La primera del Fortín disputa la pelea por la permanencia mientras que su Reserva es por lejos la mejor del país en este 2023.
Vélez cayó 3 a 0 frente a Huracán y está a sólo dos puntos del descenso, sin embargo, la Reserva atraviesa un momento histórico: acumula 33 partidos seguidos sin perder.
El Fortín transita una crisis futbolística e institucional, que parece ir a peor cada vez más, pero los chicos parecen vivir una realidad distinta, ya que fueron los campeones del Torneo Proyección el semestre pasado y son punteros en su zona de la Copa actual.
El equipo dirigido por Marcelo Gómez, histórico exjugador del club, lleva desde el torneo pasado sin perder y es el principal candidato a llevarse la copa de este semestre. El Negro no solo provée de talento a la Primera, sino que se asegura dejar bien parado al club y potenciar a los juveniles.
La Reserva parece no sufrir el momento del plantel de Primera, que se lleva muchas de sus figuras para intentar salvarse del descenso, un ejemplo de ello es el caso de Thiago Fernández, quién había sido el mejor jugador del título del anterior semestre, para esta Copa Proyección no forma parte en la mayoría de encuentros, ya que se está asentando en la máxima categoría.
Pero el ciclo continua como si nada, justamente, este jueves Maher Carrizo, una de las figuras de los últimos partidos con tan solo 17 años, firmó su primer contrato con la institución de Liniers, un acuerdo que ilusiona a todos los velezanos.
El plantel profesional no levanta cabeza y no da ninguna seguridad de mantenerse en Primera, así que, si los resultados siguen resultándole esquivos, el año que viene la mejor Reserva del país podría estar recorriendo la Primera B Nacional.
Luego de la dura eliminación en primera ronda del Mundial de Australia y Nueva Zelanda, en donde la Albiceleste finalizó como última de su grupo sin conocer la victoria. Y después de la estrepitosa derrota sufrida frente a Japón por 8 a 0 en Fukuoka, la selección deberá levantar cabeza rápidamente y ponerse en marcha para afrontar un nuevo torneo. Se trata de los Juegos Panamericanos, que tendrán lugar en Santiago de Chile y se llevarán a cabo desde el 20 de octubre hasta el 5 de noviembre. El torneo se desarrollará en los estadios Elías Figueroa de Valparaíso y el Sausalito de Viña del Mar.
Las dirigidas por Germán Portanova compartirán el grupo B junto a Costa Rica, Venezuela y Estados Unidos, y buscarán replicar la actuación en Lima 2019 en la que consiguieron la medalla de plata luego de caer derrotadas en la final contra Colombia por penales, después de empatar 1 a 1 en los 90 minutos.
Previo a su debut en los Juegos, la Selección Argentina deberá enfrentar nuevamente al combinado japonés, esta vez a puertas cerradas, en pos de prepararse para su debut en tierras chilenas.
Otro de los golpes duros que recibió el equipo en la preparación para los Juegos Panamericanos fue la baja de Estefanía Banini, quien anunció su retiro de la selección luego de la derrota 2-0 contra Suecia en lo que fue el último partido de Argentina en la Copa del Mundo: “Me toca irme de la Selección, me hubiese gustado hacerlo de otra manera en cuanto a los resultados, pero estoy tranquila. Ahora les toca a las nuevas generaciones defender esta camiseta”.
La jugadora del Atlético Madrid de España se retira habiendo conseguido los Juegos Suramericanos de 2014 y comandado a la selección en el Mundial de Francia 2019, siendo la capitana de aquel plantel, convirtiéndose en uno de los máximos emblemas de la Argentina en la última década y de la historia del fútbol argentino.
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Vanina Correa, la capitana
Por Santiago Cergneux
La experimentada arquera es la máxima referente del plantel, y con 40 años disputará los Juegos Panamericanos entre el 22 de octubre y el 3 de noviembre de este año. Fue parte de la obtención del Sudamericano 2006 y del Torneo Odesur de 2014, los únicos dos títulos que tiene la selección femenina en su vitrina.
Debutó en el seleccionado en el año 2003: con apenas 19 años disputó el Campeonato Sudamericano, a partir de ese certamen formó parte de la convocatoria para los Juegos Panamericanos y la Copa del Mundo de ese año, siendo la primera participación mundialista de la selección en la historia.
Francisco Barido es jugador de las inferiores de Boca Juniors, tiene 15 años y forma parte de la selección argentina Sub-15 dirigida por Pablo Aimar. El jugador del Xeneize comenzó sus entrenamientos con el plantel argentino a mediados del año pasado y actualmente luce la camiseta 10 de la albiceleste.”Cuando voy a saludarlo me tiembla la mano. Entrenar con Pablo es diferente, se nota que sabe. Él jugó en mi posición y me siento identificado”, expresó Barido refiriéndose a Aimar.
La relación entre Francisco y la pelota comenzó a muy corta edad, fue su padre quién lo alentó a practicar el deporte. A los 4 años ya formaba parte del club Progreso de Adrogué, donde jugaba al Baby Fútbol y a los 5 años, gracias al accionar de un DT, logró ir a probarse a “Casa Amarilla” y desde allí aseguró su lugar en las inferiores de la institución. Durante estos últimos años fue citado por la selección argentina pero por diferentes lesiones no pudo hacerse presente, hasta que finalmente lo consiguió en agosto de 2022. “El primer entrenamiento con la selección fue impactante, es un cambio muy fuerte. Boca te da todo pero la selección te da más todavía. Las canchas mojadas para que entrenemos nosotros, la indumentaria que necesites y la calidad de los jugadores cambia muchísimo”, comentó el joven oriundo de Adrogué.
El juvenil, quien recibió el llamado del FC Barcelona a sus 10 años, confesó quién es su ejemplo a seguir: “Hace un par de años me siento muy identificado con Aimar. Pablo cuando juega parece que te boludea y yo jugaba así en el baby. En once mi ídolo es Messi y a veces me veo un poco parecido, teniendo en cuenta la posición de cancha. Obviamente no tengo el pie que tiene él”.
Además, Barido declaró cuál es su objetivo para este año: “Quiero ganar el Sudamericano Sub 15 con la selección, ya ganar eso sería un montón. En Boca quiero ganar los partidos que nos quedan, ver cómo quedamos en la tabla y prepararnos para el año que viene e intentar salir campeones”. El Torneo se desarrollará del 17 de noviembre al 3 de diciembre y el plantel ya se encuentra entrenando en el predio Lionel Andrés Messi.
Teniendo en cuenta su desempeño durante estos últimos años, el jugador de la octava aseguró que le gustaría jugar en el exterior pero antes debutar en el equipo Xeneize: “Me gustaría jugar en Europa, para probar y tener la experiencia. Pero quiero debutar en Boca”.
