Por Laureano Vergara y Juan Silva
Como su tío abuelo, Oscar, utiliza la seis en la espalda y heredó su pasión por el deporte. Juega en Saint Catherine, club que se salvó del descenso con su ayuda. Además, comparte un emprendimiento de ropa junto a su hermana y planea estudiar Nutrición en el futuro.
Sus sueños le demandan mantener el ritmo firme y constante, similar a un maratonista en competencia. Su cuerpo, rebosante de ánimo e intensidad, expulsa mediante los poros la energía necesaria para cumplir la tarea. El deseo, que trepa desenfrenado por los pies, la posee y empuja a descubrir límites desconocidos. El carácter fuerte, perseverante y tenaz, sumado a la habilidad con el palo y la bocha, contribuyen en Brisa Ruggeri a cumplir objetivos. El 10 de octubre tachó uno de la lista. Tranquila en su casa, mientras tomaba mates, sonó el teléfono. Del otro lado, Fernando Ferrara, entrenador de Las Leonas, confirmó su presencia entre las convocadas a los entrenamientos con el seleccionado mayor para comenzar así un nuevo ciclo luego de París 2024.
No será su primera vez luciendo la camiseta albiceleste sin mangas. La jugadora bonaerense de 21 años ya cuenta con la experiencia defendiéndola en categoría junior, cuando fue parte del plantel subcampeón del mundo a finales de 2023. Este año, cerró con broche de oro la etapa juvenil al consagrarse en la Copa Panamericana, certamen esquivo para Argentina desde 2016. En el torneo disputado en Surrey, Canadá, Ruggeri se dio el lujo de anotar dos goles pese a su puesto de defensora. “Es una locura lograr eso. A veces me pongo a pensar y no lo creo. Representar al país es el sueño que tenía de chica y me llena de felicidad”, dice con entusiasmo.
“Cuando la vi con Las Leoncitas lloré porque me emocioné mucho. Que aparezca en esa lista me provoca un orgullo enorme. Juego con ella desde muy chiquita; observo el compromiso, la dedicación y el esfuerzo que hace por estar ahí; sin duda se lo merece”, comenta Catalina Fiks, compañera en Saint Catherine’s Moorlands Club. Para dar cuenta del esmero de Ruggeri, Fiks recuerda una anécdota de niñas. Durante el entretiempo de un partido, el entrenador de ambas estaba enojadísimo con el rendimiento. En busca de motivar y despertar a sus jugadoras, dio como ejemplo el estado de Brisa, bañada en sudor por el sacrificio.
El amor al hockey no lo heredó de su familia. Lo descubrió a los cuatro años en el country donde vivía. Todos los fines de semana acudía junto a sus amigas a las actividades que se organizaban dentro del barrio, entre las que se encontraba este deporte. Enseguida quedó hechizada por el juego; el palo era su vara y el control que ejercía sobre la bocha era magia, que rápidamente fue detectada por su entrenadora. Ella le sugirió a Marina, su madre, buscarle un club adecuado para desarrollar sus habilidades. Como no tenía mucha idea, priorizó uno del Torneo Metropolitano que estuviera en la A y se ubicara por la zona. “Santa Cata” fue la única opción.
“Es inteligente y muy buena físicamente. Siempre está parada en la posición correcta para recuperar y hacer los relevos. Jugar al lado de Brisa es fácil porque se encarga de hacer el ‘trabajo sucio’. Su mentalidad es positiva y el carácter fuerte; a veces eso es bueno y otras no tanto”, opina Justina Strauss, compañera en el equipo con sede en Tortuguitas.
Fiks agrega: “Es muy alegre y una gran amiga. Por ahí su defecto es la impaciencia; se enoja fácilmente”. En cuanto a las cualidades, destaca la velocidad, producto de largas zancadas que le permiten sacar ventaja en los enfrentamientos uno contra uno. Además, resalta la visión y sabiduría para reconocer los momentos donde es necesario atacar o defender.
—¿Cuándo te diste cuenta que querías dedicarte al deporte?
—No hubo un instante donde me detuve a pensar una decisión. Desde que arranqué nunca más frené. Mientras crecía noté que la prioridad del hockey era cada vez mayor en mi vida. Se volvió profesional para mí porque es a lo que me ocupé después de terminar el colegio.
