sábado, septiembre 6, 2025
Home Blog Page 21

De la canchita a la pared: La historia del mural de Maradona

Por Milena Di Pardo Gigena

En un barrio en la ciudad de Chivilcoy, donde las paredes hablan más que cualquier discurso, un mural de Diego Maradona se alza como un faro de recuerdos y pasiones. Este no es solo un mural: es un testamento, una celebración y, quizás, un duelo. En el aniversario de su muerte, la imagen de Maradona, pintada con los colores de la gloria, nos recuerda que su figura sigue viva en cada rincón de Argentina, en cada rincón del mundo que lo vio jugar y amar el fútbol como nadie más

Ubicado en la calle 76 y Miguel Calderón, el mural de Maradona comenzó a tomar forma en pleno diciembre, solo un mes después de su muerte. Adrian López, con pinceles en mano, trazaba sobre la pared de la plaza ‘José Ramón Ponce’ una imagen tan vibrante como eterna. En vísperas del 2021, fue inaugurado oficialmente por los vecinos, tres imágenes con los colores de la gloria son los que se observan, acompañadas de su emblemático número de dorsal, 10. 

En vísperas del 2021, el mural fue inaugurado oficialmente por los vecinos. Tres imágenes de Diego, cada una pintada con los colores de la gloria, en una, Maradona con la pelota, la camiseta azul y blanca flameando al viento; en otra, su rostro refleja esa mezcla de concentración. En la tercera, un intento de chilena que recorre el mundo y, por último, un detalle que no podía faltar: el número 10, Maradona fue el que hizo del número 10 un mito, un culto, una religión. 

Este mural no solo es un reflejo de lo que Maradona representa para los argentinos, sino que también guarda una historia muy personal. Hoy conocida como la plaza “José Ramón Ponce”, hace 38 años, este lugar era un humilde potrero, mejor conocido como “la canchita de Feliche”, donde los niños del barrio se reunían para jugar al fútbol con sueños en los pies y Maradona en el corazón. En 1986, cuando Argentina se coronó campeón del mundo, esos mismos niños celebraron la gloria en esa pequeña cancha, haciendo su propia vuelta olímpica. 

Adrián López, uno de esos chicos, hoy convertido en artista y tatuador, decidió que 38 años después, ese lugar debía ser recordado de una manera única. No solo como el sitio donde se forjaron sus primeros sueños futbolísticos, sino como un homenaje a Maradona, la figura que marcó la vida de generaciones enteras. Pintó el mural no solo para recordar al Diego, sino también para cerrar un círculo personal, para rendir homenaje a aquel niño que alguna vez soñó con ser parte de esa historia, y que hoy, con un pincel en mano, lo cuenta a través de una obra que llevará el alma del barrio por siempre. 

Diego, el final del paseo

Por Pedro Carracedo

En un país con tanta influencia artística como el nuestro, basta con recorrer las calles para encontrarse de cara con arte en cualquiera de sus versiones: gente haciendo malabares en un semáforo, shows en las plazas, músicos callejeros y hasta murales en cada esquina. Tampoco es una sorpresa que gracias a la pasión que sentimos por el deporte, estas dos cosas suelen combinarse, regalándonos canciones que narran las proezas de grandes atletas, libros que rememoran hitos inolvidables y gigantografías de algunos de los ídolos más populares de nuestra historia. Si hay un personaje por excelencia que logra englobar todos estos conceptos es Diego Armando Maradona. 

Desde el 30 de octubre de 1960 Maradona fue dejando su huella por cada uno de los lugares que visitó. Su recorrido empezó en su casa de Villa Fiorito, pasando por la Paternal y la Boca, tocando el cielo con la mano en Ciudad de México y Nápoles, marcó su paso en Barcelona, Sevilla, La Plata, Avellaneda entre otros y el mundo enteró se rindió ante unos pies que terminaron su paseo en el Jardín Bella Vista, partido de San Miguel, donde frenaron para disfrutar de un descanso eterno. Sin embargo, la figura de Diego sigue igual de viva que siempre, lo podemos ver  cualquier día, a cualquier hora, con su espíritu plasmado en camisetas, canciones, y también en las paredes. Solo es necesario alejarse unos pocos metros del lugar donde descansa su cuerpo para volver a toparse con él, más específicamente en la esquina de las calles  Mayor Irusta y Americo Vespucio. Allí, en la fachada de lo que actualmente es un bar llamado “El Chato”, se encuentra la obra, que según palabras del propio autor, Damián Ferro, busca representar las distintas etapas en la vida del “Diez”; “desde que estaba en Cebollitas, hasta que levantó la Copa del Mundo”. 

El mural tiene una historia particular y es que en el momento en el que el autor se enteró del fallecimiento del astro, publicó en su página de Facebook que regalaría cinco murales en diversos barrios en honor a Maradona. Esto causó una pequeña revolución en sus redes y, gracias a un vecino de la zona, dió con esta famosa esquina que en ese momento no era más que una farmacia abandonada. La obra comenzó el 2 de diciembre de 2020 y finalizó 19 días después. Desde el primer instante la reacción de los vecinos fue positiva, agradeciéndole con nostalgia y lágrimas en los ojos. El local en sí mismo cobró valor, algunas personas se interesaron en comprar el edificio simplemente por la fachada, además de que ahora tenía un sentido comercial. Mientras lo pintaba, un turista que vino desde Malasia para dejar flores en la tumba de Diego se acercó para agradecerle por lo que estaba haciendo . Tras una buena charla forjaron una amistad y gracias a ese extranjero, que le mostró a una empresa de arte de su país el trabajo de Damían, en pocos días viajará a Malasia para realizar una muestra de arte dedicada a los dos más grandes números 10 que ha tenido nuestro país. 

