miércoles, julio 16, 2025
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Diego Giustozzi, el ADN del futsal argentino

Por Agustín Kuc

Apegado a la actividad deportiva desde su niñez, Diego Giustozzi se destacó por ser una persona criada con una raqueta de tenis, pero seducido por el fútbol de salón. Aquel joven que rompió con la timidez mientras negociaba con la gente en su puesto laboral como despachante de aduana y que reforzó su carácter con una pelota a gajos bajo la suela de su botín, se convirtió en palabra autorizada luego de ser el directo técnico de la selección argentina que se consagró campeón del mundo en 2016 y afirmó en una nota con El Gráfico que, “cuando estoy un minuto en el auto, solo y tranquilo, escuchando música, pienso ¡puta! ¡Soy campeón del mundo!”.

El ahora ex director técnico del conjunto Albiceleste, que inició su camino al mando del equipo el 5 de enero de 2014, provocó un cambio abrupto en los jugadores que integran el plantel no solo a nivel táctico, sino también psicológico. El capitán de la plantilla que se coronó en Colombia, Fernando Wilhelm, aseveró: “Cuando nos reunió por primera vez a todos, nos dijo que ahora importaba solo el Mundial y lo demás quedaba afuera de nuestro radar, el proceso de preparación de Diego nos convenció por completo”. Asimismo, Pablo Taborda, libero de aquel equipo, expresó en Rugido Sagrado que “hacía rato no sentía en la Selección lo que sentí cuando llegó Diego. Me di cuenta que quería hacernos protagonistas de todos los torneos que jugáramos; sólo apuntaba al primer lugar”

Padre de Nicolás y Camila, fanático de River Plate y con la figura de Ariel el Burrito Ortega como bandera, Giustozzi inició su carrera como jugador en Atlético Lugano en 1995, con tan solo 20 años emigró al viejo continente (ligas italiana y española), vistió durante 10 años la camiseta argentina, y se retiró en el club de sus amores a los 35.      

“La clave está en encontrar la coordinación entre los principios y conceptos. Cada país tiene su identidad, su ADN, la planificación, los conceptos y los principios, hacen a la identidad del equipo, del club o de la selección que uno entrene”, afirmó el actual entrenador del Pozo Murcia, club que milita en la máxima categoría del futsal español, en una conferencia dictada por el departamento de prensa de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA).

El campeón de la Copa América 2003 como jugador y 2015 como cabeza de equipo, quedará marcado en la vitrina del futsal nacional. Como resaltó en su charla con la revista El Gráfico, posterior a obtener el máximo galardón: “Ni en mis mejores sueños hubiese imaginado todo lo que repercutió en mi país el haber salido campeón de un Mundial y lo que generó en la gente: eso sí que me suena extraño”.

El fenómeno del futsal: el deporte que fusionó cuatro disciplinas en una superficie

Por Agustín Kuc

El futsal nació en Uruguay, en 1930. Al mismo tiempo que el equipo capitaneado por José Nasazzi alzaba la copa del mundo, el profesor Juan Carlos Ceriani concluía el reglamento de un deporte diferente al ya practicado por sus compatriotas, pero en el que podían contemplarse diversas similitudes con el fútbol que se desarrollaba en los potreros de Montevideo.

Las medallas doradas en los Jugos Olímpicos de París 1924 y Ámsterdam 1928, sumado a la obtención del primer Campeonato Mundial en territorio propio, provocó un desborde en todas las canchitas de la República Oriental. 

Ante este hecho y a causa de que los espectáculos futbolísticos comenzaron a tomar terreno ajeno, los profesores de educación física se vieron obligados a adaptar establecimientos de deportes como el básquet, entre otros, para que puedan llevarse a cabo las misas dictadas por la pelota. 

Así fue como Ceriani creó el libro que mezcla bases y condiciones del baloncesto, waterpolo, handball y fútbol. De la disciplina que tiene como eje la pelota naranja, se tomaron la cantidad de jugadores (cinco), el tiempo de juego (40 minutos) y el sistema táctico; del balonmano se priorizaron las medidas de la cancha (40 metros por 20) y las porterías (tres metros de largo por dos de alto y uno de profundidad); y del polo acuático copiaron las delimitaciones del arquero. La pelota emigró del fútbol tradicional, al igual que los movimientos corpóreos del ejercicio; con una única diferencia, que fuese sólida y pesada, para impedir un pique permanente y mantener el desarrollo de la actividad en los pies de los protagonistas.

Si bien en 1965 se había fundado la Confederación Sudamericana de Futsal (CSFS), primera organización internacional del deporte, el fútbol de salón tomó vuelo el día que llegó a tierras brasileñas, de la mano de los profesores Joao Latufo y Julian Haranczyk de San Pablo, creadores de la Federación Internacional de Futsal (FIFUSA), ente que organizó el primer Campeonato Mundial en 1982. 

Luego de tres citas mundialistas, problemas económicos y la aparición de La Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) con el afán de adueñarse de los derechos de la disciplina, la FIFUSA se diluyó en 1990 y en su lugar apareció la Confederación Panamericana de Futsal (PANAFUTSAL), que solo llegó a realizar cuatro mundiales. Para 2002 se fundó la Asociación Mundial de Futsal (AMF), compuesta por miembros de la antigua FIFUSA Y PANAFUTSAL, la cual se mantiene en funcionamiento, pero con sede en Asunción, Paraguay, presidida por Rolando Alarcón Ríos.

La FIFA, por su parte, logró el protagonismo en la escena del fútbol sala tras instaurar la Comisión de Fútbol 5 en la década del 80 y, poco tiempo después, en 1989, montó el primer Mundial de la disciplina en Holanda. Este fue el puntapié inicial para plantar bandera y, gracias al poderío económico y de marketing, se expandió y cobró fuerzas en las ligas más importantes como fueron Brasil, España e Italia.  

En Argentina la historia comienza en 1950, con la llegada del libro técnico desde el otro lado del Rio de La Plata. En 1960, se organizaron los primeros encuentros y, una década y media después, se fundó la Confederación Argentina de Fútbol de Salón (CAFS).

