Boca y River se enfrentarán el sábado 21 de septiembre a las 16 horas en La Bombonera por la decimoquinta fecha de la Liga Profesional de Fútbol (LPF), en lo que será el Superclásico número 263, el tercero que se jugará en 2024 y el primero a realizarse en el barrio de La Ribera, lo que para el dueño de casa es muy positivo: llegará al encuentro con un invicto de local de 20 partidos repartidos en 11 meses.
La última derrota del Xeneize en su hogar fue el 1 de octubre del año pasado, justamente ante su clásico rival, en la victoria por 2 a 0 para el conjunto de Núñez con goles del venezolano Salomón Rondón (que ya no sigue en el equipo) y Enzo Díaz. Desde ese entonces, el elenco dirigido por Diego Martínez, y anteriormente a cargo de Jorge Almirón, no cae en su estadio y el triunfo más reciente fue ante Rosario Central, el 31 de agosto.
Esta racha de 20 jornadas (21 si se cuenta el realizado ante Sarmiento en cancha de San Lorenzo) está a 11 de alcanzar la tercer mejor marca histórica del club, ya que entre 1946 y 1948 Boca estuvo 31 juegos sin perder: empezó en el empate 2 a 2 ante Atlanta el 21 de abril del 46 y culminó dos años después ante Racing, en la caída por 4 a 1.
A su vez, los dirigidos por El Gigoló están detrás de otros dos lapsos récords, aunque en estos casos son más lejanos: la mejor racha se dio en 1923-1928, aún en el amateurismo, cuando el club oriundo de La Boca alcanzó las 61 presentaciones invictas, mientras que la segunda ocurrió durante el 2007 y 2008. Allí, fueron 40 partidos al hilo en La Bombonera, dos más que se disputaron en la cancha de Vélez y uno que se llevó a cabo en la de Racing.
Además del invicto ya mencionado, los de Martínez llegarán al Súper con 18 encuentros seguidos sin perder puntos en condición de local en 2024, porque ganaron 13 y empataron los cinco restantes. Entre estos resaltan los clásicos disputados ante la Academia y el Ciclón, con resultados a favor de 4-2, 2-1 y 3 a 2 respectivamente.
Por su parte, la realidad de La Banda fuera del Monumental es distinta: en el actual año River disputó la misma cantidad de enfrentamientos que Boca, pero cayó en cuatro, igualó en ocho y venció en los otros seis; aunque en la presente LPF lleva seis visitas sin poder sumar de a tres, encajó la misma cantidad de tantos que salidas y convirtió tan solo dos.
Esta edición del Superclásico será el cruce número 263 del duelo que domina Boca por seis de diferencia (ya que tiene 92 victorias a favor y su par 86) y en ligas nacionales el recuento bajará a 215, pese a que, nuevamente, la ventaja es para el local: 78 triunfos contra 71.
A su vez, se dará la tercera ocasión que ambos se vean las caras en la presente temporada. La primera fue en el estadio del Millonario, en la que no se sacaron diferencias y el resultado marcó un 1 a 1. La segunda, en el Mario Alberto Kempes de Córdoba por los cuartos de final de la Copa de la Liga Profesional, tuvo como vencedor al Xeneize, que ganó por 3 a 2 con goles de los uruguayos Miguel Merentiel y Edinson Cavani. Sin embargo, el del 21 de septiembre va a ser el primero en Brandsen 805.
Manuel Fernández es un extremo habilidoso e integrante de la Reserva de Vélez campeona luego de 28 años, ese selecto grupo de chicos que volvieron a poner al Fortín en el mapa de las divisiones inferiores tras conseguir primero el Torneo Proyección 2023 y luego el Trofeo de Campeones del mismo año. Ambos, por idéntico resultado: 1 a 0 y a otra cosa. Uno, en Mendoza. Otro, en La Plata; pero La Fábrica, a pesar de la distancia,siempre está presente allá donde juegue.
El 8 de octubre de 2004 en Santa Rosa, capital de La Pampa, Argentina, fue el lugar que vio nacer a Manucho, un joven que, así como amaga rivales en el campo de juego, también amagó los miedos de la vida. Con 14 años y forjado en el club La Barranca ya tenía nuevo destino y la V azulada lo esperaba, por lo que dejó su barrio natal para perseguir su sueño de ser futbolista profesional y con ello pasó a vivir en Liniers, a más de 600 kilómetros de la tierra donde creció. Allí, completamente solo y lejos de su familia, habitaría la pensión del Club Atlético Vélez Sarsfield, equipo que quedó atrapado por sus cualidades futbolísticas y “se lo ganó a los rivales”.
“Me buscaron desde Boca, Vélez y Racing. Todos me vieron en un torneo de Selección de La Pampa y sólo me probé en los dos primeros, Racing ya quería contar conmigo por lo que vieron en esos partidos. No hacía falta prueba. Los tres me ofrecieron la pensión, poder vivir y estudiar en el club. Todos eran lo mismo, pero Boca no me convencía el tema de la zona y el colegio. Además, en ese momento no muchos chicos debutaban en primera. Por eso a mis papás les interesó todo lo que era Vélez. El colegio, polideportivo, club. Todo en general. La idea que hay, la de La Fábrica, hace ver que no me equivoqué para nada en la elección”, reafirma orgulloso el pampeano que ahora reside en CABA.
Sin embargo, su llegada y estadía no fue sencilla, a pesar de que con el correr del tiempo se convertiría en su segunda casa, ya que con una notoria brillantez en sus ojos, agrega: “Al principio quería volver, en especial el primer mes. Lo más duro era llegar a la habitación después de entrenar, apoyar la cabeza en la almohada y llorar sin parar. Extrañaba mucho. Mi mamá me llamaba y era esperar ver quien lloraba primero. Fue una etapa dura. Me perdí muchas cosas de la adolescencia, como los cumpleaños de quince. Cuando iba una semana de visita le decía a mis viejos que no quería volver, que me quería quedar con ellos. Fue un trabajo duro. Laburé mucho la cabeza”.
Los padres, Pablo Fernández y Lorena Rodríguez, son eje fundamental en la vida de Manu, sus principales soportes y quienes lo apoyan, como también sus hermanos Thomas y Santiago. Una familia muy unida, trabajadora y estudiosa. Los hermanos más grandes, son estudiantes de contaduría. El primero ya recibido y el segundo en curso. Ellos lo ayudan con el tema contrato y “números”, algo que al jugador del Fortín no le gusta, porque asegura que no es lo suyo y que nunca lo tuvo como una posibilidad concreta. No obstante, un caso distinto es la abogacía, carrera la cual sí tuvo en cuenta y le interesaba, aunque la descartó por demandarle mucho tiempo y ser en formato de cursada presencial.
Nuevamente, la distancia está presente en la vida del wing de 19 años, quien en 2023 levantó sus primeros trofeos en Reserva y ambos, por casualidades de la vida, lejos de su nueva casa; pero que a pesar de eso recuerda con mucho cariño: “Lo hablé con mi papá. Cuando salí campeón me dijo que eso me quedaría para la eternidad, que me voy a acordar del primero siempre. Los momentos buenos del fútbol son muy pocos y hay que saber disfrutarlos. Viví un proceso de crecimiento y aprendizaje muy positivo”.
Crecimiento es lo que también vivió su cuerpo. En La Pampa él afirma que “el nivel es otro y hay mucha diferencia”, por lo que, desde su arribo a Capital Federal, tuvo que trabajar su físico para estar a la par del resto y comenzó una estricta rutina de entrenamiento que hasta el día de hoy mantiene: cuando salía del colegio, a las seis de la tarde, iba directo al gimnasio para luego regresar a la pensión y cenar. Ahora lo repite. Se levanta siempre a la misma hora, va temprano al club para hacer preventivo y trabajo corporal, que son dos cosas que le gustan, realiza masajes de kinesiología y desayuna allá con sus compañeros. Ya para el almuerzo vuelve a casa, duerme una siesta y después otra vez al gimnasio. Todo muy establecido, estructurado y con pleno control. Así es su vida.
A su vez, Pampa, llamado así por el plantel, se autodefine como una persona “muy estructurada”. Y no está errado: le gusta tener todo en orden, una grilla horaria perfecta y sin ninguna falla, por el hecho de que si algún plan se cancela, a él “se le desarma todo y le arruina el día”. Lo mismo aplica para el estudio, ya que actualmente está estudiando marketing en la Universidad Abierta Interamericana (UAI) y siempre que tiene un rato libre lo utiliza para los deberes escolares. Otra vez, lo estudioso de la familia está presente.
Además, Manuel, categoría 2004, argumenta que para ser un buen jugador hay que estar preparado a nivel académico: “En Vélez nos han dado clases de finanzas, economía, para manejarnos con tema contrato y plata, y charlas de redes sociales; están muy encima no solo del jugador sino también de la persona. Todo eso sirvió. Con las redes me cuido mucho desde chico. Las manejo yo y me preocupo en qué subir: publicaciones, historias, todo lo pienso. Trato de cuidarme para que no se vea algo desafortunado. Para mí es una herramienta de trabajo. Es mi currículum, mi imagen”.
Su imagen por ahora viene a la perfección, lo que para él es estar en todos los puntos, tanto físicos como psicológicos. Así, el pampeano, el primero de julio de 2024, firmó su primer contrato profesional y todo el trabajo se vio reflejado en un papel, el cual le daba la bienvenida al mundo de mayores. A pesar de ese logro, todavía le falta debutar con el primer equipo, pero el extremo confía en sí mismo y, con rasgos de emoción en su cara, sostiene que pronto le llegará la oportunidad: “Estoy en las vísperas de lograrlo. Mi ilusión es debutar en Vélez y sé que lo voy a lograr. Desde que llegué que tengo esa idea. Todo se da en su debido momento. Hay que saber esperar”.
