Si el mundo se dejara llevar completamente por los prejuicios, Nikola Jokic nunca podría ser el deportista que es hoy. Sacando de la ecuación sus 2,13 metros de altura, es un basquetbolista completamente opuesto al modelo moderno, que prioriza el atletismo antes que el juego en sí. No tiene un gran físico y cuando corre parece que caminara, pero a la hora de parar la pelota y pensar, es de los mejores. Pases para atrás, de faja, de caño. Claro está, hay varios jugadores con gran capacidad de asistir, ¿pero uno de este tamaño? Esta capacidad de ver sin mirar, de imaginarse las cosas segundos antes de que pasen, hicieron que El Joker firmara en julio de 2018 un contrato por más de 145 millones de dólares, distribuidos en cinco temporadas, con Denver Nuggets.
Nacido en 1995 en Sombor, un pueblito de Serbia que no supera los 50 mil habitantes, Jokic y su familia vivieron una época intensa. Yugoslavia vivía las Guerras Yugoslavas, que habían empezado en 1991 y durarían una década. Tenía solo cuatro años cuando las tropas de la OTAN decidieron bombardear su país durante 11 semanas. “Me acuerdo de cosas como sirenas, refugios de bombas, siempre estar con la luz apagada. Prácticamente vivíamos en la oscuridad. Incluso a las nueve de la mañana era de noche”, comentó hace unos años en una entrevista con el medio norteamericano Bleacher Report.
En el momento en el que los Nuggets lo estaban eligiendo en el Draft de 2014, Jokic estaba durmiendo profundamente. Fue Nemanja, uno de sus dos hermanos mayores, el que lo llamó desde Nueva York para avisarle. Ser profesional no era algo en lo que él pensara en sus comienzos en este deporte. Nunca fue muy responsable con los entrenamientos y todo lo referido al, valga la redundancia, profesionalismo. Cuando era chico porque no quería entrenar y su padre tenía que convencerlo, y ya de más grande cuando, siendo un adolescente, tomaba tres litros de Coca Cola por día. Nunca durante la mañana porque tenía la práctica con su club, pero una vez terminada era un vaso tras otro. Cuando viajó a Denver en 2015 para jugar su primera temporada, tomó la última Coca Cola hasta el día de hoy.
Al haber nacido en un pueblo tan chico, es una persona bastante familiera. En más de una ocasión dijo que, cuando termine su carrera en la NBA, su idea es volver a su casa, donde pertenece. Y así se lo explicó a Zach Lowe, uno de los más importantes especialistas de básquet en el norte del continente: “Me gusta mi pueblo porque es muy tranquilo, pero se puede hacer cualquier cosa. Solo quiero estar en un lugar en el que sepa manejar un auto sin ayuda del GPS. No hay lugar como el hogar”. Tiene una gran relación con sus hermanos, que viven en Estados Unidos con él y van a alentarlo siempre que tienen la oportunidad. A la hora de jugar a las cartas con ellos, no se lo toma a la ligera, ya que dice Nikola Jokic, demque siempre hay que vigilar a todos en la mesa.
Hablando exclusivamente de su juego, es posible que haya nacido con las dimensiones equivocadas: es un base encerrado en el cuerpo de un pivot. Esta situación no lo limita en absoluto, ya que son muchas las veces que agarra el rebote y, él mismo, sube la pelota para organizar el ataque. Además de su mejoría física –bajó 15 kilos solo en su primera temporada, cuatro años atrás- también hay un progreso evidente en sus números, una parte para nada menor del básquet. Allá por la temporada 2015-16, promedió 10 puntos, 7 rebotes y 2,4 asistencias por partido; números que le alcanzaron para ser elegido en el mejor equipo de novatos. Durante el último año, consiguió 20 puntos, casi 11 rebotes y poco más de 7 asistencias; con el agregado de haber clasificado por primera vez a los Playoffs, en los que quedó afuera en las semifinales de la conferencia oeste.
Con Nikola a la cabeza, Serbia es uno de los grandes candidatos a robarle la corona a Estados Unidos en el Mundial de China porque, a pesar de ser el director de la orquesta, cuenta con grandes trompetistas, como Boban Marjanovic, Bogdan Bogdanovic y Nemanja Bjelica, que también juegan en la mejor liga del mundo.
Con su pasaporte vetado y más de un pedido de captura, Enes Kanter convive con el miedo a ser asesinado en cualquier lugar y en cualquier momento. Esta es la historia de un pivote de gran poderío ofensivo, capaz de bajar 20 rebotes en una noche dada, pero que, acusado de pertenecer a una organización terrorista islámica, es perseguido por el gobierno turco de Recep Tayyip Erdogan.
Kanter nació el 20 de mayo de 1992, en Zúrich, Suiza. Sus comienzos con la pelota naranja fueron en las inferiores del Fenerbahçe, con quien, en la temporada 2008-2009, llegó a jugar la Euroliga. Sin embargo, el joven decidió emigrar a Estados Unidos y estudiar en la Stoneridge Preparatory School. Allí continuó con su carrera deportiva y llegó a ser elegido por Utah Jazz en el puesto número tres del NBA Draft 2011.
El grandote de 2,11 metros permaneció en el equipo de la ciudad de Salt Lake hasta la mitad de la temporada 2014-2015, tras ser traspasado a Oklahoma City. En esos meses jugó el mejor básquet de su carrera, promediando 18.7 puntos y 11 rebotes. Siempre polémico y nunca callado, en el Thunder se hizo notar tanto por sus jugadas como por sus palabras. Kanter es ese jugador que los compañeros adoran, pero que los rivales odian, tanto los deportivos como los políticos.
El 15 de julio de 2016, opositores al gobierno intentaron realizar un golpe de Estado en Turquía. Fethullah Gülen, un clérigo islamista -hoy exiliado en Pensilvania- que por aquel entonces era la mano derecha de Erdogan, fue acusado de ser uno de los principales instigadores de la sublevación. Desde entonces, su organización fue ilegalizada y declarada como “terrorista”, y todos sus adeptos comenzaron a ser perseguidos.
