lunes, diciembre 29, 2025
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Huracán – River (Clausura 2001)

Los equipos grandes suelen estar metidos en una gran parte de los conflictos relacionados al arreglo de partidos, y San Lorenzo no iba a ser menos. Era el año 2001 y se disputaba el Clausura. Ya sobre la fecha 18, San Lorenzo y River compartían la punta con 41 puntos, 12 más que el tercero, Argentinos Juniors.

El fixture puso al Ciclón ante el Bicho de la Paternal, aunque el verdadero plato fuerte estaría del otro lado, ya que nada más ni nada menos que Huracán, clásico de los de Boedo, se enfrentaría al Millonario.

River perdió su encuentro ante el Globo por 3 a 2, con aquel recordado gol de Derlis Soto a los 50 minutos del segundo tiempo. San Lorenzo venció a Argentinos y aprovechó su ventaja luego, al obtener la victoria frente a Unión en la última fecha y alcanzar así un nuevo título nacional.

La manera en la que Huracán le “entregó” el campeonato a San Lorenzo podría considerarse como la excepción que confirma la regla, aunque no se puede dejar pasar un punto muy importante: Carlos Babington, entrenador del Globo, estaba enfrentado “a muerte” con el director técnico de River, Rubén Américo Gallego.

Cuando Babington era DT del Millonario, una serie de malos resultados, sumados a la derrota ante Boca, generó la bronca de Carlos. “Si quieren que me vaya, me voy”. Y se fue nomás. Su calentura también se debía a que, aun cuando era entrenador, lo trataban como si ya estuviese fuera de las arcas del club. Pero pudo darse el gusto de quitarle de las manos no uno, sino dos campeonatos a Gallego.

“Fue una victoria totalmente justa. En el fútbol hay que meterla y listo. Ya pasaron 20 años, es una estupidez seguir hablando de esto”, aseguró Babington, quien, mientras charlaba con este equipo de investigación, aprovechaba para sacar chapa de aquella histórica victoria que le dejó ese gustito especial de amargarle el año a su “archirrival” en el corralito de los entrenadores.

Banfield – Rosario Central (Clausura 2003)

Noche fría del 28 de junio del 2003.  Banfield y Rosario Central se enfrentaban por la fecha 18 del Torneo Clausura, en el estadio Florencio Sola. Partido “picante” por la definición del descenso, los condimentos estaban sobre la mesa y, por supuesto, los ojos de los futboleros se encontraban puestos en el Sur. Pero había una clave, un empate dejaba a los dos equipos en Primera División y le daba al Canalla la posibilidad de clasificar a la Copa Libertadores de América. ¿Y qué pasó? Un aburrido 0 a 0.

Los hinchas de ambos equipos llegaban a la cancha, muchos ya intuían lo que iba a suceder. De hecho, hubo un cantito muy extraño que salía de la tribuna local antes de empezar el partido: “Ya lo veo, ya lo veo, esta noche empatamos cero a cero”.  Y así fue, poco se puede contar del partido, ninguno se quiso sacar ventajas, la pelota se movía con timidez sobre la mitad del campo de juego, nadie intentó romper el esquema y, de guapo, sacar una jugada de la galera.

Después de casi 17 años, algunos protagonistas de ese raro encuentro se animaron a recordarle lo sucedido a Pica en Punta. “El empate era negocio para los dos, no estuvo hablado ni nada similar, pero era obvio que no íbamos a arriesgar. Tampoco es que fuimos a menos, nosotros queríamos cumplir nuestro objetivo y ellos el suyo. El punto nos venía bien a los dos y jugamos con esa tranquilidad”, afirmó Luciano Lucho Figueroa, en ese entonces delantero del equipo rosarino.

Por el lado de Banfield, el que se animó a dar su punto de vista al respecto fue Hernán Adrián González. “Empatamos pero no por algún incentivo económico. Me acuerdo que al día siguiente del partido muchos medios sacaron notas diciendo que fue un bochorno, que se le había faltado el respeto a los hinchas o cosas similares. Para mi es todo lo contrario, la gente que se acercó ese día a la cancha se fue contenta, habíamos logrado quedarnos en primera”, expresó González con absoluta sinceridad.

Ambos exfutbolistas, participantes de ese encuentro, coincidían en algo: no hubo incentivo económico. Pero esto no significa que no haya estado “arreglado”. Necesitaban el punto y empataron, se veía venir y más en nuestro fútbol ¿Este resultado perjudicó a un club grande? No, mandó a la promoción a Talleres de Córdoba, Nueva Chicago, Unión y Huracán. quizás por este motivo solo se habló del partido al día siguiente.

El motivo del arreglo, en este caso, poco se parece al de los partidos anteriores. A lo largo de la historia, existieron muchos encuentros con la misma sospecha que este Rosario Central-Banfield y algunos se animan a ubicarlos en una categoría nueva: “partidos consensuados”.

Boca Juniors – Newell’s Old Boys (Apertura 2004)

Anteúltima jornada del Apertura 2004. Newell’s Old Boys y River lideraban el campeonato con 30 y 29 puntos respectivamente. La Lepra se debía enfrentar con Boca en La Bombonera, mientras que el Millonario con Vélez Sarsfield. Otra vez, una historia en la que incluye a los archirrivales.

La última vez que Newell’s le había ganado a Boca en la Bombonera había sido en el 1987, año en el que se consagró campeón y por eso quería repetir la fórmula. Algo que no sería difícil de lograr dado los acontecimientos.