Daniela Lio, madre soltera, llega al entrenamiento acompañada de sus dos hijas de 7 y 13 años. Se cambia la ropa, se pone su casco, rodilleras, muñequeras, coderas y bucal. No pudo -no quiso- que sus hijas se quedaran con otra persona, así que las llevó a la cancha. Les gusta ver a su madre entrenar. Se preocupan cuando cae al piso y festejan cuando tira. Imitan sus movimientos. Con voz aguda y chillona le gritan indicaciones. Quieren ser parte, y lo son.
Como cada miércoles y domingo a las 18, las “Capitanas del Espacio” entrenan en la calle Sarmiento. Están ahí. Asumen el compromiso. Se llaman así en honor al alfajor local de Quilmes, su ciudad. Algunas cursaron por la mañana y otras trabajaron. Y son un equipo de roller derby.
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Carla Guerrero, conocida en la jerga como Gualicho (en este deporte cada jugadora tiene un sobrenombre o “derby name”), pide perdón por el retraso. Tuvo unos inconvenientes con su hijo en la casa, además de los acotados horarios por su profesión de carpintera y bailarina folklórica. Juega en el equipo 2×4 -mejor ránking de Latinoamérica y top 10 a nivel mundial-. Entrenaba antes de ser madre, lo hizo durante el embarazo y lo siguió haciendo después del nacimiento de su hijo. Ahora van juntos a los entrenamientos y a torneos en otras provincias.
Carla se hace el tiempo entre el estudio artístico, el trabajo y su maternidad para abocarse al roller derby. Suele trabajar más de ocho horas, y sus herramientas son el cuerpo y las máquinas. “Nosotras ponemos el cuerpo en el embarazo -dice- y muchos años después también. Por eso es más difícil sostener y conciliar los espacios que teníamos antes de la maternidad”.
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A muchas chicas les regalaron un par de patines en su infancia. Si para algunas es desconocido qué pasará luego con ese regalo a corto plazo y sin un futuro claro, para ellas no. Tal vez no supieran que el roller derby se creó en 1930 en Estados Unidos por Leo Seltzer. Tampoco que en sus orígenes se jugaba en una pista peraltada y distinto a cómo es ahora. Pero lo juegan. Son todas chicas, mujeres. Y lo juegan.
No es una aclaración innecesaria, ni retrógrada. Es la mejor descripción del deporte. En estadísticas de foros especializados en Internet afirman que en el deporte hay cerca de 70 equipos en Argentina y el 95% de las personas que lo practican son mujeres. Es el deporte más feminista.
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En 2009 se estrenó en Estados Unidos la película Whip It (Golpéalo) sobre una adolescente que se une a un equipo de roller derby. En seguida se enamora y se asombra de la voracidad y la furia de sus compañeras y el deporte. Whip It significó un auge de chicas que se interesaron en incursionar en el roller derby. Y en Argentina fue una suerte de Big Bang para el deporte.
Whip It fue el acercamiento de Daiana Sismael a los patines y a la disciplina. Algunos portales web han llegado a titular que “Argentina tiene a la Messi del roller derby”, conocida como Francesca. Ella, oriunda de Berazategui, se avergüenza de la comparación. Comenzó jugando en su ciudad y luego fue a Capital Federal, donde está la mayor concentración de equipos. Jugó con Sailor City, uno de los únicos dos equipos del país afiliados a la Women’s Flat Track Derby Association (WFTDA), ente regulador a nivel internacional. Pero luego cumplió el sueño de probarse entre casi 60 patinadoras y quedar en Gotham, un equipo neoyorquino que es de los mejores del mundo.
Daiana Sismael no sabe qué otra cosa hay después. También es entrenadora y a veces árbitra. Adjudica un gran cambio al momento en que comenzó con el entrenamiento físico. A partir de ahí empezó a ver el roller derby de otra manera y le dedicó muchas horas de entrenamiento de fuerza por fuera de las horas semanales que ya tenía con Gotham. A sus compañeros les insiste para que sigan su camino.
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El deporte se practica en una pista ovalada con equipos de cinco jugadores. Cuatro bloqueadores forman rondas tomándose de las manos para evitar que el jammer -anotador- del equipo contrario pase entre medio de sus caderas. Así se anota un punto. Una vez logrado, el jammer da la vuelta a la pista -en sentido contrario a las agujas del reloj- y vuelve a intentarlo. No pueden golpear con cabeza, piernas ni manos, aunque sí con hombros y caderas. En la hora que dura un partido (dividido en dos tiempos de 30 minutos) lo que predomina es la estrategia y la técnica, pero sobre todo el contacto. Es la base del deporte.
Algunos equipos tienen canchas propias y otros piden predios prestados. En Parque Chacabuco, debajo de un puente, entrena 2×4. Un polideportivo ubicado en Curapaligüe al 1100 en el que abunda el color y las expresiones artísticas. Prestado. Otros, los más artesanales, se movieron, salieron a la calle, contactaron y consiguieron una canchita de baby. Alquilada. Su hogar, pero tienen que pagar. Pagar por hacer lo que les gusta, que se lo permitan. A la intemperie, en un lugar cerrado, con calor o con frío, todos entrenan. Siempre.
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Carolina Lio, capitana, líder, y provisoriamente también entrenadora de Capitanas del Espacio, es la única de clase C en su equipo (el deporte se divide en categorías A, B, C y fresh para los que comienzan y no rindieron el examen). Silbato en mano, mira su agenda, y les da indicaciones a sus compañeras para que calienten. Sus gritos retumban y hacen eco en el galpón con techo de chapa. Entre todas las chicas que llegan hay un hombre, se llama Matías y apenas lleva tres días. Aparece el 5% restante de la estadística.
Mientras ellas entrenan, entra al buffet un empleado de la cancha y comenta algo sobre “las chicas con patines”. Lo hace en voz baja. Como si quisiera que no lo escucharan. Como si ocultara alguna opinión sobre que usen su cancha de fútbol para patinar. Ellas no lo escuchan y siguen. Son un nicho y saben que una de las virtudes de ser una comunidad tan chica es que pueden tener el control.
“El roller derby es un espacio muy feminista -dice Carolina Lio, sacando pecho-, viene de la mano de la igualdad de género. Es un espacio seguro para la mujer. Acá es común ver personas trans, lesbianas o queer porque no te vas a encontrar con desubicados ni machistas. La comunidad es tajante con eso. Si uno se pasa de la raya o hay un abuso se desvincula automáticamente a esa persona. No importa que sea buen jugador”.
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Mientras el Mundial que podría realizarse en 2025 aún es una incógnita y se desconoce su sede, Argentina sigue puliendo su selección. Salió octava de 38 países en el Mundial de 2018 en Manchester, Inglaterra y una de sus jugadoras (Samantha “Hulka” Barrera) fue MVP. Francesca, desde Nueva York, elogia el nivel del seleccionado que en 2023 organizó un Try Out (una prueba de jugadoras nuevas). Ella es parte de la selección y también fue entrenadora de la selección masculina. A la vez que destaca el nivel y la competitividad que hay en el país a nivel individual, marca las dificultades que tienen para ejecutar un plan como grupo, en equipo y en planificación.