Sin embargo un partido que lo certifique como debutante no lo es todo, si bien traerá reconocimiento, sponsors y una mejor calidad de vida, el trabajo que hace el futbolistaes de admirar. Siempre con la dedicación, el estudio, estructura y confianza en sí mismo como mayores pilares de su carrera, el futbolista oriundo de Santa Rosa declara: “Soy muy positivo, con 14 años y con mucha inocencia me mudé solo. Al principio no pensaba, `ché, voy a vivir de esto´, tenía ganas de jugar a la pelota y dije listo, me voy de casa. No lo pensé dos veces”.
La música es otro factor fundamental para Manucho, al punto de confirmar que es su mejor compañera en momentos de soledad y la que le otorga calma en épocas de tormenta, en esas donde todo parece perdido. Por esto, uno de los cantantes que más suele escuchar es el argentino Duki, que en uno de los temas favoritos de Pampa dice: “Mi vida parece muy fácil ante los ojos de un extraño, pero las presiones se vuelven más grandes y los miedos toman más tamaño. Una carrera que mantuve con altibajos más de cinco años… Cada vez más fuerte, cada vez más fuerte. Después de tantos años, yo no le diría Suerte”.
Si bien los caminos de la música y el deporte parecen distantes, Manu se encarga de unirlos y hacerlos convivir, ya que cuando tiene tiempo (es decir no está entrenando o estudiando) toca la guitarra y se inspira en dos Andrés referentes del rock albiceleste como lo son Ciro Martínez, de la banda Ciro y los Persas, y Calamaro. A pesar de hacerlo por pasatiempo, lo utiliza como método de relajación y para alejarse, por un rato, de la redonda.
Formado en el club La Barranca de su ciudad, llevado al máximo en La Fábrica y con entrenamientos con el plantel mayor de Vélez, Manuel Fernández se emociona cada vez que habla de su familia, amigos y el deporte que ama. El fútbol. Con una gran sonrisa, finaliza la nota confirmando: “Sé que voy a vivir de esto. Tengo la certeza y seguridad de que así será. Estoy tranquilo. Es mi gran objetivo y lo voy a cumplir”.
FOTO PRENSA ATLETICO DE TUCUMAN
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Por Julieta Silva Idiart
Franco Nicola es la nueva incorporación de Atlético Tucumán. Debutó como titular en el triunfo del Decano por 1 a 0 recibiendo a Racing y trae consigo una historia relacionada al deporte de su país: es ahijado del ex tenista Marcelo Filippini, hijo de un ex Tero y nieto del médico de los Old Christians, fallecido en la tragedia de los Andes.
Los “Marcelos”, Nicola y Filippini, se conocieron a los 5 años gracias a que fueron compañeros de clase. Según contó el segundo, a partir de ahí se hicieron mejores amigos, y que por eso fue el elegido del ex Tero para apadrinar a su hijo.
“Al tenis jugó hasta los 14 y al rugby algo en el colegio, aunque fue como segundos deportes”, declaró sobre Franco, su padrino, quien recuerda que desde sus inicios le gustó más el fútbol. El 13 de mayo de 2022 el Montevideo City Torque apostó por un contrato profesional para él y el 25 de ese mismo mes, debutó oficialmente en la primera frente a Plaza Colonia.
En cuanto a la relación que lleva Filippini con su ahijado aseguró: “Somos cercanos y hablamos siempre, yo trato de acompañarlo y apoyarlo cuando creo lo necesita estando cerca y a su disposición”.
El abanderado uruguayo en el desfile inaugural de Atlanta 1996 manifestó que “el pase le vino muy bien” al extremo, y en el diario La Gaceta de Tucumán mencionó: “Quería que se dé porque es un sueño llegar al fútbol argentino”. De este destacó que le encantaba su intensidad y los estadios colmados de público.
El delantero comentó respecto a su historia familiar: “Mi viejo y mi vieja siempre trataron de informarnos sobre nuestros abuelos que fallecieron en el accidente. Siempre nos decían que leamos el libro, que es algo cercano a la familia. Obviamente que fue difícil para todos”.
Impulsado por sus padres, hizo la licenciatura B y C para recibirse como entrenador de fútbol en la ACJ, sin embargo no la terminó, luego empezó la Tecnicatura en Consignatario de Ganado: “No quiero, pero tengo que estudiar”, expresó el uruguayo.
El jugador de 22 años es el séptimo refuerzo del Decano y llegó a préstamo con opción de compra hasta diciembre de 2026; fue Facundo Sava quien, vía un llamado telefónico, le comunicó su deseo de que forme parte del plantel, además de comentarle sobre la ciudad, el club y cómo se organiza su cuerpo técnico.
Monza fue un regalo caído del centro del cielo, inesperado. Algunos expertos dicen que el choque de Sargeant en Zandvoort aceleró todo. Otros culpan al techo presupuestario y los costos cada vez más inflados que producía el piloto norteamericano, rebasando los 4 millones de dólares en reparaciones por choques solo en 2023. En medio del torbellino, emergió alguien que hizo todo bien, estando en el lugar correcto y en el momento indicado cuando se lo necesitó.
James Vowles ya había dado algunos indicios de los planes que estaban tomando forma en su cabeza: si Carlos Sainz no aceptaba ser piloto titular de Williams, tendría que ir con su segunda opción. En un repentino giro de eventos, su segunda opción se volvió la primera de manera anticipada y Franco Colapinto debutó en el Gran Premio de Italia arriba el Williams. Contra todo pronóstico y lógica un argentino halló su lugar en la mayor categoría del automovilismo. El bautismo fue un éxito, consiguiendo un puesto número 12° entre 20 corredores. Esa misma tarde la Fórmula 1 exhibía en su Instagram que Colapinto se convirtió en el piloto que más posiciones ganó en su debut con 6, superando a Nico Rosberg por uno, quien había conseguido el récord allá por 2006.
Arrojado ante un entorno completamente distinto en la vorágine de 72 horas, con un carisma y humildad característico de un argentino logró empezar la relación con sus nuevos mecánicos, técnicos y superiores con el pie derecho; su ingeniero de pista, Gaetan Jego, abrió la radio unos minutos antes de que ondeara la bandera a cuadros el domingo y le comunicó sus buenos deseos: “Sabes lo que estás haciendo, lo hiciste toda tu vida. Solo es gente diferente, una carrera diferente. Yo te guiaré, diez segundos, que te vaya bien, amigo”. Una historia diferente fue cuando una vez acabada la carrera, su jefe de equipo Vowles le preguntó qué tal se sentía y Franco respondió, abatido, que estaba “muy feliz”, pero que le “dolía todo el cuerpo”. Declaraciones similares había dado Oliver Bearman luego de debutar en Arabia Saudita este mismo año, cuando Carlos Sainz, piloto titular de Ferrari, tuvo que ser operado de urgencia por apendicitis y el piloto británico debió abandonar su fin de semana en la Fórmula 2 en circunstancias parecidas a las de Colapinto.
Franco tuvo otra introducción a las riñas clásicas del deporte, cuando tuvo que salir a aclarar los dichos erróneos del afamado periodista y relator español Antonio Lobato, quien afirmaba que había nacido en Italia y por eso posee doble nacionalidad: “Díganle a Lobato que anda por ahí diciendo que soy ítalo-argentino, que soy argentino solo. De Italia, solo el pasaporte y nada más”. Lobato mismo luego pidió disculpas por el error en su canal de YouTube, SoyMotor: “El error fue mío, Franco. Mis felicitaciones por tu gran carrera debut. Bienvenido a la Fórmula 1”.
Pero esta categoría no perdona, y la verdadera prueba de fuego aún está por venir: Colapinto no corrió en ninguno de los ocho circuitos que siguen en el calendario. Los verdaderos filtros serán el Gran Premio de Azerbaiyán, en Bakú, un circuito callejero que podría describirse como un primo hermano del mítico circuito de Mónaco, con curvas angostas y un entramado que requiere de una concentración casi sobrehumana por parte de los pilotos; por otro lado el Gran Premio de Singapur demostrará por qué tiene el título de la carrera más tortuosa de año, con vueltas muy largas y una humedad sofocante que la convierten en la instancia más ardua del campeonato. Franco deberá tomárselo con mucha calma; pese a las condiciones adversas, está en el ADN de los argentinos triunfar en medio de ellas.
A los diez años, aún con la esencia de la niñez en su mirada, conquistó más récords en ajedrez que jugadores de toda una vida. Lleva apenas cuatro años y meses de carrera. Como un prodigio del tablero, tejió su camino entre reyes y reinas con una precisión digna de un maestro, mostrando que a veces la grandeza no solo se alcanza con la edad. Jorge Rosito, su entrenador, muestra un libro de Garry Kasparov, gran maestro de ajedrez croata, y expresa con felicidad: “Todo lo que hace es una locura. Lo felicitó Javier Milei, Manuel Adorni y Kasparov -que es mi ídolo máximo-. Cuando vi el tweet de él felicitándolo dije: ‘realmente es un sueño’”.
En el tablero de ajedrez Faustino Oro es como un general que desarrolla tácticas con la exactitud de un relojero. Imagina un gran maestro cuya mente es un vasto océano de cálculo y previsión, donde cada jugada es una ola que acaricia las orillas de la victoria. Su estilo es un elegante ballet de movimientos calculados y sorprendentes, donde cada pieza despliega su arsenal con la gracia de un bailarín en el escenario.
Jorge, que ahora se encarga de las piezas blancas, pero que lo acompaña desde sus principios en el ajedrez, a partir de las primeras clases advirtió un don natural en él. “Un día juega una partida casi teórica hasta la movida 15, y entonces le digo, ¿cómo sabías toda esa teoría? Yo esto no te lo enseñe ¿lo viste en algún video? Todas las jugadas que había hecho estaban correctas, son todas del libro. Él no sabía nada, fue toda intuición y lectura del juego. Ahí me di cuenta de que es de otro planeta”.
-¿Crees que nació con el don?
– Nació con el don y yo con los entrenadores estamos puliendo ese diamante. Jorge narra que el don lo tiene, pero lo más importante es que los padres están juntos, que “lo acompañan” y que dejaron sus trabajos para irse a España. “Son dos contadores, ganaban muy bien y trabajaban en empresas muy buenas -el papá tenía 25 años ahí- y renunciaron a todo eso para apostar al talento de Fausti. Ahora me dice que lo que cobra solo le sirve para pagar el alquiler y nada más. Salieron de su zona de confort para apostar todo por él”, señala.