Kanter es un marcado opositor del presidente turco, a quien calificó como “el Hitler de este siglo” en sus redes sociales, y es un devoto seguidor de Gülen. A pesar de los pedidos de cárcel y de extradición por parte de la fiscalía de su país por “pertenecer a una organización terrorista armada, utilizar la aplicación de comunicación encriptada ByLock e injuriar al presidente”, el pivote no se achica: “Nunca dejaré de expresarme. (…) Si dejo de hablar, ¿quién lo hará por las miles y miles de personas inocentes que están en prisión? Están torturando y matando gente”.
Luego de unos años en Oklahoma, fue traspasado a New York Knicks. En el equipo de la “Gran Manzana”, Kanter no pudo asistir a un partido en la capital inglesa, ya que temía ser asesinado por los hombres de Erdogan: “Lamentablemente, no voy a ir a Londres a causa de ese lunático, el presidente turco. Existe la posibilidad de que me maten por ahí”.
Poco tiempo después, Kanter fue adquirido por Portland Trail Blazers, con quien formó parte del equipo revelación que llegó a las Finales de la Conferencia Oeste contra Golden State Warriors. Sin embargo, en el país europeo no transmitieron sus partidos y ni siquiera se lo nombró en las redes sociales turcas de la NBA: se volvió una figurita prohibida en el territorio de Erdogan.
Recientemente, el pivote se unió a Boston Celtics como agente libre y duerme con un botón anti pánico en su habitación, ya que su impotente físico no lo exime del miedo a perder su vida. No obstante, su devoción por Gülen no claudica, tanto que decidió tomar el apellido del famoso predicador: “Sacrificaría a mi madre, a mi padre y a mi entera familia por el bien del Venerado Maestro (Gülen). Daría mi cabeza, si fuese el caso. Sacrificaría mi lugar en el paraíso y reiría en el infierno para dar ese servicio”.
La selección turca cuenta con un buen plantel para este Mundial, más allá de que su mejor jugador no estará presente. China 2019 se privará de la presencia de un jugador calibre NBA, pero contará con otros como Cedi Osman y Furkan Korkmaz. Por su parte, Enes Kanter -o Enes Gülen- quiere desenmascarar una democracia en la que, por ejemplo, opositores son perseguidos y ciudades que no comparten la misma línea ideológica que Erdogan son intervenidas, como ocurre en Diyarbakir, Mardin y Van.
Según la Asociación de Baloncesto de Japón (JABBA, por sus siglas en inglés, Japan Basketball Association), en 2018 se registraron 622.506 jugadores y 50.068 entrenadores en ese país. Esto da fe de la pasión y la popularidad que tiene el deporte de los gigantes en el país oriental.
La cultura japonesa ha demostrado a lo largo de su historia que una forma eficiente de progresar es tomar lo mejor de los demás y copiarlo. En lo que al básquet se refiere, en cualquier parte del mundo, la sola mención de esa palabra hace pensar en la NBA. Es por esto que la liga norteamericana se ha vuelto el modelo a imitar para los japoneses. Sin embargo, más allá de la notable infraestructura que hay detrás de esta disciplina y de los esfuerzos por asemejarse al estilo estadounidense, la calidad de juego es algo que no se puede imitar. Es que Japón cuenta con una población que no se destaca por su altura, y en la cual medir más de 1,90 metros no sólo es desentonar, sino también generar las miradas de admiración de los demás.
Este contexto fue el que encontró Julio Lamas cuando en 2017 accedió ser el entrenador de la Selección nipona, con la que logró una clasificación histórica para el Mundial 2019, al cual no accedía deportivamente desde Grecia 1998 (jugó en 2006 por ser organizador). El extécnico de San Lorenzo ejerce el liderazgo de manera empática y busca convencer a sus dirigidos para que todos hagan lo que le favorece al equipo.
En el seleccionado asiático buscó adaptar su manera habitual de relacionarse con los jugadores, sin imponerse sobre los valores de la sociedad japonesa. Uno de los cambios que realizó, que rozó el límite entre la cultura y lo deportivo, fue la promoción de Rui Hachimura, figura que no era tenida en cuenta por ser muy joven (19 años). Desde la federación entendían que debía egresar para formar parte del seleccionado superior. Allí fue cuando el entrenador hizo entender que la edad no es una jerarquía y que en el deporte no cuentan los años, sino el talento. Así fue como subieron de rango al alero, que jugará su primer Mundial con 21 años.
Los Akatsuki Five, llamados así por su comparación con el amanecer de Japón y en combinación con los cinco jugadores que están en la cancha, habían arrancado muy mal las eliminatorias. En el Grupo B avanzaron en primera ronda tras caer en sus primeras cuatro presentaciones y ganar en las últimas dos ante Australia y China Taipéi. En la segunda ronda, el conjunto nipón tuvo buenas presentaciones y quedó en el segundo lugar del Grupo F, detrás de Australia, con un récord de 8 victorias consecutivas y 4 derrotas. Esta racha se debió a la mejoría que tuvo el equipo respecto a la altura, una vez que pudieron naturalizar al norteamericano Nick Fazekas (2,11) y que sumaron al alero de Memphis Grizzlies, Yuta Watanabe (2,06) y promovieron a Hachimura (2,03).
Lamas llegó al básquet japonés de cara a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Su buen trabajo lo premia con un boleto al Mundial, luego de ser elegido el mejor entrenador de Asia en 2018.
Yao Ming es, sin dudas, uno de los deportistas más populares de la historia. Desde su llegada a la NBA, el gigante de 2,26 metros se convirtió en uno de los reyes del baloncesto: fue First Pick en 2002 (obtuvo el primer puesto en el draft de dicho año), Rookie Of The Year (premio que se le otorga al jugador más destacado en su primera temporada), ocho veces partícipe del All-Star Game y se encuentra en el Salón del a Fama (Hall of Fame) de la NBA.
Si bien su promedio de 19 puntos, 9,2 rebotes y 1,9 tapones en sus ocho temporadas en la NBA generaban dudas entre periodistas y fanáticos a la hora de debatir si estaba bien o no su ingreso al salón de la fama, eso se disipó al quedar demostrado que en sus tiempos de jugador tuvo 52 millones de compatriotas siguiendo su travesía por la mejor liga del mundo y, además, llegó a ser el jugador más pedido por la gente para un All-Star Game, con 2 millones y medio de votos. Todo eso generó que la NBA se expandiera a un mercado de más de mil millones de personas, que contrajeron una gran pasión por este deporte, y que, a su vez, el fenómeno se materializara con algunos partidos en el país asiático. Su exequipo, los Houston Rockets, gracias a él y al gran mercado que tienen en ese país, celebran el Año Nuevo Chino jugando con su camiseta escrita en mandarín.