La Asociación del Fútbol Argentino (AFA) inauguró la representación de la disciplina en 1986, con el certamen denominado “Argentina División de Honor”, que fue adjudicado por Rosario Central. 

A nivel de selecciones, la Albiceleste inició su camino en competiciones con su participación en el FIFA Futsal Tournament, disputado en Brasil en 1987. Actualmente, cuenta con dos Copa América (2003 y 2015), dos Liga Sudamericana de Futsal (2012 y 2020), una Copa Confederaciones (2014) y un Campeonato Mundial (Colombia 2016), este último marcó un antes y después en el deporte local. 

A partir de la obtención del torneo más importante a nivel intercontinental de selecciones, la disciplina en territorio argentino creció a pasos agigantados. Mientras que la rama masculina ajustó detalles referidos a sueldos de los jugadores, aumentó la popularidad y mejoró los aspectos técnico – tácticos del juego; las mujeres tomaron un rol protagónico, puesto que, en la escena del ejercicio llevado a cabo en el rectángulo de 40 metros por 20 se conformaron una serie de clubes con el afán de reforzar el campeonato femenino que, anteriormente, estaba compuesto por 14 equipos aglomerados en una única división y que, en la actualidad, a causa de las  nuevas incorporaciones, el ente regulador debió sumar un segundo nivel catalogado como Primera B, compuesta por 14 instituciones. A la máxima categoría solo se sumó una plaza.

El público en los estadios, a su vez, comenzó a ser ordenado como en partidos oficiales de fútbol, pasó de jugarse en cachas semivacías a dividirse entre aficionados locales y visitantes. Modificaciones que se trasladaron al campo de juego, antes era obligatorio cumplir con los 40 metros por 20 de espacio para el desarrollo del deporte y, actualmente, todas las canchas deben contar con un margen de tres metros desde la línea de demarcación hacia afuera. El récord de espectadores más reciente que se marcó en tierras argentas fue en la final del Título Mundial de Fútbol de Salón 2019 organizado por la AMF entre el seleccionado local y Brasil, el encuentro se llevó a cabo en el estadio Polideportivo Municipal de Montecarlo, ubicado en Misiones, ante más 6.500 espectadores, que celebraron el campeonato logrado por el plantel Albiceleste.

El capitán del combinado nacional en la cita mundialista de Colombia 2016, Fernando Wilhelm, señaló que “la AFA se centró en generar una liga que le impida a los más poderosos crear su hegemonía. Creó un espacio para los clubes más pequeños o de menor respaldo económico y, a su vez, se encargó de implementar nuevas reglamentaciones que agilizaran el juego”. Y agregó: “Noto un cambio de conciencia en los jugadores de hoy en día, más aún en los juveniles. Entienden que el futsal es una salida laboral, social y económica, y que Europa es un destino factible, donde pueden sentar las bases de cara al futuro”

Fernando Wilhelm.

El atleta que se desempeña como último hombre comparó la situación que le tocó vivir cuando emigró al viejo continente con la realidad que atraviesan en el presente los jóvenes que se dedican a la actividad a la hora de emigrar al exterior y afirmó: “Se me hizo muy difícil adaptarme a Italia, porque no era solamente un nuevo equipo y una jerarquía diferente, sino que me adecuaba a un idioma desconocido, vivir solo, defender lo mío. Era difícil separar lo deportivo de lo extradeportivo”

El ex Benfica vivió en carne propia el rotundo cambio que se originó en la disciplina asociado con el rol de las mujeres. Su hija de 10 años, la más grande de dos, siguió el camino de su padre y en agosto de 2019 ingresó a la escuela de formación del Club Social y Deportivo Pinocho. Dos meses después, el número de niñas se duplicó y la institución se vio obligada a conformar una tira de categorías para ordenar entre rango de edad a las jugadoras. 

“Nosotros (el plantel campeón mundial en 2016) tenemos un rol importante en esta inserción de las chicas en el deporte, que es el de poner el futsal en el mapa. Gracias a la lucha de las mismas protagonistas, se generó un movimiento cultural que rompió con todos los tabúes que giraban en torno a una mujer que patea la pelota. Se las trata como seres humanos que son”, remarcó el campeón del mundo de 38 años. 

Un partido de la liga femenina entre River y Kimberley.

Wilhelm se refirió al período de crecimiento de la actividad y manifestó que “el verdadero e inmenso cambio se va a lograr y dará resultado dentro de 10 años”. Y agregó: “El proceso debe comenzar con el puntapié derecho de la liga y fomentar el ejercicio por medio de la masividad y viralización del mismo. Al jugador argentino le faltan aditivos psicológicos como es el de competir con público desde temprana edad y recursos secundarios que se aprenden gracias a la presión del espectáculo que la gente convierte a causa la popularidad del juego”. 

El atleta debe creer que no tiene un techo que le impida progresar, sino está frito. Uno tiene que ser consciente del lugar donde está y representar a su nación y su juego con inteligencia y profesionalismo”, sentenció el surgido en Glorias Futsal.

Leones: crónica de una medalla dorada

Por Fausto Faccini

El entrenador Carlos “Chapa” Retegui siempre había elegido Mar del Plata para las preparaciones previas a torneos importantes. Para él es un lugar óptimo geográficamente. Conoce muy bien la ciudad y sabe que ahí su equipo tiene lo que necesite. Con el enfoque en Río 2016, se decidió que ese año los Leones hicieran dos pretemporadas en aquel lugar. Una en enero, otra en mayo. Ese último viaje era el final de una preparación de tres años para ir por el sueño de todo el hockey argentino.

Con la llegada de Retegui en 2013 se había marcado un cambio en el método de entrenamiento. El equipo solía entrenar seis horas semanales. Con el nuevo cuerpo técnico, el tiempo de entrenamiento aumentó de forma escalonada hasta alcanzar un promedio de 35 horas a la semana, con un pico máximo de intensidad y carga horaria en las pretemporadas.

En un día habitual en Mar del Plata, los jugadores se levantaban a las siete de la mañana e iban a entrenar a la playa sin desayunar. Les causaba gracia cruzarse a la gente que salía de los boliches, mientras que sus días recién empezaban. Corrían alrededor de 10 kilómetros y volvían al hotel para el desayuno. Después tenían entre uno y dos turnos en la cancha de hockey, y gimnasio al final del día. La idea era que al final de la jornada, el equipo haya corrido más de 30 kilómetros.