La muerte de Diego provocó muchos cambios en la vida cotidiana de un barrio que hasta ese momento era uno más del Conurbano Bonaerense. Se convirtió en un punto turístico. Además de flores, ahora se vende cualquier cosa relacionada a Maradona. Las paredes están adornadas por representaciones del “Diez” o frases como: “Acá descansa D10S”. A pesar de que el Cementerio es privado y de alto nivel, el barrio es más bien humilde. El contraste en sí mismo es un poco poético conociendo la historia de vida de quien allí descansa. Para la gente de la zona es un orgullo que Diego esté ahí, y no dudan en hacerlo saber y, más allá de eso, para muchos significa una posibilidad de ganarse unos pesos extras. Lejos de verse molestos por el cambio de movimiento en el lugar, la comunidad está abierta para recibir personas de cualquier parte del mundo que vienen a conmemorar a uno de los más grandes futbolistas que hayan existido. 

***

Ubicado en la esquina de Maestro Irusta y Américo Vespucio, frente a la entrada del Jardín Bella Vista, cementerio en el que fue enterrado Diego Armando Maradona, este mural, regalo de Damián Ferro para toda la comunidad, busca retratar las distintas facetas de la vida de Diego, desde que estaba en cebollitas, hasta que levantó la Copa del Mundo. Esta obra que comenzó el 2 de diciembre de 2020 y finalizó 19 días después, se encuentra bien en el centro del corazón de la gente del humilde barrio de Mariló, en el partido de San Miguel. Además guarda consigo más de una anécdota, como que gracias a la visita de un turista que vino desde Malasia para visitar la tumba del Diez y que quedó fascinado con la pintura, su autor fue invitado a realizar una exposición sobre Messi y Maradona dentro de pocos días en dicho país. 

Napoleón, el ídolo bohemio que ladraba y gambeteaba

Por Lourdes Fernández

Un perro mueve la cola con su corazón”, escribió el poeta estadounidense Martin Buxbaum. De ser así, el perrito negro que vivió en Villa Crespo en los años ’30 debió haber tenido un corazón muy bohemio, porque cada vez que Atlanta anotaba un gol, parecía que el rabo se le saldría de lugar.

En 1929, en la calle Humboldt, había dos canchas de fútbol enfrentadas en diagonal: la de Atlanta y la de Chacarita, que ya para ese momento eran el clásico rival del otro. Sobre Fitz Roy y Muñecas, a casi dos cuadras del Cajoncito, vivía Francisco Belón, socio número 84 del Bohemio que pintaba el tanque de agua de azul y amarillo sin importarle que la mayoría de sus vecinos eran Funebreros.

Camilo Di Bella era el canchero de Chacarita, y a finales de ese año encontró a un perrito con aires de salchicha en las inmediaciones del club. Como no podía quedárselo, se lo regaló a Francisco, a quien conocía del barrio.

Este lo nombró Napoleón, y al igual que su tocayo Bonaparte, el perrito fue un conquistador; no de territorios mediante estrategias militares, pero sí de futboleros y con una pelota en las patas, porque lo primero que hizo Belón fue entrenarlo, y para jugar al fútbol, Napoleón distaba de ser un perro. Acompañaba a su dueño a todos los partidos y aprovechaba la entrada en calor y el entretiempo para lucirse en la cancha. “Se sabe que hacía jueguitos, le tiraban la pelota y la cabeceaba”, confirmó Edgardo Imas, historiador de Atlanta que contribuyó a reconstruir parte de la historia del club. Ignacio Belón, nieto de Francisco, relató: Mi papá (Osvaldo Belón) no llegó a conocerlo, pero mi abuelo le contaba que, en los partidos, Napoleón salía del vestuario con los jugadores y en la previa lo hacían atajar. También decía que, aunque según el mito los perros ven en blanco y negro, él distinguía los colores de la camiseta, era un espectáculo”.

Francisco decía que Napoleón sería famoso. Entraba a la cancha con los jugadores, con quienes tenía una gran relación; uno de ellos, el santafesino Lorenzo Tornaroli, le daba pastafrola. Durante los partidos, corría tras el alambrado siguiendo el desarrollo del juego y ladrándole a los rivales. Cuando ganaba Atlanta, se iba a su casa moviendo la cola; y cuando perdía, caminaba con el rabo entre las patas. Acompañaba al equipo incluso a los enfrentamientos como visitante. “En ese entonces no se permitían perros en el tren, y mi papá me contaba que, cuando pasaba el guardia, le decían ‘Napoleón, escondete abajo del asiento’, y él lo hacía”, narró Beatriz Belón, hija de Francisco, para TyC Sports.

La simpatía de los hinchas le dio paso a la adoración el 22 de noviembre de 1936. El Bohemio enfrentaría a Talleres en Remedios de Escalada, y Napoleón estaba, como siempre, esperando en el túnel para ingresar con el plantel visitante. Los recibimientos a los equipos en el fútbol argentino siempre fueron característicos por su intensidad, incluso en los años ’30, y una bomba de estruendo asustó al perro, que huyó a esconderse. El partido inició sin la presencia de la mascota, y Atlanta se llevó a los vestuarios una derrota por 5 a 1. En el entretiempo, a Napoleón, que había estado acurrucado debajo de una de las tribunas, se le pasó el miedo y volvió a alentar con su fiereza habitual. Atlanta empató el partido tras anotar cuatro goles en el segundo tiempo, el último, agónico al minuto 86. El paticorto bohemio era la cábala heroica de la jornada.

