martes, diciembre 23, 2025
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Los números del Vélez de Bielsa

Por Andrés Gil

PLANTEL VÉLEZ CAMPEÓN TORNEO CLAUSURA 1998

ENTRENADOR: MARCELO BIELSA (14 PG, 4 PE, 1 PP / 39 GF, 14 GC)

Jugador

Posición

PJ

Goles

Minutos

Tarjetas rojas

1 – José Chilavert

Arquero

16

4

1.440

2 – Víctor Sotomayor

Defensor

9

655

1

3 – Raúl Cardozo

Defensor

16

1

1.337

4 – Flavio Zandoná

Defensor

11

801

5 – Marcelo Gómez

Mediocampista

1

53

1

5 Bis – Ariel Ércoli

Mediocampista

2

103

6 – Mauricio Pellegrino

Defensor

18

1.620

7 – Christian Bassedas

Mediocampista

14

1

1.137

1

8 – Claudio Husaín

Mediocampista

11

957

10 – Patricio Camps

Delantero

18

10

1.571

11 – Martín Posse

Delantero

17

9

1.488

13 – Fabián Cubero

Defensor

6

149

14 – Cristian Bardaro

Delantero

1

1

87

15 – Sebastián Méndez

Defensor

15

1.172

16 – Carlos Compagnucci

Mediocampista

17

1.507

19 – Carlos Cordone

Delantero

16

4

983

20 – Juan Falcón

Mediocampista

1

13

21 – Rodrigo Bilbao

Defensor

4

31

22 – Darío Husaín

Delantero

16

3

1.083

1

23 – Juan Batalla

Mediocampista

1

3

24 – Federico Domínguez

Defensor

15

1

485

1

25 – Pablo Cavallero

Arquero

1

90

26 – Lucas Castromán

Mediocampista

12

1

799

2

27 – Omar Ríos

Defensor

2

4

29 – Ariel De la Fuente

Arquero

2

180

30 – Rolando Zárate

Delantero

4

127

31 – Fernando Pandolfi

Delantero

16

2

702

 

Análisis del Vélez campeón:

El director técnico Marcelo Bielsa utilizó 27 futbolistas en las 19 jornadas.
Con 18 presencias, el defensor Mauricio Pellegrino y el delantero Patricio Camps fueron los jugadores que más partidos disputaron.
Patricio Camps fue el goleador del equipo con 10 tantos, seguido de cerca por su compañero de ataque, Martín Posse, con 9.
Registró goleadas a lo largo del torneo: 3-0 a Unión y a Independiente, 6-1 a Colón y 4-1 a Ferro, todas como local.
La única derrota en el campeonato fue el 1-2 ante San Lorenzo, en el estadio Amalfitani.
Debutaron seis juveniles en Primera División: el arquero Ariel De la Fuente, el defensor Omar Ríos, los mediocampistas Juan Falcón y Lucas Castromán,y los delanteros Rolando Zárate y Cristian Bardaro.
Dispuso de cuatro penales a favor: convirtió dos -ambos gracias a la zurda del capitán José Chilavert, ante Boca y Lanús- y malogró dos -uno el paraguayo, ante Colón, y otro Patricio Camps, ante Estudiantes de La Plata.
Le ejecutaron cuatro penales: dos atajados por Chilavert -ante Jorge Burruchaga de Independiente y ante Carlos Morales Santos de Gimnasia y Esgrima de Jujuy- y dos convertidos -José Serrizuela de Lanús a Chilavert y Roberto Sosa de Gimnasia y Esgrima La Plata a Ariel De la Fuente-.

La locura que llevó a la gloria

Por Agustina Jaime

31 de mayo de 1998. El club Atlético Vélez Sarsfield se coronó campeón del Torneo Clausura al mando del técnico rosarino Marcelo Bielsa. Un “loco” dedicado en su trabajo que buscaba la perfección en todo momento.

En agosto de 1997 asumió Bielsa y junto a él comenzó una nueva etapa, intensa, con muchos cambios, pero que tuvo al final una gran recompensa por toda la labor lograda. El primer semestre no fue tan sencillo al principio, ya que terminaron cuartos en el Torneo Apertura. El Loco llegó con ideas renovadas, un convencimiento de otro tipo de fútbol y un proceso de cambio de sistema, pero se encontró con un plantel que venía de ser campeón del mundo con Carlos Bianchi y empezó a mover piezas sin importar quiénes eran. Se trataba de jugadores fuertes que habían sido parte de un ciclo histórico del club, como José Luis Chilavert, Carlos Compagnucci, Raúl Cardozo, Christian Bassedas, Víctor Hugo Sotomayor, Flavio Zandona y Mauricio Pellegrino, entre otros más, que solo buscaban respeto por su trayectoria.

“Nosotros con Bielsa trabajábamos la defensa que era seguimiento al hombre en todo el campo y en el momento en el que perdíamos la pelota teníamos un jugador a quien seguir. En cambio, con Bianchi hacíamos más zona y en bloque”, cuenta Carlos Compagnucci acerca de los entrenamientos.

Luego de esos seis meses, durante los cuales hubo enfrentamientos, discusiones y malos entendidos entre ambas partes, el técnico planteó para el segundo semestre que el compromiso debían tenerlo todos y el que no lo tuviera se quedaba afuera. A partir de entonces se notó un cambio pronunciado, una adaptación: el equipo fue entendiendo la propuesta. Compagnucci explica que fue cuestión de que los más grandes se acomodaran y aceptaran que tenían que cambiar.

De esta manera todo funcionó. Una fecha antes de que terminara la competencia, con un gol de Martín Posse a Huracán en Liniers, Vélez se adueñó del Torneo Clausura con un despliegue de fútbol inigualable. En el camino, el Fortín disputó 19 partidos: ganó 14, empató 4 y cayó en uno. “Perder ese único partido fue parte del proceso, muchas veces ayuda para corregir y reaccionar cuando uno tiene la convicción de que el equipo está preparado para pelear el campeonato”, manifesta Christian Bassedas. El recorrido fue plácido, fueron 46 puntos obtenidos por jugadores que fascinaron en cada jugada gracias al plus a través de la exigencia de Bielsa y el nivel de cada uno.

Vélez tenía el trinomio perfecto: plantel, técnico y la propia institución. Todas alineadas detrás de un mismo objetivo y con los recursos necesarios. Ese año, Raúl Gámez ocupaba la presidencia y fue él quien sacó lo mejor de cada uno de los comprometidos con el proyecto para redondear una etapa brillante en la historia del club. Esto ocurre cuando son bien llevados y la administración trabaja de manera unificada; en caso contrario, los conflictos se trasladan al campo de juego. Además, fue el impulsor de la gestión para que Marcelo Bielsa llegara tiempo después a dirigir la Selección argentina.

El equipo demostró ser un grande. Hay solo 29 clubes que salieron campeones del mundo y Vélez Sarsfield es uno. Un club de barrio que ganó todo.

