sábado, junio 21, 2025
Home Blog Page 39

Los campeones del mundo que luego jugaron un Boca – River

Por Franco Matos

El superclásico del fútbol argentino es el partido más importante del país y uno de los más pasionales del mundo en donde jugaron referentes históricos como Diego Maradona, Ángel Labruna, Martín Palermo, Ariel Ortega, entre otros. Hasta hubo campeones del mundo que disputaron este encuentro que nadie se quiere perder. 

De hecho, la última vez que un campeón mundial jugó un Boca-River fue Franco Armani en la derrota del Millonario en Córdoba por 3-2 por la Copa de la Liga Profesional. Además, desde que levantó la Tercera, también ganó dos clásicos y empató uno con la Banda.  

Dos que salieron victoriosos de Qatar como Marcos Acuña y Germán Pezzella tienen la posibilidad de jugar contra Boca. Pero, ¿qué otros campeones del mundo disputaron este compromiso luego de haber conseguido semejante logro?

Daniele De Rossi se pudo la camiseta Xeneize en el Monumental cuando los dos equipos más populares empataron 0-0 hace cinco años por la Superliga Argentina de Fútbol. No es argentino pero le dio su cuarto Mundial a Italia en Alemania 2006.  

No solo hubo un italiano que consiguió el trofeo dorado. Un francés también jugó, pero para River. Es el caso de David Trezeguet, integrante del plantel que se coronó en Francia 1998. Llegó al Millonario cuando jugaba en la segunda división, ascendió a primera y disputó un partido que terminó 2-2 ante el conjunto de La Ribera en 2012.

Alguien que no puede quedar afuera es Diego Armando Maradona que jugó para Boca dos veces luego de haber alcanzado la gloria en México 1986. Pelusa ganó ambos cotejos: el primero fue un 4-1 en la Bombonera y el segundo fue el cierre con broche de oro a su carrera como jugador porque, en su último partido como profesional en 1997, el Xeneize ganó 2-1 en el Monumental.

Otro futbolista que llegó a la cima del mundo y luego jugó el clásico más importante de la Argentina fue Carlos Daniel Tapia. El ex volante ofensivo, al igual que Julio Olarticoechea, Oscar Ruggeri y Alberto Tarantini, fue un campeón mundial que usó ambas camisetas. Fue el antecesor de Maradona si hablamos de futbolistas que jugaron los Boca-River luego de ganar la tan ansiada copa porque lo hizo hasta 1993.

Uno de los superclásicos con tres campeones mundiales se dio en la temporada 1989/90 cuando River y Boca igualaron 1-1 en el estadio Antonio Vespucio Liberti. Héctor Enrique y Sergio Batista se pusieron la casaca Millonaria mientras que José Luis Cucciuffo usó la del Xeneize. Este domingo se puede volver a esa marca luego de 34 años.

Sin embargo, uno de los clásicos con más campeones del mundo ocurrió el 5 de febrero de 1989 cuando los de blanco y rojo se impusieron en los penales ante los de azul y amarillo. En Boca jugaban José Luis Cucciuffo y Carlos Tapia y en River jugaban Daniel Passarella, Sergio Batista y Héctor Enrique y, además, el DT Millonario era César Luis Menotti. Sí, el de Argentina en 1978.

Antes también hubo 5 en cancha, pero todos jugaban para River en el Metropolitano 1981. Ubaldo Fillol, Daniel Passarella, Alberto Tarantini, Norberto Alonso, Mario Kempes y René Houseman, que no sumó minutos en el clásico, conformaron el grupo más grande de campeones del mundo en el fútbol argentino. Sin embargo, apareció un tal Diego Armando Maradona que fue figura en el 3-0 de Boca en el Alberto José Armando. 

Además, los entrenadores César Luis Menotti y Carlos Salvador Bilardo dirigieron en superclásicos tras cumplir con sus hazañas. El Flaco estuvo en las dos veredas y nunca pudo ganar un duelo en 90 minutos. En Boca empató 3 veces (un triunfo en los penales de la Supercopa 1994) y perdió 2 mientras que en River igualó en un partido (también victoria en penales) y  cayó en otro. Por su parte, el Narigón triunfó en las dos veces que dirigió al Xeneize ante el Millonario.

Tanto jugadores como entrenadores se dieron el lujo de jugar uno de los partidos más famosos del planeta luego de haber sido campeones mundiales y siempre hubo espectáculos cada vez que rodaba la pelota. El superclásico, duelo digno de campeones del mundo.

 

Franco Armani, en lo más alto de la historia de River

Por Federico Ynsaurralde

El “Pulpo” está a horas de batir una nueva marca personal: trescientos partidos con el conjunto Millonario. El actual capitán, llegó en enero del 2018 y en seis años logró convertirse en historia viva en el arco de River Plate con 37 años. En su espalda carga diez títulos con la Banda Roja y es el tercer jugador con más partidos jugados en la historia del club; además, fue el único representante de los clubes argentinos en el Mundial de Qatar 2022 y respalda su gran nivel con veintisiete títulos en su carrera profesional.

Franco Armani nació el 16 de octubre de 1986 en la localidad santafesina de la Casilda, a la vera de la Ruta Nacional 33, a 56 km de Rosario y a 208 km de la ciudad de Santa Fe. Desde chico soñaba con ser arquero y jamás había probado otra posición (tenía ganas de ser como Ubaldo “Pato” Fillol). Franco solía salir a jugar a la canchita del Club Aprendices, la cual quedaba en frente de su casa; aunque en realidad ésta no era una cancha de fútbol, sino que era de básquetbol. El niño solía armar su propio arco con dos palos y le colocaba unas redes cosiendo los costales de cebolla; allí armaban partidos y también realizaban torneos de penaltis, donde él salía ganador muchas veces.

