jueves, noviembre 6, 2025
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Cómo tener un medio propio y no fracasar en el intento

Por Lucas Bonifacio, Bruno Annibali, Enzo Govoni y Lautaro Taverna

En las últimas décadas se acrecentó la crisis del modelo patronal empresarial, incluido en el sector de los medios de comunicación. Hubo múltiples despidos, cierre de diversos medios y vaciamientos de empresas del rubro. Ante este acontecimiento, los trabajadores y trabajadoras de la prensa buscaron otras soluciones. Comenzaron con una tendencia de recuperación de aquellas empresas quebradas, buscando eliminar la figura patronal –asumiendo formas de cooperativas-, y le dieron origen a los proyectos de autogestión del periodismo en Argentina.

Éste fenómeno no se produjo únicamente durante el gobierno de Mauricio Macri, período en el que el sector sufrió un fuerte impacto a causa del ajuste y la suba de la inflación, sino que data de muchos años atrás. Durante el mandato de Cristina Kirchner se promulgó la ley 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual, conocida popularmente como la Ley de Medios, la cual les permitió a trabajadores de diferentes cooperativas tener mejores condiciones para ejercer su actividad. Esta ley llegó en reemplazo de la 22.285, instituida durante el Proceso de Reorganización Nacional (1976-1986), la cual le impedía a las cooperativas el acceso a las frecuencias de radio y echaba por tierra cualquier tipo de iniciativa para llevar adelante un medio propio. Durante el kirchnerismo hubo más oportunidades para aquellos trabajadores de prensa que buscaban recuperar empresas o iniciar proyectos autogestivos de comunicación. Existen muchos medios que se iniciaron en ese período y decayeron mucho durante los últimos años. 

Tras dialogar con diversos periodistas que ejercen la profesión en un medio autogestivo -Marco Isla, Hernán Kodjafachian y Florencia Tozzi-, todos se encontraron con el mismo problema: la sustentabilidad económica.

No es muy redituable hoy en día por la situación que vive el país. La gente tiene miedo de apostar por un medio. Algo que es muy efectivo hoy en día es el canje. Dar algo para recibir otra cosa a cambio, como publicidad por ejemplo”, afirmó Isla. 

Entrando en el terreno de la autogestión en sí, los trabajadores que la llevan a cabo coinciden en que ellos eligen el material que van a subir, y cómo lo van a hacer. “Cuando hacés autogestión sentís mucha más libertad y autonomía, pero no hay que abusar de ella. Hay que saber cómo y a quién dirigirse”, añadió Kodjafachian. 

Los entrevistados afirmaron que les gusta no depender de otros ni tener que seguir una línea sobre cómo redactar o hablar sobre los temas. Lo ven como una ventaja y resuelven sobre qué y cómo hablar mediante debates entre los periodistas del medio, en los que intercambian ideas, y deciden como mostrar y dar a conocer su contenido.

Al principio siempre es difícil, uno tiene que ver la competencia, para así saber qué cosa diferente puede aportar uno, teniendo en cuenta las virtudes y los defectos de los demás. La única forma de ganarles es con buen material, periodismo serio, constancia y durabilidad”, reveló Isla.

Las transmisiones en plataformas como Podcast, YouTube y Twitch, entre otras, resultan muy viables en los medios autogestivos. Kodjafachian confesó que lo ve como una forma en la que un periodista se puede mostrar para algún trabajo, e incluso sirve para que la audiencia sepa cómo se trabaja en el lugar de los hechos. Afirmó que el podcast muestra la importancia del audio y lo que dice el entrevistado directamente de su propia voz. Creo que es una forma de atrapar audiencia más joven. Tiempo atrás dependíamos de la tele, pero ahora con YouTube o Podcast la gente decide qué quiere ver. Antes estaban sujetos a lo que la televisión les mostraba”, comentó Kodjafachian. 

Tanto él como Isla destacaron la importancia de las redes sociales, a las cuales consideran el medio más importante para llegar al público. “Es una manera de retroalimentarse. En un medio es fundamental saber qué querés hacer, aunque lo más importante siempre es informar bien, que a su vez implica estar informado. Y si estas innovaciones ayudan a esto, bienvenidas sean”, concluyó Hernán Kodjafachian.

Respecto a las noticias falsas que suelen circular en diversos medios -más conocidas como fake news- Florencia Tozzi aseguró que el método principal para evitarlas es tener buenas fuentes y no distorsionar la realidad. Afirmó que cuando un periodista miente para conseguir una primicia, lo que hace es alejar al oyente. Dice que la forma más efectiva de atraer a una audiencia es brindar información correcta y no hablar de más ni de menos.

Los adultos son una audiencia más estructurada y antigua. Suelen seguir transmisiones de radio o programas de tv que no se someten a los gritos o intercambio de opiniones sin respeto. En cambio, los jóvenes consumen más tecnología, no escuchan radio ni leen diarios. Todo pasa por redes sociales”, opinó Tozzi acerca de los oyentes y lectores de hoy en día.

Un medio autogestivo, por más que no sea redituable, es una alternativa para aquellos periodistas que buscan mostrarse e informar bajo su propio criterio y no con uno impuesto por un tercero, que no les permitiría tener la misma libertad para expresarse.

 

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Freelancers

Debido a la crisis económica que vive el país, muchas empresas  tienden a despedir a sus empleados. No solo despiden personal, sino que tampoco generan puestos de trabajo. Ser periodista freelance puede ser una salida positiva para quienes se encuentran en esta situación. Aún así, esta forma de ejercer el periodismo no es fácil, ya que los medios han ido evolucionando, dejando así una menor producción de notas en papel y, por lo tanto, se ha reducido el personal.

Cuando se es periodista autónomo se debe tener en cuenta que los ingresos dependen de uno mismo y muchas veces no tener un salario fijo puede ser un problema. Gustavo Pereyra, periodista freelance y dueño de Proyecto Fútbol, reconoció que siempre tuvo otro trabajo, con el cual financió y creó su medio, que al día de hoy creció notablemente.

Los contactos son imprescindibles en el periodismo autónomo para brindar información de calidad. Además, antes de empezar a trabajar por cuenta propia, es recomendable adquirir experiencia en los medios tradicionales, para así tener más herramientas.

 

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La voz de la experiencia

“Tengo mi programa que se llama Islasports hace tres años y medio y estamos muy contentos porque la cuenta que tenemos en Instagram tiene cuatro mil seguidores”, dijo Marco Isla sobre su proyecto autogestionado que se produce los martes y jueves de 19 a 21.

“Un día hice una transmisión relatando y el operador de la radio La Poderosa 98.9 me ofreció este emprendimiento y me vino como anillo al dedo. Crecimos mucho y tratamos de abrirle las puertas a cualquiera. Nadie nace sabiendo”, manifestó Isla en relación a sus inicios en el periodismo. 

Realizando un balance sobre esta profesión, Isla afirmó que: “La autogestión va hacia el objetivo de generar experiencia y contenido para abarcar cierta cantidad de seguidores. La desventaja es que se arranca de cero y es necesario ir formándose de a poco. No nos hacemos conocidos de la noche a la mañana sin trabajar mucho”.

El periodista manifestó que la única forma de ganarle a la competencia es la constancia a través de los años y no apuntar a vender, sino a tener información concreta. “No generamos publicaciones que repercutan en discusiones, somos fieles a nuestro estilo”, agregó.

“Es muy importante tener un segundo trabajo porque nadie vive del periodismo autogestionado. De esa manera se banca el proyecto e intentamos buscar sponsors mediante canjes”, expresó acerca dela sustentabilidad del medio.

Además, explicó que las ventajas de este formato es que uno elige qué, cómo y cuándo subir el contenido. No dependen de nadie que baje una línea, a diferencia de cuando se trabaja en una cadena y el productor marca los temas.

Mary Terán de Weiss: la tenista fantasma

Por Thomas Martínez

Posiblemente al preguntar sobre los deportistas argentinos más destacados de la historia todos nombren a Diego Maradona, Lionel Messi, Emanuel Ginóbili, Guillermo Vilas, Gabriela Sabatini, Juan Manuel Fangio, Carlos Monzón, Luciana Aymar o Roberto De Vicenzo, y seguro que nadie mencionará a Mary Terán de Weiss, una de las pioneras del tenis femenino a nivel nacional y reconocida a escala internacional, que puede ser invitada a la mesa de los grandes mencionados anteriormente por sus logros con la raqueta y por la huella que dejó fuera de las canchas.

¿Por qué motivo no es conocida popularmente Mary? Para responder a este interrogante es necesario comprender la historia argentina durante el Siglo XX, en el que una gran cantidad de ciudadanos fueron perseguidos y censurados por sus ideologías. Pero qué mejor que lo conteste la propia tenista: “Yo llegué a la vida argentina 20 años antes. Si a Evita no le perdonaban ser mujer, conmigo no iban a ser menos. Yo además de peronista era una mujer que había logrado destacarme mundialmente en un deporte que, acá, era exclusividad de una elite masculina y esas cosas en este país no se perdonan”.