Lo que muchos no saben es que se sospecha que Yao Ming fue una creación de la China comunista de Mao Tse Tung. En el libro Operación Yao Ming del periodista estadounidense Brook Larmer, se cuenta que Ming fue parte de un plan sistemático del por entonces presidente para volver al deporte un arma política mediante la “creación” de grandes atletas.
Yao Ming pordía ser un experimento del líder comunista Mao Tse Tung.
Se estima que los padres de Yao –ambos basquetbolistas- fueron presentados entre sí por miembros del gobierno chino, ya que basados en sus biotipos eran ideales para crear a una estrella y fueron “obligados” a hacerlo. Así fue como el 12 de septiembre de 1980 nacía el gigante de Shanghái, de unos 51 centímetros y 5 kilos, casi el doble que cualquier otro bebe chino de la época. Fue un hijo único, como indicaba el modelo comunista que buscaba impedir la sobrepoblación del país.
Después de dejar de lado sus sueños de jugar al Waterpolo o de ser científico, Yao Ming tuvo 5 grandes años en los Shanghái Sharks, que le permitieron ir a la NBA, liga en la que brilló siempre y cuando las lesiones no se lo impidieron. A su vez, dejó una huella enorme en su país: fue abanderado en los Juegos Olímpicos Atenas 2004 y Beijing 2008 y fue figura absoluta en su Selección, siendo su máximo anotador en todos los campeonatos que jugó.
Yao Ming porta la bandera de China en los Juegos Olímpicos en 2008.
Una vez retirado, decidió invertir sus más de 200 millones ganados en la NBA en caridades, sitios de apuestas y demás. También fue presidente de la Chinese Basketball Asosiation, embajador de la NBA y, en el último tiempo, está volcado a la política, en búsqueda de modificar el programa de deporte en las escuelas chinas en pos de generar y captar los mejores atletas.
No está comprobado si Mao fue el responsable del desarrollo del básquet en China, pero lo que es seguro es que la apuesta en este deporte es fortísima. Tras organizar los Juegos Olímpicos de 2008, posee una liga con jugadores de renombre como Luis Scola, Lance Stephenson y Michael Beasley y este año será la sede del Mundial de Baloncesto. Van a tratar de estar a la altura de este evento con un equipo que combina juventud con experiencia con jugadores como Yi Jianlian – ex NBA-, Guo Ailun, Zhou Qi- ex NBA- o Zhao Jiwei. Todo esto no sería posible de no ser por un gigante de 2,26 metros que hizo historia en la mejor liga del mundo.
“Tu valor no disminuirá por la incapacidad de alguien de ver tu valor”, escribió el 21 de junio de este año el angoleño Bruno Fernando en su cuenta de Twitter, a fin de confirmar su participación en la liga más importante del básquet, la National Basketball Association (NBA).
Desde la creación del torneo nacional en Angola en 1985, sólo un jugador de dicha nacionalidad fue seleccionado en un Draft. Además, Fernando fue el único africano en el sorteo del 2019 y quedó en la trigésimo cuarta posición. Philadelphia 76ers fue quien lo eligió, pero fue traspasado al Atlanta Hawks, de la Conferencia Este.
El atleta de 2.08 metros se formó en Primeiro de Agosto y luego se trasladó a Estados Unidos, a los 16 años, donde se desarrolló como basquetbolista en la Universidad de Maryland.
Al básquet de Angola le ocurrieron muchos acontecimientos durante los 38 años del mandato presidencial que tuvo José Eduardo Dos Saltos, entre 1979 y 2017. La república situada al sudoeste del continente más dañado por guerras civiles, se refugia en el deporte más popular que posee entre sus 29 millones de habitantes. Todo comenzó en 1976, cuando se fundó la Federación Angoleña de Básquet, a lo que siguió, tres años más tarde, la afiliación a la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA). Angola es el conjunto africano más ganador del AfroBasquet (11 títulos en 18 participaciones), torneo que integran 16 combinados y que se disputa cada dos años.
Después de haber sido el tercer clasificado de su continente -detrás de Irán y Nigeria-, comenzará su octava participación en el Mundial de básquet ante Serbia el 31 de agosto en Foshán, con el objetivo de mejorar su noveno puesto en Japón 2006 e intentar culminar como la mejor Selección africana, para poder acceder a los próximos Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
Son las once de la mañana del 3 de junio de 2014. San Antonio Spurs acaba de eliminar a Oklahoma City Thunder en la Final de la Conferencia Oeste y se prepara para pelear el título de la NBA contra Miami Heat. Los texanos quieren dejar atrás los fantasmas de aquella noche de 2013 en la que se les escapó el campeonato contra el mismo rival. Enfrente tienen caras conocidas: LeBron James, Chris Bosh, Ray Allen y Dwyane Wade. Gregg Popovich convoca al equipo en la sala de videoanálisis para empezar el entrenamiento. “¿Alguien sabe qué día es hoy?”, pregunta Pop y descoloca a sus jugadores. En la pantalla se proyecta la foto de un negro, de aproximadamente 50 años, con una tupida barba canosa. Patty Mills levanta la cabeza. Sabe quién es el hombre de la foto pero no dice nada, le interesa saber a qué conclusión quiere llegar su entrenador. Después de varios segundos de silencio el actual seleccionador estadounidense se dispone a contarle a sus jugadores la historia de Eddie Mabo.