Los equipos son amateurs y la autogestión es el emblema. Ganan unos pocos pesos con la organización de actividades impulsadas por ellas mismas. Cada una tiene un rol fuera de la cancha. Hacen sorteos, venden merchandising o vales para subsistir y costear los gastos. Sus realidades son muy distintas. Coexisten estudiantes, artistas, empleadas y emprendedoras, pero las unifica la pasión por el roller derby.
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Sábado, 22 horas. Muchas personas piensan en salir y juntarse con sus amigos o parejas. Ellas -las Capitanas del Espacio-, en cambio, tienen una cita en su cancha, su nuevo hogar. Les sirven las dimensiones, pero las señalizaciones no. Entonces se juntan a pintar unas nuevas líneas que delimiten el óvalo reglamentario para un partido.
Ahí están. Reunidas, comiendo algo, charlando y pasando un buen rato. Pero también trabajando. No para ellas, tampoco para ganar dinero. Haciendo horas extras para su equipo e invirtiendo tiempo de sus vidas para que su dedicación sea más fácil -y más profesional-. Dos de ellas, Debora Tapia y Valeria Mattera, estudiantes de Arquitectura, diseñaron los planos, midieron y marcaron. El resto siguió indicaciones, encintó y pintó.
Cinco horas después, la tarea queda terminada. Una toma su celular y retrata una imagen espontánea cargada de emociones y empoderamiento. Sus rostros de felicidad invaden la story de Instagram. Un grupo de mujeres que pintaron su cancha. Autogestión. Y ahora, oficialmente tienen pista.
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El roller derby rompe varios mitos. Un deporte practicado en su mayoría por mujeres que se golpean, empujan y van hasta el límite de su potencia y sus energías reivindicando la fortaleza femenina.
Mientras que otros deportes son catalogados como industrias, abundan las sociedades anónimas y los casos en que se vulnera la salud mental de los jugadores, ellas juegan sólo por el amor al deporte. El estado más lúdico del ser humano.
En el roller derby no hay empresas multimillonarias que inviertan en la disciplina convirtiéndola en un negocio. No hay réferis que mezclen sus intereses para que gane uno u otro equipo. Y tampoco hinchas violentos y desquiciados que amenazan, insultan o acosan a una jugadora por un error.
Todas apuestan a que crezca y es un objetivo necesario para los bolsillos de las jugadoras. Pero algunos organizadores manifiestan la importancia de mantenerlo como un deporte under y que no lo corrompa nadie. Porque quién sabe si su crecimiento implica como efectos colaterales la aparición de actores que desvíen el sentido primordial de cualquier disciplina: jugar. Para su desgracia -o su suerte- el roller derby es -aún- sólo eso. Jugar sin más.
Como cada mañana de sábado, ayudó a Johana, la menor de sus dos hijas, con su emprendimiento de repostería: el campeón del mundo y vecino más famoso de Saladillo llega con las tortas a la puerta de cada cliente. Más allá de algún joven despistado, la mayoría conoce sus proezas deportivas, pero es uno más de los 30 mil habitantes de la localidad a 180 kilómetros al sudoeste de Capital Federal. Casi 50 años después de que Julio Olarticoechea partiera de su ciudad con el sueño de convertirse en futbolista profesional, se mantiene arraigado a sus orígenes y recuerda a aquel pibe que vivía con la pelota abajo de los pies y se destacaba en las calles de tierra saladillenses.
Olarticoechea quedó invicto en los 12 partidos que disputó en las Copas del Mundo. Fue una pieza fundamental en la consagración de la Selección argentina en el Mundial de México 1986 y también integró los planteles en España 1982 e Italia 1990. Además, fue capitán en Racing, River y Boca, pasó por Argentinos Juniors y Deportivo Mandiyú y tuvo su experiencia en el exterior con el Nantes de Francia. Sin embargo, la historia del Vasco comenzó a escribirse mucho tiempo antes.
El punto de partida
“Desde que tengo uso de razón que juego a la pelota. Desde los cuatro años, mi chiche y mi pasión es el fútbol”, recuerda Olarticoechea. Su infancia fue muy humilde: se crió en una casa prefabricada, con techos bajos y paredes de madera, a diez cuadras del centro de Saladillo. Sin embargo, reconoce: “Nunca me faltó la comida ni la pelota de fútbol. Si no era de plástico era de goma o de trapo y, de vez en cuando, llegaba la de cuero, que había que cuidar. Así que me dedicaba todo el tiempo a jugar con los chicos del barrio en las calles de tierra”.
Sus inicios en el fútbol fueron en las divisiones juveniles del Club Argentino de Saladillo, donde conoció a Juan Carlos El Ruso Nanni, quien fue su primer entrenador. “Acá gambeteaba y te dejaba a cuatro jugadores en una baldosa. Venía a entrenar sólo; ya marcaba la diferencia”, rememora Nanni, con una campera de la Selección argentina que le regaló Olarticoechea después del Mundial de México de 1986.
“Pibe, ¿vos podés levantar la pistola para pintar?”, le preguntó El Ruso Nanni, cuando con 12 años y una pequeña contextura física, Olarticoechea se acercó a su taller de chapa y pintura dispuesto a trabajar. El joven asintió, pintó seis heladeras y cobró su primer sueldo. Pese al posterior enojo de Doña Rosa, ¿en qué más lo iba a gastar si no era en un par de botines de cuero? “Cuando estaba a punto de llegar a Primera, en los veranos venía a Saladillo y se hacía las changas conmigo”, comenta Nanni. El Vasco confesó que, si no hubiera llegado a ser jugador profesional, hubiera sido chapista.
La pasión por el fútbol fue más fuerte que el desarraigo
En enero de 1974, Olarticoechea tenía apenas 15 años. Acompañado por su hermano Alberto, se subió al tren a las seis de la mañana y partió rumbo a Buenos Aires con el anhelo de dedicarse al fútbol. Consigo cargaba únicamente un pequeño bolso verde con poco más que una muda de ropa. Pese a tener otras opciones para probarse, se decantó por Racing debido a la preferencia de sus tíos, Ricardo e Irma, quienes vivían en Wilde -localidad perteneciente al partido de Avellaneda- y se convertirían en pilares de su carrera. El Vasco fue aceptado y se hospedó en la casa de sus parientes. “El desarraigo es difícil, pero me pudo la pasión. Si hubiese tenido que quedarme en la pensión del club, me hubiese vuelto a mi casa. No hubiese aguantado”, reflexiona el Vasco.
El enganche que se lucía en su ciudad pasó a perder protagonismo en las inferiores de Racing. Su posición la ocupaba la figura del equipo y fue relegado al banco de suplentes. “Escoba, cepillo, que entre Saladillo”, cantaban sus familiares y amigos detrás del alambrado para que el entrenador de la séptima división, Tito Castelli, le diera minutos. Su oportunidad llegó con la lesión de un compañero, que jugaba de volante por derecha. Logró aprovecharse de la situación: se asentó entre los titulares y, prácticamente sin escalas, llegó a Primera.