A partir de 1936, Napoleón se hizo famoso y durante ese año y el siguiente, los medios acostumbraban a sacar menciones sobre él y su presencia”, aseguró Imas, quien basó parte de su investigación en esos archivos. “Empujándola con la cabeza, entre el cogote y la espalda, a toda velocidad entre las piernas de quienes intentaban quitársela, el perrito atajaba y gambeteaba y era saludado por una ovación del público”, escribió Félix Frascara en una edición de El Gráfico de 1937 sobre el entretiempo de un Atlanta-River que terminó 4 a 1 a favor del Millonario. Ese partido lo jugaron Carlos Peucelle, Bernabé Ferreyra, Adolfo Pedernera y José Manuel Moreno, pero el periodismo no analizó la goleada, ni el fútbol de estos cuatro. Apareció en la tapa de la revista Alumni y en caricaturas: “Hubo ayer un hincha fuera de orden común: el ‘hincha-can’ que resultó un perrito negro que se pasó corriendo detrás del alambrado al vaivén de la pelota”.

El torneo de 1938 comenzó un domingo para Atlanta, que empató 2 a 2 ante Platense en Villa Crespo. Ese partido fue el último que vio Napoleón.

Atlanta debía jugar ante Estudiantes en La Plata, y Francisco estaba en la puerta de su casa ultimando los detalles del viaje con sus amigos. Un ladrido emitido desde la vereda de enfrente llamó la atención de Napoleón, que corrió a investigar, pero nunca llegó a destino; lo embistió un Buick negro en medio de la calle.

Salieron obituarios en casi todos los medios. “Napoleón, el perrito hincha de Atlanta, ha muerto trágicamente”, tituló el diario Crítica, y siguió: “Ya ha desaparecido de los fields. Un automóvil traicionero, en el trajinado tráfico de la capital, lo dejó destripado en una calle cualquiera”.

La necrológica del periodista Borocotó para la revista El Gráfico insinuó que el perro que le ladró “quizás fuera de Chacarita Juniors, y Napoleón sintió vibrar su alma de hincha bohemio, picó en busca de explicaciones y cayó para siempre bajo las ruedas de un automóvil”. Y agregó: “¡Napoleón! Seguía gritando su dueño. Ya no jugará más. Atlanta saldrá solo, sin su perrito gambeteador que tenía alma de futboler rayada de azul y amarillo. Tornaroli no comprará más pastafrola para darle al pichicho. No se escuchará del otro lado del alambre el ladrar que la hinchaba de afuera”.

El club le pidió los restos a Francisco para hacerse cargo de los costos de embalsamarlo y el cusquito quedó inmortalizado como una estatua. El objetivo fue que siempre quede registro de su leyenda y nunca se ponga en duda la veracidad de su existencia. Pero tampoco es loco pensar que lo embalsamaron para nunca condenarlo a rodearse de funebreros.

Estuvo en la cancha en 1940, cuando Atlanta le ganó a Independiente y se salvó del descenso en la última fecha; en 1960, cuando se inauguró el nuevo estadio; en 2004, por el centenario bohemio; y en varias ocasiones especiales para el club. Hoy, vive con Ignacio e Inés, nieto y nuera de Francisco. Cuando Inés se casó con Osvaldo Belón, y su marido heredó a Napoleón, el perro pasó a adornar el living de su hogar. “No me acostumbré tan rápido, es un poco intimidante tener un perro embalsamado, pero ahora ya está, pasaron muchos años”, narró. Hoy, el pichicho “duerme” con ella en su habitación, cubierto con un nylon para protección.

Aunque pasaron más de 80 años de su muerte, el perrito bohemio sigue haciendo de las suyas. “Lo llevé al clásico de agosto en 2022, en el León Kolbowski. Atlanta estaba jugando mal y perdía 1 a 0, entonces me puse con Napoleón atrás del arco y nos hicieron un penal. Empatamos 1 a 1 en el minuto 82 cuando estábamos más para perderlo. Si hubiéramos ganado, habría salido por todos lados”, contó Ignacio.

El año pasado lo transcurrió expuesto en el Museo Histórico Nacional, de donde volvió “más brilloso y con las orejitas arregladas”, según el nieto de Francisco, que es quien se encarga de sacarlo para que respire, de peinarlo, lustrarle la tabla y asegurar que el legado continúe, en principio, mediante su hija de cuatro años, Victoria, que, si bien aun no comprende del todo lo que es Napoleón, entiende que a él aplica una frase que su papá heredó de generaciones pasadas y le repite a ella: “Es Belón, como vos y como yo, y es de Atlanta”.

Maradona inmortalizado en Villa Urquiza

Por Renzo Terzian

Los grandes recuerdos habitan en los pequeños lugares, es por ello que en la Av. Monroe al 4848, un mural de la icónica foto de Diego Maradona levantando la Copa del Mundo de 1986, realizado por Silvia Spelzini en 2021, en modo de representación a “el amor de los argentinos” por este gran ídolo. 

“Quise transmitir la alegría de haber llegado a cumplir su sueño” afirmó Spelzini, fue un encargo del kiosco lindero, lugar del cual pertenece la pared, tras haber visto el trabajo de la artista, una pintura sobre “El Pelusa” siendo director técnico de la selección argentina que está ubicado en la esquina de Plaza y Quesada. Ese mural hizo que la contactaran para hacer el que ahora habita en la avenida. 

