisión de su canal. En Perros de la Calle (Urbana Play), recordó: “Me equivoqué en confiar en todos. Hoy no confío en nadie. Me fui con una mano atrás y otra adelante, pero sin haber privatizado a Independiente”.

No hay épica que oculte su final político. Fue expulsado de la Comisión Directiva y procesado por administración fraudulenta, aunque luego la causa quedó archivada por falta de pruebas sólidas. Para muchos, un símbolo de cómo la buena voluntad puede hundirse sin controles ni alianzas firmes. Para otros, un mártir de un ideal que nadie más se animó a sostener.

En la historia de Independiente, Andrés Ducatenzeiler sigue siendo una pregunta incómoda: ¿qué hubiera pasado si no se creía inmune al fuego amigo? ¿Fue realmente un visionario adelantado a la resistencia contra las SAD o solo un dirigente sin cintura para jugar en las grandes ligas? Lo cierto es que cada tanto reaparece en Twitch, como un fantasma del pasado, para recordarles a todos que la pelea contra la privatización, ganada o perdida, aún no terminó.

Justin Gatlin: la utopía sirve para correr

Por Franco Curione

Justin Gatlin es un corredor de la vida. Corrió para huir de los estigmas, para que lo vieran y para que lo perdonaran. Corrió cuando lo querían y lo aplaudían y corrió cuando lo silbaban y no querían saber más nada de él. Y, como si fuera poco, corrió más rápido que casi todos los humanos que alguna vez pisaron su Estados Unidos natal y la Tierra.

“No tenía préstamos estudiantiles… así que corrí tan fuerte y rápido como pude para asegurarme una beca completa”

Gatlin nació en 1982 en Brooklyn, y aterrizó en la Universidad de Tennessee en el otoño del 2000 sin becas prometidas. El objetivo estaba claro: el atletismo iba a ser la salida. Dicho y hecho, ganó seis títulos consecutivos de la Asociación Nacional Deportiva Universitaria (NCAA) y así fue como comenzó a hacerse de un nombre propio.

“De hecho, fijo mis metas con uno o dos años de anticipación”

Se obsesionó con el proceso. En 2003, pudo romper la barrera de los 10 segundos por primera vez en su carrera y decidió saltarse la temporada bajo techo del año siguiente para enfocarse en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Los resultados llegaron: con solo 22 años, se colgó la medalla de oro en los 100 metros. En 2005, fue campeón de los 100 en el Mundial de Helsinki. En 2006, igualó el récord del mundo con 9,77 segundos. Todo parecía ir acorde a lo planeado.

“No sabés lo que le está pasando a tu cuerpo… no sabés qué te están aplicando en el cuerpo”

El 22 de agosto de 2006, Gatlin fue suspendido por dopaje con ocho años de inhabilitación por parte de la Agencia Antidopaje de Estados Unidos por haber dado positivo por testosterona. El chico bueno de la pista pasaba a ser el villano. En silencio y lejos del foco, logró que fuera reducida a solo cuatro años por colaborar con la justicia proporcionando información que pudiera ayudar en la lucha contra el dopaje. Sin embargo, el costo fue demasiado alto: le tuvo que decir adiós al récord mundial que había obtenido y tuvo que ponerse a reconstruir su imagen pública.

“Podés demostrarlo mejor de lo que podés explicarlo”

No habló, pero volvió mejor que nunca. De cara a los Juegos Olímpicos de Londres 2012, ganó las clasificatorias de su país con la mejor marca de su vida. Cuando arribó a las Islas en agosto, se llevó el bronce, incluso mejorando el tiempo que había logrado meses atrás. También ganó la plata en los relevos 4×100 con récord nacional. Mas no alcanzaba, no llegaba primero. El tenía nombre y apellido: Usain Bolt. Mientras Gatlin esperaba en las sombras, Jamaica había dado a luz al nuevo rey de la pista.

En 2013, a los 31 años, corrió en la final del Mundial de Moscú 2013. ¿El resultado? Segundo lugar, detrás de Bolt. En 2015, volvió a mejorar su personal best, bajando a 9,74 segundos, pero cuando llegó a la final del Campeonato del Mundo, volvió a caer ante El Rey de la pista. Los Juegos de Río 2016 estaban entre ceja y ceja. Sin embargo, cuando ambos se midieron en la carrera “por los puntos”, el hombre de Sherwood Content volvió a arrebatarle la presea dorada. Simplemente no podía ganarle. 

“Hermano, ¿cuándo vas a venir al programa?”

El muchacho de Brooklyn se había convertido en el antagonista de la era de Lightning Bolt. Jamaica contra Estados Unidos. Carisma contra silencio. En 2017, con 35 años, el estadio entero lo abucheó en el Mundial de Londres. Era la última de Usain. Silencioso, cruzó la meta primero. Lo derrotó. Pero no gritó ni lo provocó, ni a él ni a la gente. Solo inclinó la cabeza en señal de respeto. En el fondo, los grandes se reconocen entre ellos. Años más tarde, invitó a su podcast Ready, Set, Go al jamaiquino, donde dialogaron durante casi dos horas del atletismo y todas sus batallas.

“Se convirtió en una pasión, un impulso, una obsesión…” 

Recuerda sobre su primer equipo olímpico. Y sí que fueron fuertes su pasión y su obsesión. Justin acabó participando no de uno ni dos Juegos, sino que de tres. Desde los 22 hasta los 34. En 2021, Gatlin intentó convertirse en el hombre de mayor edad en ganar una medalla en los 100 metros y podría hacer si se metía en Tokio 2021, a la edad de 39 años. Durante la final de los clasificatorios, sufrió una lesión en el tendón de la corva y cruzó la línea de meta cojeando en último lugar, poniendo fin a sus posibilidades.

“Deben estar atentos a las personas… que rodean a su hijo”

Escribió Del polvo a la gloria: la historia de Justin Gatlin, donde les habla a sus padres, tiene un podcast que sirve como plataforma para otros atletas y da charlas a lo largo y a lo ancho de su país para contarle su historia a los más jóvenes y hasta a empresarios del mundo corporativo. Una inspiración que trasciende campos.

En su despedida, el día en que cumplió 40, escribió le a la pista: “Mi vida cambió en el momento en que supe tu nombre. (…) Me has dado coraje, sabiduría, paz; y una forma de inspirar a otros a ser la mejor versión de sí mismos. La antorcha se pasa, pero el amor nunca se desvanecerá”.