Un argentino en medio de vikingos: “Mi única comunicación era la pelota”

Por Gonzalo Rudaz

La habilidad argentina con el fútbol siempre encuentra destinos, tradicionales o no. El caso que ocupa estas páginas ocurrió en países nórdicos; allí jugó y se entrenó Gunnar Nielsen (36 años), formado en Guaraní Antonio Franco y que un día decidió partir en busca de otros horizontes. Se puso camisetas de clubes en Dinamarca, Suecia e Islas Feroe. Ya retirado, tiene un título de Máster en Ciencias del Deporte y cuenta la importancia que tiene la educación en la actividad. Esta es su historia.

-¿Cómo comenzó tu carrera futbolística?

-En Posadas, Misiones. Mi viejo jugaba mucho al fútbol, él me llevó a todos lados, y a los 5 o 6 años yo empecé a jugar en el club Guaraní Antonio Franco y allí jugué hasta el día que vine a Dinamarca.  

-¿Qué recuerdos tenés de tu adolescencia como jugador?

-Yo pertenecía a la categoría 1983, recuerdo el paso de ser parte de la reserva a entrenar con el primer equipo y fue una época muy linda. Muchos entrenadores veían mi capacidad pero me costaba mucho demostrar mi talento.

-¿Qué similitudes encontrás entre juveniles actuales y de aquel momento?

-No hay similitudes. Fui entrenador de juveniles y recuerdo que antes se respetaba mucho más a los mayores, creo que con el tiempo eso se fue perdiendo o la educación evolucionó.

-Con 17 años estabas en el fútbol italiano ¿Creías que ese era tu destino?

-Exactamente, con 17 años tuve la oportunidad de irme a Italia. Quique Vidallé y Horacio Bongiovanni me vieron en Misiones y me consiguieron una demostración en el Cologna Veneta. Estuve allí como prueba pero no pude lograr obtener un contrato, además tuve problemas con la nacionalidad y me volví. Al fin y al cabo fue por no poder desplegar mis condiciones, si era Maradona me quedaba. 

-¿Qué cambió en vos ese viaje?

-Me abrió los ojos. Ahí me di cuenta lo lindo del fútbol, el fútbol europeo, las oportunidades y lo importante que es viajar y conocer por medio de la pelota.

-Regresaste a tu país, ¿qué pasó ahí?

-Volví muy desilusionado de Italia, no tenía muchas ganas de jugar y me enfoqué en terminar la secundaria. Luego de finalizar los estudios comencé nuevamente a jugar, de casualidad Boca va a la ciudad a realizar pruebas para futbolistas jóvenes y vieron en un entrenamiento que tenía condiciones.

-¿Realizaste la prueba en Boca?

-Sí, me fui a Buenos Aires a probarme y no fue un éxito. Fue difícil porque éramos como 300 jugadores y yo tenía un estilo de juego bastante simple, de ahí salieron muchos futbolistas gambeteadores. No quedé en Boca pero me ofrecieron recomendarme en otros clubes cercanos, igualmente decidí volver a mi ciudad, no me animé.  

-Llegó un momento clave en tu vida, tenías que elegir un rumbo: ¿cómo te diste cuenta qué querías realmente?

-Luego de haber sido rechazado en Boca, volví y tenía que pensar qué hacer con mi vida. La principal opción era estudiar abogacía, trabajar con mi viejo o seguir intentando con el fútbol. Ahí empezó a tocar la puerta la posibilidad de viajar a Dinamarca.

-¿Cómo fue tomar la decisión de viajar a Dinamarca? ¿Por qué lo hiciste?

-Tengo un primo que vivía allá y ahí me surgió la idea de irme con él. Junté recortes de diarios y recuerdos que tenía de mi historia en el fútbol y lo mandé a Dinamarca. Un tiempo después un club llamado Kolding FC del ascenso se fijó en mí y me ayudaron a poder viajar. Yo quería algo distinto para mi vida, fuera de mi zona de confort. 

-En la actualidad el fútbol feroés es de escaso conocimiento, además fuiste el primer argentino allí: ¿por qué elegiste ese destino? (Islas Feroe es un archipiélago en el que viven aproximadamente 50 mil personas) 

-Luego de una o dos temporadas en Dinamarca se me acercó un representante y me dijo que un club de las Islas Feroe está interesado en contratarme. Lo más raro fue que ni había escuchado de ese lugar y cuando miré en un mapa, era un punto en el medio de la nada. Fue una experiencia hermosa, tuve una hija ahí y en lo futbolístico fue increíble.  

-Luego de tres temporadas y media en el pequeño archipiélago, volviste a tu ¿hogar? ¿Ya sentías que tu lugar en el mundo eran los países nórdicos? 

-Sentía que quería probar algo nuevo y me volví a Dinamarca a hacer carrera nuevamente en el ascenso con el fin de poder llegar a la primera división. Si, sentía que allí estaba cómodo. había conocido a mi mujer y con ella recorríamos los países.  

-¿Cómo fueron los últimos años de tu carrera?

-Disputé una temporada y media en Suecia y nuevamente retorné a Dinamarca con la idea de jugar y estudiar al mismo tiempo y fue la mejor decisión que tomé. Pero fue muy complicado.

-¿Por qué?

-Con un título secundario en Argentina no podes ingresar directamente a la universidad. Mandé solicitudes de ingreso a casi todas las universidades del país pero me las rechazaron explicando que tenía que hacer la escuela otra vez y una sola me dió la oportunidad de tener al menos una charla.  

-¿Y ahí comenzó tu carrera universitaria?

-Si, tuve la oportunidad de comenzar la carrera de teraupeuta psicomotriz y así arranqué. Siempre me interesó el tema de la psicología en el fútbol, la motivación y ya desde ese momento hacía hincapié en lo que es mi profesión hoy.

-Fuiste entrenador y futbolista en paralelo ¿cómo fue esa experiencia?

-Fue una experiencia muy linda, también interesante. Me lesioné de ligamentos cruzados y aproveché ese año para estudiar la carrera de entrenador y me recibí. Vuelvo a jugar y echan al técnico, me ofrecieron la posibilidad de ser dt y es ahí cuando realmente entendés el trabajo de cada entrenador y las horas que lleva de preparación, no hay descanso. Armaba los entrenamientos, las tácticas y a la vez tenía que estar concentrado en el juego, aprendí muchísimo.  

-¿País favorito de los que jugaste?

-Uf, difícil. Fue poco tiempo pero me encantó Suecia, muy lindo el país y su gente. Las Islas Feroe me encantaron también, pero hay mucho viento y frío, un día fuimos a comprar con mi hermano, sopló el viento y nos tuvimos que agarrar de un poste para no volarnos. Por lo que viví elijo como mi país favorito a Dinamarca. 

-¿Cómo hacías para comunicarte dentro y fuera de la cancha?

-Desde el día que llegué no sabía inglés ni danés, mi única comunicación era la pelota de fútbol, además al principio tenía un diccionario danés-español y todos los días leía. Por obligación uno aprende, a los cuatro meses ya estaba hablando el idioma.

-¿Te hubiese gustado volver al fútbol argentino? ¿En qué momento de tu carrera y a que club?