Mary nació el 29 de enero de 1918. Era hija del encargado del buffet del Rowing Club de Rosario, quién le inculcó la práctica deportiva desde niños a sus hijos, a tal punto que los tres se destacaban en todas la áreas, pero lo de su hija era distinto debido a que desde los 12 años ya jugaba al tenis con gran facilidad, y a los 15 cruzó el Río Paraná nadando. También era timonel del equipo de remeros del Club Alberdi, la única mujer a bordo del barco.

Su habilidad hizo que el entrenador del equipo de la Copa Davis, Sanders, la convocara para que sea parte. Luego de eso, el hombre de origen sueco almorzaba con los Terán todos los jueves y se iba con ella al Club Atlético Rosario para entrenar, institución en la que jugaba representando a Santa Fé.

Según le contó a la escritora Liliana Morelli (autora del libro “Mujeres deportistas”), el amigo de la tenista, Roberto Andersen, Mary era una jugadora con un buen revés y drive, que tenía un juego de base largo y de gran movilidad. Añade que no voleaba mucho, pero desde su campaña europea posterior a 1955, llegó a hacerlo muy bien. A su vez, destaca que era una jugadora de aliento, planeaba tácticas y su juego no era espectacular pero sí muy ofensivo. Concluye con que parecía una gacela en la cancha pese a su baja estatura que no la beneficiaba.

En 1937, debido a su crecimiento deportivo, Mary viajó a Buenos Aires para seguir compitiendo. Allí jugaba para el Adrogué Tennis Club. Dos años más tarde ganó el torneo de Mar del Plata y el del Río de la Plata, en el que venció en la final a Felisa Piedrola, quien luego la vencería el mismo año en el torneo de la República.

Allí comenzó la rivalidad entre ambas tenistas. A diferencia de Mary, Piedrola era de carácter muy fuerte y muy malhumorado. Más allá de esto, a lo largo de sus carreras se encontraron en polos opuestos por ideologías políticas. Otro de los motivos que las separaba, según reveló Alfredo Terán, sobrino de la deportista, era que Mary recibía ayuda de la Asociación Argentina de Tenis (AAT) para realizar viajes al exterior, algo que no sucedía con Piedrola. Además, Dunlop le brindaba raquetas, los encordados de las mismas y le organizaba los matchs del circuito europeo. De todas formas, se alternaron las primeras posiciones del ranking nacional durante una década. Terán fue número uno en 1941, 1944, 1946, 1947, 1948 y 1952.

“La Casa del Deporte nos daba los pasajes, que eran donados por Aerolíneas Argentinas. El resto era costeado por las entidades que invitaban. De no ser así, ningún tenista podría viajar”, explicó Mary en la revista Primera Plana del 5 de septiembre de 1966.

Por su lado Andersen le aclaró a Morelli: “No es que el peronismo la ayudó, sino que ella tenía los kilates para competir a gran nivel y por eso el Estado la subvencionaba a través de la Secretaría de Deportes. También es cierto que adhería al régimen, mientras que Felisa Piédrola no tuvo el mismo apoyo por mantener la postura contraria”.

En 1940, con motivo de participar en un torneo de Córdoba, emprendió un viaje en tren. En el recorrido se cautivó con un hombre muy apuesto, y tal fue su atracción que pese a ella estar de novia, buscó llamar su atención, se sentó a su lado con su autentica simpatía y le dijo que juntos harían una linda pareja. Esa persona era Heraldo Weiss, hijo de Gottlob Weiss, famoso wing derecho de Alumni. Heraldo era nada menos que el capitán del equipo de la Copa Davis, oriundo de Lomas de Zamora, campeón argentino y figura del tenis nacional en la década del 40 junto a Enrique Morea, Alejo Russell y Héctor Etchart. Para mala suerte de Mary, el tenista también se encontraba en pareja. Tres años más tarde se casaron, y aunque la familia Weiss nunca haya aceptado a la santafesina porque asumían como futura esposa a la novia anterior de Heraldo, ellos formaron una gran relación, tanto dentro como fuera de las canchas.

La fama de Mary empezó a crecer con la conquista de varios certámenes internacionales: ganó 28, entre los que se destacó el Plate de Wimbledon (que disputaban los que no llegaban a la final del Gran Slam). Era tan popular que tenía fotos con personalidades destacadas de la época como los reyes de Grecia o la reina de Inglaterra. Su belleza hacía que se lleve todas las fotos en los courts. De esto se percató Ted Tingling, el modisto inglés que la contrató para que luciera sus prendas femeninas (polleras de organza, blusas escotadas y spolverinos ribeteados). También impuso el uso de relojes, aros, cadenas y pulseras de oro en las competencias. Siempre se caracterizó por ser muy elegante y estar bien vestida.

Mary y su marido Heraldo (fallecido en 1952), simpatizaban con el peronismo, que gobernaba el país por aquellos años, razón que la llevó a ser designada asesora deportiva de la Municipalidad de Buenos Aires. Fue la responsable de los campos deportivos ubicados en el Parque Tres de Febrero, con el objetivo de popularizar el tenis.

Por su influencia política, impulsó la remodelación del Buenos Aires Lawn Tennis Club (aumentaron las capacidades y mejoraron las comodidades de los espectadores). Pero no siempre estuvo de acuerdo al movimiento que la representaba: cuando el gobierno intentó intervenir esa entidad porque suponían que se conspiraba contra Perón, ella se impuso ante la situación presente.

“Ella inició una escuela de tenis para chicos que no estaban en condiciones de adquirir raquetas y equipos, y estos elementos le eran proporcionados por medio de la fundación Evita. El tenis siempre había sido un deporte para gente encumbrada y los de la elite no le perdonaron haberlo llevado al nivel del Pueblo”, reseña su sobrino Alfredo, luego de su muerte.

No solo era cercana al peronismo desde el activismo. Andersen le reconoció a Morelli que Perón le propuso casamiento a Mary luego de la muerte de Eva Duarte, pero ella lo rechazó con el pretexto de que no era Evita y que no la podía reemplazar, porque lo que él necesitaba era una compañera de fuste a su lado.

Por otro lado, en la biografía “Vida íntima de Perón” escrita por Enrique Pavón Pereyra, el General reveló que le ofreció formalizar relaciones y ella se negó, tras lo cual dejaron de tener vínculo, a pesar de que, con fines denigratorios, se siguió diciendo que mantenían contacto.

El 16 de septiembre de 1955 el gobierno de Perón fue derrocado por la autodenominada Revolución Libertadoa, mientras Mary se encontraba jugando el Abierto de Alemania. El Estado intervino la AAT y le pidió a la Federación Internacional de Tenis (FIT) que le prohibiera jugar, a lo que la entidad deportiva hizo oídos sordos.

En Argentina sus bienes fueron incautados y le iniciaron una investigación por su adscripción al peronismo, razón por la cual se exilió en Madrid, Barcelona y Ginebra. Nada le impidió seguir jugando al tenis y ganar torneos europeos, de los que los medios de comunicación argentinos no se hicieron eco.

Tras la asunción de Arturo Frondizi en 1958 como presidente argentino, en 1959 regresó al país, y comprobó que ya nada era igual. Belgrano Athletic, club al que perteneció durante 20 años, le comunicó que ya no podía tenerla como socia. El único que le abrió las puertas fue River por una decisión del entonces presidente Antonio Liberti (también lo hicieron Comunicaciones y Trovatore, pero no contaban con los elementos para un entrenamiento profesional). Pero en los torneos los rivales no se presentaban, y el campeonato de 1963 tuvo que ser anulado por ese motivo. Mary entendía que le estaba haciendo mal al Millonario y por una cuestión de gratitud dio un paso al costado. Su ambición por el deporte no se fue, pasó a practicar golf y a fanatizarse con él.

El 22 de julio de 1964 escribió una carta a la opinión pública en El Gráfico en la que contó su historia, como la discriminaban por pensar diferente y también se tomó en tono de broma la ausencia de oponentes en torneos: ““La mayoría de las tenistas se excusaban en la ideología para no presentarse porque sabían que perderían y que así bajaría su lugar en el ranking”.

La condena social, y el pecado de ser una mujer comprometida la llevaron al aislamiento. Su única compañía era su madre, que falleció en 1983, hecho por el que entró en una gran depresión, por la que casi no salía de su hogar y no se relacionaba con mucha gente. Luego de enviudar nunca se volvió a enamorar ni a casarse, pese a haber recibido propuestas. El 8 de diciembre de 1984 Mary se suicidó lanzándose desde un séptimo piso de un edificio en Mar del Plata. Como símbolo de lo que fue su vida, una de las pocas personalidades del ambiente del tenis que asistió a su funeral fue Enrique Morea.

En su memoria, el estadio de tenis de Villa Soldati lleva su nombre. Sin embargo, ni así se la recuerda como se debe, ya que gran parte del periodismo deportivo lo llama Parque Roca, a secas.

Marginada de la sociedad por querer popularizar un deporte elitista, puede afirmarse que María Luisa Beatriz Terán fue la tenista fantasma de nuestra historia.