Jorge el Chino Benítez, técnico del xeneize, había tomado la decisión de jugar con suplentes y ubicó a algunos jugadores de la tercera en el banco de suplentes porque debía la revancha ante Internacional de Brasil por la Copa Sudamericana. Dada la casualidad que River, clásico rival de Boca, también peleaba ese campeonato comenzaron las sospechas.

La previa del encuentro generó disturbios porque estuvo plagada de suspicacias. La mayoría de los hinchas xeneizes manifestaron su deseo de que el equipo no le ganara a Newell’s para evitar que River logre el campeonato.

Finalmente el partido terminó 3 a 1 a favor del conjunto rosarino y de esta manera se encaminaba a conquistar el campeonato del 2004-. River perdió su chance con Vélez y se alejó de la pelea.

Sin embargo esto no termina acá, durante el partido se pudo apreciar como la barra de Boca, La 12 cantaba “me parece que River no sale campeón porque Boca lo cagó”. De esta manera las suspicacias se volvieron una realidad para una vez más demostrar que si de arruinarle las oportunidades a tu rival se trata…

“Jugamos el partido como si fuera una final, por nosotros y por la gente, porque era un rival difícil y de historia, pero lamentablemente todo se opacó por los arreglos de la barra con los jugadores para que River no salga campeón”, confesó el defensor de la Lepra Luciano Vella a través de un llamado telefónico a Pica en Punta

Los jugadores de Boca rechazaron públicamente cualquier especulación y de hecho tuvieron a maltraer a Newell’s en los minutos iniciales pero eso no alcanzó. Algo se traían entre manos. 

Gimnasia LP – Boca (Apertura 2006)

El Apertura 2006 era la gran oportunidad que tenía Boca para conseguir el tricampeonato, algo que sería único en su exitosa historia. El partido de la fecha 6, en el que enfrentó a Gimnasia en el Estadio Ciudad de la Plata, tendría todos los ingredientes para hacerlo imborrable e irrepetible.

El calendario marcaba 10 de septiembre y el Xeneize buscaba los tres puntos para seguir arriba en la tabla, para alcanzar el récord argentino de 13 triunfos consecutivos y para despedir de la mejor manera a Alfio Basile, quien iba a dirigir su último partido antes de aterrizar en la Selección Argentina.

El equipo de Pedro Troglio aquella tarde intentó emparejar el trámite del partido a puras patadas e infracciones. El árbitro Daniel Giménez cargó de amarillas a los jugadores platenses y el primer tiempo terminó 1-0 a favor del Lobo con un gol de penal de Santiago Silva. Lo peor estaba por venir.

El entretiempo se hacía más interminable que de costumbre porque el árbitro había tenido una visita inesperada que lo había hecho tomar una decisión. “Invadieron mi camarín el presidente de Gimnasia (Juan José Muñoz) junto a un par de barras y me amenazaron. Era imposible seguirlo”, confirmó el Sargento Giménez en referencia a la charla poco amistosa que tuvo con el máximo dirigente platense.

El árbitro, al que le habían dicho “cuando salgas a la calle te vamos a matar…”, decidió suspender el partido y el Tribunal confirmaría en la semana que el encuentro se reanudaría el 8 de noviembre en un tiempo de 23 y otro de 22 minutos. Para ese entonces la realidad era distinta, el Xeneize de Ricardo La Volpe lideraba con 32 puntos y cerca, a un punto, estaban River y Estudiantes. El Lobo no pensaba darle una mano al León.

El plantel de Troglio había recibido una visita de la barra antes de la reanudación del partido y el mensaje había sido muy claro: había que perder sí o sí para no beneficiar al pincha. Los jugadores acataron la orden y Boca hizo su monólogo. Con dos goles de Palacio, uno de Palermo y otro de Marino, el puntero goleó 4-1 a Gimnasia y “todos contentos”.

Lo que parecía un rumor fue confirmado justamente por un ex River, Juan Carlos Olave, quien contó que efectivamente la apretada se había producido con datos precisos de hijos y esposas a los que se los iba a ir a buscar en caso de que ganaran el partido. Marcelo Goux, defensor del Lobo en aquel fatídico encuentro, se animó a confesarlo ante este equipo de investigación 13 años después. “Estaba en juego la vida de nuestras familias y a nosotros el resultado no nos cambiaba mucho. No había más que hablar”, confesó Goux, quien actualmente forma parte del cuerpo técnico de Diego Cocca en Rosario Central.

Este episodio que involucró violencia, apretadas y amenazas de dirigentes y barras bravas es, quizás, el encuentro más recordado de los denominados “partidos arreglados”. Probablemente, su fama se haya acrecentado con la tapa de Olé al día siguiente, una de las pocas con fondo negro que ha tenido el diario a lo largo de su historia. “Jugaron a muerte”, escribieron de título y cuánta razón tenían.

Quilmes- Racing (Torneo Final 2013)

 El 31 de mayo de 2013, el estadio Centenario Ciudad de Quilmes acaparó la atención de todo el público futbolero al albergar la victoria por 1-0 del Cervecero ante Racing en un encuentro lleno de suspicacias.

Tanto los locales como la visita jugaban su torneo aparte: Quilmes peleaba la permanencia en la máxima categoría y uno de sus rivales era Independiente. En cambio, Racing luchaba por el ingreso a las copas internacionales pese a sus irregulares actuaciones.