Desde que lo terminó, es una parada obligatoria para las personas que pasan por el lugar, es un recuerdo vivo de la alegría de un país y un “acto de entrega que se completa en la mirada y contemplación de cada observador”, según la artista. 

También lo describió como un “generador de pasiones”, el mismo sentimiento que la motorizó para finalizar el mural en tan poco tiempo, tres jornadas de cuatro horas. Eso fue lo que tardó el proceso de inmortalizar a Maradona, que con tan solo colores y formas logró plasmar lo que fue para ella y para muchos: el mejor jugador de la historia.

Lo sostenían siete manos, una representación simbólica de los clubes que lo marcaron a él y al fútbol argentino: Boca Juniors, Argentinos Juniors, River Plate, Platense, Independiente, Racing y San Lorenzo, sin embargo, en 2023 fue rediseñado para sacarlas porque “Maradona trascendió cualquier camiseta”, según el kiosquero y dueño del espacio. Un gesto de apoyo y pertenencia que demuestra que el Diego está en todas partes del país y no solo dentro de una cancha. Es por ello que, debajo de donde estaban las manos, hay dos frases que remarcan su valor como persona: “Si me muero, quiero volver a nacer, quiero ser futbolista y quiero volver a ser Diego Armando Maradona” y “Un jugador que le ha dado alegría a la gente y con eso me basta y me sobra”, sellado con un “D10S 1960 – ” para eternizarlo. 

La muralista también es vecina, vive en Villa Urquiza y su arte se convirtió en una manera de embellecer y darle identidad a las calles que la rodean. No es la primera vez que pinta, antes de retratar al “Barrilete Cósmico”, ya había dejado su huella con murales dedicados a otros símbolos de la cultura argentina como lo fueron Luis Alberto Spinetta, Gustavo Cerati, Norberto “Pappo” Napolitano, entre otros. 

El triple mural en Versalles que tuvo que reversionarse para poder permanecer en el barrio

Por Tomás Schenkman

Materializado en una esquina de un viejo taller mecánico en el barrio de Versalles, yace un triple mural de Diego Armando Maradona, inaugurado en diciembre de 2020, días después de su fallecimiento. Lascano y Gallardo son las calles que atestiguan cada día el arte de Pablo Ruarte, el autor de la obra.

Es pintor y muralista desde hace diez años, pero empezó a dedicarse más de lleno en aquel año de pandemia, pintaba “lo que sea” porque quería trabajar. Antes, su principal ingreso lo lograba siendo docente de educación plástica y arte. Comenzó a promocionar sus trabajos por las redes sociales y, en una de sus publicaciones en Marketplace de Facebook, recibió un mensaje de un hincha de Boca que “quería representar en el portón de su taller al ‘Diego’ en diferentes momentos de su vida”. En ese ida y vuelta casi instantáneo, el dueño del lugar le envió las imágenes que quería retratar y las del espacio disponible para hacerlo.

En cuestión de días, Ruarte se presentó en aquella esquina para decorar el portón —situado entre dos paredes vacías— con una imagen de Maradona en la previa del partido frente a Alemania Federal en la final del Mundial de México 1986, cuando la Selección Argentina estaba por entonar las estrofas del himno nacional. Una vez allí, el dueño le especificó los otros dos pedidos: una imagen del “Diego” cuando jugaba en Boca y se había teñido el famoso mechón amarillo en el pelo, y otra cuando estaba en el palco de la Bombonera con la musculosa de Boca mientras se fumaba un habano. Una a cada lado del portón.

Cuando ya estaba terminado el mural del medio y se puso a diagramar los bocetos de los del costado, un hincha de Vélez se le acercó y lo increpó porque estaba colocando dos imágenes con la camiseta de Boca en la zona del “Fortín” —a siete cuadras del estadio José Amalfitani—. En ese momento, otro vecino se involucró en la discusión para apaciguar el enojo de aquel hombre y lograr que Pablo pudiera seguir trabajando. Ante esto, las consecuencias fueron determinantes: entre el dueño del lugar y el muralista se decidió tapar esa imagen y reemplazarla por una de Maradona en el Napoli. En cuanto a la otra, acordaron sacarle los colores de Boca a la musculosa y pintarla de color negro, sólo dejándole el escudo del club. 

Sin embargo, a los días el escudo tuvo que ser suprimido porque hinchas de Vélez lo habían vandalizado para que no se viera, y lo mismo sucedió con el del Napoli. Para Ruarte fue un aprendizaje que le permitió “ser más precavido y selectivo a la hora de aceptar pedidos relacionados al fútbol”. Pero no sólo se llevó aquella enseñanza: el dueño del lugar le quedó debiendo una mínima parte del dinero que tenía que pagarle para solventar los gastos de los materiales y de la mano de obra, motivo por el que Pablo nunca más volvió a pasar por ahí ni a hablar con él. A pesar de este suceso, reconoció que afortunadamente son más los clientes que valoran su trabajo.

Finalmente, tras dos días y medio de trabajo y varios retoques inesperados, la obra se completó en sus tres frentes: en el medio —la más grande y representativa—, Maradona con la camiseta de Argentina previo a su logro futbolístico más importante; al costado derecho, con la camiseta del conjunto napolitano de la vez que ganaron el Scudetto en 1987, primer título del “Calcio” en la historia del club; y del lado izquierdo, con la musculosa negra lisa y el tatuaje del Che Guevara en su brazo derecho, mientras sostenía un habano en el palco de la Bombonera, el estadio donde más disfrutó jugar. 