-Me hubiese encantado, lo medité y charlé muchas veces con mi mujer. Era una meta pero también quería estudiar y formar una familia para cuando dejara de jugar al fútbol, se fueron chocando los valores y no se dio. Me hubiese encantado volver a Guaraní a enseñar lo que viví, es una cuenta pendiente que tengo como jugador y tal vez algún día la pueda vivir como técnico.  

-¿A qué te dedicás en la actualidad?

-Actualmente dejé el fútbol de alto rendimiento, hace un tiempo estuve entrenando y por comenzar la carrera de técnico de UEFA pero decidí cambiar de aires. Comencé a trabajar en una empresa donde ayudamos a las personas a ser una mejor versión de ellos mismos, ayudamos a la gente a mejorar tanto físico como mentalmente. Me encanta mi trabajo, estoy en la parte deportiva. 

-¿Por qué decidiste estudiar mientras llevabas a cabo tu carrera futbolística?

-Es que a mi, aparte de jugar al fútbol siempre me interesó aprender más, como uno puede mejorar los detalles. Tuve una lesión de ligamentos cruzados y me di cuenta que me gustaba mucho leer y aprender.

-¿Cómo fue esa experiencia?

-Me veía venir que no me iba a hacer millonario con el fútbol y muchos no piensan en la vida luego del retiro. Fue súper difícil estudiar en danés, mientras la llevaba a cabo me di cuenta que era la mejor conexión con el fútbol que iba a tener. Siempre quise estudiar como terapeuta o psicólogo deportivo, siempre quise ayudar gente.

-De todos los destinos que tuviste ¿en qué país se vive mejor? Tanto social como económicamente. 

-Para mi, Dinamarca es uno de los mejores países del mundo para vivir pero es porque mi estado social actualmente es bueno. Tengo una casa que compré con mi mujer cerca de un bosque y del mar, tenemos dos hijas y acá no hay inseguridad.

-¿Alguna vez, de chico, te imaginaste teniendo ésta carrera futbolística?

-Si venía alguien a los 15 años y me decía que iba a jugar en Italia, en Boca, vas a intentar en Dinamarca, vas a probar muchísimas experiencias siendo el primer argentino en muchos de estos clubes y tener un título universitario en paralelo no le hubiese creído.

-¿Qué significa el fútbol para vos?

-El fútbol para mi significan posibilidades, fue el que me abrió las puertas y gracias al fútbol conocí el mundo, por medio del deporte aprendí que hay que levantarse, no hay que darse por vencido y siempre darlo todo adentro y afuera de la cancha. El fútbol es una escuela, cuando uno no sabe o no puede algo es porque todavía no lo descubrió.

A 70 años del primer triunfo de Juan Manuel Fangio

Por Tomás Guido

Un 21 de mayo de 1950 se disputaba el Gran Premio de Mónaco, hoy es una de los trazados más emblemáticos del calendario. Fue la segunda prueba que disputó la categoría en aquel campeonato. La carrera la ganó uno de los hombres más importantes en la historia de la máxima categoría y de nuestro país: Juan Manuel Fangio.

En el difícil trazado de Montecarlo, Fangio logaría marcar el mejor tiempo con su Alfa Romeo, 1m50 segundos para ser exactos, detrás de él, el otro Alfa Romeo comandado por el italiano Nino Farina. Esa clasificación posee un dato muy singular, posee la mayor diferencia entre el primero y el segundo en esta tanda en las calles del principado, con 2,6 segundos entre ambos.

Fue uno de los grandes premios más accidentados en la historia de la categoría. De los 20 autos que largaron, en la primera vuelta se accidentaron nueve, entre ellos el argentino Froilán González.

La viveza del Chueco fue una de las claves para lograr su victoria. Cuando transitaba por las calles del principado notó que la gente no lo miraba a él, eso fue algo que le llamó la atención, al no saber lo que estaba ocurriendo redujo la velocidad y se encontró con el accidente. Lo curioso es que él cuenta que había visto una foto de un accidente en el mismo lugar y que su intuición lo hizo desacelerar y lograr esquivar los autos que estaban amontonados.

Fangio logró su primera victoria en la Fórmula 1, por delante del italiano Alberto Ascari del equipo Ferrari y el polaco Louis Chiron de Maserati. A su vez, si bien el Chueco logró el subcampeonato en 1950, a partir del año siguiente pudo subirse a lo más alto del automovilismo mundial con sus cinco títulos obtenidos en 1951, 1954, 1955, 1956 y 1957.

El eterno Bernabé Ferreyra y la leyenda del Mortero de Rufino

Por Iván Ezequiel García

“No es un hombre, es una fiera”, así se referían a Bernabé Ferreyra de quien este viernes 22 se cumplieron 48 años de su fallecimiento. Un goleador implacable: tuvo más goles que partidos jugados, quien tenía un “cañón” en el pie que hizo desmayar, literalmente, a varios porteros.

Nació el 12 de febrero de 1909 en la ciudad de Rufino, Santa Fe. Era hijo menor de una familia integrada por sus cinco hermanos y sus padres. Desde chiquito prefirió elegir el fútbol antes que su educación, a los 11 años lo expulsaron de la Escuela Nacional porque se escapaba para jugar en un descampado aledaño. Un año más tarde se decidió por la pelota, la mamá, molesta por abandonar los estudios, decidió que se fuera a vivir con su tío.

El camino futbolístico comenzó en Jorge Newbery, donde convirtió 24 goles en 22 partidos. Ya se veía su pegada fuerte y las buenas decisiones que tomaba en las jugadas claves. Los vecinos del barrio siempre lo iban a ver, a pesar de su corta edad pronto se convirtió en un símbolo en su ciudad natal. Fue tanto lo que generó, que un hombre encargado de reclutar jugadores lo llevó a una prueba en Newell’s.

Jugó sólo tres partidos porque nunca se sintió cómodo y decidió volver a su primer equipo.
Durante años anotó muchos goles hasta que a los 18, su hermano Paulino lo convenció para que fueran a jugar juntos al Club Atlético Buenos Aires al Pacífico, situado en la ciudad de Junín, jugaban los domingos y durante la semana trabajaban en el ferrocarril. Ganaron el Torneo del Oeste, con victoria en la final y gol de Bernabé al poderoso Sarmiento.

En épocas de amateurismo en el fútbol argentino, la gente que lo rodeaba insistía que perdía su tiempo jugando torneos de poca relevancia y así mismo pensaba Paulino: “Casi que le obligué a que fuera a jugar a Tigre, era un equipo de primera división y si tenía un buen rendimiento iba a llegar lejos”. Y así fue, cuatro goles en su primer partido con la camiseta del Matador, en un amistoso frente a El Porvenir.

El Mortero de Rufino -apodado por los vecinos de la ciudad- decidió tomarse un respiro en el mismo momento en el que tenía diferencias con la dirigencia, Vélez solicitó un permiso para llevárselo a una gira por América, petición que fue aprobada. Convirtió 38 goles en 84 partidos con El Fortín, pero en el medio hubo un incidente en el encuentro frente a Sport Boys: Bernabé desmayó al arquero rival de un pelotazo y le provocó una conmoción cerebral. “Si nos enfrentamos otra vez, antes de patear al arco, avísame”, le dijo el accidentado a Ferreyra que lo visitó en el hospital.