Fuentes: Libro Mujeres deportistas  de Liliana Morelli, el libro Historia política del deporte argentino de Victor Lupo, Victor Lupo, Eduardo Puppo y el libro Mary Terán de Weiss de Roberto Andersen.

El Coco Capria y la teoría del Big Bang

Por Carolina Jurczyszyn

Quizás parezca extraño poder relacionar al ex futbolista Diego Raúl Capria con la creación del mundo, sin embargo, Diego, apodado el Coco, fue protagonista de hechos futbolísticos que pueden relacionarse con la existencia del Universo.

Nació en General Belgrano, un pueblo ubicado a 158 kilómetros de Capital Federal. Se reparte entre estas dos ciudades por su trabajo en el frigorífico San Antonio desde que lo heredó de su padre, Humberto, y por su mujer y sus hijos que viven en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA).

Sus primeros goles no ocurrieron en el club Belgrano sino en las calles de su barrio donde jugaba con su hermano mayor Rubenel Magoy sus amigos, hasta que el sol se escondía.

Recuerda con nostalgia sus inicios en este deporte, por el cual jugó en 12 combinados diferentes, y rememora que con su equipo disputaba el campeonato en una liga de La Plata. Y fue precisamente en esa ciudad donde dio sus primeros pasos como profesional en el fútbol. Desde el plantel de Estudiantes lo observaron jugar y le propusieron hacer una prueba. “Fui”, confiesa sonriendo. Sin embargo, regresó a Belgrano para concluir sus estudios secundarios los cuales eran prioridad a nivel familiar.

En el momento en el que finalizó el colegio, Diego se propuso iniciar la carrera de veterinario. No obstante, jugar en el club de la capital de la provincia de Buenos Aires con su hermano lo describe como un sueño que imaginó desde su niñez por los momentos en lo que jugaban juntos en la plaza. Y fue tras ello.

Los dos compartieron equipo en tres ocasiones: Estudiantes, Racing y Chacarita. Su padre, orgulloso de sus hijos, no esconde la emoción, la cual “fue espectacular” y se refleja en sus ojos y en su sonrisa al mencionar este hecho. “Con mi mujer Mary teníamos mucha felicidad al ver que hacían lo que querían y juntos”, comenta.

Diego recuerda cuál era su sueño cuando su única preocupación era divertirse con una pelota: jugar en San Lorenzo. El ex defensor conoce el azulgrana desde pequeño debido a que era y es hincha de dicho club. El seis fue el dorsal que lo acompañaría en su primera etapa por la institución.

Relajado luego de una jornada laboral, Coco se reincorpora en la silla frente a su escritorio en su lugar de trabajo porque el asombro lo invade al volver a ver la edición 4273 de El Gráfico, en la que fue el protagonista de la tapa. Le surge una risa espontánea, corta, pero sorpresiva; observa la revista de forma detenida con su mano derecha en su boca, intentando recordar y trasladarse a la noche del 26 de agosto de 2001: su gol de cabeza contra Boca Juniors y las 13 victorias consecutivas de un club argentino con el que soñaba jugar desde que era niño.

Recuerda que la posibilidad de establecer el récord se desvanecía ya que quedaban dos minutos para concluir el cotejo. Con la seguridad que le caracteriza al hablar, afirma que fue uno de los goles más lindos como jugador por lo que significa. “Hasta hoy y gracias a Dios sigue latente”. Haberlo convertido fue para él algo inolvidable y lo evoca cada vez que tiene oportunidad.

El hombre que llevaba el seis en la casaca iba a ser el encargado de convertirlo y de esta manera, salir al día siguiente en la tapa de una revista que él mismo compraba. La iba a apreciar, al igual que Dios cuando culminó de crear el Universo en la misma cantidad de días que el dorsal de Diego, y así observar al día siguiente lo que había logrado con su remate de cabeza.

Asimismo, ese gol no es lo único que recuerda de Boedo. Se traslada con sus dichos a su juventud y expresa que en los picados de la plaza de su pueblo él se sentía Walter Perazzo, ex delantero azulgrana. Cuando Diego lo conoció no lo podía creer. “Fue muy fuerte”, asiente. Pero más fuerte es la vigencia que le otorgó Capria al club.

En su casa, su hijo Robertino le repite a su padre que hubiese deseado estar en los momentos en los que él jugaba a la pelota, “pero las cosas se dieron así”, manifiesta el ex futbolista. Coco no solo quedó en la historia del club por el gol de cabeza, sino también por “desactivar una bomba” que igualmente explotó, como la Gran Explosión luego del Big Bang.

“Fue una sensación muy particular”, así describe el ex cuervo el 24 de enero de 2002, el día de la final de la Copa Mercosur 2001 que la crisis argentina obligó a trasladar 36 días porque el 19 de diciembre el ex presidente de la Nación, Fernando De la Rúa, declaró el estado de sitio cuando hinchas y periodistas estaban camino a la cancha o incluso ya en ella.

El partido de ida en Brasil contra Flamengo fue 0-0 y la vuelta en Argentina 1-1. El pitido final del árbitro Oscar Ruíz significó que el trofeo se definiría desde los 12 pasos. El primer título internacional para San Lorenzo estaba cerca.

“Mis compañeros me decían que desactive la bomba”, manifiesta Coco aludiendo al balón.

Con errores y aciertos de distintos jugadores, Capria fue el encargado de patear el último penal. Luego de la invasión a la cancha por parte de los locales, Diego pasó de oír su nombre cantado por la hinchada presente en el Nuevo Gasómetro “a un silencio sepulcral”. Pateó la “bomba” alta y cruzada, dirigida por su pie derecho al palo izquierdo del arco de Julio César que hizo volar las emociones de los cuervos.

Tras “desactivar la bomba”, describió la “explosión” de los hinchas como un regocijo. Cuando concluye de describir ese momento relajó su espalda contra el respaldo de la silla como si realmente se hubiera trasladado a aquel instante en el que le otorgó al club su primer título internacional.  “Dejé la cabeza, el cuerpo y el corazón en cada partido”, confiesa.

Diego no tiene un referente. Observa cuando una persona quiere crecer en lo que hace y asevera que uno aprende a escuchar cuando empieza a ser más objetivo con la vida de uno y así mejorar en la condición humana, que es una de las grandes dificultades –según él- que tenemos todos.

No piensa las decisiones varias veces, previo a su retiro del fútbol tuvo la opción por contrato de jugar tres años en Universitario de Perú, sin embargo, evaluó eso con su mujer y rechazó la oferta.

Concluida su etapa como futbolista, cada día asiste en Belgrano a su lugar de trabajo, donde se propone metas que logran un importante crecimiento para el frigorífico.

En su pueblo es uno más. Agustín San Quintín tiene una casa de repuestos de autos a la que el ex futbolista concurre. “Cuando terminó su carrera como deportista regresó aquí y empezó a caminar como un ciudadano más. Viene a mi local a comprar artículos para los vehículos de su trabajo. La gente de afuera que ingresa se sorprende al verlo”. Pero eso Diego lo tiene claro. Él camina como alguien más, asiste a la peña de San Lorenzo que lleva su nombre y deja en claro que por ser tapa de una revista no ha cambiado su forma de vida. Entiende que la realidad está en cómo la toma uno. Prefiere estar del lado de lo simple y cotidiano que en un pedestal que no tiene validez.

Apoya sus codos en la mesa y describe al fútbol como lo más lindo que le ha pasado: “La adrenalina que me generaba entrar a una cancha no me la producía nada”, concluye.

Al final, el 24 de enero en las tribunas del Nuevo Gasómetro los cuervos evocaron a Dios para que Diego Raúl Capria convirtiera el penal. La explosión surgió luego del gol. El Big Bang expulsó partículas hace más de 13 millones de años, aquella noche, la explosión en Boedo arrojó lágrimas y cánticos de felicidad.

Corazones que miran a España

Por Thomas Martínez, Santiago Belén, Pedro Masi y Carolina Jurczysyn

El fútbol español tiene una gran influencia en el mundo, y nuestro país no es la excepción. Sus equipos más importantes suelen tener peñas en cada rincón del planeta. Los tres más grandes que son Barcelona, Real Madrid y Atlético de Madrid, poseen sus filiales en Argentina, como también otros clubes más llamativos.

El único de ellos que cuenta con una peña reconocida por la entidad madre es la Peña Nicolau Casaus del Fútbol Club Barcelona. Está ubicada en el Casal de Catalunya (sede de la Generalitat Catalana en el país, una suerte de embajada) en la calle Chacabuco y avenida Independencia, barrio de San Telmo. Se fundó en 1986 casualmente en el centésimo aniversario del Casal, y funciona desde 1999. Su presidente es Alberto Caloggero (en la foto) quien también es vicepresidente de la Federación de Penyes Barcelonistas del Resto del Mundo. Además, recibió un premio a personalidad destacada del año en el Congreso Mundial de Peñas, como reconocimiento a su trayectoria. 

