miércoles, enero 15, 2025
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Insua, ese Gallego del barrio de Boedo

Por Santina Cova

El fútbol tiene que ser un motor que ayude a encauzar muchas de las cosas que no funcionan del todo bien en el país”, dice Rúben Darío Insua, el actual técnico de San Lorenzo de Almagro sobre la relación estrecha entre este y la situación del país. Otra vez el deporte como impulsor, que lo llevó a vestir la camiseta del Ciclón a los 12 años en inferiores en 1973, y a debutar en primera por fin en 1978, pero antes a trabajar en la fábrica de sillas y a vender ropa en Avenida Sáenz. 

Insua no se esconde y saca en cada oportunidad a relucir su capacidad de estar en todos los detalles. Es hijo de padres españoles pero nació en Argentina. Inculcado por su padre reluce un nacionalismo poco visto hoy en día. Felipe Pigna dijo que está de moda pegarle al país en la radio Urbana Play pero El Gallego, con su impronta y personalidad, pone de manifiesto que vive en el mejor país del mundo y que aún con todos los golpes que le pegan, se recupera siempre. “¿Hace falta que te diga que es lo que pasa en Argentina?”, responde repreguntando en una entrevista.

Luego de ser determinante en el ascenso a la Primera división del Cuervo en 1982 -fue quien marcó el gol de penal ante El Porvenir- tres años después se despide del club para emigrar al Viejo Continente, España fue el destino. Un volante con gran despliegue, creativo, vuelve a Argentina para jugar en Estudiantes de La Plata, y posteriormente en el Independiente de Ricardo Bochini en 1986/1987, a quien considera uno de los mejores jugadores argentinos. 

Su carrera como técnico cuenta con pasos por Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú y Argentina. Su primera experiencia en el Azulgrana fue en 2002, donde consiguió la Copa Sudamericana. Su camisa color marrón y la corbata negra que fue de sus cábalas -aunque él diga que no lo era- está guardada en el placard, por si la necesita. Pese a que en conferencia de prensa admitió que fue mera casualidad, todos los partidos ingresaba al estadio en su auto desde Avenida Varela siempre con la misma canción Costumbres Argentinas de Los Abuelos de la Nada. Crítica al fútbol argentino pero con una mirada esperanzadora de cambio porque en el país los entrenadores que se arreglaban con los jugadores que tenían y le daban posibilidades a los chicos de inferiores no entran en el estándar de lo que se busca. Pero al mismo tiempo le da la derecha porque ve una federalización que expande al deporte. 

No entra en comparaciones absurdas, ni trivialidades futboleras, pero si está a favor de los debates que enriquecen las ideas, el desarrollo y el crecimiento, como lo fue el Menotti-Bilardo. Messi es palabra sagrada en su familia y el no haber estado en el mundial de 1986 es una asignatura pendiente en su carrera. Habla de los argentinos como materia prima en calidad de talento impresionante, pero con su ojo crítico encuentra un problema, el inconformismo. 

Su característica cabellera siempre con la sensación de que el viento le rompe en la cara, y el código de vestimenta fiel a su estilo denota la simpleza de la persona. No habla de marcas de ropa y por el contrario cuenta que compró una de sus emblemáticas camperas de cuero en Avellaneda y Nazca. 


El Gallego compara a los entrenadores con maestros y piensa que no hay buenos o malos, existen los que enseñan mejor y los que enseñan peor.

Muestra lo más profundo de sus pensamientos cuando dice que le preocupan los argentinos que no la pasan bien. Un personaje que no elimina su carácter nacional y político por ser parte del mundo futbolístico, que se muestra en la conformidad pero aún más en la disconformidad. El socio tiene un papel fundamental en la vida de Insua, hijo de un socio vitalicio, asegura que mientras el club sea una sociedad civil -y desea que lo siga siendo- el hincha es el que elige. No se opone a los clubes como sociedad anónima mientras sea una cuestión vital para la institución. 

La elección de “Nunca Más” como su libro favorito demuestra este arraigo a la historia. No puede pensarse al fútbol si no es a partir de ella y eso Insua lo tiene claro. Por eso, a más de un año de la presentación de Insua en el club azulgrana, se celebra como un logro para el fútbol argentino. Porque el Gallego sabe que los procesos son casi tan importantes como los resultados, la convicción y el espíritu ganador lo persiguen y porque sabe que tiene que honrar la memoria de su padre: “A San Lorenzo hay que defenderlo todos los días, todo el tiempo, en todos los ámbitos”. 

Argentina vuelve a ser el foco y dentro de las marcadas desigualdades sociales, manifiesta que si pudiera elegir un superpoder sería el dueño de la cadena alimenticia de argentina para que a ningún ciudadano le falte la comida, en un país que produce alimentos para 400 millones de personas y tiene que abastecer sólo a 47 millones. “No hay razón para que un argentino pueda estar mal alimentado”. El Gallego demuestra que desde el fútbol se puede cambiar al mundo siempre y cuando se actúe en consecuencia.

Nicolás Zerba: “Ganarle a uno de los mejores equipos a nivel mundial fue inolvidable”

Por Leticia Villagra

La Selección Argentina levantó una vez más un trofeo en Brasil. El conjunto nacional de vóley dirigido por Marcelo Méndez cortó, el 30 de agosto, una racha de 59 años de liderazgo brasileño en el Sudamericano, y se adjudicó esta edición de 2023 con un contundente 3-0 (25-19, 29-27 y 25-22). Tras este triunfo histórico, el central de 24 años contó la “locura” de haber levantado la copa ante los ojos de la hinchada verdeamarela.

-¿Cómo te sentís después de haber ganado una final ni más ni menos que contra Brasil, en Recife, ante más o menos 12 mil personas?

-Es una locura. Para nosotros, haberle ganado a uno de los mejores equipos a nivel mundial en su casa fue inolvidable. Hicimos mucho trabajo durante el año, nos fue muy bien en la Volleyball Nations League (VNL), y en el Mundial tuvimos una muy buena posición. Que se nos dé es muy bueno para el equipo, y más de visitante allá.

-¿Cómo hacían anímicamente para tolerar los gritos en cada punto, siendo que estaban de visitantes?

-Era una presión cada vez que nos hacían un punto en contra, pero terminaba siendo todo más mental. Era mucho mejor cuando había silencio después de nuestros puntos, al terminar festejamos con la cancha vacía. 

