miércoles, agosto 6, 2025
Home Blog Page 167

Hagi dejó los mundiales en Francia, pero no su amor por el fútbol

Por Tomás Scigliano

El Maradona de los Cárpatos. Así lo apodaron a Gheorghe Hagi en su esplendor como futbolista. Está considerado como el mejor jugador de la historia de Rumania. Elegido como uno de los 100 mejores de la historia según la World Soccer. Dueño de una pegada de larga distancia y una gambeta típica de potrero argentino.

El Mundial de Francia ´98 tenía un condimento especial para Hagi y para toda Rumania. Venían de ser el equipo revelación del anterior campeonato del mundo en Estados Unidos. La época dorada para el futbol rumano tenía como líder a Gica. Tan cerca habían estado de jugar las semifinales frente a Brasil que quizás en este torneo podrían apuntar más lejos, con un detalle más que especial, que seguramente sería el último Mundial para varios de esos futbolistas, incluido Gheorghe Hagi, quien ya tenía 33 años. Sin la misma explosión que en otra etapa de su carrera, era un jugador más pensante y cerebral.

Llegaba Rumania como cabeza de serie. Compartía grupo con Colombia, Inglaterra y Túnez. El primer encuentro frente a los cafeteros, salieron victoriosos por 1 a 0 con el tanto de Adrian Ilie, en una gran jugada que contó con la participación de Hagi. Con los ingleses volvieron a ver la victoria, esta vez por 2 a 1. El último encuentro lo disputaron, ya clasificados, contra Túnez. 1 a 1 y pase a octavos como primeros de la zona G. Hagi fue titular y capitán los tres partidos, y solo completo los ’90 frente a los tunecinos, pero era una pieza clave en el equipo.

La sorprendente Croacia sería el rival. Rumania se había cargado a la selección Argentina en los octavos del Mundial ’94, así que ya sabía lo que era toparse con una parada difícil. La ilusión del pueblo rumano y de aquel equipo, con Hagi como figura, llegó a su fin en aquel partido. Javier Castrilli sancionó un penal que dejó algunas dudas, y Davor Suker no falló. Se terminaba la era de Gheorghe Hagi en los Mundiales, dado que decidió no jugar más en la selección luego de la Eurocopa 2000.

Gica, como lo suelen llamar, nacido el 5 de febrero de 1965 en Săcele, Constanţa, a orillas del Mar Negro, es un amante del “fútbol total” impulsado por uno de sus ídolos, Johann Cruyff, en la Holanda del ’74. Está casado con Marilena Hagi, con quién tiene dos hijos. Uno de ellos, Ianis, es jugador del Rangers de Escocia. El joven, hizo las inferiores en lo que hoy se conoce como “La masía rumana”, la escuela de su padre. Los jugadores que llegan a primera, como Ianis, debutan en el Viitorul Constanța, club que tiene a Gica como dueño.

Podría estar horas y horas hablando de fútbol, sobre todo del español,“el mejor que se puede jugar”, según él, pese a o haber tenido sus mejores niveles tanto en Real Madrid como en Barcelona. Maneja excelente el idioma castellano y su objetivo es devolverle al fútbol todo lo que hizo por él. Hagi siempre ha sido más que un jugador de fútbol en su país. Ha sido el símbolo de la esperanza. Siempre llevó a Rumania en el corazón.

Su carrera ha tenido altos y bajos a nivel clubes. Dentro del fútbol de su país, ha triunfado en el Sportul Studentesc y en el Steaua Bucarest, donde integró el mejor equipo de la historia rumana. Al Real Madrid y a Barcelona llegó luego de deslumbrar su juego en los mundiales de 1990 y 1994. Sin embargo, no ha tenido una estadía regular en esos clubes. En Brescia, de Italia, consiguió el ascenso a la Serie A, aunque descendería un año después. En Galatasaray dejó una huella imborrable: consiguió ganar la Copa de la UEFA y la Supercopa de Europa, algo impensado en ese país.

Su descubridor, Iosif Bukossy, un entrenador del futbol rumano allá por el año 1975, al verlo jugar, decía: “Me impresionó su talento y su habilidad con la pelota. Me dije a mi mismo ‘esto es imposible’”. Sin dudas que fue un visionario. Gheorghe Popescu, su cuñado y compañero en aquel Galatasaray, afirmó que Gica sería considerado como uno de los mejores de la historia, si hubiera nacido en Brasil o en Italia.

Carlos Dittborn, el soñador de mundiales

Por Victoria Falabella

Pensar en organizar un mundial no debe ser nada fácil, menos cuando sabes que no contás con una estructura sólida, ni de estadios, ni de todo lo que se necesita. Pero en esos casos queda una sola cosa: soñar.