El casildense llegó a Buenos Aires e hizo las inferiores en Estudiantes de La Plata en el 2006, pero jamás tuvo la oportunidad de debutar en Primera, ya que los puestos ya estaban cubiertos. Luego tuvo un pequeño paso por Ferro Carril Oeste, a préstamo, en donde solamente pudo disputar un partido, el 13 de abril de 2008, en la lucha por el ascenso contra Atlético de Rafaela, en el cual perdieron por 4 a 0. Este encuentro desafortunado llevó a que el joven se convirtiera en el tercer arquero del equipo. Ese mismo año, Felipe De La Riva, entrenador de la Tercera División de Deportivo Merlo, lo llamó y le dijo que le faltaba un arquero y, aunque no le podría dar mucho dinero, sí le daría los minutos que Estudiantes y Ferro no le brindaban. Franco, sin dudarlo, emprendió viaje y firmó con los “Charros”. Al día siguiente el pibe jugó un amistoso contra Deportivo Español y “la rompió”; desde ese momento se ganó el puesto como titular, aunque no debutó en primera.

A los 24 años decidió dar un salto en su carrera y se fue a uno de los clubes más importantes de Colombia: Atlético Nacional de Medellín. Ingresando como quinto arquero y con pocas chances de ser el portero principal, “El Pulpo”, decidió tomar ese riesgo por  la posibilidad de debutar en primera. Su técnico lo hacía entrenar a un costado de la cancha apartado del resto de sus compañeros. El 2010 no había sido su mejor año; solamente pudo jugar un partido, el cual finalizó con una definición por penales, en el que terminaron perdiendo porque no pudo atajar ningún remate desde los once metros. Con mucha tristeza y con dudas de seguir jugando en Medellín, regresó a su casa; pero su familia lo convenció de que no abandonara el fútbol colombiano. Sin poder mejorar mucho su situación, ante el primer intento de Deportivo Merlo de repatriarlo, no lo pensó dos veces y le pidió a su entrenador que lo liberara como agente libre. Pero acá es justamente cuando el argentino vivió uno de los momentos más duros de su carrera: una rotura de los ligamentos cruzados. Ésta lesión le hizo considerar abandonar el fútbol. Su esposa, Daniela Rendón, fue una de las piezas claves para que él no bajara los brazos e intentara cumplir su sueño. Daniela lo llevaba a la iglesia cristiana de Medellín, a pesar de que Armani no creía en nada. Pero debido al difícil momento que estaba pasando, él sabía que necesitaba aferrarse a algo y las reuniones de la iglesia empezaron a formar parte de su vida. 

Con fe y terapia, Franco transitó su recuperación y en 2013 regresó a las canchas; pero no fue hasta el 2014 que el portero se lució y se adueñó del arco de Atlético Nacional. Se convirtió en uno de los jugadores más queridos por el público y logró levantar trece títulos con la institución, convirtiéndose en uno de los del plantel con más títulos en el club: seis Primera A, tres Copa Colombia, dos Superliga de Colombia, una Libertadores y una Recopa Sudamericana.

En enero de 2018, se anunció su llegada a River Plate por 3.8 millones de dólares. Obtuvo su debut oficial el 3 de febrero cuando el equipo “gallina” se impuso por 2 a 0 en el estadio Monumental. Cuenta con doscientos noventa y nueve partidos oficiales jugados, con un total de veintiséis mil novecientos veinticinco minutos, ciento treinta y cuatro vallas invictas, catorce amarillas y ninguna expulsión, cinco atajadas de las veintisiete por penales que le patearon en tiempo reglamentario, novecientos sesenta y cinco minutos invicto en Primera División (1/8/2018 – 1/9/2018), diez títulos (Copa Libertadores 2018, Liga Profesional 2021 y 2023, tres veces la Supercopa Argentina, Copa Argentina, dos Trofeos de Campeones y la Recopa Sudamericana). Y hoy, cuando salga a atajar, en su décimo octavo superclásico, Franco “El Pulpo” Armani alcanzará sus trescientos partidos como custodio del arco del Millonario contra Boca Juniors, rival argentino al que más veces enfrentó y segundo al que más veces venció (7 veces, una menos que contra Racing).

Marcelo Gallardo y su racha positiva en los Superclásicos

Por Nicolás Costa

Luego de casi dos años, Marcelo Gallardo vuelve a dirigir un Superclásico. Este sábado 21 de septiembre, el “Muñeco” se prepara para visitar a Boca en la Bombonera por el Torneo de la Liga Profesional, tras pasar todo el 2023 fuera del fútbol argentino y también la primera mitad de este año.

La vuelta de Marcelo Gallardo al Estadio “Más Monumental”.

El “Muñeco” ha sido el protagonista de la última década, no solo de River, sino también de nuestro fútbol. Sin embargo, tiene una complicación: los cuartos de final de la Copa Libertadores contra el Colo Colo, que este martes jugarán la vuelta tras empatar 1 a 1 en Chile. Así que Gallardo tendrá que ver el equipo que enfrentará al “Xeneize” por la fecha 15 del torneo.

Los grandes triunfos de Gallardo en los Superclásicos como director técnico del conjunto de Núñez fueron la final de la Copa Libertadores en 2018, disputada en Madrid, y otras victorias sobre el conjunto azul y oro en torneos internacionales, que nombraremos más adelante.

Pero nos preguntamos: ¿cómo le fue contra Boca en total?

Además de haber ganado el Superclásico más emblemático en aquella final en Madrid tras el empate 2 a 2 en la Bombonera y la vuelta que se iba a jugar en el estadio “Monumental” se suspendió tras incidentes antes de comenzar el encuentro, por diferentes motivos decidieron que se juegue en la ciudad española. El “Muñeco” tiene un historial favorable ante Boca como entrenador, aunque también cuenta con demasiados empates.

Marcelo Gallardo festejando con la Copa Libertadores conseguida en 2018 en Madrid.

En su último año como entrenador de River, perdió los dos partidos que jugó contra Boca y se marchó de su primer ciclo en el “Millonario” con ocho victorias, siete derrotas y 11 empates, teniendo en cuenta los partidos oficiales. Contando los partidos amistosos, la cuenta se expande a su favor con 13 victorias, 11 empates y 10 derrotas. Cabe destacar que el último amistoso entre ambos equipos se disputó en enero de 2018.