La compra de los 35 mil pesos

En River estaban un poco molestos por los campeonatos logrados por Boca –el último torneo del amateurismo y el primero del profesionalismo– así que decidieron romper el chanchito e incorporar jugadores, entre ellos se encontraba Bernabé Ferreyra, siendo en aquel momento la compra más alta del fútbol y junto a la adquisición anterior de Carlos Peucelle, le dieron origen al mote de Millonarios al club de Núñez.

La revista “Caras y Caretas” informó que con ese dinero se podían comprar varios lujos: 11 autos de alta gama o 5.600 pares de zapatos y 514 trajes, ambos de primera marca inglesa o como última opción 520 mil kilos de trigo. Significó una suma impactante para la época, no sólo en la Argentina sino en el mundo.

Debutó en la primera fecha del campeonato de 1932, con victoria 3 a 1 y con dos goles. Fue tan buena la campaña que hizo (convirtió en las primeras 12 fechas) que el Diario Crítica premiaba con una medalla de oro al arquero que evitara sus goles. El ganador fue el portero de Huracán, Cándido De Nicola. Su presencia desató una locura colectiva, la entrada valía un peso, los estadios se llenaban para verlo jugar y al tercer partido el club recuperó los 10 mil pesos que le había dado de prima.

La potencia en sus piernas seguía sumando no sólo goles sino también jugadores lastimados. Frente a Independiente, Fernando Bello le atajó un penal, pero le quebró las dos muñecas y se desmayó, luego de este suceso, comenzaron a sumarse otros apodos: Cañonero, Rompe redes y también el Balazo cuando comenzó a convertir goles de más de 40 metros.

River fue campeón de aquel torneo, con 84 goles, de los cuales 44 fueron convertidos por el nacido en Rufino, siendo el goleador del campeonato, sacándole 20 de diferencia al segundo, una verdadera bestia como lo describió Hugo Marini en el diario Crítica.

A la Fiera le encantaba jugar los días de lluvia porque la pelota era más pesada. Cuando esto no sucedía, se anticipaba y ponía la pelota en un balde de agua durante dos días. Llegaba el partido y el balón era una bomba, con este método y la gran potencia en sus piernas no sólo ayudaba a su gran número de goles sino también que terminaba lesionando a los rivales con sus pelotazos.

Su retiro obligatorio

Debió retirarse en 1939 debido a sus reiteradas lesiones por los golpes que recibió de sus rivales. Como jugador profesional, disputó 198 encuentros y convirtió 220 tantos. Hasta la actualidad es dueño de un récord: es el único argentino en tener más goles que partidos jugados. Le realizaron un partido en homenaje frente a Peñarol en un Monumental repleto de hinchas. Luego, por problemas económicos, trabajó como cuidador de las canchas de paleta del club.

“Es tan grande que todos sus apodos son pocos. Un hombre que desde Rufino hasta River, jamás cambió su humildad. El mimado del fútbol argentino, que rompió miles de redes con su potente remate, el goleador del pueblo. Pasarán las generaciones y se seguirán acordando de la fiera, de Bernabé. Nosotros no sólo lo vimos jugar y triunfar en su carrera sino también lo vimos como un modesto trabajador en el Estadio Monumental luego de toda la fama que acaparó. Es cómo el sueño del pibe estar aquí con vos, un placer”, comentó el periodista José María Muñoz, previo a una entrevista a Bernabé Ferreyra para Radio Rivadavia, poco antes de su fallecimiento. Bernabé murió el 22 de mayo de 1972, sus restos fueron velados en el hall de River y enterrados en el cementerio de Rufino.

Todos los poetas son mortales

Por Franco Sommantico

Era la primera vez en mi vida que iba a ver un “Superclásico”. En realidad, era la primera vez en mi vida que iba a ver un partido de fútbol a la cancha. Yo tenía 23 años y vivía con mi madre en una pequeña casa en Zona Norte. Había terminado la carrera de periodismo hacía un par de meses, pero nunca había cobrado por un texto propio. Mamá estaba cansada de tener que mantenerme, de cocinarme, de lavarme la ropa, de vernos solo veinte minutos por día. Creo que era eso lo que más le molestaba, además de que yo no hiciera nada con mi vida que ella considerara “productivo”.

Su rutina empezaba a la mañana; salía a trabajar temprano, volvía a la tarde, hacía las compras y preparaba la comida. La mía era todo lo contrario. Había desarrollado un estilo de vida del que no estaba nada orgulloso pero que en ese entonces me parecía el único posible. Me levantaba a las seis de la tarde y me encerraba en el cuarto a leer poesía hasta que estuviera lista la comida. Eso era lo único que hacía. Los había leído a todas y todos. Autores nacionales como extranjeros, antiguos como contemporáneos. Creía en la poesía como los judíos en la llegada de un mesías. Creía en los poetas como los únicos que podían hacer de la vida que tenía, una mejor.

Con mamá nos veíamos solo los quince o veinte minutos que tardaba en devorarme la comida que ella había estado haciendo durante horas. Por eso decía que odiaba cocinar, porque creía que era la actividad doméstica más ingrata de todas. Nuestras conversaciones en la cena eran siempre parecidas. Le preguntaba qué tal había estado su día, como le había ido en el trabajo, a lo que ella contestaba, con un tono seco “bien, bien” y enseguida aprovechaba para cambiar de tema y hacerme la pregunta que yo más odiaba en el mundo: “¿Y, conseguiste trabajo?” No sé que se pensaba. A lo mejor creía que si chasqueaba mucho los dedos iba a venir alguien a ofrecerme un trabajo que me permitiera irme a vivir solo. Aunque ella sabía, y lo sabía muy bien, que el trabajo en esa época no era algo que abundara. La Argentina de ese entonces estaba siendo atravesada por una etapa de profundos cambios. La gente común y corriente empezaba a pagar el precio de las malas decisiones políticas que venían tomando los gobiernos hacía varios años, y yo tuve la desgracia, porque eso es lo que fue, una desgracia, de que la bomba de tiempo me explotara en la cabeza. Quizá por eso decidí recluirme y entregarme a los poetas. Quizá por eso me fascinaban los Fabián Casas, las Laura Wittner, los Daniel Durand. Ellos habían encontrado las palabras justas para expresar lo que sentíamos los jóvenes de ese entonces. El desencanto Alfonsinista, los políticos, era medio una provocación, ellos decían que la poesía era otra cosa, y miraban para otro lado. Trataban de buscar la poesía en la calle, en lo que no era lindo y en las cosas que estaban pasando. Por eso me gustaban tanto. Por eso intenté ser uno de ellos ni bien tuve la posibilidad.