El entrenador de la Academia, Luis Zubeldía, estaba frente a un partido lleno de sospechas. Lejos de ahuyentarlas, las aumentó. El director técnico eligió que su equipo salga al campo de juego sin un centro delantero, por lo que la ofensiva estuvo conformada por De Paul, Fariña y Centurión. Recién a los 20 minutos del segundo tiempo, Racing jugó con un “9” tras el ingreso de Cámpora. Como resultado, los de Avellaneda contaron con un leve remate de De Paul y dos tiros atajados por Trípodi. 

El gol de Martín Cauteruccio, a los nueve minutos, le dio la victoria a Quilmes, evitó que Independiente salga de la zona de descenso y lo hundió aún más a falta de tres encuentros por disputarse.

Claudio Corvalán, ex jugador de ambos equipos que en esa temporada había pasado de Quilmes a Racing, le explicó a Pica en Punta la interna de ese encuentro: “Se vivió una semana atípica, parecida a la previa de un clásico. Sabíamos que existía mucha presión porque estábamos a la vista de todos. Si ganábamos, nuestros hinchas nos iban a criticar y si perdíamos íbamos a quedar mal vistos. Nosotros queríamos llevarnos los tres puntos, pero desde la dirigencia nos dijeron que no ganemos”.

Una vez que Laverni finalizó el encuentro, el Centenario repleto se vistió de fiesta. Ambas hinchadas festejaron y se unieron al grito de “el que no salta se va a la B”. Además, los dos conjuntos se fueron aplaudidos.

Partidos arreglados: una costumbre de las últimas tres décadas

La afirmación que dice que “todos los partidos se definen en la cancha” es falsa. El fútbol argentino se encargó de ridiculizar esta frase en múltiples oportunidades. Los partidos arreglados, tan chocantes como usuales, destruyeron dos mitos históricos: el primero indicaba que todos los equipos salían a ganar y el segundo, que el hincha siempre iba a la cancha con el deseo de que sus jugadores se quedaran con los tres puntos.

La investigación confirma la sospecha: históricamente, en etapas culminantes de los torneos de Primera División, hubo arreglos de partidos. Los motivos no suelen ser muy variados: la posibilidad de salvarse del descenso, salir campeón, ingresar a una copa internacional y la agradable oportunidad de perjudicar al clásico rival, darán origen al pacto.

El recorrido hace foco en aquellos encuentros en los que fueron protagonistas los denominados “clubes grandes”, que llamativamente son los que suelen dar el presente en la mayoría de los casos. El deseo de perjudicar al clásico rival sobresale como principal motivo para engendrar “el arreglo”, una moneda corriente en el fútbol argentino.

Si viajarámos a la década del 30 podríamos escribir un libro, pero este equipo de investigación seleccionó ocho partidos que tuvieron lugar a partir de los años 90. Este fenómeno pareciera no tener fin y algunos se animan a encasillarlo dentro del grupo de “las cosas que siempre pasan”.

    1. Boca – San Martín de Tucumán (Apertura 1992)
    2. Independiente – Vélez (Apertura 1995)
    3. Gimnasia LP – River (Apertura 1998)
    4. Huracán – River (Clausura 2001)
    5. Banfield – Rosario Central (Clausura 2003)
    6. Boca Juniors – Newell’s Old Boys (Apertura 2004)
    7. Gimnasia LP – Boca (Apertura 2006)
    8. Quilmes- Racing (Torneo Final 2013)

Lleguemos a un arreglo

“Arreglar partidos”. Dicho así suena a mala palabra. Por eso la frase muchas veces es reemplazada por otras: “fueron para atrás”, “jugaron sin ganas”, “no se lastimaron”, “les convenía a los dos” o “hicieron lo que tenían que hacer”. El fenómeno de arreglos parece haberse estacionado en el fútbol argentino hace tiempo y nadie trabaja para erradicarlo.

Puede ser por amenaza de los barras bravas, por conveniencia de resultado, por incentivación, por deseo de perjudicar al rival o por una mezcla de todas estas, pero en ninguno de estos casos que pudimos comprobar los involucrados han recibido una sanción. La Asociación del Fútbol Argentino se acostumbró a convivir con los partidos arreglados, los afrontó y los archivó en las oficinas de Viamonte 1366.

Mitos, realidades, curiosidades e historias negras. Todos estos elementos forman parte de la tradición del fútbol al que se lo considera como “el más pasional del mundo”. Sin embargo, quien haya llegado a estas líneas se retirará con un mensaje positivo: el fútbol argentino sí tiene arreglo y siempre lo tendrá. Mientras existan los torneos argentinos habrá siempre arreglo de partidos. Estos partidos arreglados regresan al baúl de los recuerdos de AFA, mientras tanto, será mejor que el fútbol argentino los tenga en la gloria.

Equipo de investigación: Angione, Capurro, Chariano, Del Mármol, Galluzzo y Seluchi – 3°D 2019

“En la Selección no nos dejaban ni siquiera mojar las calzas”

Por Juan Pablo Santillán

“Planteamos el tema en la AFA (Asociación del Fútbol Argentino) por las jugadoras que trabajan y tienen que pedir el día. En su momento eran 150 pesos por día, ahí fue, en 2017, cuando la Selección decidió parar. Nos pareció totalmente injusto que se siga con lo mismo sabiendo que todo aumenta en Argentina. Querían dar 200 pesos. Hoy lo que pagan en la Selección es 300 pesos por día, imaginate. Todo el mundo me pregunta si es en serio, y sí, es la triste realidad, cuenta Mariela Coronel, quien dijo presente en las tres citas mundialistas que la Selección femenina disputó (Estados Unidos 2003, China 2007 y Francia 2019) y también lo hará en los Juegos Panamericanos de Lima.