El plantel creía en el mensaje del cuerpo técnico, pero era más que habituales en los días de preparación en la Costa Atlántica las quejas de los jugadores por las cargas de los entrenamientos. “Si no me putean me tengo que ir a mi casa” decía Retegui. Para él, las quejas por la intensidad que pedía eran naturales. De todas formas, ya se había ganado en esos tres años la confianza de los jugadores.

En ese proceso previo a Río, los Leones habían sido segundos en las World Leagues de 2013 y 2015, terceros en el Mundial 2014, y campeones de los Panamericanos 2015. Los resultados se daban y el plantel veía que lo que Retegui les decía que iba a suceder, finalmente pasaba. Las indicaciones que recibían de parte de él, cuando se llevaban a la práctica terminaban con una mejora en sus rendimientos individuales. Esos indicios formaron la credibilidad de Retegui, quien le decía a su cuerpo técnico que iban a ser campeones del mundo.

Si había que guiarse por antecedentes, el oro parecía imposible. La mejor participación del hockey masculino a nivel olímpico había sido en 1948, un quinto puesto en el que no pasó de la fase de grupos. Argentina venía de ser décima en Londres 2012 y de no clasificar para Pekín 2008. Aunque la historia no estuviera a favor, desde antes del primer partido los jugadores ya creían en poder conseguir el logro deportivo de sus vidas.

Desde el día que los Leones pisaron Brasil, ya tenían claro que iban solo a competir, y una muestra fue la ausencia en la ceremonia inaugural. Como debían jugar al otro día a las 10 de la mañana, no fueron al desfile y se juntaron todos en una plaza dentro de la Villa Olímpica. Con el mate de por medio, y mientras veían pasar a las delegaciones rumbo al estadio, surgió una charla que fue un clic para el grupo.

-¿Para qué está el equipo?- le preguntó el delantero Juan Saladino a los jugadores que tenía cerca.

Si me dicen de firmar el bronce no lo hago- respondió Manuel Brunet. Todos estuvieron de acuerdo con esto. En medio de una charla llena de reflexiones, algunos jugadores llegaron a llorar de la emoción.

Al día siguiente llegó el debut ante Holanda. Los jugadores se levantaron, desayunaron juntos y fueron a hacer un trabajo de activación. El micro salió rumbo al estadio cerca de las 8:30. Cuando llegaron, se cambiaron, habló Retegui y salieron a la cancha 45 minutos antes para calentar. Como en cada partido, lo primero que sacó del bolso el preparador físico no fue un cono ni una bocha de hockey. Sacó una pelota de fútbol.

Los argentinos, entre risas, se pararon en ronda. La gente que los veía por primera vez se sorprendía. Del otro lado, los holandeses hacían físico. Un jugador sacó y empezó el famoso “que no caiga”. Un solo toque. Al que se le caía la pelota, perdía. Puede sonar raro para un equipo de hockey,  pero lo hacían al principio de cada partido. Había nacido como una cábala, pero con el tiempo se volvió el momento del grupo para divertirse y bajar las tensiones.

El debut terminó igualado. Argentina en un momento caía 3-1, pero lo empató con goles de Vila y Paredes en el último cuarto. Fue un comienzo positivo, si se tenía en cuenta que se perdía por dos goles y el rival había sido plata en el último mundial y en Londres.

Al otro día los Leones no tenían partido. Los días de descanso, si bien había entrenamiento, tenían tiempo para entretenerse y los horarios eran libres. Jugaban al ping pong en el sector de juegos, se juntaban en las plazas a tomar mate y hacían el juego de la entrada en calor. Retegui iba a estudiar rivales a la cancha y le permitía a los jugadores ir a ver otros deportes, pero estos no lo hacían para descansar.

El partido siguiente fue con Canadá, dos días después de Holanda. Argentina ganó 3-1 y con ese resultado se acomodaba en el Grupo B. No parecía difícil la clasificación, avanzaban cuatro equipos de seis a cuartos de final. Igual, era mejor salir lo más arriba posible para evitar rivales difíciles en la próxima ronda.

Hasta el momento, se habían dado resultados lógicos en el grupo. Alemania iba primera, y atrás Holanda y los Leones, pero llegó una derrota que no se esperaba y alteró la normalidad de la zona. El rival fue India, el máximo campeón olímpico con ocho medallas de oro. Sin embargo, no se consagra desde 1980 y en los papeles era un rival a vencer. Los asiáticos ganaron 2-1 y pasaron a Argentina en la tabla.

Ya pasó India. Todo depende de nosotros– dijo Retegui a sus jugadores después del partido. El equipo dejó atrás la derrota y empató al otro día con Alemania, el bicampeón olímpico. Con ese resultado los Leones no podían perder en la última fecha, en la que le ganaron a Irlanda y pasaron de ronda. En cuartos esperaba España.

Al partido con los españoles los jugadores lo consideran el peor que jugaron en Río, pero alcanzó para ganar 2-1. El plantel fue al hotel a ver por televisión el duelo entre Alemania y Nueva Zelanda, de donde salía el próximo rival. La mayoría quería jugar con los europeos por su juego ofensivo, aunque estos fueran los últimos bicampeones. Alemania dio vuelta su partido a falta de segundos y pasó a semis.

Contra el rival más difícil desde la previa, los Leones sorpresivamente jugaron el mejor partido. Tras ganarle 5-2 a Alemania, aseguraron la primera medalla de la historia del hockey masculino. El festejo, medido. Estaban decididos a ir por el oro.

En la final olímpica, los Leones jugaron con dos bajas claves, se habían lesionado Paredes y Matías Rey. Empezaron un gol abajo, pero a los seis minutos del segundo cuarto ya pasaban a ganar 3-1. El descuento de Bélgica le puso todavía más emoción al partido, que en el último cuarto se jugó cerca del área de Juan Vivaldi.

