jueves, julio 17, 2025
Home Blog Page 141

Pat Riley: el capo detrás del éxito de Miami Heat

Por Ramiro Ohana

Seis años después de la última final del trío LeBron, Wade y Bosh, Miami Heat vuelve a pelear por el anillo de la NBA con un equipo completamente distinto, sin ninguna superestrella y basado en la solidaridad y la fuerza de conjunto.

Quinto clasificado del Este en la fase regular, el Heat fue la gran sorpresa de los playoffs en la burbuja de Disney World pero que, desde del miércoles, tiene la prueba de fuego en las finales ante el propio LeBron James, que ahora es el líder de los Lakers junto a Anthony Davis.

El Heat enfrentó un duro proceso de seis años cuando se desarmó el Big Three en 2014 con el regreso de LeBron a los Cavaliers, quedándose fuera de playoffs en tres de ellos. Pero poco a poco el equipo reclutó las piezas faltantes y así asombrar a la NBA al eliminar a los Milwaukee Bucks de Giannis Antetokounmpo, los mejores de la fase regular, y el pasado domingo a los Boston Celtics en las Finales de la Conferencia Este.

Pat Riley, mítico entrenador de los Lakers de Magic y Kareem con los que consiguió cuatro anillos entre 1982 y 1988, ha sido el arquitecto de la transición de Miami como presidente del equipo, con Erick Spoelstra ejecutando el plan desde el banquillo.

Con sus trajes impecables y el pelo peinado hacia atrás con gel, Riley da la impresión de ser el “capo” de la NBA, alguien que mueve los hilos por detrás y que generó la envidia de todos en el verano del 2010, cuando logró conformar el Big Three de LeBron, Wade y Bosh. Decir que el Padrino ayudó a construir de cero a lo que hoy asociamos con Miami Heat puede sonar a una exageración, pero en muchísimos aspectos la franquicia es Pat Riley desde que sus caminos se juntaron 25 años atrás.

El neoyorquino llegó al Heat en apenas su octavo año de existencia en la NBA (1995) y con un detalle importante: en las siete campañas previas, no había ganado ni una sola serie de playoffs. El Riley que arribó a Miami en 1995, como técnico y presidente, era uno muy diferente al que se había visto como entrenador de los Lakers en los ‘80 y que redefinió su estilo de juego en su etapa con los Knicks (1991-95): un básquet mucho más lento y físico, con un claro énfasis en el costado defensivo al tener jugadores tan grandes y pesados como Patrick Ewing, James Donaldson, Anthony Mason, Tim McCormick y Herbert Williams.

Si bien ese estilo no le había alcanzado para conseguir el quinto título de su carrera, básicamente por la presencia de los Bulls de Michael Jordan, sí había sentado las bases de la identidad que rápidamente lograría darle al Heat.

Ya al mando del equipo, Riley realizó en 1995-96 movimientos inesperados que definirían los próximos años de Miami: en noviembre mandó a Glen Rice, jugador franquicia hasta ese entonces, a Charlotte a cambio de Alonzo Mourning, mientras que en febrero traspasó a Kevin Willis a Golden State a cambio de Tim Hardaway.

Los canjes no tuvieron un impacto inmediato ese año. El Heat terminó con marca de 42-40 esa temporada y fue barrido en primera ronda por los Chicago Bulls. Pero con la incorporación de Jamal Mashburn en la temporada siguiente, el conjunto de Florida se asentó como candidato a partir de ese año.

La nueva columna vertebral del Heat no conseguiría ningún campeonato, pero sí le daría a la franquicia una visibilidad que no había tenido hasta 1996/97: 61 partidos ganados de temporada regular hasta llegar a las Finales del Este, donde volverían a ser víctima de los Bulls de Jordan. La nueva fórmula impuesta por Riley daba sus frutos: juego físico, ritmo exigente, intensidad defensiva y el pívot Mourning como figura central del ataque.

El Heat ganó más del 60% de sus partidos en las siguientes cuatro campañas y en todas ellas finalizó en el Top 8 en cuanto a eficiencia defensiva y entre los cuatro últimos en cuanto a ritmo de juego. El problema fue que, a diferencia de lo que había ocurrido en la postemporada de 1997, nunca pudieron triunfar en playoffs como aquel año: perdieron en la primera ronda de 1998, 1999 y 2001, mientras que cayeron en las semifinales del 2000.

La gota que colmó el vaso fue cuando Miami no ingresó a playoffs en el 2002 ni en el 2003. Ya con Mourning complicado por lesiones y problemas de riñón, el equipo bajó el nivel y apenas consiguió 36 y 25 victorias respectivamente en aquellas campañas, algo que llevaría a Pat Riley a dejar su cargo como entrenador para enfocarse en su rol como presidente.

Su nueva etapa como mandatario de la franquicia fue mejor de lo que se esperaba tras elegir a Dwyane Wade en la quinta posición del draft de 2003 y firmar a un desconocido ala-pívot llamado Udonis Haslem, quien venía de jugar en el básquet francés, dando comienzo así la segunda era del Heat.

La llegada de Wade a South Beach dejó por sentado que Miami se había ganado la lotería con su elección, quien como novato promedió 16.2 puntos en la fase regular y 18 en la postemporada para alcanzar las Semifinales del Este con Stan Van Gundy en el banco. Haslem tampoco pasaría desapercibido para el nuevo coach, pese a ser un jugador no drafteado, y en tan solo meses se ganó la titularidad con su aporte defensivo.

Algo que caracterizó siempre al Padrino Riley desde su llegada al equipo fueron los movimientos arriesgados y las apuestas fuertes. Tal es así que en la actualidad tanto él como Erik Spoelstra (entrenador de Miami) se negaron, desde 2008, a la estrategia basada en perder partidos para tener mayores opciones de reclutar a las mejores promesas en el draft, algo que llevan a cabo la mayoría de las franquicias cuando su equipo se queda sin chances de entrar a playoffs.

Riley no la pensó dos veces y en 2004 comenzó a mover los hilos: en julio de ese año mandó un paquete que incluía a Caron Butler, Lamar Odom, Brian Grant y un par de picks a Los Angeles, a cambio de nada menos que Shaquille O’Neal, que venía de ganar tres anillos con los Lakers.

Con Shaq y Wade como pilares, Miami volvió a ser candidato en la liga. Alcanzó Final del Este en el 2005 y llevó al campeón Detroit a siete partidos. Sin embargo, entre aquella derrota en el Juego 7 frente a los Pistons y un irregular inicio de la temporada 2005/06, Van Gundy dejó su lugar en el banco y el propio Riley lo volvió a ocupar. Otra vez el Padrino volvía a cumplir la doble función de entrenador-dirigente.

Con Riley en el banquillo, el Heat recuperó su identidad defensiva y tras vencer a Chicago (sin MJ) y New Jersey en las primeras dos llaves de playoffs, se cruzó en la definición del Este con un viejo conocido: los Detroit Pistons. Solo que esta vez los Bad Boys se enfrentaron con la dupla Wade-O’Neal y Miami terminó imponiéndose por 4-2, para llegar así a las primeras Finales de su historia.