Como dice la santiagueña -38 años y mediocampista del Granada de España-, es una triste realidad la que rodea al fútbol femenino en general, más allá de los innumerables reclamos a la AFA: por la ansiada profesionalización, por un salario digno, por el pago de viáticos, por los problemas con las indumentarias, por inconvenientes con los premios y por la mejora de las metodologías de entrenamiento, entre otros tantos obstáculos que, por supuesto, el masculino no padece ni por asomo. La igualdad, otra lucha a nivel mundial.  

“Cuando voy a España, la gente del club lo dice: ‘Ustedes van a la Selección y vuelven más lentas, con uno o dos kilos de más’. Vengo a la Selección y es una pérdida de tiempo, expresa Coronel con respecto a los entrenamientos y desliza una crítica a la preparación física que plantea el cuerpo técnico que comanda Carlos Borrello,  repudiado en redes sociales por las jugadoras Estefanía Banini, Belén Potassa, Florencia Bonsegundo y Ruth Bravo, quienes acusaron que no han sido convocadas a los Panamericanos (Bonsegundo decidió bajarse de la lista por su cuenta) por haber alzado la voz en pedido de un cambio de entrenador: no consideran a Borrello a la altura de lo que supone el cargo. 

– Tenés puesto el pantalón de la Selección, al igual que tu familia, ¿la AFA no tiene problema en darles la ropa?

– Ahora no. Eso se generó porque se dio la casualidad de que vino una chica de marketing (Verónica Miele) con nosotras a Panamá (al Repechaje, en noviembre de 2018). Volvió a venir en abril, a Las Vegas (gira en Estados Unidos en la previa al Mundial de Francia), y desde ahí estuvo más cercana a nosotras. Las chicas le dijeron las inquietudes que teníamos, ella estaba aislada de todo lo que surgía en el femenino. A los chicos les dan hasta la ropa interior y a nosotras no. Devolvíamos las calzas, los calcetines cortos, los tops, y ella se quedaba asombrada. Preguntaba: ‘¿Cómo que devuelven? ¿Y las cosas para ducharse?’ ‘Cada una trae sus cosas’, le respondíamos, y quedaba aún más asombrada. Empezó a hablar con las marcas para ayudarnos. Ella fue de mucha utilidad solamente con que comentara nuestro tema, le parecía totalmente injusto que no se tratara al femenino como al masculino.

– ¿Ustedes nunca habían planteado estas cuestiones?

– No, porque nosotras también estábamos desentiendas del tema. Íbamos a entrenar y no nos generaba nada. Lo que sí nos sorprendía, era, por qué teníamos que devolver los tops, las calzas, ¡que es algo de uso personal! La utilera decía que esa era ropa de la que no tenía mucha y que solamente se manejaba con eso. Nadie decía nada, cada una usaba su calza porque encima no dejaban ni mojarla, la utilera no quería llevar la ropa así al lavadero, que está ahí mismo, en la AFA. Siempre nos decía: ‘Las calzas no las pueden mojar, los pantalones cortos tampoco’, por eso, la mayoría de las chicas no usaban las calzas de la AFA y cada una se llevaba la suya para poder ducharse. La chica de marketing generó que el femenino se sienta cómodo.

– A todo esto, ¿y el Presidente del Fútbol Argentino, Claudio Tapia?

Cuando estuvimos en la Copa América de Chile (2018), el señor Tapia fue, pero no se acercó a saludarnos en el hotel. Cuando fuimos a retirar la medalla, él estuvo alejado de nosotras porque estaba dolido, pero más dolidas estábamos nosotras porque en ese momento lo teníamos a Ricardo Pinela de Presidente (de la Comisión de Fútbol Femenino de la AFA), pero él estaba muy desactualizado de lo que era el femenino, lo que era la Selección. Antes de un viaje afuera, las capitanas se juntan, o la que quiera, con el Presidente de la delegación para debatir el tema de los premios. Pinela no estaba al tanto de nada. Cuando lo planteó en AFA le dijeron que ellos nunca habían pagado premio. Era mentira, estuve en el 2003 y en el 2007, y cuando clasificamos al Sudamericano y de ahí al Mundial, AFA nos dio un premio. Que se lo diga a las nuevas sí, pero que se lo diga a las viejas, que hemos estado, no. Pasaban los días y no teníamos una respuesta de Tapia. Empezamos a mover las redes sociales, armamos quilombo, en el buen sentido, y la gente se empezó a enterar de lo que pasaba. En ese torneo, Tapia quería echar a las jugadoras que salieron a contar lo que había pasado, era como decir: ‘¿Ahora vienen a hablar?’ Levantamos el furor de todo el mundo en las redes sociales y él se sintió tocado. No le planteamos algo que no era. En la segunda ronda, a la Selección de Chile le habían dado 3000 dólares para cada jugadora por haber pasado. Nosotras pensábamos: ‘Bueno, vamos por esa cantidad’, pero por haber pasado la primera ronda, la segunda y con posibilidades de ir al Mundial, por todo eso, nos dieron: 1500 dólares y 750 de viático, o sea, 50 dólares por día. A nosotras no nos interesa el dinero, jugamos porque nos gusta, pero es el reconocimiento. Notamos que ellos pensaban: ‘Si no dicen nada, mejor’. Se dio cuenta de que había mucho movimiento, lo perjudicaba y trató de apaciguar las cosas. 