-Hay una jugada que tuvo mucha repercusión en las redes, en la que Luciano De Cecco te “armó una pelota” con el pie, salvándola de tocar el piso, y terminó en un punto tuyo para Argentina.

-Fue una muy buena jugada, Lucho es un crack. Jugar con él como con Facu (Conte), jugadores de talla mundial, es excelente.

Integraste el equipo ideal con él, y quedaste en la historia del equipo campeón, ¿cómo te sentís con eso?

-Me gustó ser parte del equipo ideal, pero me quedo con haber ganado la final. Está ese dato conocido de que solamente hubo una vez que Argentina salió campeón, en 1964, y no estaba Brasil. Y después fueron siempre ellos los que ganaron este torneo. Se siente mejor todavía ser parte de todo esto, e integrar el equipo ideal es solo un detalle. 

-Luego de este triunfo en el Sudamericano, como jugador sentís que el piso se subió?¿La exigencia va a ser más alta en el preolímpico, ahora a fin de septiembre, porque ya ganaron el Sudamericano?

-No sé si la vara se subió por haber salido campeones. Es más un tema de la gente, quizás. Siempre tuvimos en mente el tratar de clasificar, y tratar de jugar todos los torneos para sacar la mayor ventaja y mayor provecho para nuestro juego. Se dió que salimos campeones, buenisimo, pero no ocurría hace 60 años. 

Gracias a este título, la Argentina subió del 8vo al 6to puesto en el ranking mundial de la FIVB, clave para la clasificación olímpica. El preolímpico será del 30 de septiembre al 8 de octubre, que reparte solo dos cupos para París 2024, y donde enfrentará a Polonia, Países Bajos, Canadá, México, Bélgica y Bulgaria. Si los argentinos no logran el pase, podrían entrar por ranking. Nicolás destacó la importancia de esta fase: “Nosotros nos preparamos todo el año para este torneo que es el más importante. Tenemos grandes posibilidades, somos uno de los equipos con chances de pasar, estamos jugando en un nivel bárbaro, y nos vino muy bien para jugar esos partidos”.

A nivel personal, que ahora estás jugando en un equipo de la liga de Polonia, ¿notás mucha diferencia entre el juego de allá con el argentino?

-Sí. Jugar ahí es muy sarpado, muy bueno, más que nada porque es una de las mejores ligas del mundo actualmente. En la Champions League, los últimos dos equipos fueron polacos, eso demuestra que es una de las ligas más fuertes actualmente. El poder jugar ahí es un gran logro para mí. Todo deportista trata de llegar a la élite, y creo que esa es una de las ligas top que hay en el momento; es mucho más física. Se toma mucho más profesional el deporte ahí, es uno de los principales del país, por no decir el primero. Por eso se ve de otra forma y se juega con otras sensaciones, con otro nivel. 

***

En este sentido, el central no cree volver a su país natal en el corto plazo, pero le encantaría hacerlo más adelante: “No tuve la posibilidad de afianzarme acá, donde estoy ahora, y me gustaría hacerlo”.

-¿Sentís que llegaste al punto más alto a nivel de tu carrera?

-No creo; espero, y podría, llegar a un nivel aún más alto. Un deportista trabaja para rendir siempre un poco más. Hay una frase que dice “lo más difícil no es llegar sino mantenerse”, aunque creo que mantenerse sería un poco mediocre ese pensamiento. Uno labura para ser más competitivo deportivamente.

¿Qué creés que es lo clave que le falta al vóley argentino para subir a ese nivel? 

-La Liga Argentina tiene muchas cosas que no hay en el resto del mundo; tiene jugadores, cuerpo técnico excelente. Quizás, con la situación económica que vive el país es difícil. Yo se que el vóley es un deporte que tampoco mueve mucha gente, no es tan marketinero, y es difícil apostar por el voley. Principalmente le falta inversión. Yo creo que con un poco más de apoyo, sea por voluntad, instituciones privadas, podría llegar a ser uno de los saltos que beneficiaría la liga acá, como fue en su momento Bolívar a nivel mundial.

Las montañas de Buenos Aires y de la Ciudad

Por Marcos Rados

Emir Forgione, de 15 años, está sentado y mira el muro de tres metros que tiene delante. Hay ruido alrededor, ruido intencional. Suena a todo volumen, mediante un parlante, una de las canciones insignias de la célebre banda Megadeth: “Symphony of Destruction”. La canción, explica el joven, es parte de una playlist de Spotify que armaron entre varios que escalan con frecuencia en el Centro Andino Buenos Aires (CABA), su club. Hay canciones de bandas como La Renga, AC/DC, System of a Down y Rata Blanca, que sirven para motivar a quienes decidan afrontar el desafío que representa subir un muro de tres metros, el cual tiene distintos caminos, con diferentes dificultades.

Hay 20 personas en el Centro Andino. Algunas están sentadas; otras, paradas y listas para escalar. Se ve a escaladores de distintas edades: Forgione incluso comenta que vio a gente de hasta 80 años. Se prepara “El Flaco”, de 41 años, y encara una de las “rutas” más complejas en el muro de la derecha —el de la izquierda permanece intacto aún—, como así lo demuestran las cintas en los bloques. Al ingresar al Centro Andino Buenos Aires hay una guía que especifica las dificultades de cada ruta de subida: verde, verde con azul, azul, azul con amarillo, amarillo, amarillo con rojo, rojo, rojo con negro y negro. De menos a más, así se puede leer qué tan complicado es.

“El Flaco” decide incursionar en una ruta plagada de bloques marcados con amarillo y rojo o rojo solo. Está ahí sólo para hacer una actividad recreativa; él es parte de un grupo de cinco, que tienen edades similares y decidieron escalar como actividad física. Empieza a subir, sigue bien, pierde el equilibrio y se cae. Forgione mira a su izquierda, donde está el grupo que menos experiencia tiene, y les marca algo vinculado a la caída: “Vean que no cayó con la espalda, hizo el esfuerzo para caer con las piernas flexionadas y sin golpearse los brazos”.

Forgione decide hacer uno de los caminos más difíciles del boulder (el muro), delimitado en su totalidad por el rojo. Diez años de escalada no fueron en vano: lo consigue con relativa facilidad. Forgione fue uno de los ganadores de los Juegos Porteños 2022 y, por ende, pudo participar como uno de los chicos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en los Juegos Evita de ese mismo año. Dice que está conforme con su rendimiento.