El 5 de diciembre de 2023 los padres de Faustino, Romina Simondi y Alejandro Oro -a quien no le gusta dar muchas notas-, dejaron su casa en el barrio porteño de San Cristóbal; a sus familiares y amigos, y se marcharon rumbo a España, Barcelona. Todo esto lo hicieron para poder cumplir el sueño de su único hijo. Cursaba el cuarto grado en la escuela San José de Calasanz. Ahora no está yendo al colegio. El ciclo escolar en Cataluña empieza en septiembre por eso es por lo que no ha podido empezar. Los papás están intentando que acceda a un instituto por la mañana así puede dedicarle el mismo tiempo a esta actividad.
Aunque se haya ido a España para potenciar su talento y jugar con grandes figuras, le sigue prestando atención al fútbol. Es del club Vélez Sarsfield. Pese a los miles de kilómetros, sigue de cerca al Fortín. En España aún no se decidió por ningún club, sólo mira partidos.
Sus abuelos paternos: Elda Nuñez y Luis Oro, también son ajedrecistas. Don Luis representó al Club Vélez Sarsfield en los torneos por equipos de la Copa AFA, en los 70. Elda, con menor fuerza en el juego, estuvo animando en varias ediciones de los campeonatos argentinos femeninos. Radicados hace ya varios años en Santa Fe, los abuelos de Faustino Oro se dedican a la enseñanza y a la promoción del ajedrez en el Club Atlético Rafaela.
Desde mayo tiene un mecenas, que quiere guardar el anonimato. Los sustenta económicamente con los viajes. Antes cuando no contaban con ese apoyo, tenían que dejar oportunidades de lado. No podían sufragar todos los gastos que implican esos viajes: hospedaje, pasajes, comida, entre otras cosas. Hoy en día cuentan con esa ayuda económica; les cubre todo. También cuenta con el apoyo y seguimiento de cuatro entrenadores (además de Rosito -encargado de la preparación de las aperturas con piezas blancas- y Villanueva -aperturas piezas negras-), trabaja de manera presencial con el GM Tomás Sosa para la táctica y con el GM peruano Jorge Cori en los finales. Una vez por semana practica con el IM Leandro Perdomo. “Conmigo tiene muy buena relación, nos vemos en persona. Con Mario hace chistes y con Jorge es como su papá. Todos los entrenadores aportan su grano de arena que construyen un castillo”, indica Tomás.
-¿Qué crees que tiene que no poseen otros ajedrecistas?
– Evidentemente es un chico especial. Ha logrado ya mucho más que otros jugadores en toda su vida.
Mientras caminaba por la peatonal de Barcelona con sus auriculares puestos Tomás dice que Faustino hace todo bien. “No me parece el mejor del mundo en una cosa específica, pero es que todas las facetas que tiene son buenas. Es muy difícil ganarle a alguien así, por eso no pierde casi nunca”, observa. Se destaca en: la concentración, la actitud, la disciplina, las aperturas, la táctica, la velocidad, la reacción, uso del tiempo y los finales.
Jorge en las primeras clases notó que era un genio. Mario Villanueva, otro entrenador de Faustino también percibió algo: “El gran don que yo le veo es la colocación de las piezas. Tiene un instinto para situar las piezas en los lugares correctos -parece una cosa tan simple pero no lo es-. Para hacerlo bien necesitas mucha experiencia. Eso es increíble, no tiene información previa y lo hace bien. Hay jugadores que con práctica e investigación previa lo hacen mal. Tiene un sentido natural increíble. En general no coloca mal las piezas nunca, no tiene errores o muy pocos”.
-¿Qué ves en él?
–Veo lo anormal como normal. Ya a esta altura tengo normalizado todo.
Aunque ubica bien las piezas, a veces, le cuesta tener paciencia a la hora del movimiento. Mario dice que a lo largo del tiempo lo “mejoró” mucho. “Quizás cuando la posición requiere muchísima profundidad, se puede desorientar un poco más. Él en general hace la primera jugada que se le ocurre porque es buena. Los defectos no son tan evidentes”, profundizó.
Al principio en los primeros torneos era muy gracioso porque no tenía el comportamiento que tiene ahora y Mario expresa que a todos les causaba mucha gracia. “Estaba en un ambiente con clima de silencio corriendo por toda la sala o mirando las partidas muy de cerca -con la cabeza dentro del tablero-”, cuenta.
Era muy eléctrico; describe Jorge. “En el campeonato cuando no le tocaba empezaba a correr por la sala”, puntualizó. Juega ese certamen, le va tan bien que logra un puntaje que lo ubica en el mejor sub-8 del mundo. Después con 8 el mejor sub-9, con 9 mejor sub-10 y ahora con 10 y ocho meses es el mejor sub-12. Con 9 años y medio consigue ser el maestro Fide más joven de todos los tiempos. Además, fue el jugador más joven de la historia en alcanzar un ELO de 2300.
Cada victoria de Faustino Oro es como un poema épico, un relato de ingenio y destreza que resuena en el ecosistema del ajedrez, dejando una estela de admiración y respeto en aquellos que tienen el honor de competir con él. Su legado en el tablero no es solo un testimonio de habilidad, sino una celebración del arte del ajedrez en su forma más pura y sublime. 10 años de vida, pero en este deporte solo tiene cuatro y unos meses batiendo récords. “Yo jugaba a los Rasti con mis amigos”, dice Jorge -admirado de Faustino-.
El tiempo que lleva es curioso porque para avanzar en el ajedrez se necesita mucho trabajo y a veces no se asimila ese esfuerzo de manera lineal. “Yo te lo digo así sencillo: para mí es impresionante, él aprendió a mover las piezas en la pandemia. No tiene una explicación. Hay jugadores que llevan formándose 10 años y no saltan de nivel”, expresa Mario.
Es un chico como cualquier otro chico. Se divierte, se ríe y hace chistes. Así lo cuenta su entrenador Mario. Lo entrena desde hace un año y dos meses aproximadamente y se encarga de la defensa. “Tiene una capacidad extraordinaria para el ajedrez. De hecho, puede estar cantando en una clase o haciendo cualquier cosa e igual decirte cual es la jugada buena -eso es increíble-. Pero claro cuando juega o compite, ha tenido esa competencia hace ya varios años, ya es un jugador profesional”, explica.
Para algunos es algo complejo dar el mate en dos minutos. Para Faustino no lo es. Tiene una cognición -de tan chico- que pocos la tienen, casi nadie. “Muchos grandes maestros no han podido dar ese mate. Es algo que se aprende cuando ya estás en primera categoría, a los diez años de mover las piezas. Él en la segunda clase me dice ´…yo puedo dar el mate de alfil-caballo en menos de dos minutos…´”, recuerda Jorge todavía sin poder creerlo. Lo hizo en el primer intento y en menos de dos minutos como dijo.
Estuvo en Medellín, Colombia para batallar un torneo en el que estaban los mejores juveniles del mundo. No le fue del todo bien. De los 10 era el número 8 clasificado y salió en el último puesto. Jugó un torneo tremendo porque estaban los mejores chicos de 17/18 años del mundo. Con la ayuda de la computadora Jorge se fijó dónde estaban esos errores técnicos -muy finos- y le armó una base de treinta ejemplos y los resolvió a los treinta.
Después de eso el cambio fue tremendo.
Aparecieron todos los torneos exitosos. El torneo de Medellín que lo que hizo ahí fue increíble; juegan los mejores del continente y maestros con experiencia (gente adulta). Termina compartiendo la segunda ubicación, del segundo al undécimo hacen 8 puntos sobre 11. Después hay un sistema y sale que termina en el puesto octavo. En la última ronda le ganó a un alemán -que ahora juega bajo bandera uruguaya- en una partida magistral que dio vuelta al mundo porque son esos jugadores que no pierden nunca. Lo destroza. Había sido campeón la edición anterior. “Un amigo que estaba jugando en Medellín me dice ‘es de otro planeta, no se puede creer’”, comenta -con asombro- Jorge.
Cuando Faustino se enfrenta a un adversario, su presencia es tan imponente como un sol que se alza en el horizonte, iluminando cada rincón del tablero con su sabiduría estratégica. Cada movimiento es una pincelada en un lienzo complejo, una mezcla perfecta de audacia y prudencia que desafía a los rivales a descifrar sus intenciones antes de que se materialicen.
“La mamá me dice: ‘En la última Navidad estaba esperando a Papá Noel. Entonces es rarísimo, como un nene que espera a Papá Noel juega a ese nivel’”, expresa su entrenador. Y es cierto, resulta fascinante cómo un pequeño que anhela la llegada del venerado barbudito de rojo pueda, al mismo tiempo, dominar el tablero de ajedrez con una destreza asombrosa. Fuera de los juegos y estrategias, sigue siendo un chiquillo en toda su esencia.
Dormir abrazado a una multitud de peluches y tenerlos siempre a su lado durante las clases con su profesor Jorge, son su refugio y su alegría. Uno se llama Lolo Pepe. -Con unos ojos gigantescos-, así lo describe Jorge. “Cuando no encuentra la jugada le digo llamemos a Lolo a ver si nos ayuda con esos ojazos, pero al mismo tiempo hace jugadas de genio total. Es único en la historia”, acota. Es un ser cuya mente navega entre las complejidades del ajedrez y la inocencia de su infancia, demostrando que, aunque sus movimientos en el tablero sean de un gran maestro, su corazón sigue siendo el de un niño que cree en la magia y en los sueños.
Faustino está todo el día jugando. Se acuesta y a las ocho de la mañana del otro día se levanta. Jorge dice que es de las cosas que más le “sorprende” porque es un nene de 10 años pero que parece un adulto de 40. Tiene esos hábitos y esa responsabilidad que lo caracterizan de esa forma. Él quiere ser campeón mundial.