*

Fue una noche mientras comíamos (no me acuerdo que), después de las preguntas de siempre. Mamá se inclinó sobre la mesa y me dijo: “Te conseguí un trabajo”. Un pedazo de comida se me trabó en la garganta. Que mamá me hubiera conseguido un trabajo podía significar una infinidad de cosas, pero de ninguna manera podía significar algo bueno. Ella estaba dispuesta a que yo hiciera cualquier tipo de actividad que me mantuviera alejado de mi cuarto al menos por unas horas, sin importar la cantidad de ingresos ni nada. Por eso, el trabajo que mamá me había conseguido podía ser desde limpiar baños en una estación de servicio hasta vender panchos en una parada del subte. En cualquiera de los dos casos, de ninguna manera iba a aceptarlo, y para eso ya tenía planeada una estrategia a la que había denominado “La gran Ignatius Reilly”.

Me había aprendido el fragmento de la novela “La conjura de los necios” justamente para cuando se me presentará una oportunidad así. Al dueño de la estación de servicio o del carrito de panchos, cuando en la entrevista le preguntara sobre el sueldo y él me respondiera con las miserias que seguramente pagaba, le iba a responder: “Lamento desilusionarle, caballero, pero me temo que no es el salario adecuado. Un magnate del petróleo está pasándome por la cara miles de dólares con el propósito de tentarme para que acepte ser su secretario personal. De momento, estoy intentando decidir si puedo o no aceptar la visión materialista del mundo de ese sujeto. Sospecho que, al final, acabaré diciéndole que sí”. Y de esa manera podría rechazarlos y evitar que me volvieran a llamar…

-“¿Me escuchaste?”, dijo mamá, te conseguí un trabajo.

-“ Sí, sí, te escuché. ¿En qué consiste?”, le pregunté.

“Es algo sobre fútbol”, me respondió. Y entonces, al ver mi cara de asombro, me explicó: “Un cliente entró hoy al negocio insultando y pateando el piso. Le pregunté, por cortesía nomás, qué le pasaba y me contó que era el encargado de una revista deportiva bastante reconocida y que mañana a la noche tenían el partido más importante del año y que uno de sus redactores no iba a poder ir porque estaba tumbado en la cama con la fiebre alta”.

“¿Entonces?”, le pregunté, aunque de alguna manera ya sabía lo que había pasado, porque mamá siempre hacía lo mismo.

“Entonces le dije que mi hijo era licenciado en periodismo y un excelente escritor, y que no ibas a tener ningún inconveniente en redactar lo que él necesitara para el partido de mañana”. Según mamá el hombre le dejó una tarjeta con su número de teléfono y dirección, y le dijo que fuera a verlo al día siguiente.

Yo no sabía nada sobre fútbol, es más, en mi vida había visto un partido, y el hecho de tener que ver a veintidós tipos persiguiendo una pelota no me llamaba en lo más mínimo la atención. Lo único que me atraía un poco era cierta poética de la gente que va a ver fútbol. Las cosas raras con las que se visten, las canciones un poco burlonas y los rituales aludiendo a un dios de la suerte que por supuesto no existe. Si de casualidad se me había presentado la oportunidad de demostrarle a mi madre que yo no era un inútil, por lo menos iba a intentarlo.

*

Al día siguiente, unas tres horas antes del partido, toqué el timbre en la dirección que indicaba la tarjeta. Por el contestador respondió una voz grave: “Ahí bajo”. No sé qué querrá decir ahí para los dueños de importantes revistas, lo cierto es que estuve parado en la puerta unos veinte minutos. En el espejo del hall vi abrirse el ascensor y entonces apareció un gordo vestido de traje y zapatos bien lustrados. Se disculpó por la demora y me dijo, como si me quisiera sacar de encima: “Mirá, pibe, vamos a hacerla corta. Yo no sé si sabrás escribir o no, pero tu vieja me dijo que eras algo así como un genio. Yo no necesito nada que requiera un talento descomunal. Lo que hay que hacer es bastante sencillo, con esta credencial que te voy a dar ingresas al estadio, te llevas una libretita o un cuaderno, lo que prefieras, y anotas todo lo que va pasando en el partido. Cuando termine me acercás lo que anotaste y yo te doy la plata que corresponda, ¿Te quedó claro?”. Para ser sincero, me hubiera gustado aplicar la gran Ignatius Reilly, solo para ver cómo reaccionaba el gordo. Le dije que sí, que me había quedado claro, agarré la credencial y me subí al primer colectivo que me dejara en el estadio. Quería llegar temprano porque me habían dicho que la zona iba a ser un caos. Al parecer iba a presenciar algo así como el partido del milenio. Según me contó un señor en el colectivo, River le había ganado por 2 a 1 a Boca (su archienemigo) la primera semifinal del certamen más importante del continente. Esa noche se jugaba la revancha, me dijo, por eso la ciudad estaba “paralizada”, aunque, a decir verdad, yo no veía nada paralizado; de todas formas, me pareció simpático el recurso.

*

Para entrar al estadio no tuve mayores complicaciones. Le mostré la credencial que me había dado el gordo a uno de la organización y me guió hasta la cabina de periodistas a cambio de un par de monedas. Menos mal que fui temprano, porque veinte o treinta minutos después de que ingresé, ya no quedaba ni un lugar. Se percibía en el ambiente cierto grado de nerviosismo y ansiedad, y eso fue lo primero que anoté en la libreta. Si el gordo me había pedido que anote “todo lo que va pasando”, eso mismo iba a hacer. Empezó el partido y yo anoté lo más rápido que pude. Saque del medio, lateral, falta para uno, falta para el otro, silbatazo del árbitro, jugador de Boca en el piso, se para, insulta. A los quince minutos llevaba cuatro páginas y no me daba más la mano, pero seguí hasta que terminó el primer tiempo. Cuando se fueron los jugadores de la cancha me vinieron unas ganas terribles de ir al baño. Le pedí a los periodistas que estaban cerca mío si podían cuidarme la libreta y salí corriendo. Nunca imaginé lo difícil que podía resultar hacer pis durante un partido de fútbol. Tuve que atravesar una especie de laberinto que se había formado con la gente amontonada en los pasillos y después hacer una fila detrás de cinco gorilas enormes con gorritos de Boca y olor a hamburguesa. Apenas volví y me acomode en mi silla, me di cuenta de que la libreta no estaba. Le pregunté a los periodistas si la habían visto y respondieron que no con la cabeza. Era evidente que, en un intento por parecer graciosos, los periodistas me la habían escondido. Les dije que por favor me la devolvieran, que de eso dependía mi trabajo. Me dijeron que no la habían visto y me pidieron que me calle porque ya había empezado el segundo tiempo.

Cómo no tenía ánimos de pelear, resigne la posibilidad de ver de vuelta mi libreta y, para no perder más tiempo, les pedí prestada una hoja. Uno de ellos arrancó una de su cuaderno y me la tiró sin siquiera mirarme. Entonces seguí anotando, pero esta vez registré no tanto el partido sino las cosas que a mi me llamaban la atención. Anoté: Un tiro se va cerca del palo y un joven se retuerce y se lleva las manos a la cabeza como en el cuadro “El Grito”, de Edvard Munch. Padre de unos treinta y largos sostiene a su bebé por encima de la cabeza y lo sacude al ritmo de: Y dale, y dale, y dale Boca dale.