—¿Escalás para hacer carrera como deportista o sólo como algo recreativo?

—Yo estoy acá por todo, me encanta escalar, lo hago hace muchos años y llevo cinco haciéndolo ininterrumpidamente. Estoy casi más tiempo acá que en mi casa.

Forgione se queda en silencio unos segundos y menciona el nombre de Valentina Aguado, federada por el Centro Andino de Buenos Aires, una de las representantes de Argentina a nivel mundial. Asegura que ella inició su camino en este deporte de una manera similar a él y que le gustaría subir por el mismo camino.

La mesa está servida: hay mate, té, muffins, galletitas y torta. Todos dejan de escalar por un momento y descansan con una merienda que resume cómo es el ambiente entre ellos: familiar. Forgione habla con su amigo, a quien indujo a empezar en la escalada (antes hizo judo y fútbol), y le pregunta a qué lugar van a ir el domingo —el Centro Andino se encuentra cerrado siempre los domingos— y pone sobre la mesa a V-Once, al Muro de Ramos y a Punto Cumbre, todos ubicados en Buenos Aires.

Otro sitio para escalar en el AMBA es El Templo, que tiene días de clases, con sus respectivas dificultades, y jornadas libres, donde cada uno decide qué ruta o camino hacer en cada muro. Este centro de escalada nació el 29 de abril de 2023, con Mónica Cutullé como unas de sus caras visibles, además de ser parte de la dirección. En cuanto a los objetivos de El Templo, Cutullé asegura: “Uno de los más importantes es organizar distintos viajes a montañas cercanas, pero lo que más nos interesa a nosotros es generarle a más gente lo que sentimos nosotros, que es el amor por escalar”. Ella se identifica como una persona enamorada de las montañas y esa es una de las razones por las que estudia para ser guía.

De todos modos, hay un lugar que sobresale y prevalece por su importancia: la Palestra Nacional de Andinismo, instalada en 1982 y ubicada en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CeNARD), en Núñez. Es la “montaña” que se puede encontrar en la ciudad de Buenos Aires: tiene piedra natural traída desde la provincia de San Luis, su altura es de más de 12 metros y la superficie alcanza los 3200 metros cuadrados. El objetivo es el entrenamiento de deportistas que tengan previsto adentrarse en la escalada a la alta montaña, con 250 rutas o vías de subida de diversa dificultad. 

La Palestra Nacional de Andinismo del CeNARD pudo haber desaparecido por negocios. En 2019, se planeó demolerla como parte del proyecto del Parque Innovación. “Impulsará las actividades de emprendedores, estudiantes e investigadores, facilitando el encuentro entre ellos y generando sinergias con instituciones innovadoras públicas y privadas del país y del mundo”, según el Gobierno de la Ciudad. Los reclamos de los escaladores frustraron el plan. Dos años después, en 2021, el legislador Sergio Abrevaya –del partido Generación para un Encuentro Nacional– presentó un proyecto que busca que la Palestra Nacional se convierta en Patrimonio Cultural de la Ciudad de Buenos Aires. “Es un sinónimo de deporte, cultura e historia de la Ciudad”, reza el escrito.

Un convenio entre la Secretaría de Deportes de la Nación y el Centro Andino Buenos Aires señala que para trepar en la Palestra Nacional de Andinismo es necesario ser socio del club, además de haber demostrado “capacidad e idoneidad en el manejo de las técnicas de seguridad”, como explica el CABA. Para acceder a la “montaña en la Ciudad”, como la llaman los escaladores, se debe rendir un examen de ingreso que incluye tanto la teoría como la práctica, además de técnicas relacionadas a la seguridad.

Para escalar en el Centro Andino Buenos Aires no es necesario ser socio. Rafael Masid, secretario del CABA, afirma que son el único club sin fines de lucro asociado a la Federación Argentina de Ski y Andinismo (FASA) dentro de la ciudad de Buenos Aires: “Después hay otros lugares para hacer la actividad, son muros privados que algunos instalan para buscar ganar dinero. Todos estos lugares se asemejan a los gimnasios, ya que a cada muro termina yendo la misma gente, es decir, van algunos y terminan haciéndose ‘clientes’ habituales”.

—¿Por qué hay clubes relacionados al andinismo en Buenos Aires y en la Ciudad si prácticamente no hay montañas para escalar?

—Existimos nosotros, los fanáticos de las montañas. Sé que es difícil de entender, pero nos gustan las montañas por más que vivamos lejos.

—¿Cómo es eso? ¿Cómo te hacés fanático de algo viviendo a tantos kilómetros de distancia?

—Es que la pasión no se negocia ni se puede explicar. Si fuiste alguna vez a una montaña, la conociste, ya está. Estás perdido si la pisaste y la disfrutaste, no te podés olvidar nunca más ni dejar de hacerlo, ya sea como actividad recreativa o competitiva.

En cuanto al aspecto competitivo, hay distintos torneos. Los Juegos Evita son la principal competencia polideportiva de Argentina, organizada por la Secretaría de Deportes de la Nación. Cada provincia hace sus clasificatorias de distintas formas. En el caso de la ciudad de Buenos Aires, el Centro Andino es el encargado de hacer las clasificatorias para los Juegos Evita desde 2021. Si bien no es un requerimiento ser federado del CABA para participar, el secretario Masid explica que los del club son quienes suelen ganar las competencias y terminan clasificándose a la fase final de los Juegos Evita. Masid, quien practica el deporte, comenta que la Federación Argentina de Ski y Andinismo organiza su propia competición: “Se llama Campeonato Argentino de Escalada Deportiva, el CAED, le decimos, y tiene sus variantes de mayores y juveniles, divididos en Junior, Juveniles A y Juveniles B”. El CAED está dividido en provincias y los mejores de cada una se reúnen en una final.

Se acaba el día y Emir Forgione habla de las características de los distintos muros que hay en la escalada deportiva, cada uno puede incluir distintas variedades: placa (una pared de casi 90 grados), desplome (desde abajo de la pared o roca y con una inclinación de 45 grados) y aplome (lo mismo, pero desde arriba). 

Arriba está Forgione, y no es el único. Son las nueve de la noche, casi el horario de cierre, y varios siguen escalando, a pesar de haber arrancado hace ya casi cuatro horas.