En el tablero, donde las piezas se mueven con la claridad de una manera inexplicable, brilla como un astro solitario. Cada movimiento es una sinfonía estratégica, una mezcla sublime de talento y dedicación. Sin embargo, fuera de ese reino, no relumbra de igual modo debido a las complicaciones que se le ostentan. El inglés, se le presenta como un laberinto intrincado e impenetrable. Cuando se sienta frente a un tablero se transforma; parece que tiene poderes. Mario exterioriza: “Una cosa es ver en un chico de la edad de él que tiene habilidad o potencial, -mira que bien que hace esto para la edad- pero Faustino hace bastante bien todo digamos. Parece un jugador maduro, formado”.
En un clima de risas, Mario dice que Faustino tiene prácticamente el mismo ranking internacional que él que se dedica hace 20 años. “Entonces es muy poco tiempo -no sabe cómo explicarlo- pensar que no movía las piezas hace unos años y ahora está entre los 20 mejores jugadores argentinos con 10 años”.
-¿Cómo es la preparación cuando le toca jugar?
– No solo cuando le toca con las piezas negras. También buscamos ideas para aplique a futuro o posiciones que le gusten, siempre de la perspectiva del negro.
Con Tomas Sosa (gran maestro) quien lo entrena presencial desde marzo de este año, depende del torneo hay ocasiones que lo prepara él y a veces otros profesores. “Él me llama antes de la partida. Incluso aunque esté con otro profe me cuenta cómo está, cómo se siente; cosas sencillas pero que a lo mejor lo ayudan para sentir que hay alguien más con él”, exterioriza.
Faustino, Fausti -así lo apodan familia y amigos- o Chessi (por Lionel Messi), como lo bautizó Kasparov. Fue en un posteo de Twitter donde lo felicitó luego de haberse convertido en el Maestro Internacional más joven de la historia. Lo consiguió con 10 años 8 meses y 16 días. Desde 2019 que estaba en dominio del niño Abhimanyu Mishra De Nueva Jersey, Estados Unidos. Tenía que empatar con un español y lo logró. Con ese empate se convirtió en el maestro internacional más joven de toda la historia de esta actividad. El domingo a las 10 de la mañana de España (5 de la madrugada Argentina) la partida se transmitió por YouTube. “Gente que se levantó a las cinco de la mañana, había canales en portugués transmitiendo en vivo. Todo el mundo pendiente”, dice Jorge.
Le dedica seis horas diarias al ajedrez. Creó su canal de YouTube “FaustiChess” y ahí hace vivos. También transmite partidas como si comentase un partido de fútbol. Le ganó a Magnus Carlsen, el mejor del mundo a sus 33 años. Carlsen a la edad de Faustino había vencido a un maestro Fide, él lleva más de uno. “Esto es increíble porque le gana al mejor del mundo, pero lo más impresionante es que él comenta la partida”, recuerda Jorge.
Nació el 14 de octubre de 2013. Pero todo comenzó durante la pandemia de covid-19. Un 30 de mayo de 2020 cuando el papá decide crearle una cuenta en la plataforma “Chess.com”. Antes de la pandemia Faustino no sabía cómo jugar al ajedrez. Jorge, que está desde que empezó todo, piensa: “Esto es de peli, estoy convencido que esto termina en un guion de película. Si Gambito de dama tuvo éxito, esto tiene que arrasar porque es una locura lo que está pasando”.
La foto que elige como presentación para su perfil de Instagram deja en claro a primerísima vista cuál era su sueño desde pequeño. En ella se lo ve mirando directo a cámara y preparado, como si hubiera nacido listo para eso. Mantiene las piernas separadas y flexiona levemente las rodillas, bajando su centro de gravedad. Lo hace instintivamente o tal vez como su padre le enseñó. Con sus dos manos toma la empuñadura azul con rayas blancas de su bate, que es rojo como el fuego en la zona donde se impacta la bola. Su look luce acorde a la situación. En la cabeza tiene una típica gorra de beisbolista que le queda grande por un largo par de detalles. Es de color celeste pastel y la utiliza para atrás, al revés que la mayoría de los jugadores de ese deporte. Debajo lleva una camiseta abotonada, de tinte azul oscuro y un pantalón blanco con dibujos. Para acabar su imagen —saliéndose un poco del libreto— usa unas pantuflas de Scooby-Doo.
Al nacer en Paraná, a Luciano Biondi Teruel le quedaba demasiado lejos la cultura beisbolista, con su núcleo principal en Estados Unidos, Canadá y demás países de Centroamérica. Aun así, tuvo la suerte de que la capital entrerriana sea considerada el corazón latente en Argentina del deporte hermano del béisbol: el sóftbol. Mediante el fuerte vínculo de esta disciplina con su familia, “Luchi” conoció desde temprana edad la actividad que hoy en día le proporciona la mayor de las felicidades.
Además de abrirle cientos de puertas a nuevas experiencias, el sóftbol le permite viajar por el mundo, uno de sus hobbies favoritos. Colombia, Estados Unidos y Canadá son algunos rincones que él conoce gracias a su habilidad y destreza dentro del campo de juego. “Lo que más me gusta también a mí es cuando salimos de viaje —cuenta Daniela, su mamá—. Creo que es su momento de mayor disfrute de estar juntos. Por lo general está entrenando, durmiendo o en la compu; pero siempre que partimos en familia a otros destinos siento que nos hallamos donde y como queremos estar”.
—¿Luciano, cuándo empezaste a jugar al sóftbol?
—Desde que era bebé ya iba a la cancha por mi papá. Arranqué a los 3 o 4 años en las categorías más chicas. Entraba para que me dejaran jugar.
“Lo primero que me sorprendió de ‘Luchi’ de chiquito era cómo prestaba atención al juego. Tenía poco más de un año y estábamos mirando un partido del papá. En un momento él se agachó y empezó a mover los dedos, tratando de imitar las señas que hace el catcher cuando pide un lanzamiento al pitcher. Era increíble que estuviera mirando eso porque es una acción que la hacen ocultándola”, relata Daniela sobre su asombro con un Luciano que apenas daba sus primeros pasos.
—¿En qué club comenzaste?
—Siempre jugué en Estudiantes, al igual que mis tíos y mi papá. No me cambié de club todavía y espero no hacerlo nunca —dice Luciano con palabras firmes y semblante convencido—.
“Tengo un problema grande: soy muy autoexigente y enojón”, afirma el softbolista de 21 años. Cuando las cosas no salen y la derrota aparece en el camino, el temperamento del deportista tambalea por su naturaleza como ser competitivo. Está en los grandes poder sobrellevar la carga negativa cuando surge. Diversos psicólogos han ayudado a “Luchi” a disminuir estos sentimientos perjudiciales mediante ejercicios de respiración rítmica que reducen y controlan la ansiedad. Aun así, asegura que es tranquilo; se siente cómodo en los momentos de presión y, de hecho, los disfruta.
Daniela destaca la amabilidad y el respeto como virtudes considerables de su hijo. Además, la falta de malas costumbres y vicios la enorgullecen. Cuando notan que se equivoca en algo o está frustrado por cierta situación, mamá y papá actúan como sherpas y guían a Luciano a través del diálogo, mostrándole lo positivo para que entienda que todo problema tiene una salida.
Ricardo, padre de “Luchi”, es quien más lo ayuda dentro del sóftbol, transmitiéndole toda su experiencia, ya que además de ser su técnico en Estudiantes, es un reconocido exjugador que incluso fue premiado con el Olimpia de Plata en el año 2002. “Nos peleamos siempre, siempre. Me apoya constantemente y me da consejos, aunque yo a veces no lo quiera escuchar porque soy medio cabeza dura. El sóftbol se traslada a casa también, no porque queramos, sino que la conversación va por un lado y justo se toca un tema. Ahí arranca todo. Nuestras charlas son el 90% de veces sobre eso; por la técnica, un jugador o un partido, lo que sea”, revela el joven sobre la relación paternal.
Al entrenar doble turno todos los días, son pocos los momentos libres con los que cuenta. Cuando los tiene, prefiere pasar tiempo en casa, con amigos o familia, pero dentro del hogar. “Los findes capaz salgo. Arranqué a hacerlo hace poco. A veces también vamos a comer algo por ahí”, dice sobre sus actividades de ocio. Aun así, Khalil Luna, amigo suyo, sospecha de lo que narra y pone en duda que a Luciano no le guste salir mucho.
“Creo que las mateadas o los asados en familia es lo que más disfruta. O sentarnos los cuatro —’Luchi’ tiene una hermana menor que él— y empezar a pensar en alguna película para ver que nos guste a todos, algo que generalmente no encontramos. Por eso, suele ser el padre el que se duerme primero”, comenta Daniela entre risas. Si dependiera de “Luchi”, no dudaría y elegiría algún film al estilo Happy Gilmore de Adam Sandler, su comedia favorita. En cambio, no es tanto de las series, ya que se aburre o, mejor dicho, se “cuelga” y las deja a la mitad a los pocos días.
—¿Qué música te gusta escuchar?
—De todo. Desde folklore hasta electrónica. Me encanta la música vieja; lo que son 80, 90, rock nacional.
Khalil remarca la rapidez a la hora de jugar como uno de los puntos fuertes del joven softbolista. “Luchi” brilla como luciérnagas en la noche gracias a su polivalencia. Puede jugar como catcher, primera base y outfielder —defensores que se ubican en la parte verde del campo—, además de batear en los turnos ofensivos. Su rol como catcher, que muchas veces pasa inadvertido, es uno de los papeles más importantes y difíciles de sobrellevar durante los partidos. Esa posición exige un estudio exhaustivo y un amplio conocimiento del juego, ya que es el único jugador que logra ver todo el panorama de frente, lo que lo convierte en el indicado para comandar la estrategia defensiva. Además, requiere de una fortaleza física monumental debido a la postura que mantiene durante las siete entradas, sumado a la celeridad necesaria para lanzar la bola a las bases para completar los outs.