Cada una refleja tres momentos distintos en la vida del “diez” —y uno con un guiño hacia Boca—, tal como había pretendido el dueño de aquel taller que hoy es un depósito de bebidas. Sin embargo, las tres tienen algo en común: la mirada del “Diego” al horizonte, esa que supo brillar tanto en su plenitud y que, aunque días atrás se había apagado, ahora quedaría inmortalizada en la retina de quienes se detengan a disfrutar de ese mural.

 

Maradona, el gol a Inglaterra y la Copa del Mundo reflejados en una pared

Exif_JPEG_420

Por Franco Minervini

“Elegí hacer una lámpara de Aladino donde sale El Genio y desde su mente toda la secuencia del gol a los ingleses, que termina explotando de alegría”. Así lo definió el muralista Joe Sorge, quien junto a Margarita Panic homenajearon a Diego Armando Maradona (el Genio), su magia (con el “Gol del siglo”) y la felicidad representada en la Copa del Mundo. Tampoco es casualidad que la secuencia del diez desparramando jugadores se desprenda de un rollo de cine, porque lo que hizo Maradona en los cuartos de final del Mundial 1986 fue de película. 

El mural se encuentra en la entrada del Parque Centenario y fue inaugurado el 30 de octubre de 2021 por su cumpleaños número 61, once meses después de su fallecimiento. La artista Margarita Pacnic se considera “muy futbolera” y destacó su emoción por haber retratado a Maradona: “Es un genio del fútbol, de la vida, de enseñanzas y de frases célebres”. 

En la Avenida Patricias Argentinas que rodea al parque aparecen decenas de puestos de ropa de cualquier estilo los sábados y domingos. Sin embargo, uno en particular vende reliquias que llaman la atención de los amantes del fútbol. La mayoría de ellas tienen un diez en la espalda, ya sea con bastones celestes y blancos o azul con un escudo que dice “AFA” en grande. 

A metros de la obra, tres chicos persiguen una pelota que rebota con cierta dificultad, pero les importa poco. Si bien no es la famosa “Azteca” número 5 de México 86, no tiene nada que envidiarle. Probablemente, el genio del mural llegó a dominar el fútbol gracias a los bollos de media con los que aprendió a patear o a los charcos que gambeteó en Villa Fiorito.  

Durante la semana, el recinto que tiene a Maradona en una de sus paredes funciona como centro de jubilados, mide 2,5 metros de alto y ocho de largo y llevó quince días de preparación: “El proceso fue muy lindo y me dio la posibilidad de hacer uno de Messi en su barrio natal”, explicó Sorge. Panic, su compañera de obra, también recibió otras ofertas ligadas al deporte y agregó que “la mejor galería de arte es la calle”. 

El 25 de noviembre se cumplen cuatro años del fallecimiento del astro argentino, pero en más de 60 paredes de Capital Federal y en la memoria de los futboleros vive su recuerdo. El Genio del fútbol mundial le cumplió el deseo a todos los argentinos de ser campeones en tiempos oscuros y con su magia iluminó a una nación que lo sigue recordando por lo que generó ante Inglaterra: alegría en un pueblo herido. 

 

Diego, el Dios de La Paternal

Por Pedro Lujambio

“Acá sí me siento Dios… Acá me siento Dios”, dijo Diego Armando Maradona el sábado 14 de diciembre de 2019, dentro de la manga con la figura de Diego Armando Maradona que tiene Argentinos Juniors en su estadio, que también se llama Diego Armando Maradona. Sí, no quedan dudas de que, en La Paternal, Diego es Dios.

Ese momento, cuyo marco era el de un partido en homenaje al fallecido periodista Sergio Gendler y a beneficio del Hospital Municipal de Oncología María Curie, está muy bien retratado en el mural ubicado en Avenida Garmendia 4821, justo en la esquina donde se cruza con el pasaje Fernando de Montalvo, en el barrio de La Paternal, por supuesto, donde Diego es Dios.

Pero no es una pared cualquiera en la que está realizada la obra, sino que es la persiana de la Unidad Básica de La Cámpora “Primero La Patria”, la cual, en el cartel que tiene sobre la entrada, tiene una imagen del ‘10’ en la época en la que vestía la camiseta de Argentinos Juniors, además del logo de la organización. Es innegable el vínculo de Diego tanto con el peronismo como con el barrio, por lo que quienes están a cargo de ese espacio decidieron que se hiciera esta obra de arte allí. “Eligieron puntualmente esa imagen porque es el momento en el que Diego vuelve a Argentinos y es homenajeado en vida. Él dijo esa frase que aparece al costado (“Acá me siento D10S”), que les gustó mucho, sumado a que acá corre la leyenda de ‘Paternal, tierra de Dios’”, explicó Joan Arriagada, el autor del mural, que firmó la obra con “Naoj.Tattoo”, su cuenta de Instagram.

La imagen retratada en esa esquina, tomada por la fotógrafa Natalia Ponce, se dio segundos después de la gran frase de Diego. Fue cuando salía, como lo había hecho otras 166 veces, al campo de juego con la camiseta del “Bicho”, aunque esa vez no iba a tener la chance de jugar a la pelota en esa cancha como cuando “sólo” era el “Pelusa”, ya que había sido operado recientemente. El Diez posó con sus puños en guardia, como un boxeador, y el momento quedó retratado para la eternidad en esa foto, que este 28 de octubre se convirtió en esquina de La Paternal. “La pose de box le da ese aire de aguante y resistencia, es buenísima la foto”, expresó el artista a cargo del mural. De fondo, infaltable, la bandera argentina.