Papá Héctor y mamá Rosa escondían su nerviosismo mientras celebraban la fiesta patria el 25 de mayo de 1976, en un desfile escolar en la Plaza de Saladillo. Esa tarde, su hijo menor iba a debutar en la máxima categoría del fútbol argentino: Olarticoechea, de 17 años, reemplazó a Heriberto González a los 32 minutos del segundo tiempo del triunfo de Racing por 1 a 0 ante Chacarita en el Cilindro de Avellaneda, por el Campeonato Metropolitano.
En su primera etapa como jugador de Racing, Olarticoechea llegó a ser capitán con 22 años y cumplió su objetivo principal: comprarle una casa a sus padres en Saladillo. “El resto era de yapa, pero jamás imaginé que iba a lograr todo lo que logré”, asegura. En agosto de 1981, mientras estaba en Córdoba en una de sus primeras giras con la Selección argentina, un mozo lo sorprendió al felicitarlo por su pase a River. Así se enteró de que jugaría en el Millonario, un club que admiraba desde chico por su fanatismo por Oscar Pinino Más. Apenas cuatro meses después de su llegada, contribuyó a la obtención del primero de sus tres títulos: convirtió el único gol del partido de ida de la final ante Ferro y fue titular en la vuelta para sellar la conquista del Campeonato Nacional.
“¿Héroes? No, fuimos tipos comunes que hicimos algo extraordinario”
Luego de haber sido convocado por César Luis Menotti para el Mundial de España 1982 y no haber sumado minutos, de haber renunciado a la Selección en 1984 por haber sentido que el nuevo entrenador, Carlos Salvador Bilardo, no confiaba en él y de haber regresado por un pedido especial en un peaje de la Autopista 25 de Mayo, Olarticoechea ingresó desde el banco de suplentes en los tres partidos de la fase de grupos y en los octavos de final de México 1986. Su oportunidad para debutar como titular en una cita mundialista llegó en los cuartos ante Inglaterra por la suspensión de Oscar Garré, que había llegado al límite de tarjetas amarillas en el partido previo ante Uruguay.
“Olarticoechea es el Sargento Cabral de Maradona”, expresó en diálogo con Canal Abierto el periodista Andrés Burgo, autor del libro El partido, en el que desgrana todo lo que pasó en aquellos cuartos de final. El Vasco fue el héroe escondido detrás de la actuación consagratoria del 10, que marcó los dos tantos argentinos ante Inglaterra, “La Mano de Dios” y “El Gol del Siglo”. Al minuto 81, Gary Lineker había puesto a los europeos a tiro del empate. Al 87, John Barnes desbordó por la banda izquierda y lanzó un centro que dejó a Lineker de cara al gol. Sin embargo, Olarticoechea logró despejar la pelota sobre la línea con un cabezazo de espaldas. Él mismo bautizó su salvada como “La Nuca de Dios”.
Argentina avanzó y Olarticoechea no salió más del equipo titular hasta ser campeón del mundo: jugó ante Bélgica en semifinales y ante Alemania Federal en el partido decisivo. “Mientras la final todavía se estaba jugando, la casa de mi familia se empezó a llenar de gente y ya para cuando terminó el partido no se podía caminar por la calle”, contó en el libro El Vasco de Saladillo (2016), de Agustín Di Benedetto.
Italia 1990 fue el último Mundial de Olarticoechea. No sumó minutos en el debut con derrota ante Camerún, estuvo en la cancha entre el segundo y anteúltimo partido y se perdió la definición -en la que Argentina cayó ante Alemania Federal- por acumulación de amonestaciones. No obstante, fue ovacionado por su gente en Saladillo. “Este recibimiento es más emocionante que haber sido subcampeones del mundo. Nunca me olvidé de mi pueblo. Un día el jugador de fútbol va a pasar, pero la persona queda. Y yo voy a seguir como soy”, expresó el Vasco a sus 31 años para la revista El Gráfico.
Un campeón del mundo suelto por Saladillo
Olarticoechea reside con su esposa, Gloria, y Johana, su hija menor, en un chalet como tantos en Saladillo. Gisela, la mayor, es licenciada en Turismo y desde los 18 años se instaló en Buenos Aires. En su tierra lo idolatran con homenajes. En la entrada al pueblo, sobre la Ruta 205, un monumento de 16,10 metros representa la camiseta argentina N°16 que vistió en los Mundiales 1986 y 1990, un pasaje lleva su nombre y, a las afueras del Club Argentino, un mural lo retrata con la indumentaria de la Selección junto a Maradona.
“Hoy vivo como una persona normal. A la mañana le hago los mandados a una de mis dos hijas, que es repostera. Ya para las 11 me desocupo y me junto a tomar café con mis amigos de toda la vida. Normalmente camino todos los días, a la tardecita suelo visitar a algún amigo y a las siete de la tarde ya estoy en mi casa y me cocino, algo que me gusta mucho”, cuenta Olarticoechea.
Sentado al fondo del Club Social, Olarticoechea desayuna con Gisela y Elenita, su nieta de cuatro años, su “debilidad”. Las personas que transitan por la vereda se detienen a saludarlo, pero no interrumpen su café con medialunas. Él, amablemente, responde con una sonrisa que le achina los ojos. El Vasco de Saladillo no necesita más que estar cerca de sus orígenes para ser feliz.
“El fútbol tiene que ser un motor que ayude a encauzar muchas de las cosas que no funcionan del todo bien en el país”, dice Rúben Darío Insua, el actual técnico de San Lorenzo de Almagro sobre la relación estrecha entre este y la situación del país. Otra vez el deporte como impulsor, que lo llevó a vestir la camiseta del Ciclón a los 12 años en inferiores en 1973, y a debutar en primera por fin en 1978, pero antes a trabajar en la fábrica de sillas y a vender ropa en Avenida Sáenz.
Insua no se esconde y saca en cada oportunidad a relucir su capacidad de estar en todos los detalles. Es hijo de padres españoles pero nació en Argentina. Inculcado por su padre reluce un nacionalismo poco visto hoy en día. Felipe Pigna dijo que está de moda pegarle al país en la radio Urbana Play pero El Gallego, con su impronta y personalidad, pone de manifiesto que vive en el mejor país del mundo y que aún con todos los golpes que le pegan, se recupera siempre. “¿Hace falta que te diga que es lo que pasa en Argentina?”, responde repreguntando en una entrevista.
Luego de ser determinante en el ascenso a la Primera división del Cuervo en 1982 -fue quien marcó el gol de penal ante El Porvenir- tres años después se despide del club para emigrar al Viejo Continente, España fue el destino. Un volante con gran despliegue, creativo, vuelve a Argentina para jugar en Estudiantes de La Plata, y posteriormente en el Independiente de Ricardo Bochini en 1986/1987, a quien considera uno de los mejores jugadores argentinos.