Retegui había pedido, en caso de ganar por un gol a falta de poco tiempo, no ir a buscar otro más y cerrar el partido, pero Agustín Mazzilli presionó en un error en el fondo de Bélgica a falta de menos de un minuto, y con el arco vacío puso el 4-2 final. Contra la historia y los pronósticos, pero con convicción y sacrificio, los Leones se colgaron la medalla de oro y le dieron al hockey argentino el logro más importante de su historia.

Bocha Maschio, memoria viva del fútbol

Por Pedro Duffau, Leandro Gambino y Marcelo López Aspuru

“Racing es mi segundo hogar. Soy socio vitalicio y hace 25 años que trabajo en el club. La verdad que es mi vida. Siempre le digo a mis hijos que Racing es lo más lindo que me pudo haber pasado”. Suscribe Humberto Dionisio Maschio, uno de los más grandes futbolistas argentinos de todos los tiempos.

-¿Encontrás alguna diferencia entre la época que jugabas y la actual?

-Antes, el mediocampista corría entre cuatro y cinco kilómetros por partido. Hoy hacen entre 11 y 12 por encuentro y al doble de velocidad. Es muy difícil jugar en estos días, hay muchas fricciones y los futbolistas se lesionan mucho más que antes. No pueden frenar de la velocidad que llevan. Antes te daban ventaja y uno podía dar un pase de 30 metros, te daban cierta libertad que ahora no te la dan. Hoy te enciman, te marcan, fijate que hasta a los grandes jugadores les cuesta.

El Bocha surgió en Arsenal de Llavallol, pasó por Quilmes hasta que llegó a Racing Club en 1954, el club de sus amores.  Después fue vendido al Bologna de Italia, donde también jugó en Atalanta, Fiorentina y en el Inter.

-Cuando llegaste al fútbol italiano, ¿viste algo diferente con respecto al fútbol argentino?

-La diferencia que encontré fue en la preparación física. En Racing entrenábamos tres veces por semana. Llegué a Italia para la pretemporada y entrenábamos a la mañana antes de desayunar, íbamos en ayunas y corríamos en la montaña. Después de desayunar, dormíamos y antes de almorzar hacíamos físico y con pelota. Luego almorzábamos, de vuelta dormíamos y hacíamos lo mismo que la mañana, seguíamos trabajando con la pelota.  A la noche, los jugadores salían a caminar o a tomar un café, pero yo me iba a dormir. Poco a poco me fui adaptando. El cambio que hice en la parte física fue tremenda, lo sufrí mucho al principio. Mirá que yo me cuidé siempre, pero igual me costó.

-En el Atalanta dejaste una huella muy grande.

-Sí, fueron mis mejores años en Atalanta (jugó de 1959 a 1962). Estando allí me nombraron el mejor mediocampista del siglo. Tal es así, que me compró el Inter. En Atalanta logré mi pico de rendimiento. Era un club chico, pero era difícil jugar contra nosotros porque jugábamos bien al futbol. Había jugadores de mucha categoría.

-¿Notaste algún cambio en el futbol argentino en cuanto al entrenamiento cuando volviste?

La verdad que cuando volví ya no noté esa diferencia en el fútbol argentino con respecto al italiano que había notado cuando me fui. Nosotros teníamos un preparador físico, Ojeda, que era un fenómeno, muy actualizado, estaba todo el tiempo informándose. Nos hacía entrenar muy bien, la verdad que me adapté perfectamente. Incluso me cargaban los muchachos, Juan Carlos Rulli (compañero en Racing) me decía: “Bocha deja de robar que ya estás grande”. Tiempo después, me confesó que yo jugaba mejor que ellos y era uno de los que más corría.

Maschio regresó a Racing y salió campeón del torneo local, la Copa Libertadores y la Copa intercontinental en 1967 ganándole al Celtic de Escocia 1 a 0 con el tan recordado gol del “Chango” Juan Carlos Cárdenas.

-¿Qué significó lograr la primera y única Copa Intercontinental con Racing en 1967?

-Fue una sorpresa muy grande para mí. Mi único deseo era terminar mi carrera dignamente en Racing. Yo hablaba con el entrenador Juan José Pizzuti y él me decía: “Yo necesito a alguien como vos que pueda darme un poco de pausa”. Cuando llegue acá, Racing tenía un invicto de 15 partidos. Tal es así, que salimos campeones y estuvimos 25 partidos más sin perder. En 1967, teníamos un equipo fantástico. Una vez estábamos ganando 4 a 0 y el director técnico nos dijo: “Ahora no se van a tirar atrás eh”. Pizzuti tenía una mentalidad ganadora tremenda, para mí un genio. Nos enseñaba mucho. Antes de cada entrenamiento nos hablaba 30 minutos de la vida y de futbol y nos decía que siempre había que atacar y nunca defenderse. La única vez que estudió al rival fue al Celtic. Nos dio un librito con todas las indicaciones a cada uno.

-¿Tenés alguna anécdota con Pizzuti?

-Yo le había dicho a Pizzuti que dejaba el futbol. Entonces siempre me sacaba todos los partidos. Un día me enojé y le pregunté porque siempre me sacaba, insultándolo y al otro día me respondió: “Cómo me puteaste ayer”. Pizzuti era tan inteligente que no te contestaba ahí en el momento porque por ahí el jugador estaba tan embalado que no sabía dónde podía terminar esa conversación. Pizzuti era un genio como técnico. Yo era muy amigo de él. De joven yo iba a su casa o él venía a la mía.  Pero después en la cancha le teníamos que hablar de “usted”, no quería que nadie lo tutee. Ahí éramos todos iguales. Pizzuti no hacía diferencia y nos enseñó mucho a todos.

El Bocha jugó en la selección argentina entre 1956 y 1957 y en la italiana, en la que participó en el Mundial de Chile en 1962.

-¿Cómo fue jugar en dos selecciones, tanto en la italiana como en la argentina?

-Jugué en la selección italiana de casualidad ya que el número 8 de ellos, Giampiero Boniperti se lesionó y entonces me convocaron a mí. Participé de cuatro partidos antes de ir al Mundial de Chile. Fui porque se lesionó ese hombre que era un fenómeno a último momento. En la Selección Argentina salimos campeones del Sudamericano en Lima en 1957 (hoy Copa América).

