viernes, julio 4, 2025
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A Licha se le cerró el arco

Por Nicolás Venier

Fastidioso. Enojado. Así se encontraba Lisandro López luego de la oportunidad desperdiciada en el minuto 47 del segundo tiempo que le podría haber dado la victoria a Racing en el Estadio Presbítero Bartolomé Grella. No lo podía creer. Tampoco quería hacerlo. Con los brazos en la cintura y mirando el suelo por unos segundos. Cristian Tarragona, delantero del equipo local que terminó en su propia área para colaborar en la marca, suspiró y luego alzó su brazo derecho, acariciándole a Licha el poco pelo que le queda, como gesto de consuelo.

Patronato hacía poco más de 20 minutos que había marcado el empate parcial con un tanto de Gabriel Díaz. El local, ansiaba con ganarlo. A partir de su gol, el equipo visitante se dividió y comenzó a buscar variantes para lastimar al rival. Tiempo cumplido y el equipo de Mario Sciaqua perdió una pelota clave cerca de la raya central. En ese instante, nació la contra de Racing, comandada por Darío Cvitanich. Seis veces tocó la pelota el número 20 en conducción para luego filtrarle el pase al paraguayo Rojas que, a su vez, recibió el balón a 5 metros del área.

El volante zurdo de 23 años llegaba con velocidad e ingresó al área rival, cerca del vértice, sin aún haber tocado la pelota. Previo a ese primer y único toque levantó la cabeza y lo vió solo a Lisandro López a pocos metros del punto de penal, que venía como una bala de un fusil para rematar o eludir al arquero Ibáñez. De primera y con pierna derecha, fue el pase de Rojas para su capitán. 

López es de esos delanteros que tiene un tiempo más en el área rival. Es de aquellos que definen con categoría. De los centro atacantes de experiencia que, dentro de ese rectángulo y a pocos metros del arco, no perdonan. Cuando recibió el pase, debió decidir en pocos segundos que decisión tomar, ante el achique de un arquero que, a medida que pasaba el tiempo, se hacía cada vez más gigante. 

En el banco del conjunto local se cruzaban los dedos para que el delantero experimentado de la Academia falle. Por el otro lado, también los cruzaban, pero para que la pelota termine donde suelen terminar las pelotas que le quedan así a Lisandro López: bajo la red. El estadio enmudecido, aterrado por la peligrosa contra de Racing, pero haciendo lo suyo, e intentando, sin poder hacer nada, pero intentándolo igual, que la pelota no ingrese.

Las pulsaciones se vivían a mil, en Paraná y en Avellaneda. Licha tenía varias opciones: eludir al arquero, ejecutar por alguno de sus costados, fusilarle el arco, o picarla por encima del mismo. Esta última, fue la decisión del número 15. 

Matías Ibáñez, el 1 de Patronato, que en realidad utiliza el dorsal número 12 intuyó esa opción, por la calidad del delantero que tenía frente a sus ojos. Le cerró todos los espacios de la mejor manera posible, atajó ese balón en el minuto 47, y le dio vida al Patrón. Por supuesto que en ese momento recibió abrazos de sus compañeros y la ovación de su hinchada. 

Por el lado de Racing, lamentos. No podían ni querían creer. Igual que Lisandro, con bronca. Con calentura. Airado por no haber tomado otra decisión, otra de esas opciones que se le pasaron por la cabeza en esos milisegundos. 

No obstante, el capitán iba a tener otra jugada más un minuto más tarde. En lugar de asociarse con los mediocampistas como sucede de manera constante, decidió picar a las espaldas de los defensas rivales y esperar por un balón filtrado entre líneas. 

Nuevamente, luego de un espléndido pase de Matías Rojas al ras del piso, Licha tenía la oportunidad de quedar cara a cara con el arquero Ibáñez. En esta ocasión, falló con el control. La pelota se le fue larga, y en ese momento se fue la última oportunidad para Racing de llevarse los 3 puntos hacia Avellaneda. Era la última jugada en ataque del partido. Al terminar sin peligro, fue la que decretó el final del encuentro y el reparto de puntos para Racing y Patronato en la Fecha 12 de la Superliga, y la tristeza del campeón vigente que intentó por diferentes caminos, pero no lo logró.

 

La vuelta a casa

Por Francisco Lezaun López

Seúl, capital de Corea del Sur, fue la ciudad elegida para celebrar, del 6 al 10 de octubre, el centenario del Festival Deportivo Nacional de Corea (전국체전). En este evento participaron más de 30.000 deportistas provenientes de 17 regiones y ciudades del país asiático, sumados a los 18 equipos de residentes en el extranjero.

La magnitud del Festival se ve reflejada en los 69 estadios que estuvieron preparados para albergar a los jóvenes durante 7 días, la presencia en la inauguración del Presidente del país, Moon Jae-In, y del alcalde de la ciudad, Park Won-Soo, y las más de 20.000 personas observando el desfile de los atletas en el estadio de apertura.

Este evento tiene 100 años de historia. Todo comenzó el 13 de junio de 1920, con un partido de béisbol entre surcoreanos como forma de protesta ante la ocupación de su territorio por parte de los japoneses, y hoy en día cuenta con más 40 disciplinas diferentes. La Argentina estuvo presente en deportes como el fútbol, golf, tenis, bádminton, janggi (ajedrez coreano), entre otros, con la participación de jugadores amateurs, ya que el profesionalismo no está permitido en esta competencia.

Matías Yoo, estudiante de administración de empresas en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y con padres nacidos en Corea y emigrados cuando eran chicos, fue uno de los futbolistas elegidos para representar a la comunidad coreana con residencia en Argentina, siendo así su primera participación. Su llegada a la Selección se dio tras la poca importancia que tuvo este año la liga coreana de fútbol que se juega anualmente en Buenos Aires. En consecuencia, el comité organizativo decidió juntar a todos los jugadores de los tres mejores equipos, y de ahí elegir a los que representarían a la albiceleste en estos Juegos Nacionales.

