lunes, diciembre 29, 2025
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De la mano de Ricky Rubio, España despertó a tiempo

Por Federico Flossdorf

España venció 101 a 62 a Túnez por la primera fecha del grupo C del Mundial de China de 2018. Tras una mala primera mitad el conjunto español pudo reponerse gracias a su base Ricky Rubio. “Siento que tiene que ser mi Mundial”, afirmó previo al comienzo de la competencia. La frase hace referencia al rol que ocupa en el plantel en este torneo a diferencia de las competencias anteriores.

Ante las ausencias de Serge Ibaka, Pau Gasol y Chacho Rodríguez, Rubio es uno de los líderes del equipo y es el encargado de manejar el juego de España, una de las selecciones que apunta pelear el podio. El jugador que milita en los Pheonix Suns completó la planilla con 17 puntos y 9 asistencias.

La primera mitad para España no fue buena. El conjunto dirigido por Sergio Scariolo llegó a estar perdiendo por 10 puntos en el segundo cuarto. Liderados por su figura el pivot de 2,17 metros  Salah  Mejri, Túnez estuvo por arriba del 60 por ciento en tiros de dos puntos. Sin embargo por la jerarquía de Marc Gasol, actual campeón de la NBA y Serge Lull, quien convirtió 16 puntos, España terminó 42 a 39 arriba en el primer tiempo.

Los europeos debían corregir muchos aspectos. La defensa, fundamental, y mantener la concentración ofensiva. Las asistencias de Rubio, y el altísimo 60 por ciento en línea de tres llevaron al equipo a terminar el tercer cuarto 70 a 49.

En último parcial, el encuentro quedó sentenciado. Scariolo pudo dar descanso a sus estrellas, y Túnez, con un susto por el tobillo de Mejri, ya tenía la cabeza puesta en el partido ante Puerto Rico. España ganó, pero no convenció en la primera parte y esas desconexiones no deben ocurrir en un torneo corto. Durante los últimos minutos, la Selección española recuperó sensaciones y se encontró con el aro, dando lugar a un marcador engañoso.

Scola, el viejo luchador

Por Santiago Ballatore

Nueve equipos fuera de Argentina, cinco de ellos en la NBA. Medalla dorada en Atenas 2004 y de bronce en Beijing 2008. Subcampeonato en el Mundial de Indianápolis 2002, con victoria a Estados Unidos incluida. Pero Luis Scola es mucho más que medallas, es el símbolo y guía de un equipo repleto de jugadores con poca experiencia en la selección. Mientras que en la victoria frente a Corea del Sur (95-69) siete jugadores hicieron su debut mundialista, Scola comenzó a transitar este camino por quinta vez en su carrera. No sólo es el argentino con más mundiales sobre el lomo, sino que también es, junto a seis jugadores de otros países, quien más participaciones tiene en la historia del torneo.

No existe deportista que se desviva más por el equipo nacional que él. No sólo en la cancha, también fuera de ella. Un líder de verdad cumple ese rol las 24 horas del día y los siete días de la semana. En 2014, previo al Mundial de España, Scola se puso al hombro un reclamo, en nombre de todos los miembros de la selección, contra la Confederación Argentina de Básquet (CABB). La institución estaba muy mal manejada económicamente, tenía un pasivo de 20 millones de pesos y mantenía deudas con jugadores y empleados. “Si no juego el Mundial, será culpa de una gestión horrible. No quiero ser cómplice de algo tan turbio”, comentó en julio de ese año.

Si bien la mayor parte de su carrera la hizo en países tradicionales a la hora de hablar de básquet, como Estados Unidos y España, los últimos dos años jugó en la liga China, primero para el Shanxi Zhongyu y luego en Shanghai Sharks. En todas las ligas que jugó dejó una marca: ganó una infinidad de trofeos con el Baskonia, en Europa, y fue elegido en el mejor quinteto de novatos de la NBA en la temporada 2007-2008 jugando para Houston Rockets.