Su carrera como técnico cuenta con pasos por Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú y Argentina. Su primera experiencia en el Azulgrana fue en 2002, donde consiguió la Copa Sudamericana. Su camisa color marrón y la corbata negra que fue de sus cábalas -aunque él diga que no lo era- está guardada en el placard, por si la necesita. Pese a que en conferencia de prensa admitió que fue mera casualidad, todos los partidos ingresaba al estadio en su auto desde Avenida Varela siempre con la misma canción Costumbres Argentinas de Los Abuelos de la Nada. Crítica al fútbol argentino pero con una mirada esperanzadora de cambio porque en el país los entrenadores que se arreglaban con los jugadores que tenían y le daban posibilidades a los chicos de inferiores no entran en el estándar de lo que se busca. Pero al mismo tiempo le da la derecha porque ve una federalización que expande al deporte.
No entra en comparaciones absurdas, ni trivialidades futboleras, pero si está a favor de los debates que enriquecen las ideas, el desarrollo y el crecimiento, como lo fue el Menotti-Bilardo. Messi es palabra sagrada en su familia y el no haber estado en el mundial de 1986 es una asignatura pendiente en su carrera. Habla de los argentinos como materia prima en calidad de talento impresionante, pero con su ojo crítico encuentra un problema, el inconformismo.
Su característica cabellera siempre con la sensación de que el viento le rompe en la cara, y el código de vestimenta fiel a su estilo denota la simpleza de la persona. No habla de marcas de ropa y por el contrario cuenta que compró una de sus emblemáticas camperas de cuero en Avellaneda y Nazca.
El Gallego compara a los entrenadores con maestros y piensa que no hay buenos o malos, existen los que enseñan mejor y los que enseñan peor.
Muestra lo más profundo de sus pensamientos cuando dice que le preocupan los argentinos que no la pasan bien. Un personaje que no elimina su carácter nacional y político por ser parte del mundo futbolístico, que se muestra en la conformidad pero aún más en la disconformidad. El socio tiene un papel fundamental en la vida de Insua, hijo de un socio vitalicio, asegura que mientras el club sea una sociedad civil -y desea que lo siga siendo- el hincha es el que elige. No se opone a los clubes como sociedad anónima mientras sea una cuestión vital para la institución.
La elección de “Nunca Más” como su libro favorito demuestra este arraigo a la historia. No puede pensarse al fútbol si no es a partir de ella y eso Insua lo tiene claro. Por eso, a más de un año de la presentación de Insua en el club azulgrana, se celebra como un logro para el fútbol argentino. Porque el Gallego sabe que los procesos son casi tan importantes como los resultados, la convicción y el espíritu ganador lo persiguen y porque sabe que tiene que honrar la memoria de su padre: “A San Lorenzo hay que defenderlo todos los días, todo el tiempo, en todos los ámbitos”.
Argentina vuelve a ser el foco y dentro de las marcadas desigualdades sociales, manifiesta que si pudiera elegir un superpoder sería el dueño de la cadena alimenticia de argentina para que a ningún ciudadano le falte la comida, en un país que produce alimentos para 400 millones de personas y tiene que abastecer sólo a 47 millones. “No hay razón para que un argentino pueda estar mal alimentado”. El Gallego demuestra que desde el fútbol se puede cambiar al mundo siempre y cuando se actúe en consecuencia.
La Selección Argentina levantó una vez más un trofeo en Brasil. El conjunto nacional de vóley dirigido por Marcelo Méndez cortó, el 30 de agosto, una racha de 59 años de liderazgo brasileño en el Sudamericano, y se adjudicó esta edición de 2023 con un contundente 3-0 (25-19, 29-27 y 25-22). Tras este triunfo histórico, el central de 24 años contó la “locura” de haber levantado la copa ante los ojos de la hinchada verdeamarela.
-¿Cómo te sentís después de haber ganado una final ni más ni menos que contra Brasil, en Recife, ante más o menos 12 mil personas?
-Es una locura. Para nosotros, haberle ganado a uno de los mejores equipos a nivel mundial en su casa fue inolvidable. Hicimos mucho trabajo durante el año, nos fue muy bien en la Volleyball Nations League (VNL), y en el Mundial tuvimos una muy buena posición. Que se nos dé es muy bueno para el equipo, y más de visitante allá.
-¿Cómo hacían anímicamente para tolerar los gritos en cada punto, siendo que estaban de visitantes?
-Era una presión cada vez que nos hacían un punto en contra, pero terminaba siendo todo más mental. Era mucho mejor cuando había silencio después de nuestros puntos, al terminar festejamos con la cancha vacía.
-Hay una jugada que tuvo mucha repercusión en las redes, en la que Luciano De Cecco te “armó una pelota” con el pie, salvándola de tocar el piso, y terminó en un punto tuyo para Argentina.
-Fue una muy buena jugada, Lucho es un crack. Jugar con él como con Facu (Conte), jugadores de talla mundial, es excelente.
–Integraste el equipo ideal con él, y quedaste en la historia del equipo campeón, ¿cómo te sentís con eso?
-Me gustó ser parte del equipo ideal, pero me quedo con haber ganado la final. Está ese dato conocido de que solamente hubo una vez que Argentina salió campeón, en 1964, y no estaba Brasil. Y después fueron siempre ellos los que ganaron este torneo. Se siente mejor todavía ser parte de todo esto, e integrar el equipo ideal es solo un detalle.
-Luego de este triunfo en el Sudamericano, como jugador sentís que el piso se subió?¿La exigencia va a ser más alta en el preolímpico, ahora a fin de septiembre, porque ya ganaron el Sudamericano?
-No sé si la vara se subió por haber salido campeones. Es más un tema de la gente, quizás. Siempre tuvimos en mente el tratar de clasificar, y tratar de jugar todos los torneos para sacar la mayor ventaja y mayor provecho para nuestro juego. Se dió que salimos campeones, buenisimo, pero no ocurría hace 60 años.
Gracias a este título, la Argentina subió del 8vo al 6to puesto en el ranking mundial de la FIVB, clave para la clasificación olímpica. El preolímpico será del 30 de septiembre al 8 de octubre, que reparte solo dos cupos para París 2024, y donde enfrentará a Polonia, Países Bajos, Canadá, México, Bélgica y Bulgaria. Si los argentinos no logran el pase, podrían entrar por ranking. Nicolás destacó la importancia de esta fase: “Nosotros nos preparamos todo el año para este torneo que es el más importante. Tenemos grandes posibilidades, somos uno de los equipos con chances de pasar, estamos jugando en un nivel bárbaro, y nos vino muy bien para jugar esos partidos”.
– A nivel personal, que ahora estás jugando en un equipo de la liga de Polonia, ¿notás mucha diferencia entre el juego de allá con el argentino?
-Sí. Jugar ahí es muy sarpado, muy bueno, más que nada porque es una de las mejores ligas del mundo actualmente. En la Champions League, los últimos dos equipos fueron polacos, eso demuestra que es una de las ligas más fuertes actualmente. El poder jugar ahí es un gran logro para mí. Todo deportista trata de llegar a la élite, y creo que esa es una de las ligas top que hay en el momento; es mucho más física. Se toma mucho más profesional el deporte ahí, es uno de los principales del país, por no decir el primero. Por eso se ve de otra forma y se juega con otras sensaciones, con otro nivel.