Carlos Dittborn soñó y en grande, quién sabe desde cuándo, pero lo cumplió. Aunque no pudo verlo. Organizar el mundial de Chile 1962 no habrá sido lo soñado: sufrir un terremoto en plena construcción que afectó a gran parte del país y que deje decenas de muertos es un gran problema.

Dittborn nació en Brasil en 1921, el 16 de abril, ya que su padre ocupaba cargos políticos. A los cuatro años fue a Chile. La vida deportiva de Carlos Dittborn fue importante desde joven, siempre le gustó el fútbol y era fanático de la Universidad Católica de Chile, socio desde los 15. Pronto se convirtió en el tesorero a sus 24 años, renunció para convertirse en el tesorero de la Asociación del fútbol chilena y de allí pegó el salto a la presidencia del club, en 1954.

Su carrera internacional comenzó en 1956 cuando fue elegido como presidente de la Confederación Sudamericana de fútbol. Y fue, junto a Juan Pintó Durán, uno de los los organizadores del comité de la copa de Chile. La candidatura del país trasandino ocurrió en 1954 y dos años después la FIFA organizó el evento en Lisboa para votar sede, que se disputaba entre Argentina y Chile.

El argentino Raúl Colombo, muy confiado, terminó su discurso diciendo “podemos hacer el mundial mañana, lo tenemos todo”. En la época se daba por hecho esa sede. Al día siguiente le tocó al soñador Dittborn dar su porqué Chile debía serlo. En su discurso quedó marcada la frase histórica “porque nada tenemos, lo haremos todo”, aunque fue desmentida por uno de sus hijos. La elección fue arrasante: 32 votos para Chile y 10 para Argentina.

Se puso en marcha toda la preparación, pero no todo fue tan fácil. El domingo 22 de mayo de 1960 Chile se sacudió, no una, sino dos veces, dejando el país destruido ya que es, hasta ahora, el terremoto más fuerte de la humanidad. Dittborn se reunió con el presidente Jorge Alessandri para devolver el dinero que había invertido el estado, pero el mandatario se negó. De hecho se creó un movimiento para mantener en pie el torneo, y se unieron varias confederaciones para ayudar la causa.

Las sedes de Talcahuano, Talca, Concepción y Valdivia estaban completamente destruidas y renunciaron a la idea de reconstruir estadios de urgencia, cuando la realidad de las personas era otra. Así fue como las ciudades de Arica, Viña del Mar, Rancagua y Santiago fueron las encargadas de recibir semejante evento. Fue uno de los mundiales con menos estadios.

El pueblo chileno se levantó de terrible desgracia y recibió la alegría de unos de los eventos más importantes, el 30 de mayo de 1962. Pero para el Comité organizador no fue tan fácil, tanto así que sus dos grandes soñadores no lo pudieron ver: Juan Pintó Durán falleció en un accidente automovilístico en 1957 y Carlos Dittborn falleció de una pancreatitis aguda a solo días de poder ver su sueño hecho realidad, el 28 de abril de 1962. Tampoco pudo ver el nacimiento de su séptimo hijo: Tomás.

12 de julio de 1998: El día perfecto

Por Celeste Femia y Santiago Korol

En vísperas de la final del Mundial de Francia en 1998, pasaron acontecimientos icónicos. Se adelantaron y pospusieron partos. En algunos casos, estos bebés llevan nombres relacionados a ese partido. 12 de julio de 1998: El día perfecto, de Netflix, es un documental que pone en primer lugar estos hechos contados por los mimos protagonista y, además, rememora el evento en el que los franceses se proclamaron por primera vez en su historia campeones de la Copa del Mundo.

“Mi marido y el ginecólogo habían organizado, a mis espaldas, la fecha de parto para que el señor pudiese ver la final del Mundial. Llegué a la clínica y cada media hora me ponían una dosis para que rompa aguas”. A su vez, agregó: “Cuando por fin rompí aguas, se lo dije a Pascal (el marido) y me dijo: ‘No, es imposible’. No se lo creía, notaba su alegría de ser papá y de poder mirar la final”, relató Nathalie Droehnle en el documental.

Francia era el anfitrión y uno de los finalistas. Del otro lado se preparaba el gran Brasil, que venía de ser campeón en Estados Unidos 1994. Alegría, euforia, emoción, fiesta y placer eran algunas de las tantas cosas que les pasaban a los franceses en ese momento. Tan así, que muchas mujeres decidieron adelantar o retrasar sus partos para poder mirar el encuentro final.

Los denominados Les Bleus participaron en nueve ediciones mundiales, pero era la primera vez que llegaban a la última instancia. La final se jugó el 12 de julio a las 21 horas en el Stade de France, en St. Dennis. Francia venció 3-0 a Brasil con dos goles de Zinedine Zidane y uno de Emmanuel Petit. Para que las mujeres que estaban en trabajo de parto pudieran ver el partido, un rato antes hicieron hasta lo imposible por ser madres.