En los partidos de Liga Argentina, tiene el historial negativo: cinco triunfos para Boca, cuatro empates y tres victorias para los dirigidos por Gallardo. Las Copas Nacionales también tiene una racha bastante negativa: un triunfo por lado y cuatro empates, dos de ellos con victorias para el “Xeneize” por penales, aunque los dirigidos por el “Muñeco” lograron ganar la única final que fue la Supercopa del 2018.

En los partidos internacionales, Marcelo Gallardo tiene la diferencia a su favor. Eliminando a Boca de la Copa Sudamericana 2014, de la Copa Libertadores 2015, de la Copa Libertadores 2018 y de la 2019 también, con apenas una derrota, que fue la victoria de Boca por 1 a 0 en la Bombonera en 2019.

El primer superclásico del profesionalismo, un partido que duró media hora

Por Vicente Moreyra

A menos de un año del comienzo del fútbol profesional en Argentina, Boca y River se enfrentaron en el torneo local en un encuentro que debió ser suspendido a los 30 minutos de la primera mitad, luego de la reacción de tres jugadores del Millonario tras un penal para el Xeneize. 

El 20 de septiembre de 1931, Boca y River disputaron su primer clásico en el profesionalismo. En el marco de la decimoséptima jornada del Torneo de Primera División, del cual el Xeneize se consagró campeón diecisiete partidos después, los dos equipos más importantes de Argentina se cruzaban en el viejo estadio del Xeneize, ubicado en la intersección de Brandsen y Del Crucero.

El estadio, que en ese momento albergaba alrededor de 50.000 personas, se entretenía con el encuentro que jugaban las segundas divisiones de cada equipo, en el cual el local se imponía 2-1 a la visita en una hora de juego, hasta que jugadores de ambos equipos comenzaron una pelea. Por lo que el árbitro tomó la decisión de suspender el encuentro y dar inicio al partido principal.

Este estadio fue el sexto de la historia del club y fue cerrado para que Boca comience la construcción de la Bombonera. En él se disputó el Campeonato Sudamericano de 1925, en el cual Argentina fue campeón.

El encuentro comenzó antes de lo previsto para evitar problemas en las tribunas y calmar el malestar de los hinchas. Ya con el inicio del partido, Carlos Peucelle, jugador por el cual River recibe el apodo Millonarios, marcó el primer gol a los 16 minutos para darle la victoria parcial a los visitantes.

Pero Boca se repuso rápidamente, ya que a los 27 minutos Francisco Varallo cayó dentro del área, por lo que el árbitro Enrique Escola cobró penal. Pancho, como le decían al delantero Xeneize en ese entonces, ejecutó desde los doce pasos y Jorge Iribarren detuvo el remate. Pero luego de dos rebotes, el tercer máximo goleador de la historia Xeneize convirtió el empate.  

Inmediatamente los jugadores del Millonario rodearon a Escola reclamando un pisotón sobre el arquero luego del segundo remate de Varallo. Situación que generó que el árbitro del encuentro termine expulsando a  José Lago, Camilo Bonelli y José Balvidares acusando que los jugadores le habían pegado puntapiés en medio de la protesta. Los jugadores se negaron a retirarse del campo de juego, por lo que se dirigió a la casilla y suspendió el encuentro.

La policía tuvo que intervenir para ayudar a Enrique Escola luego de que el Xeneize anote su gol. Los jugadores de River (remera tricolor rayada) lo rodearon junto con los oficiales.

Los jugadores de River, junto con dirigentes de ambos equipos y un funcionario municipal, intentaron convencer al árbitro de reanudar el encuentro. Pero Escola se mantuvo firme con su decisión y pidió que los tres jugadores implicados se retiraran de la cancha. Estos se negaron, por lo que el árbitro cumplió con su palabra, y los tres jugadores terminaron detenidos.

Luego de un par de días, el Tribunal de Honor le dio la victoria a Boca en el primer superclásico del profesionalismo. Xeneizes y Millonarios no se volverían a cruzar hasta enero de 1932, en la última jornada del torneo. Partido en el cual los de azul y amarillo ganaron 3 a 0 en el antiguo estadio de River, ubicado en Alvear y Tagle, para consagrarse los primeros campeones del profesionalismo del futbol porteño. 

 

El primer paso de Messi hacia la eternidad del fútbol

Por Lucía Domínguez

El 17 de septiembre de 2000 amaneció como un día cualquiera, pero se convirtió en el prólogo de una epopeya que cambiaría para siempre la historia del fútbol.

Era solo un pibito de Rosario, cargando un sueño que parecía más grande que él mismo.

Lo que empezó en la tranquilidad de un día de septiembre pronto se transformó en una tormenta de goles, asistencias y momentos que delimitaron la historia del fútbol. Lionel Messi aterrizó en la capital de Cataluña sin imaginar que ese día cambiaría no solo su vida, sino también la historia del club.

Lo acompañó su padre, Jorge Messi, y Fabián Soldini, su representante en ese entonces. Ninguno de los tres supo que el chiquito, que por entonces apenas medía 1,48 metros, se convertiría en el ídolo máximo, a veces discutido, del fútbol mundial. El contexto que los llevó hasta aquel momento estaba envuelto en incertidumbre. Argentina atravesaba una crisis económica devastadora bajo la presidencia de Fernando de la Rúa, una época teñida de desasosiego y escasez de oportunidades; y la familia Messi no le escapaba a esa dura realidad.

A las dificultades económicas que enfrentaban, se sumaba un obstáculo que parecía insuperable para Lionel: una deficiencia en la hormona del crecimiento, que amenazaba con apagar su sueño futbolístico antes de que siquiera pudiera desplegar sus alas. Newell ‘s Old Boys, el club donde había dado sus primeros pasos, y River, la institución que se perfilaba como su próximo destino, le cerraron las puertas, incapaces de asumir el financiamiento del costoso tratamiento médico que necesitaba. En ese escenario pesimista,la esperanza llegó desde el otro lado del Océano Atlántico, donde un club, casi por azar, decidió apostar por el chico de Rosario que transformaría el deporte para siempre.