– ¿Hoy en día cómo están las cosas entre ustedes y Tapia?

– Cambió muchísimo con nosotras: se acerca a hablar y tiene mucha confianza con algunas. En el Sudamericano nadie lo conocía, no sabíamos quién era. Habrá estado dos minutos, dijo unas palabras (antes de viajar a Chile) y allá no nos dio bola; en realidad no sabíamos que había ido. Nosotras nos teníamos que haber reunido con él por el tema del premio y nos decían que llegaba otro día y no nos pudimos juntar, siendo que él estaba ahí. Todas esas cosas, que no le importe nada, nos dejó dolidas. Que hayamos ido en representación del país y que el Presidente de la federación no haya dado la cara en ningún momento, nos hizo sentir solas. Desde ese Sudamericano, al día de hoy, las cosas con Tapia cambiaron mucho, está más cercano a nuestras necesidades. Antes, hablar con él era imposible, ahora no hay problemas, quedamos tal día y viene tranquilamente y habla, está más accesible. No sé si lo hace para convencernos y dejarnos tranquilas o sí de verdad quiere, en un futuro, mejorar el viático de la Selección y las cosas que le plantean las chicas.

– Teniendo en cuenta todos estos problemas, ¿dan ganas de ir a la Selección o es más bien un compromiso?

– Y sí porque al final las jugadoras, sobre todo las más antiguas, seguimos haciéndolo porque nos gusta. No gano millones, gano para vivir. Ir a la Selección es una recompensa a todo el trabajo que hace una. Creo que a todas nos genera eso. No gano, pero una siente una satisfacción personal. Ya no pensás en que estás perdiendo dinero o tiempo de estar con la familia. Cuando ves que hay resultados, que hay gente que quiere a la disciplina y que está dispuesta a que esto crezca, a la jugadora la motiva. Del 2003 al 2017 la Selección seguía igual, estaba estancada, entraban y salían los técnicos, no se clasificaba a nada, no había entusiasmo: la Selección no generaba ganas de ir. En estos dos años ha cambiado muchísimo, esto tiene que seguir para mejor. No hablo a nivel económico, no quiero que esto se convierta como con los chicos y que nos digan mercenarias, que jugamos por plata. Quiero que la jugadora siga jugando y tenga la pasión porque le gusta, porque le encanta la Selección y quiere mejorar. 

Stud 69: el criadero de los campeones

Por Franco Sommántico

Es en pleno barrio de Palermo pero bien podría ser en cualquier pueblo del interior de Buenos Aires. No llegan cámaras de televisión ni periodistas, y tampoco vienen los hombres de saco y corbata ni las mujeres con tacos altos y perfumes importados que aparecen solo para los grandes premios. Las calles de la Villa Hípica son de una tierra tan seca que con solo caminar dos pasos levanta nubes de polvo. Sobre un costado se extiende, por algo más de una cuadra, una caballeriza baja, angosta, con techo de chapa, que se divide en cuartos cada dos o tres metros como si fuera un hotel berreta donde paran los asesinos en las películas de Hollywood. En el otro costado, justo enfrente de la caballeriza, se agrupan estacionadas las pickups típicas de la gente de campo que han venido esta mañana fría de comienzos de mayo a trabajar. Cuando ellos llegaron, cerca de las seis de la mañana, todavía era de noche y el frío calaba con mayor intensidad. Ahora está despejado y el sol ya forma parte del cielo.

 Arriba de cada cuarto hay un cartel de madera con el número del stud al que pertenece. En algunos casos es fácil distinguirlo, pero en otros el paso del tiempo parece haberles jugado una mala pasada y casi no se ven. El stud 69 es donde Javier Fren preparó los caballos con los que ganaron varias carreras jockeys consagrados como el brasileño Francisco Goncalves, Eduardo Ortega Pavón, Pablo Falero o Juan Cruz Villagra, y donde actualmente entrena a La Renoleta, una yegua que corrió a fin de junio Las Carreras de las Estrellas, uno de los eventos hípicos más importantes del país. Queda al fondo del camino sobre la izquierda, cerca de la pista donde se corren los grandes premios. El cartel está tapado por una enredadera que ocupa casi toda la pared. Estacionado frente al portón, un Peugeot 206 negro.

—Vení, pasá —dice una voz desde adentro.

El stud 69 es una réplica a escala de la caballeriza larga de la entrada. Tiene un pasillo de cemento donde se encuentran los rollos de pastura con los que alimentan a los caballos, y, a los costados, dos mini caballerizas con cinco boxes cada una. Un par de perros con cabeza de labrador y cuerpo de salchicha se acercan al portón con ladridos y algún que otro gruñido. Son hermanos, Yuyito y Mugre, y a juzgar por la velocidad con la que caminan, se nota que están viejitos.

