sábado, diciembre 21, 2024
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El que no estudia, no juega

Maximiliano Das

Como tantos otros clubes, Independiente abarca, también, la educación. Karina Swereda, quien fue profesora de Historia en el colegio secundario durante 15 años hasta que, en 2012, asumió la labor de directora, le explicó a El Equipo cómo es la formación intelectual de los jóvenes que integran las divisiones inferiores de fútbol de la institución.

-¿Cuántos jóvenes de la pensión vienen a estudiar acá?

-Acá hay, aproximadamente, una población de 610 alumnos, de los que 35 son de la pensión y 50 jugadores de las inferiores que viven cerca. En el predio de Villa Domínico hay otros 30 chicos que, quizá, por una cuestión de rendimiento o por una educación insuficiente que recibieron con anterioridad, se les hace un poco ardua la inserción a esta escuela, entonces van a la Nº 12 de Avellaneda, donde tienen un nivel de exigencia, tal vez, más bajo y que pueden equilibrarlo con el nivel que traigan de donde vengan.

-¿Vienen sólo chicos jugadores de fútbol o hay también de otros deportes?

-Vienen integrantes de los equipos de waterpolo, básquet y handball. También tenistas, pero son sólo los jugadores de fútbol quienes gozan de algún tipo de beca, si se quiere, o diferenciación con respecto a los demás estudiantes.

-¿Se le da un papel más importante a la educación física por tratarse del secundario del Club Atlético Independiente?

-En nuestro plan existen dos horas semanales de práctica deportiva por fuera de lo que es la educación curricular, o sea, cuatro horas semanales en total. No es una asignatura que haga énfasis en la competencia, sino que pretende ser de formación y recreación: se les enseña distintos deportes y, si después están interesados en alguno de ellos, lo pueden practicar en este club o en el que decidan hacerlo.

-¿Cómo difiere la educación acá con otro secundario donde quizá no abundan alumnos-deportistas?

-La mayor diferencia se da en el lugar que tiene el deporte. La gran mayoría de los chicos, aparte de las horas de educación física curricular y no curricular, suelen practicar alguna disciplina en el club. Además, en los seis años de escuela primaria tienen natación. Esto les da una base muy importante, y a aquellos a los que les gusta, los inclina hacia una carrera que tenga que ver con lo deportivo, sea profesorado de educación física o kinesiología (aunque esta última no sea estrictamente de la rama).

-¿Son muchos los alumnos-futbolistas que terminan dejando la educación?

-Con respecto a los chicos de pensión, a fin de año les dan la continuidad o no continuidad, entonces, a aquellos que no se quedan a entrenar les perdemos el rastro. De los que sí llegan a sexto año, en líneas generales, en las últimas camadas se ha recibido la gran mayoría. A veces cuesta hacerles entender la importancia de la educación por estar tan preocupados en estar entre los concentrados o dentro del equipo titular, pero una vez recibidos nos agradecen la insistencia.

-¿Y se ayuda a quienes, por compromisos, ya sea con la primera o con las selecciones nacionales con límite de edad, se ausentan en fechas de examen?

-Sí. Obviamente, al ser jugador nuestro, si no estuvo para las evaluaciones, se las reprograma para cuando sí esté; si estuvo entrenando en el predio de AFA, se le manda vía mail los trabajos prácticos. Se le da la facilidad de, si no lo pudo hacer cuando había que hacerlo, que lo haga cuando vuelva. Ahora, por ejemplo, hay un chico -Rodrigo Márquez- que tiene todas las asignaturas aprobadas a pesar de haberse entrenado en Ezeiza y de haber viajado a México (a disputar el torneo internacional Cuatro Naciones) con el seleccionado sub-17.

-¿Cómo se incentiva el estudio en la universidad?

-Nosotros tenemos en sexto año un taller que se llama De la escuela a la universidad, que durante todo el año los chicos visitan universidades, averiguan sobre carreras y tecnicaturas.

-¿Y cuántos de los alumnos-futbolistas van a la facultad?