Cuando tenía 15 años, Scola hizo su debut en la Liga Nacional de Básquet en la temporada 1995-1996, faltaban todavía dos años para que naciera Máximo Fjellerup, uno de los compañeros del capitán en este Mundial. Además de eso, Agustín Caffaro, Luca Vildoza y Gabriel Deck llegaron al mundo en el mismo año del debut de Luifa. Son jugadores que, si tuvieran un par de años menos, tranquilamente podrían ser sus hijos. En una entrevista con el Diario Clarín, él mismo comparó el liderazgo de este grupo con el rol que tiene con sus hijos, ya que dijo: “Si no hacés lo que decís, perdés credibilidad y es muy difícil crear un impacto en cualquier persona, ya sea un hijo o compañero de equipo”.

Si durante el Mundial Argentina consigue la clasificación a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, es muy probable que siga jugando un año más, hasta los 40. Pero de eso depende todo. Como durante toda su carrera, está a disposición de la celeste y blanca. Ojalá podamos disfrutar un año más a Luis Scola, el viejito luchador de la Selección Argentina.

Paliza de Serbia con Bogdan Bogdanovic a la cabeza

Por Francisco Rodríguez

En el partido inaugural de este Mundial, los dirigidos por Sasha Djorjevic vencieron sin despeinarse 105-59 a Angola. Comandados por su “7” bravo, la figura del partido con 24 puntos y 3 asistencias -en solo 20 minutos de juego- el verdadero candidato dice presente en China.

El mejor de Serbia es Nikola Jokic, un base encerrado en el cuerpo de un pívot de 2,13 metros. La estrella de Denver Nuggets encabeza tanto a su equipo como a su selección. Sin embargo, el vigente subcampeón del mundo también cuenta con un jugador que tiene cosas tanto de Emanuel Ginóbili como de Juan Carlos “La Bomba” Navarro. Cada vez que el escolta de Sacramento Kings, Bogdan Bogdanovic, viste los colores de su país, se transforma en una superestrella.

El 18 de agosto de 1992, mientras los conflictos bélicos en Yugoslavia se volvían una constante, Bogdanovic nació en Belgrado, Serbia. Empezó a hacerse notar desde el principio, especialmente en la temporada 2013-14, jugando para el Partizán, un histórico equipo de su ciudad natal. Allí, fue elegido como el mejor basquetbolista joven de la Euroliga, torneo que luego ganaría en 2017, con el Fenerbahce turco, antes de dar el salto a la NBA. A pesar de haber sido drafteado por Phoenix Suns en 2014, el escolta llegó a Estados Unidos tres años después. ¿Su destino? Sacramento Kings.

Hoy en día, el serbio de 27 años comparte el perímetro en su equipo con De’Aaron Fox, un joven base talentoso y atlético. Estos dos, muchas veces, invierten sus roles, como lo hacían Tony Parker y Ginóbili en San Antonio: Bogdanovic se disfraza de armador y el estadounidense se encarga de anotar. Su talento, garra y personalidad hacen del MVP del Risings Stars Challenge 2018 un jugador peligroso, especialmente en el plano ofensivo, con la capacidad de anotar desde el perímetro como Juan Carlos “La Bomba” Navarro.

Por otro lado, en China 2019, con Estados Unidos “debilitado” por la ausencia de sus estrellas, el mejor equipo del mundo actualmente -según el ranking FIBA- se ilusiona con terminar una racha de tres subcampeonatos en los últimos cuatro grandes torneos. Ya que, al igual que en el Mundial del 2014, también se quedaron con la medalla plateada en los Juegos Olímpicos de Río 2016 y en último Eurobasket (2017).

En este primer partido, Serbia mostró ser un equipo generoso y con mentalidad colectiva. Dominador de todos los aspectos de juego –es cierto, ante un rival de menor envergadura- sin exigirse demasiado. Repartieron un total 32 asistencias y bajaron 41 rebotes, sumados a una efectividad del 65% en sus tiros de campo. Bogdanovic fue la figura, pero también hay que destacar al dúo de internos NBA formado por Jokic  (14 puntos, 5 rebotes y 6 asistencias en 22 minutos) y el gigante recién llegado a Dallas, Boban Marjanovic (12 puntos y 10 rebotes en 17 minutos). Mientras Nemanja Bjelica, ala pívot de los Kings, ni siquiera entró esta vez.

Al igual que en 2014, Serbia comenzó el Mundial con una paliza a Angola. Esta vez, con la conducción de Jokic y el poder de fuego de Bogdanovic -sumado a un aceitado juego colectivo imposible de obviar- el equipo de Djorjevic espera que el destino le tenga preparado un mejor final. China 2019 es la oportunidad perfecta para que Serbia, por fin, se quede con todo.

