viernes, abril 26, 2024

Francia y Uruguay, viejos amigos

Facundo Catalini @FacuCatalini

Uruguay se independizaba de Brasil, Portugal y cualquier poder extranjero el 25 de agosto de 1825. Así lo dictaba la primera de las “Leyes Fundamentales de 1825. Y un país, en el Viejo Continente, estaba de acuerdo con esta decisión. Ese país fue Francia, que reconoció la independencia de Uruguay declarada en 1828.

Años más tarde, en 1917, inspirados en Francia, Uruguay decide separar a la Iglesia del Estado. Siendo una Sudamérica muy católica en ese entonces. Además su Código Civil lo basó en el Código Civil francés (más conocido como Código Napoleónico). Otra de las cosas que unen a ambos países es que en Uruguay, hasta el Mundial de Italia 1990, el primer idioma obligatorio en la escuela secundaria era el francés.

La política no aleja a estos dos países. Mucho menos lo va a hacer el fútbol.

La historia futbolística entre Uruguay y Francia, arranca en los Juegos Olímpicos de París 1924. La delegación uruguaya cruza el Océano Atlántico para dar pelea dentro del campo de juego. Los resultados sorprenden a propios y extraños, los charrúas se cuelgan la medalla de oro y vuelven a casa victoriosos de las tierras galas.

París 1924 y Ámsterdam 1928, eran considerados los mundiales de aquella época, teniendo en cuenta que la FIFA no tenía un campeonato propio.

En 1930, llegó ese torneo propio de la entidad madre del fútbol mundial. Por logros y méritos se determinó que el campeonato se llevara a cabo en tierras uruguayas. De este modo el mundo, o al menos un parte de él, venía a Sudamérica a hacer rodar la pelota.

El 13 de julio de 1930, se forjó otro acontecimiento que entrelazaría a galos y charrúas, pero no directamente. El atacante francés, Lucien Laurent, marcaba el primer gol en la historia de los mundiales de fútbol en la goleada de su seleccionado por 4 – 1 frente a México.

Años más tarde, ambas selecciones se enfrentaron tanto en mundiales como en partidos amistosos. En las citas mundialistas, el historial es favorable para Uruguay, la celeste ganó uno (2 – 1 en Inglaterra 1966) y empató dos (ambos 0 – 0 en Corea-Japón 2002 y Sudáfrica 2010).

Varios jugadores charrúas desplegaron su fútbol en suelo francés. Ildo Maneiro jugó en el Olympique de Lyon entre los ’70. En el Nancy también dejaron su juego los uruguayos, Rubén Umpiérrez entre 1978 y 1985, Carlos Curbelo entre 1971 y 1980, su hijo Gastón entre el 2000 y 2009 y Pablo Correa quien jugó y entrenó al club entre 1995 y 2017. El excapitán de la celeste, Diego Lugano, defendió los colores del Paris Saint Germain. Y entre los convocados por Óscar Washington Tabárez, Cristián Cebolla Rodríguez también vistió la camiseta del PSG y Edinson Cavani es el actual goleador del conjunto parisino.

No todo es rivalidad. Las amistades es lo mejor que te deja el deporte. Dicen.

Enzo Francescoli no tuvo un paso triunfante por Francia. Ni en Racing Club de París ni en Olympique de Marsella supo ser el Francescoli que brilló en River. Aun así, maravilló, nada más ni nada menos, a Zinedine Zidane, quien era tanta su admiración e idolatría, que llamó a su primer hijo Enzo, en honor al Príncipe charrúa.

Las amistades entre uruguayos y franceses emigraron hasta España. En la Real Sociedad se creó un vínculo entre el entrenador, Martín Lasarte, el delantero, Carlos Bueno, quienes son uruguayos y el atacante francés, Antoine Griezmann. “En 2009, conocí a Carlos Bueno en la Real Sociedad y empecé tomar mate todos los días, a merendar con dulce de leche, a escuchar música uruguaya y a mirar los partidos de Peñarol”, contó el galo en una entrevista.

Años más tarde, luego del mundial de Brasil 2014, Diego Pablo Simeone puso los ojos en el francés y lo pidió para su Atlético de Madrid. En el vestuario madrileño lo esperaría, Diego Godín, el actual capitán de la celeste. Mate de por medio, como de costumbre, la amistad entre Antoine y Diego fue creciendo, a tal punto que el central es padrino de la hija del atacante.

“Tengo algo de uruguayo, como su estilo de juego en el que dan todo por el equipo, no se dan nunca por vencidos y ayudan a sus compañeros. Es una nacionalidad que adoro y un país que adoro. Va a ser especial y muy fuerte emocionalmente, pero tengo confianza en hacer un buen partido”, señaló en una entrevista de cara al partido de este viernes.

Mate, cumbia y garra charrúa para Antoine.

La cultura tampoco distancia a estas dos naciones y la triangulación de jugadores arrancó antes de lo que se imaginan.

El 11 de diciembre de 1890, llegaba al mundo en Toulouse, Francia, Charles Romuald Gardes. Este joven francés vino a La Argentina con dos años de edad junto a su madre, quien había sido desheredada de su familia por criar a un hijo en la soltería.

El chico fue creciendo y su voz se hacía su herramienta de trabajo. En 1914, en Europa se desató la Primera Guerra Mundial. Si Charles Romauld Gardes se hubiese inscripto en el consulado francés como ciudadano de ese país residiendo en La Argentina, tendría que haber participado en el enfrentamiento bélico. En 1920 fue convocado para una temporada teatral en España, pero al estar indocumentado no podía asistir, pero con la viveza criolla, se inscribió ese mismo año en el consulado uruguayo, con una fecha de nacimiento falsa (11 de diciembre pero de 1887) y con su nombre artístico: Carlos Gardel. De esa manera, consigue un permiso provisorio, hace teatro en España, vuelve a suelo argentino y saca la nacionalidad albiceleste.

Francia, Uruguay y Argentina. Una triangulación perfecta, para un jugador de aquellos.

La política, el fútbol y la cultura. Tres puntos que entrelazan a dos naciones.

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