Sonia Baluzzo, remando por un sueño

Por León Lagares y Facundo Funes

Sonia Baluzzo ya experimentó la sensación de ganar una medalla para la Argentina cuando consiguió una presea dorada y otra plateada en doble e individual scull de remos ligeros respectivamente. Hoy sueña con clasificarse a sus primeros Juegos Olímpicos en París 2024 y repetir la hazaña lograda en los Juegos Odesur de Asunción en 2022. 

Después de años de hacer gimnasia artística, inició en la disciplina en 2013, impulsada por su abuelo. “Quería cambiar de deporte, así que le pedí a mi abuelo que me llevara al club donde él remó toda su vida, el Club de Remo Teutonia. Ahí fue donde probé e inmediatamente el deporte me atrapó”, relata Baluzzo, que anhela participar del doble par ligero en los JJOO del año que viene, meta para la que entrena 25 horas semanales. 

-¿Qué sacrificás para estar al 100%?

-Sacrificar es una palabra que no me gusta mucho, prefiero decir que estoy comprometida con mis sueños y determinada con mis objetivos, porque para rendir al máximo hace falta pasar muchas horas entrenando y preparándose mentalmente también. Sí, le dedico menos tiempo a lo que son salidas con amigas, escapadas de fin de semana y a la facultad, pero no lo veo como un sacrificio.

Además del remo, Baluzzo cursa el cuarto año en la Licenciatura en Kinesiología en la UBA y da clases particulares de alemán y de nivel primario y secundario para generar segundos ingresos, ya que con el remo puede vivir solamente si es con su familia y si se muda sola llegaría “con lo justo”.

El remo es otro de los tantos deportes que requieren de un esfuerzo económico importante por parte de los atletas, aunque para suerte de Sonia, cuenta con ayudas externas. “Recibo becas del Enard y de la Secretaría de Deportes con las que puedo solventar todos los gastos que necesito, yo solo tengo que encargarme de mi movilidad. También tengo empresas que me respaldan y el club que me ofrece ayuda con atención médica y nutricional”, explicó la palista de 25 años, que en marzo del próximo año disputará el Preolímpico Continental, en el que deberá quedar rankeada primera entre los botes argentinos, más allá de estar en zona de clasificación, para conseguir el boleto a los Juegos Olímpicos de París.

-¿Qué ventajas y/o desventajas tenés contra tus rivales directos?

-Todavía no sé quiénes van a ser mis rivales, pero creo que mis ventajas en cuanto a la preparación son mis otros compañeros de la selección con los que entreno todos los días, mi equipo de entrenadores y preparadores físicos, psicóloga, médica y nutricionista que me acompañan y me dan todas las herramientas que necesito. Una desventaja puede ser la Pista Nacional de Remo en Tigre, donde hay veces que por estar muy baja el agua no podemos salir a remar, más allá de la contaminación. El presupuesto con el que contemos también influirá mucho en la calidad de nuestro proceso, pero todavía no sé cuál será.

-¿Qué herramientas te brindan el club y la selección? ¿Por dónde te llega más ayuda?

-Tanto el club como la selección me ayudan por igual. Hay algo de trabajo en conjunto, por ejemplo para organizar a qué regatas del calendario nacional podemos asistir.

-¿Quién o quiénes te entrenan? ¿Qué te aporta, o te aportan?

-Mi entrenador en la selección es Martín Bonini y el director técnico nacional es Pablo Susini. Mis preparadores físicos son Martín Menéndez Lema y Martín Concilio. En el club mi entrenador es Francisco Schoo y mi preparador físico también es Martín Concilio. Los entrenadores en la selección me aportan mejoras técnicas y seguimiento en el agua. Mis preparadores físicos me ayudan a mejorar y a dar lo máximo de mí en el gimnasio. En el club, Francisco me aporta contención y mejoras técnicas cada vez que vuelvo, ya que la mayor parte del año concentro con la selección en la Pista Nacional de Remo.

El remo argentino aportó cuatro medallas olímpicas a lo largo de la historia, la más importante fue el oro en Helsinki 1952 conseguido por Tranquilo Cappozzo y Eduardo Guerrero en la prueba de doble par de remos sin timonel.

-¿Crees que al remo se le da la importancia que merece?

-Creo que a nivel panamericano al deporte se le da importancia. No sé si es lo que se merece o no, pero el presupuesto que maneja el deporte depende de los resultados. Más allá de eso, creo que es un deporte poco difundido y conocido en nuestro país, y eso dificulta que se le dé más importancia. Sí creo que creció mucho la cantidad de personas que practican el deporte en los clubes, y que de a poco va a ir llegando a nivel de selección.

No hay que dejar de recordar que este deporte es muy exigente y que toda preparación, sueño y esfuerzo puede pasar de la gloria al fracaso en solo esos siete minutos de duración de regata, en los que Sonia compite motivada por su familia, amigos y novio, quienes son su “cable a tierra”. 

Christy Martin: renacer del dolor

Por Emilia Pellegrini

La primera vez que boxeó fue en 1986 en una pelea para aficionados de la universidad, y si bien se mostró interesada por varios deportes desde que era muy chica y para el momento de ese combate nunca había pisado un gimnasio, fue el puntapié para colocar al boxeo como el pilar de su vida para siempre.

Luego de un par de peleas, conoció a Jim Martin, un entrenador que se ofreció a trabajar con ella en Tennesse. La relación al principio no fue la más agradable, de hecho hasta la comunicación entre ambos era escasa, pero Christy sorprendió a todos en el gimnasio con sus habilidades arriba del ring y con el paso del tiempo el vínculo con su entrenador fue mejorando, al punto en que comenzaron una relación y a los pocos meses se casaron.

“Cuando me casé con Jim me casé con el boxeo”, confesó Christy. Y quizás usó al matrimonio para ocultar una fase de su pasado con la que le era complicado vivir: en la secundaria, había tenido un amorío con una compañera del equipo de básquet pero tuvo que ocultar esa relación por la época en la que se vivía pero principalmente porque sus padres no lo aceptaban. Es por eso que, años más tarde, comenzó a usar al boxeo como una especie de descarga para expulsar toda la ira guardada de tener que esconder quien realmente era. Su marido y entrenador estaba al tanto de su pasado, pero también eligió dejarlo de lado y seguir adelante, aunque también expresó que “de haberlo sabido no la hubiera dejado entrar al gimnasio esa primera vez”, refiriéndose a las relaciones con mujeres que su esposa había tenido en la adolescencia.