 

¡Qué jugadora!

“Tortillera”, “marimacho”, “puta”, “la Carlitos”, “varón”, eso es solamente una pincelada de lo que tuvo que sufrir Ayelén Pujol, periodista deportiva, por el simple hecho de ser mujer cuando todavía soñaba con vivir del deporte que ama, el fútbol. Los insultos salían de la boca de los padres de sus rivales. Todos hombres.

Remera negra con puntos de distintos colores, un jean abierto a la altura de las rodillas, borcegos negros, un par de anteojos, y su cabello morocho ondulado, medio rizado, suelto. Pujol entró al microcine de Tea y Deportea, en Lavalle 2083 para ocupar una de las dos sillas que miraban de frente a 79 estudiantes de periodismo deportivo. La periodista se sentó del lado derecho –durante la charla la acompañarán Yanina Gaitán, ex futbolista y autora del primer gol argentino en un Mundial y Sofía Rodríguez Cuggia, futbolista y estudiante de tercer año en Deportea- y comenzó a contar su experiencia al escribir su nuevo libro “¡Qué jugadora!”. Estuvo entre un año y medio y dos para finalizarlo, y ocho de esos meses se quedó a la espera de un contrato con la editorial Planeta.

Su infancia giró en torno a un ambiente machista, sobre todo por el lado paterno, quien por entonces no concordaba con la elección de su carrera. Otros tiempos.  Por el contrario, su madre siempre la apoyó y buscaba equipos donde pudiera inscribirse. De todos modos, la existencia del fútbol femenino para ella llegó en la adolescencia, ya que durante su niñez nadie hablaba de eso y era una categoría desconocida. Su habitación estaba empapelada de posters de jugadores masculinos, quienes eran sus ídolos y referentes del deporte, hasta que un día se preguntó “¿existen las mujeres en el fútbol?”.

El libro se basa en la historia desconocida del fútbol femenino, que aunque existe desde hace años, recién hace poco se empezó a descubrir, en parte gracias a la autora, quien realizó una investigación inédita sobre un tema que ella describió como “una cancha desierta”. Mucha de la información surgió de Brenda Elsey, una historiadora estadounidense a quien conoció en un congreso de investigadores del fútbol femenino.

Actualmente el fútbol femenino cuenta con más visibilidad y apoyo, aunque este año, según Pujol, se vivió un “error de calendario” al hacer coincidir el Mundial Femenino Francia 2019 con la Copa América Brasil 2019, lo que de alguna manera entorpeció el momento de mayor auge de su crecimiento. Incluso admitió que quería que el seleccionado masculino fuese eliminado de la competencia continental así lo que sucedía en Francia quedaba en primera plana.

La desigualdad de género, claro está, no le escapa al fútbol. Un jugador de Primera División cobra mínimamente 25.200 pesos, mientras que el mínimo establecido para los primeros contratos profesionales del fútbol femenino es 15.000 pesos. De alguna manera, algo similar a lo que sucede en algunos medios de comunicación cuando por una igual función hay una diferencia en la remuneración.

En esta misma línea, Pujol le dedicó su libro a todos aquellos que la hicieron sufrir en todos los ámbitos de su vida por ser mujer, desde un pibe que le tocó la cola cuando eran pequeños y jugaban a la pelota hasta algún jefe que la mandaba a hacer trabajos casi administrativos que no le permitían demostrar su potencial como periodista. “El libro es para ponerle voz a las mujeres que no tienen ni tenían reconocimiento”.

 

 

El sueño de Primera

Sofía Rodríguez Cuggia, futbolista salteña actualmente sin club, aportó una visión interna del fútbol femenino y contó un episodio que la frustró y la dejó, por el momento, fuera de la Liga. Su caso tiene similitudes con el de Macarena Sánchez, jugadora de San Lorenzo, ya que Platense, su anterior club, le comunicó sin previo aviso que no iba a ser tenida en cuenta para la próxima temporada, y así la dejaron sin posibilidades de ir a Argentinos Juniors, plantel con el cual tenía una posibilidad de fichar, ya que el período de incorporaciones había terminado. Sin embargo tiene un acuerdo para unirse a Nueva Unión, equipo de fútbol femenino, al cual no le permiten inscribirse en la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) debido a que no posee un equipo masculino. La chica de 21 años vino a Buenos Aires para estudiar periodismo deportivo, carrera que finaliza este año, e intentar triunfar en el mundo del fútbol.

