Por Juan Tobías Graib
Espalda, cuádriceps, bilaterales, isquiotibiales. Contra el córner izquierdo y sobre una colchoneta azul, Damián Stazzone elonga separado de sus compañeros, que llevan a cabo esa tarea entre charlas y risas. Pasa de estiramiento en estiramiento sin hablar, pero no deja de atender a algún llamado del preparador físico Marcelo Salusky y acepta los mates que le llegan.
Falta un día para cerrar la Liga de Futsal contra Atlanta, en la fecha 38. El segundo puesto y, por ende, los play-off, están asegurados. A diferencia de los días de semana, la propuesta de este sábado es menos intensa. La mirada de Stazzone no dice lo mismo.
Piensa. Medita lo que hará después de esta mañana soleada en el Polideportivo Roberto Pando, casa gloriosa de su San Lorenzo de Almagro. No es una más: hace cinco meses, decidió patear su retiro como jugador para fin de año, cuando entendió que la ‘5’ impregnada en su espalda, a centímetros de su tatuaje de Oktubre, no estaba lista para ser usada por otro jugador. Comprendió que, en plena temporada -y como en las diecinueve anteriores-, su posición de cierre era irremplazable. Lo sigue siendo.
No se ve en Perú. Falta una semana para que dirija a la Selección Argentina Sub-20 en el torneo Sudamericano de Lima. No tendrá la lista de convocados definida hasta el lunes, pero la incertidumbre no le pesa. “Como todo Sudamericano, va a ser muy parejo”, soltó. “Nuestros jugadores juegan en primera y juegan mucho. Quizás, en los torneos anteriores iban chicos que estaban, pero jugaban poquito o recién arrancaban. Eso nos da también la ilusión: saber que tienen mucho roce, mucha competencia, que están acostumbrados a competir en situaciones límite”.
Límites. Junto con una camada histórica de jugadores, Stazzone llevó esa palabra a definiciones impensadas. Con la ‘2’ albiceleste salió en todas las fotos: con la Copa del Mundo de 2016 y la Copa América de 2015, bajo el mando del trascendental Diego Giustozzi; con la Copa América 2022 y la del subcampeonato mundial de 2021, con Matías Lucuix a la cabeza.
Desde Italia, el pívot y excompañero suyo Leandro Cuzzolino contó lo que le aseguraba Stazzone a esa Selección: “Fue un tipo muy duro en la parte defensiva. Cuando marcaba a los mejores pívots del mundo sabías que iba a defender todo. Entonces, vos te sentías tranquilo porque sabías que atrás tenías dos o tres especialistas que te hacían evitar muchos dolores de cabeza. Por el tipo de juego de él, de anticipar al rival, estábamos tranquilos porque teníamos a uno de los mejores defensores”.
En julio de 2022, Stazzone se cambió los cortos por el buzo: él y Santiago Basile empezaron a coordinar las selecciones juveniles. Para el último Mundial de Uzbekistán de 2024 fue ayudante de campo del joven Lucuix, en la segunda medalla de plata consecutiva. “Lo viví peor que cuando era jugador”, confesó mientras esbozaba una mueca. “Sufrí mucho más porque me sentí con mayor impotencia de no poder correr, meter, ni ayudar dentro de la cancha. Y con más tensión, mucha más. Cuando sos jugador, desde la entrada en calor te vas descargando, sintiéndote activo, generando adrenalina y eso para mí es más fácil”.
Pero no confunde los contextos. Sabe que, cuando le toque pensar en el nombre por nombre, lo hará en uno de los pocos momentos que no tenga a San Lorenzo en su cabeza. Tobías Arce, arquero del ‘Ciclón’ y dirigido por Stazzone en la Argentina Sub-20, se estira a diez metros suyo y cuenta: “En el entrenamiento es un compañero más y en la Selección es el técnico. Está esa diferencia, de saber entender el momento, pero la verdad es que ‘Dami’ es un genio. Siempre tiene las palabras y los consejos justos. Hay DTs que te gritan de todo y no te dejan nada, y él transmite mucha paz a la hora de hablar, de comunicar las cosas y de enseñarte. Creo que tiene un plus, ese tacto que al jugador le llega. Lo que tiene que decir es correcto y pega justo en la tecla. Es algo que me sorprendió mucho”.