-¿Cómo fue salir campeón con la Selección Argentina?

-La verdad que fue un equipazo el que jugó en Lima. Estaba Orestes Corbatta, Antonio Angelillo, que jugó poco en Argentina, un jugadorazo con mucha categoría. Fue el goleador del Inter durante muchos años. Estaba Enrique Sivori, otro genio, y Osvaldo Cruz que jugaba de extremo izquierdo. Le ganamos a todos por goleada. Ganamos 8 a 2 a Colombia, 3 a 0 a Ecuador, 4 a 0 a Uruguay, 6 a 2 a Chile, 3 a 0 a Brasil y salimos campeones. Hubo una anécdota: el técnico Guillermo Stábile nos dio una noche libre y salimos todos. Al otro día, perdimos 2 a 1 contra Perú y el embajador argentino en aquel país, el General Dalton, se enojó con nosotros y nos dijo: “Ahora esta gente nos va a cargar, por favor hagan la revancha”. Entonces el entrenador nos reunió a todos y nos dijo: “El que quiere ir a Buenos Aires se va. El que se queda, vamos a hacer la misma vida que hicimos antes”. Desayunábamos en el hotel e íbamos al club “El revolver” a 20 kilómetros, ahí entrenábamos y almorzábamos. A la tarde entrenábamos de vuelta y a dormir. Les ganamos 4 a 1 a los peruanos. Fue un equipo fantástico.

-¿De dónde surgió el apodo Carasucias? 

-En ese tiempo, había una película que se llamaba “Los Carasucias” sobre muchachos que eran de la vida, de casas pobres. Jugamos tan bien en Lima que nos pusieron “Los Carasucias”. La verdad que era un equipazo.

-En el Mundial de 1962 jugando para Italia, ¿la pasaron mal en el partido contra Chile en la famosa “Batalla de Santiago”?

-Había un periodista italiano que se equivocó, habló de la pobreza y el sistema de vida que había en Chile. Al escuchar eso, todos los chilenos estaban en contra de nosotros. No podíamos dormir porque venía toda la gente a la madrugada y nos tiraba piedras, ponía música, cantaba y tocaban el bombo. Y cuando jugamos contra ellos en la primera ronda, el referee era un inglés y nos perjudicó. Al principio expulsó a uno nuestro y a los 29 minutos nos echó a otro. Jugamos todo el partido con nueve hombres y perdimos 2 a 0.

-¿Cuál fue el mejor jugador que viste adentro de una cancha?

-Mirá, vi a Alfredo Di Stefano, un genio. Jugué contra él varias veces. Era veloz, jugaba en toda la cancha, metía goles y daba pases gol. Después lo vi a Pelé. Otro fenómeno. Jugué un par de veces contra él también. Además, la humildad de ese hombre, no te podés imaginar. Después lo vi a Johan Cruyff, a Diego Maradona y a Lionel Messi. Cada uno en su época fueron los mejores. Otro gran futbolista actual es Cristiano Ronaldo, gran jugador y goleador.

Humberto “Bocha” Maschio fue un mediocampista excelso y que a la vez hacía goles. En 1968, terminó su carrera en Racing con 44 goles en 139 partidos. Y en la Selección Argentina marcó 12 goles en 12 encuentros.

El destino quiso que sea entrenador de Independiente. Salió campeón de la Copa Libertadores y la Copa Interamericana en 1973. En Racing tuvo un paso breve como técnico, hizo dupla con Gustavo Costas en la temporada 1999/2000.

Con el paso de los años, está más vigente que nunca y, para todos los hinchas de Racing y del fútbol, el Bocha será una leyenda.

“La sensación de representar a la bandera es increíble”

Por Victoria Mezzorana

Jugadora de waterpolo en el Centro de Actividades Acuáticas Moreno (CAAM), Lourdes Ribó realizó dos temporadas en distintos clubes de España y forma parte del plantel de “Las Tiburonas” desde el 2013: “Es un orgullo total y una satisfacción enorme saber que todo el esfuerzo que una hizo a lo largo del tiempo es retribuido de alguna manera” declaró.

Un 16 de septiembre de 1998 Lourdes abandonaba la calidez de la panza de su mamá para descansar un tiempo del agua y recorrer sus primeros años de vida en tierra firme. Criada en la zona oeste de Buenos Aires, en una casa acostumbrada al deporte y habitué de la vida de club desde que tiene recuerdo, en la primaria comenzó natación.

“Lula” no era tan buena nadando, por lo que no se anotaba ni participaba en ninguna de las competencias intercolegiales, pero en el Bartolomé Mitre, escuela a la que asistía, los últimos minutos de la clase acuática se basaban en jugar un rato con la pelota. Era ahí donde ella se destacaba.

En 2010 aproximadamente, mientras cursaba su último año de primaria, la invitaron a realizar waterpolo de forma extracurricular: “Para la Lourdes de ese entonces, la idea de un deporte en equipo que involucraba meter la pelota en el arco contrario, era fantástica, y de esa manera empecé a entrenar”.

Luego de un tiempo, con su familia allanándole el camino como sostén principal y ya formando parte del CAAM, fue citada al equipo de la Selección Argentina de Waterpolo en el 2013: “Fue de alguna manera algo inesperado para mí. Hacía tres años que jugaba y había empezado a entrenar con la Selección hace meses, de cara al Torneo Sudamericano de Actividades Acuáticas de categoría sub20. Me sorprendió porque yo era muy chiquita, era juvenil todavía”.

Mientras intenta que el waterpolo no sea el centro ni eje de su vida, tarea difícil dado que la compagina en función de eso, Lourdes estudia medicina en la Universidad de Buenos Aires. A lo largo del tiempo desarrolló una manera de organizarse con ambas responsabilidades y encontró un balance, entendiendo que a veces se puede dar el 100% y otras quizás no: “Una tiene que jugar con esas frustraciones. Aprendés a ser más eficiente en la facultad porque después tenés que ir a entrenar o acomodás los horarios de una actividad en relación a la otra. Es cuestión de acostumbrarse, ir acertando lo que te sirve y lo que no”.