En China, los boricuas buscan volver a hacerse la América

Por Juan Pablo Manera

La historia del baloncesto en Puerto Rico no es rica en campeonatos ni medallas. Son muy pocos los logros de la Selección caribeña: sólo se destacan dos oros en los Juegos Panamericanos de La Habana 1991 y Guadalajara 2011. Sin embargo, hay un logro que resultó ser uno de los más importantes, hecho que data de 2004, en Atenas, durante la XXVIII edición de los Juegos Olímpicos.

Era un 15 de agosto. El combinado boricua llegaba a la competencia con expectativas moderadas, puesto que lograr ubicarse en el podio era un objetivo inalcanzable si se contraponía el equipo propio con las demás potencias. Pero esa noche fue mágica, la más recordada por los seguidores de esa Selección. Puerto Rico abría el campeonato frente a Estados Unidos, el famoso Dream Team que se llevaba puesto todo, pero que tampoco arribaba a Atenas con grandes esperanzas debido a las bajas de varios jugadores importantes, tales como Shaquille O’Neal, Kobe Bryant y Karl Malone. No obstante, sí contaba con las versiones jóvenes de LeBron James, Carmelo Anthony y Dwyane Wade.

“Para muchos era imposible ganar ese juego. Era un equipo que tenía mucho más arsenal que nosotros. Pero el insumo más importante que sacamos del partido es que por ese día todo el mundo en esta Isla se sintió orgulloso de ser puertorriqueño, sin importar su afiliación política, raza o credo. Fue un día de unidad”, expresó por 2008 Julio Toro, el entrenador de Puerto Rico en 2004.

Sí. El milagro que parecía imposible y lejos de convertirse en realidad, sucedió. Los 92 puntos de los centroamericanos fueron mejores que los 73 de los estadounidenses, quienes sufrieron la primera derrota olímpica desde la creación del Dream Team en los Juegos de Barcelona 1992. Posterior a esa histórica victoria, los ticos lograron una de sus mejores marcas en ese certamen, ya que obtuvieron el sexto puesto, al igual que en Múnich 1972, solo superadas por la cuarta posición de Tokio 1964.

Ahora, Puerto Rico llega al Mundial de China con ganas de repetir una hazaña como esta y, por qué no, soñar con el título, algo que nunca se le dio a pesar de haber participado en 13 de 17 ediciones, siete de ellas de manera consecutiva.  Nunca pasó de un cuarto puesto. Sin embargo, de la mano de su seleccionador Eddie Casiano, la Selección boricua irá en busca de un podio que quede marcado en la historia.

Sueñe, Montenegro

Por Maximiliano Das

En un patio empedrado en 1636 en Madrid se estrenaba La vida es sueño, una obra del dramaturgo y poeta español Pedro Calderón de la Barca. Sobre un escenario de apenas cuatro por ocho metros y a merced del público amontonado y de quienes habían pagado por ver la función desde los balcones de las casas que lo rodeaban que hacían de palco, el protagonista, Segismundo, pronunciaba su monólogo para cerrar el segundo acto: ¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.

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El Río Morača que atraviesa Podgorica, la capital de Montenegro, le dio nombre al centro deportivo donde se eleva un estadio de básquet para seis mil personas. Allí, una fría noche de fines de febrero de 2019 se reunió poco menos del 1% de la población del país para ver a la Selección local enfrentarse a la de Letonia.

El objetivo era para ambos el mismo: clasificar por primera vez a una Copa del Mundo. Los bálticos necesitaban ganar por nueve o más puntos para obtener su plaza. Cualquier otro resultado le daba a quienes formaban parte de Yugoslavia su lugar en China.

El juego comenzó y fueron los de Europa Oriental quienes tomaron ventaja desde el principio con una racha de 10 a 0, que se quebró recién pasados los cinco minutos.

La Selección letona estuvo siempre al frente. Promediando el tercer cuarto obtuvo una máxima diferencia de 13 puntos que calló por unos minutos a la afición montenegrina que se había hecho escuchar durante todo el encuentro, pero los locales se recuperaron y achicaron el margen para estar de nuevo dentro de los ocho puntos de déficit que le daban la clasificación.