Mabo fue un aborigen australiano nacido en el Estrecho de Torres, región que contiene más de 270 islas y que divide Australia y Papúa Nueva Guinea. En 1973, su esposa Bonita Mabo y él fundaron la primera Escuela para la Comunidad Negra en Townsville, donde se les enseñaba a los niños la cultura aborigen, en vez de la británica. Ferviente militante de los derechos de los pueblos originarios, encabezó el movimiento para revocar la doctrina de Terra nullius sobre las islas del Estrecho de Torres. Según esta ley, antes de la llegada del colonizador James Cook a Australia en 1770, ese territorio no tenían dueño. De esta manera, se le negó a los aborígenes la propiedad de sus tierras. En los ‘80, Eddie Mabo y otros isleños llevaron el reclamo a la Corte Suprema de Australia y el caso tardó una década en pasar por el sistema jurídico. A principios de 1992, Mabo falleció producto de un cáncer. Cinco meses después, el 3 de junio de 1992, la Corte Suprema reconoció que la tierra le pertenecía a los aborígenes y que los descendientes tenían derechos sobre ellas. Desde aquel año, cada 3 de junio se celebra el Mabo Day.
Popovich termina de hablar y le cede el turno a Patty Mills para que cuente su historia. Su padre, Benny, nació en el Estrecho de Torres y es sobrino de Eddie Mabo; su madre, Yvonne, es hija de una aborigen y un australiano blanco. Ella pertenece a la Generación Robada, un grupo de niños indígenas que entre 1869 y 1976 fueron arrancados de sus familias por parte del Estado y misiones católicas y adoptados por australianos británicos. Yvonne y Benny se conocieron en Canberra, donde se casaron y fundaron un club de básquet para chicos aborígenes.
Patty Mills mamó la pasión por la naranja y el aro desde los cuatro años. A los 17 se mudó a California para competir en la liga universitaria de Estados Unidos y fue nombrado el mejor debutante del año de la Conferencia Oeste. Paralelamente, hizo su debut con la Selección mayor en el Campeonato FIBA de Oceanía 2007 y un año después representó a Australia en los Juegos Olímpicos de Beijing, donde promedió 14.2 puntos y 2 asistencias. En 2009 fue seleccionado por los Portland Trail Blazers en el draft de la NBA y tres años después fue traspasado a los San Antonio Spurs.
Finaliza la sesión de video en San Antonio. Muchos podrán decir que deberían haberse enfocado únicamente en la preparación del partido con los Heat. Popovich, como siempre, tiene una respuesta sensata: “9 de los 15 jugadores del plantel son extranjeros. Creo que la diversidad ayuda a crear un ambiente de camaradería, a querer jugar y ser responsable con el otro. Esa es nuestra identidad”.
Pasan 12 días, 5 partidos, 51 puntos, 8 asistencias y 7 rebotes para Mills. Los Spurs vuelven a ser campeones de la NBA después de 7 años. En los festejos, Patty recibe dos banderas de su padre. El base le alcanza la australiana a su compatriota, Aron Baynes. Luego despliega la otra: tiene dos franjas verdes, que representan el suelo, una azul para simbolizar el mar, una estrella de cinco puntas en alusión a los grupos de islas del Estrecho de Torres, y un dhari blanco que identifica al pueblo. Mills se cuelga la bandera, aquella por la que su tío abuelo, Eddie Mabo, luchó con tanto ímpetu. Por fin levanta el trofeo y recuerda un proverbio de sus antepasados indígenas: Tu pasado tiene que conectarse con tu presente para crear tu futuro.
En los años ’90 todo marchaba muy bien económicamente para los griegos, pero su desprecio por los inmigrantes, principalmente negros, era más que notable. De hecho, todos los estudios de la Unión Europea sobre racismo sitúan a Grecia con los índices de racismo, xenofobia y antisemitismo más altos del viejo continente.
En este contexto, Charles y Verónica, inmigrantes nigerianos provenientes de Lagos, llegaron a Atenas en 1991 y decidieron tener a sus hijos en Sepolia, pero el estilo de vida de esa familia era diferente al de las demás. Thanasis (1992) y Giannis (1994) en sus infancias se dedicaron a ser vendedores ambulantes de CDs y hasta relojes para conseguir, al menos, 10 euros para comer y así ayudar a sus padres. En más de una ocasión, el alero de los Bucks dijo que siempre se expuso a los insultos y que se iba a dormir sin la garantía de que su padre y madre estuvieran al día siguiente. El miedo a la deportación era constante.
Pasaban los años y la situación era la misma: seguían viviendo a escondidas para que no los expulsaran del país, y a eso se le sumaba la responsabilidad de cuidar a sus 2 nuevos hermanos: Francis y Alex. No obstante, en 2007, el entrenador del Filathlitikos Spiros Velliniatis lo vio jugar y decidió sumarlo al club a sus 13 años. Giannis aceptó con la condición de que les dieran trabajo a sus padres y, por lo menos, contar con un sueldo para poder darle de comer a una familia de 6 personas.
Antetokounmpo debutó en primera a los 17 años, en la segunda liga griega de básquet, y un torneo le bastó para que el Zaragoza le diera un contrato para jugar en la liga española. Así, el club adquirió sus derechos deportivos y federativo en 2012, aunque no llegó a jugar para ellos. El gran movimiento mediático que causó el interés de varios clubes europeos y franquicias, lo benefició para conseguir la nacionalidad griega, junto con su familia, y eligió integrar el Draft de la NBA. El 27 de junio de 2013 fue elegido por los Milwaukee Bucks en el puesto 15.
En 2013, en su primera temporada en la NBA y ya siendo oficialmente griego, fue convocado por la selección sub-20 para el campeonato europeo de ese año, y Grecia terminó en el quinto lugar. En ese torneo, Antetokounmpo fue elegido en el NBA All-Rookie Team.
Desde que llegó a Estados Unidos, no paró de brillar. Fue elegido como el mejor jugador joven en su segunda temporada, mejoró su rendimiento, se destacó entre los mejores aleros de la prestigiosa liga, alcanzó las 1.000 asistencias y una efectividad en los tiros superior al 50% a los 23 años (logro que sólo había conseguido Magic Johnson) y fue el jugador más valioso (MVP) en el campeonato 18-19, con un promedio de 27.3 puntos, 12.9 rebotes y 6 asistencias por partido. Incluso, llegó a ser capitán del mejor equipo de la Conferencia del Este (Team Giannis) en el Juego de las Estrellas contra el Team James. Todos estos motivos hicieron que los dirigentes de Milwaukee Bucks le ofrecieran el mejor contrato de la historia de la NBA (247 millones de dólares divididos en 5 años de contrato) para retenerlos en sus filas.