Lourdes, que no es muy cabulera, necesita siempre ir escuchando música camino a la sede donde se vaya a disputar el partido, para calmar la ansiedad, los nervios, tomarse unos minutos para sí misma y relajarse.

Uno de los momentos de mayor disfrute que le regaló la albiceleste fueron los Juegos Universitarios en Taipéi, donde supo disfrutar del “altísimo nivel del torneo”, más allá de los resultados: “El impacto más grande que me llevo de la carrera fue el momento en el que puse un pie en la Villa Olímpica y dimensioné la importancia de lo que estaba representando. La sensación de representar a la bandera es increíble”

Pese a que mantiene un lazo de afinidad con sus compañeras de Selección, destaca que su segunda familia y hogar se encuentra en el Centro de Actividades Acuáticas Moreno, donde hace ya varios años disfruta de la rutina de todos los días con gente que valora, aprecia y la ha ayudado a lo largo de su carrera.

Por otro lado, al ser un deporte amateur, a nivel club no recibe ningún tipo de ayuda por parte del Estado y se solventa sus gastos ella misma, aunque a nivel Selección existe un sistema de becas que cubre un número limitado de jugadoras, lo cual según destaca “está bueno porque de alguna manera aumenta la competencia” ya que está clasificado por mérito.

En esa línea, la oriunda de Ituzaingó afirma que “no es posible vivir del waterpolo en la Argentina” y es por esto que muchas veces los jugadores emigran para poder perfeccionarse y dedicarse al 100% al deporte. Además, tras haber hecho dos temporadas en el exterior, una en el club Natació Rubí y otra en el Natació Catalunya, ambos clubes de España, asegura que se iría a jugar a otro país en caso de que se le diera la oportunidad nuevamente.

Rodeada de amistades que supieron entender la importancia que tiene el deporte en su vida, alguna vez se planteó abandonarlo por las exigencias propias del nivel y ciertas frustraciones que tuvo, pero siempre fue más fuerte la pasión.

Por último, conforme por las metas logradas, con 22 años y en pareja con un colega del deporte, considera que todavía le queda un extenso sendero por recorrer y destaca que le gustaría lograr un podio con “Las Tiburonas”. En lo personal, hoy se siente mejor plantada que 7 años atrás y se valora mucho más como jugadora, lo cual le da mayor confianza.

Las chicas del fútbol ciego piden cancha

Por Lucas Pacheco

Lucía D’Abramo es una jugadora apasionada del fútbol, y juega tanto para Las Romanas, el primer equipo de fútbol femenino para ciegos, como también para el seleccionado argentino de aquella modalidad. Desde pequeña se enamoró del deporte de la pelota y, en 2016, fue de las pioneras en el proyecto de jugar entre mujeres en el Instituto Román Rosell, en San Isidro, luego de que una amiga suya le comentara que se estaba armando un equipo.

En la modalidad del fútbol para personas con discapacidad visual, se juega de a seis jugadores o jugadoras más el arquero o arquera; que además de ser el único miembro del equipo con visión plena, cumple el rol de guía dentro de la cancha. La única otra distinción importante con el estilo tradicional de la disciplina, es que la pelota es sonora.

Para la mediocampista, poder jugar es uno de los aspectos más importantes de su vida, lo que más disfruta hacer. Ello lo refleja en su constancia al entrenar: “Tengo dos entrenamientos por semana con Las Romanas, dos con la Selección Argentina, y agrego también un quinto semanal, más bien aeróbico. A veces me pierdo alguno por trabajo, pero intento recuperarlo para estar al día.”

No obstante, este último año enfrentó un obstáculo más: la cuarentena por la pandemia del COVID-19. Lucía se entrena en su casa, con indicaciones vía zoom; pero no es suficiente: “Extraño mucho a la cancha, a mis compañeras, patear, realizar un buen pase largo […] entrenar sola fue muy frustrante al principio, porque vas con la pelota en la habitación y te chocas con todo.”

En cuanto a lo competitivo, el parate futbolístico impidió que se pudiera desarrollar el primer Campeonato Mundial, en noviembre en Nigeria; y para el que el seleccionado nacional se había preparado mucho. Además, no se pudo jugar la Liga Argentina, que además del cuadro sanisidrense cuenta también con Las Guerreras de Córdoba y Las Albitas de Salta.

Al respecto del ámbito del fútbol para chicas con discapacidad visual, D’Abramo espera que el proyecto siga creciendo a nivel provincial y nacional, para poder tener más cuadros en la liga. Desde Las Romanas se plantearon estrategias para poder conseguir mayor difusión a través de las redes, para que más mujeres conozcan al deporte y se animen a jugar: “Le dimos más vida a las redes sociales, y buscamos atrapar con contenidos tematizados por día en recuerdos, actualidad y perfiles de jugadoras. Tuvimos buenos resultados, y llegamos a más gente.”

Se mostró positiva y animada en cuanto al futuro de la disciplina, aunque reconoció que será todo un proceso: “Vamos por buen camino, hay respaldo de las instituciones; pero falta mayores espacios en los clubes donde ya se practica esta modalidad a nivel masculino. Allí debería haber más campus y exhibiciones femeninas.”

No duda en que el avance del fútbol femenino profesional las ayude en el envión, pero necesitan que las mujeres con discapacidad visual puedan enterarse más de que pueden jugar: “Muchas tienen miedo a meterse por correr, caerse, golpearse. Hay que animarse, porque si no lo vivís no sabés como es. Por ahí una chica está interesada en probar pero no sabe cómo son las pelotas que usamos siquiera.”

A pesar de todos los obstáculos de la actualidad, Lucía D’Abramo y el resto de la Selección Argentina femenina de fútbol para ciegos continuarán entrenándose al máximo con las ilusiones de poder concretar el sueño de disputar un Mundial en 2021.

Con o sin fútbol, Midland mantiene su función social

Por Patricio Cittadini

El Club Atlético Ferrocarril Midland se convirtió en un punto solidario para el Municipio de Merlo durante la pandemia ya que con el departamento “Midland Solidario” aporta su ayuda para los que más lo necesitan. Para ello, Fabio Quiroga, su actual presidente, contó como el club viene trabajando en el sector social en estos tiempos difíciles.