El cronómetro se extinguía, los gritos retumbaban en el estadio cerrado de del Centro Deportivo Morača. Cada conversión en el aro local era bien respondido en el opuesto. Los letones no se podían alejar.

Una sucesión de jugadas dejó a la visita seis puntos arriba y con la posesión del balón a sólo ocho segundos y medio del final. 80-74. La pelota cayó en manos de Dairis Bertans, aún en el campo propio. El escolta corrió bajo la marca de Derek Needham, un base estadounidense nacionalizado -por parte de su abuelo- montenegrino. Cruzó la mitad de la cancha y sin terminar de asentarse bien lanzó el triple lejano. Y, entonces, silencio. No más gritos, no más silbidos, no más abucheos. Todo acabó cuando el balón se escapó de sus manos a falta de 2,7 segundos para que suene la bocina.

2,6 segundos. Zvezdan Mitrovic, entrenador local, reclamó una falta ofensiva de Bertans sobre Needham. Acusaba al báltico de empujar al defensor para tomar distancia de su cuerpo y poder tirar con mayor libertad. 2,5 segundos. El árbitro principal dijo que el tiro era legal. Alzó su mano derecha y levantó tres de sus dedos. 2,4. Los empleados de la seguridad privada, vestidos de chalecos amarillos fluorescentes dejaron de controlar a la afición: la vista estaba en la pelota. 2,1. Bojan Dubljevic, figura del equipo balcánico que estaba preocupado por la rotación en la defensa antes del lanzamiento, ya se había dado vuelta en busca del rebote. El balón estaba en su punto más alto del recorrido. Bertans volvió a apoyar sus pies en el suelo. 1,8. Un aficionado montenegrino se tomaba la cabeza. Algunos de los compañeros balcánicos que estaban en la banca continuaban reclamando la infracción pero sin siquiera mirar al juez. 1,3 segundos. La pelota golpeó el tablero. Ni siquiera el aro.

El cronómetro siguió. Letonia agarró el rebote ofensivo pero no hizo a tiempo para devolver la pelota a algún tirador.

Cero segundos. Sonó la chicharra. Gritos. Las manos en alto de todo el estadio. Asistentes y suplentes montenegrinos saltaron los carteles de publicidad, los hinchas se abrazaron con quien sus brazos encontraban alrededor. Mitrovic se acercó al seleccionador letón y le ofreció la mano y una mueca que decía “bueno, otra vez será”. Dubljevic pateó la pelota que algún simpatizante mantendrá como recuerdo de ese día histórico. Se encendieron bengalas, se repartieron botellas de champán que agitaron y salpicaron entre ellos. Montenegro, un país pequeño, joven -se independizó de Serbia en 2006-, de poco más 600 mil habitantes, será partícipe del Mundial de China a partir del 1 de septiembre. Será, también, el de menor población en hacerlo.

Zhuangzi, un pensador del Siglo IV a.C. de la misma tierra que será anfitriona del certamen de baloncesto más importante, dijo: “Una vez soñé que era una mariposa. Ahora ya no sé si soy Zhuangzi que soñó que era una mariposa o si soy una mariposa que sueña que soy Zhuangzi”.

Los montenegrinos tampoco tienen del todo claro sin son montenegrinos o mariposas. Lo único seguro es que sueñan.

Todos los coreanos son iguales

Por Maximiliano Das

Ra Gun-ah dista mucho de la apariencia de la mayoría de los más de 50 millones de surcoreanos. Ra Gun-ah no tiene los ojos finos y estirados. Sí tiene una nariz grande, una espalda bien ancha, una dentadura imponente y unos labios por demás carnosos. Aunque quizá la diferencia física más obvia sea apreciable sin necesidad de acercarse tanto a él: Ra Gun-ah es negro.

Nació en Virginia, Estados Unidos, y creció allí llamándose Ricardo Ratliffe. Ra Gun-ah es el nombre que adoptó a principios del año pasado al nacionalizarse surcoreano. “Joven fuerte”, es su traducción.

Una vez terminada la secundaria en Hampton, Ratliffe se mudó a Missouri, donde, con la ayuda económica de una beca deportiva, terminó sus estudios como especialista en agricultura general. En 2012, cuando se recibió y decidió comenzar su carrera como basquetbolista, no tuvo lugar en el profesionalismo de su país. Sí lo tuvo en Corea del Sur.