Aquella tarde de diciembre, Diego fue mimado por su gente, cantó el himno junto al resto de los participantes del evento y luego, en el medio de la cancha, tomó un micrófono al que manejó casi como si fuera una pelota: le dedicó unas palabras de agradecimiento al público, le pidió a los jugadores de Argentinos Juniors que ganaran el campeonato —en ese momento, el “Bicho” estaba puntero junto a River— entonó las estrofas de un tango y cerró arengando a la gente cantando “La Paternal, La Paternal…”.

En ese lugar, con la historia que tiene allí, con las paredes pintadas con su imagen, Diego dijo sentirse Dios: ¿quién va a decir que no lo es? Es indiscutible, Diego Armando Maradona es el Dios de La Paternal.

El lugar que vio nacer al “D10S” del fútbol

Por Maité Galarza

En Lanús, la ciudad que lo vio nacer, Diego Maradona sigue vivo en cada rincón. No hay necesidad de recordar el nombre de la calle ni el número de la esquina, porque hay un mural que lo dice todo: una gigantesca pintura de “El Pelusa” que cubre la pared de una casa, más precisamente en Villa Caraza, “barrio Acuba”.  Se trata de un complejo de viviendas que empezó Nación hace años, y hoy está terminando el Municipio de Lanús. El barrio fue bautizado como “Diego Armando Maradona”.

Por eso, era necesario, dentro de los murales artísticos que se realizaron, incluir uno en su honor.

En un barrio donde el fútbol no es sólo deporte, sino una religión compartida por todos, es imposible caminar sin sentir la presencia de Maradona, como si, desde su rostro pintado, siguiera guiando a los chicos del barrio, a los adultos que lo vieron jugar y a las nuevas generaciones que crecieron con su leyenda.

El mural fue realizado el 31 de Octubre del 2024 por Lucas Mercado, con la asistencia de Julián Gauto: “Fue solventado por la Municipalidad de Lanús, desde el área de “Lanús Cultura”. Me contratan de forma privada para realizar murales en distintos puntos de la ciudad”, expresó Lucas.

La mayor dificultad al llevarlo a cabo fue la altura del paredón, que tenía 8 metros. El proceso tomó dos días y hubo algunas complicaciones al montar el andamio, pero el desafío y la motivación fueron más fuertes. El mural se realizó con pasión y amor.

La imagen elegida por el autor destaca la magia que transmitía Maradona, buscando que la pintura fuera imponente, al igual que su mirada, que expresa tanto. El mural, en parte, lleva los colores de la celeste y blanca, que todos los argentinos llevamos en el corazón y en el pecho.

Este mural, más que una obra de arte, es un monumento a la pasión, un homenaje que no hace falta que sea perfecto, porque Maradona, con su talento y su carácter, nunca lo fue. Y es que, en Lanús, Maradona no es solo un recuerdo de infancia o un mito lejano; es el alma misma de un barrio que lo vio nacer y que, a través de esta obra, sigue celebrando su grandeza.

 

Ladrillos de magia y de gambeta

Por Santiago Lindoso Cabrera

Se acerca la fecha y solo queda pensar que pasaron cuatro años desde la noticia que oscureció el cielo argentino: la muerte de Diego. Porque Diego Armando Maradona no solo fue el mejor jugador del mundo, sino que lo consideramos parte de nuestra identidad. En cada rincón del país, desde Ushuaia hasta La Quiaca, y aún antes de su partida física, las paredes comenzaron a hablar de un simple mortal que, con solo tocar una pelota, hizo realidad los sueños de muchos.  

Desde Villa Fiorito, su barrio natal, pasando por La Boca, donde sus pasos dejaron huellas imborrables, se alzan murales que representan la esencia del Diego. En Pilar, mi ciudad natal, sus retratos también son gritos silenciosos de la pasión por la camiseta. Acá sus murales no son solo imágenes, sino que mezclan lo cotidiano con su figura mítica y nos devuelven el eco de una vida que marcó generaciones enteras. En nuestros barrios, la gente recuerda el momento de su partida entre lágrimas, como si se tratara de la muerte de un familiar. “No puede ser”, resonó en cada café, en cada murmullo de los bares repletos.

El Diego se descompuso un 25 de noviembre de 2020, cerca del mediodía, en su casa de Tigre. Murió de un paro cardíaco que muchos dicen que se podría haber evitado. Su despedida fue en el salón principal de la Casa Rosada y asistieron más de un millón de personas, el féretro estaba envuelto con nuestra camiseta celeste y blanca. Ese jueves no hubo ni un niño, joven, abuelo, empresario, obrero ni ama de casa que no llorara la partida del Diego. No hubo River ni Boca, sino un llanto compartido. Hoy su cuerpo se encuentra en el cementerio Jardín de Bella Vista en San Miguel y su espíritu en cada camiseta, en cada pibe en cada potrero, en cada pared que lleva su imagen.

Los murales de Diego son faros para la memoria. Al verlos, los niños se detienen, sus ojos brillan. Los mayores, que vibraron con sus goles y sufrieron sus caídas, sonríen con nostalgia, se despiden de una leyenda y, al mismo tiempo, encuentran la fuerza para seguir soñando. “Todos los días paso por acá y me sigue asombrando”, “El Pelusa ya es parte del barrio”, me comentaron dos vecinos de Pilar que pasan a diario por uno de los murales en homenaje al Diego ubicado sobre la calle Uruguay.