“Ese día comenzó con las primeras contracciones que anunciaban la llegada de la pequeña. Me sorprendí y dije no, es imposible. Esta noche hay partido, debo dar a luz antes. O si realmente es posible, pongan una tele en la sala. Nació a la mañana, era el día perfecto. Pude descansar para poder ver el partido. Debía llamarse Victoria y mi marido me dijo: ‘¿Sabes?, quizá no es buena idea llamarla así. Si Francia gana, todos pensarán que lo hicimos a propósito’. Y le dije: ‘bueno, ¿cómo la llamamos?’ Entre los nombres que habíamos elegido estaba Lisa, que a la vez nos recordaba a Bixente Lizarazu, el defensor. El fútbol siempre estaba presente”, declaró Delphine Francois en 12 de julio de 1998: El Día Perfecto.

Fue un Mundial innovador. La aparición de internet y teléfonos celulares revolucionaron un torneo que, por primera vez, contaba con la participación de 32 Selecciones. Esto hizo que se les hiciera más fácil seguir el partido a las personas que no pudieron estar presentes en el estadio.

“Carla es la última de mis cuatro hijas. Nació el 12 de julio del ‘98. Ese día solamente me interesaba el partido, estaba lejos de imaginarme que nacería en el mismo momento. Creo que llegamos a la maternidad sobre las 10 am y pensé: ‘Son las 10, el partido es a las 20, está bien. Tranquilo. Pero la señorita decidió otra cosa. Decidió que no, que duraría todo el día. Nació a las 20.50 durante la Marsella (himno). Yo salía de la sala para ver cuándo empezaba el partido, pero también ejercía mi deber de padre. Decía: “Si no me necesitas, tienes que descansar’. Me voy porque aquí ya no sirvo. Esa fue la excusa para librarme”, explicó Bruno Pastor en el documental de Netflix.

Los Galos, que nunca habían llegado a la final de la más importante competición futbolística, por fin saborearon el éxito.

 

Brasil vs Noruega: La reivindicación de un árbitro

Por Nicolás Martínez Mayer

Si hay una situación que siempre genera polémica en el fútbol es, sin lugar a duda, el penal. Puede ser el partido menos trascendental de la historia del deporte, pero si la falta está mal cobrada, el árbitro será destrozado por cualquiera, incluso por quien no ha visto el encuentro ni le afecta el resultado. Por esto, cuando se cometen errores en la competición con mayor repercusión, el Mundial, las críticas recibidas por el referí se multiplican y se agravan. Esto es lo que le sucedió al juez Esfandiar Baharmast en el Mundial de Francia ´98, tras haberle otorgado un polémico penal a Noruega en los últimos minutos del partido ante Brasil, por la tercera fecha del grupo A.

La conversión le dio la victoria al equipo nórdico por 2 a 1, resultado que colocó a Brasil primero con seis puntos y a Noruega segunda con cinco. Aunque logró ganar su partido ante Escocia, el gol noruego dejó sin octavos de final a Marruecos, que terminó tercero con cuatro puntos y sin chances de empatar su mejor resultado histórico, obtenido en 1986.

De ascendencia iraní, el árbitro estadounidense Baharmast pitó a los 88 minutos un agarrón sobre Tore André Flo por parte del brasileño Júnior Baíano, que, al mirar la transmisión oficial, parecía inexistente. Cuando terminó el partido, los reporteros le informaron al referí: “No se ve ningún agarrón en televisión, parece un ligero choque”. La decisión fue criticada por los fanáticos, con duras acusaciones a Baharmast y a la FIFA, reprobando que un árbitro de una nación sin tradición futbolera, como Estados Unidos, pudiera dirigir un partido que definía un grupo.

Lo que muchos no sabían, es que aunque los estadounidenses no sean por lo general los más adeptos al deporte, el pueblo iraní es uno de los más apasionados por el fútbol, como quedó demostrado en su encuentro contra Australia en la clasificatoria al Mundial de Francia, en el que llenaron el Azadi Stadium con 128.000 personas.

Los críticos más acérrimos de Baharmast y de la decisión de la FIFA tuvieron que retractarse apenas un día después del partido, cuando una cadena de televisión sueca descubrió que tenía un ángulo exclusivo de la jugada que le daba claramente la derecha al árbitro y lo exculpaba. Pasada la agonía de los fuertes comentarios en su contra, Baharmast pudo festejar que la decisión más importante de su carrera había sido la correcta.