Esteban Pizzi, además de ser el preparador físico de las selecciones de futsal, fue testigo de todas las facetas de Stazzone con la celeste y blanca. Lo conoció en su primera convocatoria, en el marco de los Juegos Odesur de 2010, y lo va a acompañar a Perú en busca del Sudamericano. “Damián es lo que a mí me gusta llamar ‘entrenador de partido’, al que nada lo saca del eje en ningún momento”, atestiguó, sobre aquel al que considera un amigo del futsal. “Sobre todo con jóvenes, me parece muy importante porque los jugadores suelen tener estados de emociones muy dispares, a diferencia de un adulto que tiene un poco más de equilibrio y madurez a la hora de tomar decisiones, tanto en cancha como afuera. El chico, producto de la propia juventud, pasa por esa montaña rusa de emociones y me parece que un entrenador de estas características es muy importante.”
Su genio lleva el color azulgrana. Desde que nació el 31 de enero de 1986, Stazzone vive el club como vivió su infancia en Flores -la que él describe como la de un pibe de barrio “al que le iba bien en el colegio, pese a ser quilombero“. Jugaba a la pelota en la calle con sus amigos, hermanos y primos, mientras pasaba los días en San Lorenzo: “Muchas situaciones de ir a vacacionar al camping y de estar en la pileta todo el verano”. Y de ir a la cancha, pero eso nunca lo perdió.
Cuando terminó de jugar al papi fútbol con 13 años, no pensaba en el futsal como una posibilidad remota hasta que Fernando Berón le acercó esa chance. Como no podía ser de otra manera, le sugirió ir a probarse a San Lorenzo. En ese entonces, y hasta que debutó en la primera categoría en 2004, ni los pensamientos más utópicos le hubieran deparado una trayectoria de catorce títulos con el club de sus amores.
Pero antes de ser capitán y bandera, fue pibe y escolta. Sentado en la tribuna del ‘Pando’, su director técnico Nicolás Valdez recordó los tiempos en los que eran compañeros de equipo: “Cuando él subió, estaba en un plantel complicado y muy amateur. Me acuerdo de una charla cuando estábamos en Brasil: íbamos a jugar la Libertadores y era su primer torneo internacional. Íbamos caminando… nosotros éramos un bardo. Y me dice ‘Che, gordo -me dice gordo- estoy preocupado. Los veo muy relajados a ustedes’. Y le dije ‘no, ‘Dami’. Nosotros somos así’. Pero esa Copa la terminó jugando. En el 2006, ya estaba entre los dos cuartetos. Y después se fue formando, tuvo gente que lo fue acompañando y lo fue guiando durante todos los años para ser lo que es hoy”.
Pasó el tiempo. Con él, llegaron los cambios: en Boedo, se construyó el Polideportivo Roberto Pando y el futsal dejó de hacer de local abajo de la Platea Sur del Estadio Pedro Bidegain; tuvo dos ciclos en el futsal italiano- con el SS Consilina en 2011 y en CBM Matera para 2021. Conoció a su pareja Micaela. Estudió y se recibió de Licenciado en Comunicación en la Universidad de Quilmes, sin la intención de usarlo como una vía de trabajo.
Conoció el compañerismo y lo llevó con él. Juan ‘Galle’ Rodríguez, excompañero suyo en el ‘Cuervo’ y actual ala en el club América del Sud, analizó esa característica: “Todos sabemos que Damián es hincha de San Lorenzo y que las situaciones del club- como la económica- le deben doler incluso más que a los demás. Por ejemplo, yo soy de América y a mí no me gustaría que, el día de mañana, mis compañeros no quieran entrenar porque el club está atrasado. Me dolería. Cuando el grupo estaba en esas situaciones, Damián era el primero que se ponía al frente, que iba a pelear y conseguía cosas. Eso también le da el respeto de los demás porque no es una persona que mira por sí solo. Al contrario, se dejaba él para lo último y ponía al grupo por delante”.
Ganó siete ligas de primera división y seis copas nacionales. Tuvo una vista de lujo a la Copa Libertadores de fútbol en 2014, con él y su familia en cancha. Como la primera vez, ganó la Libertadores de Futsal en 2021. Derribó mitos: se la ganó al equipo brasileño Carlos Barbosa, máximo ganador del certamen (4), y fue el único equipo argentino en llevarse ese galardón en la historia. Una vez más, los libros escribieron el apellido Stazzone.
Apiló la colchoneta junto a las demás. Agarró una pechera verde y se puso a jugar un partido improvisado. Detrás de sus compañeros, anticipa a los del otro equipo por el aire y al ras del piso de madera laqueada. No es impasable, pero no deja a pata al resto. Pide la pelota y, con un movimiento, deja a Ulises Silguero solo frente al arco. Tira un lujo y se lo festejan. En ese ambiente casi familiar, de gritos y cargadas, Stazzone parece serio. Quieto. Los años le demostraron que, muchas veces, corre innecesariamente y que sabe cuándo sí y cuándo no. Con 38 años, disfruta de sus últimas andadas a su manera: pensando.