—Estos dos son como Minguito y Aníbal —dice Javier Fren desde la mesa que utiliza como escritorio dentro del box que convirtió en oficina. Hay desparramadas algunas revistas de turf, una caja grande llena de antibióticos, papeles y un gato negro que se llama Iaia. En un rincón, al lado de la pared blanca, una bicicleta chica color rosa que utiliza su hija cada vez que va a visitarlo al trabajo. “¿Así que tenés que escribir sobre la vida de un cuidador?”, pregunta, “hacé una novela de terror. Este es un trabajo hermoso pero muy duro, muy sacrificado. Te tiene que gustar mucho”.

Antes de convertirse en cuidador, cuando Javier Fren tenía quince años, quería ser jugador de fútbol. Ya había pasado por las divisiones inferiores de Vélez, Argentinos Juniors, River y Racing cuando un día su padre, Carlos Fren, ex jugador de Independiente y Argentinos Juniors que dirigió a Deportivo Mandiyú junto a Maradona en el 94’, lo llevó a ver las carreras. Carlos Fren en esa época tenía caballos, y venía seguido a verlos correr. Javier Fren comenzó a acompañarlo y así fue como se empezó a interesar. Al principio, dice, le gustaban las dos cosas, pero después se terminó inclinando por el turf. Su idea era, una vez que terminara la secundaria —la única condición que le exigía su madre— estudiar veterinaria y ser cuidador al mismo tiempo.

En la facultad duró solo un cuatrimestre porque sentía que estaba perdiendo el tiempo, así que se puso trabajar como peón para Jorge Neer, que en ese entonces cuidaba los caballos de su padre. Con él aprendió todo sobre el oficio. Ahí le mostraron y le enseñaron cómo tenían que hacerse las cosas, porque hasta ese momento Javier Fren no había trabajado nunca con animales. Estuvo así durante algunos años hasta que una gente amiga le dio su primer caballo para cuidar, una yegua de la Quebrada que se llamaba La Metódica. Con ella ganó su primer carrera. Después le ofrecieron cuidar a otro, y otro…

Iaia, que hasta recién dormía plácidamente con la cabeza apoyada en la caja de antibióticos, se resbala y se cae de la mesa. Javier Fren detiene su relato y espera hasta que la gata suba de vuelta. La gata gira sobre sí misma un par de veces, se estira un poco y vuelve a acomodarse junto a la caja de antibióticos. Javier Fren continúa.  

Hoy tengo veinticinco caballos que mantengo en dos studs —el 69 y el 60— con la ayuda de seis peones. El turf genera muchos puestos de trabajo, pero un trabajo irreemplazable. Para explicar lo de irreemplazable usa como ejemplo una fábrica. Dice que en una fábrica de gaseosas si cambias al que pone las tapitas por otro no pasa absolutamente nada, en cambio, con los caballos, es mucho más específico porque requiere un conocimiento y una sensibilidad que no son para cualquiera. La gente que no conoce mucho en general relaciona todo con el burrero que pierde su casa y su familia en las carreras, dice, yo no digo que no pasé, por que pasa, pero son pocos los casos.

***

En el tercer box, con la vista clavada en la pared de costado, un caballo de pelaje marrón clarito, un café con leche con más leche que café, que cuando siente la presencia de alguien que no conoce mira de reojo y se pone nervioso. Yuyito y Mugre comienzan a ladrar. Un hombre en bicicleta se acerca a la entrada y pregunta por Javier Fren.

Anda por allá al fondo —responde Hugo Rotela, al mismo tiempo que se mete en el box con un cepillo en la mano.

El hombre va allá al fondo y se pierde dentro de la oficina de Javier Fren. Hugo Rotela es peón hace muchos años. Trae puesta una gorra y remera negra, bermudas de jean, un par de ojotas —no parece demasiado preocupado por el frío—, y ahora mismo le está cepillando el lomo a Super Bus. El caballo mueve bruscamente la cabeza, sube y baja los belfos y muestra, de vez en cuando, los dientes.

Cuando lo cepillo le dan cosquillas, en un ratito nomás sale a entrenar, por eso lo estoy dejando bien limpio —explica Hugo Rotela. Para cepillarlo se mueve alrededor del caballo como si nada, cruza hacia un lado y el otro por debajo de la panza, se escabulle entre las piernas y le pasa por detrás de la cola. La gente de campo dice que nunca hay que pasarle por detrás a un caballo porque se asustan y patean, pero Hugo Rotela lo hace igual, inconsciente. “Los caballos son como los seres humanos-dice- un día amanecen de mal humor y te pueden llegar a patear. Pero son tantos años acá adentro que ellos ya me conocen, me tienen mucha confianza y yo a ellos”.

Cuando termina de cepillarlo le improvisa una montura y lo lleva de tiro afuera del box, donde lo está esperando, con un cigarrillo sobre la comisura de los labios, Antonio Recuero —contextura física de jockey, casco naranja gastado, buzo Adidas azul potente, jeans, borcegos y rebenque en mano. Antonio Recuero se sube al lomo de un salto y el cigarrillo ni siquiera se le mueve. Lo toma de las riendas y, con un rebencazo, sale derecho para la pista de carreras. “Ahora es vareador, dice Hugo Rotela, y aclara que vareador es el encargado de entrenar a los caballos para que después lo corran los jockey. “Él antes era jockey pero está retirado”, dice. Parece que es bastante común para los jockeys convertirse en vareadores una vez que se retiran, algo así como los futbolistas, que cuando cuelgan los botines se dedican a ser entrenadores. Hugo Rotela saca de una caja que hay en el piso un pote oscuro, como de témpera, y se mete en el cuarto box. La yegua que está adentro se llama Central Blue, y cuando lo ve entrar a Hugo corcovea y se sacude.