El penal fue elegido entre “las mejores 18 decisiones arbitrales de la historia” por la Referee Magazine. Luego de su exitoso campeonato, Baharmast continuó su carrera en la FIFA como instructor en los Mundiales de Alemania 2006 y de Sudáfrica 2010, de los Mundiales sub-17 de Finlandia 2003, Holanda 2005 y Canadá 2007 y de los Juegos Olímpicos de Beijing en 2008.

A pesar del tiro desde los once metros que convirtió Rekdal, el sueño noruego terminó en los octavos de final, tras perder por 1 a 0 ante Italia. Este resultado continúa siendo, junto al del Mundial de 1938, la mejor posición obtenida por el país en solo tres participaciones en la competencia más grande del fútbol. Brasil, por su parte, llegó a la final, que terminó perdiendo ante la dueña de casa, Francia, por 3 a 0.

El estadounidense Baharmast logró, mediante una decisión arriesgada y en la que se jugaba su futuro, que Noruega pudiese disfrutar del acontecimiento más importante en su historia futbolística. Por un momento, dos naciones ajenas a la cultura del fútbol, consiguieron demostrar, desde distintos lugares en la cancha, que no es necesario provenir de una de las cunas del fútbol ni tener una sociedad que gire alrededor de la pelota para llegar lejos en el deporte, aunque sea por un rato.

El último mundial para el dueño de la globalización

Por Victoria Falabella y Camila Tebes

Si hablamos de la globalización del fútbol no podemos dejar de pensar en las marcas, en la publicidad y en las transmisiones. En la FIFA hay un precursor de todo eso: Joao Havelange. Durante su mandato en la Federación hizo todo tipo de cambios, desde económicos hasta de cargos.

​Hace años que el fútbol es el deporte más consumido en todo el planeta y los Mundiales cambiaron por completo a partir de 1998. Se convirtieron en un espectáculo. Francia estuvo lleno de sponsors como Coca-Cola, Canon, Casio, Adidas y McDonald’s, entre otros. En este contexto también se comenzaran a vender los derechos de televisación.

En Argentina, canales como Telefe, el Trece y América transmitieron el Mundial por televisión, mientras que la radio, por su parte, contó con La Red, Mitre y Continental. Las revistas de aquel momento aseguran que los medios pagaron alrededor de 300 mil dólares por los derechos de transmisión. Fue el Mundial al que más periodistas y movileros concurrieron.

Esto hizo que la FIFA tuviera ingresos más fuertes y no solamente de las entradas a los partidos. Un gran monopolio en el que ambas partes se beneficiaron. El comienzo de esto, que ocurre hasta el día de hoy con cifras inimaginables, fue con el brasileño Havelange. Pero no todo fue positivo, porque años después fue acusado de corrupción con empresas televisivas. Quizás por eso renunció a la presidencia días antes del comienzo del torneo de 1998.

Una de las acusaciones más grandes al expresidente ocurrió en 2001. Durante 1997, en instancias previas al Mundial, recibió, de forma ilegal, 1,2 millones de euros de la empresa ISL. Esta gestionaba los negocios de transmisiones de la FIFA, sobre todo durante Francia. Havelange no era el único, varios empresarios recibieron sobornos, entre ellos el que fue presidente luego: Joseph Blatter.

El hecho fue admitido en 2010 y Joao Havelange se vio obligado a dejar su cargo de miembro honorario. Además, en las declaraciones ante la justicia, perjurdicó a su sucesor: “Blatter sabía todo y nunca dijo nada”, aseveró.

Sin dudas, fue uno de los que hizo crecer al fútbol y, sobre todo, a la FIFA. En una nota que le hizo la revista brasileña Aventuras de la historiaen 2007, dejó en claro que se considera el impulsor:Cuando fui elegido presidente había 146 asociaciones afiliadas. Cuando me fui había 196 miembros. La FIFA tiene más afiliados que la ONU”.

No todo fue corrupción. Durante su mandato, la Federación Internacional se unió a una organización por los niños, SOS Children of the World. Además, Havelange no solo impulsó el Mundial de Francia ‘98, sino también muchos torneos, como el de futsal y el de fútbol femenino, que comenzaron a tener algunos sponsors. A su vez, en la misma entrevista al medio brasileño declaró que lo que le había quedado pendiente era acercar la Copa Mundial a África, pero que confiaba en que Blatter lo haría.

El final del imperio de negocios del brasileño terminó cuando dejó la presidencia el 8 de junio de 1998. Y después de atravesar juicios, dejar cargos y algunos homenajes como el torneo brasileño del 2000, el 8 de mayo de 2016 murió con 100 años. Pero, sin dudas, la FIFA sigue siendo el monopolio en el que se favorecen las dos partes: las empresas publicitarias y los empresarios de la Federación.