La emoción por estar en casa se hacía sentir en sus palabras: “Corea tiene muchísimos servicios, alucinás de la cantidad de cosas que tiene. La gente es mucho más evolucionada y nuestra tecnología no le llega ni a los talones a la de ellos”. Y entre risas contó: “Cuando caminábamos por la calle, la gente reconocía que éramos extranjeros y nos preguntaban de dónde veníamos. ‘Argentina’ le decíamos, a lo que respondían con cara de no saber de lo que estábamos hablando. Había que explicarles que estábamos abajo de Brasil”.

La ilusión era lo que más prevalecía en este grupo de chicos con un promedio de 21 años. Tres años antes, la Selección Nacional había salido campeona en este mismo torneo, y ahora, el objetivo seguía siendo el mismo. “Veníamos bastante motivados porque, hablando futbolísticamente, teníamos un mejor equipo que el de los que habían ganado en el 2016”, cuenta Matías.

El torneo se dividió en grupos de 4 países, en los que los ganadores se enfrentaban ante los perdedores, por lo que a cada equipo le quedó un partido sin disputar, debido al poco tiempo de duración de la competencia. El primer desafío que tuvieron por delante fue nada más ni nada menos que ante el último campeón, Australia. Un duro rival para medirse en el partido del debut, pero eso no les quitó las ganas de jugar y de correr por defender los colores celeste y blanco. Luego, la realidad les dio un fuerte golpe en la cara con una aplastante derrota por 4-1. “Jugaban a 1 ó 2 toques por toda la cancha. Creo que nunca me habían pegado tanto un baile en mi vida y se notaba una gran diferencia con nosotros, que jugábamos por hobbie”.

“El día después del partido vino uno de Australia a hablarnos y le preguntamos cómo sabía español, a lo que nos respondió que estuvo viviendo en España porque entrenaba en el Levante hasta que lo dejaron libre”, cuenta Matías, tratando de explicar la magnitud del nivel que tenían algunos países con jugadores que trataron de ser profesionales pero que no llegaron.

La falta de experiencia hizo que la derrota por la segunda fecha ante Indonesia, subcampeón el año pasado (cayó ante Australia 3-2), fuera mucho más dolorosa de lo imaginado. El partido iba con resultado favorable para los argentinos por 1-0, pero terminó 1-3 abajo. “Fuimos superiores durante todo el partido, pero ellos supieron aprovechar bien las oportunidades. Cuando íbamos perdiendo 1-2 tuvimos una muy clara de gol. Fue durísimo que no haya entrado”.

A pesar de no haber conseguido el objetivo propuesto, la experiencia de jugar contra equipos de gran nivel y el saber que dieron lo mejor por defender los colores argentinos durante estos días de competencia y meses de preparación, los hace irse con la cabeza bien en alto.

River Plate como un lugar de pertenencia

Foto: Ricardo Ceppi

Por Alejo Casado y Bruno Barbagallo

Cuando bajó del cochecito, abrazó a dos de las tres personas que esperaban en la puerta del bar Pardo, ubicado sobre la Avenida Congreso al 3000. Mientras tanto, su chofer, que saludó a los presentes con un apretón de mano, abrió la puerta de la cervecería y aguardó que los cinco entrasen para cerrarla. Andrés Burgo no tiene pelos en la cabeza ni en la lengua, aunque reconoce que él y sus colegas se autocensuran en cada artículo publicado. Tuvo que agacharse para ingresar al negocio y estacionó el carrito de bebé al lado de la mesa. Félix, su primer y -hasta el momento- único descendiente, lo acompaña. Remarca que la precarización del periodismo lo deja con pocos momentos libres y, a causa de eso, aprovecha cualquier ocasión para pasar tiempo con su hijo, circunstancia que no pudo vivir junto a su padre y que desea remendar ahora que está en sus zapatos.

El pasado 14 de agosto se cumplieron cuarenta y cuatro años del regreso a la gloria por parte de River Plate. El equipo dirigido en ese entonces por Ángel Labruna rompió una racha de dieciocho años sin ganar título alguno, tanto a nivel nacional como internacional, luego de vencer a Argentinos Juniors por 1 a 0 en la 37ª fecha del Torneo Metropolitano. Seis días después de la vuelta olímpica nació Burgo, fruto de una relación entre un ingeniero geofísico y una fanática del cantante español Julio Iglesias que trabajaba en un estudio contable.

“Creo que se querían divorciar ellos, pero no se animaban”, rememora y se sincera, mientras muerde incesantemente la tapa celeste de una botella de agua. En medio de una pregunta se gira y mira a su hijo. Le consulta qué quiere, señalando y moviendo el celular. Félix no le responde: mantiene sus manos ocupadas con distintos muñecos. Burgo sonríe y le da un beso en su cabellera rubia. Los estándares sociales hegemónicos durante su infancia no hubieran permitido que recibiera, sea en público o en privado, una demostración de afecto similar por parte de su padre, al que recuerda y cataloga como un tutor. Con su madre el vínculo lo reduce a la vida misma y lo califica como bueno, aunque, si debe elegir, pone como punto de conexión a la comida.

Ante la falta de abrazos y palabras de cariño por parte de la figura paterna, apareció River en su pubertad. “Necesitaba un lugar de pertenencia”, reconoce el columnista del diario español El País. Instaló su segunda casa en El Monumental, y si bien señala que en sus primeros años como hincha pensaba que la euforia y las emociones que le producía el conjunto de Núñez serían pasajeras, en la actualidad es consciente de la importancia que tuvo, tiene y tendrá cada minuto de un partido de cualquier campeonato o copa. A su vez, remarca la dualidad que representa asociarse sentimentalmente con una entidad deportiva: “Es todo y nada al mismo tiempo”. Asegura que la salud y la familia están por encima de todo. Un simple resfrío de Félix le gana por goleada a River.