En 1994, firmó un contrato con Don King, el mejor promotor de boxeo del mundo en ese entonces, y desde ese momento su carrera no hizo otra cosa más que subir. Recibió elogios del mismísimo Mike Tyson quien había escuchado de ella mientras estaba en la cárcel, y fue él el que la invitó a participar de la antesala de sus peleas. Fue en uno de esos enfrentamientos donde se vio cara a cara con Deirdre Gogarty, y con una fractura y hemorragia nasal impresionante cautivó a cien mil espectadores y a más de un millón de televidentes. Ese fue el quiebre de su carrera, donde comenzó a ser reconocida por los medios y a ganarse el respeto de sus rivales. 

Christy logró demostrar que las mujeres también podían practicar el boxeo profesionalmente, que tenían coraje y que podían seguir peleando a pesar de la sangre. Motivó a una camada de niñas a comenzar a boxear, salía en las tapas de las revistas y hasta incluso en videojuegos. Llegó a estar en la cima del mundo cuando la gente coreaba su nombre.

Mostraba una imagen extremadamente femenina, en cierto punto, según su entrenador y esposo, eso atraía a los hombres a ver sus peleas más allá de las condiciones innegables que tenía. En las previas de los combates, insultaba duramente a sus rivales, rebajándolas con comentarios que condicionaban la apariencia masculina que mostraban. Lo cierto es que Christy usaba ese recurso para ocultar su pasado, ya que de hecho llegó a criticar públicamente la homosexualidad y sin dudas todas esas actitudes eran alentadas por Jim. 

En noviembre de 2001 y siguiendo con la ola de comportamientos homofóbicos y descalificantes contra sus rivales, se enfrentó y venció a la campeona mundial Lisa Holewyne, quien años más tarde sería su esposa. 

Pero mucho antes de poder vivir en una sexualidad plena y sin encubrimientos, Christy siguió pisando fuerte en el boxeo e incluso ganó el título de la categoría superwelter de la CMB en 2009.

Pero los éxitos en el ámbito deportivo no le hacían juicio a su vida privada. Puertas adentro la boxeadora vivía en un mundo de abusos por parte de su esposo. Comenzaron con el consumo de cocaína juntos pero, en 2008 todo empeoró: Jim colocó cámaras por toda la casa para controlar los movimientos de Christy y comenzó a manipularla para darle la droga a cambio de que ella hiciera cosas por él. 

La violencia física tomó lugar en la relación cuando ella le pidió el divorcio y él la golpeó a tal punto que le rompió un diente. Pero la parte más dolorosa no fueron los puñetazos de su marido, sino que al contarle a sus padres sobre los abusos que estaba viviendo, no obtuvo respuesta alguna. Sus propios padres ignoraron por completo la situación y eso fue lo que terminó de destruirla.

Ahora, la boxeadora vivía bajo el efecto de la cocaína para soportar los golpes fuera del ring. Una noche comenzó a hablar con Sherry, su novia de la secundaria y tras intercambiar mensajes por redes sociales, se volvieron a ver y comenzó una relación con otra mujer frente a los ojos de su violento esposo. Pero lo que Christy buscó como un alivio a su dolor, terminó desatando la peor violencia por parte de Jim.

El 23 de noviembre de 2010, cuando decidió volver a la casa que compartía con su esposo, fue apuñalada por el mismo Jim, a quien no le bastó con eso y también le disparó con un arma 9mm. Pero Christy, al igual que lo hacía arriba del ring, siguió dando pelea: logró escapar de la vivienda y luego de estar varios días internada, sobrevivió una vez más a los golpes que la vida le daba.

No solo se recuperó del peor ataque, sino que volvió a entrenar con Miguel Díaz, un argentino que la acompañó a regresar al boxeo aún con una bala en la espalda.

El 12 de abril de 2012, James Martin fue acusado de intento de homicidio, lo que Christy llamó “la victoria más grande de su vida”. Y tras esa condena, la boxeadora logró volver a vivir, y esta vez sin prejuicios. Actualmente es promotora y tiene su propia ONG, además que pidió públicamente que comiencen a llamarla Christy Salters, apellido que adoptó luego del ataque. Pero lo más llamativo es que se casó con Lisa Holewyne, a quien se había enfrentado en 2001. Y a pesar de que aún sueña con que Jim la persigue por su casa, confesó estar más feliz y plena que nunca. 

Sin dudas la historia de Christy es tan solo una más de todas las historias de violencia de género en el deporte, pero contribuye a visibilizar la problemática y dejar en claro que se puede volver a vivir, a pesar de que los golpes sean más fuertes fuera del ring.

Escalada a la final

Por Lucas Marcos

El Club Atlético Talleres Remedios de Escalada venció como local 3 a 0 a Ituzaingó y se consagró campeón del Torneo Clausura de la B Metropolitana tres fechas antes de su culminación. El Albirrojo tendrá que disputar una final contra San Miguel, quien fue el ganador del Apertura, para obtener el ascenso a la B Nacional, categoría que no disputa desde hace 28 años. 

Lautaro Villegas, Fernando Enrique y Ciro Campuzano fueron los autores de los goles que le permitieron a Talleres ganarle a El León, llegar a 35 unidades, asegurarse terminar como líder el campeonato y encender la ilusión de todos los hinchas que hoy colmaron el Estadio Pablo Comelli. 

La última vez que el Rojo de Escalada participó en la segunda categoría del fútbol argentino fue en la temporada 1994-1995 y este sábado, gracias al excelente andar del equipo dirigido por Martín Rolón, todos los Tallarines se podrán ir a dormir pensando en que “el sueño de algún día volver” está cada vez más cerca. 

 

La ecuatoriana que defiende los colores de Argentina como si fueran suyos

Por Paula Prieto

La Selección Argentina de vóley femenino se despidió del Preolímpico en Japón el domingo a la madrugada con tres triunfos y cuatro derrotas, luego de ganarle a Perú con parciales de 20-25, 25-12, 10-25, 25-18 y 15-10. El conjunto de Daniel Castellani quedó afuera de la primera fase clasificatoria a los Juegos Olímpicos 2024 debido a que terminó en el 5° lugar del grupo B encabezado por Turquía y Japón. Las cinco plazas restantes se decidirán al final de la Fase Preliminar de la Liga de Naciones de Voleibol 2024 y serán los cinco mejores equipos aún no clasificados del ranking mundial, lo que deja a la Albiceleste con pocas chances para sumar puntos y avanzar del puesto número 18. De igual manera, Las Panteras tuvieron un excelente paso por este torneo y hubo un nombre que volvió a sonar en los oídos de los argentinos, y aún más en el último partido dónde reapareció siendo la tercera máxima anotadora con 10 tantos. 