Rondando el minuto sesenta sucedió algo que me pareció increíble. Un jugador de apellido Delgado acomodó el pie después de un centro y metió el primer gol del partido. Lo increíble fue la reacción de la gente. Los que estaban detrás del arco salieron corriendo hacia el alambrado como si fueran un malón de desesperados por asaltar una carreta. No sé cómo no se asfixió ninguno. Era realmente asombroso ver la reacción de los hinchas.

En el minuto (X) sucedió la jugada que lo cambió todo. Cuando un jugador de apellido Riquelme (al que todos se paraban y aplaudían cada vez que tocaba la pelota), después de quedar arrinconado por dos jugadores de River pisó la pelota de espaldas y se la pasó por entre las piernas al defensor Yepes, la gente se volvió loca y gritó: “Oléeee”, como en las viejas plazas de Sevilla. Escuché que un tipo de la tribuna gritó: “!No se puede creer! ¿Vieron lo que hizo?, y buscaba cómplices con la cabeza. “!Román es un poeta!”. Entonces se me ocurrió la idea… El deseo de ser Fabián Casas; si él hubiera visto lo que yo acababa de ver, ¿Qué hubiera escrito? Agarré la lapicera y comencé a escribir:

Escuché decir que te llamaban el torero,

Ni Manuel Laureano Rodriguez,

Ni Francisco Rivera,

Pudieron hacer algo similar.

Tu toro tenía sangre Caribeña,

sus padres llamáronle Mario.

El poema me ocupó toda la página, pero solo me acuerdo los primeros versos. Mientras lo corregía me di cuenta de que había terminado el partido. La gente gritaba como loca, se abrazaba, lloraba. Cuando por fin lo terminé apareció el gordo por la puerta de la cabina. Me pidió lo que había anotado y le conté lo que había pasado con la libreta. El gordo se puso como loco y empezó a gritar: “Yo sabía, yo sabía que no tenía que confiar…” Mirá, le dije, igual tengo ésto, a lo mejor te sirve, y le alcancé la hoja con las anotaciones y el poema. Apenas leyó la primera línea puso cara de sorpresa. Qué es esto, me dijo, te pedí que me anotes lo que pasaba en el partido, no un tratado sobre arte moderno. Y todo empeoró cuando pasó a la segunda carilla y vio el poema. El gordo rompió la hoja en dos y la tiró al tacho de basura. “Sos un inservible”, me dijo, y salió de la cabina golpeando las paredes e insultándome en mil idiomas. De más está decir que no me pagó ni un solo centavo y lo peor de todo fue que mamá siguió convencida de que yo era un inútil.

Angel Sánchez, el árbitro argentino del Mundial 2002

Por Pedro Duffau, Leandro Gambino y Marcelo López Aspuru

Ángel Sánchez fue el representante arbitral argentino en el Mundial de Corea-Japón 2002. Tuvo la responsabilidad de impartir justicia en dos partidos: Sudáfrica 1-0 Eslovenia y en la victoria de uno de los locales, Corea del Sur, por 1 a 0 frente a Portugal.

Fue, hasta el momento, la única vez que este evento deportivo se realizó en el continente asiático. Sánchez cuenta lo que más le llamó la atención de esta cultura: “La atención fue muy buena, mucha hospitalidad en las distintas ciudades de Corea en las que estuve y lo que más me sorprendió, viniendo de Argentina,  es el orden y el respeto por el tiempo, propio y ajeno. No si serán siempre así, pero fueron además muy apasionados en el juego”.

Ya sea como jugador, director técnico o árbitro, lo que todos aspiran es llegar a disputar un mundial. Los ojos de la gran mayoría de la población están puestos sobre este evento. Sánchez afirma que dirigir una Copa del Mundo, de por sí es algo especial e incomparable con cualquier otra competencia que le tocó dirigir. “Es muy distinto –continúa Sánchez- ya que el mundo está pendiente del torneo y te genera mucha responsabilidad poder representar al arbitraje de tu país. Cuando te toca un Boca-River, la situación es más complicada a nivel local por la trascendencia que tiene tus decisiones durante muchos días posteriores”.

Este mundial será siempre recordado por la eliminación prematura de la Selección Argentina. Sin embargo, para Ángel Sánchez fue una posibilidad histórica de ser partícipe de este evento, que es único e irrepetible…

 

 

 

 

Diego Placente: “Al Mundial 2002 no llegamos en la plenitud física y futbolística”

Por Pedro Duffau, Leandro Gambino y Marcelo López Aspuru

La Selección Argentina en el Mundial Corea-Japón 2002 era una de las candidatas a ganar el título del mundo. Sin embargo, por varias razones, no se consiguió el objetivo propuesto y los dirigidos por Marcelo Bielsa quedaron eliminados en primera ronda. Diego Placente, que jugó los dos primeros partidos de titular frente a Nigeria (triunfo por 1 a 0) e Inglaterra (derrota por 1 a 0), cuenta sus percepciones hoy, a casi 18 años de ese momento.

1) -¿Qué fue lo primero que se te vino a la cabeza post eliminación?

-Lo que se me vino a la cabeza post eliminación, fue primero obviamente, al yo estar en el banco de suplentes, consolar a los que estaban dentro de la cancha. Había una angustia en general. Me acuerdo que uno llegó al vestuario con toda esa tristeza y piensa que no puede ser que uno trabajé tanto, haga todo bien y en ese momento ya estás afuera del mundial. Es difícil, porque uno cree que estábamos para mucho más. Mientras más grande es la ilusión, a veces es más duro el golpe.

2) -Según tu mirada futbolística ¿Fue justa la eliminación?

-Muchas veces no es justa, pero las cosas pasan. Nosotros teníamos un gran equipo, durante mucho tiempo la selección argentina era de las mejores en ese momento. Por ahí llegás a tu pico un poco antes de lo que tendrías que llegar. Yo tenía de compañeros a futbolistas de Brasil que hicieron una eliminatoria muy mala y sabía las cuestiones que tenían en contra y no podían llegar a su pico, clasificaron como pudieron y terminaron campeones del mundo. Entonces, aparte si es justo o no, hay que llegar a ese momento y los jugadores tienen que estar en su mejor manera. Se tienen que dar muchas cosas durante esos 4 años y podés ir cambiando. Ahí no, es como un torneo relámpago. Y bueno, creo que nosotros llegamos al pico mucho antes. Llegaron jugadores con muchos partidos durante el año y tocados. Hizo que su rendimiento no fuera el mejor en ese momento.

3) -¿Creés que la prensa generó una situación triunfalista sobre esa selección?

-Creo que no. No nos dejábamos llevar y no me dejo llevar por eso. Uno sabe que cuando se es profesional, en el equipo que está y con los jugadores que tiene, uno se va midiendo con los mejores jugadores y las mejores selecciones. Ese equipo jugaba a un alto nivel y sabía el equipo que tenía. Por eso, nuestra ilusión era muy grande porque se venían haciendo las cosas muy bien.