Con la Selección de Grecia no tuvo la misma suerte: en el Mundial de 2014 alcanzó el octavo puesto, en la EuroBasket 2015 quedó eliminada contra España, la última campeona, y no clasificó a los Juegos Olímpicos de Río 2016. Este año, en China, Giannis tendrá revancha en su mejor momento con país. Grecia integra el grupo F, que jugará en la ciudad de Nanjing, junto con Nueva Zelanda, Brasil y Montenegro.
Está sentado en una reposera hablando con Gabriel Jalile, su guía. El sábado de José Luis Santero había empezado con unas pasadas en el Parque de Lomas a las 5 de la mañana y luego dirigió a sus alumnos de Auriga Team, su grupo de running. Cada vecino lomense que pasa por el parque si lo ve lo saluda, y cada conocido al que le preguntan por él siempre destaca algo bueno.“Imaginate correr dos segundos con los ojos cerrados desde esta silla hasta ese árbol. Ahora, sumale la velocidad en la que corre. Lo tenés que ver, no lo podés creer. Siento mucha admiración por él”, dijo su alumna Fátima Vergara.
José Luis Santero es uno de los mejores maratonistas y fondistas del país, y es no vidente. En su palmarés se encuentran dos Maratones de Buenos Aires, la de 2010 y la de 2011, de las cuales en la primera tiene el récord de tiempo de la competencia con 2:37:40. Para lograr un entrenamiento superior había ido al pueblo de Cachi, en Salta, esperando hacer quizás 2 horas con 43 minutos, por lo que este récord fue totalmente inesperado para él. Ese fue su mejor momento deportivo. Participó también en los Paralímpicos de Londres 2012, donde quedó en el puesto 14 del maratón.Su último logro destacado fue el primer puesto en el Campeonato Argentino y Encuentro Iberoamericano de Carreras de Calle para Ciegos y Disminuidos Visuales, llevado a cabo en Rosario en abril de este año, en el que hizo 15 kilómetros en 58 minutos.
En palabras de José, Londres 2012 fue “como tocar el cielo con las manos”, porque finalmente pudo representar al país en unos Juegos Paralímpicos. Aunque no obtuvo la marca que buscaba tener, la considera como la mejor experiencia que tuvo. Desde Barcelona 1992 ningún argentino había participado a nivel paralímpico en un maratón.
Una retinosis pigmentaria de nacimiento hizo que progresivamente vaya perdiendo la vista desde 2005. De hecho, cuando participó en Londres 2012 aún podía ver su reloj y controlar sus tiempos de corrida, pero desde fines de 2014 necesita de sus guías para llevar a cabo sus actividades.
Cuando era chico, su sueño no era ser un gran atleta ni hacer maratones, sino que quería representar al país en el fútbol. Hizo inferiores en Ferro y jugaba de 5. Le iba bien, pero el estudio lo alejó, más por obligación de la madre que por otra cosa. Los entrenamientos le sacaban mucho tiempo.
Para 2006 José pesaba 101 kilos y fumaba por día 40 cigarrillos. En ese entonces se agitaba de solo subir un piso por escalera. Un médico le aconsejó comenzar en el gimnasio y a hacer atletismo, al que se dedicó con mayor seriedad desde 2008. “Es como si hubiera reemplazado una adicción por otra. No toco un cigarrillo desde hace 13 años”, afirmó.
En su vida tuvo dos grandes pérdidas: la muerte de su madre, en 2007, y la de su amigo y primer guía, Alejandro Luchik, en 2016. Según su pareja Lorena Mourkazel, el segundo fue el gran momento en el que necesitó contenerlo. “La verdad pensé que José iba a dejar de correr. Fue chocante porque 48 horas antes estaba corriendo con él en Rosario. Cuando esto pasa lo que más te impacta es la edad”, dijo Mourkazel. Algunas personas celebran de facto en el país el 17 de mayo el Día del Guía, en conmemoración a la muerte de Alejandro, algo con lo que José no está muy de acuerdo, porque “Ale no fue guía sólo ese día, sino todo el año”. Fue muy importante en su vida y afirma tener los mejores recuerdos de él. Cuando falleció confesó, entre lágrimas, haberle agradecido a la madre por el hijo que había tenido.
La primera competencia de importancia en la que estuvo fue el Para-panamericano de Guadalajara en 2011, en el que participó en los 1500 y los 5000 metros, mientras que en los ODESUR 2014 de Santiago de Chile pudo obtener la medalla de bronce en los 5000 metros.
Pero no todo son alegrías en lo deportivo. Siempre tuvo mala relación con la Federación Argentina de Deportes para Ciegos (FADEC). En el CENARD nunca hubo un entrenador para las especializaciones de José, por lo que siempre necesitó de personas por fuera de esta entidad. Esto significa que no tiene representación ni voz a la hora de tomar decisiones. En 2016, por ejemplo, pese a haber hecho marcas clasificatorias, la FADEC no le otorgó el cupo para ir a los Paralímpicos de Río. Por esta cuestión y otras, desde hace unos meses están en litigio. Antes, cuando la relación con este organismo estaba mejor, tenía esperanzas de ir a Tokio 2020, pero ya no. Actualmente se está preparando junto a Gabriel para volver a correr la Maratón de Buenos Aires y quizás participar en las de Nueva York y Dubái.
Otra polémica en su carrera es la Maratón de Rotterdam de 2015. Por importancia, era una de las competencias donde tenía que hacer mejor tiempo para ir a Río. Según le dijo el en ese entonces guía Matías Candel a Página 12, en esa carrera José hizo trampa. Su testimonio dice que en el kilómetro 18 abandonó la competencia por el cansancio, y dejó corriendo sólo a Alejandro. José y Matías fueron en subte y Santero retomó en el kilómetro 38. Es decir, corrió solo 22 de los 42 kilómetros. Las fotos de la competencia, de hecho, muestran que la musculosa que José tenía puesta al inicio de la carrera terminó usándola Alejandro en la recta final, mientras que Santero usaba otra con el mismo número.