Erika Mercado, opuesta del seleccionado argentino, hace 16 años vino a la Argentina para poder cumplir su sueño, el mismo que su mamá también tuvo y sus padres no le dejaron concretar. Desde Ecuador, con tan solo 15 años, llegó para poder seguir su carrera en el vóley. Toda su vida se la pasó yendo de deporte en deporte, jugó intercolegialmente al básquet, practicó atletismo, pero el vóley fue lo que la enamoró. Solo tenía conocimiento básico del deporte cuando se encontraba jugando un torneo de selección de talentos en su país natal. Esta demostración fue la necesaria para que el entrenador argentino Sebastián Carotti viera talento en ella. La oportunidad de su vida había llegado y su familia no dudó ni un segundo para apoyarla en lo que quería hacer. Al principio se le hizo difícil acostumbrarse a la manera tan diferente que tenían los argentinos para jugar, pero con esfuerzo y trabajo logró con 16 años comenzar su carrera en Gimnasia y Esgrima La Plata. 

San Lorenzo no solo fue el segundo club por el qué pasó y con el que ganó tres títulos en dos años, sino que también fue como un hogar para ella gracias a la ayuda que recibió en una de las batallas más difíciles que peleaba a distancia: la casa de su madre había sido derrumbada luego de un terremoto de 7,8 grados en la zona costera de Ecuador y el club decidió hacer una  rifa para recaudar plata y poderle comprar una casa.

En 2018 recibió lo que había esperado toda su vida, la nacionalidad argentina. Esto significaba que podía ponerse y representar la camiseta celeste y blanca que tanto esperaba hacer. 


“Me encanta esta camiseta y desde que vine, tuve el objetivo de jugar para Argentina”, había declarado en los medios.

Esa niña de 15 años que había venido a la Argentina sola y sin saber lo que el futuro le esperaba, terminó jugando sus primeros Juegos Olímpicos en Tokio 2020, en los que fue la máxima anotadora de la selección con 59 puntos. Fue parte del primer equipo de la Selección Argentina femenina en pasar a la segunda ronda de un Mundial en Polonia y Países Bajos en 2022, en el que también fue la máxima anotadora con 123 unidades, marca que jamás se había visto en la historia de la Albiceleste y además fue una de las jugadoras que participó en la histórica primera obtención de la Copa Panamericana 2023, luego de 20 ediciones. 

Todavía está en duda la participación de las argentinas en Francia el año siguiente pero con la cabeza enfocada en mejorar para asegurar su lugar en los Ángeles 2028, se espera que con 36 años Erika Mercado siga sorprendiendo con su fuerza en los ataques y logre traer la primera medalla para su segundo país, que defiende y ama como propio. 

Recuerdo del olvido, la Selección fantasma

Por Manuel Rojo 

Juan Domingo Perón había ganado las elecciones nacionales y se convertía en el presidente de la Nación por tercera vez. Sacó casi el 62 por ciento de los votos por encima del 24% de Ricardo Balbín de la Unión Cívica Radical y el 12% de Francisco Manrique de la Alianza Popular Federalista. Todo el pueblo había estado pendiente. Los diarios, las radios, la televisión y cualquier responsable de la comunicación tuvo como objetivo este suceso histórico. Nube de acontecimientos. El sueño se avivaba como el fuego, a la espera de que el país vuelva a ser lo que fue. Ah, y también había jugado el equipo fantasma. Formalmente llamado el seleccionado argentino de fútbol.

Era un año más. 1973. Crisis del petróleo, un Golpe de Estado en Chile, el estreno de El Exorcista, Bob Marley sacaba el disco Burnin’ junto a The Wailers y la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) era un desastre. Intervenida por el Estado y responsable de un acumulado de decepciones. La más reciente era la eliminación del Mundial de México 70’. Su objetivo era no repetir el mismo destino y clasificar a Alemania 1974. Para eso necesitaban ganar en el templo de la mala prensa. En el Estadio Hernando Siles de Bolivia. A más de 3600 metros de altura. La fecha del cruce se había fijado para el 23 de septiembre.

El técnico del seleccionado era Omar Sívori. El mismo responsable de que se haya tapado “La Herradura” de El Monumental y fue ídolo de Juventus de Italia. Un jugador de época, pero que le tenía miedo a la altura ¿Qué le quedaba al resto? Por lo tanto, el entrenador idealizó una preparación de más de un mes para sus jugadores y designó a Miguel Ignomiriello a cargo. Un DT responsable de destacar en el banco de Gimnasia de La Plata y de formar la famosa “Tercera que mata” de las inferiores de Estudiantes. El plantel de protagonistas estaba conformado por el inicio de una generación y el continuado de otra. Ubaldo Fillol, Mario Kempes, Enrique Bochini, Aldo Poy, Reinaldo Merlo, Juan José López, Rubén Glaria, entre otros jugadores. Las figuras viajaron a una gira por España con Sívori. Los pasos a seguir estaban escritos y la AFA había asomado su responsabilidad. Iban a bancar el viaje al norte con el pago de hoteles, víveres con el paso de los días mediante aerolíneas y la utilería necesaria. Básicamente lo que le correspondía. Luego de las promesas, aterrizaron en San Salvador de Jujuy el 19 de agosto y oficialmente inició la travesía.

No pasó mucho tiempo para que mal ambiente interceptara en los ánimos de la delegación. La AFA no había cumplido. Los pagos en tiempo y forma no llegaban, ni siquiera los enseres prometidos. Los jugadores miraban a su alrededor y el panorama no ayudaba. Sin familia y con el agobio del poco oxígeno. Casi 3000 metros de altura y el deseo de no mirar hacia abajo. Los primeros en bajarse fueron J.J. López y Mostaza, este último con una declaración que ejemplificaba el alrededor: “No aguanté más. La tristeza me agobiaba”. Nadie hablaba de esto, ni con ellos. Abandonados y olvidados. Lo único que quedaba era pasear entre las punas y tratar de no aburrirse. Lavaban su propia indumentaria y desde Buenos Aires no recibían ayudas para comer y hospedarse. Sin recibir llamados por parte de la AFA, tuvieron que hacer algo al respecto. Prendieron la cámara y se hicieron ver. Para el diario Hoy de Bolivia, los jugadores recortaron cartulinas, se las pusieron en la cabeza y se mostraron como lo que eran, la selección fantasma.

