sábado, octubre 12, 2024

Jorge Campos: todo un personaje

Por Lucas Accinelli

Muchas veces hemos visto cómo algunos futbolistas se desempeñaban en una posición y luego empezaron a jugar en otra. Un ejemplo puede ser el caso de Jordi Alba, que solía jugar de extremo izquierdo pero empezó a desempeñarse más como lateral. Sin embargo, no hubo un caso más particular que el del mexicano Jorge Campos, que empezó su carrera futbolística como delantero y se convirtió en arquero.

De tez oscura y con una mirada desafiante que demostraba audacia, “el brody”, como se lo conocía, volaba de palo a palo y sacaba pelotas “imposibles”. A pesar de medir sólo 1.68 metros, su estatura nunca fue un impedimento para destacarse bajo los tres palos, e incluso, muchos lo consideran el mejor arquero en la historia de su país.

Pero no solo se destacaba en la cancha por sus atajadas, sino que durante su trayectoria también llamaba la atención con sus buzos de arquero de colores chillones (verde, amarillo limón y rosa) y diseños peculiares que él mismo hacía. Según él, se inspiraba en el mar, el atardecer y las playas de su ciudad natal, Acapulco.

“El acapulqueño volador” hizo su debut profesional en 1988 en el club Pumas UNAM. En ese entonces, el arquero titular del equipo era Adolfo Ríos, por lo que Campos pidió jugar de delantero para así tener más posibilidades de entrar en los partidos: “En ese momento sabía que esas oportunidades de jugar iban a ser difíciles. Adolfo tenía más experiencia”, reconoció.

Tuvo grandes temporadas como delantero, como la 1989-1990, en la que marcó 14 tantos que le permitieron competir por el título de máximo goleador de la liga, aunque al final se lo llevó el argentino Jorge Comas.

A pesar de su gran desempeño frente al arco, él sabía muy bien que su vocación estaba debajo de los tres palos. Tras la salida de Ríos a fines de 1990, Campos quedó como el arquero titular de Pumas, tuvo un rendimiento espectacular y llegó a ganar el Citlalli al Mejor Portero de la liga de México por tres temporadas consecutivas.

Sus grandes cualidades para atajar lo llevaron a ser convocado a la Selección mexicana en tres mundiales: 1994, 1998 y 2002, aunque fue titular solo en los dos primeros. Hay una anécdota sobre una “travesura” que hizo antes del comienzo de la Copa del Mundo jugada en Francia, la cual casi le cuesta su participación del certamen.

En el partido primer partido de México en el campeonato, Campos intentó engañar a la FIFA y a los dirigentes para utilizar un buzo de arquero negro que Nike le había diseñado. En ese entonces, ABA Sports era la marca de la Selección mexicana, por lo que tenía prohibido usar indumentaria de cualquier otra empresa.

El máximo ente del fútbol internacional se dio cuenta de esto y regañó a la Federación Mexicana de Fútbol (FMF) por esta irresponsabilidad. Ese comportamiento enojó a los directivos y al entrenador de México, Manuel Lapuente, que pensaron en no permitirle jugar el primer partido a Campos, e incluso más. Sin embargo, no hubo suspensión alguna y el nacido en Acapulco defendió el arco mexicano hasta la eliminación de su Selección frente a Alemania en los octavos de final.

Una leyenda mexicana que solo jugaba por amor al deporte y se notaba con esa gran sonrisa de niño que se le dibujaba en la cara con cada vez que hacía un gol o una atajada. Él nunca vio al fútbol como un trabajo: “A veces te anotan y te ríes o te meten un gol y te da risa. No siempre vas a meter y atajar todo. Entonces, en esos momentos de nerviosismo me relajo y me río porque no voy a llorar”.

 

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