La Peña Nicolau Casaus suma 300 adherentes, aunque llegó a alcanzar alrededor del millar cuando Juan Román Riquelme y Javier Saviola se desempeñaban en el equipo Culé, así como durante el período dorado de la dirección técnica de Josep Guardiola. El propio Alberto informó que la mayoría de los miembros son catalanes o argentinos descendientes, y que gran parte de ellos heredan la pasión por el Barça o se sienten identificados por su juego y por los jugadores argentinos que visten la casaca. Económicamente, la entidad no pasa mayores inconvenientes ya que afirman “no tener gastos dentro del Casal de Catalunya”, y cuenta con dos grandes fuentes de ingresos: las cuotas y los subsidios por eventos realizados.

Por otra parte, la peña argentina fue pionera en realizar un programa radial, que lleva activo más de 15 años. Caloggero destaca que la “necesidad de informar la actualidad de nuestro Barcelona” fue la motivación que necesitó para iniciar las emisiones en la radio AM610. En dicho espacio se informa sobre todas las actividades del club, no solamente el mundo del fútbol. Además, cuando el cuadro culé afronta un partido trascendente, se organizan para ver el partido en la sede.

Distinta es la situación de las peñas de los equipos Madridistas en Buenos Aires, puesto que ninguna posee reconocimiento oficial de las entidades españolas. Mariano, representante del Real Madrid, comentó que “los trámites cuestan mucha plata”.

En la vereda de enfrente, Azul (quien coordina la peña del Atlético Madrid) admitió que, al igual que los de blanco, no reúnen la cantidad de afiliados mínima: “Tenemos que ser 50”. También, agregó que el costo de la cuota y mantener la entidad no justifican los beneficios que gozan las oficiales, como por ejemplo entradas gratis y que un jugador los apadrine. Al no tener una sede definida, los miembros suelen reunirse en bares a ver los partidos: la parcialidad Merengue se reúne casi siempre en Chicken Bross, ubicado en Thames 1795, en el barrio de Palermo. Los Colchoneros se juntan en Locos x el Fútbol, que se encuentra en la Avenida Las Heras 2101, Recoleta.

Ambas peñas llevan poco tiempo conformadas. Los blancos se iniciaron como un grupo de amigos en 2010, y cuando comenzaron crecer, se organizaron en el 2013. En cambio, los de Aleti se empezaron a reunir a fines el año pasado, cuando Azul pensó: “No podía ser la única fanática del equipo en Argentina. Buscando, encontré dos peñas inactivas y decidí empezar la mía”. La pasión de ambos tiene orígenes parecidos: Mariano explicó que su fanatismo por el Real nació “viendo la final de la Champions League del 2000 contra el Valencia. Me encantó ese fútbol”. La representante albirroja argumentó que su amor nació “muy de chica por el Niño Torres y el Cholo Simeone”.

Al no ser reconocidas como peñas oficiales es poca la plata que pueden manejar. Mariano indicó que durante este año los únicos aportes fueron realizados por los miembros de la Comisión que dirige la entidad, que buscaban “conseguir artículos para sortear entre los socios asistentes a ciertos eventos y otros beneficios”. Del otro lado, Azul fue tajante: “al no ser oficiales, no financiamos nada aún”. 

Actualmente, el Atlético tiene más de ochocientas peñas en el mundo, de las cuales 770 están situadas en España y 47 corresponden al extranjero. Desde el área social del Colchonero buscan prestarles una especial atención a los peñistas, porque son motor adicional de la entidad madrileña.

Al mismo tiempo, se ha creado la Unión Internacional de Peñas del Atlético de Madrid. Dicha Unión consideraba que la afición rojiblanca carecía de presencia de asociaciones a nivel nacional e internacional, lo que suponía que se limitase su participación en actos de confraternidad.

Por el lado del Barcelona, existen 1200 peñas y 165.000 peñistas alrededor del mundo. Se nuclean en una organización llamada Confederació Mundial de Penyes y tiene más de cien años. Todos los años realizan congresos a los que invitan a las peñas oficiales y comparten y relacionan las culturas de los diferentes países afiliados.

Una curiosa es la que preside Hernán Montoro, la Peña Los Pibes, conformada por hinchas del Leganés, equipo que ascendió a La Liga en 2016. Hernán se hizo hincha del Lega a los 15, en el año 1994, por usarlo en un juego de computadora. Se reúnen cada vez que tiene oportunidad en la casa de su presidente a comer asados, y los transmiten en vivo para los hinchas españoles. A pesar de no ser oficial, los siete viajes que Montoro realizó a España sirvieron para tener una relación cercana al club al cual alientan.

Otra de las peñas españolas que existen en la Argentina es la del Celta de Vigo, pero a diferencia del resto de las mencionadas, no está vinculada del todo al fútbol. Esta agrupación surgió como producto del club de atletismo Real Club Celta Buenos Aires. Roberto Naone es el heredero de esta idea, impulsada por Domingo Amaisón, mediofondista que corría frecuentemente en Vigo porque era invitado por los residentes de la ciudad, debido a que generó relaciones en los viajes que realizaba a España para llevarle cartas del intendente de San Martin a Juan Domingo Perón, en tiempos de su exilio a Madrid. En una de sus travesías al Viejo Continente se enamoró de Vigo y por eso en 1974 le puso ese nombre a su club.

En 1975, Naone decidió practicar atletismo en dicha entidad por recomendación de su médico. En 1980 ya era presidente del club. A raíz de esto, comenzó un proceso de identificación personal con la cultura celtista que derivó en un acercamiento al entonces presidente de Peñas, quien le recomendó crear una en Buenos Aires.

Oficiales o no, hagan o no eventos solidarios, todos comparten una extraña pasión: ser hinchas de un club del exterior. En algunos casos, pueden ser más numerosos los miembros, en otros son menos por lo curioso de su amor. Para los gustos no hay nada escrito, y bien en claro lo dejan estas personas que son felices alentado equipos de fútbol que están a miles de kilómetros.

Los ojos del León

Por Iván Lorenz

Entre toda la multitud Pincha que no para de agitarse, hay un personaje que está petrificado. Está manejando un Jeep, bajo y sin techo. Lo miro y quiero sacarle una foto. Tardé mucho, porque yo me quedé quieto cuando lo vi.

Caminaba por 7 y me llamó la atención el vehículo rojo. Dos pinchas montados. Un nene que no tiene más de 8 añitos y quien supuse que era el padre. Ambos con la casaca bien puesta. El chiquito, como tantos otros bebés, niños y niñas que me sorprendieron aquella noche, duerme a pesar del ruido. El pelado no duerme pero está sumergido en su propio mundo onírico.

Las manos están pegadas al volante y la espalda recta, apoyada contra el respaldo. Tiene puestas unas bermudas con camuflado corte militar. La pelada, al estilo Verón pero blanquecina, refleja las luces. Tiene franjas blancas y rojas pintadas en la cara. Los ojos son claros y espejan todo lo que pasa. Lo miro y siento que una mirada no puede decir tantas cosas al mismo tiempo. No lo conozco, pero tengo la sensación de que lo entiendo y que si fuese él, estaría de la misma manera. 

Me divierte que se parezca tanto a Helsinki, el personaje de La Casa de Papel, serie en la que se visten con mamelucos rojos y hacen lío. No debe saber que lo estoy mirando. Tampoco le debe importar que le vaya a sacar una foto. Es grandote, pero la felicidad, me parece, no le entra en el cuerpo.

Me gusta. Lo digo así porque en serio se parece a cuando me gusta alguien. En este caso, un colectivo de personas. Hinchas de Estudiantes. Le digo a Juan Ignacio, mi amigo, el que me metió en el quilombo, que mire lo estáticamente maravillado que está el pelado. Justo cuando lo llamo, al personaje que me cautivó le gritan: “¡GORDO!”. El chillido despertó a los dos que iban en el auto y los hizo darse cuenta de que unas nenas que también llevan la casaca se le subieron a la parte de atrás del Jeep. Ahora se mueve todo, me cagaron, perdí la foto.

Pero si nadie nos quita lo bailado, entonces un grito no me va a sacar el recuerdo de la mirada tan pura y extasiada del pelado. En esos ojos claros, que observaban con inocencia, tan puros como los de una niña que juega, entendí en una pequeña parte lo que estaba pasando y el gran gesto que tuvo mi amigo al invitarme a compartirlo con él. Porque no soy Pincha, me sentía ajeno a la caravana, pero me dejé atrapar por las garras del León que empezaba a vivir una jornada histórica.

En esos ojos encontré otra curiosidad del fútbol. Me reí con lo ridícula que me parece la figura del hincha y dejé una sonrisa en mi cara porque la pasión es realmente hermosa en todas sus facetas. No hay amor más irracional, por eso ser fana es un sentimiento inexplicable. La devoción por una institución no la encuentro ni en la religión. Y es que la pelota creó un millón de religiones nuevas, porque lejos está de ser únicamente amor. Ser hincha es pertenecer, forma parte de la identidad de cada persona. Es fuertísimo darte cuenta de que sos algo.