El panorama era desolador, había que probarse ante esa tormenta. Luego de varios partidos que no se jugaron, llegaría el primer amistoso ante un combinado de la provincia jujeña. Empataron, pero luego disputaron 14 encuentros que resultaron en victoria para los albicelestes. La ruta de los cruces atravesó fronteras, pero no de ambiente. La altura siempre estuvo presente y llegaron a jugar hasta tres veces por semana. Se aclimataron para el duelo que importaba en La Paz. “Teníamos pactado menos partidos. Llegamos a jugar más a cambio de plata. Volví de aquel infierno con siete u ocho kilos menos”, recordó Kempes en su autobiografía. Luego de ese sufrimiento, llegó el 23 de septiembre.

Sívori había llegado para el final del laburo. Lo que definía si todo había valido la pena. Quizá ni con la victoria lo justificarían, pero no era momento de pensar en eso. La sorpresa vino cuando en el armado del equipo que Ignomiriello puso en el arco a Daniel Carnevalli, quien recién había llegado junto al técnico principal, y no a Fillol que se bancó la travesía por las alturas. Días antes, el futuro arquero campeón del mundo se había quejado públicamente por televisión del pésimo trato que habían recibido él y sus compañeros. Luego de los pequeños y, al mismo tiempo, agigantados preparativos, empezó el partido. Fue victoria por la mínima con gol de palomita de Oscar Fornari, quien le dedicó su victoria a su madre (fallecida dos meses antes) y a Fillol, el único fantasma que no había jugado. Todo redondeó un triunfo que le daba la clasificación al Mundial y que daba un gran paso para la candidatura argentina en 1978.

La gloria se las dio el tiempo. La prensa lo convirtió en un cuento fantasma ese mismo día, debido al eclipse de las elecciones, y en el futuro como un ejemplo de cómo pueden elegir qué le interesa a la gente y qué no. El cuerpo técnico tampoco tuvo tanta memoria. Sólo cuatro jugadores de los que acompañaron la aventura del norte fueron citados para viajar a Alemania. Una lucha injusta, con premio dulce y un resultado árido como el clima que los rodeaba. Más allá del después, los jugadores respetaron la camiseta y se calzaron con los botines de la valentía y el aguante. Uno de los capítulos más emblemáticos y metafóricos del deporte nacional. De aquellos ignorados del interés. El recuerdo de los olvidados. Una de las razones que mantiene viva la polémica frase de “los jugadores son lo más sano del fútbol”. El grupo de la altura. Los fantasmas.

 

El comienzo de un legado: a 50 años del debut de Kempes en la Selección

Por Facundo Novo

Mario Alberto Kempes es sinónimo de Selección Argentina. Tan verídico es esto, como que el Matador es parte del acotado grupo de futbolistas que debutaron antes en el combinado nacional que en su propio equipo. Si bien fue parte de un grupo de jóvenes que fueron llamados por Omar Sívori únicamente para disputar un partido ante Bolivia en La Paz el 23 de septiembre de 1973, el oriundo de Bell Ville supo dejar su huella con la camiseta albiceleste.

Nacido en la ciudad de Córdoba, Kempes debutó en Instituto. En su temporada inicial marcó 78 goles en los 81 partidos que disputó en la Liga Cordobesa, dándole así a la Gloria el título y la clasificación al Nacional de 1973. En el Torneo Argentino, su estreno en la red fue frente a River, club que lo fichó unos años más tarde. Tras finalizar en la tercera posición de la tabla de goleadores, Rosario Central lo compró. En el club rosarino fue un espectáculo: tirado a la banda izquierda por órdenes de su entrenador Carlos Griguol, marcó 97 goles en 123 partidos y se convirtió en el máximo goleador de la historia del club. En la temporada de 1975, consiguió hitos difíciles de creer. En el Metropolitano, marcó cuatro pókers en el mismo campeonato, llevó al Canalla a semifinales de Libertadores y hasta se dio el lujo de meterle un tanto a Newell´s en el partido definitorio para entrar a dicha instancia. Fue tan significativo, que su excelente paso por la Academia Rosarina no opacaría lo que fue el resto de su gran trayectoria. 

Su traspaso al fútbol de Europa fue decidido por los socios, que por mayoría votaron para que el delantero sea vendido por medio millón de dólares. El Matador no sabía lo que era un periodo de adaptación, ya que con cualquier camiseta que vistió, se cansó de hacer goles. La “casaca” del Valencia y el viejo continente no fueron la excepción: 139 tantos en 246 partidos jugados y tres títulos. El primero fue la Copa del Rey, de 1979, en la que le marcó dos goles al Real Madrid en la final para quedarse con el trofeo. El segundo fue la Recopa de Europa, en la que se enfrentaban todos los campeones de copas nacionales en la temporada anterior. En la final, venció por penales al Arsenal inglés. Finalmente, la Supercopa de Europa ante Nottingham Forest, bicampeón de la Champions League en ese momento, fue su última consagración con los Murciélagos. En 1981, luego de que Boca contratara a Diego Maradona, River y su presidente, Rafael Aragón Cabrera, decidieron buscar un golpe de efecto. ¿Quién mejor para lograrlo que el ídolo valenciano? Así fue como Mario Alberto Kempes, tras una temporada irregular en el fútbol español, volvió a la Argentina para ponerse la Banda Roja del Millonario. Estuvo solo un año, pero le bastó para ganar el Nacional del 81 y convertir el gol definitivo ante Ferro. Finalmente, su carrera terminaría con breves pasos por distintos clubes. Una vuelta frustrada al Valencia, luego un paso por el fútbol sala. Después Hércules de España, First Vienna, SKN St. Pölten y Krems de Austria fueron sus últimos equipos en Europa. Pero el punto final lo dio luego de su breve estadía en Fernández Vial de Chile. El Pelita Jaya de Indonesia fue el curioso destino donde Kempes colgó sus botines y se puso el saco de entrenador.