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En este sentido, el central no cree volver a su país natal en el corto plazo, pero le encantaría hacerlo más adelante: “No tuve la posibilidad de afianzarme acá, donde estoy ahora, y me gustaría hacerlo”.
-¿Sentís que llegaste al punto más alto a nivel de tu carrera?
-No creo; espero, y podría, llegar a un nivel aún más alto. Un deportista trabaja para rendir siempre un poco más. Hay una frase que dice “lo más difícil no es llegar sino mantenerse”, aunque creo que mantenerse sería un poco mediocre ese pensamiento. Uno labura para ser más competitivo deportivamente.
–¿Qué creés que es lo clave que le falta al vóley argentino para subir a ese nivel?
-La Liga Argentina tiene muchas cosas que no hay en el resto del mundo; tiene jugadores, cuerpo técnico excelente. Quizás, con la situación económica que vive el país es difícil. Yo se que el vóley es un deporte que tampoco mueve mucha gente, no es tan marketinero, y es difícil apostar por el voley. Principalmente le falta inversión. Yo creo que con un poco más de apoyo, sea por voluntad, instituciones privadas, podría llegar a ser uno de los saltos que beneficiaría la liga acá, como fue en su momento Bolívar a nivel mundial.
Emir Forgione, de 15 años, está sentado y mira el muro de tres metros que tiene delante. Hay ruido alrededor, ruido intencional. Suena a todo volumen, mediante un parlante, una de las canciones insignias de la célebre banda Megadeth: “Symphony of Destruction”. La canción, explica el joven, es parte de una playlist de Spotify que armaron entre varios que escalan con frecuencia en el Centro Andino Buenos Aires (CABA), su club. Hay canciones de bandas como La Renga, AC/DC, System of a Down y Rata Blanca, que sirven para motivar a quienes decidan afrontar el desafío que representa subir un muro de tres metros, el cual tiene distintos caminos, con diferentes dificultades.
Hay 20 personas en el Centro Andino. Algunas están sentadas; otras, paradas y listas para escalar. Se ve a escaladores de distintas edades: Forgione incluso comenta que vio a gente de hasta 80 años. Se prepara “El Flaco”, de 41 años, y encara una de las “rutas” más complejas en el muro de la derecha —el de la izquierda permanece intacto aún—, como así lo demuestran las cintas en los bloques. Al ingresar al Centro Andino Buenos Aires hay una guía que especifica las dificultades de cada ruta de subida: verde, verde con azul, azul, azul con amarillo, amarillo, amarillo con rojo, rojo, rojo con negro y negro. De menos a más, así se puede leer qué tan complicado es.
“El Flaco” decide incursionar en una ruta plagada de bloques marcados con amarillo y rojo o rojo solo. Está ahí sólo para hacer una actividad recreativa; él es parte de un grupo de cinco, que tienen edades similares y decidieron escalar como actividad física. Empieza a subir, sigue bien, pierde el equilibrio y se cae. Forgione mira a su izquierda, donde está el grupo que menos experiencia tiene, y les marca algo vinculado a la caída: “Vean que no cayó con la espalda, hizo el esfuerzo para caer con las piernas flexionadas y sin golpearse los brazos”.
Forgione decide hacer uno de los caminos más difíciles del boulder (el muro), delimitado en su totalidad por el rojo. Diez años de escalada no fueron en vano: lo consigue con relativa facilidad. Forgione fue uno de los ganadores de los Juegos Porteños 2022 y, por ende, pudo participar como uno de los chicos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en los Juegos Evita de ese mismo año. Dice que está conforme con su rendimiento.
—¿Escalás para hacer carrera como deportista o sólo como algo recreativo?
—Yo estoy acá por todo, me encanta escalar, lo hago hace muchos años y llevo cinco haciéndolo ininterrumpidamente. Estoy casi más tiempo acá que en mi casa.
Forgione se queda en silencio unos segundos y menciona el nombre de Valentina Aguado, federada por el Centro Andino de Buenos Aires, una de las representantes de Argentina a nivel mundial. Asegura que ella inició su camino en este deporte de una manera similar a él y que le gustaría subir por el mismo camino.
La mesa está servida: hay mate, té, muffins, galletitas y torta. Todos dejan de escalar por un momento y descansan con una merienda que resume cómo es el ambiente entre ellos: familiar. Forgione habla con su amigo, a quien indujo a empezar en la escalada (antes hizo judo y fútbol), y le pregunta a qué lugar van a ir el domingo —el Centro Andino se encuentra cerrado siempre los domingos— y pone sobre la mesa a V-Once, al Muro de Ramos y a Punto Cumbre, todos ubicados en Buenos Aires.
Otro sitio para escalar en el AMBA es El Templo, que tiene días de clases, con sus respectivas dificultades, y jornadas libres, donde cada uno decide qué ruta o camino hacer en cada muro. Este centro de escalada nació el 29 de abril de 2023, con Mónica Cutullé como unas de sus caras visibles, además de ser parte de la dirección. En cuanto a los objetivos de El Templo, Cutullé asegura: “Uno de los más importantes es organizar distintos viajes a montañas cercanas, pero lo que más nos interesa a nosotros es generarle a más gente lo que sentimos nosotros, que es el amor por escalar”. Ella se identifica como una persona enamorada de las montañas y esa es una de las razones por las que estudia para ser guía.
De todos modos, hay un lugar que sobresale y prevalece por su importancia: la Palestra Nacional de Andinismo, instalada en 1982 y ubicada en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CeNARD), en Núñez. Es la “montaña” que se puede encontrar en la ciudad de Buenos Aires: tiene piedra natural traída desde la provincia de San Luis, su altura es de más de 12 metros y la superficie alcanza los 3200 metros cuadrados. El objetivo es el entrenamiento de deportistas que tengan previsto adentrarse en la escalada a la alta montaña, con 250 rutas o vías de subida de diversa dificultad.
La Palestra Nacional de Andinismo del CeNARD pudo haber desaparecido por negocios. En 2019, se planeó demolerla como parte del proyecto del Parque Innovación. “Impulsará las actividades de emprendedores, estudiantes e investigadores, facilitando el encuentro entre ellos y generando sinergias con instituciones innovadoras públicas y privadas del país y del mundo”, según el Gobierno de la Ciudad. Los reclamos de los escaladores frustraron el plan. Dos años después, en 2021, el legislador Sergio Abrevaya –del partido Generación para un Encuentro Nacional– presentó un proyecto que busca que la Palestra Nacional se convierta en Patrimonio Cultural de la Ciudad de Buenos Aires. “Es un sinónimo de deporte, cultura e historia de la Ciudad”, reza el escrito.