En Pilar hay dos murales en homenaje al 10, ambos realizados por el destacado artista local Alejandro Maas. El Gato, como se lo conoce en el ambiente artístico, nació el 2 de febrero de 1961, apenas 4 meses después que el Diego. Trabaja en Cultura de la Municipalidad de Pilar y, desde la muerte del astro, sintió que las calles de esta ciudad tenían que recordarlo.  Maass lleva realizados más de 20 murales en Pilar, en paredones callejeros, con el proyecto Arte Urbano Pilar. 

El primero, Dios recibiendo a Dios, lo hizo en diciembre del 2020, está ubicado en pleno centro de la ciudad en la calle Uruguay y Ruta 8, frente a La Plaza de Los Niños. La pared, en ese entonces, fue cedida por un comerciante vecino. El segundo, Sorteando obstáculos… El gran transgresor, se hizo en julio de 2021, mide 5mt x 2,5 mt y está ubicado en el barrio San Alejo, entre las calles Palacios y Santo Domingo, y la pared fue cedida por el Municipio.


El gran transgresor

Este mural muestra a un Diego “rompiendo” el muro a toda agilidad, persiguiendo una pelota-tango/manzana. Aparece en cuclillas, con la camiseta de la Selección y los emblemáticos botines Puma. Está de espaldas, sobre las nubes, y a poca distancia Jesús le ofrece su trono en el Paraíso. “Quería salir un poco del retrato de la cara del Diego, hacer algo diferente, darle una vuelta de rosca y no tanto retrato. Quería ponerle un poco de poesía”. Además, resaltó la importancia de poder llevar el arte a los barrios más alejados del centro de la ciudad: “San Alejo no es muy céntrico, que se vaya el arte a los barrios”, dijo el artista. El trabajo le llevó 20 días, tuvo un ayudante y recibió donaciones de pintura de pinturerías pilarenses.

 

Dios recibiendo a Dios

En la segunda obra se puede apreciar cómo llega Maradona al cielo y es recibido por Dios, quien le cede su trono en el paraíso. “Está como invitándolo a pasar, a sentarse”, señaló Maass. Demostrando una suerte de conexión divina con el más humano de los dioses.

 A su vez contó que, cuando está pintando en la calle, la gente que no tiene ni idea de arte pasa de laburar y dice “alto dibujo”, “qué grande Diego”; pasan los camioneros, los basureros y dicen “qué grande maestro”. Finalmente, compartió conmigo que elige pintar a Maradona porque también siente que fue la voz del pueblo. 

El genio del fútbol se ha ido, sí, pero su esencia sobrevive en estos ladrillos de magia y gambeta y en las zapatillas desgastadas de cada niño que sueña ser como él. Sin lugar a dudas, en Pilar también habita un Diego que se niega a ser olvidado.

 

Estadounidenses en la Liga Nacional: un camino alternativo

Por Felipe Dubcovsky

El reloj marcaba las 21:40 del viernes 26 de abril de 1985 cuando el referí decidió realizar el salto inicial y dar comienzo al primer encuentro en la historia de la Liga Nacional de Básquet. En la cancha de Independiente de Bahía Blanca, Pacífico, club de la ciudad, y Atenas de Córdoba inauguraron el campeonato que el entrenador León Najnudel había diseñado: un torneo anual en el que todos jugaban entre sí a lo largo y ancho de todo el país. 

Aquella noche, Pacífico se quedó con la victoria por 90 a 82 gracias a 33 puntos del estadounidense Neal Robinson, quien además anotó el primer triple de la historia de la Liga Nacional. Robinson tuvo la primera gran actuación en la competición y allanó el camino para muchos de sus compatriotas.

39 años más tarde, los yanquis dominan la Liga: para el comienzo de la temporada 2023/2024, 30 estadounidenses formaron parte de los planteles de los equipos. Fueron los extranjeros con más participación. Además, sólo cinco conjuntos -Zárate, San Lorenzo, Platense, Independiente de Oliva y Ferro- no contaron con un estadounidense en sus filas. Como si fuera poco, el jugador más valioso de la temporada fue el alero de Quimsa Brandon Robinson, quien nació en Lake Wales, Florida.

Los basquetbolistas estadounidenses presentan un mayor poderío físico a los formados en nuestro país. Gracias al sistema de equipos escolares, los jugadores entran en contacto con el deporte en su primer año de secundaria, y logran desarrollar un gran juego físico y uno contra uno, características muy valiosas para desenvolverse en la Liga Nacional. “Son jugadores que aprovechan muy bien su físico y las individualidades por la forma que tienen de jugar allá, que entrenan desde muy chicos el uno contra uno”, asegura Diego Vadell, entrenador de Obras, a lo que añade: “Lo que más se les dificulta generalmente es adaptarse a las reglas que utilizamos acá. Si son jugadores que ya tuvieron experiencia en básquet FIBA les resulta mucho más sencillo adaptarse a nuestra Liga”. En el reglamento del baloncesto FIBA está permitido quedarse indefinidamente en la zona pintada defensiva, mientras que en el reglamento estadounidense los jugadores pueden permanecer allí únicamente durante tres segundos. Además, en FIBA se expulsa a los basquetbolistas tras cometer cinco faltas, y en el país norteamericano son expulsados a la sexta infracción. 