-Una vez recibidos, se les pierde el rastro, pero sé que, por ejemplo, de la camada que egresó en 2016 algunos están estudiando profesorado de educación física, un par, kinesiología y otro, abogacía.

-¿Son muchos los alumnos-futbolistas que se llevan materias a las instancias de diciembre o marzo?

-Hay una cantidad considerable que se lleva materias, pero no por falta de capacidad, sino porque el interés está situado en otro lado. Asimismo, el rendimiento en el colegio varía mucho si el técnico lo convoca o si no; si está sano o lesionado; si viven acá o son del interior. En esta época del año, los de la pensión comienzan, también, a extrañar y dudar si van a continuar el año que viene.

-¿Hay buena predisposición por parte de los alumnos-futbolistas?

-Sí. No sé si para estudiar, pero sí para venir al colegio. En este ámbito se sienten menos exigidos porque no hay una demanda desde lo deportivo, no hay entrenamientos, no existe la rigurosidad de los horarios. Los de pensión encuentran en nosotros la familia que tienen lejos, a pesar de tener una contención en Villa Domínico. De todas formas, al trabajar en conjunto con los que son sus entrenadores, el desempeño escolar es tenido en cuenta a la hora de decidir si juegan o no.

-¿Cree que los padres de los alumnos-deportistas le dan la importancia que merece la educación o priorizan al fútbol?

-Hay de todo. Existen casos de chicos cuyas familias viven en el interior que llaman regularmente por teléfono, o, cuando tienen la posibilidad de venir a Buenos Aires, se acercan a la escuela a conocernos y hablar con nosotros y hay otras familias que no.

-¿Cómo atravesaron los Juegos Olímpicos de la Juventud a la institución?

-Realmente, acá los Juegos pasaron un tanto desapercibidos; no hubo un entusiasmo particular por el evento ni se hizo hincapié en él.

-¿Cómo trataron el movimiento por la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo y la Educación Sexual Integral (ESI)?

-Lo que estamos haciendo en torno a eso tiene que ver con un compromiso por parte del Centro de Estudiantes, que se está conformando de nuevo, y nuestro equipo de orientación escolar (dos psicólogas y una trabajadora social). Se organizaron talleres que comenzaron desde los años que tenían mayor conflicto e interés, y a partir de allí continuamos más allá de la semana específica de la Educación Sexual Integral.

-¿Por qué se está conformando de nuevo el Centro de Estudiantes?

-Cuando desde el gobierno de la Provincia de Buenos Aires se estableció que era obligatorio que todos los colegios secundarios tuvieran centro de estudiantes, lo formamos, pero después perdió importancia. Con todo el movimiento que comenzó con la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo un grupo de sexto año comenzó a usar el Centro como medio para participar.

Yupanqui, el cuadro de tu vida

Iván Lorenz

El domingo 18 de agosto de 1991, el Diario Crónica tituló: “Las invencibles chicas de Yupanqui”. Si se piensa al fútbol como Dante Panzeri, una dinámica de lo impensado, es dificilísimo encontrar un adjetivo como tal para un equipo de balompié. Quizás se entienda un poco más si se lee la primera línea de la nota: “Hace cuatro años que no saben lo que es perder un partido y muestran un nivel digno de elogio”. Para ese año, cuando la FIFA comenzó a organizar los Mundiales de Fútbol Femenino y la AFA se vio obligada a crear un torneo para las mujeres, las jugadoras de Yupanqui ya habían ganado un torneo de fútbol de salón como locales, ya eran las primeras en ganar un torneo metropolitano -invictas-, ya habían vendido a Amalia Flores a Europa -la primera jugadora de la historia en competir en el Viejo Continente-, ya habían sido visitadas por una embajadora japonesa, Kaori, para ver cómo funcionaba el club y, para la fecha del artículo, habían derrotado a Independente de Brasil en el primer encuentro internacional de la historia del femenino en Argentina registrado hasta el momento.