La versión que José defiende es que él corrió toda la carrera, pero que Candel fue el que se cansó en el kilómetro 18. Desde allí hasta el final de la carrera estuvo acompañado por otro corredor de la competencia que no era guía suyo, como otras veces le ocurrió, hasta que Alejandro logró alcanzarlo. José hizo el tiempo necesario para clasificar, pero este incidente no fue una de las razones por la cual no fue a Río, sino por haber entrenado por fuera de la FADEC. Rotterdam es otro tema en el cual también se encuentra en litigio. “Candel es un chico que siempre tuvo dudas para correr y nunca ganó nada, esa es la realidad. Nunca entendí qué le podían envidiar a una persona con mi discapacidad, pero supongo que armó todo esto para desprestigiarme por no trabajar más conmigo”, declaró.
Para José una de las cosas más difíciles es encontrar un guía. No hay un curso o cuaderno que enseñe cómo serlo. Ser guía es algo que se aprende con el corredor y lleva mucho tiempo de práctica. Es sincronización y coordinación, porque los dos deben tener una velocidad y forma física semejantes. Generalmente son atletas que buscan nuevos desafíos y, por las aspiraciones personales que pueden tener, no todos están dispuestos a asumir ese cargo.
Con su guía Gabriel trabaja desde hace 2 años. “Con Jo es la primera vez que tuve la oportunidad y bueno, me gustó ser guía y lo sigo haciendo desde hace mucho tiempo, aparte de que yo a veces tengo mis propias carreras que corro solo, pero me enfoco más en Jo y en sus competencias. Es una persona muy noble”, dijo. Lorena lo definió como alguien competente, que busca mejorar personalmente a la par de José.
Un tema en el que la pareja también está involucrada es en la lucha de las personas electrodependientes. Apadrinan el proyecto “Conectados a la Vida” de la Asociación Argentina de Electrodependientes (AAdEd), y cada tanto organizan carreras en beneficencia. También asiste mucho a eventos de concientización de enfermedades. Por ejemplo, el 2 de abril estuvo presente en “Lomas Habla de Autismo” en el parque municipal. “Tiene que haber una política más inclusiva a nivel nacional. La gente no termina de tomar conciencia, pero está bueno que, por lo menos, se conozcan estas cosas”, dijo.
Todas las personas de su entorno siempre lo apoyaron, no así las empresas. “Los sponsors no nos ven como negocio porque somos una población menor”, dijo. Al estar peleado con la FADEC, tampoco recibe apoyo del ENARD: ya no le pagan por ser deportista de élite. Sin embargo, en cuanto a la creación de la Agencia del Deporte, sí cree que es útil. “Si está bien articulada puede ser lo mejor para el deportista. Con estas cosas se achica la brecha con Europa”, afirmó. La única entidad que lo respalda es la Municipalidad de Lomas de Zamora, de la que está muy agradecido.
El mensaje que le quiere dejar a los atletas paralímpicos es el de persistir, trasmitir esa resiliencia que tiene para triunfar. “Hay que tener voluntad y disciplina y salir a buscar lo mejor de uno mismo. También hay que tener apoyo de la familia, porque sin ellos no sos nada, poder visualizar y ser apasionado por lo que uno hace. Eso me ayudó muchísimo”.
28 de abril de 2019. Suena el silbato de Néstor Pitana que marca el final del partido por el desempate del primer puesto de la B Nacional. Arsenal venció 1-0 a Sarmiento y volvió a la Primera División después de un año. Todo es euforia y festejos, pero hay un jugador de los de Sarandí que disfruta más que el resto: se trata de su capitán y una de las figuras claves en el ascenso, su arquero Maximiliano Gagliardo, que está cumpliendo el sueño de toda su vida, llegar a lo máximo del fútbol argentino.
“Esto es para mi hijo, que le decían que su papá era un fracasado que nunca iba a llegar a la primera división”, declaró, entre lágrimas, Gagliardo en el campo de juego del Florencio Sola, en los instantes posteriores a la finalización del partido. “Esto es para él (su hijo), le demostré que con trabajo, esfuerzo y humildad se puede lograr cualquier cosa. Es el logro más importante de mi carrera”, agregó.
Este día, Tobías, hijo de Maxi, no se lo va a olvidar nunca. No sólo por el logro conseguido por su padre, sino por la enseñanza que le deja. En su carrera, han sido más los momento malos que los buenos. Por eso este ascenso lo disfruta el doble.
“Fracasado es una palabra muy fea. Ninguna persona es fracasada. Fracasado es aquel que no intenta, una vez que lo intentas, dejas de serlo”, suelta, al borde de las lágrimas y desbordado de emoción, el uno del Arse.
Y así fue. No son sólo palabras, es el resumen de la vida futbolística de Gagliardo. Lejos quedó en el tiempo la primera vez que se puso por delante de los tres palos como profesional, allá por 1999 en el arco de Brown de Arrecifes. Desde aquel momento, el nacido en Chivilcoy debió remarla, y mucho. Toda una vida en el ascenso, vistiendo los colores de El Porvenir, Flandria, Platense, Deportivo Morón, un breve paso por Unión San Felipe de Chile, Tristán Suárez, Defensa y Justicia, Flandria, Atlanta, Los Andes , hasta recalar en Arsenal.
Siempre con la frente en alto y sin desesperarse. Como si supiera que algún día el fútbol le iba a recompensar todo este sacrificio. Este trayecto no fue fácil. Y el propio Maxi lo reconoce. Un campo minado en el que llueven las críticas cuando a uno no le salen las cosas. El arquero admitió que tuvo que guardarse la bronca de los comentarios negativos y centrarse en su objetivo. Y en ningún momento, el “fracasado” se despegó de esta filosofía.
Gagliardo aseguró que llegó un punto en que se le hizo difícil sobrellevar esta situación, porque estos comentarios llegaron a oídos de su hijo Tobías, y le generaron mucho dolor a los dos. Pero intentó no desviarse de su objetivo. “Tenía la necesidad y la obligación como padre de demostrarle que lo que uno sueña, se puede lograr”, expresó con bronca, con los dientes un poco apretados, recordando esos duros momentos que le tocó vivir.