En 2017 llegó su tan esperado llamado. Luciano fue convocado para jugar un torneo en su ciudad natal con un combinado nacional. Cuando acabó el certamen, con solo 15 años, se le presentó la citación para la Selección Argentina U19. No quedó en el grupo final, pero fue un lindo presagio de las cosas que estaban por venir. Luego de aquello, la temporada de siembra duró un par de años hasta que la cosecha estuvo lista. En 2019 conformaría el Seleccionado U18 y a partir de entonces los pasos de “Luchi” han sido los de un gigante.
Con la Selección Argentina U23 ya consiguió salir campeón panamericano en 2022 y se subió al tercer puesto en la Copa Mundial disputada en Paraná en 2023. En esta última competencia fue elegido como el “jugador con más bases robadas”, acción que requiere de mucha audacia para correr de una base a otra sin saber si el bateador logrará conectar la bola o no, con el riesgo de obtener un out. “La experiencia en el Mundial fue re linda. Jugué con mis amigos y en mi ciudad. Toda la gente estaba apoyándonos. Era hermoso. Nos quedamos con sabor a poco porque perdimos partidos contra México y Australia que podríamos haber ganado. La premiación no me la esperaba para nada. Cuando me agarraron pensé que me iban a hacer el control de doping. Me pusieron con otro de los chicos y recién ahí me di cuenta”, relata Luciano sobre la experiencia única de disputar el certamen más trascendente nada menos que en casa.
La primera cita con la Mayor de “Los Gauchos” tuvo tiempo y lugar en abril de este año en Sincelejo, Colombia, para disputar el Campeonato Panamericano. “Pude jugar con gente que veía en la cancha o en la televisión. La verdad es que lo aprecié mucho porque todo el tiempo querían ayudarme”, agradece él por el apoyo del equipo. La frutilla del postre fue quedarse con el trofeo luego de vencer 4 a 3 a Venezuela.
Este logro le dio pasaje directo a la fase de grupos del Mundial 2025. La primera etapa se disputó en Prince Albert, Canadá, y otorgó algunos cupos para las finales del año que viene. Con vistas a extender la gloriosa racha, Argentina se quedó con el primer puesto del Grupo B, posicionándose por encima de grandes potencias como Nueva Zelanda —máximo ganador con 7 títulos— y Canadá —dos veces campeón—.
La humildad es uno de los valores que predomina en el carácter de Luciano. Durante la entrevista no dejan de sonar frases surgidas de su tranquila voz, en donde se desliga de su talento y el éxito que obtiene jugando, al igual que un niño que se desvincula de sus responsabilidades.
—Desde que estás en la Selección no para de irles bien.
—Nooo, yo no tengo nada que ver ahí —dice entre risas y sonrojándose—. Los otros son los buenos de verdad. Estoy para apoyar en lo que se tenga que hacer, ya sea agarrarla en el golpe o correr una base.
—¿Tenés alguna cábala antes o durante el partido?
—Sí, miles. Son pavadas, pero tengo bastantes. No quiero contar, prefiero guardármelas —confiesa envuelto en un halo de misterio, ocultando como un mago sus trucos—.
A lo largo de su juventud, Luciano practicó durante cierto tiempo fútbol y básquet. En este último le gustaba defender, aunque admite que era bastante bruto. Jugando a la pelota “no era tan malo”, lo hizo hasta los 12 años y estuvo un tiempito en Unión de Santa Fe. Aún con todas esas experiencias, el sóftbol fue quien lo flechó y se adueñó de su vida. Al ser un deporte amateur, eligió llevar el estudio en la otra mano. Estudia para entrar en la carrera de Medicina en la Universidad Nacional del Litoral en Santa Fe. Tal vez en un futuro sea otra forma de relacionarse con el deporte, como lo hizo su papá, que es kinesiólogo.
En la vida cada quien se enfrenta cotidianamente a tomar decisiones, sean pequeñas o grandes. Este año, terminada la liga en Paraná, “Luchi” estaba listo para disputar una temporada en el más alto nivel en Norteamérica —los tiempos coinciden para que pueda jugar las dos— pero se encontró con un dilema. Debía optar por un equipo u otro. Los primeros en llamarlo fueron los Northeast Drillers, conjunto en el que reside Huemul Mata, pitcher argentino que es amigo de él y considerado uno de los mejores del planeta. Luego llegó el de Bruno Motroni —quien supo ser durante mucho tiempo el capitán de “Los Gauchos”—, para que vaya a los Hill United Chiefs, el más ganador del ISC —el Mundial de Clubes en Sóftbol—. “Fue una semana que no sabía qué hacer y solo pensaba en eso. Era compartir con mi ídolo y los mejores del mundo o con mi amigo. Hablé con muchas personas y creo que tomé la decisión correcta. Elegí ir a los Chiefs, el de mi ídolo. Para todos es un sueño jugar acá”.
—¿Cuál te queda por cumplir en el futuro?
—Salir campeón mundial con la Selección en algún momento. El año que viene ojalá tenga esa oportunidad —comenta con expectativa—.
Y por qué no ilusionarse con ver a Luciano completar carreras tirándose de pecho al Home, con un vuelo triunfal tal como lo hacía desde chiquito, pero esta vez para ayudar a la Argentina y darle la esperanza de ser el rey mundial por segunda vez en su historia.
Nacido en Buenos Aires, Matías Rey comenzó su viaje en el hockey a una edad temprana, impulsado por el entorno familiar y una pasión innata por el deporte. “Inicié siendo muy chiquito, desde los 5 años. Primero jugaba mi hermana, yo iba más por el lado del fútbol, y viendo un entrenamiento de ella, le hablé a mi vieja y me metió a jugar; desde ahí empecé”, relata Matías.
A medida que crecía, exploró también el fútbol. Sin embargo, una lesión lo obligó a tomar una decisión. “Tuvo que elegir entre los dos deportes y eligió hockey”, cuenta su mamá Mirtha. Esta elección marcó un punto de inflexión en su vida, llevándolo a dedicarse completamente al hockey en el club de GEBA
Bruno Przygoda, amigo de Matías desde el colegio y en GEBA, añade: “Diría que es un gran amigo. Nosotros nos conocemos desde muy chicos y la verdad que siempre fue alguien que busca incluir a todos en un mismo ambiente. Tal vez el mejor ejemplo es cómo arranqué yo con el hockey. Un día al mediodía, salimos del colegio y fuimos a comer a lo de Mati. En medio del almuerzo, nos ofreció a dos amigos y a mí empezar hockey. Al principio, no sabíamos si era una buena idea, pero hoy reconocemos que fue la mejor decisión posible”.
Su talento no pasó desapercibido, y arranco jugando con el club GEBA, uno de los más prestigiosos del país, hoy en día sigue ligado a esta institución. Allí, Matías no solo continuó desarrollando sus habilidades, sino que también se convirtió en una pieza fundamental para el equipo. El apoyo de su familia fue crucial durante esta etapa. “La verdad tengo la suerte de tener muchos amigos y familiares que me acompañan, me apoyan viniéndome a ver, dándome críticas constructivas. Me ayudan bastante, sobre todo para despejarme de todo el hockey”, comenta agradecido.
Sumadre Mirtha recuerda que cuando Matías fue convocado a Los Leoncitos, él estaba en quinto año del colegio. “La verdad es que me preocupó porque, de un día para el otro, tuvo que dejar el colegio de forma presencial”. Sin embargo, comenta que, a pesar de todo, lo acompañaron y Matías pudo rendir todas sus materias y terminar el secundario. Mirtha considera que él era muy joven para estar ahí, pero admite que el orgullo de verlo representar a Argentina fue inmenso. “Después fue pura emoción y verlo con la camiseta de Argentina es algo inexplicable”, concluye.
El hockista argentino se destaca por su versatilidad en la cancha. Posee una capacidad para leer el juego y anticiparse a las jugadas, lo que le permite hacer interceptaciones cruciales y lanzar contraataques efectivos. “La parte mental es algo que he trabajado mucho. Desde chico era muy calentón, me ponía de mal humor todo el día, y a lo largo de los años lo fui mejorando bastante”. Además, reconoce la importancia del acondicionamiento físico: “Es esencial trabajar en la preparación corporal. Si hoy no estás a nivel en ese aspecto, la diferencia es evidente”. Bruno afirma que Matías es un jugador “distinto” y, aunque no estén en el mismo equipo, cada vez que tienen la oportunidad de verlo jugar, quedan sorprendidos por su capacidad para simplificar lo complejo.
Luciano Borruto, otro amigo del club, expresa su admiración por él de esta manera: “Para mí, Mati es el mejor jugador que he conocido. Es mi mejor amigo y lo considero como un hermano. Su inteligencia y habilidad técnica lo distinguen enormemente; su destreza en el campo marca una gran diferencia”. Luciano comenzó a jugar al hockey gracias a Matías, quien siempre lo alentó a unirse a este deporte. “Yo empecé a jugar de grande. Fue gracias a él; desde chico siempre me insistió y yo nunca quería hasta que un día le di el sí, y la verdad fue la mejor decisión que tomé en mi vida”.
Como con el caso de Bruno, Luciano juega en un equipo distinto al de Matías pero a pesar de eso, han compartido momentos en el club y también en entrenamientos mezclados: “No compartí tanto con él porque cuando está en quinta, yo también lo estoy, pero él juega en el A y yo en el B. Las veces que nos ha tocado entrenar juntos así mezclados, me divertí mucho”.
Fuera del deporte, Matías lleva una vida equilibrada y tranquila. Disfruta de actividades simples como tomar mate, ver televisión, pasar tiempo con su novia y amigos. Su madre añade: “Matías es un chico con muchas metas más allá de lo que es jugar al hockey. Actualmente entrena, ayuda a equipos de hockey y lo hace con mucha responsabilidad y dedicación”.
En cuanto a su formación académica, Matías está estudiando en su primer año de la carrera del profesorado en Educación Física. “A principio de año está el ingreso, y desde ahí se va dando para que cada uno se adapte a sus horarios. Me esforcé bastante en el ingreso para quedar en las posiciones más arriba y poder elegir mis propios horarios”. Aunque intentó estudiar Economía, la carga horaria de entrenamientos y estudios lo llevó a cambiar de carrera. “Era difícil; los tiempos no me daban”, admite.