En la casa donde vivió su niñez había una biblioteca. A pesar de que ninguno de sus padres leía, los oficios de su tutor, que se dedicaba a buscar petróleo en Tartagal y era profesor de matemática, hacían que estuviera adornada con obras que explicaban cómo estudiar el centro de la tierra y resolver ecuaciones. “No, ¿sos loco vos?”, responde ante la consulta de si leyó alguno de ellos. La lectura en su persona no surgió a base de cuentos ni porque deseara escapar de la realidad con ficciones. Para huir de su contemporaneidad tenía a River. Él leía la prensa gráfica, como la revista El Gráfico, para enterarse de lo que pasaba alrededor de Núñez, costumbre que afloró otra pasión: el periodismo. El único Márquez presente en su vocabulario era Macaya; Gabriel García aún era un desconocido.

Por obligación, se sumergió en la vida literaria en el colegio, donde tuvo que estudiar obras que considera “embolantes”. A partir de los veinte años comenzó a leer por decisión propia. Su primera lectura fue un texto de la saga Elige tu propia aventura, una serie de libros escritos por Edward Packard, Raymond Montgomery Jr y Joe Stretch, entre otros, y narrados en segunda persona, que le brindan a los lectores la posibilidad de seleccionar opciones que modifican el desarrollo de la historia.

Félix grita. Anuncia que un tractor está por atropellar a unas personas. Burgo acomoda su cabeza hacia la izquierda para observar la futura escena del crimen a escala juguete arriba de la mesa y se suma al aviso de su hijo: “¡Hay que correr!”. Retoma su rol de entrevistado y recalca la pluralidad de temas que desea mantener a la hora de leer: primero, uno de deportes, después de literatura, seguido de geografía, biografías y, por último, de espiritualidad. “Para salir un poco de lo mundano”, subraya. Aunque no es un orden sistemático, lleva leídos quince libros este año. La mayoría los termina en los colectivos porque sus curros, como bautiza a sus trabajos, no le dejan tiempo.

A su labor como padre se le suman otras tareas que, por la situación económica del país y de la propia profesión, se ve casi obligado a realizar. Trabaja a distancia para La Gaceta de Tucumán, para la que cubre los partidos de Atlético Tucumán cuando juega en Buenos Aires. Es parte de Era Por Abajo, un ciclo radial junto a Alejandro Wall y Ezequiel Fernández Moores, que se emite los viernes de 20 a 22 hs. Hace una salida por semana en #Bonadeo, el programa de Gonzalo que emite el canal TyC. Todos ellos, sumados a su empleo en El País. “Si me ofrecieran otro trabajo por dos pesos, lo pensaría”, admite, a pesar de su atareado día a día, reflejando la situación actual del periodismo. Sin embargo, agradece tener la oportunidad de ejercer como comunicador: “Soy un privilegiado. Estoy rodeado de amigos que no tienen esas posibilidades”.

Escribe sobre fútbol, pero no lo consume. La televisión no forma parte de su rutina. No es asiduo a ver veintidós hombres corriendo y forcejeando detrás de una pelota, salvo cuando once de ellos representan y defienden el escudo de River. Ignora las estrategias de los esquemas plasmados por los técnicos, dice que no sabe de tácticas y escapa de redactar sobre sistemas y formaciones. “No quiero hablar de lo que no sé”, agrega, aunque advierte que tiene colegas que no se adhieren a la misma ética: “Te hacen creer que saben todo. No me interesa escucharlos”. En sus artículos recorre lo que pasa dentro y fuera del césped en partidos particulares, como en su crónica para el diario madrileño acerca del partido de ida por las semifinales de la Copa Libertadores 2019 entre River y Boca, disputado el primero de octubre. En el primer párrafo cuenta que, seis horas antes de que se abrieran las puertas del estadio para que los hinchas entrasen, simpatizantes del club de La Ribera habían dejado una remera de su equipo con velas alrededor para llamar a la buena suerte.

Mientras miles de lectores ingresan a la página del diario para leer la crónica y generan ganancias económicas para El País, Burgo se avergüenza de la forma en que la redactó. “Es la nada. Estaba escribiéndola en medio del partido, sin ver bien”, admite, entre las exclamaciones de Félix mientras juega con los muñecos. Quizás no habría dicho lo mismo hace diez años, cuando aún escribía para Crítica -de Jorge Lanata- y todavía no había asistido al curso de escritura de Leila Guerriero, hecho que marca como desencadenante de la autocrítica que se hace cada vez que escribe: “A partir de ese seminario me volví muy puntilloso. Está bueno, pero a veces lo sufrís”.

A la mitad de un vaso de cerveza -aunque confesó que le gusta más el vino-, el cronista se da cuenta de que el único en la mesa que no tiene para beber es Félix. “Andá a pedirle agua a la chica rubia, ¿dale?”, lo anima. En otro momento, él mismo habría llamado a la mesera para encargarle una botella. Sin embargo, cuenta que la fonoaudióloga de su hijo les recomendó a él y su esposa, con quien se casó en 2014, que lo alienten a comunicarse con otras personas para mejorar su modulación.

Paradójicamente, al pensar en un futuro lejano, Burgo preferiría que su nene de tres años no se dedique a ser comunicador: “Va a ser muy difícil que consiga trabajo de eso”. Posa su mirada en Félix, quien tiene su celular en las manos, y explica que el estado actual de los medios y el avance de la tecnología generan la precarización del “buen” periodismo. Opina que hoy cualquiera es periodista o fotógrafo con el teléfono. No obstante, rescata que el lado positivo es que la gente se entera de más acontecimientos. “Todo mata y todo cura. Hasta el fútbol”, sentencia.

Desde sus primeras lecturas de El Gráfico hasta la publicación de su quinto libro, La final de nuestras vidas, el periodismo y River fueron los alicientes de Burgo, tanto en lo personal como en lo laboral. Hace dos años y nueve meses, un trimestre después del nacimiento de su primogénito, empezó a escribir y desarrollar su sexta obra, que ya fue entregada a los correctores de la editorial Planeta. De lunes a lunes su despertador sonaba a las seis de la mañana para “poner el culo en la silla”. Entiende a la escritura como un esfuerzo constante. Por primera vez en su carrera literaria, el eje no girará en torno a lo periodístico, aunque sí tendrá relación con el club de sus amores. “Es un libro más de escritor”, cuenta para justificar el tiempo que se tomó en hacerlo. Hablará de él, de su padre y de Félix, su nuevo incentivo y a quien, segundos después, le pregunta si las papas con cheddar que le trajo la mesera están ricas. A pesar de que afirma autopercibirse como periodista y no como escritor, cambió momentáneamente la pesquisa periodística, el grabador y las entrevistas por la simple experiencia personal a través de un proceso que duró los tres años de vida de su hijo.