En las finales del 2006, esperaban los Mavericks de Dirk Nowitzki y, tras estrenarse con un 0-2 en contra, los de la Florida ganaron cuatro partidos de manera consecutiva, para conseguir su primer Larry O’Brien y el quinto para Riley como técnico. La característica defensiva del equipo de Pat fue fundamental en ese campeonato: dejaron a Dallas, un equipo que promediaba 99,1 puntos por partido, en apenas 90,5 tantos en los cuatro últimos partidos, mientras que Dirk, marcado por Haslem, solo pudo lanzar un 39% de campo y un 25% en triples.

Quien supo ser el entrenador del año en tres ocasiones (1990, 93 y 97), seguiría al frente de Miami por dos temporadas más, sin poder replicar el éxito de la campaña anterior. En los playoffs del 2007 quedaron eliminados en primera ronda por Chicago, mientras que en 2008 acabaron con el peor registro del certamen (15-67), con Wade lesionado y Shaq siendo traspasado a Phoenix.

Después del éxito volvieron las decepciones y Pat abandonó definitivamente el banco del Heat, que quedó en manos de Spoelstra, quien llevaba trabajando en diferentes roles dentro de la organización desde hacía más de una década.

La llegada de Spoelstra marcaría la época dorada de Miami en la NBA. Pero como toda nueva etapa, lleva su proceso de adaptación y no fue la excepción con el nuevo entrenador: en sus dos primeros años y con Wade en su mejor nivel, el Heat volvía a fallar en playoffs y en ambas campañas quedaron eliminados en primera ronda ante Atlanta y Boston respectivamente.

Pero llegó el verano de 2010, donde no solo cambió el futuro del Heat, sino el de la historia de la liga en general, con la famosa Decisión de LeBron James (algo parecido a cómo anunció Messi su estadía en el Barcelona a través de Goal) de llevar sus talentos a South Beach, juntándose con Wade y Chris Bosh y así formar el famoso Big Three.

Con tres jugadores de ese calibre, era esperable que Miami tuviera una de las mejores ofensivas de la liga. Y así ocurrió. Guiados por la estrategia de Spoelstra y la filosofía de Riley, el Heat también se transformó en una escuadra dominante del básquet que vemos hoy en día.

Fueron de los primeros equipos que apostaron por el small-ball: un estilo de juego que hizo desaparecer los roles tradiciones y cuya principal característica es la falta de juego dentro de la pintura. Su principal fortaleza está en el perímetro, donde existe una constante rotación que busca desorganizar al rival. El rápido movimiento del balón busca dos opciones: llegar a la pintura sin marca alguna para hacer la bandeja o tener el espacio para el triple. Los Warriors de Steve Kerr son el claro ejemplo de esta forma de jugar con Stephen Curry y Klay Thompson como ejes.

Al igual que sus versiones anteriores, este Miami duró menos de lo esperado: fueron solo cuatro años hasta que LeBron decidió volver a Cleveland. Sin embargo, el balance fue el mejor desde su creación (1988): cuatro finales y dos nuevos campeonatos, con las consagraciones en 2012 y 2013. Tres estrellas, tres etapas y tres anillos para la franquicia en solo siete años.

Wade, que había sido el líder del primer campeonato de los Heat en 2006, se marchó de Miami un año y medio después de James para una breve estancia en Chicago y Cleveland antes de volver al equipo de su vida para retirarse el año pasado. El que tuvo un “retiro” más desapercibido fue Bosh que, con problemas de coágulos de sangre, no volvió a jugar desde 2016.

Pero así como sus tres eras anteriores comenzaron con la incorporación de un All-Star, algo muy similar ocurrió en el 2019, quizá a menor escala: el fichaje de Jimmy Butler, sumándose a una base que ya contaba con piezas como Goran Dragic y Bam Adebayo, y que a la vez encontraría jóvenes promesas como  Tyler Herro, Duncan Robinson y Kendrick Nunn.

La química entre todos ellos no pudo ser mejor desde el primer momento, siempre manteniendo esa identidad que se empezó a forjar en 1995. Es que en 24 de las 25 temporadas de Riley, el Heat jugó a un ritmo más lento que el promedio de la liga y en 23 de las 25 tuvo un rating defensivo superior a la media.

Que Miami haya llegado a su sexta Final de NBA no es casualidad. Siendo la cuarta mejor defensa de los actuales playoffs, el nuevo equipo ganador construido por Riley se basa en su olfato para detectar el talento joven. Eso lo llevó a apostar, con el pick número 14, en el draft del 2017 por el pívot Adebayo, que hoy promedia en la postemporada 18.5 puntos, 11.4 rebotes, 4.9 asistencias y 0.9 bloqueos.

Mientras que en la previa de la vigente campaña y con el pick número 13, Riley volvió a acertar en el draft al elegir al escolta Herro, que a sus 20 años lleva promediado 16.5 puntos, 5.5 rebotes, 3.9 asistencias y 37.8% en triples. Por fuera del draft, donde es muy complicado encontrar jugadores válidos para la NBA, Miami detectó a dos jugadores importantes en este curso, los escoltas Robinson y Nunn, segundo mejor novato de la temporada.

El capo y Padrino de la NBA lo volvió a hacer. Seis años después de la reconstrucción post Big Three, Riley llevó a su Miami Heat hasta final de temporada con la posibilidad de conseguir el cuarto campeonato en la historia de la franquicia con varias “vendettas” personales de por medio. Ya cobró la primera ante los Celtics (eterno rival cuando era entrenador en Los Angeles) en las Finales de Conferencia y ahora quiere una por partida doble: LeBron y los Lakers.

Gimnasia: una nueva ilusión se enciende en el Bosque

Por Sol Pochettino

Terminó la espera para las Triperas y el nuevo cuerpo técnico. Luego de trabajar los primeros tres meses virtualmente, podrán empezar a plasmar su idea institucional y futbolística en la cancha. “Conocí un equipo con ganas de aprender, muy predispuesto a conocernos y a la hora de entrenar. El comienzo no ha sido fácil ya que no es común asumir al cargo en medio de una pandemia y a través de celulares y computadoras, pero pudimos adaptarnos y encontrar una buena dinámica de grupo”, expresó Mariano Maida, el flamante entrenador del Lobo.

Por su parte, la delantera Lali Esquivel declaró que la exigencia y la intención de ser protagonistas del CT generó desde el primer momento buenas expectativas y ansiedad por llevar al césped su identidad de juego. Lucía Guiñazú, extremo derecha, afirmó que tenía “muy buenas referencias de Maida”, lo que la llenó de entusiasmo por conocer su equipo y formas de trabajo.

El también director técnico del primer plantel de futsal masculino, remarcó que los objetivos a corto plazo están relacionados con ayudar a las jugadoras a transitar el cambio de amateurs a profesionales, y en segunda instancia, lograr instalar una metodología de entrenamiento. Respecto a un posible torneo con inicio en noviembre, sostuvo que las metas deportivas serían definidas junto con las futbolistas, para que la búsqueda sea en común. La número 10 de Gimnasia deseó la realización de la competencia, con el fin de que sirva de preparación para pelear los primeros puestos en el próximo campeonato.