Bruno resalta la determinación de su amigo: “Siempre supo que quería llegar a donde está hoy, se entrenó y sacrificó para eso. Uno siempre escucha a los deportistas hablar de los sacrificios, y cuesta creerlo, pero cuando los ves en persona, te das cuenta de que así es”. Matías tiene grandes aspiraciones para el futuro. “Uno de los objetivos sería competir con el seleccionado mayor y, a largo plazo, participar en un Juego Olímpico“, declara con determinación. Además, sueña con recibirse y quizás convertirse en entrenador algún día, una meta que muestra su deseo de seguir ligado al deporte.
En cuanto a sus referentes en el hockey, Matías menciona con interés a un homónimo: “Matías Rey, que comparte mi nombre, es un destacado jugador de la Selección y también ejerce como capitán. Es una figura clave en el hockey y un gran referente para mí”.
Los entrenamientos con la selección son estrictos y muy perfeccionistas: “A nivel seleccionado entrenamos por la mañana, te levantás a las seis y media. A las ocho estás en el Cenard ejercitando la parte física del gimnasio una hora y media. Después tienes dos horas de cancha, almorzás y luego tenes la tarde libre para estudiar o trabajar. Los miércoles y viernes me toca entrenar con el club”. Sobre el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Cenard), afirma que las instalaciones en el hockey están bien, destacando la cancha y el gimnasio en buenas condiciones. “Creo que en todo se puede mejorar, justo ahora por los Juegos Olímpicos se nota un poco más”.
El triunfo en la Copa Panamericana Junior realizado en julio de este año fue un momento especialmente significativo para Matías y para el equipo porque lograron el titulo por segunda vez consecutiva. “Fue hermoso, si bien no es un Mundial y tal vez no estás con los mejores equipos del mundo, creo que representar a Argentina en un torneo Panamericano no es poca cosa. Como experiencia grupal fue increíble porque te llevás un montón de amigos, pero como experiencia hockista también, porque conocés otro ambiente que no es cotidiano”.
“Era con la expectativa de que tal vez íbamos sabiendo que éramos candidatos, pero a veces al saber eso te lleva a tener más nerviosismo. Creo que lo supimos llevar y aprovechar”. Una anécdota que destaca de esa experiencia es el festejo postpartido, donde todo el equipo, tanto chicas como chicos, se reunió en el hotel con los entrenadores para disfrutar de una cena improvisada con pizza. Ese momento de celebración conjunta fue una experiencia especial que el deporte les brindó al salir campeones.
Bruno recuerda un momento divertido del colegio: “Hace cuatro años, justo se jugaban los Juegos Olímpicos en Tokio y Las Leonas jugaban muy temprano, alrededor de las 8. Como nosotros hacíamos hockey, convencimos a la profesora para parar la clase y que suban un televisor al aula para ver el partido”.
Rey es más que una promesa del hockey argentino; es un joven con un futuro brillante, un ejemplo de dedicación y pasión por este deporte. Mirtha concluye con esta valiosa reflexión: “Hoy terminó una etapa que es la de los Leoncitos y ya pasaría a Los Leones. El deporte de alto rendimiento no es fácil y, para ser parte de Los Leones, debería dejar todo lo que hace, ya que es muy sacrificado y full-time, sumado a que es amateur. Si tengo un deseo, es que pueda hacer lo que le hace bien y lo que decida, sea llegar a estar en la selección o dedicarse a otra cosa. Siempre voy a estar para acompañarlo”.
“Tanto los Juegos Olímpicos como Paralímpicos tienen deportistas de alto rendimiento”, declara Luis Cristaldo, quien con tan solo 26 años, participa de su tercer juego paralímpico en París 2024. El quilmeño apunta alto y con precisión en la boccia, en la categoría BC2. Campeón del mundo en 2022, en tierras brasileñas, es una figura que los focos y las cámaras van a seguir de cerca, aunque siempre está con los pies sobre la tierra.
-¿Cuáles son tus metas para los Juegos Paralímpicos de París 2024?
-Yo en otros paralímpicos tenía una excesiva expectativa. Uno sabe que quiere ganar, pero es todo un proceso. Yo tengo 26 años y por ahí no será mi último juego. Entonces, quiero llegar a mi mejor forma, dar lo mejor de mí y tomarlo como un paso a paso. Ganar no es lo más importante.
-¿Trabajás con un psicólogo deportivo?
-Yo trabajo con Gustavo Ruíz (actual psicólogo de la Selección Argentina de Judo) desde Tokio 2020. Creo que todos los deportistas deberían tener un psicólogo deportivo porque a veces uno se siente perdido o muy abrumado, y no lo podés manejar. Ellos te dan las herramientas para manejar las emociones.
-¿Cómo trabajás la presión y la ansiedad?
-En boccia es todo pura cabeza. Es muy difícil si no estás bien con vos mismo, el poder manejar la ansiedad; por más que estés bien físicamente o seas muy talentoso, es imposible. Yo pasé por un momento así y todavía me estoy recuperando.
-¿Algunas veces el talento no alcanza?
-Sí, en Argentina tenemos mucho talento, pero pocos recursos. En otros países que sí tienen recursos es más fácil aunque no sean talentosos. Yo por eso valoro a todos los deportistas argentinos paralímpicos y olímpicos. Con clasificar ya es un montón.
-¿Qué es lo que más te gusta del deporte?
-Me gusta mucho la estrategia, la precisión y todos los valores que te da. El deporte me llevó a un montón de lugares que en mi vida imaginé que iba a estar, conocer gente que nunca imaginé que iba a conocer. El deporte me enseñó que mi discapacidad no es una limitación; y la constancia y disciplina que aprendés, lo podés aplicar en la vida.
-También la concentración y la precisión son clave…
-Los partidos duran 40, 45 minutos en los que tenés que estar constantemente enfocado en el juego. Siempre se van armando estrategias. Eso me encanta. También tenés que reconocer tus virtudes y las de tu rival.
-¿Cuando empezaste a practicar boccia?
-Empecé a los 12 años. Iba a una escuela especial y a una escuela convencional por la tarde. Me uní a los juegos bonaerenses y te iban probando en distintos deportes. Me mostraron primero atletismo, pero por mi discapacidad (parálisis cerebral) no podía y me derivaron a boccia. En alto rendimiento llevo 10 años compitiendo.
–¿Cómo fue ese proceso de ir a la escuela y competir al mismo tiempo?
–Al principio era raro porque no faltaba al colegio, pero con las concentraciones y los viajes tenía que faltar una semana o más. A mí me gustaba competir, con mis compañeros, y en el colegio empezaban a reconocer lo que hacía. Eso estaba buenísimo porque podía inspirar a los demás.
¿Alguna vez escuchaste hablar del hockey sobre hielo en Argentina?
Es uno de los deportes, originado en Canadá en 1875, en el que el país tiene representación y que crece poco a poco bajo las sombras de los deportes convencionales. En un país donde se respira en gran mayoría solo fútbol, hay otras actividades que no tienen visibilidad, de las que muy pocas personas hablan y únicamente son nombradas en medios masivos cuando ganan un título. Luego, vuelven a la solapa.
Jorge Dicky Haiek, uno de los creadores de la Asociación Argentina de Hockey sobre Hielo y en Línea (AAHHL) y el director técnico de la selección argentina masculina, afirmó lo que sucede con la difusión del deporte: “Es complicado porque acá todo es fútbol, fútbol y fútbol. Por suerte, ahora salieron las redes sociales. Nosotros hicimos un TikTok y uno de los videos tuvo 3 millones de reproducciones. Así que la verdad es que eso difunde mucho más que los medios tradicionales. De igual manera, yo estuve en el Congreso y dijeron que la semifinal la vieron 3 millones de personas en televisión, pero en los diarios salís cuando salís campeón. Entonces es complicado pero nos compromete a salir campeones de nuevo”.
“Estábamos en Bratislava para un torneo”, agregó Haiek, “caminando por el centro y vimos a un chico con una camiseta de Argentina de hockey. Era uruguayo y nos dijo: ‘Uy, ustedes son de la selección con la camiseta re fachera’. Lo había visto en las redes. Es increíble”.
El seleccionado masculino, en este último tiempo, obtuvo su primer título en el Dallas Spring Classic en 2022, salió segunda en la LATAM Cup 2022 y en la IIHF Development Cup 2023, y alcanzó su segundo título al ganar la LATAM Cup 2023. Sin embargo, no es algo que se tenga en cuenta.
“La verdad que no es fácil jugar un deporte en un país en donde no es tan conocido. Siempre soy el tema de conversación, lo van a decir todos mis compañeros. Cuando uno menciona lo que hacemos, sos el tema de conversación en la mesa en algún momento. Pero nosotros como jugadores lo vivimos un poco con la intensidad que vive otra gente el fútbol, lo vivimos con la misma pasión. Nuestro lado futbolero sale cuando estamos dentro de la cancha”, dijo el jugador Andrés Iannicelli Traczuk sentado en una mesa con un buzo del merchandising que tiene la selección de hockey para poder recaudar plata, ya que el deporte es amateur, y que los que no pueden pagar los viajes, puedan competir internacionalmente de igual manera.
“Es un deporte que no aporta. Es una rueda básicamente. Si no aportan, no generan, no generan, no te dan. Entonces es difícil salir de esa rueda y empezar a generar, más en un deporte que sabemos que por lo menos acá en Argentina, con lo que representa luz, la infraestructura y muchas cosas, va a ser muy difícil lograr desarrollarlo o instalarlo. Entonces sí estaría bueno que haya un apoyo, quizás a partir de ese apoyo, por más que sea pequeño, y según resultados y un montón de cosas, vaya creciendo que es como debería ser”. concluyó Iannicelli.
La mayor parte de los jugadores comenzaron desde muy chicos, Andrés empezó a entrenar luego de haber visto la película The Mighty Ducks con 10 años y obsesionarse con la misma, como cualquier niño pequeño hace cuando le gusta mucho algo en particular. “Fue algo que quise empezar a conocer más, tuve la suerte de viajar afuera y traerme mi primer palo. Vi que el deporte, por el hielo, acá no era muy grande así que descubrí que existía el roller hockey y entré por ese lado. Empecé a jugar roller hockey y paralelamente aprendiendo a patinar sobre hielo”.
