sábado, octubre 12, 2024

Esgrima, historia, presente y futuro nacional

Mariano Sánchez

Los juegos olímpicos se realizaron por primera vez en Atenas 1896, desde allí hasta la actualidad, son ocho las competencias que siempre dijeron presente. Esgrima, con la categoría de florete y sable, integran el octágono. Paris 1900, la primera participación argentina. Ámsterdam 1928, la única medalla. Buenos Aires 2018, el futuro.

Del día 1 al 4 de competencia, en el Parque Olímpico, más precisamente en el pabellón África, se realizará la competencia de las espadas en Buenos Aires 2018. Argentina será representada por dos atletas: Matías Ríos, quien relacionó su amor por este deporte con las películas que vio de chico sobre piratas, cumplirá su sueño al chocar los hierros en los terceros Juegos Olímpicos de la Juventud y buscará ganarse una medalla como consiguió en los sudamericanos 2017.

Mientras que, en la categoría de espada, Ignacio Pérez responderá por la celeste y blanca. El último campeón panamericano comenzó a practicar este deporte desde que el fútbol lo aburrió y buscó su pasión en el juego que más le gustaba de chico, las espadas. Con mucha inquietud por su debut en esta competencia, el cordobés posicionó al podio como su meta.

Detrás de estas dos jóvenes promesas del deporte nacional, hay grandes esgrimistas que dejaron su huella en la pista metálica de 15 metros. Eduardo Camet, primer esgrimista argentino que viajó a una competencia olímpica –París 1900-, terminó quinto en espada y, 28 años después, en suelo holandés, la bandera de las dos franjas celestes con el sol que atraviesa la blanca del medio se colgó en el tercer lugar del podio en la categoría de florete por equipos de la mano de Roberto Larraz, Luis Lucchetti, su hermano Héctor, Raúl Anganuzzi y Carmelo Camet.

En este campeonato, los dos esgrimistas, que representarán al país, podrán llenarse de fuerza mirando atrás en la historia recordando los deportistas que marcaron un antes y un después en la esgrima nacional. La actualidad que será futuro para poder, de algún modo, y por un tiempo, dejar la espada para agarrar la pluma y escribir su nombre en la historia del deporte argentino.

De las 74 medallas que consiguió Argentina en toda su historia olímpica, solo una es de esgrima.

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