Un convenio entre la Secretaría de Deportes de la Nación y el Centro Andino Buenos Aires señala que para trepar en la Palestra Nacional de Andinismo es necesario ser socio del club, además de haber demostrado “capacidad e idoneidad en el manejo de las técnicas de seguridad”, como explica el CABA. Para acceder a la “montaña en la Ciudad”, como la llaman los escaladores, se debe rendir un examen de ingreso que incluye tanto la teoría como la práctica, además de técnicas relacionadas a la seguridad.
Para escalar en el Centro Andino Buenos Aires no es necesario ser socio. Rafael Masid, secretario del CABA, afirma que son el único club sin fines de lucro asociado a la Federación Argentina de Ski y Andinismo (FASA) dentro de la ciudad de Buenos Aires: “Después hay otros lugares para hacer la actividad, son muros privados que algunos instalan para buscar ganar dinero. Todos estos lugares se asemejan a los gimnasios, ya que a cada muro termina yendo la misma gente, es decir, van algunos y terminan haciéndose ‘clientes’ habituales”.
—¿Por qué hay clubes relacionados al andinismo en Buenos Aires y en la Ciudad si prácticamente no hay montañas para escalar?
—Existimos nosotros, los fanáticos de las montañas. Sé que es difícil de entender, pero nos gustan las montañas por más que vivamos lejos.
—¿Cómo es eso? ¿Cómo te hacés fanático de algo viviendo a tantos kilómetros de distancia?
—Es que la pasión no se negocia ni se puede explicar. Si fuiste alguna vez a una montaña, la conociste, ya está. Estás perdido si la pisaste y la disfrutaste, no te podés olvidar nunca más ni dejar de hacerlo, ya sea como actividad recreativa o competitiva.
En cuanto al aspecto competitivo, hay distintos torneos. Los Juegos Evita son la principal competencia polideportiva de Argentina, organizada por la Secretaría de Deportes de la Nación. Cada provincia hace sus clasificatorias de distintas formas. En el caso de la ciudad de Buenos Aires, el Centro Andino es el encargado de hacer las clasificatorias para los Juegos Evita desde 2021. Si bien no es un requerimiento ser federado del CABA para participar, el secretario Masid explica que los del club son quienes suelen ganar las competencias y terminan clasificándose a la fase final de los Juegos Evita. Masid, quien practica el deporte, comenta que la Federación Argentina de Ski y Andinismo organiza su propia competición: “Se llama Campeonato Argentino de Escalada Deportiva, el CAED, le decimos, y tiene sus variantes de mayores y juveniles, divididos en Junior, Juveniles A y Juveniles B”. El CAED está dividido en provincias y los mejores de cada una se reúnen en una final.
Se acaba el día y Emir Forgione habla de las características de los distintos muros que hay en la escalada deportiva, cada uno puede incluir distintas variedades: placa (una pared de casi 90 grados), desplome (desde abajo de la pared o roca y con una inclinación de 45 grados) y aplome (lo mismo, pero desde arriba).
Arriba está Forgione, y no es el único. Son las nueve de la noche, casi el horario de cierre, y varios siguen escalando, a pesar de haber arrancado hace ya casi cuatro horas.
Sonia Baluzzo ya experimentó la sensación de ganar una medalla para la Argentina cuando consiguió una presea dorada y otra plateada en doble e individual scull de remos ligeros respectivamente. Hoy sueña con clasificarse a sus primeros Juegos Olímpicos en París 2024 y repetir la hazaña lograda en los Juegos Odesur de Asunción en 2022.
Después de años de hacer gimnasia artística, inició en la disciplina en 2013, impulsada por su abuelo. “Quería cambiar de deporte, así que le pedí a mi abuelo que me llevara al club donde él remó toda su vida, el Club de Remo Teutonia. Ahí fue donde probé e inmediatamente el deporte me atrapó”, relata Baluzzo, que anhela participar del doble par ligero en los JJOO del año que viene, meta para la que entrena 25 horas semanales.
-¿Qué sacrificás para estar al 100%?
-Sacrificar es una palabra que no me gusta mucho, prefiero decir que estoy comprometida con mis sueños y determinada con mis objetivos, porque para rendir al máximo hace falta pasar muchas horas entrenando y preparándose mentalmente también. Sí, le dedico menos tiempo a lo que son salidas con amigas, escapadas de fin de semana y a la facultad, pero no lo veo como un sacrificio.
Además del remo, Baluzzo cursa el cuarto año en la Licenciatura en Kinesiología en la UBA y da clases particulares de alemán y de nivel primario y secundario para generar segundos ingresos, ya que con el remo puede vivir solamente si es con su familia y si se muda sola llegaría “con lo justo”.
El remo es otro de los tantos deportes que requieren de un esfuerzo económico importante por parte de los atletas, aunque para suerte de Sonia, cuenta con ayudas externas. “Recibo becas del Enard y de la Secretaría de Deportes con las que puedo solventar todos los gastos que necesito, yo solo tengo que encargarme de mi movilidad. También tengo empresas que me respaldan y el club que me ofrece ayuda con atención médica y nutricional”, explicó la palista de 25 años, que en marzo del próximo año disputará el Preolímpico Continental, en el que deberá quedar rankeada primera entre los botes argentinos, más allá de estar en zona de clasificación, para conseguir el boleto a los Juegos Olímpicos de París.
-¿Qué ventajas y/o desventajas tenés contra tus rivales directos?
-Todavía no sé quiénes van a ser mis rivales, pero creo que mis ventajas en cuanto a la preparación son mis otros compañeros de la selección con los que entreno todos los días, mi equipo de entrenadores y preparadores físicos, psicóloga, médica y nutricionista que me acompañan y me dan todas las herramientas que necesito. Una desventaja puede ser la Pista Nacional de Remo en Tigre, donde hay veces que por estar muy baja el agua no podemos salir a remar, más allá de la contaminación. El presupuesto con el que contemos también influirá mucho en la calidad de nuestro proceso, pero todavía no sé cuál será.
-¿Qué herramientas te brindan el club y la selección? ¿Por dónde te llega más ayuda?
-Tanto el club como la selección me ayudan por igual. Hay algo de trabajo en conjunto, por ejemplo para organizar a qué regatas del calendario nacional podemos asistir.
-¿Quién o quiénes te entrenan? ¿Qué te aporta, o te aportan?
-Mi entrenador en la selección es Martín Bonini y el director técnico nacional es Pablo Susini. Mis preparadores físicos son Martín Menéndez Lema y Martín Concilio. En el club mi entrenador es Francisco Schoo y mi preparador físico también es Martín Concilio. Los entrenadores en la selección me aportan mejoras técnicas y seguimiento en el agua. Mis preparadores físicos me ayudan a mejorar y a dar lo máximo de mí en el gimnasio. En el club, Francisco me aporta contención y mejoras técnicas cada vez que vuelvo, ya que la mayor parte del año concentro con la selección en la Pista Nacional de Remo.