Sin embargo, de Yupanqui portaban solo el nombre. Se llamó así por la necesidad de representar una entidad con personería jurídica y casi que por casualidad apareció el club de Lugano. El Gran Yupanqui no fue siempre el Gran Yupanqui. Donde hubo mariposa antes hubo, necesariamente, oruga. Esta oruga se remonta a 1970, cuando Don Luis Garay comenzó su carrera como entrenador de futbolistas.

“En el fútbol femenino el material está, pero lo tenés que manejar, preparar, preparar y preparar. Grandes jugadoras hay por todos lados en Argentina. Se busca más en villas, las pibas no juegan a las muñecas. Tenés que andar mucho”, cuenta Don Luis Garay, un trotafútbol y amante de la pelota. Y buscó. Viajó al interior, captó jugadoras de equipos que se desarmaban, organizó cuadrangulares junto a su amigo Antonio Caldez y tocó la puerta de la casa de cada jugadora de la cual tuvo referencia para llevarlas a los potreros. Don Luis no sabía que sus esfuerzos iban a desembocar en el Gran Yupanqui, después de todo, él había juntado a las chicas con las que iba a bailar o al cine para jugarle a los gordos del barrio.

Se manejaban a pulmón. Don Luis no soportaba ver cómo su equipo no veía una moneda y los organizadores de las exhibiciones llenaban sus bolsillos y se aprovechaban del show que brindaban las chicas. Se cansó del uso y el manoseo a sus jugadoras. Quiso dejar en reiteradas ocasiones, no era fácil mantener el plantel a la vez que trabajaba por las noches en una fábrica textil; pero fueron las chicas las que lo convencieron de quedarse, porque el cariño y el respeto era muy grande. Fue Liliana Sequeira, Manzanita o Manzi como le dicen sus compañeras, quien consiguió que su entrenador se quedara. Y surgió Deportivo Fútbol Femenino Minué.

Junto con Manzanita, armó una lista con las jugadoras que conocía. Las fue a buscar con una condición: si jugaban en Minué no podían jugar en ningún otro lado. Incluso, les armó una especie de carnet. A pesar de lo autoritario que pueda sonar, las chicas elegían quedarse en Minué, su equipo pero también su familia. Muchas veces Don Luis prestaba su casa en Carlos Casares: “Yo no te podía dar plata, pero te podía dar lugar en mi casa porque mi mamá (Adelina Barreto) era así, era la madre de ellas. Yo laburaba siempre de noche y ellas venían y se quedaban a hablar con mi mamá”.

Concentraban en la casa de Don Luis pero también festejaban. El cumpleaños de Minué es el 9 de julio. Ese día organizaban “La Fiesta de Todos”. Al fondo del hogar Garay, en una de las paredes se lee: “Bienvenidos”. La palabra en forma de arco rodea el símbolo de la paz. Don Luis conserva la bandera que lleva el nombre de la fiesta, al igual que otros trapos del equipo y hasta camisetas, achicadas por el paso del tiempo y las vueltas del lavarropas.

¿Por qué Minué? “Sin costura, tal como lo exige la moda, Medias Minué”, decía la publicidad que construye una de las versiones del nombre. Pero Don Luis sostiene que es hincha del General José de San Martín y que a él le debe la denominación del equipo. Allá por 1816, cuando el prócer era gobernador de Cuyo, no se bailaba Trap y no abundaban los tatuajes en la cara. Por el contrario, San Martín se vistió de gala y, en los festejos que recordaban la Revolución de Mayo, bailó Minué, danza característica de la época.

“Minué era potrero, no tenía una entidad que defendía, que tuviese personería jurídica. Boca, River, Racing, no querían jugar”, cuenta Don Luis. A mediados de los 80, no eran los únicos: Minué tuvo que viajar al sur de la provincia para conseguir rival porque en el oeste no los tenían, ganaban siempre y el resto de los equipos perdían las ganas de hacerles frente. Por necesidad y de casualidad, llegó a Yupanqui. ¿De casualidad? Don Luis fue a trabajar como todos los días, pero aquella vez llegó molesto. Uno de sus compañeros, Roberto Osken, no pasó el detalle por alto, de alguna forma el entrenador se había ganado el apodo Pachanga. Garay le contó lo enojado que estaba porque no tenía un club para representar. Osken era el primo del presidente de Yupanqui y le ofreció hablar con el dirigente. Don Luis llevó todos lo papeles y concretó el trámite: “Yo me equivoco. Eran mis jugadoras, tendría que haber ido con un escribano y una planilla que dijese que yo podía dirigir Yupanqui y que mi equipo se quede conmigo. Fallé porque el plantel se lo llevo yo”.