La puntillosidad que Burgo se aplica a la hora de escribir, también la manifiesta en su relación con Félix. Al igual que en los textos, intenta exigirse cada vez más a sí mismo para convertirse en el padre que él hubiera deseado tener en su infancia. Quiere estar presente y eliminar cualquier rasgo de similitud que pudiese compartir con la figura de un tutor. Afirma amar la literatura, pero está decidido a dejar de aceptar y proponer ideas para publicar por un tiempo porque los minutos, las horas y los días son lo único que, al perderse, no vuelven. “Sentándome en el piso, jugando con él“, explica cómo la pasaría si estuviera más frecuentemente a su lado. Nadie le enseñó a ser papá. Admite nunca haber leído sobre la paternidad y haber pensado, en base a su ignorancia, que sería fácil. Pero, por experiencia, conoce el sufrimiento que un niño puede padecer emocionalmente y cómo un club puede aliviar la falta de sentido de pertenencia. En su próximo libro intentará heredarle y dejarle a Félix su refugio: “Es una especia de manual para que sea hincha de River”, concluye.

Racing deja su huella en África

Por Matías Iglesias

El mundo está lleno de ligas exóticas en las que se desempeña un fútbol llamativo y determinante, que además tiene cosas del suelo argentino. Uno de los países con esos campeonatos es Mozambique, donde se encuentra La Academia, fundada el 16 de marzo de 2016.

-¿Cómo surgió la posibilidad de ir a Mozambique?
-En el año 2000, el Arzobispo de Buenos Aires, El Cardenal Bergoglio, ofreció la posibilidad a algunos curas de hacer una experiencia de tres meses en Mozambique y yo opté por quedarme a vivir acá.

-¿Cuál fue el motivo principal de tu arribo a ese país?
-Misionero. Ayudar en un lugar donde hay falta de curas. Evangelización.

-¿Por qué nació la idea de crear un club de fútbol? ¿Hay algún motivo por el cuál haya sido con los colores de Racing Club de Avellaneda?
-Acá se dio la posibilidad de hacer un equipo profesional y lo hicimos. Siempre tiene que estar todo relacionado con Racing.

¿Qué vinculación le podes encontrar a la religión con el deporte?

-El deporte ayuda a la educación de los chicos y jóvenes. Permite llevar una vida sana, hacer amigos, no tener vicios y sirve para divertirse. Se transmiten valores junto con el juego. Es una forma de vivir.

-¿Tenés algún apoyo económico o social de algún sector importante de la política de ese país para llevar a cabo el club?
-No, ninguno, y es complicado porque hay muchos gastos.

-¿Cómo es la infraestructura del club?
-Muy simple. Tenemos una cancha de tierra y, para los partidos oficiales, Costa do Sol -un club de Primera- nos presta su estadio para ser locales allí.

-¿Hay socios que pagan la cuota o cómo se mantiene el club?
-Sí, pero son pocos. Es una colaboración más que una cuota. Muchos de los que colaboran son exjugadores, incluso algunos de la Selección de Mozambique.

-Como fundador de la institución, ¿cuáles son las funciones que llevas a cabo? 
-Soy el nexo con Racing de Argentina y asesoro en base a la experiencia que tuve como dirigente del equipo de Avellaneda.

-¿Socialmente se encuentra alguna diferencia con Argentina?
-Alguna no. Muchísimas.

-¿Existe algún vínculo entre el fútbol de Mozambique y el argentino?

-Poco. Estamos haciendo camino. Una vez trajimos a un jugador que quedó libre de Racing para jugar en primera. Después fichamos a Fabio Costas y Cope Valenzuela, que dirigieron muy bien dos equipos de acá. 

-En caso de que lo necesite, ¿de qué forma uno puedo ayudar al club estando en Argentina?
-Con ropa deportiva, material deportivo y merchandising de Racing.

-Volviendo un poco a las canchas, ¿Cuáles son las cualidades deportivas que tienen los jugadores de ese país?
-Tienen mucha técnica, un físico privilegiado, mucha agilidad y fuerza. Tienen que mejorar en lo táctico, lo conceptual.

-¿Tenés algún proyecto futbolístico con Racing de Mozambique?
El próximo objetivo es ascender a primera.

-¿Cómo es la cultura deportiva, social y política que hay en ese país?
-El deporte principal es el fútbol. Se juega mucho, pero falta gente que enseñe. Es una cultura muy particular y fuerte. Recién tuvimos elecciones y ganó el oficialismo, que gobierna desde la independencia en 1975.

-¿Qué pensás de los candidatos a Presidente de la Nación estando a pocos días de la votación?

-Que las personas tienen que participar y elegir al que piensen que es el mejor candidato para toda la gente. Para sacarnos de la crisis y proyectarnos a un país próspero y justo, donde nadie quede afuera.

Leandro Bolmaro, el futuro NBA

Por Gregorio Gajate

El pibe que tiene la 31 de Barcelona recibe la pelota negra y bordó y hace el primer pique. Está último en la transición, tiene a sus cuatro compañeros por delante. Levanta la cabeza y ve un enorme brazo extendido que se dirige al aro prácticamente solo. Hace rebotar la pelota una vez más contra el parqué, como para tomar fuerza, y mete un pase entre dos defensores por el medio de la cancha que deja a Nikola Mirotić solo frente al aro. El ex Chicago Bulls, Milwaukee Bucks y New Orleans Pelicans convierte la bandeja y va directo a abrazar al chico de 19 años -quien se ríe-, y festejan juntos. Los hinchas automáticamente saltan de sus asientos y comienzan a corear “Meeessi, Meeessi”, en referencia al diez de Barcelona. La asistencia “ginobilesca” o “de billar” -como describió el relator español-, que acaba de darle Leandro Bolmaro al ex NBA es –días más tarde-, elegida como jugada ideal de la semana de la Liga Endesa.