Lionel Messi iniciaba su historia de amor en el FC Barcelona en el año 2000

Emigrar no fue fácil, el 10 dejó atrás su ciudad natal, sus amigos, sus primeras canchas. Pero el sueño de convertirse en futbolista profesional pesaba más que cualquier sacrificio, y la esperanza de que Barcelona pudiera ser el lugar donde ese sueño cobrara vida los empujó a dejar el continente. Así llegó Messi a la Ciudad Condal, con más dudas que certezas, pero con la habilidad que lo había llevado a destacarse en las canchas de su barrio. España lo esperaba, sin saber aún que acababa de recibir al que sería, para muchos, el mejor jugador de todos los tiempos.

Barcelona, la ciudad que solo conocía por fotos y comentarios, lo recibió con una indiferencia propia de su ritmo acelerado. Los turistas se agrupaban frente a La Rambla, las cafeterías rebosaban de conversaciones en catalán y español, y los hinchas locales discutían sobre el futuro del club tras un inicio de temporada incierto. Nadie, absolutamente nadie, notó al pequeño diamante en bruto que caminaba por las calles acompañado de su padre, en busca de su cita con la historia.

El destino había comenzado a tejer su trama meses antes, en las oficinas de Josep Maria Minguella, el agente que escuchó hablar de este prodigio y no pudo resistir la curiosidad. Al principio, fue solo un rumor: un nene de 13 años, chico en estatura pero gigante en habilidad. Era imposible no dudarlo, el fútbol europeo ya estaba lleno de promesas que nunca llegaron a ser más que humo. Pero este en particular era diferente, aseguraban.

Cuando Carles Rexach, secretario técnico del Barça, escuchó el nombre por primera vez, dudó de la propuesta debido a la edad del rosarino, pero tras la insistencia de Horacio Gaggioli, un representante argentino experto en fútbol infantil, decidió darle una oportunidad. Sin embargo, esa prueba parecía estar al alcance de la mano, era aún una incertidumbre.

Se cumplen 20 años del fichaje de Lionel Messi en Barcelona

No obstante, Rexach se encontraba en Sydney para los Juegos Olímpicos. Mientras se esperaba su regreso, previsto para el 2 de octubre, Leo empezó a entrenarse con el Infantil B. Un par de días más tarde, ya con la presencia del hombre que tomaría la decisión respecto a futuro, se organizó un partido con jugadores de la categoría cadete, que eran dos o tres años mayores que él.

No hubo multitudes, ni cámaras, ni siquiera la tensión de una gran prueba oficial. Solo una pelota, un par de entrenadores que observaban desde la distancia, y su futuro a punto de rodar. El pasto, más verde de lo probablemente nunca vio en Rosario, fue su campo de batalla. Messi sabía que no debía hacer nada más que lo que había hecho toda su vida: jugar.

Y jugó.

Jugó como si el destino le perteneciera. Lionel dejó de ser un nene para transformarse en un gigante en la cancha. El chico, que apenas superaba el metro y medio de estatura, jugaba como si no hubiera límites. La prueba terminó. El chiquito argentino había convencido. La historia no necesitaba más.

Sin embargo, casi tres meses después, el contrato seguía sin firmarse. Cansado de la espera, Jorge Messi se presentó en el club y planteó la decisión de volver a Rosario con su hijo ante tal falta de respuesta por parte de la entidad.

El 14 de diciembre de ese mismo año, casi tres meses después de ese primer encuentro, mientras el sol se escondía detrás de los edificios modernos de Barcelona, en una servilleta del restaurante del club de tenis Pompeya donde Rexach y Minguella se reunieron junto con Jorge, firmaron el preacuerdo que traería a Lionel Messi al Barça. El club no tenía otra opción: no podían dejar escapar a esa joya. Finalmente, el 8 de enero de 2001, el chiquito argentino se convirtió oficialmente en jugador del club catalán.

Lionel Messi: 12 años en Barcelona

Nadie en el mundo del fútbol, ni en Barcelona, ni siquiera en Rosario, podría imaginar lo que ese 17 de septiembre de 2000 significaría. El nombre de Lionel Messi era aún una promesa en el aire, una historia sin escribir. Pero desde ese día, el chico que apenas decía una palabra, el que medía menos que los demás, había dejado una marca imborrable. Dio el primer paso en un camino que lo llevaría a lo más alto, a la eternidad del deporte más popular del mundo.

Paredes, Lautaro y Gio: Scaloni hizo los cambios perfectos

MIAMI GARDENS, FLORIDA - JULY 14: Lautaro Martinez of Argentina scores the team's first goal during the CONMEBOL Copa America 2024 Final match between Argentina and Colombia at Hard Rock Stadium on July 14, 2024 in Miami Gardens, Florida. Maddie Meyer/Getty Images/AFP (Photo by Maddie Meyer / GETTY IMAGES NORTH AMERICA / Getty Images via AFP)

Por Juan Martín Souto

Dos meses; sesenta días pasaron del momento en el cual el árbitro paraguayo Juan Benítez (designado como cuarto juez para la final de la Copa América entre Argentina y Colombia) levantó el cartel a los 95 minutos con 23 segundos del tiempo extra e indicó las siguientes modificaciones: Lautaro Martínez (22) por Julián Álvarez (9); Leandro Paredes (5) en lugar de Alexis Mac Allister (20) y Enzo Fernández (5) por Giovani Lo Celso (16).

Lionel Scaloni, el entrenador argentino, depositó su confianza en tres jugadores que fueron claves al inicio de su proceso. El actual delantero del Inter (Italia) es el segundo máximo goleador de su ciclo; Paredes fue el volante central (conocido el puesto como número 5) titular durante mucho tiempo; en tanto “Gio”, según Scaloni en una conferencia de prensa que brindó un 2 de noviembre de 2022, era un jugador irremplazable. Pero ahí estaban, parados a la espera de ingresar y darle el título número 16 en Copa América para Argentina.

Primero salió Julián. Cansado. La parcialidad argentina aplaudió al delantero y le reconoció su esfuerzo. De manera respetuosa el actual jugador del Atlético de Madrid (España) saludó a los compañeros que ingresaron y a los hinchas.