La organización perteneciente a la institución ubicada en el barrio Libertad, en el oeste de la Provincia de Buenos Aires, es integrada por socios, dirigentes e hinchas y fue creada hace poco más de un año con el fin de contribuir su granito de arena a los comedores y merenderos de la zona con la recolección de juguetes, ropa y alimentos no perecederos.

“La idea de crear un departamento social surgió de la comisión directiva, que cuando me lo propusieron en una reunión semanal que solemos organizar no dude en decir que le demos para adelante. Merlo es uno de los municipios con más habitantes de la provincia y la ayuda de los clubes es fundamental para aquellas familias que tienen carencias”, aseguró.

Tras su creación, “Midland solidario” comenzó a difundirse a través de las redes sociales oficiales con la campaña “Navidad Para Todos”, en donde se invitó a los hinchas a donar pan dulce, turrones, budines, juguetes y alimentos que fueron recibidos por la secretaría los días de semana y por el buffet los partidos en los que El Funebrero disputó de local.

“Estoy agradecido plenamente a los socios e hinchas que participaron de la campaña de inauguración. Los chicos del comedor Felices Los Niños recibieron la navidad pasada 3 bolsas de consorcio llenas con todo lo que se donó. La sonrisa del que más lo necesita es nuestra felicidad, y esos son los valores que queremos transmitir como club”, destacó.

Durante la pandemia, “Midland Solidario” multiplicó la cantidad de personas que forman parte y organiza tres ollas populares por semana en los alrededores del estadio, en las cuales se entregan 300 platos de comida cada vez que es llevada a cabo, logrando así convertirse en un gran actor social para el Municipio. “Comenzamos con la primera olla y enseguida se comunicaron desde la intendencia para trabajar en conjunto y poder llegar a un mayor número de personas”, comentó Quiroga.

Además, agregó que también la organización se encargó de juntar mantas, frazadas y artículos de limpieza que se repartieron la primera semana en la que se declaró el aislamiento social obligatorio y preventivo que dispuso el gobierno nacional para hacerle frente al covid-19 y que lo asombró la cantidad de gente que realizó filas de dos cuadras para poder conseguir un abrigo.

En cuanto a las medidas preventivas tomadas para realizar las ollas, Midland se encarga de difundir masivamente en sus redes flyers con los requisitos y normas de seguridad que deben cumplir las que vayan a retirar su plato de comida, entre ellos: no asistir con menores, una sola persona por familia, llevar su propio tupper y mantener un metro y medio de distancia en la fila.

Por su parte, Quiroga describió que, un día antes de la actividad, el club es el encargado de contratar al personal de limpieza para que realice la desinfección correspondiente y que los socios e hinchas que colaboran se concentran con un mínimo cuatro horas antes para distribuir los materiales de higiene provenientes del Municipio en el lugar donde se hará la fila para evitar el contagio y así preservar la salud de los vecinos.

Por último, el presidente dejó en claro que para él es muy importante que los socios participen de estas actividades porque así se les genera un sentido de pertenencia que se refleja luego en los resultados deportivos. Opinó que vienen de la mano, argumentando que si la dirigencia se maneja por su cuenta y no les permite ser parte a los que aman la institución tanto como ellos, el crecimiento va a ser nulo y esa relación el hincha te la hace notar los fines de semana en el estadio. “A la hora de tomar decisiones hay que pensar en el socio, que es el que nos va a bancar en las malas tanto a nosotros como a los jugadores, sino siempre vas a depender de sponsors, pero este no es el caso de Midland”, recalcó.

Con la aparición del virus y la posterior instancia de cuarentena, un cambio de planes sacudió al club. Sin embargo, la comitiva continúa pensando en el futuro. Buscará que la idea que tenían se pueda concretar este año: armar un merendero en la sede, para el cual ya habían comprado platos, tazas y vasos.

Martín Coggi no cayó muy lejos del árbol

Por Alejo Zalazar

“Decidí seguir la carrera de boxeador, debido a que es lo que más amo, ya que desde muy pequeño me crié en el mundo del boxeo”, expresó con gran satisfacción el pugilista argentino Martin Coggi.

Rostro con forma rectangular, cabello ondulado de pigmentación dorado, cejas con pocas carencias de vello y ojos claros del color del cielo, es muy probable que por estas facciones fuera apodado el Principito. Coggi oriundo de Coronel Brandsen, ciudad ubicada al Sur del Gran Buenos Aires.

“Con tan solo un mes de vida ya estaba dentro de un cuadrilátero festejando junto a mi padre uno de sus títulos mundiales”, recordó con nostalgia Coggi, que desde muy corta edad poseía como referente e ídolo a su progenitor.

A medida que pasaban los años su amor por el deporte crecía cada vez más y más, sin embargo su padre no deseaba que su hijo siguiera su mismo camino, ya que no quería verlo sufrir. Para hacerlo cambiar de opinión, Látigo rememoró a El Equipo: “A los 13 años lo llevé a Martin a un gimnasio de la localidad de Berazategui, agarré a unos de mis mejores pupilos, que tenía alrededor de 10 o 15 peleas y le dije rompémelo”.  Luego de esta situación el Principito terminó con su nariz hinchada y destrozada, pero con ese espíritu de perseverancia que lo caracteriza, jamás se dio por vencido y siguió luchando para seguir los mismos pasos que su padre.

En el proceso para convertirse en boxeador profesional, Látigo constantemente aconsejó al Principito para que se esfuerce y deje lo máximo en cada entrenamiento. Además le dijo que se mantuviera lejos de los excesos del alcohol y de las drogas, que lo alejarían de su sueño.

Con constancia y disciplina todos sus esfuerzos rindieron frutos, ya que el 25 de junio del 2005 logró debutar como pugilista profesional con un triunfo por nocáut técnico en el tercer asalto frente a Rubén Rojas. De ahí en adelante, hilvanó 14 victorias consecutivas y consiguió varios títulos sudamericanos; aunque luego padeció varias derrotas, siempre continuó de pie.

En 2011, se convirtió en comentarista de boxeo para el canal Fox Sports Latinoamérica. Es decir que en ese tiempo alternaba sus dos pasiones: el mundo de los guantes y el de estar frente a las cámaras.