Sólo seis partidos en la máxima categoría del básquet español le bastaron al argentino para ser comparado con el ídolo rosarino Lionel Messi, pero no solo por la afición. “El fútbol tiene a su Leo y ahora el baloncesto también”, dijo el entrenador de Barça Lassa, Svetislav Pesic, luego del partido frente a Valencia, en el que Bolmaro tuvo una actuación espectacular, tras convertir 6 puntos, 2 asistencias y 1 robo en tan sólo 13 minutos. 

Leandro nació en Las Varillas, Córdoba, el 11 de septiembre de 2000. Dio sus primeros pasos en el Club Almafuerte de su ciudad natal y luego tuvo un breve paso por El Ceibo de San Francisco, donde disputó el Provincial de Menores. En 2017 fue reclutado por Pepe Sánchez –base de la Generación Dorada-, y llegó a Bahía Basket para ser dirigido por Sebastián Ginóbili, el hermano de Emanuel. Al principio se desempeñó en la Liga de Desarrollo de la Liga Nacional de Básquet, un campeonato que conforman los juveniles de los clubes de LNB, y en el 2018 integró el plantel oficial de primera. 

Las jugadas con capacidad anotadora y visión de juego del escolta de 2,03 metros, impresionaron a algunos scouts españoles, y el 6 de agosto de 2018 fue fichado por Barcelona para integrar el equipo juvenil, aunque jugó casi toda la temporada en el Barça B de la Liga LEB Oro. Ese día, el diario español “Mundo Deportivo”, catalogó al cordobés como “El próximo Manu Ginóbili”, en su portal web. El primer año disputó 33 partidos para el equipo B, en los que promedió 10.4 puntos, 3.1 rebotes, 2.7 asistencias y 1.24 robos.

Apenas comenzada la temporada 2019-2020 todo indicaba que Bolmaro seguiría desarrollándose en esa liga, pero tras algunas lesiones en el primer equipo, especialmente en la posición de base y escolta -entre ellas la del francés Thomas Heurtel-, fue tenido en cuenta por el entrenador serbio para integrar el plantel profesional. 

“Estamos ilusionados con su aptitud y actitud. La verdad es que desprende ganas de jugar al baloncesto. A pesar de que por diferentes circunstancias lo necesitan, él se ha ganado un lugar en el primer equipo. La temporada es larga y luego veremos si vuelve al Barça B”, manifestó el entrenador del segundo equipo, Diego Ocampo, en una charla con el portal Infobae.

El sitio EuroHopes se especializa en la evaluación de jugadores jóvenes y colocó al argentino como el mejor proyecto de la clase 2000. Pero lo de este chico va más allá de Europa. Muchas franquicias de la NBA lo tienen en mente luego de anotarse en el último draft de este año – del que más tarde se bajó- y para el del 2021, la web NBA Draft, lo posiciona en la elección 14, la cual le corresponde a Sacramento Kings.

Bolmaro disputó el Mundial Juvenil en julio de este año, en el que la Selección argentina hizo una muy buena fase de grupos, superando a Rusia, Filipinas y al local, Grecia. En octavos de final trastabillaron y cayeron por 20 puntos frente a Puerto Rico, que no había conseguido ni siquiera una victoria en el torneo. A pesar de esto, el entrenador de la Selección mayor, Sergio Hernández, lo tuvo en cuenta para conformar la preselección que viajó al Mundial de China 2019, aunque quedó afuera en el último corte.

Si bien la gloriosa etapa de la Generación Dorada ya llegó a su fin, una nueva camada de jugadores con Bolmaro a la cabeza parece estar a la vuelta de la esquina.

Así juega Flamengo

“No vamos a dejar de hacer lo que nos gusta”

Por Luca Trepiana y Franco Fisichella

Ezequiel Butti, en “Platense a lo ancho” desde 2011, y Nicolás Casillo, en “Ferro Web” desde 2014, sufrieron la pérdida de su trabajo después de la medida impulsada por TyC Sports y Trisa  para que los medios partidarios no pudieran transmitir más los encuentros de sus clubes vía streaming.

“El derecho a la información es universal”. Ese fue el mensaje que dejó Medios Partidarios Unidos en su comunicado contra la censura que sufrieron varios medios del ascenso argentino, a pedido de TyC Sports. El ente televisivo, junto con la AFA, había enviado un comunicado en el que se estipulaba que ningún medio o canal podía transmitir la imagen de los partidos de la Primera Nacional y Primera B Metropolitana, según un contrato firmado entre la empresa Trisa y AFA. De esta manera, el canal se aseguraba la exclusividad de sus transmisiones.

Frente a este hecho, las instituciones suspendieron todas las actividades partidarias y dejaron sin empleo a personas que trabajan por y para el club.

¿Cómo y cuándo nació el medio?     

E– PALA arranca en 2003 como un sitio web informativo y por una necesidad de ver los partidos de Platense, ya que TyC Sports no transmitía todos los encuentros.

N- Ferro Web nace en 2002 con un objetivo de información institucional para informar a los socios en cuanto a la situación del club, ya que Ferro había sido declarado en quiebra.

¿Cúando nacieron las transmisiones y cómo las financian?

E– A principios de 2011, por iniciativa propia y en pos de seguir creciendo. Al principio solo eran con audio, pero a los pocos meses se le agregó la imagen. Se financian con plata de nuestro bolsillo, aunque a medida que fuimos evolucionando con la teconología,  implementamos el sistema de donaciones, con el cual la gente colaboró bastante.

F– Nuestra primera transmisión fue en la pretemporada de enero de 2016, y desde entonces,  lo hacemos de manera ininterrumpida. Desde el club no recibimos ninguna ayuda más que la facilidad de la cadena y el permiso de hacerlo.

¿Cuá fue la primera traba de TyC Sports a las transmisiones?