La idea de juego que Maida y su cuerpo técnico intentarán transmitirles a las jugadoras será la de “un equipo protagonista, competitivo, que pretenda jugar en todas las canchas y que recupere rápidamente la pelota”.

Para Guiñazú, hoy resulta fundamental haber logrado mantener la base del plantel durante los últimos dos años de la disciplina y consideró haberlo aprovechado y potenciado. “El grupo está muy motivado de cara a lo que viene y con intenciones de ir por más. En el torneo pasado sufríamos altibajos en los partidos y ahora buscaremos poder sostener la concentración e intensidad los 90 minutos”, manifestó. En cuanto a lo personal, en lo inmediato le interesa mejorar la técnica individual y el rendimiento futbolístico, con la ilusión de tener un futuro en la Selección Argentina.

Más allá de tener muy buenas jugadoras, Esquivel enfatizó en que lo más valioso de las Mens Sana es el grupo y la energía. Además, agregó: “Podemos mejorar aún más si logramos la mejor versión de cada una, para explotar al máximo todas las herramientas”.

La Manada ya cuenta con las incorporaciones de Camila Uzqueda, Paulina Tévez, Natasha Serqueira, Maylis Gissi y otra futbolista que está al caer. Además, Brenda Caminos, Micaela Lambaré y Sol Pochettino fueron promovidas desde la Reserva. El ex ayudante de campo de la Séptima División en AFA y ex DT de dicha categoría en Metro, no cerró las puertas a seguir reforzándose, sin embargo, aseguró contar con “un gran plantel y variantes suficientes para armar un equipo competitivo”.

Con su trayectoria como entrenador de planteles masculinos, Maida explicó que, al recibir la propuesta de conducir al femenino, le atrajo que se encontrara en un momento similar al que estaba el futsal cuando le tocó asumir, intentando conseguir la profesionalización. “La disciplina está en auge y asumimos el desafío convencidos de que vamos a poder aportar nuestro granito de arena. Buscaremos convencer de la metodología de entrenamiento y así contribuir a su crecimiento y al proceso formativo de cada jugadora. Queremos profesionalizar todas las áreas del femenino en el Club”, concluyó.

De ser salvado a salvar vidas

Por Facundo De Lillo

Mirar la vida a través de la pantalla de un ecógrafo para detectar males del corazón se ha convertido en el quehacer diario del cardiólogo pediátrico uruguayo Roberto Canessa, más conocido por ser uno de los supervivientes del accidente aéreo de los Andes en 1972. Hoy confiesa que ese suceso lo inspiró para salvar vidas y utiliza los acontecimientos ocurridos en esa tragedia como herramientas para superar situaciones de su profesión.

El 13 de octubre de 1972, el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, con 5 tripulantes y 40 pasajeros a bordo, partió desde el Aeropuerto Internacional de Carrasco (Montevideo, Uruguay), con el objetivo de arribar al Aeropuerto Internacional Comodoro Arturo Merino Benítez, ubicado en Santiago, la capital de Chile, donde el equipo de rugby Old Christians (club de exalumnos del Colegio Stella Maris de Montevideo y del cual Canessa formaba parte) se enfrentaría contra Old Boys. Hubo un problema, el avión se estrelló en la Cordillera de los Andes. De los 45 viajeros iniciales, 27 sobrevivieron después del impacto, luego 8 murieron en un alud, y más tarde morirían 3 por causas naturales. 

A pesar de que no disponían de ropa abrigada ni del calzado adecuado, los supervivientes se organizaron para soportar las bajas temperaturas en lo alto de la montaña. La figura del estudiante de segundo año de medicina -con tan solo 19 años- fue fundamental, puesto que diseñó un sistema de supervivencia con los elementos que los rodeaban: desde la fabricación de guantes con los forros de los asientos del avión hasta las botas con los cojines de los mismos. Luego de 72 días, faltando poco para navidad, Canessa y Fernando Parrado (compañero del club) habían salido a inspeccionar y se toparon con un arriero chileno, llamado Sergio Catalán, que fue en busca de ayuda y dio comienzo a una operación que terminó con el rescate de las 16 personas.

Hoy Roberto Canessa se desempeña como cardiólogo pediátrico y durante la pandemia encabezó un equipo de expertos que desarrolló un innovador respirador mecánico artificial.

Hoy el reconocido cardiólogo, quien fue galardonado tres veces con el Premio Nacional de Medicina en Uruguay y en 2015 fue designado Honorary Fellow of the American Society of Echocardiography, utiliza lo vivido en esa tragedia para afrontar situaciones en el trabajo y confiesa que la simbólica ‘caída del avión’ está en la enfermedad de un hijo o en la desgracia que ronda a los humanos. Canessa no propone una vida acobardada por estas hipótesis, sino un recorrido que exprima cada momento como si fuera el último. “Vivimos tan inconscientes de lo vulnerables que somos…”, dice. También compara la sensación que tuvo cuando fue sepultado por el alud de nieve con lo que deben sentir los bebés que atiende, que lo miran para agarrarse a la vida y tiene como único hilo de comunicación su mirada, porque los ojos son la ventana de la mente.

De esta manera Canessa enfoca su profesión. Actualmente trabaja en el Hospital Italiano como director del Departamento de Ultrasonido Cardíaco y del Departamento de Diagnóstico prenatal de enfermedades cardíacas congénitas. A su vez, imparte cursos de posgrado en Cardiología Pediátrica en la Facultad de Medicina de Uruguay y dirige la evaluación no invasiva para el Programa de Donantes de Trasplante de Corazón, así como la investigación en el programa de Cardiología Fetal. Además, dicta conferencias de liderazgo para empresas y acompaña el trabajo voluntario de madres y familiares de chicos con cardiopatías congénitas, quienes crearon la Fundación Corazoncitos, una organización sin fines de lucro que tiene por objetivo apoyar a niños con cardiopatías congénitas en Uruguay.

Ser reconocido le dio lugar a poder presentarse como candidato por el Partido Azul en las elecciones de 1994 por la presidencia de Uruguay, pero no logró ganar. En 2019, el excomandante del ejército Guido Manini Ríos le ofreció la postulación a la Vicepresidencia de la República por el partido Cabildo Abierto, Canessa lo rechazó.

El doctor también tiene su lado artístico. En 2016 publicó un libro llamado “Tenía que sobrevivir”, un iluminador relato de esperanza y determinación, solidaridad e ingenio, que aporta una nueva perspectiva a una historia mundialmente conocida. “El libro te permite volver a sentir esa situación que te hace valorar la vida de una manera diferente, no hay que esperar a que se te caiga el avión para darte cuenta de lo bien que estabas”, aconseja el doctor, convencido de que cuando la mayoría de la gente habla de vivir ‘en crisis’ hablan de conceptos materiales que no son tan importantes. “La vida nos da más de lo que necesitamos y hacemos menos de lo que podemos”, concluye.

Por otro lado, mientras el coronavirus azota al mundo y a su país natal, con su colega Daniel Murillo, el médico y exrugbier, encabezó un equipo de expertos que desarrolló a contrarreloj un innovador respirador mecánico artificial. A través de este original equipo de transición para ventilación invasiva (endotraqueal), el paciente puede recibir oxígeno en forma automática.