El club de Lugano les dio lo indispensable. El gimnasio para entrenar y jugar de locales. Las camisetas las mandó a hacer Don Luis a un negocio de Liniers. La empresa Procer estampó su nombre en la casaca celeste de mangas naranjas. Los botines los compraron las jugadoras. Yupanqui no tenía cancha de once, su historia empezó en fútbol de salón cuando en 1988 el profesor Rubén Torres organizó el primer torneo que constó de diez equipos.

“Futsal, la revista argentina de fútbol de salón”, escribió en septiembre de 1988: “La gran cantidad de gente que llenó el hermoso gimnasio del equipo de Lugano pudo observar un excelente encuentro, sumamente parejo en la primera parte y muy bien jugado”. Yupanqui fue puntero durante todo el torneo y en la final se enfrentó a Mariano Acosta, a quien aventajaba por un punto. Ganaron 6-2.

Boca Jrs finalizó tercero.Al minuto de juego Alba Blanco puso el partido 1-0 para Yupanqui. No habían terminado de gritar el gol que llegó el empate para Mariano Acosta: Amalia Flores, quien jugaría en el club de Lugano el año siguiente, anotó de zurda. Cuatro minutos después, Blanco puso nuevamente a su equipo en ventaja. Otra vez las alegrías durarían poco, porque Miriam Papiernik, quien también jugaría luego en el equipo de celeste y naranja, puso el encuentro 2-2. La paridad sería destruida por Leonor Arévalos que sumó cuatro tantos en su cuenta personal. Yupanqui gritó campeón.

Arminda Taiguán fue la arquera en esa final. Antes de jugar en Yupanqui, protegió el arco de Mariano Acosta. En su casa en Villa Tesei guarda en una cajita los recortes de las revistas que mencionan al club de su vida: “Un equipo dentro y fuera de la cancha. Había unidad y compañerismo. Siempre estábamos pendiente de la otra. Era amor por la camiseta, pasión por jugar. Jugar era la vida”.

La arquera recuerda que, sin importar el torneo, ellas querían ganar. El próximo desafío llegó al año siguiente, la revista “Solo Fútbol” redactó: “Y el fútbol femenino ya tiene su campeón. Las chicas del Club Atlético Yupanqui, tras una espectacular campaña, se consagraron las campeonas del fútbol femenino organizado y se llevaron el 1° campeonato denominado Femingol ´89. Además, ganaron también el trofeo, que a modo de incentivo de este deporte, Solo Fútbol puso en juego y que fue entregado el sábado 21 por la mañana al equipo campeón por nuestro director periodístico, aunque en este caso la entrega, por razones obvias, hubo que hacerla fuera del vestuario”. Se jugó en cancha de once, el club de Lugano hizo de local en Savio 80 -hoy Club Jóvenes Deportistas- y entrenó en la cancha de Camea, una fábrica de aluminio. Dos entrenamientos por semana, juntadas diarias y la captación de jugadoras de las cuales se encargaron Don Luis y sus delegadas Leonor Hoyos, Norma Saralegui y Delia Vera, llevaron a Yupanqui a coronarse campeonas invictas de la competencia organizada por la Asociación de Fútbol Femenino. Mónica Maciel, defensora, cuenta: “En ese momento éramos las mejores. Era saber que estábamos en el mejor equipo, que no nos ganaba nadie”.