En sus primeras tres temporadas fue figura del Ulsan Mobis Phoebus que ganó el tricampeonato entre 2013 y 2015 y se llevó el premio al jugador más valioso de la temporada 2013/14. Después recaló por Seúl Thunder sin mayores sobresaltos para luego ser transferido a Star Hotshots, de Filipinas, la temporada siguiente. Volvió al conjunto de la capital surcoreana y jugó un torneo más en el mismo combinado filipino antes de reincorporarse a Ulsan en 2018 -y consagrarse campeón en 2019-, año en el que tramitó su ciudadanía.

A diferencia de como suele pasar con deportistas nacionalizados, Ratliffe no tiene familiares de ascendencia de Corea del Sur. Sucede que el país asiático ofrece un programa con facilidades para aquellos que demuestren ciertas habilidades en áreas como ciencia, cultura o deportes y Ra Gun-ah calificaba para esta última. “En 2014, jugando para Ulsan, nos enfrentamos a Irán, China Taipei y Jordania. Esos equipos tenían jugadores extranjeros, entonces, ¿por qué no podríamos nosotros?”, dijo el oriundo de Virginia al Korea Herald.

En febrero de 2018, con las ventanas de clasificación para el Mundial ya iniciadas, Ra Gun-ah estrenó su nombre en la musculosa de la Selección surcoreana de básquet frente a Hong Kong. Casi 27 puntos por noche acumuló en promedio el pivote de 1,99 metros en los diez partidos que disputó con el conjunto asiático. Además sumó 1,7 tapones y lideró la tabla en rebotes con 12,5.

Con él como protagonista, Corea del Sur hará su debut frente a Argentina en la Copa del Mundo de China el 31 de agosto en un grupo que comparte, también, con Rusia y Nigeria.

La final polémica que fue parte de la Guerra Fría

Por Dylan Elías

En los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, el básquet tuvo su debut. Desde ese entonces ha estado ininterrumpidamente en el programa olímpico, llevando ya 19 torneos (el último, en Río 2016).

Es algo conocido que la supremacía de Estados Unidos en este deporte es extrema. Tan así es, que de esos 19 campeonatos, los norteamericanos ganaron 15 (solo no participó en Moscú 1980, debido a un boicot). Entonces, ¿por qué no pudieron triunfar en los otros tres campeonatos en los que sí estuvieron? La respuesta es clara, sus rivales fueron superiores (o tal vez no en todos los casos). El que más conocemos es el de Argentina, que se coronó en Atenas 2004. ¿Cuáles fueron los otros? La Unión Soviética, en dos ocasiones (Múnich 1972 y Seúl 1988). Pero acá se va a resaltar la victoria en tierras alemanas, partido que es considerado por muchas personas como el más polémico en la historia del baloncesto.

Los Juegos Olímpicos de Múnich 1972 se jugaron con la Guerra Fría de por medio (no fueron los únicos, ya que duró más de 40 años). Estados Unidos y la Unión Soviética llevaron su enfrentamiento de capitalismo contra comunismo a todos los extremos, incluido el deporte. Ambas potencias debían mostrar su superioridad en todos los aspectos, pero el deporte tenía la característica de no implicar horribles consecuencias como sí lo hacía la utilización de armas.

Volviendo al básquet, Estados Unidos hasta estos Juegos no había conocido la derrota. Durante siete campeonatos seguidos supo hacerse de la medalla de oro. La Unión Soviética, por su parte, siempre había quedado a la sombra de los norteamericanos. Desde Helsinki 1952 hasta Tokio 1964 se enfrentaron en la final. Y siempre con victoria estadounidense. En México 1968, los soviéticos no pudieron contra Yugoslavia en semifinales y se quedaron con el bronce.

En Múnich 1972, americanos y euroasiáticos volvieron a enfrentarse en el partido por la presea dorada. El equipo de Estados Unidos estaba entrenado por Henry Iba (doble campeón olímpico) mientras que al soviético lo dirigía Vladimir Kondrashin (uno de los mejores entrenadores europeos de la época).