Al igual que en 1972 el cardiólogo se propuso ver qué puede hacer para ayudar a combatir la pandemia y no sentarse a esperar los helicópteros.

Lewandowski: una familia dedicada al deporte

Por Alan Vassallo

Robert Lewandowski es el jugador del momento. El goleador del Bayern Múnich alzó la Supercopa de Europa, el cuarto título del equipo en 2020 tras haber ganado la Bundesliga, la Copa de Alemania y la Champions League. Por dicho motivo, y por ser el máximo artillero en las últimas tres competiciones mencionadas, el polaco es el gran favorito de los nominados al premio como ‘Mejor jugador de la UEFA’, donde comparte la terna con el arquero alemán y su compañero Manuel Neuer, y el belga Kevin De Bruyne, del Manchester City. 

El futbolista de 32 años se destaca por su fuerza física y rapidez mental, cualidades típicas de su familia. Su padre, Krzysztof Lewandowski, que falleció cuando Robert tenía tan solo 15 años, fue un destacado campeón de judo y hasta logró ser futbolista profesional.  De pequeño le enseñaba técnicas de lucha que se utilizan en las artes marciales, pero el delantero del Bayern las aprovecha para escapar de los defensas. Cuando Krzysztof vio que a su hijo no le interesaba ni el atletismo ni el judo, lo anotó en el club polaco Partyzant Leszno, donde dio sus primeros pasos con la redonda.

Por otra parte, la madre del goleador polaco, Iwona Lewandowska, fue una destacada voleibolista profesional del club AZS Varsovia y llegó a ser vicepresidenta del Partyzant Leszno. Ella acompañó y defendió a Robert toda su infancia, ya que de pequeño los compañeros lo cargaban por ser muy flaco y lo tildaban de “debilucho”, sin imaginarse en lo que se convertiría. 

La hermana del delantero, Milena Lewandowski, fue una voleibolista profesional, al igual que su madre. En su juventud era una de las jugadoras más prometedoras de Polonia, llegando a estar presente reiteradamente en las convocatorias de la selección Sub-21. Milena tuvo una carrera exitosa, siendo una de las deportistas más influyentes en el AZS Politechniki Warszawskiej, pero su carrera pasó a un segundo plano cuando se comprometió con el empresario Radoslaw Miros y tuvo a su primer hijo. 

Como no podía ser de otra manera, el goleador del Bayern Múnich desde 2013 está casado con Anna Stachurska, una atleta profesional polaca que tiene un cinturón negro en la disciplina de karate tradicional. Es ganadora de múltiples campeonatos mundiales y europeos. Su logro más destacado fue la medalla de bronce en el Mundial de Karate en 2009. Actualmente posee su propio programa y blog llamado “Plan Saludable de Ann”, donde enseña distintas clases de dietas, rutinas de entrenamiento y ejercicios físicos, entre otras cosas.

En Polonia, la pareja que conforman Robert y Anna es muy reconocida porque cada uno alcanzó grandes logros en sus respectivas carreras y ayudan a la popularización de la cultura del deporte en el país.  

Lewandowski extrajo lo mejor de cada uno de sus familiares y lo manifestó en el fútbol. Actualmente, junto con el equipo alemán, buscará lograr el “sextete” y en lo personal, consagrarse como el mejor jugador del mundo en la temporada 2020.

Aldana Cometti: “Cumple sus sueños quien lucha”

Por Tomas Scurnik

Su familia, fanática de River, le inculcó mucho amor por el deporte, y principalmente su papá, con el que aprovechaba para patear la pelota cuando salía a pasear a su perra junto a él y su hermano.

Aldana Cometti nació el 3 de marzo de 1996 en Caballito, tiene 24 años y acaba de firmar con el Levante de España. Además, lleva un Mundial en su espalda con la Selección argentina, aquel histórico de 2019,en el cual se consiguió el primer punto en una competencia de ese calibre.

En aquella Copa del Mundo se ganó fama de “Cindy”, como la apodaron sus compañeras, luego de que perdiera un diente al chocar con una jugadora del equipo rival en el debut frente a Japón, que terminó en empate a cero. Otro apodo con la que se la suele reconocer a Cometti es el de “La Chueca”.

Aldana Cometti durante el partido frente a Japón, en el Mundial de Francia 2019. Foto: Instagram.

El amor por el deporte va más allá del fútbol. Empezó a jugar en Excursionistas a los 9 años, aunque luego cambió por el hockey, en el que se desempeñó en Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA). La joven futbolista pasó por varios clubes argentinos y, entre ellos, estuvo en tres de los equipos grandes: Independiente, River y Boca.

En 2014, cuando era jugadora del Xeneize, fue convocada por la Selección argentina para disputar los Juegos Sudamericanos ODESUR, que fueron realizados en Santiago de Chile. Argentina ganó el oro en aquella edición tras vencer a Brasil en la semifinal y ganarle en la final a las locales por 2 a 1. A partir de aquella convocatoria se consolidó con la albiceleste. 

En 2016 dejó Boca y tuvo un breve paso por el Granada de España, que se encontraba en la segunda división, y luego llegó al Atlético Huilla de Colombia, con el que obtuvo la Copa Libertadores 2018. Ese mismo año fue contratada por el Sevilla, del cual se desvinculó hace unas semanas para convertirse en nueva futbolista del Levante, en el que compartirá plantel con su compatriota Estefanía Banini.

Cometi junto a la capitana de la Selección, Estafanía Banini, con quien compartirá el plantel del Levante en la próxima temporada.

Su tía, Norma Cometti, relató una anécdota de cuando fue con la futbolista y su hermano de vacaciones a Brasil y ellos remataban el balón desde la orilla del mar y luego lo iban a buscar nadando. Norma, trabajadora de la mercería familiar de Corrientes y Salguero, contó: “Todos se acercaron a la orilla porque no podían creer que una chica tan chiquita tirara la pelota 100 metros para adentro del agua y además, a la noche, cuando fuimos al centro, preguntaban si era la chica de la playa”.

“La Mariscala de la defensa”, como la apodó el entrenador de le Selección, Carlos Borrello, tuvo a lo largo de su vida varias luchas contra el sistema machista. La número 6 de Argentina escribió el cuento “Lo bailado” en Pelota de papel 3, libro que contiene historias escritas por futbolistas mujeres. En el relato redactó la frase: “Cumple sus sueños quien lucha”.

Bochini y Messi, vidas marcadas por un solo club

Por Micaela Delzart

El capitán del Barcelona, Lionel Messi, decidió quedarse en el club de sus amores y en donde jugó la mayor parte de su vida. En Argentina, en Independiente, hubo un jugador que ganó todo y nunca se fue de su institución: Ricardo Enrique Bochini.

El máximo ídolo de Independiente opinó sobre la permanencia del capitán del club español y afirmó: “En estos momentos pienso que es lo mejor para Messi, porque la situación como se estaba dando era bastante complicada y él tiene que terminar bien su carrera con el Barcelona. Messi aclaró que el tema fue con el presidente, con quien no estaba bien”.