Esta se pisó hace poco, ahora voy a curarla.

Hugo Rotela moja un trapo con el líquido desinfectante que saca del pote de témpera y empieza a frotarlo por las pezuñas del animal, que al principio se resiste, pero luego se deja tratar. Cuando termina de curarla, al cabo de unos quince minutos, sale del box. Afuera lo está esperando Antonio Recuero, todavía montado a Super Bus. Cuando ve salir a Hugo se apea de un salto y enciende un cigarrillo. Hugo Rotela le limpia las patas al caballo con una manguera, agarra el tridente que está tirado en el piso y pincha pilones de heno que va arrojando dentro del box de Super Bus.

—Le estoy preparando la cama —dice.

 El caballo relincha y se mueve para todos lados. Hugo Rotela dice que es porque está muerto de hambre. En el piso hay varios baldes llenos de avena que serán el almuerzo, pero todavía falta. Cuando termina de prepararle la cama agarra una manta verde y la ajusta con un cinturón a la panza del caballo para mantenerlo abrigado ahora que hace frío. Super Bus lo mira a Hugo Rotela y, solo en el momento en el que Hugo abandona el box, se relaja y descansa.

La Superliga ya tiene quien la premie

Por Tomás Agustín Maramarco y Tomás Otero

En una ceremonia llevada a cabo en el Teatro Astral, ubicado en el centro porteño de la Ciudad de Buenos Aires, se celebró la entrega de premios de la Superliga Argentina de Fútbol, que tuvo al campeón del último torneo como gran protagonista.

“Racing fue el primero en todo y este premio no es la excepción”, dijo Víctor Blanco, presidente de la institución. Además, destacó al capitán del equipo  Lisandro López: “Siento orgullo y satisfacción por el capitán que tiene Racing”.

En la primera parte del evento se premió a los destacados de la Copa de la Superliga y los ganadores fueron Néstor Pipo Gorosito como mejor entrenador, Javier Toledo por ser el goleador, con seis tantos y Walter Montillo, quien fue el mejor jugador de este torneo, en el que Tigre se consagró campeón.

Luego se distinguió a los mejores jugadores de la Superliga 18/19, comenzando por el arquero de Boca Esteban Andrada, Javier Pinola como mejor defensor, el mediocampista de Vélez Nicolás Domínguez fue el mejor en su posición y finalmente Lisandro López, capitán del Racing campeón, logró los premios al mejor delantero, goleador y jugador actitud del último torneo. También Matías Zaracho fue galardonado como la revelación de la liga y Eduardo Coudet como mejor director técnico.

Por otra parte, se realizó un homenaje a Rodrigo Mora, Pablo Guiñazú, Rodrigo Braña y Sebastián Bértoli, quienes este año han anunciado su retiro del fútbol profesional tras varios años de experiencia.

Una vez finalizada la ceremonia, el presidente de la Superliga Argentina de Fútbol, Mariano Elizondo, habló para El Equipo y dijo: “Siento mucha alegría de haber podido realizar este evento y además, es un orgullo que hayan venido todos aquellos jugadores, dirigentes, árbitros y cuerpos técnicos que hemos invitado. Esto es algo que se realiza en muchos países de afuera y está bueno que tomemos la misma iniciativa”. Además, habló del nuevo campeonato que comenzará en dos semanas y sentenció: “Esperamos seguir trabajando para que los clubes les paguen los salarios a los jugadores”.

Previo al comienzo del evento, Federico Beligoy, presidente del sindicato de árbitros argentinos, destacó la gran campaña que realizaron los equipos durante toda la liga y además se refirió a la llegada del VAR a la Argentina: “Queremos que cuando desembarque, sea de la mejor manera, estamos en pleno proceso de implementación pero esto es largo”.

“No le des la decisión al fútbol de retirarte”

Por Federico Pineda, Tomás Tesoriere y Juan Kitlain

El 22 de noviembre de 1988 será una fecha insignificante para gran parte de la población, pero para Claudio Cabrera no fue un día más. Ese día se enfrentaban Vélez y Estudiantes de La Plata en el José Amalfitani por la 19° fecha del Apertura de aquel año. La victoria para el Fortín por 5-4 no fue un resultado más en la vida del mediocampista que, en una jugada dividida, se rompió el ligamento lateral interno de la rodilla derecha, lesión que lo marcaría por toda su carrera. Pasó de tener posibilidades de ir al Mundial Italia 1990 -como el propio Carlos Bilardo se lo confesó- a sufrir 18 operaciones en su rodilla lesionada.

“Me operé y me pusieron un yeso. Cuando me presenté en la Selección hacía ejercicios de rehabilitación. Cuando empiezo a trotar me doy cuenta que cuando doblaba en las esquinas de la cancha me dolía”, cuenta. Entonces se hizo un estudio y ahí saltó que la dolencia aún continuaba y la operación no fue de ayuda en su recuperación. Sin embargo, el remedio fue peor que la enfermedad por pura responsabilidad de los profesionales de la salud a cargo de la Selección Argentina: “Madero y Coppolecchia son los dos médicos impresentables que me cagaron la carrera.  Ellos dieron la orden médica de cortar una de las dos guías que mantienen la rótula porque pensaban descomprimir la presión. Cuando se me va el efecto de la anestesia no podía extender la pierna.  Nunca les hice un juicio porque entre médicos se van a defender, no quería enfrentarlos. Hubo una mala praxis y me hicieron algo innecesario. Los estudios posteriores lo comprobaron”.