Segundo fue Mac Allister. Aplaudió a Lautaro, chocó sus dos manos con las de Paredes; luego hizo lo mismo con un movimiento de arriba hacia abajo con Lo Celso. También exhausto, el mediocampista del Liverpool (Inglaterra) se sentó junto a Julián en el banco de relevos.

Por último Enzo, el más joven pero con mucho recorrido como jugador, cedió su espacio al volante del Real Betis. Repitió el mismo gesto que sus colegas; chocó sus manos, agradeció al público y se sentó.

Con abrazos y besos, Scaloni recibió a sus dirigidos. Durante el tiempo que lleva como seleccionador, nunca se mostró de tal manera. No es que sea alguien poco afectivo sino que está más concentrado en el partido.

En ese ingreso, cada futbolista tuvo una historia pasada en el seleccionado que buscaron revertir. Paredes perdió su lugar en el Mundial de Qatar y, pese a ser titular en Roma (Italia), su nivel con Argentina no era el mismo. Por el lado de Lo Celso se quedó con el dolor de no formar parte del Mundial de Qatar 2022 por un desprendimiento del bíceps femoral de la pierna derecha. Y Lautaro Martínez, con la chance de redimirse luego de una mala Copa del Mundo, parecía ser su torneo porque era el goleador con cuatro tantos, anotó en todos los encuentros menos en los cuartos de final contra Ecuador y la semifinal ante Canadá.

Cada uno se preparó de diferentes formas para entrar a la cancha: Paredes colocó su camiseta dentro del pantalón, característico en él. Fue un gesto que marcó estar preparado para los minutos restantes; similar al momento en el cual el Capitán América (interpretado por Chris Evans) ajustó su escudo para combatir al ejército de Thanos en “Avengers Endgame”. A su derecha Lautaro, con la mirada fija en el campo. Un toro español (argentino en este caso) listo para atacar. Un animal que miró atento a cada jugador rival y preparó la ofensiva. Al lado “Gio”, quien observó un sector del campo, la mitad de cancha. También vio salir a cada uno de sus compañeros pero pareció desentendido de la situación, como si no supiera de la importancia del encuentro. Lo que en verdad sucedió es que se concentró, pensó en lo que el equipo necesitaba para ganar; estudió en dónde ubicarse, analizó los espacios.

“Leo”, a lo largo de su carrera, mantuvo la misma postura pero los otros dos futbolistas cambiaron: el “Toro” siempre sostuvo un perfil bajo. En la final ingresó con otra cara, como si fuese un animal salvaje. Ninguno de los encuentros en los cuales entró desde el banco se concentró como en esa final. Lo mismo el ex Rosario Central. A diferencia de Lautaro, Giovani optó por otra personalidad. Dejó de ser aquel futbolista que entró alegre al campo de juego en cotejos como Chile o Canadá. Es como si algo hubiera cambiado dentro de aquel muchacho que los hinchas argentinos conocieron en los inicios del ciclo Scaloni.

En el fútbol se acostumbra que antes de una variante el entrenador o sus ayudantes (Walter Samuel y Roberto Ayala en este caso) se acercan al jugador para decirles algo más, pero acá estuvieron quietos. El cuerpo técnico adoptó una postura de seguridad.

En el banco visitante Néstor Lorenzo (entrenador argentino que dirige a Colombia), estaba preocupado como nunca en la Copa América por la falta de juego de su equipo. Se caracterizó durante la competencia como alguien tranquilo aunque esta final fue distinta a cualquier otro partido. Al frenarse el encuentro y ver las modificaciones llamó a su ayudante de campo (Fernando Alloco). Colocaron la mano en la boca para que no se supiera qué hablaron, realizaron gestos continuos para ver qué se podía mejorar del equipo: señaló el sector del lateral derecho Arias; Alloco marcó el centro; Lorenzo la banda izquierda de Mojica (intratable en toda la noche), así por 5 segundos.

Benítez levantó el cartel y se observaron los números de los futbolistas. En rojo los que salen, en verde los que ingresan. El color fuerte, estilo neón. Pero tuvo algo distinto a los otros: Sí uno revisa las variantes de Quintero o Castaño (Colombia) o Nico González (en Argentina por un Messi que sufrió una lesión ligamentaria en su tobillo derecho) la iluminación era distinta, más apagada. A su vez, se hicieron rápido, veinte segundos como mucho; acá tardó un minuto (y poco más), como si el destino decidiera que los presentes en el estadio y sus hogares supieran lo que iba a acontecer. Cuando entró la tríada entre sí el foco fue distinto solo que uno, en ese momento, no se dio cuenta por la vorágine del momento. Ese cartel señaló que algo clave, importante y decisivo iba a ocurrir.

 

El paraguayo giró a la derecha y mostró las modificaciones; luego a la izquierda, por último al centro. De manera protocolar, le indicó al estadio (inconscientemente) que esos tres futbolistas, solo ellos tres, iban a romper el cero. Aquel árbitro no tuvo ni la más mínima idea de que ese cartel anunció, ante 65 mil espectadores, en el minuto 111:01, que Leandro Paredes (con la número 5 en su espalda) iba a recuperar en mitad de cancha; que Lautaro Martínez (camiseta 22) iba a capturar el rebote y a entregarsela nuevamente a Paredes quien rápido se la iba a dar a Lo Celso (creativo número 16), ubicado en el centro del campo cerca de tres cuartos de cancha (si, ese lugar que visualizó antes de ingresar) y que Lo Celso, con un toque sutil de zurda con pie abierto, iba a habilitar a Lautaro que rompió la defensa con una diagonal digna de un delantero nominado al Balón de Oro para que se irse solo mano a mano con el arquero Camilo Vargas y… bueno, el resto es historia. Sin ningún tipo de dudas, Scaloni hizo los cambios perfectos.

Racing, Boca y el debut de la zona de capitanes

Por Pilar Blanco

En el fútbol argentino, la modernidad se entrelaza con la tradición. Las canchas se renuevan y parecen “europeas”. Los técnicos, obligados a adaptarse, se suman a las nuevas tecnologías para no quedarse atrás. Las reglas y las tácticas cambian. Mientras, todo aquello se transforma, la esencia se mantiene; los jugadores e hinchas, luchan por ella. Se avanza, sin borrar el pasado.