El fútbol, deporte muchas veces injusto, esta vez tuvo compasión. Maxi está cumpliendo su sueño de atajar en la élite del fútbol de nuestro país. A sus 36 años, es capitán y una de las figuras del Arse, que ganó sus dos primeros encuentros en el arranque de la Superliga. Como si esto fuera poco, el uno del equipo de Sarandí no recibe un gol por los puntos desde el 30 de marzo, en el triunfo de su equipo por 3 a 1 ante Villa Dálmine por la B Nacional. Desde entonces, acumula 583 minutos con la valla invicta, que se convirtió en la mejor racha del club del Viaducto.
Maximiliano Gagliardo buscará seguir haciendo historia bajo los tres palos. Pero para Tobías, él ya se convirtió en el mejor “fracasado” de la historia.
“En la vida siempre debemos ir hacia adelante y hoy más que nunca. Este es mi momento”. Topadoras humanas ralentizarán el proceso, aunque el objetivo siempre debe ser claro: antagónico al impreciso pique del balón. A pesar de que el ovoide se traslade generalmente hacia atrás, deberá llevarlo con seguridad y pasión hacia adelante. Sostenerlo, como su anhelo por ingresar al terreno de juego. Cruzar la línea, apoyarlo y gritar de alegría como en aquel primer entrenamiento. Abrazarse, y como siempre, volver a empezar. Agustín Toth, hoy convocado al plantel Pumita, logró el try de su vida. “Me siento pleno. Pero voy a ir por más, nunca es suficiente. Ya estoy acá y voy a disfrutar”.
Quizá hoy sea pieza importante del plantel pero no siempre fue el rugby su principal anhelo. Antes de subirse al micro con sus compañeros hacia Rosario, Santa Fe, y dejar la vida por la blanca y celeste, tuvo un inicio peculiar. Su carrera deportiva comenzó en el Country de Banfield, jugando futsal: un deporte en el que no se usan las manos, menos en un puesto. El sendero lo guiaba hacia la defensa del arco de tres metros de ancho y dos de alto con sus guantes originalmente blancos, y luego grises tras varios partidos. En ese entonces, en 2007, el pequeño de ocho años se despertaba con el objetivo de mantener su valla en cero: “Miraba mucho a los arqueros en la televisión con el afán de seguir mejorando, corregir errores y dar lo mejor siempre”.
Un día la programación fue diferente. Era un deporte que no se jugaba con los pies en todo momento salvo en situaciones puntuales del partido y la pelota no era redonda. “Me resultó curioso”. Si bien para él era normal dormir el balón entre sus brazos y manos, le sorprendió la forma en la que se distribuía el juego: “Era una locura ver que se la pasaban para atrás. Pensé que estaban aguantando el resultado”.
Ese mismo año la Selección Argentina de Rugby consiguió el histórico tercer puesto en la Copa del Mundo en Francia tras vencer al anfitrión por 34 a 10. “Hubo bastante difusión al respecto y mi hermano Nicolás, de cinco años, insistió en empezar a jugar y yo no quería saber nada, estaba enamorado del fútbol. Fui a ver su primer entrenamiento en Lomas Athletic y luego de agarrar la pelota, se llevó por delante a tres pibes sin ningún problema. Me llamó la atención y al otro día me anoté. Duré cinco años con ambos deportes y cuando tenía 13 entendí que quería el balón que picaba para todas partes, que amaba el contacto físico y la fricción que conllevaba. Elegí el rugby”.
El segunda línea del Lomas pensó que ya era parte del “mundo rugbier” pero no fue así, era solo el comienzo. En 2015 reconoció el cambio cuando comenzó a jugar para la categoría M16 en la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA): “Tocás un nivel distinto. Vivís el deporte más duro, te das cuenta que el club no es lo mismo, los chicos no se preparan igual y el entrenamiento te exige otro nivel de concentración”.
Ese mismo año, el jugador de categoría 99 tuvo su primer Campeonato Argentino de Rugby en el que competían los seleccionados de las uniones provinciales y, por ende, sus primeras concentraciones: “Tuve la suerte de jugar no sólo con los mejores de Buenos Aires sino también con los más destacados de Argentina. No sentí que haya subido un escalón en mi carrera sino dos y muy altos”.
Su camino se volvió muy sacrificado, aunque feraz. En 2017 lo convocaron al proyecto formativo de jugadores de la Unión Argentina de Rugby (UAR) denominada Plan de Alto Rendimiento (PlaDAR). Él, contento; sus padres, preocupados por su carrera universitaria.
Toth había finalizado sus estudios en el colegio Sarmiento de Temperley y, por medio del deporte que practicaba, quiso abocarse al periodismo deportivo. La UAR le facilitó la decisión y le ofreció una beca completa en la Universidad Siglo XXI y la posibilidad de cursar a distancia desde la computadora, con trabajos prácticos virtuales y una plataforma para mantenerse en contacto con los profesores. “No tenía que viajar y no me iba a sentar en una silla en la que no entro por una explicación de cinco horas. Manejaba mis horarios y es hasta el día de hoy que lo sigo haciendo”.
Sin embargo, les aclaró a sus padres que antepondría el rugby, no sólo por gusto sino también por tiempo disponible: “La verdad es que no sé si voy a poder tener la oportunidad de ejercer como periodista y a la vez jugar. El estudio es mucho más práctico que teórico y ese es mi problema. No doy abasto con los horarios y ajustarme a ellos para dedicarle lo necesario no es muy conveniente en este momento. Es una decisión mía no priorizarlo pero pienso terminarlos”.
En julio su vida dio un giro inesperado. A pesar de amar el color rojo, amarillo y verde de su club, sus preferidos siempre fueron el celeste y blanco. El entrenador Pumita, Gastón Conde, lo llamó para que sea parte del plantel argentino M19 para el Sudamericano Juvenil A. Terminó de jugar el Torneo Argentino y se fue directo a la cita internacional. “Fue todo muy rápido. Estaba jugando para mi país cuando en ese momento pensaba que quizá en dos años se me iba a dar la oportunidad. Me dieron la ropa y la piel se me erizó completamente. Era otro de mis sueños pero lo veía inalcanzable. Una gran responsabilidad pero también una zanahoria para levantarse todos los días, romperse el alma y dar lo mejor día a día”.