A pesar de que su trayectoria fue inmensa a nivel de clubes, su legado verdadero lo dejó con la camiseta de la Selección Argentina. Después de su alocado debut, participó de los partidos preparatorios del combinado para el Mundial de 1974. En estos convirtió un tanto ante Rumania, dos frente a Francia en Parque de los Príncipes y otro doblete contra Inglaterra en el mítico estadio de Wembley. A pesar de que en esa cita mundialista no pudo anotarse en el marcador en ninguno de los seis encuentros, una leyenda empezaría a nacer y pronto tendría revancha. 

Una Copa América frustrada por Brasil en el medio, dejaban a la Argentina con incertidumbre de lo que podría ser su actuación como anfitriona de la Copa del Mundo de 1978. Era un equipo conformado solamente por jugadores del medio local, que venían de un largo camino preparativo con César Luis Menotti. Sin embargo, el Flaco hizo la excepción con Kempes y este se convirtió en el único jugador del futbol extranjero en integrar ese plantel. El entrenador lo colocó en una posición más retrasada, que le permitía llegar al área y a su vez poder participar de la elaboración del juego. Así fue como el “10”, a pesar de que en la primera ronda le costó adaptarse, fue el jugador clave de aquella camada de campeones mundiales. Un doblete frente a Polonia y otro ante Perú, posicionaron a aquel pibe cordobés a un partido de levantar el trofeo más preciado por cualquier futbolista. De todas formas, el paso previo era Holanda. Aquel equipo que venía de golear a la Argentina por 4 a 0 cuatro años atrás, no contaba con la presencia de Johan Cruyff. Al principio, se creyó que su ausencia se debía a que se oponía a jugar en un país donde gobernaba una dictadura militar. Finalmente, en su libro autobiográfico publicado en 2016 reveló que en 1977 un ladrón irrumpió en su casa y por el estrés que eso le generó prefirió no viajar. El partido sin la gran figura neerlandesa, pero con Kempes a la cabeza del seleccionado nacional, tendría el final feliz que todos conocen. El ex Central marcó dos tantos en su partido consagratorio, los cuales le permitieron al equipo dirigido por Menotti imponerse por 3 a 1 y así lograr el primer mundial de la historia argentina. “Ni mis goles ni la propia final, lo que recordaré siempre es la alegría en las caras de la gente”, afirmó el futbolista cordobés.

Después de la corta estadía de la Albiceleste en el Mundial de 1982, el Matador decidió ponerle fin a su historia con el seleccionado argentino y le cedió su mítica camiseta a quien sería la estrella de la siguiente generación: Diego Armando Maradona. Fue un camino difícil y hasta cuestionado por mucho tiempo, debido al contexto político que atravesaba la Argentina en aquel momento. A pesar de ello, Mario Alberto siempre se defendió: “Lo que nosotros hicimos no era para los que estaban sentados ahí en la tribuna, sino que fue directamente por el fútbol argentino y por la gente”. Obviamente, como siempre hizo, preponderó al público, al hincha genuino. Siempre vivirá con algún dolor por el reconocimiento desapercibido que recibió aquella camada. No obstante, lo que logró Kempes jamás podrá ser olvidado y quedará en los grandes libros de historia para siempre.

 

Argentinos que juegan el Mundial con otra camiseta

Por Tomas Escalante

El Mundial de rugby 2023 disputado en Francia presenta una diversidad impresionante en las naciones que participan, con solo tres selecciones enteramente compuestas por jugadores de su país como son Sudáfrica, Chile y Argentina.

La tendencia de nacionalización se ve favorecida por los criterios de elegibilidad impuestos por la World Rugby donde un jugador necesita únicamente presentar un derecho de nacimiento en su nueva nación, radicación en suelo de ese país y no haber jugado en ninguna selección durante 36 meses.


De Argentina emigraron tres jugadores para disputar el Mundial: Juan Ignacio Brex e Iván Nemer seleccionados por Italia y Baltazar Amaya nacionalizado uruguayo para jugar con los Teros.

Brex juega en la posición de centro para el Benetton Treviso italiano desde 2017, en el que disputó 73 partidos y anotó 55 puntos. Sus actuaciones le catapultaron a ser convocado por el conjunto “azzurro” de Rugby Seven en el año 2019 y, a sus 29 años, debutar con la selección mayor. Juan Ignacio tiene un pasado en las categorías inferiores de los Pumas mientras jugaba en las menores de San Cirano, equipo con el cual se estrenó en primera en 2012 y donde se mantuvo hasta el 2015 con breves pasos por la franquicia Pampas XV y por el sub seleccionado de Argentina XV. A sus 31 años está en su mejor momento deportivo como uno de los líderes de su equipo y del conjunto nacional italiano que intentará dar la sorpresa en el Grupo A. Este lo comparte con el país organizador Francia, los All Blacks de Nueva Zelanda, los Teros de Uruguay y el seleccionado de Namibia.

Iván Nemer también asistirá a la cita mundialista con Italia pero desde un rol más secundario. El pilar derecho nacionalizado, además de la selección, comparte en su equipo vestuario con Brex, pero un regalo de navidad arruinó su preparación previa al mundial. Con el afán de hacer una broma de mal gusto a su compañero Cheif Traore de origen guineano, le otorgó como presente en el amigo invisible una banana podrida, comparando su tono de piel y nacionalidad de origen con un mono. Traore decidió inmediatamente comunicarle este incidente racista a la dirección del Benetton que informó a la Federación Italiana de Rugby, la cual sancionó hasta el 30 de Junio de 2023 al pilar marplatense por actuar de manera racista.

Por último, el tercer argentino nacionalizado es Baltazar Amaya que jugará para el seleccionado uruguayo. El wing de los teros comenzó a jugar al rugby desde pequeño en el club Hindú. A sus nueve años y por motivos laborales, sus padres se mudaron al país limítrofe donde Baltazar continuó su carrera en el deporte de pelota ovalada para las categorías juveniles de British Schools. Luego dio el salto a Old Boys and Old Girls, club con el cual se consagró campeón del torneo uruguayo de 2021. Este título le permitió firmar un contrato con el club Peñarol integrante del Súper Rugby Américas. Más tarde en el seleccionado uruguayo de Rugby Seven explotó su nivel y le permitió ser titular en el conjunto nacional de rugby 15 para disputar el grupo D de este nuevo mundial, donde los Teros intentarán plantar cara a selecciones poderosas y ver si consiguen un triunfo ante un equipo de nivel parecido como Namibia.