Caminé con la comunidad Pincha y me asombró lo linda que estaba La Plata esa noche. Hasta me animé a cantar algunas canciones, pero solo me aprendí la que no van cantar nunca más, la que dice que van a volver a UNO. Me gustan algunos detalles, como el hecho de que dicen que van a regresar a dónde los llevaron de chiquitos o que se reconozcan como la historia de Estudiantes. Porque los clubes son de la gente.

En la mirada del pelado aprendí un montón de cosas, porque entendí todo lo que me contó mi amigo sobre Estudiantes desde que lo conozco y en el larguísimo viaje en tren que hicimos para llegar al partido del viernes. Las mañas, la picardía, las cábalas y el cariño a Gimnasia. Por un millón de razones es imposible dejarlo afuera. Y hay una que completa la historia que explica por qué, a pesar de ambos equipos estar peleando por no descender, La Plata hace mucho tiempo que es alegría. Estudiantes vuelve y a Gimnasia lo dirige Diego Armando Maradona, que, lastimosamente, más que una persona es un fenómeno cultural.

Nunca volvemos a vivir las mismas cosas, pero hay ciertos acontecimientos que son más irrepetibles que otros. Pero esto no lo voy a volver a vivir ni es tan irrepetible por algo que sentí yo, sino por lo que vi que sintieron los demás. Es difícil entender al hincha. Y es muy loco que a tantas personas algo las una. El partido del viernes, por ejemplo, el silencio previo a un casi gol de Estudiantes fue el lazo. Porque los pinchas a la mufa la condenan, pero no dejó de sorprenderme no escuchar absolutamente a nadie gritando el tanto que no fue antes de tiempo. También aprendí cuándo se grita a coro “Estudió”. Bueno, no es necesariamente después de cada fuego artificial, pero capaz si van a barrer dos veces al piso, amerite.

El domingo, cuando fuimos a la fiesta inaugural de la cancha que siempre se ubicó en 1 y 57, Juan Ignacio me felicitó por atinarle al momento de gritar “Estudió”. No me acuerdo por qué fue, pero estuve bien. Como toda la gente de Estudiantes, que estaba mucho más que bien. Y las celebraciones estuvieron a la altura del acontecimiento y la mirada dulce y anhelante del pelado. Me hubiese gustado verlo nuevamente, pero en los asientos de la platea o la popular desde mi pupitre de prensa, porque el Pincha es una escuela, ¿no?

Pero el Helsinki pincharrata no estaba. Se me ocurrió tratar de ser él y mirar estático los fuegos artificiales que salieron disparados desde la cancha en el momento exacto en el que terminó el video que prepararon Los Simuladores. No me salió imitarlo y miré de reojo. Atrás mío estaba mi amigo, petrificado. Me sonreí. Ahora no eran los ojos del pelado, sino los de él los que reflejaban lo que estaba pasando. Era tan infantil aquella forma de ver, que me lo imaginé a cococho de su viejo cuando UNO tenía gradas de madera y de tablón. Pero la imagen se distorsionó porque una lágrima empezó a brotar de las cuencas del hincha, gorda y cargada de emoción. La síntesis cristalina de lo que estaba pasando y la catarsis por no poder procesarlo. Desde afuera, me es más fácil contarlo. Así que escuchame, escuchame bien. Llorá, Juan Ignacio, porque, aunque todavía te cueste creerlo, Estudiantes volvió a 1 y 57.

El corazón del León

Por Juan Ignacio Ballarino

La soledad nunca fue una opción. Ni en 2005, ni ahora. Siempre estuvimos acompañados. Sólo había que aguantar. Nos sostuvimos cuando se rompió uno de los tablones y cuando la FIFA decretó que no podían haber más canchas con escalones de madera. Notar que Julio Alak ponía palos en la rueda para la remodelación de 1 y 57 nos hizo dar cuenta de que teníamos que salir a pedir por lo que era nuestro. “Sí al estadio”, fue la frase cabecera. Y ahí estuvimos todos.

Cómo no iba a estar mi amigo y colega Iván Lorenz, entonces, en el fin de semana del 8 al 10 de noviembre. No es hincha de Estudiantes, pero su amor por contar y escribir distintas situaciones es tan grande que sabía que tenía que estar ahí. Se vivió algo único, porque dentro de un contexto social que pega moralmente, y mucho, hubo un grupo de gente que fue plenamente feliz. Juan Sebastián Verón habló de 45 mil personas movilizándose desde el Ciudad de La Plata hasta UNO. Y la cara de Iván lo comprobaba. Como quien mira a Lionel Messi jugar a la pelota: nunca paró de sorprenderse.

Primero se quedó atónito con que nadie hubiera gritado el gol que no fue de Ángel González. Nunca fue a ver al Pincha y no sabía hasta ese momento el poder que recobra la mala o buena suerte cuando juegan los albirrojos. Incluso, se atrevió a decir que el partido estaba ganado cuando todavía faltaban unos minutos para que finalice el cotejo. Hasta el más ingenuo sabe que eso nunca puede decirse. “Pasé la prueba”, me afirmó con risa cómplice cuando me hizo notar que lo que había vaticinado terminó sucediendo y que no “mufó” nada ni a nadie. 

Llegué a escuchar por ahí a un hincha que, entrando a la cancha, bromeó cuestionando al que había “organizado” un partido antes de la vigilia. El colchón de puntos que había generado Estudiantes nos dio la tranquilidad de ir a 25 y 32 pensando en lo que vendría después, una caminata de un par de horas que fue comandada por un micro rodeado de banderas con la estampa de un bidón y otra con la cara de Juan Sebastián Verón, entre otras. 

Sí, Iván, es fuertísimo darte cuenta de que sos algo. Eso le pasó a cualquier hincha que, sobrio o borracho, se haya perdido durante la vigilia. Porque la marea Pincharrata simplemente te abrazaba, te acobijaba. Si no encontrabas a la persona con la que habías asistido, no importaba, porque reinaba la seguridad de que todos estábamos ahí por un mismo motivo y nada malo iba a suceder. Podías no ser hincha, pero si estabas con nosotros, te acompañábamos. Cuando decidís compartir algo semejante con un hincha del León, se te impregna una mística que no es fácil de sacarte. Pero no aquella que gana copas y campeonatos, sino esa que entiende que este club es una familia y que no importa nada más que vernos felices alentando a Estudiantes.

Lo mejor de llegar no fue la plazoleta con las bandas, sino seguir un poquito más y sentarse frente a la inmensidad que se había levantado sobre Avenida 1. Un muro que está caratulado con un cartel luminoso: “Club Estudiantes de La Plata”. Sabíamos que habíamos vuelto, pero faltaba entrar a nuestro sueño y no despertarnos más.

Sólo hace falta preguntarle a aquellos jugadores que pasaron por la institución y que, a pesar de estar lejos o no jugar más, lo siguen de cerca. Porque, además, nosotros no olvidamos a quien se pone esta camiseta a bastones, lo que resulta en un cariño recíproco. Así lo demostraron los campeones del mundo del ‘68, que durante el homenaje en la reinauguración del domingo se cansaron de señalar hacia el cielo con sus dedos índices. Oscar Cacho Malbernat, el Gran Capitán, estuvo presente tanto el sábado como el domingo. Como así estuvo José Luis Brown. Y Edgardo Prátola. El hincha de Estudiantes no olvida, Iván. 

Te habrás dado cuenta cuando nombraron que el director técnico de uno de los equipos era Alejandro Sabella. El estadio se vino abajo. Ni me quiero imaginar qué hubiese pasado si aparecía Carlos Bilardo. Ningún corazón, ni siquiera el de él -que pasó por tanto-, podría haber aguantado tanto cariño. Sabella se hizo presente y siempre estuvo de pie. Y caminando. Como cuando interrumpió el partido entrando a la cancha para sacar a Juan Ramón Verón, que no se quería ir a pesar de que el cambio ya estaba hecho. Y no lo culpo. Nadie lo culpó. De hecho, un equipo tuvo 14 jugadores y el otro 12. Todos jugando. Un desmadre. Como el que se armó cuando el árbitro cobró un penal a favor de los de negro. Sabella volvió a ingresar al campo para reprocharle la decisión al referí. Andújar se le encimó al juez de línea solicitando explicaciones. También se armó un tumulto cerca del punto penal. El ejecutante ya tenía la pelota en sus manos, pero tenía que sortear al rival que le deseaba mala suerte. La voz de Juan Manuel Pons ya no se escuchaba porque la gente lo tapó con lo que simula ser nuestro grito de guerra. Esto es Estudiantes, Iván. Y te terminaste sumando al canto. Es contagioso, claro.

Lo que sí me sorprende es que no se haya contagiado de las lágrimas que anduvieron por ahí a lo largo de todo el fin de semana. Viernes, sábado o domingo, siempre hubo algún hincha dejando su cuota de emoción. 