El sábado 14 de septiembre, Boca y Racing se enfrentaron por la décima cuarta jornada de la Liga Profesional. Con un clima veraniego, los papeles celeste y blancos volaban por el Estadio Presidente Perón. El cántico de los fanáticos aturdía, y como si fueran gritos de guerra, marcaban el pulso de los primeros minutos del encuentro. En esa tarde, la nueva regla del fútbol, la “Zona exclusiva de capitanes” debutó en un clásico. Se calzó los botines e ingresó al verde césped de Avellaneda. De la mano de Hernán Mastrángelo, el juez principal, la norma dio su primer toque.

¿Pero, de qué se trataba? En términos generales, la nueva norma establece que solo los capitanes tendrán el permiso para hablar con los árbitros. La misma, ya se había aplicado en la Eurocopa de este año y tras los resultados positivos la IFAB-Asociación Internacional de Fútbol- decidió instalarlo en distintas competencias. ¿Funcionaria en el país del fervor? A las 17:30, Mastrángelo dio el pitazo inicial. Sergio “Chiquito” Romero era el designado para el Xeneize, pero al ser arquero, la regla permite que un jugador de campo asuma el rol; en este caso, Guillermo “Pol” Fernandez. Para la Academia, fue Santiago Sosa. Dos minutos y 19 segundos más tarde, se cometió la primera falta. A las 17:32 el tiempo se paralizó. Un error en la salida del defensor Cristian Lema influyó en el intento de Salas por recuperar la pelota y otorgó un tiro libre para Racing.

Por costumbre, los reclamos a Mastrángelo llegaron al instante, se desató un tumulto de futbolistas y, como mínimo, se atrasó el partido por un par de minutos. En este vibrante contexto de un clásico lleno de pasión y rivalidad, esta reacción sería casi automática. Sin embargo, lo común se desmarcó de lo habitual, como si la nueva regla hubiera impuesto un silencio inesperado en la locura del encuentro. A los jugadores de Boca les había parecido que había sido cometida por el jugador de Racing tras un empujón previo. Sus rostros tensos, cargados de ganas de reclamar, y sus palabras reprimidas detrás de bocas cerradas no pudieron salir.“Una avivada de Salas, pillo total”, fue una de las frases que cayó por la tribuna.

Poco se podía escuchar de oraciones completas y menos aún de conversaciones enteras. El cruce de estos dos equipos grandes hace que las gradas se llenen de un ruido aturdidor sin lugar a charla u opinión. El caluroso clima que parecía aumentar con cada segundo que pasaba, hacía que la cara roja de “Pol” Fernández se confundiera con el calor intenso del día. Mientras la transpiración caía por su frente y su respiración se volvía más agitada, miraba desorientado a sus compañeros. Tras la rápida reanudación, no había nada que hacer. El volante antes del partido y refiriéndose a la nueva regla le había pedido al árbitro: “Tenenos paciencia (incluyendo a Salas), es la primera vez que lo hago”. Se vio con impotencia por la situación. La realidad en el Cilindro era mucho más impecable de lo que podrían haber esperado los jugadores.

A su vez, Mastrangelo sonreía, como si lo que normalmente le irritaba estuviera finalmente comenzando a desvanecerse. El desperdicio de tiempo, las críticas excesivas y los cúmulos pesados e innecesarios de protestas parecían llegar a su fin. Con una firmeza tranquila marcó la falta y su rostro reflejaba paz inesperada. Con los labios apretados, no necesitó dar más explicaciones que las que marcaba su brazo. Era como si la “Zona de capitanes”, lejos de ser una simple imposición, estuviera allanando el camino hacia un fútbol más ordenado y menos conflictivo.

Caso contrario fue la situación de Cristian Lema. Él había cometido la primera infracción del encuentro, una acción “digna” o típicamente de protesta por parte de los jugadores de Boca. Su altura imponente y su carácter inquebrantable lo hacían destacar, pero esa tarde, su presencia y autoridad parecían perder peso, ya nada podía hacer. La perfecta implementación de la norma, especialmente en los primeros minutos del partido, no regalaba excepciones. Lema, con su cara demostrando frustración y resignación miró a su capitán, buscó quizás algún tipo de apoyo, pero se encontró con otra realidad. Rápidamente tuvo que acomodarse y como un niño castigado sin voto ni voz en una situación, aceptó las reglas del juego y continuó.

Santiago Sosa, respiró, la regla sutilmente iría de su lado. Tras la infracción cometida contra él, se acomodó con alivio y determinación. La hinchada, como si sintiera la misma energía renovada, comenzó a animarse nuevamente y en el Presidente Perón, se cantó: “De pendejo te sigo, junto a Racing siempre a todos lados…”,-una de las memoriosas letras que acompañan a los jugadores-. Agustín Almendra con un brillo decidido en los ojos, se preparaba para aprovechar la oportunidad que le regalaba el tiro libre. Antes de que el reloj marcara las 17:33, se dirigió con firmeza hacía la pelota, consciente de que podría marcar el 1-0. El estadio estaba cargado de expectativa y emoción. Si bien durante el resto del partido lo que parecía favorecer a uno, luego lo haría para el otro y así repetitivamente hasta el final del encuentro. Ese minuto, esa jugada y esa infracción no serían una simple ocasión. Representaría el inicio de una nueva era de “sanción”, la entrada de una regla que, aunque pareciera simple, podría tener un gran impacto.

Mientras algunos aplauden la modernización, otros, manifiestan su rechazo y desaprobación hacía esta inclusión en el reglamento. Sin embargo, al menos este sábado, la nueva regla quedó grabada en la memoria de cada futbolista y en cada queja de los hinchas de Boca y Racing. Este momento, cargado de significado y cambio, se convertiría en una de las tantas demostraciones del fútbol en evolución.