Perfil bajo como el capitán del Barça, Bochini nunca fue de meterse en problemas mediáticos. No le interesaba la vida privada de los demás: a él solo lo movía la pelota. Tenía una inteligencia para poder parar y ver el juego en un segundo y lograr jugadas que muy pocos preveían. No por nada que es el ídolo de Diego Maradona.

En Argentina hubo varios jugadores que pasaron por un solo equipo en toda su vida. Entre ellos, Antonio “Rata” Rattin (Boca, 1956-1970), Natalio Pescia (Boca, 1942-1956), Reinaldo “Mostaza” Merlo (River, 1969-1984), Miguel Ángel Russo (Estudiantes, 1975-1988), Abel Ernesto Herrera (Estudiantes, 1957-1975), Ángel Allegri (Vélez, 1946-1960), Omar Asad (Vélez, 1992-2000), Carlos Ruiz (Arsenal, 1993-2008), Guillermo Ríos (Independiente, 1984-1997), Víctor Paredes (Atlanta, 1990-2002) y Gastón Turús (Belgrano, 2000- 2016), pero ninguno es tan recordado por esa permanencia como Bochini.

Comenzó a jugar desde chico en el Club Atlético Belgrano de Zárate, pero a los 15 años un exjugador del Rojo, Miguel Ángel Giachello, lo llevó a probarse al club. No lo paró ni siquiera las cuatro horas que tenía que hacer para ir y volver de Zárate a Avellaneda, hasta que se sumó a la pensión del club. Su mundo era el fútbol e Independiente, y lo fue por 19 años.

En la actualidad, es muy difícil retener jugadores, ya sea porque el club necesita dinero, el jugador quiere un mejor contrato o competir en otras ligas, o no se siente cómodo en el equipo. Que un deportista del nivel del excapitán de Independiente se quede tantos años es un logro indiscutible.

“El caso de Bochini es excepcional porque terminó en Independiente. Hay jugadores que están 15 años en un club, pero cuando se retiran van a jugar a categorías más bajas. Lo habitual desde muy temprano, desde antes del profesionalismo, era que los jugadores cambiaran de club. Por eso yo lo tomaría como un caso excepcional, sumado a su talento”, expresa el sociólogo y autor de Historia social del fútbol, Julio Frydenberg.

El ídolo del Rojo jugó 714 partidos y anotó 108 goles. Como en esa época no se llevaban las cuentas como ahora, no se sabe con exactitud, pero se calculan más de 200 pases suyos que terminaron en gol.

Logró conseguir en su carrera cuatro Copas Libertadores (1973, 1974, 1975 y 1984), tres Copas Interamericanas (1973, 1974 y 1976), dos Intercontinentales (1973 y 1984), dos campeonatos de  Primera División de Argentina (1983 y 1989) y dos campeonatos nacionales (1977 y 1978).

Además de su participación en la Selección Argentina, aun con sus altos y bajos con los técnicos, logró conseguir su lugar en el Mundial de 1986 y salir campeón del mundo.

Bochini fue de las personas más importantes para conseguir la mística del club de Avellaneda. Que nunca se haya ido a jugar al exterior tiene muchas explicaciones y una de ellas es que no eran tan populares los traspasos afuera del país. Podemos ver el caso de la Selección Argentina de 1978, en la que el único jugador que estaba en un club extranjero era el delantero Mario Kempes, quien jugaba en el Valencia de España.

“En esos años, el fútbol del exterior era más rústico que el juego de acá. Los jugadores de ese estilo no eran tan requeridos y Bochini se destacaba más por su inteligencia que por lo físico”, explica el autor del libro Partido Rojo, Claudio Gómez.

También era un tema de comodidad. Su familia estaba cerca de él y el club hacía lo posible para que El Bocha tuviera todo lo que pidiera, aunque hubo algunos problemas al final de su carrera con los pagos de su salario. “Ningún presidente hubiera querido haber quedado en la historia como la persona que vendió a Bochini. Haberlo vendido sería una mancha para esos dirigentes”, dice Gómez.

El ex enganche tampoco se fue a ningún otro club de Argentina, aunque aparecieron rumores que lo vincularon con Boca, pero no pasó a mayores. Además, el hincha del Rojo no hubiera permitido que su mejor jugador se fuera. “No me hubiera cambiado en esa época porque Independiente era el mejor equipo de Argentina y Sudamérica, estaba muy cotizado en el mundo, jugábamos cosas importantes y uno estaba muy cómodo con la gente y todo”, argumenta Bochini, y recuerda: “El otro día estaba viendo un reportaje de cuando vine de Italia y le hice el gol a la Juventus. Tenía 19 años, y dije: ‘Me gustaría terminar en este club mi carrera’. Lo dije en el ´73, 17 años antes, y jugué hasta 1990”.

Además del cariño que tenían y tienen los hinchas de Independiente, muchos aficionados de otros clubes lo respetan sin importarles la camiseta. Hasta sus excompañeros lo tenían de referente en el equipo. “Bochini fue mi ídolo de chico, lo veía en la tele de chiquito desde La Rioja y siempre quería jugar como él. Después se cumplió mi sueño al jugar a su lado y salir campeón. Para el hincha de Independiente es Dios. Es su máximo ídolo y nadie lo va a igualar”, comenta Gerardo “La Vieja” Reinoso.

Hubo una sola vez que el jugador no pateó la pelota para el Rojo, sin contar los partidos amistosos, por una gestión rápida de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) y la firma con Barracas, que entonces hacía de local en Bolívar. El 25 de febrero de 2007, Bochini usó la camiseta que debajo de su nombre decía: Homenaje a Barracas Bolívar. Jugó 41 minutos del primer tiempo y término ganando 2-1 frente a Deportivo Argentino de Pehuajó. Igualmente, este partido fue 16 años después de su retiro.

Actualmente, Bochini recluta jugadores en las inferiores del club. El cariño de los hinchas sigue siendo tan grande que tiene su propia calle “Ricardo Enrique Bochini” en la cuadra del estadio. Lo único que ve malo de su época es la poca difusión que había en los medios, pero tampoco niega que sería diferente si él jugara en estos momentos: “Hoy el jugador no aguanta más de uno o dos años porque se tiene que ir por un montón de cosas. El club necesita vender jugadores, los jugadores ganan fortunas afuera, pueden ir con toda su familia y no están tan distanciados como podía ser antes”.

Hoy la mística que dejó el jugador junto a sus compañeros se ve apagada. Los jugadores no están conformes con el club y por eso deciden marcharse. La diferencia que marcó Bochini es enorme. El amor por el club que le dio todo lo pudo más que cualquier otra cosa. Messi tuvo que tomar la misma decisión en Barcelona, con conflictos diferentes, pero sentimientos parecidos.

Sebastián Simonet: “La pandemia me agarró en el mejor momento físico de mi carrera”

Por Ramiro Pucci y Facundo Sprinsky

Sebastián Simonet tenía pensado estar retirado para estas épocas aunque, de un día para otro, una pandemia cambió rotundamente sus planes. El jugador del seleccionado argentino de handball y de S.A.G Villa Ballester había anunciado que se iba a retirar luego de Tokio 2020, pero su postergación para 2021 le hizo poner en duda su participación en el torneo más importante del deporte. Sin embargo, la posibilidad de compartir un Juego Olímpico con sus dos hermanos por primera vez, sumado a la expectativa que tienen sus hijas de volver a verlo jugar ahí, lo mantuvieron motivado y con más ganas que nunca de estar presente.