Yo sabía lo que se venía. La bienvenida al estadio no era la previa de Rulo, o el video institucional que resumía lo que fue llegar hasta acá. Sino el clip especial que prepararon nada más y nada menos que Los Simuladores -los Pinchas como Federico D’elía somos así, cuando celebramos queremos que estén todos-. Primero nos sonreímos cuando el conteo se frenó en siete, para luego seguir hasta cero. Pero, después, fue esperar a que la tribuna de 57 se ilumine con los fuegos artificiales. Siete haces de luz salieron de una punta a la otra. Sabía que en ese momento me ibas a mirar y te ibas a sonreír. Porque como yo, que no pude aguantar por mucho más el lagrimón, te habías dado cuenta de que Estudiantes de La Plata está de vuelta en casa.

Gibraltar, patria boquense

Por Agustín Sigal, Federico Gálvez, Agustín Serraioco, Ignacio Rey   

El amor no conoce de límites ni barreras. Tampoco Boca Juniors Football Club, una institución fundada por un grupo de amigos en Gibraltar que buscó imitar esa devoción emulando a uno de los grandes clubes de Argentina, a Boca Juniors.

Cuesta creer que en un territorio británico, ubicado debajo de España y con poco más de 30 mil habitantes, exista una institución inspirada en otra a más de 10 mil kilómetros. Boca FC nació en 2011 y Lawrence Podesta fue su primer presidente por sus reiterados viajes a Argentina. Hoy sin Podesta al mando, es Julian Berllaque quien ocupa el máximo cargo, pero con las mismas creencias que su antecesor.

“Elegimos el nombre Boca por su forma pasional de alentar y por su prestigio en Sudamérica”, arranca Berllaque, quien además remarca las grandes inferiores de los Xeneizes. “Es imposible no conocerlos si te gusta el fútbol. Los miramos siempre por televisión, aunque creo que ellos no nos miren a nosotros”, dice entre risas.

Lo cierto es que en Gibraltar se consume mucho fútbol. Tal es así que varios equipos con renombre internacional actúan como fuente de inspiración para la creación de instituciones locales. “Muchos clubes acá son nombrados por grandes equipos europeos. Por ejemplo, Lions se llama así en homenaje al conjunto inglés ganador de la Copa del Mundo, el cual era conocido como Tres Leones.

Actualmente, el conjunto que también se viste con los colores del club de la ribera, cuenta en su plantel con tres argentinos: Tomás Scaldafferro, Javier Cantelmi y Federico Cataruozzolo.  Este último con experiencia en el peñon, ya que previamente ha jugado en el Mons Calpe.

Ellos, junto al resto del equipo, son los encargados de mantener en primera división a un club que no paró de crecer desde su fundación y su reconocimiento de la UEFA. “Nuestro objetivo ahora es hacer la mejor temporada de nuestra historia y creo que tenemos jugadores para eso”, sentencia Berllaque, el director deportivo del conjunto que está en boca de todos.

El rugido del León

Por Iván Lorenz y Juan Ignacio Ballarino

No existe el cansancio. Las personas están igual, con las mismas ganas que el día anterior. La espera almacenó una ansiedad en los cuerpos Pinchas que cuando su presidente, Juan Sebastián Verón, confirmó la fecha inaugural mediante un video publicado el 27 de abril por la página oficial en Twitter, se transformó en felicidad y voluntad. Por eso están acá, ahora, a las cuatro de la tarde del domingo 10 de noviembre, haciendo la fila para ingresar al estadio. Es la segunda vez que las puertas de la cancha van a estar abiertas para el público. La primera fue el sábado y reventaron las localidades.

Entrar antes de las 17.00 significa que sos organizador, guardia de seguridad o periodista. El estadio está casi vacío. Hombres y mujeres con pecheras naranjas y azules deambulan entre los bancos y escalones de la cancha reformada. Algunos hablan y comentan lo que se vivió en la primera fiesta. Mate va, mate viene, se gritan entre ellos de una punta a la otra. Se ríen. Pero en ellos sí se nota cierto cansancio. Aunque alguno que otro asegura que está contento de estar ahí y que le gusta estar donde juegue o haga presencia Estudiantes. Hasta admite que se le escapa algún que otro grito cuando ve los partidos. Es hincha, claro, y le molestaron las luces azules que exhibieron el día anterior durante el show.

El césped, semisintético como el que tiene el Ciudad de La Plata, sólo contiene un escenario dentro del círculo central y unos cuantos parlantes que apuntan a las cuatro gradas. A la sombra de uno de ellos, yace un perro que descansa. Falta media hora para que arranque la segunda fiesta y Verón, con zapatos de punta, pantalón negro de vestir, anteojos de sol puestos y un saco gris, ya se pasea dentro del campo de juego. “Desde lejos no se ve”, dirían Los Piojos, pero el orgullo que irradia se siente incluso en lo más alto de la platea. Cabeza en alto, pecho inflado al estilo paloma, una mano en el bolsillo y la otra saludando a aquellos que ya lo reconocieron y corean “Bruja”.

Los hinchas comienzan a copar la cancha. La relación es inversamente proporcional, porque a medida que se llena UNO, el sol se esconde un poquito más. El show empezará a las 20.00, pero se dispuso el ingreso tres horas antes. Tiempo suficiente para que el director de la consola pueda probar las luces led, que no necesitan calentarse o enfriarse, y el sonido. La tribuna que está sobre 55 es la primera en recibir al público. Está dividida en dos: 55 alta y baja, que cuenta con asientos. Los paraavalanchas son protagonistas en la de enfrente, la que está sobre 57, porque no tiene división y es puro escalón. Completan la cancha los palcos y plateas VIP en Avenida 1, casi perpendicular al suelo, y la platea opuesta, sobre 115, que a su vez alberga las cabinas y pupitres de prensa. Sólo en esta ocasión el estadio Jorge Luis Hirschi cuenta con una platea muy pegada a la línea de cal, donde irán invitados y protocolos, pero que, en un futuro cercano, será el espacio de los bancos de suplentes.

El murmullo se hace protagonista. La música que se usaba para probar sonido se apagó y cedió el lugar para que el periodista Darian Schijman, conocido como Rulo, muestre lo que está pasando en las inmediaciones y calme las ansias de quienes están adentro. Cuatro pantallas sobre los palcos, otra, que será la principal, arriba de la tribuna de 57 y dos más en donde irían los codos, que se construirán en una segunda fase, muestran al conductor de la previa hacer entrevistas a los jugadores invitados que ya llegaron con el micro. Mauro Boselli, Marcos Angeleri, Mariano Andújar, entre muchos otros que dejan unas palabras en el micrófono mientras los hinchas les cantan. Todas las llegadas son especiales, pero la de Enzo Pérez disparó el deseo en un Pincharrata: “Convencelo”, le gritó a Verón. 

Falta poco. Rulo entró y salió del campo de juego varias veces. Improvisa. A él también se lo ve ansioso y con mucha energía. Como cuando lo enfocaron en la última fecha del Apertura 2010 gritando el gol de Rodrigo López en la victoria por 2 a 0 de Estudiantes contra Arsenal. No permiten el ingreso de bombos ni trompetas, para la tristeza de Matías Pellegrini, por eso la gente aplaude y marca el ritmo. 

“Estudió” ya no tiene un patrón específico, lo dicta el corazón de los hinchas que no paran de sacarse fotos. Es instintivo y caprichoso, pero la forma más pura que tienen de demostrar afecto. Las horas de espera son lentas, incluso para los que ya saben todo lo que van a vivir porque fueron el día anterior. Para no dejarlos sin nada, Rulo se va con Verón a recorrer las inmediaciones. Los vestuarios tienen Jacuzzi y un escudo de Estudiantes hace de luz. El logo está dibujado hasta en los enchufes y los dispensers de jabón.

Verón se apura porque hay que salir y cumplir con el cronograma. Además, los 30.018 espacios disponibles están casi todos ocupados. El sol ya casi no molesta, entonces arranca la cuenta regresiva para comenzar el carnaval. Se escuchan risas porque en vez de empezar por 10, empezaron por 7. Ya suenan los tambores al ritmo que marca La Bomba de Tiempo, el telón para que comience a reproducirse en las pantallas un video cuya voz en off se disfrazó de Mariano Mangano, dirigente Pincha que eligió cuándo irse de este mundo porque pensó que las cuentas para el predio del que gozan hoy en City Bell, no daban.

Estudiantes sabía que en ese momento los estaba vigilando desde el cielo y con una sonrisa. Cómo no reírse si Los Simuladores son protagonistas de la fiesta y pasan a explicar el mayor operativo de su historia. Se tuvieron que enfrentar hasta con la Municipalidad, que se llevó los chiflidos correspondientes por parte del público. Diego Peretti, vestido de Ravenna, mira al cielo y ¡zum! ¡zum! ¡zum! ¡zum! ¡zum! ¡zum! ¡zum! Los fuegos artificiales salpican la noche y se reflejan en uno de los edificios aledaños a la cancha, una ubicación VIP. En una de las ventanas de la construcción, un Pincha colgó su colección de camisetas y se subió a la azotea para exhibir una bengala que larga humo escarlata.