Tomás Del Gesso, otro miembro del seleccionado argentino, también comenzó a los 10 años. Su mamá, su gran apoyo, quería que empezara un deporte en equipo para que se relacione con otras personas, y al no ser fanático del fútbol, iniciaron una travesía en busca de lo que terminaría siendo su gran pasión. “Teníamos que buscar una solución, y toda mi familia, familia de mujeres, hicieron o hacen hockey sobre césped. Entonces mamá me llevó, probé, porque ella jugaba. Fui un ratito y no me gustó. Probé con el hockey tradicional, el que son los patines de cuatro ruedas, en San Juan y tampoco me gustó. Un día, mi mamá vio chicos entrando con bolsos y palos en Flores sobre Yerbal, donde hay una pista que en ese momento se llamaba Winter, y me dijo: ‘Che Tomi, ¿por qué no vas a probar? Entonces, creo que fue el domingo de mi cumpleaños número 10 en el que fui a entrenar por primera vez. Desde ahí empecé y nunca paré”, recordó Del Gesso con alegría.
Similarmente a la historia de Tomás, que fue su mamá quien lo introdujo al deporte, Owen Haiek, capitán del equipo e hijo de Dicky Haiek, directamente nació con los patines en los pies gracias a su padre. “Básicamente desde los tres años que me pusieron los patines por primera vez y que patino. La verdad que de chiquito siempre fui muy activo y jugué muchos deportes, jugué al fútbol, al hockey, hacía de todo, pero la verdad no hubo nada que me enganchara tanto como el hockey. Fue algo que nunca tuve las ganas de dejarlo, siempre quise jugar más. Yo creo que también es porque como empecé de tan chico y tan constante todo el tiempo, ya que teníamos la cancha, no pude parar. Yo creo que haber patinado tanto, hizo que me quiera quedar con este deporte”.
Dicky, mientras tanto, lo escuchaba atentamente con el amor que un padre le tiene a un hijo: “Es muy lindo compartirlo con Owen y también Iara, mi hija. La mamá de Owen también juega, así que los cuatro estamos viajando por todos lados, jugando y compitiendo. La verdad que es muy lindo, se engancharon y juegan re bien todos, así que representamos bien al país. Además, como papá, estoy orgulloso, la verdad que lograron muchísimas cosas. Todos nos esforzamos para que jueguen y ellos se sacrificaron para ser los mejores. Hay que sacarse el sombrero porque hay veces que no quieren entrenar y sin embargo van y entrenan. La verdad que un orgullo tremendo de cómo juegan los chicos”, dijo con emoción en sus ojos.
Como se nombra anteriormente, los jugadores que viven en Buenos Aires entrenan normalmente en rollers ya que las reglas son muy parecidas y la única cancha de hielo en la que pueden practicar se encuentra en Ushuaia, donde solo tres meses al año tienen hielo. Por esa razón, siempre viajan una semana antes para que los chicos que no viven en Estados Unidos, Canadá o Europa, puedan hacer la adaptación con un poco más de tiempo para los torneos. El arquero de la selección Augusto Copello explica que las personas normalmente se sorprenden al enterarse de esto, como le pasó en el torneo que ganaron en Dallas. Los competidores de otros países se sorprendían al saber que había salido como MVP cuando él desarrolla el hockey sobre hielo a través del roller, ya que para el purista del deporte, el roller no es ni siquiera considerado como una actividad recreativa.
Pero esto no pasará por mucho más tiempo porque, luego de que cerraran la mayoría de canchas de hielo a causa de la pandemia y en específico Alpinas, donde se hacían los torneos, en Devoto actualmente se construyó Fantasy Skate, una pista de 40 por 20 para todos los deportes que la necesiten. Por estas razones, muchos jugadores anteriormente buscaban diferentes maneras para habituarse a las canchas de los campeonatos internacionales. En el caso de Tomás, él implementó ir a la pista de hielo Margal y acostumbrarse nuevamente a la sensación, lo que le sirvió para la última competencia que tuvieron, la Development Cup, torneo internacional anual, en español conocido como la Copa de Desarrollo, sancionado por la Federación Internacional de Hockey sobre Hielo (IIHF) y que está diseñado para equipos nacionales que no compiten en el Campeonato Mundial IIHF.
Este año se disputó en Trofa, Portugal, del 21 al 26 de abril, en donde Argentina cerró su participación quedando en el cuarto puesto con un sabor amargo luego de los logros obtenidos.
“Nos faltaron jugadores claves para armar tres líneas fuertes, pero bueno, lo hicieron bien. Además, tuvimos un poco de mala suerte porque el partido que teníamos que ganar, que era contra Portugal, perdimos por 8 a 9, así que si metes 8 goles, en general no perdés nunca, pero se dio que nos ganaron sobre el final. Después en el tercer puesto contra Colombia también nos echaron a uno de los mejores jugadores, que era el goleador, por un golpe a la cabeza que no fue intencional, fue sin querer. Quedamos con una línea menos, sin uno de los mejores jugadores del team y lo perdimos faltando 30 segundos, mala suerte. Pero la verdad es que se aprende más de la derrota que de la victoria”, contó Dicky sobre el camino de la selección en la copa. “Fue un torneo que nos faltaban algunos jugadores” –añadió Owen- “y la verdad que teníamos que jugar bastantes minutos de partido y eso llega a un punto que para el final del torneo te agota un poco. No se sintió mucho el cansancio, pero mentalmente sí se siente”.
El deporte es conocido mundialmente por la cantidad de golpes que se dan entre los contrincantes. Los partidos en los campeonatos suelen durar 2 horas y los participantes juegan todos los días. Muchas lastimaduras aparecen recién días después, y de igual manera compiten sin quejarse. Andres Ianiccelli cuenta que la preparación física ayuda a que el desgaste lo sientan en menor medida y a que el cuerpo resista más los golpes. Después de jugar realizan desde baños de hielo, trabajos de elongación hasta trabajos regenerativos para poder al día siguiente estar lo mejor posible. Algo que hizo que el equipo lograra todo lo que obtuvo en los últimos años fue la evolución que tuvieron desde la parte física. Anteriormente de los 20 que viajaban, 10, que quizás eran los mejores, terminaban muy desgastados.
“Jugamos con lo que tenemos. Si estamos esguinzados, nos vendamos. Si estamos rotos, nos tomaremos tres pastillas para no sentir dolor. Lamentablemente es así porque no hay tiempo físico, no hay tiempo para recuperarse. Tenés que jugar, salvo que haya algo en el medio que vos digas bueno, puedo darme el lujo de no jugarlo porque este partido quizás es más tranquilo. Sé que el equipo va a estar bien y te tomás un día, pero no mucho más que un día. Son 48 horas que hay golpes que en 48 horas recién empiezan a florecer. Siempre cuando terminás el torneo, ahí es cuando pega todo el bajón, todos los dolores aparecen realmente porque uno viene con toda la vorágine y la adrenalina. Entonces terminás el torneo y ahí es donde caes muerto. También, cuando ganás el torneo, se suma toda la satisfacción que te agarra“, explicó Iannicelli.
Uno de los torneos más importantes que ganaron y en los que pudieron sentir esa satisfacción fue en la LATAM Cup en 2023.
La LATAM Cup es un torneo que congrega a equipos de diferentes países que no tienen acceso a mundiales o eventos organizados por la Federación Mundial de Hockey, por no contar con pista techada. Además, la meta principal del evento era servir de plataforma para que el deporte se desarrollara en los países latinoamericanos.
El camino de la selección en la Copa el año pasado había comenzado con una victoria en un todos contra todos por 7 a 2 ante Grecia, con el que días después se enfrentarían nuevamente en una final exhaustiva. Podría decirse que a simple vista fue un partido fácil, pero no. El equipo tuvo que remontar un 2 a 0 luego del primer período.
Su segundo partido fue contra Líbano, uno de los encuentros más complicados que tuvieron a lo largo del torneo ya que llegaron a perder por 3 a 0, pero los hinchas y los mismos jugadores sabían que nada era imposible para el seleccionado argentino cuando el partido terminó 5 a 4 a favor de ellos.
El cierre del grupo se convirtió en una goleada para el equipo nacional al ganarle a México por 9 a 1, dándoles así el pase a las semifinales.
En las semifinales se enfrentaron con un viejo conocido, ellos sabían que tenían que dejar el corazón en la cancha para poder pasar a la tan ansiada recta final que anteriormente habían alcanzado en 2022 y buscar su revancha. Argentina le terminó ganando por 3 a 1 al equipo libanés y así volvió a jugar la final de uno de los campeonatos más importantes para el hockey sobre hielo nacional.
Ese 27 de agosto el Ice Den, arena de práctica de los Florida Panthers, estaba repleta de hinchas vestidos de celeste y blanco, eufóricos por querer otro triunfo de la selección sin importar la baja temperatura que había en el lugar. No solo había argentinos, muchos eran de otros países, pero a todos los unía la misma pasión y el mismo deseo de querer verlos campeones de la tan esperada copa.
“Estaba lleno. Yo siempre digo que para mí nos detestan cuando estamos alentando, realmente nos detestan, porque la cantidad de ruido que hacemos es increíble. Imaginate que estaban la selección de mujeres, juniors, los padres, familias, argentinos que vivían en Miami, todo. O sea, tres cuartos de la grada la veías vestida de Argentina”, detalló Del Gesso con una sonrisa de oreja a oreja.
El partido fue muy largo, no solo duró tres tiempos sino que ni siquiera les alcanzó con un tiempo extra para definir el ganador. La albiceleste estaba muy cerca pero siempre corría desde atrás, no llegaban a tener la ventaja sobre el equipo griego. Un gol anulado les había sacado la esperanza temprana de sentir el frío del trofeo en sus manos. Pero nada más faltaba un pequeño empujón del capitán Owen Haiek para plasmar el 3 a 2 y volverse los campeones por primera vez de la LATAM Cup desde que se creó en 2018.