Es por eso que el 7 veces campeón panamericano y doblemente olímpico con el seleccionado nacional, con 14 años de trayectoria en Europa, se mantuvo entrenando en su casa durante todos estos meses de inactividad, y hace un mes y medio, tuvo la posibilidad de volver a entrenarse con los “Gladiadores”, con la mira puesta en la cita olímpica.

— ¿Cómo estás llevando la cuarentena?

— Bien, la verdad que bien. Ya pasó bastante tiempo y quizás lo más difícil fue al principio, que fue duro porque el último objetivo deportivo que tenía, Tokio, se me vio aplazado, y fue difícil ver cómo iba a seguir. Ahora que volvimos a entrenar estoy haciendo una vida un poco más normal, aunque yo desde principio de año estoy trabajando en la empresa familiar y nunca paramos, así que mi rutina de horarios era más o menos la misma, salvo que no me entrenaba en el club y me entrenaba en mi casa. Por lo que más sufro es por mis hijas, que tienen 4 y 2 años, y siento que están perdiendo un tiempo muy valioso. Pero bueno, remándola. Siempre fui alguien que intentó adaptarse muy rápido a todo y creo que hasta me acostumbré. No me gusta, pero me acostumbré.

— ¿Cómo te entrenaste durante la cuarentena?

— Empecé a hacer entrenamientos a los que no estaba acostumbrado, tipo crossfit, muy funcional, con el peso que encontraba en mi casa. Al principio los entrenamientos virtuales fueron con el club, que fue el que más activo se mantuvo, tres veces por semana. Con la Selección nos derivaron a los clubes, más que nada porque no estaba muy claro cómo íbamos a volver. Así fueron los primeros tres meses. Después tuvimos un par de reuniones y ya arrancamos con algunas rutinas de la Selección, cuando gracias al ENARD (Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo) y a la CAH (Confederación Argentina de Handball) nos pudimos ir armando con discos, barras y algunas cosas que eran más normales para nosotros.

— Los “Gladiadores” fueron autorizados a volver a entrenar gracias a estar clasificados a los Juegos Olímpicos. ¿Cómo fue esa vuelta? ¿Qué protocolos tienen que seguir?

— El protocolo es bastante estricto. Tenemos que llegar cambiados, con nuestra mochila, nuestras toallas, nuestro alcohol en gel, nuestra agua y con barbijo. En la puerta nos toman la temperatura, tenemos que mostrar el permiso de circulación y a partir de ahí, una vez que entramos, lo más duro es ver al CENARD (Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo) vacío. Nosotros estábamos acostumbrados a llegar, saludar a todo el mundo, ver a todos los deportistas, entrenar, que pase alguien en el medio y saludarlo… y bueno, ahora no hay nadie. Hasta la semana pasada hacíamos todo al aire libre. Físico en la pista de atletismo, separados cada dos metros, y cuando nos tocaba correr nos iban largando de a tandas para no cruzarnos y no tener contacto. Todo eso ya sin barbijo, porque correr con barbijo es imposible. Hace una semana empezamos a ir al gimnasio y a entrenar con pelota, pero todo individual, cada uno con la suya. Las veces que lanzamos es al arco libre o contra la pared. Cuando termina el entrenamiento nos tenemos que ir, no nos podemos duchar. La verdad es que ya nos estamos acostumbrando y lo que al principio era un esfuerzo extra ya es algo normal. Estamos viviendo mucho el día a día, viendo semana a semana qué es lo que podemos hacer y qué no, el cuerpo técnico nos está cuidando un montón, no quiere pasarse. Nosotros muchas veces les hinchamos: “Dale, empecemos a tirar al arco, pasemos entre dos por lo menos”. Es más, la semana pasada hicimos unos ejercicios con pelota imaginaria: nos pasábamos la pelota sin pelota, que la verdad es para llorar, más que para reírse. Es todo muy raro, muy distinto a lo que veníamos viviendo.

— ¿Cómo le afectó al equipo la postergación de los Juegos Olímpicos de Tokio?

—Depende del caso. A mí me partió al medio, me vino muy mal, me agarró en el mejor momento físico de mi carrera. Yo tengo 34 años y en ningún momento me encontré tan bien como me encontraba antes de que empezara la pandemia. A otros pibes la verdad que les viene bien para volver a ganar confianza o para recuperarse de alguna lesión. Lo que hay que pensar es que esto le pasó a todo el mundo. Si bien acá estamos más postergados que otros continentes, esto les afectó a todos. Esperamos que por estos lados se pueda solucionar un poquito más rápido la cosa porque ahí sí, si hasta fin de año no competimos los que estamos acá, que somos muy pocos, estaremos en clara desventaja y vamos a tener que esforzarnos el doble o el triple para estar al nivel de los que están en Europa.

— Dijiste que la pandemia te agarró en el mejor momento físico de tu carrera, ¿qué fue lo que te motivó a no bajar los brazos para llegar a Tokio el año que viene?

— Hace poco vi en la tele que repetían mucho los Juegos Olímpicos de Londres y Río. Mi hija más grande, que ya entiende bastante y hasta estuvo en Río, me preguntó varias cosas de los Juegos. Ella estaba súper entusiasmada con que compitiera en el próximo. Me decía: “¿Vas a jugar ahí, en la tele, con Diego y Pablo (Simonet)?”, y le contaba que sí. ¿Cómo me bajo de esa? Ya no me puedo bajar. Poder cerrar mi carrera con otro Juego, con mis dos hermanos al costado, sería la frutilla del postre.

— ¿Tenían alguna fecha programada para juntarse a entrenar con los jugadores del seleccionado que juegan en Europa?

— La primera fecha que tenemos para juntarnos es en la ventana internacional a principios de noviembre, en la que hay programada una gira por Egipto, aunque si hasta ahí no tenemos ninguna competencia dudo que nos quieran llevar, es muy arriesgado. También tenemos otra después de Navidad, en la que tenemos un torneo en Qatar y una gira en Rusia antes del Mundial que es en enero, así que no son muchas las fechas.

—¿Cuáles son los objetivos a nivel grupal y personal de cara al Mundial y a los Juegos Olímpicos?

— El objetivo de Tokio era y seguirá siendo intentar pasar de fase y estar entre los ocho mejores. En el Mundial, que ni sabemos si se hará, queremos estar lo más arriba posible, pero el objetivo principal es Tokio. A nivel personal, no me veo ni me planteo otra forma de estar en el seleccionado que con un papel protagónico, un papel donde sume. El torneo que jugamos en enero creo que fue uno de mis mejores con el equipo, y por eso también estaba tan embalado.

— ¿El retiro va a ser solo del seleccionado o también a nivel clubes? ¿Tenés pensado qué vas a hacer una vez que dejes el handball?