E- La primera fue a fines de 2016, cuando se firma el contrato entre AFA y Trisa, que en un artículo dice que los derechos de transmisión por cable e internet se habían comercializado. A raíz de esto, TyC Sports envía correos a los departamentos de prensa de los clubes solicitando que dejen de acreditar a los medios partidarios, pero estos hicieron omisión, ya que el canal no rige sobre ellos.

¿Cómo fueron evolucionando esas trabas?

E- Desde 2016 hasta la fecha ejercieron presión sobre los clubes para que dejen de acreditarnos, pero como los clubes no acataban la orden, ya que el ente que los regula es AFA y no TyC, nos cortaban las transmisiones que hacíamos en las diferentes plataformas argumentando que ese contenido les pertenecía.

N- La amenaza, en realidad, siempre estuvo, pero en el último tiempo avanzaron con represalias económicas hacia los clubes para que definitivamente nos saquen del medio.

-¿Por qué hablan de censura?

E- Porque la ley de comunicación nacional dice, en uno de sus artículos, que todos tienen derecho a la información ante cualquier evento de interés cultural y que los partidos de fútbol, al ser de dicho interés, deben ser transmitidos gratuitamente por internet y con diferentes opciones. La otra parte legal que nos permite hablar de censura es que lo que son derechos de internet no están regulados por la ley de Argentina, entonces, no se pueden comercializar, ya que no están regulados.

¿Qué piensan hacer al respecto?¿Manejan otra alternativa?

E– Todavía no sabemos, ya que en el ámbito legal tenemos que ser muy cautelosos porque al no acatar la orden podemos perjudicar a nuestro club y nosotros, antes de periodistas, somos hinchas, y lo último que queremos es perjudicar a Platense. Y en cuanto al futuro, aún no lo hemos decidido, de todas formas, las coberturas en redes y el trabajo informativo diario de la web de PALA seguirá vigente.

N– Por lo pronto, vamos a seguir ampliando y conociendo las medidas legales que podemos tomar para defendernos y defender nuestro trabajo, y así poder seguir realizando las transmisiones. Y en cuanto a Ferro Web, habrá que reinventarse como medio, en caso de no poder seguir con la programación habitual,  ver qué nuevos objetivos pueden surgir; pero de ninguna manera vamos a dejar de informar a la gente de Ferro, ya que es lo que nos gusta hacer.

¿Cómo nace Medio Partidarios Unidos?

E- MPU nace a comienzos de 2017 y es la iniciativa de varios medios partidarios que se encontraban en la misma situación adversa para realizar transmisiones,  a raíz de las primeras presiones de TyC Sports hacia los clubes. Se formó una hermandad con todos ellos, va mas allá de las camisetas. Hoy en día, tenemos una directiva y tenemos la intención de darle una personalidad jurídica.

Pepe Sand: el caballo ganador

Por Joaquín Alberto Méndez

El ceño se frunce. Se frunce a más no poder y sugiere enojo, pero no. Los puños se cierran, se cierran tanto que parece indicar un golpe en lo inmediato, pero no. No hay golpe. Las venas se marcan en el antebrazo, pero no van a reventar. Los dientes rechinan, se muestran aguerridos como los escudos de un ejército espartano, pero no van a combatir. Se van a expresar, se van a manifestar con todas sus fuerzas y cada partícula que compone a ese individuo va ser partícipe de esa alegría desenfrenada. La cámara se acerca a ese rostro y captura el momento. Minuto 47 y 40 segundos, en la última jugada del primer tiempo. El grito no cesa, es el grito de gol del Pepe Sand.

Sus compañeros lo abrazan, todo comienza a ordenarse nuevamente en el estadio de Newells, en Rosario. Acaba de ocurrir algo maravilloso y polémico. El bochazo partió largo del botín del central Lautaro Valenti, la pelota cruzó la mitad de cancha. Alan Franco estiró su pie derecho en busca de la pelota. Falló y le quedó mansita en frente al Pepe, que obvio, ni bien salió el pelotazo, ya estaba corriendo hacia la espalda del jugador de Independiente que no lo pudo ver, porque el delantero se encargó de que no le siga el rastro.

Una de las claves para el goleador es la ubicación, diría en una entrevista con Diego Borinsky en La Nación.

Y así se ubicó en frente de Martín Campaña. Ya se estaba acomodando cuando apareceó Franco de nuevo (incansable, jamás da una por perdida). Sand no es rápido, es consciente de ello. Con sus dos brazos lo sacó en una picardía casi indetectable y el defensor perdió estabilidad. Él ganó un segundo. Un segundo más fue gol, gol de Lanús, la pelota que ingresaba al arco tras escaparse entre las piernas del arquero uruguayo. Allí comenzó el desahogo de la victoria por 2 a 0 sobre el conjunto de Avellaneda, que depositó al granate en las semifinales de la Copa Argentina. Allí se reflejó el arte de gritar el gol, de hacerlo como lo hace Sand, con amor y con pasión.

Así  vive la vida Sand, por eso su semental se llama Lenin, como su abuelo, tal como lo había prometido. Con amor y con pasión, cumplió el sueño de ser jugador de fútbol, como su papá, Raúl, que debutó en 1971 y que jugó dos partidos, hasta que tuvo que volverse a su Bella Vista natal, por problemas económicos. Me corrijo, perdón. Es que su padre fue arquero, José también, pero le duró poco y, fue con amor y con pasión que él lloraba después cada partido que perdía, cuando su papá lo preparaba en el arte de volar bajo los tres palos. Entonces, su mamá, Amancia del Carmen convenció a don Pepe que lo empezó a colocar de 9.

La Vaquillona fue el primer objetivo por el que inflaba las redes el delantero granate, para comer con los amigos luego de los torneos relámpago que jugaba en Corrientes. A los 13 años, debutó en la liga local. Al tiempo, llegó a la pensión de River, donde convirtió goles a lo pavote, pero cayó en la desilusión del préstamo, no lograba afianzar su confianza en el plantel de primera.

Siempre admiró la fortaleza mental de Batistuta.