 

Una boda mundialista

Por Eduardo Di Giovanni

El Mundial de Francia 1998 tuvo una particularidad durante el partido que se disputó entre Brasil y Noruega por el Grupo A. El encuentro se jugó en el Stade Vélodrome de Marseille, estadio del club Olympique de Marsella. Una hora antes de que comenzara el partido, un hombre noruego llamado Oivind Ekeland, de 28 años, y su novia brasileña Rosangela de Souza, de 29 años, se casaron al igual que en una iglesia. El hombre tenía un smoking negro con una galera y la mujer llevaba un vestido tradicional blanco, un ramos de flores en la mano y la gran canción “El Danubio Azul” sonaba en todo el estadio. El sacerdote católico los esperaba a un costado de la cancha para otorgarles el sacramento y bendecirlos y, detrás de él, se encontraban todos los fotógrafos para tomar imágenes de ese momento único en la historia de los Mundiales.

El director de Comunicación de la Federación Internacional de Fútbol declaró: “La pareja nos preguntó hace varias semanas si sería posible casarse en el estadio. Tras mucho reflexionar, la FIFA consideró que esta sería una buena forma de demostrar que cuando decimos que el fútbol une a las personas mediante lazos el amor y la amistad, lo sentimos realmente”. Ante esa propuesta de la pareja, el presidente Havelange y el presidente  del Comité de Organización de la Copa del Mundo, Lennart Johansson, dieron la aprobación del evento. 

La ceremonia del noruego y la brasileña se dio en un contexto muy importante porque no era antes de un partido cualquiera. Fue en un mundial, dos días después del Día Mundial del Fair Play y en una ciudad que una semana antes había sufrido disturbios en el partido de Inglaterra contra Túnez. También, la FIFA dejó en claro que ese acontecimiento era único y no se iban a celebrar otras ceremonias durante el Mundial de Francia 1998. Ekeland y de Souza cumpliron su sueño de casarse en un estadio mundialista y la frase del sacerdote “Los declaro marido y mujer” retumbó en todo el estadio. 

Esta boda es única en la historia de los mundiales, pero en otras competencias también sucedió algo parecido. En la liga de Panamá, el jugador Guillermo Sierra le pidió casamiento a su novia Cindy en el entretiempo de un partido y ella dio el sí. También en el estadio de Platense, una pareja hincha del calamar, realizó una parte de su casamiento en el campo de juego. Ingresaron a tomarse fotos, el hombre con la camiseta del equipo y ella con el habitual vestido largo blanco.

Otro caso ocurrió en 2019 en el estadio de San Lorenzo. Un joven pareja hincha del Ciclón entró a la cancha antes clásico contra Huracán y el hombre le propuso casamiento a su novia en el césped del Nuevo Gasómetro. Ella, que también era fanática del Cuervo, aceptó la propuesta.

Jorge Campos: todo un personaje

Por Lucas Accinelli

Muchas veces hemos visto cómo algunos futbolistas se desempeñaban en una posición y luego empezaron a jugar en otra. Un ejemplo puede ser el caso de Jordi Alba, que solía jugar de extremo izquierdo pero empezó a desempeñarse más como lateral. Sin embargo, no hubo un caso más particular que el del mexicano Jorge Campos, que empezó su carrera futbolística como delantero y se convirtió en arquero.

De tez oscura y con una mirada desafiante que demostraba audacia, “el brody”, como se lo conocía, volaba de palo a palo y sacaba pelotas “imposibles”. A pesar de medir sólo 1.68 metros, su estatura nunca fue un impedimento para destacarse bajo los tres palos, e incluso, muchos lo consideran el mejor arquero en la historia de su país.

Pero no solo se destacaba en la cancha por sus atajadas, sino que durante su trayectoria también llamaba la atención con sus buzos de arquero de colores chillones (verde, amarillo limón y rosa) y diseños peculiares que él mismo hacía. Según él, se inspiraba en el mar, el atardecer y las playas de su ciudad natal, Acapulco.

“El acapulqueño volador” hizo su debut profesional en 1988 en el club Pumas UNAM. En ese entonces, el arquero titular del equipo era Adolfo Ríos, por lo que Campos pidió jugar de delantero para así tener más posibilidades de entrar en los partidos: “En ese momento sabía que esas oportunidades de jugar iban a ser difíciles. Adolfo tenía más experiencia”, reconoció.

Tuvo grandes temporadas como delantero, como la 1989-1990, en la que marcó 14 tantos que le permitieron competir por el título de máximo goleador de la liga, aunque al final se lo llevó el argentino Jorge Comas.

