Por Sebastián Martín
Primero de diciembre de 2019. Era la Maratón de Valencia. Luego de dos horas, 11 minutos y 23 segundos, Eulalio Muñoz Jr. cruzó la meta, y al hacerlo, gritó y largó toda la euforia que tenía en su interior tras un largo y arduo viaje. No se había dado cuenta todavía, hasta que se lo dijeron: “’Coco’ –como lo apodan sus seres queridos–, clasificaste a los Juegos Olímpicos”. No pudo resistir las lágrimas, no supo contener la emoción.
Recordó cuáles son sus raíces, de dónde viene. Una vida humilde, sin muchos lujos, de campo que lo acostumbró a convivir entre animales, sacrificios y lejanía. Se acordaba de aquellos 13 kilómetros diarios que caminaba junto a su familia para ir y volver del centro de su frío pueblo Gualjaina –Provincia de Chubut–, rodeado de mesetas y sierras, de poco más de 1.000 habitantes. Él, al ser tan pequeño, no podía caminar a la misma velocidad que sus tres hermanos más grandes, por lo que, entre llantos, decidía correr. Estaba en sus genes. Inconscientemente corría; y lo hacía bien.
Pero de chico, entre sus fantasías, no se encontraban las maratones, ni los entrenamientos en la montaña, ni mucho menos. Pasaba por otro lado su pasión, como la de tantos argentinos y argentinas: “Me gustaba mucho jugar al fútbol. Como no tuvimos televisión en casa hasta los 15 años, leía la revista ‘El Gráfico’, y especialmente a Maradona porque él era la tapa. Leía quién era, qué hacía, cómo había empezado, cuáles eran sus sueños. Era mi librito de motivación. Lo consumía todos los días, me lo sabía de memoria”. Claro, ¿quién otro podía ser ese símbolo de lucha, de esfuerzo, de logros y fracasos si no era Diego? En la vida de Eulalio, la imagen de ese referente fue muy importante. Lo trataba de copiar, de tenerlo como guía, y desde entonces empezó a soñar. “Si Maradona pudo, yo también puedo”, se ilusionaba “Coco”.
Corría para estar en buenas condiciones físicas, pensando en la pelota. Pero era bueno, se mantenía. Por eso, un día lo invitaron a participar en la Media Maratón al Paraíso de Esquel de 5 kilómetros. Como no había más cupos disponibles, casi de capricho, decidió anotarse en la de 21: terminó primero en su categoría y 15° en la tabla general. Como cuando era chico y andaba atrás de sus hermanos para alcanzarlos, lo hizo sin pensarlo. Intrínsecamente había algo que despertaba cuando de correr se trataba.
Entre incentivos y el aliento de sus seres queridos, comenzó a ejercitarse seriamente en la disciplina y contactó a Rodrigo Peláez, un entrenador que ya preparaba a varios maratonistas de gran nivel por entonces. Pero no todo fue sencillo. Peláez le dejó en claro que solo lo iba a entrenar si se iba a vivir a Esquel con él, porque por cómo ejercía su labor, no le gustaba hacerlo a distancia. Y así sucedió, con tan solo 17 años, Muñoz se mudó en busca de su futuro.
Quería salir para conocer qué había fuera de su pueblo. La familia evidentemente no deseaba dejarlo ir porque era chico y no sabían a dónde estaba yendo realmente. “Fue duro”, reconoció Eulalio. Cambió paulatinamente algunas de sus costumbres y hábitos: “Entendí que no podía comer lo que quisiera, dormirme tarde o ir a jugar al fútbol con mis amigos si quería llevar a cabo mi objetivo”. ¿Cuál era? Participar en los Juegos Olímpicos. Estuvo en su cabeza desde Río 2016, cuando le confesó sus intenciones a Peláez, aunque este fue claro: para poder empezar –recién– a pensar en una cita olímpica, debía bajar considerablemente su tiempo.