El partido, que se jugó el 9 de septiembre, fue parejo en todo el momento, aunque con una ventaja general de la Unión Soviética en el marcador (21-11 a los 12 minutos y 26-21 al término de la primera parte), que había obtenido gracias a una férrea defensa durante gran tramo del encuentro. Sin embargo, los estadounidenses comenzaron a presionar mucho más para evitar la efectividad de los tiros de sus rivales y robar la pelota. Así, el marcador llega a estar 48-46 a favor de los soviéticos, a falta de solo un minuto de terminar.

En ese minuto final, Sergey Belov (la estrella soviética) se hace cargo de dos tiros libres pero solo convierte uno, y del otro lado, Jim Forbes encesta un doble para dejar a los norteamericanos a solo un punto de distancia (49-48). Con poco más de 5 segundos, un contraataque estadounidense obliga a sus rivales a cometer falta. Doug Collins se hace cargo de los dos libres y convierte ambos, poniendo en ventaja a Estados Unidos por primera vez (50-49). Acá es cuando empieza la polémica.

Con solo un segundo para terminar y con el balón en juego, los soviéticos comienzan a protestar a los árbitros alegando que su entrenador había pedido tiempo muerto entre el primer y segundo tiro libre. Así, les quedarían tres segundos en vez de uno para atacar. Les hacen caso y se repite la jugada. No logran convertir y el partido “finaliza”, con los norteamericanos invadiendo el campo para festejar. Sin embargo, esa felicidad iba a cortarse ya que el Secretario General del Comité Olímpico, Willian Jones, baja del palco para notificar una falla con el reloj en la mesa de control. Decía que no se había ajustado bien y debía repetirse la jugada con los tres segundos.

Con su tercera oportunidad (y la vencida), Ivan Yedeshko mete un pase de 30 metros que milagrosamente recibe Aleksandr Belov, para realizar una encestada histórica que le daba la medalla dorada a la Unión Soviética por primera vez en su historia. Con el festejo ahora del otro lado, son los de Estados Unidos los que protestan contra los árbitros. Poco después del final, apelaron y se formó una comisión de cinco miembros para votar si la victoria soviética tenía validez o no. El sí ganó 3 a 2. Cuba, Hungría y Polonia (en relaciones políticas con los soviéticos, votaron que sí), mientras que Italia y Puerto Rico votaron que no. Lo que indica que el fallo también fue polémico.

En el podio, los norteamericanos no fueron a recibir su medalla de plata. A día de hoy, siguen sin reconocer la derrota. Es tan así, que uno de sus jugadores, Kenny Davis, comentó que en su testamento escribió que sus hijos no pudieran recibir nunca la medalla.

Esas preseas plateadas siguen esperando ser recibidas por alguien en Lausana, Suiza, más precisamente en la sede del Comité Olímpico Internacional.

La hora de Tomáš Satoranský

Por Federico Flossdorf

16 de septiembre de 2018. En el Centar Skenderija, en la ciudad de Sarajevo, República Checa acaba de vencer por 85 a 80 al local Bosnia Herzegovina para conseguir su primera clasificación a un mundial de básquet. El protagonista de la noche fue Tomáš Satoranský, base del equipo, quien con 22 puntos y una bandeja a 35 segundos del final entró en la historia grande del deporte checo.

El 1 de enero de 1993, Checoslovaquia se dividió pacíficamente en sus dos Estados constituyentes, la República Checa y la República Eslovaca. Checoslovaquia fue una república de Europa Central que existió de 1918 a 1992. Durante todos estos cambios políticos y geográficos surgieron atletas que han hecho historia en el deporte. Tal vez el más conocido es Emil Zatopek, fondista quien en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952 fue campeón en la prueba de 5000, 1000 y maratón. Además Zátopek fue el primer corredor en romper la barrera de los 29 minutos en los 10.000 metros. Conocido como “la locomotora checa”, compitió en 334 carreras y obtuvo 261 victorias, estableciendo un total de 18 records mundiales en distintas distancias.

El deporte nacional en República Checa es el hockey sobre hielo. La selección es potencia mundial: ganó seis campeonatos del mundo, una medalla dorada y una de bronce. Hay que tener en cuenta que todos estos logros los consiguió en apenas 26 años. Uno de los mejores fue Jaromír Jágr, quien fue partícipe del único título olímpico del país en Nagodo 1998. El checo es considerado uno de los mejores europeos en la historia de la National Hockey League . Pero si hablamos de la historia del deporte checo es imposible no mencionar a Jan Železný , considerado como el mejor jabalinista de todos los tiempos. Es tres veces campeón del mundo, tres veces campeón olímpico y además recordman mundial actual de lanzamiento de jabalina. En la actualidad tiene 52 tiros por encima de los 90 metros, más que todos los demás jabalinitas juntos, y actualmente posee 29 de los 40 mejores lanzamientos que se han realizado en la historia.