La noche inolvidable del “Gringo” Ribovics

Por Gustavo Rodríguez López

Terminado el segundo round, el argentino Esteban Ribovics se marcha caminando a su esquina del octágono. Del otro lado, su rival, el mexicano Daniel Zellhuber hace lo mismo, pero solo que antes se quita su bucal, y es rápidamente asistido por su equipo de preparadores. Uno de ellos le quita el sudor y la sangre de la frente, que era notoria. En su nariz, una hinchazón que parece más grande que el propio órgano del olfato. Mientras es atendido, las primeras palabras que salen de la boca de su entrenador son:

  •  “Esta pelea está jodidamente pareja”.

Esteban Ribovics, o como lo apodan en la UFC, “el Gringo”, es parte de la empresa desde agosto del 2022. Oriundo de Tartagal, en la provincia de Salta, con experiencia en artes marciales mixtas desde los 12 años de edad, el sábado tenía la oportunidad de brillar en “La Esfera”, ubicada en Las Vegas, en el evento N°306 de la compañía de MMA más importante de todo el planeta. El evento fue ambientado en el día de la independencia de México. El argentino partía la noche como visitante.

El árbitro da la orden para que los artistas se acomoden en el medio de la jaula. Ambos peleadores, orgullosos del combate realizado hasta el momento, proceden a darse la mano y un abrazo. Los dos guerreros con, su corazón enorme, ya se habían ganado a la gente. Solo faltaba que se decida el ganador de la pelea. Ambos están agotados. Cinco minutos finales, los segundos parecen alargarse. Un respiro más profundo, un movimiento en falso, y saben que la pelea puede acabar en un instante. Nadie parpadea.

Comienza el tercer round. La pelea está igualada. Los dos artistas inmediatamente empiezan a darse golpes y patadas, buscando sobreponerse a su rival para la victoria. Ambos se movían como una tormenta eléctrica, cada golpe chisporroteando con la promesa de un nocaut. El aire, denso, vibra con cada impacto seco de los puños contra la carne, mientras el rugido de la multitud envuelve el octágono como una bestia hambrienta. Dentro de las ocho esquinas parece una jaula viva, encerrando a dos fieras en una batalla primitiva, mientras las luces blancas zumban como depredadores esperando el momento de atacar.

UFC 290: Esteban Ribovics says bad weight cut hurt him, despite win | Transformando seu dia com sonhar com cabelo grande

 

Cincuenta y un segundos dentro del tercer asalto, “el Gringo” se alza al frente y recibe un potente codazo del mexicano que lo hace caer. El golpe llegó sin aviso, directo a la mandíbula. En un abrir y cerrar de ojos, el cuerpo de Esteban Ribovics colapsó como una marioneta a la que le cortaron los hilos. El rugido del público fue ensordecedor. Se escuchan gritos y aplausos desde toda la arena, que con su forma esférica retumba y genera un eco demencial que lo puede escuchar cualquiera que esté pasando por ‘Las Vegas Boulevard’. El primer derribo de la noche. Esta caída lo iba a desfavorecer en las tarjetas de los jueces, por lo que el argentino debe jugarse el todo por el todo para ganar un último round que parece ser el decisivo tras la paridad en los primeros dos. El salteño, tocado, rápidamente se pone de pie.

Un minuto y diez segundos de round, Daniel Zellhuber, midiendo distancia en un jab de izquierda, introduce su pulgar en el ojo derecho del “Gringo”. El árbitro, atento, frena la pelea y procede a retar al chilango. No es la primera advertencia de los dedos en los ojos que recibe en la pelea. El tartagalense, todavía tocado del codazo anterior, se repone de nuevo. Mira hacia la pantalla de la arena. Con una sonrisa en la cara le señala el panel, donde pasaba la repetición de la ilegalidad. Ambos se chocan los guantes. Continúan con su arte.

A falta de tres minutos y 15 segundos de que termine el combate. Esteban Ribovics conecta un enorme volado de derecha que deja visiblemente sentido a su rival. Empezó la cacería. Daniel Zellhuber tambalea, sin sensibilidad en las piernas, retrocede. Trata de huir para ganar tiempo. “El Gringo” lo persigue. Lo golpea con ambas manos. Se arriesga por completo mientras ofrece un espectáculo vibrante que busca alterar la percepción de los jueces. Son infinitos la cantidad de golpes que busca el argentino mientras su contrincante, semidormido, intenta retirarse.

Ribovics lo busca por toda la jaula. Quiere finalizar el combate. El mexicano empieza a caerse solo mientras huye del asedio. Se le dificulta sobrevivir ante una andanada de ladrillos. El argentino está agotado, aun así nada le impide ir hacia adelante, con ganchos al cuerpo y la cara cubiertas de sudor. “Un golpe más. Solo necesito un golpe más”, pensó. Su respiración era un tambor en sus oídos, cada músculo gritaba por descanso, pero no podía detenerse ahora.

Daniel Zellhuber estuvo un minuto completo intentando no caer desmayado a la lona. Los gritos del público empiezan a ser cada vez más fuertes. Toda “La Esfera” explota de forma exuberante de cara a los dos artistas dentro de las ocho esquinas. Parece necesaria la intervención del referí, ya que Zellhuber no contragolpea, aunque sigue con la cabeza en movimiento.

Ninguno afloja. Llueven golpes por doquier. Los cuatro guantes ensangrentados. Las narices abiertas. Los pómulos inflamados. Todos son testigos de la guerra que se está librando dentro de ese octágono. Falta un minuto para que finalice el combate, pero parece que el tiempo se frena y se hace eterno para ambos, que siguen arrojando volados con el fin de finalizar a su rival. Los artistas sacuden sus cabezas cual piñata.

Suena la bocina que da el fin de la pelea. El público salta desaforadamente de sus asientos, pidiendo que Ribovics y Zellhuber peleen toda la noche. Ambos levantan las manos en auge, emocionados con su performance en el octágono. Los latinos se abrazan tras el show que acaban de dar.

Michael Buffer, el anunciador, sube a la jaula, dispuesto a dar el veredicto de los jueces. Los peleadores, delante suya, con el árbitro entre ambos, aguardan el resultado. Con un silencio atroz, se anuncia que el primer juez da 29-28 a favor de Ribovics. El segundo jurado, concreta un puntaje de 29-28 para Zellhuber. El último define la pelea. El público, los combatientes, los entrenadores, suspensos ante el resultado. Con todo el dramatismo, se revela el resultado del último juez.