El remo argentino aportó cuatro medallas olímpicas a lo largo de la historia, la más importante fue el oro en Helsinki 1952 conseguido por Tranquilo Cappozzo y Eduardo Guerrero en la prueba de doble par de remos sin timonel.
-¿Crees que al remo se le da la importancia que merece?
-Creo que a nivel panamericano al deporte se le da importancia. No sé si es lo que se merece o no, pero el presupuesto que maneja el deporte depende de los resultados. Más allá de eso, creo que es un deporte poco difundido y conocido en nuestro país, y eso dificulta que se le dé más importancia. Sí creo que creció mucho la cantidad de personas que practican el deporte en los clubes, y que de a poco va a ir llegando a nivel de selección.
No hay que dejar de recordar que este deporte es muy exigente y que toda preparación, sueño y esfuerzo puede pasar de la gloria al fracaso en solo esos siete minutos de duración de regata, en los que Sonia compite motivada por su familia, amigos y novio, quienes son su “cable a tierra”.
La primera vez que boxeó fue en 1986 en una pelea para aficionados de la universidad, y si bien se mostró interesada por varios deportes desde que era muy chica y para el momento de ese combate nunca había pisado un gimnasio, fue el puntapié para colocar al boxeo como el pilar de su vida para siempre.
Luego de un par de peleas, conoció a Jim Martin, un entrenador que se ofreció a trabajar con ella en Tennesse. La relación al principio no fue la más agradable, de hecho hasta la comunicación entre ambos era escasa, pero Christy sorprendió a todos en el gimnasio con sus habilidades arriba del ring y con el paso del tiempo el vínculo con su entrenador fue mejorando, al punto en que comenzaron una relación y a los pocos meses se casaron.
“Cuando me casé con Jim me casé con el boxeo”, confesó Christy. Y quizás usó al matrimonio para ocultar una fase de su pasado con la que le era complicado vivir: en la secundaria, había tenido un amorío con una compañera del equipo de básquet pero tuvo que ocultar esa relación por la época en la que se vivía pero principalmente porque sus padres no lo aceptaban. Es por eso que, años más tarde, comenzó a usar al boxeo como una especie de descarga para expulsar toda la ira guardada de tener que esconder quien realmente era. Su marido y entrenador estaba al tanto de su pasado, pero también eligió dejarlo de lado y seguir adelante, aunque también expresó que “de haberlo sabido no la hubiera dejado entrar al gimnasio esa primera vez”, refiriéndose a las relaciones con mujeres que su esposa había tenido en la adolescencia.
En 1994, firmó un contrato con Don King, el mejor promotor de boxeo del mundo en ese entonces, y desde ese momento su carrera no hizo otra cosa más que subir. Recibió elogios del mismísimo Mike Tyson quien había escuchado de ella mientras estaba en la cárcel, y fue él el que la invitó a participar de la antesala de sus peleas. Fue en uno de esos enfrentamientos donde se vio cara a cara con Deirdre Gogarty, y con una fractura y hemorragia nasal impresionante cautivó a cien mil espectadores y a más de un millón de televidentes. Ese fue el quiebre de su carrera, donde comenzó a ser reconocida por los medios y a ganarse el respeto de sus rivales.
Christy logró demostrar que las mujeres también podían practicar el boxeo profesionalmente, que tenían coraje y que podían seguir peleando a pesar de la sangre. Motivó a una camada de niñas a comenzar a boxear, salía en las tapas de las revistas y hasta incluso en videojuegos. Llegó a estar en la cima del mundo cuando la gente coreaba su nombre.
Mostraba una imagen extremadamente femenina, en cierto punto, según su entrenador y esposo, eso atraía a los hombres a ver sus peleas más allá de las condiciones innegables que tenía. En las previas de los combates, insultaba duramente a sus rivales, rebajándolas con comentarios que condicionaban la apariencia masculina que mostraban. Lo cierto es que Christy usaba ese recurso para ocultar su pasado, ya que de hecho llegó a criticar públicamente la homosexualidad y sin dudas todas esas actitudes eran alentadas por Jim.
En noviembre de 2001 y siguiendo con la ola de comportamientos homofóbicos y descalificantes contra sus rivales, se enfrentó y venció a la campeona mundial Lisa Holewyne, quien años más tarde sería su esposa.
Pero mucho antes de poder vivir en una sexualidad plena y sin encubrimientos, Christy siguió pisando fuerte en el boxeo e incluso ganó el título de la categoría superwelter de la CMB en 2009.
Pero los éxitos en el ámbito deportivo no le hacían juicio a su vida privada. Puertas adentro la boxeadora vivía en un mundo de abusos por parte de su esposo. Comenzaron con el consumo de cocaína juntos pero, en 2008 todo empeoró: Jim colocó cámaras por toda la casa para controlar los movimientos de Christy y comenzó a manipularla para darle la droga a cambio de que ella hiciera cosas por él.
La violencia física tomó lugar en la relación cuando ella le pidió el divorcio y él la golpeó a tal punto que le rompió un diente. Pero la parte más dolorosa no fueron los puñetazos de su marido, sino que al contarle a sus padres sobre los abusos que estaba viviendo, no obtuvo respuesta alguna. Sus propios padres ignoraron por completo la situación y eso fue lo que terminó de destruirla.
Ahora, la boxeadora vivía bajo el efecto de la cocaína para soportar los golpes fuera del ring. Una noche comenzó a hablar con Sherry, su novia de la secundaria y tras intercambiar mensajes por redes sociales, se volvieron a ver y comenzó una relación con otra mujer frente a los ojos de su violento esposo. Pero lo que Christy buscó como un alivio a su dolor, terminó desatando la peor violencia por parte de Jim.
El 23 de noviembre de 2010, cuando decidió volver a la casa que compartía con su esposo, fue apuñalada por el mismo Jim, a quien no le bastó con eso y también le disparó con un arma 9mm. Pero Christy, al igual que lo hacía arriba del ring, siguió dando pelea: logró escapar de la vivienda y luego de estar varios días internada, sobrevivió una vez más a los golpes que la vida le daba.
No solo se recuperó del peor ataque, sino que volvió a entrenar con Miguel Díaz, un argentino que la acompañó a regresar al boxeo aún con una bala en la espalda.
El 12 de abril de 2012, James Martin fue acusado de intento de homicidio, lo que Christy llamó “la victoria más grande de su vida”. Y tras esa condena, la boxeadora logró volver a vivir, y esta vez sin prejuicios. Actualmente es promotora y tiene su propia ONG, además que pidió públicamente que comiencen a llamarla Christy Salters, apellido que adoptó luego del ataque. Pero lo más llamativo es que se casó con Lisa Holewyne, a quien se había enfrentado en 2001. Y a pesar de que aún sueña con que Jim la persigue por su casa, confesó estar más feliz y plena que nunca.
Sin dudas la historia de Christy es tan solo una más de todas las historias de violencia de género en el deporte, pero contribuye a visibilizar la problemática y dejar en claro que se puede volver a vivir, a pesar de que los golpes sean más fuertes fuera del ring.