4) -En ese momento ¿Qué pensaste que falló para no lograr la clasificación a 8vos? Y ahora, casi 20 años más tarde ¿Seguís pensando que la falla fue la misma?

-Las fallas que uno puede pensar o no son las mismas. Por ahí es más global. Como te decía antes, se tienen que dar varios aspectos, tenés que tener un equipo y tener jugadores para pelear por algo. La selección lo tenía. De hecho, ahora hay un margen más grande desde el mundial a finales del campeonato de Europa y Champions. Justo ese año, yo tuve la suerte de jugarla y la selección ya estaba allá. A veces no se dan las cosas y creo en lo que dije antes, no llegamos en la plenitud tanto física como futbolística justo en el momento que había que hacerlo.     

 5) -¿Cómo fue la vuelta de ese Mundial? ¿Cuánto tardaste en asimilar el golpe?

-Volví totalmente amargado. Porque uno lo que aspira toda su vida es jugar en la selección cuando es profesional, después jugar un mundial y bueno ante la chance esa, encima tener la expectativa alta de llegar bien lejos en un mundial y nos vinimos en primera rueda, que no lo esperaba nadie. Entonces ese golpe es todavía mucho más duro. Nunca lo asimilás. Cuando jugás todos los domingos el jugador sabe que siempre tiene revancha y en el mundial pasa lo mismo. Uno siempre tiene que estar preparado y tiene otros objetivos por delante. Tenés que asimilarlo lo antes posible. Pero lamentablemente te quedan siempre grabadas adentro tuyo.

 6) -¿Volviste a ver los partidos? ¿Por qué?

-No la verdad que no. Uno no los vuelve a ver. En este tiempo de pandemia que pasaron muchos archivos de mundiales o torneos de los clubes que estás en contacto mucho más. Por ahí cuando ocurren hechos tan dolorosos en la carrera del futbolista es difícil verlo de vuelta porque ya sabes cómo es el desenlace. A veces algunas cosas las volvés a mirar para ver algo en especial para aprender algo. Pero es muy difícil verlo. De hecho, el otro día recién vi el partido con Inglaterra y algo de Suecia. No lo llegué a ver todo. Ya te vas angustiando solo de verlo. Uno no lo ve. Eso es así. Como así pasaron los de la sub – 20 (campeón del mundo en Malasia en 1997) y uno se alegra por los chicos y por el momento que se acuerda, por los jugadores que participaron y por la alegría que tuvimos. Te queda grabada para toda tu vida.

La aventura de Arsene Wenger en Japón

Por Marcos Cressi

Muchos conocerán al francés Arséne Wenger por ser el entrenador del Arsenal durante más de 20 años. Aquel director técnico que ganó la Premier League de forma invicta en la temporada 2003-04 y estuvo 49 partidos sin conocer la derrota. Pero antes de llegar al conjunto Gunner, tuvo un breve paso por el fútbol japonés entre 1995 y 1996, cuando dirigió al Nagoya Grampus.

En 1994, Wenger no siguió en el AS Mónaco luego de haber terminado en la novena posición en el torneo local. Había dirigido al conjunto del principado desde 1987, y durante su gestión, ganó el campeonato de la Ligue 1 en 1988 y la Copa de Francia en 1991. El mismo año de su partida, a pesar de la floja campaña en la liga, logró llegar a las semifinales de la Champions League.

Mientras tanto, en Japón, el fútbol comenzó su etapa profesional recién en 1993. Diez equipos integraron la primera temporada de la J. League y entre ellos se encontraba el Nagoya Grampus, el equipo de la fábrica de automóviles Toyota. Durante los primeros dos años, los resultados deportivos no fueron buenos, a pesar de que tenían al delantero británico Gary Lineker. En ambas ediciones del torneo, fue de los peores equipos.

A finales de 1994, Arséne se encontraba sin equipo y el Grampus buscaba un director técnico para reemplazar al inglés Gordon Milne. Ese mismo año, Wenger asistió a un evento organizado por la FIFA en Emiratos Árabes Unidos para dar un discurso a los entrenadores de ligas emergentes. Allí se reunió con dirigentes del club nipón que lo contactaron con el propietario y este le ofreció el puesto. En enero del año siguiente, firmó el contrato.

Al llegar a Nagoya, contrató a Boro Primorac, ex entrenador del Valenciennes y quien luego fue su ayudante durante sus más de 20 años en el Arsenal, como  su asistente. Fichó a varios futbolistas, como el defensor brasileño Carlos Alexandre Torres y el mediocampista francés Gérald Passi. Además, en el plantel del conjunto nipón se encontraba Dragan Stojkovic, conocido como ¨El Maradona del Este¨ y una de las grandes figuras de la Estrella Roja de Belgrado entre 1986 y 1990.

El arranque de la liga no fue el mejor. Perdió siete y ganó solo uno en los primeros ocho partidos disputados. Incluso sufrieron goleadas, como un 6-2 ante el Júbilo Iwata o un 4-0 ante el Sanfrecce Hiroshima. A pesar de este mal arranque, el Grampus mejoró y logró terminar en el cuarto puesto en la primera ronda. En la segunda rueda, siguió con el mismo nivel y terminó en el segundo puesto, pero no le alcanzó para disputar la final del campeonato

En esa temporada, el mejor futbolista del conjunto de Nagoya fue Dragan Stojkovic. La llegada de Wenger fue clave para que el yugoslavo vuelva a su mejor nivel. Durante sus paso por el Hellas Verona de Italia, el Olympique de Marsella y sus primeros seis meses en Japón, tuvo bajo rendimiento, problemas disciplinarios y constantes lesiones. Al llegar, Arséne lo eligió como capitán del equipo. Mejoró su forma, anotó 17 goles en 45 partidos y fue elegido MVP de la liga. Además, el francés fue seleccionado como el Mejor Entrenador de la Temporada.

Al finalizar la temporada todavía quedaba un torneo por jugar: la Copa del Emperador, el campeonato más antiguo de Japón, disputado desde 1921. Nagoya Grampus llegó a la final de la competición, luego de eliminar al Kyoto Sanga, al Yokohama Flügels, al Vissel Kobe y al Kashima Antlers. Como se hace tradicionalmente, se disputó el 1 de enero de 1996. La sede del partido definitivo fue el Antiguo Estadio Olímpico de Tokyo. Allí goleó 3-0 al Sanfrecce Hiroshima y logró el primer título profesional de la historia del Nagoya Grampus.

Luego de ganar la Copa del Emperador, el equipo de la compañía Toyota debía disputar la Supercopa de Japón ante el Yokohama Marinos, campeón de la J. League. En el conjunto rival, se encontraban los argentinos Gustavo Zapata, Alberto ¨El Beto¨ Acosta y Néstor ¨Pipo¨ Gorosito. En aquel enfrentamiento, el Grampus se impuso por 2-0 en Tokio, con los goles de Tetsuya Okayama y Kenji Fukuda.