A pesar de su gran desempeño frente al arco, él sabía muy bien que su vocación estaba debajo de los tres palos. Tras la salida de Ríos a fines de 1990, Campos quedó como el arquero titular de Pumas, tuvo un rendimiento espectacular y llegó a ganar el Citlalli al Mejor Portero de la liga de México por tres temporadas consecutivas.

Sus grandes cualidades para atajar lo llevaron a ser convocado a la Selección mexicana en tres mundiales: 1994, 1998 y 2002, aunque fue titular solo en los dos primeros. Hay una anécdota sobre una “travesura” que hizo antes del comienzo de la Copa del Mundo jugada en Francia, la cual casi le cuesta su participación del certamen.

En el partido primer partido de México en el campeonato, Campos intentó engañar a la FIFA y a los dirigentes para utilizar un buzo de arquero negro que Nike le había diseñado. En ese entonces, ABA Sports era la marca de la Selección mexicana, por lo que tenía prohibido usar indumentaria de cualquier otra empresa.

El máximo ente del fútbol internacional se dio cuenta de esto y regañó a la Federación Mexicana de Fútbol (FMF) por esta irresponsabilidad. Ese comportamiento enojó a los directivos y al entrenador de México, Manuel Lapuente, que pensaron en no permitirle jugar el primer partido a Campos, e incluso más. Sin embargo, no hubo suspensión alguna y el nacido en Acapulco defendió el arco mexicano hasta la eliminación de su Selección frente a Alemania en los octavos de final.

Una leyenda mexicana que solo jugaba por amor al deporte y se notaba con esa gran sonrisa de niño que se le dibujaba en la cara con cada vez que hacía un gol o una atajada. Él nunca vio al fútbol como un trabajo: “A veces te anotan y te ríes o te meten un gol y te da risa. No siempre vas a meter y atajar todo. Entonces, en esos momentos de nerviosismo me relajo y me río porque no voy a llorar”.

 

Croacia, seis años de “vida” y podio mundialista

Por Federico Guerrero

Mundial de Francia 1998. Era la segunda vez que se disputaba en el país europeo –la primera había sido en 1938-. Los locales terminaron consagrándose campeones por primera vez en su historia al vencer en la final a Brasil. El conjunto ‘Galocontaba con el apoyo de su gente y tenía como figura a Zinedine Zidane. Pero la sorpresa del campeonato fue quien completó el podio mundialista: Croacia. Una pequeña y joven selección que empezaba a dar sus primeros pasos de forma independiente. Un territorio que apenas seis años antes, en 1992, había logrado su autonomía de la extinta Yugoslavia. Tras años de terribles conflictos bélicos entre las otras repúblicas que conformaban la península balcánica, un equipo, conformado por una gran generación de jugadores croatas, pudo representar a su nación en una Copa del Mundo.

La historia de Croacia y su lucha como país arrancó en la Segunda Guerra Mundial, cuando Yugoslavia fue invadida y los croatas aprovecharon esta situación para obtener su autonomía en 1939. Pero recién en abril de 1941, y con tropas alemanas e italianas situadas en el territorio, pudieron independizarse por primera vez. Luego de la Guerra se proclamaría la Federación Yugoslava, con Josip Broz Tito como líder, convirtiendo a Croacia en una de sus repúblicas. En 1980 murió Tito y los dirigentes serbios intentaron obtener el poder sobre la Federación y se levantaron en armas contra Eslovenia, Bosnia y Croacia. Este último conseguiría de nuevo su independencia en 1991, tras las elecciones democráticas de 1990, y en 1992 la Unión Europea la reconoció como nación.

Dos años antes del Mundial de Francia, Croacia ya daba que hablar cuando se destacó en la Eurocopa de 1996, que tuvo como sede a Inglaterra. Cayó en cuartos de final ante Alemania, quien sería el campeón. La gente confiaba en sus jugadores porque era una buena camada de futbolistas que, representando a Yugoslavia, algunos habían ganado el Mundial Sub-20 en 1987, en Chile. Davor Suker, Zvonimir Boban y Robert Prosinecki fueron las jóvenes promesas y figuras que sobresalieron en el torneo juvenil. Luego, 11 años más tarde, fueron los abanderados que llevaron a su Selección a lograr el ‘bronce’.

El camino en su primer Mundial fue duro ya desde la fase de grupos. Argentina, Japón y Jamaica fueron sus rivales. Pero dando la primera muestra de sorpresa, la Selección de camiseta cuadrillé de rojo y blanco se clasificó en segundo lugar, con seis puntos; perdió únicamente contra la albiceleste, líder con nueve unidades. En octavos de final venció con lo justo a Rumania con un gol de su ‘héroe’ y goleador, Davor Suker. El pueblo croata seguía soñando. En cuartos de final le tocaba el campeón de Europa: Alemania. Para muchos esa ilusión iba a ser efímera. Pero un 3 a 0 demoledor ante los favoritos iba a servir para seguir alimentando el júbilo en su gente. Croacia entre los cuatro primeros del campeonato. “Es el mejor recuerdo de mi carrera. Les teníamos muchas ganas después de lo que pasó en 1996. El árbitro nos robó en aquella Eurocopa y estábamos muy heridos. Salimos a comernos el campo. Creo que no he corrido tanto en mi vida”, recordó el exmediocampista Robert Jarni en El Periódico.