— Seguramente siga jugando a nivel clubes, pero no lo sé, no lo puedo garantizar. Hace bastante que tengo ganas de tomarme un respiro, pero sé que el respiro puede ser entrenarme menos o no estar pensando que dentro de un mes tengo que estar viajando con la Selección a tal lado y ver cómo hace mi mujer para con las nenas y el colegio. Así que bajar esos cambios me va a ayudar a tomar un respiro. Y en cuanto a después del retiro, sí, mi vida está bastante armada ya. Desde principio de año estoy laburando en la empresa de mis viejos y quiero seguir ahí. Con respecto al handball, no sé si voy a seguir como entrenador o como dirigente, no es algo que me quite el sueño ni tampoco me muero de ganas. De todos modos, imagino que no voy a estar desligado al handball, no veo mi vida sin él. Voy a participar en las reuniones que haya que participar. 

— Te fuiste a Europa cuando solo tenías 17 años. ¿Recomendás el mismo  destino para los jugadores jóvenes de nuestro país?

—Si tuviese la potestad o el poder de obligarlos a irse los obligaría, aunque obviamente no lo tengo y opino desde mi experiencia personal. En Europa fui muy feliz. No solo a nivel deportivo, sino por todo lo que viví y conocí. Hasta los palos que me he tenido que dar para aprender fueron una experiencia inigualable. Sea Brasil, Europa, o cualquier lugar donde uno se pueda dedicar exclusivamente a esto es recomendable. Uno acá labura y/o estudia y a la noche lo último que hace es entrenar. Llegar con cansancio y estrés no es lo mismo que dedicarse solamente a esto. Yo siempre digo que Argentina nunca va a ser profesional, aunque sí podemos apuntar a lo que es al handball de Brasil, que es semi-profesional.

— En octubre del año pasado crearon la comisión de atletas del handball, de la cual sos presidente. ¿Siguió trabajando esa comisión durante la pandemia? ¿Fueron consultados por una posible vuelta del handball para este año?

— Las reuniones se dan una vez por mes o cada 20 días, y yo estuve presente en todas. Tenemos mucho menos trabajo que antes, en el sentido de que no hay tanta fluidez ni comunicación, porque estamos todos parados y no sabemos cuándo vamos a volver. Hubo momentos en los que la incertidumbre era tal que las reuniones no tenían mucha base. Ahora se habla bastante del tema, ya con muchos más fundamentos. No hay una vuelta programada para este año, así que no es probable que el handball vuelva para 2020. En este momento estamos en constante comunicación y, por suerte, toman en consideración lo que decimos. Está bueno que se escuchen las voces de los verdaderos protagonistas de este deporte.

“Ser parte de ese acontecimiento fue algo inexplicable”

Por Agostina Woloszyn y Florencia Pereira

En marzo del 2019 el fútbol femenino de Argentina dio un paso importante: la profesionalización que, gracias a la gran lucha de las mujeres que realizan dicho deporte, fue determinada por la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) en acuerdo con Futbolistas Argentinos Agremiados (FAA) mediante un pacto consistente en formalizar ocho contratos en cada uno de los 16 equipos que componen la Liga de Primera División.

Asimismo, el 8 de agosto, el Club Atlético Boca Juniors decidió fichar de manera oficial a 21 jugadoras, entre ellas Fabiana Vallejos, quien opinó: “Creo que todavía no somos profesionales en su totalidad, falta un largo camino y muchas cosas de parte de todos los que hacen el fútbol femenino, incluyéndonos. Lo bueno es que comenzó y sabemos que poco a poco vamos a avanzar, para que el día de mañana esta disciplina pueda ser profesional totalmente, y que las chicas de cualquier club puedan vivir de ella. Hoy por hoy todavía hay mujeres que dependen de otro trabajo para subsistir”.

Luego de este gran paso en el fútbol femenino, por el primer partido del Campeonato de Primera División A 2019/20, Las Gladiadoras tuvieron que enfrentar en La Bombonera a River Plate. En dicho encuentro, las xeneizes derrotaron por 5-0 a su clásico rival con goles de Florencia Quiñones, Fabiana Vallejos y un triplete de Fanny Rodríguez.

Pese a que el encuentro fue un martes a las 15:10, la platea baja del Estadio Alberto J. Armando se vio colmada por alrededor de cuatro mil aficionados de Boca, lo que sorprendió al conjunto local. “Ese día fue una prueba de fuego, era nuestro debut en la era profesional, en un superclásico y sin dudas, el hecho de haberlo disputado en el estadio fue una sensación única. Jamás creí que tantos hinchas fueran a alentarnos, pero indudablemente, la presencia de los fanáticos para nosotras fue algo increíble, ya que siempre te dan un plus a la hora de jugar porque no paran de alentar y eso nos genera mucha más adrenalina”, recordó Quiñones, la capitana del equipo dirigido por Christian Meloni.

Aunque si bien las miradas estuvieron puestas en la forma deslumbrante del juego, tanto táctico como técnico, del plantel de La Ribera, la que comenzó a cautivar a los xeneizes presentes fue Fanny, que ingresó antes del cierre del primer tiempo en reemplazo de Yamila Rodríguez. La delantera lleva consigo una historia entre clásicos, puesto que de jugar en Gimnasia y Esgrima La Plata pasó a ponerse la camiseta de Estudiantes. De igual manera sucedió cuando la número 17 en un mismo año pasó de River a Boca.

En el histórico partido, Fanny se destacó por convertirle tres goles a su ex equipo y así convencer a los hinchas presentes de que no le pesaba su pasado en el conjunto de Núñez. La ex millonaria confesó: “Haber formado parte del superclásico y poder convertir fue un orgullo tremendo y una satisfacción enorme, es algo inolvidable e irrepetible”. Agregó: “Significo mucho para todas ganar en nuestra casa, darnos una alegría a nosotras mismas y a todos los fanáticos que nos apoyan desde siempre, y demostrarles que Boca esta para mucho, que estamos en condiciones de enfrentarnos a cualquier rival”.

Por otro lado, con referencia a la delantera, su compañera Fabiana Vallejos afirmó: “Fanny tuvo una gran tarde ese día, creo que para ella fue un factor importante estar presente en el partido”. Asimismo, la mediocampista se refirió a lo que significó ese encuentro y aseguró que “estar en La Bombonera es una locura”, y añadió: “Ser parte de ese acontecimiento fue algo inexplicable, porque no esperábamos que abran el estadio para nosotras y que podamos compartir ese momento con nuestras familias, amigos y con todos los hinchas que nos fueron a ver. Nos sirvió un montón anímicamente para comenzar el campeonato de una buena manera. Estoy muy agradecida con el club que hizo todo eso posible, disfruté mucho haber estado ahí, fue extraordinario”.

La nueva del fútbol femenino empezó con un 5-0 de Boca sobre River

Por Agostina Woloszyn y Florencia Pereira

El 24 de septiembre del 2019 sin dudas quedará guardado en la memoria del fútbol argentino tras haberse disputado el primer superclásico en la era profesional femenina y ni más ni menos que en La Bombonera, en donde Boca goleó 5-0 a River ante la atenta mirada de aproximadamente cuatro mil hinchas xeneizes que se hicieron presentes esa tarde en la platea baja.