La música sacó del trance a los hinchas que miraban al loco del edificio. Una cumbia sabrosa los pone a menear y cantar bajo la intensa luz de los focos que se prenden y se apagan. Y entre tanta locura, un grupo se sube al escenario para gritar que ellos son Los Auténticos Decadentes. El público explota y desde las esquinas salen los integrantes de hockey del club vestidos con los colores del corazón de los que están ahí y agitando banderas. Una le llega a Verón, que se pone a cantar a los saltos, lo que provocó la euforia de la afición que lo vio por la pantalla.

Silencio. Las luces se apagaron. El micrófono lo comparten Viviana Vila y Osvaldo Príncipi, que largan algunas palabras y se lo pasan al presidente. Más silencio, se viene a quien todos quieren escuchar. El pelado abre la boca y desde 55 se escucha: “Te amo, Bruja”. UNO sonríe, Verón habla y agradece al pueblo Pincha, que hizo posible el sueño. También se acuerda de los que ya no están y los que no pudieron asistir. Pero, como demostró que le gusta concretar imposibilidades, logró que Carlos Salvador Bilardo esté presente. A su orden, un grupo de organizadores corre el manto que cubre algo que no se sabe qué es. La tela todavía está en el aire, pero los hinchas explotan. Una estatua del Narigón dando una indicación con traje hace su aparición. Ahora sí, se puede cortar la cinta inaugural. De a varios, entre ellos el arquitecto de UNO, Miguel Menno, y Bettina Stagñares, exjugadora y exentrenadora de las Pincharratas, que disfrutará de ver a alguna de sus dirigidas gambetear, en instantes, sobre ese mismo césped.

La noche se hace más noche, pero la cancha está llena de luz. Ahora la ansiedad pasa por otro lado, los espectadores quieren que arranque el partido. Viviana Vila y Osvaldo Príncipi presentan a los dos equipos: Don Osvaldo, dirigido por Alejandro Sabella, y El Equipo del Narigón, cuyo entrenador es Carlos Pachamé. Era verdad, la historia de Estudiantes está ahí. Entran los árbitros y el público chifla. Aparece el Bambino Pons para relatar el partido y el público enloquece.

El sábado, el partido salió 7-7. Ahora, está trabado y hay irregularidades. De pronto, El Equipo del Narigón, que está de Negro, cuenta con una superioridad numérica abrumante, ya no tiene suplentes, todos al campo. Pasa que tiene que remontar un 0-2, porque el equipo de los Verón los está dominando. Sí, los Verón. Deian, Juan Sebastián y Juan Ramón, que no quería ir al banco. Por eso, Alejandro Sabella se mete al campo y provoca el estallido de las tribunas. Quiere hacer un cambio y lo tiene que sacar al viejo de donde nunca deseó irse.

Nadie quiere irse. El partido terminó 2-2, pero el resultado, esta vez, no importa. Ahora miran al cielo ante un nuevo estallido de pirotecnia. Abren bien los ojos para absorber toda la información posible por las retinas y, como en el show de luces de hace un rato, se quedaron maravillados con la cámara que los grababa en vivo mientras el holograma de un león los acechaba en las pantallas. Y se asustaron, porque pensaron que iba a saltar al césped. Pero perdieron el miedo rápido, porque aquella ilusión óptica era fácil de romper. Entonces, UNO tiembla y La Plata se estremece. Pero los hinchas de Estudiantes no temen, porque ya se dieron cuenta de que ellos son el rugido del León.

Contigo en la distancia

Por Federico Bajo, Fernando Bajo, Valentín Gogorza, Ignacio Gutierrez, Martín Mulhall, Daniel Melluso, Fabrizio Ramos y Mauro Vito.

A pesar de estar ubicados en distintos continentes, Argentina y Alemania se han enfrentado en varias oportunidades. En Copas del Mundo lo hicieron en ocho ocasiones –una de ellas fue ante Alemania Democrática cuando aquel país estaba dividido-, lo cual ha generado el nacimiento de una rivalidad futbolística que se convirtió en el partido más disputado en la historia de los mundiales. Además, tras los cruces definitorios en México 1986, Italia 1990 y Brasil 2014, el enfrentamiento entre ambas selecciones se transformó en la final más repetida de la competencia.

Pero como suele decirse, el amor no entiende de distancias y el fútbol no se queda ajeno. La pasión que genera este deporte es tal que va más allá de la razón, de las rivalidades y los colores de su país, lo que permite la existencia de historias que en otros ámbitos no se podrían desarrollar.

De Buenos Aires a Dortmund

Federico Chabin tiene 27 años y es presidente de la peña del Borussia Dortmund en Argentina. Se recibió de periodista y es hincha del club alemán desde 1997 cuando el conjunto de camiseta amarilla y negra se consagró campeón de la Champions League.

Si bien el club los reconoció formalmente este año, el grupo de simpatizantes viene operando como tal desde febrero de 2014. De hecho, la propia institución declaró dicha fecha como la de su fundación.

Y en esta cuestión de ser oficial o no, Federico explica que en el listado de socios que tiene el club son diez los integrantes de la peña porque ese era el requisito mínimo para el reconocimiento. “Queríamos agilizar el trámite. Puntualmente, para el Borussia somos esa cantidad, pero existe un centenar de personas en espera y me llegan consultas todos los días para asociarse”, enfatiza Chabin.

El pasado 13 de octubre, en el Planetario Galileo Galilei de Buenos Aires, donde el 20 de junio de 1867 se jugó el primer partido de fútbol en el país, treinta hinchas se juntaron para celebrar la segunda #JuntadaDortmund. La reunión estaba pactada para el sábado 12, pero por cuestiones meteorológicas se pospuso para el día siguiente. La lluvia que afectó a la Capital no permitió que finalmente Lucas Barrios, actual delantero de Huracán y con pasado en la institución alemana, se acercara a pasar un rato con los simpatizantes, razón por la cual envió un video a través de las redes sociales.

La primera concentración, en diciembre del año pasado, fue todo un éxito. Concurrieron más de cincuenta personas y no solo de Buenos Aires, sino también de Córdoba, San Luis y hasta de Uruguay. Hubo partidos de fútbol, sorteos de remeras, tazas y gorras, pero el premio mayor fue una camiseta firmada por el delantero alemán Marco Reus.

El clima que se vive en las tribunas del Westfalenstadion cuando el Borussia Dortmund juega de local, es una de las razones que destacan a nivel mundial al club campeón de la Champions League en 1997; sin embargo, para Chabin no es la única. “Más allá de los éxitos futbolísticos, lo que termina por enamorarte de la institución es su gente, su ideología, su compromiso social, y más allá de los buenos o malos resultados, uno sabe que pertenece a un lugar distinto”, concluye.

Atracción sin fronteras por el fútbol argentino

En el oeste de Alemania, a 11.558 kilómetros de distancia de Buenos Aires, entre Dortmund y Osnabrück, se encuentra una ciudad de trescientos mil habitantes llamada Münster. Allí vive Ronny Schulz, un alemán de 38 años, quien se considera fanático del fútbol argentino.

Desde 2007, cuando Ronny visitó Argentina por primera vez con tres amigos, intenta viajar cada dos años  para poder ver la mayor cantidad de partidos. “Luego del primer encuentro que viví dentro de un estadio, supe que Argentina era diferente. El ambiente es increíble y todos los campos tienen su historia”, afirma el dueño del blog Fußball in Südamerika, donde sube las fotos de todos los estadios a los que concurre.

Su última visita fue en septiembre del año pasado y, en la actualidad, se encuentra ahorrando para realizar su octavo viaje al país en 2020. Desde Alemania se le hace imposible seguir el torneo argentino por la diferencia horaria. Además, ningún canal de televisión emite fútbol sudamericano y las transmisiones por internet se bloquean por cuestiones legales de región.

Según Schulz, hasta la fecha presenció más de 150 partidos y de todas las divisiones del fútbol argentino. “No hay otro país en el mundo donde puedas, todos los días de la semana, estar dentro de un estadio y presenciar un choque”, remarca.

Fanático del Preussen Münster, que se desempeña actualmente en la tercera división de Alemania, se lamenta por la situación actual que sucede en la Argentina con respecto a la prohibición que existe sobre el público visitante, porque era una de las razones que hacía singular a los estadios argentinos sobre las canchas que visitó en los más de setenta países en los que estuvo.

Desde el día que nació, el camino de Ronny estaba predestinado a cruzarse con el fútbol. Sus padres lo llamaron así por el arquero sueco Ronnie Hellström, considerado uno de los mejores en su posición durante la década del 70.

Y aunque parezca una historia extraída de un cuento, San Lorenzo de Almagro y Huracán Las Heras son sus equipos argentinos favoritos. Pudo ver al Ciclón más de una docena de veces, tanto de local como de visitante, mientras que asistió solo una vez a un encuentro del equipo mendocino, fue en 2012 ante San Martín de la misma provincia. Aquel encuentro fue suficiente para quedar totalmente enamorado del Globo.