Con 37 años, se encuentra estudiando actuación, una vocación que le genera enorme felicidad. “Participé como extra en la serie de Carlos Monzón y en la del Tigre Verón”, afirmó con orgullo. Asimismo una vez que se retire planea poder trabajar como actor.

Al ser el hijo de una leyenda, a lo largo de su vida siempre padeció cuestionamientos y presiones, pero Coggi con tenacidad lo supo sobrellevar de tal manera que pudo cumplir el sueño de su vida, el de ser boxeador.

Diego Biondi, nacido para jugar futsal

Por Agustín Kuc 

La cultura argentina se destaca por tener una tendencia a idolatrar a personajes que se desarrollan en diversos ámbitos de la sociedad. Por consiguiente, algunos obtienen un papel más protagónico que el de otros, que varía según la popularidad de dicho ser humano en la comunidad que se desarrolla. Este es el caso de Diego Biondi o Pepe, como se lo conoce en el mundo del futsal nacional. Líder silencioso de la escuadra, aclara con una risa irónica: “Llevar una cinta en el bíceps no te convierte en el dueño de un equipo”.

“Siempre trato de inculcar que, dentro de un grupo, existen los momentos para reírse y otros que requieren seriedad. Si no hay un buen clima en el plantel es muy difícil que lleguen resultados positivos”, destaca.

Aferrado a una pelota desde los cuatros años, el nacido en Villa Pueyrredón remarca que “el futsal es el deporte más hermoso que hay, porque tiene cosas de todas las disciplinas”, que “es una actividad que te genera vértigo a la hora de jugar” y que “estás siempre con la pelota entre los pies”.

“Me crié y toda mi carrera fue en el deporte amateur. Cuando era pibe me pagaban una changa y con eso cubría los gastos de la facultad, entre otros. Estoy acostumbrado a sostener mi vida futsalística por medio de otra fuente laboral”, señala el surgido en las inferiores de River Plate. Y asevera: “En la actualidad, muchas personas referidas al deporte tienen la posibilidad de vivir de este. Más allá de lo económico, la diferencia física y psicológica que se encuentra en esta gente es impresionante. Están, constantemente, preparándose para el partido. Correcta alimentación, descanso medido, entrenamientos específicos. Todos estos factores, dentro de la cancha, establecen un orden jerárquico entre jugadores de una misma disciplina”.

Bisnieto del ex Boca Juniors Salvador Biondi; nieto de Ignacio Biondi, ídolo en Platense, e hijo del histórico Ernesto Biondi, integrante del once titular de San Lorenzo denominado Los Carasucias, confesó: “Mi viejo me dijo que priorice el colegio y la educación, porque el fútbol a él no lo salvo de nada. Aun si tenés la oportunidad de debutar y vivir del deporte, uno tiene que saber administrar el dinero y organizar su vida de cara al retiro”.

“Siempre fui una persona que me manejé, dentro y fuera de la cancha, como un señor. No me caracterizo por ser un líder de grupo agresivo, de esos que te arengan y gritan, sino que me destaco por dar consejos técnico-tácticos, apoyar a quienes tienen un bajón anímico. Primero es la persona y luego el jugador de fútbol”, aduce el experimentado de 35 años, premiado en 2003 por la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) por la Caballerosidad Deportiva.

El alero izquierdo con presente en Alvear, club que milita en la Primera C del futsal argentino, acaricia la jubilación de la disciplina, aunque manifiesta: “Por suerte, el físico y la mentalidad me dan. El futsal es un cable a tierra y aun me siento con condiciones. Poder entrenar, disputar un partido, disfrutarlo con aquellas personas que son conocidas del ambiente de toda una vida, eso es lo lindo”. Y añade: “Sigo jugando porque me apoyan, ya es un hábito. Desde pequeño que mis padres me han inculcado ir a un club, ya sea a entrenar como pasar el rato. Si toca el retiro, seguiré como director técnico, ayudante de campo o lo que fuere, pero siempre voy a estar ligado a la actividad”.

Por Farid Maggiori

Tiene las manos podridas”, dijo el médico de la Lazio tras negarse a inyectar al argentino, a poco más de una hora para el comienzo de la pelea porque, como se sabía, Carlos Monzón debía ser infiltrado antes de cada combate por problemas en sus manos. Cuando ya estaban por ir desde el hotel hacia el estadio, llegó Juan Carlos Lorenzo junto a dos médicos argentinos. Cada uno se encargó de una mano. Novocaína lista, pero solo duraría seis rounds. Así empezó todo. 

Ya en el Palazzetto dello Sport y ante 16 mil espectadores, comenzó la pelea. Monzón salió a ser Monzón y a no dejar que Benvenuti imponga su estilo. Tirando el jab de izquierda en todo momento para buscar abrirle paso al directo de derecha fue la clave de la pelea. Demoliendo a sus rivales, round a round, como siempre se lo caracterizó. Esa noche el santafesino subió al ring con la idea fija de traerse el título a la Argentina. “Me di cuenta de que Monzón no había subido a boxear, sino a pelear”, aseguró el italiano años más tarde. 

A medida que iban pasando los asaltos el argentino superaba cada vez más al local. Tanto fue así, que, en el comienzo del décimo segundo round, Amílcar Brusa le gritó a su pupilo: “Ese hombre está muerto”, y Monzón salió a rematar. A falta de un minuto para el final del round Benvenuti se refugió contra las sogas tras el incesante ataque del santafesino, que abrió camino con la zurda y fulminó con la derecha. A Nino se le aflojaron las piernas y cayó de manera vertical, haciendo el KO aún más espectacular. 

Carlos Monzón campeón del mundo, en Italia, ante el favorito y por knockout. Fue, sin dudas, una de las victorias más importantes de la historia del boxeo argentino. Defendió el título en 14 oportunidades, entre 1970 y 1976, hasta el día de su retiro. 

Monzón fue condenado a 11 años de cárcel por haber asesinado a su esposa, Alicia Muñiz, el 14 de febrero de 1988, tras haberla tirado del balcón de una casa en Mar del Plata. Falleció el 8 de enero de 1995 por un accidente automovilístico, en una de sus salidas transitorias, a los 52 años.