Su rutina cambia constantemente durante el año, aunque el foco siempre está puesto en su pasión. Actualmente, con el cierre de temporada, sus mañanas las transcurre entrenando. Los lunes, martes y jueves a la tarde practica junto al plantel y el resto de las jornadas descansa. En su tiempo libre, disfruta de la compañía familiar, los mates y juntadas con amigas.
“Siempre pasa tiempo conmigo. Hacemos todo juntas y nos encanta. Está muy presente cuando alguien de su entorno tiene que hacer algo o afrontar un problema; sabés que vas a contar con ella. Es empática, se pone mucho en el lugar del otro”, comenta Sol acerca de su hermana.
La frontalidad rige su persona. Si siente la necesidad, le resulta imposible encerrar en el baúl sus pensamientos. Cuando las ganas surgen, brotan de su boca palabras decididas y audaces. Según Sol, esto lo aprendió con el tiempo. La postura firme y madura que se ve en la cancha también se traslada al día a día.
Su rostro, ovalado, aunque con facciones definidas, posee una sonrisa amplia y cautivadora. El cabello, ahora apenas sobrepasando sus hombros, lo lleva castaño a excepción de los centímetros finales y de los dos mechones ubicados justo encima de su frente, que se mantienen rubios. Este semblante no oculta, aunque tampoco sugiere, el carácter tranquilo, pero fuerte que la propia Brisa se adjudica. Es una simple precuela que la gente ve antes de conocerla.
—¿Considerás que tiene algún defecto?
—Sobre “Bri” —como su hermana la apoda— diría que es la más caprichosa en casa. Lo mejoró, tengo que admitir. Cuando quiere algo es dura. También es autoexigente; si se propone objetivos, es estricta consigo misma.
Brisa consiente: “Fui madurando la parte mental. Me exijo bastante, pero de chica lo hacía más y no me permitía fallar en nada. En todos los aspectos, no solo en el deporte. Me di cuenta de que la vida es así; a veces das tu máximo y los resultados no llegan. Ahora tengo la mente fría y clara para entender esas situaciones. Me puede afectar, aunque entendí que no soy la peor del mundo si no salen las cosas; lo mismo a la inversa”.
—¿Trabajás la parte mental con profesionales?
—La verdad es que no. Igual siento que es muy importante. Si no estás bien de la cabeza, es difícil que las cosas funcionen. En hockey te enfrentás constantemente a circunstancias donde es necesario ser fuerte porque las derrotas y desilusiones son normales y cotidianas. A veces precisás del acompañamiento de tu familia o amigos.
Para ello cuenta con Sol. Ambas viven juntas en un departamento. Como los siameses, pasan los días pegadas la una a la otra. “Disfruto todo con ‘Bri’. Lo único que no compartimos es el deporte. Cualquier cosa que hagamos, desde las más simples, como tomar mate y charlar, ya me parece un planazo. En ocasiones nos peleamos porque somos distintas. Por ejemplo, ella es demasiado ordenada y yo no soy tan así. Una vez, antes de salir, Brisa buscaba un top y no lo encontraba. Me decía que me lo había quedado o que se lo había prestado a una amiga. Yo estaba segura de que no, así que fui hasta su cuarto, que siempre la jodo con que parece un showroom por el millón de tops que hay. Le agarré todos los que tenía acomodados milimétricamente por color más o menos y los tiré a la escalera. Se puso a llorar porque es muy dramática. Nuestras amigas se quedaron quietas y calladas. A los 10 minutos ya salíamos juntas al boliche. Por ahí discutimos, pero enseguida se nos pasa”, cuenta Sol entre risas.
Pese a compartir cada segundo, les faltaba algo que fuera suyo. Una noche, mientras tomaban té, la lámpara se encendió y surgió la idea de montar un emprendimiento sobre la fascinación de ambas: la ropa. “Este año llegó la oportunidad y sin dudarlo fuimos hacia adelante. El nombre —Cretas— surgió ese mismo día y nos encantó”, afirma Brisa. Jeans, chalecos, shorts, buzos, camperas y demás prendas son productos que llevan la impronta de las hermanas y están a la venta tanto en su página web como en un showroom en Recoleta.