Esa maldita lesión lo sacó del fútbol por tiempo indeterminado, pero eso no significó su retiro. A pesar de no ser creyente en ningún Dios, la necesidad de tener fe lo mantenía dentro del fútbol:  “Desde la fe me acostaba y soñaba con un milagro de despertar algún día sin dolor. Yo quería volver a jugar a la pelota. Nada me interesaba más”. Hoy en día, vive con dolor en la rodilla derecha desde hace 25 años y expresó que uno ya se acostumbra a “convivir con el dolor”. Hay una operación que lo sana definitivamente, pero el deseo es más fuerte que su salud: “No puedo jugar más al fútbol si lo hago. Prefiero jugar y seguir con el dolor tratando de tener menos con calmantes”.

Chacho debutó con 18 años en la Primera de River con Alfredo Di Stéfano como entrenador y La Saeta Rubia, tiempo más tarde, tomó nota de sus condiciones y lo recomendó al Real Madrid. El club Merengue estaba siguiendo al argentino, pero la lesión truncó todas sus ilusiones con sólo 25 años. “Son preguntas que no tenemos la respuesta”, expresa 31 años después de su lesión en la rodilla. Sin embargo, la idea de salir de Buenos Aires no estaba en sus planes unas temporadas atrás: “Los dirigentes del Elche de España me llamaban y atendía yo como si fuera mi primo. No me quería ir, estaba acá cómodo. Ellos querían que viajará ya. Me negué. Al tercer llamado, ya no me llamaron más”.

No fue Di Stéfano el único que confió en él y el propio entrenador de la Selección Nacional lo observó en su paso por Huracán de cara al Mundial de México 1986, pero en ese momento Sergio Batista le ganó la pulseada en el plantel que, tiempo más tarde, se consagraría campeón en el Estadio Azteca. Ya no sería lo mismo para Italia 1990: “Bilardo me llamó y me dijo que quería contar conmigo para el próximo Mundial. Me aseguró que iba a ir a los Juegos Olímpicos en Seúl. Fui a esa competencia, pero después me lesione”.

Cinco años después de la lesión que desencadenó su pesadilla y tras un breve paso sin pena ni gloria por Boca, el médico Sebastián Rosasco le practicó una osteotomía en la zona que le sacó los dolores que tenía en la rodilla, aquellos que ya eran parte de su vida:  “Después de la operación, estuve con un estado de tensión esperando que se me fuera el efecto de la anestesia. No se me iba y yo me creía que era ese efecto”. Algo había cambiado.

Pero recién en 1996 pudo volver a pisar una cancha. A sus 34 años, se probó en Almagro y firmó contrato por seis meses para disputar el primer tramo de la B Nacional. A 11 días de cumplirse ocho años de la lesión en la rodilla derecha, volvió a jugar por la 2° fecha de la Ronda Campeonato ante Godoy Cruz: “Fue muy lindo porque sucedió algo que no esperaba.  Le ganamos 3-2 al líder del torneo y todos los pibes me levantaron en andas. Me llevaron a la popular y me aplaudieron. Fue muy emotivo”. Al finalizar su contrato, no continuó en el Tricolor y se retiró del fútbol profesional.

Aunque no todos pudieron elegir su destino, otros los dolores lo vencieron como Rodrigo Mora que se retiró del fútbol por intensos dolores en la cadera que hasta el día de hoy sobrelleva, y por otro lado Fernando Gago encontró la fuerza necesaria para dejar atrás tres roturas del tendón de Aquiles jugando para Boca en distintos superclásicos ante River y volverá a las canchas con la camiseta de Vélez. “Yo les dije a ellos que se sigan operando. El fútbol tiene un lado cruel. Siempre que esté a tu alcance, no le des la decisión al fútbol de retirarte. Me pone recontra contento que vuelva a jugar, que el pibe se sienta dentro”, cuenta Cabrera.

Aquí, el relato toma un tinte más oscuro y el propio protagonista expresó que este tipo de lesiones lleva a pensar en la posibilidad de terminar con la propia vida de uno: “Cada vez que yo salía del quirófano, al irse el efecto de la anestesia ya sabía que la operación había sido un fracaso. Nunca llegaba a dar una vuelta a trote, eso te mata mentalmente. ¿Saben lo duro que son esos meses de recuperación? Estás en el anonimato total, tenes unas mesetas que te levantas un día y decís estoy igual que ayer. A mi me paso lo mismo, yo durante muchos años pensé en estrolarme con el auto en la Panamericana. Pensaba ‘en que columna me la pongo’. Lo único por lo que no lo hice fue porque me decía ‘imagínate si quedo vivo en silla de rueda'”.

“Sé el día que me lesione. No se la fecha en que falleció mi mamá. No me la acuerdo ni nunca la pude registrar. Hace 15 se murió y hace 20 me rompí. Se que esta en el Cementerio de Boulogne, pero no sé en qué nicho. No soy ejemplo de nada. Mi vida no tiene mucho sentido si no está el fútbol. No tuve grandes emociones. Soy muy tímido e introvertido. En el único lugar donde era extrovertido era dentro de la cancha”, concluye.