Para los equipos de la Liga Nacional es fundamental la adaptación de los basquetbolistas estadounidenses a la cultura argentina y la rápida integración al grupo: “Para que se entiendan más rápido con los compañeros intento que en las concentraciones los estadounidenses compartan cuarto con un argentino, así se integran con el resto del plantel. Hay muchas ocasiones en las que ellos mismos se aíslan y se juntan solo con los de su nacionalidad, pero intento que no suceda, sentencia Vadell, que en la temporada 2023/24 dirigió en Obras a Andre Spight, Jeff Solarin y Torren Jones.

En los 39 años de la Liga Nacional, una gran cantidad de estadounidenses lograron destacar, pero el más icónico es Byron Wilson. El oriundo de Gary, Indiana, disputó 15 temporadas y logró obtener tres títulos. En 1997 y 2004 con Boca, y en 2001 con Estudiantes de Olavarría. En los tres campeonatos fue elegido el mejor jugador de las finales, y además fue seleccionado como el extranjero más valioso de la competencia en 1998. Wilson se retiró en 2010 como el séptimo jugador con más anotaciones (11.149), el no argentino que más convirtió. Al ser consultado en una entrevista con Clarín si es el mejor extranjero de la historia, Wilson respondió: “Oh, no sé… Lo tienen que decir ustedes. Yo fui, jugué y, bueno, que digan eso me da mucho orgullo. Muchas gracias. Pero hay muchos estadounidenses que han jugado ahí y son muy buenos”. El escolta está casado con una argentina, y su vínculo con el país es tan fuerte que decidió nacionalizarse argentino. Actualmente vive en Salt Lake City, en el estado de Utah, donde creó Bwil Sports Group, una asociación sin fines de lucro en la que se encarga de ayudar a chicos de bajos recursos con sus estudios y sus prácticas deportivas.

Los estadounidenses, a pesar de ser piezas fundamentales para los planteles, suelen tener pasos fugaces por el país. Como Brandon Nazione. El nacido en Michigan disputó con Gimnasia de Comodoro Rivadavia la temporada 2023/2024, y representó a Gimnasia y Esgrima La Plata en 2018. Aunque solo jugó dos años en el país, el pívot se lleva buenos recuerdos: “Viví en La Plata y en Comodoro Rivadavia. Ambos son muy lindos lugares. Lo que más me gusta de Argentina es la hospitalidad y la cultura. La gente recibe muy bien a los extranjeros y los ayuda, lo cual es muy bueno”. Además, Nazione asevera que el juego en la Liga Nacional es mucho más táctico: “En Estados Unidos, la NCAA y la NBA son ligas más competitivas y atléticas, con un gran nivel y talento. Por su parte, el básquet en Argentina es mucho más táctico, físico y duro”. Tras su paso por Comodoro Rivadavia, el graduado de Eastern Michigan desplegó su talento en el Mineros de Zacatecas, de la Liga Mexicana de Básquet en 2024.

A pesar de venir de un país con una cultura totalmente distinta, la gran mayoría de basquetbolistas estadounidenses tiene una rápida adaptación al país y a sus costumbres. Así lo cuenta Justin Strings, quien jugó en la temporada 2023/2024 en Comunicaciones de Mercedes: “La gente en Mercedes es muy buena y me recibió muy bien; fue muy fácil adaptarme al país, la cultura de Argentina es muy linda y disfruté mucho adaptándome. Lo que más me gustó es el mate, aunque también disfrutaba mucho de pasar tiempo con mis compañeros; me hice muchos amigos”.

Strings llegó a Argentina en 2023 proveniente de Luxemburgo, gracias a Juan Nardoni, su entrenador en el país europeo, quien creyó que le iría muy bien en la Liga Nacional. “La Liga es muy competitiva y tiene un nivel muy alto. En Argentina hay mucho movimiento de pelota y la defensa es muchísimo más física que en Estados Unidos. También se ven jugadores con habilidades más específicas; hay más bases puros, tiradores posicionales y pívots verdaderos en la Liga Nacional”.

El primer gran estadounidense en la Liga fue Glenn Mosley, quien se desempeñaba en la posición de ala pívot. Mosley jugó entre 1977 y 1979 en la NBA, en los Philadelphia 76ers y los San Antonio Spurs. Tras un corto paso por el CSP Limoges de Francia, el oriundo de New Jersey llegó a Ferro en 1985 para disputar la primera temporada de la Liga. Aquel año, Mosley promedió 21 puntos, 10.4 rebotes y 2.4 robos. Además fue una pieza fundamental para que el Verdolaga se consagrara campeón en aquella primera edición. Luego de aquel año, el graduado de Seton Hall se retiró del baloncesto profesional.

En 1991, la Liga Nacional comenzó a entregar el premio al Mejor Extranjero del año. El ganador de la primera edición del premio fue Clarence Hanley, yanqui de Sport Club Cañadense. De las 27 veces que se entregó el galardón, 21 de los ganadores fueron estadounidenses. Los basquetbolistas que más veces obtuvieron la distinción son David Jackson, en tres oportunidades, y Robert Battle y Dar Tucker, quienes lo ganaron en dos ocasiones.

La gran mayoría de los jugadores de básquet sueña con llegar a la NBA, la liga más prestigiosa del planeta. Pero, ante la gran dificultad que conlleva, muchos buscan un camino alternativo. Por eso, sin saberlo, el 26 de abril de 1985 Neal Robinson les abrió las puertas a una gran cantidad de estadounidenses, que a 8251 kilómetros de su hogar cumplen su sueño de otra manera.