Era un nuevo reto en la vida de Eulalio, un nuevo camino por recorrer tal vez. Trabajó, mejoró mucho sus números y comenzó, en Rotterdam –Holanda–, su camino rumbo a Tokio 2021. “Mi entrenador no me decía ‘hoy hacemos la marca’, me decía ‘hoy nos acercamos, que a la tercera la logramos’”, reveló. Dos horas después de haber terminado la Maratón de Buenos Aires 2019, Pelaéz lo convenció: “La marca está en tus piernas, por ende, hay que ir a buscarla”. A través de rifas y bonos a contribución de los habitantes de Esquel y Gualjaina, junto a sus ahorros y con la ayuda de “Chubut Deportes”, allá fueron: A Valencia.
“Cuando empecé quería representar a la Argentina en un Sudamericano o Panamericano, pero nunca me hubiese imaginado alcanzar los Juegos Olímpicos”, expresaba al recordar su clasificación. Y es que el camino de cualquier deportista que tenga en mente una competencia tan importante a nivel mundial siempre es complicado. Pero lo vital, para Eulalio, es seguir. Como en su disciplina, por más cansado que estés, por más que tus piernas te pesen como nunca, resistir y seguir. Intentarlo pese a todas las adversidades. “Uno se ‘hace’ más por las malas que por las buenas. La clave y la base de todo éxito es la actitud. Si te va mal no tenés que rendirte, sino levantarte y seguir trabajando para lograr los objetivos”, entiende abiertamente.
Este atleta de 25 años, nacido de un pueblo de 1.000 habitantes, criado en el campo, que corría llorando para alcanzar a sus hermanos y que soñaba con ser como Maradona, hoy, gracias a su esfuerzo y la dedicación, está al frente de, ni más ni menos, una cita olímpica. La vida de Eulalio Muñoz Jr. ha sido una larga maratón. Desde Gualjaina hasta Tokio.
El camino a la clasificación
Luego de que Eulalio Muñoz Jr. se lo propusiera seriamente, en 2019, en Rotterdam, Holanda, empezó su camino rumbo a Tokio 2021. Tras haber vivido esa primera experiencia, llegó la Maratón de Buenos Aires, y pese a haber hecho un buen tiempo (2h12m23), no consiguió la tan ansiada meta: la clasificación.
Para seguir preparándose de la mejor manera de cara a su siguiente maratón, junto con su entrenador, Rodrigo Peláez, decidieron subir a la altura de Huancayo, Perú, a 3200 metros sobre el nivel del mar. Creyeron que era el lugar indicado para que Eulalio esté apto físicamente y preparado para cualquier circunstancia. Pero primero, antes de llegar a Perú, “Coco” tuvo que hacer escala en Chile, que transitaba una complicada crisis sociopolítica.
Casi queda varado cuatro días allá, porque se habían cancelado todos los vuelos debido al conflicto. Dudó en volverse en micro a Esquel y abandonar, pero Peláez, desde Argentina (porque él viajaba en otra fecha), pudo contactarse con Ricardo Almonacid, un aficionado de las maratones que lo había visto correr a Eulalio y lo reconocía, que amablemente le dio alojamiento. “Estoy eternamente agradecido a Ricardo y su pareja por haberme recibido”, se sinceraba el atleta.
Luego de presenciar horribles situaciones entre la policía y el pueblo chileno, desde el balcón del departamento donde estaba parando, a los tres días pudo volar a Perú y prepararse, ahora sí, para la Maratón de Valencia. Allí, además de enamorarse de la ciudad española, logró la marca mínima, pero marca al fin, para sacar boleto a los Juegos Olímpicos de Tokio 2021 (antes 2020). Fueron 2h11m23 para conseguir la clasificación, junto a Joaquín Arbe, el otro atleta argentino que también participará en la cita olímpica.
En diciembre del 2020, un año complicado para seguir preparándose por la pandemia de coronavirus entre medio, aunque igualmente pudo seguir compitiendo, Eulalio volvió a correr en La Maratón de Valencia. Cumplió y con creces. Con 2h9m59, no solo se superó a él mismo bajando su marca registrada, sino que quedó a tan solo dos segundos del récord nacional que mantiene Antonio Silio (2h9m57).
Su última competencia fue en abril de este año, en La Pampa, en donde ganó con récord de 1h4m18 y, posteriormente, le reconoció a la web de la Secretaría de Deportes de la Nación que todo lo que hace es “pensando en los Juegos Olímpicos”.