Pasó por dieciséis clubes, en alguno de ellos no rindió. No hizo muchos goles. Descubrió que por momentos en su vida, perdía la fe que lo hacía un nueve goleador. Pensó en retirarse por momentos. No era la salida. Empezó el psicólogo para recuperarse. Volvió a su provincia, Corrientes. Vistió la casaca de Boca Unidos, volvió a anotar. Lo llevaron a Aldosivi y luego, a Lanús nuevamente. Se reencontró con la redonda, la hizo besar varias veces con la red. Goleador de la Copa Libertadores 2017, con eliminación a River y San Lorenzo incluida, logrando un Subcampeonato, a los 37 años.

Esta vez, permítame tomarme el atrevimiento de sugerirle algo: Apueste al caballo ganador.

Gorra roja hacia atrás, gritos desaforados, saltos y puño arriba. Como un nene con juguete nuevo, no sabe cómo expresar semejante alegría. Su yegua acaba de ganar una carrera. Su andar es muy similar al del animal en cuestión, su tranco empuja y empuja su cuerpo que lucha por llegar y ganar en el momento justo la pelota. Posición perfecta, siempre, al acecho y cuando por fin llega la oportunidad, a mandarla a guardar, ni lo dude, no es necesario hacer notar, simplemente haga que el esférico cruce la meta. Por eso, el francés delantero del Barcelona Antonie Griezmann le asignó la cinta de capitán en el Gran DT,  plataforma donde compiten miles de amantes del fútbol. ¿Qué espera? Vamos, apueste usted también por el caballo ganador: José Pepe Sand.

Inglaterra – Sudáfrica, la gran final

Por Ignacio Garavello

Se vuelve a repetir la historia. Como en los ocho Mundiales de rugby anteriores hay, por lo menos, un representante del hemisferio sur. El único del norte que logró salir campeón fue Inglaterra en el 2003 y también llegó a dos finales más, en el 1991 y 2007, en la que perdió contra su rival del sábado. En cambio, Sudáfrica fue primero en, la ya mencionada definición del 2007, y en la Copa del Mundo que organizó en 1995.

La Rosa venció en la semifinal al siempre candidato al título, Nueva Zelanda, que no caía por Mundiales desde la derrota contra Francia por los cuartos del 2007. Los dirigidos por Eddie Jones, demostraron un gran nivel durante todo el torneo, tienen un promedio de 35 puntos anotados por cotejo. Dominaron a una potencia histórica a lo largo de los 80 minutos, hicieron el tan famoso “partido perfecto”. El único momento en el que se distrajeron, los All Blacks anotaron sus 7 puntos. Cinco minutos después, George Ford cerró el marcador en 19-7 con dos penales. La Rosa tuvo un muy buen desempeño en todos los encuentros en Japón. Owen Farrell, Billy Vunipola y Sam Underhill son algunos de los nombres claves de este equipo que busca su segunda coronación.

El partido entre Sudáfrica y Gales no fue tan atractivo y bien jugado como el de Inglaterra y Nueva Zelanda. La pelota voló mucho por lo aires y hasta el minuto 56, el encuentro estaba 9-9 por tres penales por lado. Después de try de los Springboks, Gales se vio obligado a salir a buscar el resultado con más vehemencia. El empate llegó a falta de 15 minutos para el final y desde ese momento se sintió que el que anotaba un penal, ganaba. Y fue Handre Pollard quien lo hizo para Sudáfrica a los 75 minutos. Los nombres más importantes de los Springboks en el Mundial fueron el medioscrum Faf de Klerk y el apertura Pollard, quien obtuvo 140 puntos en el torneo.

 

De boina y zapatillas

Por Gregorio Gajate

En octubre la temperatura de Misiones ronda los treinta y cinco grados en promedio, y esta no es la excepción. Es el día dieciocho del 2012. Lucas Báez tiene veintitrés años, sale de la ducha de la casa de su abuelo y se viste para el cumpleaños de cincuenta de su padre. Acaba de bañarse y las gotas de sudor ya le chorrean por todo el cuerpo. Agarra la camisa blanca, se la pone y se da cuenta que le cuesta abrocharse los botones. Después se pone el pantalón, pero cuando va a ajustarse el cinto ve que ya no llega al agujerito que usaba siempre. Agacharse para atarse los zapatos nunca fue un problema, hoy sí, y esa fue la gota que rebalsó el vaso.

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Lucas tenía dieciocho años cuando dejó la ciudad de Chacabuco, al noroeste de la provincia de Buenos Aires, a unos doscientos kilómetros de Capital Federal, para estudiar arquitectura en la Universidad de Belgrano.

“Cuando vine a Capital dejé el fútbol, pero jugué desde los cuatro o cinco hasta los dieciocho en Argentino de Chacabuco y no seguí entrenando acá porque no me daban los tiempos, cursaba muchas horas semanales, más los trabajos que tenía que entregar, no llegaba”.

Arribó a la ciudad y automáticamente se instaló en el departamento junto a su hermano –que hacía dos años que estudiaba–, ubicado en Paraguay y Bulnes. Si bien no sabe por qué eligió esa carrera, dice que le gustaba el diseño y prefería hacer trabajos prácticos antes que sentarse a estudiar.

“Fueron años en los que no hice absolutamente nada desde lo deportivo. Capaz algún partido con mis amigos, pero nada más que eso, le dediqué todo mi tiempo al estudio porque la única herencia que podía recibir era esa, la posibilidad de estudiar. Además, mis viejos estaban haciendo un esfuerzo enorme y me tomé la responsabilidad de recibirme lo antes posible”.

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El Rosedal es un parque del barrio de Palermo que integra el conjunto conocido como Parque Tres de Febrero. Tiene cerca de veinte mil rosedales y hay diversos bustos de poetas y escritores, un patio andaluz, un puente griego y hasta lagos artificiales. También se pueden ver personas haciendo actividad física, como Lucas, que el 8 de noviembre de 2012 –dos semanas después del cumpleaños de su padre–, arrancó en el grupo Correr Ayuda.