  • “29-28 para el ganador, por decisión dividida…Esteban “el Gringo” Ribovics”.

El argentino ruge de emoción. Levanta los brazos, sin antes felicitar a su rival, con el que demostró porque a la disciplina se la llama artes marciales mixtas. Esteban Ribovics consiguió la decimocuarta victoria de su carrera, y si su nombre todavía no era famoso, ahora lo conoce el mundo entero.

Esteban Ribovics: Argentina Presente En Noche UFC | UFC

 

Gallardo contra Almirón: un duelo con historia en los cuartos de final

Por Nicolás Ezequiel Soto, Mateo Videla y Ramiro Bartaburu

La serie de River ante Colo-Colo no será una más: no sólo por la importancia que merece un cruce de cuartos de final de Copa Libertadores, sino porque, además, será la primera gran prueba del renovado equipo de Marcelo Gallardo, que ahora cuenta con figuras de calibre internacional, como Marcos Acuña y Germán Pezzella y que, ahora sí, tuvo tiempo de preparar la serie con semanas de antelación e incluso con una mini-pretemporada que el Muñeco comandó en el Hilton de Pilar durante la fecha FIFA.

Y si bien Gallardo tiene una cuota positiva ante los equipos chilenos (tres victorias y un empate) y más aún contra El Cacique en particular (dos victorias en dos encuentros), quien estará al mando del conjunto santiaguino será Jorge Almirón, un entrenador al que el técnico más exitoso en la historia del Millonario aún no pudo eliminar en duelos mano a mano.

Para encontrar el antecedente más cercano entre ambos, hay que remontarse a octubre del 2017 cuando, en las semifinales de la Copa Libertadores de ese mismo año, River enfrentó a Lanús y ganó el partido de ida por 1-0 en El Monumental y, también, comenzó ganando por 2-0 la vuelta en La Fortaleza. Sin embargo, El Granate descontó sobre el final del primer tiempo y luego, en el segundo, anotó tres goles en 23 minutos para dar vuelta la serie y avanzar a la final.

Meses antes, en febrero, Lanús y River, campeones del Torneo Transición y Copa Argentina respectivamente, disputaron la Supercopa Argentina en el Estadio Único de La Plata, encuentro que los del sur del Gran Buenos Aires se llevaron por 3-0 con goles de Lautaro Acosta, Nicolás Pasquini y José Sand y que significó el tercer título de Almirón como entrenador.

No obstante, el cantar es distinto cuando de la liga doméstica se trata, ya que ambos técnicos se enfrentaron tres veces en este tipo de torneos y las tres fueron para el que dirige a los de Núñez: la primera en 2014 por 4-1 frente a Independiente en el Antonio Vespucio Liberti, la última en 2022 por 2-1 ante Lanús en ese mismo estadio y, en el medio, un 3-1 en el Néstor Díaz Pérez por el Torneo Argentino 2016/17.

En cuanto a su recorrido en esta competición previo a la presente instancia, Los Albos se clasificaron a los octavos de final como los peores segundos de la fase de grupos: ganaron un partido, empataron tres y perdieron los restantes. Luego, en octavos, vencieron a Júnior de Barranquilla por 1-0 en Chile y por 2-1 en Colombia.

Por otro lado, el equipo argentino, con Martín Demichelis como entrenador, se clasificó como el mejor primero de la segunda fase: ganó cinco y empató uno. Más adelante, en octavos y ya con Gallardo, se impuso a Talleres de Córdoba por 1-0 en el Mario Alberto Kempes y luego por 3-1 en el Mâs Monumental.

En sus últimos partidos previos al encuentro de ida, River le ganó 4-1 a Atlético Tucumán de local por la fecha 14 de la Liga Profesional, mientras que Colo-Colo viene de perder por 3-0 ante Magallanes por la ida de los cuartos de final de la Copa Chile.

En cuanto a las bajas, el conjunto trasandino no contará con la presencia del volante chileno Vicente Pizarro, quien sufrió la rotura de la mandíbula durante el encuentro ante Bolivia por Eliminatorias en el Estadio Nacional Julio Martínez Prádanos. Además, fue el autor del gol de la victoria en el encuentro de ida ante Junior de Barranquilla por los octavos de final de la Copa Libertadores. Por su parte, para los visitantes, Rodrigo Aliendro no estará disponible debido a una luxación del hombro izquierdo que le demandará, aproximadamente, dos semanas más de recuperación. 

 

Newman: El Cardenal que quiere tocar el cielo

Por Bautista Comas y Gabriel Iturbe

Newman acrecienta su candidatura para quedarse el torneo del TOP 12 2024, el cual lo encuentra puntero con 68 unidades a falta de tres fechas para la finalización de la clasificación del certamen luego de su categórico triunfo 40-7 frente a Hindú en condición de local.

Con un interminable “Scooby” Gutiérrez Taboada como jefe de operaciones de los XV del bordó, Newman sacó adelante unos primeros minutos engorrosos ante el elefante y goleó con bonus incluido para ver desde lo más alto a los demás clubes una fecha más. 

El Bordó no conoce otra cosa que no sea la victoria hace 12 partidos. No hay rival que no haya conocido el poderío del club de Benavídez el cual está más ilusionado que nunca para obtener su primer título en la máxima categoría del rugby de Buenos Aires. 

De momento su rival sería el SIC (Último campeón), que luego de hacerse del clásico frente al CASI, se mantuvo en la cuarta posición del torneo. Los enfrentamientos entre ambos clubes esta temporada se dividieron uno para cada bando.

  • FECHA 2: NEWMAN 12-35 SIC 
  • FECHA 13: SIC 10-38 NEWMAN 

Siempre le fue esquivo. Sus rivalidades más prolíficas del deporte le recuerdan constantemente que nunca probó el sabor de la gloria en el torneo más importante de la provincia. Tendrá estas tres fechas para ratificar su clasificación a semifinales del TOP 12 y buscar por primera vez un título en la categoría. ¿Podrá El Cardenal sacarse la espina este año?