El seleccionado de básquet Checoeslovaco ganó 12 medallas en el Eurobasket. Su punto más alto fue en Ginebra 1946 donde consiguió el primer puesto tras vencer en la final a Italia. Sin embargo, nunca se pudo posicionar a nivel internacional fuera de Europa. Desde la separación en 1993, República Checa nunca clasificó a un Juego Olímpico y esta será la primera vez en una copa del mundo.

Ahora es el turno del básquet y de Tomáš Satoranský. El jugador nacido en Praga en 1991, que comenzó su carrera en la categoría infantiles de USK Praga. Sin embargo, con apenas 17 años emigró al Sevilla para jugar en la liga española. Su explosión le permitió pasar al Barcelona. En Cataluña consiguió su primer título y tras una gran temporada llego a la NBA.

Hace años juega en la mejor liga del mundo. El reciente fichaje de los Chicago Bulls -y ex Washignton Wizards- buscará posicionar a su selección en lo más alto. No la tendrá fácil comparte grupo junto con Estados Unidos, principal candidato a ganar el título, Turquía, semifinalista del último Europeo, y Japón, tal vez el rival más accesible de los tres. Lo cierto es que se clasifican los primeros dos y Sato buscará liderar al equipo en China 2019.

Argentina pone primera en China con el objetivo de meterse en Tokio

Por Federico Ferster

Wuhan, capital de la provincia de Hubei. La ciudad más poblada de China central. Sábado 31 de agosto a las 9.30 (20.30 hora local). Una pelota ovalada de color naranja, dos aros, 10 jugadores en cancha, otros 14 sentados esperando entrar y un solo objetivo: lograr una
victoria en el Mundial de Básquet. De un lado Corea del Sur, equipo del continente asiático que es veloz, ordenado para defender y que cuenta con figuras a nivel local. Argentina, en frente, esperando el debut en este Mundial que tiene como objetivo la clasificación a los Juegos Olímpicos de Tokio a jugarse el año próximo.

China será la sede del décimo octavo Mundial de Básquet. Para Argentina será la décimo tercera participación de un certamen que supo ganar en su primer edición en 1950, disputada en nuestro país, y ser subcampeón en el año 2002 en Indianápolis. Solamente perdió cinco veces en el debut, ninguna de ellas ante un equipo asiático. En las últimas cuatro citas mundialista salió 2° en 2002, 4° en España 2006, 5° en Turquía 2010 y se bajó de los primeros planos en España 2014 donde culminó en la undécima posición.

“El Alma”, así se le dice a esta generación de basquetbolistas argentinos. Muchos de ellos
figuras indiscutibles de las principales ligas del mundo. Tienen la presión, en primer lugar, de Sergio Oveja Hernández, entrenador del equipo, que los obliga a ser agresivos para defender y no distraerse ni un solo segundo. En segundo, de cargar con el peso de ser la camada de jugadores posterior a la más exitosa de la historia del básquet argentino. En tercero, de la ilusión que despertaron a su presente en Europa y en la Liga Nacional de Básquet.

Luego de un último Mundial donde Argentina se vio totalmente superada por Brasil en la instancia de octavos de final en el año 2014, el equipo se ha puesto como objetivo lograr a ser un equipo totalmente competitivo a nivel FIBA. En tiempos en que Estados Unidos siempre es amenaza, hay ciertos equipos que se perfilan como posibles rivales para destronar a los reyes del básquetbol, que poco interés le dan a la cita mundialista. Serbia, Grecia, Australia y El Alma, son quienes pelean por eso.


Claro está que para competir por subirse al podio, primero se deberá ganar en el debut para tener más chances de acceder a la ronda siguiente. Desde las 9.30 del sábado, Argentina se medirá ante Corea del Sur en un enfrentamiento que ya tiene antecedentes.

El único partido disputado en un Mundial fue en Canadá en el año 1994. Ese equipo argentino logró vencer 105 a 83 a un equipo coreano que recién aparecía en el horizonte basquetbolístico.