En septiembre de 1996, Wenger renunció a su cargo y firmó con el Arsenal de Inglaterra. Durante los últimos meses como técnico, el Grampus luchó por el título de la J. League. Al final de la temporada, el Nagoya, ya con nuevo entrenador, el portugués Carlos Queiroz, terminó en segundo lugar del torneo local, que lo terminó ganando el Kashima Antlers.

A pesar de estar solo 18 meses, el técnico francés dejó un efecto positivo en el Grampus y, sobre todo, en Stojkovic. “Es un hombre muy inteligente, psicológicamente fuerte y leal con el equipo, pero también con los jugadores. Tiene un talento para crear un buen ambiente en el equipo, por eso creo que el buen trabajo y la buena relación da un resultado bueno que es la amistad para siempre¨, declaró el ex jugador al canal de YouTube del Arsenal en 2013, cuando hicieron una gira de partidos amistosos por Asia.

Después de su partida, Dragan siguió a un gran nivel futbolístico y llevó al equipo a ganar nuevamente la Copa del Emperador en 1999. Se retiró allí en 2001, para volver al equipo nipón siete años después, como entrenador. En 2010 logró salir campeón por primera vez de la J. League.

 

El combate ahora es sobrevivir

Por Facundo Scapparone

El 30 de diciembre de 2011, Nate Diaz y Donald Cerrone protagonizaron la pelea a tres rounds con más golpes en la historia de UFC (Ultimate Fighting Championship): los luchadores lograron conectar un total de 334 golpes en los 15 minutos que duró el combate. Uno cada 2,7 segundos. Hoy, más de ocho años después, la OMS (Organización Mundial de la Salud) recomienda mantener, por lo menos, un metro de distancia entre personas y no tocar superficies con las manos para prevenir el contagio de COVID-19.

El SARS-CoV-2 infectó a más de 5 millones de personas y superó las 330 mil muertes a nivel global. La mayoría de los países decidió someterse a un confinamiento obligatorio, con el objetivo de detener la propagación del virus. Esta medida fue precedida por la suspensión de todo tipo de eventos masivos, desde cines y teatros hasta espectáculos deportivos. Solamente tres ligas profesionales de fútbol decidieron no cesar su actividad: la de Bielorrusia, la de Burundi y la de Nicaragua. En Managua, la capital del país centroamericano, también se realizó una polémica velada boxística que incluyó todo tipo de medidas sanitarias.

“Una vez flexibilizada la cuarentena, yo creo que los eventos deportivos deberían ser sin público, testeando a todos los protagonistas y evitando el contacto físico de manos”, asegura Sergio Scigliano, reconocido neumonólogo y especialista en vías respiratorias. Tal es así que el gobierno alemán le concedió un permiso a la Bundesliga para retomar las actividades siguiendo una serie de estrictos controles de higiene. Alemania se encuentra en un proceso gradual para salir del aislamiento obligatorio.

Sin embargo, los deportes que conllevan un mayor riesgo, como las artes marciales mixtas o el boxeo, requieren extremar los cuidados. Además de las medidas que idealmente deberían tomarse en la mayoría de las disciplinas, Scigliano sugiere reducir al máximo posible la cantidad de gente que se ubica en los alrededores del ring o del octágono y desinfectar los guantes y superficies con las que los peleadores estén en contacto para posibilitar el desarrollo de este tipo de prácticas.

El intercambio de golpes que se genera en los deportes de alto riesgo, principalmente en las artes marciales mixtas, representan un significativo peligro de lesiones para los púgiles. En el contexto actual, con el sistema de salud dedicándole la mayor parte de su tiempo a los infectados por COVID-19, hay un agravante. “Si un luchador finaliza la pelea con una conmoción cerebral y debe acceder a un hospital, nadie te garantiza que no vaya a contagiarse coronavirus.”, asegura el doctor. En síntesis, la reanudación de estas disciplinas es viable -con las medidas sanitarias correspondientes-, pero implica un peligro extra que es preferible evitar.

Todas estas dificultades significan una posible mayor inactividad para los protagonistas de deportes de alto riesgo, sumado a las problemáticas que tienen a la hora de ejercitarse en sus hogares. “Las ganas disminuyen más que nada por no tener competencia. No entreno a la misma intensidad con la que estaba entrenando antes, no tengo ese incentivo”, cuenta Bruno Canetti, actual campeón de peso pluma de la compañía Combate Américas.

La salud mental es también un factor importante a tener en cuenta durante el aislamiento obligatorio. Es por eso que la OMS opta por el término “distanciamiento físico” en lugar de “distanciamiento social”, ya que este último puede suponer una percepción de desconexión de los seres queridos. Así lo ve también Juan Pablo “El Molo” González, peleador de artes marciales mixtas de peso gallo: “El encierro puede jugar un papel importante si lo dejamos. Hay que tener bien en claro qué es lo que queremos y adaptarnos a la situación de la mejor manera posible. El trabajo mental en uno es indispensable para que todo sea positivo en este momento”.

Así como los deportistas siguen una rutina para mejorar los aspectos físicos, también lo hacen con los psicológicos. Algunos optan por hacerlo por su cuenta, como Bruno Canetti, quien elige la meditación y la lectura de libros de desarrollo personal. Pero otros, como el Molo, consideran indispensable trabajar en conjunto con un psicólogo deportivo y un coach mental. El trabajo con profesionales consiste de un chequeo de metas, trabajos de visualización de objetivos, escritura y meditación.

Los avances tecnológicos en los tiempos que vivimos nos permiten hacerle frente al distanciamiento y a la sensación de desconexión. Las aplicaciones de mensajería instantánea y las redes sociales de interacción son herramientas muy útiles para distraerse durante el confinamiento. Así lo ve el Molo, quien brinda una clase gratuita en vivo de ejercicios físicos a través de su cuenta de Instagram todos los días. “Son 50 minutos bien movidos en donde se trabajan todos los músculos del cuerpo. El objetivo es no parar de moverse e ir cambiando los ritmos, trabajando brazos, piernas y zona media”, detalló el campeón argentino de kickboxing W.K.C. y W.K.F.

Otro de los aspectos a atender es el económico. Hace algunas semanas se dio a conocer que el plantel de Boca rechazó la propuesta de su presidente, Jorge Amor Ameal, quien proponía una reducción salarial de los contratos más altos durante el tiempo que dure la inactividad en el fútbol argentino. Pero en los deportes de alto riesgo, los luchadores no tienen ese privilegio: deben pelear para cobrar bolsas. Si no peleás, no cobrás.

Esta situación generó que los peleadores deban buscar otras formas de generar ingresos para llevar a sus hogares. “Algunos están vendiendo comida, barbijos y alcohol en gel. Otros dando clases online”, relata Bruno Canetti. “Se hace prácticamente imposible. Espero que de alguna manera se solucione esto”, lo respalda, preocupado, el Molo. Está claro que la pandemia de coronavirus agudizó la situación crítica en la que se encontraba la economía argentina. Sesenta y un días después de que Alberto Fernández anunciara una cuarentena obligatoria a nivel nacional, los efectos de la suspensión de toda actividad comercial alcanzó hasta a un colectivo impensado: el de los deportistas.