Entre gritos y festejos, abrazos y felicitaciones, Los Leones se llenaron de gloria entre su gente más querida al canto de la canción Muchachos del Mundial de Fútbol 2022.
“Fue hermoso poder vivirlo con mi familia porque también me han visto desde el momento en el que me quedaba sentado en el banco. Porque un año no jugué en todo el torneo ya que estaba fuera de forma. Es hermoso ver a tu mamá llorando porque vos tenés una medalla de oro colgada, es una de las cosas más lindas que hay”, contó Del Gesso emocionado.
Seis años después de su creación, el campeonato se convirtió en una insignia del deporte a nivel internacional, superando las fronteras de Latinoamérica. Los partidos son cada vez más fuertes, intensos y requieren el doble de desgaste al competir muchas veces con equipos que son semiprofesionales.
“No es que trabajan ocho horas y entrenan unas horas como nosotros, sino que son equipos que por ahí entrenan ocho horas y trabajan poco tiempo o no trabajan, y tienen todo un apoyo a nivel nacional que de repente hoy por hoy nosotros no lo tenemos. Salvo el fútbol que tiene un aparataje y un andamiaje infernal, después el resto de los deportes, por más que a veces sí recibimos apoyo, no es el mismo que en otros países que tienen al hockey como deporte nacional”, aclaró Copello con un deje de tristeza en su rostro.
En este momento, los jugadores ya viven la previa de la próxima LATAM Cup que se llevará a cabo entre el 21 y 25 de agosto en la ciudad de Coral Springs en Florida, Estados Unidos, en la que se enfrentarán a Armenia, Colombia, Cuba, Grecia, Líbano, México Warriors y Puerto Rico. Este año los tiempos van a ser como los de la NHL, liga canadiense y estadounidense. Serán 3 tiempos de 20 minutos cada uno y no, como el año pasado, que eran 3 de 15. Así que los jugadores tendrán que entrenar aún más.
La mayoría de los que viven en Buenos Aires esperan que la cancha en Devoto abra en junio para poder entrenar por lo menos dos meses sobre el hielo y que el cambio no sea tan brusco.
Por un lado, Augusto Copello, que vive el deporte desde un sitio diferente al de los chicos, comenta que lo fundamental es el trabajo psicológico para poder ser arquero porque es el que nunca sale del partido. Si comete un error, no tiene compañeros que lo puedan ayudar como al resto. “En ese momento trato de soltar, de no pensar en nada. Si me meten un gol tengo un procedimiento para olvidarme rápido de ese tiro y ya pensar en el siguiente. También lo aplico de repente cuando hago una mega salvada en el partido, es decir ‘Listo, me olvido rápido de eso y pienso en el próximo tiro’. Trato de concentrarme y desprenderme emocionalmente dentro del partido, o sea, si mi equipo mete un gol es muy raro que yo lo festeje. Estoy disociado emocionalmente, inclusive de mis compañeros también. Si de pronto veo a uno que lo están golpeando, es muy probable que los propios compañeros vayan a ayudarlo y se metan en esa pelea, pero yo solo los voy a estar mirando. Se pueden estar matando al lado mío y voy a salir para el otro lado para que no se me tiren encima y no me lastimen”.
Algo curioso de su preparación es que no tiene un entrenador de arqueros. Augusto confiesa que cuando empezó a jugar, aprendía con los videos que veía en la plataforma Youtube de la NHL. Miraba y copiaba. Con un grupo de amigos que también atajaban, se corregían entre ellos y se ayudaban mutuamente. En la actualidad, ninguno de ellos sigue, así que se concentra mayoritariamente en el trabajo físico ya que los movimientos son diferentes que en cualquier otro deporte. Las rodillas giran de manera antinatural, lo que provoca practicar más la técnica para no lastimarse, en específico, los ligamentos cruzados.
Por otro lado, Tomás Del Gesso, quien se está por recibir de Ingeniero Bioquímico, una carrera completamente diferente a su pasión deportiva, tiene la cabeza dividida en dos partes. Sus decisiones se basan principalmente en la facultad pero trata de seguir con los entrenamientos. Lo que más está haciendo es físico porque la liga de roller ya concluyó.
El caso de Andrés Iannicelli ante las preparaciones es diferente al resto a causa de un nervio que tocaron en la operación de su pierna. Ahora tiene un problema para recuperar la movilidad y espera poder llegar al torneo. Trabaja entre tres y cuatro veces por semana con la rehabilitación, y trata de hacer lo mejor posible limitado por la dificultad que tiene a la hora de entrenar al no poder ponerse los patines. De igual manera una pizca de esperanza tiene al enterarse que si no puede jugar, el entrenador lo unirá al equipo como asistente en el cuerpo técnico. Si pueden llegar a lograr lo mismo que en el 2023, podrá estar presente con sus compañeros y ser parte del equipo.
En general, quieren repetir la historia y volver a ganar la Copa. No solo por el trofeo y la sensación de volver a sentirse campeones, sino porque los jugadores tienen una beca a través de la Secretaría de Deportes que la pueden mantener logrando objetivos. Por esa razón, desde el día que anuncian los rivales, llevan adelante una investigación, una especie de “espionaje”, sobre sus contrincantes gracias a internet. Tratan de aprender, ver, anotar números de ciertos jugadores que saben que son mejores y prepararse de todas las maneras posibles.
“Es toda una presión, no solamente de lo deportivo, sino también de lo económico para seguir manteniendo cosas y para poder después pedir más cosas. Sí o sí tenemos que tener resultados”, explicó Copello.
Ante tantos triunfos y derrotas, lo que más esperan a futuro es que las próximas generaciones lleguen a ser Olímpicas, pueda crecer más el deporte en el país y que todos los jugadores puedan viajar independientemente de su situación socioeconómica. Lo primero que necesitarían para poder participar de los Juegos Olímpicos es una cancha de 60 por 30, por ende, la posibilidad más cercana sería el 3 contra 3 que se está integrando a la competencia poco a poco. Puede ser que no suceda en un futuro cercano ya que la selección tendría que ingresar entre los 14 mejores equipos del mundo y clasificarse luego de jugar 3 series contra países que jugaron toda su vida.
“Lamentablemente, en nuestro deporte para que nosotros podamos llegar a ser Olímpicos, faltan muchos años luz. Hay que cumplir requisitos mínimos de infraestructura y hay que pasar por una clasificación olímpica. Creo que es un camino muy largo, se puede hacer, sí, difícil, dificilísimo, pero creo que hay que estar un poco loco y apostar a veces a algo distinto y no siempre a lo mismo. Quizás, de esa manera, uno gana mucho más de lo que se puede imaginar”, reflexionó Iannicelli con esperanza en sus ojos.
Se nota en su juego dinámico y vertical, en su vagancia al retroceso defensivo, en su sonrisa… El 17 que entró en el Bajo Belgrano ante Excursionistas, sí, ese, es brasilero. Su ídolo de chico es Dener, definitivamente hay algo ahí. Pequeño físicamente, volante ágil y habilidoso para los afortunados que lo vieron jugar al “Sucesor de Pelé”, como se lo denominaba a comienzos de la década de los ‘90.
Comenzó a los cinco años jugando en una escuelita en Cabo Frio, ciudad de Río de Janeiro, hasta que a los diez llegó a las inferiores del Vasco da Gama, instancia donde llegan las responsabilidades. La fortuna de que un micro lo pase a buscar por el barrio de Santa Cruz, a una hora del predio “Moacyr Barbosa”, le den la posibilidad de comer y dormir allí, hizo que para Gabriel da Conceição el club de Regatas sea “su segunda casa”. El agotamiento de esta misma rutina lo fue desgastando y le hizo preguntarse si valía la pena: “Fue un descanso de la rutina. Soy muy chico, no estoy disfrutando nada de mi juventud ni de mis amigos. No quiero más”, fue el descargo y motivo de aquel niño de 14 años para “tomarse un respiro”.
Finalmente, a los 17, decidió retomar su camino futbolístico: “Como dicen acá: uno tiene que ‘ponerse la diez’ para que le vaya mejor en su futuro”. Esa característica brillaba en aquel volante central… podía mejorar su quite, su ida y vuelta, el control orientado, etc. Pero dejó maravillados a todos en otro aspecto. Siempre con su buena onda y su sonrisa, no pareciera sorprender que su círculo confiara en Gabriel debido a la confianza que emana al recordar esos tiempos.
Arribó a la Argentina en 2017 junto a otros tres compañeros brasileños y su representante en busca de oportunidades. Ya había tenido un contacto con el país cuando Independiente le ofreció probarse en el club a sus 15 años, pero debido al papeleo por ser menor y no tener la nacionalidad se bajó esa opción. Volvieron a aparecer los fantasmas cuando las pruebas en otras instituciones como San Telmo y Colegiales también se desestimaron por problemas con los trámites.
Deportivo Español, club que milita en la Primera C, alojó a los cuatro cariocas, aunque seguía habiendo desafíos y paredes que derribar para da Conceição, quién confesaba que “la adaptación costó mucho por la comida, el clima y las costumbres”. Sumándole que su entrenador le aconsejó un cambio rotundo de posición: “En Argentina me dijeron ‘vos sos brasileño, de color… ¿qué haces jugando de cinco?, anda a jugar de delantero o de volante por afuera’”.
Hoy, ya en Acassuso desde enero de 2024, convive con algo común que es el cambio de técnicos. Da Conceição es dirigido por su tercer entrenador en lo que va del año y el comienzo de aquellos ciclos — con Alejandro Friedrich, Facundo Arguello y, actualmente, Juan José Serrizuela — es un borrón y cuenta nueva con la adaptación que requieren estos procesos.
Con 23 años se lo ve muy cómodo en el país y valorando lo que tuvo que pasar para llegar donde está, consciente de que aún falta un largo trecho: “Estoy feliz de la vida, uno a veces no está conforme con las cosas que pasan pero después termina creciendo en esos pequeños detalles”. Como dice su lema: “Dios te escuchó, solo sé paciente”, y él de verdad lo fue.