“Además de hacerlo para bajar de peso, empecé para desconectarme un poco de la rutina, y le debo mucho a mi entrenador Marcelo Perotti, que sigue siendo el mismo hasta el día de hoy. Él no busca hacer atletas, el objetivo del grupo es dispersarse de la vida y yo sigo bajo esa estructura porque me siento cómodo ahí”.

En ese equipo le empezaron a decir Gaucho. Probablemente porque es del interior o “del campo”, como suelen decir los porteños, y es por eso que, al día de hoy, sigue usando su característica boina. Aunque él no tenga mucho que ver con eso. Siempre fue un tipo de ciudad.

Al año ya había bajado quince kilos y seis meses más tarde, con la ayuda de un nutricionista, otros cinco. Las buenas marcas fueron llegando solas. A medida que iba bajando de peso, se iba dando cuenta que achicaba mucho los tiempos.

“Me pasó que en un año corrí cuatro medias maratones y cada dos meses bajaba entre cinco y diez minutos el tiempo, y eso hizo que me motive. Me enfoqué mucho más en los entrenamientos y en la comida. Si bien nunca tuve una dieta muy estricta en cuanto a qué comer y qué no –acá destaca los fiambres que le apasionan, las cervezas que se toma con sus amigos o los asados que come cuando vuelve a Chacabuco–, intento respetar las cuatro comidas diarias. Digamos que vivo la vida porque entendí que la actividad pasa por otro lado”.

En esos dos años y medio viajó por todo el país para correr tanto en calle como en montaña. Él cuenta que, además de los logros que obtuvo, las marcas y los premios, lo más positivo que se lleva de estos años fue conocer nuevas ciudades y personas.

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Son casi las doce del mediodía de algún día de septiembre de 2016 en Berlín, Alemania. El cartel de llegada es gigante, de color azul, y está repleto de publicidades. El cronómetro marca dos horas con cuarenta y seis minutos. A unos cincuenta metros se ve a un tipo con boina celeste y blanca –de los mismos colores que su musculosa–, y short azul. Antes de atravesar la llegada levanta los brazos, festeja y sigue corriendo. Lucas está a punto de terminar su primera maratón. Apenas cruza la meta, salta y levanta el puño derecho.

Cuando mira su reloj, no lo puede creer. Está cansado, corrió cuarenta y dos kilómetros y todavía tiene energía para saltar, gritar y festejar. Se agarra la cabeza, sigue sin poder creerlo. Señala con ambas manos el cielo y agradece. Aplaude, se saca la boina y la agita. Su tiempo fue 2:46:34, algo impensado para él antes de arrancar la carrera. Se había entrenado para hacer un buen tiempo, pero no esperaba algo tan bueno.

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Un año después, en 2017, corrió su segundo Major en Chicago en 2:38:54, es decir, bajó casi diez minutos su tiempo. Fue el primer argentino, primer sudamericano y tercer latinoamericano en terminar la carrera.

“Fue increíble, no solo por el tiempo que logré y cómo quedé posicionado, sino porque estaban mis padres, que viajaron por primera vez al exterior para verme y encima era el cumpleaños de mi vieja. Fue el mejor regalo”.

El Gaucho ya había corrido dos de los seis Majors, pero seguía con su sueño de poder participar en el de Nueva York. Entendía que, si bien todos eran prestigiosos, el de La Gran Manzana era el que llevaba más gente y el más conocido por su espectáculo. Y lo cumplió en 2018, donde bajó diez minutos y un segundo su tiempo. Recorrió los cuarenta y dos kilómetros de la ciudad estadounidense en 2:28:53. Quedó 45° en la general, de los más de treinta mil hombres que finalizaron la carrera, y terminó otra vez como primer argentino, primer sudamericano y tercer latinoamericano.

El 16 de abril de 2019 dejó marcados sus pasos en las calles de Boston, en la 123° edición. Completó los 42 kilómetros y 195 metros en 2:29:33. Se posicionó una vez más como mejor argentino, mejor sudamericano, y segundo en la tabla general de Latinoamérica.

Al finalizar, publicó en sus redes, una vez más, agradecido del afecto de la gente y de sus padres: “Es impresionante cómo salen a la calle a darnos una mano. Nos ofrecen hidratación, llevan carteles y banderas, hacen un montón de cosas para ayudar y que no aflojemos. ¡Es emocionantes verlos! Mi premio no fue sólo la medalla, el abrazo que les dí a mis viejos cuando los pude ver después de la maratón. Los tres fundidos en un hermoso abrazo, súper emocionados. Se bancaron la lluvia y el viento hasta que llegué yo”.

Su última marca en maratón se remite al 22 de septiembre de 2019, en Buenos Aires, donde bajó de nuevo su récord. De zapatillas verde flúor, pantalón, musculosa y boina blanca, recorrió las calles porteñas en 2:23:47, para quedar como sexto argentino y decimosegundo en la tabla general.

El 30 de agosto, luego de un mes de espera, le comunicaron que quedó seleccionado entre los 300 atletas internacionales que la Maratón de Tokio deja ingresar para cubrir los cupos de Semi-Élite de la carrera del próximo año.

“En el año que Tokio se vestirá de gala para recibir a los Juegos Olímpicos, ahí estaré. En la previa. Será difícil llegar al país asiático en todo sentido. En un año complicado para los argentinos seguramente, pero iré para adelante y pensando en positivo”.

Lucas destaca lo importante que fue su familia y sus amigos para que pueda correr a este nivel. Ni hablar de su novia Magalí Montes Barnetson, a quien conoció en el grupo Correr Ayuda y comparten juntos la pasión del running hace casi seis años. Además, en 2015 corrieron juntos el Raid de Los Andes y fueron campeones en la categoría mixta.

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Baecito o Bai, como le dicen sus allegados, se define como un arquitecto corredor. Reconoce que sus tiempos están cerca de los de un atleta de élite, pero su expectativa no es esa. El día que se le presente la situación lo pensará, pero él está bien así. Trabaja de lo que le gusta, de lo que estudió, y corre, ya no para bajar de peso, sino para despejarse y pasarla bien.