En semifinales perdió ante Francia, pero no había reproches. Además, les quedaba otra batalla. La armadura ‘ajedrezada’ que vestían sus jugadores debía aguantar un encuentro más, ante uno de los equipos favoritos del Mundial. Kluivert, Bergkamp, Edgar Davids, Seedorf, De Boer, Van de Sar, entre otras grandes figuras conformaban la plantilla de Holanda. Pero no importó demasiado. Croacia quería hacer historia. Quería quedar en el podio. Dar otra sorpresa más. Y así fue. Un 2 a 1 ante ‘La naranja mecánica’ hizo realidad lo que, en la previa, era toda una utopía. Prosinecki y Sukerlos anotaron los goles. Así, una nación que apenas estaba dando sus primeros pasos, qué vivió penurias y terribles guerras, sorprendía con un tercer lugar en un Mundial.

“Recuerdo que tras cada partido estábamos más y más felices. Eran sentimientos muy especiales. Al mismo tiempo, fue un gran logro para Croacia y todo el mundo nos conoció finalmente. Recuerdo que empecé a soñar con lograr ese nivel de fútbol algún día. Fue extraordinario. También recuerdo la tristeza tras nuestra derrota contra Francia, pero luego de batir a Holanda en el partido por el tercer lugar, la alegría fue inmensa, relató Luka Modric, figura del Real Madrid y de Croacia, para la página oficial de la FIFA quien, años más tarde, en el Mundial de Rusia 2018, llegaría a la final con su Selección en otro hecho histórico para el fútbol de su país.

El coronavirus desnuda una nueva problemática para las boxeadoras

En abril de 2014, cuando Erica Farías (de blanco) perdió el título mundial frente a Delfine Persoon (de rojo).

Por Thomas Martínez

El coronavirus llegó para cambiar el mundo. Miles de millones de personas están en aislamiento social alrededor del planeta. El deporte y sus actores principales no quedaron exentos a esta alteración en la vida cotidiana. Las federaciones y asociaciones se vieron obligadas a tomar medidas acorde al contexto. Con errores y aciertos resolvieron cuestiones que en algunos casos fueron corrigiendo sobre la marcha.

Los deportistas sufren las consecuencias en su estado físico y en la práctica de su actividad. Es habitual ver videos en las redes sociales de ellos entrenando. El espectador se inmiscuyó en su vida íntima, por lo que se visibilizaron las diferencias entre los deportistas de elite, quienes tienen hasta un gimnasio en sus hogares, y aquellos que carecen de material para realizar su entrenamiento. Está claro que al volver a la actividad no todos estarán en igualdad de condiciones. Las boxeadoras argentinas son un caso más de esta situación.

Soledad Matthysse, campeona peso pluma de la FAB y excampeona mundial AMB y CMB, revela que en lo deportivo se vio afectada: “El entrenamiento se divide en dos etapas. Por la mañana, la física, y a la tarde, la técnica. Para el segundo turno no tengo muchos elementos para seguir la rutina, pero una se la rebusca”.

Matthyse, aparte de boxeadora, es portera de una escuela primaria en su provincia natal (Chubut), trabajo por el que recibe un sueldo que la ayuda a sostenerse. Además, cuenta con una beca del municipio en el que vive. Por su parte, no sufre notablemente su economía, pese a que las boxeadoras cobran por pelea realizada. Asegura que desde la Federación Argentina de Boxeo (FAB) nadie se contactó con ella para ver si necesitaba algo: “Como no estamos asociados con ningún promotor es mucho más difícil. Así lo creo yo, que cuando era campeona mundial me ayudaban con elementos de vez en cuando”.

También, la campeona argentina Iara Altamirano cuenta que hace más de un año vive con su pareja, Jeremías Ponce, campeón mundial IBO, y que juntos solventan los gastos generales. Al igual que a Matthysse, desde la FAB nadie se le acercó para ayudarla y opina que de ser así no estaría mal.

Prueba de la diferencia que hay entre distintos deportistas es Érica La Pantera Farías, excampeona mundial CMB, quien tiene otros ingresos como el de directora de una escuela de San Fernando y el de su barbería, que en este momento se encuentra inactivo. “Mis representantes están pendientes de mis necesidades y no perdí contacto con ellos. La verdad que no me faltan elementos. Calculo que con lo que está pasando hay muchas que no deben contar con materiales y sería una buena idea que las puedan ayudar. Lo veo bien desde ese punto. Sería bueno ayudar a chicas que lo necesiten”, manifiesta Farías.