109 goles a favor y tan solo 7 en contra en 16 partidos disputados, no perdieron ninguno. El torneo constó de dos ruedas. En un principio participaron diez equipos, pero en el transcurso de la competencia se bajaron Temperley (no sin antes recibir 12 goles de las campeonas), Mariano Acosta y B. Caballero. La mayor goleada se la llevó Independiente: perdió 14-0 en la primera rueda y 16-0 en la segunda. La capitana del ciclo Gran Yupanqui fue Angelina Torres y Don Luis recuerda: “Yo siempre dije que en el fútbol vos podés dirigir, pero si no tenés una caudilla adentro, un respeto, olvidate amigo”.

Yupanqui también tuvo, lógicamente, a las goleadoras de ese campeonato. La revista “Solo Fútbol” decía: “Las futbolistas Karina Morales y Amalia Flores recibieron la copa a la goleadora ya que empataron el primer puesto con 28 tantos conquistados cada una”. Tal fue el rendimiento de la morena que llamó la atención de Europa. En una entrevista con Diario Crónica contó: “Me voy a Italia, a prueba, a un club que está en Caivano a 14 kilómetros de Nápoles. Soy puntera izquierda, con una mezcla de rapidez y habilidad. Dicen que allá hay hasta una posibilidad de que me ayude Diego Maradona, lo que sería muy importante para mí por lo que él representa en el fútbol mundial”.

Desde Italia llegó a Argentina Franco Belosa, dirigente del club Caivano. Tenía referencias contundentes de Amalia y así fue como se dirigió a Yupanqui y dijo: “Me llevo a la 11”. En una época en la cual los pases de las jugadoras se efectuaban con pelotas e indumentaria, el club de Lugano exportó a la primera futbolista argentina a suelo europeo. Chiche Simón, directivo de entonces, había explicado que no podían retenerla y cortar su carrera. De la plata del pase Amalia, Don Luis y el resto de las chicas no vieron un peso. Tampoco recibieron capital cuando Kaori, una embajadora japonesa, visitó Yupanqui para ver cómo trabajaban y llevar nuevos conocimientos al país nipón.

Pero Amalia no aguantó los ocho meses y decidió volver. Cuenta Don Luis que uno de sus temores era la discriminación, ella era morocha, le decían la Negra Amalia. Pero también es verdad que siempre se vuelve a donde se disfruta. Y así fue cómo la primera jugadora exportada fue la figura del partido en el primer encuentro internacional de la historia del femenino argentino.

Las campeonas de Brasil perdieron en agosto de 1991 contra Yupanqui, sucumbieron ante la zurda de Amalia, sufrieron la eficacia de Irma Rivas en Savio 80 y fueron dirigidas por una árbitra: Laura Mayol. En el primer gol, la once de las del club argentino gambeteó a tres jugadoras brasileras y se la puso al pie a Rivas que entró por el segundo palo y de volea fulminó a Vera, la arquera de Independente -Diario Crónica aclaró que se escribía de esa manera, sin “i”. El segundo tanto llegó luego de que Mirta López habilitase a Amalia, que con un zurdazo violento consiguió que la pelota besara la red.

Luego de ese partido, Crónica escribió: “Yupanqui fomenta con mucho interés el fútbol femenino en especial y sus dirigentes están más que entusiasmados ya que muy pronto habrá un Campeonato Argentino organizado nada menos que desde la AFA”. 1991 es el año en el que comenzaron los Mundiales de Fútbol Femenino reconocidos por la FIFA. China albergó la primera edición del 16 al 30 de noviembre de ese año y en octubre la AFA organizó el primer torneo oficial. Yupanqui está dentro de sus fundadores. El invicto terminó ante Boca y con la llegada de la entidad que rige el fútbol argentino.

En 1993 Don Luis abandonó Lugano: “Como entidad me falló Yupanqui. No supo valorar lo que teníamos de equipo. El club ya no tenía interés, no se movieron. Yo me fui y se quedó Delia (Vera)”. La delegada siguió hasta 1995, pero no pudo retener a las chicas que se fueron a equipos distintos. Gabriela Duzky, defensora, cuenta: “Yupanqui nos dio un nombramiento hace dos años y nos prometieron una cena que nunca nos dieron”. El club aprovechó el auge de las chicas pero eligió olvidar su paso por allí.