En el primer partido de ambos equipos por el Campeonato de Fútbol Femenino de Primera División A 2019-20, Las Gladiadoras fueron las dueñas del encuentro. Con mucha presión, dominio del mediocampo y una gran posesión de la pelota, las jugadoras de Boca demostraron estar a la altura de lo que imponía un acontecimiento de tal magnitud. Las principales protagonistas de dicho espectáculo deportivo fueron la capitana Florencia Quiñones, Fabiana Vallejos y Fanny Rodríguez con un hat-trick.

Antes del cierre del primer tiempo, las dirigidas por Christian Meloni lograron sacar ventaja tras el gol de cabeza de la cordobesa Quiñones. El descanso no fue contraproducente para las jugadoras de Boca. Para la segunda parte del encuentro se mantuvieron con el mismo ritmo, lo que se vio reflejado a los ‘55 del partido cuando apareció Fanny. Había ingresado antes del entretiempo y  bajo la atenta mirada de socios y socias xeneizes debido a su previo paso por River, convirtió y puso el 2-0 a favor de las locales. Posterior a ese suceso, Daiana Leguizamón le provocaría a Rodríguez una falta en el área chica que terminaría en un penal convertido por Vallejos. Pese a eso, el equipo de La Ribera apostó por más y como si fuera poco, la ex millonaria marcó los dos últimos tantos, con los que logró enamorar por completo a los hinchas de Boca. De esa manera, el encuentro culminaría con una goleada que quedará marcada para siempre en la historia de los superclásicos femeninos.

Con ese resultado, las xeneizes cosecharon sus primeros tres puntos del Torneo Rexona, en el que, antes del parate por coronavirus, finalizó en la punta de la tabla con 43 puntos, lo que provocó su clasificación a la Copa CONMEBOL Libertadores 2020 bajo la decisión de la Asociación del Fútbol Argentino de darle el cupo al primero del campeonato nacional de la liga femenina, que tenía 14 partidos ganados, uno empatado y ninguno peridido, con 83 goles a favor y sólo siete en contra.

Equipos titulares del superclásico:

Boca: Laurina Oliveros; Lorena Benítez, Noelia Espíndola, Gabriela Chávez, Eliana Stabile; Clarisa Huber, Florencia Quiñones, Fabiana Vallejos, Carolina Troncoso; Andrea Ojeda y Yamila Rodríguez.

River: Florencia Chiribelo; Daiana Leguizamón, Andrea López, Daniela Mereles, Bettiana Sonetti; Florencia Fernández, Agustina Vargas, Justina Morcillo; Carolina Birizamberri; Lourdes Lezcano, Mercedes Pereyra.

Adiós Sui Generis, a 45 años del histórico recital

Por Juan Estévez

Se cumplieron 45 años del show que dio inicio a la última gira del dúo/banda Sui Generis, uno de los conjuntos más emblemáticos de la música popular argentina. Pero claro, por aquel entonces no tenían el reconocimiento que el tiempo les dio. Charly García y Nito Mestre, junto a Rinaldo Rafanelli (Bajo) y Juan Rodríguez (Batería), brindaron dos espectáculos en el Luna Park con la premisa de reunir a todos sus seguidores en un solo lugar.

Tocaron casi cinco horas de corrido, repartidos entre el 5 y el 6 de septiembre. La primera función comenzó el viernes a las 20.30, con 14.600 espectadores, y la segunda inició a las 23, con 11 mil seguidores, y finalizó al día siguiente. La cantidad de público que asistió era algo impensado en los pequeños teatros, bares y gimnasios en los que acostumbraban estar.

Además, se editó un disco doble, que posteriormente fue triple, y se lanzó una película, dirigida por Bebe Kamin, que incluyó testimonios de los fanáticos fuera del estadio, ensayos de la banda y un total de doce canciones repartidas entre el la primera y segunda función. Al mismo se le agregaron dos inserts filmados más tarde que se colocaron sobre “Mr jones o pequeña semblanza de una familia tipo americana” y en “Un hada y un cisne”. El audiovisual fue clasificado como Prohibido para Menores de 18 años por el censor Hugo Paulino Tato. Y si bien los motivos no fueron claros, se ha llegado a deducir que fue en respuesta a la canción “Las Increíbles Aventuras del Sr. Tijeras”, en la que se repudia la censura de la época y la restricción a la libertad que eso representó. Y sí, fue dedicada a Tato.

Luego de seis años y tres discos editados llegaba el adiós: con un Charlie cansado de la monotonía de tocar siempre las mismas canciones “viejas”, la autocensura y las críticas, el dúo devenido en cuarteto se despidió con un repertorio de clásicos como Canción para mi muerte, confesiones de invierno y Aprendizaje. No obstante, se incluyeron algunos temas, inéditos hasta ese momento, que hubieran integrado el cuarto álbum de estudio de la banda bajo el nombre de “Ha Sido”, que nunca salió a luz. Estos fueron: Bubulina, Nena (Eiti Leda) y Fabricantes de mentiras. Durante este último, rotulado en el álbum como “Zapando con la gente”, los espectadores marcaban con sus aplausos un ritmo diferente al ejecutado arriba del escenario, por lo que Nito dijo: “Es un poco más lento” y Charly agregó: “Hagamos una cosa: sigamos el ritmo de ellos, loco. Hagan un ritmo”.

Tres años antes, las bandas de rock habían sido vetadas del Luna Park, luego de que, durante un show de Billy Bond y la Pesada, el público acatara la orden emitida bajo la frase de “Rompan Todo”. Quienes lo recuerdan afirman que fueron reiteradas la ocasiones en las que Charlie le pidió a la gente: “Por favor, no rompan nada”, en referencia a aquel episodio y el temor de Tito Lectoure, propietario del recinto, de que ocurriera lo mismo. En ese sentido, antes de tocar el último tema de la función de las 20:30, El blues del levante, García dijo: “Por favor, si se pueden sentar mataría, no tiene nada que ver con nada, pero es así la cosa. Ustedes saben, soy una especie de Judas Iscariote”.

Entre algunas de las particularidades de aquella noche estuvo la no inclusión, en la primera presentación, del tema Botas locas, canción que repudiaba el accionar de los militares y las vivencias de García durante el Servicio Militar Obligatorio. Meses antes, en un recital en Uruguay -que transitaba sus días con un gobierno de facto-, los músicos fueron detenidos luego de que las autoridades escucharan la frase “Si ellos son la patria yo soy extranjero”. La banda no quería arriesgarse a correr la misma suerte antes de cumplir con su objetivo. De igual forma, fue incluido para la segunda función, la cual tuvo lugar luego de que Charlie dijera: “Ustedes saben que hay muchos chicos afuera que están hace mucho tiempo esperando para entrar. (…) Vamos a tocar dos temas más, pero después de eso les pido que se vayan”. Dichos temas fueron Rasguña las piedras y El Blues del Levante. 

La  noche había terminado y, sin ningún tipo de festejo, cada uno se fue por su lado. Nito se comió una pizza en la Avenida Cabildo y fue a su casa que compartía junto a Rafanelli y David Lebon. Charlie, en cambio, se fue caminando por la calle Corrientes con María Rosa, su pareja.