Los pasos del León

Por Juan Ignacio Ballarino e Iván Lorenz

Es viernes 8 de noviembre, pasaron las siete de la tarde y el estadio Ciudad de La Plata está casi colmado. Para este partido, decidieron habilitar la popular Norte, esa que solía ser para los visitantes. Van 22 minutos desde que sonó el silbato inicial, Estudiantes le gana 1-0 a Talleres con gol de Manuel Castro a 90 segundos del arranque, pero los presentes tienen la cabeza en otro lado. La cortina musical la elige la hinchada: “Señores, vamos a volver a UNO…”.

Acaba de terminar el primer tiempo, pero el cántico continúa. Mientras un nene intenta sin éxito pronunciar “Pincharrata” y agita una bandera, los equipos vuelven al campo de juego. Se posicionan y arranca la segunda parte. Sólo quedan 45 minutos más la adición para comenzar la fiesta. En realidad, hace una semana que La Plata está de jolgorio: la Avenida 1, entre 55 y 57, se llenó de bocinazos y transeúntes que documentan lo que ven, y las cuadras previas están llenas de pinturas albirrojas y sietes bien dibujados.

El pueblo Pincha quiere que termine el partido. No sólo por la imperiosa necesidad de los tres puntos y el gran juego que despliega Talleres, sino motivados por una pasión visceral. Están deseosos de empezar la cruzada hacia Tierra de Campeones. 

Se acerca el cierre y el coro del Ciudad de La Plata canta: “El sueño se hace realidad…”. Fernando Espinoza señala el medio y hace sonar el silbato. Estudiantes ganó. La hinchada festeja. Los jugadores se acercan a la cabecera Sur para celebrar con ellos. Dan una última vuelta por el césped y cantan con su gente: “La cancha que me llevó mi viejo, la historia de Estudiantes está acá…”. 

La voz del estadio tiene otros planes, invita a los hinchas a llevar la historia a 25 y 32. Allí arranca la travesía. Una marea albirroja pinta el oscuro cielo con sus colores. Banderas, camisetas, fuegos artificiales, bombos, trompetas, sonrisas, lágrimas, humo de parrilla, frío de cerveza, un camión, bengalas y personas de todas las edades conforman el paisaje. La masividad entona: “Porque vamos a volver, donde yo te conocí…”. Pero la vuelta no arranca y la ansiedad se huele, se siente, se degusta.

Es imposible contar cuántas personas hay. Un humo rojo indica el inicio de lo que esperaron por 14 años, 2 meses y 10 días. El León ruge y empieza a encarar por 32. Los hinchas se desesperan, rompen la caravana para adelantarse por los costados y acompañar al camión que no para de hacer ruido. La pasión los lleva y hace que no piensen en los casi seis kilómetros que tienen por delante.

Los cantitos no paran y de lo único que hablan los hinchas es de Estudiantes. El tiempo metamorfosea y se convierte en anécdotas que los hacen viajar. Lágrimas por aquí. Bebés inexplicablemente dormidos, en brazos o en carritos. Camisetas del Pincha de todas las épocas. Bengalas rojas y blancas que marcan el rumbo y horizonte. Dos colores además de los que pintan la camiseta del León son aceptados: amarillo y negro. Peñarol también se hace presente. El carbonero no es ajeno a la historia grande del club.

Hay una bandera -que se impone con su tamaño- dedicada a Juan Sebastián Verón, presidente del club y artífice de la concreción del sueño de los albirrojos. Otra lleva un bidón con tres “x”, porque si hay algo que le gusta a Estudiantes es pregonar su mística. Lenny, el personaje de Los Simpsons, también está, con la casaca puesta y convertido en trapo. Está jugando una carrera o intentando meter un gol, porque gambetea obstáculos para acercarse al principio de la peregrinación. 

Bum. Algo resuena y el humo rojo vuelve a aparecer. Hay que doblar. Está todo planeado. La caravana encara para la calle 7. Obvio, cómo olvidarse del rival de toda la vida. Incluso le dedican canciones. Se ríen, se transportan a la goleada histórica con una risa tan juguetona e infantil como la amarilla que se comió Pablo Lugüercio aquel 15 de octubre de 2006 por festejar el sexto sacándose la camiseta.

Las personas salen a los balcones de los edificios para cantar un rato mientras blanden sus banderas. Sus trapos y camisetas cuelgan de las barandas, adornando edificios a lo largo de la calle. No caminan junto con la gente, quizás por algún impedimento físico, quizás por otro motivo. Da igual cuál sea la razón, pero ningún Pincharrata quiere perderse la fiesta. Los conductores se quejan porque no pueden avanzar con el auto, pero los semáforos no les importan a la masa Pincha. Le acercan un gorro al chofer de la línea 7. Se lo pone. Le ofrecen cerveza. La rechaza con risa cómplice, está trabajando y al volante. La fiesta la hacen todos. Lo único que le interesa a la marea albirroja es que acompañen la fiesta y entonen con ellos: “Donde juré que por vos iba a morir…”. Los sentimientos los desbordan, van a explotar. La distancia pesa, pero la pasión empuja. No duelen las piernas, arde el corazón. Almas borrachas bailan con ojos cerrados, no le buscan explicación alguna, sienten. ¿Para qué abrirlos? Todo es rojo y blanco.

Se miran entre ellos. Uno corre desesperado por encontrar a su compañera de vida. Está tan nublado por la pasión y la cerveza que no se da cuenta de que la tiene al lado. Se ríen. Miran hacia los balcones, les cantan. Es recíproco. “¿Cuánto falta?”, se preguntan con los ojos. Ya casi. Antes, un parate. Nadie sabe bien por qué: “¿Ese de arriba del edificio es tripero y nos gritó?” ¿Acaso tienen razón? ¿O la ansiedad hace que imaginen presentes en la vigilia a sus vecinos?

Paran en la esquina. El camión ya nadie sabe en dónde está. Debe haber llegado a destino. Entonces, Matías Pellegrini, jugador profesional nacido en las inferiores Pincharrata, ya debería estar allí. Lo que no es una suposición es que le dio al bombo y a la trompeta a más no poder durante todo el trayecto subido al colectivo descapotado.

El cielo apagado se enciende con los fuegos artificiales que los organizadores reparten a quien se cruza en su camino. Suenan como flechas que cortan el viento y luego revientan con un estruendo. Colocan humo en las calles y arman una ronda. Piden un minuto de silencio y empieza el pogo. Saltan de acá para allá a los gritos. Esta noche no duerme nadie. La ciudad de las diagonales está viva.

“Bueno, loco, basta, ¡quiero ver la cancha!”, se queja un hincha con un tubo de vino en mano y expulsa al viento lo que siente la mayoría, esa que dobló a la izquierda y se dirige a la plazoleta caminando a paso fuerte. Pero con cuidado, porque se recuerdan en el mítico estadio y tienen miedo de caer. ¿Los sueños se realizan? Probablemente no todos, pero sí este, que comenzó con la demolición del viejo estadio por la rotura de uno de los escalones de la grada. Siempre estará presente aquella escalera que conformaba ambas tribunas, y así lo recuerda el público presente: “De madera, de tablón, donde jugó el Narigón…”. Confirmaron que Carlos Bilardo no estará en la inauguración y no sólo basta con recordarlo con una estrofa, sino que uno decidió vestirse como él: bata de médico, estetoscopio y una enorme nariz de plástico. 

Ya se ve la plazoleta. Es navidad y Papá Noel no faltó. Los más chiquitos se sacan fotos con el personaje mágico. Como si fuera poco, también dice presente una suerte de jeque árabe. Pero hincha del Pincha a fin de cuentas. Ni él ni el domador de renos tienen regalos para ofrecer. Basta con mirar. Aunque, por ahora, los ojos se enfocan en el escenario y lo escanean todo. El olor a choripán hace retorcer de hambre las tripas. La plazoleta ahora es de Estudiantes, no se ve ni el piso. Mientras los fuegos artificiales explotan, Estelares canta en vivo arriba de un escenario: “Hoy es un día perfecto”. La que saben todos y en la que todos coinciden. A la banda la presentó nada más y nada menos que el presidente, con una frase que repitió hasta el hartazgo: “Esto no es un punto de llegada, sino de partida”.

Un grupito pícaro se trajo una heladerita. Se dan cuenta de que un hincha que estaba ahí la mira y le regalan una birrita con la excusa de que “esto es familia”. Agradecido, observa y baila. No todos se menean, simplemente miran sin poder moverse. Otros no pueden hacer movimientos porque escalaron un árbol para observar mejor. Y hay otro más loco que cualquier otro, pero cuya demencia es la envidia de la multitud, porque le sacan la foto que todos quieren. Está subido al cartel que indica que la calle es 1, con una bandera pincharrata en mano.

Terminado el espacio para las bandas, el escenario lo ocupa una torta con forma de león. Un organizador la corta y la regala a los pocos que se quedaron ahí. La multitud se fue esparciendo, pero la mayoría se fue por Avenida 1. Al caminar por ahí, se ve que la cancha está rodeada de gente que baila feliz y borracha, cantando a los gritos la canción de turno. La música se para repentinamente y les parece la mejor forma de entonar el tema de la noche: “… Donde tantas veces yo lloré por vos”. Y lagrimean de alegría, por el momento y porque son conscientes de que esas frases no van a sonar nunca más.