Sin embargo, el Gran Yupanqui no terminó en 1995. La casa de Don Luis es visitada por sus exjugadoras. El 1 de diciembre, el día de su cumpleaños, las puertas están abiertas y las chicas pasan a saludarlo. También se juntan entre ellas: fueron a Arsenal a ver el repechaje entre Argentina y Panamá para clasificar al Mundial 2019. Minué y Yupanqui son una familia. Garay planea, vivo o muerto, festejar los 50 años de Minué en 2020. Jugaron con pasión, la misma que permitió que por cuatro años no les ganase nadie. La misma que les permitió jugar sabiendo que ganarían a pesar de empezar perdiendo. Como dice Arminda Taiguán: “Yupanqui es el cuadro de tu vida”.

Sócrates, del fútbol a la revolución

Sócrates en el Mundial México 86.

Matías Tolosa

Pelé, Ronaldo, Ronaldinho, Zico, Romario, Rivaldo fueron sin dudas grandes figuras de la historia de Brasil, sin embargo ninguno se destacó por una cualidad que supere los límites de un campo de juego, esa característica que Sócrates, capitán de la verdeamarelha en la década del 80, si tuvo: conciencia política.

Era época de dictadura militar en Brasil cuando el 8 pelilargo del Corinthians desplegaba el jogo bonito típico de los brasileños y además tenía una manera de pensar relacionada con el carácter revolucionario del Che Guevara, algo complicado para convivir con un gobierno de ese estilo. De todos modos, poco le importaba a Sócrates lo que pensaban los militares. Durante toda su carrera tomó al fútbol no sólo como una diversión, sino también como una herramienta para educar a las personas y él tenía bien claro que sin democracia no importaban los resultados dentro del campo de juego.

El doctor Sócrates, llamado así por sus estudios universitarios en medicina, fue el líder del movimiento ideológico más importante de la historia de su país: la Democracia Corinthiana. Junto al director deportivo y dos compañeros suyos en el conjunto paulista, llevaron a cabo una forma de manejar el club donde cada cosa, por más mínima que sea, debía ser consensuada entre todos los integrantes del plantel, incluyendo cuerpo técnico, médicos y asistentes: democracia. Esta palabra desaparecida por la dictadura en Brasil, fue la bandera de aquel equipo de Corinthians que pronto fue la voz de todo el deporte brasileño. En esos años era impensado que alguien se muestre ante miles de personas en un estadio de fútbol con una bandera que diga “Ganar o perder, pero siempre en democracia”. Ellos lo hicieron y le demostraron al pueblo que podían hacerlo.

Magrao fue parte de las delegaciones de Brasil en los mundiales de 1982, donde fue capitán, y de 1986, cuando se consagró Argentina. Sin embargo, después de eso, con su país en democracia nuevamente, dejó las tierras de San Pablo para ir a jugar a Italia, más precisamente a Fiorentina, donde fue compañero de Daniel Passarella que lo recuerda como alguien que “fue grande en la cancha y en la vida, donde manifestó el compromiso con su gente a través de su propia superación personal y con una intensa acción política y social”. En Europa no logró asentarse a esa manera de jugar ya que para él, el fútbol debía ser un juego divertido, no un trabajo. Por eso decidió regresar a su país natal, pero ya para poner fin a su vida de deportista. Ese adiós dejó un gran vacío en la vida de Sócrates que lo condujo, sumado a su vicio al cigarro y al alcohol, a la muerte por una infección intestinal a los 57 años.

Como no podía ser de otra manera, el año de su muerte no fue uno cualquiera. Ese año quedará marcado por un nuevo título obtenido por su amado equipo, el club que lo acompañó en su movimiento más importante. Sócrates falleció, Corinthians salió campeón y la gente despidió al doctor con miles de brazos extendidos y puños arriba, símbolo de la lucha de la leyenda que despertó a su pueblo. Ese fue el día más feliz de los días tristes.