Pero las emociones y nuevas experiencias no dejarían de aparecer en su corta y agitada carrera. En el ocaso de 2017, Toth fue convocado a la Primera División de Lomas Athletic con sólo 18 años. El sábado 21 de octubre finalmente ingresaría y sus ojos color marrón comenzaron a humedecerse. Su entonces técnico, Bernardo Urdaneta, lo arengó y se posicionó en la cancha para la reanudación del encuentro frente a SITAS: partido que finalizó 38 a 29 a favor del Tricolor, correspondiente a la 24º jornada de la Primera A. “Fue un cambio lindo pero también se fue dando de manera paulatina. Debutar en primera fue muy necesario para ayudarme en todo este proceso y también pude concretar mi primer anhelo en la vida: debutar en la Primera del club que tanto amo”.
Además de la victoria y de mantenerse en la cima de la tabla con 85 puntos, condimento aparte fue el ascenso. A pesar de haberlo conseguido la fecha pasada, esa tarde pudo festejarlo ante su gente y con un hincha en particular: “Mi viejo es un enfermo de nosotros. Nos apoya en todo y nos motiva a seguir adelante siempre. Fue muy emocionante abrazarlo luego de conseguir el objetivo”.
La exigencia continuó y 2018 fue igual de duro que el anterior. La rutina automática y los horarios repletos de rugby. “Me levantaba a las ocho para estudiar, a las 11 paraba para comer y en seguida me dirigía a la estación de trenes a las apuradas. Como el PlaDAR queda en San Isidro y yo vivo en Lomas de Zamora, mi viaje era de aproximadamente dos horas y tenía que salir de mi casa a las 12 del mediodía. Entrenaba de dos a cinco de la tarde y tenía que aligerar el asunto para llegar a las prácticas del club de siete a nueve para M19. Merendaba en el camino y los dolores de panza eran constantes”.
“Esos dos años viví para entrenar y no podía dedicarle tiempo a mi familia y menos a mi novia”. En reiteradas ocasiones sintió que su existencia se basaba en ir de una “H” a la otra, de avanzar y retroceder y de tirarse y levantarse sólo dentro del campo de juego. Las adversidades debía afrontarlas tras el pitazo del árbitro y no luego de las duchas. “He llegado a sentirme culpable pero sabía que en algún momento valdría la pena”.
No se equivocó. Este año Toth realizó la pretemporada con la tercera selección de rugby de Argentina: Argentina XV. “Del 7 al 20 de enero entrené todos los días doble turno con rugby y físico a morir a la mañana y gimnasio a la tarde. A pesar de que fue durísimo agradezco haberlo hecho porque noté, por sobre todas las cosas, un gran cambio físico”.
Su dedicación parece que conmovió a la persona indicada. El entrenador de la Selección Argentina Sub-20, José Pellicena, al cual catalogó como una persona intensa, le ofreció seguir creciendo en un contexto de ensueño. Luego de una gira fructuosa por Sudáfrica, el viernes 3 de mayo el joven de 20 años y una altura que alcanza el metro 97, fue notificado que sería convocado al plantel Pumita, del 4 al 22 de junio, para disputar el Mundial Sub 20 de rugby que se desarrollará en Rosario y Santa Fe. “Lo tuve que repasar un par de veces en la cabeza porque no lo podía creer. Me había consumido la alegría y se me vinieron a la cabeza todos los años de laburo y los sacrificios que hice para lograr ese gran objetivo que tenía pendiente”.
“En Agus vi pasión. A pesar de ello, a mí me gusta el rugby moderno y enérgico. Le exijo en todo sentido y trato de estar en todos los detalles porque quiero que potencie sus cualidades. Necesito que mejore la parte aeróbica y la agresividad en el juego”, explicó Pellicena.
Junto a Ramiro Tallone Nadaff, uno de sus compañeros en el Tricolor, fueron los primeros Pumitas en la historia del club. A pesar de ser un día histórico para el club, para Toth fue algo diferente en cuanto a lo emocional: “Tener a un amigo como lo es Rama es un placer y es hermoso. Se disfruta el doble y sé que me puedo apoyar en él cuando lo necesite. Compartir habitación fue mi momento de calma y relajación. Requiero un cambio de humor después de cada compromiso, uno vive con las emociones a flor de piel y a veces es necesario bajar uno o dos cambios”.
La noticia del compromiso mundialista llegó a la persona que lo motivó desde un principio, su hermano menor: “Fue al primero que se lo conté. Dije tan solo Mundial de Rugby y sus ojos comenzaron a cristalizarse. Su boca se abrió y antes de emitir una palabra me abrazó. Estaba orgulloso de mí y yo, por mi parte, le debo todo”.
Entre lágrimas, Nicolás Toth no pudo ocultar la admiración que siente por su hermano Pumita: “A pesar de que sólo nos llevamos dos años mi objetivo es él. No sólo como jugador sino como persona. Es mi norte”. A pesar de ser titular en el Lomas y parte del plantel de la URBA, confesó: “Algún día quiero que en el lavarropas se choque nuestra indumentaria de Los Pumas”.
La cita mundialista había comenzado y no de la mejor manera. “El nivel que mostramos en el debut no bastó para sobreponernos a Gales”, expuso Toth luego de la derrota por 30 a 25. La revancha fue rápida y el partido con Fiji en la segunda fecha fue una muestra de carácter y gran nivel de juego: victoria por 41 a 14. Los abrazos y los festejos no tardaron en aparecer luego de superar por 47 a 26 al vigente campeón mundial y clasificar así a las semifinales.
La expectativa y la ilusión en busca de la final estaban latentes. Sin embargo, Australia mostró su gran potencial en la disciplina y al derrotar a la Argentina por 34 a 13, tocaba enfrentarse a Sudáfrica por el tercer puesto. “Debíamos cambiar la cara, pero siempre contra estos grandes equipos es difícil. Y así fue”. Los dirigidos por Pellicena cayeron por 41 a 16 frente a los africanos y culminaron su participación en el Mundial Sub-20 con el cuarto puesto.
Un mes antes de que comience aquella máxima competencia de Rugby, y ajeno al resultado final, Toth fue claro: “Cuando concluya, sea cual sea el resultado, será momento de juntar las cartas y tirarlas de nuevo en busca de otros objetivos. Quiero saber para qué estoy”. Luego de ganarle al actual bicampeón mundial y llegar a semifinales, sin lugar a dudas que Toth y todo el seleccionado argentino están para grandes cosas.