El virus desnudó nuevas necesidades que trascienden los géneros. La incertidumbre de la continuidad del aislamiento social provoca la dificultad del desempeño en las actividades de los deportistas que tienen menos recursos. La pasión por lo que realizan es lo que los mueve a resolver estas adversidades que, al fin y al cabo, afectan su ingreso económico y, en un futuro, se verán reflejadas en la competencia.

Morir por una patada: la historia de Eduard Dubinsky

Por Celeste Femia

La Unión Soviética se coronó campeón de la primera edición de la Eurocopa en 1960 y en ese torneo fue que Eduard Dubinsky comenzó a ganarse el espacio en la selección. Gavriil Kachalin, entrenador de la URSS en ese momento, comenzaba a hacer unos pequeños retoques de cara a la Copa del Mundo de Chile en 1962. Así fue cómo comenzó a ser citado y rápidamente pasó a ser una de las atracciones que presentó el Ejército Rojo, en sus alineaciones.

Morocho, no tan corpulento, pero fuerte y aguerrido. 174 centímetros de altura. Kachalin le dio la oportunidad como lateral titular. La Unión Soviética era una de las selecciones favoritas, ya que venía de ganar la Eurocopa, jugando la final ante Yugoslavia, país con el que abrió la Copa del Mundo en 1962. Enorme ilusión para Dubinsky, que se apagó en cuestión de minutos.

Era la revancha entre los que podían considerarse los dos mejores equipos del Viejo Continente, Unión Soviética – Yugoslavia, (junto a España y Checoslovaquia). Poco antes del descanso se produjo una escena que con el pasar de los años terminaría siendo fatal. Dubinsky fue a despejar un balón en su zona del campo. Al cruce apareció el bosnio Muhamed Mujic, quien no frenó la carrera pese a que ya no tenía opción de frenar la jugada y se lanzó con vehemencia en dirección a la pierna derecha del rival. El resultado fue una estremecedora fractura de tibia y peroné para Dubinsky.

El árbitro, que había perdido de vista la jugada, no marcó ni falta. Fueron los propios compañeros de Mujic los que lo sacaron del campo por la acción que acababa de cometer. Destrozado, el lateral nacido en territorio ucraniano fue asistido entre muchos gestos de dolor. El Mundial ya se había terminado para él y su carrera quedaba en suspenso.

Nacido el 6 de abril de 1935 en Kharkiv, Ucrania, país que en ese momento pertenecía a la Unión Soviética y proveniente de una familia judía y con pocos recursos económicos, Dubisnky decidió ingresar al ámbito futbolístico. Comenzó haciéndolo en Lokomotiv Kharkiv, equipo de su pueblo, donde desde el primer día se ubicó en la defensa como lateral derecho y ese fue el puesto del cual se adueñaría.

Era rápido, activo, dinámico y muy eficaz, lo que llevó a que otros equipos pusieran los ojos en él. Al año siguiente, el ODO Kyiv se hizo de sus servicios. En este equipo fue en el cual su carrera explotó y empezó a dar a conocer su gran talento. A mitad de temporada, ODO Sverdlovsk le ofreció una gran suma de dinero y Dubinsky cambió de camiseta. Tiempo después apareció CSKA de Moscú, y emigró al equipo ruso. Serio dentro y fuera del campo de juego, se convirtió en capitán y referente del equipo, estuvo siete temporadas en las que jugó 112 partidos y marcó sus primeros tres goles como profesional. Sin embargo, el CSKA estuvo varios años sin ganar títulos y los entrenadores cambiaban con frecuencia.

Habiendo dejado atrás su lesión, fue capaz de volver a jugar trece meses después pero su nivel ya no fue el mismo. Tampoco Mujic regresó a la escena internacional, repudiado en su país por la salvaje entrada. En 1964, se marchó a Hungría, más exactamente al KFK YuGV en el cual no jugó ningún partido a causa de su vieja la lesión. Tiempo después fue fichado por el SKA Odessa donde volvió con su ritmo para jugar 14 partidos y marcar un gol. En sus últimas dos temporadas como futbolista, estuvo en el Metallurg Lipetsk y no jugó ningún partido.

En 1968, con 33 años, se le diagnosticó un sarcoma debido a la mala curación de las heridas que le produjo la fractura de 1962. Fue operado en varias ocasiones hasta que los médicos no tuvieron más alternativa que la de amputarle la pierna izquierda. Las complicaciones posteriores llevaron un año después, con solo 34 años, a su muerte.