La familia es la piedra angular en su vida. “Nos divertimos mucho cuando estamos juntos, todos por igual. ‘Bri’ se encarga de cocinar. Hace recetas fit y nuestro rol es degustarlas”, revela su hermana.
—¿Cuáles son las comidas que más disfrutás hacer?
—A Sol le cocino siempre, por eso suelo hacer cosas del día a día. Me encantan las tartas. Voy jugando con el relleno, depende de lo que tenga ganas. Dulces también, aunque trato que sean sanos. Me entretiene un montón. Pienso en empezar a estudiar Nutrición o un curso relacionado el año que viene.
Ella es la pequeña de sus dos hermanos: Sol y Franco. Cristian, el papá, formó parte de planteles en San Lorenzo y Almagro —a finales de los 90—. Su carrera futbolística acabó rápido, pero siguió cerca de las canchas. Fue auxiliar de Fernando Ortiz en Sportivo Luqueño y Sol de América —ambos de Paraguay—, club donde también ocupó el puesto de Gerente Deportivo en 2021. Como ayudante técnico, sus últimos equipos fueron Boca Unidos junto a Raúl Estévez y, recientemente, Monterrey con Ortiz.
Fuera del hockey, el fútbol es lo que Brisa más disfruta ver. Especialmente si se trata de alentar a Franco, que juega en Maschwitz Club, equipo amateur integrante de la Asociación Intercountry de Fútbol.
—¿Qué ídolos tenés en el deporte?
—En hockey hay varias personas. En general, a quien miro de cerquita es a Oscar —Ruggeri—. Lo admiro dentro y fuera de la cancha. Otro podría ser Edgardo Moravec, que es amigo de la familia. Lo considero un ejemplo a seguir. Ambos se entrenan y exigen incesantemente. Sorprende; después de lo que lograron como futbolistas, hoy siendo grandes, dejan todo por la actividad física. Continúan con el mismo pensamiento de cuando eran chicos. Mi tío abuelo, por ejemplo, juega un partido con amigos igual a la final del mundo.
“Mora” Moravec fue arquero profesional en la década del 80, luego de formarse en las inferiores de Vélez. En el país jugó para Argentino de Quilmes —junto a Juan Ramón Verón y Ricardo Zielinski—, Racing y All Boys, entre otros clubes. Además, experimentó el fútbol boliviano, chileno y austriaco. En el First Vienna FC compartió equipo con el “Matador” Kempes. Desde que acabó su carrera, se dedica al amateurismo en Maschwitz Club y defiende el mismo arco que el “Cabezón” Ruggeri.
Brisa utiliza el número 6 en la espalda como su referente. Comenta que charla seguido con su tío abuelo, quien siempre la acompaña, apoya y desea lo mejor. El consejo que le repite es “dar todo por lo que haga, el 110 por ciento, y disfrutar”. Orgullo y privilegio son las palabras que elige para describir el sentimiento de tenerlo en la familia.
La nueva Leona goza de su presente sin dar lugar al desenfoque. Con los objetivos claros, se embarca en un viaje que parece apenas comenzar. Los últimos meses en Saint Catherine fueron turbulentos porque el club batalló por no descender del Torneo Metropolitano A. En la última fecha —9 de noviembre—, enfrentó a Quilmes en busca de la permanencia. Cuando más la necesitaban, Brisa no titubeó y ayudó con dos goles a ganar 4 a 1. “Sufrimos bastante, así que nos unimos entre todas y la gente alentó desde afuera. Por suerte se terminó y mantuvimos la categoría”, comenta con alivio.
—¿Qué sueños te gustaría cumplir?
—En lo deportivo, disputar unos playoffs con “Santa Cata”. Vivirlo en la cancha sería una locura. A nivel selección, lo máximo son los Juegos Olímpicos. Después, quiero disfrutar momentos de la vida y me encantaría formar una familia en el futuro.
Con el horizonte claro, esta Brisa no es suave y, más que un leve viento, parece un torbellino dispuesto a todo por saciar sus deseos.